Search

דרשות

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 6-18] Jesús, que nos ha dado el pan de vida (Juan 6, 54-63)

(Juan 6, 54-63)
«El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida».


El Señor ha borrado todos sus pecados y los míos


Al venir al mundo nuestro Señor tomó todos los pecados de mi alma, los borró todos y fue juzgado por ellos. Al hacerlo nos hemos convertido en gente sin pecado. Convertirse en un espíritu sin pecado, una persona que no tiene pecado, es un suceso extraordinario. Pero no hay nadie que no tenga pecados aparte de los que han recibido la salvación.
Ustedes tienen la carne, pero también tienen espíritu. Gracias a que Jesús, que es Dios, ha borrado todos los pecados de nuestros espíritus, nos hemos convertido en justos sin pecado porque nuestros espíritus han recibido la salvación. ¿Qué mayor bendición hay que convertirse en una persona sin pecado? Debemos darnos cuenta de que la bendición que nos ha llegado al estar sin pecados es algo muy grande. La mayor bendición es el hecho de estar sin pecado. Esto se debe a que hay muchas ventajas cuando estamos sin pecado. En primer lugar podemos vivir en este mundo sin dudas. EL hecho de poder vivir con la cabeza alta en este mundo sin tener miedo del juicio es una bendición que sólo puede tener una persona cuyos pecados han desaparecido por el agua y el Espíritu. Damos gracias sinceramente a nuestros Señor y le damos gloria.
Queridos hermanos, pensar que somos los únicos que disfrutan de esta bendición de estar sin pecado me hace sentirme mal por los que no la han recibido. Incluso Dios no quiso que sólo fuésemos nosotros los que conocemos este maravilloso Evangelio. Por eso deseo que al difundir este Evangelio podamos hacer que otras personas estén sin pecado como nosotros. Como esta obra es una orden del Señor (Mateo 28, 19-20) estamos difundiendo este Evangelio por todo el mundo, contentos de hacerlo. Nuestro Señor nos pidió que compartiésemos este Evangelio con todo el mundo. ¡Qué grande y perfecto es el amor de Dios! Nos dijo que enseñásemos a todas las naciones cuánto nos ama Dios y cómo el Señor borró nuestros pecados y nos dio la vida eterna.


Gracias a que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, ahora no tenemos pecados en nuestros corazones


Queridos hermanos, como seres humanos, ¿cómo puede la gente decir que está sin pecado? El Señor dijo: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5, 28). Como la gente comete pecados con sus ojos cada vez que los abren, ¿cómo pueden convertirse en personas sin pecado? Lo que les estoy preguntando es cómo puede una criatura convertirse en una persona sin pecado como Dios. ¿Saben que están sin pecado porque el Señor ha borrado todos sus pecados? Queridos hermanos creyentes esto es posible sólo por la gracia de Dios. En realidad pudimos recibir la salvación de los pecados porque Dios se apiadó de nosotros y nos salvó.
Lo que estoy diciendo es que como vivimos con respeto al estar sin pecado por la gracia de Dios, ¿cómo podemos ser los únicos que poseen y disfrutan esta Verdad tan valiosa? En este mundo hay mucha gente que pasa por momentos difíciles por culpa del pecado. Por culpa del pecado se quejan, se sienten avergonzados, se suicidan y tienen enfermedades en su alma y en su cuerpo. Y hay mucha gente que muere porque nada parece ir bien, porque son ciegos espirituales y porque están confundidos físicamente. Pero, ¿cómo pueden los que han recibido la remisión de los pecados apartarse de la voluntad de Dios y ser ignorantes mientras poseen esta Verdad y disfrutan de ella solos? Esto es lo que estoy intentando decirles.
Dios no nos ama a nosotros solos, sino que ama a todo el mundo. Y ha salvado a todo el mundo del pecado. La única diferencia es que hay quien ha recibido la gracia de Dios al conocer Su Verdad y creer en ella y hay quien no ha recibido Su gracia porque no creen en la Verdad ni la conocen; pero la verdad del asunto es que Dios ama a todo el mundo.
Cuando una gran multitud empezó a seguir al Señor, Él se apiadó de ellos y alimentó a más de 5000 personas al bendecir cinco panes y dos peces que había traído un muchacho. La gente, después de haber comido estos alimentos, intentó hacer a Dios su rey. Pero cuando Jesús vio sus intenciones se fue de aquel lugar. Los discípulos cruzaron a la otra orilla del mar de Tiberias en barca pero parece que Jesús no fue con ellos. Entonces el viento sopló con fuerza en la barca y los discípulos tenían miedo porque no sabían qué hacer; pero está escrito en la Biblia que Jesús se acercó a ellos caminando sobre las agua y la tempestad se calmó.
El día siguiente los que probaron la bendición llamada «el milagro de los panes y los peces» se enteraron de que Jesús no estaba allí y empezaron a buscar al Señor. Jesús curó a los enfermos, resucitó a los muertos y alimentó a más de 5000 almas con una sola canasta de comida. Como era muy difícil para ellos sobrevivir, ya que su país estaba bajo el dominio de Roma, esta gente empezó a pensar que si hacían a Jesús, que les había alimentado, su rey y le servían, se librarían de Roma. Por eso la gente empezó a buscar a Jesús. Pero el motivo detrás de esto no era ganar la bendición de la vida eterna al recibir la remisión de los pecados, sino que era comer el pan de la carne hasta saciarse.
Así, incluso hoy en día, hay muchos cristianos que creen en Jesús para recibir el pan de la carne. ¿Por qué creen en Jesús? Creen en Él para recibir las bendiciones de la carne. El Señor nos dice que disfrutemos la bendición de la vida eterna de Dios al nacer de nuevo y que vivamos la vida de discípulos que pasan esa bendición. Pero la fe de la multitud buscaba a Jesús sólo para satisfacer los deseos de la carne. Por eso el Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (Juan 6, 26), a la gran multitud que esperaba más pan después de haber visto a Jesús hacer milagros. El Señor sabía que le buscaban por el pan de la carne. Lo que nos está diciendo es que cuando una persona busca al Señor, no debe buscarle para conseguir pan para comer, sino que debe creer en los signos que nos dicen que Jesús es el Salvador que ha borrado nuestros pecados. Esto significa que cuando Jesús hizo el milagro de los cinco panes y los dos peces, la gente debería haber reconocido que Él era el Hijo de Dios y Dios mismo que creó los cielos y la tierra, y el que ha venido para dar la vida a los seres humanos.
Jesús quiso que esa gente supiera que Él es el Hijo de Dios y el Salvador que iba a borrar los pecados del mundo. Sin embargo ellos pensaban que Él era una persona que les había dado comida para la carne. Como pensaron que Jesús solamente les alimentaba con el pan de la carne, se sintió mal y les dijo: « ¿Por qué no obráis por la comida que no perece sino que Me seguís por la comida que perece? ¿Acaso no me seguisteis para comer más pan? ¿Me seguisteis hasta aquí sólo para comer más pan como si fueseis a hacer una fiesta en casa? Jesús se sintió decepcionado: «Si de Mí queréis la vida eterna, os la daré y si buscáis la remisión de los pecados en vuestros corazones, os daré la remisión de los pecados de una vez por todas y os convertiré en hijos de Dios. Y si buscáis las bendiciones del Cielo, os daré las bendiciones del Cielo. Pero ¿por qué sólo buscáis las cosas de la tierra?».
Echemos un vistazo al pasaje de las Escrituras del Evangelio de Juan capítulo 6 versículos del 28 al 40. «Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Más os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».
Queridos hermanos, ¿por qué vino el Señor al mundo para hacer milagros y signos? El Señor lo hizo para enseñarnos que Él es el Hijo de Dios y el Salvador de todos los seres humanos. Si Jesús vino al mundo y sólo curó las enfermedades de la gente, entonces los que fueron curados sólo hubieran vivido unos años o décadas y hubieran ido al infierno por los pecados de sus corazones. Entonces no habría valido para nada el que Jesús hubiera venido al mundo. Nuestro Señor hizo milagros y signos ante la gente para demostrar que el Señor es el Salvador y que es el que tiene poder para borrar todos los pecados de la humanidad de una vez por todas.
Varios de los milagros que hizo Jesús presagiaban la remisión de los pecados. El Señor hizo el milagro de los panes y los peces para enseñarnos el tipo de fe que nos dará la vida eterna: «Os doy Mi carne y Mi sangre. Al hacerlo os doy Mi vida. Recibís la remisión de los pecados y la vida eterna al comer Mi carne y sangre». El Señor hizo el milagro de los panes y los peces para enseñarnos la Verdad de que Jesús es el pan que vino del Cielo y que si la gente come el pan que viene del Cielo, ganará la vida eterna. Queridos hermanos, muchos falsos profetas hacen milagros y signos pero todo es mentira. Nuestro Señor hizo milagros para borrar todos nuestros pecados al venir al mundo para enseñarnos que es el Hijo de Dios y nuestro Salvador, el Redentor.
Como Jesús dijo que es el pan de vida, ¿a qué prestó atención la gente? La gente estaba interesada en el pan. Pensaban que nunca tendrían hambre si comían el maná del cielo, como sucedió en tiempos de Moisés. Por eso dijeron: «Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer». Nuestro Señor contestó: «El maná no venía de Moisés, sino de Mi Padre». En el Antiguo Testamento, Dios le dio al pueblo de Israel el maná cuando vagaron por el desierto durante 40 años, y por eso pudieron sobrevivir sin cultivar comida. Del mismo modo, en tiempos del Nuevo Testamento, Dios nos entregó Su vida e hizo que viviésemos para siempre. Dijo esto al tomar como ejemplo el que Dios diera el maná al pueblo de Israel cuando vivió en el desierto hace mucho tiempo; ahora Dios Padre al enviar a Jesús, ha hecho que la gente recibiera la remisión de los pecados al comer la carne de Jesús y beber Su sangre y así hemos recibido la vida eterna.


