(Lucas 15, 1-10)
«Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente».
¿Encuentra el Señor a los que se han perdido?
En Lucas 15, como hemos leído hoy, hay dos parábolas: la parábola de las ovejas perdidas y la parábola de la moneda perdida. El Señor nos está hablando a través de dos parábolas: una habla del gozo que el Señor tuvo cuando, siendo el Maestro, encontró a una oveja perdida entre las cien que tenía. Está hablando de lo cansado y difícil que es para Él encontrar a una oveja perdida, pero a la vez lo maravilloso que es. Dios es poderoso, pero no puedo describir lo difícil que es para Él encontrar a una oveja que ha dejado Su casa porque quería. Mis queridos hermanos, encontrar a una oveja perdida es un gozo tan grande que toda la gente de la aldea se reúne para dar una fiesta.
La segunda parábola es la historia una mujer que pierde un dracma. Una mujer perdió una de sus monedas, las buscó por todos sitios, lo puso todo al revés, movió su armario, lo limpió todo y buscó entre diez años de polvo acumulado. Incluso se preguntó si lo había perdido entre la pared y el papel de la pared, así que rompió todo por la casa buscándola. Todo esto fue muy difícil y frustrante. La mujer barrió la casa, la limpió, lo movió todo y quitó el papel de pared para encontrar la moneda que había perdido. Se preguntó si se había caído en un cuenco, y buscó en todos. Se preguntó si se estaba en la ropa y la buscó en toda la ropa. ¿Cuánta conmoción causamos cuando perdemos cosas que son valiosas para nosotros? Cuando perdemos algo que es valioso para nosotros, no sabemos si se ha metido detrás del frigorífico, debajo de la televisión, detrás del armario, etc, y por eso hacemos todo lo que podemos por encontrarlo. Es muy valioso para nosotros, pero no lo encontramos por ninguna parte. ¿Acaso no barremos, limpiamos, lo revolvemos todo y buscamos por todas partes? Es así cuando perdemos algo. También le pasa lo mismo a Dios cuando pierde a alguien. Dios busca a las almas de esta manera. La gente cree que una moneda no es mucho, pero Dios busca a las almas que no han recibido la remisión de los pecados, que se han desviado y se han perdido.
Hay muchas personas en este mundo. Pero el Señor preguntó aquí: «¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?» (Lucas 15, 4). No todo el mundo está perdido. El Señor está diciendo que busca a una alma entre cien, no que todas estén perdidas.
Hay un alma perdida entre cien; ¿saben lo difícil que es encontrar a esa alma?
Este es el caso de encontrar a un alma entre cien. Es una entre cien. ¿Es eso fácil o no? Es muy difícil. Estamos preparándonos para predicar el Evangelio y buscar a la gente así. Hay muchas personas, pero la cuestión es quién es el alma perdida entre ellas. Dio sabe quién es el alma perdida. Es así a los ojos de Dios. Cuando encontramos a las almas, no saben si están perdidas o no. Todas se piensan que son justas. Entre cien almas, noventa y nueve están bien. Las personas dicen que están siguiendo, ¿no? «Estoy bien. Creo bien, ¿cuál es tu problema? ¿Por qué actúas así? Vete a hablar a alguien que no crea».
Dios dijo que había cien ovejas. Dejó a las noventa y nuevo ovejas en el campo y se fue a buscar a una oveja perdida y cuando la encontró se llenó de gozo. ¿Quién ha sido salvado? Solo una oveja, la oveja perdida. Así que, ¿han sido salvadas las noventa y nueve ovejas? Todas las demás murieron. Una manada de lobos las devoró.
Todas las personas que creen en Jesús que desean y dicen que han recibido la remisión de los pecados están destinadas a ir al infierno. Dios busca a los que están perdidos con toda sinceridad. Está diciendo que es difícil encontrar a las ovejas perdidas. Pero Dios hace esta tarea difícil constantemente y encuentra y salva a las ovejas perdidas. No puedo describir lo difícil que es para Él encontrar a las ovejas perdidas, lo problemático que es. Pero busca a las ovejas perdidas, cruzando masas de agua, montañas y bosques preguntándose dónde están. Se pregunta si están detrás de los árboles grandes o detrás de los arbustos. Al final los encuentra, los abraza y vuelve con ellos a Sus hombros. Vuelve y come, bebe, se regocija y celebra una fiesta.
