(Juan 3:1-5)
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Como ya sabemos bien, hay cristianos que piensan que pueden ser salvados de sus pecados si ofrecen muchas oraciones de penitencia, así que eso es todo lo que hacen. Algunos cristianos ofrecen muchas ofrendas pensando que serán amados por Dios si hacen esto. Otros dedican todas sus vidas a plantar nuevas iglesias, convencidos de que, al hacer esto, Dios les aprobará.
También hay cristianos que piensan que Dios estará complacido si hacen mucho trabajo misionero, así que son fieles a esta tarea. Decididos a predicar el amor de Cristo a toda nación, aunque tengan que sacrificarse a sí mismos, van a trabajar a cualquier parte, aunque sus habitantes no sean hospitalarios. Estos cristianos están intentando hacer todo lo posible por dedicar sus vidas a Dios. Con estas vidas de fe centradas en las obras se llena de expectativas esperando que un día podrán nacer de nuevo. Piensan que Dios les bendecirá al final para nacer de nuevo, ya que están dedicando sus vidas a predicar el Evangelio. Pero la realidad es que es absolutamente incorrecto pensar así.
Estos cristianos confusos están viviendo vidas de fe carnales intentando ser salvados de sus pecados y nacer de nuevo. Están llenos de convicciones, convencidos de que, si van a la iglesia frecuentemente, hacen muchas ofrendas y sirven a Dios diligentemente y con lealtad, recibirán Sus bendiciones para nacer de nuevo. Piensan para sí mismos: “Si soy fiel al Señor, Él obrará en mi vida y me bendecirá para nacer de nuevo un día. Sin darme cuenta me convertiré en una persona nacida de nuevo enseguida”. Puede que tengan estos pensamientos, pero a realidad es que el Señor no bendice a la gente para nacer de nuevo así.
No hay nada que puedan hacer, ya que el Señor dice que Sus pensamientos son diferentes a los suyos. Al contrario de lo que piensa la gente, Dios nos dio instrucciones claras de que para nacer de nuevo hay que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu sin falta. Dijo que la gente puede nacer de nuevo solo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios dejó absolutamente claro que nadie puede nacer de nuevo por medios carnales, sino solo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Como nuestro Señor dijo en Juan 3:1-5, si queremos nacer de nuevo, debemos nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Esto significa que no podemos nacer de nuevo al ofrecerle a Dios cualquier cosa en este mundo, sino al creer de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu que anunció. Por muy devota que sea la gente a Dios y por mucho que trabaje y haga lo que pueda, esto no les puede permitir ser salvados de sus pecados. Ningún alma puede nacer de nuevo ni ser liberada de sus pecados por sus esfuerzos carnales. Muchos cristianos piensan erróneamente: “Nadie sabe cómo nacer de nuevo. Solo Dios los sabe, por eso el Señor dijo: “El viento [b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8).
Pero solo piensan así porque no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu de la que habló el Señor. Dios lo sabe todo acerca de nosotros. Dios también sabe claramente que la gente puede nacer de nuevo de todos sus pecados si cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios mismo planeó que la gente naciese de nuevo solo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, hay muchas personas que todavía no conocen la Verdad de que se nace de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y como resultado, están viviendo en ignorancia y confusión. Multitud de cristianos están atrapados en el engaño. Piensan para sí mismos: “Siempre que viva mi vida de fe, naceré de nuevo un día de alguna manera”. Pero esto es lo mismo que contar con la suerte. Además, cuando los cristianos de hoy en día escuchan la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, muchos la rechazan enseguida pensando: “Esto es muy diferente a lo que he aprendido hasta ahora”.
Pero, si de verdad prestan atención al Evangelio del agua y el Espíritu y entienden su Verdad de salvación al dejar de lado sus pensamientos, podrán estar llenos de gozo, diciendo: “Todos mis pecados han desaparecido. He sido salvado de verdad de todos mis pecados”. Por desgracia, no hay muchas personas que entiendan el Evangelio del agua y el Espíritu enseguida y que reciban la salvación cuando se encuentran con él. Por tanto, a mayoría de la gente acaba volviéndose a otra cosa que no es el Evangelio del agua y el Espíritu buscando la confirmación de su salvación de los pecados. Algunas personas dicen que nacieron de nuevo mientras oraban, mientras que otras dicen que el Señor se les apareció en un sueño y les dijo que habían sido salvadas. Esto se debe a la tendencia que tiene la gente a interpretar el significado de nacer de nuevo y ser regenerado de manera diferente. Algunas veces, cuando le pregunto a la gente si ha nacido de nuevo y ha sido regenerada, a menudo responde: “Sí, he nacido de nuevo y he sido regenerado. Pero aun así tengo pecados en mi corazón”. Pero esto es absurdo y refleja su ignorancia de la verdadera Palabra de Dios.