La gente tiene mucho interés en la comida que perece

La multitud tenía gran interés en la siguiente cuestión: « ¿Qué puedo hacer para comer y llenarme hoy?». Sin embargo, nuestro Señor tenía más interés en que la gente recibiese la remisión de los pecados y en hacer que vivieran eternamente al entregarse para que le comiesen y bebiesen. Jesús entregó Su carne y Su sangre para que viviésemos en esta tierra en abundancia eterna y para que entrásemos en el Reino de los Cielos, porque nadie tendrá hambre ni sed en toda la eternidad al comer de esto una sola vez. Nuestro Señor vino al mundo no para satisfacer nuestra carne sino para que nuestros espíritus fuesen librados de los pecados y para que pudiésemos vivir en paz para siempre.
¿Por qué creen en Jesús? ¿Creen quizás en Jesús para estar acomodados en la carne? No deben obrar por la comida que perece, sino que deben hacer la obra de la comida que no perece. Si alguien está sano por dentro, por fuera también lo estará. Queridos hermanos, si creemos en el Señor de corazón y conocemos el verdadero Evangelio con todo detalle, y si el Evangelio entra en nuestros corazones, entonces nuestras enfermedades carnales se curarán también. Sin embargo, si hay pecados en nuestros corazones, nuestros corazones se pondrán enfermos y nuestros espíritus también. Y como consecuencia nuestros cuerpos morirán. Debemos darnos cuenta de esto. Por eso está escrito en la Biblia: «El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?» (Proverbios 18, 14).
Nuestro Señor vino al mundo a borrar los pecados de nuestros espíritus. Este es un hecho que debemos conocer. El Señor no vino al mundo encarnado en un hombre sólo para que comiésemos bien y fuésemos ricos. Queridos hermanos, ¿lo entienden? La gran multitud buscaba a Jesús cuando vivía en Judea porque ellos querían comer el pan de la carne. Sin embargo no debemos ser como esta gente. Nuestro Señor borró todos los pecados de la humanidad al entregarse completamente a todo el mundo. Jesús hizo esta obra para que todo el mundo recibiese la vida eterna al creer en Él. 
Queridos hermanos santos, nuestros espíritus deben estar bien antes de nada. Si nuestros espíritus están en buena condición, todo lo demás estará en buenas condiciones también. Todas las bendiciones vendrán a nosotros. Una persona que se une a la Iglesia de Dios con fe después de recibir la remisión de los pecados, camina en la Palabra y vive con la convicción de que su espíritu no tiene pecado, tendrá un cuerpo sano también. Entonces se abre un camino ante todo lo que hace una persona. Esto se debe a que el Señor da a esa persona todas las bendiciones que no se pueden expresar con palabras. Aunque no podamos verlo con nuestros ojos de la carne ahora, esa persona podrá degustar las bendiciones y la ayuda del Señor, que Él proporciona.
Sin embargo, si el espíritu se vuelve malo, queridos hermanos, todo se acabará. Si el espíritu se volviese malo, todo se volvería oscuro e incluso con ambos ojos abiertos no podríamos encontrar el camino de vuelta. Incluso a plena luz del día, iríamos tropezando y vagando al tiempo que nos preguntaríamos: « ¿Cuál es el camino?». Si nuestro espíritu se vuelve malo, empezaremos a preguntarnos: « ¿Qué hago ahora? ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué hago para poder vivir? ¿En qué debo trabajar? ¿Qué negocio debo empezar? ¿Cómo debo resolver los problemas familiares?». Pero no encontraríamos respuesta a estas preguntas. Por eso el espíritu debe estar bien ante todo. Si recibimos la remisión de los pecados en nuestros corazones, nuestros pecados se irían para siempre gracias al Señor y un camino se abriría ante nosotros. Por tanto nuestros espíritus deben estar bien primero. El espíritu debe estar bien para que todo vaya bien.
Hubo una vez en que mi cuerpo estaba en baja forma. Por cierto, debido a mi enfermedad empecé a creer en el Señor a los 20 años. Y han pasado casi otros 20 años desde que encontré al Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, mi cuerpo no estaba en mejor forma. ¿Se solucionaron las cosas inmediatamente cuando encontré al Señor y mi espíritu se puso en forma? No. La verdad es que mi cuerpo se curó sin darme cuenta mientras meditaba todos los días sobre cómo nuestro Señor había borrado mis pecados, lo reafirmaba todos los días con la Palabra, escuchaba la Palabra todos los días, me reunía con otros santos en la Palabra y difundía el hecho de que Él ha borrado todos nuestros pecados con la Palabra. Mi corazón se puso mejor, mi cuerpo se puso mejor, mis ojos de la carne vieron mejor y nuestro Señor me bendijo con todo lo que hice.
Al principio, después de haber recibido la remisión de los pecados, sufrí pérdidas desde la perspectiva de la carne, pero cuando pasó el tiempo, nuestro Señor empezó a bendecirme sin que me diera cuenta y ante todo empecé a tener una fe más fuerte. El Señor me dio la fe de que Él, que me salvó y borró todos los pecados de mi alma, se responsabilizaría de mí y bendeciría mi alma. Después de tener esta fe, aunque ha habido muchas ocasiones en las que le hice sentirse mal, el Señor nunca me ha decepcionado, ni una sola vez. 
¿Por qué vino el Señor al mundo? El Señor no vino a hacer lo que le apeteciera. La razón por la que el Señor vino desde el Cielo era llevar a cabo la voluntad de Dios Padre, tal y como está escrito: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero» (Juan 6, 38-39).
¿Quieren recibir la remisión de los pecados? ¿Quieren convertirse en hijos de Dios sin pecados en sus espíritus? Si de verdad lo desean, sin duda recibirán la remisión de los pecados. ¿A quién se refiere en este pasaje cuando dice «todos los que Él me ha dado»? Se refiere a los que buscan al Señor y desean recibir la remisión de los pecados. Echen un vistazo a Zaqueo (Lucas 19, 2-5). Aunque probablemente habría cometido muchos pecados vergonzosos y su corazón estaba lleno de pecados, se acercó al Señor porque quería estar sin pecado ante Dios e ir al Reino de Dios.
Queridos hermanos, si una persona se acerca a Dios, Él le dará Su amor. La verdad es que Dios Padre ha decidido borrar los pecados de los que desean ir al Reino de Dios al enviar a Su Hijo Jesús al mundo. Y Jesús, siguiendo la voluntad del Padre, bajó a la tierra, fue bautizado en el río Jordán y completó nuestra salvación al morir en la Cruz donde derramó Su sangre.


«Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS»

En el Evangelio según Mateo capítulo 1 versículos 21-23 está escrito: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros».
La Virgen María concibió al niño Jesús. Lo cierto es que lo concibió por obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios. Para que Dios pudiera salvarnos, tuvo que nacer encarnado en un hombre. Como la gente sólo podía salvarse si Jesús tomaba todos los pecados en Su cuerpo, nuestro Señor tuvo que venir al mundo por el cuerpo de la Virgen María. Y a través de un ángel Dios le dio un nombre al niño que iba a nacer: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1, 21).
Está escrito que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios. Lo que esto significa es que para que Dios viniera como el Redentor de la raza humana, tenía que nacer como el niño Jesús, tomando prestado el cuerpo de María. Está escrito: «He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel» (Mateo 1, 23) y Emmanuel significa que Dios está con nosotros (Isaías 7, 14), y esto nos dice que Dios vino al mundo encarnado.
Ahora debemos averiguar por qué Dios vino al mundo encarnado en un hombre. Fue porque necesitaba un cuerpo para tomar todos los pecados del mundo. Del mismo modo se realizaban los sacrificios expiatorios en el Antiguo Testamento, donde un animal puro limpiaba los pecados de los humanos al tomarlos sobre su propio cuerpo. Y por eso Jesús, para convertirse en nuestro sacrificio, vino al mundo en cuerpo.
En el Libro de Levítico en el Antiguo Testamento, si la gente quería recibir la remisión de los pecados, la recibía al ofrecer un cordero puro. Si una persona con pecados traía un cordero, una cabra o una vaca que fueran puros e imponía sus manos en uno de estos animales, todos los pecados de esa persona pasaban al animal. Y el animal expiatorio moría en lugar de la persona que había pasado sus pecados. Tal y como está escrito: «Porque la vida de la carne en la sangre está,… y la misma sangre hará expiación de la persona» (Levítico 17, 11), la gente pasaba sus pecados a un animal y lo desangraban hasta morir. La gente del Antiguo Testamento recibía la remisión de los pecados de este modo.
Nuestro Señor, para salvarnos de una manera similar a esta, vino al mundo encarnado en un hombre. Y así averiguaremos cómo nos salvó al leer algunos pasajes del capítulo 3 del Evangelio según Mateo. Aquí está la Palabra de cómo Jesús nos ha dado la carne.
«Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 13-17).
Hay tres Personas en Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres pueden diferir en estatus pero todas son Dios. Jesús es Dios. Las tres personas tenían la misma intención, y entre ellas, Jesús es el Hijo de Dios Padre, que vino al mundo encarnado en un hombre. Al nacer en este mundo a través de María, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista que era el representante de la humanidad. Por eso Dios Padre dio testimonio del Hijo diciendo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17), después de que Jesús fuera bautizado. ¿Quién dio testimonio de qué? La verdad es que Dios Padre dio testimonio de que el Jesús bautizado era Su Hijo. Gracias a este bautismo todos los pecados del mundo se pasaron a Jesús. Por eso el día siguiente Juan el Bautista dijo señalando a Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29).
Nuestro Dios envió el pan de la vida eterna desde el Cielo. Este pan era Su Hijo, Jesús. Envió al mundo a Jesús, el Creador de todas las cosas, el Rey de reyes, el Señor de todos los ejércitos, el Hijo de Dios que es también Dios. Jesús, que fue enviado al mundo en cuerpo, tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado. Dios hizo que todos los pecados del mundo se pasaran a Su Hijo y que la humanidad recibiera la remisión de los pecados por fe, porque Jesús había tomado los pecados de la humanidad en la carne.
Algunas personas dicen: «Jesús fue bautizado en el río Jordán para dar ejemplo de humildad». Pero esto no es así. No hizo la primera obra de Su vida pública para dar demostrar Su carácter humilde. No hubo ninguna obra prescindible entre las obras que Jesús hizo en el mundo. ¿Por qué empezó Jesús, que vino a salvarnos, la obra de la salvación al ir a Juan el Bautista, inclinar Su cabeza ante Él y recibir el bautismo? ¿Por qué empiezan los Cuatro Evangelios a hablar del ministerio de Jesús por el bautismo, y por qué mencionan todos los discípulos el bautismo de Jesús? ¿Por qué dice el Apóstol Pablo: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos»? (Gálatas 3, 27).
Nuestro Señor vino al mundo para salvarnos, y cuando cumplió 30 años tomó todos los pecados de la humanidad sobre Su cuerpo. Su carne había estado sin pecado hasta entonces. ¿Por qué? Porque Jesús no había nacido de una relación reproductiva entre un hombre y una mujer. Para poder llevar la carne humana puramente como Dios, simplemente tomó prestado el cuerpo de María. Y para poder tomar los pecados de la humanidad en Su cuerpo, que estaba sin pecado, fue bautizado en el río Jordán. Esto es lo que significa «Jesús ha entregado Su carne por nosotros».


¿Por qué fue Jesús bautizado por Juan el Bautista?


