(Juan 4, 13-42)
«Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo».
Les doy las gracias por el trabajo duro durante la semana pasada. No puede ni imaginar cómo ha pasado la semana. Ha pasado tan rápido que no sé ni lo que he hecho. Nos cansamos bastante durante la reunión de resurgimiento espiritual, y yo estoy muy cansado por otras cosas y espero que el Señor venga pronto. Espero que el Señor venga pronto cuando pienso en mí solamente, pero por otro lado quiero que venga más tarde cuando pienso en las personas que no han nacido de nuevo. Es muy agotador, como está escrito: «Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar» (Eclesiastés 1, 8). El mundo es fatigoso y nuestros corazones están cansados de tanto trabajar. Esta semana hemos tenido tanto trabajo que parece que haya pasado un año. Quiero que el Señor venga a este mundo lo antes posible para poder vivir en un lugar bello sin que me falte de nada y vivir con comodidad. Esto es lo que siento. Por tanto quiero compartir el Evangelio aún más rápido para que nuestro Señor venga antes. Debemos predicar el Evangelio aún más rápido para que el Señor venga antes.
¿Están ustedes cansados también? Cuando estén cansados deben decirlo. Nosotros estamos muy cansados pero vivimos con la justicia del Señor porque el Señor nos ha salvado a todos. ¿Cómo vamos a vivir si no es por la justicia del Señor? ¿Qué hay de bueno en este mundo sin la justicia del Señor? Hay una canción coreana popular que dice: «♫ Bebe, canta y baila, ♪ pero el corazón está lleno de tristeza. ¡Ehh! ♫ Vámonos al Mar del Este, ♪ a pescar una ballena». No hay satisfacción fuera del Señor, aunque bebamos, cantemos, bailemos y hagamos otras cosas.
Creo que es un verdadero milagro que la gente que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu viva hasta que su pelo se ponga blanco. Me pregunto cómo pueden vivir así, y me pregunto si tienen algún método secreto del que no sé nada. Quiero decir, ¿por qué gozo, felicidad y significado viven en este mundo? Nuestros corazones solo estarían llenos de tristeza y sufrimiento si bebiésemos solo alcohol, buscásemos los placeres del mundo y bailásemos. No hay nada más a parte del Señor que pueda satisfacer nuestros corazones. Solo el Señor puede satisfacer nuestros corazones y solo el Señor puede hacernos felices; Él solo puede darnos todas las bendiciones, una causa pura para vivir y todas las cosas buenas.
Todas las cosas, excepto el Evangelio de justicia y la salvación del Señor, no tienen ningún valor ni significado. Me pregunto cómo habría vivido si no creyera en la justicia del Señor. Habría muerto en mi juventud si no hubiese creído en el Señor. Pero vivo una vida con sentido porque he encontrado la justicia del Señor, aunque vivir en este mundo sea fatigoso. Como he encontrado al Señor y el Señor vive en mí, ahora estoy contento y tengo una nueva esperanza para entrar en el Cielo. Ustedes pueden aguantar todas las dificultades y obstáculos de este mundo sin esperanza si tienen al Señor morando en sus corazones. Nadie estaría tan desesperado como nosotros, los justos, si no tuviésemos al Señor.
Acerca de la mujer samaritana
Hoy me gustaría hablarles de la mujer samaritana en el Evangelio según Juan, capítulo 4. Voy a compartir esta Palabra con el título Nuestro Señor nos dio la vida. Hace mucho tiempo había una mujer en una pequeña ciudad llamada Sicar, en Samaria. Un día la mujer fue a sacar agua de un pozo que estaba allí desde los tiempos de Jacob, su antecesor. El mediodía era la hora de echar la siesta para los demás porque hacía demasiado calor, pero esta mujer tomó una tinaja de agua y fue a sacar agua a este pozo cuando los demás estaban echando la siesta.
Jesús estaba sentado cerca del pozo de Jacob cuando la mujer fue a sacar agua. Jesús le dijo a la mujer: «Dame de beber». Entonces la mujer le dijo: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?». Entonces nuestro Señor le dijo: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva». La mujer le dijo: «¿Cómo puedes decir que me vas a dar agua si no tienes nada con que sacarla? ¿Tiene sentido que me pidas agua?». Entonces Jesús le contestó: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna». La mujer y Jesús tuvieron esta conversación en el pozo.
