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Bài giảng

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 14-4] Quien ama al Señor tiene paz en su corazón (Juan 14, 15-31)

Quien ama al Señor tiene paz en su corazón(Juan 14, 15-31)
«Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo. Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis. No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí. Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamonos de aquí».
 
 

Lo que significa cumplir los mandamientos del Señor

 
Esta tarde me gustaría seguir donde lo dejamos ayer y compartir la Palabra de Juan 14, 15-31, que el Señor les dio a Sus discípulos en este mundo como si estuviera dándoles Su testamento.
En este pasaje nuestro Señor dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14, 15). Los mandamientos del Señor aquí nos dicen que no debemos tener otros dioses ante Él, y que debemos amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo también. Esto nos recuerda lo que el Señor dijo en Éxodo 20, 3: «No tendréis otros dioses ante Mí». Como dice este pasaje, si de verdad amamos al Señor, no debemos tener otros dioses ante Él, y debemos convertirnos en los discípulos que aman al Señor más que a nada en este mundo. Quien ama al Señor de verdad se siente motivado para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y a trabajar para salvar a todas las almas. Este es un resultado natural para los que aman al Señor más que a nada en este mundo, es algo que les viene sin querer. 
Si de verdad amamos al Señor, es imposible no guardar su mandamiento de amar a nuestro prójimo. Esto se debe a que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos es la prueba de que amamos al Señor. Los mandamientos de Dios requieren que amemos a Dios ante todo, hagamos la obra que nos ha confiado y amemos a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Quien ame de verdad al Señor está lleno de amor a los demás. Aunque haya muchos cambios en la vida de una persona cuando recibe la salvación, el mayor cambio de todos es que se ama y sirve al Señor y se predica el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado.
Si alguien no predica el Evangelio del agua y el Espíritu aunque diga creer en el Señor y amarle, la fe de esta persona es incorrecta. Si aman al Señor, es solo cuestión de tiempo que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y prediquen este amor de la Verdad (2 Tesalonicenses 2, 10). El mandamiento del Señor de amar a Dios y amar a nuestro prójimo nunca cambia, ya sea antes o después de nacer de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor le dijo a todo el mundo, y no solo a Sus discípulos, que si aman al Señor deben guardar Sus mandamientos. Como nosotros amamos el Evangelio de Dios según Su Palabra, nos hemos convertido en los discípulos del Señor. Pueden saber si su amor por el Señor es verdad o no al ver cuánta fe tienen y cómo sirven al Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 
Lo que el Señor dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy también se aplica a nosotros
 
