Search

Bài giảng

Tema 15: Gálatas

[Capítulo 3-2] ¿Cuándo desaparece el vacío de nuestros corazones? (Gálatas 3, 23-29)

¿Cuándo desaparece el vacío de nuestros corazones?(Gálatas 3, 23-29)
«Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.».
 

Los que aman el mal no vienen hacía la luz
 
La Biblia dice: «Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.» (Juan 3, 20).
Mucha gente vive en este mundo con corazones vacíos. Para encontrar la verdadera satisfacción y el verdadero gozo del corazón, la gente se ha echado a placeres carnales como la música, las bellas artes, literaturas y otras cosas. En general, la gente cree que sus necesidades básicas se satisfacen, o que si es rica y poderosa, sus corazones estarán satisfechos. Sin embargo nadie puede estar completamente satisfecho con las riquezas de este mundo. Un hombre puede vivir en una gran mansión, pero la realidad es que no puede llenar su pequeño corazón con las cosas de este mundo. Deben darse cuenta de que a través del dinero, los placeres, la fama, el poder, las relaciones lógicas o físicas y estas cosas mundanas, nadie puede satisfacer su corazón. Todo el mundo ha intentado buscar en las religiones de este mundo, pero nadie ha encontrado la verdadera satisfacción ahí.
 

¿Por qué están los corazones de la gente tan vacíos e insatisfechos?
 
Esto se debe a que la gente intenta llenar sus corazones con las cosas de este mundo. Por mucho que alguien intente llenar su corazón con las cosas de este mundo, ningún corazón ha encontrado la verdadera satisfacción de este modo. ¿Por qué vive todo ser humano una vida tan insatisfactoria? Algunos, aunque son ricos, son miserables porque no todo ocurre como ellos desearían.
Por el contrario, yo, aunque no tengo nada a parte del Evangelio del agua y el Espíritu, estoy muy contento por este Evangelio. Así que vivo una vida llena de gratitud, poniendo mi corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Les pido a todos ustedes que vivan una vida bendita.
¿Por qué están sus corazones vacíos e insatisfechos? Sus corazones están vacíos porque no tienen la Palabra de Dios aunque tengan muchas cosas mundanas. Este vacío del corazón es la prueba de que en sus almas no hay fe en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. Dios dijo en la historia de la Creación: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.» (Génesis 1, 2). La Biblia dice aquí que los corazones de la gente están vacíos porque no han resuelto el problema del pecado.
Mis queridos hermanos, ¿estarían satisfechos si se convirtieran en estudiosos respetados en este mundo? ¿Estarían sus corazones satisfechos si fueran ricos? Para llenar este vacío la gente intenta hacer de todo: beber, cantar y bailar. Pero sus corazones no están satisfechos con todo esto. Ustedes y yo no podemos encontrar la verdadera satisfacción debido al problema del pecado. El que los corazones de la gente no puedan disfrutar de la verdadera satisfacción se debe a que todavía tienen pecados en sus corazones. A no ser que resolvamos el problema del pecado, nuestros corazones estarán vacíos siempre y no encontraremos la satisfacción. Por tanto les digo que si quieren que sus corazones estén verdaderamente satisfechos, deben recibir la remisión de sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Antes de que acumulen más tristeza y vacío en sus corazones, hay una verdad que deben saber. Esta verdad es que pueden encontrar la verdadera satisfacción sólo cuando creen en el Evangelio del Evangelio del agua y el Espíritu y reciben la remisión de los pecados. Ustedes también deben resolver el problema de sus pecados al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Sólo entonces podrán encontrar la verdadera satisfacción. Todos los seres humanos deben recibir la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Sólo entonces pueden encontrar la verdadera satisfacción a través del Señor, aunque sean insuficientes.
¿Hay drogadictos? ¿Por qué consume la gente drogas o alcohol? ¿Es porque no saben que las drogas y el alcohol son malos para ellos? No, es porque no pueden encontrar la verdadera satisfacción en sus vidas y por eso confían en las drogas y en el alcohol. Esta es una trágica consecuencia de no recibir a Jesucristo en sus corazones. Como la gente no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu ni cree en él, se enfrenta a tanto sufrimiento.
 

