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דרשות

Tema 15: Gálatas

[Capítulo 2-3] Por fe en el Hijo de Dios, ¿hemos muerto y resucitado con Él? (Gálatas 2, 20)

Por fe en el Hijo de Dios, ¿hemos muerto y resucitado con Él?(Gálatas 2, 20)
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.».
 


¿Ha sido su fe crucificada y devuelta a la vida con Jesucristo?


El pasaje de las Escrituras de hoy viene de Gálatas 2, 20, un pasaje que hemos escuchado muchas veces y que ya conocemos. Dice: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.».
La Biblia dice que es necesario que los hombres mueran una vez, y después de esta muerte, viene el juicio. Por tanto los que no conocen ni creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, nacen en este mundo una vez, y mueren dos veces, porque mueren una vez físicamente y otra espiritualmente. Sin embargo recibimos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu a los ojos de Dios, al mismo tiempo morimos una vez y somos devueltos a la vida al creer en este Evangelio. Así es como nacemos de nuevo. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han sido crucificados con Cristo, y entonces han sido devueltos a la vida, recibiendo una vida nueva. Por tanto los que han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, sus pasados murieron con Cristo y su presente ha sido devuelto a la vida con Cristo.
Nuestras almas, mientras creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no viven como en el pasado, sino como nuevas criaturas. Para tener la verdadera fe en Dios, debemos creer que Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz, y se levantó de entre los muertos. Sólo cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos ser los verdaderos nacidos de nuevo que viven con Cristo. Gracias a nuestro Señor, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han muerto con Jesucristo y han sido devueltos a la vida con Él, y ahora viven con Cristo para siempre. Este es el misterio de ser nacido de nuevo.
Una vez dicho esto, ¿a quién sirven los nacidos de nuevo? Por supuesto deben servir al Señor al predicar Su Evangelio. ¿Pero cómo son sus vidas en realidad? ¿No sirven a su propia carne, aunque hayan muerto con Jesucristo? Hay veces en que los nacidos de nuevo servimos a nuestra carne, y hay veces en que servimos a Dios y a Su Evangelio en obediencia al Espíritu Santo.
Mientras que los nacidos vivimos nuestras vidas en este mundo, a veces somos atormentados por tener que escoger entre servirnos a nosotros mismos y servir a Dios. Esto se debe a que debemos reconocer el hecho de que con Jesucristo hemos muertos en este mundo. Cuando sabemos bien que nuestro pasado ha muerto en Jesucristo, no debemos vagar por este mundo. La razón por la que dudamos entre el Reino de Dios y nosotros mismos, es por que estamos más preocupados por nosotros mismos que por difundir el Evangelio, y por la que agonizamos por el mundo, es que no estamos unidos totalmente con Cristo. Por tanto los cristianos que han sido unidos con Cristo en Su bautismo, muerte y resurrección, no tienen que vacilar entre este mundo y el Reino de Dios.
Nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos servir a dos maestros al mismo tiempo, tal y como nos dijo nuestro Señor. Por tanto, entre servirnos a nosotros mismos y servir al Evangelio del Señor, debemos escoger una de las dos opciones. Sólo entonces podemos servir fielmente a nuestro maestro. Pero no es fácil dejar a uno de los dos maestros. Deben darse cuenta de que es su avaricia la que quiere que sirvan a los dos maestros al mismo tiempo. Y cuando nosotros, los cristianos, nos hacemos avariciosos y queremos servir a dos maestros al mismo tiempo, acabamos confundiéndonos. La realidad es que como los cristianos queremos cumplir todas las tareas como seres humanos, nos resulta difícil vivir nuestras vidas de fe.
 


El maestro de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu es Jesucristo


Pocos cristianos tienen el conocimiento correcto de la Verdad de que hemos sido crucificados con Cristo y devueltos a la vida con Él. Si supiéramos esto, ni pensaríamos en ser fieles a nuestros deberes carnales como seres humanos. Y nos daríamos cuenta de que no tenemos nada que hacer en este mundo y todo que hacer con el Señor. Si nosotros creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, hemos muerto en Jesucristo. Si creemos que hemos sido crucificados con Jesucristo cuando fue bautizado y crucificado, ¿qué más podemos hacer en este mundo? Si creemos en esto, nuestro pasado ya no existe, y es Jesucristo quien vive en nosotros. Para nosotros los cristianos, nuestra existencia se encuentra en Jesucristo.
Por nuestros pecados, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz en nuestro lugar y se levantó de ente los muertos. Como los que creen en esta Verdad de salvación han muerto con Jesucristo, saben que no existen ellos mismos, sino que es Cristo quien vive en ellos. Jesucristo ha llegado a nuestros corazones a través del Evangelio del agua y el Espíritu, Él está con nosotros, nos ha guiado, se ha convertido en nuestro Maestro, y nos ha permitido servir al Señor durante el resto de nuestras vidas. Al hacernos Sus siervos, nuestro Señor nos ha permitido servirle como nuestro Maestro. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, en otras palabras, no servimos al pecado, sino que hemos llegado a servir al amor de Dios. En el Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes también conocerán esta fe. Para nosotros, los cristianos, nuestro pasado ya no está presente, pero somos nuevas personas. Esto se debe a que no somos nosotros los que vivimos, sino que es el Señor quien vive en nosotros.
¿Creen que han sido crucificados con Cristo? ¿Conocen y creen en la Verdad de que Jesús nos ha salvado perfectamente de los pecados del mundo? A través de Jesús, hemos llegado a conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y a creer en él, y así hemos recibido la remisión de nuestros pecados. Para ser librados de los pecados del mundo, debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. De ahora en adelante, no somos nuestros propios maestros. Para los que han recibido la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, sólo el Señor es Su Maestro. Todos nosotros vivimos justamente como siervos de Jesucristo. Como hemos muerto y Cristo ahora vive en nosotros, tenemos que darnos cuenta de que viviremos vidas benditas como siervos de Jesucristo. Es justo que vivamos sirviendo a Jesucristo. Al darnos cuenta de que es nuestro Rey, somos los que le complacen viviendo nuestras vidas como Sus siervos. Debemos reconocer esto en nuestros corazones.
Cuando nos preguntamos a nosotros mismos: «¿Somos nuestros propios reyes, o es Jesucristo nuestro Rey?», la respuesta es que Jesucristo es nuestro Maestro y Rey. El nombre de Cristo significa «el Rey, el Sacerdote, el Profeta», y si alguien cree en esto, debe creer que el Señor es nuestro Rey. Entonces, ¿cómo nos identificamos nosotros ante Él? Somos los discípulos de Jesucristo que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Tenemos algo de los que estar orgullosos en Jesucristo por fe. Esto es el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no fuera por Jesucristo, no tendríamos nada de lo que estar orgullosos en nosotros mismos. Sólo somos Sus discípulos que pertenecen a Jesucristo, el Hijo de Dios. Les digo esto porque la Biblia dice: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.» (Gálatas 2, 20). Este pasaje contiene toda la palabra sobre cómo morimos en Jesucristo y resucitamos en Él. Como ya hemos muerto crucificados con Jesucristo cuando nuestro pasado murió al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no vivimos nuestra propia vida, sino que es la vida de Jesucristo que vive en nosotros.
¿Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, la respuesta a esta pregunta de por quién debemos vivir, debería estar clara. Debemos vivir sirviendo al Señor, nuestro Rey, y debemos realizar esta tarea por fe. Esto es porque, como el pasaje de las Escrituras de hoy dice, las vidas que vivimos en la carne, las vivimos por fe en el Hijo de Dios, que nos amó y se entregó por nosotros. Debemos darnos cuenta de que vivir el resto de nuestras vidas por fe en nuestro Señor, considerándonos siervos de la justicia, es vivir la verdadera vida cristiana.
 

¿Se dan cuenta de que en sus vidas son siervos de Jesucristo?

