(Marcos 1:1-11)
“Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en Los Profetas:
‘He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
el cual preparará tu camino delante de ti.’
‘Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’.
Bautizaba Juan en el desierto y predicaba el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan estaba vestido de pelo de camello y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: ‘Viene tras de mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.’ Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los Cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los Cielos que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.’”
¿Cómo están ustedes hoy? Hoy es 28 de febrero y mañana el 1º de marzo. Siento que la temperatura ambiente está por encima del punto de congelación, aunque en realidad afuera estamos a 12 grados centígrados bajo cero ahora mismo, y quizá es porque marzo está por llegar con la primavera. Puede ser por la expectativa de que el tiempo cálido de la primavera ya viene de seguro.
¿Cuál es la flor que al llegar la primavera florece primero? Es la forsitia. Comenzábamos el 1º semestre de la escuela en marzo, cuando acudía a ella hace mucho tiempo. Después de haber pasado unas tres semanas de inicios del año escolar, podía ver las azaleas de color rosado en las colinas cuando volvía a casa, de la escuela. Podía ver pintadas las azaleas color rosa-rojizo que cubrían la montaña entera. Los tiempos cuando iba a la escuela me vienen a la mente.
El clima se pone caliente cuando viene la primavera. Y los pájaros cantan, y nuevos retoños brotan de las ramas de los árboles, florecen las forsitias, y las azaleas también. Muchas flores salvajes que ni siquiera sabemos sus nombres, flores amarillas, rojas, florecen. Haciendo memoria, creo que las que florecen primero son las forsitias. Hubo una época en que físicamente no estaba sano y estaba enfermo, y el invierno estuvo muy duro. Estuve encamado durante ese invierno y sólo deseaba que llegara la primavera. Aunque aún era invierno, las forsitias seguían brotando, y florecían de color amarillo en algunos lugares asoleados en la región del sur de Corea, ya que allí era cálido aun en el invierno. Así florecía en algunos lugares, aunque seguía siendo invierno. En el verano crecen flores de calabaza amarillas, y son tan maravillosas. Tiene una hermosa vista cuando las flores de calabaza están en pleno florecimiento. Algunas personas bromean diciendo que las flores de calabaza no son flores, pero que son muy bonitas. Podemos cosechar muchas calabazas cuando hay mucho sembradío y están en pleno florecimiento.
Estamos hablando de este agradable tiempo. Sin embargo, debemos continuar haciendo la obra de Dios porque no tiene fin. Más dinero tiene que ser ofrecido a nuestras misiones para que podamos imprimir libros y hacer la obra de Dios, pero hay mucho material de impresión que hemos dejado aparte por ahora.
La Palabra de Dios que voy a compartir con ustedes hoy es del Evangelio de Marcos, capítulo 1, versículo 4. El ministerio de Juan Bautista aparece desde el capítulo 1 en el Evangelio de Marcos también. Registra, “Juan venía bautizando en el desierto y predicando un bautismo de arrepentimiento para la remisión de pecados.” Juan Bautista intentó difícilmente conducir a la gente hacia Dios. Juan Bautista vivía en el desierto arropado con pelo de camello y fajilla de cuero en la cintura, y comía langostas y miel silvestre.
Hasta ahora, les he hablado sobre el ministerio de Juan Bautista. También, hoy quisiera hablar sobre su vida en vez de estas cosas. Quiero hablar sobre Juan Bautista que llevó una vida diferente de la gente común.
La vida de Juan Bautista
Podemos ver que la vida de Juan Bautista era muy diferente a la de la gente común. El ministerio y la vida de Juan Bautista era bautizar a Jesucristo y dar testimonio de que Él es el Salvador de la humanidad. La vida de Juan Bautista parece rústica porque él era una persona que tuvo que cumplir con la responsabilidad de un alto sacerdote que señalaba los pecados de toda la gente corrupta de aquel momento y hacía que estos pecadores volvieran a Dios. Juan Bautista vivió una vida que no era de este mundo para hacer esta obra. Para Juan Bautista era posible vivir tal vida porque él estaba profundamente conectado a la voluntad de Dios. Era porque la obra de Dios encomendada a él… era tan importante.
