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Tema 6: Herejía

[6-17] Mañana a esta hora sabrán lo que es la salvación (2 Reyes 7, 1-20)

Mañana a esta hora sabrán lo que es la salvación(2 Reyes 7, 1-20)
«Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra de Jehová: Así dijo Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria. Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello. Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos. Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie. Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas. Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron. Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey. Vinieron, pues, y gritaron a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había allí nadie, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados, y el campamento intacto. Los porteros gritaron, y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey. Y se levantó el rey de noche, y dijo a sus siervos: Yo os declararé lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido de la ciudad, los tomaremos vivos, y entraremos en la ciudad. Entonces respondió uno de sus siervos y dijo: Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y enviemos y veamos qué hay. Tomaron, pues, dos caballos de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: Id y ved. Y ellos fueron, y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber al rey. Entonces el pueblo salió, y saqueó el campamento de los sirios. Y fue vendido un seah de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová. Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios, cuando el rey descendió a él. Aconteció, pues, de la manera que el varón de Dios había hablado al rey, diciendo: Dos seahs de cebada por un siclo, y el seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria. A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios, diciendo: Si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello. Y le sucedió así; porque el pueblo le atropelló a la entrada, y murió».
 

Hoy hemos leído el capítulo 7 de 2 Reyes. Siria había invadido Israel, y todo el mundo estaba arrinconado en Samaria, la capital. Esta ciudad estaba rodeada por el ejército de Siria y no tenía comida, por lo que toda la ciudad podía morir de hambre. Así que el precio de la comida era muy elevado (2 Reyes 6, 25). Incluso las judías silvestres y las cabezas de asno, que los israelitas no comían en circunstancias normales, se vendían a precio de oro. Un shekel de plata en aquel entonces era cuatro veces el salario de un trabajador. Así que para comprar un vaso de judías silvestres, un trabajador tenía que pagar 20 días de trabajo, y casi todo su salario de un año para comprar una cabeza de asno. Esto demuestra lo poco que tenía el pueblo de Israel.
Mientras continuó el sitio, ocurrieron cosas terribles en la ciudad de Samaria. La gente que había en esa ciudad estaba tan muerta de hambre que se estaba volviendo loca. Hay un ejemplo de dos mujeres que habían echado a suertes comerse a sus propios hijos, y se comieron a uno de ellos. Primero se comieron al hijo de una mujer, y al día siguiente, se tenían que comer al otro. Pero la madre del niño que estaba vivo, cuando su hambre se sació un poco al comerse al otro niño, volvió en sí y escondió a su hijo. Así que estas dos mujeres se pelearon. El rey de Israel oyó lo que había pasado y se rasgó las vestiduras. Aunque era el rey de Israel, no podía haber nada porque estaba en una situación desesperada y lo único que podía hacer era esperar a que muriera todo el mundo.
Sin embargo, en aquel entonces, cuando Israel estaba siendo invadido por Siria, el siervo de Dios habló Su Palabra diciendo: «A esta hora mañana, habrá cosecha».
 

La historia de cómo surgieron los herejes en el cristianismo

La razón por la que estoy hablando de la herejía es que hay muchos herejes en el cristianismo de hoy en día. De hecho, el origen de los herejes y la razón por la que están entre los cristianos de hoy en día se remonta a los días de Jeroboam. Este hombre fue el primer rey de Israel, pero solo quiso satisfacer sus propios deseos. Esto hizo que los israelitas se convirtieran en herejes. Originalmente, Jeroboam no estaba predestinado a suceder el trono de Israel. Un sucesor legítimo al trono de Israel tenía que descender de la tribu de Judá, y ser descendiente de David. Esta era la promesa que Dios le hizo a David. En aquel entonces, Roboam, el hijo de Salomón era el único sucesor legítimo al trono de Israel.
Sin embargo, el rey Salomón había adorado a ídolos tanto que Dios le dio parte de Israel a Jeroboam. Este hombre llamado Jeroboam era un oficial de la corte de Salomón, que había supervisado la construcción del palacio. Sin embargo, Dios lo nombró rey del norte de Israel. En el reino del sur de Judá, Dios se aseguró de que las tribus de Judá y Benjamín siguieran siendo leales a Roboam, el hijo de Salomón. Como resultado, el pueblo de Israel estaba dividido en dos reinos. Antes de esto Israel había sido siempre una nación, pero ahora estaba dividida en dos. Así que había dos reyes en Israel.
Jeroboam no era de la familia real. Deben darse cuenta de que Dios dividió a Israel en dos y le dio una parte a Jeroboam porque Salomón había adorado a ídolos. Así es como Jeroboam se convirtió en rey de Israel. En el sur, el hijo de Salomón, llamado Roboam, siguió siendo rey, y en el norte Jeroboam fue el rey.
Sin embargo, Jeroboam estaba enfrentándose a problemas de gobierno serios. Cuando asumió el trono del reino del norte de Israel, tomó medidas para asegurarse el trono, y no le importó lo que tuviera que sacrificar. Esta era la posición del rey Jeroboam. Como el rey Jeroboam no era descendiente de David, se preocupó después de subir al trono. Como Dios amaba a David, le prometió que les daría el trono de Israel a sus descendientes y lo mantendrían. Jeroboam sabía esto cuando se convirtió en rey de Israel, y por eso tenía que hacer algo para seguir en el trono.
Lo que hizo fue cambiar todas las instituciones que Dios había establecido hacía mucho. En Israel, solo los descendientes de Leví podían ser sacerdotes o sumos sacerdotes, pero el rey Jeroboam nombró sacerdotes a todos los que querían serlo, incluso entre la gente común. También sustituyó a Jehová Dios por becerros de oro, y cambió el Día de la Expiación del décimo día del séptimo mes al decimoquinto día del octavo mes.
Aunque el Templo de Dios estaba en una ciudad en Israel, Jerusalén, Jeroboam construyó altares en Betel y Dan, para corromper a la gente del reino de Israel y así ofreciese sacrificios a Dios allí, en vez de hacerlo en el Templo de Jerusalén. Después de construir estos altares, Jeroboam nombró sacerdotes a hombres comunes, e hizo que su pueblo sustituyese a Jehová Dios, el Dios de los israelitas, por becerros de oro comos sus dioses. Entonces se convirtió en hereje por su propia voluntad, y Dios lo aborreció. Mientras intentaba proteger su trono, acabó siendo un hereje y convirtiendo al pueblo de Israel en herejes. 
El pueblo de Israel tenía varias festividades. La mayor de las fiestas era la Pascua, que macaba el día en que Dios sacó al el pueblo de Israel de Egipto. Otra festividad se celebrara el séptimo mes del calendario judío, que corresponde a nuestro mes de Octubre, y era el mes de acción de gracias a Dios cuando se recogían las cosechas. El primer día de este mes, se tocaban las trompetas para declarar ese mes como mes de las fiestas, y se observaban la Fiesta de las Semanas (o de los Tabernáculos) y el Día de la Expiación. La gente viaja mucho durante las fiestas, para poder estar con la familia. En Israel también, cuando llegaban las fiestas, todo el mundo se reunía en el Templo de Israel. Aunque entonces Israel estaba dividido en dos reinos, todos los israelitas volvían a Jerusalén en las fiestas y esto le preocupaba mucho a Jeroboam.
Este asunto era el que más preocupaba al rey Jeroboam. Esto se debe a que si su pueblo hubiese ido al reino del sur a ofrecer sacrificios, los israelitas se unirían y rebelarían contra el rey Jeroboam, quien había asumido el trono temporalmente solo porque el rey Salomón había sido un idólatra. Dios había permitido que esto ocurriese durante un tiempo por los pecados cometidos por el rey Salomón, y por tanto era posible que, cuando el pueblo se diera cuenta de que Jeroboam no era descendiente de la casa de Judá, lo matarían y volverían al rey Roboam. Así que Jeroboam tenía que tomar una decisión radical para prevenir que el pueblo del norte de Israel fuese al Templo de Jerusalén a adorar, porque estaba en el reino del sur.
Para esto cambió el Día de la Expiación del décimo día del séptimo mes al decimoquinto día del octavo mes; entonces nombró sacerdotes a hombre ordinarios que querían serlo, aunque solo los descendientes de Leví podían ser sacerdotes; y también sustituyó a Jehová Dios por becerros de oro e hizo que su gente se arrodillara ante ellos y quemara incienso para ellos. Este era el proceso por el que Jeroboam y el pueblo de Israel acabó convirtiéndose en hereje. Así es como Jeroboam no solo se convirtió en un hereje, sino que hizo que el pueblo de Israel fuera hereje. Esto ha influido a muchos líderes en las comunidades cristianas. Debemos darnos cuenta de esto, de que los cristianos de hoy en día están emulando los pecados de Jeroboam.
El verdadero Dios de Israel es Jehová Dios. El nombre de este Dios en hebreo es Yahvé. Pero el rey Jeroboam había sustituido a Yahvé por los becerros de oro para adorarlos como dioses. Así que deben darse cuenta de lo graves que son estos pecados. Creó becerros de oro en lugares escogidos y le dijo al pueblo de Israel: «Estos son los dioses que os han guiado. Estos becerros de oro son vuestros dioses». Al hacer que el pueblo de Israel adorase a becerros de oro, Jeroboam los convirtió en herejes.
Como Israel fue fundado por los doce hijos de Jacob, tenía 12 tribus, y de estas tribus, la de Leví era la escogida para el sacerdocio. Sin embargo, el rey Jeroboam nombró a gente normal para ser sacerdotes, y al hacer esto destruyó la institución del sacerdocio establecida por Dios. Jeroboam también construyó altares en Dan y Betel en vez de Jerusalén, puso becerros de oro en ellos, e hizo que la gente los adorase como dioses. Cambió el sistema de sacrificios de salvación establecido por Dios para la gloria de su carne. 
Espiritualmente hablando, el rey Jeroboam es el peor hereje, responsable de llevar al cristianismo a la herejía. Debemos identificar la causa de la herejía en el cristianismo actual, y esta causa se remonta a los pecados de Jeroboam. Entonces debemos entender la causa y no cometer estos pecados. Esto se debe a que, incluso hoy en día, muchos líderes cristianos intentan satisfacer su propia codicia con la misma motivación que el rey Jeroboam. Para gratificar sus deseos carnales, creen en doctrinas carnales sin fundamento, y al hacerlo convierten a los cristianos de hoy en día en herejes ante Dios.
 