Es una alegría para nosotros el habernos convertido en los siervos de Jesucristo que vive en nosotros. Estamos contentos de pertenecer a Jesucristo, que nos ha librado de la destrucción, y estamos contentos de poder obedecer a Dios, en vez de a este mundo. Los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora viven para siempre como siervos del Señor, Su Maestro.
Para los que han recibido la remisión de los pecados, el Maestro de su ser es el Señor. Así que debemos darnos cuenta de quién es el Señor exactamente. Mis queridos hermanos, ¿quién está en nuestros corazones? El Espíritu Santo. ¿Quien es el Maestro de los que han recibido la remisión de los pecados? Jesucristo. Debemos vivir nuestras vidas por quién somos y cumpliendo nuestras tareas. En realidad, nuestro Maestro es Jesucristo, y este Maestro nos guía como nuestro Rey, porque vive en los corazones de todos los cristianos. Ustedes y yo debemos conocer a Jesucristo, el Señor de nuestros corazones, y debemos llevar nuestras vidas de fe dándonos cuenta de que somos los siervos que viven por su Maestro. Esto no es una simple doctrina, sino que es la verdadera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando el Apóstol Pablo dijo: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí » (Gálatas 2, 20), estaba haciendo su verdadera confesión de fe, diciendo que estaba crucificado. ¿Y ustedes? ¿Murieron con Jesucristo o no? Por supuesto que sí. Pero ustedes saben muy bien que esta muerte no significa el fin de nuestra existencia. Esto significa que tenemos nueva vida en Su Verdad. Nuestro Señor tomó nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz en nuestro lugar, y se levantó de entre los muertos. Por tanto hemos sido crucificados con Jesucristo y fuimos levantados de entre los muertos con Cristo. Como estamos en el Señor, y el Señor está en nosotros, las vidas que vivimos se viven por fe en Jesucristo.
Ustedes y yo ahora pertenecemos a Jesucristo. Él es nuestro Maestro y nosotros somos Sus siervos. En el mismo momento en que nacimos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, se nos ordenó que viviésemos nuestras vidas sirviendo a nuestro Maestro como Sus siervos. Esta es la vida que estamos predestinados a vivir como cristianos, y por eso debemos vivir como siervos de Cristo.
Mis queridos hermanos, una vez creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibimos la remisión de nuestros pecados, no podemos seguir siendo nuestros propios maestros. Si alguien sigue siendo su propio maestro incluso después de nacer de nuevo, esto significa que no ha cedido el trono de su corazón a Jesucristo. Esta gente no son siervos de Dios todavía, aunque hayan recibido la remisión de sus pecados. Y no se dan cuenta de que han muerto en Jesucristo. Nunca somos nuestros propios maestros. Ustedes y yo no somos nuestros maestros. Antes éramos nuestros propios maestros. Pero una vez recibimos la remisión de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos convertimos en los siervos de Jesucristo.
Mientras caminábamos según este mundo, según el príncipe del poder del aire (Efesos 2, 2), éramos nuestros propios maestros. En ese momento, estaba claro que estábamos destinados a ser malditos por nuestros pecados. Para salvar a estos seres, nuestro Señor tomó nuestros pecados de una vez por todas al ser bautizado en el río Jordán y murió en la Cruz en nuestro lugar por todos nuestros pecados. Al salvarnos y hacernos Sus siervos, Jesucristo nos ha permitido vivir nuestras vidas como verdaderos obreros y el verdadero pueblo del Reino de Dios.
Antes de nacer de nuevo, éramos nuestros propios maestros, pero una vez nacimos de nuevo, no pudimos continuar siendo nuestros maestros, porque habíamos muerto con Jesucristo. De hecho nuestro Maestro es Jesucristo. Nuestros antiguos maestros, nosotros mismos, murieron con Jesucristo. Como hemos sido devueltos a la vida al creer en Jesucristo, nuestro nuevo Maestro que nos ha salvado de todos nuestros pecados, hemos llegado a vivir nuestras vidas por el Evangelio de la justicia de Dios. De ahora en adelante, los que viven sus vidas como fieles siervos de Jesucristo son precisamente los que viven la verdadera vida de Dios a los ojos de Dios.
Como he recibido la verdadera remisión de mis pecados a través de mi fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, puedo hablar de esta unión con Cristo por fe. Si no hubiéramos creído en el Evangelio del agua y el Espíritu, no hubiéramos muerto con Jesucristo, ni hubiéramos sido devueltos a la vida con Él. Sin embargo, como la Verdad de Jesucristo nos ha salvado a través del agua y el Espíritu, es posible que muramos y resucitemos con Cristo por fe.
Podemos ver que para vivir la vida que complace al Señor, es justo servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Llegamos a aceptar en nuestros corazones que estamos destinados a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivir el resto de nuestras vidas como siervos de Dios, siguiendo y obedeciendo lo que nos pide el Señor. Desde el momento en que ustedes y yo fuimos salvados, estábamos predestinados a vivir la vida sirviendo a la justicia de Dios. Ahora nosotros, los cristianos, debemos vivir vidas gloriosas y benditas sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu. Deberíamos sentirnos libres para felicitarnos por el hecho de que ustedes y yo estamos destinados a vivir este tipo de vida.
Mis queridos hermanos, ¿se ha convertido Jesucristo en su Maestro? ¿Quieren convertirse en Sus siervos? La vida cristiana es simplemente la vida de un siervo de Cristo. Lo que el Apóstol Pablo nos está diciendo es que Jesucristo es nuestro Maestro. Esto es lo que Dios Padre nos está enseñando. Y el Espíritu Santo es nuestros corazones nos está diciendo lo mismo a ustedes y a mí. Jesús es el Maestro de nuestros corazones: «Ustedes son los siervos del Señor. Ustedes mismos han muerto con Jesucristo, y ahora viven como Sus siervos. Como su Maestro es glorioso, si sirven a este glorioso Señor, ustedes serán glorificados también. Ustedes son los siervos del Señor». Esto es lo que el Espíritu Santo en nuestros corazones nos está diciendo. Deben escuchar y entenderlo mientras viven sus vidas de fe.
¿Escuchan lo que Dios les está diciendo? Ustedes y yo debemos entender el significado de la Palabra de Dios y seguir Su voluntad. No podemos ser nuestros propios maestros. Ya no somos nuestros propios maestros. Hemos muerto con Jesucristo hace 2.000 años. Los que hemos muerto con Jesucristo y hemos sido devueltos a la vida con Él, ya no somos nuestros propios maestros, sino que somos los siervos de Cristo. No somos los siervos del mundo, sino que nos hemos convertido en siervos de Cristo, nuestro Dios glorificado.
Dios nos ha preparado vidas benditas. Cuando vivimos nuestras vidas sirviendo al Maestro como Sus siervos, el Señor nos reviste de Su gloria y revela Su gloria a través de nosotros. El Señor se complace con nuestro servicio fiel, y nos permite ver más gloria de Dios y ser revestidos de más bendiciones. Nuestro Señor ha preparado esta vida para nosotros, los cristianos.
Debemos vivir la vida de verdadera fe en unión con Jesucristo. Debemos conocer la vida que Dios nos ha preparado. Vivos o muertos, somos los que sirven a Cristo. Los que han sido salvados a través del Evangelio del agua y el Espíritu son los que sirven a Jesucristo, nuestro Maestro. Hemos llegado a difundir Su Evangelio por todo el mundo como Sus siervos. Ya comamos o bebamos, hagamos lo que hagamos, servimos al Señor. Y debemos vivir por la gloria de Dios. Sabiendo perfectamente que este es el destino que nos espera, lo aceptamos por fe. ¿Lo acepta? ¿Han preparado sus corazones para servir al Maestro durante el resto de sus vidas? ¿Creen que este es el destino que Dios les ha preparado? Esto es lo que Dios nos dijo a través del pasaje de las Escrituras de hoy.
Ustedes y yo somos los siervos que sirven al Maestro, Jesucristo, nuestro Señor. Debemos recordar esto siempre mientras vivimos nuestras vidas.
 

