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Bài giảng

Tema 14: La Primera Epístola de Juan

[Capítulo 5-2] ¿Quién es Nacido de Dios? (1 Juan 5:4-8)

¿Quién es Nacido de Dios?(1 Juan 5:4-8)
«Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan». 
 


La Gente, Nacida de Dios, Vence al Mundo

 
En el pasaje de la Escritura de hoy de 1 Juan 5:4-8, el Apóstol Juan dice que la fe que vence al mundo descansa dentro de la creencia de uno en Jesucristo como Salvador, quién ha venido por el agua y por la sangre. Jesucristo vino a este mundo «no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre». Juan claramente afirma aquí que el evangelio del agua y el Espíritu es el único evangelio verdadero que el Señor ha completado con el sacrificio de Su propio cuerpo.
Cuando el Apóstol Juan menciona: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo» (1 Juan 5:4), con la palabra “al mundo” él se refiere al pecado. Debido a que Satanás el Demonio gobierna este mundo (Efesios 2:2), la palabra “al mundo” frecuentemente es usada como un sinónimo de pecado en las Escrituras. Y la muerte reina sobre toda la humanidad, ya que el pecado nos separa de Dios, la fuente de la vida (Romanos 5:12-17).
Sin embargo, Dios nos amó tanto que dio a Su Hijo Unigénito, y Su Hijo Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. ¿Crees en Jesucristo, quién ha descendido por el agua y por la sangre, como tú Señor y Salvador? El pasaje de la Escritura “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre” quiere decir que, a través de recibir Su bautismo de Juan el Bautista y por Su derramamiento de la sangre, Jesucristo nos ha concedido la remisión de nuestros pecados.
El verdadero evangelio del agua y el Espíritu claramente revela a través de lo que significó realizar nuestra remisión de pecados. La salvación que recibimos fue realizada a través de la venida de Jesús a este mundo en semejanza humana, al recibir Su bautismo por Juan el bautista, Su derramamiento de sangre a muerte sobre la Cruz y consecuentemente Su resurrección de entre los muertos.
Aquí, “agua” significa el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista (Mateo 3:15; 1 Pedro 3:21). Y, ya que la paga del pecado es muerte, Jesús, quién tomó sobre Sí Mismo todos los pecados del mundo a través de Su bautismo, tuvo que recibir el juicio por todos los pecados del mundo. Así, Él fue clavado a la Cruz, sangrando hasta Su muerte. Por lo tanto, decir, “Jesús ha venido por la sangre,” a partir de aquí, se refiere a que ha pagado todos nuestros pecados con Su sangre sobre la Cruz.
Compañeros Cristianos, ahora están descubriendo el evangelio del agua y el Espíritu que el Señor Jesús nos ha dado en la Verdad del agua y de la sangre. Ahora, permanecemos firmes en Jesucristo, y Él se ha convertido en vida para todos nosotros a través del agua y de la sangre. Tenemos que escuchar a la Palabra viva de la Verdad, que esencialmente es vida, a través del evangelio del agua y el Espíritu.
1 Juan 5:6 afirma: «Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad». Aquí, “el Espíritu” se refiere a Dios. Para nosotros, existe un Dios Trino, Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo. Dios Padre planeó nuestra salvación. Dios Hijo ejecutó ese plan a través del agua y de la sangre. Y el Espíritu Santo garantiza la Verdad en la salvación de Dios.
Las obras de Dios en la era del Nuevo Testamento son las enseñanzas y las actividades de Jesucristo y el testimonio del Espíritu Santo sobre ellos. Tenemos que creer que Dios nos ha liberado de todos los pecados del mundo a través del agua, la sangre y el Espíritu Santo. Podemos ser limpiados de nuestros pecados solo creyendo en el Hijo de Dios, quién ha venido a este mundo en semejanza de hombre, recibió Su bautizo y sangró en la Cruz para abolir todos nuestros pecados. El evangelio de nuestro Señor, la salvación para nosotros es el mismísimo evangelio que vino por el agua, la sangre y el Espíritu. Por lo tanto, cuando le decimos a Jesucristo “nuestro Señor,” estamos diciendo, “Tú eres mi Dios y salvador, quién me salvó de todos los pecados.”
Cuando estamos compartiendo y escuchando la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu, con la Biblia abierta, tenemos que confirmar juntos los pasajes de la Escritura, pensar en ello juntos, y estar de acuerdo juntos en una fe. Los sermones que solo predican acerca de las bendiciones mundanas no pueden ser correctos.
Mucha gente vive en pecados habituales. El Apóstol Juan dice que podemos “vencer al mundo” porque podemos vencer todos los pecados.
Entonces, podrías preguntarte, “¿Cómo puedo vencer mis pecados?” Podemos vencer los pecados debido a que han sido borrados con nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro acercamiento de fe en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu fundamentalmente es diferente de aquellos que dicen que vencen a los pecados no cometiéndolos. Por lo tanto, debes darte cuenta que no estoy diciendo que los creyentes de la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu no pecan en sus vidas.
Vencemos los pecados debido a que creemos en nuestro Señor, quién abolió todos nuestros pecados, y creemos en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Ya que fuimos limpiados de todos nuestros pecados a través de nuestra fe en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, podemos evitar toda la condenación de acuerdo a esta misma fe.
Ya que todos somos humanos, poseemos nuestros cuerpos carnales. Es por ello que no podemos vivir nuestras vidas sin cometer ningún pecado. Cuando estamos bajo tal estrés psicológico, la mayoría de nosotros estamos predispuestos a enojarnos con lo que nos rodea sin ningún motivo. Cometemos pecados en este mundo, debido a que nuestros cuerpos son insuficientes. Debido a nuestros cuerpos pecaminosos, éramos incapaces de no sentir vergüenza delante de Dios. Sin embargo, después de haber creído en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido emancipados de todos nuestros pecados. Así, podemos vencer al mundo.