¿Qué nos dice sobre el cristianismo actual el hecho de que el rey Jeroboam sustituyera a Jehová Dios por los becerros de oro?

Ahora como antes, un becerro de oro es un símbolo de riqueza y poder. Como Jeroboam, los cristianos de hoy en día también intentan satisfacer sus deseos carnales. En otras palabras, aunque hay herejes en las comunidades cristianas que dicen creer en Jesús como su Salvador, en realidad solo piden dinero a la congregación, para satisfacer sus deseos carnales. Por tanto, incluso entre los denominados líderes cristianos, los que enseñan a sus seguidores a pedir a dios bendiciones carnales son los herejes que han caído en los pecados de Jeroboam. Dicho de otra manera, esta gente ha sustituido la verdadera fe cristiana, que cree en Jesús como el Salvador, por una fe llena de deseos carnales, y en el proceso ha hecho que los cristianos adoren a becerros de oro y les pidan por los deseos carnales. 
Pero como esta gente predomina en el cristianismo, los cristianos de todo el mundo no ven ningún problema en esta fe y estas creencias, aunque en realidad están adorando a los becerros de oro. Así que los cristianos de hoy en día no se dan cuenta de que se han convertido en herejes ante Dios por su fe falsa que ha abandonado el Evangelio del agua y el Espíritu establecido por Dios. La mayoría de los líderes cristianos de hoy no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y llevan a sus congregaciones a adorar a los becerros de oro. Por eso Dios está reprendiendo a los cristianos de hoy en día tan duramente y les está diciendo que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, que el Señor nos ha dado. En resumen, como los cristianos se han convertido en herejes espirituales a los ojos de Dios, los falsos profetas los están engañando con falsos milagros y bendiciones carnales.
 

La obra bendita de Dios que ocurrió en un solo día

Acabamos de leer 2 Reyes capítulo 7, y este pasaje es la Palabra de Dios que narra lo que ocurrió en un solo día. Esta bendición maravillosa que ocurrió en la ciudad de Samaria, tuvo lugar en un solo día, tal y como el siervo de Dios había dicho. Eliseo había profetizado que a esta hora mañana se vendería un seah de flor de harina por un shekel en la puerta de Samaria, y dos seahs de cebada, por un shekel, y Dios cumplió esto tal y como lo había prometido a través de Su siervo. El siervo de Dios estaba profetizando que los granos, que eran tan caros, serían abundantes en un solo día, y su precio sería reducido. El pueblo de Israel se debió quedar atónito cuando escuchó esta Palabra de promesa de Dios, pero aún así no la rechazaron, porque ahora podían confiar en Dios en su sufrimiento extremo. Pero había un hombre que no escuchó las palabras de Eliseo ni creyó en él. Este hombre era un oficial en quien confiaba el rey de Israel, y que se levantó contra Dios y Su siervo.
La Palabra de Dios que Eliseo, el siervo de Dios, entregó, se cumplió en 24 horas. Así que un oficial israelí no creyó en él, y se preguntó cómo podía suceder tal cosa y dudó de los que Eliseo dijo, pensando: «¿Cómo es posible, aunque Eliseo se al siervo de Dios y haya estado comunicando la Palabra de Jehová Dios?». El oficial no podía creer lo que Dios había dicho a través de Eliseo, porque pensaba que eso no podría suceder aunque el Señor hiciera ventanas en el Cielo. Aunque Jehová había prometido a través de Eliseo que haría que los israelitas tuvieran comida en abundancia al día siguiente, el oficial le dijo al hombre de Dios: «Mira, si el Señor hiciera ventanas en el cielo, ¿podría ser esto?». En sus pensamientos carnales, pensó que esto era absolutamente imposible. No creyó en las palabras del siervo de Dios y se preguntó si una cosa así podría ocurrir, aunque Jehová Dios hiciera ventanas en el cielo, ya que la situación era extrema: la ciudad estaba rodeada por el ejército sirio, y los soldados israelíes estaban muriendo de hambre. 
Este hombre, aunque era un oficial de Israel, no creía en la Palabra del Todopoderoso Jehová Dios, que Su siervo había comunicado, sino que pensó que era imposible. En su mente carnal, pensó que en la condición actual, ni siquiera el Dios de Israel podía salvarles. Así que no creyó en las palabras de Eliseo y se preguntaba cómo Jehová podía hacerlo posible aunque hiciera ventanas en el cielo. Intentó reírse de Eliseo, pero él le contestó que lo vería con sus propios ojos al día siguiente, pero que no comería. Al día siguiente, tal como Dios lo había anunciado a través de Su siervo, ocurrió un milagro supernatural.
 