En realidad todos los organismos vivos mueren sin agua. La razón por la que los científicos están intentando averiguar si hay agua en Marte o en otros cuerpos astronómicos es que si hay agua también hay aire y entonces los organismos vivos pueden vivir allí. Por eso están buscando cuerpos astronómicos con agua. Pero en realidad no hay agua fuera de la tierra aunque haya restos de agua en otros sitios. El agua es el elemento esencial para la vida de todos los seres vivos, y no solo de los seres humanos.
Jesús dijo: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna». Nosotros alcanzamos la vida eterna cuando bebemos el agua que el Señor nos da. Nuestro Señor vino a darnos la vida y nos la dio. Nuestro Señor hizo posible que vivamos y nos ha encontrado.
Esta mujer samaritana fue a sacar agua durante el día cuando el resto de la ciudad estaba en la siesta. Pero, para poder resolver el problema de la sed, no podía seguir sacando agua cada vez que tuviese sed. La mujer tuvo que ir y sacar agua al mediodía, y seguramente estaba muy cansada de vivir así. La mujer estaba avergonzada ante los demás, ante Dios, y por eso no podía ir con seguridad a los lugares donde había mucha gente. Pero gracias a Jesús la mujer pudo beber el agua que le quitó la sed para siempre.
Ustedes también pueden recibir la vida eterna si reconocen que el Señor es el Salvador y creen en la Palabra del Señor que Él nos ha dado. Bebemos el agua que nos quita la sed para siempre, el agua que el Señor nos da. Sinceramente, somos personas que sufrían porque tenían sed continuamente y no podían recibir la vida como esta mujer samaritana. Intentamos quitarnos la sed con religiones, pero seguíamos teniendo sed. Además estábamos avergonzados por nuestros pecados como la mujer que tenía que sacar agua del pozo mientras los demás estaban durmiendo la siesta porque estaba avergonzada. Teníamos sed por el pecado y no podíamos evitar morir por el pecado. Pero el Señor nos dio la vida como a esta mujer.
Cuando Jesús le dijo a la mujer que le daría agua que le quitaría la sed para siempre, la mujer le dijo encantada: «Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla». Para ella era una gran noticia porque estaba cansada de sacar agua. Jesús le dijo: «Ve, llama a tu marido, y ven acá» y ella le contestó que no tenía marido. Como Jesús lo sabía todo acerca de su situación, dijo: «porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad». Como Jesús dijo, ella tuvo cinco maridos y estaba viviendo con otro hombre porque no estaba satisfecha. Pero incluso el hombre con el que estaba viviendo ahora no la podía satisfacer. Por eso no hay satisfacción en todas las cosas en las que uno cree y de las que depende. El alma está vacía aunque estudiemos mucho, nos casemos, ganemos dinero y disfrutemos los placeres de la vida. Solo hay sed.
No hay nada en este mundo que nos pueda satisfacer. ¿Hay alguna satisfacción en este mundo? ¿Hay alguna satisfacción en ganar dinero? ¿Hay alguna satisfacción en las cosas del mundo? ¿Hay alguna satisfacción en beber alcohol y comer cosas deliciosas? ¿Hay alguna satisfacción en nuestras actividades de ocio? No hay ninguna satisfacción en nada. Nada en este mundo nos puede satisfacer.
La gente del mundo se deja llevar por las cosas del mundo pensando que encontrarán satisfacción, pero no encuentran sentido en nada al final. No hay verdadera satisfacción en nada en este mundo. ¿Hay satisfacción en el trabajo que hacemos en esta iglesia nacida de nuevo? No. Solo tenemos satisfacción en el Señor, y no en el trabajo en sí. No hay nada que podamos utilizar para llenar nuestros corazones o almas con satisfacción. Esta es la enseñanza esencial de esta Palabra.