Hubo una época en la que deambulaba por doquier desanimado, aunque después de creer en la Palabra del Evangelio del agua y del Espíritu dado que no sabía cómo debía llevar mi vida. Sé que ustedes también tuvieron alguna experiencia como yo. Hubo una época en la que dudaba, aunque ya había recibido la remisión de pecados en mi corazón creyendo en la Palabra del Evangelio del agua y del Espíritu, porque no sabía hacer la obra de Dios. Ustedes pueden haber tenido ese tipo de ansiedades en su corazón y no sabían qué camino tomar al igual que yo, porque no conocían la voluntad de Dios. Era probablemente porque tuvimos que cambiar de la antigua manera de vida que sin fe habíamos vivido en este mundo, a la vida verdadera de la fe. Debemos por lo tanto cambiar nuestra manera de vivir para llevar una vida de fe, de creer en la justicia de Dios, tras creer en el Evangelio del agua y del Espíritu. Debemos llevar una vida de fe siguiendo la justicia de Dios porque no podemos vivir más según el antiguo modo de pensar. Es porque una vida sin fe no puede servir más al Evangelio del agua y del Espíritu. Y es porque no podemos seguir al Señor hasta el fin del mundo, más que con una vida de fe. Ustedes y yo fuimos capaces de recibir la redención de pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y fuimos capaces de vivir una vida diferente a la de la gente de este mundo.
No quisimos llevar tal vida de fe desde el principio. Era posible porque habíamos recibido la remisión de pecados creyendo en el Evangelio del agua y del Espíritu. Por lo tanto, tuvimos que vivir una vida de fe que es diferente de la gente del mundo, como justos que creen en el Evangelio del agua y del Espíritu. Es porque podemos predicar la salvación que nuestro Señor nos ha dado, es decir, este Evangelio del agua y del Espíritu, a la demás gente y hacer que también reciban la salvación. Porque vivimos una vida diferente de la gente de este mundo como creyentes del Evangelio del agua y del Espíritu. Debemos ahora seguir al Señor aún con más devoción por la fe de creer en la justicia de Dios. Debemos hacer esto aunque si no disfrutamos de la vida próspera que la gente promedio persigue. Todos los que viven en este mundo desean vivir la vida como quieren. A la gente le gusta disfrutar de cosas carnales y también quieren vivir una vida común y corriente. Sin embargo, mientras que creemos y servimos el Evangelio del agua y del Espíritu, venimos a saber la razón por la que no debemos vivir de esta manera, como la gente de este mundo. Por lo tanto, no podemos llevar una vida como la gente del mundo. Llegamos a esta conclusión porque queremos con fe, predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y vivir por nuestra fe ante la presencia de Dios.
Por lo tanto nos preocupamos aún más, y abrimos nuestros corazones a veces ampliamente a todo el mundo y luego, lo cerramos de nuevo y después lo volvemos a abrir, y así hacemos repetidas veces en nuestras vidas. Ustedes y yo debemos pensar más profundamente en la vida de Juan el Bautista haciendo preguntas, “¿cómo hizo Juan el Bautista para vivir en el desierto y señalar los pecados de la gente y dar testimonio de que Jesucristo es el salvador?” Debemos hacer la misma clase de labor para llevar una vida de servir el Evangelio del agua y del Espíritu. Podemos ver que también estamos haciendo tal trabajo, que Juan el Bautista hizo ya. No podemos cumplir todas las misiones que Dios nos ha encomendado a nosotros sino vivimos según la voluntad de Dios de la manera que vivió Juan el Bautista su consagrada vida del mundo en el desierto. En vez de ello, tenemos que volvernos gente con la fortuna de vivir por la fe.
Nosotros los que creemos en el Evangelio del agua y del Espíritu estamos viviendo una vida como “un pequeño Juan el Bautista” según la justicia del Señor. No podemos sino llevar una vida consagrada de gentes normales para servir el Evangelio del agua y del Espíritu. Debemos vivir absolutamente una vida siguiendo la justicia de Dios y la guía del Señor. La manera de llevar una vida consagrada del mundo es vivirla creyendo y siguiendo la justicia de Dios.