Mis queridos hermanos, ¿creen que han sido escogidos y que han recibido la remisión de los pecados cuando Dios busca a las ovejas perdidas entre los hombres? No es así. Dios busca sin descanso hasta que nos encuentra. Cuando estudiaba Teología, sentía que era un alma perdida ante Dios. Me di cuenta de que era un alma que nunca había conocido a Dios. Intenté encontrar al Señor pero no lo podía encontrar por ningún sitio. Ahora sé que mi alama no puede encontrar al Señor por su cuenta, pero que el Señor está buscando mi alma. Aprendí que le estaba buscando, pero que Él también me estaba buscando a mí. Así que le conocí. Fui salvado. A veces he dicho que tengo muchos amigos, ¿no? También tenía muchos amigos cuando estaba en el seminario. Había muchas personas famosas entre mis conocidos. Pero de entre todas esas personas de mi alrededor, Dios me encontró. Hay muchas personas en el mundo. Pero de entre todas esas personas, me encontró.
Era una persona que se había desviado. Ustedes son iguales. Probablemente no sabían que habían perdido su norte, pero a los ojos de Dios, eran iguales que las ovejas perdidas. Así que Dios vino a buscarnos. Cuando conocen el hecho de que son almas perdidas que no han conocido al Señor, les encuentra con Su Palabra, Su Iglesia y Sus siervos. El Señor nos encuentra, hace una fiesta y se regocija.
No puedo explicar cuánto intenta Dios encontrar a estar almas perdidas y cuánto gozo tiene cuando las encuentra. Debemos saber que Dios es así. ¿Cómo de difícil es que el dueño de las ovejas las encuentre? De la misma manera, ¿cómo de difícil es encontrar a Dios? Por supuesto, hemos intentado encontrar a Dios. Hemos creído en diferentes religiones. Pero no funcionaron. Sufrimos todo tipo de aflicciones. Sin embargo, la mayoría de la gente que intenta encontrar a Dios no puede encontrarle. Es muy difícil aunque se intente todo lo posible. Me sabe mal decirlo, pero deben saber lo inútiles que son los seres humanos. Deben saber primero qué tipo de personas son, sentir lo penosa que es la vida al probar las diferentes religiones, y convertirse en personas que busquen a Dios por primera vez. No es fácil encontrar a Dios.
Hemos encontrado a Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu
Esto es algo benevolente, pero también podemos saber lo difícil que es una tarea cuando leemos la Palabra de la Biblia. La gente dice que busca al Señor e intenta encontrarle, y que no lo ha encontrado todavía. Pero cree que está delante de la puerta. Hay muchas personas que piensan que encontrarán al Señor pronto y fácilmente. Hay personas que no han recibido la remisión de los pecados. La gente que cree en una religión y está satisfecha aunque no haya conocido al Señor no ha trabajado lo suficiente todavía. Aún le queda mucho. Debe sufrir más. Mis queridos hermanos, debemos pensar cómo un a un alma perdida le resulta difícil encontrar al Señor. Es muy difícil. Hay muchas personas que no pueden encontrar al Señor aunque lo intenten toda la vida. La gente que sufre hasta cierto punto y se da cuenta de que no funcionará por mucho que lo intente tiene la posibilidad de encontrar al Señor; pero es difícil encontrar al Señor por nuestras propias fuerzas. Estas personas no creen en el Evangelio cuando se lo predican si no sufren hasta cierto punto. Deben sufrir hasta la muerte, estar cerca de morir muchas veces y estar cerca del infierno para poder creer en el Evangelio. El Señor viene a través de la Palabra y dice: «Os he salvado de esta manera» y cuando nuestro Maestro extiende Su mano, decimos: «Gracias, Maestro» y le tomamos la mano con firmeza. De lo contrario, por muy tiernamente que extienda Su mano, no creemos en Él como ovejas insensatas y pensamos: «¿Es esa la mano de mi Maestro o no?». No le tomamos la mano hasta el final.
Mis queridos hermanos, hay personas mayores y personas jóvenes entre nosotros. Ya sean jóvenes o viejos, han sufrido mucho y han buscado a Dios mucho. Así es como podemos encontrar y alabar al Señor. ¿Lo entienden? No le encontramos automáticamente si no le buscamos. Hemos sufrido muchas cosas. Nuestras vidas han sido un proceso para encontrar a Dios. El Señor ha extendido Su mano y ha tomado la mano de los que la quieren tomas. Esta es la salvación.