Tenemos que conocer la Verdad que nos limpia de todos los pecados de nuestro corazón, nuestra mente y nuestras obras. A través del evangelio del agua y el Espíritu, nuestro Señor ha tomado todos nuestros pecados, y nos ha dado la remisión de los pecados que nos guía a nuestra vida eterna. Mientras estamos viviendo en este mundo, tenemos que creer en el evangelio del agua y el Espíritu, que es la Verdad que nos limpia. Entonces, venceremos este mundo.
En el tiempo de Noé, Dios decidió juzgar a la humanidad por su maldad. Sin embargo, para mostrar Su misericordia salida de Su gracia de salvación para la familia de Noé, los justos, Dios le ordenó a Noé construir el arca. Esto fue para mostrar Su plan para la salvación de sus pecados de la humanidad.
Para la construcción del arca, Dios dio órdenes específicas para que Noé usara “madera de ciprés” «y la calafatearás con brea por dentro y por fuera» (Génesis 6:14). Cuando Noé reunió piezas de madera de ciprés para construir el arca, había huecos entre las tablas. Era obvio que el agua penetraría por esos huecos. La parte más importante del bote es cuan resistente es al agua. Por esta razón, Dios ordenó a Noé calafatear el arca con brea por dentro y por fuera.
La calafateada con brea de Noé del arca es análoga a la Verdad de la liberación de los pecados que nuestro Señor nos ha concedido a través de nuestra fe en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu. Pecamos por dentro y por fuera, esto es, dentro de nuestro corazón y en nuestra carne. Así como Noé calafateaba el arca por dentro y por fuera, tenemos que limpiarnos por dentro y por fuera con nuestra fe en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu. Por lo tanto, si vamos a recibir una remisión completa de nuestros pecados, debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu. La brea espiritual que Dios nos ha dado hoy es la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Como lo mencione anteriormente, pecamos delante de Dios desde el día de nuestro nacimiento hasta el día de nuestro último aliento. Ya que tenemos cuerpos carnales, es imposible vivir nuestras vidas sin pecar. Nuestros cuerpos están tan habituados a pecar que no podemos rendir nuestros hábitos pecaminosos hasta el día en que morimos. A partir de aquí, a menos que creamos en el evangelio del agua y el Espíritu, no podemos ser libres de los pecados. Toda la humanidad peca debido a que sus corazones carnales dan lugar a sus deseos de la carne. Es por ello que debemos creer aún más en el evangelio del agua y el Espíritu.
Aún así, hasta los creyentes del evangelio del agua y el Espíritu no deben olvidar que aún ellos también son seres que no pueden evitar pecar constantemente. Sin embargo, los creyentes del evangelio del agua y el Espíritu no tienen pecado debido a esta fe exacta en este verdadero evangelio, el cual es de Dios.
El Evangelio de acuerdo a Marcos reporta acerca de las 12 clases de naturaleza pecaminosa en los humanos, quienes cometen pecados desde el primer día sobre la tierra hasta el día en que parten, de la siguiente manera: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre» (Marcos 7:21-23). Los pensamientos perversos de la gente se mueven del corazón a la mente de la persona, y su una persona falla en controlar estos pensamientos perversos, esta persona los pondrá en acción. Así, el Señor dijo que lo que sale del corazón de las personas los hace impuros.
Una persona no puede evitar cometer pecado mientras uno posea deseos de la carne, pero, sin importar eso, Dios ha hecho creyentes del evangelio del agua y el Espíritu en Sus hijos propios. Caemos en pecado frecuentemente, comenzamos pecando y vivimos pecando 24/7. La gente comete pecados repetitivamente. Existe mucha gente que comete una variedad de pecados, más de 12 clases, en un día, mientras que buscan satisfacer los deseos de la carne. Existen otros que durante un tiempo solo cometen en su corazón los doce pecados, y, entonces, los ponen en acción un par de veces por mes. Todavía, otros, que han confesado a Jesús como su Salvador, viven cada día de sus vidas saturadas de pecados.
A pesar del hecho de que vivimos en pecado, ya sea en nuestro corazón o en nuestras obras, podemos ser limpiados de todos esos pecados. Creyendo en el evangelio del agua, la sangre y el Espíritu que el Señor ha dado, podemos ser limpiados de nuestros pecados inmediatamente. Podemos ser limpiados de todos nuestros pecados creyendo en Jesucristo, quién es el protagonista del evangelio del agua y el Espíritu, como nuestro Salvador. Ahora, veamos a los pasajes de la Biblia que explican cómo Jesús abolió nuestros pecados a través de Su descenso en este mundo.
La Verdad es que Jesús abolió nuestros pecados a través de Su venida por el agua, la sangre y el Espíritu. Es el evangelio del agua y el Espíritu que tiene el poder de la remisión del pecado. Se debe a que Jesucristo ya sabía de antemano acerca de nuestros defectos y debilidades por lo que Él nos ha liberado de todos nuestros pecados y nos hizo Suyos. Por lo tanto, en lugar de tratar de esconder tus pecados, primero tienes que confesarlos delante de Dios. Entonces, sigue el evangelio del agua y el Espíritu. Puedes encontrar la Verdad que por siempre te otorgará la remisión de tus pecados, si tan solo crees en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu. Si tan solo revelamos nuestros pecados que hemos cometido en nuestra debilidad y creemos en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, recibiremos vida nueva y potestad espiritual.
El bautismo de Jesucristo por Juan el Bautista está escrito en la Biblia como la Verdad que nos salva de todos nuestros pecados. Veamos la Verdad del agua y el Espíritu en la Biblia.


