(Gálatas 2, 11-21)« Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. »
Nuestra fe
Acabamos de publicar el segundo libro de sermones sobre 1 Juan. Creo que mucha gente ha vuelto a Dios tras descubrir la Verdad revelada en la Palabra de Dios en 1 Juan. Rezo por que Dios nos conceda las bendiciones de salvación de todos los pecados a todos los que buscan la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Estos días algunos cristianos no han entendido mal algunos versos de 1 Juan. Y no saben que creyendo en Jesús significa creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Tengo el deber de explicar a todo el mundo la voluntad de Dios que se encuentra en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Últimamente hay muchos cristianos que tienen una fe legalista en la Ley. Estos creyentes legalistas confían en la Palabra escrita en 1 Juan 1, 8-10 para justificar su fe errónea. Por esta razón quería explicarles el verdadero Evangelio haciendo la Palabra de Verdad revelada en 1 Juan más fácil de entender. Si mucha gente en la comunidad cristiana conociera los secretos del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos dio, ya no serían cautivados por las falsas doctrinas. En este libro de sermones, intento explicarles la Palabra de 1 Juan en el contexto de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto tengo la convicción de que muchos más lectores llegarán a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Es imposible entender la Palabra de 1 Juan sin entender primero la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en ella. Aún así, mucha gente estos días están confusos por su fe legalista porque intentan entender 1 Juan sin conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso intento hablarles una vez más sobre la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Toda la Palabra de la Biblia está destinada a resolver el problema de los pecados de todo el mundo. Si prestaran atención al Evangelio del agua y el Espíritu, se darían cuenta de que son pecadores sin remedio y de que se han convertido en justos por esta Verdad de salvación. Así si no nos damos cuenta de la Verdad de salvación revelada en el Evangelio del agua y el Espíritu, moriremos para toda la eternidad. Estos días, no pocos cristianos han nacido de nuevo y se han convertido en personas sin pecado por su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu revelado en la Palabra de Dios.
Sin embargo mucha gente no admite el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente a pesar de la necesidad de hacerlo. Dicho de otra manera, los cristianos están viviendo vidas de fe estúpidas sin conocer la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, que es la única Verdad de salvación. Así, como muchos de los que creen en Jesús tienen ideas abstractas sobre el Evangelio del agua y el Espíritu, hay muchas ideas equívocas sobre Dios en el contexto del evangelio en el que creen. En el pasaje de las Escrituras de Gálatas de hoy, es imposible entender el significado de la Palabra a no ser que tengamos la correcta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si podemos entender el Evangelio del agua y el Espíritu como testificó Pablo a través de estos pasajes, podremos acabar con nuestras vidas de fe legalista. Ahora mucha gente debe entender los secretos escondidos en el Evangelio del agua y el Espíritu y ser transformados en sus corazones hacia la verdadera y correcta fe para poder recibir las bendiciones de Dios en el contexto de este verdadero Evangelio.
Ahora ustedes y yo estamos encantados de hacer las obras de Dios tras recibir la remisión de los pecados a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso tenemos que estar más agradecidos que nunca por este Evangelio de Verdad. La razón por la que tenemos que rezar por los siervos de Dios más que nunca es que puedan difundir el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Para poder llevar a cabo la obra de Dios, debemos pedir a Dios Su ayuda mediante oraciones fervientemente. Es cierto que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos haciendo obras benditas a los ojos de Dios. Podemos decir que estamos felices en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Hoy hemos leído Gálatas 2, 11-21. Podemos ver que Pablo reprendió a Pedro por su hipocresía cuando Pedro fue a Antioquia. Es decir, cuando algunos hombres vinieron de Santiago, Pedro se escapó de una cena con los gentiles. Tras haber visto esto, el Apóstol Pablo le dijo a Pedro: «¿Cómo puedes poner el yugo de la Ley sobre los gentiles cuando tú, un judío, no puedes cumplir la Ley?».
Pablo culpó a Pedro por su hipocresía y esto fue un beneficio para la difusión del Evangelio. Esto se debe a que la salvación de todos nuestros pecados no viene de las obras justas de la Ley, sino de creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, los cristianos pueden recibir la salvación de todos sus pecados de una vez por todas si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero no han podido creer porque creen en falsos evangelios. Por tanto está mal que sigan sus vidas espirituales fuera de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si tuviéramos que vivir nuestras vidas de fe como hipócritas, llevaríamos a muchos seguidores a una fe hipócrita. El mismo resultado se esperaba de los creyentes del tiempo en que Pedro era tan hipócrita. De hecho las falsas pretensiones de los predecesores se pasan a los sucesores.
