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Bài giảng

Tema 3: El Evangelio del agua y del Espiritu

[3-21] ¿De verdad desean que su fe sea la misma que la fe de Pedro? (Mateo 16:13-20)

¿De verdad desean que su fe sea la misma que la fe de Pedro?(Mateo 16:13-20)
“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.”
 
 
¿Cómo es su fe? 
 
Hoy me gustaría compartir la Palabra con ustedes acerca de cómo se puede reforzar su fe para que sea tan fuerte como la de Pedro. En este pasaje de las Escrituras Jesús les preguntó a Sus discípulos quién decía la gente que era Él, ¿y cuál fue su respuesta? Le contestaron diciendo: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas” (Mateo 16:14). Pedro confesó su fe y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). 
En las Escrituras encontramos tres cargos ungidos. En primer lugar, los reyes fueron ungidos cuando ascendían al trono de Israel. Por ejemplo, cuando David se convirtió en rey, el Profeta Samuel llenó el cuerno de un carnero de aceite y se lo echó por la cabeza. Las Escrituras dicen que: “El Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). En segundo lugar, el Sumo Sacerdote, es decir, el sacerdote principal, era ungido cuando aceptaba su cargo. En tercer lugar, los profetas eran ungidos. 
Cuando Pedro le dijo al Señor aquí en la Biblia “Tú eres el Cristo”, le estaba confesando su fe, diciendo que Jesús era su Rey. Estaba confesando que el Señor era su Profeta. Pedro estaba confesando su fe de la siguiente manera: “Jesucristo es el Salvador, y ha salvado a los pecadores al cargar con todos los pecados de este mundo a través de Su bautismo y Su derramamiento de sangre en la Cruz”.
Jesucristo es el Dios de la creación y en el principio creó los cielos y la tierra (Génesis 1:1-31). Al crear los cielos y la tierra, el Dios de la Trinidad hizo posible que naciésemos y existiésemos. Jesucristo, Dios Padre, y el Espíritu Santo crearon juntos a Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer. El universo y la humanidad existen ahora porque fueron tratados por Dios. Por la voluntad de Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nacimos en este mundo. 
El hecho de que el Dios de la Trinidad esté vivo nos enseña quién es nuestro Creador y quién es nuestro Salvador. ¿Qué función tiene el Espíritu Santo para nosotros? El Espíritu Santo da testimonio y garantiza que Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha salvado de todos los pecados del mundo al venir al mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, y derramar Su sangre en la Cruz. El Espíritu Santo asegura que Jesucristo ha eliminado todos los pecados de este mundo con el Evangelio del agua y el Espíritu. Y nos garantiza que nuestra salvación ha sido cumplida por Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos enseña que Jesucristo vino a este mundo a salvar a todos los pecadores de todos los pecados del mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz, se levantó de entre los muertos de nuevo y así se ha convertido en el verdadero Salvador. Si Jesucristo no se hubiese convertido en nuestro Salvador al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre y levantarse de entre los muertos de nuevo, nadie podría eliminar nuestros pecados. Jesús es nuestro Salvador, nuestro Creador y nuestro Pastor verdadero. 