¿Tiene sentido que la gente diga que, aunque han sido salvados de sus pecados, todavía tienen pecados? Si alguien ha recibido la remisión de los pecados para siempre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, esta persona ha sido regenerada. Esta palabra, “regeneración”, significa ser limpiado y renovado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y nacer de nuevo significa lo mismo. Cuando decimos que hemos sido salvados de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, esta es otra manera de decir que, aunque habíamos sido pecadores a los ojos de Dios en el pasado, ahora no tenemos nada que ver con nuestros pecados. Significa que, aunque hubiésemos vivido como pecadores en el pasado, ahora hemos experimentado la remisión de los pecados al escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu predicada por sus testigos y hemos creído en ella.
El que hayamos sido regenerados significa lo mismo: aunque fuimos pecadores en el pasado, ahora somos hombres y mujeres nuevos porque hemos sido limpiados de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu”. En otras palabras, aunque fuésemos pecadores desde el día en que nacimos del vientre materno, ahora que hemos encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu, lo hemos escuchado con nuestros oídos y hemos creído en él de corazón, hemos recibido la remisión de los pecados para nacer de nuevo. Aunque seamos iguales en cuerpo y apariencia, en nuestros corazones podemos nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Quién provoca y mueve los vientos que soplan en este mundo? Dios. ¿Quién controla las corrientes en la atmósfera, forma los sistemas atmosféricos, cambia el flujo del aire, controla los movimientos de las mareas, da vida a todo y hace que este planeta esté lleno de vida? Nada más que Jesucristo, nuestro Dios. Por eso debemos nacer de nuevo al escuchar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros oídos y creer en él con nuestros corazones. Para que esto ocurra, debemos creer de todo corazón en la Verdad de la salvación que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu.
La Verdad que Dios nos ha dado para salvarnos de todos nuestros pecados no es nada más que el Evangelio del agua y el Espíritu. Es una falacia decir que se ha recibido el Espíritu Santo con tan solo orar, aunque se tengan pecados en el corazón. El Espíritu Santo es el Espíritu exaltado de Dios, y por tanto puede entrar en los corazones de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Espíritu Santo viene a nuestros corazones solo si creemos que Jesucristo aceptó todos nuestros pecados para siempre cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y que cargó con la condena de nuestros pecados cuando entregó Su cuerpo para ser crucificado y derramó la sangre de Su vida. Cuando nuestros corazones están limpios de pecado al creer en esta Verdad, el Espíritu Santo puede entrar en nuestros corazones porque somos creyentes. El Evangelio del agua y el Espíritu es lo que hace que nuestros corazones estén sin pecados, y solo cuando somos salvados al creer en el Evangelio recibimos el don del Espíritu de Dios en nuestros corazones. El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad que vive solo en los corazones de los que han sido limpiados de los pecados.
Génesis 1:2 dice: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. El que el Espíritu de Dios se cerniese sobre la faz de la tierra significa que el Espíritu Santo no podía entrar en nuestros corazones cuando éramos pecadores porque nuestros corazones estaban sin forma y llenos de oscuridad por nuestros pecados que nos manchaban. Pero cuando encontramos la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, el Espíritu Santo pudo entrar en nuestros corazones y vivir en nosotros, de la misma manera en que la luz existió cuando Dios lo ordenó.
¿Cómo puede la gente ser liberada de sus pecados?
La respuesta a esta pregunta se encuentra en lo que nuestro Señor le dijo a Nicodemo: “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Nicodemo, perplejo, le preguntó a Jesús: “Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Juan 3:4). Nicodemo tomó la Palabra de Jesús literalmente pensando que nacer de nuevo significaba entrar en el vientre materno por segunda vez y nacer otra vez. Así que no pudo entender lo que Jesús estaba diciendo. Habría sido imposible que la madre de Nicodemo volviera a darle a luz cuando él era mucho más grande que ella. Así que Jesús le contestó: “¿Acaso no eres el maestro de Israel y no sabes estas cosas?” (Juan 3:10).
