(Romanos 9:30-33)
“¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe;mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó.
¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo,como está escrito:
He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado.”
Al llamarnos a todos nosotros, nuestro Señor dijo, “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13). Debemos de darnos cuenta que aquellos que persiguen su propia justicia, no les es permitido el regalo de la salvación y para evitar esto, debemos en vez de eso creer en la justicia de Dios.
Romanos 9:13 dice que Dios amó a Jacob, mientras que él aborreció a Esaú. A aquellos que reciben con gratitud la justicia de Dios, Dios les ha dado el regalo de la remisión de los pecados, así como la bendición que los convierte en su pueblo. Todos debemos creer en Dios con el conocimiento de su justicia.
Debemos aprender y entender la Palabra de la justicia de Dios dada a todos nosotros. Cuando alguien quiere ser liberado de sus pecados, primero debe conocer sus propias limitaciones e iniquidades, así como la justicia de Dios. Debemos conocer y creer en su justicia. Dios nos dijo que solo aquellos que saben que están destinados al infierno tienen necesidad de su justicia. Es importante que reconozcamos nuestros propios pecados y nos demos cuenta que debido a estos pecados, enfrentamos la ira de Dios que hará nuestro castigo en el infierno inevitable.
Pero podemos recibir en nuestros corazones el evangelio del agua y el Espíritu a través del bautismo de nuestro Señor, su muerte en la cruz y su resurrección, ya que solo aquellos que conocen la justicia de Dios, pueden creer en esta justicia. Esto se debe a que la gracia y el amor de Dios no es algo que pueda ser ganado por oraciones de arrepentimiento o por una vida piadosa, en la cual se involucra mucha gente religiosa. Sin embargo, la remisión de los pecados dada por Dios es para todos aquellos que adoran y creen en su justicia.
¿Deseas recibir la justicia de Dios? Todos debemos estar listos para creer, voluntariamente, en el evangelio del agua y el Espíritu con nuestros corazones. Admite ante Dios y por su ley tus propias insuficiencias. ¡Reconoce que debido a tus pecados, estas bajo la ira de Dios y que necesitas su justicia! Cuando creas en el evangelio del agua y el Espíritu y lo aceptes en tu corazón, la justicia de Dios será tuya. Tú debes conocer esta verdad.
Las mentes de aquellos que no creen en la justicia De Dios están confundidas y encerradas en un Vacío.
Dios nos dijo que nuestros pensamientos estaban confusos desde el principio (Génesis 1:2). ¿Por qué estaban confundidos los pensamientos del hombre desde el principio? Esto se debe a que el ángel caído que se rebelo contra Dios evitó que la gente creyera en la Palabra de la justicia de Dios, haciendo que sus mentes se confundieran y quedarán vacías. Es por eso que el pecado entró en el corazón del hombre (Génesis 3:1-8).
La Escritura nos dice que un ángel creado por Dios se rebelo contra él. Este ángel trató de apoderarse del Trono de Dios con sus propias maquinaciones y fuerzas y habiendo fallado en esta rebelión, fue arrojado de esta posición privilegiada. Este ángel caído sedujo y engaño a la humanidad y los puso en contra de Dios. Este ángel es llamado satanás. Este ángel orgulloso continúa obrando en ambos, creyentes y no creyentes por igual, en todas las formas posibles de rebelión y jactancia. Engañando al hombre, retó la Palabra de justicia de Dios y su autoridad.
El demonio siempre recurre a las mentiras para que la gente no sea capaz de creer en el evangelio del agua y el Espíritu. Habiendo sido engañado por el demonio, muchos tratan de establecer su propia justicia sin dar fruto. Él dejo que la humanidad cayera en pecado, y como resultado, los hizo vivir sus vidas en confusión y con mentes vacías.
La remisión de pecados y la justicia dada por Dios
La liberación del pecado para la humanidad, la cual ha caído por la malvada tentación de satanás, no depende del deseo personal ni de su propia justicia. Sin embargo, mucha gente trata desesperadamente de escapar de sus pecados en vano, mientras que se rebelan en contra de Dios sin darse cuenta de sus propias iniquidades. Dios reprendió a aquellos que buscan su propia justicia, aquellos que tratan de ganar la justicia de Dios por sus propias obras piadosas. La redención no es para tales personas; Dios ha permito su justicia solo para aquellos que saben que son pecadores y que creen en el evangelio verdadero del agua y el Espíritu.