La fe que nos mantiene en el final de los tiempos es la fe que Pedro tuvo en él confesando: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Satanás está causando confusión y vacío a muchas personas en esta era con muchas religiones diferentes. Me doy cuenta de la necesidad de que el Evangelio del agua y el Espíritu se predique por todos los rincones del mundo. Hasta ahora he estado predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los que no lo conocen. Estas personas no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu porque todavía tienen que darse cuenta de la Palabra de la Verdad que dice que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador de la humanidad y el verdadero profeta. Que conozcamos o no a Jesucristo depende de si conocemos el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. 
Jesús es el Creador, y es el Salvador que nos ha librado de todos los pecados de este mundo. Les pido que crean en esta Verdad. Jesús es el verdadero Profeta que nos ha enseñado todas las verdades, es el Salvador y nuestro Rey. Para librar a Su pueblo de sus pecados, el Rey de reyes cargó con los pecados del mundo sobre Su cuerpo al haber sido bautizado por Juan el Bautista, se sacrificó a Sí mismo al derramar Su sangre en la Cruz, y así se ha convertido en nuestro Salvador. Para nosotros Jesús es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos, el Rey de reyes y nuestro verdadero Profeta. ¿Creen que Jesús es nuestro Salvador y nuestro verdadero Dios?
Quiero decir aquí claramente que, si no tenemos una de estas tres verdades y no creemos en ella, no podremos nunca recibir la remisión de los pecados y acabaremos siendo destruidos. Si no conociésemos el Evangelio del agua y el Espíritu significaría que no conocemos a Jesucristo, el Salvador de la humanidad, tampoco. ¿En qué estamos confiando y en qué creemos ahora? ¿Acaso no es el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿O creemos en Jesús como nuestro Salvador solo como una religión? 
No hay ninguna fe religiosa reconocida en el Reino de Dios. Así que deben pensar en cómo se eliminan los pecados que tienen en su corazón. ¿Es posible tener la verdadera fe que Pedro tenía en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu? No, por supuesto que no. Por tanto, por necesidad, tienen que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu sin falta. 
¿De verdad aprecian que lo más valioso en este mundo es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu? Debemos saber que Jesucristo, el Salvador, nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos creer que nos ha salvado de los pecados del mundo a través de Su bautismo, Su derramamiento de sangre, muerte y resurrección. Nuestro Señor nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu en estos últimos días. Así que debemos construir nuestra fe sobre la Verdad, la roca del Evangelio del agua y el Espíritu. 
Este Evangelio del agua y el Espíritu es el verdadero Evangelio que nos ha salvado a todos de nuestros pecados. Los que no creen en este Evangelio serán abandonados, pero los que creen en él obtendrán la salvación perfecta absoluta. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu tiene el poder de llevar la verdadera salvación a todos los que creen en él completamente. Si creen en este Evangelio, no solo podrán ser salvados de nuestros pecados, sino que recibirán el amor de Dios para siempre. Sin embargo, si no creen en este Evangelio, no solo traicionarán el amor de Dios, sino que también el amor del Señor estará fuera de su alcance para siempre. 
¿Saben que incluso sus pecados futuros han sido eliminados para siempre mediante el poder del Evangelio del agua y el Espíritu? Si no hacen otra cosa, deben conocer esta Verdad sin falta, sea cual sea el precio. Y deben creer en ella. La salvación de sus almas depende de si creen o no en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si creen en este Evangelio, sabrán su verdadero valor. 
 
