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Bài giảng

Tema 18: Génesis

[Capítulo 14-4] Abraham fue un hombre grande (Génesis 14:17-24)

Abraham fue un hombre grande(Génesis 14:17-24)
«Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes. Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram; excepto solamente lo que comieron los jóvenes, y la parte de los varones que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los cuales tomarán su parte».
 
 
Nosotros debemos vivir nuestras vidas de fe para predicar el Evangelio del Señor. Nuestras vidas de fe se viven para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos dio. ¿Cómo debemos vivir nuestra fe ahora que hemos sido salvados de todos nuestros pecados gracias al Señor? ¿Para qué vamos a vivir los que nos hemos convertido en personas justas? Todos debemos vivir para predicar el Evangelio por todo el mundo.
Abraham, nuestro padre de la fe, dejó su tierra natal en Ur de los Caldeos y se fue a la tierra de Canaán. Y allí vivió su vida de fe predicando el Evangelio de Dios y dedicándole humildemente todo su corazón.
Todos debemos vivir como Abraham. De la misma manera en que no tiene sentido correr sin una meta específica, si vivimos nuestras vidas de fe sin ninguna meta incluso después de recibir la remisión de los pecados del Señor y ser salvados por Él, esta fe solo puede ir mal. Por tanto debemos tener una meta clara de fe en nuestros corazones mientras vivimos nuestras vidas cristianas. Y este objetivo debe ser predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo porque es la única Verdad.
 
 

El objetivo de nuestras vidas de fe es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu

 
El Señor Jesús nos dijo que fuésemos testigos de Su Evangelio por todo el mundo, desde Judea y Samaria hasta los confines de la tierra. Así que es nuestro deber como justos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a cada alma de todo el mundo en todas las facetas de la vida. No podemos permitirnos preocuparnos de nada más. En todo momento, debemos pensar constantemente como podemos predicar el Evangelio del Señor a estas multitudes de personas que viven en todos los rincones del mundo.
Hay muchos lugares donde hay que predicar todavía este Evangelio del agua y el Espíritu, pero ahora mismo estamos luchando por vivir nuestro compromiso de llevar a cabo esta obra. Para muchos de nuestros hermanos y hermanas es una batalla espiritual difícil compartir nuestros libros del Evangelio con las almas que tienen a su alrededor. De hecho, a medida que seguimos trabajando duro para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos darnos cuenta de que somos demasiado débiles y tenemos demasiados fallos. Esto es muy frustrante para todos nosotros, pero en vez de rendirnos antes estas dificultades debemos correr hacia la meta que Dios nos ha establecido.
En el pasaje de las Escrituras de hoy aparece un hombre que libró una batalla espiritual para predicar el Evangelio del Señor y venció esa batalla. Este hombre es Abraham, el padre de la fe. El pasaje de las Escrituras que hemos leído hoy describe como Abraham, después de volver triunfante de la batalla, rechazó todo el botín de guerra que el rey de Sodoma le ofrecía, incluyendo la gente. Abraham había tomado 318 de sus hombres formados en su casa para ir a la batalla contra un rey llamado Quedorlaomer y sus reyes aliados, y después de prevalecer contra esos reyes, no solo rescató a su sobrino Lot, sino también a muchas otras almas. Tras el regreso triunfante de Abraham, el rey de Sodoma fue a recibirle y este rey carnal le dijo a Abraham: “Quédate todos los bienes, pero devuelve a la gente”. Lo que el rey de Sodoma quería no eran las cosas materiales, sino las almas de las personas.
 
 
¿Qué es más importante para nosotros que las riquezas?
 
Después de ganar esta guerra Abraham volvió con tanto botín que si hubiese tenido cualquier pensamiento carnal, habría sido fácil codiciar tanta riqueza. Y cuando el rey de Sodoma le sugirió que tomase el botín de guerra, Abraham lo podría haber hecho. Pero Abraham no lo hizo. Dejó todos los bienes, menos la porción para sus aliados y la comida que sus soldados habían comido. Abraham valoró el alma más que cualquier riqueza y podemos decir que esta es la grandeza de Abraham que lo separa de cualquier otro hombre corriente y de las personas que tienen su propia justicia.
Incluso los justos pueden hacerse codiciosos con tanta riqueza. Pero Abraham solo estaba interesado en el alma y cuidó de las almas de su casa por encima de todo. De hecho Abraham era bastante diferente de la mayoría de la gente. Llamamos a Abraham el padre de la fe hasta este día porque nunca dejó que su corazón fuese cautivado por las riquezas de este mundo y siempre apreció el valor del alma. Como una persona que libró una batalla espiritual toda su vida y al final venció, Abraham se merece ser llamado nuestro padre de la fe.
 