La voluntad soberana de Dios es en esencia diferente de los pensamientos humanos. Pablo dijo que a pesar de cuan bien una persona exceda sus manifestaciones externas de asistencia piadosa a la iglesia, oraciones nocturnas, oraciones de arrepentimiento, ayunos, ofrendas, etc., él / ella nunca serán capaces de limpiar sus propios pecados.
Dios nos dice que las obras de la ley no pueden redimirnos de nuestros pecados y no podemos hacer nuestra la justicia de Dios. Como dicen los versículos 32-33 del capítulo 9, “¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo,
como está escrito:
He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída;Y el que creyere en él, no será avergonzado
Así, para recibir la justicia de Dios, debemos creer en el bautismo de Jesús y su sangre sobre la cruz, a través de la cual Jesús se convirtió en la ofrenda del sacrificio entre Dios y la humanidad. Es por lo tanto absolutamente critico que entiendas que debes de deshacerte de tú propia justicia para obtener la justicia de Dios. No debemos rechazar la justicia de Dios, dada a nosotros libremente, mientras confesamos a Jesús como nuestro Salvador.
Aún ahora, muchos que confiesan al Señor Jesús como su Salvador, aún permanecen como pecadores ya que no creen en el evangelio que manifiesta la justicia de Dios. La gente no puede ganar la justicia de Dios por seguir su ley. Aquellos que creen en la Palabra de Dios se deshacen de la búsqueda de su propia justicia. Debes recordar que Jesús se convirtió en la piedra de tropiezo para aquellos que iban tras la redención y la justicia de Dios por sus propias obras de la ley.
El evangelio del agua y el Espíritu, dada a nosotros por Dios, es la verdad que redime a aquellos que creen en Jesucristo como su Salvador y esto debe acompañar a aquellos que persiguen la justicia de Dios. Lo que es absolutamente necesario para la redención y la vida eterna es la fe en la Palabra de la justicia de Dios, manifestada a través del bautismo de Jesús y su sangre sobre la cruz. Esta Palabra nos revela a nosotros quien de los cristianos no puede recibir la remisión de pecados y al mismo tiempo nos enseña la verdad de que aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu recibirán la justicia de Dios.
La fe correcta, por lo tanto, requiere el entendimiento de que Dios no decidió escoger a un grupo de gente incondicionalmente y enviarlos al infierno. Si Dios en verdad hubiera amado a algunos y odiado a otros arbitrariamente, la gente no respetaría su justicia.
A través del evangelio del agua y el Espíritu, Dios ha puesto la ley de la justicia de la redención para liberar a los pecadores de sus pecados y nos ha dado la gran bendición de ser arropados en su amor. Todos deben deshacerse de su propia justicia ante el evangelio del agua y el Espíritu hablado por la justicia de Dios. Dios dio su justicia solo a aquellos que creen en ella.
Dios no permitió que la gente fuera capaz de salvarse por si misma del pecado por su propia justicia. Sin creer en el evangelio del agua y el Espíritu como la justicia de Dios, nadie puede recibir esta justicia, aún si él/ella confiesan su fe en Jesús (Juan 3:1-8).
El bautismo que Jesús recibió y la sangre que el derramó sobre la cruz se han convertido en la justicia de Dios. Es por eso que Jesús se ha convertido en la roca de la ofensa a aquellos que persiguen su propia justicia. Los creyentes en Jesús, por lo tanto, deben de darse cuenta y entender que cuando ellos persiguen su propia justicia, se están tropezando con la justicia de Dios. Ningún pecador puede entrar por las puertas del cielo sin tener fe en la justicia de Dios. Nosotros los que creemos en Jesús debemos recibir la remisión de nuestros pecados creyendo en la justicia de Dios.
Jesucristo, quien vino a esta tierra, es el Salvador de los pecadores y la justicia misma de Dios. Debemos creer verdaderamente en esta justicia de Dios, como Jesús ha perdonado nuestros pecados con su palabra por el agua y el Espíritu. Los creyentes de Jesús deben creer en el bautismo que él recibió de Juan y su sangre sobre la cruz como la justicia de Dios. Solo aquellos que creen en la Palabra escrita del agua y el Espíritu pueden entrar al cielo.
Se nos dice que estamos divididos en los vasos de Ira y los vasos de misericordia
El Señor dijo, “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26). Si alguno llega a perder su vida eterna, sus logros en este mundo son inútiles, no importa cuales sean. No sirve de nada si alguien hubiera ganado el mundo o todo el universo, si él/ella no han recibido la justicia de Dios creyendo en el bautismo de Jesús y en su sangre sobre la cruz.