¿Ha Tomado Jesús los Pecados del Mundo a Través del Bautismo por Juan el Bautista?

Mateo 3:13-17 nos dice que Jesús fue a Juan en el Río Jordán para ser bautizado por él. En ese tiempo, Jesús tenía 30 años de edad. Al principio, Juan se rehusaba a bautizar a Jesús, diciendo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» (Mateo 3:14), ya que él sabía que era Dios Mismo encarnado. Entonces, Jesús seriamente repitió a Juan de nuevo: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3:15).
Jesús que cumplir toda la justicia de Dios recibiendo el bautismo de Juan el Bautista en la forma de la imposición de manos. La justicia de Dios era que Jesús tomará los pecados del mundo sobre Sí Mismo recibiendo el bautismo. El momento histórico en que Jesús bajó Su cabeza delante de Juan el Bautista y en que Juan el Bautista lo bautizó a Él imponiendo sus manos sobre la cabeza de Jesús, fue el más milagroso evento en toda la historia del universo. Jesús recibió el bautismo por Juan el Bautista ya que ese era el único método a través del cual la justicia de Dios podía ser cumplida.
Jesucristo, el propio Hijo de Dios, recibió el bautismo por Juan el Bautista para que los pecados del mundo pudieran ser transferidos sobre Él de una vez por todas. Por lo tanto, Jesús recibió el bautismo que llevó a cabo Juan el Bautista. Y como está escrito que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), Jesús fue crucificado, derramando Su preciosa sangre sobre la Cruz, para que Él pudiera pagar el precio en lugar nuestro por todos nuestros pecados. Este evento es la Verdad de la eterna remisión de los pecados, lo cual llamamos evangelio del agua y el Espíritu. La recepción de Jesús del bautismo de Juan el bautista y Su sangre sobre la Cruz han constituido los mayores eventos de nuestra salvación.
Después de que Jesús recibió el bautismo de Juan el Bautista, Él resurgió de entre las aguas. Y los Cielos fueron abiertos para Jesús y Él vio el Espíritu de Dios descendiendo como una paloma y posándose sobre Él. Y repentinamente una voz salió del cielo, decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17).
Definitivamente el bautismo de Jesús fue la forma más apropiada para tomar los pecados del mundo sobre Sí Mismo. Tenemos que examinar los pasajes de la Escritura del Antiguo Testamento para entender la necesidad de que Jesús recibiera el bautismo de Juan el Bautista.
Dios estableció el sistema de sacrificios para que cada persona de la era del Antiguo Testamento pudiera ofrecer su sacrificio en el Tabernáculo. Ellos, en otras palabras, tenían que dar ofrendas sacrificiales para expiar sus pecados que impedían la relación personal con Dios. Como tal, la gente del tiempo del Antiguo Testamento podía reconciliarse con Dios nuevamente a través de la ofrenda por el pecado que era dada por la imposición de las manos y por la sangre de los animales. Dios demandaba ovejas sin defecto con el propósito de sacrificarlos por sus pecados.


Por la Imposición de las Manos de Juan, Todos los Pecados de la Humanidad Pudieron Pasarse Sobre Jesús