 

Cuando miramos a Abraham, la meta de nuestras vidas como justos está clara

 
Hoy, mientras miramos a Abraham, debemos hacernos las siguientes preguntas: “¿Cuál es la meta de nuestras vidas? Ahora que estamos viviendo una vida espiritual, ¿cuál debe ser nuestra meta? ¿Está todo bien si solo nuestra iglesia es próspera, nuestras vidas son cómodas y tenemos suficiente comida y bebida?”. Al contestar estas preguntan, debemos decidir cuál será nuestra meta como personas de fe. En otras palabras, la meta de nuestra fe es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nuestra meta es predicar la Verdad de nacer de nuevo del agua y el Espíritu a todo el mundo estén donde estén, ya estén cerca o lejos, o si los vemos en casa, en la escuela o en el trabajo, debemos predicar el Evangelio a todo el mundo. Nuestra meta también incluye predicar esta Verdad a los seminarios de Teología y otros grupos religiosos de todas partes. Para poder vivir nuestra fe debemos tener esta meta clara.
De hecho, todos los cristianos nacidos de nuevo deben vivir para predicar el verdadero Evangelio por todo el mundo. Hablando de nuestro objetivo como justos que viven en este mundo, Dios nos dijo que fuésemos Sus testigos por Su Evangelio en Judea, Samaria y en los confines de la tierra. Esto es lo que nuestro Señor les pidió a Sus discípulos justo antes de ascender al Cielo: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» (Mateo 28:19-20). Esta es la Gran Comisión que el Dios Trinitario nos ordenó. Dios nos ordenó que siguiésemos Su Palabra, que viviésemos por fe, luchásemos y venciésemos a nuestros enemigos por fe y predicásemos el Evangelio a toda nación. De esta manera, predicar el Evangelio es algo que nuestro Señor nos ha confiado. Por eso, si de verdad queremos seguir al Señor, debemos hacer que predicar el Evangelio del agua y el Espíritu sea nuestra meta, ya que el Señor nos ha confiado esta tarea.
Cuando pensamos cuál debe ser el objetivo de nuestras vidas, no podemos evitar llegar a la conclusión de que el único objetivo de nuestras vidas debe ser proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu. Predicar el Evangelio es nuestra única responsabilidad como los justos. La proclamación del Evangelio debe ser la única meta de nuestras vidas. Piensen en esto. ¿Hay algo más que pueda ser nuestra meta en la vida si no es la proclamación de este Evangelio? ¿Qué más puede alimentar nuestras almas si no es la proclamación del Evangelio? El Evangelio es el verdadero pan de todas las almas y predicar este Evangelio es el objetivo de nuestras vidas y el pan para nuestros espíritus. No podemos vivir si no hacemos esta obra, porque moriríamos de hambre espiritualmente. Sus almas y la mía se morirán de hambre si no servimos y predicamos este Evangelio.
El Señor nos dijo que quiere que prosperemos en todas las cosas y tengamos salud, al tiempo en que nuestras almas prosperan. Si nuestras almas se pierden y mueren, todo se arruinará. Si nuestras almas mueren, nuestros cuerpos también morirán con nuestras almas. Por tanto, los justos deben hacer esta obra diligentemente y obtener el verdadero pan de Dios al mismo tiempo. Y sé que todos debemos convertirnos en estas personas justas.
 
 

¿Qué debemos hacer para predicar el Evangelio?

