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דרשות

Tema 18: Génesis

[Capítulo 6-9] ¿Saben que Jesús ha eliminado todos sus pecados? (Génesis 6:14)

¿Saben que Jesús ha eliminado todos sus pecados?(Génesis 6:14)
«Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera».
 
 
Todo el mundo, por culpa de sus pecados que comete en sus corazones o con sus actos carnales, debe darse cuenta de que el Evangelio del agua y el Espíritu es completamente indispensable. Ante la presencia de Dios, no hay nadie que no cometa pecados, ya haya sido educado en este mundo o no; todo el mundo es una masa de pecados como todo el mundo. Asimismo, nadie puede esconder sus pecados de Dios, y Dios va a juzgar esos pecados. Por tanto, no hay manera de recibir la salvación, excepto por el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero la mayoría de cristianos intentan vivir con rectitud con su conducta para recibir la gracia de la salvación de Dios. Sin embargo, la verdad es que los pecados de sus corazones no se van con tan solo vivir piadosamente.
Dios le dijo a Noé que construyese un arca y la cubriese por dentro y por fuera con brea. De la misma manera en que cubrir el arca con brea por dentro y fuera evita que el agua entre dentro del arca, nosotros también podemos evitar que el agua del juicio entre al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. De esta manera, todo el mundo debe evitar el juicio cubriéndose con la brea de la salvación.
 
 

¿Qué dice el Nuevo Testamento acerca de cuando Dios le dijo a Noé que cubriese el arca con brea?

 
Todos los seres humanos deberían recibir el juicio por sus pecados, pero Jesucristo les ha dado el Evangelio de la salvación. El Señor ha eliminado los pecados de este mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Refiriéndose a esta verdad, el Nuevo Testamento nos dice que Jesús tomó nuestros pecados para siempre mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista (Mateo 3:15). Sin embargo, no hay demasiadas personas que crean en la Verdad de que Jesús ha eliminado todos nuestros pecados y los del mundo al tomarlos sobre Sí mismo y recibiendo el bautismo de Juan el Bautista. Al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu debemos conocer la verdadera justicia de Dios. Deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para recibir la remisión de los pecados.
Estamos felices porque el amor de nuestro Señor, que se ha convertido en la justicia de Dios, está con nosotros. El Señor nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu y la verdadera salvación. Por tanto, el Evangelio de la Verdad que todos debemos conocer es el Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu es el siguiente: Jesucristo tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán y eliminó todos los pecados para siempre al derramar Su sangre en la Cruz. Podemos recibir la remisión de nuestros pecados en nuestros corazones y en nuestras almas al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu sin falta porque pueden encontrar la justicia de Dios solamente en este Evangelio. Si siguen sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, tendrán una fe inútil en Jesús. Si no conocen la justicia de Dios, serán destruidos al final por los pecados que siguen dentro de sus corazones.
Incluso los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no son perfectos en sus acciones. Entonces, cuando la gente de este mundo ve nuestras debilidades, dice: “¿Cómo pueden decir que son justos ante Dios? Todos los seres humanos cometen pecados ante Dios, ¿cómo pueden decir que no tienen pecados?” Pero nosotros podemos decir que somos perfectos y no tenemos pecados porque nos hemos convertido en personas sin pecados por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús tomó todos los pecados que hemos cometido y cometeremos hasta que muramos para siempre cuando recibió el bautismo de Juan el Bautista. Jesús pudo morir en la Cruz porque había tomado todos los pecados del mundo para siempre a través de Su bautismo. Solo al tener fe en esto podemos convertirnos en personas justas. Somos insuficientes en nuestro comportamiento, pero aún así podemos dar testimonio de que estamos sin pecados al tener fe en el bautismo por el cual Jesús tomó todos nuestros pecados y en la sangre derramada en la Cruz. Jesús tomó todos los pecados del mundo para siempre mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden ser librados de sus pecados. Por eso los que creen en la justicia de Dios están sin pecados. Estamos sin pecados, no solo porque hayamos vivido con rectitud todo el tiempo, sino porque los pecados se han ido gracias a nuestra fe en el bautismo por el que Jesucristo había tomado todos nuestros pecados para siempre y en la sangre derramada en la Cruz. Pudimos creer en esta verdadera salvación porque Jesús vino a este mundo, fue bautizado y crucificado.
En estos tiempos, los que pueden conocer de verdad la justicia de Dios son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Son los que han recibido la salvación de sus pecados personales, incluyendo el pecado original, al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso están sin pecados en un mundo lleno de maldad. La justicia de Dios se manifiesta a través de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. La gente que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu es justa y se ha convertido en el pueblo de Dios, y como Abraham, recibe las verdaderas bendiciones de fe.
Todo el mundo debe limpiar el polvo del pecado cubriendo sus corazones y creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Hay una gran diferencia en intensidad entre la fe de los que creen en este Evangelio del agua y el Espíritu y los que no creen. La gente que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu puede recibir la verdadera salvación de sus pecados por fe en la salvación que Dios les ha dado. Pero la gente que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu tiene pecados intactos en sus corazones porque no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso, a pesar de tener fe en Jesús, los que no han nacido de nuevo siguen en el camino a la destrucción.
 