Nuestra antigua fe es lo contrario de la Verdad

Lo que creímos, sentimos y aprendimos antes de nacer de nuevo era lo contrario a la Palabra de Verdad revelada en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, teníamos creencias carnales y desobedecíamos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y nos comportábamos mal. La manera en la que pensábamos en la Verdad de Dios y llegamos a una decisión, y lo que considerábamos ser correcto antes de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, era todo contrario a la Verdad.
Durante un tiempo, los llamados «seminarios de curación interior» eran muy populares entre los cristianos. Estos programas afirmaban poder curar las heridas interiores de la gente. Pero no tenía mucho que ver con la Palabra de Dios, y era más bien un tratamiento psiquiátrico para curar las heridas emocionales a través de la empatía. Este programa intentaba curar a la gente mediante métodos humanos, en vez de utilizar la perspectiva de Dios, y tenía bastantes errores.
A continuación relataré un ejemplo de uno de estos programas en el que presuntamente se curó un corazón herido. El líder del encuentro le pidió al herido que dijera lo siguiente: «He vivido toda mi vida con un corazón herido por mis padres. Hasta este día, no pude decirle a nadie lo que sufrí en mi infancia. No podía perdonar a mis padres, así que esto se quedó como una herida en mi corazón. Odiaba a mis padres y me rebelé contra ellos. Mi corazón estaba muy dolido, y hasta ahora no ha sido curado. Pero cuando Jesucristo derramó Su sangre y murió por nuestros pecados en nuestro lugar, si no puedo perdonar a mis padres, es culpa mía».
La noción de la curación interior consiste en considerar estas heridas del corazón a la luz de lo que Jesucristo sufrió por nosotros, en pensar en nuestra necesidad, como los perdonados, de tener misericordia de los demás y de perdonarles también, y en curar nuestras almas por nuestra cuenta. La esencia de la curación interior es dejar salir las heridas del pasado causadas por otros y decir: «A través de Jesucristo, perdono a los que me han herido. Les perdono en el nombre de Jesucristo». Sin embargo esto sólo cura a carne y no es la obra de salvación que permite que todo el mundo sea perdonado de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Puede que piensen que es lo mismo. Pero no es así. La cuestión es qué motiva a un hombre a curar las heridas de su corazón, y a curar las heridas de los corazones de los demás. ¿Viene esta motivación de su corazón o viene de la fe en la Verdad de Dios? Saber esto es muy importante para curar las heridas del alma de todo el mundo correctamente.
En el pasaje de las Escrituras de hoy, Pablo está diciendo que ha sido crucificado con Cristo. Dio testimonió de que nuestro ser estaba destinado a morir por los pecados, y que hemos muerto al creer en Jesucristo. Pero los seminarios de curación interior intentan devolver el ser carnal a la vida, cuando ya había muerto. En otras palabras, estos seminarios sólo sirven para devolver el pasado a la vida. Esta fe es diferente a la fe en morir y vivir con Jesucristo. Pero a pesar de esto, la gente quiere curar a sus viejos seres, aunque no tengan la fe que les permite morir con Jesucristo y vivir con Él.
Incluso después de recibir la remisión de los pecados, mucha gente quiere mantener su pasado. Incluso cuando se nos dice que hemos muerto con Jesucristo, todavía deseamos salvar nuestro pasado. ¿No desean esto? Si lo desean, es muy difícil seguir al Señor. Nuestros pensamientos deben ser compatibles con el Señor; si nuestros pensamientos se alejan de Él, nuestra fe espiritual no es congruente con Él y por tanto no podemos seguir al Señor correctamente. Si, en los corazones de la gente que ha recibido la remisión de sus pecados, no hay el tipo de fe que se une con Cristo, es natural que sus vidas de fe estén en constante lucha. Deben creer que han muerto con Jesucristo.
Debemos escuchar atentamente lo que el Señor nos dijo: « El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. » (Juan 12, 25). Como éramos fundamentalmente pecadores, teníamos que ir necesariamente al infierno. Pero para la gente como nosotros, a través de Su bautismo, Jesucristo tomó los pecados del mundo en el río Jordán, derramó Su sangre en la Cruz en nuestro lugar, y se levantó de entre los muertos. Al hacer esto borró todos nuestros pecados y nuestra condena. Y nos permitió morir y ser devueltos ala vida al creer en el Señor, y vivir ahora como siervos de Jesucristo, el Rey de la justicia. Por tanto hemos muerto y sido devueltos a la vida con Cristo, nuestro Señor.
Como los que hemos muerto con Jesucristo por fe, ¿qué hay que podamos hacer por nosotros mismos? No hay nada. Pero a pesar de esto si intentamos revivir nuestro pasado en vez de morir por fe, no nos convertimos en siervos de Dios, sino que nos convertimos en nuestros propios maestros que intentan utilizar al Señor. Entonces nosotros nos convertimos en nuestros propios maestros. ¿No sería muy difícil seguir al Señor? ¿Cómo podríamos hacerlo?
Los seres humanos piensan lo contrario que Jesús, porque desde el día en que nacieron en este mundo, sólo han aprendido a asegurar su propia supervivencia. Su egoísmo no es aprendido, sino que sus corazones están llenos del deseo de vivir por ellos mismos solamente. Básicamente todos los seres humanos viven por instinto a no ser que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto viven sus vidas carnales, destinados a vivir de esta manera.
Por tanto, debemos morir y vivir de nuevo con el Señor al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ustedes y yo debemos creer que hemos muerto y hemos sido devueltos a la vida con Jesucristo. Cuando ustedes y yo nos miramos a la luz del Evangelio del agua y el Espíritu, somos los que han muerto con Jesucristo y hemos sido levantados con Él. Nuestros pasados han dejado de existir en Jesucristo. Ahora existimos en Jesucristo, sólo por fe y por el Espíritu Santo. Como está escrito: « De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas » (2 Corintios 5, 17). Como nuestros egos han muerto con Jesucristo, estamos muertos y hemos sido devueltos a la vida con Cristo.
¿Y qué hay de ustedes? ¿Está el ego todavía vivo en ustedes? Si de verdad creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado, es imposible que su pasado exista. De hecho, si conocen la Verdad, se darán cuenta de que han muerto con Jesucristo y han sido devueltos a la vida con Él. Antes habían vivido según los deseos de su ego, pero ahora no viven con sus pasados, sino que al vivir por fe en Cristo como su Salvador, hemos muerto con Cristo y hemos sido devueltos a la vida con el Cristo resucitado.
Si no hubiéramos muerto con Jesucristo, nuestros egos podrían haberse convertido en un veneno mortal para nuestras vidas espirituales. Por tanto intentar curar nuestro pasado y devolverlos a la vida es lo mismo que rechazar a Jesucristo. Por eso irían en contra de Jesucristo en vez de ir con Jesucristo.
Puede que hayan pasado por muchos momentos duros hasta ahora. Puede que sus recuerdos aún les duelan. Pero deben reconocer la razón por la que Dios les ha dado estos momentos duros para que podamos presentarnos ante Jesucristo y ser perdonados por todos nuestros pecados al creer en Él. Al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha hecho vivir por fe. El Señor nos ha salvado al hacer morir nuestro pasado con Jesucristo y devolvernos a la vida. Nuestro Señor nos dio una vida nueva al hacernos morir. Por eso Dios ha permitido que pasemos por momentos duros y todo tipo de situaciones, para llevarnos a Su salvación. Pero la gente, desconociendo la voluntad de Dios, intenta superar sus dificultades a través de sus recursos humanos. Estos pensamientos y creencias son fundamentalmente erróneos.
Como nuestras vidas están en unión con Jesucristo ahora, nuestro pasado ha acabado. Dios nos hizo morir y vivir de nuevo con Jesucristo para poder darnos nueva vida y permitirnos vivir vidas justas. Aún así vemos que la gente intenta hacer todo lo posible por conservar su pasado y para sobrevivir, en vez de buscar el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de la nueva vida. Estos son ideas hechas por el hombre y son ideas satánicas y pecados que se alejan del pensamiento de Dios. Quien no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y vive en él está en contra de Dios.
Para poder seguir al Señor nuestros propios pensamientos son obstáculos. Nuestros propios pensamientos, nuestra maldad y nuestros egos nos exaltan a los seres humanos, y cuando nuestros pensamientos humanos son exaltados, estamos en contra de la justicia de Dios. Por tanto deben darse cuenta que una vez hayan recibido la remisión de sus pecados, ustedes mismos han muerto en Jesucristo y han recibido la vida eterna. Ahora deben darse cuenta de que hemos muerto y hemos sido devueltos a la vida con Cristo. Ahora que hemos muerto con Jesucristo en el Evangelio del agua y el Espíritu por fe, los muertos no pueden hacer nada. Por tanto como no podemos hacer nada por nuestra cuenta, vivimos pidiendo ayuda al Señor y poniendo nuestra fe en la Verdad. Aún es más, como hemos muerto con Él, no hace falta que cumplamos nuestros deseos, sino que al contrario, vivimos por fe deseando que la voluntad de Dios se cumpla.
La Biblia dice: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, 27). Aunque nuestros cuerpos no están muertos, por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestras almas han muerto con Jesucristo y han sido devueltas a la vida. Todo lo que poseemos, desde nuestros pensamientos hasta nuestros egos, nuestra terquedad, y nuestra avaricia, todas estas cosas han sido crucificadas en la Cruz con Jesucristo. ¿Y qué pasa con nuestros egos? ¿Se han ido en la Verdad? Todos ellos han acabado al ser crucificados en la Cruz. Todo lo que les queda es vivir por Dios por fe. No es porque alguien les esté diciendo que no hagan nada más, sino porque han muerto. Cuando uno muere, no desea hacer nada por su pasado.
Mis queridos hermanos, ¿entienden ahora lo que significa cuando les digo que han muerto? ¿Qué pueden conseguir al pedir algo a los muertos o maldecir a un cadáver? Como hemos muerto, no importa cómo somos, y no tenemos nada que hacer con los que no han muerto en Cristo. Todo lo que tenemos que hacer es saber cuál es la voluntad de Dios, y vivir nuestras nuevas vidas en Jesucristo por fe. Cuando vivimos por el objetivo de exaltar a Jesucristo, nuestro Señor nos glorificará también. En otras palabras, Dios se complace en que vivamos nuestras vidas justas con el Evangelio del agua y el Espíritu.
 