 
Ante la pregunta de qué tipo de fe debemos vivir, me gustaría contestas que debemos vivir el tipo de vida que Sara vivió. Sara, que recibió ese nombre de Dios más adelante en su vida, siempre fue obediente a su marido Abraham, siempre preparada para seguirle donde él le dijera. Nunca dijo ni una palabra para quejarse a Abraham.
Sara fue completamente obediente a su marido Abraham. Fue tan obediente que incluso estuvo dispuesta a casarse con otro hombre para salvar a su marido. Solo hay una razón por la que hizo esto: porque pensó que su marido, que había recibido la remisión de los pecados de Dios, era su señor. Si la mujer de Abraham hubiese sido una mujer terca y mandona, habría sido casi imposible para ella seguir a Dios. Cuando Abraham iba a mandarla al Faraón, si no hubiese sido obediente a su marido, le habría dicho: “¿Cómo puedes hacerme esto? ¿Cómo puedes mandarme casar con otro hombre para salvar tu vida? Si tengo que casarme con otro hombre, te mataré primero antes de irme”.
Como personas que predican el Evangelio del Señor, debemos ser completamente obedientes a Dios como Sara lo fue a su marido. Esto significa que debemos abandonar nuestros propios pensamientos y someternos a Dios al 100%. Debemos dejar de ser tercos, porque si nos aferramos a nuestros pensamientos, no podemos predicar el Evangelio. Durante toda su vida con Abraham, Sara siempre pensó que la vida de Abraham era su propia vida, y sus riquezas eran sus riquezas. En otras palabras, puso toda su esperanza y sus sueños en su marido. Por eso pudo obedecer a Abraham sin dudar cuando le dijo: “Eres una mujer tan bonita que alguien podría querer matarme para tomarte. Así que si alguien te pregunta sobre nosotros dile que soy tu hermano. Y si se quiere casar contigo, cásate con él”. Poco después Abraham y Sara fueron visitados por los hombres del Faraón. Estos hombres le dijeron a Sara: “Ven con nosotros ante el Faraón. Quiere verte porque la nación de Egipto está hablando de lo bella que eres. Pero antes te queremos hacer una pregunta: ¿Quién es este hombre que hay contigo?”. Sara les contestó: “Es mi hermano”.
Sara, la mujer de Abraham, había unido su corazón con el de su mujer. Estaba con Abraham al 100%. Este tipo de unidad es indispensable para todos los que hemos recibido la remisión de los pecados, es decir, solo cuando nuestros corazones están unidos al Señor 100% podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando el Señor nos dice que vayamos, debemos ir aunque vayamos a morir. Y cuando el Señor nos diga que hagamos algo, debemos hacerlo: si el Señor nos dice que prediquemos el Evangelio, debemos predicarlo; si el Señor nos dice que sirvamos al Evangelio, debemos servirlo; y si el Señor nos dice que la meta de nuestra vida debe ser proclamar el Evangelio, entonces debemos hacer que esto sea nuestra meta aunque sea costoso. Los que vivimos una vida de fe así somos los que hemos unidos nuestros corazones con el Señor al 100%. Y esta gente es la gente justa que puede predicar con lealtad e Evangelio del Señor unida a Él.
Está escrito en Salmos 133:1: «¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!». ¿Cuánto debemos unirnos a Dios? ¿Cómo debemos unir nuestros corazones con Él? De la misma manera en que Sara, la mujer de Abraham, se unió a su marido, debemos unir nuestros corazones con el Señor preparados para ir donde nos diga el Señor, nuestro Novio. De la misma manera en que Sara estaba en completa unidad con su marido Abraham, nuestros corazones deben estar unidos completamente con el Señor. La razón es que solo podemos predicar el Evangelio verdadero del Señor por todo el mundo si nuestros corazones están unidos con el Señor.
Abraham se convirtió en un hombre rico gracias a su mujer. Por supuesto, Abraham se hizo rico gracias a las bendiciones de Dios, pero la fe de su mujer y sus esfuerzos también tuvieron un papel fundamental. Piensen en esto. Como Abraham tenía unos 318 hombres que fueron criados y formados en su casa, seguramente fue necesaria mucha riqueza para satisfacer sus necesidades. Imaginen que tienen que cuidar de 318 hombres. ¿Cuánto les costaría? Además, estos 318 hombres que aparecen en la Biblia se refieren solamente a los hombres preparados para la batalla sin contar a las mujeres y los niños. Si contamos a todos, el número seguramente sería tres veces mayor, ya que los siervos de Abraham seguramente tenían mujeres e hijos. ¿Cuántas personas podría Abraham haber tenido en su casa? Por lo menos mil. El hecho de que Abraham pudiese cuidar a tanta gente significa que era un hombre extremadamente rico. Y entre los factores que explican cómo Abraham se hizo tan rico, los esfuerzos de su mujer Sara tuvieron un papel importante.
El marido de Sara, Abraham, recibió la remisión de los pecados y se convirtió en un hombre justo y Sara le sirvió con lealtad de toda forma posible. Como predicadores del Evangelio del Señor también debemos servir al Señor de toda manera posible, De la misma manera en que Sara, la mujer de Abraham, lo hizo. Si no obedecemos a Dios de todo corazón como Sara, será imposible predicar este Evangelio. Esto se debe a que, como todos saben bien, no es simple ni fácil predicar el Evangelio.
 
 

Debemos hacer lo que Dios nos ha ordenado

 
Cuando Dios quiere usarnos para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos hacer lo que nos pida: si nos pide contestar el teléfono, debemos contestarlo; si nos pide barrer el suelo, debemos barrerlo; si nos pide que ganemos dinero para el Evangelio, debemos ganarlo; si nos pide que oremos, debemos orar; y si nos pide predicar Su Palabra, debemos predicarla. En otras palabras, debemos hacer todo lo que Dios nos pide, sea lo que sea. Podemos hacer esta obra de proclamar el Evangelio solo cuando nos convertimos en personas obedientes que hacen lo que el Señor les pide, de la misma manera en que Sara, la mujer de Abraham, obedeció a su marido. Esto significa que, si no trabajamos como nos lo pide el Señor, no podemos predicar el Evangelio, por mucho talento que tengamos.
Quien quiera predicar el Evangelio del agua y el Espíritu con lealtad debe abandonar sus propios pensamientos completamente. Solo cuando nos abandonamos a nosotros mismos y obedecemos al Señor al 100% de todo corazón este Evangelio se puede proclamar completamente. Solo cuando nos convertimos en personas como la mujer de Abraham el Evangelio se puede predicar efectivamente en este mundo. De esta manera, podemos predicar el Evangelio solo si nos sometemos completamente al Señor, y solo entonces podemos vencer la guerra espiritual que surgirá. Cuando Abraham tomó a sus 318 hombres y los llevó a la batalla, dividió sus fuerzas en dos y dio órdenes sobre como cada campo debía luchar. Como sus siervos lucharon exactamente como Abraham les dijo, vencieron en la guerra, tomaron mucho botín y rescataron a mucha gente. Y regresaron triunfantes porque habían dejado sus ideas de lado y habían obedecido las órdenes de Abraham.
Dios nos confió una tarea a todos los que vivimos en este mundo. Nos mandó a algunos de nosotros que sirviésemos al Evangelio en casa y a otros que sirviésemos con contribuciones económicas compartiendo en comunidad. Algunos de nosotros predicamos el Evangelio delante de nuestras congregaciones; otros lo apoyamos por detrás con contribuciones económicas; otros oramos; otros hacemos ramos de flores para que la Iglesia de Dios esté bonita. Hay otras personas a las que Dios les ha confiado otras tareas distintas, seleccionando a algunos de nosotros para conducir el autobús de la iglesia y otros para preparar los manuscritos del ministerio literario. De hecho el señor nos ha hecho servir de varias maneras. Por tanto debemos servir al Señor diligentemente en obediencia a Sus mandamientos desde cada una de nuestras posiciones, creyendo que todas estas tareas son las que Dios nos ha dicho que hagamos.
 