No importa que se desarrollen doctrinas de teología elevada, solo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu que cumple la justicia de Dios, puede uno recibir y creer en esta justicia. Los creyentes en Jesús pueden ser libres de sus pecados solo cuando reciben la justicia de Dios por creer en ella.
En la actualidad es común ver creyentes que profesando creer en la justicia de Dios, se angustian por sus pecados en todas las reuniones matutinas de oración. En realidad ellos no creen en la justicia de Dios. Debemos darnos cuenta que la fe profesada por aquellos que no creen en la redención dentro de su justicia no agradan a Dios, sino solo lo irritan. Debido a que se rebelaron a la justicia de Dios, solo pueden permanecer como sus enemigos.
Juan 3:5 nos dice que “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Es por eso que debes de resolver todos tus problemas de pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu y en la justicia de Dios. El evangelio del agua y el Espíritu se ha convertido en la justicia de Dios que puede darte la remisión de los pecados y su justicia.
Si quieres tener la clase de fe que te justificará en la justicia de Dios, debes de seguir y creer en la Palabra del agua y el Espíritu que contiene esta justicia. Debes de darte cuenta que para que tu corazón sea lleno con la fe en la justicia de Dios, necesitas deshacerte de tu propia justicia. Lo que Pablo le está diciendo a ambos, a los israelíes y a los gentiles es que deben abandonar la búsqueda de su propia justicia si es que quieren obtener la justicia de Dios.
Dios le dio a Abraham a su hijo como el fruto de su fe en la justicia de Dios. La justicia de Dios aparece en la Palabra del agua y el Espíritu. Cualquiera que cree en la Palabra de justicia se convierte en una palabra justificada. Rebeca la esposa de Isaac, había concebido gemelos de él y aún antes de nacer, o de hacer algo bueno o algo malo, le fue dicho “El mayor servirá al menor.” De este pasaje, alguna gente concluye que Dios es un Dios injusto y esta es una conclusión errónea.
Esto se debe a que Dios ya conocía la fe futura de Jacob y Esaú, aún mientras estaban en el vientre de Rebeca. El secreto de la justicia de Dios esta escondido en el evangelio del agua y el Espíritu. Debido a que Esaú era alguien que se jactaba de sus propias obras buenas, Dios vio en él a alguien que no tenía nada que ver con su justicia y es por eso que Dios lo aborrecía. Por otro lado, Jacob era alguien que creía en la justicia de Dios y le daba toda la gloria únicamente a él; así, Dios no podía hacer otra cosa que amarlo a él.
Por lo tanto, es justo sobre la base de la verdad que Dios amara a Jacob y aborreciera a Esaú. Dios no aprecia a la gente como Esaú, que se jactan de su propio poder sin creer en la justicia de Dios, pero él se agrada y ama a la gente como Jacob, que conocía sus debilidades y creía solamente en su justicia.
La gente frecuentemente interpreta mal la justicia de Dios, preguntándose como es que Dios actuó de esa manera con Isaac. Piensan que si Dios amó a unos y odio a otros, debe de haber algo malo en Dios y aún pueden rehusarse a creer en Jesús porque piensan que él es un Dios de injusticia.
Pero, ¿como puede ser Dios injusto? Si uno piensa que Dios es injusto, esto es solo un reflejo del hecho de que él/ella no tienen una percepción correcta de la justicia de Dios. Más aún, son precisamente aquellos quienes por no creer en la justicia de Dios, cubren su injusticia con su propia justicia humana que comete grave equivocación ante Dios. Todos deben de arrancar su propia justicia, ante la justicia de Dios y creer en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu.
Esta es la única manera de creer en la Palabra de la redención que contiene la justicia de Dios. Que Dios es injusto es un fragmento de tu propia imaginación derivado de tu ignorancia del profundo propósito de Dios, puesto dentro de su plan y predestinación. El justo plan de Dios era el de revelar Su justicia ante nosotros. Dios ya conocía el futuro de los gemelos, Dios planeo en acuerdo con su justicia y se propuso amar a aquel que creía.
Debemos entender y creer en la justicia de Dios, en su plan. ¿Entre Jacob y Esaú a quien llamaría Dios? Nuestro Señor dijo que él “no vino a llamar justos, sino pecadores.” La justicia de Dios, en otras palabras, llama a la gente como Jacob. Y en cuanto a Esaú, no respondió al llamado de la justicia de Dios, sino que además se jacto de su propia justicia. Es por eso que Esaú fue aborrecido mientras que Jacob se convirtió en aquel que respondió al llamado de la justicia de Dios.