Podemos ver en el pasaje de las Escrituras de hoy que quien ama al Señor y guarda Sus mandamientos completamente no puede evitar creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y amarlo y servirlo. Aunque todos somos débiles y tenemos fallos (los que amamos al Señor más que a nada en este mundo) ahora podemos dedicar nuestras vidas al Evangelio del agua y el Espíritu.
El Señor dijo en Juan 14, 16-17: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros». Cuando el Señor dijo esto, sabía que dejaría a los discípulos en este mundo y ascendería al Cielo. Sabía lo que iba a ocurrir, que moriría en la Cruz, se levantaría de entre los muertos, y ascendería al Cielo para sentarse a la derecha del trono de Dios Padre. Por tanto, lo que el Señor dijo aquí, en Juan 14 era Su testamento dejado a Sus discípulos antes de ascender al Cielo. 
El Señor dijo aquí que enviaría al Espíritu Santo a los discípulos que dejaba en este mundo y a nosotros también, como está escrito: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14, 16). Como dice este pasaje, Jesús prometió enviar al Espíritu Santo a todos Sus creyentes para que viviese en ellos para siempre, para que el Espíritu Santo viviese en los corazones de todo el pueblo de Dios y les ayudase. Después de que Jesús ascendiese al Cielo tras Su crucifixión y resurrección, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió en los discípulos como fuego tal y como Jesús lo había prometido. Esto es cierto para los que vivimos en la actualidad también. El Señor nos envió el Espíritu Santo y cumplió Su promesa completamente. 
Nuestro Señor dijo acerca del Espíritu Santo: «el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros» (Juan 14, 17). Pero, para nosotros, los que hemos recibido la remisión de los pecados y hemos alcanzado nuestra salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu, este Espíritu Santo ha entrado en nuestros corazones como un don de Dios para nosotros. El Señor dijo aquí que el Espíritu Santo no desciende sobre todo el mundo, sino solo en los que han nacido de nuevo. Como hemos nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, podemos sentir en este momento que el Espíritu Santo está con nosotros y vive para siempre en nosotros como dijo el Señor. 
El Señor prometió enviarles el Espíritu Santo a Sus discípulos que quedaron en el mundo y a nosotros también. Según esta promesa, ha enviado al Espíritu Santo a los corazones de todos los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. No hay duda de que el Espíritu Santo vive en nosotros ahora. Aunque la gente de este mundo no reconoce a este Espíritu Santo, Él existe en los corazones de todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y podemos dar testimonio en todo momento con la Palabra de Dios y con nuestra conciencia, que el Espíritu Santo vive en nosotros. El Espíritu nos enseña, nos guía y vive en nosotros, y por eso, cuando escuchamos la Palabra de Dios, el Espíritu nos permite entender la Palabra, conocer la voluntad de Dios y darnos cuenta de que Satanás intenta engañarnos. 
¿Y qué hay de ustedes? ¿También creen que el Espíritu Santo está en sus corazones? Pueden darse cuenta de esto si han recibido la remisión de los pecados en sus corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pueden darse cuenta de que son guiados por el Espíritu Santo en sus vidas de fe y así servir al Señor. La Biblia dice: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2, 38). El Señor prometió entregar el Espíritu Santo a quien recibe la remisión de los pecados y así ha cumplido la promesa para todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Mis queridos hermanos, antes de pagar la condena en la Cruz, nuestro Señor dijo claramente: «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (Juan 14, 18). Después de que el Señor ascendiera al Cielo los discípulos de Jesús pasaron por todo tipo de sufrimientos al ser perseguidos y al final fueron martirizados, pero todos ellos ascendieron al Reino de Dios. Tal y como dijo el Señor en Su testamento, no abandonó a Sus discípulos, y dijo que volvería por ellos en el último minuto. Esta promesa también se aplica a todos nosotros, los que vivimos en este mundo. Cuando leo este pasaje, me pregunto a mí mismo: «Aunque vivimos en este mundo, el Señor no nos dejará aquí, sino que volverá por nosotros. ¿Qué debemos hacer hasta entonces? El Señor nos prometió que cuando llegue la Gran Tribulación no nos dejará como huérfanos, sino que volverá a nosotros. Entonces, ¿por qué debemos trabajar hasta que vuelva el Señor?».
Por supuesto, como ser humano, también temo cuando pienso en los desastres naturales que ocurrirán en el fin del mundo y las cosas tan crueles y nefastas que Satanás instigará. Sin embargo, este temor desaparece pronto porque el Señor está conmigo en mi corazón. No podemos dejarnos llevar por este miedo y salir corriendo para escondernos hasta que vuelva el Señor. El Señor nos prometió que no nos dejaría como huérfanos, sino que volvería por nosotros. Por tanto, si es nuestro destino inevitable ser martirizados en el fin de los tiempos, debemos creer en esta Palabra prometida, servir al Evangelio del agua y el Espíritu diligentemente, terminar de predicar el Evangelio por todo el mundo y después ir al Señor sin vergüenza. El Señor dijo que no nos abandonaría, sino que vendría por nosotros sin falta. 
¿Qué debemos hacer entonces hasta que vuelva el Señor de Verdad? ¿Debemos estar preocupados solamente con proteger nuestros intereses hasta que veamos al Señor cara a cara? ¿O debemos hacer la obra del Señor diligentemente y encontrarnos con Él sin vergüenza cuando vuelva? Puede que no sepan muy bien la respuesta, pero yo solo deseo servir al Señor unido con todos los santos y entonces ver a mi Salvador. Como el Señor dijo en Juan 14, 15: «Si me amáis, guardad mis mandamientos», como personas que aman al Señor, debemos servir al Evangelio del agua y el Espíritu hasta la muerte y debemos hacer la obra del Señor hasta que nos encontremos con Él cara a cara. Si no sirven al Evangelio del Señor aunque digan que le aman, su fe es incorrecta. Deben creer en esto si de verdad creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y entonces deben trabajar diligentemente para predicar el Evangelio del Señor. 
 
 