La mujer samaritana se dio cuenta de que Jesús no era un hombre corriente después de ver cómo penetró en su corazón. Al principio pensó que Jesús era un profeta. Pero sus ojos se abrieron después mientras estaba teniendo una conversación con el Señor y se dio cuenta de que era el Mesías, el Salvador. La mujer que bebió de la fuente de salvación que Jesús le dio pudo darse cuenta de quién era Jesús. Entonces dejó su tinaja de agua y volvió a la ciudad para dar testimonio de Jesús.
Si su marido la hubiera oído decir: «No tengo marido» se hubiera sentido herido en el orgullo. Probablemente habría dicho algo así como: «¿Qué? ¿Dices que no tienes marido aunque tienes uno aquí mismo? Me siento como un trapo sucio. Estoy enojado». ¿Por qué dijo que el hombre con el que vivía no era su marido? Porque no se sentía realmente satisfecha en su corazón aunque dependía de su marido y confía en él y le amaba. Nosotros también somos así. ¿Encontramos satisfacción en las cosas del mundo? No tenemos verdadera satisfacción en las cosas del mundo. Como dijo la mujer samaritana, su marido actual no era su marido. Los maridos, mujeres, el dinero, el poder, el prestigio o cualquier ambiente no nos pueden dar verdadera satisfacción en nuestros corazones. ¿Estarían satisfechos si tuviesen todas esas cosas? Pueden pensar: «Quiero ser ese tipo de persona. Quiero ser el tipo de persona que está llena de satisfacción aunque tenga solo pocas cosas del mundo. Quiero vivir como una persona que está satisfecha y contenta con poco».
Se dice que una persona simple siempre es feliz. A veces yo también quiero ser simple y no tener ningún pensamiento ni preocupación. No saben lo feliz que es una persona simple. Las personas simples enseñan los dientes sucios y están contentas cuando les dan algo de comer; no solo están contentas en sus corazones, sino que están rebosantes de felicidad, de los pies a la cabeza. Así que a veces quiero ser así porque no hay ninguna verdadera satisfacción en el mundo. Pero no quiero ser una persona que viva en ese nivel para siempre. Esto significa que mi corazón quiere vivir con esa satisfacción.
¿Están ustedes satisfechos de verdad? ¿Estarían satisfechos si tuvieran poder? ¿Estarían satisfechos con dinero y riqueza? ¿Estarían satisfechos con familia? La mujer samaritana no podía estar satisfecha. Ustedes tampoco podrían estar satisfechos. Yo tampoco. Ocurre lo mismo con las mujeres, maridos, hijos, dinero, honor, riqueza, poder y todas esas cosas que no nos dan verdadera satisfacción.
Pero no estoy diciendo que deban caer en el nihilismo y entregar sus vidas porque no hay satisfacción en este mundo. Simplemente les estoy diciendo la verdad tal y como es. ¿Creen que habría verdadera satisfacción si no fuera por el Señor? No. ¿Qué satisfacción hay? Solo Jesús puede darnos verdadera satisfacción.
La mujer samaritana en el pasaje estaba sacando agua del pozo con un trapo sobre su cabeza ya que el sol del mediodía estaba cayendo fuerte mientras toda la ciudad dormía la siesta. Lo hizo a esa hora porque estaba avergonzada. Bajó el cubo de agua en el pozo y lo subió con agua, tomó un sorbo y la puso en su tinaja. Cuando volvía a casa, lavaba los platos con el agua, hacía pan, lavaba la ropa y hacía otras cosas. Utilizaba toda el agua que sacaba cada día y por eso tenía que volver a sacar agua todos los días a la misma hora. Esta mujer vivía su vida así. La vida de esta mujer era dura y no tenía satisfacción en su corazón. Nosotros tampoco tendríamos satisfacción como esta mujer si no fuera por el Señor.
Mientras hago esto y lo otro para promover las misiones por el mundo con ustedes, estoy satisfecho cuando las cosas salen bien, pero me estreso cuando las cosas no salen bien. Pero pase lo que pase, estoy contento porque estoy trabajando para el Señor. Esto se debe a que muchas almas reciben la salvación cuando hacemos esta obra. Pero todo este trabajo no puede darnos satisfacción, sentido de estabilidad, paz y gratificación como el Señor. Debemos pensar de nuevo acerca de esta Palabra para ver qué estamos intentando para recibir la verdadera satisfacción.
