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布道

Tema 11: El Tabernáculo

[11-21] El Sumo Sacerdote Quién Daba la Ofrenda del Día de la Expiación (Levítico 16:1-34)

El Sumo Sacerdote Quién Daba la Ofrenda del Día de la Expiación
(Levítico 16:1-34)
«Habló Jehová a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando se acercaron delante de Jehová, y murieron. Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio. Con esto entrará Aarón en el santuario: con un becerro para expiación, y un carnero para holocausto. Se vestirá la túnica santa de lino, y sobre su cuerpo tendrá calzoncillos de lino, y se ceñirá el cinto de lino, y con la mitra de lino se cubrirá. Son las santas vestiduras; con ellas se ha de vestir después de lavar su cuerpo con agua. Y de la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para expiación, y un carnero para holocausto. Y hará traer Aarón el becerro de la expiación que es suyo, y hará la reconciliación por sí y por su casa. Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación. Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto. Y hará traer Aarón el becerro que era para expiación suya, y hará la reconciliación por sí y por su casa, y degollará en expiación el becerro que es suyo. Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo. Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera. Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre. Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Así purificará el santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en medio de sus impurezas. Ningún hombre estará en el tabernáculo de reunión cuando él entre a hacer la expiación en el santuario, hasta que él salga, y haya hecho la expiación por sí, por su casa y por toda la congregación de Israel. Y saldrá al altar que está delante de Jehová, y lo expiará, y tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor. Y esparcirá sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las inmundicias de los hijos de Israel. Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto. Después vendrá Aarón al tabernáculo de reunión, y se quitará las vestiduras de lino que había vestido para entrar en el santuario, y las pondrá allí. Lavará luego su cuerpo con agua en el lugar del santuario, y después de ponerse sus vestidos saldrá, y hará su holocausto, y el holocausto del pueblo, y hará la expiación por sí y por el pueblo. Y quemará en el altar la grosura del sacrificio por el pecado. El que hubiere llevado el macho cabrío a Azazel, lavará sus vestidos, lavará también con agua su cuerpo, y después entrará en el campamento. Y sacarán fuera del campamento el becerro y el macho cabrío inmolados por el pecado, cuya sangre fue llevada al santuario para hacer la expiación; y quemarán en el fuego su piel, su carne y su estiércol. El que los quemare lavará sus vestidos, lavará también su cuerpo con agua, y después podrá entrar en el campamento. Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo. Hará la expiación el sacerdote que fuere ungido y consagrado para ser sacerdote en lugar de su padre; y se vestirá las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas. Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación. Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó».
 

El Sumo Sacerdote era el encargado de dar la ofrenda del Día de la Expiación para el pueblo de Israel. Esta ofrenda era dada una vez al año en el décimo día del séptimo mes en el calendario Israelí. En este día, mientras que el Sumo Sacerdote daba la ofrenda a favor del pueblo de Israel para su beneficio, todas sus iniquidades eran realmente pasadas a esta ofrenda del sacrificio y eran limpiadas. Por lo tanto, el Día de la Expiación se convirtió en un gran festival para el pueblo de Israel.
Como las otras ofrendas, la ofrenda del Día de la Expiación también tenía que ser acompañada por los tres estándares compuestos: animales para el sacrificio sin mancha, la imposición de las manos y el derramamiento de sangre de los animales sacrificados. Entonces Dios aceptaba con gusto la ofrenda que era dada de esta manera. Lo que era diferente de esta ofrenda de las demás ofrendas era que el Sumo Sacerdote tenía que tomar la sangre de la ofrenda del sacrificio en el Lugar Santísimo.
Después de dar una ofrenda por sí mismo y por su casa, Aarón el Sumo Sacerdote ofrecía dos chivos a Dios por el pueblo de Israel. Primero, él ofrecía uno de ellos para el Señor Dios de acuerdo a la misma forma de la ofrenda por el pecado que había ofrecido con un toro. Y entonces él ofrecía el segundo chivo para ser expiación. Pasaba los pecados del pueblo de Israel sobre el chivo expiatorio imponiendo las manos sobre su cabeza ante la presencia de los Israelitas, y este chivo que había aceptado sus pecados era entonces enviado al desierto por la mano de un hombre apropiado
 


La Ofrenda del Día de la Expiación Limpiaba Todos los Pecados del Pueblo de Israel

 
En el Día de la Expiación, el Sumo sacerdote, representando al pueblo de Israel, pasaba sus pecados sobre la cabeza de la ofrenda del sacrificio imponiendo sus manos sobre él. Él traía dos chivos vivos, echaba suerte sobre ellos –uno para Dios y el otro para el pueblo de Israel.
La imposición de las manos significa aquí pasar todos los pecados sobre la ofrenda del pecado al colocar manos sobre su cabeza. Esta imposición de manos era el método del lavado del pecado puesto por Dios, también en el tiempo del Nuevo Testamento, el mismo método en la forma de imposición de manos tenia que ser aplicado de igual manera a Jesús para de la misma forma lavar todos los pecados de la humanidad. Para remitir los pecados propios del Sumo Sacerdote, los pecados de su casa, y el equivalente a un año de pecados del pueblo de Israel, absolutamente tenia que imponer sus manos sobre la cabeza del chivo y pasar todos estos pecados sobre él. Debido a que el Sumo Sacerdote pasaba los pecados del pueblo de Israel a la ofrenda del sacrificio imponiéndolos de esta manera sobre su cabeza, el equivalente a un año de pecados de los Israelitas eran todos borrados. De esta manera, a través de la ofrenda del Día de la Expiación, el pueblo de Israel podía dar gracias a Dios por salvarlos de todos sus pecados.
Todo el que tenga pecado es inevitablemente condenado. Para que la ofrenda por el pecado sea condenada vicariamente por los pecados del pueblo, primero tenia que aceptar sus pecados. Si el Sumo Sacerdote hubiese dado la ofrenda a Dios sin imponer sus manos sobre su cabeza, esta ofrenda entonces hubiese sido una blasfemia a Dios, así que tenia que abstenerse de hacer eso. Para salvar a toda la humanidad que se había convertido en pecadora, Dios tuvo que establecer Su plan de salvación completada a través del método de la imposición de manos. Para borrar los pecados del pueblo de Israel, Dios levantó al Sumo sacerdote e hizo que él pasara los pecados de todo Su pueblo de una vez por todas imponiendo sus manos sobre la cabeza de la ofrenda del sacrificio como su representante. Como tal, todos los animales del sacrificio que fueron ofrecidos a Dios en el Tabernáculo aceptaban los pecados de los Israelitas con la imposición de manos, y ellos llevaban la condenación del pecado por parte de ellos, derramando su sangre y muriendo.
Para realizar la justicia y el amor de Dios totalmente, los Israelitas tenían que ofrecer el sacrificio del Día de la Expiación imponiendo las manos del Sumo Sacerdote sobre la cabeza de los animales sacrificados y cortando sus gargantas para derramar su sangre vicariamente una vez por año. A través de esta ofrenda, en otras palabras, Dios quería lavar los pecados equivalentes a un año del pueblo de Israel de una vez por todas. Esta era la ley del amor de Dios que satisfacía ambas Su misericordia y Su justicia. Debido a que Dios es justo, para borrar los pecados del pueblo de inmediato y de acuerdo a Su justa ley, Dios preparó a Jesucristo el Cordero, hizo que Él tomara los pecados a través de la imposición de manos e hizo que Él sangrara sobre la Cruz.
Jesús, quién sé ofreció a Sí Mismo como el sacrificio eterno, tomó los pecados de todos de una vez por todas a través de este método, derramó Su sangre una vez, y de esta manera completó su salvación del pecado. Como tal, nosotros, también, debemos venir ante Dios con la fe que cree en la verdad de la salvación manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido. Es por esta fe que todos los pecadores pueden ser emitidos de una vez por todas. Por lo tanto, quienquiera recibir la remisión del pecado todo de una sola vez debe venir ante Dios con la fe que verdaderamente cree en el evangelio del agua y el Espíritu.
 