La razón por la que todo el mundo vive en tristeza

¿Por qué todo el mundo está triste? Porque la gente prefiere la oscuridad a la luz de la Verdad que Dios nos ha dado. El Apóstol Juan dijo: «Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.» (Juan 3, 20). Mis queridos hermanos, Dios dijo que los seres humanos son fundamentalmente una raza de obradores de iniquidad (Isaías 1, 4). Por tanto la gente debe admitir su maldad ante Dios y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pero a pesar de ello, mucha gente no acepta la verdadera luz de la salvación en sus corazones, porque tienen miedo a que sus pecados sean expuestos ante Dios cuando vienen al Evangelio del agua y el Espíritu. En resumen, intentan esconder sus pecados. ¿Cuánta gente de este mundo no puede descubrir la luz de la salvación en sus vidas?
Los pecados de todo el mundo están descritos en Marcos 7, 21-22. Ahí se nos dice que son 12 los tipos de pecados en los corazones de la gente: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.». Como Dios sabe que todo el mundo comete estos 12 tipos de pecados siempre, quiere que la gente venga a Dios con sus pecados para poder ser perdonados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo mucha gente, contra esta voluntad de Dios, intenta obedecer la Ley con hipocresía ante Dios, escondiendo sus pecados. Como tienen miedo de que sus obras perversas sean expuestas, las intentan esconder.
Así el corazón humano es pecador. ¿Qué podemos esconder ante Dios? ¿Podemos esconder nuestros pecados de Dios? Sócrates, un famoso filósofo, dijo: «Conócete a ti mismo». Cuando un hombre se conoce a sí mismo, sabe que es una montaña de pecados y que está esclavizado por el pecado durante toda su vida. ¿Por qué, entonces, alardean los que tienen una fe legalista ante Dios y se hace pasar por santos con hipocresía, sin recibir la remisión de los pecados? 
Para venir con fe al Evangelio del agua y el Espíritu, les pido que admitan ser pecadores, que están condenados por sus pecados y que tengan confianza en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y en vez de temer a Dios, vengan al Evangelio del agua y el Espíritu, a la luz. Nuestro Señor lo sabe todo y nos está esperando.
Todo el mundo intenta evitar al Evangelio del agua y el Espíritu, para que su maldad no sea revelada, pero, ¿por qué? Porque no quieren creer en Jesucristo como su verdadero Salvador. Alguna gente no puede creer porque no conoce a Jesucristo y no conoce la existencia de la luz, mientras que otros intentan evitar la luz porque tienen miedo de que sus pecados sean revelados por la luz.
En la cristiandad, hay muchos de estos. Por ejemplo, cuando se le pregunta a un pastor: «¿Ha nacido de nuevo? ¿Tiene pecado?», este contesta que todavía tiene pecado en su corazón, pero aún así piensa que su fe es correcta. Esta gente no conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Los pastores legalistas de hoy en día hacen lo mismo. Les dicen a su congregación: «Mis queridos hermanos, vivan vidas religiosas. Deben santificarse cada día. Los diáconos no deben mentir. Lo mismo digo de los miembros mayores. Si quieren ser santos bautizados, deben dejar de fumar y beber. Todos deben observar el Día del Señor. Y no deben hacer daño a los demás. Deben ser un ejemplo a seguir». Pero de sus labios no sale ni una sola palabra sobre el Evangelio del agua y el Espíritu que pueda salvar a los demás del pecado.
Estos líderes de las iglesias son los que lavan el cerebro de sus congregaciones con mentiras. Cuando los creyentes van a la iglesia, sólo dicen: «Vivamos virtuosamente» y adoran con hipocresía. Dedican todos sus esfuerzos a esconder su maldad para que la perversión de su congregación no sea expuesta. Controlan sus corazones, sus conciencias, sus pensamientos y sus almas. Aunque haya pecados en los corazones de la congregación, dicen: «Como creen en Jesús, irán al Cielo aunque tengan pecados». Para hacer que la congregación se encuentre segura, esta gente engaña a los cristianos diciendo: «Tienen pecado, pero Dios les llama justos». Por eso Jesús dijo a los fariseos: «Apartaos de Mí, obradores de iniquidad, sois como tumbas limpias». Una tumba limpia está sólo limpia por fuera, porque dentro hay un cadáver pudriéndose. Por eso decimos que los que dicen creer en Jesús pero tienen pecados en sus corazones, son como estas tumbas.
 