Hay muchos clérigos en este mundo que intentan guiar a otros, aunque ellos mismos no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Son como Nicodemo y muchas personas así existen hoy en día. Durante los días de Jesús, Nicodemo era uno de los 70 miembros de Sanedrín, lo que hoy en día sería un legislador. Además, era un fariseo.
Así que, en términos seculares, Nicodemo era un miembro del Sanedrín, y en términos religiosos era un líder judío. Nicodemo era un hombre con un nivel de educación alto, virtud y honor. Sin embargo, no conocía la Verdad de ser nacido de nuevo del agua y el Espíritu. Aunque era un erudito que enseñaba al pueblo de Israel en todas las cosas, no sabía cómo nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Hay muchas personas en las comunidades cristianas que son así. Incluso ahora, vemos que muchas personas actúan como líderes cristianos, aunque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Algunas de estas personas son revitalistas famosos, otros son pastores y otros lideran varias organizaciones misioneras.
Ayer pasé por una librería cristiana porque tenía tiempo libre. Mientras ojeaba algunos libros de esta librería no podía encontrar ninguno sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Lo que todos debemos saber es que nacer de nuevo no depende de nuestro trabajo o esfuerzo. Debemos saber que, solo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el corazón puede estar limpio de pecado. Ustedes también deben nacer de nuevo al entender primero y después creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Jesús nos está diciendo a Nicodemo y a nosotros: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:12). Aunque la gente debe saber que puede nacer de nuevo del agua y el Espíritu, muchos no tienen este conocimiento. La gente en los tiempos de Jesús no creyó, aunque les habló de cosas terrenales. De la misma manera, aunque los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu han predicado este Evangelio a muchas personas y les han enseñado cómo vivir una vida espiritual de fe después de haber nacido de nuevo, todavía no creen.
A través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, nuestro Señor cargó con los pecados de la humanidad para siempre en Su cuerpo; entonces derramó toda Su sangre en la Cruz y murió; fue enterrado y se levantó de entre los muertos; y así nos ha salvado a los creyentes de todos nuestros pecadores para siempre. Utilizando el Antiguo Testamento, nuestro Señor le explicó a Nicodemo lo que significaba nacer de nuevo: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo” (Juan 1:14-15). De la misma manera en que Moisés levantó la serpiente en el desierto, Jesús tuvo que ser levantado; y Dios ha hecho posible que los que creen en este Jesús levantado reciban la vida eterna.
Cuando el Señor dijo: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así mismo el Hijo del Hombre debe ser levantado”, estaba hablando del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor pudo ser crucificado hasta morir porque había sido bautizado por Juan el Bautista. Por eso pudo cargar con todos los pecados del mundo y gritó cuando murió en la Cruz: “¡Está acabado!”. Para que nuestro Señor fuese crucificado y levantado, primero tuvo que cargar con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Desde el punto de vista bíblico, Jesús no podía morir en esa Cruz maldita si no cargaba con nuestros pecados como nuestro sacrificio por el pecado. Por esta razón nuestro Señor fue bautizado al ser bautizado por Juan el Bautista antes de ser crucificado, y al aceptar así los pecados de la humanidad, pudo morir en nuestro lugar. Así, como Jesús fue crucificado y derramó Su sangre para ser acusado por todos los pecados de la humanidad, es indispensable para todos los seres humanos. Ahora podemos nacer de nuevo al creer en Él como nuestro Salvador. Esto es lo que nuestro Señor nos está enseñando ahora con la Palabra que le dio a Nicodemo.
La Palabra bendita de Dios
La Palabra que Jesús le dio a Nicodemo es una bendición enorme para todos nosotros. Como Nicodemo conocía bien el Antiguo Testamento, Jesús le dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14-15). Con esta Palabra bendita, el Señor estaba diciendo a Nicodemo que cargaría con los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, ser crucificado hasta morir y así se convertiría en el Salvador.