 

Creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es la clave del Reino de los Cielos

 
Por la fe de Pedro el Señor dijo que le daría las llaves del Reino de los Cielos. Entonces, ¿cuál era la fe de Pedro? Su fe se muestra mediante la confesión que hizo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Esta fe es la clave para entrar en el Reino de los Cielos. Para deconstruir esta fe en detalle para entenderla y poseerla, debemos entender primero claramente y creer en lo que el Evangelio del agua y el Espíritu está diciendo. Jesucristo ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, y que crean en Él como nuestro Salvador o no determinará si pueden o no recibir las llaves del Reino de los Cielos. 
El Señor le dijo a Pedro en Mateo 16:19: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. Las llaves del Reino de los Cielos se refieren aquí a entender el Evangelio del agua y el Espíritu y la fe en la Verdad. Esta fe consiste en creer claramente en que Jesús es nuestro Salvador y que nos ha salvado de todos los pecados del mundo por el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. 
La fe de Pedro nos enseña que la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es la perfecta Verdad. Si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora, serán salvados perfectamente, aunque el mundo entero se venga abajo. Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestras almas no se vendrán abajo y venceremos a nuestros adversarios. El Señor dijo que, si tenemos fe tan pequeña como una semilla de mostaza, entonces con esta fe debemos vencer al mundo el día en que regrese el Señor. El último día de este mundo, podremos recibir al Señor con confianza, todo gracias al Evangelio del agua y el Espíritu. Los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu pueden defender su fe hasta el día en que acabe este mundo. 
Como tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos levantar la Iglesia de Dios y salvar a muchas almas de sus pecados. Sería imposible sin esta fe. El Señor dijo que podemos construir la Iglesia de Dios en este mundo y llevar a los pecados a Él solo si tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
De la misma manera en que el Señor le dijo a Simón Pedro que le daría las llaves del Reino de los Cielos por su fe, debemos asegurarnos de que tenemos la misma fe que tenía Pedro. Después de todo, solo después de que el Señor escuchase la confesión de fe de Pedro, le dijo: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. Como el Salvador y nuestro Dios cumplió estos tres cargos como nuestro Rey, Sacerdote y Profeta en Su ministerio terrenal, ¿cómo no vamos a cumplir nuestro deber de creer en estos tres cargos?
Jesucristo es Dios mismo y nuestro Salvador. Para convertirse en el Salvador de los pecadores, Jesús se encarnó en un hombre y nació en este mundo del cuerpo de María. Mateo 1, 1 dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. Esto, por supuesto, nos enseña que Jesús vino a este mundo como el Salvador a través de la casa de David. Inspirado por el Espíritu Santo, David dijo: 
“Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Salmo 110:1).
David estaba hablando de Jesús cuando habló de “mi Señor” aquí. En otras palabras, David estaba confesando que Jesús era su Dios. Sin embargo, cuando el Mesías vino, la gente no le reconoció y la trató como un mero ser humano. Por el contrario, movido por el Espíritu Santo, David confesó que Jesucristo era su Dios. 
Jesús es nuestro Dios y nuestro Salvador. Es nuestro Pastor. Pedro confesó que Jesús era su Dios, su Salvador y su Profeta. Estas tres creencias se recogen en la palabra “Cristo”. Sabemos que es quien nos ha salvado de los pecados del mundo, Jesús es el Rey de reyes, nuestro Salvador y nuestro Profeta y Pastor que nos enseña todo. 
