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Tema 6: Herejía

[6-14] Todavía hay siervos de Dios en este mundo (1 Reyes 22, 1-40)

Todavía hay siervos de Dios en este mundo(1 Reyes 22, 1-40)
«Tres años pasaron sin guerra entre los sirios e Israel. Y aconteció al tercer año, que Josafat rey de Judá descendió al rey de Israel. Y el rey de Israel dijo a sus siervos: ¿No sabéis que Ramot de Galaad es nuestra, y nosotros no hemos hecho nada para tomarla de mano del rey de Siria? Y dijo a Josafat: ¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos. Dijo luego Josafat al rey de Israel: Yo te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová. Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, como cuatrocientos hombres, a los cuales dijo: ¿Iré a la guerra contra Ramot de Galaad, o la dejaré? Y ellos dijeron: Sube, porque Jehová la entregará en mano del rey. Y dijo Josafat: ¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, por el cual consultemos? El rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal. Y Josafat dijo: No hable el rey así. Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo: Trae pronto a Micaías hijo de Imla. Y el rey de Israel y Josafat rey de Judá estaban sentados cada uno en su silla, vestidos de sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos. Y Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro, y dijo: Así ha dicho Jehová: Con éstos acornearás a los sirios hasta acabarlos. Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: Sube a Ramot de Galaad, y serás prosperado; porque Jehová la entregará en mano del rey. Y el mensajero que había ido a llamar a Micaías, le habló diciendo: He aquí que las palabras de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; sea ahora tu palabra conforme a la palabra de alguno de ellos, y anuncia también buen éxito. Y Micaías respondió: Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré. Vino, pues, al rey, y el rey le dijo: Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o la dejaremos? El le respondió: Sube, y serás prosperado, y Jehová la entregará en mano del rey. Y el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehová? Entonces él dijo: Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor; y Jehová dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz. Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente el mal. Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; vé, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti. Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti? Y Micaías respondió: He aquí tú lo verás en aquel día, cuando te irás metiendo de aposento en aposento para esconderte. Entonces el rey de Israel dijo: Toma a Micaías, y llévalo a Amón gobernador de la ciudad, y a Joás hijo del rey; y dirás: Así ha dicho el rey: Echad a éste en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz. Y dijo Micaías: Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida dijo: Oíd, pueblos todos. Subió, pues, el rey de Israel con Josafat rey de Judá a Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: Yo me disfrazaré, y entraré en la batalla; y tú ponte tus vestidos. Y el rey de Israel se disfrazó, y entró en la batalla. Mas el rey de Siria había mandado a sus treinta y dos capitanes de los carros, diciendo: No peleéis ni con grande ni con chico, sino sólo contra el rey de Israel. Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: Ciertamente éste es el rey de Israel; y vinieron contra él para pelear con él; mas el rey Josafat gritó. Viendo entonces los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido. Pero la batalla había arreciado aquel día, y el rey estuvo en su carro delante de los sirios, y a la tarde murió; y la sangre de la herida corría por el fondo del carro. Y a la puesta del sol salió un pregón por el campamento, diciendo: ¡Cada uno a su ciudad, y cada cual a su tierra! Murió, pues, el rey, y fue traído a Samaria; y sepultaron al rey en Samaria. Y lavaron el carro en el estanque de Samaria; y los perros lamieron su sangre (y también las rameras se lavaban allí), conforme a la palabra que Jehová había hablado. El resto de los hechos de Acab, y todo lo que hizo, y la casa de marfil que construyó, y todas las ciudades que edificó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Y durmió Acab con sus padres, y reinó en su lugar Ocozías su hijo».
 

El pasaje de las Escrituras de hoy, de 1 Reyes 22, 1-40 describe la muerte del rey Acab. Este pasaje nos dije que el rey Acab fue asesinado porque ignoró a los siervos de Dios. Acab era el rey de Israel, del reino del norte, mientras que Josafat era el rey de Judá. Estos dos reyes unieron sus fuerzas para atacar a Siria, pero en el transcurso de la batalla, el rey Acab recibió un disparo. Tal y como Micaías había profetizado la voluntad del Señor, Dios, Acab fue derrotado y murió en el campo de batalla.
Como sabemos muy bien, después de que el rey Jeroboam estableciese el reino del norte de Israel, acabó sustituyendo al Dios de la Verdad por becerros de oro para consolidar su reinado y conseguir sus ambiciones carnales. Provocó la ira de Dios al nombrar a gente corriente para el sacerdocio y para ofrecer sacrificios a los becerros de oro, y se convirtió en un hereje al cambiar el Día de la Expiación de fecha. Como el pueblo de Israel siguió a Jeroboam a ciegas, practicó el mal y fue juzgado por Dios por sus pecados tan terribles. Como siguieron los pecados de Jeroboam, el Dios de la Verdad se enfadó con el pueblo de Israel y sus reyes. Entonces Dios decidió juzgar a los que siguieron a Jeroboam, tanto física como espiritualmente. Sin embargo, hubo muchos reyes en Israel que siguieron los pecados de Jeroboam. Así que para que se arrepintiesen, Dios les hizo sufrir. 
 

