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Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 6-16] Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada (Juan 6, 53-59)

Cómo participar en la Sagrada Comunión con la fe adecuada(Juan 6, 53-59)
«De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum».


Jesús se describió como el pan de vida y dijo: «El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). Entonces siguió diciendo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 53-56). Al escuchar esto incluso los discípulos de Jesús dijeron: «Esto es difícil; ¿quién lo entiende?».
Comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando comemos la carne del Señor desaparecen los pecados de nuestros corazones. En otras palabras, quien come la carne del Señor está sin pecado porque los numerosos pecados que había en su corazón han desaparecido. Si creemos en la Palabra de que Jesús tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo en el río Jordán, nuestros pecados se borran por completo. Nos convertimos en personas sin pecados cuando comemos la carne de Jesús al creer que todos los pecados del mundo se pasaron a Jesús cuando fue bautizado en Su cuerpo.
Si se nos prepara un festín con todo tipo de manjares, si no nos lo comemos, no estaremos llenos. Del mismo modo los que no comen la carne que Jesús nos ha dado no pueden recibir la remisión de los pecados y por tanto sus pecados permanecen intactos. Estamos sin pecado si comemos la carne de Jesús al creer que Él cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado en Su cuerpo y así nos ha dejado sin pecados. Por eso debemos comer la carne del Señor una y otra vez. Y debemos beber Su sangre espiritualmente tan a menudo como nos sea posible. El pan de vida que el Señor nos ha dado es la carne de Jesús y Su sangre.
Quien come la carne de Jesús y bebe Su sangre por fe es un hombre bendito. Estoy muy agradecido porque el Señor nos ha dado Su carne. Al alimentarnos de la carne del Señor todos los días, podemos decir a Dios: «No tengo pecados». ¡Qué fe tan grande! ¿Qué nos hubiera pasado si Jesús no nos hubiera dado Su carne? ¿Dónde encontraríamos la Verdad que nos deja sin pecados? ¿Podíamos estar sin pecado gracias a nuestras buenas obras? ¿Podíamos estar sin pecado al dejar de lado todas nuestras posesiones? ¿Podíamos estar sin pecados al vivir virtuosamente? ¿O podíamos estar sin pecado al ser santificados? No, si no fuera por la carne de Jesús nunca podríamos estar sin pecado. Al comer la carne de Jesús y beber Su sangre podemos estar sin pecado ante Dios y los hombres.


No tenemos pecados porque hemos comido la carne de Jesús y hemos bebido Su sangre


Jesús nos entregó Su cuerpo y ahora estamos sin pecado al comer la carne del Señor. Al creer en lo que el Señor ha hecho por nosotros, estamos sin pecado en nuestros pecados. En Juan 6, 63 el Señor dijo: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha». En otras palabras, es inconcebible comer la carne de Jesús y beber Su sangre físicamente, y por eso no debemos pensar en ello en términos carnales. El Señor ha borrado todos nuestros pecados con Su carne y Su sangre. Al comer esta carne del Señor, estamos sin pecado. ¡Esto es maravilloso! Estamos sin pecado al comer la carne del Señor. La carne del Señor tiene tanto poder que quien come la carne de Jesús está sin pecado. Comemos esta carne del Señor al creer que Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado en el río Jordán, que pagó el castigo por nuestros pecados al ser crucificado y derramar Su valiosa sangre en la Cruz mientras cargaba con los pecados del mundo, y que así nos ha dado la verdadera vida.
Cuando estamos débiles y sentimos que todavía tenemos pecados, debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre por fe. Esto es lo que debemos hacer ante Dios como gente espiritual. Incluso entre los discípulos de Jesús había algunos que no creían que era el Hijo de Dios, y había otros que no creían que hubiera cargado con los pecados del mundo. Del mismo modo, entre los cristianos de hoy en día muchos no creen que Jesús aceptase los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, aunque esto sea la clara Verdad.