El Señor volverá de nuevo para buscar a los justos en el último día

 
El Señor prometió a los discípulos que volvería a buscarlos el último día, y volverá tal y como lo ha prometido. Pensemos cómo debemos recibir al Señor en ese momento. Después de recibir la remisión de mis pecados al creer en el Evangelio del 1agua y el Espíritu, me hacía la misma pregunta constantemente: «El Señor volverá para llevarme con Él, pero, ¿qué debo haber hecho cuando me encuentre con Él?». En aquel entonces me decidí a llevar a cabo la obra encomendada por el Señor hasta el día en que me encuentre con Él. Decidí guardar los mandamientos del Señor y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. 
Según nuestra propia determinación ahora estamos trabajando sin descanso para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor sigue bendiciéndonos y por eso muchas personas han demostrado su interés en nuestro ministerio de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, y ahora tenemos más de 18,000 visitantes en nuestra página Web cada día. Además hay muchas personas que solicitan nuestros libros a través de Internet. Incluso ha habido gente que ha cambiado su nombre y dirección para solicitar más libros de los que permite nuestra política, y como esta práctica es demasiado para nuestros recursos financieros, hemos tenido que buscar una manera de detectar esos pedidos repetidos para no acabar con todos nuestros recursos. Por supuesto que me gustaría poder enviar todos los libros que la gente solicita sin preocuparme de las finanzas, aunque una sola persona pidiese 5,000 libros. Muchas veces me gustaría poder acomodar todos los pedidos sin restricciones en el número de libros solicitados. Aunque me gustaría poder enviar el mayor número de libros posible y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en abundancia por todo el mundo, no puedo hacerlo porque no tengo suficientes recursos económicos. Pero también creo que el Señor resolverá este problema.
Mis queridos hermanos, como el Señor nos prometió que no nos abandonaría, sino que volvería a llevarnos con Él, debemos seguir predicando el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el día en que nos encontremos con el Señor. Cuando pienso en el regreso del Señor el último día para llevarnos a Su Reino y vivir allí para siempre, solo tengo gratitud. Así que, como los que creemos en el Señor y le amamos, creemos que es nuestra tarea inherente guardar Sus mandamientos para merecer las bendiciones que nos dará en el futuro.
Como ya saben, no todo el amor es igual. Dependiendo de lo que amen más en esta vida, están dispuestos a cuidarlo más. Como personas que aman al Señor más que nada en el mundo, guardamos los mandamientos del Señor y servimos Su Evangelio, y nos dedicamos a esta Gran Comisión. Por supuesto los que no han nacido de nuevo creen que es difícil entender por qué amamos y seguimos solamente al Señor. Pero nuestro Señor nos dijo claramente: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14, 15). Entonces solo es cuestión de tiempo que todos los que creemos en el Señor y le amamos guardemos Sus mandamientos en nuestras vidas. Como amamos al Señor, estamos obligados a hacer Su obra aún más. Esta es la tarea solemne y la responsabilidad de cada creyente. 
¿Cuándo vendrá el Señor a llevarnos? Volverá el día que terminemos de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo en obediencia a Sus mandamientos, es decir, el día que prometió que volvería (Mateo 24, 14; 29-31). Cuando este planeta Tierra esté lleno de hambrunas y de desastres naturales, y el anticristo aparezca y los creyentes sean martirizados, el Señor volverá para llevarnos con Él. Entonces le daremos gracias por volver por nosotros, porque les dijo a Sus discípulos: «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros» (Juan 14, 18) y esto también es por nosotros. 
Nuestro Señor dijo en Juan 14, 19: «Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis». Este pasaje significa que un poco tiempo el Señor moriría en la Cruz y ascendería al Cielo y aunque la gente del mundo ya no ve a Jesucristo después de esto, Sus creyentes podrían seguir viéndole por fe. El Señor también prometió que, de la misma manera en que se levantaría de entre los muertos, nuestras almas también volverían a la vida gracias a nuestra fe en la justicia del Señor, y que resucitaría nuestros cuerpos el último día. Estas cosas fueron cumplidas para los discípulos de Jesús y estoy completamente seguro de que también lo serán para nosotros. 
El Señor dijo: «En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros» (Juan 14, 20). Dicho de otra manera, Jesucristo está diciendo aquí que sabremos que está en Dios Padre, que estamos en el Señor y el Señor está en nosotros. Esta Palabra no solo se la dio a los discípulos de Jesús, sino también a todos los que creemos en el Señor. ¿Saben entonces que el Señor está vivo en nuestros corazones como lo dijo aquí? De hecho, Jesucristo vive en Dios Padre, vivimos en Jesucristo y Jesucristo vive en nosotros. El Señor vive en nosotros como el Espíritu Santo, Jesucristo viven en Dios Padre y nosotros vivimos en el Señor. De esta manera somos uno con el Señor gracias a esta palabra y a Su amor. Por nuestra fe en el Señor nos hemos convertido en hijos de Dios. 
La gente de este mundo no puede darse cuenta de esta verdad tan bendita. Aún es peor, no quieren ni saber nada de ella. Esta es la bendición y la verdad del Señor que solo pueden disfrutarla y entenderla los que aman al Señor, guardan Sus mandamientos y nacen de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
El Señor dice en Juan 14, 21: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él».
¿Cuáles son los mandamientos del Señor mencionados aquí? Como he dicho antes, las Escrituras nos dicen que no debemos tener otros dioses ante el verdadero Dios y que debemos amar al Señor Dios Todopoderoso. Este Dios, el Señor de la salvación a quien amamos ante todo, ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, y como nosotros le amamos, estamos sirviendo al Evangelio fielmente con nuestras vidas y lo estamos predicando a todas las almas. Siempre debemos recordar estos mandamientos del Señor de amar a Dios y a los hombres, y todos nosotros debemos practicarlos todos los días. 
Mis queridos hermanos, el Señor dijo claramente: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama»- Uno de los mandamientos del Señor consiste en no tener otros dioses ante el Señor, pero ¿están viviendo por este mandamiento? Por casualidad, ¿no tienen otros dioses ante el Señor? Si no es así, ¿de verdad aman al Señor ante todo? De hecho, todos nosotros amamos al Señor ante todo. Como amamos al Señor, podemos seguirle y servirle aunque tenemos muchos fallos. Si no hubiésemos amado al Señor, podríamos haber amado cualquier otra cosa del mundo. Dicho de otra manera, si hubiésemos amado al mundo, no podríamos haber servido al Señor. Como amamos al Señor y guardamos Sus mandamientos es posible ser personas justas y llevar a cabo la obra del Señor. 
Por tanto, no tiene sentido decir que se ama al Señor si no se hace Su obra. Si alguien siente demasiada carga por la obra del Señor en vez de disfrutarla, aunque diga en alto que ama al Señor, esta persona no ama al Señor de verdad. Como nos ordena la Palabra del Señor, todos nosotros no debemos tener otros dioses ante Él, y debemos darnos cuenta que el Señor solamente es nuestro verdadero Dios y Salvador. En otras palabras, debemos entender que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, que nos ha salvado y nos ha hecho hijos de Dios y trabajadores del Señor, y que tarde o temprano nos dará honor y gloria en el mundo próximo.
Como el Señor está lleno de amor, nos ha dado el mayor amor y la mayor gloria. Como este amor no puede compararse con nada más en este mundo, como personas que han experimentado este amor personalmente, no podemos evitar disfrutar del amor del Señor y guardar Sus mandamientos. Estamos obligados a amar al Señor más que a nadie en el mundo. Cuando hacemos que el amor del Señor sea nuestra prioridad, podemos hacer Su obra más que cualquier otra obra en el mundo. Para nosotros es un gran placer dedicarnos a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Si quieren saber si aman al Señor más que a nada o no, examínense a sí mismos para ver cuánto están haciendo la obra del Señor con gozo, y así encontrarán la respuesta enseguida. 
 