El rey Acab fue a la guerra

Aunque Israel luchaba contra Siria frecuentemente, durante 3 años antes de la muerte de Acab no hubo ninguna guerra. Normalmente estos conflictos siempre empezaban con ataques de Siria, que invadía Israel. Pero cada vez que Israel se encontraba en esta situación, Dios enviaba a Sus siervos para rescatar al pueblo de Israel y resolver todos sus problemas. 
Sin embargo esta vez fue el rey Acab quien comenzó la guerra contra Siria. Esto se llevó a cabo porque Dios los permitió. La situación de esta guerra es la siguiente: durante algún tiempo, Josafat, el rey de Judá, y Acab, el rey de Israel, habían querido recuperar Ramot de Galaad, una ciudad que había sido conquistado por Siria. Acab, el rey del norte de Israel le dijo a Josafat, el re de Judá: «¿No era Ramot de Galaad nuestro territorio? Tenemos que hacer algo». Entonces el rey Josafat se puso de acuerdo con el rey Acab y lucharon contra Siria.
Aquí podemos ver que ambos reyes se estaban comportando de una manera irracional. Como el rey Jeroboam y el pueblo de Israel habían adorado a becerros de oro como sus dioses ante el Señor, fueron condenados por Dios. En contraste, el reino del sur de Judá había cumplido el sistema de sacrificios de Dios y Sus estatutos hasta entonces, y su pueblo también. En otras palabras, al contrario que los reyes de Israel, ningún rey del Judá había sustituido a Dios por becerros de oro, y por tanto Judá y su pueblo seguían siendo amados por Dios. 
Sin embargo, el rey Josafat de Judá ahora estaba colaborando con el rey del norte de Israel, a pesar del pecado abominable que estaba cometiendo ante Dios, y esta fue una gran ofensa. El reino del norte todavía estaba adorando a becerros de oro, a los que Dios aborrecía, y había olvidado Su Ley al permitir que hombres que no eran de la familia de Leví fueran sacerdotes. El que el pueblo de Israel sustituyese al Señor Dios por becerros de oro y creyera en ellos fue un pecado mortal que merecía el castigo de Dios. 
Estos pecados se originaron con el matrimonio del rey Salomón con mujeres extranjeras. Por culpa de estas mujeres gentiles que entraron en Israel, el rey Salomón y el pueblo de Israel quedaron expuestos a multitud de ídolos. Por culpa de este pecado cometido por el rey Salomón, Dios dividió a la nación de Israel en dos. Entonces Jeroboam se convirtió en el primer rey del norte de Israel, pero al igual que Salomón, cometió los mismos pecados ante Dios. Lo peor es que los reyes del norte de Israel y su pueblo no se dieron cuenta de que estaban cometiendo estos pecados tan graves. Por tanto, no pudieron arrepentirse de estos pecados y volver a Dios. 
Por otra parte, el rey Josafat del reino de Judá, sabía muy bien que el pueblo del reino de Israel estaba siguiendo los pecados de Jeroboam, pero a pesar de esto, mantuvo una relación con el reino del norte, y por eso el reino del sur se empezó a parecer al reino del norte en sus pecados. Aunque es difícil para los seres humanos colaborar en buenas obras, cuando se trata de pecar, hay una tendencia a unirse y parecerse.
Sin embargo, todavía había siervos de Dios en Israel. Estos siervos conocían los pecados de su nación y por eso llamaron a la gente al arrepentimiento. Siempre estuvieron de lado de Dios y reprendían a la gente por sus pecados. Sin embargo, como la fe de los reyes de ambos reino era idéntica, el rey de Judá se unió al rey de Israel enseguida para luchar contra Siria. Pero Josafat, el rey de Judá, no creyó en los becerros de oro, y antes de ir a la guerra le sugirió al rey Acab que buscase el consejo de los siervos de Dios y les preguntase cuál era Su voluntad. Así que los dos reyes llamaron a los siervos de Dios para buscar su consejo.
 

¿Comunicaron los siervos de Dios Su voluntad?