 

Noé encontró la gracia de la salvación a los ojos de Dios

 
¿Quién puede convertirse en una persona justa sin pecados ante Dios? ¿Podemos convertirnos en personas justas a través de nuestras buenas obras ante Dios? No, no podemos. Con tan solo tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos ser justos.
Sin embargo, muchos cristianos hoy en día están esforzándose en vano, pensando que pueden ser perfectos ante Dios a través de sus obras buenas. ¿No es así? Pero convertirse en personas justas no depende de nuestras obras, sino de la fe que cree solamente en la justicia de Dios. Sin embargo, hay muchas personas que tienen una fe con demasiado hincapié en su propia voluntad, y esta fe no puede ser aceptada ante Dios. El que una persona sea de alto estatus o no, no es importante, porque solo cuando esa persona cree en el Evangelio del agua y el Espíritu se manifiesta la justicia de Dios, recibe la salvación de sus pecados y se convierte en una persona de fe aceptable para Dios. También nos convertimos en personas justas al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Dios. Incluso hoy en día muchas personas se han convertido en personas justas al recibir la remisión de los pecados mediante su fe en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, Su muerte y resurrección. Dios hizo que no nos convirtiésemos en personas sin pecado fuera de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos dio. Hemos sido considerados justos por Dios cuando creemos en la justicia de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Quien quiera recibir las bendiciones celestiales debe creer en la justicia de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu.
Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob. Está escrito que Easú intentó recibir la bendición presentándose ante Dios con sus propios actos, pero en vez de las bendiciones de Dios, recibió la maldición. A través de esta historia de Esaú y Jacob, Dios nos está diciendo la verdad de la fe que cree en la justicia de Dios es absolutamente indispensable y no los actos virtuosos de los seres humanos. Es decir, nos está mostrando que, como Jacob había confiado en la fe en la Verdad y el Amor de Dios más que en sus obras virtuosas, pudo ser vestido de la gracia de Dios.
Debemos entender la justicia de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu para que todos conozcamos la justicia de Dios, y hemos recibido la salvación de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que manifiesta la justicia de Dios. Dios no nos pide que hagamos buenas obras, sino que nos pide tener la fe que cree en la justicia de Dios. Por tanto, debemos recibir la salvación de todos nuestros pecados por fe creyendo en la justicia de Dios, exaltando a Dios y alabándole. Esta es la fe de la verdadera salvación y la correcta fe. No debemos tener discusiones inútiles de fe dentro del cristianismo, sino que debemos recibir la verdadera salvación al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que revela la justicia de Dios y predicarlo. Dios les dio a nuestros antecesores de la fe el conocimiento de la justicia de Dios, y nos ha hecho sus descendientes que creen en ella también al pasar este conocimiento de generación en generación.
Así, no debemos convertirnos en personas perfectamente justas mediante nuestras obras buenas. El pecado de la humanidad no se va mediante obras virtuosas, sino cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos creer que nos hemos convertido en los justos al tener fe en la justicia de Dios. Si Jesucristo no hubiese recibido Su bautismo cumpliendo la justicia de Dios en el río Jordán de la mano de Juan el Bautista, y si no hubiese borrado todos nuestros pecados para siempre al derramar Su sangre en la Cruz, todos los pecados de la humanidad no podrían haber desaparecido y se habrían quedado dentro de los corazones de la gente. Pero para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, los pecados han desaparecido, y los que tienen esta fe pueden vivir con la fe correcta buscando la justicia de Dios primero. Si no fuese así, por qué no abandonar pensando que estamos manchados. Asimismo, como no podríamos escapar de nuestros pecados y continuaríamos pecando mientras vivimos, iríamos al infierno después.
Podemos conocer la justicia de Dios solo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Todos los seres humanos nacen en este mundo y tienen que morir una vez por el pecado de Adán y Eva. Si esto es así, ¿qué piensan de las intenciones de Dios para nosotros? Para salvar a todos los seres humanos de sus pecados, Dios hizo que naciésemos en este mundo con pecados. Y al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los pecadores, nos concedió esta verdadera salvación. El objetivo de Dios es adoptar a todo el mundo como hijos Suyos al vestirse de la justicia de Dios creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Se cumple nuestra salvación mediante nuestras acciones o por fe en la justicia de Dios? Esto se distingue correctamente al conocer la Verdad.
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son los hijos de Dios y los ciudadanos del Cielo. Debemos tener la verdadera fe que nos convierte en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Las puertas del Cielo se abrieron en el momento en el que tuvimos la verdadera fe que cree en la justicia de Dios. Se dice en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera» (Génesis 6:14). En este pasaje debemos darnos cuenta de que Dios le está diciendo a la humanidad que no rete la justicia de Dios y que crea en ella.
La justicia de Dios por la que Jesús nos ha salvado de nuestros pecados es así: Jesucristo tuvo que venir al mundo y tomar todos los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado por los pecados del mundo y derramó Su sangre sagrada para pagar el precio de todos nuestros pecados. Jesucristo había derramado Su sangre sagrada en la Cruz por nosotros porque había tomado los pecados de este mundo sobre Sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista. Ha perfeccionado nuestra salvación al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz y resucitar entre los muertos. Entonces, quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu puede librarse de todos sus pecados y recibir la verdadera salvación.
 