Después de salir de la tierra de Egipto, el pueblo de Israel pasó por muchas dificultades mientras vagó por el desierto y culpó a Moisés y al Señor Dios por sus problemas. Así que Dios les envió serpientes por su insolencia, para que les mordiesen y matasen. Los que fueron mordidos por las serpientes se hincharon, echaron espuma por la boca y murieron con mucho dolor. Al ver al pueblo de Israel sufriendo por las picaduras del veneno de las serpientes, Moisés, su líder, oró a Dios sin cesar. Oró diciendo: “Señor, por favor, salva al pueblo de Israel”. Dios le dijo: “Les estoy castigando por su insolencia”. Pero Moisés le rogó a Dios: “Aun así, Señor, salva a estas personas”. Dios le dijo a Moisés: “Pon una serpiente de bronce en un palo y levántala alto. Dile al pueblo de Israel que quien mire a esta serpiente de bronce será salvado”.
Moisés le dijo esto al pueblo de Israel. Y quien obedeció y miró la serpiente de bronce en el palo fue sanado del veneno y salvado. De la misma manera en que la serpiente de bronce fue levantada, nuestro Señor, después de su bautismo, fue levantado en la Cruz y cargó con las maldiciones de todos nuestros pecados en nuestro lugar. Al ser picados por el veneno de los pecados, todos estábamos destinados a morir y ser maldecidos sin falta, pero para salvar a personas como nosotros, el Señor fue crucificado. Y, de la misma manera en que la gente que miraba a la serpiente de bronce en la Cruz en el Antiguo Testamento era salvada, Dios ha dado la bendición de nacer de nuevo a todos los que creen en la obra justa de Dios que Jesús cumplió al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, y los que creen en el Señor crucificado como su Salvador. Dios Padre hizo que nuestro Señor cargase con todas las maldiciones de todos los pecados del mundo e hizo que derramase Su sangre hasta morir.
Al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz, y al levantarse de entre los muertos, Jesús nos ha dado más que suficiente gracia para que todo pecador fuese salvado de la condena del pecado. El Señor le dijo a Nicodemo que nadie ha ascendido al cielo, sino solo el que vino del Cielo, el Hijo del Hombre. Con el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestro Señor ha abierto el camino para recibir la remisión de los pecados y la vida eterna. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Al cargar con todos los pecados de la humanidad y ser crucificado, nuestro Señor ha abierto la Puerta del Cielo por primera vez para que todos los que creen en Jesucristo como su Salvador puedan entrar en el Reino de los Cielos por esta fe. El Señor nos ha salvado perfectamente de todos nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu.
Jesús dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” (Juan 3:14). ¿Qué razón hubo para que el Señor fuese crucificado? ¿Pecó como nosotros? ¿Era débil como nosotros? ¿Tenía fallos como nosotros? No, por supuesto que no. Pero, a pesar de esto, nuestro Señor tuvo que ser crucificado y ser clavado en ese árbol maldito. Esto se hizo para librarnos de nuestros pecados y salvarnos. Fue para salvar a todo el mundo que Jesucristo cargó con todos los pecados de este mundo para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista; como tomó todos nuestros pecados de esta manera pudo ser crucificado para salvar a toda la humanidad del juicio; y así es como el Señor nos ha bendecido para nacer de nuevo completamente a través del Evangelio del agua y el Espíritu (1 Juan 5:3-7).
Todo el mundo puede recibir la remisión de los pecados y nacer de nuevo del agua y el Espíritu solo cuando cree en la obra del bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz. Dios solo bendice a los que creen de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu para recibir la remisión de sus pecados para siempre y para convertirse en los hijos de Dios de una vez por todas. Solo por fe, al creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz como está escrito en la Palabra, podemos nacer de nuevo.
El agua aquí se refiere al bautismo que Jesucristo recibió de Juan el Bautista y el Espíritu se refiere al hecho de que Jesús es Dios. Dios mismo vino a este mundo encarnado en un hombre, aceptó todos los pecados de la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, cargó con la condena de estos pecados al ser crucificado y así nos ha salvado a los que creemos de nuestros pecados y el juicio. Esta es la obra del Espíritu Santo. Todos habíamos sido pecadores, pero el Señor nos ha salvado al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre en la Cruz cargando con los pecados de la humanidad. Nuestros Señor es quien nos ha salvado través del Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús dijo que solo los que han nacido de nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu pueden ver el Reino de los Cielos y entrar en él.