El Apóstol Pablo dijo: «No fui enviado para predicar el Evangelio a los judíos, sino a los gentiles».Es decir, Pablo era un predicador del Evangelio para los gentiles. Dios separó a Pedro y a Pablo y los envió como misioneros a los judíos y a los gentiles respectivamente. Entonces, si Pablo fue enviado para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los gentiles, tenía más razones para derrocar su fe legalista. Del mismo modo en que el Apóstol reprendió a los gentiles, no pudo evitar reprender a Pedro por su fe hipócrita. Pablo lo hizo porque reconoció cuántos obstáculos se crearían para difundir el Evangelio entre los creyentes gentiles por culpa de la hipocresía de Pedro. Si Pedro hubiera añadido las obras de la Ley a su fe en Jesucristo, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de salvación por la que nuestro Señor nos libró de todos nuestros pecados no haría brillar su luz de salvación. Lo que estoy diciendo es que los gentiles no podían recibir la salvación de todos sus pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu si nosotros les hacemos creer en otro evangelio por la hipocresía de nuestras vidas de fe.
Toda la humanidad puede recibir la salvación de sus pecados por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que Cristo nos ha dado. De lo contrario, no podemos recibir la remisión de nuestros pecados. Nadie puede eliminar sus pecados obedeciendo la Ley de Dios. Por el contrario, esta fe legalista sólo aumenta los pecados en los corazones de los que no han nacido de nuevo. Nuestra fe está en el hecho de que nuestros pecados fueron eliminados de una sola vez cuando creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado. Nos hacemos justos cuando recibimos la salvación de nuestros pecados al conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él.
El Apóstol Pablo nos está diciendo que la fe en Jesucristo nos permite alcanzar la verdadera salvación. Ahora recordamos que para borrar nuestros pecados, Dios nos ha dado Su Ley para que admitamos mis pecados y al mismo tiempo nos ha concedido la verdadera y eterna salvación a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto todos los cristianos deben recibir de una vez la salvación de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora. Está claro que nos hemos convertido en los hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos ser testigos de Su Verdad por todo el mundo para revelar la Verdad de salvación.
¿Cuál es el camino de la salvación de todos nuestros pecados?
La Verdad que trae la salvación a nuestros corazones no es nada más que nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ha habido siempre un debate sobre qué fue primero, el huevo y la gallina. Si alguien insiste en que el huevo fue antes, el otro se opone diciendo: «Vale, entonces ¿cómo pudo existir un huevo si no había una gallina?». Pero todas las polémicas se acabaron cuando pusimos a la luz la Verdad de la Palabra de Dios. Cuando Dios creó el mundo, los pájaros existieron porque Dios dijo «que haya pájaros» e igualmente existieron gran cantidad de peces en el agua. Así que la respuesta final a esta polémica es la gallina. Dios creó una gallina completa desde el principio, y por eso la gallina vino antes que el huevo.
Por tanto nuestro Señor no nos libró de todos nuestros pecados ni nos dio nuestra salvación por nuestros esfuerzos humanos, sino por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es decir, si nos preguntamos si la salvación de nuestros pecados viene por nuestras obras o por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, la respuesta es que sólo es posible por la fe en este verdadero Evangelio. Está claro que la remisión de todos nuestros pecados no se consigue por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Por esta razón está mal decir que todos nosotros debemos ofrecer oraciones de penitencia para poder rectificar o reforzar nuestra fe. Es una mala idea intentar santificarnos para ser salvados de nuestros pecados. La gente no se libra de todos sus pecados por sus obras virtuosas. Hablando sinceramente, los pecados de cada uno pueden borrarse cuando la persona cree en Jesucristo que fue bautizado y derramó Su sangre para expiar los pecados del mundo. La verdadera remisión de todos nuestros pecados reside en creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, a través del cual Dios borró nuestros pecados de una vez por todas. Desde el punto de vista humano, todo lo que tenemos que hacer para recibir nuestra salvación es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado.
La falacia de la doctrina de penitencia
Que la salvación se consiga a través de nuestras obras o fe ha sido una polémica en el cristianismo. Esta pregunta necesita ser contestada explicando la Verdad de la salvación que reside en el Evangelio del agua y el Espíritu. No puede haber otra respuesta.
Incluso hoy en día hay gente que cree sólo en la sangre derramada en la Cruz y que cree que deben limpiar sus pecados diariamente con su fe legalista. Sin embargo si leen la Palabra de la Biblia, se darán cuenta de que el Evangelio del agua y el Espíritu ha borrado sus pecados completamente. La Biblia no habla de sólo la sangre en la Cruz en relación con la Verdad de la salvación, sino que ahonda en nuestro conocimiento de la remisión de los pecados haciendo hincapié en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista.
La Biblia da más importancia a si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora mismo. El Señor nos pregunta si creemos o no en el Evangelio del agua y el Espíritu. Somos criaturas que necesitan creer que Jesús, el Hijo de Dios vino a este mundo como los sacrificios del Antiguo Testamento y que recibió el bautismo de Juan el Bautista que transfirió todos los pecados al mundo a Su cuerpo. También debemos creer que murió en la Cruz y resucitó de entre los muertos.