Levítico 4:1-4 dice: «Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguna persona pecare por yerro en alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, e hiciere alguna de ellas; si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá a Jehová, por su pecado que habrá cometido, un becerro sin defecto para expiación. Traerá el becerro a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová, y pondrá su mano sobre la cabeza del becerro, y lo degollará delante de Jehová».
La ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado, y la ofrenda quemada eran los sacrificios que permitían a la gente del Antiguo Testamento reconciliarse con Dios. 
En Levítico 4:27-31, existe un ejemplo concreto de la ofrenda por el pecado: «Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto. Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado».
Este pasaje de la Escritura habla de cómo cualquiera de la gente común podía ser perdonado de su pecado delante de Dios. Al igual que el pasaje anterior, la persona tenía que traer un animal sin defecto (un chivo hembra) para imponer sus manos sobre su cabeza para pasar todos sus pecados. Entonces, tenía que degollar el animal del sacrificio para extraer su sangre. Entonces le daba la sangre al sacerdote, y el sacerdote tenía que ofrecer el sacrificio a favor de el: El sacerdote tenía que tomar parte de la sangre con su dedo, ponerlo sobre los cuernos del altar de la ofrenda quemada, y derramar la sangre que quedaba en la base del altar; Tenía que cortar el sacrificio, y quemar su carne con su grosura como olor fragante ante el Señor. Al hacer esto el pecado de alguien común podía ser expiado apropiadamente, y podía ser perdonado de sus pecados ante Dios.
Esta clase de ofrenda era para cuando la gente se daba cuenta de sus pecados contra Dios o contra los demás. Dios le dio a los Israelitas Su Ley para hacer que se dieran cuenta de sus pecados. Este era el papel principal de Su Ley y mandamientos (Romanos 3:20). 
Aquí, los mandamientos se refieren a lo que el Señor nos ha ordenado hacer y no hacer. Romper cualquiera de esos mandamientos constituye un pecado.
Todos los mandamientos de Dios pueden ser divididos en dos categorías de que hacer y que no hacer. Dios nos ha mandado: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:3), pero hemos tenido muchos dioses. En el caso de mí país, Corea, existen muchas religiones y muchos dioses. Además, muchísima gente ha servido a los fantasmas de sus ancestros durante muchísimo tiempo. El Animismo o Panteísmo ha sido un fenómeno común en casi todos los grupos étnicos. La gente que vive en el área de las montañas cree en los dioses de la montaña, mientras que la que vive cerca de los mares sirve a los dioses del océano. En concreto, las religiones no son nada más que nuestras propias fabricaciones de dioses artificiales. Cada grupo étnico creó sus propios dioses y ha creído en ellos.
Sin embargo, el Dios en el cual creemos es diferente a otros dioses que la gente del mundo creó por sí misma. Todo es creación creada por Dios. Sin embargo, alguna gente puede observar una gran roca y decir, “Tú eres mi dios a partir de este momento. Bendíceme.” Ese sería un ejemplo de una religión hecha por hombres. Mucha gente ha creado muchas religiones. El practicar falsas religiones es una violación al primer mandamiento de Dios.
Si hablásemos acerca de la adoración de los ídolos, habría muchas historias que contar. Los niños de la actualidad enloquecen con los cantantes populares. Aún con verlos a la distancia un poquito, casi se vuelven locos gritando y silbando. Se entiende que los jóvenes en la adolescencia sientan pasión por algo o por alguien, como muchos de nosotros lo experimentamos. Puede que sea un fenómeno normal. Sin embargo, el problema es que la juventud en vez de ir con anhelo y pasión tras Dios, le aplauden a los del espectáculo. ¿Qué más puede ser este fenómeno, sino adoración a los ídolos?
Tú y yo somos gente incapaz de guardar todos los Diez Mandamientos. Una persona no puede vivir un día de su vida sin romper uno de los mandamientos. Y si de alguna manera una persona es capaz de guardar 99.9% de los mandamientos a través de toda su vida, si la misma persona rompe tan solo 0.1% de los mandamientos, eso es igual a romper el 100% de los mandamientos. Somos gente, que peca tan pronto salimos del vientre de nuestra madre. Es por ello que somos pecadores delante de Dios.
Después de que David tomó a Betsabé, la esposa de Urías, cometió homicidio delante de Dios. En otras palabras, David cometió adulterio, y, en un esfuerzo por ocultar este hecho, David envió al marido de Betsabé al frente de la batalla, matándolo indirectamente. Ya que tomó a la esposa de otro hombre, cometió robo. Y ya que a David le gustaba Betsabé hasta el punto en que mando a su esposo a morir, también cometió asesinato. Y. además David trató de engañar a Dios y a Sus siervos. Podemos decir que David violó todos los Diez Mandamientos de Dios.
El Apóstol Santiago dijo: «Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos» (Santiago 2:10). En Gálatas, el Apóstol Pablo dijo: «Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas» (Gálatas 3:10). Como tal, la Biblia dice que sin excepción todos han pecado contra Dios.
Escrito está en Levítico 4:27-28: «Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió».
La gente de Israel pecaba sin intención. Al principio, ni siquiera sabían lo que habían hecho. Pero, tarde o temprano, llegaron a darse cuenta ante la Ley de Dios que había pecado contra Dios. Entonces, tenían que dar ofrendas por el pecado ante Dios.
El pecador tenía que ofrecer un chivo o una oveja como sacrificio por los pecados de uno. En este sacrificio, era esencial que él impusiera sus manos sobre la cabeza del animal del sacrificio y matarlo para extraer su sangre. Luego pasaba la sangre al sacerdote a cago. Dios había preparado este método de limpieza de los pecados y de liberación para los pecadores a través de la ofrenda de los sacrificios.


«Y pondrá su Mano sobre la Cabeza de la Ofrenda de la Expiación, y la Degollará en el Lugar del Holocausto» (Levítico 4:29).