Los cristianos que creen en Jesús ahora pueden tener corazones vacíos

¿Por qué siente la gente de este mundo que sus corazones están vacíos? Incluso los cristianos sienten que sus corazones están vacíos a pesar de creer, y por eso van de iglesia en iglesia, de un encuentro de oración a otro. Un gran número de personas cree en Jesús como su Salvador, pero muchos de ellos no han nacido de nuevo, porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, el verdadero Evangelio de Verdad. Para satisfacer los deseos de sus corazones, hacen las maletas y rezan en algún sitio apartado buscando al señor. Cuando las cosas no salen como esperaban, se preguntan: «¿Es porque no he dado suficiente dinero en la iglesia? A lo mejor es porque no he guardado el día del Señor», y entonces ofrecen más oraciones de arrepentimiento.
¿Por qué busca la gente al Señor de una manera tan estúpida hoy en día? ¿Por qué viven en tanta confusión sin poder encontrar la Verdad que les salva? Son engañados por falsos profetas y asaltados por ladrones de almas y así mueren. Por tanto deben dejar de lado las mentiras que escucharon de los falsos profetas y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu Pero lo más triste de todo es que no saben qué hacer y siguen prisioneros de sus denominaciones.
«El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.» (Juan 10, 10). ¿Cómo pueden recibir nueva vida? ¿Han encontrado la luz de la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado? Al reconocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y al creer en ella de corazón, hemos recibido la luz de la salvación a través de la fe.
Todo el mundo tiene sus propios pensamientos y su manera de pensar. Pero, para ser salvado de todos los pecados, uno debe dejar de lado sus propios pensamientos y aferrarse a la Palabra de Dios. ¿En qué debe creer la gente en su corazón? Deben creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Deben creer que nuestro Señor Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad en Su propio cuerpo al ser bautizado por Juan, cargó con ellos y los puso sobre Su cabeza y pago la condena para borrarlos. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es que el Señor fue bautizado por Juan, derramó Su sangre y se levantó de entre los muertos.
Mis queridos hermanos si quieren encontrar la satisfacción en sus corazones, deben creer de corazón en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado. Por tanto la Biblia dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.» (Romanos 10, 10).
Los electrodomésticos como la televisión, el video, el aire acondicionado vienen con instrucciones. Empezamos a utilizar el aparato después de haber leído las instrucciones. Nadie duda de las instrucciones. Debemos asegurarnos de que encendemos el producto según las instrucciones para que funcione correctamente y sin problemas. Si, por el contrario, utilizamos el producto sin hacer lo que las instrucciones dicen, podemos provocar serios problemas, como descargas eléctricas o hacer que el producto no funcione bien. Del mismo modo, la salvación que Dios nos ha dado puede ser recibido sólo por fe en el «Evangelio del agua y el Espíritu», tal y como está escrito en la Biblia.
Entre Dios y la humanidad hay una ley de Dios justa, denominada la Ley, que tiene la función de llevar a la gente a Jesucristo. Si no fuera por la Ley de Dios, no seríamos pecadores, y como no tendríamos la necesidad de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nunca seríamos salvados. Debemos darnos cuenta de que nuestra verdadera vida de fe ante Dios empieza después de que la justicia de Dios venga a nuestros corazones. Hablando claro, desde el momento en que reconocemos nuestros pecados a través de la Ley de Dios, empezamos a entender el verdadero Evangelio. En otras palabras, sólo cuando leemos y confiamos en el primer capítulo de las instrucciones, denominado la Ley, y procedemos correctamente, podemos pasar al siguiente capítulo, denominado «el verdadero Evangelio». Al hacerlo, podemos llegar a salvo a nuestro destino, que es el Reino de los Cielos.
Así, somos pecadores a través de la Ley de Dios, y nos convertimos en justos cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha libado de todos nuestros pecados. Por tanto debemos entender primero el contenido de la Ley y el objetivo por el que Dios nos la ha dado, y debemos aceptar a Jesucristo en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para ser salvados de nuestros pecados perfectamente. 
Mientras vivimos en este mundo, la gente hace cosas buenas y malas, pero en general, las cosas malas permanecen en la memoria más que las buenas. De vez en cuando recordamos estos pecados y nos entristecemos. Como todos los seres humanos somos insuficientes, todos tenemos por los menos unas pocas preocupaciones por los pecados que los demás no conocen, y mientras intentamos resolverlos por nuestra cuenta, al final debemos llevarlos al Señor.
La gente intenta resolver el problema del pecado confiando en sus creencias religiosas y rezando a sus dioses. Pero, ¿cómo pueden estos dioses inventados por el hombre librarles de sus preocupaciones? Deben saber que se libran completamente de sus pecados cuando sus corazones están convencidos de la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 