Es absolutamente indispensable que creamos en Jesús como nuestro Dios, nuestro Salvador y nuestro Profeta. Jesús es mi Dios y el suyo, y es nuestro Salvador y nuestro Rey, de la misma manera en que Pedro le dijo al Señor: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. Todos debemos tener esta fe. Como la fe en este Evangelio del agua y el Espíritu es absolutamente indispensable para nosotros, el Señor nos ha permitido tener las llaves del Reino de los Cielos, solo por esta fe. Pero, muchas personas hoy ignoran el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es lo mismo que ignorar lo que Dios hizo cuando vino a este mundo. 
Si Jesús dice que ha eliminado todos nuestros pecados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces debemos creer simplemente sin cuestionarlo. Jesús fue más que capaz de eliminar todos los pecados del mundo y convertirse en el Salvador. Al haber venido a este mundo, nos ha salvado para siempre de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Es nuestro Salvador y nuestro Rey. Cuando creemos en Jesucristo como nuestro Señor, debemos creer en el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz fueron para la remisión de los pecados. Si no creemos en ninguna de estas cosas, entonces nuestra fe, que se supone que tiene que salvarnos de nuestros pecados, se vendrá abajo de inmediato. 
Cuando nuestra fe se debilita, debemos confesar nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando tenemos dificultades en nuestras vidas, debemos orar a Dios para que nos ayude confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu. Lo que debemos saber es que orar a Jesús es lo mismo que orar a Dios Padre. Cuando creemos de corazón que Dios Padre y Su Hijo son el mismo Dios para nosotros, nuestras oraciones son seguras. Al creer en Jesús podemos ser salvados de todos nuestros pecados, y por esta fe podemos orar a Jesús para que nos ayude. Jesús es nuestro Creador y nuestro Dios. Por nuestra fe en Jesús, el Salvador, podemos saber quién es Dios Padre, y debemos darnos cuenta de Su amor. Por eso estamos viviendo como los que han sido salvados de todos los pecados. 
Cuando nos encontramos con dificultades, oramos a Jesús para que nos ayude a superar estas dificultades y nos bendiga. No hay nada malo con estas oraciones. Algunos de nosotros nos preguntamos a quién debemos orar, si debemos orar a Dios Padre o a Su Hijo Jesucristo. Podemos orar a cualquiera de los dos. La razón es que Dios Padre y Su Hijo Jesucristo son el mismo Dios para nosotros. 
Puede que se pregunten si esto significa que el Espíritu Santo no es divino. Esto no es lo que significa. El Espíritu Santo también es el mismo Dios para nosotros. Es solo que el Espíritu Santo nos asegura la obra de salvación completada por Dios Padre y el Espíritu, y por esto no oramos en Su nombre. Además de estas diferencias, el Espíritu Santo es claramente el mismo Dios para nosotros también. Esto se debe a que, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo crearon el universo y a nosotros (Génesis 1:26-28). 
Es absolutamente importante que creamos que Jesús es el Dios que nos creó y el Salvador Dios que nos libró de los pecados del mundo. Si reconocemos a Jesús como nuestro Salvador y negamos que es nuestro Dios, nuestra fe no sobrevivirá. Jesús es nuestro Dios, pero si lo negamos, sufriremos una gran pérdida. Puede que se pregunten: “¿Es Jesús divino? ¿Es Dios mismo? Sé sin duda que Jesús nació del cuerpo de María, tomó todos nuestros pecados al ser bautizado y cargó con la condena de todos estos pecados al derramar Su sangre. ¿Pero dónde está la prueba de que Jesús es Dios?”. Se encuentran muchas pruebas en toda la Biblia. La Biblia está llena de pasajes que dan testimonio de la divinidad de Jesús. 
 