Levítico 4:30-31 dice: «Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado.”
Ya sea una ofrenda de paz u una por el pecado, el pecador tenía que imponer sus manos sobre la cabeza del sacrificio. La razón para la imposición de las manos sobre el sacrificio era para que el pecado del pecador pudiera ser transferido sobre el sacrificio. Después de que el pecado era transferido del pecador al sacrificio, la garganta del sacrificio tenía que ser cortada para extraer su sangre. La sangre que se menciona en el pasaje «Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto» es la esencia de toda la vida. Dios trató a la persona del tiempo del Antiguo Testamento como sin pecado al recibir el sacrificio apropiado por los pecados de uno.
Jesucristo, quién es Dios en carne humana, tomó nuestro pecado sobre Sí Mismo al recibir el bautismo. Por nosotros, Él murió sobre la Cruz, sangrando a muerte. Él resucitó de entre los muertos y ha llegado a ser nuestro Señor y Salvador. Tenemos que creer esta Verdad que es por nosotros.
Dios es justo y amoroso. Aunque Dios es Dios de amor, debido a que también es Dios justo, Él tiene que juzgar a aquellos, que no creen en Él aún después de que Él ha abolido todos nuestros pecados con la Verdad de Su amor. Alguna gente se queja de que Dios es perverso, parcial e injusto, pero todos esos alegatos están lejos de la verdad. Nuestro Dios es el justo Salvador. Como se prometió en el sistema sacrificial, Dios Padre preparó a Jesucristo como el eterno sacrificio para abolir todos nuestros pecados de una vez por todas. Al recibir el bautismo, Jesús tomó sobre Sí Mismo todos nuestros pecados. Y Dios Padre presentó a Su Hijo ante la Cruz para que Jesús pudiera morir desangrándose sobre ella como un sacrificio. A través de la resurrección de Jesús de entre los muertos, ahora cualquiera que crea en esta Verdad puede recibir la remisión de sus pecados y una vida nueva. Luego entonces, Dios limpia nuestros pecados a través del bautismo de Jesús el Cordero de Dios y Su sangre sobre la Cruz. Dios ha borrado todos nuestros pecados a través de un método justo, y los que creen en esta Verdad son liberados de sus pecados del mundo a través de Él, el Dios verdadero y justo.
Las deudas que aumentan por las tarjetas de crédito pueden ser un problema social común de cada sociedad. Esto aumentará el número de gente que comete suicidio, que reciban malos reportes de crédito y que se anden escondiendo debido a sus deudas. Supón que una persona estuviese a punto de declarar bancarrota. Entonces, un amigo, que ama a este deudor de manera especial, pagara todas sus deudas por él. ¿Aún estaría endeudada esta persona? Definitivamente no.
De la misma manera, nuestro Señor, a través de recibir Su bautismo y de Su preciosa sangre sobre la Cruz, ha pagado todas nuestras deudas por los pecados de una vez por todas. Nuestro Señor completamente nos limpió de todos nuestros pecados a través del evangelio del agua y el Espíritu. Un hombre debe ser juzgado por sus propios pecados. Sin embargo, Dios Padre envió a nuestro Señor Jesús, convirtiéndolo a Él en un sacrificio por nosotros. Al recibir el bautismo y al derramar Su preciosa sangre sobre la Cruz, Jesús abolió todos los pecados del mundo de una sola vez y no convirtió en hijos de Dios. Esta es la Verdad y el justo amor de Dios.
En el Día de la Expiación, el Sumo Sacerdote tenía que imponer sus manos sobre la cabeza del chivo expiatorio, matarlo para extraer su sangre (Levítico 16). A propósito, el común denominador en la ofrenda del Antiguo Testamento era el pasar los pecados de uno sobre el sacrificio a través de la forma de la imposición de las manos y el derramamiento de la sangre del sacrificio, el cual es para ser ofrecido a Dios para limpiar los pecados de uno.
Sin embargo, este sistema de sacrificios por sí mismo era una parte de la Ley que podía tener autoridad sobre los Israelitas hasta que Jesús lo completara. Por lo tanto, era meramente una sombra de las cosas buenas que habrían de venir, esto es, el sacrificio perfecto y eterno de Jesucristo.