Juan el Bautista era un mensajero de Dios. En la época del Antiguo Testamento, Arón, el Sumo Sacerdote, como representante de los israelitas, imponía las manos sobre el animal que iba a ser sacrificado el décimo día del séptimo mes, y así se borraban los pecados del pueblo de Israel (Levítico 16, 20-22, 29). El Sumo Sacerdote pasaba los pecados de todo el año de la gente de Israel a la carne del animal al imponer las manos sobre éste tal y como Dios los había establecido. Por eso había que mandar a un representante de la humanidad al mundo para que Dios pudiese borrar los pecados de la humanidad al pasarlos a Jesús. Por eso, 6 meses antes del nacimiento de Jesús, Dios hizo que naciese Juan el Bautista hijo de Zacarías, un descendiente del Sumo Sacerdote Arón (Lucas 1, 5-25).
Dios es el Dios de la Alianza. Tal y como prometió a través del sistema expiatorio y Su Palabra de profecías, Dios vino al mundo y ofreció Su cuerpo sin pecados para toda la humanidad. Para ello, ¿a través de quién tomó todos nuestros pecados? A través de Juan el Bautista. Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, el mensajero de Dios y representante de toda la humanidad. El Señor dio testimonio personalmente que Juan el Bautista era el representante de la humanidad diciendo: «Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él» (Mateo 11, 10-11).
Él dijo que el que es menor en el Reino de los Cielos es mayor que Juan el Bautista porque éste era el representante de la humanidad. Un representante de la tierra, por muy grande que sea, es menos que el menor en el Reino de los Cielos. Pero la verdad es que Juan el Bautista es el mayor en la tierra. El más grande nacido de mujer se refiere al representante de la humanidad. Además, el Señor, al referirse al Libro de Malaquías capítulo 3 versículo 1, dijo: «He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí» (Malaquías 3, 1). Esto significa que Dios, para borrar los pecados del mundo, envió a un representante de la gente 6 meses antes de Su llegada a este mundo. ¿Quién era ese representante? Fue Juan el Bautista.
«He aquí, yo envío mi mensajero, 
el cual preparará el camino delante de mí;
y vendrá súbitamente a su templo
el Señor a quien vosotros buscáis, 
y el ángel del pacto, 
a quien deseáis vosotros. 
He aquí viene, 
ha dicho Jehová de los ejércitos» (Malaquías 3, 1).
¿A quién se refiere el mensajero (ángel) de Dios aquí mencionado? Jesús dice personalmente que ese mensajero es Juan el Bautista. Jesús dio testimonio de que Elías, que tendría que volver, era Juan el Bautista (Malaquías 4, 5).
Hacia el final de la era del Antiguo Testamento, la nación de Israel fue destruida y no tenía ninguna esperanza porque se había separado de Dios. Entonces Dios, a través del profeta Malaquías, prometió enviar a un representante de toda la nación como mensajero Suyo y Sumo Sacerdote. Prometió que enviaría a un representante de toda la nación antes que al Señor y Él que tomaría todos los pecados de la humanidad al ser bautizado. Para salvarnos Dios tenía un plan detallado.
«Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11, 12). Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el Reino de los Cielos sufre violencia por parte de los violentos, los hombres de fe. En el capítulo 3 del Evangelio de Mateo, ¿Por qué tuvo que ser bautizado Jesús? En el Evangelio de Juan capítulo 6, Jesús dice: «Quien come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna. Si lo hacéis podréis vivir en Mi del mismo modo en que Yo vivo en el Padre. Pero si no coméis Mi carne ni bebéis Mi sangre no tendré nada que ver con vosotros». Si alguien ignorase la carne o la sangre de Jesús, esa persona no podría vivir en Jesús ni recibir la vida eterna.
«A mí me gusta la sangre de Jesús, pero no me gusta la carne». ¿Hay alguien que diga eso? Para borrar nuestros pecados el Señor vino al mundo en cuerpo humano, tomó nuestros pecados al ser bautizado en Su cuerpo y así nos ha dejado sin pecado en nuestros corazones. Él ha planeado salvarnos y por eso debemos creerlo. Si ignoramos la carne o la sangre de Jesús, estaremos ignorando el plan de salvación de Dios.
Nuestro Dios fue bautizado para salvarnos. Y por eso Jesús le dijo a Juan el Bautista: «Permíteme ahora». « ¿Eres el Sumo Sacerdote de la tierra? ¿Eres el representante de la humanidad? No digas nada y pon las manos sobre mi cabeza como Yo te diga. Sólo si haces esto todos los pecados del mundo se pasarán a Mi cuerpo. Es lo correcto, que dejemos a todo el mundo sin pecado de esta manera. Debemos cumplir toda justicia».
Queridos hermanos, ¿conviene cumplir toda justicia o no? Sí. ¿Acaso Jesús nos salvó con tan sólo decir «Estoy muriendo por vosotros, creedme», mientras colgaba de la Cruz sin haber tomado nuestros pecados? Si hubiera hecho eso nuestros pecados estarían todavía en nuestros corazones y nunca se irían. Esto les ocurre a los que no creen en el bautismo de Jesús. 
No pueden ignorar el bautismo de Jesús. Queridos hermanos, si nuestros espíritus quieren recibir la remisión de los pecados, debemos tener fe en que nuestro Señor fue bautizado en el río Jordán y en que allí tomó nuestros pecados. Sin creer en el bautismo de Jesús, que es nuestra verdadera comida, ¿cómo podemos decir que nuestros espíritus están sin pecado? Nuestro Dios es un Dios justo. Como cometemos pecados durante toda nuestra vida con nuestra carne, estamos destinados a morir por nuestros pecados. Pero el Señor vino al mundo encarnado en un hombre como nosotros para borrar todos nuestros pecados y salvarnos de ellos al tomarlos en Su bautismo y al sacrificar Su sangre en la Cruz.
Jesús fue bautizado en el río Jordán. ¿Qué significa la palabra «bautismo»? Ante todo la palabra bautismo significa limpiar. Queridos hermanos, ¿cómo se limpian nuestros corazones? Cuando nuestros corazones se llenan de pecados, ¿cómo se limpian? Los pecados en nuestros corazones se limpian porque fueron pasados a Jesús. Nuestros pecados fueron pasados a Jesús porque el representante de la humanidad se los pasó y así desaparecieron de nuestros corazones completamente. Cuando observamos el sistema expiatorio del Antiguo Testamento, ¿no se pasaban los pecados cuando el pecador ponía sus manos sobre un cordero? ¿Había entonces pecados en esa persona? No. Nuestros pecados han sido limpiados porque ya no tenemos pecados. Esto es lo que significa la redención. La redención se refiere a que no hay más pecados cuando se paga el precio de esos pecados.
El día de la expiación, el Sumo Sacerdote Arón imponía sus manos sobre el animal en representación de todo el pueblo de Israel. Como los pecados del pueblo de Israel se pasaban al animal, ellos quedaban limpios. Por eso recibimos la remisión de los pecados al tener fe en ello. La verdad es que Jesús, para borrar nuestros pecados, los tomó sobre Sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista, que es el representante de la humanidad. Los pecados se borran al creer en esto.
En segundo lugar la palabra bautismo significa enterrar. En otras palabras, implica muerte. Queridos hermanos, ¿por qué murió Jesús? Jesús murió en la Cruz porque tuvo que tomar nuestros pecados en el río Jordán. Jesús no tenía pecados. No pecó ni una sola vez. Por mucho que busquemos en los Evangelios, no encontraremos ni un solo pasaje donde diga que Jesús hizo algo por error. Jesús no tenia ni una sola imperfección, espiritual o ante la Ley. Los pasajes dicen que es el Hijo de Dios, sin mancha, sin fallos y puro. Por eso la Biblia dice: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5, 21).
¿Por qué vino Jesús al mundo para ser bautizado? Para cargar con los pecados de los seres humanos. Jesús, al darnos Su carne inmaculada, tomó nuestros pecados en Su carne. Como tenía que recibir el juicio para poder salvar a los seres humanos del pecado, fue bautizado para tomar los pecados del mundo en Su carne. Jesús se llevó todos nuestros pecados. Nuestro Señor nos dio Su carne. Hizo que comiésemos Su carne. Como el dijo: «Deja ahora, porque conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15), los pecados de la gente desaparecieron y toda justicia se cumplió cuando Jesús fue bautizado. Esto nos dice que la obra de hacer que los pecados desapareciesen y que se cumpliese toda justicia se consiguió con el bautismo de Jesús. 
Del mismo modo en que los sacrificios del Antiguo Testamento borraban todos los pecados, Jesús se llevó todos los pecados del mundo al ser bautizado. Del mismo modo en que los pecados del pueblo de Israel se borraban en el momento en que el cordero expiatorio moría después de haber cargado con esos pecados y haber sido dejado en el desierto gritando: «¡bé, bé!», Jesús vino al mundo como el Cordero de Dios y para borrar los pecados de la humanidad, recibió el juicio de todos los pecados al cargar con ellos en Su bautismo y al morir en la Cruz. Jesús tomó todos los pecados al ser bautizado. 
En tercer lugar, la palabra bautismo significa pasar. Desde el punto de vista de un pecador, sólo cuando sus pecados se pasan al sacrificio expiatorio, esa persona está sin pecado y recibe la redención. Jesús fue el sacrificio expiatorio para nuestra redención. Para salvarnos del pecado y salvar a toda la humanidad del pecado, Jesús se convirtió en el sacrificio para el pecado que ha tomado todos nuestros pecados. Si el Señor no hubiese tomado nuestros pecados, ¿cómo podríamos librarnos del pecado? «No quiero. No tengo pecado ¿y aún así tengo que tomarlos? Por favor, no digas eso Padre. No tengo pecados. No he cometido ningún error. No hay pecado en Mi corazón. Soy Santo. A pesar de ser Tu Hijo, ¿acaso no soy igual que Tú? Pero ¿aún así tengo que convertirme en un pecador al tomar los pecados de los vulgares seres humanos? No quiero». Si Jesús no lo hubiera hecho, estaríamos acabados. Si Jesús no hubiera sido bautizado, no habría esperanza para la humanidad porque nosotros no tendríamos más remedio que ir al infierno.
Cuando Jesús estaba siendo bautizado, Dios dijo: «Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Esto significa que aunque estaba sin pecado, para hacer la voluntad de Dios de salvar a la humanidad, Jesús inclinó la cabeza hacia Juan Bautista y voluntariamente tomó los pecados sobre Su cuerpo, que no tenía ni un solo pecado. Por eso Dios dijo: «En quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Dios se complacía por el hecho de que Jesús murió en nuestro lugar al convertirse en el sacrificio expiatorio y al cargar con los pecados del mundo, y así Dios hizo que Jesús viviese de nuevo.
Nuestro Señor murió después de haber vivido 33 años en el mundo. Durante 30 años vivió en la privacidad y los 3 años siguientes vivió en público. Estos 3 años se extienden desde el momento en que fue bautizado hasta que murió en la Cruz. Jesús murió después de haber vivido en público 3 años. Para borrar todos nuestros pecados, Jesús fue bautizado y nos entregó Su carne. El pasaje de las Escrituras de hoy del Evangelio de Juan habla de esta Verdad.