El Significado de la Imposición de Manos

 
La imposición de manos significa, “ser pasado, ser transferido o ser enterrado” (Levítico 1:3-4). Cuando cualquiera de la gente común del pueblo de Israel pecaba sin intención y luego se daba cuenta de ello, tenía que dar una ofrenda quemada a Dios (Levítico 4:27-29). Primero tenia que traer un animal sin defecto para el sacrificio, y entonces tenía que pasar sus pecados sobre el imponiendo sus manos sobre la cabeza. Y tenia que cortar su garganta, extraer su sangre y entonces dar esta sangre a un sacerdote (Levítico 4:27-28). Entonces el sacerdote tenia que tomar parte de la sangre con su dedo, ponerla sobre los cuernos del altar del holocausto y derramar toda la sangre restante en la base del altar. También tenia que quemar su grosura sobre el altar, y entonces Dios olía el suave aroma de la grosura siendo quemada cuando era dada en esta ofrenda.
Ya hemos aprendido que para borrar los pecados del pueblo de Israel, Dios preparó la ofrenda del Día de la expiación en donde las manos eran impuestas sobre el animal del sacrificio y su sangre era extraída. También en este caso, Dios no podía lavar los pecados de los Israelitas sin la imposición de manos sobre la ofrenda del sacrificio. De este modo, la ofrenda del Día de la Expiación que era dada en el Antiguo Testamento está íntimamente relacionada con el bautismo y la sangre de Jesús en el Nuevo Testamento.
Al igual que la ofrenda del sacrificio del Antiguo Testamento tenia que ser un animal sin defecto, también en el tiempo del Nuevo Testamento, Jesús vino como el Cordero de Dios sin defecto, y fue bautizado y derramó Su sangre sobre la Cruz para lavar las iniquidades de todos los pecadores. Al igual que el animal del sacrificio tenía que aceptar las iniquidades de los pecadores con la imposición de manos del Antiguo Testamento, todos los pecados del mundo fueron pasados sobre Jesús cuando Juan el Bautista puso sus manos sobre la cabeza de Jesús para bautizarlo a Él en el Rió Jordán (Mateo 3:15). La ofrenda del sacrificio del Antiguo y Jesús en el Nuevo Testamento de igual manera tenían que recibir la imposición de manos y sangró hasta la muerte de la misma manera. La ofrenda de la imposición de manos y el derramamiento de sangre era la misma ofrenda era preparada para los pecadores de ambos de igual manera en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
 

Los Pecados de la Humanidad Son Infaliblemente Seguidos por la Ira de Dios
 
Ante Dios, habíamos sido pecadores que no podíamos evitar morir por nuestros pecados, al igual que la ofrenda del pecado que iba a ser matada a causa de los pecados que había recibido. Cuando nos imaginamos esta ofrenda del sacrificio siendo cortada en pedazos y quemada con fuego sobre el altar de del holocausto, podemos darnos cuenta que de la misma manera, nosotros también estábamos destinados para ser destruidos ante Dios, y sin embargo el Señor nos ha salvado siendo bautizado por Juan y derramando Su sangre.
Como tal, aquellos que no han nacido de nuevo deben reconocerse a sí mismos como pecadores que encaran una feroz condenación ante Dios por sus pecados y creer en el bautismo y en la sangre del Señor para ser salvos. Para salvarnos de nuestros pecados en vez de castigarnos por ellos, Dios preparó la ofrenda de la salvación, pasó nuestros pecados sobre esta ofrenda de sacrificio eterno, hizo que derramara Su sangre, y así remitió todos nuestros pecados (Levítico 16:1-34, Romanos 8:3-4, Hebreos 10:10-12) ¿Aún tienes pecado en tu corazón? Entonces, primero deben admitir ante Dios que son pecadores encarando la condenación de Dios, y debes creer que a través de Jesucristo, Dios ha completado el plan de tu salvación que Él diseñó aún antes de la fundación del mundo.
El pecado no puede ser expiado sin pagar un rescate apropiado. Es por eso que Dios dio al pueblo de Israel el sistema de sacrificios. En este sistema de sacrificios, solo la ofrenda que era acompañada por la imposición de manos y el derramamiento de sangre era la ofrenda verdadera de fe que podía lavar los pecados de los Israelitas.
Por fe, también debemos dar a Dios esta ofrenda que tiene la imposición de manos y el derramamiento de sangre, todo de acuerdo al sistema de sacrificios mencionado en las Escrituras. Él Señor derramó Su sangre debido a que Él había tomado nuestros pecados a través de Su bautismo, vicariamente llevó la condenación del pecado en lugar nuestro, y de esta manera borró estos pecados nuestros (Mateo 3:15; Juan 1:29; Isaías 53:1-7). Cuando creemos en la Palabra del agua y el Espíritu, y cuando ponemos nuestras manos sobre el Señor quién se convirtió en nuestra ofrenda del sacrificio y de esta manera pasar todos nuestros pecados sobre Él, podemos recibir la remisión del pecado creyendo que el Señor quién tomó nuestros pecados y también llevó la condenación del pecado en lugar de nosotros. Creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, podemos pasar todos nuestros pecados sobre el Señor quien ha llegado a ser nuestra ofrenda del sacrificio, y podemos morir y vivir con Él (Romanos 6:1-11, Gàlatas 3:27).
Las lecciones espirituales que debemos entender de la ofrenda del Día de la Expiación son, primero que nada, que debemos reconocer nuestros pecados y la condenación por nuestros pecados, y que entonces debemos dar la ofrenda de fe que Dios quiere recibir –esto es, debemos tener fe en Jesús quién completo nuestra salvación con Su bautismo y derramamiento de sangre sobre la Cruz. Debemos imponer nuestras manos sobre la cabeza de Jesús creyendo en Su bautismo. ¿Por qué? Por que solo cuando impongamos nuestras manos sobre la ofrenda del sacrificio por fe y extraigamos su sangre podremos ser salvos de todos nuestros pecados.
De esta manera, cualquiera que desea ser reemitido de sus pecados ante Dios debe dar el rescate de vida, porque la paga del pecado es muerte. Ya seas rico o pobre, debe existir la ofrenda del sacrificio que da la paga de los pecados propios y el precio de la expiación de vida. A menos que este sea así, nadie puede recibir la remisión del pecado por fe
 


Las Ofrendas del Antiguo Testamento del Día de la Expiación

 
Vayamos a Levítico 16:6-10: «Y hará traer Aarón el becerro de la expiación que es suyo, y hará la reconciliación por sí y por su casa. Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación. Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto».
Para preparar al pueblo de Israel para recibir la remisión de sus pecados por fe, el Sumo Sacerdote, a favor de ellos, daba la ofrenda que era acompañada por la imposición de manos y el derramamiento de sangre. ¿Cómo, entonces, es la fe de los Cristianos de hoy? ¿No es una fe especulativa y sin bases cuya ofrenda busca recibir la remisión del pecado sin siquiera pasar sus pecados? Si tu fe no es la clase de fe que ha pasado tus pecados sobre Jesucristo a través de la imposición de manos, entonces tienes un problema en tus manos. A menos que tu fe sea la fe que cree en el bautismo de Jesús y en Su sangre sobre la Cruz, no puede ser la verdadera fe.
No podíamos evitar fallar en guardar la Ley ante Dios y cometimos toda clase de pecados durante todo el año que paso. Así que si hubiésemos vivido en el tiempo del Antiguo Testamento, hubiéramos necesitado recibir la remisión de nuestros pecados creyendo en la ofrenda que el Sumo Sacerdote hubiera dado por nosotros. Para dar la ofrenda de fe a Dios, primero debemos reconocer que estamos destinados a ser destruidos por nuestros pecados, y entonces debemos creer en la imposición de manos que pasa todos nuestros pecados sobre la ofrenda del sacrificio que Dios preparó para nosotros y en el derramamiento de sangre de esta ofrenda.
Debido a que la imposición de manos sobre el animal del sacrificio y su derramamiento de sangre tenían el poder de la salvación, la gente del Antiguo Testamento podía recibir la remisión de sus pecados a través de esta ofrenda que el Sumo Sacerdote daba de acuerdo al sistema de sacrificios puesto por Dios. Al imponer sus manos sobre la ofrenda del sacrificio, el Sumo Sacerdote pasaba el equivalente de los pecados de la gente de todo un año sobre ella, cortaba su garganta y extraía su sangre, y rociaba esta sangre ante el propiciatorio hacia el lado oriental siete veces. Al hacer esto, él no cesaba de dar la ofrenda correcta a Dios cada año. Es así como el pueblo de Israel podía recibir la remisión perfecta del pecado en aquellos días.
De esta manera, a través de la ofrenda del pecado que el Sumo Sacerdote daba, el pueblo de Israel creía y afirmaba en sus corazones que todos sus pecados eran remitidos de este modo. Lo que la ofrenda del Día de la Expiación del Nuevo Testamento nos está mostrando que en el Nuevo Testamento, Jesucristo tomó los pecados del mundo siendo bautizado por Juan y derramó Su sangre sobre la Cruz, y que debemos creer en este Jesucristo como nuestro Salvador y recibir la remisión eterna del pecado por fe. Todas las almas de este mundo cuyos corazones están sufriendo y agonizando por sus pecados deben darse cuenta que ellos pueden recibir la remisión eterna del pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, y ellos deben creer esto en sus corazones. Así, la ofrenda de la remisión de todos los pecados fue puesta por Dios de antemano y fue prometida por Él para ser cumplida, y esta promesa de la salvación también está manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido que fueron usados como los materiales del Tabernáculo.
 