 

«Yo le amaré, y me manifestaré a él»

 
Mis queridos hermanos, nuestro Señor dijo que los que guardan Sus mandamiento aman al Señor Dios. También dijo que los que aman al Señor serán amados por Él y experimentarán el amor de primera mano, como Él dijo: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14, 21). De hecho, el Padre ama a quien ama al Señor. El Señor se le manifestará, le hablará, inspirará a su corazón y le dará un conocimiento profundo de la Palabra. Le confiará la obra de Dios personalmente. Esta Palabra se ha cumplido para nosotros. Ahora podemos ver de primera mano que Dios nos ama. 
Una y otra vez siento que Dios Padre me ama aunque no tenga ningún don en particular. Así que mi corazón siempre está contento y lleno de gozo. Estoy seguro de que ustedes se sienten así también. Aunque a menudo somos perseguidos y despreciados en este mundo, seguimos al Señor aún más diligentemente porque nuestros corazones le aman aún más. En momentos malos, el Señor viene a buscarnos para reconfortarnos y darnos fuerzas, diciéndonos que nos ama. Él hace posible que demos testimonio de Su Palabra aún más, y nos invita con Su amor. Este amor se nos ha demostrado en muchas ocasiones y de distintas maneras. Así que les pido que abran sus ojos de fe bien abiertos y vean el amor del Señor con sus propios ojos. 
No estamos solos. En nuestros corazones tenemos al Espíritu Santo que el Señor nos dio. Y gracias al poder de este Espíritu Santo podemos guardar los mandamientos del Señor, amar a Dios ante todo y hacer Su obra con pasión. Además, a través de Su Espíritu Santo, podemos encontrar compasión de Dios cuando necesitamos ayuda o cuando tenemos un problema en nuestras vidas en este mundo. Les pido que se den cuenta de que, como personas que aman al Señor ante todo, somos Sus discípulos amados que pueden recibir ayuda de valor incalculable que nunca podemos recibir del mundo. 
Jesús dijo en Juan 14, 21: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él». Esta promesa se ha cumplido para todos nosotros, los que amamos al Señor. Como un testamento, el Señor dijo esta profecía justo antes de Su muerte inminente. Y ahora se ha cumplido para nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y amamos al Señor y le seguimos. Al salvarnos a Sus amados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha confiado Su Evangelio diciendo: «Ahora están sin pecados, y por tanto debéis hacer Mi obra justa. Así que predicad Mi Evangelio». El Señor nos ha permitido cumplir Su Palabra y nos ha hecho predicarla. De esta manera, a través de los que aman a Dios ante todo y en obediencia a los mandamientos del Señor, Él cumple Su obra. 
Lo que el Señor dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy es como un testamento y una profecía, y se ha cumplido tanto para los discípulos de Jesús como para nosotros. Si ustedes pensaban que la Biblia era simplemente una colección de enseñanzas buenas del pasado, ahora deben creer que toda la Palabra de Dios es real y que ha sido cumplido en todos nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. La Palabra de Dios no cambia ni una jota ni una tilde. Es la verdad inamovible, pero también es la Palabra de profecía que se cumplirá tal y como es. 
Entonces Jesús dijo: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14, 21), y Judas (no el Iscariote) le preguntó: «Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?» (Juan 14, 22). Entonces el Señor dijo: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14, 23). Esto significa que si creemos en Jesucristo, que es nuestro Señor Dios Todopoderoso y nuestro Salvador, y creemos y respetamos Su salvación, el Señor nos protegerá para siempre y vivirá con nosotros para la eternidad. Entonces, la promesa realizada aquí: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14, 23) también se cumplirá completamente el último día. 
El Señor entonces siguió diciendo: «El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió» (Juan 14, 24). Mis queridos hermanos, quien ama al Señor de verdad guarda la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y predica este Evangelio tal y como es. Como la gente así ama al Señor, guardan lo que deben guardar, y aunque tengan faltas, se aseguran de que sus corazones y su fe son piadosos y de que predican la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es.
Por contraste, ¿cómo se comporta una persona que no ama al Señor? Como el Señor dijo en el pasaje anterior, la gente así no guarda Su Palabra. Esto se debe a que no aman al Señor y no guardan Su Palabra porque odian la idea de servirle. Simplemente aman al mundo más que al Señor. 
Cuando era pequeño no tenía casi juguetes. Los pocos que tenía eran viejos y usados, y casi nunca me compraban juguetes nuevos. Cuando mis padres me compraban un juguete nuevo, me ponía tan contento que jugaba con él todo el día y el tiempo parecía volar. Pero en poco tiempo el juguete perdía la novedad y ya no me interesaba. Lo mismo es cierto acerca del mundo. Hay muchas cosas atractivas en este mundo, al igual que los juguetes atraen a los niños. Pero cuando encontramos al Señor y le amamos de verdad, estas cosas se hacen insignificantes.
No importa si tienen los aparatos más avanzados, una casa bonita o una esposa bella; cuando descubran el amor del Señor y crean en él, todas estas cosas del mundo parecerán inútiles. El Señor es el único honorable en este mundo que merece nuestro amor. Como nadie es tan poderoso y tan bello como el Señor, los que le han conocido y le aman no pueden evitar pensar que lo demás no tiene importancia. En el momento en que nacen de nuevo del agua y el Espíritu y aman al Seño de verdad, toda la avaricia que tenían en el mundo se desvanecerá. Por supuesto esta verdad no se encuentra de la noche a la mañana. Pero cuanto más tiempo pasa, y cuanto más aman al Señor, más se quedará grabada en sus corazones. 
El Señor dijo repetidamente: «El que me ama, mi palabra guardará»; «El que no me ama, no guarda mis palabras»; «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama». Mis queridos hermanos, todos los que creen en el Señor le aman. No pueden evitar amarle. Aunque el mundo les atraiga durante un tiempo, cuando leen y escuchan la Palabra del Señor y comparten con Él, se sienten llevados a amar al Señor de nuevo. Sin darse cuenta, están completamente atados al Señor y le aman profundamente. Los ojos de estas personas ya no ven las cosas del mundo. Aman al Señor aún más, le siguen y le exaltan aún más, le dan gloria y le sirven aún más y se sacrifican por Él aún más. 
Pero los que no aman al Señor o no se dan cuenta de que el Señor les ha salvado del pecado por Su amor por ellos, no pueden amarle aunque quieran. Como les gusta cualquier cosa que llama su atención inmediatamente y aman los placeres del mundo, es imposible que amen al Señor. Deben entender claramente que estos problemas surgen si no aman al Dios Todopoderoso. Incluso los nacidos de nuevo pueden caer en el mundo cuando no guardan los mandamientos del Señor. 
En nuestra naturaleza humana está grabada la adoración a ídolos si no amamos al Señor ante todas las cosas y por eso el Señor dijo: «No tendréis otros dioses ante Mí» (Éxodo 20, 3). Si alguno de ustedes está en esta situación, debe arrepentirse, ya sea un creyente o no. ¿Hay algo más majestuoso y bello que Dios? Cuando pensamos en esto objetivamente, el Señor siempre es más maravilloso que nada en este mundo. El Señor les ama y les ha glorificado y ha hecho que sus vidas valgan la pena. Así que les pido que se den cuenta, que como personas de fe, debemos amar al Señor y seguir Su justicia. 
 