Examinemos Una Vez Más la Verdad del Evangelio que Abolió Todos Nuestros Pecados

Hasta ahora, hemos visto el sistema de la ofrenda del sacrificio del Antiguo Testamento. Ahora veamos el sacrificio eterno de Jesús en el Nuevo Testamento.
Mateo 3:13-17 afirma: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
Jesús, quién recibió el bautismo de Juan el Bautista, es el Hijo de Dios. Para liberar a toda la humanidad de sus pecados, Jesús el Hijo de Dios obedeció a Su Padre para que la voluntad de Su Padre, y siendo bautizado, Él agradara a Dios, Su Padre.
¿Por qué Jesús recibió ‘el bautismo’ de un humano, Juan el Bautista? La razón está revelada en Mateo 3:15. Fue para cumplir toda la justicia de Dios. Mateo 3:15 nos dice: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia». Aquí, ‘porque así conviene que cumplamos toda justicia’ se refiere al amor cumplido de Dios hacia los pecadores. Para liberar a todos los pecadores de sus pecados, Jesús vino a este mundo como el Cordero de Dios, y recibió el bautismo por Juan el Bautista. A través del bautismo, Jesús tomó sobre Sí Mismo todos los pecados de este mundo. Al recibir el bautismo de Juan el Bautista en el Río Jordán, Jesús, como el Cordero de Dios, tomó sobre Sí Mismo “todos” los pecados de la humanidad. Entonces, Jesús tuvo que derramar Su preciosa sangre para pagar totalmente todos los pecados que Él recibió con Su bautismo. Es por ello que Él tuvo que recibir el bautismo.
Esta Verdad está muy relacionada con el pasaje de la Escritura de hoy de 1 Juan 5:6, que dice: «Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad». Ciertamente Jesús se ha convertido en nuestro Salvador descendiendo sobre este mundo por el agua y la sangre. Jesús nos ha salvado perfectamente, y nos hizo libres de todos los pecados del mundo. Él nos ha dado la justicia de Dios, la cual nos permite vencer al mundo. Como tal, las fuentes de esta Verdad pueden ser encontradas en ambos Nuevo y Antiguo Testamentos.
Escrito está en Juan 1:29: «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Jesús pudo llevar los pecados del mundo a la Cruz porque Él los tomó a través del bautismo recibido de Juan el Bautista.
Decir que Jesús vino por el agua es decir que la Verdad es que Jesús el Hijo de Dios vino a este mundo en semejanza humana, recibir el bautismo de Juan el bautista, que a su vez transfirió todos nuestros pecados sobre Jesús.
1 Juan 5:6 también dice que Él vino “no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre”. Jesús descendió por el agua. Esto es, Él tomó todos nuestros pecados a través de recibir Su bautismo. Además, a través de Su bautismo, Él tomó los pecados del mundo hasta la Cruz, en donde fue crucificado, derramando Su sangre para recibir de una vez por todas, todo el juicio de nuestros pecados en lugar nuestro.
Aunque soy pastor, aún tengo muchos defectos. ¿No sería grandioso si pudiéramos realizar obras justas delante de Dios? Y algunas veces, me enojo fácilmente, especialmente cuando no pudo dormir por varios días por asuntos complicados. Cuando pierdo el control sin intención por nada, me pesa el corazón delante de Dios. En esos momentos, me arrodillo y medito introspectivamente en mí mismo.
Mientras descubro esta y aquella clase de pecados dentro de mí, confieso a Dios que he sido inadecuado en estas áreas y miro la Palabra en Mateo 3:15-16. «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él». 
Cuando medito sobre estos dos versículos, recuerdo que Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Sí Mismo cuando recibió Su bautismo. Mis propios pecados también fueron tomados por Él a través de Su bautismo. Y recibido nuevo poder dentro de mi corazón. Soy lleno de poder por la Palabra de la Verdad de este evangelio. Nuestro Señor me ha liberado de todo el juicio primeramente al tomar los pecados de este mundo sobre Sí Mismo a través del bautismo de Juan el Bautista y después recibiendo el juicio de mis pecados a través del derramamiento de Su preciosa sangre. El justo acto de Jesús no solo fue por mí sino también por ustedes.
No importa cuán insuficientes podamos ser, en nuestra fe en la palabra del evangelio del agua y el Espíritu, nuestros corazones son limpiados por la misma fe. El bautismo de Jesús por Juan el Bautista es suficiente para transferir todos los pecados del mundo sobre Jesús. Por recibir el bautismo por Juan el Bautista, Jesús tomó sobre Sí Mismo todos los pecados de la humanidad. A partir de aquí, Jesús también tomó los tuyos y los míos sobre Sí Mismo.
Todos los pecados que cometemos desde el día de nuestro nacimiento hasta el día en que morimos constituyen nuestros pecados mundanos. Para conceder la remisión de estos pecados a todos nosotros, Jesús recibió el bautismo, tomando sobre Sí Mismo los pecados del mundo de una sola vez, y nos limpió de todos nuestros a través del derramamiento de Su preciosas sangre. En el evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado es el poder de abolir los pecados de los creyentes.
El Apóstol Juan dijo: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Juan 5:4). La fe correcta en nuestro Señor es la fe en Jesucristo, quién vino a nosotros por el agua y la sangre, como nuestro Señor y Salvador.
Jesús recibió el bautismo por inmersión de Juan el Bautista. La forma en la que alguna gente derrama agua con una cubeta en estos días es una manera informal de bautizar. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista fue de la siguiente manera; Jesús fue a la mitad del Río Jordán y bajó Su cabeza ante Juan el Bautista. Juan el Bautista a su vez, colocó sus manos sobre la cabeza de Jesús. Y lo sumergió en el agua. Este bautismo fue parecido a la imposición de las manos del Antiguo Testamento que transfería los pecados del pecador sobre el sacrificio.
Jesús, quién acababa de recibir el bautismo, fue sumergido bajo el agua, y entonces salió inmediatamente de entre las aguas (Mateo 3:16). El decir que Jesús recibió el bautismo implica que Él recibió la imposición de manos sobre Su cabeza. Ahora, Él tenía que morir por los pecados que había recibido. Por lo tanto, Él fue sumergido bajo el agua. Y entonces, Él emergió de entre las aguas para mostrarnos Su prometida resurrección. A través del bautismo y derramamiento de Su sangre, Jesús ha borrado los pecados de la humanidad de una vez por todas.
No existe nadie que pueda escapar del pecado en su vida diaria. Pero Jesús ha borrado todos nuestros pecados que cometemos diariamente, a través de Su sacrificio eterno. ¿Cómo abolió Jesús nuestros pecados? Jesús vino a este mundo para quitar nuestros pecados. A la edad de 30 años, Jesús recibió el bautismo de Juan el bautista, tomando los pecados del mundo de una sola vez sobre Sí Mismo. Tres años después, Él murió crucificado sobre la Cruz., después de decir, “Consumado es” (Juan 19:30). Entonces, Él resucitó de entre los muertos al tercer día. Y cuarenta días después, ascendió al Cielo, también Él ha prometido regresar a este mundo como el Señor del advenimiento.