La Ofrenda del Día de la Expiación Cumplida en el Tabernáculo

 
En el Día de la Expiación, para ocuparse de todos los pecados del pueblo de Israel, el Sumo Sacerdote ponía sus manos sobre la cabeza de la ofrenda del sacrificio ante la presencia de todos los Israelitas (Levítico 16:1-23). Era absolutamente necesario que él que pasara sus pecados sobre la ofrenda del sacrificio imponiendo sus manos sobre su cabeza a favor de ellos. Cuando el Sumo Sacerdote Aarón daba la ofrenda del Día de la Expiación dentro del Tabernáculo por el pueblo de Israel, nadie más podía entrar en el Tabernáculo. Era un evento extraordinario, ya que solía haber muchos sacerdotes en los atrios del Tabernáculo excepto en el Día de la Expiación.
El Sumo Sacerdote pasaba los pecados del pueblo de Israel sobre la ofrenda del sacrifico colocando sus manos sobre su cabeza, tomaba la sangre de este sacrificio dentro del Lugar Santísimo, y la rociaba con su dedo sobre el propiciatorio hacia el lado oriental; y ante el propiciatorio él la rociaba siete veces (Levítico 16:14).
En este tiempo, las campanillas de oro estaban adheridas a la bastilla de la túnica del Sumo Sacerdote las cuales cascabeleaban, así que cada vez que rociaba la sangre ante el propiciatorio y hacia el lado oriental, las campanillas sonaban y el pueblo de Israel que estaba de pie afuera del Tabernáculo podía oír el sonido de las campanillas. Cuando los Israelitas escuchaban este sonido de campanillas, se percataban que el Sumo Sacerdote en ese momento estaba dando la ofrenda a Dios a favor de ellos. Y habiendo escuchado el sonido por siete ocasiones, entonces suspiraban en alivio, ya que ellos sabían que el dar la ofrenda del Día de la Expiación ahora estaba completada, confirmando la terminación de la ofrenda que perdonaba el equivalente de sus pecados de un año.
Después de esto, el Sumo Sacerdote Aarón salía del Tabernáculo, tomaba el macho cabrio que quedaba como otra ofrenda, y daba esta ofrenda del Día de la Expiación ante la presencia del pueblo de Israel. Dios ordenó al pueblo de Israel que no hiciese nada en el Día de la Expiación (Levítico 16:20-21, 29). Con una gran multitud en rededor reunida de los Israelitas para observar el dar de esta ofrenda afuera del Tabernáculo, el Sumo Sacerdote imponía sus manos sobre la cabeza del macho cabrio del sacrificio para cumplir sus labores y lo enviaba al desierto por la mano de un hombre apropiado.
En el Día de la Expiación, el Sumo Sacerdote traía el chivo ante el pueblo de Israel, imponía sus manos sobre su cabeza, y confesaba todas las iniquidades y las transgresiones de los hijos de Israel, pasándolos sobre el chivo. “Señor, yo confieso todos los pecados que el pueblo de Israel ha cometido durante el año anterior. Hemos fallado en guardar toda la Ley en su totalidad, hemos cometido innumerables pecados contra Ti y contra nuestros semejantes, hemos fallado en vivir la vida que Tú nos has mandado durante el año anterior. Hemos mentido. Hemos asesinado. Hemos cometido adulterio. Hemos robado.” Así, el Sumo Sacerdote pasaba todos los pecados del pueblo de Israel sobre el chivo del sacrificio imponiendo manos sobre su cabeza ante su presencia, y luego lo enviaba al desierto por la mano de un hombre apropiado.
Debido a que la paga del pecado es muerte, Dios no podía dejar con vida al chivo del sacrificio después de aceptar los pecados del pueblo de Israel. El chivo expiatorio que era abandonado en el desierto tenía que sufrir y morir en el desierto, ya que había cargado todas las iniquidades, manchas y transgresiones del pueblo de Israel. Ahora, todo el pueblo de Israel comenzó a disfrutar la Fiesta de los Tabernáculos (Levítico 23:34) ya que habían descargado, a través de la ofrenda del Día de la Expiación, los pecados que los habían atado durante el año pasado.
La imposición de las manos es el medio por el cual los pecados de toda la gente son pasados sobre la ofrenda del sacrificio. Cuando el Sumo Sacerdote imponía sus manos sobre el animal del sacrificio, todos los pecados del pueblo de Israel eran pasados sobre el de una sola vez por todas. Cada pecado de cada uno de los Israelitas eran todos pasados de una sola vez sobre la ofrenda del sacrificio con la imposición de manos del Sumo Sacerdote.
¿Pueden todos los pecados de la gente de la actualidad también ser pasados sobre la ofrenda del sacrificio con la imposición de manos, al igual que las iniquidades del pueblo de Israel eran pasadas con la imposición de manos del Sumo sacerdote del Antiguo Testamento? Si esto no fuera posible, ¿dónde esta el camino para que la gente de la actualidad reciba la remisión de sus pecados? ¿Quién pasa los pecados de la gente de la actualidad, cómo y a través de quién? De acuerdo al sistema del sacrificio establecido por Dios en la era del Antiguo Testamento, Jesucristo tomó los pecados del mundo siendo bautizado por Juan el Bautista en el tiempo del Nuevo Testamento. Al igual que el equivalente de los pecados de un año era pasado sobre el chivo del sacrificio del Día de la Expiación que el Sumo Sacerdote daba por el pueblo de Israel, así fueron pasados sobre Jesucristo quién fue bautizado por Juan el bautista, el ultimo Sumo Sacerdote. ¿Dónde, entonces, están todos los pecados de la gente de la actualidad? Ahora están sobre la cabeza de Jesucristo.
Al igual que el chivo expiatorio aceptó todos los pecados del pueblo de Israel a través del Sumo Sacerdote con la imposición de manos, Jesús se convirtió en la ofrenda del sacrificio de la eterna remisión del pecado para todos nosotros que estamos viviendo en la era actual. Jesús quién se convirtió en nuestro propio chivo expiatorio sé ofreció a Sí Mismo a Dios como la ofrenda del sacrificio por nuestros pecados. En otras palabras, Jesús fue bautizado por Juan y sé dio a Sí Mismo para ser crucificado, al igual que en el Antiguo Testamento Dios determinó la ofrenda del sacrificio por el pueblo de Israel y pasó sus pecados sobre animal del sacrificio y lo condenó en lugar de la humanidad.
El chivo expiatorio que era enviado al desierto no podía sobrevivir, ya que no había agua sino solo la luz quemante en la arena del desierto. De la misma manera, Jesús, también, no podía evitar ser crucificado, ya que Él había tomado los pecados de la humanidad del mundo a través de Su bautismo. Igual que el chivo expiatorio era abandonado en el desierto carente de vida, Jesús quién tomó los pecados del mundo también fue odiado y despreciado en la tierra desolada, sin vida, ¿acaso no hubiera vagado, solo para morir al final de sed?
De la misma manera, Jesús quién aceptó nuestros pecados fue rechazado por mucha gente, y Él tuvo que ser crucificado para llevar la condenación de nuestros pecados, derramó Su sangre y murió. Esta fue la salvación que Jesucristo llevó a cabo para darnos Su verdadera salvación en el evangelio del agua y el Espíritu.
El pueblo de Israel vio el proceso de la expiación de la remisión del pecado con sus ojos y lo creyó en su corazón. Como ellos, nosotros, también, ahora podemos recibir la remisión de nuestros pecados viendo, escuchando y creyendo en las justas obras de Jesucristo en nuestro corazón. Esto nos dice que Jesucristo sería bautizado por Juan, cargaría los pecados del mundo, sería crucificado, derramaría Su sangre, moriría y se levantaría de entre los muertos, y nosotros seriamos salvados viendo todo esto con nuestros ojos espirituales y creyendo en ello en nuestro corazón.
Esta ofrenda del Día de la Expiación continuará mientras que los Israelitas continúen existiendo. Ellos aún dan la ofrenda del sacrificio en el día 10 del séptimo mes en su calendario, debido a que Dios les dijo: «Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó» (Levítico 16:34). Al hacer que el pueblo de Israel diera la ofrenda del Día de la Expiación de esta manera, Dios otorgó Su misericordia sobre ellos para que todos sus pecados fuesen lavados y fuesen liberados del castigo por estos pecados.
De igual manera, también para la gente de hoy, Dios les ha concedido darse cuenta que Jesús cargó todos los pecados del mundo sobre Su propio cuerpo siendo bautizado por Juan, fue crucificado y por lo tanto completó totalmente el lavamiento eterno del pecado. Jesucristo cargó los pecados de la humanidad con Su bautismo y se ha convertido en el Sumo Sacerdote eterno del Cielo. Ahora, no existe nada más que quede para que nosotros hagamos por nuestra propia salvación sino solamente creer en esta verdad.
 