El Señor dijo que viviremos para siempre si comemos Su carne y bebemos Su sangre


Como Dios Padre planeó nuestra salvación en Jesús para librarnos a través de Su carne y sangre, y como el Señor ha completado este plan a la perfección, Dios ha hecho posible recibir la vida eterna para todos los que creen en la obra del Señor tal y como la hizo. Al ofrecer Su cuerpo y sangre por nosotros, el Señor nos ha dado la eterna remisión de nuestros pecados y nos ha convertido en hijos de Dios. Ahora Dios vive en nosotros hasta el final del mundo como Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Sin embargo casi todos los cristianos toman parte en la Sagrada Comunión como un ritual religioso, sin entender lo que es el pan y el vino que se comparten en ella. El pan y el vino que se comparten en la Sagrada Comunión no deben considerarse sólo la sangre de la Cruz. Pero el pan de la Sagrada Comunión debe tomarse cuando se entiende que Jesús tomó los pecados del mundo a cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y el vino debe tomarse sabiendo que Jesús fue crucificado porque llevaba encima los pecados del mundo. Por tanto para participar en la Sagrada Comunión correctamente debemos conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él.
Si creemos en la carne y la sangre de Jesús recibiremos la remisión de nuestros pecados y viviremos para siempre. Así que si alguien intenta borrar sus pecados por su cuenta sin creer en la carne y la sangre de Jesús, esa persona no es más que un idiota. Por tanto si todavía tienen pecados deben entender la razón por la que Jesús nos dijo que comiésemos Su sangre y bebiésemos Su sangre, y al unirse con Él por fe deben recibir la remisión de los pecados. Al creer en el bautismo de Jesús, hemos borrado nuestros pecados en Cristo y al creer en Su sangre derramada en la Cruz, hemos escapado de la condena de los pecados completamente. Si aún así están intentando borrar sus pecados por su propia cuenta al ofrecer oraciones de penitencia, su fe está equivocada y es arrogante. Después de todo, ¿quién puede borrar sus propios pecados? No hay nadie en este mundo que pueda hacerlo. Si intentan hacerlo, quedarán decepcionados. Ahora que Dios vive en nuestros corazones, debemos vivir confiando en la carne y la sangre de Jesús. Pueden llevar a cabo la obra de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nuestro señor vino al mundo encarnado en un hombre para salvarnos de los pecados del mundo y para tomar los pecados de la humanidad de una vez por todas fue bautizado por Juan el Bautista en Su cuerpo. Además fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir para pagar el castigo de nuestros pecados y para ello también se levantó de entre los muertos. Así es como Jesús nos ha dado la verdadera remisión de los pecados y la vida eterna a todos nosotros, a los que hemos comido Su carne y bebido Su sangre por fe. Los que tienen esta fe y este conocimiento alaban al Señor con fe. Al darnos Su carne y Su sangre, Jesús nos ha permitido a todos los creyentes recibir la remisión eterna de los pecados y la vida eterna.