La verdad es que la gente no puede aceptar el Evangelio si no ha sufrido primero. Si no hubiesen sufrido todas estas cosas, no hubiesen aceptado el Evangelio, ni estuviesen en la Iglesia, no podrían estar agradecidos. Si no hubiesen encontrado el Evangelio, habrían sufrido todas sus vidas. ¿Lo entienden? Una persona no se hace rica con tan solo intentarlo. Aunque una persona tenga muchas propiedades, todo puede venirse abajo en un instante. Esto es muy extraño. Por mucho dinero que ahorremos, no se acumula. Aunque intentemos ganar una fortuna, todo desaparece cuando hay un problema. Así es la vida; las posesiones desaparecen de muchas maneras. Desaparecen justo después de haberlas reunido. Pero en medio de todo esto encontramos al Señor. Así es como somos la mayoría. Así que si han encontrado al Señor sin sufrir mucho, deben unirse al Señor y darle gracias. Si sufrieron mucho hasta conocer al Señor, sabrán lo precioso que es este Evangelio.
Por tanto, deben guardar este Evangelio. Deben predicar este Evangelio a las almas perdidas. No deben predicarlo de cualquier manera. No puedo explicar cuántas personas se oponen al Evangelio. Lo hacen porque solo han sufrido un poco. ¿Han sufrido mucho? Yo casi he muerto por el pecado. No he estado a punto de morir por una enfermedad física, sino por mis pecados. Por tanto, amo mucho al Señor. Estoy muy agradecido.
¿Alguna vez han tenido el deseo de morir después de agonizar por sus pecados antes de escuchar el Evangelio? ¿O escucharon el Evangelio y recibieron la remisión de los pecados? Sea cual sea el caso, Dios ha ejercido todo Su poder para buscarnos y ha pagado un precio alto, el precio de la muerte para salvarnos. Deben saber esto. Como han escuchado muchas veces que han sido salvados por gracia, puede que piensen que esta salvación no es nada; pero el Señor nos ha salvado al pagar un precio enorme. La hemos obtenido gratis, pero Dios ha pagado un precio alto.
Queridos santos, deben recordar la maravillosa gracia con la que Dios nos ha salvado. La gente debe conocer el corazón del Señor y saber cómo deben buscarle. Deben sentir que necesitan a Dios. La gente que no piensa que necesita a Dios no ha sufrido lo suficiente. Seguirá teniendo muchas crisis. Solo entonces podrá decir: «Oh, Dios, por favor, sálvame» y convertirse en una persona que busca la ayuda de Dios.
Sin embargo, la gente que cree que tiene muchas fuerzas piensa: «Solo confío en mí mismo. Creo en mis propias fuerzas». Yo era así hace mucho tiempo y ustedes también. Solo creíamos en nosotros mismos. La gente dice esto porque todavía no ha perdido todas sus fuerzas. No prediquen el Evangelio demasiado pronto a esta gente. Pero profetizan y enseñan que sufrirán mucho. Díganles: «Sufrirán todas estas cosas en el futuro y morirán por el pecado, y si sufren más y mueren en este estado irán al infierno y sufrirán durante la eternidad».
La gente tiene que sufrir. Tienen que darse cuenta de que su existencia es miserable. Tienen que hablarles de la miseria con todo detalle. No puedo explicar cómo se oponen a ustedes porque les hablan con demasiada ternura. ¿Lo entienden? ¿Saben por qué Dios hace que la gente a la que predicamos el Evangelio tenga problemas? ¿Saben por qué no hace que sus obras vayan bien y les da problemas? Para que intenten encontrarle.
En el pasaje de las Escrituras aparecen los escribas y fariseos.
«Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?» (Lucas 15, 1-4).
¿Qué significa esto? Significa que si las noventa y nueve ovejas no son las ovejas perdidas que busca, las manda al infierno y va a buscar a la que se ha perdido. Al Señor no le importa que las otras noventa y nueve vayan al infierno. Por el contrario, les prepara el camino al infierno. Solo una necesita Su atención. ¿Cómo es esta oveja? La oveja perdida es la que recibe toda la atención del Señor.