El pueblo de Israel tenía una fe opuesta a la voluntad de Dios


El Señor Dios era el rey de Su pueblo Israel. Él los gobernó mediante Sus siervos. Hacia el final de la era de los jueces, el pueblo de Israel empezó a pedir un rey para que gobernase. Al ver que todos los países vecinos tenían ejércitos poderosos gobernados por monarcas, los israelitas le pidieron a Samuel, el último Juez, que nombrase a alguien excepcional como rey de Israel. Como no podían ver a Dios con sus ojos, querían un monarca visible. El pueblo de Israel también quería ser gobernados por un rey que se deshiciera de sus enemigos y estableciese una nación fuerte. Sin embargo, Dios quiso ser el Dios eterno del pueblo de Israel. Así que les dijo a través del Profeta Samuel que si establecían a un rey humano, serían sus esclavos y tendrían que pagar impuestos.
Pero a pesar de esto, el pueblo de Israel siguió pidiendo un rey humano hasta el final, y le dijo a Samuel que les concediera su petición. Samuel ungió a Saúl, hijo de Kish, un hombre de la tribu de Benjamín, como primer rey de Israel. Saúl era un hombre impresionante. Era tan algo que la gente le llegaba como mucho hasta los hombros (1 Samuel 9, 1-2). Pero Dios quería establecer a David como rey de Israel en vez de Saúl. Así que después de la muerte de Saúl, David se convirtió en rey de Israel.
Cuando David subió al trono, Israel estuvo unido y prosperó. Salomón prosperó gracias a los impuestos que los países vecinos le pagaban. Los cimientos de esta prosperidad los estableció su padre David al luchar y conquistar. Así que durante el reinado de Salomón, la plata era tan abundante como las piedras (1 Reyes 10, 27).
El rey David creyó en Jehová Dios y le siguió como las ovejas siguen a su pastor (Salmo 23, 1). Aunque era el rey, siempre le pedía permiso a Dios en todo lo que hacía, escuchaba las palabras de los profetas y los sacerdotes, creía en la Palabra de Dios que escuchaba de los profetas, y vivía siempre según la voluntad de Dios. Sin embargo, Salomón no confió en Jehová Dios, sino que confió en su propia sabiduría, e intentó mantener la paz mediante sus matrimonios al tomar como esposas a princesas de naciones poderosas como Egipto. Cuando estas princesas extranjeras llegaron a Israel para casarse con Salomón, trajeron sus propios ídolos. Como resultado, no solo la corte de Israel, sino toda la nación se convirtió en una exhibición de ídolos extranjeros.
Tras la muerte del rey Salomón, su hijo Roboam le sucedió. Como Dios le había prometido a David que dejaría que sus descendientes le sucedieran, Roboam se convirtió en rey. Pero Roboam también adoró a ídolos siguiendo los pasos de su padre. Así que Dios dividió a Israel en dos, por los pecados de Salomón. Israel fue dividido en el reino del norte y el reino del sur, y el trono del norte de Israel fue asumido por Jeroboam, un oficial de Salomón. Sin embargo, como ya expliqué anteriormente, el rey Jeroboam estaba preocupado por que su pueblo volviese a Judá, así que creó becerros de oro, los puso en Dan, en el norte y en Beersheba, en el sur, y declaró que estos eran los dioses que habían sacado al pueblo de Israel de Egipto. Como resultado, se convirtió en el peor enemigo de Dios. Lo que es importante para nosotros es que los cristianos también se han convertido en herejes ante Dios al caer en las trampas de Jeroboam.
Así es como el pueblo de Israel, guiado por el rey Jeroboam, empezó a adorar a ídolos y a seguir sus pecados. Ahora se habían convertido en herejes ante Dios, y casi les era imposible arrepentirse. Dios aborrece este pecado más que nada. Así que, para que Jeroboam y el reino de Israel se arrepintiesen, Dios envió a ejércitos extranjeros, incluido el de Siria, para castigarles. Cuando el pueblo de Israel estaba a punto de recoger las cosechas, fue invadido por ejércitos extranjeros que le robaron las cosechas. Los israelitas vivieron invadidos por sus enemigos. Sin embargo, durante el período de tiempo en que estuvieron gobernados por reyes que temían a Dios, estuvieron en paz. Pero cuando los israelitas adoraban a ídolos y seguían los pecados de Jeroboam, que Dios aborrecía, los castigaba y hacía sus vidas miserables para que se arrepintiesen. Jehová Dios permitió todo este sufrimiento para que el pueblo de Israel viviera confiando en Él solamente. 
Aunque Jehová Dios quería convertirse en el verdadero Dios y el buen Pastor del pueblo de Israel, los israelitas querían abandonar a su Dios constantemente, ser independientes y adorar a los becerros de oro. David alabó a Su Jehová Dios cantando: «El Señor es mi pastor, no temo», pero el pueblo de Israel pensó que no necesitaba a Jehová Dios como su Pastor. En resumen, no quiso que Jehová Dios fuera su Pastor. Básicamente el pueblo de Israel le estaba diciendo a Dios: «Si no tenemos nada que comer, labraremos la tierra. Si no tenemos agua, regaremos con reservas. Así que no interfieras en nuestras vidas. ¡Qué pesado!».
Caín se fue de la presencia de Dios para vivir en la tierra de Nod, al este del Edén, y este deseo de abandonar a Dios era el pecado de los descendientes de Adán. Sin embargo, el pueblo de Israel no podía sobrevivir sin la ayuda de Jehová Dios. Como los países vecinos eran tan poderosos, no era posible que una nación tan pequeña como Israel pudiese sobrevivir por sí misma. Pero a pesar de esto, el pueblo de Israel no lo reconoció, y pensó que no necesitaba el poder de Dios. En vez de buscar la ayuda de Dios, desearon que dejara de intervenir en sus vidas. Los israelitas estaban convencidos de que sus vidas estaban en sus propias manos.
El pueblo de Israel ignoró las bendiciones de Jehová Dios, quien les había sacado de Egipto, les había salvado de los pecados del mundo, y les había protegido para hacerles prosperar. Además siguió los pecados de Jeroboam y no amó a Dios. Aunque en su carne eran descendientes de Abraham, espiritualmente no eran el pueblo de Dios.
Aún así Dios le pidió que se arrepintieran, diciéndoles: «Le hice una promesa a Abraham. Le prometí que sería el Dios de sus descendientes, de los circuncidados. Seré vuestro Dios y Pastor, y cuando vuestros enemigos os invadan, os protegeré. Soy Jehová vuestro Señor Dios. Sabed esto en vuestras vidas. ¿Cómo podéis vivir si no creéis en Mí, vuestro Dios? Pero me habéis sustituido con becerros de oro y ¿los estáis adorando como dioses ahora?».
A los ojos de Dios, todo el mundo ha nacido en Su imagen, y por tanto todo el mundo debe vivir temiendo a Dios. Todo el mundo debe confiar en algo en este mundo. ¿No creen que es estúpido confiar en los becerros de oro en vez de Dios? ¿No creen que esta es una fe ciega? Aunque Dios había protegido a los israelitas y los había bendecido, abandonaron a Dios y adoraron a los becerros de oro, y por eso no pudieron recibir bendiciones espirituales o materiales de Dios. 
 

¿Cómo nos ve Dios?