Debemos vivir la vida por fe que nos permite morir y resucitar con Jesucristo

Como algunos de ustedes ya deben saber, incluso las religiones del mundo enseñan que se debe llegar a la emancipación. Las religiones del mundo intentan que la gente se de cuenta de que no son nada, pero la Biblia ya ha contestado esta pregunta en Jesucristo mediante la eterna Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque nuestra carne esté viva, hemos muerto. Debemos entender que hemos muerto en Jesucristo y hemos sido devueltos a la vida. En las religiones de este mundo no hay un mediador como Jesucristo, y por tanto los seguidores no pueden morir por fe y ser devueltos a la vida. Sin embargo nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos morir con Jesucristo y vivir con Él por fe. La Verdad que se encuentra en este Evangelio del agua y el Espíritu es maravillosa.
Mientras ustedes y yo vivimos nuestras vidas, debemos meditar cuanto más mejor sobre el hecho de que hemos muerto con Jesucristo. Sé muy bien y creo firmemente que he muerto en Cristo. Por eso no tengo ningún deseo de triunfar en este mundo. Sé que Dios no quiere que exalte mi propia carne. Cuando mi pasado está muerto, ¿de qué sirve exaltarse en este mundo? Mientras sigo al Señor, sólo quiero que mi Señor sea exaltado y creo que esto es lo que tengo que hacer como uno de los siervos de Dios. ¿Qué más da que sea exaltado o humillado en Cristo? Mi propia exaltación no lleva a nadie a ser salvado del pecado, pero si la gente puede ser salvada de sus pecados cuando me humillo, entonces me humillaré con gusto cientos de veces.
El hecho de que les esté instruyendo sobre esto es por Jesús. A los santos que no siguen la voluntad de Dios correctamente, les pido que trabajen sus vidas espirituales, para que puedan vivir como siervos de Dios. Por otro lado, los que siguen de verdad la voluntad del Señor fielmente, no deben ser reprendidos sino que se les debe animar. Por encima de todo necesitamos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos da Jesucristo. Debemos vivir para difundir el Evangelio del agua y el Espíritu.
La razón por la que, a pesar de esto, nuestros pasados salen a la superficie en este mundo, es que no apreciamos lo suficiente que nuestros pasados hayan muerto, y que no hemos rechazado los pensamientos malos. Así que si no hemos muerto todavía y el Señor está vivo en nosotros, será difícil trabajar con Él. Como continuamos perdonando nuestros pasados, nuestros egos siguen en la superficie, y por eso acabamos estando en contra de la voluntad del Señor. Debemos darnos cuenta de que hemos muerto en Jesucristo, y debemos creer que hemos sido devueltos a la vida con Jesucristo y recibido vida eterna.
Algunos de ustedes pensarán: «He tenido este sueño carnal desde hace tiempo y haré todo lo posible por hacerlo realidad». Pensar así significa que todavía sueñan con triunfar en la carne, porque no se dan cuenta de que han muerto. Piensen en ello. ¿Son los mismos que eran antes? Por supuesto que no. Pero aún así se engañan a sí mismos. Al no saber que sus pasados han muerto en Jesucristo con Él, deben darse cuenta de que están siendo engañados, y volver a la fe ahora mismo.
Mis queridos hermanos, ¿saben qué tipo de hombre era yo antes? Solía pensar que sería ministro en una pequeña iglesia. Pensé que mi iglesia tenía que ser por lo menos tan grande como una escuela. ¿Por qué? Porque consideré que mi iglesia debía ser un lugar de culto adecuado, instalaciones educativas y un espacio de oficinas para cada uno de los órganos de la iglesia, tales como la biblioteca, el ministerio de jóvenes, escuela de los domingos, ministerio de adultos, ministerio de mujeres, ministerio de servicios sociales y el resto. Así que mi iglesia debía tener el tamaño de una escuela. Yo creía en que educaría a la congregación. Como consideraba que era un requisito imprescindible educar a la congregación, pensé que la iglesia debía ser tan grande como una escuela.
Pero ya no soy así. Ahora estoy contento con tener un lugar donde dar culto a Dios, aunque sea un sótano o una casa con un tejado con goteras. El lugar donde predicamos puede convertirse en un sitio para comer y en un sitio para estudiar la Biblia. Antes solía pensar que tenía que haber diferentes sitios para el lugar de culto y el lugar donde comer. Ahora he cambiado de opinión. Esto es porque mis objetivos en la vida han cambiado. Antes intentaba satisfacer mis propios deseos, pero ahora quiero cumplir la voluntad de Dios, en vez de la mía propia. Ahora pienso: «Si hago esto, ¿es beneficioso para cumplir la voluntad de Dios?». Ya no pienso: «Si hago esto, ¿seré famoso?». Si hubiera pensado en mis propios deseos, no habría podido hacer la obra del Señor hasta este día.
Ya no pienso en mí mismo o en mis deseos carnales. Estoy seguro de que ustedes también son iguales que yo, porque si hubieran seguido sus deseos carnales, no vivirían por fe ahora. Creo que si tenemos un objetivo espiritual, debemos perseguirlo por fe. Nuestros sueños carnales y ambiciones están en contra de nuestras vidas espirituales. Gracias al Señor tenemos nuestros ideales espirituales y ambiciones.
Sus egos carnales quieren seguir construyendo algo para ustedes mismos, como si estuvieran construyendo una Torre de Babel. Sin embargo, cuando vienen a Cristo, reciben la remisión de sus pecados y se convierten en santos por fe, Dios desecha cada uno de sus deseos uno por uno. Una vez sus deseos han desaparecido, sólo queda la base, el amor propio. Así que le dicen a Dios: «Por lo menos déjame esto», pero Él lo desecha, lo corta con un hacha y lo saca. Entonces sus deseos dicen: «No, eso sí que no. Sin esto dejaré de existir». Pero Dios les dice: «No, en realidad dejaste de existir hace tiempo. Es Cristo quien vive en ti, tú has muerto».
Dios nos quitó todos los egos carnales. Nosotros todavía queremos agarrarnos a la última gota de amor propio, pero no debemos hacer esto. En Jesucristo, deben morir y ser devueltos a la vida por fe. Ahora, en vez de pedir a Dios que pare de romper lo que es suyo, deben dejar su pasado y vivir de nuevo por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Alguna gente dice: «Dios, ¿no es suficiente con que rompas mi carne? Por favor, deja mi amor propio. Me gustaría confiar en ella ahora». Por su fe en Cristo, deben arrancar la raíz de sus deseos carnales e incluso su amor propio, y deben ser devueltos a la vida con Jesucristo. Debemos arrancar la raíz de la maldad de nuestras vidas de fe; si esta raíz sigue viva, pronto nuevas ramas aparecerán con más fuerza. Así que no deberíamos pedir a Dios que deje en paz nuestros deseos.
El Señor nos está diciendo que no podemos servirle si seguimos así. Él nos dice: «Mientras sigas esclavo de lo que tu carne quiere y la sigas, no puedes servirme como tu Maestro». En otras palabras, no somos nosotros los que vivimos, pero debemos estar en el Señor y el Señor debe estar en nosotros, para ser uno con Él. Debemos nacer de nuevo por fe como nuevas criaturas.
 