Una vida de “Nazareno” según lo escrito en el Viejo Testamento
Aunque durante la era del Viejo Testamento, había gente que vivió la vida de un “Nazareno” que significa “una persona consagrada a Dios.” Sansón fue así. Un “Nazareno” era una persona que había sido consagrada y ofrecida a Dios y que vivía una vida aparte del mundo. Sansón no debió haberse cortado el pelo ni tampoco debió haberse afeitado las cejas. La gente que ahora sirve el Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo, después de recibir la remisión de pecados puede parecer diferente en su aspecto exterior, pero nosotros debemos vivir esta vida de fe espiritualmente. Pienso que las gente que quieren vivir esta vida espiritual, esencialmente son las versiones modernas del Nazareno, aunque haya probablemente una cierta diferencia en que tan devoto es uno para vivir una vida cercana a la voluntad de Dios.
¿No quisiéramos ustedes y yo también vivir como la gente del mundo mientras creemos y seguimos así al Señor? Ustedes y yo también tenemos tales corazones. ¿Sin embargo, el Evangelio del agua y del Espíritu sería predicado al mundo entero sinó viviéramos una vida como los Nazarenos? No podemos vivir una vida como el pueblo común y corriente del mundo porque el Evangelio del agua y del Espíritu no se ha predicado completamente a través del mundo entero todavía. La predicación del Evangelio genuino no puede ser cumplida si vivimos como la gente ordinaria de este mundo. Queremos vivir como la gente del mundo y podemos hacerlo, pero no vivimos así porque tengamos que.
Creemos en la justicia del Señor y queremos seguirlo
Intentamos no tener otros Dioses ante la presencia del Señor, y también vivir por la fe creyendo en la justicia de Dios y sacudiendo de todos los residuos impuros del mundo acumulados en nuestros corazones. Para hacer esto, debemos primero entender que es la vida de la fe en la justicia de Dios. Los ministros debemos también saber que vivimos una vida de fe que es diferente de la gente del mundo, como la manera que Juan el Bautista predicaba la palabra de Dios mientras que vivía en el desierto. Debemos también desechar nuestros deseos carnales para seguir la justicia del Señor por la fe. Quiero decirles que, es una vida recta para nosotros el vivir para la justicia de Dios. Es correcto el vivir una vida consagrada de este mundo, como hizo Juan el Bautista. De otra forma, no podemos absolutamente seguir la justicia del Señor por la fe. Cómo podemos seguir al Señor haciendo todas las cosas que hace la gente del mundo, fascinándose con las estrellas de cine que a la gente del mundo le gustan, y siguiendo a las estrellas como fanáticos, refrán, “oh, mi amor, mi amor.” Uno nunca puede seguir la justicia del Señor si su corazón se aleja así.
Todos estos pensamientos y deseos del mundo surgen en nuestros corazones de los que trabajamos en la iglesia de Dios. Pero nuestros corazones deben realmente estar con la justicia de Dios, apartados del mundo, de la manera como Juan el Bautista vivía en el desierto, o similar a como los Israelitas conocieron a Juan el Bautista en el desierto. Debemos tener el corazón de la justicia y no como el corazón de la gente carnal. Debemos ser así, a fin de servir el Evangelio del Señor del agua y del Espíritu. Debemos en nuestros corazones seguir la justicia de Dios y limpiarlos, confirmarlo por la fe, y guiar de verdad nuestros corazones a Dios. ¿Cómo podemos seguir la justicia del Señor si no tenemos el corazón para seguir al Señor solamente? No podemos seguir la justicia del Señor aunque queramos, si nuestros corazones son como los corazones de la gente carnal de este mundo.
Aquí hay muchos entre nuestros estudiantes de primaria y de la secundaria a quienes les atraen las cosas que les gustan a los adolescentes del mundo y las siguen. Ustedes siguen probablemente tales cosas a un cierto grado, ya que no están completamente liberados de las iniquidades de este mundo. Aun así, ustedes deben tener un corazón que sea diferente del de los adolescentes del mundo para servir el Evangelio del Señor del agua y del Espíritu y también vivir una vida consagrada de fe como Juan el Bautista, para conservar esta fe. Vivimos por la fe de creer en la justicia de Dios así, aunque nuestra carne sea débil. Podemos vivir justamente si disponemos nuestros corazones para vivir por la fe ante la presencia de Dios. No podemos vivir tal vida si no tenemos un firme conocimiento en nuestros corazones de esta manera. Podemos seguir y servir la justicia del Señor fielmente por la fe de creer en ella, solamente si vivimos una vida consagrada apartada de este mundo.