Algunas personas dicen lo siguiente: «Espera, probablemente haya muchas personas que murieron creyendo en el Señor. ¿Estás diciendo que fueron al infierno a pesar de creer?». Sí, fueron al infierno. Muchas personas no reciben la atención del Señor aunque creyeron bien en el Señor de esa manera. ¿Por qué? Por que creen que son justas. Van al infierno. Es como un verso de un poema coreano que dice: «Me despediré de ti sin decir una palabra». El Señor dice: «Adiós, noventa y nueve ovejas. Id al fuego del infierno». No las cuenta como perdidas.
Mis queridos hermanos, deben saber qué hay en el corazón del Señor. Si miramos los números, es noventa y nueve contra una, ¿cuál es más preciosa? ¿No está mal que una sola muera? No. Una oveja es más valiosa para el Señor que las noventa y nueve orgullosas. Esto significa que el Señor salva a los que dicen: «Dios, por favor, sálvame porque estoy destinado a ir al infierno por ser un pecador insuficiente. Soy muy débil e insuficiente. No soy nada. Soy un verdadero pecador». Los que nos hemos convertido en justos también pensamos incorrectamente: «Hay muchas personas que dicen creer en el Señor de esta manera; me pregunto si no tienen razón. Me pregunto si están equivocadas». No pensamos de esta manera a propósito, pero después de un tiempo tenemos este tipo de pensamientos.
Pero, queridos hermanos, el Señor vino a salvar a las almas perdidas como nosotros. No vino a salvar a los orgullosos que dicen ser justos. Nuestro Señor vino a salvar a un pecador perdido. Basta con conocer nuestras insuficiencias y ser sincero ante Dios. ¿Entienden lo que estoy diciendo?
No muestren demasiada compasión por estas personas. Esto es contrario a la ley del Señor. Si quieren tener misericordia de la gente, muestren misericordia a las ovejas perdidas. Las ovejas perdidas son personas que, aunque son pecadoras, no saben nada. No saben que son pecadoras y siguen a cualquier persona que las guía, aunque sean líderes fraudulentos. Estos pecadores son como ovejas perdidas. Deben mostrar compasión por ellas. No muestren demasiada compasión por los que creen que conocen todas las doctrinas del Señor y que son buenas personas. Si hay algo que deben decirle a esas personas es la noticia más necesaria: «Si siguen creyendo de esta manera, irán al infierno sin falta». Esta noticia es mejor para las almas perdidas que el Evangelio. No ha que decirles que irán al Reino de los Cielos si aceptan a Jesús. Lo que deben escuchar es: «¡Enhorabuena! Si creen de esta manera, irán al infierno. Sepan que si mueren en un accidente de tráfico, irán a las llamas del infierno en cuanto se les cierren los ojos. Duerman bien esta noche porque no saben lo que pasa mientras duermen. Sepan que irán al infierno si mueren». Este es el Evangelio para estas almas. Algo tan sorprendente para estas personas que no saben que van a ir al infierno es mejor que contarles cien cosas acerca del Evangelio.
No puedo explicarles lo pesado que es para Dios buscarnos. Mis queridos hermanos, probablemente sintieran lo mismo al prepararse para predicar el Evangelio. Vamos a celebrar reuniones de resurgimiento espiritual en la ciudad de Chuncheon para salvar a un alma perdida. No debemos hacer esta obra una sola vez, sino muchas veces. Pero estos ministerios separan a las otras noventa y nuevo personas. Dios busca sin cesar a un alma perdida y deja a las noventa y nuevo que se creen justas en el campo.
Mis queridos hermanos, probablemente hayan visto fotos de ovejas en acantilados o cayendo de lugares altos y a su pastor tomándolas por los cuernos para salvarlas. Con la misma mente de Dios, los obreros y santos de nuestras Iglesias se están dedicando a predicar el Evangelio por este mundo. Las almas que no han encontrado a Dios sufren mucho, pero Dios nos salva a través de esta Palabra por muy difícil que sea salvar a las almas perdidas.