Debemos volver a pensar si podemos estar satisfechos por las cosas del mundo. La gente que no ha pensado en estas cosas no entiende que las cosas del mundo no dan satisfacción y por eso sigue al mundo. Debemos pensar en las cosas espirituales. También debemos buscarlas si hay verdadera satisfacción en ellas.
Pero es el Señor el que siempre refresca nuestros corazones, siempre nos satisface, hace que se manifieste la obra de la vida y nos da las bendiciones. ¿Hay alguien o algo que pueda refrescar nuestros corazones, darnos satisfacción y darnos las bendiciones celestiales? No. Solo Jesús puede llevarles a la vida eterna, el camino bendito y salvarles del pecado. Solo Jesús nos da a todas las personas del mundo la verdadera satisfacción en cuerpo y espíritu. Las personas que han encontrado a Jesús están contentas y satisfechas con tan solo pensar en Jesús. Piensen en este Jesús y entenderán que todas las cosas del mundo no les pueden dar ninguna satisfacción. Entonces, dejen de lado todos los pensamientos por un momento y piensen en Jesús. Están contentos con pensar en la gracia de salvación y en las bendiciones que el Señor les ha dado. Tienen satisfacción cuando piensan en la salvación y la bendición del Señor. Reciben satisfacción cuando piensan en la gracia y la bendición de la salvación.
El Señor borró todos nuestros pecados para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor borró todos nuestros pecados y nos convirtió en el pueblo de Dios. ¿Cómo podemos descansar sin creer en el Señor, sin beber de esta agua que nos quita la sed para siempre, el agua que el Señor nos ha dado a través de Su bautismo, Su sangre y Su vida? Cuando piensan en el Señor que nos ha dado la salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu, pueden tener paz y descansar en su corazón, y las cosas con las que no estaban satisfechos, les harán estar satisfechos. Por muy mala que sea la situación, podrán estar satisfechos cuando piensen en el Señor. El Señor es la verdadera fuente de bendiciones.
Debemos entender el hecho de que no podemos estar satisfechos con las cosas del mundo
Debemos darnos cuenta de que no hay satisfacción en las cosas del mundo aunque intentemos encontrarla. Por tanto, quiero que crean en el Señor cuando sepan que las cosas del mundo se necesitan temporalmente, mientras vivimos en este mundo, y el Señor Dios es lo que necesitamos para la eternidad. ¿Está al revés nuestra relación con el Señor? ¿Acaso nos sentamos en el lugar del Maestro? Me pregunto si las posiciones de Maestro y siervo se han cambiado. El Señor es eternamente nuestro Maestro que nos da el descanso eterno. Pero ¿acaso no estamos intentando dejar al Señor e intentar encontrar satisfacción a través de las cosas del mundo? ¿Estamos satisfechos así? ¿Acaso no nos estamos quedando en una zona cómoda en este mundo como si estas cosas nos dieran satisfacción en vez del Señor? Entonces debemos arrepentirnos de estos pensamientos. Por muy insuficientes y débiles que seamos, nuestro Señor se convirtió en nuestro Maestro al salvarnos. Y nuestro Señor nos da la verdadera satisfacción y las bendiciones.
¿Creen que el Señor es simplemente un accesorio que se ponen y que luego desechan? No quiero que piensen que nuestro Señor es un objeto. Este mundo es el accesorio, no el Señor. Las cosas del mundo son las que utilizamos temporalmente cuando las necesitamos y las descartamos cuando no las necesitamos. El Señor nos dio la salvación eterna. Nos dio la fuente de agua que nos quita la sed para siempre.