Debemos conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo muchos cristianos de hoy en día sólo creen en el Jesús crucificado porque no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Para nosotros es evidente que Jesucristo es el Hijo de Dios. Por lo tanto, para seguir la ley de los sacrificios del Antiguo Testamento, vino a este mundo encarnado en un hombre y recibió el bautismo de Juan el Bautista para tomar todos los pecados de la humanidad de una vez por todas. Según los estatutos del sacrificio, derramó Su sangre en la Cruz. Al resucitar de entre los muertos, se ha convertido en el Salvador de los que creen en Él. Queridos hermanos, deben saber cuánto hincapié hace la Biblia en el Evangelio del agua y el Espíritu y deben creer en él.
Sin embargo los que tienen una fe legalista dicen que han alcanzado la salvación sólo mediante la sangre que Jesús derramó en la Cruz, sin creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. Han creído erróneamente que han recibido la salvación al creer sólo en la sangre derramada en la Cruz sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, del que Jesús habló a Nicodemo. Podemos excusar a los que no conocen a Jesús por su ignorancia, pero los cristianos que creen que Jesús es su Salvador deben conocer no sólo en la sangre en la Cruz, sino en el bautismo que Él recibió de Juan el Bautista y creer en él. ¿No es cierto?
Hoy en día muchos profesan su fe diciendo: «Jesús es mi Salvador». Sin embargo, toda esta gente que cree en Jesús como su Salvador y le siguen, sólo creen en la sangre de la Cruz. El problema reside en el hecho de que la mayoría de los cristianos creen en Jesús sin saber correctamente que han recibido el bautismo de Juan el Bautista, derramado Su sangre en la Cruz, muerto y resucitado de entre los muertos para que tengamos nuestra salvación. Han añadido su fe legalista a su fe en Jesús. Más aún, han añadido la doctrina del arrepentimiento y la doctrina de la santificación.
Pero es imposible encontrar el camino hacia el Cielo con esta fe legalista, y por eso mucha gente está perdida para siempre en sus pecados. Deberían encontrar el camino al Cielo en el Evangelio del agua y el Espíritu por fe. Como sólo conocen la sangre de Jesús en la Cruz, tienen pecados en sus corazones, lo que hace que no puedan entrar en el Cielo, debido a su incredulidad en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿No hay grandes multitudes de gente que dicen que sus pecados han sido borrados por la sangre en la Cruz solamente? Cuando creyeron por primera vez en Jesús, sus corazones se sintieron aliviados. Sin embargo cuando pasa el tiempo intentan alcanzar una fe que se basa en sus propias acciones. Así, aunque creen en Jesús como su Salvador, creen que los cristianos tienen que ofrecer oraciones fervientes de penitencia y pasar por el proceso de santificación.
Pero lo que debemos saber es que por mucho que recemos oraciones de penitencia, nuestros pecados no desaparecen. Con esta fe sólo podemos seguir siendo pecadores. Por eso esta gente llega a la conclusión de que tienen que ser santificados cada día viviendo vidas virtuosas. Sin embargo nadie puede santificarse por su cuenta. La gente cree que puede alcanzar la santificación por su cuenta porque no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero este es un pensamiento supersticioso originado por sus pensamientos. En vez de confiar en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, esta gente espera ser santificada a medida que pasa el tiempo. Creer que una persona cometerá menos pecados y se convertirá en un santo en cuerpo y en espíritu hasta el día en que sea santificado completamente sin ningún pecado es una fe supersticiosa.
Los que creen en la doctrina de la santificación dicen que serán transformados en santos con el tiempo. Pero este es un mero deseo humano. ¿Dónde en esta doctrina pueden encontrar el Evangelio del agua y el Espíritu por el que podemos nacer de nuevo? Es completamente imposible recibir la salvación convirtiéndose en un ser humano perfecto que no comete pecado a pesar de tener una naturaleza pecadora. La doctrina de santificación, que defiende el cristianismo de hoy en día, es una fe y una doctrina muy equivocada.
De hecho la realidad es que la gente se hace cada vez más imperfecta con la edad, en vez de santificarse. Se dice que el ser humano camina a cuatro patas primero, luego a dos patas cuando es joven y al final a tres patas cuando es viejo. Por eso todo ser humano es imperfecto. Si observamos nuestras vidas podemos ver mucha gente mayor que se entrega a los instintos básicos de la carne como un niño pequeño.
Podemos ver que la gente se hace cada vez menos competente con la edad. El carácter de una persona se hace cada vez más impaciente con la edad. Los adultos de más de 50 años tienen peor carácter que en sus años jóvenes. Esto se debe a que la gente no puede superar sus debilidades en la carne. Esta debilidad es la realidad de nuestra existencia. La gente que defiende la doctrina de la santificación insiste en que podremos aprender a no enfadarnos si nos esforzábamos por suprimir nuestro mal carácter en nuestros corazones, pero eso está lejos de la realidad El cuerpo de una persona sigue el principio de la física en la carne. Si una persona tiene el poder de inhibirse, también puede inhibir su mal carácter. Por otro lado, si no lo hace, su mal carácter saldrá a la luz. Por eso si una persona se hace mayor y pierde el control, la persona será más susceptible de enfadarse a la mínima provocación. Cuando cometen un error que no pueden controlar aún viviendo fielmente, es porque han perdido el control debido a que su energía está exhausta.