En aquel entonces había unos 400 profetas en el reino de Israel. Antes de ir al campo de batalla, el rey Acab les preguntó a estos 400 profetas cuál era la voluntad de Dios. Entonces un profeta llamado Sedequías hizo unos cuernos de hierro y dijo que los reyes ganarían la guerra profetizando: «Con éstos acornearás a los sirios hasta acabarlos» (1 Reyes 22, 11). Los demás 400 profetas dijeron lo mismo que Sedequías. Como sus profecías eran iguales, parecía que no hacía falta consultar la voluntad de Dios más. 
Sin embargo el rey Josafat de Judá le preguntó al rey Acab: «¿No hay otro profeta en este reino al que podamos preguntar?». El rey Acab dijo: «Sí, hay un hombre más». «¿Quién es este hombre?». «Es un profeta llamado Micaías, pero nunca ha profetizado nada bueno sobre mí. Así que no vale la pena preguntarle». Pero aún así, Josafat presionó a Acab para que llamase al profeta Micaías y le preguntase sobre la voluntad del Señor Dios. 
El rey Acab envió a uno de sus hombres a Micaías. Cuando el mensajero se encontró con el profeta Micaías, le dijo: «Cuatrocientos profetas han profetizado que el rey ganaría la guerra. Así que, por favor, profetiza lo mismo». Pero Micaías dijo: «No puedo hacer esto ante el Señor Dios. Profetizaré exactamente lo que el Señor me diga». Cuando el profeta Micaías se presentó ante el rey Acab, dijo: «Sube, y serás prosperado, y Jehová la entregará en mano del rey». Pero estas palabras no eran sinceras.
Así que el rey le pidió a Micaías que le dijese la verdad: «No me mientas. Dime la voluntad del Señor Dios. Dinos la verdad, dinos si el Señor ha dicho que ganaremos esta batalla. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que me digas la voluntad del Señor». El profeta Micaías entonces profetizó la voluntad de Dios diciendo: «Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor; y Jehová dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz». En otras palabras, Micaías estaba diciendo que el rey moriría en la batalla si iba a la guerra. 
Cuando pasamos a 1 Reyes 22, 19-23, vemos a Micaías diciendo lo siguiente: «Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; vé, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti». Con estas palabras, el profeta Micaías les dio la voluntad de Dios a Acab y Josafat.
El profeta Micaías había visto a Dios sentado en Su trono celestial, rodeado de todos los ejércitos del Cielo. En esta visión escuchó al Señor Dios decir: «¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad». Entonces Micaías vio que uno de los espíritus que servía a Dios se ponía delante de Él y decía: «Yo seré un espíritu mentiroso en la boca de los profetas de Acab. Yo induciré al rey Acab a codiciar Ramot de Galaas, para que vaya a la guerra y muera en la batalla». El profeta Micaías le hizo saber a Acab la voluntad de Dios. Le explicó cómo los espíritus en el Cielo habían consultado ante la presencia del Señor Dios y le contó Su voluntad al rey Acab. Le dijo al rey Acab: «Si vas a esta guerra, no volverás con vida. Todos esos 400 profetas de Israel han mentido porque un espíritu de Dios ha mentido a través sus bocas».
Entonces Sedequías, el representante de los 400 profetas de Israel, se enfrentó a Micaías y le dio una bofetada, diciendo indignado: «¿Cuándo me ha abandonado a mí el Señor Dios para ir a hablar contigo?». Hay muchos falsos profetas como este Sedequías entre los líderes cristianos de hoy en día que se han convertido en herejes. Micaías dijo: «Verás el día que vayas a tu habitación a esconderte. Verás si mis palabras se han cumplido o no. Llegará el día en que te esconderás, y verás como se cumplen mis palabras».
El rey Acab estaba muy furioso cuando escuchó esto. Se enfadó porque, al contrario que los 400 profetas de Israel, que habían profetizado buenas cosas para el rey, el profeta Micaías estaba profetizando cosas malas. 
Hay un mensaje importante aquí que debemos entender. Del mismo modo en que los 400 falsos profetas del pasaje de las Escrituras de hoy aprobaron el plan de guerra del rey Acab, todos los líderes cristianos de hoy en día dicen que podemos ser salvados al creer en la sangre derramada en la Cruz. Sin embargo, si creen como ellos enseñan, acabarán estando en contra del Evangelio del agua y el Espíritu y serán arrojados al infierno.
Solo hay una Verdad de salvación que Dios le ha dado a la humanidad, y este es el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia deja claro que no es solo a través de la sangre derramada en la Cruz que Dios ha traído la salvación a la humanidad, porque nos ha dado la salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu (1 Juan 5, 7-8). En Juan 3, 1-16 Jesús dijo que a no ser que una persona nazca de nuevo del agua y el Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios, ni ver a Dios Padre. 
Por tanto, si los cristianos de hoy en día creen en Jesús como su Salvador sin tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrán ser salvados de sus pecados. Si ustedes son como estos cristianos, deben darse cuenta de que solo pueden salvarse si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Asimismo, antes de ser salvados de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden recibir el Espíritu de Dios ni entrar en el Reino de los Cielos. Puede ser duro para los cristianos nominales aceptar esta Verdad. Pero, del mismo modo en que las palabras del profeta Micaías expuso las palabras de Sedequías, el falso profeta, las palabras de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu hieren a los falsos profetas. 
Dios dijo que, aunque está dispuesto a entregar Su misericordia infinita a pesar de Su ira, no va a ignorar los pecados de los que creen en un evangelio diferente al Evangelio del agua y el Espíritu. Muchos cristianos de hoy en día, en especial los evangélicos, dicen que han recibido la remisión de los pecados en sus corazones al creer en el evangelio de la sangre derramada en la Cruz, en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero ¿de verdad no tienen pecados en sus corazones? No, por supuesto que no. Dios juzga precisamente a los que afirman esto. Esto se debe a que si alguien cree que solamente la sangre derramada en la Cruz, constituye su salvación, esto significa que sus pecados siguen intactos en su corazón y que no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu. La verdadera voluntad de Dios para todo el mundo no es recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio de la Cruz, sino en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Dios nos ha dado la fe en Su bautismo a través del que Jesucristo cargó con nuestros pecados y Su sangre en la Cruz. Esta Verdad se encuentra íntegramente en el Evangelio del agua y el Espíritu. En esta era, hay muchas personas que dicen haber sido salvadas del pecado al creer solamente en la sangre de la Cruz. Sin embargo, el verdadero Evangelio es e Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado a toda la humanidad para siempre. El Evangelio del agua y el Espíritu no nos enseña a creer únicamente en la sangre de la Cruz. El Señor nos está diciendo que nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús nos está pidiendo que creamos en el Bautismo que recibió de Juan el Bautista y en la sangre que derramó en la Cruz. 
Dios es el Salvador que, a pesar de Su ira hacia los pecadores, nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que en el caso del rey Acab, Dios también quería que dejase de adorar a becerros de oro y así poder salvar su alma, guiar al pueblo de Israel correctamente, y volver a Dios para vivir en Su presencia. En otras palabras, para llevar al rey de Israel y a su pueblo por el camino de la vida, Dios siguió ofreciéndoles oportunidades para arrepentirse a través del profeta Micaías. 
Pero el rey Acab no aceptó la Palabra de Dios profetizada por el profeta Micaías. Por el contrario, se levantó contra las palabras del verdadero profeta. Entonces ya no había sitio para acomodar la Palabra de Dios en su corazón. Como el rey Acab estaba interesado únicamente en servir a los becerros de oro y mantener su fama y su poder, no escuchó las palabras del profeta Micaías, el siervo del Señor Dios, y ordenó que lo encarcelaran.
A pesar de haber rechazado el aviso de Micaías, el rey Acab estaba nervioso, así que fue al campo de batalla disfrazado de soldado. Le dijo al rey Josafat: «Creo que deberías ir al campo de batalla con tus ropas reales; y yo iré vestido de soldado». Antes de ir a la batalla, el rey de Siria, el enemigo de Israel, había ordenado a sus oficiales que matasen solo al rey Acab de Israel. Así que los oficiales de Siria fueron a buscar al rey Acab en el campo de batalla, y entonces vieron a alguien subido en un carro. Pensaron que este era Acab y entonces se lanzaron contra él, pero en realidad este hombre era Josafat. Cuando este vio que los carros sirios le perseguían, corrió para salvar su vida. Entonces los soldados sirios pensaron que era el rey Acab y probablemente gritaron: «¡Ahí está el rey Acab! ¡Matadlo!». Josafat se dio la vuelta y vio que lo estaban alcanzando. Entonces gritó: «¡No soy el rey Acab! ¡Soy Josafat!». Los soldados sirios estaban concentrados en la persecución, pero cuando se acercaron a él y se dieron cuenta de que no era Acan, se dieron la vuelta. 
Sin embargo, Acab fue asesinado en el campo de batalla tal y como el profeta Micaías profetizó: «Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido. Pero la batalla había arreciado aquel día, y el rey estuvo en su carro delante de los sirios, y a la tarde murió; y la sangre de la herida corría por el fondo del carro. Y a la puesta del sol salió un pregón por el campamento, diciendo: ¡Cada uno a su ciudad, y cada cual a su tierra!» (1 Reyes 22, 24-26).
Uno de los soldados sirios disparó una flecha al azar, pero le dio al rey de Israel entre las junturas de su armadura. Como los soldados llevaban armaduras para protegerse, muchas de las flechas no penetraban muy adentro. Sin embargo, el rey Acab recibió la flecha entre las junturas de su armadura, en el lugar perfecto para una herida mortal. Así que el rey Acab estaba herido e intentaba escapar del ejército Sirio, entonces le ordenó al conductor de su carro: «Sácame de la batalla». Sin embargo, la lucha fue tan intensa aquel día que el conductor del carro no pudo escapar de la batalla, y Acab tuvo que seguir luchando desde su carro. La batalla siguió hasta la tarde siguiente, y mientras el rey Acab luchaba herido, su sangre corría por el suelo del carro, y murió allí.
Ahora que el rey Acab estaba muerto en el campo de batalla, Israel perdió la batalla. Cuando la batalla estaba llegando a su fin, alguien declaró el fin de la guerra: «¡Todo hombre a su ciudad y todo hombre a su país!». Todos los ejércitos que habían luchado en la guerra volvieron a sus países, entonces el ejército Sirio volvió a Siria, el de Israel volvió a Israel, y el de Judá volvió a Judá. Pero el rey Acab ya estaba muerto.
El ejército de Israel vio que el rey Acab estaba muerto y lo trajo de vuelta a Samaria, donde fue enterrado. Al llegar a Samaria, limpiaron la sangre de su carro en una charca, y allí los perros lamieron su sangre. Entonces todo ocurrió como estaba escrito en la Palabra del Señor Dios (2 Reyes 21, 19). Esta charca estaba frecuentada por prostitutas como lugar para bañarse.
El rey Acab murió porque no escuchó al profeta Micaías. Aunque sus pecados eran tantos que merecía morir cientos de veces, si hubiese escuchado a los siervos de Dios y hubiese seguido su consejo por fe, habría vivido una vida próspera. Esto se debe a que es un gozo para Dios derramar Su misericordia eterna sobre los que merecían morir por sus pecados. Sin embargo, si alguien se resiste a la misericordia de Dios hasta el final, se niega a creer en ella, y se levanta contra ella, Dios maldice a todas estas personas tal y como lo ha dicho. En otras palabras, la justicia de Dios se cumple sin falta. De la misma manera, mientras que Dios es justo, también es misericordioso. 
Dios nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha salvado. Los falsos profetas de esta era creen que solo la sangre de Jesús derramada en el Calvario es la salvación. Por el contrario, los siervos de Dios testifican que la salvación está en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Quiénes son los verdaderos siervos nacidos de nuevo elegidos por Dios? En otras palabras, ¿quiénes son los verdaderos siervos de Dios como Micaías, y quiénes son los falsos profetas como Sedequías? Los verdaderos siervos de Dios son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y los falsos profetas son los que solo dan testimonio de la sangre derramada en la Cruz. Espero que se den cuenta de esta verdad y encuentren la gracia de la salvación de Dios al poner su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Aunque los pecados que cometió el rey Acab contra Dios eran más que suficientes para justificar su muerta, la causa directa de su muerte fue el no creer en la Palabra de Dios predicada por el profeta Micaías, y el ignorar la voluntad de Dios. Si Acab hubiese escuchado al profeta Micaías y se hubiera dado cuenta de que Dios le iba a matar, se habría arrepentido y dicho: «Señor, he pecado contra Ti». Si hubiese admitido que era incorrecto seguir los pecados de Jeroboam, y hubiese pedido a Dios que fuese misericordioso, Dios le habría perdonado. Pero a pesar de esto, aunque Dios le comunicó Su voluntad a Acab a través del profeta Micaías, Acab siguió ignorando el aviso de Micaías. Por eso tuvo que morir física y espiritualmente. 
 