La Ofrenda de la Gran Expiación que el Mesías Dio a Dios Padre con Su Propio Cuerpo
 
¿Por qué Dios ordenó al pueblo de Israel dar a Él la ofrenda del Día de la Expiación? Él hizo esto para que ellos esperaran, con su fe, por el día en que Dios Padre hiciese que Su Hijo Jesucristo ofreciera la gran expiación por los pecados de todos los seres humanos con Su bautismo y derramamiento de sangre. Es por eso que Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios y el Salvador de la humanidad, vino a esta tierra para borrar todos los pecados de todos, completó todo con el amor de Dios, y reveló la salvación a la humanidad. Al ser bautizado por Juan para tomar todos los pecados de nosotros la humanidad y derramando Su sangre sobre la Cruz, Jesús ha borrado todos los pecados e iniquidades del mundo, fue condenado por ellos y de esta manera se convirtió en nuestro verdadero Salvador.
Dios llamó a Moisés y le dio la Ley primeramente. Y entonces Él le ordenó construir el Tabernáculo con tales materiales como los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido, y Él le dio el sistema de sacrificios. Al hacer eso, Dios permitió al pueblo de Israel darse cuenta de la importancia de la imposición de manos y el derramamiento de sangre, y a cambio Él les mostró a Jesucristo, la puerta de la salvación profetizada en el Tabernáculo, ya que vendría esta tierra, tomaría los pecados del mundo siendo bautizado, sería crucificado y derramaría Su sangre. La salvación del lavado del pecado que Dios nos ha dado claramente está manifestado en los materiales que fueron usados para la puerta del Tabernáculo.
Entre los materiales usados para la puerta del Tabernáculo, el significado implicaba por el hilo azul que Jesús tomó los pecados del mundo de una vez por todas siendo bautizado por Juan; el hilo púrpura muestra que Jesús es el Rey de reyes y el Señor de señores, ya que Él creó el universo; el hilo carmesí nos dice que debido a que Jesús fue bautizado, Él llevó la condenación del pecado por todos los pecadores derramando Su sangre sobre la Cruz; y el lino fino torcido nos dice que la Biblia está describiendo elaboradamente todo acerca de estos tres ministerios en los hilos azules, púrpura y carmesí, y Dios ha dado la remisión del pecado a aquellos que creen en Su Palabra.
Ahora, todos deben recordarse a sí mismos una vez más y creer que está verdad -estos es, Jesucristo es su Salvador y Él ha lavado todos sus pecados al ser bautizado por Juan y derramando Su sangre sobre la Cruz –también está manifestado en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido usados como materiales del Tabernáculo, y así, ellos, por lo tanto deben recibir la remisión de sus pecados. A través de Moisés, Dios estableció la ley de la salvación, la ley de la remisión del pecado para la humanidad, y cuando el tiempo llegó, Él envió a Jesucristo a esta tierra e hizo que Él sé bautizara con Juan y derramara Su sangre sobre la Cruz, para que Jesús se convirtiera en la ofrenda del sacrificio que lavaría los pecados del mundo. Y por hacer eso, Dios ha otorgado a todos aquellos que creen ser lavados de todos sus pecados por fe.
Por lo tanto, cuando profesamos creer en Jesucristo como el Salvador, debemos creer cuando conocemos el bautismo que Jesús recibió y Su derramamiento de sangre sobre la Cruz. Al igual que la ofrenda del sacrificio del Antiguo Testamento aceptaba todas las iniquidades de los pecadores con la imposición de las manos y era condenada vicariamente al derramar su sangre en lugar de ellos, Jesucristo vino como la ofrenda del sacrificio del pecado por todos los que viven en la tierra, tomó los pecados del mundo al ser bautizado, fue crucificado y derramó Su preciosa sangre, y por lo tanto ha borrado para siempre, de una sola vez, los pecados de aquellos que creen.
Debemos creer en la verdad de la Palabra escrita exactamente como es. La verdad bíblica es que con el mismo método que el de la ofrenda que el Sumo Sacerdote daba por su pueblo en el Antiguo Testamento, Jesús vino a esta tierra, fue bautizado y crucificado, y derramó Su sangre para salvarnos de todos los pecados del mundo de una sola vez. Por lo tanto, debemos creer en la Biblia exactamente como está escrita. No podíamos evitar el ser eternamente condenados por nuestros pecados, pero Jesucristo vino a esta tierra y nos ha salvado de todos nuestros pecados con Su bautismo y sangre.
El no creer esto, aunque Dios ha perdonado todos nuestros pecados de esta manera, es un pecado que nunca podrá ser perdonado por Dios. Él ha borrado todos los pecados del mundo excepto el único pecado que permanece, “el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo” (Marcos 3:28-29). Como tal, aquellos que verdaderamente quieren recibir la remisión del pecado deben creer la verdad de que Jesucristo fue bautizado, derramó Su sangre, se levantó de entre los muertos, y de esta manera nos libero de todos pecados del mundo. Aparte de tal fe, ¿qué buenas obras serán necesarias para nuestra remisión del pecado? Ahora ha llegado el tiempo para que nosotros conozcamos la verdad de lo que es el evangelio del agua y el Espíritu, y creer en esta verdad.
Todos deben darse cuenta y creer que la verdad manifestada en la puerta del Tabernáculo tejida con los hilos azules, púrpura, carmesí y el fino lino tejido que es el evangelio de la verdadera salvación, y la sombra de Jesucristo que había de venir. En lo que se refiere a creer en Jesucristo, el bautismo que Él recibió y la sangre que Él derramó sobre la Cruz son esenciales para nuestra salvación, y por lo tanto debemos creer en ellos. La verdad indisputable e irrefutable es que Jesús ha dado salvación a aquellos que creen en Su bautismo, Su derramamiento de sangre sobre la Cruz, y en Su resurrección de entre los muertos, y que todo esto fue hecho para salvarnos de los pecados del mundo.
 
 
El Sacrificio del Hijo que Dios Padre Deseaba
 
Vayamos a Hebreos 10:5-9: «Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último».
¿Que quiere decir aquí con este pasaje que dice que Dios no deseaba ni sacrificio ni ofrenda? Este pasaje viene del Salmo 40:6-7, significa que todos los pecados del mundo no podían ser completamente borrados con las ofrendas diarias del Antiguo Testamento, y que para dar la ofrenda eterna del pecado, Jesucristo de esta manera vino a la tierra, fue bautizado, derramó Su sangre, se levantó de entre los muertos, y así se ha convertido en el Salvador de todos nosotros. El significado del salmo 40:7, el cual dice: «Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí» es que Jesús vino a esta tierra y lavó todos los pecados con la imposición de las manos y Su derramamiento de sangre, exactamente como está escrito en el Antiguo Testamento.
 En la era del Antiguo Testamento, los pecados del pueblo de Israel fueron remitidos mientras que era ofrecido el animal del sacrificio a Dios en el Día de Expiación con la imposición de manos del Sumo Sacerdote y el derramamiento de la sangre de la ofrenda. De la misma manera, Jesucristo quién vino a esta tierra para convertirse en la eterna ofrenda del sacrificio por toda la humanidad tomó los pecados del mundo recibiendo el bautismo, una forma de la imposición de las manos, y llevó toda la condenación de los pecados de toda la humanidad cargando estos pecados del mundo a la Cruz, siendo crucificado, derramando Su preciosa sangre y muriendo. Al hacer eso, Jesús ha dado salvación eterna a todos aquellos que creen.
Exactamente como Dios la había prometido a través del sistema del Tabernáculo, en el Nuevo Testamento Jesús vino a esta tierra y así completó la salvación de una vez por todos. Aquellos que creen de esta manera han sido salvados de todos sus pecados. En el Tabernáculo estaba la promesa de Dios que Jesús borró por siempre los pecados de toda la gente de una vez por todas al ser bautizado y derramando Su sangre. Y Jesús ciertamente vino y cumplió la salvación prometida al ciertamente ser bautizado y derramando Su sangre, y así cumpliendo la Palabra de Dios a la perfección. Todas las promesas de la salvación, en otras palabras, han sido ciertamente cumplidas en Jesucristo.
El pueblo de Israel creía que la Ley del Antiguo Testamento y que las palabras de los profetas son la Palabra de Dios. Pero son incapaces de creer en Jesucristo quién vino a nosotros en la era del Nuevo Testamento como Dios o como el Salvador. Toda la gente de este mundo, incluyendo al pueblo de Israel, ahora debe darse cuenta que Jesucristo es Dios Mismo y aceptar en su corazón que Él es el Mesías que vendría.
 


¿Para Que Vino Jesús?