Todas estas verdades bíblicas deben de ser entendidas dentro de la fe que sabe y cree en el amor de la justicia de Dios. Si alguien trata de resolver el rompecabezas de la predestinación de Dios sin el conocimiento correcto del justo amor de Dios, él/ella caerán en la trampa que él/ella se ha preparado, guiándolo a su propia destrucción.
Dios puso la predestinación para revelar el amor de su justicia. Jacob fue un hombre que llego a reconocer sus limitaciones y creyó en la Palabra de la justicia de Dios. Que Dios amó a Jacob mientras aborreció a Esaú, esto es lo justo. Ante la justa vista de Dios, todos merecen su ira, pero él nos proveyó con su redención para todos aquellos que creen en su justicia. Aquellos que están vestidos en misericordia ante Dios son aquellos que no se jactan de su propia justicia, sino creen en la justicia de Dios como su redención. Esta es la gente que confiesa, “Merezco ser condenado en el infierno por mis pecados. Señor Dios, ten misericordia de mi y enséñame tú justicia.”
Dios da la remisión de pecados a aquellos que creen en su justo amor y este es plan de Dios para nosotros, convertirnos en sus hijos y él ya nos lo ha revelado a nosotros. No debes mal interpretar el plan de Dios de amar a Jacob y aborrecer a Esaú. Si por cualquier cosa, no has entendido la justicia de Dios, entonces es tiempo de que creas de nuevo en el justo amor de la justicia de Dios.
Yo creo en la justicia de Dios. Aquellos que pueden entender correctamente el justo amor de Dios, también pueden creer correctamente en la justa Providencia de Dios dentro de su justicia. Pero solo unos cuantos en este mundo tienen el entendimiento correcto del justo plan de Dios y creen en él y muchos están plagados por la mala interpretación de Dios.
Esta gente piensa que ya que la Escritura nos dice que Dios aborreció a Esaú, alguna gente es puesta por Dios para ser aborrecida arbitrariamente por él, como si fuera su destino ser aborrecidos por él. Pero nuestros Dios no es un Dios déspota. Dios es un juez que es justo y equitativo en su justicia. Dios quiere darle a cada uno de nosotros su justa misericordia y amor.
Dios quiso darnos su justicia a través de Jesucristo y el vistió a aquellos que creyeron en su justicia, en su misericordia y los hizo sus hijos.
Esta verdad es revelada en el Nuevo Testamento en Mateo 9:12-13 donde Jesús dice, “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” Aquellos que están bien no tienen necesidad de doctores, aún pueden pensar de ellos como que son molestos. Así como la gente no se da cuenta de la importancia de los doctores cuando están saludables, no se dan cuenta de la importancia de recibir la Justicia de Dios en sus corazones creyendo en ella. Sin conocer la justicia de Dios, se encuentran ocupados persiguiendo su propia justicia.
Pero los pecadores deben de abandonar su propia justicia y creer en la justicia de Dios. Puedes ser Jacob o Esaú ante Dios. ¿Quién quieres ser? El castigo y la recompensa de Dios dependerá de tú decisión, si crees o no en la redención de la justicia de Dios.
No hay nada malo con Dios
Cada persona es por naturaleza un ser competitivo. Algunos de ellos pueden ser gente altamente inteligente y exitosa, y algunos puede que hayan hecho muchas obras buenas por otros. Pero sin el entendimiento de la fe en la justicia de Dios, no tendrán la aprobación de Dios. Todos, tú y yo, aún los israelíes estaban para ser condenados al infierno ante Dios. A pesar de esto, hemos sido justificados, no por nuestros propios esfuerzos, obras o fuerzas, sino solo por nuestra fe en la misma justicia de Dios.
Debido a que Dios ha dado imparcial y justamente su justo amor, todos aquellos que creen en el pueden ser liberados de todos sus pecados. Dios no es un Dios injusto, como puede que tú hayas pensado de él.
Si recibe uno o no la bendición de la redención de Dios depende de si él/ella la reciba o la rechace. Es por eso que alguna gente se convierte en vaso de ira, mientras que otros son vasos de misericordia como Jacob, para decirlo de otra manera, se convirtió en vaso de misericordia, mientras que Esaú terminó como vaso de ira.