Incluso en las comunidades cristianas actuales, la Palabra de Dios está siendo ignorada y solo las falsas enseñanzas prosperan

Probablemente sabrán cuántos cristianos hay en el mundo. Sin embargo, la mayoría está siguiendo los pecados de Jeroboam mientras dicen servir a Jesucristo. Aunque adoran a Dios en el nombre de Jesucristo y llaman a Dios su Padre, en realidad, solo quieren bendiciones materiales de Dios, salud física y poder y fama en el mundo. A pesar de creer en Jesús, llamar el nombre de Dios Padre y alabarle y adorarle, solo quieren bendiciones materiales. La fe materialista de estas personas está dirigida a una religión llamada cristianismo; no es la verdadera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu ante la presencia de Dios.
Como no pueden librarse de las creencias materialistas que prevalecen en la fe cristiana, muchos cristianos mueren engañados por estos falsos profetas. Su único interés en creer en Jesús es conseguir bendiciones mundanas, mientras que no tienen ningún interés en ser salvados de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Pero todos creen en Jesús como su Salvador por el bien de su carne. Invocan 3 Juan 1, 2 constantemente: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma», defienden la doctrina de las tres bendiciones como su regla. En otras palabras, adoran a Dios solo porque desean conseguir bendiciones materiales como salud, riqueza, fama y poder. Los cristianos con este tipo están adorando a una versión moderna de los becerros de oro, para acabar en el infierno, sin darse cuenta de que están siguiendo los pecados de Jeroboam. 
Por supuesto que es cierto que el Señor nos dijo: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3 Juan 1, 2). Pero el hecho de que el Señor quiera que nuestras almas prosperen ante Dios significa que debemos ser salvados de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo cuando recibimos la remisión de los pecados, podemos convertirnos en hijos de Dios y recibir todas las bendiciones espirituales del Cielo. En otras palabras, antes de pedir prosperidad material y bendiciones, tenemos que recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pero ¿cómo cree la mayoría de los cristianos hoy en día? Están atrapados en una fe materialista propagada por los falsos profetas, y por eso los cristianos de todo el mundo no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de la salvación, y aunque se lo prediquemos, siguen sin interesarse por él. Pero en realidad se aferran a la sangre derramada en la Cruz en el Calvario con su fe ciega. ¿Y ustedes? ¿Creen que la sangre de Jesús solo ha borrado sus pecados perfectamente? Si es así, con toda sinceridad, ¿no saben que sus pecados permanecen en sus corazones aunque crean en la sangre que Jesús derramó en la Cruz?
Entre los ministros de las comunidades cristianas que creen solo en la sangre derramada en la Cruz, hay muchos predicadores famosos. Sin embargo, como esos predicadores no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, puedo decir con toda confianza que no han nacido de nuevo. Así que nunca pueden salvar a sus congregaciones con sus pecados al predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué les pasaría si aprendiesen de este tipo de pastores inadecuados? Que no conocerían el Evangelio del agua y el Espíritu y no podrían nacer de nuevo. Si un hombre ciego guía a otro hombre ciego, ambos caerán en un agujero y morirán. 
De hecho, incluso en este momento, muchos líderes cristianos de hoy en día llevan a sus seguidores por el camino de Jeroboam, ya que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, ni han nacido de nuevo. Del mismo modo en que el rey Acab no había escuchado el aviso del profeta Micaías y fue destruido como resultado, los cristianos de hoy en día están siguiendo a los becerros de oro como Acab cuando se niegan a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por mucho que estos cristianos crean en la sangre derramada en la Cruz solamente, y por mucho que aprueben su fe, a no ser que encuentren a Jesucristo, que vino al mundo por el Evangelio del agua y el Espíritu, nunca serán aprobados por Dios. Aunque posean todas las riquezas del mundo y todo su esplendor, están destinados a la muerte física y espiritual como Acab. Como no quieren conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, se levantan contra Dios en su estado de pecadores y pagan la condena de sus pecados. 
Si, por otro lado, quieren recibir la remisión de los pecados de Dios y vivir por fe, deben buscar a los siervos de Dios que predican la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu como el profeta Micaías, deben escuchar la Palabra de Dios y creer en ella. Deben escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por estos siervos con sus oídos, y deben aceptarlo en sus corazones por fe. Quien no haya sido redimido de sus pecados ante Dios, debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cuanto antes Solo entonces podemos convertirnos en el pueblo santo de Dios. 
Ahora mismo, los falsos pastores en las comunidades cristianas, cuya fe es hereje ante Dios, están fingiendo ser siervos con dones espirituales, y afirman haber recibido el don de la curación o del exorcismo. Sin embargo, estos pastores deben darse cuenta de que a no ser que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, no solo serán condenados y destruidos tanto física como espiritualmente, sino que también sus seguidores serán arrojados al infierno. Esto se debe a que no conocen toda la justicia de Dios, que es la Verdad cumplida con el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, y por tanto no han podido predicar esta justicia correctamente. 
 