Como hemos sido perdonados por todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, tenemos que vivir nuestras vidas fieles al Señor con esa fe. Servimos al Señor dando gracias y voluntariamente porque creemos que nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Estamos siguiendo a nuestro Señor para que nuestros corazones estén santificados hasta la perfección? Esa no es la verdadera fe. No es la voluntad de Dios que vivamos nuestras vidas según la Ley de Dios. Dios nos está diciendo que tenemos que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para poder ser librados de nuestros pecados. Por supuesto, no debemos olvidar que caemos en nuestras propias debilidades porque la carne es imperfecta. Sin embargo, como todos nuestros pecados se borraron de una vez por todas gracias a Dios mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, los que creen de verdad están sin pecado. Como hemos sido librados de todos nuestros pecados por nuestra fe en este verdadero Evangelio, todos los pecados que cometemos diariamente a los ojos de Dios an sido borrados completamente por nuestra fe. Ahora debemos vivir por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y dar gracias a Dios. Debemos recordar a nuestro Señor que eliminó todos nuestros pecados y debemos pensar en el Evangelio del agua y el Espíritu una vez más.
Al mismo tiempo debemos dar gracias a Dios con nuestra fe. Cuando confesamos correctamente ante Dios las deficiencias de nuestra carne, experimentamos de una manera clara que nuestro Señor ha borrado todos los pecados que hemos cometido por culpa de nuestras insuficiencias. Una sincera confesión ante Dios proviene de creer que nuestro Señor nos ha librado a seres deficientes como nosotros de todos nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora cuando ustedes y yo miramos el Evangelio del agua y el Espíritu de arriba abajo y confesamos nuestros pecados ante Dios, somos confortados y recibimos paz en nuestros corazones al darnos cuenta de que nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados mediante este Evangelio de Verdad. Entonces podemos vivir ante el Señor sin pecado y llenos de gratitud. Aunque nos falte algo en nuestra carne, como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos hacer obras justas a los ojos de Dios.
Creemos que el Evangelio del agua y el Espíritu que viene del poder de Dios es la remisión de todos nuestros pecados. También creemos que nuestra fe en el Evangelio no viene de nuestros esfuerzos o nuestras obras. Finalmente creemos que nuestros esfuerzos y obras no añaden nada a nuestra salvación.
El Apóstol Pablo dijo que no podía abandonar la verdadera fe
Por eso el Apóstol Pablo dijo en Gálatas 2, 17-20: «Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.».
Por eso la razón por la que ustedes y yo creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, que Jesús nos ha dado, es que queremos recibir la salvación de todos nuestros pecados y estar limpios de pecado. Creemos que Jesucristo ha borrado todos nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. A pesar del hecho de que creemos en Jesús para estar sin pecado, si seguimos siendo pecadores después de creer en Jesús, ¿no estamos diciendo que Jesucristo es un ministro del pecado? Por supuesto que no lo es. Jesucristo nos ha librado de todos nuestros pecados de una vez por todas por el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo no nos ha hecho pecadores sino que Él es nuestro Salvador que nos hace estar limpios de pecado.
Jesucristo es nuestro Salvador y nuestro Dios. Es evidente que Jesucristo es nuestro Salvador y que ha borrado todos los pecados y que hemos recibido la remisión de los pecados cuando creímos en Jesucristo como nuestro Salvador. Entonces, ¿qué pasaría si el pecado entrara de nuevo en nuestros corazones tras haber creído en Jesucristo y haber intentado resolver este problema viviendo según la Ley para estar limpios de pecado? Del mismo modo en que el Apóstol Pedro fue hipócrita a los ojos de Pablo, que los seguidores de Jesús intentaran ser justos cumpliendo la Ley de Dios es una fe falsa ante Dios. Abordando este asunto, el Apóstol Pablo dijo que si hubiera sido hipócrita, se hubiera convertido en un trasgresor. Ser hipócrita y vivir una vida de fe legalista nos convierte en trasgresores.
Deberíamos prestar atención a cómo reprendió el Apóstol Pablo a Pedro por su error. «¿Cómo puedes decirles a los gentiles que cumplan toda la Ley, cuando tú, un judío, no puedes cumplirla? Entonces es muy grave que hagas tanto hincapié en cumplir la Ley». Lo que Pablo estaba diciendo aquí es que Pedro y sus seguidores habían cometido terribles trasgresiones a los ojos de Dios. Por eso Pablo dijo: «Así has rechazado el amor de Dios al no creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado; si sigues siendo hipócrita, no podrás recibir el perdón de tus pecados».