El Señor dijo: «Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (Lucas 15, 7). Esta es una parábola. Estamos entre noventa y nueve personas justas. En este caso, las noventa y nuevo ovejas se refieren a los que han recibido la salvación, Dios se regocija cuando un pecador se arrepiente y recibe la remisión de los pecados; más que por la noventa y nueve. Los justos pasan por muchos problemas porque servimos al Señor y al Evangelio, pero el corazón de Dios está detrás de las personas que reciben la remisión de los pecados hoy. Cuando las ovejas perdidas que pensaban que estaba bien tener pecados aceptan a Dios, Él les pregunta si tienen pecados y ellas responden que no porque Él los ha tomado todos. Así que, como contestan de esta manera, Dios las pone en sus hombros, vuelve a casa, se regocija y celebra un banquete.
Mis queridos hermanos, el Seño es así. Cuando una persona recibe la remisión de los pecados cuando le predicamos el Evangelio, nos olvidamos de todo el trabajo que hemos tenido que hacer en la cocina, escribiendo libros, tecleando en el ordenador y todo lo demás. Estamos contentos con el almas que ha sido salvada y estamos muy felices diciendo: «¿Tienen pecados o no? No tienen pecados, ¿verdad? Vamos a celebrar una fiesta». A Dios le gusta más que a nosotros. Si quieren saber cómo es el corazón de Dios, deben saber que se regocija cuando un pecador se arrepiente.
Mis queridos hermanos, nosotros también somos pecadores. Éramos pecados antes de arrepentirnos y conocer a Jesús. Hemos recibido la remisión de los pecados. ¿Cómo se sintió Dios cuando recibimos la remisión de los pecados? Estaba muy contento. La gente que ha recibido la remisión de los pecados se pregunta si una existencia maravillosa hace que Dios se regocije, pero no es así. El Señor se regocija porque las almas de las ovejas perdidas han aceptado el amor de Dios y han vuelto a Él. ¿Acaso no hay un ambiente festivo en la Iglesia cuando una persona recibe la remisión de los pecados? Si una persona recibe la remisión de los pecados en la Iglesia de Dios siempre hay un ambiente festivo sea quien sea. Ese ambiente dura un mes o dos. Cuando les preguntamos si tienen pecados y nos dicen que no, celebramos otra fiesta. Les preguntamos esto y celebramos fiestas todos los días. La persona que debe estar contenta es la que ha recibido la remisión de los pecados; pero los que de verdad se regocijan somos nosotros y Dios. Nuestros corazones están llenos de gozo y es una cosa bella a los ojos de Dios. Mis queridos hermanos, ¿entienden el corazón de Dios? El Señor dijo: «Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (Lucas 15, 7).
¿Cuánto se regocija el Señor por la remisión de nuestros pecados? Está escrito: «Se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos» (Sofonías 3, 17). Mis queridos hermanos, el Señor dijo que se regocija con alegría. Dios nos ama de esta manera. Se regocija de esta manera, pero aún más cuando un pecador vuelve a Él. ¿Acaso no nos regocijamos cuando una persona recibe la remisión de los pecados? Nuestros corazones están tan llenos de gozo porque Dios se regocija tanto en el Cielo. Si leen la Biblia sabrán un poco acerca de Dios. Podrán saber cómo el Espíritu Santo obra en nuestros corazones.
Hemos luchado mucho por conocer al Señor de la justicia
Era muy difícil para nosotros conocer al Señor, ¿no? Fue muy difícil encontrarle. Casi morimos al seguir a falsos pastores. Tuvimos que arreglar las cosas para no ir a la ruina. Si el Señor no me hubiese sacado de la boca de Satanás, habría sido devorado por él. Piensen en esto durante un momento. Es una cosa terrible. Imaginen la escena de Satanás agarrándonos, poniéndonos en un palo por la piel y quemándonos en un fuego eterno. Esto nos habría pasado si hubiésemos cometido un pequeño error. El Señor vino a nosotros en estas circunstancias y nos dijo cómo nos ha salvado. Estamos tan agradecidos que no podemos dejar de decir aleluya. El Señor nos dijo que nos ha salvado y nos ha tomado la mano. No hay nadie más que Él. Por mucho que busquemos en este mundo, nadie más que el Señor ha eliminado nuestro Señor. No hay nadie más.