La razón por la que creemos en Jesús como nuestro Salvador


Creemos en Jesús, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, como nuestro Salvador. ¿Por qué creemos en Él? Creemos en Él para que nuestras almas sean salvadas de nuestros pecados. En otras palabras, creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu para convertirnos en hijos de Dios sin pecados. La razón por la que buscamos la salvación de nuestras almas del pecado del mundo, es que queremos tener la vida eterna. No creemos en Jesús como nuestro Salvador solo para asegurar nuestra prosperidad y nuestra salud física. 
El nombre de Jesús significa «el Salvador». La verdadera razón por la que vino al mundo es que tenía que salvar a la humanidad de sus pecados (Mateo 1, 21). En otras palabras, el Señor vino al mundo para salvarnos de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, no solo para darnos bendiciones terrenales. La Biblia dice que toda persona nacida en este mundo debe morir una vez (Hebreos 9, 27). Por mucho que vivamos en este mundo, el tiempo que pasamos en este mundo es una oportunidad para ser salvados de todos los pecados del mundo, y para conocer el Evangelio del agua y el Espíritu ante Dios.
Debemos darnos cuenta de la justicia de Dios que Jesús cumplió con Su agua y sangre y debemos creer en ella. Debemos reconocer que solo si vivimos por esta justicia de Dios, podremos recibir las riquezas eternas y la gloria del mundo por venir. La razón por la que Dios nos ha hecho creer en Jesús no es que nos quiera hacer prosperar en la tierra, sino que nos quiere dar la vida eterna si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Las bendiciones que Dios quiere dar a los que creen en Jesús son la remisión de los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y el derecho a ser Sus hijos, para poder disfrutar Su esplendor y gloria en el siguiente mundo. La vida de fe correcta se vive para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo.
Sin embargo, hay muchos cristianos hoy en día que creen en becerros de oro como el rey Jeroboam, y así no respetan la voluntad de Dios. En otras palabras, como el pueblo del reino del norte de Israel, y el rey Acab, los cristianos de hoy en día solo quieren prosperar en este mundo.
 