«El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo»


«Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51).
Está escrito que Jesús es el pan vivo que vino del Cielo. Él nos dio ese pan. Esto significa que nos dio Su carne. Como Su carne era vida para el mundo, nos la dio sin pensarlo dos veces. Al tomar los pecados del mundo en Su bautismo, dejó a toda la humanidad sin pecados. El Señor nos ha salvado al tomar todos nuestros pecados entregando Su carne. Los que creen en esto no tienen pecados por muy insuficientes que sean. Jesús nos ha dejado sin pecado al tomar todos nuestros pecados. Queridos hermanos, ¿creen en esto? Jesús nos ha salvado al entregar Su carne.
¿Tienen pecados en su espíritu? No, no tienen. No hay pecados en sus espíritus ni en el mío. Somos los justos. Por muy imperfectos que seamos, somos los justos que han recibido la gracia de Dios. Los justos con príncipes, princesas y reyes del Reino de los Cielos. Nos hemos convertido en hijos de Dios por fe. Ahora los que tienen fe en esta Verdad se ríen. Esa risa sale de lo más profundo de sus corazones. « ¡Aleluya! Está escrito: no tengo pecados. Está escrito que el Señor entregó Su carne y tomó mis pecados en Su carne. Esto es lo que sucedió. Sí». Si pensamos en esto una y otra vez nuestros corazones se sienten renovados e incluso cuando dormimos, nos reímos desde lo más profundo de nuestros corazones.
En el Evangelio de Juan capítulo 6, versículo 53 el Señor dijo con firmeza: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Pero ¿por qué no come la gente la carne del Hijo del Hombre? ¿Por qué la gente no cree en el hecho de que el Señor ha tomado todos los pecados de la humanidad? El Señor vino al mundo para salvarnos y tomó nuestros pecados completamente al darnos Su carne inmaculada. Pero, ¿por qué la gente no cree en este amor tan lleno de gracia? ¿Por qué se resisten a él? Por favor, coman por fe. Si nos resistiésemos, el Señor se lamentaría. Y la vida del Señor no podría entrar dentro de nosotros. El Señor quiere darnos vida, pero si nos resistimos, la vida no podrá entrar en nosotros. Como el Espíritu Santo no puede vivir en los corazones de los que tienen pecados, el Señor quiere que recibamos la remisión de los pecados y tengamos una vida nueva. Debemos creer en que el Señor ha tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado por ustedes y por mí. 
«De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). El Señor nos entregó Su carne para poder salvarnos. Nos la entregó para que ustedes y yo, y toda la gente del mundo sin excepción pudiéramos ser salvados. Al darnos Su carne en el río Jordán, es decir, al tomar todos los pecados del mundo en Su cuerpo, el Señor nos hizo comer Su carne por fe. ¿Qué se dice que pasaría si no comiésemos Su carne sobre la que tomó todos los pecados de la humanidad? Está escrito: «No tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Por mucho que uno creyera, el Espíritu Santo no entraría en él.
¿Está el Espíritu Santo dentro de ustedes? ¿Cómo entra en nuestros corazones el Espíritu divino denominado Espíritu Santo? El Señor sella nuestros corazones con el Espíritu Santo cuando creemos en la obra justa que hizo el Señor. El Señor hizo que los que creen recibiesen la remisión de los pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Y a los que recibieron la remisión de los pecados, les dio el Espíritu Santo en sus corazones. Hemos recibido el Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón.
El Señor tomó todos los pecados al ser bautizado en el río Jordán. Tomó todos nuestros pecados en Su carne y al derramar Su sangre en la Cruz, nos ha dado vida. Debemos creer en nuestros corazones en la obra de extinción de nuestros pecados y en el juicio que el Señor ha llevado a cabo. La gente que cree en el hecho de que el Señor ha tomado todos nuestros pecados en el río Jordán no tiene pecados en sus corazones. Si los pecadores se dieran cuenta de esto, no habría pecados en sus corazones, sea quien sea. El Espíritu Santo pone un sello en los que no tienen pecados y reside en sus corazones. El Señor se queda con nosotros como Espíritu y entramos en el Señor por fe; así es cómo el Espíritu y yo somos uno sólo. La verdad es que es Señor permanece en nosotros como el Espíritu Santo si hemos recibido la remisión de los pecados al creer en que el Señor nos ha redimido a través de Su Hijo.
Está escrito: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Debemos creer en ambas cosas. Jesús fue bautizado y murió en la Cruz y por eso debemos darnos cuenta de que la muerte del Señor es su muerte y la mía. Y debemos creer. El que Jesús fuese bautizado en el río Jordán fue para salvarnos de nuestros pecados. Debemos creer que Dios fue bautizado para cumplir Su amor por nosotros y salvarnos, y debemos creer que esta es la manera correcta de salvarnos. Sólo cuando creemos en estas dos cosas: la carne y la sangre de Jesús nuestra salvación se cumple a la perfección. Además sólo entonces tendremos vida en el corazón para aquellos que hemos recibido la salvación y el Espíritu Santo entrará en nosotros. Si alguien negase una de estas dos cosas, no podría recibir la salvación.
Cuando nuestro Señor dijo que nos daría Su carne, los judíos dijeron: « ¿A qué te refieres? No te entendemos». Queridos hermanos, ¿son difíciles estas palabras de Verdad para ustedes? Jesús es el buen Pastor, ha salvado a Sus ovejas al entregarles Su carne y Su sangre. El Señor es nuestro buen pastor. ¿No es esto muy fácil? El Evangelio del agua y el Espíritu es fácil, pero como es muy importante, debemos difundirlo y escucharlo todos los días. Si la carne o la sangre de Jesús, que fueron entregadas por nosotros, se ignorasen, no habría salvación.
Una vez vi un cartel en una iglesia que decía: « ¿Son pecadores a pesar de tener fe?». En realidad muchos cristianos creen en Jesús a su manera, pero todavía tienen pecados en sus corazones. A pesar de tener fe en Jesús, ¿por qué son pecadores los cristianos del mundo? ¿Saben por qué hay pecadores a pesar de tener fe? Porque sólo beben a sangre del Señor. Sólo creen en la Cruz y por eso tienen pecados y creen que: «Señor Jesús, yo creo. Creo que has muerto en mi lugar. Creo que has borrado todos mis pecados. Aleluya». Por mucho que crean, la verdad es que el Espíritu Santo no está en sus corazones. Como no tienen la Palabra que testifique que sus pecados fueron transferidos a Jesús, al pecar de nuevo sus pecados permanecen en sus corazones. Se preguntan: « ¡Qué raro! Tengo fe en Jesús pero todavía tengo pecados en mi corazón. El Señor se llevó mi pecado original y los pecados que ya cometí. Pero, ¿por qué hay pecados? ¡Qué raro! Es muy extraño». Si están en esa situación, deben buscar la causa. Si la buscan, llegarán a la conclusión de que tienen pecados a pesar de creer en Jesús porque no saben cómo nos ha salvado el Señor.