 
¿Qué dice Dios en la Epístola a los Hebreos?
 
Pasemos a la Epístola a los Hebreos y veamos lo que dice la Palabra de Dios. Está escrito en Hebreos 1:8-12: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”.
La Biblia dice en el versículo 10: “Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos” y el Señor aquí se refiere al Hijo de Dios mencionado en el versículo 8. Dice claramente que Jesús es Dios: “Tú Señor, en el principio fundaste la tierra”. ¿Quién creó este mundo? Es Jesucristo. ¿Quién es Dios entonces? Es Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, quienes habían decidido salvarnos de nuestros pecados. Jesús es nuestro Salvador, como dice la Biblia: 
“Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, 
Y los cielos son obra de tus manos. 
Ellos perecerán, mas tú permaneces; 
Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 
Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; 
Pero tú eres el mismo, 
Y tus años no acabarán” (Hebreos 1:10-12)
¿Quién es el Señor del que se habla aquí? No es otro que Jesucristo, el Creador de todas las cosas. Los cielos y la tierra en este mundo presente desaparecerán un día. Aunque todas estas cosas desaparezcan la Biblia dice: “Pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”. Esto significa que solo Dios es eterno y vive para siempre. Jesucristo es el Dios que vive para siempre y es el Hijo de Dios Padre. Jesucristo es nuestro Dios. 
Cuando la Biblia dice en Hebreos 1:10: “Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos”, este es Jesucristo. Jesús es el verdadero Profeta de la humanidad y es el Salvador Dios que, según Su Palabra de profecía, vino a este mundo, fue bautizado y derramó Su sangre para salvarnos de los pecados del mundo. Dios nos salvó de todos los pecados del mundo por el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Es absolutamente imprescindible reconocer estos tres cargos. 
Quiero pausar un momento para contarles una historia graciosa. Hace mucho tiempo había un hombre que, después de convertirse al cristianismo, empezó a insistir en que su tío fuera a la iglesia. Después de que su sobrino se lo pidiese una y otra vez, el tío por fin le acompañó a la iglesia. Vio que su sobrino rezaba en cuando se sentó en el banco de la iglesia, y le escuchó decir: “Padre, gracias por este día maravilloso”. Al escuchar esto, el tío pensó para sí mismo: “Hmmmm... si Dios es el Padre de mi sobrino, debe ser mi hermano”. Así que empezó a orar diciendo: “Hermano, ¿cómo estás?”. 
Si no creemos que Jesús es Dios incluso después de recibir la remisión de los pecados a través de Él, ¿cómo podemos orarle? Como Dios Padre nos ha salvado de los pecados del mundo al enviar a Su Hijo, está claro que Jesús es nuestro Creador y nuestro Salvador. Por tanto, es Jesucristo quien nos hizo en el principio, y es Él quien nos ha librado de nuestros pecados. El Creador que hizo los cielos, la tierra y los seres humanos es Jesús, el Hijo de Dios. Jesús es nuestro Salvador y Dios mismo. Cuando no tenemos claridad, podemos pensar que, aunque hemos sido salvados por Jesús, estaría mal orar en nombre del Hijo cuando hay un Dios Padre, quien pensamos que es mayor que el Hijo. Así que podemos preocuparnos de llamar Hijo a nuestro Dios por equivocación. Pero esta preocupación no tiene sentido. Es correcto llamar a Jesús Dios. Por eso Jesucristo es Dios para nosotros. 
Mis queridos hermanos, el Jesús que nos ha salvado de todos nuestros pecados es Dios mismo. No hay nada extraño en llamar a Jesús “nuestro Señor,” “nuestro Salvador” y “nuestro Dios”, de la misma manera en que llamamos a Dios “nuestro Dios” y “nuestro Padre”. Esto es todo correcto. Al haber delegado a Su Hijo toda la autoridad para juzgar, Dios Padre nos ha salvado de todos nuestros pecados y destrucción al enviar al Hijo a este mundo. El Hijo de Dios, nuestro Dios y nuestro Mesías no es otro que Jesús, nuestro Salvador. Es el Hijo de Dios quien nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por supuesto, esto se hizo por orden del Padre, pero Jesús no tiene ningún defecto y podemos llamarle nuestro Salvador y nuestro Dios. 
Cuando se trata de nuestra fe, no solo debemos creer claramente que Jesús es el Hijo de Dios que nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, pero debemos también creer que es nuestro Creador, nuestro Salvador y nuestro Pastor. Y debemos creer que es nuestro Juez y que tiene toda la autoridad y poder sobre nosotros. Si oramos a Dios y vivimos por este tipo de fe, entonces podemos superar cualquier dificultad con la que nos encontremos. 
En estos últimos días, no debemos perder la fe en que el Dios de la Trinidad planeó librarnos de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y en que nos ha librado como lo planeó. No debemos dejar la fe en que Jesús es nuestro Dios. Debemos vivir creyendo que Jesús es nuestro Salvador y que es el Dios de la salvación que nos ha librado de nuestros pecados. Debemos vivir nuestras vidas en estos tiempos con valor, creyendo sin dudar que Jesucristo es el verdadero Profeta, quien nos ha enseñado todo. 
 