 

Para eliminar nuestros pecados, debemos cubrirnos por dentro y por fuera con brea espiritual

 
Debemos recibir la remisión de nuestros pecados al comprometernos en cuerpo y corazón. Dios ha resuelto el problema de nuestros pecados mediante el bautismo de Jesús y Su muerte en la Cruz. Si el Señor no hubiese pagado el precio del pecado en la Cruz después de haber tomado nuestros pecados mediante el bautismo, los que creemos en Jesús como el Salvador nunca podríamos haber recibido la remisión de los pecados. Por mucho que oremos a Dios para que nos perdone, nuestros pecados no desaparecerán, sino que aumentarán. Por tanto solo cuando uno cree en el Evangelio del agua y el Espíritu que revela la justicia de Dios, puede hacer que desaparezcan sus pecados.
Como Dios es justo, no puede redimir todos nuestros pecados sin haberlos eliminado de una manera justa. Por tanto Dios debe juzgar estos pecados porque es justo, aunque la gente no pueda tolerar los pecados de los demás como si nunca hubiesen pasado si uno se disculpa porque todo el mundo es débil. Pero Dios es justo y juzga estos pecados, si los hay. Dios no borra los pecados injustamente sin un precio justo por estos pecados. Así, para salvar a la gente del pecado, Dios hizo que la gente recibiese la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, debemos darnos cuenta de que nuestros pecados desaparecerán solo si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que ha sido cumplido por Dios. Dios tiene que juzgar a los que tienen pecados porque tienen que pagar por ellos, y para llevar a cabo esto, el sacrificio justo de Dios se hizo necesario. De esta manera, Dios nos ha vestido a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu con Su misericordia.
 
 

El Evangelio por el que Dios nos ha salvado es justo

 
Imaginemos que cierto hombre comete un pecado y le dice al juez que le perdone. Aunque ese juez quiera perdonar el pecado de ese hombre, la ley justa no lo permite. El juez está obligado a dictar una sentencia según la ley.
De esta manera, como Dios tiene que juzgar según Su Ley justa, en vez de perdonar los pecados de la gente incondicionalmente, tuvo que instaurar un método diferente para salvar a la humanidad de manera justa. Ese método de salvación consiste en eliminar los pecados de la humanidad con el Evangelio del agua y el Espíritu. Si pensamos en la destrucción de todo el mundo, solo sentiremos pena, pero hay que pagar un precio justo por las iniquidades de la gente. Dios no odia a la gente, sino el pecado y por eso castiga esos pecados. El castigo por el pecado de la gente requiere la muerte. Como la vida de una persona está en la sangre, y la ley dice que el precio del pecado es la muerte, se necesita derramar sangre.
Jesucristo fue clavado en la Cruz por nosotros porque había tomado todos nuestros pecados mediante Su bautismo recibido de Juan el Bautista. Estamos vestidos con la justicia de Dios, librados de todos nuestros pecados y hemos recibido nuestra salvación de todos esos pecados porque Jesucristo ha tomado todos nuestros pecados mediante Su bautismo y ha cargado con el juicio de esos pecados en la Cruz. Según la Ley de Dios, el precio del pecado es la muerte, pero podemos ser librados de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Está escrito: «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9:22). También está escrito: «Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona» (Levítico 17:11). Si un hermano comete pecados, ese hermano tiene que morir, pero Jesús vino a este mundo, tomó todos los pecados de ese hermano para siempre, entregó Su vida en el instrumento de ejecución por este hermano y murió en su lugar derramando toda Su sangre. Por eso no hay más juicio para los pecados de ese hermano.
En realidad, la verdad es que Jesucristo fue bautizado y juzgado por los pecados de esas personas que no han recibido la remisión de sus pecados. Si Jesucristo no hubiese recibido el juicio de todos nuestros pecados en la Cruz, no tendríamos más remedio que recibir este juicio. Tenemos una conciencia en nuestros corazones, y esta conciencia habla por Dios. Nuestra conciencia siempre pide un precio por los pecados. Cuando hacemos algo malo a Dios u otras personas, hay un deseo en nuestros corazones de pagar por eso. Pero ¿pueden pagar a Dios por el precio de todos los pecados que han cometido? Asimismo, ¿pueden pagar por el mal que han hecho a otras personas? No, no pueden. Los que dicen que pueden pagar por todos sus pecados exageran, son ladrones y estafadores espirituales.
 
 

Debemos deshacernos de esa fe hipócrita y recibir la salvación al creer en la justicia de Dios