Cuando el pueblo de Israel fue rodeado por sus enemigos, algunos padres se comieron a sus hijos. Es absolutamente imperativo darnos cuenta de lo malvado que es todo el mundo, y de lo malvados que somos, y entonces debemos creer en la justicia de Dios. Cuando la ciudad de Samaria se quedó sin comida cuando estuvo sitiada, algunas mujeres israelíes se turnaron comerse a sus hijos. Está escrito: «Y le dijo el rey: ¿Qué tienes? Ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío. Cocimos, pues, a mi hijo, y lo comimos. El día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido a su hijo» (2 Reyes 6, 28-29).
El rey de Israel quedó devastado cuando escuchó esta tragedia. Pero no pudo hacer nada por su gente. La naturaleza humana puede llegar incluso a comerse a sus propios hijos. ¿No creen que somos iguales? Si hubiésemos estado sin comer nada durante días, y hubiésemos empezado a alucinar, ¿no creen que habríamos hecho lo mismo que estas mujeres israelitas? Échense un vistazo. Somos capaces de cometer estas atrocidades. Esto se debe a que somos malvados. Si nos estuviésemos muriendo de hambre, habríamos hecho lo mismo que estas mujeres. 
La historia que les voy a contar es real. Hace mucho, un año en el que hubo una gran hambruna, un hijo volvió del campo, y su madre le dijo: «Hijo, he visto un cordero en el jardín, así que lo he matado y lo he cocido en una olla para ti. Ven a comer». Así que el hijo fue a la cocina y abrió la olla, y allí vio que era su propio hijo el que estaba dentro muerto. Su madre anciana había pasado tanta hambre que pensó que su nieto era un cordero.
¿Han visto una película llamada ¡Viven!? Esta película narra lo que ocurrió cuando un avión en el que iba un equipo de rugby uruguayo se estrelló en los Andes; y cuenta la historia de los supervivientes. Cuando no tenían nada que comer en el frío extremo, sobrevivieron al comerse la carne de los que habían muerto, hasta que fueron rescatados. En la historia de la humanidad, estas cosas ocurren muy a menudo cuando no hay comida. Aunque sabemos que no debemos hacerlo, si pasamos tanta hambre, podemos comernos hasta nuestros hijos. ¿Creen que son una excepción y que no dejarían que esto ocurriese? Piensen de nuevo. En lo profundo de sus corazones saben que no hay límite en la maldad de la humanidad. 
La Biblia habla de este episodio histórico que ocurrió en la ciudad de Samaria para destacar el hecho de que todo el mundo que vive en este planeta ha nacido con un corazón malvado. Así que ante Dios, todo el mundo tiene este tipo de corazón desde que nace. Hoy en día, todo el mundo profesa ser un buen samaritano, pero eso es solo cuando las circunstancias son propicias. Si nuestras vidas y circunstancias se tuercen, enseñamos la maldad de nuestros corazones. ¿No vieron lo que ocurrió en Nueva Orleáns cuando pasó el huracán Katrina? Muchas personas se convirtieron en saqueadoras en supermercados, como en el apagón de Nueva York en 1977. Aunque el apagón duró 25 horas, hubo unos 1600 caso de saqueo y de incendios intencionados que resultaron en 4000 arrestos. Cuando la ley y el orden se quebrantan, es difícil encontrar virtudes cívicas y decencia humana.
¿Creen que estas tragedias ocurrieron porque la gente de Nueva Orleáns y Nueva York es peor que ustedes? No, por supuesto que no. Estoy seguro de que han tenido esta experiencia en sus vidas también. Como todo el mundo el malvado, en cuanto las circunstancias empeoran, cometen todo tipo de actos malvados. Dicho de manera más simple, todos están destinados a cometer malas acciones. Todo el mundo es malvado. Como todo el mundo es malvado, nadie puede evitar enfrentarse al juicio justo de Dios por esta maldad. Así que la única razón por la que la gente intenta vivir con virtud es para ganarse el respeto de los demás, y esto solo es posible si viven según las normas sociales. Pero una vez se encuentran con situaciones extremas, hacen todo tipo de maldades.
¿Han visto alguna vez un deporte de lucha llamado K-1? Es un deporte brutal que está basado en diferentes artes marciales. Es una versión moderna de los gladiadores donde se permite casi todo. Parece que hoy en día el boxeo no es lo suficientemente sangriento para llamar la atención, así que la gente prefiere el K-1. Este deporte se ha hecho muy popular. Cuando la gente ve estas peleas, la maldad de sus corazones se complace. Todos queremos que uno de los que pelean se quede K.O.; si no es demasiado aburrido. Esto se debe a que nuestros corazones tienen deseos asesinos. Todo el que vive en este planeta tiene estos deseos violentos en su corazón. Así que cuando hay guerras en este mundo y predomina el caos en la sociedad, es cuestión de tiempo que haya una epidemia de robos, violaciones, asesinatos e incendios intencionados. Esta es la naturaleza de la humanidad, que refleja los corazones de los seres humanos que nacen con la semilla del pecado. Pero el corazón también tiene el deseo de amar a los demás. Esto se debe a que los seres humanos también quieren vivir una vida santa, virtuosa y justa, como Dios. Pero no lo pueden conseguir por su cuenta porque son descendientes de Adán, y por tanto tienen pecados desde que nacen y tienen los doce tipos de deseos pecaminosos en sus corazones.
Cuando la gente se encuentra con dificultades, saca los doce tipos de iniquidades de su corazón. Por ejemplo, todo el mundo sabe que durante la Guerra de Corea, las tropas extranjeras violaron a muchas mujeres coreanas. Así que todas las mujeres coreanas tenían que correr cuando veían a los soldados extranjeros.
Entonces si hay guerra o desastres naturales, el orden social se pierde con el tiempo cuando la gente empieza a matarse y a robar. Esto se debe a que los doce tipos de pecados fundamentales salen a la luz cuando las circunstancias lo permiten. ¿Qué nos dice esto de la naturaleza fundamental de la humanidad? Nos dice que la naturaleza humana es malvada. Todos los seres humanos deben admitir ante Dios la maldad que hay dentro de sus corazones. No podemos negar quiénes somos. 
¿Por qué intenta la gente ganar dinero en este mundo? Porque quien no tiene dinero se convierte en un ladrón. ¿Creen que los ladrones roban porque alguien les dice que lo hagan? No, roban porque tienen codicia en sus corazones desde el principio. La gente roba porque tiene iniquidades en sus corazones. Cuando hay guerras en este mundo, todo el mundo se convierte en un asesino. Si las circunstancias lo requieren, todos podemos ser asesinos. ¿No creen que es cierto? Cuando nuestras circunstancias son difíciles y desesperadas, se revela nuestra naturaleza malvada. Aunque no nos hayamos encontrado con circunstancias extremas, como la Palabra de Dios dice eso, debemos admitir que tenemos una parte malvada. El pasaje de las Escrituras de hoy nos dice que la salvación nos ha librado de esta condición.
La ciudad de Samaria estaba en un estado completamente caótico. Pero aún así, Eliseo profetizó que a esa misma hora, al día siguiente, habría comida en la ciudad. Esto era cierto, porque el siervo de Dios había hablado en Su nombre. Pero uno de los oficiales del rey rechazó la Palabra de Dios diciendo: «Mira, ¿aunque el Señor hiciera ventanas en el cielo sería eso posible?». Sin embargo, todo se cumplió según la palabra del siervo de Dios. Una cosa que parecía tan imposible ocurrió en un día.
¿Qué nos dice esto espiritualmente? Debemos examinar este suceso en un contexto espiritual, dentro del Evangelio del agua y el Espíritu. Mis queridos hermanos, deben darse cuenta de que el Señor ha borrado todos nuestros pecados en un solo día, con el Evangelio del agua y el Espíritu. En un solo día, nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por culpa de nuestros pecados, todos los seres humanos están destinados a hacer el mal hasta que mueren, pero nuestro Señor vino al mundo encarnado en un hombre, aceptó todos los pecados de la humanidad en un día al ser bautizado por Juan el Bautista, para salvarnos de nuestros pecados. Con este bautismo, el Señor tomó todos los pecados de la raza humana en un solo día. Para cargar con estos pecados, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, y al ser crucificado y levantarse de entre los muertos, nos ha salvado a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Esta es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor ha terminado toda la condenación del pecado al borrar todos los pecados de la humanidad con el Evangelio del agua y el Espíritu. De la misma manera en que murió el oficial que no creyó en lo que el siervo del Señor dijo que pasaría al día siguiente, los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que proclama que Jesucristo ha borrado todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, también morirán espiritualmente. Los cristianos debemos creer que Jesús tomó sobre Sí mismo los pecados de la humanidad en un solo día a través de Su bautismo.
 