Si han llegado a conocer el hecho de que el Señor nos ha salvado al darnos Su carne en el río Jordán, ¿qué les ocurrirá? Incluso mientras estén durmiendo, dirán: «Señor, no lo sabía. Pero lo has hecho. Es verdad. Por eso hay tantos pasajes de las Escrituras que hablan de la carne y la sangre. Gracias, Señor. Estoy muy agradecido por haberme salvado de estas dos maneras, con la sangre y la carne».
Queridos hermanos, espero que crean en este Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor nos ha salvado así. Estamos sin pecados porque el Señor vino al mundo en cuerpo y porque tomó nuestros pecados sobre esa carne y murió en la Cruz después de eso. Si el Señor no hubiese venido al mundo encarnado y no hubiese sido bautizado aunque hubiese venido al mundo, ustedes y yo todavía seríamos pecadores a pesar de nuestra fe.
El cristianismo no es una religión. Es fe. Vino desde arriba. La fe sirve para creer en el hecho de que el Señor ha borrado todos nuestros pecados. Miramos la obra que el Señor ha hecho y recibimos la remisión de los pecados al tener fe en ella. Esto es la fe. La religión es algo a lo que yo me aferro y en lo que confío mediante mi propia determinación. Si simplemente dijésemos: «Señor, creo en Ti», sería inútil. Debemos mirar la obra que Jesús ha hecho y decir: «Es así como has borrado todos mis pecados. Aleluya. Creo en esta Verdad». Sólo así nos aprueba el Señor.
Queridos hermanos, ¿tienen pecados? No, no los tienen. Jesús borró todos sus pecados al darles Su carne en el río Jordán. «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Jesús, al ir a la Cruz con todos los pecados del mundo, ha acabado de una vez por todas con el castigo de nuestros pecados. El Señor nos ha salvado perfectamente para que recibamos la remisión de los pecados al creer de corazón. El Señor ha hecho posible que recibamos la salvación sólo por fe, sin necesidad de nuestras buenas obras ni nuestros esfuerzos.
Nuestro Señor nos ha salvado. El Señor es nuestro Salvador. Durante 33 años, para salvarnos, el Señor fue paciente con los que le aborrecían y no podemos ni imaginar lo paciente que fue. Los judíos, los fariseos y los escribas retaban a Jesús e intentaban capturarlo para matarlo. Si yo hubiera sido el Creador como Jesús, les hubiera reducido a polvo en un instante, pero como nuestro Señor es misericordioso, vino para salvarlos. Como quiso tomar los pecados de esta gente y hacer que recibiesen la vida eterna, fue paciente como una oveja delante de sus trasquiladores (Isaías 53, 7). ¿Cuán noble y maravilloso es el amor de la Verdad? Nuestro Señor es muy compasivo y por eso quiso que incluso los que le clavaron en la Cruz recibiesen la salvación. Por eso, cuando estaba siendo clavado en la Cruz, le pidió al Padre: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34).
Nuestro Señor vino al mundo y entregó Su carne y Su sangre para salvarnos. Esto es la salvación. Gracias a esto, nuestro Señor nos ha permitido respirar. Nuestro Señor hizo que nuestros corazones estuviesen sin pecado para que nuestros corazones, que habían estado oprimidos por el pecado, pudiesen respirar. El Señor nos dio Su carne y Su sangre. Y ahora, sentado a la derecha del trono de Dios, espera que mucha gente sea salvada al comer y beber Su sangre y Su carne por fe. Lo desea tanto que ni tan siquiera podemos imaginarlo. «He sido bautizado por ti y he borrado todos tus pecados. Te he salvado al darte todo lo que tengo. He borrado los pecados de toda la gente de la carne. Os he salvado con Mi carne y Mi sangre». Debemos darnos cuenta de cómo el Señor quiere que recibamos la remisión de los pecados al creer en esto. Y debemos darnos cuenta de cómo el Señor quiere que entremos en el Reino donde reside Dios al recibir la vida eterna por fe. ¿Pueden ver el corazón de Dios?
¿Por qué vino Dios al mundo encarnado en un hombre y sufrió todas esas afrentas? ¿Por qué entregó nuestro Señor Su carne? Mientras nuestro Señor oraba en el jardín de Getsemaní, el dolor que iba a tener que soportar era tan grande que dijo: «Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú» (Marcos 14, 36). Esta era la copa de sangre. Como tuvo que tomar todos nuestros pecados con la carne, la cual había entregado, murió en la Cruz, lo que significó beber de la copa de dolor insoportable. Por eso Jesús pidió que si era posible, esa copa fuese apartada de Él. Pero Jesús, después de haber orado tres veces, se inclinó ante Dios diciendo: «Mas no lo que yo quiero, sino lo que tú» (Marcos 14, 36). Él dijo: «Padre, has Tu voluntad», y dejó que le crucificasen. Aunque estaba sin pecado, como había tomado todos los pecados del mundo al ser bautizado en Su carne para salvar a la humanidad del pecado, el Señor tuvo que pagar el precio de esos pecados. Aunque a nuestro Señor no le gustase ser culpado por los pecados, ya que odia el pecado, tuvo que hacer esta obra para salvarnos.
Al tener fe en Jesús debemos recibir la remisión de los pecados y entrar en el Reino de los Cielos. E incluso en este mundo debemos vivir en paz como gente sin pecado. Esta era la voluntad de nuestro Señor para nosotros. Queridos hermanos, ¿creen? Nuestro Señor nos ha salvado al darnos Su carne. Aunque esta es la Verdad, ¿por qué no cree la gente? Cuando le contamos esto a otros cristianos, muchos de ellos no creen y dice: «¿Cómo puede se eso?». Y cuando esto ocurre el Señor se siente mal. Todas las obras que hizo el Señor al venir al mundo para salvarnos son las huellas hacia nuestra salvación. Pero, ¿por qué sólo tienen fe en algunas de las obras que hizo y en otras no? ¿Por qué anulan algunas de Sus obras expiatorias? ¿Por qué sólo defienden la doctrina de sus denominaciones? Lo que Jesús dice es lo esencial. Debemos comer y beber por fe la carne y la sangre que Jesús nos ha dado.
Las sectas religiosas no son importantes. Yo no tengo una secta religiosa. Antes de nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estudié teología en la denominación Kosin, una de las denominaciones Presbiterianas más conservadoras de Corea. Mi familia pertenecía a dicha denominación. Pero ahora ya no trabajo con esta secta. La verdad es que creo en el Señor porque quiero seguirle, y porque ha borrado mis pecados, y le amo por fe y hago la obra de difundir este Evangelio que Él quiere que haga y en la que se regocija. No estoy trabajando para expandir mi propia secta. ¿Estamos difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo para alardear? No. No estamos intentando alardear de ser mejores. Como ha borrado los pecados de la gente, el Señor quiere que todo el mundo reciba la remisión de los pecados y quiere que los que hemos recibido antes nos convirtamos en herramientas para difundir el Evangelio del Señor.