No estamos sirviendo al Señor fielmente ahora, si no podemos vivir como Juan el Bautista. Es igual para los adultos jóvenes así como para nuestros adolescentes. Los adultos jóvenes también tienen el deseo de vivir como la gente joven ordinaria de este mundo. Es igual para los hombres y las mujeres adultos y los ministros también. Sin embargo, ¿podemos seguir la justicia del Señor si vivimos así? La cuestión es si podemos servir el Evangelio del agua y del Espíritu si vivimos siguiendo las corrientes de este mundo. Debemos vivir una vida consagrada separada del mundo porque no podemos servir el Evangelio sino con tal vida. Debemos todos desear el llevar la vida de Juan el Bautista que predicó la voluntad de Dios en el desierto.
Queridos compañeros creyentes, si fuéramos a llevar la misma vida de la gente de este mundo, el Señor llamaría a los otros trabajadores y atestiguarían este Evangelio del agua y el Espíritu hasta los confines de la tierra. Para ilustrar esto, tengo que hablar usando cierta persona como ejemplo. Pero puede ser que ofenda a esa persona si lo utilizo como ejemplo. Así que para evitar esto me utilizaré yo mismo de ejemplo.
Soy feliz porque creo en la justicia del Señor
He recibido realmente tales grandes bendiciones después de encontrar al Señor, que vino por el agua y el Espíritu. Tengo compañerismo con toda la gente justa de este mundo. Puedo también hacer la obra de Dios. Puedo vivir la vida de fe de creer y sigue la justicia de Dios junto con ustedes. Puedo tener compañerismo espiritual así, después de conocerlos a ustedes y también hacer obras justas. ¿Quién puede ser más feliz de lo que soy? Soy una persona feliz en el Señor.
Sin embargo, pensémoslo de una manera carnal. La gente carnal me pregunta, “¿Cuánta gente atiende a su iglesia?” Oigo tales cosas cuando encuentro gente que no cree en el Evangelio del agua y del Espíritu. ¿Pero por qué me hacen tal pregunta? Verdaderamente me están preguntan cuánto gano al mes al hacerme tal pregunta. Y me preguntan, “¿qué coche tienes?”
Mi orgullo carnal crece en mí también cuando me preguntan estas cosas. He ministrado por más de diez años fundando iglesias después de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu. Y hay mucha gente que ha fundado una iglesia después que yo. Pero algunos de estos pastores construyen enormes y suntuosos edificios de iglesias y andan en un auto nuevo y bonito. Y algunos dicen, indirectamente, no directamente a mí, “yo predicaba en una reunión de reavivamiento y cierta diaconisa le compró un Hyundai Ranger 3,000 c.c. nuevo a un pastor de su iglesia.”
En un sentido humano, yo también quiero andar en un coche más lujoso que el que tengo actualmente. Quiero decirles a ellos, “puedo andar en un coche mejor que el que ustedes están manejando.” Lo siento. Solo estoy diciendo esto por mí mismo. Pienso y me digo a mi mismo tales cosas por esos pastores no-nacidos de nuevo que tengo en mente. Hablo a mí mismo, “tontos inmundos.” Ustedes no deberían aceptar cuando un miembro de su iglesia quiere comprarles una Ranger, un coche grande, y en lugar de ello, traer uno pequeño. ¿Andan ustedes manejando una Ranger presumidamente? ¿Cómo podrían aceptarlo aunque se los regalara alguien, cuando cuesta más que algunos miles de dólares americanos por mes el traer una Ranger? ¿Cuándo menos conocen el Evangelio del agua y del Espíritu? ¿Predican ustedes el Evangelio del agua y el Espíritu aunque sea a su congregación? Ustedes solo le sacan el dinero a los miembros de su iglesia.” Desde una manera de pensar humanística, es verdad que yo también quiero andar conduciendo un mejor coche cuando alguien dice que tiene un Ranger y también quiero elevar mi orgullo más que esa persona. En el sentido humano, así es.