Sólo cuando tenemos fe en la justicia de Dios, el vacío de nuestros corazones desaparece

El pasaje de las Escrituras de hoy dice: «Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,». En otras palabras, una vez nacemos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no estamos bajo la Ley, el ayo que se menciona en el pasaje. ¿Cuándo hizo la verdadera fe que recibiéramos la remisión de los pecados? Vino a nuestros corazones cuando creímos en el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu. Las preocupaciones de nuestros corazones y nuestros miedos desaparecieron inmediatamente cuando encontramos a Jesucristo que vino a este mundo a través del agua y la sangre. Dicho de otra manera, cuando nacemos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el vacío de nuestros corazones desaparece.
Todos los seres humanos encuentran la paz sólo cuando la verdadera fe llega a sus corazones. Dios nos dijo: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.» (Juan 4, 24). Entonces, ¿desde cuándo podemos adorar a Dios en espíritu y verdad? Cuando supimos que nuestros pecados se pasaron a Jesucristo a través de Su bautismo y creímos en ello, pudimos adorarle en espíritu y verdad, y en paz.
¿Por qué nos ordenó Dios: «No adorarás otros dioses»? ¿Pueden amar a Dios más que a nada? La capacidad de amar a Jesús más que a nada en el mundo se consigue cuando recibimos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado. Sin embargo, si no reconocemos la Verdad de la salvación y no pasamos todos los pecados de nuestros corazones a Jesucristo por fe, nunca podemos amar a Dios sobre todas las cosas. Esto se debe a que nuestra naturaleza es incapaz de no tener otros dioses a no ser que hayamos nacido de nuevo del agua y el Espíritu.
Pero a pesar de esto, una vez la fe viene a nosotros, podemos amar a Dios con nuestros corazones y por fe, y darle gracias y alabar a nuestro Señor, aunque no seamos perfectos en nuestras obras al 100 por 100. Por tanto, una vez viene la fe, no estamos bajo la Ley, sino que nos convertimos en herederos de Dios. La vida de fe de un verdadero cristiano empieza cuando recibe la remisión de los pecados.
«Al ser bautizado, el Señor cargó con todos nuestros pecados y los borró. Ahora no tengo pecados. Como el Señor tomó todos mis pecados al ser bautizado, al creer en esto, estoy sin pecado. Como el Señor pago el precio del pecado en mi lugar, no seré condenado. Soy muy insuficiente, pero aún así, Él me ha salvado de mis pecados». Una vez esta fe vino a nosotros, nos dimos cuenta de que ya no estábamos bajo la maldición de la Ley y su ira y condena. Nos dimos cuenta de que estamos dentro de la salvación de Dios. Desde entonces empezamos a vivir nuestras vidas de fe. Por tanto, debemos darnos cuenta de que nuestras vidas de fe se viven después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cuándo creyeron por primera vez que Jesús es su Salvador? ¿Cuándo desaparecieron todas sus preocupaciones de sus corazones? Esto ocurrió cuando pasaron todos sus pecados a Jesucristo al creer en Su bautismo. A través del bautismo que recibió de Juan, Jesucristo tomó todos nuestros pecados de una vez, nos libró de la muerte al morir de la Cruz, y al levantarse de entre los muertos, se ha convertido en el verdadero Salvador para todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto podemos ver que la fe que Dios quiere que tengamos es la que cree: «¡Ah! El Señor aceptó todos mis pecados a través de Su bautismo, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en mi verdadero Salvador».
Cuando creemos de verdad en Jesús, que vino por el agua y el Espíritu, y cuando tenemos la fe que nos hace estar sin pecado, nos salvamos finalmente. Tras tener esta fe empezamos nuestras vidas de fe. Así, ya hayan creído en Jesús durante 10 o 20 años, pueden darse cuenta de que sólo cuando creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu empezó su vida de nacidos de nuevo. Incluso alguien que haya vivido su vida de fe durante décadas puede nacer de nuevo hoy. Por tanto no todos los cristianos pueden decir que han nacido de nuevo sólo porque crean en Jesús como el Salvador.
 