Hoy debemos alabar al Señor con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu


Los que no creen en que nuestro Señor ha borrado todos los pecados de este mundo para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu son los verdaderos herejes en las comunidades cristianas. El Evangelio del agua y el Espíritu proclama que el Señor vino al mundo encarnado en la carne de un hombre, tomó los pecados del mundo sobre sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista a los 30 años, llevó esos pecados a la Cruz y los borró permanentemente al derramar Su sangre. Por tanto, los que no creen en este Evangelio de corazón, son los verdaderos herejes en las comunidades cristianas. El oficial de Israel, en quien confiaba el rey, proclamó: «Mira, aunque el Señor hiciera ventanas en el cielo, ¿cómo sería esto posible?». 
No hay duda de que estamos destinados a cometer pecados hasta que muramos. Así que como creemos que Jesucristo es el Salvador, debemos confiar en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu de corazón y meditar sobre ella siempre. Todos los que creen en Jesús deben meditar sobre el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones. Como nuestros pecados fueron pasados a Cristo para siempre a través del bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista, creemos que nuestros pecados han desaparecido, y que somos justos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos unido al Señor, y cuando fue bautizado y derramó Su sangre en la Cruz, dándonos así la salvación de nuestros pecados, hemos sido librados de ellos y hemos muerto con Cristo. Como Jesucristo se levantó de entre los muertos, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu seremos resucitados junto con el Señor para disfrutar Su gloria y esplendor con Cristo para siempre. Ahora, en nuestros corazones debemos meditar sobre el Evangelio del agua y el Espíritu por fe.
Mientras vivimos con fe en este mundo, nuestra maldad sale a relucir todos los días, y nuestras insuficiencias se exponen día tras día. Por eso todos los días debemos meditar sobre la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de la justicia de Dios, y borrar todas nuestras transgresiones mediante nuestra fe en este verdadero Evangelio. Aunque los pecados de este mundo han sido borrados con el Evangelio del agua y el Espíritu, como todavía seguimos pecando todos los días, debemos poner nuestra fe en este poderoso Evangelio. En realidad, con el Evangelio del agua y el Espíritu, que el Señor nos ha dado, debemos resolver por fe todas las iniquidades que cometemos por nuestra debilidad. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos el verdadero pueblo de Dios, pero si no hemos vivido la vida que Dios nos pide, debemos admitir todos los pecados que hemos cometido en las circunstancias que nos han rodeado, confirmar que el Señor ha borrado incluso esos pecados a la perfección, con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y con esta fe nuestra, debemos dar gracias a Dios por habernos salvador. Así es como mantenemos nuestra santidad, confesando nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu constantemente. Debemos confirmar el Evangelio del agua y el Espíritu basándonos en la Palabra de Dios, y asegurarnos que nuestros corazones han sido lavados diciendo: «Soy insuficiente y he cometido estas malas acciones. Pero el Señor ha tomó todos mis pecados al ser bautizado, ¿no es así?».
¿Por qué venimos a la Iglesia de Dios a adorar? ¿Por qué tenemos que seguir escuchando los sermones que hablan sobre la Palabra de Dios? Cuando vienen a la Iglesia de Dios, escuchan la Palabra de Dios y en especial la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. La Verdad es que el Señor vino al mundo, tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado hasta morir, se levantó de entre los muertos, y así nos ha salvado para siempre. Nuestro Señor ha salvado a la humanidad de todos los pecados del mundo para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Nos ha salvado al venir al mundo, ser bautizado para cargar con nuestros pecados, y al morir en nuestro lugar en la Cruz y levantarse de entre los muertos.
Pero algunas personas se preguntan: «¿Cómo pudo Jesús cargar con los pecados que no hemos cometido todavía?». Pero no hay nada de qué preocuparse. En el pasaje de las Escrituras de hoy en día, incluso en una situación desesperada, cuando los habitantes de Samaria estaban pasando por una hambruna en su estado de sitio, el siervo de Dios había profetizado que al día siguiente, Dios llenaría la ciudad de comida. Crean en estas palabras del siervo de Dios.
Del mismo modo en que los que creyeron en esas palabras del siervo de Dios, fueron salvados de una situación desesperada en Samaria, la salvación de Dios se entrega a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque somos insuficientes, el Señor nos ha salvado de nuestros pecados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Al ser bautizado por Juan el Bautista, ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir y al levantarse de entre los muertos, Jesús ha salvado para siempre a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, antes de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos admitir que somos malvados fundamentalmente y que estamos destinados a ir al infierno. Debemos creer en el Evangelio de Verdad que proclama que nuestro Señor cargó con nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, y que nos ha salvado perfectamente al ser crucificado, derramar Su sangre hasta morir, y levantarse de entre los muertos.
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu saben que están siempre sin pecado por muy insuficientes que sean, porque creen en este verdadero Evangelio, y por tanto pueden llamar a Dios Padre: «Abba Padre». También viven el resto de sus vidas confiando en este Evangelio. Aunque los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu siguen siendo insuficientes, todos somos hijos de Dios. Así que debemos vivir por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso los justos, si no viven por fe en la justicia de Dios, tropezarán con las iniquidades del mundo y morirán. En otras palabras, aunque han recibido la remisión de los pecados, si no viven por fe, no pueden vivir como personas justas. ¿Cuánta iniquidad hay en este mundo? ¿Cómo pueden los justos vivir en un mundo tan lleno de pecados? No pueden vivir en este mundo si no tienen fe en la justicia de Dios, es decir, si no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Lo que Eliseo, el siervo de Dios, dijo que ocurriría al día siguiente, ocurrió tal y como lo dijo. Del mismo modo, Dios nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Con este Evangelio del agua y el Espíritu, Dios ha borrado todos los pecados del mundo para siempre. El Evangelio del agua y el Espíritu ha borrado todos nuestros pecados para siempre. Si observamos nuestros aspectos carnales, no somos diferentes de los que no conocer en Evangelio del agua y el Espíritu. La única diferencia es que, aunque estábamos destinados a ir al infierno, hemos sido salvados de todos nuestros pecados para siempre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Por el contrario, todos los demás cristianos creen que pueden ser salvados si creen solo en la sangre de Jesús, y por eso viven con pecados para siempre. Dicho de otra manera, han caído en la trampa religiosa de este mundo. Así que creen en doctrinas inventadas por los cristianos, y cometen un error espiritual grave al convertirse en herejes ante Dios. Hoy en día, todos los cristianos de esas comunidades, que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, son herejes espirituales. Estos son los verdaderos herejes ante Dios. Hablando espiritualmente, los herejes son los que no creen en Dios según Su Palabra, no aceptan la Verdad de que Dios nos ha salvado de todos los pecados del mundo para siempre, a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Como creemos que el Señor nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, somos los verdaderos cristianos. Por tanto, entre los cristianos de hoy en día que no entienden la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu correctamente, y piensan que Jesús les ha salvado de sus pecados a través de Su sangre, hay cristianos atrapados en la herejía. Por eso hay tantos cristianos que han caído en la herejía, porque creen que su justicia y su bondad excede a esas cualidades de Dios. Los herejes no se dan cuenta de que están yendo directamente al infierno, ni de que son completamente detestables ante Dios, y por eso no se dan cuenta de Su justicia, es decir, de que el Señor les ha salvado de todos los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Los herejes a los ojos de Dios son los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y que no pueden creer en la Verdad de la salvación que nos ha dado el Señor. Como nacimos en este mundo siendo débiles, no podemos confiar en nuestra carne.
Solo podemos ser salvados si creemos de corazón en que el Evangelio del agua y el Espíritu está constituido por el bautismo de Jesucristo y la sangre que derramó en la Cruz, como salvación. En otras palabras, debemos creer en el Evangelio de Verdad. Jesús nos ha salvado de los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán para cargar con nuestros pecados, al morir en la Cruz y al levantarse de entre los muertos. Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo.
«¿Es el Evangelio del agua y el Espíritu el verdadero Evangelio? ¿Nos da la salvación este Evangelio?». Solo cuando contestamos estas preguntas y conocemos la respuesta, podemos ser salvado de todos los pecados para siempre por fe. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos esquivar las trampas de Satanás y vencerle. Al creer en este Evangelio, podemos vencer al Diablo en nuestras vidas. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos recibir las bendiciones de Dios que son nuestra herencia; y al creer en este verdadero Evangelio, podemos ser aprobados para recibir las bendiciones de Dios.
Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido bendecidos para siempre a través de nuestra herencia. Los que ahora creen en este Evangelio del agua y el Espíritu no están condenados a los ojos de Dios. Somos los que están bendecidos por Dio, los que pueden salvar a la gente de los pecados del mundo; y los que disfrutarán del esplendor y la gloria con Dios. Él nos sentará al lado de Su trono en Su reino. Aunque estamos viviendo como todo el mundo en la tierra, en el futuro, cuando hayamos sido transformados para vivir en el Reino del Señor, disfrutaremos del mismo esplendor, la misma gloria y majestad que nuestro Señor. Los que ahora creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido grandes bendiciones de Dios por nuestra fe en Su justicia. Todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos benditos ante Dios. Como hemos abandonado nuestra carne para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, en nuestra apariencia carnal podemos parecer pobres, pero en realidad hemos recibido las bendiciones del Cielo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora, todo lo que tenemos que hacer es creer en la justicia de Dios y difundir el Evangelio del agua y el Espíritu por fe. 