Nacer de nuevo del agua y el Espíritu solo es posible si creemos que Jesús ha eliminado todos nuestros pecados con el bautismo que recibió y la sangre que derramó en la Cruz. Jesús es el Hijo de Dios Todopoderoso, y es Dios mismo y el Salvador que nos creó y creó los cielos y la tierra. Al haber venido a este mundo encarnado en un hombre entregó Su cuerpo en la Cruz para pagar las maldiciones de la humanidad en su lugar, fue enterrado y resucitó al tercer día, y así ha hecho posible que quien crea en Él entre en el Reino de Dios. Por eso nuestro Señor dio testimonio de que se había convertido en el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos.
El Señor es la puerta de las ovejas
El Señor dijo que es la puerta de las ovejas ¿Quién está en la puerta del Cielo? Nuestro Señor está allí. ¿Quién abre esta puerta? Es nuestro Señor quien la abre. Por tanto, para entrar por la puerta del Cielo, debemos tener fe en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz. Esta confesión de fe es indispensable para todos nosotros. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu entrarán por esta Puerta, pero los que no creen en este Evangelio celestial no han nacido de nuevo, serán arrojados a otro lugar. Quien niegue la divinidad de Jesús, Su encarnación, o el bautismo por el que cargó con todos los pecados de la humanidad no podrá pasar por la puerta del Cielo.
Dios no deja entrar al Cielo a todos los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios, a los que no creen que Jesús es Dios, no creen que tomó todos sus pecados, y no creen que cargó con toda la condena de los pecados. Por el contrario, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu podrán entrar en el Reino de los Cielos para participar en su gloria y la vida eterna, porque han recibido la remisión de los pecados. Este es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu y la salvación misericordiosa de Dios.
Como la serpiente de bronce levantada en el palo, nuestro Señor fue levantado en la Cruz después de cargar con todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista. Al haber cargado con los pecados del mundo, el Señor cargó con toda nuestra condena. Esta es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la salvación de los pecados de la humanidad. Este poder del Evangelio del agua y el Espíritu es la única Verdad a través de la que la humanidad puede recibir la remisión de los pecados de Dios por fe. ¿Entienden lo que significa nacer de nuevo por el agua y el Espíritu? ¿Cuál es la Verdad de nacer de nuevo? ¿Cómo podemos ser regenerados? ¿Cómo podemos ser personas nuevas? ¿Cómo podemos ser salvados de los pecados? ¿Cómo podemos estar sin pecados y no estar en un estado depravado? ¿Cómo podemos ser transformados en justos de nuestro estado de pecadores? La Verdad de todas estas cosas es posible solo al creer en el Evangelio del bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz.
Por desgracia, multitud de personas en este mundo no conocen esta Verdad, y en su ignorancia, incluso los cristianos de hoy en día creen en Jesús a ciegas. Nada puede ser más lamentable que esto. Me rompe el corazón ver que tantos cristianos intentan encontrar su salvación del pecado en vano y al final se convierten en hipócritas. Del mismo modo en que Nicodemo en el pasaje de las Escrituras de hoy no sabía cómo nacer de nuevo del agua y el Espíritu, los teólogos de hoy en día, los ministros y cristianos no saben cómo nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Nicodemo era un hombre con mucho conocimiento y honor. Aun así, no pudo entender la Palabra de Jesús, y como él, multitud de ministros cristianos de hoy en día no pueden entender la Palabra correctamente. Aunque en términos carnales estos líderes del cristianismo tengan cargos impresionantes, son ciegos espiritualmente.
La mayor parte del capítulo 3 de Juan trata de la conversación que Jesús tuvo con Nicodemo, desde el versículo 1 al 21. Jesús estaba hablando así para abrir los ojos de un hombre ciego espiritual. Al final se encendió una luz en el cerebro de Nicodemo y se dio cuenta: “¡Oh sí! Sabía que Jesús no era un hombre normal, pero ahora sé seguro que es el Hijo de Dios y el Salvador de la humanidad. Sé que es el Mesías que vino a salvarme al cargar con mis pecados y ser condenado en mi lugar. Ahora lo sé”.
Como resultado de esta conversación, los ojos espirituales de Nicodemo fueron abiertos y tuvo la verdadera fe. Por eso, cuando Jesús murió en la Cruz, Nicodemo se encargó de Su funeral, aunque era miembro del Sanedrín. Llevó una mezcla de mirra y aloes para preparar el cuerpo de Jesús para su entierro. Como Nicodemo fue salvado de sus pecados cuando escuchó y creyó en la Palabra de Jesús, ahora había nacido de nuevo del agua y el Espíritu y estaba en la entrada del Reino del Cielo.