 

Piensen en el fin de sus vidas y vivan hoy creyendo en la justicia de Dios

 
¿Dónde irá al final la gente que ama el mundo en vez de al Señor? La Biblia dice que la paga del pecado es la muerte. Esto significa que cualquiera que tenga pecados debe morir y enfrentarse a la destrucción eterna. Los que aman este mundo más que al Señor puede que disfruten de los placeres mundanos durante un tiempo, pero están destinados a ser malditos para siempre. ¿Estarían felices si sus vidas y sus almas fuesen destruidas y arrojadas al infierno a pesar de haber creído en Jesús? Para un cristiano nada puede ser más trágico que esto. El Señor dijo: «Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta» (1 Timoteo 5, 6). Deben darse cuenta de que las personas verdaderamente felices son las que pueden ver su fin en el futuro, aman al Señor y le dan gracias por Su salvación.
Aquellos de ustedes que no han nacido de nuevo todavía, deben encontrar sin falta la justicia del Señor cuanto antes mejor, mientras sigan vivos, antes de que se avecine el fin de sus vidas. Deben mirar hacia el futuro y ver si hay pecados en sus corazones o no, y si de verdad aman al Señor. En otras palabras, deben saber quiénes son de verdad. Ante todo deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón y estar completamente salvados confesando: «Señor, no soy más que un hombre desgraciado y condenado al infierno por mis pecados. Ten misericordia de mi y sálvame, Señor». Así, deben decidirse ante Dios. La gente así es la más feliz. 
No importa lo prósperos que seamos en este mundo si al final nuestras vidas son miserables. Por muy prósperos que seamos hoy, si descubrimos cuando estemos ante Dios que nuestro final es la destrucción, la tragedia es inevitable. Pero si el Señor viene a llevarles para que vivan con Él, aunque estén tristes hoy, serán felices al final. 
Como dijo el Señor: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11, 1), debemos pensar en nuestra propia fe. El Señor también dijo que si alguien construye una torre sin calcular el coste primero, y no se puede terminar, todo el mundo se reirá de esa persona (Lucas 14, 28-30). Debemos meditar profundamente sobre esta Palabra. Incluso cuando construimos una casa, primero hacemos un presupuesto, ¿cómo no vamos a vivir nuestras vidas de fe sin considerar el destino final de nuestras vidas? En otra parábola el Señor dijo que si un rey con 10,000 hombres no puede vencer a otro rey con 20,000 hombres, debe intentar firmar la paz y acabar con las hostilidades de inmediato (Lucas 14, 31-32). De esta manera, su vida será feliz al final, y por eso deben encontrar al Señor y creer en Él lo antes posible. Deben aferrarse al Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor les ha dado. 
¿Cuánto tiempo viviremos si vivimos durante mucho tiempo? El tiempo pasa sin cesar como un río, y nuestras vidas acaban. En Corea muchos hombres piensan que el tiempo no pasa deprisa hasta que tienen 20 años, pero en cuanto tienen que realizar el servicio militar, se dan cuenta de que tienen que tomarse la vida más en serio y hacer algo con ella. Pero desde entonces están tan ocupados con sus vidas diarias y el tiempo pasa tan deprisa que se olvidan. Cuando se han casado ya tiene 30 años, y cuando empiezan a tener hijos y los llevan a la escuela tienen 40 y van para los 50. Cuando nos hacemos mayores, cada año cuenta. Hacernos un año más viejos nos hace sentir como si hubiera pasado una década. Cuando llegamos a cierta edad, sentimos que cada parte de nuestro cuerpo está en declive, nuestros pensamientos cambian completamente y empezamos a aceptar la realidad de la muerte. 
Lo mismo me pasa a mí. Parece que fue ayer cuando era un adolescente, pero ahora ya estoy en los 50. Mi vista se ha deteriorado mucho y no puedo leer sin gafas. Cuando estaba jugando al fútbol con mis compañeros hoy, no podía ver dónde estaba la pelota. Incluso cuando tenía la pelota en mi posesión, me costaba mucho que no me la quitaran. Así que me enfadé un poco, porque me di cuenta de que me estoy haciendo viejo. Todos somos seres efímeros. Aquí tenemos a personas mayores, y aunque ahora nuestros miembros jóvenes les muestran respeto, pronto será su turno para que les respeten. El reloj no se detiene para nadie. Cada momento que pasa significa que nos estamos haciendo mayores. 