Algunas personas ignoran el bautismo de Jesús dentro del Evangelio del agua y el Espíritu

¿Qué dicen las Escrituras que ocurriría si ignorásemos el bautismo de Jesús? Está escrito claramente: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Si alguien no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, esa persona irá al infierno aunque tenga fe en Jesús. No habrá vida para esa persona.
¿Está el Espíritu Santo dentro de ustedes? No hay ningún pecado dentro de los corazones de los que tienen el Espíritu Santo. Los que no tienen el Espíritu Santo creen en Jesús pero cuando cometen un pecado vuelven a estar atados por el pecado. Como se atan una y otra vez al pecado, hacen un compromiso diciendo: «No debo pecar. No debo cometer pecados». Pero como son seres humanos, ¿cómo no van a cometer pecados? Además cuando pecan de nuevo, se desesperan diciendo: «He pecado de nuevo. ¿Qué debo hacer?». ¿Por qué alguien que tiene fe en Jesús tiene miedo al juicio? Porque no ha recibido la salvación porque no habían creído en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Si Dios nos hubiera dicho que pagásemos el precio del pecado cuando pecamos, entonces habríamos sufrido más de cien mil veces. Sólo por los pecados que hemos cometido en una semana, tendríamos que haber sido azotados unas cien veces hasta morir. Si tuviésemos que pagar el precio de los pecados que llevamos en el corazón y el de los que cometemos, no habría ni una sola persona en este mundo. ¿Qué dijo nuestro Señor? Dijo: «Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento» (Mateo 9, 13).
Queridos hermanos, esta misericordia se refiere al hecho de que el Señor ha borrado nuestros pecados porque se ha apiadado de nosotros. Y el pasaje: «Misericordia quiero, y no sacrificio», significa que el Señor no quiere que ofrezcamos oraciones de penitencia, ni que exageremos o actuemos, tal y como hacía el pueblo de Israel durante la época del Antiguo Testamento, que se acercaba al sacerdote con un sacrificio y decía: «He pecado. Por favor, perdóname. Seré redimido». Él quiere que recibamos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Acaso comen la carne del Hijo del Hombre por fe? Por favor, coman la carne del Hijo del Hombre. En el Evangelio de Juan capítulo 6, versículos 54-55 el Señor dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». La carne del Señor es verdadera comida. La verdad es que nuestro Señor ha tomado todos nuestros pecados con Su carne y esto es una señal de nuestra salvación. Queridos hermanos, ¿creen en esto? Obtenemos comida para nuestros corazones al hacer que nuestros espíritus piensen: «Sí, el Señor tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo. Eso es cierto». Así el Evangelio del agua y el Espíritu es la comida que nos da vida eterna y que no perece aunque la guardemos durante mucho tiempo y la comamos.
El Señor perfeccionó toda la justicia por mi al tomar todos mis pecados en el río Jordán. A través de Su bautismo, Jesús tomó todos los pecados de la gente. Jesús vino como el Cordero de Dios y se fue cargando con todos los pecados del mundo. Si recordásemos ese hecho todos los días, nuestros corazones estarían sin pecado. Jesús se ha llevado los pecados que cometemos desde que nacemos hasta que cumplimos 30 años y si vivimos hasta los 70 también ha borrado esos pecados. Si tenemos fe en el hecho de que no sólo ha borrado nuestros pecados sino también los de nuestros padres y madres e hijos, es decir los pecados de toda la gente desde Adán hasta el fin del mundo, esto se convierte en alimento para nuestros corazones.
Nuestros espíritus no pueden soportar el pecado. Entonces, ¿cómo pueden nuestros pecados estar en paz si vivimos en pecado? Sólo es posible porque nuestro Señor nos da la verdadera comida. ¿Cuál es la verdadera comida para los espíritus de los seres humanos? La verdadera comida es Su carne. El hecho de que nuestro Señor nos diese Su carne en el río Jordán es comida para nuestros espíritus. La carne de nuestro Señor es nuestra verdadera comida. Y la verdadera bebida es la sangre del Señor. El Señor fue juzgado por nosotros y esta es nuestra verdadera bebida. Nuestros espíritus se sienten renovados porque nuestros pecados han sido perdonados.
Si nos debilitásemos y nos preocupásemos por ser juzgados de nuevo al cometer pecados, por muy buena que la comida sea, no podríamos digerirla y coger fuerzas de ella. ¿Qué renueva nuestros espíritus y nos calma? La sangre de Jesús. La sangre de Jesús se refiere al juicio. No tenemos que ser juzgados porque Jesús ha sido juzgado en nuestro lugar. Esto es lo que hizo el Señor para salvarnos. Por eso el Señor es nuestro Salvador.
¿Cómo podemos vivir renovados y llenos de paz en nuestros corazones? Podemos disfrutar de esta gracia si tomamos la verdadera comida y la verdadera bebida que el Señor nos ha dado. Podemos vivir con nuestros espíritus llenos de paz y fuerzas porque Él nos ha dado Su carne y Su sangre. Al tener fe en la obra de Su carne y sangre, podemos vivir en este mundo con fuerzas y corazones llenos de paz, y así viviremos para siempre en paz incluso en el próximo mundo. Esta es nuestra salvación. Esta es la salvación que ha borrado los pecados de la humanidad. Queridos hermanos, ¿creen? Yo también creo en el Señor. No sabemos lo bueno que es el Señor.
Durante 10 años, después de haber empezado a creer en Jesús, viví como un cristiano pecador. Así que durante 10 años estuve lleno de agonía. Antes de tener fe en Jesús, creí en el budismo, pero como estaba enfermo en mi cuerpo, empecé a creer en Jesús. Entonces empecé a creer en Jesús y conocí la Ley y el pecado. Al principio mi corazón se llenó de paz porque creía en que Jesús había muerto en la Cruz. Creí en eso y durante los 5 primeros años hablé en lenguas, amé con fervor y siempre era el primero en ayudar a los demás. Cuando tenía dinero en mi bolsillo, lo daba todo a los que sufrían. Cuando pasaba por una calle llena de mendigos, mis bolsillos se vaciaban. Cierto misionero dijo una vez que lo daba todo menos una indumentaria, y así vivió sin nada y durante 10 años yo quise ser igual que él.
Pero mientras intentaba vivir de esa manera me di cuenta de que no tenía lo que hacía falta. Los pecados empezaron a acumularse en mi corazón. Estaba tan afligido por mis pecados que sentía que iba a morir. Cuando me di cuenta de que mi espíritu estaba ahogándose por mis pecados, no podía ni verle la cara a la gente. Y no sólo eso, ni siquiera podía mirar al Cielo y llamar al Señor. Después de pecar no podía decir ni una palabra cuando oraba a Dios. Sólo la palabra Señor salía de mi boca, y no sabía qué decir después. Estaba agonizando. Al principio oraba bien, pero con el tiempo se me hizo más difícil orar. Como no podía decir otra cosa que Señor y me pasaba toda la noche oraba repitiendo «Señor, Señor», podrán imaginarse lo duro que fue para mí. Tuve que presentarme ante el Señor y pedirle desesperadamente que me ayudara Pero no lo podía hacer. Ocurrió en más de varias ocasiones el que llegara la mañana y yo sólo pudiera repetir «Señor, Señor».