 
Hay una historia que cierto pastor me contó hace mucho tiempo y en aquel entonces sus palabras parecían tan espléndidas. Pero ahora que pienso en esto, todas esas palabras eran estúpidas. La historia es la siguiente.
Un hombre joven fue a su iglesia; mientras estaba en el servicio militar este joven empezó a creer en Jesús y le dijeron que ofreciese oraciones de penitencia. Así que ofreció oraciones de penitencia sinceramente todos los días. Mientras ofrecía oraciones de penitencia se acordó de que había robado y comido un melón del campo de otras personas cuando era pequeño. Así que el joven ofreció oraciones de penitencia por eso pecado. Sin embargo su corazón no se sintió renovado a pesar de haber ofrecido muchas oraciones de penitencia. Así que, después de terminar el servicio militar fue a buscar al dueño del campo donde robó el melón, pensando que si le pagaba el precio del melón se sentiría mejor. Pero no puedo pagar el precio del melón porque el dueño se había mudado a otro lugar. Así que se dice que este joven fue a preguntarle a uno de sus pastores (el pastor que me contó esta historia) qué debía hacer. El pastor le dijo que podía ofrecer el precio del melón al templo de Dios, es decir, su iglesia.
La conducta de este joven y el consejo de su pastor pueden parecer correctos, pero no es así. ¿Creen que solo han cometido pecados de este tipo? ¿No creen que hay muchas otras cosas que han hecho contra los demás? Si tuviésemos que pagar por todos los pecados que hemos cometido de esta manera, no podríamos pagarlos todos. Así son las acciones de los hipócritas. Como está escrito en la Biblia: «y sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9:22), que los pecados que hemos cometido solo pueden ser redimidos por la sangre, es decir, solo con nuestra muerte. Por eso Dios Padre envió a Su Hijo Jesús a nosotros e hizo que redimiese todos nuestros pecados para salvarnos del juicio de los pecados, de la muerte eterna del infierno.
Dios le dijo a Noé que cubriese el arca (una embarcación) por dentro y por fuera con brea. Cometemos pecados de corazón y con nuestros cuerpos. Primero debemos saber si Jesucristo había tomado los pecados cometidos por nuestras acciones a través de Su bautismo. Tengo una pregunta para el Hermano Kim que está sentado en la primera línea. “Dime, ¿cómo tomó Jesús tus pecados cometidos con tu cuerpo?”
“Juan el Bautista bautizó a Jesucristo en el río Jordán y todos estos pecados fueron pasados a Jesús”.
“Sí, es cierto. La verdad es que incluso nuestros pecados fueron pasados a Jesús. Todos los errores que cometemos con nuestros pecados son pecados. ¿Fueron pasados a Jesús?”
“Sí, fueron pasados a Él”.
“Pero, ¿son los pecados que cometemos mientras vivimos pecados del mundo también?”.
“Sí, es cierto. Son pecados del mundo”.
“¿Fueron esos pecados del mundo pasados a Jesucristo o no?”
“Fueron pasados a Jesús”.
Si hacemos algo mal cuando vivimos en este mundo, debemos recordar que Jesucristo había tomado todos esos pecados mediante Su bautismo, y cuando tenemos la fe en que Jesús ha tomado esos crímenes también, podemos ir ante el Señor con confianza sentado en el trono blanco. Sin embargo, la verdad es que si Jesús ha tomado solo algunos pecados y no otros, no podremos presentarnos ante Dios como justos.
Si la gente no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu porque no lo conocen, o si la gente no cree en él, dirá: “Soy un pecador” ante el trono blanco, el trono del juicio en el futuro. No sufriremos el juicio por los pecados antes este trono blanco porque tenemos fe en que todos los pecados que hemos cometido con nuestras acciones, corazones y pensamientos han sido cubiertos por dentro y por fuera. Este es un Evangelio de la Verdad muy importante. Para evitar sufrir este juicio ante el trono blanco del juicio debemos ser iguales que la familia de Noé, que pudo evitar este juicio por agua cuando hubo un Diluvio universal por toda la tierra. Gracias a nuestra fe estamos cubiertos por el Evangelio verdadero como con brea por dentro y fuera del arca.
Queridos hermanos, como en los días de Noé, estaremos delante del trono del juicio de Dios en el futuro. En aquel entonces, debemos tener la creencia firme de que Jesucristo ha eliminado todos los pecados que hemos cometidos con nuestras acciones y nuestros corazones para siempre con absoluta perfección mediante el bautismo que recibió en el río Jordán y la sangre derramada en la Cruz; y debemos tener esa fe ahora. Así que deben tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu para recibir la remisión de todos los pecados. Y debemos tener esta fe para evitar el juicio de los pecados y entrar en el Reino de los Cielos cuando nos levantemos ante el Señor.
Sin embargo, muchas personas no conocen esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creen en vano en Dios según sus propios pensamientos carnales. Los cristianos de hoy en día están atrapados por sus pecados y deberán recibir el juicio por todos estos pecados en esta vida y la siguiente porque no tienen la fe en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que ha eliminado sus pecados originales y personales. En otras palabras, no conocen la Verdad de que todos los pecados personales que habían cometido por sus debilidades habían sido pasados a Jesucristo. Así que siempre dicen las siguientes palabras sin fe: “Querido Dios, soy un pecador. Soy un pecador que ha recibido la salvación”. Como no tienen la Verdad de que Jesucristo había tomado todos sus pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, están destinados a ir al infierno después de haber creído en Jesucristo ardientemente. Asimismo, a pesar de su fe en Jesucristo, se convertirán en pecadores y recibirán el juicio de Dios. Por eso es tan importante que cubramos el interior y el exterior de nuestros corazones con brea espiritual teniendo fe en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor.
Incluso para la gente que ha nacido de nuevo al creer en Jesucristo, es muy importante mantenerse firme en el hecho de que Jesucristo había tomado completamente todos sus pecados, los que cometemos con nuestros corazones y acciones, y tener fe en que no se tienen pecados. La gente así está salvada y es justa.
Se dice que los miembros de la familia de Noé cubrieron el arca de Noé con brea por dentro y por fuera para evitar que el agua entrase en el arca y esto denota que los miembros de la familia de Noé recibieron la remisión de los pecados. El arca de Noé es la Iglesia de Dios. Por tanto, los que están dentro de esta arca son los santos que no tienen ni un solo pecado. Cuando un pecador entra en la Iglesia de Dios nos aseguramos de que no tenga ni un solo pecado al hacer que reciba la remisión de los pecados compartiendo la Palabra del Evangelio con ellos. La verdad es que solo los que están sin pecados pueden vivir en esta Iglesia. Por tanto, solo entrar en una iglesia no les hace santos. Pero han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para convertirse en santos y se han convertido en hermanos nuestros y en el pueblo de Dios que han recibido la remisión de los pecados. Quien no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu es un mero pecador. Si tienen pecados dentro de sus corazones a pesar de ir a la Iglesia de Dios, deben reconocer que son pecadores porque no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben darse cuenta de que siguen siendo pecadores y están destinados a ser destruidos y por eso deben recibir la remisión de sus pecados al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él de todo corazón, y solo entonces pueden convertirse en hermanos nuestros, como los otros santos.
Solo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden entrar en la Iglesia de Dios (el arca). La gente que entra en Jesucristo, es decir, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, son los que han entrado en la justicia de Dios por fe. Cualquiera puede entrar en la capilla de la Iglesia de Dios físicamente, pero sin fe en el Evangelio del agua y el Espíritu nadie puede entrar en la Iglesia de Dios espiritualmente. En la Iglesia de Dios solo los que han recibido la remisión de los pecados al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden ser reconocidos como verdaderos santos y justos. Sin embargo, la Iglesia de Dios es donde los que no han recibido la remisión de los pecados pueden entrar y recibir la remisión de los pecados.
La Iglesia de Dios debe estar bien cubierta por dentro y fuera con brea espiritual. Si cometemos un error durante nuestras vidas, debemos darnos cuenta de que estamos sin pecados porque incluso esos pecados fueron pasados a Jesús. Algunas personas dicen: “¿Cómo pueden decir que están sin pecados cuando cometen pecados? Sus conciencias han sido selladas con un hierro incandescente.” En estos casos, todo lo que tenemos que hacer es enseñarles la Palabra de Dios. El Señor dijo lo siguiente: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Como no podemos ser perfectos en nuestras acciones a pesar de haber recibido la remisión de nuestros pecados, el Señor nos dio esta Palabra de Verdad. Debemos confirmar esta Palabra de la Verdad que dice que nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo por fe creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos pasar a Jesucristo no solo los pecados que cometemos dentro de nuestros corazones, sino todos los demás pecados que cometemos en el mundo con nuestras acciones. Esto es lo que Dios quiso decir con estas instrucciones: “Cubre el arca por dentro y por fuera con brea”. Debemos cubrir con brea los pecados que cometemos dentro de nuestros corazones y los que cometemos con nuestras acciones. La brea aquí se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu.
En tiempos de Noé, pudo haber muchos barcos en el agua flotando. La gente podía construir cosas en tiempos de Noé y por eso seguramente había muchos tipos de barcos, desde embarcaciones grandes hasta barcos pequeños. Pero todos esos barcos no eran arcas y en ellos entró la lluvia, y como no estaban cubiertos por dentro y por fuera con brea, el agua entró creando daños pequeños y al final se hundieron. Espiritualmente hablando, estos barcos pueden llamarse las iglesias del mundo, donde se reúnen los que no han nacido de nuevo. Ahora mismo hay muchas personas que creen en Jesucristo dentro de estas iglesias del mundo.
Si el juicio de los pecados fuera a descender en forma de lluvia del cielo, ¿qué tipo de fe debe uno tener para sobrevivir hasta el final? Como algunas personas tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no se hundirán ni ahogarán; pero otras personas sí que lo harán porque su fe es falsa y no tiene nada que ver con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué tipo de fe es la verdadera fe? La verdadera fe consiste en creer en Jesucristo como el Salvador y cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y en la pura Palabra de Dios tal y como es.
 