El Evangelio del agua y el Espíritu es el don de salvación que nos libra a todos los pecadores de los pecados al revelar la justicia de Dios. Difundir la fe de uno mismo siendo hipócrita, no sólo sería un terrible error, sino que también sería una rebelión contra el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos conocer este hecho. Es decir, ser hipócrita por culpa de la fe legalista es completamente inaceptable porque es estar en contra de Dios que nos ama incondicionalmente con el Evangelio del agua y el Espíritu.
Si aplicamos la fe del Apóstol Pablo a los legalistas, vemos que la fe de los últimos es incorrecta. Hay mucha gente que tiene esta fe legalista dentro de la comunidad cristiana y esto es un gran problema. Lo que quiero decir es que está mal. Si creemos en Jesús como nuestro Salvador para estar sin pecado pero en vez de eso llegamos a tener más pecados aún tras creer en Jesús, nuestra fe debe estar totalmente equivocada. Como norma general los cristianos tienen una fe legalista y por tanto se convierten en peores pecadores tras conocer a Jesucristo, porque no pueden cumplir la Ley. Aún así ellos creen que han recibido la salvación de todos sus pecados. Al final acaban confiando en la doctrina del arrepentimiento y la doctrina de santificación con la esperanza de que Jesús tenga misericordia de ellos porque intentan cumplir la Ley de Dios de alguna manera.
¿Es Jesús una criatura? Jesús es Dios. Dios, es Su justicia, juzga los pecados de los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu con fuego, pero entrega la recompensa de la vida eterna a los creyentes. Por esta razón debemos reconocer que cumplir la Ley de Dios no puede santificarnos. Estas doctrinas se oponen directamente a la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. Esta fe en es vano. Sólo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son perdonados por todos sus pecados.
Como no pudimos cumplir la Ley de Dios, nuestro Señor sacrificó Su propio cuerpo como la propiciación para el Padre, recibiendo el bautismo de Juan el Bautista y derramando Su sangre en la Cruz, y así cumplió el perfecto amor de salvación. A pesar de esto, si todavía hay gente que no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu e intenta librarse de sus pecados cumpliendo la Ley, deben arrepentirse de su maldad y creer en este verdadero Evangelio. Si hay gente que ha caído en la doctrina de la santificación, deben darse cuenta de que están cometiendo el pecado de oponerse directamente al Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. No debemos cometer el pecado de oponernos a la salvación que el Señor nos dio ante Dios.
Ahora Pablo habla de la esencia de su fe declarando este famoso pasaje en Gálatas 2, 20. Todo cristiano debería entender este pasaje. Si miramos Gálatas 2, 19, dice: «Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.». El Apóstol Pablo dijo que murió a la Ley porque esta Ley era estricta. Cuando reflexionó sobre la Ley ante Dios, descubrió que la Ley le hablaba de sus pecados. Como la ley justa de Dios dice: «la paga del pecado es muerte», no podemos evitar ser pecadores y no podemos escapar el juicio de Dios. El Apóstol Pablo nos está diciendo que merecemos la muerte si tenemos una pizca de pecado y si hemos violado una sola regla de la Ley de Dios. Debemos admitir que la Ley de Dios es estricta y debemos morir por esta Ley,
Los cristianos en general no admiten que la Ley de Dios sea estricta y creen que son pecadores por sus propios estándares. Esta perspectiva es incorrecta. Uno no va al infierno o es pecador porque sus propios estándares lo digan. Dios nos ha dado Su Ley y los que la violan se convierten en trasgresores que pecan ante Dios. Esos trasgresores deben ser juzgados y recibir el juicio según la Ley justa de Dios. Esta es la ley de Dios que dice que el precio del pecado es la muerte. Pero el don de Dios es la vida eterna en Jesucristo. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han sido librados de todos sus pecados porque Jesucristo tomó todos sus pecados sobre Sí mismo al ser bautizado y al morir y derramar Su sangre en la Cruz hasta morir.
¿Han muerto a la Ley de Dios?
Del mismo modo en que el Apóstol Pablo reconoció y creyó en la Palabra de Dios, ustedes y yo debemos hacer lo mismo. Debemos reconocer que Dios está vivo y que nos dio la Ley. Los seres humanos no podemos cumplir la Ley de Dios y seguir pecando durante todas nuestras vidas. Así si tuviéramos que ser juzgados según la Ley de Dios, seríamos enviados al infierno. Esto se debe a que la Ley de Dios es santa y a que la gente nace con pecado. La Ley de Dios dice: «El precio del pecado es la muerte», es decir que los que tienen pecado deben ir al infierno.