Estoy diciendo que, no tienen nada que les pueda yo envidiar si no hubiera vivido la vida de predicar el Evangelio del agua y del Espíritu. ¿Sin embargo, glorificaría a Dios el que yo trajera un auto tan lujoso? Lo haría si tal vida fuera provechosa al Evangelio del agua y el Espíritu, pero porqué tendría yo que manejar un coche tan costoso cuando no es provechoso para predicar el Evangelio. Pero el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios me dio vale mucho más que los placeres que ellos gozan de la vida. Es porque el valor y la importancia que la gente que tiene mucho dinero recibe al traer un auto así, no es tan grande como el valor de la salvación que Dios me ha dado. El Evangelio del agua y del Espíritu que estamos predicando tiene mucho mayor valor que las cosas ellos disfrutan.
Sin embargo, no significa que no tenga un corazón carnal como la gente del mundo en lo absoluto. También tengo tal corazón. Pero cuando reconsidero todo esto, tal vida no es apropiada ante de la presencia de Dios. ¿Además, cómo se sentirían los otros ministros si yo trajera tal coche? ¿No querrían también hacer esto? ¿Si esto sucediera, no nos distraería de servir el Evangelio del agua y del Espíritu? Por lo tanto no es apropiado. No puedo seguir absolutamente los deseos de la carne, aunque también tenga un corazón carnal. Tengo tal corazón pero así, yo no puedo vivir. Y es porque no hay nada que ganar espiritualmente, aunque yo ande tras los deseos carnales.
Debemos por lo menos llevar una vida consagrada con fe, la cual es diferente a la de los cristianos no-nacidos de nuevo
Debemos hacerle así. Sólo así, podemos servir el Evangelio del agua y del Espíritu, y también satisfacer fielmente las obras que Dios nos ha encomendado. No podemos servir el Evangelio del agua y del Espíritu si vivimos como la gente de este mundo. ¿Cómo podríamos servir este Evangelio si viviéramos de la manera que ellos viven?
Amados compañeros creyentes, ¿qué mérito habría en llevar una vida consagrada si sólo viviéramos para la carne? El Señor nos ordenó a ustedes y a mí el dar testimonio del Evangelio del agua y del Espíritu hasta los confines del mundo. Debemos servir y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu a fin de cumplir con el papel de testigos de la justicia de Dios, pero no podemos realizar esta misión con un corazón que sea igual al de la gente de este mundo. El Señor ni siquiera utilizaría una persona así y tal persona no podría hacer la labor de una obra así correctamente, aunque el Señor utilizara a tal persona. Por lo tanto, debemos olvidarnos de ese mundano corazón en nuestra forma de pensar.
Debemos sufrir dificultades espirituales al creer y seguir la justicia del Señor. Debemos cargar nuestra propia Cruz y también abstenernos de nuestros pensamientos carnales. Es natural que suframos varias dificultades. ¿Pero qué gran remuneración le sigue a eso? ¿Qué tan grande es el beneficio que tiene la gente que ha vivido una vida justa ante la presencia de Dios, la gente que ha vivido por su fe? Aunque trabajemos duro por la justicia del Señor, no se puede comparar con las bendiciones que el Señor nos da. En consecuencia, si consideramos esto en términos de fe, muchas más bendiciones se dan a los que llevan una vida espiritual. Y aparte de esto, llevamos una vida consagrada porque la vida de seguir la justicia de Dios es recta. Ustedes y yo llevamos tal vida por la fe, como Juan el Bautista vivía en el desierto. El justo vivirá por la fe solamente.
Esto es lo que estoy diciendo aquí. Aunque vivamos solamente por un día ante la presencia de Dios, debemos eliminar las cosas inmundas que llegan a nuestras mentes carnales diariamente y vivir por la fe de creer en la justicia de Dios. Es difícil seguir la justicia del Señor si no quitamos los residuos inmundos de nuestros corazones. Cuando el Señor encomienda una nueva obra a tal gente, sufren dolores de cabeza y se ponen tristes carnalmente. El Señor dijo: “Hay quienes reparten, y les es añadido más;
Y hay quienes retienen más de lo que es justo,
pero vienen a pobreza” (Proverbios 11:24). Esta palabra de Dios se está refiriendo directamente a la gente que sirve el Evangelio del agua y del Espíritu. El Señor nos bendice espiritual y físicamente cuando ustedes y yo vivimos para la justicia del Señor. Por lo tanto, prosperamos espiritual y físicamente.