Deben vivir por fe unidos con Jesucristo

No está bien que sigamos intentando separarnos de Cristo porque hemos nacido de nuevo como nuevas criaturas en Jesucristo. En Jesucristo no debería haber un ego que nos separe de Él. Nos hemos sacado esa espina de la carne, llamada ego, y la hemos quemado. Deben darse cuenta de que hemos arrancado de raíz nuestro pasado y lo hemos crucificado.
«Estoy crucificado con Cristo». Mis queridos hermanos, hemos sido crucificados. Ustedes y yo hemos sido crucificados en la Cruz con Jesucristo, como el Apóstol Pablo dijo: « Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. » (Gálatas 5, 24). ¿Existimos nosotros mismos en la carne? No. ¿No morimos en Jesucristo con Él? Sí. ¿Y han sido devueltos a la vida? Sí, han sido devueltos a la vida.
Al venir Jesucristo a este mundo, aceptar los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan, y morir en la Cruz, todos nuestros pecados han sido borrados, toda la condena del pecado ha desaparecido, y nuestros egos han muerto al instante. Pero a pesar de todo esto, hay gente que tiembla de miedo cuando sus debilidades y su maldad son reveladas. Pero todas nuestras debilidades e insuficiencias han muerto con Jesucristo. Nacer de nuevo ya no es nuestra meta. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu han nacido de nuevo, y por eso no tenemos nada que ver con nuestros pecados, ni con nuestras debilidades e insuficiencias.
¿Cómo somos? ¿No tenemos miedo aunque tengamos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu? Puede que se lamenten: «Moriré así. Moriré». ¿No tienen miedo porque piensan que morirán si dejan todos sus deseos carnales? Todas sus preocupaciones tienen que ver con la muerte.
Por eso la gente tiene miedo a la muerte- Aunque la gente tiene miedo a la muerte y a su destrucción, nuestro pasado debe morir con Cristo. Cuando morimos con Cristo completamente, recibimos nueva vida de nuestro Señor, para no morir nunca. Y entonces disfrutamos de la gloria en Jesucristo. Sólo cuando nuestro pasado muere, puede nuestra nueva vida prosperar. El Señor dijo: « Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. ». Como los principios del Reino de Dios son diferentes a los del mundo, sorprendentemente, sólo cuando uno muere, puede tener éxito en su nueva vida. Del mismo modo en que la Cruz significa ser condenado por los pecados y morir, si ustedes y yo morimos con Cristo y vivimos con Él, recibiremos la bendición de convertirse en hijos de Dios. Cuando nos convertimos en hijos de Dios, recibiremos todas las bendiciones espirituales, así como las bendiciones de la tierra.
Incluso los grandes hombres del mundo deben darse cuenta de que son meras criaturas que necesitan ser salvadas. Si uno cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y ha recibido la remisión de los pecados, debe darse cuenta de que ha muerto, y ahora debe vivir con Cristo. Aún así, ¿no desean ser salvados de sus pecados y su muerte al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Cuando uno muere en Cristo y su pasado se desvanece completamente, no tiene más remedio que vivir a través del Señor y esto constituye una gran bendición. Pero si uno no muere espiritualmente en Jesucristo ahora, intentará protegerse y hacer lo posible por reconstruirse.
Del mismo modo en que los países devastados por las guerras intentan reconstruir sus naciones, la gente intenta volver al pasado que ha muerto en Jesucristo. Sin embargo, una vez uno es crucificado en Jesucristo, no puede vivir por su cuenta, y por tanto llega a confiar en el Señor y a vivir por fe. Como hemos muerto en Jesucristo y hemos sido devueltos a la vida una vez más, no confiamos en nosotros mismos, sino que somos capaces de hacer todo confiando en nuestro Señor.
Cuando fui librado de todos mis pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, mis amigos me veían como un fracasado, mi familia política me veía como un fracasado, y yo también me veía como un fracasado. Como creía en la Palabra del Señor, no estaba con ellos, y como ellos me rechazaban, eso significaba que había fracasado en este mundo. Mis amigos todavía no están muertos en este mundo, y por tanto todavía intentan satisfacer sus deseos. Pero ahora al haber fracasado una vez, hablo con confianza en Jesucristo, predicando el Evangelio del agua y el Espíritu y viviendo justamente por Dios y por todo el mundo.
Todo el mundo, no importa quien sea, debe morir con Cristo una vez y ser devuelto a la vida de nuevo. Si uno fracasa por sí mismo, es difícil recuperarse, pero si muere con Cristo y es devuelto a la vida para siempre, la victoria es suya. « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. ». Ahora, nuestros pasados ya no existen, y nuestro nuevo ser se encuentra en el Espíritu Santo. Ahora debemos darnos cuenta de que hemos muerto con Cristo y hemos sido devueltos a la vida con Él. Los deseos de nuestro pasado han acabado y los deseos de nuestra nueva vida como nacidos de nuevo han empezado.
Nosotros, los cristianos, estamos felices cuando morimos en Jesucristo. Todas nuestras preocupaciones y problemas surgen por el hecho de que no hemos muerto todavía. Cuando estamos preocupados por nosotros mismos, deberíamos pensar: «Estoy crucificado con Cristo» y desde el momento en que nos demos cuenta de que: «He sido crucificado hasta morir con Cristo. Como estoy muerto, ¿qué puede hacer un hombre muerto? Nada» la verdadera paz nos llegará. Desde ese momento en que nos damos cuenta de que no podemos hacer nada sin el Señor, aprendemos lo que es la verdadera fe. Desde ese momento aprendemos a confiar en el Señor y a usar nuestra fe en el Señor.
A través de la Palabra de Jesucristo, hemos muerto con Él y ahora hemos sido devueltos a la fe. Sin embargo en los corazones del pueblo de Dios todavía quedan sedimentos de la fe, y esto se debe a nuestros pensamientos carnales. Pero a medida que pasa el tiempo, nos damos cuenta de que no tienen ningún poder. En Jesucristo hemos muerto con Él y hemos sido devueltos a la vida con Él. Cuando vivimos nuestras vidas de fe sin darnos cuenta de que hemos muerto, vemos que la confusión tiene que desaparecer de nuestros corazones. Esto es muy perjudicial para nuestra fe. ¿Creen que han muerto en la Verdad?
Juan 5, 24: « De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida ». Aquí la Palabra de Cristo significa que cuando Jesucristo fue bautizado y murió en la Cruz, todos los pecados del mundo fueron pasados a Él a través de Su bautismo, y que morimos con Jesucristo y fuimos devueltos a la vida con Jesucristo. Por tanto es una mala idea intentar resucitar y revivir nuestro pasado, sin darse cuenta de que nuestro pasado ha muerto. Intentar construir una casa de fe sobre nuestro pasado es como construir una casa sobre la arena. Tenemos que construir nuestra casa sobre la sólida base de la Verdad, que dice que hemos muerto con Jesucristo y ahora vivimos una nueva vida en Él. Hay una enorme diferencia entre el que construye su casa en arena y el que construye su casa sobre roca.
 