El cristianismo de hoy en día ha sido profanada por los siervos de Satanás

El Nuevo Testamento habla de cómo el cristianismo se profanaría. Está escrito en 2 Tesalonicenses 2, 9-12: «inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia». 
En otras palabras, Dios ha enviado este castigo a los que merecen morir para castigar a los cristianos que siguen los pecados de Jeroboam. Dios ha permitido que sean profanados los que entran en el cristianismo porque hay mucha gente dentro de esta religión que está cometiendo los pecados de Jeroboam. Vemos una y otra vez cómo los cristianos se encuentran con falsos profetas que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que acaban perdiendo sus posesiones. 
¿Cómo han obrado los rebeldes en el cristianismo? Los espíritus malvados entran en los corazones de los creyentes y obran en ellos a través de las enseñanzas de los falsos profetas en el cristianismo. Dios ha permitido esto. ¿Por qué ha permitido Dios Padre que les ocurran estas cosas a los que creen en Jesús? Porque no creen en el amor verdadero de la remisión de los pecados, manifestado en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. En vez de prevenir que los rebeldes trabajen en el cristianismo, Dios lo ha permitido y los ha dejado. ¿Por qué ha permitido Dios que esto ocurra, y ha dejado que el espíritu de Satanás obre en los que dicen creer en Dios, mientras que deja a los no cristianos en paz? Porque en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el amor de la Verdad, prefieren poder, signos, falsos milagros y decepción.
A través del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos darnos cuenta de cómo Dios Padre nos ha salvado de los pecados del mundo a través de Su Hijo Jesucristo, y debemos creer en esto pase lo que pase. Es absolutamente necesario entender por qué evangelio nos ha salvado nuestro Señor, si a través del Evangelio del agua y el Espíritu u otro evangelio. Antes de creer en el Señor, debemos darnos cuenta de qué Evangelio es el verdadero; debemos saber si el Señor ha borrado nuestros pecados con este Evangelio del agua y el Espíritu o no. En otras palabras, debemos distinguir el Evangelio del agua y el Espíritu de todos los falsos evangelios y creer en el verdadero Evangelio.
Sin embargo, los que no han nacido de nuevo no pueden saber si el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad o no. Sin embargo, cuando entienden el Evangelio del agua y el Espíritu pueden darse cuenta fácilmente de que el evangelio de solo la sangre derramada en la Cruz es un evangelio falso. Por tanto debemos darnos cuenta, antes de nada, de que a través del Evangelio del agua y el Espíritu Dios nos ha salvado de todos los pecados del mundo. Dios está contento de enseñar este Evangelio a todos los que quieren conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor está más que dispuesto a enseñar este Evangelio a quien quiera ser salvado.
Sin embargo, los cristianos de hoy en día no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que puede traer la remisión de los pecados, sino que siguen los pasos de Jeroboam, y confían en becerros de oro. Por supuesto, es cierto que estos cristianos también afirman creer en Jesús para ser salvados de sus pecados. Pero no han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. No les importan sus pecados. Es un hecho bastante claro que la razón por la que estos cristianos creen en Jesús es que quieren ser curados de sus enfermedades físicas, ganar riquezas materiales y fama y éxito en el mundo. Así que en vez de creer en Jesús como su Salvador, creen en Jesús como alguien que cura sus enfermedades y les hace ricos. Este es el tipo de Dios que quieren que Jesús sea. Como tantos cristianos creen en Jesús de esta manera, el cristianismo de hoy en día no es la luz del mundo, sino que está recibiendo mucho criticismo de la gente del mundo, como fuente de oscuridad.
Los cristianos de hoy en día deben arrepentirse de su fe falsa. Deben recibir la verdadera salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón y entonces deben convertirse en los testigos del Señor que extienden la verdadera luz de la salvación a todos los pecadores del mundo. A los ojos de Dios, los que siguen a Mamón son los verdaderos herejes.
Cuando Dios mira a los cristianos de hoy en día, a los que solo buscan la prosperidad material aunque digan creer en Jesús, ve que no son los que creen en Él según Su voluntad. Dios no permite que esta gente prospere, ni siquiera en la tierra, y dice: «Como creéis en Mí de esta manera, si os sano y os doy buena salud, ¿creeréis en el Evangelio del agua y el Espíritu?». Aunque Dios cure a estos idólatras de sus enfermedades físicas, no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que querrán ser más ricos y más felices, y solo querrán satisfacer los deseos de la carne. Así que al final, sus estómagos serán sus dioses y sus corazones estarán llenos de becerros de oro.
Por eso Dios les reprende, diciendo: «¿Cuándo Me temisteis? Si de verdad Me teméis, primero debéis creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que os he dado. Debéis ser salvados de sus pecados por fe. Solo entonces podréis libraros de Mis maldiciones que recibiréis por adorar a becerros de oro como Jeroboam». La fe de los cristianos de hoy en día está equivocada a los ojos de Dios. La voluntad de Dios es salvarnos de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y hacernos hijos Suyos, para que podamos vivir por Su justicia en este mundo. A pesar del hecho de que la voluntad de Dios es hacernos prosperar en el reino eterno, en vez de prosperar en el mundo, los cristianos siguen pidiéndole prosperidad en el mundo y salud física. En otras palabras, incluso los que dicen creer en Jesús como el Salvador están pidiéndole que les deje vivir una vida rica y espléndida en este mundo. Por eso su fe no es la fe que Dios quiere que tengan. Deben deshacerse de esas falsas concepciones y creer en Jesús según la voluntad de Dios.
Dicho de una manera simple, cuando Dios mira la fe de los cristianos de hoy en día, ve que estos cristianos no creen en Su justicia. La Biblia dice: «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación» (1 Tesalonicenses 4, 3). Dios detestó a Salomón cuando adoró a ídolos, y como no podía tolerar este pecado, dividió el reino de Salomón en dos como castigo, para que los israelitas se arrepintieran. Pero a pesar de esto, en vez de arrepentirse, el pueblo de Israel pensó que el castigo de Dios no estaba justificado, y por eso siguió pecando para retarle. Para ello sustituyeron a Dios por becerros de oro, corrompieron el sacerdocio establecido por Dios, y cambiaron el Día de la Expiación establecido por Él. En resumen, lo cambiaron todo. Al final, se separaron de Dios y cometieron la ofensa de levantarse contra Su justicia. Así que Dios no pudo tolerar sus pecados. 
Los representantes de hoy en día de esta gente que sigue este camino, son los líderes cristianos. Estos líderes del cristianismo de hoy en día deben examinarse a sí mismos con cuidado para ver si de verdad conocen a Jesucristo y creen en Él, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu (1 Juan 5, 6).
En el Antiguo Testamento, Jeroboam, sus hijos, y los reyes que le sucedieron, se convirtieron en herejes colectivos ante Dios. Esta gente en Israel fue destruida porque que creyó en becerros de oro como sus dioses, les ofrecieron sacrificios para adorarlos, sustituyeron a los sacerdotes por gente común, cambiaron la fecha del Día de la Expiación, y crearon altares para suplantar el Templo de Dios. El rey Acab siguió este mismo camino, y también fue exterminado por Dios. Esta gente hoy en día también será destruida por Dios. 
El rey Acab murió en la batalla. ¿Qué nos está diciendo esto? Nos dice que los cristianos herejes morirán como Acab en el futuro. Si los cristianos de hoy en día siguen creyendo en Jesús con la fe de Jeroboam, no podrán evitar el juicio de Dios. La lección del pasaje de las Escrituras de hoy es la siguiente: Del mismo modo en que Dios destruyó a Acab, también destruirá a los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y a los que, en vez de creer en el amor, la salvación y la bendición de la vida eterna que Dios les ha dado, han sustituido a Dios por becerros de oro, porque solo quieren las bendiciones materiales y salud física en este mundo, aunque digan creer en Jesús. Dios los enviará a todos al infierno.
Si los cristianos se niegan a creer en e Evangelio del agua y el Espíritu y se levantan contra la justicia de Dios, serán malditos por Dios al final de sus vidas como el rey Acab y su casa. Los no cristianos, que no creen en Jesús, están en una situación mejor que estos cristianos, porque todavía tienen la oportunidad de escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él. Cuando la gente escuche el Evangelio del agua y el Espíritu en el futuro, todo lo que tiene que hacer es creer en el Evangelio correctamente. Esta gente que no cree en Jesús todavía, Dios les dará una oportunidad para creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero los cristianos que busquen la prosperidad material y física, mientras rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu, recibirán las maldiciones eternas de Dios. Debemos darnos cuenta de que esto es lo que Dios nos ha dicho y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pero, ¿cuál es la fe de la mayoría de los cristianos de hoy en día? Como no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden creer en él, y lo que es aún peor, intentan obstruir a los que quieren creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben darse cuenta de que Dios ha permitido a los rebeldes obrar en las comunidades cristianas. La Biblia dice: «Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Tesalonicenses 2, 9-10). Por eso la injusticia, los falsos milagros, y todo tipo de decepciones abundan en el cristianismo de la actualidad. Estas cosas han aparecido por la obra de los rebeldes. ¿Quién obra ahora en las vidas de los líderes del cristianismo? Los espíritus malvados. Como resultado, estas obras que son señales falsas y decepciones están floreciendo en las comunidades cristianas de hoy en día. Estos falsos profetas mienten a las personas diciendo que han recibido el Espíritu Santo aunque tienen pecados en sus corazones, y también predican lo siguiente: «Si creen en Jesús, serán curados de sus enfermedades físicas y estarán sanos, tendrán éxito en este mundo y serán los primeros en vez de los últimos, sus negocios prosperarán y ustedes prosperarán».
Dicen: «Como los cristianos creen en Jesús como su Salvador, Dios Padre siempre les ayuda. Aunque pequen, siguen siendo el pueblo de Dios y Sus hijos, porque creen en Jesús. Dios ayuda a Sus hijos incondicionalmente. Así que si oran a Dios con fe, como buenos cristianos, y se dedican a servirle, serán bendecidos por Dios tanto física como espiritualmente».
Mientras se reúnen para orar y adorar, mienten diciendo: «Los que quieran ser curados hoy, deben poner las manos donde les duela. Voy a orar por ustedes. Les ordeno en el nombre de Jesucristo que saquen todos los demonios de enfermedad. ¡Que toda maldición se remita! Padre, te pido que los bendigas a todos. Te pido que cures sus enfermedades. Te pido que les des bendiciones materiales, para que prosperen y sean ricos». Así es como oran. Dicen que muchas personas se curan. Aunque hay algunos que testifican que han sido curados, la mayoría de los casos son mentiras. Estas cosas son falsos milagros. Es una explotación de la psicología de grupo. Es una hipnosis colectiva y la obra de espíritus malvados.
 

