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布道

Tema 12: La fe del credo de los Apóstoles

•Sermón sobre el Espíritu Santo 3 : Los Atributos Esenciales Para ser Apóstol 

(Hechos 1:4-8) 
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
 

En el plan de salvación de Dios eran absolutamente requeridos los ministerios de Jesús. El contenido de estos ministerios era el bautismo que Jesús recibió de Juan, cargar en sus hombros los pecados del mundo, morir en la cruz, y su resurrección. Fue hecha una promesa entre Dios y nosotros que Él daría el Espíritu Santo como regalo a los que crean en esta verdad. El Espíritu Santo que Dios da a los que se les ha perdonado sus pecados es un regalo que se permite solamente a los que creen en el evangelio del agua y del Espíritu así como lo ha fijado Dios. 
Los Hechos 1:4 dice, “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”. Jesús ordenó a los Apóstoles, “para recibir el Espíritu Santo prometido, no salgan de Jerusalén sino esperen”. Jerusalén espiritualmente se refiere a la Iglesia de Dios, donde se encuentra el evangelio del agua y del Espíritu. Por lo tanto, Dios ordenó a los santos de la Iglesia de Jerusalén que permanecieran en la Iglesia para recibir el Espíritu Santo. 
 


El Espíritu Santo Es el Don de Los Nacidos De Nuevo 


Los apóstoles continuaron oyendo la promesa del Señor de que Él les enviaría el Espíritu Santo. Hechos 1:5, “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. 
Debemos darnos cuenta de que la Biblia nos dice que la fe de los que han recibido el Espíritu Santo no es el resultado de sus propios actos o hechos, sino que es el resultado de la creencia en el evangelio del agua y del Espíritu (Hechos 2:38, 3:19). Es decir, que podamos o no recibir el Espíritu Santo depende absolutamente de la promesa establecida por Dios, y no de nuestros propios esfuerzos o de cualquier logro espiritual. 
Según lo escrito en los cuatro evangelios, el Espíritu Santo viene inevitablemente a los que creen en el evangelio del agua y del Espíritu. 
El Espíritu de Dios “es un don permitido a los que creen en la remisión del pecado dada por Jesús”. Podemos reafirmar en muchas frases de la Biblia que el Espíritu Santo desciende en los que creen en el evangelio del bautismo de Jesús y de su sangre. Los que han recibido el Espíritu Santo en la Biblia son los que creen en el evangelio del agua y de la sangre como la remisión de sus pecados. 
Pero del pasaje principal anterior, podemos ver que el poder de este Espíritu Santo no es para la carne, sino para la misión del mundo. “Tu serás mí testigo”. El propósito de morar en el Espíritu Santo, es decir, es hacernos testigos de Jesús. Y para nosotros ser Sus testigos significa ser sus trabajadores que predican el evangelio del agua y del Espíritu para el resto de nuestras vidas. Los santos ya pertenecen al Espíritu Santo y son sus servidores. El Espíritu Santo trabaja con el evangelio del agua y de la sangre. Éste es el poder del Evangelio verdadero. 
Cuando observamos de cerca los sucesos del primer Pentecostés en los Hechos 2, podemos encontrar que el bautismo del Espíritu Santo en los discípulos era para que difundieran el evangelio del agua y del Espíritu dado por Jesús. En los ministerios del Espíritu Santo, el propósito de Su venida era para la difusión del evangelio del agua y del Espíritu. 
Cuando viene el “Día de Pentecostés,” generalmente lo asociamos al caos, y perdemos el mismo momento en el que el Espíritu Santo descendió. En los tiempos de hoy, lo asociamos a la clase de reuniones donde las personas están tiradas en el suelo—con el pretexto de que cuando reciban el Espíritu Santo se llenarán del Espíritu, caerán completamente sobre sus espaldas, y tendrán la compañía del Señor durante días—levitarán y se sacudirán de manera incontrolable, y sus manos como si la electricidad les diera una sacudida eléctrica. Pero esto no es la obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no obra de esta manera. Él trabaja solamente con y en Palabra de Dios especialmente con el evangelio del agua y del Espíritu. 
¿Usted cree en el evangelio del agua y del Espíritu que le permite recibir el Espíritu Santo? ¿O usted está buscando métodos artificiales para recibir el Espíritu Santo? ¿El Espíritu Santo viene cuando las personas se arrepienten de sus pecados con sus rezos de arrepentimiento, o cuando abandonan a sus ídolos? ¿Recibimos el Espíritu Santo rezando? 
Lo que verdaderamente nos permite recibir el Espíritu Santo es el evangelio que vino con el bautismo y la sangre de Jesús. No hay otra manera sino conocer el evangelio del bautismo y de la sangre de Jesús, el evangelio que permite que recibamos el Espíritu Santo dado por Dios, creer y aceptar este evangelio dentro de nuestros corazones. 
El descenso del Espíritu Santo en el día de Pentecostés era para el cumplimiento de la palabra de la profecía dada a través del profeta Joel (Joel 2:29). Y Dios da el Espíritu Santo a los que, ahora en esta época, crean en el evangelio del agua y del Espíritu. El Espíritu Santo viene a los que creen en el Evangelio que ha perdonado y ha borrado todos los pecados del mundo entero con el bautismo de Jesús, su sangre en la Cruz, y con su muerte y resurrección. Usted, recibirá también seguramente el Espíritu Santo como regalo cuando crea en el evangelio del agua y de la sangre. 
 