El Señor borró todos nuestros pecados. Nuestro Señor vino a este mundo y tomó todos nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán. Entonces fue juzgado en la Cruz en nuestro lugar. Resucitó de entre los muertos y ahora vive sentado a la derecha del trono de Dios Padre. Por tanto para los que creemos en Él de verdad, se convirtió en el verdadero Dios, el verdadero Salvador, y la garantía definitiva para la salvación. Nuestro Señor quiere vivir en sus corazones como Maestro ahora, después de salvarnos. Esto significa que el Señor quiere vivir en sus corazones como Maestro, no como invitado. Ahora, el que reconozcan al Señor como Maestro o no depende de lo que piensen en sus corazones. Es incorrecto no tratar al Maestro como tal.
Podemos recibir verdadera satisfacción cuando tratamos al Señor como nuestro Maestro. No intenten recibir satisfacción de las cosas del mundo. No se cansen por las cosas del mundo. No intenten calmar su sed con las cosas del mundo como la mujer que fue a sacar agua. Quiero que crean que es el Señor quien nos da la satisfacción eterna y refresca nuestras gargantas; y quiero que sepan que el Señor vive en los corazones de los que han sido salvados.
Debemos pensar detenidamente si lo que nos satisface son las cosas del mundo o el Señor. Tenemos que averiguarlo y vivir correctamente por fe. Deben darse cuenta, reconocer y confesar una vez más que el Señor les ha dado verdadera satisfacción. Deben confesar con fe que el Señor es quien les dará la satisfacción en el futuro. Como Pedro, el Apóstol, confesó: «El Señor es el Cristo, el Hijo del Dios vivo», debemos confesar: «El Señor es mi Maestro quien me da la verdadera satisfacción».
Los que han encontrado al Señor consiguen satisfacción como se encuentra un oasis en el desierto. No estamos satisfechos todos los días porque intentamos recibir satisfacción en las cosas del mundo. Pero los que han encontrado al Señor viven con gozo en sus mentes y corazones, incluso en un mundo desierto como este. No están satisfechos porque no saben que el Señor ha venido a ustedes. Esto se debe a que no reconocen que el Señor tiene un valor incalculable y a que no creen que el Señor les haya salvado. Todos los días estarían enojados por nada y no encontrarían satisfacción si dejarán al Señor de lado e intentaran encontrar satisfacción y valor en las cosas del mundo cuando el Señor ha venido por ustedes. Por eso van buscando algo nuevo para que les dé satisfacción. ¿Debemos ser así? ¿Debemos buscar las cosas del mundo e intentar encontrar satisfacción en ellas cuando el Señor está en sus corazones y les ha dado la fuente de agua que sacia su sed eternamente y cuando el Señor vive en sus corazones como su Señor? No debemos ser así. Nos convertiríamos en personas desgraciadas en cuerpo y espíritu si fuésemos así.
Ustedes son las personas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Tomamos esto y lo otro en este mundo cuando el Señor lo permite. Pero todas esas cosas son desechables. El que nos da la satisfacción eterna es el Señor. El Señor nos da la verdadera satisfacción y vive en nuestros corazones. Quiero que ustedes crean en el Señor y vivan con fe en Él. Quiero que disfruten la satisfacción en el Señor solamente.
Después de reconocer que el Señor no era un hombre cualquiera, la mujer samaritana le preguntó: «Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar». Nuestro Señor le dijo: «Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren». Con esto Jesús estaba diciendo: «El lugar donde se adore no es importante para un verdadero adorador. Sea dónde sea, no importa. Tienen que adorar a Dios en espíritu y verdad. La verdadera adoración es posible cuando adoran a Dios teniendo al Espíritu Santo en sus corazones sin pecados después de recibir la remisión de los pecados. Si adoramos al Padre creyendo en el Señor de corazón y confiando en la Palabra que dice que Dios existe siempre, esto constituye la verdadera adoración. En otras palabras, solo los nacidos de nuevo pueden ofrecer la verdadera adoración. Esta hora ha llegado». Entonces la mujer dejó la tinaja de agua y todo lo demás y fue a la ciudad y dijo: «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?». Ella dio testimonio del Señor que encontró y de la Palabra de Dios que escuchó.
Nuestro Señor lo sabe todo. Sabe todo lo que hemos hecho. Dios nos conocía incluso cuando estábamos en el vientre de nuestra madre. Nos conocía antes de nacer en este mundo. No podemos esconder a Dios. Quiero decir que Dios lo sabe todo.