 

Nuestros corazones deben estar unidos al 100% con todas las tareas que el Señor nos ha confiado

 
Gracias a la devoción completa de Sara a su marido, Abraham pudo mantener su vida. De esta manera, sé que el Evangelio será predicado a través de los que están dedicados al 100% a nuestro Señor. Para difundir el Evangelio del Señor completamente, todos debemos unir nuestros corazones completamente con el Señor y obedecerle al 100%. Solo cuando estamos unidos completamente con el Señor y los unos con los otros este Evangelio puede ser predicado.
Como saben bien, esta obra de predicar el Evangelio requiere el trabajo y esfuerzo de multitud de personas. Después de todo, se necesitan muchas personas trabajando en unidad para hacer un pequeño aparato en una fábrica. De la misma manera en que se necesitan muchos trabajadores para hacer un producto completo, la proclamación del Evangelio también es algo que todos debemos alcanzar en unidad. El Evangelio del agua y el Espíritu es un don de Dios, y por tanto todo lo que tenemos que hacer para alcanzar nuestra salvación es aceptarlo. Sin embargo, para predicar este Evangelio a otras personas se necesita mucho trabajo y sacrificio. Piensen en esto. Para llevar este Evangelio a todo el mundo y ponerlo en el corazón de todo el mundo, ¿cuántas personas tienen que dedicar su trabajo, sacrificio y servicio?
Recientemente hemos plantado una Iglesia en Busan, la segunda ciudad más grande de Corea, y a través de esta Iglesia el Evangelio del Señor será predicado en esa ciudad y las almas que viven allí recibirán la remisión de sus pecados. Un alma ya ha ido a esa Iglesia y ha empezado a asistir a los servicios de adoración. Aunque esta alma no ha recibido la remisión de los pecados completamente, estoy seguro de que muchas más almas llegarán a la salvación a través de nuestra Iglesia en Busan. Pero plantar esta pequeña semilla del Evangelio en Busan nos ha costado muchos recursos económicos y muchas horas de trabajo duro de muchos de nuestros ministros y casi no puedo describir todo el trabajo que han hecho. No es que hayamos querido plantar una Iglesia en un país lejano, sino en una ciudad que está en nuestro propio país. Pero, para predicar el Evangelio en esta ciudad que está cerca de nosotros, todavía necesitamos muchos recursos económicos, muchas horas y mucho trabajo duro de nuestros santos que deben estar unidos para hacer esta tarea.
Cuando empecé a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu me costó mucho encontrar la manera correcta de predicar este Evangelio verdadero. Me sigo preguntando a mí mismo: “¿Cómo debo predicar este Evangelio para que todas las almas perdidas reciban esta remisión de sus pecados? Todas estas personas se merecen la oportunidad de escuchar este Evangelio, pero ¿cómo? ¿Cómo puedo llevar esta oportunidad a tantas naciones por todo el mundo? ¿Qué debo hacer para predicar el Evangelio a mi alrededor y más allá?”. En aquel entonces quería tener un autobús pequeño, como un minibús de 25 pasajeros. Mi plan era convertir el autobús en una biblioteca móvil con nuestros libros del Evangelio en ella, algunas bebidas calientes, y esperar que la gente entrara. Soñaba con el día en que todo el que buscase la verdad vendría a esta biblioteca y descubriría el verdadero Evangelio a través de nuestros libros. Mi deseo más honesto era entregar nuestros libros gratuitamente a cualquiera que estuviese interesado en el cristianismo y hablar a todos los visitantes acerca de cualquier tema relacionado con el Evangelio y la Teología, para poder proporcionar a todo el mundo la oportunidad de encontrar el verdadero Evangelio. Dios no me dio este autobús. Sin embargo, me dio personas que están distribuyendo con ganas nuestros libros del Evangelio por todo el mundo.
Hay mucho trabajo que hacer. De cualquier manera posible, ya sea con una biblioteca móvil o no, no debemos ir solamente a nuestros vecinos, sino a la gente de todo el mundo para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero solo hay una cosa que debemos recordar, y es que para hacer esta tarea bien, todos debemos obedecer a Dios al 100% y toda nuestra fe debe estar unida al 100% con Él. Lo que necesitamos es gente de ge que pueda decir: “Haré lo que sea por este Evangelio. De la misma manera en que Sara hizo todo por su marido Abraham, yo también haré lo que sea necesario por el Señor. Vaya donde vaya y haga lo que haga, lo haré todo por el Evangelio y su proclamación”. Esta fe y estos creyentes son absolutamente indispensables para predicar el Evangelio.
 