La Ley es la guía que nos lleva a la justicia de Dios


Cuando conocemos a Jesús a través del Evangelio del agua y el Espíritu conocemos la justicia de Dios. Así el Apóstol Pablo dijo: «Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada ». Antes de que fuéramos salvados y naciéramos de nuevo, estábamos bajo el yugo de la Ley. El Apóstol Pedro dijo en 1 Pedro 3, 19 que Jesucristo había ido y predicado a los espíritus en prisión. Aquí «los espíritus en prisión» se refiere a los pecadores prisioneros de la Ley. Por eso el Apóstol Pablo dijo: « Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada ».
¿Qué significa ayo? La palabra griega para ayo es paidagogos, que solía utilizarse como esclavo, que llevaba a los niños y a su carga al colegio. Esta práctica de la aristocracia griega fue adoptada por los romanos y era una práctica común entre las ricas familias aristocráticas en tiempos de Pablo, cuando los padres nombraban a un esclavo mayor a cada hijo para que lo supervisara y lo llevara a la escuela y así asegurarse de que estaban educados. Así la Ley hacía el papel del ayo, llevando a la gente hacia Jesucristo.
La esencia de la Ley son los Diez Mandamientos. «No adorarás a falsos dioses. No te arrodillarás ante ídolos. No tomarás el nombre de Dios en vano. Guardarás el Sabbath. Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No mentirás. No envidiarás la casa de tu prójimo». Por culpa de estos diez mandamientos de Dios, todos se convierten en pecadores y son esclavos del pecado. Junto con esto también la conciencia nos hace pecadores. Cuando un hombre comete un pecado, se escribe en la tabla de su conciencia (Jeremías 17, 1) y se siente culpable. Para los que no conocen la Ley, la conciencia humana hace el papel de la Ley.
Cuando uno no conoce la Ley de Dios, la conciencia de uno hace de Ley de Dios y señala los pecados. Pero la condena de la Ley es más severa, porque nos dice: «Eres un pecador. Has pecado. Has cometido muchos pecados hoy. Estás más que cualificado para ir al infierno. No puedes cumplir mis normas, asi que debes ir a Jesús y ser librado de todos tus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no lo haces, irás directo al infierno».
Por tanto cuando conocemos la justicia de Dios que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu y creemos en ella, tenemos prueba de fe de que hemos sido salvados, y estamos convencidos en nuestros corazones: «Jesús se llevó todos mis pecados al ser bautizado. Se ha convertido en mi Salvador». Así es como venimos ante Jesús al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué nos lleva al Señor contra nuestra voluntad? ¿Qué nos empuja a buscar al Salvador? La Ley que Dios nos ha dado hace el papel de ayo.
La Ley de Dios señala los pecados. Aunque nadie nos haya visto cometiendo un pecado, la Ley permanece en nuestros corazones como estatutos de Dios y nos dice los pecados que hemos cometidos: «Has pecado. No deberías hacer eso». En otras palabras, la Ley de Dios nos enseña que nuestros pensamientos, corazones y acciones no están bien. A través de la Ley que Dios nos ha dado la gente reconoce sus pecaos. Así que venimos al Señor y resolvemos el problema del pecado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Lo que el Apóstol Pablo nos está diciendo es que podemos llegar a Jesucristo a través de la Ley, y que podemos ser salvados y nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado. Dicho de otra manera, la Ley de Dios es una guía que lleva a la humanidad a Jesucristo, el verdadero Dios.
La Ley de Dios nos enseña que todo el mundo es incapaz de cumplir la Ley, los estatutos de Dios. Nadie en este mundo puede cumplir toda la Ley. Si, a pesar de ello, se le dice a la gente que viva sus vidas de fe al cumplir la Ley, ¿qué pasaría? Acabarían siendo hipócritas, lejos del don de salvación de Jesucristo. Los Adventistas dicen que la salvación se alcanza si se cree en Jesucristo y se guarda el Sabbath. Ellos afirman que pueden ir al Cielo si propagan sus creencias 3 días por semana, 3 horas cada día. Estos creyentes son legalistas. El que alguien tenga que hacer algo por su propia cuenta para ser salvado es una noción que afirma: «fe + buenas obras = salvación», y es legalismo, por lo que sus creyentes son arrebatados por Satanás.
La Ley sólo puede traer a la gente a Jesucristo, y por sí misma no puede salvar a nadie del pecado perfectamente. Por eso Jesús vino a este mundo en el cuerpo de un hombre, fue bautizado por Juan, murió en la Cruz, se levantó de entre los muerto, ascendió a los Cielos, y así se ha convertido en el Salvador de todos sus creyentes. A no ser que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos ser salvados. Ustedes y yo debemos creer en la obra de salvación de Jesús, del agua y la sangre. Sólo entonces podemos ser salvados de nuestros pecados.
 