La mujer samaritana conoció al Señor. Ella reconoció el hecho de que el Señor es el Hijo de Dios y el Salvador y creyó en Él. Nosotros sabemos que en la era de la Iglesia del Nuevo Testamento solo necesitamos saber que hemos sido salvados por la obra justa de Jesucristo, quien fue bautizado en el río Jordán, murió en la Cruz en nuestro lugar, y resucitó en tres días después de morir.
Esta mujer conoció al Señor que lo sabía todo y ella supo que era el Salvador y creyó en Él de corazón. Entonces dejó el cubo de agua y fue a la gente de su ciudad para dar testimonio. Por tanto muchas personas escucharon el testimonio de esta mujer y creyeron en Jesús y lo reconocieron. Muchas personas escucharon la Palabra de Jesús personalmente a través de esta mujer y creyeron. Así muchas personas reciben la remisión de los pecados a través de la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu por los evangelistas de nuestros tiempos. La gente que recibe la remisión de los pecados lee esta Palabra y su fe se hace firme y segura a través de la Palabra de Dios. Jesús es el Salvador de este mundo y el Dios de la salvación.
Hemos vivido la misma vida que esta mujer. Estamos verdaderamente ocupados en este mundo, pero en realidad vivimos gracias al Señor. Estamos satisfechos gracias al Señor. No podemos disfrutar si no es por el Señor. No hay nada que nos pueda dar satisfacción. Quiero que miren de nuevo al Señor que les ha salvado. Les pido que se den cuenta una vez más que todas las cosas de este mundo no nos pueden dar satisfacción. Y espero que disfruten la satisfacción del Señor una vez más.
La vida de una persona solo puede tener satisfacción cuando esa persona encuentra al Señor. Debemos recordar absolutamente que el Señor da satisfacción a cualquier persona que ha encontrado al Señor. Debemos creer en esto. Ya seamos insuficientes o prominentes, todos recibimos satisfacción del Señor. Todo el mundo recibe satisfacción a través del Señor. ¿Quién puede darle satisfacción a parte del Señor? ¿Quién a parte del Señor puede darle la gracia y la bendición? ¿Hay alguien? No, no hay nadie. Yo tampoco tengo satisfacción sin el Señor. Haga lo que haga, ¿cómo tendría satisfacción sin el Señor aunque haya recibido la salvación? Haga lo que haga, ¿tendré verdadera satisfacción? ¿Quién me da la verdadera satisfacción? Jesús.
Por tanto, debemos vivir con satisfacción en Jesús. Debemos tener en cuenta que hemos vivido hasta ahora gracias a Jesús y que incluso este mundo está mantenido hasta ahora gracias a Jesús. No solo necesitan a Jesús los cristianos, sino que este universo también lo necesita. Cuando el Señor dijo “Paren”, entonces la tierra y todos los cuerpos celestiales en el universo se caen. Este mundo estero se caería si Jesús no diera Su poder porque Jesús lo creó todo. Así nuestras vidas también dependen del Señor. Deben pensar en cuánta satisfacción disfrutarían en sus vidas a través del Señor ya que el Señor les ha salvado.
Quiero resumir y terminar mi sermón ahora. El Señor nos ha dado la verdadera satisfacción. ¿Es cierto? Sí, el Señor nos dio la satisfacción eterna. Ustedes se entregarán al Señor cuando se den cuenta de que Jesús les ha dado la satisfacción verdadera. Siempre volvemos al Señor aunque caigamos en los placeres del mundo temporalmente. El Señor nos ha dado la verdadera satisfacción.
Esta mujer probablemente vivió una buena vida dando testimonio del Evangelio y honrando a Dios con la satisfacción eterna en su vida después de haber encontrado la verdadera satisfacción en el Señor. El Señor nos bendice para que vivamos una vida como la de la mujer samaritana. Quiero que se den cuenta de esto en su corazón y que vivan con satisfacción durante el resto de sus vidas sirviendo al Evangelio.
Estoy seguro de que nuestro Señor nos ha dado estas bendiciones. Quiero darle gracias al Señor.