Reconocemos toda la Palabra de Dios. Dice: « Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios ». Hemos muerto una vez a la Ley para poder vivir para Dios. Dios nos ha librado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ha borrado todos nuestros pecados y nos ha adoptado como Sus hijos sin pecado al enviarnos a Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, a este mundo. Creemos en nuestros corazones en la salvación que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que creen en Jesucristo como nosotros son los hijos de Dios que han recibido la salvación de todos sus pecados. Queridos hermanos, ¿creen de corazón que Dios les ha librado de todos sus pecados? Si es así, esta es la verdadera fe.
Por eso la Biblia dice: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os librará» (Juan 8, 32). La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu nos ha librado a ustedes y a mí de todos nuestros pecados, no ha hecho hijos de Dios y Su pueblo, nos ha librado de la condena de nuestros pecados y nos ha hecho un pueblo libre. Al creer en este verdadero Evangelio, nos hemos convertido en los hijos de Dios que han recibido la salvación de nuestros pecados sin importar que nuestros corazones sean deficientes. Queridos hermanos. ¿Creen? Estoy seguro que sí.
Sería imposible que alguien que no ha recibido la remisión de los pecados predique el verdadero Evangelio. A no ser que crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, esa persona no puede predicar este verdadero Evangelio. Incluso el mejor de los evangelistas de este mundo no puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu sin creer en este Evangelio primero. Sólo pueden hablar de meras doctrinas religiosas, pero no pueden dar testimonio de una sola palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Deben darse cuenta de que el Evangelio del agua y el Espíritu es tan maravilloso que no todo el mundo no puede compartirlo con ustedes.
El Apóstol Pablo confesó que había muerto a la Ley para poder vivir para Dios: «Creo que Dios me ha librado de todos mis pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso he muerto con Cristo y resucitado con Él. Me había convertido en un pecador al creer en la Palabra de la Ley y me convertí en un justo por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora nos hemos convertido en el pueblo de Dios y Sus siervos. Así he estado dando la luz de la Verdad a una gran multitud de gente como siervo de Cristo».
Nosotros hemos podido confesar que hemos sido liberados por el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pablo dejó constar en la Biblia que había muerto y resucitado con Cristo y nosotros podemos compartir la misma fe.
El Apóstol Pablo dejó un número de epístolas, denominadas Epístolas Paulinas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos. Esto es asombroso. Dios ha elegido al Apóstol Pablo y le llamó para hacer estas obras.
Dios, para poder dejar escrita la Palabra de la Biblia usó a Pablo y también al Apóstol Juan. Dios guió a unos cuantos Apóstoles y siervos para dejar escrita la Biblia. Al hacerlos, ha completado la Biblia y ha cumplido Sus propias profecías y la salvación. Nos avisó de que quien añadiese o quitase algo de las Escrituras sería borrado del Libro de la Vida. Ahora, Dios nos pide que leamos esta Biblia y creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Hoy en día los siervos de Dios deberían predicar la Palabra de Dios. Dicho de otra manera, los siervos de Dios tienen la obligación de predicar la Palabra de Dios y no sus propias palabras. Además deberían dar testimonio de la Palabra de Dios a la luz de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces tanto los que predican la Palabra de Dios como los que la escuchan nunca estarán equivocados mientras prediquen y acepten la Palabra de Dios en sus corazones por fe.
Jesucristo se ha convertido en el verdadero Salvador que nos ha librado de todos nuestros pecados al venir por el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pablo pudo hacer confesiones verdaderas de fe porque creyó en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Podemos sacar esta conclusión del pasaje de las Escrituras de hoy. Por eso el siervo de Dios dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.».
Recibir la remisión de todos nuestros pecados no es posible por las obras de la Ley, sino al creer en nuestros corazones en el Evangelio del agua y el Espíritu, que Jesucristo no ha dado. Nos convertimos en los justos, en los hijos de Dios, recibimos la vida eterna de Dios y nos convertimos en siervos de Dios al aceptar la salvación que Dios nos ha concedido a ustedes y a mí a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto el Apóstol Pablo dijo: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.» (Romanos 10, 10). Como Dios es el Dios de la Verdad, nuestro Señor nos ha prometido la verdadera salvación y la ha cumplido como prometió. Dios ha borrado todos nuestros pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha adoptado como Sus propios hijos. Así que podemos recibir la salvación de todos nuestros pecados al creer de corazón en Su salvación y Su amor en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pablo está comparando la gracia de la salvación de Dios con la Ley por nosotros.
Recibimos la salvación de nuestros pecados, muriendo y resucitando con Cristo para convertirnos en los siervos de la justicia ante Dios dentro de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que el Hijo de Dios nos dio. Si vivimos nuestras vidas como siervos de la justicia de Dios, seremos receptores de la gloria y honor en el Reino Milenario como Dios nos prometió a través de Su Palabra. Al recibir la vida eterna de Dios, no moriremos para toda la eternidad y compartiremos la gloria y el honor con Dios. Este es el amor de Dios y Su objetivo para nuestra salvación. Esta es la voluntad de Dios para nosotros. Creo que Dios hará lo mismo para ustedes. Como Dios nos ha prometido, las cosas serán así. ¿Lo creen? Estoy seguro de que sí.