Nuestros pecados fueron borrados al ser bautizados en Cristo por fe

Gálatas 3, 27 dice: « porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. ». El Apóstol Pablo nos está diciendo que quien quiera convertirse en hijo de Dios y heredar el Reino de los Cielos debe ser bautizado en Cristo. El vestirse de Cristo al ser bautizado en Cristo significa que podemos convertirnos en creyentes de la justicia de Dios que vino a través de Cristo.
Nos vestimos de Cristo cuando creemos de corazón en la justicia de Dios, que dice que Jesús tomó todos nuestros pecados y ofensas a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. El Apóstol Pablo continuó diciendo: « Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. ». Esto es cierto. Nos hemos convertido en justos por fe y recibimos todas las bendiciones de Dios.
Si tuviéramos que resumir la esencia de la Ley, sería que Dios nos ha dado la Ley para reconocer nuestros pecados, como se dice en Romanos 3, 20. Sin embargo hay mucha gente en este mundo que intenta presentarse ante Dios con confianza cumpliendo la Ley y haciendo buenas obras, en vez de reconocer sus pecados a través de la Ley.
Un hermano de nuestra iglesia testificó una vez que antes de nacer de nuevo, se tomó un descanso en su vida de fe y durante este descanso se planteó el pasar una prueba: «Creeré en Jesús de nuevo cuando esté convencido de que no tengo ninguna insuficiencia ante la Ley, y de que puede presentarse ante Dios con sus acciones». Sin embargo, de lo que se dio cuenta fue que no podía cumplir la Ley por mucho que lo intentara. Testificó que después de conocer algunos hermanos nacidos de nuevo de mi iglesia y de escuchar: «La Ley sirve para que conozcas tus pecados», se dio cuenta de que: «Ya veo. La Ley sirve para que me de cuenta de mis pecados, pero todo este tiempo he intentado cumplirla. Quería mantenerme en pie ante la Ley debido a mi arrogancia. Estaba equivocado». Así que entendió la Verdad de que Jesús cargó con todos sus pecados al ser bautizado, murió en la Cruz por él, se levantó de entre los muertos al tercer día y se ha convertido en su verdadero Salvador, y así recibió la remisión de sus pecados.
Incluso hoy en día hay muchos cristianos que intentan cumplir la Ley a la perfección. Mientras tropiezan y caen por culpa de la Ley, intentan cumplirla a toda costa. Pero al final acaban viviendo una vida de fe que cae ante la Ley, dando vueltas alrededor del mismo eje.
Sin embargo, tal y como dice el pasaje de las Escrituras de hoy: « Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, », si sus corazones tienen la fe que les hace nacer de nuevo del agua y el Espíritu, serán librados de la Ley. Si creen que Jesús ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, si creen que todos sus pecados fueron pasados a Jesucristo y que Él fue condenado por ustedes, y si creen que se levantó de entre los muerto y que Jesús es su Dios de la salvación, entonces, aunque tengan insuficiencias en sus vidas, pueden ser librados de todos sus pecados y hacer obras justas como hijos perfectos de Dios.
 