¿En qué clase de evangelio creyeron los discípulos de Jesús? 


Los discípulos fueron los que creyeron en el bautismo que Jesús recibió y la sangre que derramó para salvar a los pecadores. ¿Por qué? La razón se describe bien en el pasaje de Hechos 1:21-26. Cuando los apóstoles seleccionaron a otro Apóstol para sustituir a Judas, seleccionaron a alguien que creyó en el bautismo de Jesús por el cual Él tomó sobre sí los pecados de la humanidad. Es decir tener fe en el bautismo de Jesús era la calificación más importante de los discípulos para que fuera el apóstol suplementario. Por supuesto, tuvieron que creer en la verdad de que Jesús era el Hijo de Dios y se había convertido en el Salvador de los pecadores. Aquí, podemos conocer la fe de los apóstoles. Pronto, los discípulos de Jesús enteramente creyeron en sus ministerios públicos: Su bautismo, crucifixión, muerte en la Cruz, y Su resurrección. Así para convertirse en un apóstol, uno tenía que creer en el bautismo que Jesús recibió para tomar sobre sí los pecados del mundo. 
Para ser Sus discípulos en esta última época, tenemos que creer también en la verdad del agua y del Espíritu. Si las personas ignoran el más pequeño detalle de los ministerios públicos de Jesús —su Divinidad, su bautismo con el cual él tomó sobre sí las iniquidades de los pecadores (Mateo 3:15), de la derrama de su sangre en la Cruz, de su muerte y resurrección, entonces no pueden ser sus discípulos. ¿Usted cree en Jesús mientras que ignora su bautismo? Entonces, usted no puede recibir la remisión del pecado, sino que será destruido como pecador. Para que nosotros nos convirtamos en discípulos de Jesús, debemos creer en el bautismo que Él recibió y en la sangre de la Cruz. 
A los que tienen el mismo conocimiento de la verdad que tenían los apóstoles de Dios, Él los ha llenado del Espíritu Santo. Igualmente, podemos también recibir el Espíritu Santo solamente cuando tenemos la fe que cree en el bautismo que Jesús recibió de Juan, su muerte en la Cruz, y en su resurrección. 
Antes del advenimiento del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés, los discípulos habían sido débiles y cobardes. Pero cuando Dios vertió el Espíritu Santo en ellos como Él había prometido al profeta Joel, todos llegaron a ser fuertes para predicar públicamente el evangelio del agua y del Espíritu.