 
Como Jesús vino a cumplir la voluntad de Dios Padre, Él es el Salvador de todos aquellos que creen en Él como tal, y Él vino a este mundo para lavar todos sus pecados por siempre. Como afirma Hebreos 10:10: «En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre». Debemos darnos cuenta claramente y creer que fue por la voluntad de Dios Padre que Jesucristo nació en está tierra, que Él fue bautizado de acuerdo de la voluntad del Padre, y por esta voluntad Él fue crucificado, derramó Su sangre hasta la muerte sobre la Cruz, sé levantó de entre los muertos, y de esta manera se ha convertido en el Salvador para todos aquellos que creen. Para borrar nuestros pecados de acuerdo a la voluntad de Dios Padre, Jesucristo tuvo que completar la salvación de la humanidad borrando todos los pecados con el bautismo que Él recibió y con Su derramamiento de sangre. Como tal, voluntariamente Él sé dio a Sí Mismo para ser sacrificado, y así darnos una perfecta salvación.
Debido a que Jesucristo sé sacrificó a Sí Mismo para borrar no solamente los pecados del pueblo de Israel sino también los pecados de toda la humanidad, podemos ser salvos solo si cada uno de nosotros cree en esto en su corazón. A través de Sus 33 años de vida, Jesús fue bautizado una sola vez, se sacrifico una sola vez y así ha salvado a los pecadores del mundo de una vez por todas. Esta es la salvación única y perfecta.
Al igual que Jesús ha borrado de una sola vez todos los pecados cometidos por la humanidad desde el principio hasta el fin del mundo, Él también nos ha otorgado el ser salvos de una vez por todas por fe. Al ofrecer Su propio cuerpo de una vez por todas, Jesucristo nos ha hechos perfectos para siempre. Ya que Él fue bautizado por Juan y fue condenado por todos nuestros pecados al derramar Su sangre, ahora debemos creer con alegría en este evangelio en nuestro corazón y así ser salvos de todos nuestros pecados. Por la voluntad de Dios Padre, Jesucristo vino a esta tierra para llevar todos nuestros pecados y dar la paga de la vida, y Él exitosamente reveló Su verdadera salvación a través del amor de Dios de acuerdo a la voluntad del Padre.
Esta Palabra es claramente la verdad que tú y yo estamos viviendo ahora y este mundo moderno debe creer. Debemos unir juntamente el bautismo de Jesús y Su derramamiento de sangre sobre la Cruz y creer en ello como un singular conjunto de verdad que nos salva perfectamente. Si fallamos en hacer esto, entonces perderemos la eterna remisión del pecado. Como tal, debemos creer de acuerdo a la Palabra escrita de Dios, de acuerdo a la verdad del evangelio del agua y el Espíritu. El evangelio del agua y el Espíritu derrama la luz de la salvación, pero si le agregamos otra cosa más o le restamos algunos esenciales del verdadero evangelio cuando creemos en Dios, o si no creemos en la verdad como es, entonces esta luz de salvación se perderá, solo para esconderse y desaparecer.
No debemos caer bajo la ilusión de que la verdad del evangelio del agua y el Espíritu es también meramente una de las doctrinas mundanas, que enseña que de alguna manera podemos recibir la remisión del pecado a través de nuestras oraciones de arrepentimiento al pedirle a Dios que perdone nuestros pecados diariamente. Dios dijo claramente en Hebreos 10:11: «Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados». Él nos dijo, en otras palabras, que los pecados que cometemos cada día no pueden ser lavados solo porque le pedimos a Dios que nos perdone por nuestros pecados diarios con nuestra fe en la sangre de la Cruz.
Debido a que la ofrenda del sacrificio que Jesucristo dio a Dios Padre al ser bautizado y al morir sobre la Cruz fue la perfecta ofrenda de la salvación, fue por creer en esta ofrenda que hemos sido totalmente salvados. Fue debido a que los pecados del mundo fueron pasados sobre Jesucristo de una vez por todas cuando Él fue bautizado por Juan que Jesús pudo cargar nuestros pecados a la Cruz y morir sobre ella para terminar la condenación de sus pecados, y sé debió a esto que los pecados de aquellos que creen en Su bautismo y derramamiento de sangre han sido lavados.
Al creer en el bautismo que Jesús recibió y la sangre que Jesucristo recibió y la sangre de la Cruz, nosotros, también morimos con Jesucristo y hemos llegado a vivir con Él por fe. Romanos 6:23 afirma: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». La paga del pecado es muerte, no importa lo que pueda ser, y por lo tanto su paga debe ser pagada con vida. Es por eso que fue necesario que Jesucristo viniera a esta tierra encarnado en semejanza de hombre, fue bautizado por Juan y derramó Su sangre sobre la Cruz. El pasar real de tus pecados sobre el cuerpo de Jesús fue completado por Su bautismo, y por cargar estos pecados y por morir, Jesús dio la paga de tus pecados y de esta manera los ha borrado todos de una sola vez. Sin embargo, a pesar de esto, aunque Dios nos ha dado esta verdad del evangelio, existe mucha gente que aún ruega a Dios que perdone sus pecados actuales cada día –simplemente ignoran la verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando la gente tiene pecado en su corazón, no puede evitar el estar aterrorizado ante Dios por este pecado. Es verdad que existen muchos que, permaneciendo aún ignorantes del evangelio del agua y el Espíritu, aún están por ser limpiados de sus pecados, están atados por el temor debido a los pecados de sus conciencias. Sin embargo, Jesús vino a esta tierra para liberarlos de todos sus pecados, fue bautizado por Juan, derramó Su sangre en la Cruz, y por consiguiente los ha salvado perfectamente. ¿Por qué razón, entonces, necesitamos estar preocupados, cuando el evangelio del agua y el Espíritu, el evangelio de la salvación de Dios, los ha salvado totalmente y se ha encargado de nuestra condenación del pecado?
Aquellos que conocen y verdaderamente creen que Jesús ha borrado todos los pecados de la humanidad a través del evangelio del agua y el Espíritu pueden ciertamente ser salvados perfectamente por fe, tal como Dios lo prometió: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18). Todos podemos ser salvos por fe, ya que el bautismo de Jesús existió, y fue quién aceptó los pecados de este mundo de acuerdo a la ley de Dios puesta en el Antiguo Testamento que ha pasado todos los pecados sobre la ofrenda del sacrificio con la imposición de las manos. Fue debido a que Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan por lo que Él pudo morir sobre la Cruz, y fue debido a que la salvación que Dios habló en el Antiguo Testamento fue completada por ello podemos ser salvos de todos nuestros pecados solo por nuestra fe.
Sin embargo a pesar de esta infalible verdad, aún vemos alguna gente que cree en Jesús como si fuese un ejercicio similar. Lloran y se lamenta cada día para mejorar su fe ya que la base de su fe es estar en condolencias con Jesús por los mortales sufrimientos que Él soportó sobre la Cruz. Los corazones de tal gente son defectuosos totalmente, y deben abandonar esta fe equivocada.
Somos tú y yo quienes necesitan el bautismo y la sangre de Jesús nuestro Salvador, Jesús no necesita nuestras condolencias o nuestra devoción. La simple verdad es que somos nosotros quienes desesperadamente necesitan a Jesucristo el Salvador, y sin embargo existe mucha gente que cree en Dios sin ninguna razón en particular en si mismos, pensando que es Dios al que le falta algo, como si Él les estuviera rogando que crean en Él. Pero tal fe que cree ser como protectora es la clase de fe que es despreciada por Dios.
Los corazones de aquellos que condescendientemente dicen a Jesús que ellos creerán en Él, como si estuvieran haciéndole un favor a Él, están colocándose por encima de Dios, así que en su arrogancia nunca pueden aceptar en sus corazones el evangelio del agua y el Espíritu que perfectamente los salva del pecado. Tienen tan poca consideración por la Palabra de Dios que consideran un poco diferente lo que cualquiera de sus vecinos diga, mofándose y siendo condescendientes, como si creer en ella es hacerle un favor a Dios como si se compadeciesen.
Al final, son aquellos que no creen en el bautismo y en el derramamiento de sangre de Jesús como la remisión de sus pecados y están en contra de Dios. Ellos creen que sus pecados pueden ser lavados a través de sus agonizantes oraciones de arrepentimiento sin creer en el evangelio del agua y el Espíritu. Debido a que toman el nombre de Dios en vano, ni saben ni creen que Jesucristo el Salvador ha borrado completamente sus pecados, y por lo tanto no pueden ser salvos.
Dios dijo: «Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca» (Romanos 9:15). Si Dios decidió salvar a los pecadores con la ley de la salvación de Su misericordia. Entonces Él hará eso exactamente como Él lo decidió. Por lo tanto debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu y de esta manera recibir nuestra verdadera salvación.
Aquellos que no crean en este evangelio la Palabra del agua y el Espíritu personalmente descubrirán realmente cuan grande es la severidad y la ira de Dios. Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, por otro lado, verán cuan grande y misericordioso es el amor de Dios. Quienquiera que reconozca sus pecados ante Dios, reconozca y crea en el evangelio del agua y el Espíritu, el evangelio de Dios de la perfecta salvación, serán liberados de todos sus pecados.
Aquellos que creen que Jesucristo tomó todos sus pecados al ser bautizado serán liberados de todos sus pecados. Aquellos que desprecian esta verdad, en contraste, encaran la temida condenación del pecado por sus trasgresiones. Toda la gente de este mundo debe por tanto creer en el evangelio del agua y el Espíritu, la verdad real. Aquellos pecadores que no teman el juicio de Dios seguramente serán condenados por sus pecados. Pero aquellos que creen en la verdad del lavado del pecado de Jesús serán salvos de todos sus pecados.
Cualquiera cuya conciencia tiene pecado está enferma en su descanso, y así que la gente sale con doctrinas de salvación sin fundamento y sin bases que son completamente diferentes del evangelio del agua y el Espíritu, tratando de confortar sus desesperadas conciencias. Aún son de aquellos que dicen, “Ya que creo en Jesús, está bien que tenga pecado en mi corazón.” Pero no debemos olvidar que todos los que tienen pecado en su corazón encaran el castigo del infierno, ya que Dios ciertamente dará Su justo juicio a tales personas por sus pecados. Debido a que están del lado de Satanás, Dios simplemente no puede dejarlos en paz.
Pero aquellos que saben acerca de la justicia de Dios, que habrá Su juicio del pecado, le piden a Dios Su misericordioso amor, desean ser salvos de todos sus pecados, buscan la verdad y desean estar al lado de Dios. Para tal gente, aquí está la verdad que Jesucristo tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado. Cada pecador debe creer y recibir la remisión del pecado. A través de Su bautismo, Jesucristo aceptó todos los pecados del mundo entero de una vez por todas, murió sobre la Cruz una vez, y así ha borrado todos los pecados y nos hizo justos.
A través del evangelio de la Palabra del agua y el Espíritu, todos nosotros debemos darnos cuenta lo que es la verdadera salvación, y en nuestro corazón todos debemos tener la fe que verdaderamente cree en esta salvación. Todos los que creen en esta verdad en su corazón, no importa que clase de pecados pueda haber cometido, ciertamente serán lavados de todos sus pecados por la fe y recibirán la verdadera remisión del pecado y la vida eterna. ¿Quieres creer en el evangelio de la Palabra y tomar el evangelio del agua y el Espíritu por fe, el evangelio que hace desaparecer todos los pecados de tu corazón? Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu ante Dios seguramente recibirán la remisión del pecado.
 