 

Es un pecado muy grave estar cegados por nuestra codicia

 
No es un pecado normal codiciar las posesiones de otras personas, porque esto les hará estar cegados por su propia codicia. Este es un pecado grave y quien lo comete es llamado Acán en la Biblia. ¿Saben quién era Acán? Acán es el hombre responsable de las muertes de multitud de israelitas cuando estaban conquistando la tierra de Canaán. Después de que el pueblo de Israel hubiese atacado y tomado el control de Jericó, el Señor Dios les dijo que tenían que sacar todas las riquezas fuera de la ciudad y guardarlas en Su almacén. Pero Acán se quedó con algunos tesoros y los escondió debajo de la alfombra de su casa. Por este pecado que Acán cometió, dejándose cegar por su propia codicia, Dios se llenó de ira y dejó que muchos israelitas muriesen cuando atacaron la pequeña ciudad de Ai, y también evitó que tomaran esa ciudad.
De esta manera, todos debemos entender que es un pecado grave seguir nuestra codicia. Debemos darnos cuenta claramente que vivir por nuestra codicia en vez de vivir por el Señor es un pecado malvado. De hecho, incluso matar no es nada comparado con este pecado. Es mucho peor ensuciar y destruir una sola alma que matar a alguien físicamente. Debemos recordar que seguir nuestra codicia propia en vez de predicar el Evangelio del Señor es lo mismo que cometer el pecado de enviar al infierno a muchas almas que podrían haber ido al Cielo.
Es completamente incorrecto que cualquier nacido de nuevo trabaje solo por su propia iglesia. Esto significa que no deben poner las necesidades de su propia iglesia por encima de servir al Señor y predicar Su Evangelio. Si tienen los medios económicos para contribuir al ministerio del Evangelio, no piensen solo en gastarlos en su propia iglesia, sino en predicar el Evangelio. Esta es la actitud correcta de todos los justos que confían en el Señor para seguirle de todo corazón.
Sé que esta actitud puede surgir solo si su corazón está unido con el Señor al 100%. Solo cuando su corazón está completamente unido a la Iglesia de Dios podrán hacer la obra del Señor cuando se les confíe; si no tienen este corazón unido entonces se volverán codiciosos y obsesionados con su prosperidad material. Si solo buscamos nuestra prosperidad material, será el fin de nuestro ministerio que proclama el Evangelio. Si nuestro ministerio de proclamación del Evangelio no va bien se debe a que no tenemos la fe correcta que está unida al Señor al 100%; y esta es la razón por la que muchas almas que hay a nuestro alrededor y por toda esta nación y el mundo entero no han sido salvadas completamente. Sus corazones no están unidos con el Señor al 100% y por eso muchas almas están de camino al infierno.
 