Esto duró 5 años. Se estaba haciendo muy tedioso. Aunque no puedo describir este dolor con palabras, lo más grave es que sentí que moría ahogado por culpa de los pecados de mi corazón. «No hay ninguna razón para seguir viviendo. Creo que debería retirarme de este mundo». Este era el único pensamiento que había en mi corazón, así que siempre me sentía como si me ahogara.
Entonces me di cuenta de una cosa mientras leía el Evangelio de Mateo capítulo 3, versículos 13-15. El Señor había tomado mis pecados en el río Jordán. Cuando me di cuenta de que el Señor había tomado mis pecados al darme Su carne y ser bautizado, mi espíritu, que había estado dolorido, empezó a sanarse inmediatamente. «Entonces debo estar sin pecado. Recibí la salvación. Hubiera muerto ahogado a pesar de tener fe en Jesús si no hubiera entendido el pasaje de las Escrituras que dice que el Señor tomó mis pecados en ese momento. Gracias a Dios he recibido la salvación justo a tiempo». Estaba lleno de gozo. Entonces, incluso cuando estaba en la cama, miraba ese pasaje de las Escrituras. Cuando me siento débil miro este pasaje de las Escrituras que dice que mis pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús. 
Además también los pasajes: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29) y «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado» (Hebreos 10, 18), obtuve pruebas de que el Señor ya había completado mi salvación. Además el Señor dijo: «Consumado es» (Juan 19, 30), y al decir: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8, 1), no puede haber ninguna condena dentro de los corazones de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu mediante el cual el Señor ha completado toda justicia.
Queridos hermanos, cuando me siento débil, leo estos pasajes de las Escrituras. Y mi espíritu come la carne del Señor todos los días. Ahora incluso si no leo estos pasajes todos los días, dejo entrar en mi corazón el hecho de que el Señor ha tomado mis pecados en Su carne. Doy gracias al Señor. Estoy muy agradecido. Comer la carne del Señor por fe se ha convertido en mi verdadera comida. Por eso puedo reír, difundir la Palabra, compartir con mis hermanos, orar por otros y pedirle a Dios que les bendiga.
Queridos hermanos, nuestro Señor nos ha salvado a todos con Su carne y Su sangre. ¿Lo creen? Así nunca tendremos que ser juzgados.
Me mantengo ocupado con las obras del Evangelio. Cuando estoy solo me doy cuenta de lo insuficiente y débil que soy. Quiero seguir hacia delante espiritualmente, pero tengo muchos pensamientos carnales. Cuando los veo, me reconozco a mí mismo. Cuando estoy tumbado, me digo a mí mismo que debería quedarme echado un rato más. Entonces me digo a mí mismo que puedo echarme un rato de siesta. Y entonces me digo que puedo dormir un rato más y así se hace más difícil levantarse. Así que considero esta situación y empiezo a sentirme mal: «Señor, ¿cómo puedo ser así? Señor, Tú me has salvado, pero en vez de estar orando por los demás, estoy aquí tumbado». A pesar de todo vuelvo en mí y sigo al Señor de nuevo porque la verdad sigue siendo que no tengo pecados en mi corazón. Puede que algunos digan: «¿Pero cómo se atreve usted a decir que está sin pecado?». Pero la verdad es que mi espíritu no tiene pecados porque he comido la carne del Señor.
El Señor nos dio Su carne y sangre. Así pudimos apartar el miedo al pecado y al juicio por fe cuando ambos intentan hundirnos. Incluso hoy en día, aunque no estemos reprimidos por nuestras debilidades, oramos: «Señor, quiero ayudar a más espíritus a recibir la remisión de los pecados hoy» y entonces salimos a la calle a predicar. Cuando nos encontramos a otros espíritus allí, empezamos a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu preguntando: « ¿Tienes pecados o no? ¿Sabes cómo Jesús te ha salvado perfectamente?». En ese momento vemos que hay mucha gente con una fe errónea que dice creer en Jesús pero que tiene pecado en sus corazones, y entonces empezamos a hablarles del Evangelio del agua y el Espíritu con todo lujo de detalles.
Cuando se les pregunta: « ¿Son ustedes justos?», algunas personas contestan: «Soy justo porque tengo fe en Jesús, pero como peco todos los días, soy un pecador». ¿Cómo puede haber una persona justa que tenga pecados? Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en profundidad a aquellas personas que están así de confusas. He visto muchos casos de gente que recibe la remisión de los pecados después de una sola hora de haber escuchado la Palabra de Dios. Después de haberles explicado el Evangelio por completo, cuando les pregunto: «Ahora, ¿tenéis pecados?» y ellos contestan que no, mi corazón se llena de gozo. No saben lo lleno de gozo que están ellos también después de haber escuchado la Palabra y de haber confirmado el hecho de que sus corazones están sin pecado. Confiesan cómo habían vivido hasta entonces sin saber estas buenas noticias.
Nuestro Señor nos ha dado Su carne y sangre por nosotros y por todo el mundo, y así nuestros corazones se renuevan cuando comemos y bebemos esta comida y bebida. Como no tenemos pecados, podemos caminar con la cabeza alta, dar gracias a Dios y alabarle. Yo siempre le doy gracias al Señor y gracias a Él estoy contento. Aunque sea débil, puedo dar gracias al Señor porque ha salvado a gente como yo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Estoy agradecido porque acabó con el juicio al salvar a gente como yo mediante el agua y el Espíritu. Por eso el Apóstol Pablo dijo: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5, 16-18). Queridos hermanos, podemos estar agradecidos por todo porque nuestro Señor nos ha dado Su carne y Su sangre. Queridos hermanos, ¿es así o no? Sí lo es.
La carne de Jesús es Su bautismo y la sangre de Jesús es el juicio que recibió. Como la vida se lleva en la sangre, Jesús fue juzgado y condenado en la Cruz por aquellos que debían haber sido condenados y lo hizo al tomar todos nuestros pecados. Ha hecho que no tengamos que ser juzgados nunca más. Hay una canción en nuestro libro de himnos para niños: «♪ No hay juicio contra mi. ♬ La sangre de Jesús cubre todos mis pecados. ♬ Porque Jesús ha muerto por mí. Ya no hay juicio contra mí ♪». Queridos hermanos, ¿hay algún juicio reservado para ustedes? No. Puedo estar delante de todos ustedes y darles estos sermones porque no tengo pecados y no hay juicio contra mí. Si hubiera un juicio reservado contra mí, ¿cómo podría dar la cara?
Queridos hermanos, por favor, miren hacia el Señor y crean en las obras que ha hecho. Por favor, tomen la carne y la sangre del Señor. Esto es lo que significa tener fe, esto es creer en el Señor y esto es la salvación y la vida eterna. ¡Alabado sea nuestro Señor!