Tus Oraciones de Arrepentimiento no Pueden Salvarte

 
Hoy, muchos que profesan creer en Jesús dan sus oraciones de arrepentimiento cada día, pidiendo a Dios que perdone sus pecados. Ellos viven sus vidas de fe dando sus ofrendas del sacrificio a Dios cada día, como en el tiempo del Antiguo Testamento. ¿Acaso Jesús derramó Su sangre sobre la Cruz para lavar tus pecados siempre que ofreces tus oraciones de arrepentimiento? Este no es el caso. En vez de eso, debes lavar tus pecados de una vez por todas creyendo que el poder del bautismo y el derramamiento de la sangre de Jesucristo que permanece para siempre. Aquellos que tratan de lavarse de sus pecados dando oraciones de arrepentimiento cada día no pueden recibir la remisión eterna del pecado, ni tienen la fe que les permite recibir la verdadera salvación.
Si los pecados de todos pudieran ser perdonados a través de tales oraciones de arrepentimiento o por cualquier ritual hecho por hombres, entonces Dios no hubiera establecido la ley que declara que la paga del pecado es muerte. Para que la gente sea remitida de sus pecados, ellos deben dar en realidad la ofrenda que pasa sus pecados sobre el cuerpo de Jesús por la fe. Lo que debemos tener no es la clase de fe que da oraciones de arrepentimiento cada día, sino la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu manifestado en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido usados para la puerta del Tabernáculo. En otras palabras, debemos darnos cuenta que solo la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu puede traernos el verdadero lavamiento del pecado, y debemos creer esto en nuestro corazón.
Al igual que los pecadores del Antiguo Testamento pasaron sus pecados sobre el animal del sacrificio por la imposición de las manos sobre su cabeza cuando daban su ofrenda por el pecado, nosotros también debemos pasar nuestros pecados sobre Jesucristo creyendo en Su bautismo, y por esta fe que cree en Su bautismo y en Su derramamiento de la sangre sobre la Cruz, debemos de ir ante Dios y recibir la remisión eterna del pecado. Dios dijo: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación», y «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:10, 17).
Juan 1:29 dice: «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Este pasaje describe el testimonio que Juan el bautista dio al día siguiente en que había bautizado a Jesús. Cuando Juan el Bautista vio a Jesús acercándose, él dijo, “¡Miren gente! ¡Ahí va Él!” Esto causó una conmoción entre la multitud que se reunía alrededor de Juan. Juan exclamó, “¡Aquí viene el Cordero de Dios! No es otro que Él mismo Hijo de Dios, el mismísimo Cordero de Dios quién tomó los pecados de la humanidad a través de mí. Él es nuestro Salvador.
¡Él es Jesucristo, el Cordero de Dios! ¡Él es! ¡El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” Fue debido a que Juan el Bautista bautizó a Jesucristo y pasó los pecados del mundo sobre Él, en otras palabras, Jesucristo se convirtió en el Cordero del sacrificio quién tomó nuestros pecados de acuerdo a la voluntad de Dios padre.
En el Antiguo testamento, la remisión del pecado era recibida al dar ofrendas del sacrificio a Dios, pero en el Nuevo Testamento, es solo por la fe que totalmente cree en el bautismo de Jesús y en Su derramamiento de sangre sobre la Cruz por lo que podemos ser remitidos de nuestros pecados. Debido a que Dios tomó animales como toros, corderos y becerros como ofrenda del sacrificio para borrar los pecados del pueblo de Israel, innumerables animales fueron desangrados, cortados en pedazos y quemados sobre el altar del holocausto. Miles de animales del sacrificio fueron ciertamente matados debido a los pecados del pueblo.
Pero en la era del Nuevo Testamento, Jesús no ofreció tales animales del sacrificio, sino que Él ofreció Su propio cuerpo por nosotros. Así como Jesús el Cordero de Dios vino a esta tierra, aceptó los pecados del mundo sobre Su cuerpo a través de Su bautismo, y derramó Su sangre sobre la Cruz, Él a permitido a aquellos que creen en esto el ser salvos de todos sus pecados de una vez por todas. Fue para terminar por siempre con nuestros pecados con el agua, la sangre y el Espíritu por lo que Jesús vino a nosotros.
Dios ahora está ordenándote a ti y a mí que creamos en esta verdad real de la salvación. Él nos esta diciendo, “Yo he borrado todos tus pecados, porque te he amado. De esta manera te he salvado. ¡Así que cree! Yo he borrado tus pecados dando a Mí propio Hijo como la ofrenda del pecado por ti. Yo deje que mi Hijo viviera sobre esta tierra durante los 33 años de Su vida, hice que Él se bautizara, hice que Él derramara Su sangre sobre la Cruz por ti, y al hacer eso Yo te he liberado totalmente de todos tus pecados y de la condenación. Ahora, al creer en esta verdad, te puedes convertir en Mi propio hijo a quién amo y quién puede ser tomado en Mis brazos.” Conoce y cree esto en tú corazón –que aquellos que creen en el bautismo que Jesucristo recibió y en la sangre que Él derramó no solo te salvara de todos tus pecados, sino que también recibirás el derecho de convertirte en hijo propio de Dios.
 


¿Realmente Jesús Remitió Todos los Pecados de Este Mundo?