 
“Es pues la fe la certeza de lo que se espera” (Hebreos 11:1)
 
La verdadera fe es la fe que cree en la justicia de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios prometió a través de Sus Escrituras completar Su justicia, y en el Nuevo Testamento, Jesucristo vino a este mundo y cumplió esa promesa mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús salvó a los pecadores de sus pecados al venir a este mundo, recibió Su bautismo de Juan el Bautista y derramó toda Su sangre en la Cruz. La fe y la creencia en esto es la verdadera fe de creer en el Salvador. La Biblia reúne toda las cosas que Jesucristo ha hecho y hará en la tierra; y por tanto, debemos creer en ella. Y esta fe es la verdadera fe. Cuando tenemos esta verdadera fe, no recibimos este juicio de Dios.
Su fe que cree en la Palabra de cubrir por dentro y fuera con brea es algo muy importante. Si el arca no estuviese cubierta por dentro y por fuera con brea, el agua habría entrado dentro del arca y todo el mundo que había dentro habría muerto. Pero no podemos convertirnos de nuevo en pecadores después de haber creído en Jesucristo como nuestro Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Los cristianos de hoy en día lloran y están atormentados con remordimientos por sus pecados a pesar de tener fe en Jesucristo. ¿Por qué? Porque no se han cubierto por dentro y por fuera con la brea de la Verdad. Piensan que han recibido la remisión de los pecados originales cuando creen en Jesús, pero como creen que sus pecados personales se redimen ofreciendo oraciones de penitencia todos los días, sus pecados permanecen intactos. Siguen viviendo en un estado de pecadores porque creen sin saber que Jesucristo había tomado todos sus pecados cometidos con sus acciones, corazones y mentes para siempre por el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas no tienen la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor en sus corazones. Pero si tienen fe en el hecho de que Dios eliminó todos sus pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu porque les ama, no volverán a ser pecadores en cualquier situación. ¿Lo entienden?
Para nosotros la fe de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu es muy importante. Para hundir nuestro barco de fe Satanás intentará enseñarnos falsas doctrinas sin cesar. Para que los pecados penetren en nuestros corazones, Satanás nos atacará constantemente con mentiras. Por eso debemos cubrir nuestros corazones por dentro y fuera con la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo entonces no podrá entrará la maldición de los pecados en nuestros corazones aunque cometamos pecados. No tenemos pecados si cubrimos nuestra fe al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones por dentro y por fuera. Estamos sin pecados porque Jesucristo nos ha limpiado de todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado. Jesucristo tomó todos nuestros pecados que cometemos por nuestras debilidades de pensamiento, acción y corazón. Dios nos dice que no seremos juzgados porque Jesucristo tomó todos nuestros pecados personalmente mediante Su bautismo, pagó todos esos pecados al ser clavado en la Cruz y así nos ha librado de todos nuestros pecados completamente. Por tanto, la Biblia declara: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu» (Romanos 8:1). Jesucristo es la Verdad y nuestro Salvador. Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu es el único que nos ha salvado de todos nuestros pecados, es decir, los pecados del mundo.
Pero, a pesar de esto, hay demasiadas personas que dicen que Jesucristo es su Señor y Salvador sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y no tienen la verdadera fe. Los que intentan que sus corazones estén llenos de paz por su cuenta diciendo: «Como Jesús ha perdonado todos mis pecados en la Cruz, no soy un pecador» a pesar de que todavía tienen pecados en sus corazones porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto no tienen la verdadera fe. No poseen la verdadera fe.
La gente se calma diciendo: “Soy cristiano. Aunque tengo pecados, dios me aprueba como si no los tuviese. Es porque creo en Jesús”. Pero eso no significa que sean los santos que han nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu. Sentirse bien en sus corazones creyendo que el Señor ha perdonado sus pecados a pesar de ser pecadores porque siguen teniendo pecados en sus corazones no es la fe verdadera. Sabiendo que cometeríamos estos pecados, Dios Padre envió a Su Hijo Jesucristo al mundo e hizo que cargase con todos los pecados sobre Su cuerpo para siempre al ser bautizado, y recibió todo el juicio de estos pecados en la Cruz donde murió, y resucitó al tercer día. Y ahora Jesús está sentado a la derecha de Dios Padre y aprueba la fe de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu como una fe verdadera.
La verdadera fe consiste en creer en el Evangelio del agua y el Espíritu basado en la pura Palabra de Dios. Si han recibido la paz verdadera en sus corazones al creer en que todos sus pecados fueron redimidos por el Evangelio del agua y el Espíritu a través de la Palabra de Dios escrita, están salvados. Esto se debe a que Dios nos ha salvado del pecado mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pero a pesar de esto muchos cristianos siguen creyendo en sus propios pensamientos y no ponen su fe en esta Verdad. Esta fe no es una fe verdadera, sino una creencia religiosa. Pero por desgracia muchos cristianos de hoy en día creen en Jesús así. Dicen: “Jesús, eres mi Salvador. Por favor, perdóname, Señor. Creo que eres mi Salvador”. Pero como no saben cómo Jesús ha tomado todos sus pecados, cuando cometen pecados más adelante se convierten en pecadores de nuevo.
Por eso el Señor nos dice que cubramos nuestros corazones con brea por dentro y fuera. Hay un himno que dice:
“Aunque Satanás se acerque,
Aunque vengan los problemas,
Estemos seguros,
De que Jesucristo se ha apiadado,
Y ha derramado Su sangre por mi alma”.
Esta letra solo habla de la sangre de Jesús, y por eso los cristianos pecadores no pueden superar los ataques de Satanás. Pero nosotros podemos superar los ataques del Diablo a través de la fe, cubriendo nuestros corazones por dentro y por fuera con la brea de la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si tenemos fe en la Palabra de Dios que ha entrado en nuestros corazones por el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos vencer aunque Satanás nos haga cometer pecados y nos ataque por dentro y por fuera.
Sabiendo que Satanás nos atacaría, Dios eliminó todos los pecados de nuestros corazones por el Evangelio del agua y el Espíritu y nos dio el Espíritu Santo como toque para que entrase en nuestros corazones. El Espíritu Santo se nos dio como una garantía. El Espíritu Santo da testimonio de que Jesús ha borrado todos nuestros pecados e iniquidades e incluso nuestros fallos por Su bautismo y sangre. Así por fe, el Espíritu Santo nos ayuda a vencer a Satanás y sus pecados.
Satanás intenta muchas artimañas y maneras de vencernos a los nacidos de nuevo. Cuando esto ocurre, debemos meditar sobre el hecho de que Jesucristo había tomado todos nuestros pecados cometidos con nuestras acciones y dentro de nuestros corazones. Al cubrir nuestros corazones por dentro y por fuera con la fe en el Señor que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, podremos escapar la condena de Satanás. Esto es lo que es la verdadera fe, y esta es la verdadera fe de entrar en el arca perfecta.
Queridos hermanos, la gente dice creer en Jesús. Pero para poder creer en Jesús como el Salvador, debemos tener la verdadera fe que limpia todos nuestros pecados y la fe que no lleva al juicio de estos pecados. Esto solo es posible cuando creemos en la verdadera Palabra de la salvación que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu; debemos cubrir nuestros corazones por dentro y por fuera con esta Verdad. Hemos recibido la remisión de nuestros pecados en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero si no vivimos dentro de la Iglesia de Dios podemos ser vulnerables a los ataques de Satanás. Cuando esto ocurre, la manera de vencer los ataques de Satanás es confirmar a través de la Palabra que Jesús tomó todos estos pecados, incluyendo los pecados que hemos cometido por nuestras debilidades. Entonces, podremos evitar todos los pecados y el juicio al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Si leemos el pasaje de las Escrituras del Libro de Zacarías 3:1-5, vemos que Zacarías tuvo una visión en la que se le mostró cómo Satanás se oponía a Josué, el sumo sacerdote, delante del trono del juicio de Dios. Leamos qué paso en aquel momento: «Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zacarías 3:2-4). Podemos ver cómo Dios reprende a Satanás en nuestro lugar cuando intenta atacarnos con nuestras iniquidades que habíamos cometido con nuestras acciones. El Señor Jehová le dice a Zacarías que está presente ante Él con vestiduras sucias que ya ha borrado todos sus pecados. Entonces, en ese momento vista a Josué con las vestiduras de justicia.
De esta manera, no hay ningún ser humano perfecto en sus acciones. Por muy recta que sea la gente en sus corazones, cuando se presenten ante Dios, serán insuficientes. Hay un proverbio coreano que dice: “Si agitas a un hombre, saldrá polvo”. Esto significa: “Todo el mundo tiene sus fallos”. Josué era un siervo de Dios, pero como sus vestiduras estaban sucias, no pudo mantenerse firme cuando se enfrentó a Satanás. Pero fue Dios quien hizo que Josué estuviese firme ante Él. Jesús tomó todos nuestros pecados y nos dio las vestiduras de la justicia de lino fino y sin pecados. Por eso, nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu para que podamos decir: “Dios es mi Padre y el Padre de los justos”.
Muchas personas creen en Jesucristo hoy en día, pero creen en Él sin el conocimiento correcto del Evangelio del agua y el Espíritu. Los pecados no desaparecen solamente por creer en el Jesús crucificado sin saber que Jesús había tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Debemos saber exactamente cómo nuestros pecados fueron pasados a Jesús antes de ser crucificado. Solo entonces Su sacrificio de crucifixión tiene un gran significado, y nuestra fe se hará perfecta. Para hablar en términos bíblicos precisos, debemos librarnos de todos los pecados perfectamente, por dentro y por fuera (en nuestras acciones y corazones), mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en la obra de Jesucristo, que borró todos nuestros pecados, mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, podemos tener una fe perfecta.
Somos librados de todos nuestros pecados al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la fe de Noé que cubrió el arca por dentro y por fuera con brea. Solo la fe que cubre por dentro y por fuera puede salvarnos perfectamente del pecado. Si solo cubriésemos por dentro y no por fuera, debemos darnos cuenta de que no podemos encontrar al Señor que está sin pecados porque ese tipo de fe sería falsa. Si no conocemos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu nunca tendremos la verdadera fe. Por tanto, debemos saber qué Evangelio es el Evangelio verdadero y debemos tener fe en el Evangelio de verdad. Por tanto, podemos tener confianza en nuestra salvación si tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu aunque hayamos hecho algo mal con nuestras acciones.