Incluso los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos perder nuestras fuerzas cuando vemos nuestras debilidades, y de vez en cuando, nos preocupamos por nuestro futuro. Así que nos preguntamos: «Mi situación es tan desesperada, no tengo dinero, y no sirvo para nada. ¿Y si me acabo convirtiendo en un mendigo?». Sin embargo, mis queridos hermanos, hemos pasado todos nuestros pecados a Cristo al recibir el bautismo espiritual con Él, y hemos sido crucificados y hemos resucitado con Él. Por tanto, al mirar a Jesucristo, que nos ha hecho perfectos para siempre, podemos superar nuestras adversidades, y no al quejarnos de nuestras debilidades. Del mismo modo en que Jesucristo se puso Su cuerpo espiritual y recobró Su gloria divina con Su resurrección, nosotros resucitaremos en un cuerpo espiritual y viviremos gloriosos como Dios (1 Corintios 15, 42-45).
Ahora, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos humillado para salvar a los que no han recibido la remisión de los pecados, y estamos salvando a pecadores. Del mismo modo en que el Hijo de Dios dejó Su trono para venir al mundo y vivir como nosotros durante 33 años, nosotros también nos humillamos durante un tiempo por el bien de los pecadores de este mundo. No hemos dedicado nuestras vidas a difundir el Evangelio porque seamos estúpidos. La fe de nuestros corazones en la Palabra de Dios es increíble, y solo porque esta fe no se ha revelado completamente en este mundo, parecemos pobres. El Señor dice: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos» (Hebreos 11, 1-2). En realidad, hemos sido bendecidos en gran medida, porque todo se cumplirá según Dios lo ha establecido cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Del mismo modo en que Dios es grande, los creyentes justos son grandes.
Es absolutamente importante aquello en los que confiamos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no confiamos en la justicia de Dios, Él nos considerará herejes. En otras palabras, a no ser que confiemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, que constituye la justicia de Dios, seremos herejes a los ojos de Dios. Si dejamos de lado nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos negamos a vivir gobernados por Dios, no escuchamos Su Palabra y deseamos adorar a becerros de oro contra Su voluntad, perderemos la fe que viene de la justicia de Dios. Cuando dejamos de escuchar la Palabra de Dios en Su Iglesia, Satanás nos condena. El Diablo nos rodeará y nos dirá: «¿Cómo es posible que una persona como tú pueda recibir la remisión de los pecados? Hay muchas personas mejores que tú. Tú tienes demasiadas faltas. No eres el tipo de persona que puede vivir por fe. Piénsalo. Ni siquiera crees en el Evangelio del agua y el Espíritu de verdad».
Por eso debemos confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos predicarlo en nuestras vidas. Les voy a contar una historia de miedo. Una de nuestras hermanas me la contó. Había una pareja de casados que vivía en un edificio bastante alto, digamos que tenía 300 pisos. Un día, el ascensor se rompió, y la pareja tuvo que subir 300 pisos por las escaleras. Así que decidieron turnarse para contarse historias, algunas graciosas, otras tristes y otras de terror, hasta que llegasen a su piso. De esta manera, al contarse historias interesantes, no les pareció tan duro subir tantas escaleras. Al final ya les quedaba solo un piso por subir. Entonces el marido le dijo a su esposa: «Cariño, ¿quieres escuchar una historia que da mucho miedo?». La mujer le contestó: «¿Por qué no? Cuéntala». El marido le dijo: «Te voy a contar la historia de más miedo que nunca hayas escuchado. Me he dejado la llave abajo». ¿No sienten escalofríos por todo el cuerpo?
De esta misma manera, si ustedes y yo vivimos sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, a pesar de haber creído en Jesús toda nuestra vida, y a pesar de estar convencidos de que iremos al Reino de los Cielos, nos damos cuenta justo antes de morir, que no podemos ir con el Señor, por culpa de nuestros pecados. Esta sería la cosa más horrorosa que nos podría pasar. Durante todo este tiempo, han creído en Jesús con la esperanza de entrar en el Cielo un día, pero si se dan cuenta justo antes de morir, de que no tienen la llave del Cielo, que es la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿no se desesperarían? ¿No les da miedo esto?
Si de verdad creemos en Jesús como nuestro Salvador, y si creemos que hemos sido salvados de nuestros pecados por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, entraremos en el Cielo. Sin embargo, muchas personas no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto sus pecados siguen intactos en sus corazones. Como esta gente no es el pueblo de Dios, no puede entrar en el Reino de los Cielos. Por eso muchos cristianos que dicen creer en Jesús, sufrirán el peor castigo por sus pecados, todo por no haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, no debemos preocuparnos porque nuestra salvación está asegurada. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido la vida eterna de Dios, nuestros pecados están borrados, y hemos pasado de la muerte a la vida (Juan 5, 24).
Sin embargo, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu siguen viviendo dentro de cuerpos débiles. Por tanto, es absolutamente indispensable escuchar la Palabra de Dios predicada en Su Iglesia y seguirla por fe. Como los justos siguen siendo débiles y sus obras están llenas de faltas, Dios ha establecido a Sus siervos, y por eso hay hermanos y hermanas que están por delante de ustedes en la Iglesia de Dios, y el Espíritu Santo vive en sus corazones para guiarnos. Todo esto se debe a que después de recibir la remisión de los pecados en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestros cuerpos siguen siendo débiles y por eso cometemos pecados de vez en cuando. Por eso debemos meditar sobre la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu constantemente. Cuando escuchamos la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y meditamos sobre ella constantemente, el Espíritu Santo nos da fe y nos guía, para que nos presentemos ante Dios con confianza al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios.
El Señor está quitando los pecados de nuestros corazones mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando estamos avergonzados por los pecados cometidos por nuestra debilidad, Él nos dice: «¿Por qué está tu corazón dolorido? ¿Me tienes miedo? ¿Por qué?». Al exponer las iniquidades de nuestros corazones, que nos hacen temer a Dios, el Espíritu Santo nos hace confesar nuestros errores. Entones nos anima para presentarnos firmes ante la Verdad bendita del Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, el Espíritu Santo os asegura que el Señor ha borrado todos nuestros pecados, incluidos los que acabamos de cometer, con el Evangelio del agua y el Espíritu cumplida por Su agua y sangre.
Por tanto, cuando los justos meditan sobre la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, que contiene la justicia de Dios, sus corazones quedan limpios y restaurados. Cuando venimos a la Iglesia de Dios y escuchamos Su Palabra, vemos como nuestros corazones culpables quedan limpios con la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Como los justos creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no tienen pecados, y sus corazones quedan limpios todos los días. Sin embargo, cuando cometemos pecados por nuestra debilidad, sentimos un gran pesar en nuestros corazones. En momentos como es, debemos admitir nuestras transgresiones y poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dicho de otra manera, primero debemos admitir que somos débiles fundamentalmente y que no podemos evitar cometer pecados, y debemos confirmar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces nuestros corazones pueden ser lavados. Cuando meditamos sobre la Palabra de Dios mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, mantenemos nuestra fe. Gracias al Espíritu de Dios podemos llamar a Dios «Abba Padre». La vida de los justos se debe dedicar a reflexionar sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso el Antiguo Testamento dice en sus estatutos sobre los animales limpios: «De entre los animales, todo el que tiene pezuña hendida y que rumia, éste comeréis» (Levítico 11, 3). 
Al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, donde se manifiesta la justicia de Dios, nos hemos convertido en Sus hijos. Somos los que han recibido la aprobación para las bendiciones de Dios al creer en Su justicia. Todo lo que nos queda por hacer es predicar la obra de Dios mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. La mayor bendición de todas es servir al Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. Esto se debe a que, a no ser que hagamos la obra de Dios, iremos por el mal camino, pecaremos de nuevo, y solo haremos el mal. Incluso después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, si salimos de la Iglesia de Dios para servir a falsos ídolos, seremos como la gente del mundo. Nos convertiremos en personas inútiles tanto en este mundo como en el Reino del Cielo. Esta gente no puede ser utilizada en el Reino de Dios, como está escrito: «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres» (Mateo 5, 13).
Incluso antes de la fundación del mundo, Dios había planeado salvarnos de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando llegó el momento, Dios Padre nos envió a Jesucristo al mundo. Juan el Bautista pasó todos los pecados del mundo al cuerpo de Jesucristo al bautizarle. El cuerpo de Jesucristo fue crucificado para derramar Su sangre, y murió por nuestros pecados en nuestro lugar. Entonces Dios Padre lo resucitó. La Biblia dice: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53, 5). La muerte de Jesucristo es la muerte de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Hemos sido curados por Sus heridas y sus llagas. Por nosotros Jesucristo vino al mundo, fue bautizado, flagelado y crucificado. Entonces derramó Su sangre hasta morir en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y nos ha salvado de los pecados del mundo a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Todo esto se debe a que como Jesucristo fue bautizado, derramó Su sangre en la Cruz hasta morir, y se levantó de entre los muertos, nuestra salvación se ha completado.
Por tanto, Jesucristo está glorificado por la gloria de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. A través de Su Hijo, Dios Padre nos ha salvado de los pecados del mundo, y nos ha hecho Sus hijos. Dios nos ha glorificado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo nos ha bendecido como hijos de Dios, y hemos recibido las bendiciones eternas de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, no hay ninguna razón por la que desesperar, porque tenemos a Jesucristo, a Dios Padre y al Espíritu Santo de nuestro lado. Hemos recibido las bendiciones de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos darnos cuenta de que es indispensable creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
 