 

Debemos conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu 

 
Solo cuando conocemos el Evangelio del agua y el Espíritu podemos confiar en Jesucristo en nuestras vidas por muchas dificultades que tengamos. Algunas personas todavía dudan cuando oran, preguntándose: “¿Debería orar a Dios Padre o al Hijo?”. Pero no importa si oramos al Padre o a Su Hijo Jesucristo. Lo que importa de verdad es que oremos por fe, creyendo claramente de corazón en que el Jesús que nos ha salvado de todos nuestros pecados es Dios mismo. 
Debemos tener un conocimiento claro de lo que significa creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y lo que significa creer en Jesús como el Hijo de Dios. Todo es malvado en el fin de los tiempos. Podemos ver la poca fe que tiene la gente en otras personas y cómo Satanás está sacudiendo sus pecados para evitar que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Diablo está haciendo todo lo que puede, no solo para sacudir nuestra confianza en los seres humanos, sino también nuestra fe en Dios, intentando confundiros otra vez antes de la fundación de los cielos y la tierra. Por tanto, como personas que viven en el fin de los tiempos, debemos creer sin dudar que nuestro Salvador no es otro que Jesucristo, y que es nuestro Dios. Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados, y de la condena de los pecados; y es nuestro Dios, el Creador que nos hizo, y el verdadero profeta que nos lo ha enseñado todo acerca del Evangelio del agua y el Espíritu. 
Jesús nos dijo que los que son salvados de sus pecados al creer en Dios Padre y el Hijo, pero lo pierden todo en este mundo, serán recompensados cien veces. Jesucristo prometió que, cuando Su Reino descienda sobre esta tierra, les dará a Sus creyentes el derecho a convertirse en hijos de Dios. Sin embargo, por desgracia, vemos cómo muchos impostores engañan con un evangelio falso y engañoso. 
Jesús dijo: “De cierto os digo, que, si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:3-4). Cuando se trata de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos tener una mente simple como la de un niño, aunque seamos viejos o sabios. Aunque sean viejos, deben ser sinceros ante Dios, y aunque sean pastores, cuando ven injusticia deben enfadarse con la congregación, regañarles y reprenderles. Sus corazones y espíritus deben ser como los de un niño. Ante Dios, deben ser inocentes y sinceros como niños. 
Es absolutamente importante que creamos en la Palabra de Dios correctamente. Así que primero debemos entender exactamente qué nos está diciendo Dios y creer según esta Palabra. Solo cuando conocemos la voluntad de Dios claramente revelada en Su Palabra podemos vencer a Satanás por fe. Cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nuestra fe no es sacudida. Aunque hemos recibido la remisión de los pecados, debemos conocer la voluntad de Dios claramente. Y la voluntad de Dios es hacer que el Evangelio del agua y el Espíritu abunde en este mundo. 
Quiero explicar esto con un ejemplo. Digamos que escuchan a alguien decirles: “El Evangelio del agua y el Espíritu es demasiado rudimentario. No es nada”. Si el Evangelio del agua y el Espíritu no fuese nada, ¿en qué otro Evangelio creerían para recibir la remisión de los pecados y convertirse en hijos de Dios? ¿No buscarían otro Evangelio si el Evangelio del agua y el Espíritu no fuese la respuesta? En el momento en que escuchamos a alguien decir: “El Evangelio del agua y el Espíritu no es nada”, nos damos cuenta aún más de que este Evangelio es el verdadero. Si no tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, acabarán siguiendo enseñanzas y signos falsos, como hablar en lenguas o hacer milagros. Entonces buscarán signos superficiales y exteriores de espiritualidad de los líderes de su iglesia, los juzgarán basándose en su apariencia externa, y ustedes también intentarán vivir por su apariencia externa. Si el Evangelio del agua y el Espíritu no fuese nada, su fe se vendría abajo. Si el propósito de nuestra fe se basa en otra cosa que no sea convertirse en hijos de Dios, entonces iremos a la deriva hasta la destrucción. 
Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ahora podemos tener un conocimiento más claro de la Palabra de Verdad y crecer aún más. Desde nuestra perspectiva como creyentes de la Verdad, el Evangelio del agua y el Espíritu no es rudimentario, sino que lo es todo. Sin embargo, los impostores que defraudan a la gente con un Evangelio falso utilizan doctrinas cristianas similares para engañarles. Utilizan creencias dogmáticas para engañar a los cristianos. Los farsantes engañan a la gente utilizando su codicia y haciendo todo tipo de promesas maravillosas que no pueden cumplir. 
Por ejemplo, cuando escuchan acerca de un negocio con éxito, lo utilizan para decir: “Si invierten en esto, serán ricos”. Como los impostores siempre tienen alguna razón plausible detrás de su historia, no parece extraño. Hablan de cómo otras personas se hicieron ricas con alguna inversión, asegurando a las víctimas que si invierten también verán que sus inversiones les darán beneficios. Muchas personas creyendo estas promesas y así les engañan completamente. Incluso las víctimas de fraude no caen en un fraude que es totalmente ridículo. Pero, cuando escuchan algo que parece verosímil, empiezan a caer en la trampa. Así es cómo trabaja Satanás. Incluso cuando el Diablo no dice mucho, habla con sus palabras tan engañosas que casi todo el mundo que le escucha cae en su influencia. 