Por lo tanto, los justos viven para la predicación del Evangelio del agua y del Espíritu, aparte de la rutina trivial de la vida cotidiana. Los justos viven para cumplir la gran comisión por la fe. Por tanto, debemos vivir la vida de fe como Juan el Bautista. Dios dijo que los que somos así, debemos tener nuestros corazones rectos. Dios nos ha concedido a ustedes y a mí tales corazones. Siempre doy gracias a Dios de corazón, cuando veo los hermanos, las hermanas, y a colaboradores que están trabajando en la iglesia de Dios. Doy gracias por el hecho de que Dios ha permitido el quitarnos los residuos inmundos de nuestros corazones, quitarnos los pensamientos carnales, y que nos hizo realizar la obra de Dios, dándonos tales corazones que siguen la fe, para servir realmente el Evangelio del agua y del Espíritu, como en la forma que Juan el Bautista predicó la palabra de Dios en el desierto. Sinó, no podríamos cumplir la predicación de este preciado Evangelio.
Ustedes y yo debemos tener el corazón de la justicia y la fe que se prepone vivir para la justicia de Dios así como clamaba y seguía Juan el Bautista la voluntad del Señor, mientras vivía en el desierto. Estamos realizando esta obra porque el Señor nos ha dado esta fe y el corazón de llevar la responsabilidad para cumplir esta obra. ¿Sinó, quién podría desempeñar esta obra con su fuerza carnal? Nadie en este mundo puede realizar esta labor sin el corazón dado por Dios, que busca la justicia de Dios.
Podemos vivir tal vida porque el Señor nos ha dado el corazón de seguirlo con estos pensamientos espirituales, en vez de pensamientos carnales al vivir en el mundo. Y el Señor quita constantemente los residuos inmundos de nuestros corazones con la palabra de Dios y del Espíritu Santo de modo que podamos vivir así. El Señor ha hecho que nos fijemos la meta de predicar el Evangelio al mundo entero y ha hecho que vayamos a este propósito. De otra forma, todos moriríamos espiritualmente. Queridos hermanos creyentes, ¿ustedes piensan que vivimos así porque no sabemos cómo vivir una vida normal que todos desean vivir? Cada uno puede vivir según sus deseos. Pero el Señor dijo:
“Los entendidos resplandecerán
como el resplandor del firmamento;
Y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).
Los creyentes no-nacidos de nuevo no pueden llevar tal vida de fe que nosotros podemos llevar para otras personas así. Para vivir tal vida de fe, uno debe tener fe de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu ante la presencia de Dios y también definir nuestras mentes para seguir la justicia de Dios. Debemos vivir con un corazón que diga: “Es justo para nosotros el predicar el Evangelio del agua y del Espíritu. Aunque haya muchas dificultades en la predicación del Evangelio y aunque pierda todo, predicaré este Evangelio si es provechoso para cumplir la voluntad de Dios.” Entonces, el Espíritu Santo en nuestros corazones estará satisfecho y nos ayudará. Él lleva nuestros corazones por el camino de la justicia. Debemos tener presente que podemos vivir para la justicia de Dios solamente si Dios nos ayuda. Dios ha hecho que llevemos tal vida ayudándonos, salvándonos de los pecados del mundo, y también dándonos corazones para vivir para la justicia del Señor.
Juan el Bautista vivió una vida consagrada aparte de la gente del mundo
Juan el Bautista fue diferente desde su nacimiento y vivió así toda su vida. Ustedes los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora también son diferentes de la gente del mundo. Aunque hayamos vivido una vida como la otra gente antes de creer en el Evangelio del agua y del Espíritu, pero la vida que ahora estamos llevando después de que recibiéramos la remisión de nuestros pecados, creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu es bastante diferente a la de ellos. Nos hemos vuelto así, según está escrito: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Por supuesto, algunas cosas carnales surgirán continuamente aún después de que nos hayamos renovado. De todas maneras debemos verdaderamente cortar de verdad esas tantas ramas carnales para servir este Evangelio del agua y del Espíritu. Hay tantas de estas cosas. Pero a pesar de esto, ustedes y yo nos dedicamos a la obra de Dios. Ustedes y yo estamos haciendo la obra de Dios porque el Espíritu Santo, la Palabra de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu, y la Iglesia de Dios se apoya en nosotros.