Como la vida es tan corta debemos vivirla bien. Deben saber hacia dónde van sus vidas y cuál será su final. Deben cambiar cuanto antes y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y el amor del Señor. Deben convertirse en personas perfectas que guardan los mandamientos del Señor. Para todos los creyentes cristianos el mandamiento más importante es no tener otros dioses ante el Señor. El Señor es el único en este mundo que merece nuestro amor, y Él solo es todopoderoso y maravilloso. Así que debemos darnos cuenta aquí de que Él es nuestro Salvador que nos ama y nos ha librado de todos nuestros pecados. Ustedes deben decidirse inmediatamente y creer en este Señor cuanto antes. Y deben darse cuenta de que si tardan y disfrutan los placeres del mundo sin pensar en las consecuencias, podrían ser destruidos en cualquier momento. 
Pueden seguir disfrutando de los placeres de la vida aunque crean en el Señor. Pero si solo buscan los placeres de la vida sin tener fe en el Señor van por el mal camino. Aunque no sabemos la fecha y la hora exacta del regreso del Señor para llevarnos, nos prometió que no nos dejaría huérfanos y que volvería por nosotros.
En realidad somos como huérfanos en este mundo. Como este mundo caótico y desolado no es nuestro hogar eterno, somos como huérfanos. Sin embargo, el Señor no nos dejará solos aquí. Por tanto debemos vivir todos los días por fe, recordando que el Señor volverá el último día para llevarnos en Sus brazos. 
 
 
Tenemos un Ayudante, el Espíritu Santo
 
Nuestro Señor dijo en Juan 14, 25-27: «Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo».
El Señor nos dio una promesa en este pasaje: «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14, 26). Esta Palabra del Señor se ha cumplido en nosotros. El Espíritu enviado por el Señor nos recuerda cada una de Sus Palabras. Ya estemos en el mundo trabajando o viajando, o adorando al Señor como ahora, el Espíritu Santo nos recuerda todo lo que el Señor dijo. 
Tenemos reuniones de adoración varias veces a la semana: miércoles, viernes, y dos el domingo, por la mañana y por la tarde. Los jueves y los sábados hay reuniones separadas para cada departamento. Estas reuniones no son simples reuniones. En estas reuniones nos presentamos ante el Señor, y cuando estamos en Su presencia, nos arrepentimos de nuestros errores. Cuando nos reunimos ante Dios, Él nos habla a través de Sus siervos, nos da conocimiento, nos guía y nos ayuda. Estas bendiciones se sienten aún más durante la hora de adoración y por eso es tan importante que los nacidos de nuevo se reúnan en la Iglesia.
Por tanto no hay que perderse las reuniones de la Iglesia muy a menudo, o asistir a ellas a regañadientes pensando: «Estoy tan cansado de este sermón; es tan predecible». De la misma manera en que el Señor dijo: «Lo que escucháis es lo que el Padre dijo», cuando el líder de su Iglesia les habla, escuchen atentamente y mediten acerca de ello en su corazón pensando que lo que dicen viene de Dios. Por supuesto estas palabras se las dan los líderes de su Iglesia a través de la obra del Espíritu Santo, pero son palabras de Dios Padre a través de los corazones y pensamientos de los líderes de la Iglesia, y por eso deben escuchar atentamente. Deben darse cuenta de que a través de estas horas de adoración, cuando escuchamos la Palabra de Dios, nuestra fe crece aún más. 
El Señor nos mantiene, no solo durante las horas de adoración, sino también cuando estamos en el mundo, porque nos ha enviado a Su “Ayudante”, el Espíritu Santo, para que nos ayude. Los que han recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, tienen al Espíritu Santo dentro de ellos, y este Espíritu Santo les ayuda a entender el amor de Dios y Su justicia, y les recuerda todo continuamente. El Espíritu Santo nos da fe, nos guía y nos mantiene. Este Ayudante es el don del Señor que solo los nacidos de nuevo pueden conocer y sentir. Esto es suficiente para que podamos distinguir entre los que se han convertido en hijos de Dios y los que no. 
 