Así que hoy les estoy diciendo con absoluta certeza que Jesús es Dios mismo, para no dejarse llevar por el Diablo. Jesús es Dios. Es el Salvador. Es el Profeta. Cumplió sus tres cargos, y si niegan cualquiera de estos tres cargos cumplidos por Jesús, entonces nuestra fe irá por el mal camino y acabará corrompiéndose. Sé que Jesús es nuestro Salvador y nuestro Dios. Sé que Jesús es Dios mismo. Es absolutamente importante que creamos sin duda que Jesús es nuestro Dios, de la misma manera en que creemos en la Palabra de Dios que dice: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho” (Juan 1:10). Es absolutamente indispensable que tengamos la prueba absoluta con nosotros. Y debemos entender y creer que las Escrituras exactamente como está escrito. Nunca debemos escuchar a nadie que diga lo contrario con sus pensamientos. 
Jesús es la viña, y Dios Padre es el dueño de la viña. Y nosotros somos las ramas de la viña. Utilizando estas tres metáforas en Juan 15, Jesús nos dijo que era la viña, Dios Padre es el dueño de la viña, y nosotros somos las ramas. El Señor dijo que, si vivimos en Él como Sus ramas, daremos mucho fruto, pero si no permanecemos en Él, nos marchitaremos. Las ramas de la viña se refieren a los miembros de la Iglesia de Dios. Jesús es la Cabeza de la Iglesia de Dios, mientras que los santos salvados son los hijos de Dios y parte de Su cuerpo. En términos de la metáfora de la viña, los santos son las ramas, mientras que Jesús es la raíz. Así que, si los santos viven en Jesús, darán fruto abundante. 
Este lugar donde se reúnen los santos es la Iglesia de Jesús. Como Cabeza de la Iglesia y nuestro Profeta, Jesús nos está enseñando la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Como nuestro Salvador, nos está bendiciendo con la gracia de la remisión de los pecados. Como nuestro Dios también, Jesús nos está guiando a Su pueblo a la tierra de Canaán. El que estemos viviendo en Jesús como Sus ramas significa que creemos que Jesús es nuestro Salvador y nuestro Dios, que somos uno con Él y que confiamos en toda Palabra que nos enseñó Jesús. 
Jesús es el Maestro del Evangelio del agua y el Espíritu. Es nuestro Dios y nuestro Salvador. Dios es nuestro Salvador y el Creador que nos hizo. Todos fuimos creados por Él (Juan 1:11). Como nos ha enseñado, hemos creído en la Verdad. Como confesó Pedro, el Señor es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. ¿Pueden hacer esta confesión de fe a Dios? 
Lo que tenemos que hacer en la Iglesia de Dios, que es el cuerpo de Cristo, durante el resto de nuestras vidas, es lo siguiente: Debemos creer claramente que Jesús es nuestro Dios; debemos tener la prueba con nosotros; y debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad a través de la que Jesucristo nos ha salvado de los pecados del mundo, para que podamos liberar a tantas almas como sea posible en estos últimos días. Si la Iglesia de Dios se dedicase a salvar a una sola alma, estaría haciendo algo que está aprobado por Dios. Esta obra es la que debe hacer la Iglesia de Dios. Los santos que han recibido la remisión de los pecados deben creer que Jesús es Dios, deben luchar contra Satanás, contra sí mismos, defender su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el día en que venga el Reino, y vivir una vida de fe que glorifique a Dios antes de ir a ver al Señor cara a cara. 
Nuestro deber es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo. Y otra cosa que debemos hacer todos los que creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha enseñado como nuestro Profeta, es ser guiados espiritualmente por Dios y someternos a Sus enseñanzas en nuestras vidas diarias. A los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor les ha dado las llaves para entrar en el Reino de Dios, el Reino de los Cielos. 
Muchos cristianos hoy en día practican la hipocresía, cometen fraude espiritual mientras parecen ser espirituales. De hecho, muchos de ellos fingen haber sido santificados para obtener beneficios fraudulentos. Pero no hay santificación incremental para nadie. Somos transformados para siempre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los falsos profetas practican la hipocresía espiritual para defraudar a otros. Y, como sus corazones son atraídas por los deseos de la carne, intentan adornarse a sí mismos con algo que se pueda ver por fuera. En vez de querer construir y reforzar su fe en Dios, estos impostores espirituales solo quieren satisfacer su propia codicia. Estos farsantes espirituales no tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y acabarán derivando hacia los deseos de su carne. Jesucristo es nuestro Salvador, nuestro Dios Creador y nuestro verdadero Profeta. Si no reconocemos a uno de ellos, estaremos entre los impostores espirituales. 
Aunque crean en Dios, si no predican el Evangelio del agua y el Espíritu, no tendrán nada que predicar. ¿Qué debemos hacer ante Dios? Debemos hacer la obra de Dios y servir al Evangelio del agua y el Espíritu es hacer la obra de Dios. Santiago 4:17 dice: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Entonces, claramente, debemos servir a Dios en vez de a nosotros mismos, ¿pero qué debemos hacer para servir a Dios? Debemos creer y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Así es como servimos a Dios. Sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es imposible hacer nada bueno a los ojos de Dios. Solo Dios es bueno. Por tanto, debemos entender que servir a Dios es creer y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Predicar este Evangelio y creer en él es la obra más virtuosa a los ojos de Dios. 
 