Hay dos sacramentos que el Señor ha establecido en la Iglesia, es decir para Sus discípulos: uno es el sacramento del bautismo y el otro el de la Comunión. El sacramento del bautismo es un signo de fe de los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, para confirmar y confesar su fe. Antes de ascender a los Cielos el Señor dijo: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28, 19-20). El Señor nos ordenó que predicásemos el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente y les ayudásemos a recibir la remisión de los pecados; que hiciésemos discípulos de los redimidos y los bautizásemos por su fe en el bautismo de Jesús; y que enseñásemos a los que se han convertido en discípulos todo lo que el Señor nos ha enseñado y ordenado.
En segundo lugar el Señor nos ordenó que tomásemos la Sagrada Comunión para recordar cómo nos ha dado Su carne y Su sangre. El pan y el vino que recibimos en la Comunión simbolizan el cuerpo y vida que nuestro Señor nos entregó para borrar nuestros pecados. Estos dos sacramentos nos hacen creer que como nuestro Señor fue bautizado y derramó Su sangre en la Cruz cuando vino a este mundo, ha borrado completamente nuestros pecados. El que Jesús nos entregase Su carne significa que tomó todos nuestros pecados sobre Su cuerpo de una sola vez a través de Su bautismo. Todos debemos aceptar que Jesús tomó los pecados del mundo en Su bautismo, los llevó a la Cruz con Él, murió en nuestro lugar y así ha borrado todos nuestros pecados; y por tanto debemos grabar esta Verdad en nuestros corazones por fe.
¿Creen ahora que Jesús nos ha dado Su cuerpo? Para borrar todos nuestros pecados, el Señor ofreció Su cuerpo por nosotros. El que Jesús viniese al mundo a imagen de la humanidad fue para recibir esos pecados de los humanos cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Los que creen que Jesús entregó Su cuerpo inocente e inmaculado por nuestros pecados y los aceptó en Su bautismo pueden recibir la perfecta remisión de los pecados. Como Jesús ofreció Su cuerpo voluntariamente para cargar con nuestros pecados y ser condenado por ellos para borrarlos, ahora estamos sin pecado ante Él. Deben entender esto correctamente cuando tomen el pan y el vino en la Comunión. Del mismo modo en que nuestras vidas físicas se mantienen si comemos el pan de la carne, al creer en que Jesús cargó con nuestros pecados en Su cuerpo al ser bautizado podemos comer Su carne y conseguir la vida eterna.
El cristianismo de hoy en día predica sólo el cáliz de Jesús, es decir, Su sangre: sin embargo, en realidad el Señor nos ha dado tanto Su carne como Su sangre. Debemos entender la razón por la que Jesús nos dio Su sangre. El que nuestro Señor nos diese Su carne significa que cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto cuando recibimos el pan y el vino en la Comunión que constituyen la carne y sangre de Jesús, debemos recordar que hemos sido salvados del pecado al creer en Su carne y Su sangre y debemos darle gracias. Cuando participamos en la Comunión para comer la carne de Jesús y beber Su sangre, debemos participar con nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.