 
Porque hemos obedecido a Dios
 
El éxito de nuestro ministerio del Evangelio depende de si estamos completamente unidos con el Señor. Para ilustrar esto, echen un vistazo a nuestro ministerio reciente en el noreste de China. Hemos estado predicando el Evangelio allí diligentemente, y gracias a nuestros esfuerzos, multitud de almas en China han sido salvadas. Esto se debe a que hemos ofrecido nuestras posesiones materiales voluntariamente para predicar el Evangelio sin dudarlo. Dicho de otra manera, el Evangelio del Señor se ha predicado con éxito en China porque muchos de nosotros hemos trabajado duro obedeciendo completamente al Señor.
Cuando no estamos demasiado apegados a nuestra prosperidad material, ahora estamos predicando el Evangelio aún más por todo el mundo, y lo sabemos bien porque hemos unido nuestros corazones ante el Señor. De la misma manera en que Sara, la mujer de Abraham, obedeció a su marido completamente, nosotros nos hemos sometido al Señor en completa unidad, y por eso hemos podido predicar el Evangelio del Señor hasta ahora. Sara no buscó su propio interés. No tengo ninguna duda de que gracias a haber buscado el interés del Señor en vez del nuestro hemos podido predicar el Evangelio hasta la actualidad.
Durante el curso de nuestro ministerio, hemos visto a muchos trabajadores del Señor aparecer y muchas almas salvadas, y todas estas cosas maravillosas se han conseguido porque hemos obedecido al Señor y hemos unido nuestros corazones con el Suyo. Si no lo hubiésemos hecho, no estaríamos aquí sentados. Después de todo, si no obedecemos al Señor y unimos nuestros corazones con el Señor, no podríamos alcanzar nuestra verdadera salvación. Los que participan en la obra de predicar el Evangelio del señor ni siquiera piensan en gastarse el dinero en ellos. Aunque tengan miles de millones, se los gastarían todos en algo valioso y justo, es decir, en salvar a todas las almas del mundo entero.
De hecho he gastado mucho dinero en nuestro ministerio del Evangelio y seguiré haciéndolo en el futuro. Cuando entran recursos económicos en la Iglesia, lo primero que hago es preparar un plan y orar a Dios para que me diga qué tengo que hacer. Pienso mucho en las maneras diferentes de introducir nuestro Evangelio a todo el mundo, desde dónde plantar una iglesia a cómo abrir una biblioteca cristiana, en sí construir una biblioteca móvil o no, dónde celebrar reuniones de resurgimiento y cómo publicar nuestros libros de manera más eficiente y eficaz. De esta manera, siempre pienso mucho y me preparo un plan detenido para predicar el Evangelio de varias formas. Por supuesto que no todos mis planes se consiguen en un día, pero estoy seguro de que algún día se conseguirán todos. No hay nada que no haya podido conseguir cuando me he decidido a hacerlo. Como he dicho antes, justo después de recibir la remisión de mis pecados, pensé en montar una biblioteca móvil. Aunque todavía no lo he conseguido, algún día lo haré. Les pido que unan sus corazones con el mío y oren por este plan.
Nuestro Señor quiere que prediquemos el Evangelio. Así que les pido que le obedezcan. A través de los que se someten al Señor al 100% en completa unidad nuestro Dios predica Su Evangelio en este mundo. Y a través de estos siervos tan fieles Dios cumple Su voluntad. Recuerden que el Señor hace Su obra a través de los que están unidos con su Maestro al 100% como Sara, la mujer de Abraham.
 
 
Se necesita mucho para hacer la obra del Evangelio
 
¿Saben lo exigente que es hacer la obra de predicar el Evangelio? La obra del Evangelio requiere recursos económicos infinitos, muchos trabajadores y completa obediencia de esos trabajadores y su devoción y esfuerzo firmes. Es una tarea extremadamente exigente.
Entonces, ¿quién hará esta tarea tan difícil de predicar este valioso Evangelio? Dicho de otra manera, ¿dónde podemos encontrar a alguien que sea como Sara, la mujer de Abraham? Estas personas no están lejos. Están aquí mismo. Podemos ser nosotros, o pueden ser ustedes. Dios está buscando a gente así en nuestra congregación. En otras palabras, Dios busca a los que tengan un corazón unido con el Señor al 100%, los que sirven al Señor con lealtad como su Maestro, los que están dispuestos a entregar sus vidas para tomar la vida del Señor y Su meta como su propia vida y su propia meta, y los que tienen un solo corazón con el Señor. A través de estas personas Dios hace la obra justa del Cielo, predica el Evangelio y cumple la voluntad del Señor.
Mis queridos hermanos, todos debemos buscar a Dios. Debemos convertirnos en personas que son aprobadas por Dios para predicar el Evangelio del Señor por todo el mundo. Por supuesto, esta obra de proclamar el Evangelio es extremadamente exigente y requiere mucho sacrificio. También requiere muchos recursos económicos y por eso oro al Señor para que nos dé estos recursos, porque son necesarios para predicar Su Evangelio. ¿No sería una pena si le pidiese a Dios solamente por mi propia prosperidad carnal? Pero esa no es la razón por la que le pido a Dios recursos económicos. Oro porque quiero servir al Evangelio del Señor, para poder servirlo de la mejor manera posible. De esta manera, una persona que ora a Dios por recursos económicos para servir al Señor es una persona feliz. Estas personas gastan sus recursos materiales por el Evangelio del Señor en vez de en sí mismas son personas felices. Quien pueda ofrecer estos tesoros al Señor es alguien lleno de gozo. En resumen, las personas verdaderamente felices entre nosotros son las que pueden dedicar todo su corazón, todo su cuerpo, su mente, su conocimiento, su fuerza y todo lo demás al Señor. Les pido que recuerden esto claramente, que los que viven por el Señor y la predicación de Su Evangelio son verdaderamente felices.
Espero sinceramente y oro porque todos nosotros nos convirtamos en personas justas unidas al Señor al 100% como Sara, la mujer de Abraham con su marido. ¿Es la obra del Señor distinta a nuestros asuntos? No, incluso cuando cuidan de sus negocios deben hacer la obra del Señor como Sus ayudantes. Deben trabajar con el Señor pase lo que pase. Esto significa que deben ser colaboradores del Señor en todo. Deben hacer lo que el Señor quiere que hagan. Si Dios quiere que prediquen el Evangelio, entonces deben predicarlo. Estoy decidido a predicar el Evangelio donde el Señor quiera que lo predique, desde el trabajo a las escuelas, hospitales, cárceles y seminarios teológicos. De hecho, estamos planeando visitar un seminario teológico pronto para presentar nuestros libros del Evangelio y predicar el Evangelio. Muchas personas siguen sin ser salvadas porque no conocen el Evangelio del Señor; una vez se dan cuenta del poder del Evangelio todos creen en este Evangelio y son salvados. Por tanto, debemos hacer que nuestro objetivo en esta vida sea predicar el Evangelio a todo el mundo y vivir el resto de nuestras vidas por este objetivo.
Debemos servir al Señor en nuestras vidas diarias, no solo en nuestras casas, pero también en nuestros trabajos y escuelas. El Señor es un huésped que no se ve y un miembro de nuestras familias que parte pan con nosotros. Así que les pido que planeen cada aspecto de sus vidas siendo compañeros del Señor, y que lleven a cabo la proclamación del Evangelio en sus vidas. Si están trabajando con el Señor, todo lo que hagan tendrá éxito. Siempre y cuando vivan en el Señor, todo lo que hagan será bendecido.
Pero, ¿qué ocurriría si pensásemos que la obra del Señor está separada de nuestros negocios? Estas personas tendrán dificultades constantes en la vida. Todo lo que hagan fracasará sin excepción. La mujer de Abraham obedeció a su marido en todas las cosas, considerándole su maestro. Y el Dios justo la protegió completamente. Cuando leemos Génesis 12 vemos que Dios protegió a la mujer de Abraham del Faraón y la devolvió sana y salva a su marido. De esta manera, Dios bendice a los que le siguen completamente y yo les pido que se den cuenta de esto.
 