Pero algunos teólogos y aquellos que no tienen el Espíritu Santo frecuentemente calumnian a Dios. Dicen, “Mira, ¿acaso no hizo Dios de Faraón un vaso de ira? ¡Mira a Jacob y Esaú! ¡Mira a Rebeca! ¡Mira lo que el alfarero ha hecho! ¿Acaso Dios no hizo a alguien vaso de honra desde el principio? ¡Esto solo puede ser el destino!” su lógica es como sigue: alguna gente ya fue elegida para ser hijos de Dios aún antes de sus nacimientos; y tal gente que fue predestinada y elegida para ser vestida en el amor de Dios todos se convirtieron en sus hijos, mientras que los potros se dirigen al infierno. Es así como atacan la elección de Dios. Pero Dios dio su justicia a todos e imparcialmente elige a aquellos que creen en ella.
Llegamos a ser justificados por creer en la justicia de Dios, cuando de hecho, no éramos su pueblo antes de esto. Dios puede aprobar nuestra fe debido a que llegamos a ser justificados por creer en el evangelio del agua y el Espíritu a través de su Palabra. Esta es la verdad del evangelio que muestra el sorprendente poder de Dios.
Originalmente no teníamos a Dios en nosotros, no lo conocíamos a él y éramos todos pecadores, pero creyendo en la justicia de Dios hemos llegado a ser su pueblo. El evangelio del agua y el Espíritu, en el cual creemos, no es un evangelio incompleto, sino perfecto y completo. Debemos alabar a Dios por darnos la verdad por la cual podemos obtener su justicia.
Nuestras vidas pueden estar llenas de problemas, pero no debemos olvidar la justicia de Dios, ya que Dios nos ha enseñado la grandeza de su poder. La persona más feliz en todo el universo es aquel que conoce la justicia de Dios. Para aquellos que creemos en Dios, la Divina Trinidad es el padre de la misericordia. Él es nuestro santo Dios. Él puso la fe en la justicia de Dios en las almas de aquellos que creemos en ella. Fuimos hechos hijos de Dios y los receptores de su gracia y bendiciones, conociendo y creyendo en su justicia.
Aún así mucha gente está preocupada por sus propios esfuerzos en hacer buenas obras. Dando ofrendas, ofreciéndose como voluntarios para la iglesia, haciendo grandes donaciones a ella y compitiendo con otros–puedes pensar que todas estas son buenas obras, pero por si mismas no pueden y no te salvarán. Enfocándose en estas obras solamente no es una indicación de tu fe en la justicia de Dios, pero si es un indicador de que estas persiguiendo tu propia justicia. Aquellos que están preocupados con los esfuerzos de su propia carne están en contra de Dios. Son estos quienes no conocen la justicia de Dios y que están preocupados con estos asuntos de la carne.
La Escritura nos dice que la salvación de Dios no es dada a aquellos que corren tras ella, sino solo a aquellos que creen en su justicia. Esta misericordia puede ser recibida solo por creer en nuestro Dios misericordioso. No es por nuestras obras que somos amados por Dios, sino solo por creer en su justicia es que recibimos su misericordioso amor. Es por eso que la fe verdadera depende enteramente de si conocemos y creemos o no en la justicia de Dios.
¿Acaso no éramos seres inútiles desde el principio? ¿Y acaso no, debido a nuestra fe en la justicia de Dios, llegamos a ser muy nobles? Podemos guardar nuestra fe hasta el final solo creyendo en la justicia de Dios y enorgulleciéndonos en el hecho de que ahora nos hemos convertido en sus hijos.
Existen muchos en el mundo que hacen lo malo y afirman que no existe Dios, pero Dios tuvo misericordia de nosotros ya que creímos en su justicia. Somos verdaderamente nobles ante Dios y nuestro orgullo en Dios es bien merecido. Podemos encarar pruebas y tribulaciones mientras estamos en esta tierra, pero todos somos espiritualmente felices y ricos. Todos debemos seguir la justicia de Dios y exaltar a Jesucristo.
Dios hizo a todos los pecadores sus hijos, sin pecado, justos y perfectos ante él. Debemos de darnos cuenta sobre quién viene la justicia de Dios. Esta justicia de Dios ha completado todas nuestras limitaciones y ha lavado todos nuestros pecados culposos. Ya sea que creas en esta verdad o no, depende enteramente de ti. Tú, también, has sido totalmente salvado de tus pecados por la justicia de Dios. ¿Qué harás entonces? ¿Pospondrás tu decisión de creer para mañana?
Que la justicia de Dios sea contigo.
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