El Señor dice que una casa construida sobre la arena caerá

Hablando espiritualmente, la arena simboliza los pensamientos propios. Esto se debe a que nuestros pensamientos se vienen abajo al mínimo error. Debemos construir nuestras casas sobre la fe sólida creyendo en que el Señor es nuestro Salvador y nuestro Pastor. El Señor dijo que eso es construir una casa sobre roca. En otras palabras, esto significa que deberíamos construir nuestra casa de fe al creer completamente en la Palabra de Dios.
El hecho de que todavía vivamos nuestras antiguas vidas aunque creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, indica que no hemos reconocido completamente que hemos muerto en Jesucristo. Por ejemplo, algunos jóvenes trabajadores pueden pensar que sería mejor dejar de servir al Evangelio y encontrar otro trabajo aunque se acaben de graduar de la escuela de la misión para convertirse en Sus siervos. Esto significa que ellos mismos no han muerto en Jesucristo. Esto se debe a que sus pasados no han muerto en Jesucristo, sino que están vivos. Como están vivos siguen teniendo estos pensamientos. No podemos evitar tener esta falsa concepción hasta que lleguemos a entender que hemos muerto en Jesucristo. Les pido que eviten todo esto. Si admitimos que hemos muerto en Cristo, llegamos a darnos cuenta de que: «Estoy haciendo esto sin darme cuenta de que he muerto», y volvemos a Dios y vivimos en obediencia a Su voluntad.
Si uno sabe que ha muerto en Jesucristo, ¿por qué se preocupa por su futuro? Porque su ego no ha muerto en Jesucristo y todavía sigue vivo. No hay otra razón por la que no podemos seguir bien con esta vida de fe. Como he muerto con el Señor y he sido devuelto a la vida con Cristo, Dios me hace realizar Sus obras y me da la habilidad para hacer lo que sea necesario.
¿Por qué se preocupan por ustedes mismos? Aún cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿por qué continuamos preocupándonos por nosotros mismos y esforzándonos? Porque intentamos ser los líderes. Deben darse cuenta de que es por culpa de estar vivo que intentan ser los líderes, y por eso es tan difícil y pesado vivir sus vidas de fe.
Mis queridos hermanos, ¿quién entre nuestros hermanos y hermanas están pasando por un mal momento? ¿Alguien que tiene demasiados pensamientos propios? ¿Por qué tiene tantos pensamientos propios? Porque no sabe que ha muerto en Jesucristo ni cree en ello. Esta gente se esfuerza porque no puede negar sus pensamientos carnales ni vivir por fe. ¿Está claro entonces que hemos muerto en Jesucristo? Debemos saber al menos que los que murieron en Jesucristo no pueden hacer nada por sí mismos. 
Si le dan una patada a un cadáver, ¿dice: «¡Para!». Pueden darle un puñetazo a un cadáver y pegarle hasta que sangre, pero no se moverá. Pueden retorcerle la nariz y pincharle con una aguja, pero no habrá ninguna reacción de su parte. Eso es un cadáver. Cuando estamos rodeados de preocupaciones mundanas, cuando llegan los problemas y agonizamos sobre cómo vivir, qué comer, qué beber y lo que nos ocurriría, debemos decir: «Señor, no puedo hacer nada porque estoy muerto. No tengo el poder de resolver ninguno de nuestros problemas. Te pido que los resuelvas por mí».Cuando estas creencias y esta fe nos llegan, entonces podemos seguir al Señor. Desde ese momento podemos empezar a apreciar a nuestros predecesores y su fe, pensando: «¡Ah! Así que su habilidad para trabajar no se encuentra en ningún sitio, sino que hacen la obra del Señor negándose a sí mismos y confiando en Dios, creyendo en que han muerto». Llegamos a darnos cuenta de que lo que nos dicen es por nuestro propio bien.
Una vez nos damos cuenta de que hemos muerto en Jesucristo, nuestros ojos de fe se abren y seguimos la voluntad de la Iglesia de Dios. Cuando el Apóstol Pablo nació de nuevo, sus ojos estaban cubiertos de cataratas. Un discípulo llamado Ananías vino a Pablo y puso las manos sobre él, y en ese momento las cataratas se le fueron de los ojos, y recobró la vista de inmediato. Que las cataratas que cubrían los ojos de Pablo desaparecieran significa que Pablo se dio cuenta de que había muerto y había sido devuelto a la vida con Jesucristo. Saúl, el antiguo nombre de Pablo, significaba «el grande», pero Pablo significaba «el menor».
Si están luchando por sus vidas de fe y si no pueden seguir la voluntad de la Iglesia de Dios, aunque hayan recibido la remisión de los pecados, se debe a que no han muerto en Jesucristo por fe. Si sus corazones no desean vivir completamente por el Señor, aunque hayan nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, esto significa que sus corazones no creen en este principio. Este es un fenómeno que se origina al no darse cuenta de su espiritualidad.
Si han muerto en Jesucristo por fe, ¿tienen algo por lo que preocuparse? ¿Hay algo que les moleste? No hay nada. Puede que digan: «Me puedo convertir en esa persona si trabajo duro». Pero la vida fiel de fe no se consigue sólo con intentarlo, sino que se consigue creyendo en toda la Palabra de Dios. Se empieza muriendo en Jesucristo. Por nuestra cuenta no podemos tener esta fe, sino que viene al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, cuando no podemos hacer nada, cuando estamos muertos en Cristo y cuando tenemos fe en que Dios puede obrar a través de nosotros, entonces podemos hacer la obra de Dios. Si nuestros pasados siguen vivos, Dios no puede hacer Su obra a través de nosotros. Si sus pensamientos siguen enfocados en ustedes mismos, Dios no puede guiarles. Es lo mismo que ocurre cuando los líderes de la iglesia intentan guiar a ciertos hermanos y hermanas, y aún así no pueden hablarles cuando están llenos de sus propios pensamientos.
Pensemos en esto durante un minuto. ¿Por qué creen que sus líderes no pueden estar cara a cara con ustedes por mucho que lo intenten? Porque sus propios pensamiento han tomado control sobre ustedes. Por tanto es necesario que nieguen sus propios pensamientos. Aquellos de ustedes que están determinados a servir al Señor tras haber nacido de nuevo, dicen sí a lo que el Señor y nuestros predecesores nos dicen y les siguen. Cuando estábamos vivos, no podíamos hacer nada, ¿pero qué pasa cuando creemos que hemos muerto? Nos damos cuenta de que no somos nada porque hemos muerto, y entonces podemos levantarnos por fe en el Señor.
Algunos, aunque hayan recibido la remisión de sus pecados y estén haciendo la obra de Dios, si sus pasados están vivos, no están haciendo la obra de Dios, sino su propia obra. Cuando miramos en el corazón de algunas personas, vemos que dentro de sus corazones hay más deseos mundanos. Aunque hagan la obra del Señor, es diferente. Sin embargo si alguien sabe que ha muerto en Cristo, puede hacer la obra de Dios con todas sus fuerzas por fe y en obediencia a Su voluntad.
Podemos parecer los mismos obreros de Dios, pero algunos sirven al Señor, mientras que otros se sirven a sí mismos. Hay quien hace la obra de Dios, pero hay quien hace su propia obra. Incluso en la Iglesia de Dios, habrán visto almas malas que se creen mejores y más poderosas porque tienen dinero. Cuando a esta gente se le da un puesto en la Iglesia, están siempre de aquí para allá, porque piensan que nadie más puede ocupar su puesto. La Iglesia de Dios no le confía Su obra a esta gente que no ha muerto y que no vive en Jesucristo por fe.
Cuando han muerto en Jesucristo, ¿qué deben hacer? Lo único que deben hacer a los ojos del Señor es rezar.
Esto es lo que ocurrió cuando fundé una iglesia y empecé como ministro. «Señor, no tengo dinero para pagar el alquiler de la iglesia». No había nada más que pudiera hacer, sólo podía rezar. ¿Qué podía hacer? ¿Debía haber vuelto a mi pasado y ganar dinero, sólo porque necesitaba dinero? Por supuesto, si era la voluntad del Señor el que ganara dinero, entonces hubiera ido y hubiera ganado dinero. Trabajaría durante el día y por las noches predicaría. Estaba dispuesto a hacerlo. Pero como tengo que enseñar en la escuela de la misión durante el día, ¿cómo podía ganar dinero? ¿Tendría que haberles dicho a los estudiantes: «Esperadme. Tengo que salir a ganar dinero y luego volveré a enseñaros»? Esto no tenia sentido. Así que no podía hacer otra cosa que rezar. Cuando rezamos: «Dios, por favor, danos dinero». Entonces Dios satisfizo nuestras necesidades a través de una persona.
Al haber muerto podemos trabajar así; no podríamos hacerlo si no hubiéramos muerto. Si el Señor me dice que salga ahí fuera y trabaje como un jornalero, entonces lo haré con mucho gusto. Ya sea fácil o difícil, si el Señor nos ha mandado que hagamos algo, esa es Su obra. Cuando otros ven esto, pueden pensar: «¿Cómo puede ser el trabajo en la construcción la obra del Señor? Es simplemente un trabajo manual», pero creo que como sólo hago lo que el Señor me ha pedido, esto es Su obra. Gracias a esto ganamos dinero, damos ofrendas, pagamos el alquiler, grabamos los sermones del Evangelio, compramos una plancha para imprimir, publicamos literatura cristiana; todas estas actividades son las obras de Dios. ¿Lo entienden?
Cuando el Señor nos dice que trabajemos duro, entonces trabajamos tan duro como podemos. No nos importa lo que otros piensen. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, que hemos muerto y ahora vivimos una nueva vida en Jesucristo, no tenemos avaricia en nuestros corazones. Si nos dedicamos al Señor y nos damos cuenta de que estamos muertos y decimos: «Dios, estaré agradecido para siempre si me utilizas. Y te pido que me utilices para Tu obra de cualquier manera posible», entonces en esta era en la que hay pocos obreros, Dios nos utilizará como Sus preciosos instrumentos.
Todos tenemos varias preocupaciones porque pensamos que estamos vivos, pero debemos saber que todas nuestras preocupaciones y nuestros pensamientos han muerto en Jesucristo. Ahora debemos tener pensamientos espirituales de fe. En Jesucristo debemos tener fe y debemos tener sueños de fe. ¿No es verdad? ¿Tenemos algo de lo que estar avergonzados cuando recibimos la remisión de los pecados? Todo ser humano, por supuesto, tiene fallos y debilidades. Pero como hemos muerto en Jesucristo, no suponen ningún problema.