 

Hagan lo que hagan siempre deben colaborar con Dios

 
Mis queridos hermanos, hagan lo que hagan, háganlo todo por el Señor. Dejen que su cometido sea predicar el Evangelio del Señor hagan lo que hagan. Solo entonces podrán ser bendecidos por Dios. Entonces se podrán preguntar cómo sus negocios y su dinero tienen algo que ver con hacer la obra del Señor. Pero todo esto es relevante para el Señor. Esto se debe a que alguien que haya sido salvado por el Señor debe vivir su vida de fe para predicar el Evangelio. Pero todo esto es importante para el Señor. Por eso, como personas que han sido salvadas por el Señor, deben vivir sus vidas para predicar el Evangelio. El Evangelio del Señor solo se predica si son prósperos, y por tanto su prosperidad es necesaria. Y la única manera para que ustedes prosperen es hacerlo todo en colaboración con Dios. Ya coman o beban, todo lo deben hacer por el Señor. Por el Señor deben respirar. Algunos estudiantes aquí pueden pensar: “¿Qué le importa al Señor que sea un buen estudiante o no? No le tiene que importar”. Pero sí importa. Todo lo que hacen le importa al Señor. Y esto es cierto para todos nosotros, estudiantes y adultos. En resumen, todos debemos vivir por el Señor en todo momento y en cada segundo de toda nuestra vida.
¿Saben quién es el más necio entre todos los cristianos? El que se niega a colaborar con el Señor. Estas personas fracasarán en todo lo que hagan y acabarán con los bolsillos vacíos. El Señor les quitará todas las cosas buenas que les haya dado. Lo mismo ocurre con nuestros ministros. Cualquier ministro que no esté colaborando con el Señor verá como su Iglesia se viene abajo. Aunque esa Iglesia haya tenido éxito al principio, no podrá añadir más almas y se hará tan pobre que ni siquiera podrá cuidar de sus propios miembros. Por el contrario, si esta iglesia está preparada para colaborar con el Señor y ofrecer recursos materiales a Dios para predicar el Evangelio verdadero, entonces prosperará aún más. El Señor bendecirá a esta Iglesia abundantemente para que siga siendo próspera incluso después de haber ofrecido tanto al Señor. Desde el punto de vista humano, no podemos evitar quedarnos asombrados con este resultado. Sin embargo, mis queridos hermanos, esto no es tan asombroso, sino un resultado normal. Es solo cuestión de tiempo perderse las bendiciones si viven por sí mismos, pero serán bendecidos si viven en colaboración con Dios según Su voluntad.
Yo he podido vivir según esta voluntad del Señor, es decir, he podido centrar toda mi atención en predicar el Evangelio del Señor. No son solo nuestros ministros los que deben vivir de esta manera, sino también los justos que han sido salvados deben vivir para predicar el Evangelio. Esto significa que todos los hermanos y hermanas reunidos aquí deben vivir sus vidas para predicar el Evangelio. Todo debe hacerse de manera que se predique el Evangelio, desde la manera en que piensan hasta como actúan, trabajan e incluso llevan a acabo sus negocios.
El Apóstol Pablo dijo: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). ¿Entienden qué significa este pasaje? Como cualquier otro discípulo de Jesús, el Apóstol Pablo dedicó su vida entera a la proclamación del Evangelio. Así es como los santos de la Iglesia Primitiva vivieron sus vidas. Como los justos actuales, si de verdad amamos al Señor y queremos seguirle, debemos vivir como nuestros predecesores de la fe. Los justos han nacido de nuevo gracias al Señor, y por tanto, estarían traicionando al Señor si no viviesen por Él.
Dios quiere hacer Su obra a través de nosotros. Es natural que el Señor nos confíe aún más trabajo. El Señor quiere que le ofrezcamos aún más por el bien del Evangelio. Así que debemos ofrecernos aún más al Señor. A los que viven por la predicación del Evangelio y unen sus corazones con el Evangelio al 100%, el Señor les dará aún más y les bendecirá para que den más frutos. Si vivimos por la predicación del Evangelio todos floreceremos con felicidad junto al Señor.