 
El Señor ha dejado la paz con nosotros
 
El Señor dijo en Juan 14, 27: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo». Antes de nacer de nuevo todos intentamos encontrar paz por nuestra cuenta. Solíamos cantar himnos sin entender su significado. Un buen ejemplo es el siguiente himno: «Muy lejos, en las profundidades de Mi Espíritu», que dice: 
«Paz, paz, maravillosa paz
que desciende del Padre celestial.
Ven a mi espíritu para siempre
en nubes inmensas de amor».
Cuando cantamos este himno, sentimos paz durante un tiempo. Pero es una paz falsa que nos da el mundo. 
El Señor dijo que nos daría Su paz personalmente y que la paz que nos ha dado no es como la paz que ofrece el mundo. Como Él dijo, el Señor nos ha dado la salvación de la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. A través del Evangelio, la Palabra de Verdad, Su poder infinito y Su protección perfecta, el Señor nos ha dado verdadera paz. Esta paz que nos ha dado el Señor es diferente a la paz del mundo, ya que esta se consigue mediante los propios esfuerzos, pero la paz de Dios se puede recibir por fe. 
¿Cuál es la naturaleza de la paz que el Señor nos ha dado? Es la paz que procede de la remisión completa de los pecados, y no se nos puede quitar, ya que el Señor nos la ha dado para siempre al borrar nuestros pecados. El Señor, Dios Todopoderoso, nos ha hecho Sus hijos perfectamente. Nos ha dado la paz eterna al asegurarnos lo siguiente: «No tenéis que temer más. Sois los hijos perfectos de Dios. Estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Buscad primero el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás se os añadirá. Os garantizaré la vida». Nos ha dejado la paz. 
Aunque nos hemos convertido en hijos de Dios y nuestros pecados han desaparecido, y tenemos la promesa del Señor, a veces somos demasiado egoístas para meternos en problemas. De vez en cuando buscamos emociones y nos dejamos llevar por los placeres de la carne, de los ojos y el orgullo de la vida, pensando: «¿Por qué estoy tan aburrido? ¿Por qué es tan aburrida la vida? ¿Cómo puedo hacerla más emocionante?». Pero todo esto es en vano. Como el Señor ya nos ha dado paz, solo tenemos que recibirla y disfrutarla por fe. Como el Señor ha borrado nuestros pecados, todo lo que tenemos que hacer es vivir en esa paz dando gracias al Señor y pensando en Su gracia. 
Además no es necesario ofrecer oraciones de penitencia para hacer promesas vacías de guardar los mandamientos del Señor y vivir con rectitud ante Él. Antes de nacer de nuevo, pudimos habernos sentido realizados al ofrecer oraciones de penitencia, pero ya no hace falta que hagamos esto, ya que Dios nos está diciendo que escuchemos y creamos en Su Palabra en vez de ofrecer oraciones de penitencia inútiles. Así el Señor nos ha dado la verdadera paz. Y como hemos recibido esta paz verdadera, es solo cuestión de tiempo que la compartamos con todo el mundo. 
Mis queridos hermanos, deben pensar en cómo vivir ante Dios. El Señor dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14, 27). ¿Han tenido paz como esta del Señor? ¿La tienen ahora? Quien ha recibido la remisión de los pecados de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, tiene una paz firme en su corazón.
Si una persona no tiene paz se debe a que sus pecados siguen intactos en su corazón. Por naturaleza el hombre es un ser frágil, siempre atormentado y sufriendo por el pecado. Estos pecados son una carga pesada y un problema serio para todo el mundo. Solo cuando este problema del pecado se resuelve, llega la paz; si una persona no resuelve este problema nunca tendrá paz. Los que no han recibido la remisión de los pecados están atormentados por el problema de los pecados no resueltos en sus corazones. Aunque pasen la vida entera intentando resolverlos, sus esfuerzos son en vano. 
¿Por qué debemos ser diferentes? El Señor ya ha resuelto el problema de nuestros pecados, tanto los de nuestro pasado como los de nuestro futuro, y nos ha dado la paz verdadera. ¿No es maravillosa esta bendición?
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han recibido la paz del Señor. Al haber recibido esta paz bendita del Señor, solo hay una cosa que nos deba interesar en este mundo: cómo predicar el Evangelio a más personas. Últimamente hemos estado pensando cómo poder predicar el Evangelio a los invidentes. Para ello hemos cargado el archivo de audio de un sermón del reverendo Dong-il Kim en Yenbien, China, diseñado específicamente para los invidentes. Unos 40 invidentes han descargado este sermón.
También recibimos un correo electrónico de un pastor después de que leyese nuestro libro sobre el Tabernáculo. No estoy seguro de si es invidente, pero es un pastor baptista, y en el correo nos decía que estaba muy feliz de haber recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Mientras leía su correo, pensé: «Sabía que esto iba a ocurrir. El Señor ha dejado Su paz con nosotros y ahora este pastor la está disfrutando. Yo también estaba contento de haber recibido la paz del Señor y desde entonces he disfrutado de esta paz. Si hay algún interés en mi corazón es cómo predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo cuanto antes». Aunque nuestra tarea de predicar el Evangelio está en su primera fase, estoy convencido de que dentro de poco el Evangelio del agua y el Espíritu será predicado por todo el mundo. No hay nada en este mundo que no podamos cumplir siempre que Dios obra a través de nosotros. 
 