Mis queridos hermanos, fue un momento corto, pero si no hubiésemos abandonado nuestro egoísmo y voluntad, y no hubiésemos aceptado la salvación de Dios, ¿no estaríamos en una situación grave? ¿Qué habría pasado si el Señor, que es nuestro Pastor, nos hubiese dejado en el campo y nos hubiese abandonado? ¿Dónde fue? Fue a buscar a otras ovejas perdidas. Encontró una oveja perdida. Así que espera que la oveja vuelva al rebaño, ¿pero qué pasa si nunca vuelve? ¿Acaso no morirá en el campo sola? Esto nos podría pasado a nosotros.
Mis queridos hermanos, tuvimos suerte de que Dios nos encontrara y nos diese la mano cuando estábamos sufriendo. ¿Qué habría pasado si Dios nos hubiese encontrado y hubiese dicho que ha eliminado todos nuestros pecados? Que habríamos dicho: «No necesito a Dios. ¿Qué le importa a Dios? Dios no es tan especial. No necesito buscarle hasta la muerte. ¿Por qué voy a buscarle mientras viva bien en este mundo?». ¿Acaso no habríamos apartado Su mano con arrogancia? No habríamos encontrado al Señor si hubiésemos vivido una vida feliz y perfecta. Pero el Señor permite que tengamos dificultades para salvarnos, y nos ha encontrado después.
Está escrito: «Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo; y os tomaré uno de cada ciudad, y dos de cada familia, y os introduciré en Sion; y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia» (Jeremías 3, 14-15). Hemos recibido la remisión de los pecados por este tipo de milagro: uno de una ciudad y dos de una familia. Así es cómo hemos sido salvados. Hablando estrictamente, la probabilidad no es muy alta. De entre todas las personas del mundo Dios nos ha encontrado, a su rebaño pequeño. Espero que sepan que han sido escogidos entre muchas personas.
Incluso ahora hay almas a las que Dios está buscando y a las que espera encontrar. Mis queridos hermanos, debemos encontrar a este tipo de personas. Nuestro trabajo es ayudar a esas almas a encontrar al Señor y para eso debemos encontrarlas, sentarlas y hacer que escuchen la Palabra. El trabajo que debemos hacer es buscar para a ese tipo de almas a nuestro alrededor y encontrarlas. Somos justos que han recibido la remisión de los pecados primero. ¿Ven que hay almas perdidas a su alrededor? Debemos encontrarlas. Muchas personas han leído nuestros libros y han escuchado esta Palabra, pero solo una entre cien o mil recibe la remisión de los pecados.
No debemos estar defraudados por esto. Basta con que dos personas reciban la remisión de los pecados después de predicarle el Evangelio a cien personas. No debemos sentirnos defraudados. Si han escuchado bien el pasaje de las Escrituras de hoy, seguramente lo entiende, ¿no? ¿Acaso no es dos veces la bendición como dice el pasaje? El Señor dijo que solo había una persona salvada entre cien, pero hemos salvado a dos. Hemos sido bendecidos por el Señor porque normalmente salvamos a una o más personas cuando predicamos el Evangelio a diez. Esto es impresionante. Ni siquiera el Apóstol Pablo recibió tantas bendiciones cuando predicó el Evangelio en este mundo. Si leemos las epístolas paulinas, vemos que no muchas personas recibieron la remisión de los pecados, incluso si consideran la Iglesia de Roma o la de Corintio. Aún así si examinan la historia de la Iglesia, podrán saber que miles de personas recibieron la remisión de los pecados en los tiempos de los Apóstoles en la Iglesia Primitiva, pero el número disminuyó más adelante.
También fue muy difícil encontrar a Dios, pero tenemos que recordar que nos buscó sin cesar y debemos dar gracias por haberle encontrado. Debemos dar gracias al Señor por encontrarnos. Espero que estén siempre agradecidos al Señor. ¡Esta es una gran bendición! Aunque seamos seres insuficientes, somos personas que han recibido la bendición de haber encontrado a Dios. Aunque seamos insuficientes, somos personas que están en la Iglesia de Dios. Somos personas que han recibido la bendición de Dios. De entre todas las estrellas del mundo, somos una entre mil o diez mil escogidas por Dios.
No puedo explicar lo agradecidos que estamos. Espero que podamos convertirnos en personas agradecidas durante toda la vida, que podamos regocijarnos, seguir al Señor en la Iglesia de Dios, que es Su cuerpo, servir al Señor, podamos hacer la misión de predicar este Evangelio y que podamos conectar a las ovejas perdidas con el Señor al buscarlas. Espero que se conviertan en este tipo de santos.