Los testigos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben darse cuenta de lo qué deben hacer ahora

«Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos. Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie. Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas. Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron. Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey».
Aquí se nos cuenta que había unos leprosos sentados a las puertas de la ciudad. Como estaban en la puerta, podían ir dentro o fuera del campamento sirio. Los leprosos escucharon todas las lamentaciones desde dentro de la ciudad, y probablemente escucharon que la gente se comía a sus hijos. Así que los leprosos consideraron su situación y se dieron cuenta de que estaban atrapados en una mala situación. Así que decidieron ir al campamento sirio, pensando: «Como somos leproso, no le importamos a nadie. Moriremos de hambre, así que vamos a entregarnos al ejército sirio y a ver qué pasa. Si quieren matarnos, que así sea. Quizás se apiaden de nosotros y nos den comida hasta que decidan matarnos». Como iban a morir de todas formas, decidieron intentar conseguir algo de comida antes de morir. 
Así que los leprosos fueron al campamento sirio, pero cuando llegaron allí, no quedaba nadie. Todo el ejército sirio había desaparecido y lo había dejado todo detrás, desde la comida hasta las vestiduras y las tiendas. Tal y como Eliseo lo había profetizado, Dios les procuró comida abundante al día siguiente. Cuando los sirios escucharon a los leprosos acercarse, pensaron que era el ejército con los carros que iba a atacarles. El ruido era tan grande que el ejército sirio salió corriendo de pánico, pensando que los israelitas habían pagado al ejército egipcio para atacarles. Salieron corriendo de pánico y se dejaron todo.
Cuando los leprosos llegaron al campamento sirio, vieron que los sirios habían huido, y se habían dejado la comida que habían preparado. Así que los leprosos empezaron a comerse todo lo que veían. Se llenaron como si fueran a morir al día siguiente. ¡Imaginen cómo se sintieron cuando encontraron toda esa comida! Cuando se llenaron por completo, vieron otra cosa que no era comida. Vieron tesoros, oro y plata. Así que los escondieron diciendo: «Debemos ser los primeros en coger estos tesoros».
Después de un tiempo, los leprosos sintieron que esto estaba mal. Habían ganado demasiadas cosas en poco tiempo. Así que se dijeron los unos a los otros: «Estamos haciendo algo malo. Si el rey de Israel se entera de que hemos escondido algunos tesoros, nos matará. Nuestra conciencia no está limpia. Debemos ir a la ciudad y contarle al rey lo que está pasando. La gente en la ciudad de Samaria está tan desesperada que se está comiendo a los niños. Si nos damos prisa y les damos la buena noticia, también podrán comer y repartirse los tesoros. Así que debemos ir al rey y darle la buena noticia». Los leprosos fueron a la ciudad de Samaria y le contaron lo que había pasado a los guardas que había en las puertas. Los guardas no se lo creyeron al principio, pero fueron al rey y se lo contaron, porque era su deber.
Las noticias llegaron a oídos del rey. Para él fue bastante duro escuchar esto, y dijo: «¡Eso es imposible! Los sirios nos están engañando. Seguro que se están escondiendo y esperando a que salgamos de la ciudad para capturarnos vivos. No debemos caer en la trampa». Entonces los oficiales le dijeron al rey: «No tenemos nada que perder. Quizás los leprosos están diciendo la verdad. Así que enviemos a algunos hombres para ver lo que pasa». Así que el rey envió a un grupo de hombres al campamento sirio, que se llevaron cinco caballos con ellos.
Cuando el grupo entró en el campamento sirio, se dio cuenta de que no había nada. El campamento había estado lleno de soldados sirios, pero ahora, no había nadie y todo estaba en silencio. Cuando el grupo se adentró más en el campamento, se encontró con todo el equipo y las provisiones tirados por el suelo. Cuando amaneció, empezaron a ver lo que había a su alrededor, y descubrieron que no había nadie en el campamento a parte de ropa, comida y oro. Así que volvieron a la ciudad y le contaron al rey lo que habían visto. Cuando el pueblo de Israel salió de la ciudad y fue al campamento, encontró mucha comida. Así que ahora tenía provisiones abundantes.
La Palabra de Dios se había cumplido tal y como Su siervo, Elías, había dicho. Así que el pueblo de Israel pudo comer. Sin embargo, el oficial que no había creído en las palabras de Elías y se había levantado contra él diciendo: «Aunque el Señor hiciese ventanas en el cielo, ¿sería esto posible?» fue arrollado por el pueblo de Israel cuando salió en estampida de la ciudad. Cuando empieza una estampida, es imposible frenarla. El oficial fue aplastado por la multitud que salía de la ciudad. Esto se cumplió tal y como lo dijo la Palabra de Dios.
El mensaje de esta historia es que Dios es el Dios de Israel. Esta historia destaca el hecho de que Dios protegió a la nación de Israel. Esto significa que el verdadero Rey de Israel es Jehová Dios. Asimismo denota que Dios es el Pastor del pueblo de Israel. Dios cumple todo lo que promete a través de Sus siervos.
¿Por qué hizo Dios esto a los israelíes? Porque quería ser su Dios y ayudar al pueblo de Israel, bendecirlo y protegerlo. Dios quería ser alabado por el pueblo de Israel. Quería que reconocieran que es justo y misericordioso, y quería ser alabado como su Salvador y Dios Todopoderoso. Esto implica que Dios Padre creó a los seres humanos y nos predestinó para hacernos hijos Suyos salvados por Jesucristo, para que alabásemos a Dios (Efesios 1, 14). Dios quiere escucharnos alabarle. Dios nos ha salvado de los pecados del mundo para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque somos insuficientes, Dios nos ha salvado de los pecados del mundo perfectamente. Nos ha hecho hijos Suyos. Nos ha bendecido para siempre. Nos ha hecho personas benditas.
El Apóstol Pablo dijo: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8, 18). Dios nos ha bendecido mucho, nos ha protegido, y seguirá protegiéndonos en el futuro. En todo momento, Dios ha sido fiel. Así que escribiremos nuevas canciones y seguiremos alabándole, y para que esto sea posible, nos ha acogido, ha obrado en nuestras vidas, nos ha cuidado y nos ha bendecido. Este es nuestro Dios. Esta es la relación que tenemos con Dios. Dios quiere recibir la gloria y la alabanza de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y este Dios quiere ser el Pastor de Sus hijos, protegerlos, bendecirlos, alimentarlos, y darles todas Sus bendiciones. Esto es lo que Dios quiere demostrar al pueblo de Israel y a nosotros.
Al recibir las bendiciones de Dios, debemos hacer una cosa: alabar a Dios con nuestra fe. Debemos alabarle con nuestra fe. Cuando adoramos a Dios, debemos escuchar Su Palabra sin falta, y debemos orar y alabarle. Las alabanzas que cantamos en nuestros cultos se ofrecen a Dios. Estas alabanzas son nuestra confesión de fe para Dios. Son la confesión de nuestros labios que alaban a Dios por bendecirnos. Todos debemos vivir por fe, darnos cuenta y creer que Dios ha obrado en nuestras vidas con gran amor, y que nuestra relación con Dios es de amor.
 