Debemos creer en el amor de Dios que vino a través del Evangelio del agua y el Espíritu


Está escrito en 1 Juan 5, 5-12: « ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad.
Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.
Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo.
El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida ».
También está escrito en Juan 19, 34-35: « Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.». Como este pasaje nos dice, el Espíritu, el agua y la sangre son los verdaderos testigos de Dios. Por tanto si somos hijos de Dios, debemos tener estos tres testigos en nuestros corazones.
Primero el Espíritu Santo testifica: «Jesucristo es el Hijo de Dios, el Rey de reyes, y fundamentalmente, Dios, el Creador».
El agua implica el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. El bautismo que Jesús recibió de Juan nos dice que Jesucristo, al ser bautizado, tomó todos los pecados pasados, presentes y futuros, del mundo, como está escrito en 1 Pedro 3, 21: « El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, ».
La sangre que Jesús derramó en la Cruz atestigua que, al ser condenado por nuestros pecados y al derramar Su sangre en la Cruz hasta morir, Jesús acabó con toda la condena de nuestros pecados. Sólo los que tienen esos tres testimonios en sus corazones pueden ser librados de todos sus pecados y convertirse en gente justa. Si alguien quita el agua y se queda con los otros dos testigos del Espíritu y la sangre, sus pecados permanecerán en su corazón, y por tanto acaba convirtiendo a Dios en un mentiroso, porque Él dijo que ha borrado todos nuestros pecados.
Por tanto los que no tienen estos tres testigos del Espíritu, el agua y la sangre, no tienen al Hijo de Dios es sus corazones y por tanto no tienen vida. En otras palabras, no son hijos de Dios, sino hijos del Diablo y están condenados al fuego del infierno. Está escrito: « Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. » (1 Juan 5, 11).
¿Cómo pueden averiguar si están con Jesucristo o no? Sobre esto, Romanos 8, 1-2 dice: « Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, u.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. ». No hay condenación para los que son de Jesucristo, porque tienen tres testimonios: el Espíritu, el agua y la sangre. Como Jesucristo, el Hijo de Dios sin pecado, aceptó todos los pecados del mundo al ser bautizado, y derramó Su sangre y murió en la Cruz para pagar el precio del pecado, los que creen no tienen pecados.
También está escrito en Romanos 8, 33: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.» e Isaías 50, 8-9 dice: «Cercano está de mí el que me salva; ¿quién contenderá conmigo? Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí.
He aquí que Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla».
Salmos 37, 32-33 dice: «Acecha el impío al justo,
Y procura matarlo.
Jehová no lo dejará en sus manos,
Ni lo condenará cuando le juzgaren.», asegurándonosle que los que tienen el testimonio del Espíritu, el agua y la sangre, es decir la fe aprobada y garantizada por Dios, no serán condenados por sus pecados. Y con respecto a los que están en Jesucristo, 1 Juan 4, 13 dice: «En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu».
Para que reciban el Espíritu Santo, deben recibir primero la remisión de los pecados. La promesa se encuentra en Hecho de los Apóstoles 2, 38, donde Dios promete el don del Espíritu Santo si reciben la remisión de sus pecados; y también está escrito en Éfesios 1, 13-14: «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.».
Esto significa que a los que reciben la remisión de los pecados y alcanzan la salvación a través del Evangelio del agua (bautismo) y la sangre (Cruz), Dios les hará hijos Suyos al darles el Espíritu Santo como garantía. Esto es similar a marcar una vaca o un caballo en la parte trasera con un hierro incandescente, dejando un sello que indica a quien pertenece el animal. Para separar a sus propios hijos, que han recibido la remisión de los pecados y se han convertido en justos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, de los hijos de Diablo, Dios nos ha dado el don del Espíritu Santo. 
Además está escrito en Juan 6, 53-58: «Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.».
Aquí Dios nos dijo que comiésemos la carne del Hijo del Hombre y que bebiésemos Su sangre. Pero, ¿significa esto que tenemos que comer la carne de Jesús y beber Su sangre literalmente, tal y como los judíos de aquel tiempo pensaban? ¡Por supuesto que no! Esta interpretación es una afirmación sin sentido que se han inventado los pecadores, que al no haber nacido de nuevo, siguen estando ciegos a la Palabra. Los católicos siguen apoyando la doctrina de la «Transubstanciación», que insiste en que el pan y el vino que se ofrecen en la comunión cambian su sustancia en la del cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo, aunque sigan pareciendo agua y pan.
¿Entonces qué significa comer la carne del Hijo del Hombre? Se refiere a nuestra fe en la verdad de que Jesús ha tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan. Creer en esta justicia de Dios a través de Jesucristo que vino por el agua (1 Juan 5, 6). En otras palabras, creer en la justicia de Dios, en que Jesucristo, Dios mismo en esencia, se encarnó en este mundo, y al ser bautizado por Juan el Bautista, aceptó todos los pecados del mundo en Su propio cuerpo, es comer la carne del Hijo del Hombre.
Y beber la sangre del Hijo de Dios es creer que Jesús pagó toda la condena de nuestros pecados al derramar Su sangre y al morir en la Cruz como el precio de los pecados con los que cargó.
Sobre esto, 1 Corintios 11, 23-29 dice: «Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan;
y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.
Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.».
Aquí, donde el Señor dice que un hombre debe examinarse a sí mismo primero y sólo entonces comer el pan y beber el cáliz, se quiere decir que primero debemos admitir en nuestros corazones que somos obradores de iniquidad, que seguiremos cometiendo todo tipo de pecados hasta el día en que muramos y seremos condenados al infierno. Tras reconocerlo, debemos creer que Jesucristo ha borrado todos los pecados de nuestro pasado, presente y futuro a través de Su bautismo, y todos los pecados del mundo, y que al derramar Su sangre en la Cruz como precio de estos pecados, ha borrado toda la condena. Esto es comer el pan del Señor y beber el cáliz del Señor.
Sin embargo muchos cristianos hoy en día sólo comen el pan sin creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan. Para ellos, la Comunión es un rito religioso. Por tanto, como esta gente no cree que Jesús aceptó todos sus pecados, estos permanecen en sus corazones, y como comen el pan y beben la sangre siendo pecadores, son culpables por el cuerpo y la sangre del Señor. Así, sólo cuando creemos en el bautismo de Jesucristo y Su sangre derramada en la Cruz podemos comer el pan y beber el cáliz.
Gálatas 1, 4 dice que Cristo «se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,», y así, el bautismo de Jesús era el verdadero amor y voluntad de Dios Padre para nosotros.
En 1 Tesalonicenses 4, 3, la Biblia dice: «pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;» y en Juan 6, 40, Jesús atestiguó la Palabra de promesa, diciendo: «Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.». Por tanto pueden ser santificados y recibir vida eterna cuando creen en el perfecto Evangelio del agua y el Espíritu de corazón.
Así, la persona que construye su casa sobre la roca se refiere a la «persona justa» que no está condenada por sus pecados, porque ha sido salvada de sus pecados al creer de corazón en el Evangelio del bautismo de Jesucristo y Su Cruz, y que no es engañada por ninguna tentación, porque tiene el Espíritu Santo.
Y la persona que construye su casa sobre arena se refiera a alguien que no cree en el bautismo de Jesucristo, o que sólo lo conoce pero con hipocresía y no cree en él de corazón, y que por tanto si tiene pecados en su corazón. Como esta gente no ha recibido la remisión de sus pecados, cuando el día del juicio llegue, estarán en manos de Satanás y serán arrojados al infierno. Esta gente son herejes.
 