Mis queridos hermanos, los nacidos de nuevo alcanzamos nuestra salvación solo cuando creemos en la Verdad del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz mientras cargaba con los pecados del mundo. Por nuestra fe en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz nacemos de nuevo de verdad. Jesús hizo posible que todos los que creemos en Su bautismo y sangre podamos nacer de nuevo y lo ha hecho por todo el mundo que cree en esta misma Verdad. ¿A través de qué nacemos de nuevo entonces? A través de nuestra fe en el bautismo que Jesús recibió y la sangre que derramó en la Cruz. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, todos nuestros pecados fueron pasados a Él. Jesús es Dios mismo y el Creador, y nos ha bendecido para nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Jesús es Dios
Para todos los seres humanos Jesús es Dios mismo. Está escrito en Juan 1:1-3: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. ¿Quién es esta Palabra? Él es Jesucristo, quien nos ha salvado de todos nuestros pecados a través de Su bautismo y la sangre. Es Jesús quien vino a este mundo encarnado en un hombre, fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y por esta salvación, nos ha permitido nacer de nuevo por fe.
La Biblia dice en 1 Pedro 3:21 que el bautismo de Jesús es la profecía que nos salva. He oído que uno de nuestros hermanos predicó esto a alguien y esta persona se puso furiosa inmediatamente y lo rechazó enojada, diciendo que esto no es lo que está diciendo la Biblia. Pero, en vez de enojarse de esta manera, deben escuchar la Palabra de Dios con cuidado, y si la Palabra de Dios es correcta, deben creer en ella. Esto es lo correcto. Si escuchan la Verdad de los justos que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, empezarán a entender qué dice la Biblia. Entonces ¿dónde podrían escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu? Solo en la Iglesia de Dios pueden escuchar esta Verdad. Aunque éramos pecadores, Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautismo y derramar Su sangre. Y quien enseñe esta Verdad es sin duda un siervo valioso de Dios.
La Biblia dice que Jesús fue levantado en la Cruz para “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:15). ¿Qué hay de ustedes? ¿Han recibido la remisión de los pecados y la vida eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Han nacido de nuevo al creer en la justicia del Señor? No importa quiénes sean. Mientras crean que el Señor ha salvado a pecadores como ustedes a través del agua y el Espíritu, recibirán la remisión de los pecados y nacerán de nuevo. De hecho, ustedes saldrán perdiendo si no creen en la salvación que ha venido por el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz. No podrán ver la obra poderosa del Evangelio explotando como la dinamita en sus vidas. Solo cuando creemos en la Palabra de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu por la remisión de los pecados podemos disfrutar todas sus bendiciones. Desde la encarnación del Señor en este mundo hasta Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección, todas estas cosas eran la obra de la salvación que Jesús hizo en este mundo. La Verdad absoluta es que, si creemos en este Jesús que vino por el agua y el Espíritu, naceremos de nuevo, alcanzaremos nuestra salvación y viviremos para siempre. Esto es lo que nuestro Señor quiso decir con “cosas celestiales” cuando le dijo a Nicodemo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:12).
El Evangelio a través del que Jesús nos ha salvado de todos los pecados del mundo es el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha salvado de todos los pecados del mundo y nos ha librado de Satanás a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y todo esto es la obra de la salvación de Jesús. La gracia de Dios ha hecho posible que seamos salvados, solo si creemos en el agua y la sangre que cumplió nuestro Señor. Así que hay dos tipos de gracia que Jesús ha dado a la humanidad. Un tipo es la gracia universal y el otro es Su gracia especial. La gracia universal del Señor se refiere a la gracia de Dios que es evidente en la abundancia de la naturaleza, desde el sol al aire y todo lo que mantiene nuestras vidas en este mundo.
Esta es la gracia que Dios le ha dado a todo el mundo por igual, a los justos y pecadores. Por el contrario, la gracia especial es el hecho de que Jesús ha eliminado todos nuestros pecados al venir a este mundo encarnado en la carne de un hombre, recibir el bautismo de Juan el Bautista, y ser crucificado cargando con los pecados del mundo. Al creer en esta gracia especial, la salvación que ha venido por el agua y el Espíritu, nacemos de nuevo y somos salvados. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
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