El Apóstol Pablo dijo que no podía dejar de lado la gracia de salvación que nos ha dado. La Verdad de que Dios nos ha librado de todos nuestros pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu es el don de salvación de Dios. El amor de Dios es también Su regalo. Además, el librarnos de todos nuestros pecados y convertirnos en los justos es también un regalo de Dios. El hecho de que vivamos en este mundo como un instrumento de justicia es un regalo de Dios. Y todos las demás provisiones para nuestras vidas en cuerpo y espíritu son también Sus regalos. Que podamos hacer la obra correcta de salvar a los demás de sus pecados al compartir el Evangelio del agua y el Espíritu es un regalo de Dios. Que ustedes y yo vivamos para la eternidad es un regalo de Dios.
De todas las cosas que hemos recibido, ¿cuál no es un regalo de Dios? Todo lo que hay en la naturaleza es un regalo de Dios para nosotros. Creemos en esto de todo corazón. Creemos que Dios nos ha adoptado como Sus hijos, nos ha hecho siervos de Su justicia y nos ha prometido compartir con nosotros la gloria y honor en el futuro porque nos ama.
Queridos hermanos, no debemos rechazar el amor de Dios y el don de la salvación que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos conocer este verdadero Evangelio. Dios no anulará la salvación que nos ha dado. Tampoco debemos dejar de lado el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado.
¿Cuál es el peor pecado que una persona puede cometer a los ojos de Dios? No creer en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. El peor pecado de todos es rechazar el Evangelio del agua y el Espíritu, que es el amor de Dios, aunque lo conozcamos. El Apóstol Juan dijo en sus epístolas que, aunque la gente peque a los ojos de Dios, no debe cometer el pecado que no tiene perdón. Definió este pecado como «el pecado que lleva a la muerte» (1 Juan 5, 16). Así el Apóstol Pablo nos está diciendo que no debemos cometer este pecado que no tiene perdón. Este pecado no es uno de esos pecados ordinarios que cometemos en nuestras vidas diarias, sino el pecado de no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. Lo que esto significa es que nunca debemos rechazar la gracia de salvación de Dios.
Por otro lado, si recibimos el don de la gracia de Dios con nuestra fe, debemos estar agradecidos durante toda la eternidad, creer en Él y alabarle para toda la eternidad. Dios desea que aceptemos y disfrutemos Sus bendiciones con gratitud. Por tanto debemos creer que Dios nos dará la gloria y el honor para toda la eternidad cuando recibimos el don de salvación que nos ha dado por fe. Esto también se nos aplica a nosotros. Recibimos el don de Dios con gratitud y alabanzas.
¿En qué tipo de gente nos hemos convertido?
El Apóstol Pablo concluyó al final de Gálatas 2: « No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.» (Gálatas 2, 21).
Si pudiéramos estar sin pecado ante Dios mediante nuestra fe legalista en la Ley, ofreciendo oraciones de penitencia e intentado santificarnos, Jesucristo habría sido bautizado y muerto por ustedes y por mí en vano. Queridos hermanos, ¿estaría bien que hiciéramos que el bautismo y la muerte de Jesucristo fuera en vano? No podemos hacer que la salvación que Jesucristo nos dio sea en vano.
Desde la perspectiva de este mundo, la peor cosa que podemos hacer es morir antes que nuestros padres. Entonces, ¿qué pecado será el peor a los ojos de Dios? Sería no creer que Jesús se ha convertido en nuestro perfecto Salvador al venir a este mundo, recibir el bautismo para cargar con todos los pecados del mundo, derramar Su sangre en la Cruz para expiar los pecados del mundo y resucitar. Si anulamos el amor de salvación de Jesús por el cual Él entregó su vida para darnos nueva vida a través de Su bautismo y derramamiento de sangre, ese sería el peor pecado. Quien comete blasfemia contra el Espíritu no será perdonado y perecerá (Mateo 12, 32). Nadie debería cometer el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo. ¿Lo entienden?
Así cuando comparten el Evangelio del agua y el Espíritu, deben hacerlo con fe y no pueden cesar de predicarlo, sino que deben seguir compartiéndolo. Aunque mucha gente cree en el Evangelio del agua y el Espíritu al principio en su corazón, debe echar raíces en los corazones de toda persona al compartirlo continuamente. Debemos admitir el Evangelio de Verdad con nuestra inteligencia, nuestras emociones y nuestra voluntad. Lo que estoy diciendo aquí es que tenemos que ser la gente que conoce la Verdad y cree en ella, que posee la emoción del amor y que lo ponen en práctica. No podemos hacer que la venida de Jesucristo a este mundo, Su bautismo, Su muerte y Su resurrección sean en vano. Si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, seremos juzgados por nuestros pecados.