Herejías en el cristianismo

Está escrito en la Biblia: «Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo,
sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio.» (Tito 3, 10-11). La Biblia define claramente a los herejes. Los que se condenan a sí mismos son los herejes.
La palabra herejía deriva de una palabra griega que significa opción. Mientras que los cristianos deben creer en Jesucristo como su Señor según la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, han escogido diferentes caminos para creer en Jesús. Los que han decidido no creer en el bautismo de Jesucristo, sino sólo en Su sangre, son herejes, y los herejes están condenados a vivir sin Cristo. El no creer en este verdadero Evangelio es el pecado que lleva a la muerte (1 Juan 5, 16). En otras palabras, como Juan 3, 4 dice: «Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?», los que preguntan esto incumplen la Ley.
Gálatas 2, 17 dice: «Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.? ¡. La Biblia atestigua que una vez creamos en Jesucristo correctamente, estamos justificados como gente justa, y es imposible que seamos pecadores de nuevo.
Cuando tienen fe en que han sido salvados de verdad al creer en el perfecto Evangelio del bautismo de Jesucristo y Su Cruz, la verdadera vida de fe empieza. Esta fe, en que nos hemos convertido en gente sin pecado al creer en el bautismo y sangre de Jesús, es la fe correcta en la Verdad que complace a Dios y que Él aprueba.
¿Tenemos la fe correcta? Tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es tener la fe correcta ante Dios.