Por el contrario, es más problemático para los que han muerto en Jesucristo seguir midiendo esto mediante la balanza de la carne y pensar en sus términos. Tras creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, al principio tenemos nuestros propios pensamientos, y estamos tentados a creernos más que nuestros hermanos santos. Y hacemos y decimos ciertas cosas que son incomprensibles desde un punto de vista espiritual. Pero, ¿qué importa que tenga sentido o no ya que es sólo un cadáver el que habla? No es ningún problema. Al contrario, no vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu es el problema.
Mis queridos hermanos, quien no ha muerto en Jesucristo está ansioso por todo lo que le viene. Cuando está constantemente preocupado por lo que los demás digan, ¿cómo puede vivir en paz con estas preocupaciones? Casi no puede ni dormir. Por casualidad, ¿acaso han perdido el sueño por algo que les hayan dicho? Si es así es porque su ego todavía está vivo y su amor propio estaba todavía presente. Pero si sus egos han muerto en Jesucristo por fe, no les importará que alguien les insulte. Nosotros pensamos en qué consiste la voluntad del Señor, y dudamos si Su voluntad será frustrada, pero la obra del Señor no se puede interrumpir por culpa de nuestras debilidades. Como hemos muerto con Cristo y hemos recibido nueva vida en Él, podemos hacer todo mientras que la voluntad del Señor se cumple.
Por fe morimos y vivimos con Cristo. « ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí ». Hemos muerto en Jesucristo y nuestro Señor vive en nosotros. Nuestras vidas de fe sólo se viven bien si estamos muertos del todo. Aunque estemos dolidos en el orgullo, como somos el pueblo de Dios y Sus hijos, no importa lo que nos ocurra mientras no desobedezcamos la voluntad del Señor en nuestras vidas.
Estamos vivos por la obra de Dios y nuestro pasado está muerto. Aunque no seamos educados en nuestra conversación, debemos hacer la obra de Dios según Su voluntad. En cuanto a Dios, queremos obedecerle, negarnos a nosotros mismos y seguirle por fe. En Jesucristo, nuestros egos humanos están muertos.
Les pido a todos los que leen este libro que: primero, el hecho de que estén leyendo este libro es sólo por la gracia de Dios, no porque ustedes lo deseen. Así que no tiene sentido añadir sus propios pensamientos y pensar: “Este es el verdadero Evangelio del que la Biblia da testimonio. ¿Qué debería hacer después de creer en este Evangelio? Debería dejar mi trabajo para vivir por este Evangelio de ahora en adelante?”. Todo lo que deben hacer es creer que han muerto en Cristo y han sido devueltos a la vida en Jesucristo y seguir al Señor a donde les guíe.
Ahora no tenemos nada de lo que preocuparnos. Dios nos ha llamado para ser Sus obreros y usarles como Sus instrumentos de justicia, no para construir su carácter y darles éxito en este mundo. ¿Les ha llamado Dios para que sean ricos y famosos, como en algunas iglesias? ¿Les ha llamado Dios para edificarles?
Mis queridos hermanos, no se preocupen por sí mismos. Cuando nuestra fe es débil y joven pensamos que debemos cuidar de nosotros mismos, desarrollarnos y pensar en nuestro futuro, pero todas estas cosas las debemos dejar para Jesucristo. Debemos rechazar todas nuestras preocupaciones por fe en Jesucristo.
Mis queridos hermanos, cuando están muertos pueden seguir al Señor a donde les guíe. No pueden seguirle si sus egos no están muertos. Les hablo a ustedes, los nacidos de nuevo, que creen que sus pecados fueron pasados a Jesucristo cuando fue bautizado, y que también han muerto con Jesucristo en la Cruz, y que han escapado de su condena. Dios no ama a nuestros pasados. Si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, han pasado sus pecados a Jesús, han muerto con Él y han sido devueltos a la vida.
Mis queridos hermanos, Pablo confesó de corazón que Cristo vivía en Él. Hemos alabado a Dios y bailado con Su Palabra. Y creo que si alabamos con fe al Señor, Él estará complacido. Dios se complace cuando le alabamos con fe de corazón, no sólo de palabra. Si han recordado este pasaje y cantado alabanzas, ¿por qué no se han dado cuenta de que han sido devueltos a la vida en Cristo? ¿Por qué se enfadan tan fácilmente, aunque afirmen haber muerto?
¿No da igual que un cadáver sea insultado o respetado? Para esa persona muerta no importa, precisamente porque está muerta Si alguien encuentra el Evangelio del agua y el Espíritu y desprecia el nombre de Jesucristo, está justificado que nos enfademos, pero cualquier insulto dirigido a nuestra persona nos da completamente igual.
Debemos darnos cuenta de que hemos muerto en Cristo. Y debemos darnos cuenta de que ahora mismo vivimos con Cristo. Si de verdad creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces debemos dejar todo atrás y saber estas dos cosas como mínimo. La razón por la que el Apóstol Pablo trabajó tan duro es que creía en que había muerto en Cristo y que vivía en Cristo. « Con Cristo estoy juntamente crucificado ». Al creer en esta Palabra, sabía que había muerto, y que había sido devuelto a la vida con Cristo, y por eso pudo trabajar con todas sus fuerzas. « y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.». Por fe en Jesucristo hemos muerto y vivimos con Él. Esta es la fe de los cristianos. ¿Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Entonces deben creer que han muerto y resucitado con Cristo en este Evangelio de Verdad.
Está escrito: « Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1, 17). Como hemos muerto en Jesucristo por fe, no hay nada que no podamos hacer, y por tanto sólo podemos vivir de nuestra fe. Todos nosotros, todos nuestros hermanos y hermanas, ¿de qué vivimos? ¿Por qué fe vivimos nuestras vidas? ¿Podemos guiarnos a nosotros mismos correctamente? Ningún ser humano puede hacerlo. Pero nuestro Señor sí que puede.
«Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.» (Salmos 18, 1-2). El autor de los Salmos alabó al Señor y le tomó como Su fortaleza, porque su ego estaba muerto. Nosotros también podemos tomar al Señor como Su fortaleza. Como Cristo vive en nosotros, ustedes y yo también podemos hacerlo. ¿Lo creen?
Mis queridos hermanos, en el primer instante en que creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibimos la remisión de nuestros pecados, morimos con Cristo. ¿Cómo puede una persona muerta pensar en el pasado? Los que han muerto en Cristo no pueden hacer nada.
«las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (2 Corintios 5, 17). Cuando recibí la remisión de mis pecados, mi vida cambió. Todas mis relaciones personales se acabaron, y tuve que empezar unas nuevas. Mis amistades también tuvieron que empezar de nuevo. En otras palabras, tuve que reconstruir todas mis amistades a la luz del Evangelio del agua y el Espíritu porque mis amigos pensaban en mí como el que era antes.
«Eh, deberías recibir la remisión de tus pecados».
«¿Qué dices?».
«¿No tienes pecados en tu corazón? Por eso tienes que recibir la remisión de tus pecados».
Así que reconstruí mis amistades, renové y aprendí todo por fe. Todo se ha hecho nuevo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Eso también va por ustedes. No sólo he sido yo el que ha cambiado al recibir la remisión de mis pecados, ustedes también lo han hecho. ¿No es cierto? Han cambiado mucho.
¿Cuánta diferencia hay entre quienes son ahora y quienes eran antes? ¿Hasta qué punto han dejado atrás su pasado? Si sabemos que hemos muerto por fe, entonces Cristo les construirá de nuevo en sus corazones según su fe. Si, por otro lado, no creen que han muerto, incluso Dios les está echando abajo y continuará echándoles abajo. Sin embargo si creen en la Palabra y obedecen cuando les guía desde el principio, Dios les hará nuevas criaturas.
Solía pesar 53 kg (117 libras). Día y noche, no podía dormir en aquellos días y por eso no tenía tiempo para recobrar peso. Estaba tan ocupado estudiando, investigando, rezando y haciendo un millón de cosas y por eso no tenía tiempo para dormir. Muy pronto por la mañana, cuando todo el mundo dormía, yo me levantaba para estudiar. Mucha gente pone sus libros en una estantería, pero yo ponía los libros que había leído en una caja y los nuevos en una estantería. Los leía una y otra vez y rezaba durante mi estudio.
¿Qué diferencia hay entre el que era antes y el que soy ahora? Por supuesto todavía leo la Biblia y rezo, pero soy muy diferente. Además he engordado y estoy más sano ahora. Peso más de 70 kg (154 libras). Antes, como tenía pecados y estaba vivo, no podía dormir mucho porque estaba ocupado rezando oraciones de penitencia y buscando una manera de resolver el problema del pecado a todas horas, pero ahora tengo mucho tiempo para dormir, ya que mi mente está en calma desde que recibí la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora no tengo que rezar por mi carne, sino por la obra del Señor.
Después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, llegan muchos cambios. Hace tiempo, tenía muchos pecados, aunque creía en Jesús como mi Salvador personal. Pero ahora que conozco y creo en el Evangelio del agua y el Espíritu, no tengo pecados. Antes leía la Palabra de Dios pero no la entendía. Así que compré muchos libros cristianos y los leí. Tras haber leído varias colecciones de sermones, exégesis, y comentarios bíblicos encontraba material para mi próximo sermón. Solía preparar un sermón toda la noche porque tenía que consultar todo tipo de material de referencia.
¿Cuánto he cambiado ahora? Todo ha cambiado. Nuestros pasados están muertos y ahora ustedes y yo vivimos con Cristo por nuestra fe en el Señor. Y ahora vivimos por fe en el Señor porque hemos muerto con Jesucristo.