Además debemos vivir una vida fe fieles a la tarea que se nos ha asignado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios les pide a los justos que sean fieles y le den gracias en la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y que compartan ese Evangelio con otros. Por eso servimos al Evangelio del agua y el Espíritu fieles a los ojos de Dios. De lo contrario, ¿habría otra razón por la que difundir este verdadero Evangelio por todo el mundo?
Hoy en día el porcentaje de tierra no cultivada está creciendo en mi país. El gobierno aprobó una ley para apoyar a los que no producen una cierta cantidad media. Y hay granjeros que en vez de cultivar, se benefician de estas ayudas. La tierra no cultivada está en barbecho y nada se cultiva en ella. Así que si vamos a una porción de tierra no cultivada no podemos encontrar grano puro, sino que vemos mala hierba creciendo por todos sitios. Vayan al campo en otoño y comparen la tierra sin cultivar con un campo normal. En un campo normal hay mucho grano puro y algún que otro hierbajo. Pero en un campo sin cultivar sólo hay mala hierba. Casi parece como si alguien hubiera plantado algunas semillas de maleza y las hubiera regado para que crecieran. El mundo es parecido a esta ilustración.
Para que la gracia de Dios no sea en vano, nos hemos convertido en justos creyendo de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu, recibiendo la salvación y pasando el resto de nuestras vidas plantando las semillas de salvación para difundir el verdadero Evangelio. El Apóstol Pablo dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.»Gálatas 2, 20). Como está escrito en el pasaje de las Escrituras, si Dios nos ha dado la verdadera salvación mediante el Evangelio del agua y el Espíritu a través de Jesús, deberíamos servir a este Evangelio por fe y difundirlo por todo el mundo.
Si no servimos al Evangelio ni vivimos como justos durante el resto de nuestras vidas a pesar de haber recibido la salvación de todos nuestros pecados, nuestros corazones estarán llenos de todo tipo de pensamientos sucios. Ustedes y yo debemos cultivar a menudo nuestros corazones con el Evangelio del agua y el Espíritu. Mientras servimos al Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos olvidar cultivar nuestros corazones a menudo. Aunque la tierra no cultivada le traiga comodidad al granjero, al final sólo produce hierbajos. La tierra produce cosechas comestibles sólo si se cultiva, se ara, se fertiliza y se riega. Queridos hermanos, ¿quieren convertirse en personas inútiles e incluso dañinas sólo porque desean vivir vidas cómodas?
No deberíamos desear de corazón el librarnos de servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Si no servimos al Evangelio del agua y el Espíritu, malas hierbas y todo tipo de pensamientos malvados crecen en nuestros corazones. Entonces tendríamos que morir esa terrible muerte. Nuestros corazones están limpios porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo servimos. Si no lo hacemos, nuestros corazones estarán manchados inevitablemente.
En la Biblia, la cizaña y las malas hierbas simbolizan a la gente malvada (Mateo 13, 30). Sin embargo es una vergüenza que haya gente que tiene un amor propio injustificable. Alguna gente afirma que hasta la mala hierba tiene valor porque da sus frutos. Es una verdadera vergüenza que esta gente no se de cuenta de que son malas semillas que tienen que ser arrancadas del campo.
Esta es la Palabra de Dios. Hablando sinceramente, la gente que no sirve al Evangelio del agua y el Espíritu se convierten en mala gente. Por eso les pido que sirvan al Evangelio del agua y el Espíritu aunque no les resulte agradable. Si negamos nuestros pensamientos de la carne y servimos al Evangelio del agua y el Espíritu, daremos mucho fruto gracias al Evangelio al que servimos. No sólo daremos fruto espiritual y creceremos en la fe, sino que también daremos frutos espirituales.
Estoy contento gracias a Dios y al Evangelio del agua y el Espíritu. Y estoy agradecido. Estoy contento de hacer las obras de Dios. Cuanto más sirvo al Evangelio del agua y el Espíritu y soy paciente, experimento al Espíritu Santo obrando en mí corazón intensamente y confortándome, dándome fuerzas y bendiciéndome. Estoy muy contento porque Dios nos ha bendecido a todos en cuerpo y espíritu.
En vez de buscar la comodidad del cuerpo, espero que ustedes estén contentos de vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu. Ya estemos pasando por una situación difícil o por un buen momento, debemos dedicar nuestras vidas a vivir por las obras de Dios.
« Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.» (Gálatas 2, 20). El Apóstol Pablo dedicó su vida entera a vivir por Jesucristo. No sólo fue Pablo quien dedicó su vida, sino que nosotros también debemos dedicar nuestras vidas a difundir el Evangelio. «Tendré éxito en el Evangelio seguramente». Cuando estamos determinados a hacerlo, Dios obrará en nosotros y nos bendecirá a la gente de fe. Si nos dedicamos a las obras de Dios con fe, daremos mucho fruto y nuestro cuerpo vivirá una vida llena de prosperidad mediante las bendiciones de Dios.
Doy gracias a Dios.