Los cristianos supersticiosos adoran a Jesús con fervor solo con sus emociones
 
Mis queridos hermanos, el cristianismo de hoy en día está yendo en una dirección mundana, puesto que está interesado en las riquezas materiales, en el éxito y la curación física. Estas creencias falsas son su base. En otras palabras, la obra de Satanás está en su punto álgido. Podemos ver por todos lados cómo los cristianos que no han nacido de nuevo creen en Jesús con fervor. Pero cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu a estos cristianos, rechazan este verdadero Evangelio diciendo que es demasiado extraño. Entonces, atrapados por estos falsos profetas, no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso deben darse cuenta de que están pidiendo a Dios que les maldiga.
Al contrario que los cristianos de hoy en día, los cristianos de hace una generación agonizaron por sus pecados, y sus corazones eran humildes, por lo que intentaron buscar una solución para sus pecados cuando iban a adorar. Esto no significa, por supuesto, que conocieran el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predicaran. Sin embargo, incluso cuando escuchaban un evangelio falso, lloraban arrepentidos, agonizaban por sus pecados, y creían en Jesús como el Salvador. Pero hoy en día, es difícil encontrar a un cristiano que sea humilde. Muchos cristianos de hoy en día van a la iglesia para conseguir algo material, para ser ricos y para que sus negocios prosperen. Muchos de ellos creen en Jesús para ser sanados de sus enfermedades físicas y para vivir una vida larga y sana.
Los líderes cristianos de hoy en día están predicando a sus congregaciones de la siguiente manera: «La Biblia dice que, del mismo modo en que nuestras almas prosperan, ustedes también prosperarán en su carne. Si creen en Jesús, serán curados de sus enfermedades y recibirán todo lo que necesiten. Si pagan una décima parte de sus salarios, serán bendecidos diez veces más. Si sirven a su iglesia por fe, recibirán grandes bendiciones, y serán ricos».
Del mismo modo, el cristianismo de hoy en día y sus líderes de todo el mundo están corruptos. En la era de la Iglesia Primitiva, el Evangelio del agua y el Espíritu había borrado los pecados de la gente y la había dejado sin pecado, convertido en hijos de Dios a todos los que creían, y había traído al Espíritu Santo para vivir en sus corazones. El cristianismo de hoy en día ha perdido el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que basándose en las doctrinas cristianas corruptas, predica solo la sangre derramada en la Cruz, como fuente de salvación. Del mismo modo en que Sedequías y sus compañeros, los falsos profetas, habían profetizado mentiras para contentar al rey Acab y al rey Josafat, los pastores de hoy en día, que creen solo en la sangre de Jesús derramada en la Cruz, están predicando lo que quieren oír sus congregaciones. En otras palabras, estos pastores se presentan ante Jesús y oran por el éxito de los negocios de sus congregaciones y por su salud física. 
Por supuesto, aunque los que creen en Jesús de verdad como su Salvador, siguen estando en la carne, y por eso, a veces deben orar por la carne. Sin embargo el Señor nos ha dicho: «Buscad primero el reino y su justicia y lo demás se os dará por añadidura». Antes de nada, debemos ser redimidos de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo después de esto debemos pedir por nuestra salud, nuestras necesidades materiales y varios dones, porque necesitamos estas cosas para seguir la voluntad de Jesús, que vino que Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu ni creen en él, están interesados únicamente en ganar riquezas en este mundo, en vez de buscar el Reino de Dios y Su justicia antes. En otras palabras, no tienen ningún interés en ofrecer un sacrificio de fe a Dios al confiar en Su justicia, sino que, al descartar la razón fundamental de creer en Jesús, solo están interesados en la carne ofrecida en el altar de los sacrificios, como los hijos de Elí. Estos eran sacerdotes que estaban tan corruptos que robaban los sacrificios del Señor. Tomaban la carne de los sacrificios y se la comían antes de ser ofrecida a Dios. Por desgracia, hay demasiados líderes en las comunidades cristianas del mundo que son como los hijos de Elí.
Ahora estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo porque es nuestra responsabilidad hacer saber a todo cristianos quiénes son los herejes en las comunidades cristianas de hoy en día. Todo cristiano debe saber quiénes son los herejes. Cuando examinamos si los cristianos tienen la fe correcta o no según los estándares de la Palabra de Dios, nos damos cuenta de que muchos de ellos son herejes. ¿Quién les debe decir que son herejes? Esto es responsabilidad de los siervos de Dios, que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu; es su deber decirles a estos cristianos que han caído en la herejía. Estos cristianos están atrapados en la herejía y deben darse cuenta de que son herejes.
Los cristianos de hoy en día suelen acusarse los unos a los otros de herejía. En realidad no saben quién es un hereje según la Biblia, porque nadie puede dar una definición correcta de lo que es una herejía, ya que esto solo se puede decir cuando se entiende el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice que un hereje es una persona que se ha condenado a sí misma aunque diga creer en Jesús (Tito 3, 10). Llamamos a Dios nuestro Padre porque hemos limpiado los pecados de nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por el contrario, muchos cristianos que han rechazado el Evangelio del agua y el Espíritu, hacen su confesión de fe al decir que la sangre de Jesús ha borrado sus pecados. Sin embargo, sus pecados siguen en sus corazones, y por tanto es inevitable que confiesen por sí mismos: «Soy un pecador». La Biblia llama a estas personas herejes. 
Les hago esta pregunta a los cristianos de hoy en día: «¿De verdad ha borrado el Señor sus pecados mediante la sangre derramada en la Cruz únicamente?». Los pecados se borran, no solo al creer en la sangre de Jesús únicamente, sino al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que proclama que el Señor ha borrado nuestros pecados con el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y la sangre que derramó en la Cruz. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, cargó con todos los pecados para siempre. Con el agua de Su bautismo, el Señor limpió nuestros pecados. Así que los cristianos que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu siguen pecando y están condenados. Hoy en día, los que creen solo en la sangre derramada en la Cruz, se han separado de la Verdad de la salvación, el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Aunque afirman que han borrado sus pecados mediante la sangre derramada en la Cruz, sus corazones se están pudriendo. En resumen, se han convertido en leprosos espirituales.
Los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden evitar confesar que no han podido borrar sus pecados con la sangre de la Cruz únicamente. Sin embargo, como Dios Padre ha completado la salvación a través de Jesucristo con el Evangelio del agua y el Espíritu, quien crea en este Evangelio de Verdad puede librarse de sus pecados. A pesar de esto, muchas personas en las comunidades cristianas están rechazando el Evangelio del agua y el Espíritu por culpa de su ignorancia. Esta es la razón por la que están condenándose a sí mismos. En otras palabras, los que rechazan que Dios nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, son los herejes que están pecando contra Dios por no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estos son los herejes a los ojos de Dios. 
 


¿Cómo borró Jesucristo nuestros pecados cuando vino al mundo?


Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo encarnado en un hombre. Cuando cumplió los 30 años, cumplió toda la justicia de Dios al ser bautizado por Juan el Bautista, diciéndole: «Permíteme hacer ahora porque conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Al hacer que Su Hijo fuese bautizado por Juan el Bautista, dejar que fuese crucificado y hacer que resucitase de entre los muertos, Dios Padre cumplió toda Su justicia. Para perdonar todos los pecados del mundo, Jesús cargó con los pecados al ser bautizado en el río Jordán. Entonces fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir, y al levantarse de entre los muertos de nuevo, se ha convertido en nuestro Salvador.
La mayoría de los cristianos no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, y por eso lo están rechazando. Dicen que están sin pecados al creer solo en la sangre derramada en la Cruz, pero esta creencia no es correcta. Durante casi 2,000 años hasta este momento, muchos cristianos que han dicho creer en Jesús, solo han creído en la sangre derramada en la Cruz, pero siempre han seguido siendo pecadores. Pero los cristianos siempre nos preguntan qué hay de malo en creer solo en la sangre derramada en la Cruz. Dicen: «¿Están diciendo que millones de personas que creen en Jesús irán al infierno?».
Así que tengo cuidado de no dejar que mis emociones controlen mis palabras, y dejo que mis palabras se basen en mi fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Puedo decir con toda confianza que estos cristianos se han convertido en herejes, porque sus pecados permanecen en sus corazones aunque digan creen en Jesús. Incluso se dice que Lutero oraba todas las mañanas de la siguiente manera: «Señor, no me lleves a la tentación, y borra mis pecados». Esto es una prueba de que Lutero no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu.
Los que creen solo en la sangre derramada en la Cruz, en vez de en el Evangelio del agua y el Espíritu siguen siendo pecadores, porque sus corazones tienen siempre pecados. Por el contrario, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden ser salvados de sus pecados. Por muy insuficientes que seamos, si de verdad creemos en la Verdad de que el Señor ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos ser salvados de nuestros pecados. Los corazones de los que creen en esta Verdad están sin pecados gracias al Evangelio del agua y el Espíritu. Como creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu, no tenemos ningún pecado en nuestros corazones. Como el Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, los que creen en él están sin pecado para siempre.
En otras palabras, nuestros pecados no se borran por creer solamente en la sangre de Jesús derramada en la Cruz ni ofreciendo oraciones de penitencia. El Señor nos ha salvado a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, al tomar nuestros pecados sobre Sí mismo a través de Su bautismo, y al pagar la condena de estos pecados en la Cruz. A no ser que limpiemos nuestros corazones con el bautismo de Jesús y Su sangre, que constituyen el Evangelio del agua y el Espíritu, estos pecados nunca serán limpiados. 
Jesucristo vino por el Evangelio del agua, la sangre y el Espíritu (1 Juan 5, 6-8). Por eso decimos que Jesucristo es nuestro Salvador eterno. Creemos que es nuestro verdadero Salvador precisamente porque vino al mundo, cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista para salvarnos, fue condenado en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado para siempre. 
Todos los seres humanos fuimos creados a la imagen de Dios. Este es el medio por el que todo el mundo puede convertirse en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha creado para esto. Por eso Dios Padre envió a Su Hijo al mundo y dejó que aceptara los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, que cargara con ellos a la Cruz, fuese crucificado y se levantase de entre los muertos para ser nuestro Salvador eterno. 
No deben creer en las oraciones herejes de los falsos profetas. Incluso hoy en día estos líderes herejes engañan a sus seguidores diciendo: «En este momento, me gustaría que pusiese su mano donde le duela. Al ser crucificado, nuestro Señor cargó con todas nuestras maldiciones, sufrimientos y muerte, y ha curado nuestras enfermedades y nos ha hecho ricos». Si siguiésemos los deseos de la carne, esta oración sería música para nuestros oídos. Si observamos esta Verdad a la luz del Espíritu de Verdad, vemos que nos hará seguir los pecados de Jeroboam. Les pido que no se dejen engañar por estas mentiras.
Cuando el rey Acab se negó a escuchar el consejo del profeta Micaías, selló su propio destino. Al desobedecer de esta manera, Acab se condenó a morir, pero además llevó a muchos hombres de su ejército y del ejército de Josafat a la muerte. ¿Cómo pudo el ejército de Acab seguir luchando cuando su rey estaba muerto? Cuando los adversarios se enteraron que Acab estaba muerto, los israelitas ya habían perdido la batalla. Incluso los oficiales del ejército de Israel estaban paralizados de miedo cuando vieron que su rey estaba muerto, así que tuvieron que huir para salvar sus vidas.
Por culpa del rey Acab y el rey Jeroboam, ¿cuántos israelitas fueron engañados y murieron? Muchas personas en el reino del norte de Israel murieron física y espiritualmente engañados por esos reyes. ¿Cuántos de ellos murieron en la batalla contra Siria cada día? Los líderes cristianos de hoy en día están llevando a multitud de creyentes al infierno al rechazar el Evangelio del agua y el Espíritu, creer solo en la sangre de Jesús y predicar este falso evangelio a sus congregaciones.
Los falsos profetas de hoy en día residen en las comunidades cristianas son exactamente como los 400 profetas que residían en Israel durante los tiempos del rey Acab. Como no prestaron atención a la voluntad de Dios, solo dicen lo que la congregación quiere escuchar. Solo porque alguien crea en Jesús, ¿hay alguna garantía de que sus negocios nuca vayan a ir mal? ¿Acaso los empresarios cristianos son inmunes a la bancarrota? ¿Acaso Dios no les deja fracasar porque crean en Jesús? No, eso es una tontería.
Sin embargo, todavía estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a estos cristianos. Los nacidos de nuevo deben unir sus corazones con el Evangelio del agua y el Espíritu proclamado por la Palabra de Dios, y con esta fe deben luchar contra los que propagan el falso evangelio. ¿Creen que esta lucha es innecesaria y que solo debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu? Sin embargo, como hay un dicho que dice que si te conoces a ti mismo, y conoces a tu enemigo, puedes ganar cien batallas, para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los herejes, debemos conocer su fe, y solo así podremos ayudarles con la verdadera fe. Con la Palabra de Verdad, debemos salvar a todos los herejes de las comunidades cristianas. 
El cristianismo está lleno de miles de herejes. ¿Es esto demasiado para ustedes? Quizás se estén preguntando: «¿Está diciendo que incluso los reformistas religiosos del siglo XVI no creían en el Evangelio del agua y el Espíritu?». La respuesta es sí. Estas personas no empezaron el movimiento de la Reforma desde el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces se preguntarán de nuevo: «¿Significa esto que solo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son creyentes ortodoxos?». De nuevo la respuesta es sí. Las personas sin pecado que creen en la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu son los únicos que han sido salvados por Jesús. 
Nuestra única tarea es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Entonces los que creen, creen, y los que no creen, podrán ser salvados en las tribulaciones, si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si la gente cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, recibirá las bendiciones de Dios, pero si no cree en este Evangelio será arrojada al infierno. Debemos enseñar a los cristianos el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente. Debemos entender quiénes son los herejes en las comunidades cristianas, y debemos enseñarles esto. 
Por eso estoy tratando el problema de la herejía en el cristianismo de todo el mundo. Incluso ahora mismo, muchos líderes de las comunidades cristianas están llevando a sus congregaciones al infierno. Por eso estoy predicando la Palabra de Dios, para que esta gente atrapada en la herejía sea salvada. 
¿Cuántos cristianos están siguiendo los pecados de Jeroboam? Espero que estos cristianos se den cuenta de que recibirán maldiciones terribles de Dios por adorar a los becerros de oro como Jeroboam, y que un día, todos creerán en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben darse cuenta de que, por culpa de estos pecados, están malditos para siempre. Por eso debemos tener compasión, orar por ellos y salvarlos de los pecados del mundo y de su fe hereje. No debemos dejar pasar su ignorancia, sino que debemos tener compasión por ellos, orar a Dios para que los salve y predicarles por fe el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de la salvación eterna.
Espero que Dios nos permita cumplir toda esta obra que nos ha confiado, y entonces podremos presentarnos ante el Dios de Verdad como Sus siervos buenos y fieles. Oro por que la bendición de la salvación que nos ha traído este Evangelio del agua y el Espíritu, recaigo sobre todo cristiano atrapado en la herejía. ¡Amén!