 
A través del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha dado la paz indescriptible del Cielo
 
El Señor dijo en el pasaje de las Escrituras: «Me voy. El Diablo va a venir. Pero aunque me vaya, estaré con vosotros». Esta promesa que el Señor hizo a Sus discípulos se cumplió por completo, y todo lo que el Señor nos ha prometido también se cumplirá. A través del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha dado la paz indescriptible del Cielo.
¿Han recibido esta paz? ¿Siguen disfrutando de ella? Quien no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, no tiene paz. Quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu tiene esta paz, pero quien no crea en este Evangelio no tiene paz. Solo los que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu pueden disfrutar la verdadera paz del Señor. 
Considero que es un milagro que me haya encontrado con el Evangelio y haya creído en él. Encontré al Señor por primera vez cuando estaba leyendo Mateo 3, 13-17, y el Evangelio del agua y el Espíritu se me presentó tan maravilloso que no pude evitar amarlo. Algunas personas dicen que estoy exagerando cosas elementales, pero yo les digo: «¿Dónde pueden encontrar este conocimiento? ¿Hay alguna escuela filosófica que enseñe esta Verdad? ¿Puede alguien encontrarla orando? ¿Creen que pueden aprenderla si lo venden todo y se lo ofrecen a Dios? ¿Dónde se enseña esta verdad en este mundo?».
Estoy seguro de que nadie se toma la vida de su cuerpo a la ligera. Toda vida es valiosa. Por tanto, ¿es insignificante que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista, muriese en la Cruz y se levantase de entre los muertos? Dios Todopoderoso fue bautizado y entregó Su vida en la Cruz para salvarnos de todos nuestros pecados, ¿y aún así muchos piensan que eso es insignificante? Por supuesto que no lo es. El Señor nos ha dado la remisión de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. En esta salvación están todos los dones de Dios, Sus bendiciones, y todos los tesoros del Reino de los Cielos. Estoy completamente seguro de que no hay nada más valioso que esto. 
Por tanto, todos debemos dar testimonio, tanto en el mundo como en el Reino de los Cielos, de que el Señor nos ha salvado y glorificado al venir a este mundo. Debemos crear nuevas canciones y alabar al Señor dando testimonio de que nos ha permitido vivir en el Reino de Dios gracias a la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y que somos justos gracias a esta Verdad. Debemos poder decir incluso a los ángeles: «Escuchad, ¿sabéis que hoy me he convertido en vuestro maestro? Antes era una criatura menor que vosotros. Aunque tenía honor como ser humano, solía vivir en el lodo y en los excrementos. Pero nuestro Dios me ha hecho perfecto. Vosotros no tenéis esta oportunidad. Así es como Dios me ama».
El Señor dijo claramente: «Mi paz os doy». No tengo palabras para expresar lo contento que estoy de haber encontrado una Verdad tan poderosa, maravillosa y perfecta como la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y haber nacido de nuevo. A través del Evangelio del Señor hemos conocido esta Verdad que hace posible que recibamos todos los tesoros y bendiciones del Cielo. Debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y predicarlo siempre. Este Evangelio del agua y el Espíritu en el que creen es la única Verdad de salvación que no se puede encontrar en ninguna otra parte. No pueden encontrar esta Verdad de salvación en otra religión del mundo. Solo pueden escucharla de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y así pueden recibir verdadera paz por fe. Ustedes han conseguido estar en paz porque creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deberíamos estar siempre agradecidos por esto en nuestras vidas. 
Por supuesto que sé que incluso ahora algunos de ustedes están interrumpiendo la paz que el Señor les ha dado con sus propios pensamientos carnales. Sin embargo, este es mayor motivo para seguir al Señor y mantener la paz que les ha dado. En otras palabras, debemos pensar qué es lo que nos ha confiado el Señor y cómo debemos vivir ante Dios. Ante todo debemos creer en la Palabra del Señor de que no nos dejaría huérfanos, sino que vendría a llevarnos con Él para siempre. Por esta fe debemos mirar todo lo que nos espera y hacer la obra de Dios en nuestras vidas. Debemos orar por el Evangelio, ejercitar nuestra fe por el Evangelio y amar al Señor más que nada o nadie. 
El Señor dijo que los que guardan Sus mandamientos están benditos. Los que aman a Dios y a su prójimo como a sí mismos son los verdaderos hijos de Dios. Deben darse cuenta de que quien guarda el mandamiento del Señor le ama de verdad, y quien no guarda los mandamientos del Señor no le ama. 
El Señor Dios Todopoderoso nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y nos ha dado la verdadera paz. Nos ha dado la remisión de los pecados eterna, adoptado como hijos propios, nos ha hecho Sus trabajadores y nos ha dado bendiciones indescriptibles. Dios ha hecho tanto por nosotros que no sabemos cómo podemos darle las gracias. Pero aún así le doy gracias a Dios.