No debemos intentar creer en Jesús como el Salvador por nuestra propia voluntad. Muchos cristianos siguen creyendo en Jesús como el Salvador con su propia voluntad. Digamos que cierto hombre cayó en medio de un océano. Así que se le tiró una cuerda desde un helicóptero para rescatarlo. Entonces el hombre intentó salvarse tomando el extremo de la cuerda. ¿Qué creen que pasó? Que le fallaron las fuerzas y se cayó al agua mientras le llevaban a una isla cercana. Por mucho que intentaba agarrarse a la cuerda, no podía aguantar durante unas pocas horas y por eso se cayó. Tendría que haber sujetado su cuerpo atándose la cuerda alrededor del torso.
De esta manera, para recibir la salvación de todos sus pecados, en vez de aferrarse a Jesús con su voluntad propia, deben someter sus pecados al Evangelio del agua y el Espíritu y tener fe en él. En vez de confiar en su voluntad deben ponerse en manos de Dios. Podemos recibir la verdadera salvación solo si encomendamos nuestras almas a las intenciones de Dios.
Deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, deben aprenderlo. Solo entonces podrán saber cómo Jesucristo les ha salvado, podrán creer y la Verdad será verosímil para ustedes. Si creen que todo lo que tienen que hacer es creer en Jesús como el Salvador a ciegas, están cometiendo un grave error. Si creen así, serán pecadores durante más tiempo cuando más crean en Jesús porque no conocerán la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Si un pastor espiritualmente ciego cuida espiritualmente de una congregación, esos miembros de la congregación sufrirán y llorarán cuando estén dentro de la capilla porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Como creyeron en Jesús como el Salvador muy fácilmente con su voluntad y pensamientos, sus pecados no fueron eliminados y siguieron creyendo con sus emociones. Pero a pesar de esto pueden ser salvación, no por su amor hacia Dios, sino dándose cuenta de que pueden recibir la salvación de los pecados porque Dios les amó a ellos mediante el Evangelio del agua y el Espíritu primero, y después creyendo en el verdadero Evangelio.
El Evangelio del agua y el Espíritu del que habla la Biblia es la Verdad completamente diferente de lo que mucha gente habla en la religión. Hace poco un pastor celebró una reunión espiritual para sanar. A través de esta reunión unas ochenta mil personas recibieron a Jesús como el Salvador.
El pastor predicó: “Queridos hermanos, ¿es Jesús su Salvador? Si es así espero que crean en Jesús como el Salvador. Jesús fue clavado a la Cruz en su lugar. Entre ustedes, los que hayan recibido a Jesucristo como su Salvador, levanten la mano”. Unas ochenta mil persona levantaron la mano y el pastor dijo que habían recibido la salvación.
Los periódicos cristianos hablaron de este suceso diciendo que muchas personas habían recibido a Jesús, pero eso es una mera conversión religiosa, y no tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si creen en Jesús, quien murió en la Cruz, como el Salvador, pero dicen que tienen pecados cuando los cometen, entonces no tendrán la fe perfecta que cubre sus corazones por dentro y por fuera con brea. La gente que cree así no puede decir que esté sin pecado ante Dios, así que acaba cayendo en el lago de fuego y azufre.
Deben conocer exactamente la obra que Jesucristo ha hecho para salvarles del pecado y creer en ella, y recibir la salvación de todos sus pecados. La gente cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida es la que ha sido salvada de sus pecados por su fe en el hecho de que Jesús ha tomado todos esos pecados cometidos con sus debilidades de corazón y con sus acciones. Los justos que están sin pecados pueden llamar a Dios su Padre y vivir ofreciendo adoración y alabanza. La fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu es la que se refiere a crear un arca de madera de gofer, poner habitáculos en ella y cubrirla con brea.
Dios nos pide que tengamos fe al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como Noé, que cubrió el arca por dentro y por fuera con brea, Dios nos pide que recibamos la remisión de nuestros pecados, ya los cometamos con el corazón o nuestras acciones, o aunque los hayamos heredado de nuestros padres. Dios dijo, refiriéndose al Diluvio: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo» (1 Pedro 3:21). De la misma manera en que la gente fue salvada por el arca de Noé cuando Dios juzgó este mundo durante los días de Noé, nosotros recibimos la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo tomó todos los pecados de la humanidad para siempre al bajar a este mundo, ser bautizado por Juan el Bautista y morir por nuestros pecados. Jesucristo se convirtió en nuestro Salvador sumergiéndose en el agua después de recibir la imposición de manos, y después volvió a la vida. Como todos nuestros pecados fueron pasados a la cabeza de Jesús a través de Juan el Bautista en el río Jordán, el bautismo de Jesús es el equivalente de nuestra salvación. La prueba de que fue salvado perfectamente del pecado es Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz. El Evangelio es el Evangelio del agua y el Espíritu.
Todas estas obras fueron completadas por Jesús y el Antiguo y el Nuevo Testamento nos explican exactamente cómo el Señor nos ha salvado. Como la gente de los días de Noé no creyó en la Palabra de Dios aunque les dijo que vivirían si entraban en el arca, todos recibieron el juicio. Hoy en día, la gente sufre el juicio porque no acepta en sus corazones el hecho de que son justos sin pecados que pueden ser rectos ante Dios y la gente porque Jesús tomó todos sus pecados a través de Juan el Bautista. Pero la gente que cree en esta Verdad de que nuestros pecados fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista, y que Jesús sufrió el juicio por nosotros con Su muerte, y que ha perfeccionado toda la justicia de Dios, será librada de todos sus pecados y entrará en el Reino de los Cielos al convertirse en hijos de Dios aprobados.
 