Jesús es el Hijo de Dios, y básicamente es Dios Mismo para todos nosotros. Jesús tomó nuestros pecados sobre Sí Mismo al venir a este mundo y recibir el bautismo. Él ha llegado a ser nuestro Señor y Salvador, ya que Él fue juzgado una vez por todos por todos nuestros pecados a través de Su muerte en la Cruz. Podemos vencer todos los pecados al conocer y al creer en Jesucristo, quién vino por el agua y la sangre. Aunque somos débiles e insuficientes, no habitamos dentro de nuestros propios pensamientos limitados. Más bien, somos liberados de todos los pecados al comenzar con la Verdad del evangelio. Como resultado, automáticamente alabamos a Dios con “aleluyas.”
Podemos ir ante Dios sin vergüenza debido a que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu. Yo doy gracias a Dios porque podemos alabarlo a Él así que «acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura» (Hebreos 10:22). Nosotros, quienes creemos en este verdadero evangelio del agua y el Espíritu, podemos alabar a Dios en el Espíritu y en Verdad debido a que no tenemos pecados en nuestro corazón.
Alguien, que tiene pecado, no puede tener un encuentro con Dios. Cuando una persona tiene pecado, esa persona no puede tener una conversación verdadera con Dios. ¿Cómo puede un pecador, quién es torturado por sus propios pecados, acercarse al Espíritu Santo sin tener temor de Él? Cualquiera que tenga pecado es una persona triste. Debido a que teníamos pecados en nuestro corazón, éramos incapaces de recibir las bendiciones de Dios y de ser adoptados como hijos Suyos. Teníamos que atravesar las altas y las bajas de la vida, y recibir, en vez de eso, condenación eterna.
Es por ello que tenemos que encontrarnos con Jesucristo, quién ha venido a nosotros por el evangelio del agua y el Espíritu, en nuestro corazón aceptándolo a Él como nuestro Señor y Salvador. Solo entonces podremos una conversación con nuestro Santo Señor. Compañeros Cristianos, si aún no conoces el evangelio del agua y el Espíritu, primero tienes que recibir la remisión de tus pecados a través de esta Verdad.
El evangelio del agua y el Espíritu dado por Dios tiene el poder inmediato de abolir los pecados de todos los creyentes. Sin importar cuan insuficientes podamos ser, nunca estaremos atados a los pecados nuevamente ya que venceremos al mundo con nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Aunque pecamos por nuestras debilidades, aún podemos justamente sin pecado en nuestro corazón ya que creemos en este poderoso evangelio.
Como se ilustró, los que creen en el evangelio del agua y el Espíritu pueden vencer al mundo y al Demonio a través de su fe en la Verdad de este evangelio. Aquellos con esta fe pueden agradar el corazón de Dios. En esta Verdad, también podemos dar nuestras ofrendas de fe con acción de gracias. A partir de aquí, podemos estar agradecidos con Dios en cualquier circunstancia, acercándonos a Dios como un águila que vuela por el cielo. Dios nos ha bendecido con la salvación, cuando estábamos destinados a recibir condenación eterna.
El Señor, quién ha descendido por el agua y por la sangre, es nuestro Salvador y el Anfitrión del evangelio del agua y el Espíritu. Él ha venido a este mundo en semejanza de hombre debido a que Él nos amó. Sabiendo aún los pecados que cometeríamos en el futuro, Él recibió el bautismo por Juan el Bautista a la edad de treinta. Su bautismo transfirió todos nuestros pecados sobre Sí Mismo de una vez por todas. Juan 1:29 describe como Jesús tomó esa pesada carga de los pecados del mundo: «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».
Alguna gente vive engañada pensando que no tienen pecado siempre y cuando no pongan en acción los pecados de su corazón. Sin embargo, ya sea que el pecado de alguien esté en el corazón o en las obras, todos son pecados de este mundo. El Señor no hizo diferencia entre las diversas clases de pecados. Ya sea que el pecado sea el original o personal, el Señor tomó todos esos pecados sobre Sí Mismo a través del bautismo por Juan el Bautista y recibió el juicio por los pecados de la humanidad. Debido a que el Señor tomó sobre Sí Mismo todos nuestros pecados a través del bautismo por Juan el bautista, Su preciosa sangre sobre la Cruz no fue desperdiciada. Por Su justo sacrificio Él pudo llevar a cabo ambos, Su amor y Su justicia, como está escrito en Romanos 6:23: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro».
Después del bautismo por Juan el Bautista, Jesús fue crucificado por nosotros. Aún así, Él no permaneció muerto sino que resucitó de entre los muertos para dar testimonio de cómo Dios ha abolido todos nuestros pecados y nos ha adoptado a nosotros como Sus hijos. Jesús el Dios verdadero es el Rey de reyes, quién ha concluido nuestra salvación a través del evangelio del agua y el Espíritu.
Jesús vino a este mundo por el evangelio del agua y el Espíritu y salvó a los pecadores. Mientras que Jesús ha cargado los pecados de toda la gente a través de Su bautismo, Él fue despreciado y rechazado por los hombres, un Varón de dolores y experimentado en quebranto (Isaías 53:3). Sin embargo, la gente entendió mal Su salvación y creyó solamente en Su sangre sobre la Cruz. La mayoría de los Cristianos fallan en ver a Jesucristo descendiendo por la verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
En esta era, tenemos que creer en Jesucristo, quién vino a este mundo en semejanza humana, recibió el bautismo para tomar todos nuestros pecados sobre Sí Mismo de una vez por todas. Tenemos que creer que Jesús cargó los pecados de este mundo hasta la Cruz, en donde derramó Su sangre hasta morir, y que Él resucitó de entre los muertos para completar la salvación de Dios de una vez por todas. ¿Aún crees en la sangre solamente? ¿O crees en Jesús nuestro Salvador, quién recibió el bautismo en el Río Jordán para tomar los pecados de la humanidad sobre Sí Mismo y derramar Su sangre sobre la Cruz?
Debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu. El creer solamente en la sangre de la Cruz es la mitad de la fe. Ya que mucha gente aún no se da cuenta de esta Verdad, ellos creen con su fe necia la cual es inadecuada para limpiar todos los pecados. Es por eso que nosotros, quienes somos salvos creyendo en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu, debemos predicar la Verdad del evangelio a la gente de todo el mundo. Ese es el deseo de Señor para nosotros.