Solo cuando los nacidos de nuevo estén unidos con el Señor nuestras vidas podrán ser felices y bendecidas con el Señor. Por eso les pido que, con una conciencia completamente limpia, unan sus corazones con el Señor, y también me lo digo a mí mismo. Pueden tener prosperidad solo cuando están unidos al Señor. Si no se unen al Señor, la destrucción será su destino. Tendrán suerte si ganan suficiente dinero para sobrevivir. Esta maldición no solo es para ustedes, sino también para mí, pero es un principio de fe que no se puede negar.
Por el contrario, si siguen uniéndose al Señor y vive sus vidas a diario por la predicación del Evangelio por el Señor, en vez de simplemente sobrevivir vivirán una vida próspera y podrán compartir su prosperidad con otras personas y florecer. Esto lo he aprendido desde que conocí al Señor. Si nuestros hermanos y hermanas aquí reunidos viven una vida egoísta por sí mismos, se convertirán en mendigos. ¿Qué pasará si unen sus corazones con el Señor, le ofrecen todo al Señor y buscan vivir por el Evangelio aunque no hayan recibido mucho, como la viuda que ofreció dos blancas como está escrito en Marcos 12, 42? Que Dios bendecirá aún más a esos santos, a esas personas justas y siervos. Los glorificará aún más y los llenará más. ¿Creen en esto también ustedes?
He contado $100.000 en efectivo. Pero para mí mil millones no son nada. Podría ofrecer billones y trillones de dólares al Señor y aún así pensar que no he ofrecido suficiente. Para que todo el mundo reciba la remisión de los pecados, ninguna cantidad de ofrenda es suficiente. Aunque ofrezca el mundo entero al Señor, todavía siento como si no fuese suficiente. Pero al mismo tiempo, tengo fe completa en que nuestro Señor nos dará los recursos económicos suficientes para hacer el ministerio del Evangelio.
Mis queridos hermanos, es absolutamente indispensable que vivamos por la predicación del Evangelio del Señor. Cada uno de nosotros debemos vivir de esta manera sin excepción. Solo entonces podrán tener una vida próspera y feliz y verán como desaparecen todas sus preocupaciones. Todos nosotros podemos ser felices solo si unimos nuestros corazones con el Señor, nos sometemos a Él y proclamamos el Evangelio según Su voluntad. ¿Creen en esto?
Hagan lo que hagan, beban lo que beban, háganlo todo por la gloria de Dios y prediquen Su Evangelio. ¿Cuál es la gloria de Dios? Que todas las almas reciban la remisión de los pecados. Por tanto, como ya hemos recibido la remisión de los pecados y nos hemos convertido en personas justas, para cumplir la gloria de Dios debemos predicar el Evangelio a toda nación y tribu en todo el mundo. Todos los que estamos aquí reunidos, jóvenes y viejos, mujeres y hombres, laicos y ministros, debemos creer que este es nuestro llamado.
Si uno de nosotros vive por sí mismo solamente o solo su propia iglesia, entonces la consecuencia será su propia destrucción. No puedo hacer suficiente hincapié en lo importante que es para nosotros vivir por el Señor. Oro al Señor para que me dé prosperidad material porque aunque quiero gastar este dinero en la predicación del Evangelio, en hacer lo que el Señor quiere, no tengo suficiente dinero. Y cuando tengo algo de dinero lo utilizo en la obra del Señor, como Él dijo: «Haceos tesoros en el cielo» (Mateo 6:20). Les pido lo mismo. Tengan plena confianza en que nuestros ministros no tomarán ninguna ofrenda, sino que las emplearán en la obra valiosa del Señor.
Últimamente hemos estados abrumados por las necesidades de la imprenta. Para compartir nuestros libros con todo el mundo también necesitamos un medio de transporte rápido y eficaz. Así que estoy incluso pensando en comprar un avión. Esto puede parecer un poco imposible, pero todo es posible si tenemos fe. Así que he estado orando al Señor de la siguiente manera: “Señor, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por el Evangelio. Estoy dispuesto a comprar una imprenta o incluso un avión si es para predicar Tu Evangelio. Si es por el Evangelio, Te ofreceré toda mi vida”.
Quiero que nuestro Señor responda nuestras oraciones y cumpla nuestros sueños. Y creo de todo corazón que el Señor nos contestará.