 

¿Podrán decir que no tienen pecados cuando se presenten ante el Gran Trono Blanco del Juicio de Dios?

 
¿Confían ahora en que podrán presentarse con confianza ante el trono blanco del juicio de Dios? Se dice que en el Reino de Dios están los que alaban al Cordero de Dios ante el trono blanco diciendo: “Dios Padre, gracias. Aunque sea insuficiente, ¿no eliminó Jesús todos mis pecados? Gracias, Señor”. Solo los que han nacido de nuevo al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden ofrecer esta alabanza. Dios nos permite entrar en el Reino de los Cielos, no al ver nuestras acciones, sino al ver nuestra fe en la obra de la salvación que fue cumplida por Dios. Esta es la Verdad de Dios. Ya crean en que la obra que Dios llevó a cabo como prometió en el Antiguo Testamento es lo que Dios considera la prueba de la salvación. En este momento importante, el Señor separa a las ovejas de las cabras.
Las personas cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida están sin pecados porque creen adecuadamente en la obra que Jesucristo a hecho, aunque sus acciones, pensamientos y corazones sean insuficientes. El Juez, según Su voluntad, otorga bendiciones o maldiciones con el Evangelio del agua y el Espíritu. En cuanto a los que no creen en la obra de salvación que Dios ha hecho por ellos y se levantan contra la justicia de Dios, son arrojados al lago de fuego y azufre por Dios.
Debemos saber lo grande que es el amor de Dios y lo fuerte que es Su ira. Debemos creer en el hecho de que Dios tomó los pecados del mundo y los eliminó concretamente al ser bautizado por Juan el Bautista porque amó al mundo tanto. Dios arrojará a los que no creen en esta Verdad de salvación al fuego eterno del infierno porque ignoran y retan la justicia perfecta que Dios les ha dado diciendo: “Como peco todos los días, proclamo que siempre seré un pecador hasta que muera.”
Dios decidió darnos todas las bendiciones que quiso darnos; y Dios las está cumpliendo una a una. Pero a pesar de esto Satanás ataca a los que han recibido la salvación de los pecados al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu debe ser firme. Satanás ataca desde fuera y seguirá atacando para romper la brea que cubre el exterior. Si se rompe la brea de fuera por los ataques de Satanás, y si creen en la Palabra de Jesús dentro de sus corazones, su interior estará cubierto por la brea de la fe. Dios evitará personalmente que entre agua dentro. Esta es la marca de la salvación. Dios nos dice que cubramos nuestros corazones por dentro y por fuera con la brea espiritual, de la misma manera en que Noé cubrió el arca por dentro y por fuera con brea. Jesús se había convertido en nuestro Salvador al salvarnos perfectamente de todos los pecados y juicios.
«Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.» (Isaías 53:5-6). Cuando Jesús recibió Su bautismo, todos nuestros pecados, los que cometemos con nuestras acciones y con nuestros corazones, fueron pasados a Jesús. En el pasado y el presente muchas personas no se dan cuenta claramente de que todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús por Su bautismo y por tanto siguen viviendo engañados por los mentirosos. Estas personas viven creyendo en sus propias expectativas creyendo que si piden perdón Dios las perdonará. Pero Dios juzga a quien tenga pecados en su corazón porque es el Dios de la justicia. La gente que no sufre el juicio ante Dios en el futuro es la que cree en que Jesús fue juzgado por la humanidad al tomar todos los pecados por los que la gente debía morir y ser juzgada.
Queridos hermanos, al reafirmar la Palabra del agua y el Espíritu, y cuando nos rete, debemos rechazar a Satanás con fe en la Palabra escrita. Entonces debemos alabar a Dios por salvarnos de todos nuestros pecados.