 

Debemos defender nuestra fe en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu

 
Dios dijo en Proverbios 4:23: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Hay una buena razón por la que Dios dijo esto. En todo momento, ya estemos sufriendo, cansados, tristes, con dolor o con alegría, debemos defender la fe de nuestros corazones en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se debe a que, si no creemos en este Evangelio y protegemos nuestros pecadores, no podemos presentarnos ante Dios. Es absolutamente imperativo que tengamos la fe para decirle a Dios: “Señor, eres mi Dios, el Creador que me creó, el Salvador que me salvó de todos los pecados del mundo y el verdadero Profeta que nos enseñó la Verdad”. Y debemos defender esta fe nuestra. Por tanto, no debemos dejarnos atraer por cualquier otro evangelio que no sea el Evangelio del agua y el Espíritu, ni podemos ser sacudidos por afirmaciones extrañas hechas por cualquier persona. 
Para ser sincero, ¿qué obra espiritual puede haber si no se sirve a Dios y al Evangelio del agua y el Espíritu? ¡Ninguna! Ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo seguimos en nuestras vidas diarias por fe, ¿podremos manifestar algo espiritual? No, por supuesto que no. ¿Cómo podríamos manifestar nada de naturaleza espiritual cuando estamos tan ocupados con nuestros asuntos propios y alardeamos solo de nuestros propios logros?
Al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de profecía que Dios nos dio antes, debemos servir al Señor y seguirle. Cuando creemos que Dios no es solo nuestro Salvador, sino también el de todos, cuando le seguimos, cuando le ofrecemos nuestras posesiones materiales para la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu, cuando oramos unidos, cuando trabajamos con un solo corazones, y cuando servimos al Señor con sacrificio, todo esto es la obra espiritual de Dios. En la vida de fe hay espíritu y carne; creer en Dios, seguirle por fe y servir al Evangelio del agua y el Espíritu es del espíritu, y todas estas obras salvan vidas. 
Mis queridos hermanos, nuestros corazones deben tener una fe mayor en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos creer en Jesús como nuestro Dios Creador, el Dios de nuestra salvación, y el Profeta que nos lo enseña todo. Cuando creemos de corazón Jesús nos ha salvado de nuestros pecados, no podemos evitar darle gracias desde el fondo de nuestros corazones; cuando nos damos cuenta de que este Dios es nuestro Dios Creador, no podemos evitar obedecer Su Palabra; y cuando creemos que Jesucristo nos ha enseñado toda la Palabra para protegernos, para que no seamos engañados por Satanás, no podemos evitar darnos cuenta aún más profundamente de que Jesús es Dios mismo y nuestro Salvador, y darle aún más gracias. Estamos tan agradecidos a Dios por enseñarnos todo, que estamos obligados por nuestra gratitud a servir al Evangelio del agua y el Espíritu, seguirlo, creerlo y obedecerlo. 
Cuando el Señor le dijo a Pedro: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”, quiso decir que construiría Su Iglesia sobre esta confesión de fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Dios ha construido Su Iglesia sobre la fe de Pedro y su confesión. Es lo mismo para nosotros. Admitimos nuestra fe presente y reconocemos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu por completo. Al creer en Jesús como nuestro Salvador, estamos reconociendo que nos ha salvado de todos nuestros pecados, y si es así, también debemos reconocer que es nuestro Dios. Además, estamos reconociendo que es nuestro Profeta. Admitimos que Jesús es nuestro Salvador. Sobre esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu Dios ha construido Su Iglesia. Y nos ha llamado para ser miembros de Su Iglesia. 
Al haber dicho que construiría Su Iglesia sobre la fe de Pedro, Jesús dijo: “Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Entonces, no importa cuánto intente Satanás atacar a la Iglesia de Dios, porque no puede llevarse a los hijos de Dios a los que el Señor ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. 
Mis queridos hermanos, dondequiera que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu se reúnan, esa es la Iglesia de Dios. A través de nuestra fe en el bautismo de Jesús y Su sangre, hemos pasado todos nuestros pecados a Él, hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Cristo. La Iglesia de los creyentes nacidos de nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu es la Iglesia de la que el Señor le habló a Pedro y los santos son los miembros de este cuerpo de Cristo. Estoy muy agradecido a Dios por estas bendiciones maravillosas. 
Los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu son el pueblo de Dios. Y son los que tiene una fe como la de Pedro. Le doy gracias al Señor por darnos esta fe inamovible. ¡Aleluya!
 
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