Piensen en la vida de Juan el Bautista. Su vida es nuestra vida. No es nada más Juan el Bautista quien había llevado una vida así. Estamos viviendo como él también. Ustedes deben darse cuenta de que está llevando una vida que está en cierta manera aislada de este mundo aunque nuestra carne viva en este mundo. Ustedes y yo, y todos los justos que están viviendo para la justicia del Señor deben llevar tal vida por la fe.
Una estrella de cine famosa en Corea se suicidó hace apenas poco tiempo, y la gente decía, “no entiendo por qué ella tuvo que morir así.” Pero los justos sabemos exactamente la razón por la que ella lo hizo. Esta mujer se suicidó debido a sus pecados y su vacío espiritual. ¿Cómo podemos saber esto? Sabemos esto claramente porque el Espíritu Santo de Dios está en nuestros corazones. Esta actriz iba a la iglesia regularmente. Así que, ella conocía la Ley de Dios. Una persona que conoce la Ley de Dios no puede vivir por la angustia, si tienen pecado en sus corazón. Una persona así, no tiene apetito, no puede dormir bien, y es susceptible a suicidarse. La gente de este mundo que no conoce la justicia de Dios no puede ser liberada de la agonía del pecado porque sus pecados la desmoralizan. Mucha gente se ha matado debido a sus pecados. No se habrían suicidado si hubieran sabido alguna vez del Evangelio del agua y el Espíritu. Hasta los directores de cine y los reporteros se sienten muy tristes, y dicen con pena, “no entiendo por qué se suicidó. Ella pudo haber sido una superestrella si hubiera superado los problemas que tenía”, ¡pero sabemos que tenía realmente una razón para matarse, debido a sus múltiples pecados!
Cuando el Señor cargó la Cruz al monte del Gólgota, mucha gente sintió compasión por Él y lloró. Pero Jesús les dijo: “No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos” (Lucas 23:28). Esto significa que cada uno debe llorar por si mismo. La biblia dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Esto significa que es apropiado que cada quien debe recibir el juicio y ser echado al fuego del infierno por los pecados en su corazón. Después de nacer en este mundo, una persona muere una vez después de vivir la clase de vida que fuera y después es echada en un crematorio y lanzada al fuego eterno que nunca se apaga. Esta es la inevitable suerte de todo ser humano.
Ustedes y yo también habríamos sufrido tal destino, pero afortunadamente hemos conocido el Evangelio del agua y del Espíritu. Así, hemos recibido la remisión de nuestros pecados por la fe. Por lo tanto nos hemos hecho hijos de Dios. Y hasta hemos recibido vida eterna. Y el Señor nos ha ordenado a los que nos hemos hecho sus hijos, que prediquemos este Evangelio del agua y el Espíritu a toda la gente, mientras vivamos en este mundo. Nos hemos vuelto la gente que debe hacer la obra que el Señor ha ordenado. Nos hemos vuelto una persona espiritual como Juan el Bautista a fin de hacer la obra de Dios. Nos hemos convertido en trabajadores de Dios aunque no queramos. Queridos compañeros creyentes, ¿hay alguna persona entre ustedes aquí en la Iglesia de Dios que haga todo según sus deseos carnales el 100% del tiempo? Realmente, no podemos hacer tales cosas aunque queramos porque estamos tan ocupados. ¿Es esto verdad, o no? Es verdad. El que no tengamos nosotros que hacer la obra de Dios, es precisamente el camino más corto a nuestra destrucción. Es bueno tener muchas obras para servir la justicia de Dios porque estamos propensos a desviarnos hacia los deseos carnales, si no fuera así.