Damos gracias a Dios

¿Quiénes somos para que el Señor se preocupe tanto por nosotros? Los seres humanos merecen vivir en su estado deplorable para luego volver a ser polvo y ser arrojados al fuego eterno del infierno por sus pecados y para pagar el precio eterno del pecado. Pero, a pesar de esto, Dios Padre nos amó tanto que envió a Su único Hijo al mundo para que fuese nuestro Salvador. Como Jesús vino al mundo según la voluntad de Dios Padre, fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre hasta morir y así quitó nuestros pecados y la condena por ellos para hacernos hijos de Dios, ahora todos los que creemos en esta Verdad estamos en deuda con el Señor por amarnos tanto. Estamos agradecidos enormemente porque nos ha salvado de nuestros pecados a través del amor de Dios.
Cuando pienso en las almas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estoy lleno de gratitud. Cuando escucho a nuestros hermanos y hermanas del extranjero darnos la buena noticia de que han nacido de nuevo al leer nuestros libros, mi corazón se llena de felicidad, como si yo mismo hubiese recibido la remisión de los pecados. Del mismo modo en que los que han recibido la remisión de los pecados están contentos en sus corazones por los que reciben la remisión de sus pecados después de ellos, Dios también está contento por ver a las almas nacidas de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Hemos sido salvados de nuestros pecados gracias al amor de Dios y por eso le damos gracias por Su amor y salvación.
¿Han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu llenos del amor de Dios y Su salvación? No debemos olvidar ni la sangre ni la carne de Jesús. Si olvidásemos o bien el bautismo de Jesús o Su sangre derramada en la Cruz, estaríamos implicando que el amor de Dios y Su gracia son en vano, y por tanto debemos amar Su Verdad en nuestros corazones con fe. Es inevitable alabar a Dios por Su amor y Su salvación.
Damos gracias a Dios Padre porque nos ha salvado perfectamente y nos ha hecho hijos Suyos a través de la carne y la sangre de Su Hijo Jesús, a pesar de que cometamos pecados. El Señor nos ha dado la sabiduría para entender las cosas espirituales del Cielo. Doy gracias a Dios por darnos esta salvación y por amarnos. Estoy muy agradecido al Señor y le amo mucho por borrar nuestros pecados. Siempre que oro a Dios Padre no tengo casi nada más que decir aparte de gracias.
Si no fuera por la carne y la sangre de Jesús, ¿cómo hubiésemos sido salvados? Al acordarse de nosotros por Su amor, Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y por eso hemos alcanzado nuestra salvación por fe. Como siempre somos insuficientes, no podemos evitar vivir como pecadores y seguir pecando de corazón, de pensamiento y en nuestras acciones. Pero a pesar de esto hemos alcanzado nuestra salvación porque Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre en la Cruz.
Ahora que hemos comido la carne de Jesús y bebido Su sangre por fe podemos entrar en el Cielo. Si hay alguien a quien de verdad amen deben predicar a esa persona el Evangelio del agua y el Espíritu por su propio bien. Así es como se difunde el Evangelio. Creo que en un futuro no muy remoto la gente de todo el mundo aceptará el precioso Evangelio del agua y el Espíritu. 
¿Alguno de ustedes todavía no ha nacido de nuevo? Si es así deben dejar de lado sus pensamientos carnales y tomar la carne y la sangre de Jesús por fe. A parte de la Verdad que Dios nos dio, ¿en qué pueden confiar en este mundo? Creo que la vida más feliz y pacífica del mundo para nosotros es conocer el poder y la sabiduría de Dios y confiar en estas cosas al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu dentro de la Iglesia de Dios. Es una bendición maravillosa poder escuchar este Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros oídos y corazones mientras vivimos en este mundo. ¿No es maravilloso ahora que podemos decir que no tenemos pecados porque hemos escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu y creído en él? Estoy muy contento porque ahora puedo tomar la carne y la sangre de Jesús escritas es la Palabra de Dios al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu en Su Iglesia.
La Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra más espiritual que vino del Cielo. Este Evangelio es la Palabra de Verdad, el camino de la vida y la Verdad inamovible que la gente no había escuchado hasta ahora. Mis queridos hermanos, aunque sus cuerpos sufran durante un tiempo en este mundo, sus vidas están llenas de gratitud al vivir sin pecado gracias al haber escuchado la Palabra y haber creído en ella. Ustedes y yo hemos recibido el don más preciado del mundo que se denomina Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora les pido que no se tomen a la ligera este regalo que han recibido de Dios. Les pido que no se burlen de Dios con su falta de conocimiento y de fe sin conocer ni creer en la sangre y carne de Jesús. Dios Padre nos ha hecho hijos Suyos al darnos la vida de Su Hijo, que era más valiosa que Su propia vida. Gracias al Espíritu Santo que vive en los corazones de la gente que se ha unido al pueblo sin pecado de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estoy seguro de que nunca se burlarán de este Evangelio. Así que les pido que amen el Evangelio del agua y el Espíritu y lo guarden en sus corazones para siempre.
Estamos agradecidos porque ahora podemos dar a todo el mundo el conocimiento correcto de la carne y la sangre de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestros corazones están llenos de gozo porque podemos predicar a todas las naciones y a toda la gente del mundo el Evangelio del agua y el Espíritu que guarda el secreto de la carne y la sangre de Jesús. Por el hecho de que nuestro Señor amó a la raza humana, sería un acto de ingratitud ignorar este amor que ha venido por la sangre y la carne de Jesús. Como no podemos guardar esta Verdad para nosotros mismos, queremos compartir con todo el mundo el secreto de la carne y la sangre de Jesús que manifiesta el amor de Dios. Les pido que unan sus corazones y oren por este ministerio.
De ahora en adelante todo el mundo comerá la carne y beberá la sangre de Jesús por fe. Espero sinceramente que el amor de Dios y Sus bendiciones, que vienen al creer en la carne y la sangre de Jesús espiritualmente, recaigan sobre ustedes en abundancia.