 
Vayamos a Hebreos 10:14-18: «Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos. Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado».
El pasaje lo hace claro: «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado». Escuchas estas noticias de bendición, ¡todos nuestros pecados fueron pasados sobre Jesús a través del bautismo que Él recibió! No solamente fueron pasado sobre Jesús cada pecado que tú y yo cometimos en la totalidad de nuestra vida, sino que todos los pecados de toda la humanidad fueron pasados sobre Él también. Para completar toda la justicia de Dios, Jesús recibió la imposición de las manos, siendo bautizado dentro y fuera del agua, y de esta manera permitió que todos los pecados fueran pasados sobre Sí Mismo.
Cargando todos los pecados, aún más, Él fue crucificado y de esta manera llevó la condenación de todos los pecados de la humanidad, y así aquellos que creen ahora han sido liberados de todo el juicio. Al igual que el Sumo Sacerdote pasó los pecados del pueblo de Israel al animal del sacrificio al poner sus manos en su cabeza, Juan el Bautista pasó todos nuestros pecados sobre Jesús al bautizarlo. Y Jesús, a cambio, cargó estos pecados y fue crucificado, así ha liberado del pecado a cualquiera que crea en Él. Por lo tanto, aquellos que creen en esto pueden recibir el derecho de convertirse en los propios hijos de Dios.
Romanos 10:10 afirma: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación». Para todos, es creyendo en la justicia de Dios con el corazón que pueden ser justificados, creyendo en la verdad de la salvación con el corazón que ellos pueden recibir la remisión del pecado y entrar al Cielo. Hermanos y hermanas, ¿has sido salvado creyendo con el corazón y confesando con su lengua que el bautismo y la sangre de Jesús son los elementos esenciales que constituyen “la justicia de Dios,” “la verdad de la salvación,” y “el evangelio de la remisión del pecado?” Bajo el sistema de sacrificio del Antiguo Testamento, los pecados de los Israelitas no eran borrados con tan solo matar el animal del sacrificio sin la imposición de las manos que pasaba sus pecados a la ofrenda. De la misma manera, si solamente creemos en la sangre de la Cruz y dejamos fuera el bautismo que Jesús recibió, entonces todos nuestros pecados no pueden ser lavados.
«Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado» (Hebreos 10:17-18). ¿Por qué Dios dijo que nunca más sé acordaría de nuestros pecados? Aunque no podemos evitar continuar pecado hasta el día en que morimos, debido a que Jesús tomó todos los pecados del mundo de una vez por todas al ser bautizado, nuestra salvación es ahora completada y durará para siempre, y aquellos de nosotros que creen en esto ahora están limpios. Es por eso que Dios no necesita recordar nuestros pecados.
La fidelidad de Dios significa Su justicia. La justicia de Dios Padre dicta que así como Él es santo, aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu son también santos y sin pecado. Desde el mismísimo comienzo, Dios nos amó y deseó convertirnos en Sus hijos. Pero sin importar cuanto deseara Él hacernos Sus hijos, no podía hacerlo debido a nuestros pecados. Así que Dios Padre tuvo la solución para resolver este problema.
Debido a que Dios separó una ofrenda sin defecto que sería vicariamente sacrificada por nosotros y decidió lavar nuestros pecados sobre la ofrenda del sacrificio, Jesús no dudó en bautizarse, para convertirse en nuestra propia ofrenda del sacrificio, para ser condenado vicariamente en lugar nuestro, y de esta manera dar la eterna ofrenda por el pecado. Y a través de esta ofrenda por el pecado, Dios cumplió Su providencia para limpiar de sus pecados a aquellos que creen y convertirlos en Sus propios hijos. Ahora, aquellos que creen en este evangelio verdadero son remitidos de todos sus pecados ante Dios. Debido a que Jesús ya lavó todos los pecados ante Dios. Debido a que Jesús ya ha lavado todos los pecados del mundo al ser bautizado, si creemos en este Jesús que ha limpiado los pecados de la humanidad al ser condenado vicariamente, no necesitamos dar ninguna ofrenda por nuestros pecados. ¿Necesitamos aún ofrecer sacrificios por nuestros pecados, hermanos y hermanas? ¡No, absolutamente no!
¿Sabes porque Jesucristo fue crucificado, aunque Él era sin pecado y puro? Aunque Jesús fue crucificado, de hecho, nada malo hizo en ningún modo. Únicamente sé debió a que Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado en el Río Jordán por lo que Él tuvo que morir en lugar nuestro. La razón por la que tuvo que morir sobre la Cruz fue que Él ya había aceptado los pecados del mundo pasados sobre Él a través de Su bautismo y estaba listo para cumplir toda la justicia.
Cuándo el Hijo de Dios fue bautizado para cumplir toda la justicia en esta manera, ¿cómo no estar agradecidos con Él? Sé debió a que Jesús tomó nuestros pecados por lo que Él, como oveja ante su trasquilador, calladamente llevó los sufrimientos de la Cruz. Todos debemos recordar Su bautismo y Cruz por siempre, ya que si Él no hubiese sido crucificado y condenado, entonces nosotros mismos hubiéramos tenido que ser condenados con toda seguridad.
Nuestro Señor no solamente tomó todos nuestros pecados, sino que Él Mismo llevó toda la condenación del pecado. Puesto de manera diferente, Jesús el Mismísimo Salvador, quién había tomado nuestros pecados, se convirtió en nuestra propia ofrenda del pecado y calladamente llevó el castigo de la Cruz, todo para salvarnos del pecado y así cumplió toda la voluntad de Dios. Es por eso que la Biblia dice: «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo» (Hebreos 10:18-19).
¿Entiendes ahora porque Jesús fue crucificado? No debemos creer solamente en la sangre de Jesús de la Cruz, sino que debemos entender la razón por la cual Él tuvo que morir sobre la Cruz, y debemos entender apropiadamente y creer que esta razón descansa en el bautismo que Él recibió. Si tú y yo queremos conocer y creer exactamente donde y como nuestros pecados fueron lavados, debemos darnos cuenta y creer que fue debido a que nuestros pecados fueron pasados sobre Jesús cuando Él fue bautizado por Juan en el Río Jordán por lo que fuimos lavados de nuestros pecados por fe.
 


Conociendo y Creyendo en la Verdad del Evangelio del Agua y el Espíritu, Ahora Podemos Ser Salvos de Todos Nuestros Pecados