Si tuviéramos muchas obras para servir la justicia de Dios, no tendríamos ni siquiera tiempo para involucrarnos en los deseos carnales aunque surgieran de lo más hondo de nuestros corazones ya que estaríamos ocupados en cumplir todas nuestras responsabilidades. Y no tenemos ninguna energía para satisfacer tales deseos carnales. Por lo tanto, no podemos hacer esto. A veces, he tenido tanto trabajo de la justicia de Dios. He planeado y preparado tantas obras que, ni siquiera tendría fuerzas suficientes para hacer todas en toda mi vida antes de que muriera. Y he preparado suficiente obra de la justicia de modo que ustedes jamás estarían ociosos. La he preparado de tal manera que ustedes y yo, no tuviéramos tiempo de sobra en nuestros corazones, para que no tengamos más que llevar una vida como la de Juan el Bautista.
Queridos compañeros creyentes, ustedes y yo hemos recibido la remisión de nuestros pecados creyendo en el Evangelio del agua y del Espíritu. ¿Entonces cómo vamos a poder vivir igual que las gentes de este mundo cuando decimos que hemos recibido la remisión de pecados por creer en el Evangelio del agua y del Espíritu? ¿Debemos o no debemos nosotros llevar tal vida consagrada aparte del mundo como Juan el Bautista que comía langostas y miel silvestre en el desierto? Sí, debemos. Debemos ser así para guiar a otros para que reciban el perdón de los pecados. ¿Si no, cómo podrían ellos recibir alguna vez la remisión de sus pecados? No podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente del mundo sino vivimos como Juan el Bautista ahora mismo. Un proverbio coreano dice: “Uno no puede superar a otros si hace lo mismo que los demás.” Nuestra vida de la fe es así. La vida de fe que llevamos, no es porque nosotros lo hayamos querido. Dios nos ha hecho que vivamos como lo hizo Juan el Bautista.
¿Llevaremos una vida como la de Juan el Bautista, o viviremos como las gentes comunes? Ustedes y yo debemos decidir llevar tal vida. Nos convertiremos como la gente ordinaria de este mundo sino tenemos nuestros corazones rectamente ante la presencia de Dios y no vivimos así. Cada uno de nosotros que sirve al Señor con un corazón consagrado es un “pequeño Juan el Bautista.” Estamos viviendo como “los pequeños Juanes los Bautistas.” Debemos compartir la deliciosa comida el uno con el otro y también ayudarnos con las cosas que otra persona carece porque somos débiles carnalmente, pero nuestra mentalidad de fe debe ser como la de Juan el Bautista. Dios nos ha dado a ustedes y a mi tal corazón de fe. Dios nos ha hecho poder vivir tal vida de fe.
Por favor vivan sin olvidar que Dios ha hecho a ustedes y a mí capaces de vivir tal vida. Debemos pensar profundamente en cómo debemos llevar una vida recta, y entonces llevar una vida como Juan el Bautista. Hay algunos santos que dicen que llevarán tal vida cuando las circunstancias mejoren, pero realmente eso no tiene nada que ver con las circunstancias. Una cosa está clara y es que, entre más difícil el mundo llegue a ser, más consagrada debe ser la vida que debemos llevar. Yo llevaré una vida así, hasta el mero final de mi vida. Estoy seguro de que ustedes también estarán haciendo lo mismo conmigo. Sólo así podemos servir el Evangelio aún más efectivamente. No podemos morir junto con el mundo sólo porque se destruya. Sin importar cómo vive la demás gente, debemos enderezar nuestros corazones hasta el día que el Evangelio se predique por todo el mundo entero y la voluntad del Señor se cumpla totalmente. Deseo que ustedes se definan de corazón con el Señor si aún no saben que camino tomar.
Ustedes deben vivir por la fe de creer en el Evangelio del agua y del Espíritu. Deben vivir para la justicia de Dios. Su corazón y pensamientos deben estar agudos y alertas, como una espada de doble filo. Su vida se convierte como una simple gota de la brisa que desaparece pronto, si ustedes nada más viven sin ninguna dirección. Ese tipo de vida no es buena. Ustedes deben llevar una vida que haga que mucha gente vuelva por el buen camino. Doy gracias a Dios por hacer que llevemos tal vida. Quiero que Dios continúe haciéndonos que llevemos una vida fiel por la fe de creer en el Evangelio del agua y del Espíritu.