Estas cosas ocurrirán mañana a esta hora

Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha salvado para siempre. ¿No es así? Dios nos ha salvado para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Ustedes y yo éramos malvados fundamentalmente, destinados al infierno. Sin embargo, el Señor vino al mundo y tomó nuestros pecados sobre Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista. Al aceptar todos nuestros pecados, el cuerpo del Señor fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir, para así cargar con la condena de nuestros pecados y cumplir la ley que declara que el precio del pecados es la muerte. Al levantarse de entre los muertos, se convirtió en el verdadero Salvador de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. El que Jesucristo nos salvase no se debe a que así lo quisiésemos, sino a que Dios nos amó primero, y en obediencia a la voluntad de Dios Padre, Jesús nos hizo hijos de Dios al salvarnos de todos nuestros pecados a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. El amor de Dios por nosotros es perfecto y eterno.
Mis queridos hermanos, mientras vivimos nuestras vidas en este mundo, después de recibir la remisión de los pecados, por muy insuficiente que seamos, si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque estemos preocupados por nuestras vidas al principio, al final nos daremos cuenta de que es inútil preocuparse. Así que nos unimos a la Iglesia de Dios al poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y pensamos: «No me gusta estar solo. Me voy a unir a la Iglesia de Dios y voy a vivir por el Evangelio. Viviré por la justicia de Dios y estaré contento con lo que me dé».
Ahora, al vivir en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor, y al haber recibido la verdadera salvación, el verdadero amor, y la verdadera gloria, estamos esperando volver a Dios. Hemos conseguido todo esto. No estoy exagerando. El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad que nos permite recibir todas las bendiciones del cielo. 
Por otro lado, si alguien no cree que Dios nos ha salvado para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu, es un cristiano hereje. Como pecamos constantemente en este mundo, si creemos solo en la sangre de la Cruz, en vez de en el Evangelio del agua y el Espíritu, seguiremos siendo pecadores. Por eso hay gente que tiene una fe hereje ante Dios, a pesar de creer en Jesús como su Salvador, porque sus pecados permanecen intactos en sus corazones. 
Las creencias herejes surgieron de la fe del pueblo de Israel y sus reyes. Deben darse cuenta de que hoy en día, los herejes han surgido de los cristianos que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que no creen en Jesús como su Salvador, no son herejes, sin ovejas perdidas. Pero los cristianos que profesan creer en Jesús como su Salvador y dicen que tienen pecados, no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto deben dejar su fe hereje y creer en este Evangelio del agua y el Espíritu.
La fe hereje es así: «Aunque Jesús ha borrado todos los pecados que he cometido hasta ahora, todavía tiene que redimir los que cometeré en el futuro. Así que tengo que recibir la remisión de los pecados a través de las oraciones de penitencia». Esta gente es hereje y adora a becerros de oro como sus dioses. En las comunidades cristianas de hoy en día, esta gente cree en Jesús en vano.
Como Dios es misericordioso, nos ha salvado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu perfectamente para siempre. Jesucristo, que vino al mundo por el Evangelio del agua y el Espíritu, quiso ser el Dios de la salvación para los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, y se ha convertido en nuestro Dios Salvador. Jesucristo nos ha salvado perfectamente; si no hubiese borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo podría ser Dios? Jesucristo es el que nos ha salvado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es el que nos ha bendecido, y nos ha garantizado nuestro futuro eterno. Jesucristo es el Dios de la salvación que nos da las bendiciones; después de todo, ¿qué tipo de Dios sería si no hiciera esto?
Los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos sido bendecidos. Por eso estamos trabajando por el Reino del Señor. Mientras vivimos en este mundo durante un período de tiempo corto, los justos hemos entregados nuestras vidas por el Evangelio del agua y el Espíritu.
En realidad, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu están más benditos que los que solo creen en la sangre de la Cruz. Esto se debe a que esta gente, que ha creído solo en la Cruz, no ha recibido la remisión de sus pecados. Por el contrario, Dios nos ha bendecido a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu perfectamente. De hecho, somos los que han recibido las bendiciones eternas de Dios. Les pido que complazcan a Dios con su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que alaben la justicia de Dios que nos ha dado. 
Ante todo, oro por que nunca se conviertan en herejes ante el Evangelio del agua y el Espíritu y Dios. ¿Quiénes son los herejes ante Dios? ¿Acaso no son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? El Señor Dios cumplió la obra de salvación en un solo día. Como uno de los oficiales israelíes no lo aceptó, fue aplastado y murió.
Mis queridos hermanos, ¿siguen intentando recibir la remisión de los pecados al creer solo en la sangre de Jesús? ¿O quieren ser redimidos en un solo día al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que el Señor ha dado a la humanidad? Les pido que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado, y que reciban la remisión de los pecados hoy, se conviertan en hijos de Dios y reciban Sus bendiciones.
En esta era, los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden borrar sus pecados para siempre, y por eso se han convertido en herejes. Así que ahora que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, les pido que den gracias a Dios por estar sin pecado, y que reciban sus bendiciones eternas. Espero que todas las bendiciones celestiales que el Señor les ha dado, estén con su espíritu junto con el Evangelio del agua y el Espíritu.