 
Lo que le he dicho hasta ahora es la verdad del evangelio del agua y el Espíritu del que la Biblia habla en detalle elaborado. Y esta verdad es la salvación que ha sido planeada aún antes de la fundación del mundo, y esta salvación también está manifestada en los hilos azules, púrpura y carmesí, los materiales usados para la puerta del Tabernáculo. Junto con mis colaboradores, he estado predicando esta verdad manifestada en los hilos azules, púrpura y carmesí a innumerables personas en este mundo. Y aún ahora, en esta misma hora, este evangelio se está esparciendo por todo el mundo a través de nuestros libros.
Sin embargo existen aquellos que afirman creer en Jesús aún mientras permanecen ignorantes del evangelio del agua y el Espíritu. Puedo atreverme a llamar a tales personas necias, ya que este evangelio del agua y el Espíritu es el corazón central que nos dice del verdadero sistema de sacrificios completado a través de Jesucristo, la sustancia actual de la sombra de la salvación manifestada en el Tabernáculo. Ahora, es tu turno. Si tú habías creído sin conocer la verdad real, ahora es tiempo para que te vuelvas, creas en el evangelio del agua y el Espíritu y recibas la remisión de tus pecados.
El bautismo de Jesús y Su muerte sobre la Cruz ha sido prometido aún antes de la fundación del mundo, y estaban manifestadas en los hilos azules, púrpura, carmesí y en el lino fino torcido. Para cumplir esta promesa, y para ciertamente salvarte a ti y a mí de nuestros pecados, Jesús fue bautizado, murió sobre la Cruz, sé levantó de entre los muertos y ahora está sentado a la diestra de Dios Padre.
¿Continúas tratando de creer en Jesús siguiendo tus propias experiencias o emociones, sn conocer esta verdad? Existe mucha gente así en este mundo, pero ahora deben apartarse de su defectuosa fe y de todo corazón creer en el evangelio del agua y el Espíritu escondido en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido manifestado en la puerta del Tabernáculo.
Hebreos 10:19-20 dice: «Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne». Cuando Jesucristo, habiendo tomado los pecados del mundo al ser bautizado, fue crucificado, el velo del Templo fue rasgado, y los pecados de la humanidad fueron lavados con el bautismo de Jesús y con Su sangre de la Cruz. El velo del Templo, tejido de los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido, era tan resistente que no podía ser rasgado aún cuando lo jalaran cuatro caballos por sus esquinas.
El que el reforzado velo del templo fuese a pesar de todo rasgado de arriba hacia abajo, aunque no fue tocado por alguien, revela que en el mismo momento en que Jesucristo completó Su misión, las puertas del Cielo se abrieron de para en par. El rasgado del velo del Templo de arriba abajo significa que todas las paredes del pecado fueron derribadas, mostrándonos que a través de Jesucristo, Dios derribó estas paredes del pecado.
Entonces, ¿que significa el que las paredes del pecado fuesen derribadas? Esto significa que cualquiera puede ser remitido de todos los pecados al creer en el bautismo que Jesús recibió y en Su sangre de la Cruz. Lo que Dios buscaba al hacer manifiesto a través de la puerta del Tabernáculo es que la salvación de la humanidad ahora ha sido cumplida de una vez por todas a través de los ministerios de Jesús mostrados en los hilos azules, púrpura, carmesí y el fino lino tejido. Es debido a que nuestra eterna expiación prometida por Dios a todos nosotros fue cumplida en que el velo-puerta del Lugar Santísimo tejido con los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido fue rasgado en dos de arriba a abajo, no por la mano de un hombre, sino por la mano de Dios Mismo.
Esto revela que Jesucristo quién se ha convertido en el sacrificio eterno por los pecados de la humanidad y ha salvado perfectamente a aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu. Dios Padre ha dispuesto que cualquiera que crea en el bautismo que Jesucristo recibió y en Su derramamiento de sangre sobre la Cruz pueda recibir la remisión del pecado y estar ante Su presencia. ¿Creerás en esta verdad o no?
Así como Dios te ha amado, también Jesucristo el Hijo de Dios te ama, y Él te ha dado una salvación perfecta al ser bautizado por Juan y al ser crucificado. Al recibir este amor de Dios dado a nosotros a través de Jesucristo, y creyendo en la verdad que nos permite entrar en el Reino de Dios, todos nuestros pecados han desaparecido. Al creer en el evangelio del agua y el Espíritu, aún nuestros pecados actuales han sido borrados, ya que todos nuestros pecados y condenación fueron lavados ya con el bautismo de Jesús y Su sangre sobre la Cruz.
Hebreos 10:22 dice: «Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura». La Biblia continúa hablando del lavado del pecado. Podemos ser salvos de todos nuestros pecados creyendo en la verdad de que Jesucristo ha lavado todos los pecados que cometemos con nuestra carne y nuestras mentes a través de Su bautismo.
Al igual que el Sumo sacerdote también lavaba la inmundicia en la fuente de bronce después de dar las ofrendas, después de limpiar todos nuestros pecados al creer en el bautismo de Jesús, nosotros, también, debemos recordar esta fe cada día. Mientras que el Sumo Sacerdote sé lavaba a sí mismo en la fuente de bronce, debemos lavar nuestros pecados actuales recordando y creyendo cada día que todos nuestros pecados fueron lavados con el bautismo de Jesús, ya que mientras vivamos en este mundo, existen ocasiones en que estamos expuestos a su inmundicia.
Todos los pecados, ya sean cometidos con el cuerpo, con el corazón o con los pensamientos, pertenecen a los pecados del mundo. ¿Con que fe, entonces, podemos lavar todos estos pecados del mundo? Los podemos lavar solamente con el bautismo que Jesús recibió. Aquellos que en alguna ocasión llegaron a estar limpios por creer en el bautismo de Jesús deben guardar sus corazones limpios, y siempre que pequen, deben lavarlos nuevamente por la fe. Aquellos que recuerdan el bautismo de Jesús cada día lavan los vestidos de sus actos por la fe y son bienaventurados. Debido a que todos nuestros pecados fueron pasados sobre Jesucristo a través del bautismo que Él recibió de Juan, al rumiar sobre esta verdad y creyendo en ella cada día, podemos ser totalmente liberados de todos los pecados por siempre.
Debes creer en el evangelio del agua y el Espíritu, que tus pecados también fueron pasados sobre Jesucristo cuando Él fue bautizado por Juan. No tienes nada que perder al creer en este evangelio, ya que el Omnipotente Dios lo planeó aún antes de la fundación del mundo, antes de la era del Antiguo Testamento. La verdad de que Jesús aceptó tus pecados al ser bautizado en el Río Jordán y que llevó la condenación de tus pecados al ir a la Cruz ha permitido que tú alcances la justicia de Dios y tú salvación. La verdad que te ha permitido darte cuenta que Jesús el Rey de reyes te ha salvado por siempre del pecado, y que ha rociado tú corazón de una conciencia perversa y ha lavado tu cuerpo con agua pura, es este mismo evangelio del agua y el Espíritu. El evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra indispensable para tú vida, y resplandece aún más cuando tú crees.
Durante los 3 años de Su vida pública, la primerísima cosa que Jesús hizo para salvar a toda la humanidad del pecado fue bautizarse. Jesucristo, en otras palabras, tuvo que tomar nuestros pecados, y para hacer eso, Él tuvo que ir con Juan y ser bautizado por él. Así, los cuatro evangelios relatan este incidente critico en el principio.
Tú y yo, de hecho, estábamos destinados a morir por nuestros pecados. Pero, ¿qué pasó? Nuestro Señor vino a esta tierra, tomó nuestros pecados al ser bautizado por Juan, sé convirtió en el Cordero de Dios, cargó todos los pecados del mundo a la Cruz, fue clavado en ambos Sus manos y Sus pies por nuestros pecados, derramó toda la sangre que había en Su corazón y murió, y entonces se levantó de entre los muertos, es por eso que Jesús dijo, “Consumado es,” cuando Él dio Su último aliento sobre la Cruz.
Todo lo que Jesús dijo e hizo es totalmente verdad. Jesús sé convirtió en nuestra ofrenda del pecado para salvarnos, y sé levantó de entre los muertos en tres días. Y después de levantarse de entre los muertos, Él dio testimonio de Su resurrección durante 40 días, ascendió al Cielo, y ahora sé sienta a la diestra del trono del Padre. Este Jesucristo vendrá a está tierra para arrebatarnos. Jesús vino como el Salvador cuando Él vino por primera vez a esta tierra, Él vendrá como el Juez para condenar a todos aquellos que no creen.
Ahora tú debes darte cuenta que Jesucristo regresará a esta tierra como el Juez, para llamar y recibir como los hijos de Dios a aquellos que creen en la salvación del agua, la sangre y el espíritu lo que Él completó a través de Sus 33 años de vida sobre esta tierra y les permitirá vivir en el Reino del Milenio, y en el eterno Cielo, y para dar Su juicio eterno sobre aquellos que no creen en el evangelio del agua, la sangre y el espíritu y que han rechazado el amor de Dios.
Ahora, ya no debes ignorara más el evangelio del agua y el Espíritu y pretender que no te has dado cuenta de el, sino que debes creer en esta verdad de la salvación. Y debes darte cuenta que así como Dios ha prometido a través del Tabernáculo y del sistema de sacrificios, Jesucristo vino a esta tierra, fue bautizado en la forma de la imposición de manos, fue crucificado, y de esta manera ha salvado a todas las naciones del mundo entero de todos sus pecados, y debes recibir la remisión de tus pecados creyendo en esta verdad con todo tú corazón.
Aún así, la nación de Israel continúa dándole la espalda a la verdad y está esperando otro Mesías. Pero los Israelitas deben darse cuenta que no importa con cuanta pasión esperen a un Mesías aparte de Jesús, simplemente no existe otro Mesías aparte de Jesucristo. El que no exista otro Mesías aparte de Jesús sobre la faz de la tierra es una verdad evidente por sí misma, y aún el pueblo de Israel no es la excepción cuando se trata de está verdad, ni tampoco hay para ellos otro Salvador.
Como tal, el pueblo de Israel debe arrepentirse de su pecado de incredulidad en no reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios, y deben creer que Jesucristo es ciertamente su verdadero Mesías y aceptar esto como la verdad. Afirmando y creyendo una vez más que Jesucristo es el mismo Salvador que vendría, la nación de Israel debe convertirse en la verdadera, nación espiritual escogida de Dios.
Aún ahora, el pueblo de Israel está esperando un Mesías majestuoso, capaz y poderoso que los pueda salvar de los sufrimientos y miserias de este mundo. Pero Jesucristo ya vino a esta tierra en semejanza de hombre como el Mesías y ya los ha salvado de todos sus pecados, a aquellos que no pueden evitar ser juzgados por fuego. Como tal, deben reconocer esta verdad y creerla. Por sus almas, Jesús Mismo vino a esta tierra como su ofrenda del sacrificio por el pecado prometida en el Antiguo Testamento, los ha salvado para siempre de todos sus pecados, y los ha convertido en el pueblo propio de Dios.
Jesucristo quién vino como el Salvador nos ha salvado a todos a través del evangelio del agua y el Espíritu, la verdad manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido. Y ciertamente Él otorgará a aquellos de nosotros que creemos esto el reinar en el Reino del Milenio con Él. Después de esto, Él también nos concederá el tomar parte en el eterno Reino de Dios y vivir por siempre con Dios Mismo en felicidad y gloria.
Como tal, mientras estamos en esta tierra, todos nosotros debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu con nuestro corazón y convertirnos en los propios hijos de Dios. Solo aquellos que creen en este evangelio de la verdad pueden convertirse en los hijos de Dios sin pecado y tienen garantía de recibir todas las bendiciones que les esperan en el próximo mundo.
¡Aleluya! Yo doy gracias a Dios con mi fe por darnos las bendiciones espirituales del Cielo. Nuestro Señor prometió que Él regresaría pronto; aún ahora, ¡ven, Señor!
 
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El TABERNÁCULO: Un Retrato Detallado de Jesucristo (II)