Tenemos que Creer en Jesús No solo con Emoción, Sino Siguiendo la Verdad de la Palabra


Si una persona cree solamente en la sangre de Jesús sobre la Cruz, podemos decir que esa persona cree solamente con sus emociones. Es por ello que tal persona lleva una vida de tristezas aún después de haber creído en Jesucristo. Jesús nos ha concedido la remisión de los pecados al descender por el agua y por la sangre. Jesús recibió el bautismo por Juan el Bautista para tomar nuestros pecados sobre Sí Mismo. Jesús fue clavado a la Cruz para recibir el juicio de nuestros pecados de una vez por todas.
Así, quien sea que crea en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu en el propio corazón conoce la Verdad de la salvación que concede la remisión de los pecados. Uno cae en mera religiosidad si uno conoce a Jesucristo quién descendió por el agua y la sangre, y como resultado no cree en Él correctamente. Si una persona confía en sus propios pensamientos supersticiosos, esa persona continúa viviendo en dolor y en sufrimiento aún después de conocer a Jesús.
Pero, existe gente, que cree en nuestro Señor y Salvador Jesús, trata de aprender Su amor y trata de vivir en Su abundante gracia. Se rehúsan ir voluntariamente al dolor y al sufrimiento. Si eres ese tipo de persona, debes darte cuenta de cuanto te ha amado Dios con Su remisión de tus pecados a través del agua, la sangre y el Espíritu Santo. También debes darte cuenta que Dios realmente te ha adoptado como Su hijo.
La mayoría de los Cristianos tiene que conocer la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu desde el primer momento en que creen en Jesucristo. Sin embargo, debido a que han creído en Jesús supersticiosamente, su gozo inicial se desvanece conforme pasa el tiempo, y se convierten en peores pecadores, viviendo en tristeza perpetua. Debemos conocer la Verdad que guía a nuestra salvación total. ¿Cuál es esta Verdad? Jesucristo quién vino por el agua y por la sangre (1 Juan 5:6) es esa Verdad. Solo si conocemos y creemos en esta Verdad de la salvación viviremos en gozo y en felicidad.
El agua en la Biblia significa el bautismo que Jesús recibió por Juan el Bautista (Mateo 3:25, Hebreos 10:22). La razón por la que Jesús recibió el bautismo de Juan el bautista fue exactamente para tomar nuestros pecados sobre Sí Mismo de una vez por todas. Nuestro Señor es nuestro Salvador, quién nos limpió de todos nuestros pecados. El bautismo que Jesús recibió de Juan el bautista se ha convertido en la señal de nuestra salvación (1 Pedro 3:21). Todos los pecados de la humanidad fueron pasados a Jesús de una vez por todas a través del bautismo de Juan el Bautista, y así nuestro Señor ha llegado a ser nuestro Salvador de una vez por todas, limpiándonos de todos nuestros pecados.
¿Acaso un creyente de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu ya no comete pecado en su carne? Uno puede preguntarse acerca de esto. Ya que nuestra carne aún es insuficiente y débil, no podemos evitar nosotros mismos el continuar pecando. Tenemos que conocer la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Si una persona piensa que ya no pecara más porque ha confesado todos sus pecados, está perdido aún en sus sueños. Mientras vivimos nuestras vidas en nuestra rutina diaria, alimentándonos regularmente y hiendo al baño con regularidad, los humanos continúan en su rutina de pecar desde el día en que nacen hasta el día en que mueren. No importa que tan hermosamente se cubra uno mismo, la basura de la humanidad aún se manifiesta en todos.
Así, Jesús vino a este mundo y recibió el bautismo de Juan el Bautista, tomando todos los pecados de la humanidad sobre Sí Mismo. Y Jesús ha llegado a ser el verdadero Salvador para todos los pecadores al cargar nuestros pecados hasta la Cruz, en donde sangró hasta morir, solo para resucitar de entre los muertos. Ahora hemos sido limpiados de todos nuestros pecados y adoptados como hijos de Dios., entrando a la vida eterna, al creer en Jesucristo como nuestro Salvador, quién vino por el agua, la sangre y el Espíritu Santo. Así, Dios ha hablado a través del Apóstol Pablo: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10:10).
No estoy diciendo que tú y yo dejaremos de pecar debido a que hemos recibido la remisión de los pecados. ¿Cómo podemos decir que estamos sin pecado ante Dios, cuando todo lo que hacemos es pecar debido a los deseos de nuestra carne? Podemos profesar atrevidamente que estamos sin pecado a través de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. En realidad, Jesús tomó los pecados de toda la humanidad por Su bautismo y abolió todos nuestros pecados al ser juzgado por ellos en lugar nuestro. Si tan solo creemos esto, nuestras almas pueden ser limpiadas.
Yo doy gracias a nuestro Señor Jesucristo.