¿Creen en la Palabra de Dios? Mientras creen en la Palabra de Dios, si tienen algún problema, ¿saldrán a buscar otra cosa? Tras recibir la remisión de mis pecados, hubo un tiempo en que me preocupaba sobre cómo vivir. Me preocupaba ante Dios, «¿Qué comeré, qué beberé, cómo beberé y cómo serviré al Señor?». Mis preocupaciones de la carne no acababan ahí. Cuando me preocupaba por cómo vivir, no podía encontrar la solución a mis preocupaciones. Era un poco patético porque tenía que preocuparme de cómo vivir. Lo único en que podía pensar era embarcarme en un negocio para ganarme la vida. Se me ocurrió esta idea porque pensé que podría hacer algunos negocios durante un tiempo y después pasar el resto del día para el Señor. Pero esto me hacía sentirse devastado y triste.
No podía encontrar la respuesta a través de mis pensamientos. Pero el Señor me abrió los ojos a través de Su Palabras. Cuando leí la Biblia encontré la verdad de que había muerto con Jesucristo. A través de la Palabra de Dios llegué a averiguar si estaba vivo o muerto. En ese momento Dios dentro de mí me dijo: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí;». Reflexioné sobre este pasaje de Gálatas 2, 20, entonces me di cuenta de que: «Como he sido crucificado con Cristo, debo morir con Jesucristo en la Cruz. Si estoy muerto, ¿por qué me preocupo de mí mismo? ¡Ah! Mi ego todavía está en mí». Me di cuenta de que estas preocupaciones eran propias de mis pensamientos carnales.
Mis queridos hermanos, todos sabemos que un cadáver no puede hacer nada, pero nos cuesta mucho darnos cuenta. Pero cuando yo me di cuenta de que: «En el Señor, no hay nada que no pueda hacer. Pensar en mí mismo y preocuparme por mí mismo es inútil», dejé de preocuparme sobre cómo vivir. En vez de pensar en mí mismo, tenía que pensar en cómo debería ser predicado el Evangelio del Señor. Todos nosotros necesitamos esta fe.
Desde entonces he hecho la obra del Señor confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu, rezando: «Creo en Ti, Señor. Cubre todas mis necesidades. Te serviré completamente». Esto se debe a que si seguía preocupandome sobre cómo vivir, mi alma acabaría muriendo por no creer. Esto se debe a que nuestros pasados no han muerto en Jesucristo y por eso no creemos. ¿Les ocurre lo mismo a ustedes ahora? Esta incredulidad aparece en sus corazones porque no han confirmado su muerte. Una vez sus corazones crean estar muertos y sus mentes se den cuenta de que están muertos, no se preocuparán por ustedes mismos desde ese momento. Como si cesara el viento y hubiera una gran calma sobre el mar de Galilea cuando Jesús reprendió al viento diciendo: «¡Para!», una gran calma reina en nuestros corazones cuando entendemos este pasaje que dice: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí;». No necesitan preocuparse por ustedes mismos de ahora en adelante.
Los seres humanos deben ser racionales y deben buscar la Verdad y creer en ella racionalmente. Como no somos sólo animales, debemos pensar en nosotros racionalmente. Sabemos muy bien que como estamos muertos en Jesucristo, no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos. Entonces rezamos de todo corazón: «Señor, por favor. Ayúdame a hacer Tu obra. Soy insuficiente y débil, pero permíteme que haga Tu obra». Esta sincera plegaria proviene de nuestro corazón. «Dios, soy insuficiente. Si te complace utilizarme, aunque sea insuficiente, utilízame como Tu instrumento». Inevitablemente rezaremos esta oración.
«Y que no sea según mi voluntad, sino la Tuya, así que guíame, Dios». Confiamos todo lo que tenemos a Dios. Desde entonces, estamos agradecidos a Dios por dejarnos hacer la menor obra, y estamos destinados a hacer Su obra diligentemente. Como hemos sido crucificados con Cristo, no vivimos por nuestra propia fuerza, sino por la fuerza del Señor, porque Cristo vive en nosotros. Y es por el Señor que vivimos el resto de nuestras vidas en la carne. Vivimos por fe en el Hijo de Dios, que por Su amor por nosotros fue crucificado hasta morir en lugar nuestro y nos salvó.
Debemos abrir nuestros ojos espirituales. Debemos ver claramente si nuestro pasado ha muerto o está vivo en Cristo. Podemos seguir adelante con la Palabra sólo si confirmamos con la Palabra que hemos muerto en Cristo. Vamos cuando la Palabra dice «ve», paramos cuando la Palabra dice «para» y vivimos por fe pensando en lo que la Palabra nos está diciendo. Mucha gente dice que no puede creer en la Palabra de Dios, pero yo creo en ella. Todo el mundo no cree en lo que la Palabra de Dios nos enseña, pero yo creo. No creo en mí mismo, ni en mis propios pensamientos, sino que creo en la Palabra de Dios. Creo en ella porque la Palabra de Dios es verdadera.
Si sólo les hablara de mí mismo, ¿confiarían en mí completamente? Por supuesto que no. Y no puedo hablar con confianza. Pero la razón por la que puedo predicar el Evangelio por todo el mundo con confianza es que creo en el Señor y en Su Palabra. Mucha gente se pregunta si el Evangelio del agua y el Espíritu es cierto, pero cuando abro la Palabra de Dios y la predico exactamente según esta Palabra, esta gente acepta a Dios y recibe la remisión de sus pecados. Reciben la remisión de sus pecados porque el Evangelio del agua y el Espíritu no es una de mis enseñanzas sino que es la Palabra de Dios.
Cuando el pueblo de Israel cruzó el Mar Rojo, los egipcios que habían desafiado a Dios por su incredulidad se ahogaron. Pero el pueblo de Israel, que siguió hacia delante al creer en la Palabra de Dios, cruzó el Mar Rojo. Debemos vivir nuestras vidas de fe dándonos cuenta de que hemos muerto en Cristo. Esto no es sólo una hipótesis.
Mis queridos hermanos, muchos de ustedes probablemente irán a reuniones matutinas para orar y leer la Biblia regularmente, pero algunos tendrán dudas y pesares sobre ustedes mismos. Mis queridos hermanos, no se preocupen por nada. Esta era no tiene suficientes trabajadores. Así que si de verdad creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y han recibido la remisión de los pecados, admitan por fe que han muerto. Sólo este tipo de gente puede ser utilizado como obreros por Dios. ¿Lo entienden? Si sus egos no han muerto, no pueden ser utilizados como obreros de Dios. Por mucho talento que alguien tenga, si no han muerto, no pueden ser utilizados. Dios utiliza a los muertos como Sus instrumentos.
¡Queridos hermanos! ¿Cuál es el estado de los siervos de Dios? Son los siervos que sirven a su Maestro. ¿Pueden otros que no sean los desinteresados convertirse en siervos? Un siervo es alguien que siempre dice que sí al Señor aunque Él diga: «Ve y vacía toda el cuarto del baño exterior», «Barre el patio hoy» o «Ve a acompañar a los invitados». Estas cosas sólo se hacen si el siervo no tiene pensamientos propios; ¿cómo puede uno hacer la obra de Dios si tiene pensamientos propios? Lo mismo se aplica a nosotros. Sólo aquellos cuyos egos han muerto en Jesucristo pueden convertirse en los siervos que siguen al Señor con un «sí» cada vez que Él les habla. Si uno no está muerto en Cristo no puede ser siervo de Dios.
Mis queridos hermanos, ¿hasta cuándo nos preocuparemos por nosotros mismos y lucharemos contra nosotros? Dejen de luchar contra ustedes mismos ahora. Paren ahora y pongan su fe en la Palabra de Dios. « Con Cristo estoy juntamente crucificado » (Gálatas 2, 20). Todo el sufrimiento se ha acabado con este pasaje. Cuando morimos en Cristo, estamos en paz. Por eso somos nuevas criaturas.
Nuestras hermanas suelen estar especialmente celosas de los progresos espirituales de la gente y se preocupan por las cosas que tienen delante. Pero les pido que tengan ojos para mirar hacia delante. Deberían tener los ojos que pueden ver muy lejos por fe en el Señor. Dejen de pelearse por las cosas que tienen delante y miren más allá, para tomar decisiones espirituales correctas durante toda su vida. Entonces llegarán a entender el orden espiritual en la Iglesia de Dios, distinguir entre las cosas espirituales y las carnales y crezcan espiritualmente día a día como siervos de Dios.
No se preocupen por si el Señor les va a utilizar o no. No estén impacientes por su futuro. No se preocupen por si les van a respetar o no. Dejen de preocuparse por ese tipo de ansiedades carnales. Simplemente sean la gente de fe que mira lejos.
Nuestros caracteres están en su mejor momento cuando creemos en la Palabra de Dios y vivimos por ella. Mucha gente necesita darse cuenta de cómo están siendo engañados. Ellos piensan que serán respetados cuando se edifican a sí mismos según la doctrina de la santificación. Lo mismo se aplica a ustedes, si no creen en la Palabra de Dios, entonces no pueden evitar vivir una vida estúpida. Si no están muertos ante la Palabra de Dios, no pueden ver el dominio de Dios claramente, como si una hoja de papel nos tapara la vista. Si tuvieran una hoja de papel delante de los ojos, por muy fina que fuera, la Verdad se vería borrosa.
Mis queridos hermanos, deben darse cuenta que al creer en la Palabra de Dios, fueron crucificados hasta morir con Cristo. Sólo cuando se dan cuenta de esto pueden vivir sus vidas de fe correctamente.
Gálatas 2, 20 dice: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.». Toda la fe del Apóstol Pablo está contenida en este pasaje. Este pasaje, en otras palabras, contiene todo lo que debemos saber sobre cómo creer, cómo vivir por el Señor y qué tipo de fe debemos tener.
Mis queridos hermanos, ¿creen en la Palabra de Dios? Si es así, son todos gente excelente. Todos están cualificados para convertirse en los siervos de Dios. La fe en el Evangelio del agua y el Espíritu vence a todas las hipótesis. Al dejar de lado todas las hipótesis, debemos vivir por fe en el Señor.
Como Pablo dijo: « y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí ». Ustedes y yo vivimos por fe ahora, por nuestra fe en el Señor, por nuestra fe en la remisión del pecados, por nuestra fe en que el Señor nos ayuda y obra en nuestras vidas. Por fe en el Señor podemos triunfar de verdad.
Doy gracias al Señor por darnos el Evangelio del agua y el Espíritu.