(Marcos 14, 3-9)
«Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella».
¿En qué era nos encontramos?
Hoy me gustaría compartir la Palabra acerca de las posesiones materiales. Quizás estén pensando: «Parecía que el Pastor Jong nunca iba a hablar de dinero, pero ahora veo que ha sacado el tema». Pero no se preocupen demasiado, no les voy a pedir que ofrezcan sus posesiones materiales a ciegas.
El pasaje de las Escrituras de hoy en Marcos 14, 3-9 y aquí está escrito que cuando Jesús se sentó a la mesa en casa de Simón el leproso en Betanía, una mujer se le acercó y le puso aceite aromático caro en la cabeza para prepararle para su sepultura. Si son discípulos de Jesucristo y son parte de su pueblo, entonces estarán dispuestos a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu para predicar la justicia de Dios como esta mujer. Todos los que estamos aquí reunidos debemos temer a Dios siempre. Sabiendo que Dios es el Creador que nos hizo y que es el Salvador que nos ha librado de todos los pecados del mundo, debemos darnos cuenta de que no solo reina sobre nuestra vida y muerte, sino también sobre todo, incluyendo nuestra felicidad y nuestras maldiciones. Y así debemos honrar la justicia de Dios, amarle y temerle y adorarle. Los que creemos como discípulos de Jesucristo tememos a Dios.
Por supuesto, estos creyentes recuerdan el ministerio de salvación que el Señor ha cumplido para salvarles de sus pecados, pero al mismo tiempo, están muy interesados en lo que Dios les ha dicho y en la Verdad que les intenta enseñar. Aunque no pueden cumplir la Palabra de Dios completamente, su disposición está preparada para vivir por fe ante Dios. Esta es la vida de un verdadero discípulo de Jesucristo. De esta manera, los discípulos de Jesucristo son los que aman a Dios y le siguen al tiempo en que obedecen sus mandamientos en sus vidas diarias.
Como ya he mencionado anteriormente, el sermón de hoy trata de sus donaciones. Quien haya leído el pasaje de las Escrituras de hoy puede asumir que trata de ofrecer las posesiones materiales al Señor. Pero lo que quiero decir en realidad no trata de la cantidad de sus ofrendas, de si ofrecen mucho o poco o nada. Por supuesto que sus ofrendas materiales son muy importantes, pero lo más importante de todo es su actitud. En otras palabras, les estoy pidiendo que examinen sus corazones para ver si las ofrendas que le hacen al Señor reflejan su temor a Dios, y si se ofrecen de acuerdo con sus requisitos para servirle y obedecerle. Me gustaría centrar el sermón de hoy en este tema.
Nuestro Señor dijo: «Allá donde esté tu tesoro estará tu corazón» (Mateo 6, 21). Los que quieren honrar y amar a Dios con temor, le ofrecen sus tesoros más valiosos. Esto se debe a que es lo menos que pueden hacer por Dios. Por supuesto, también hacen otras cosas, pero de entre todos los actos de fe que hacen para honrar y exaltar a Dios, la mejor manera de expresar su gratitud es ofrecer sus tesoros al Señor. Por eso quieren ofrecer sus posesiones materiales a Dios. En otras palabras, los que temen a Dios y viven como discípulos de Jesucristo quieren ofrecer sus tesoros más valiosos al Señor. Lo importante no es cuánto ofrecen al Señor, sino que lo ofrezcan voluntariamente y lo mejor posible para honrar a Dios de la mejor manera posible.
La mujer del pasaje de las Escrituras de hoy hizo esta ofrenda a Jesús cuando estaba sentado a la mesa de Simón el leproso y le ofreció un frasco de aceite aromático que costaba más de 300 denarios, que equivalían al sueldo de un año de un hombre. El aceite aromático expresa el servicio y el sacrificio de la mujer. Esta mujer rompió el frasco de aceite caro y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Cuando el aceite salió del frasco, la habitación se llenó de su aroma. Pero los que estaban presentes lo vieron y se indignaron con esta mujer diciendo: «¿Por qué ha malgastado este aceite tan caro?». Lo que debemos preguntarnos aquí es si de verdad fue un desperdicio derramar el aceite sobre la cabeza de Jesús o si era lo correcto.
¿Qué piensan ustedes de este suceso?
La respuesta está clara: lo que la mujer hizo era lo correcto porque lo hizo para servir al Señor. De hecho fue algo admirable. Nuestro Señor dijo: «Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis» (Marcos 14, 7). Entonces siguió diciendo: «De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella» (Marcos 14, 9). Esta mujer sirvió a Jesús completamente.
Los que no sirven al Señor en sus vidas diarias deben recordar a esta mujer. Los que no ofrecen sus posesiones materiales al Señor para servir a su Evangelio, incluso después de haber nacido de nuevo, y los que no ofrecen sus tesoros más preciados para servirle de cualquier manera posible, ya sea con sus cuerpos o con su tiempo, no aman el Evangelio del agua y el Espíritu aunque hayan sido salvados. Estas personas no aman la justicia de Dios.
Nuestro Señor ha preparado algo especial para los que le sirven al ofrecerle su tesoro más preciado. Y esta cosa especial es la promesa de que les protegería de la hora de la tribulación. Cuando pasamos a Apocalipsis 3, 10 vemos que Dios le dice a la Iglesia de Filadelfia: «Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra». El Señor prometió claramente que nos salvaría de la hora del juicio. La hora del juicio llegará a todo el mundo, pero cuando llegue este momento el Señor protegerá a los que han guardado su Palabra y les librará de esta hora final.
La hora del juicio se refiere a la Gran Tribulación descrita en Apocalipsis 13, 9-15, cuando el Anticristo aparecerá y todo el que no reciba la marca de la Bestia en su frente o mano derecha será ejecutado.
Ahora vamos a leer lo que el Señor está diciendo sobre esta tribulación y este juicio. Pasemos a Apocalipsis 17, 12-14: «Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles».
Como pueden ver aquí, cuando llegue la era de los diez cuernos y los diez reyes Satanás le dará autoridad a cierto hombre y la gente que le pertenezca se levantará contra Cristo. Pero ¿qué dice la Biblia que saldrá de estas circunstancias? Dice que Jesucristo, el Rey de reyes, los vencerá a todos. También dice algo muy importante: los que están con el Señor son llamados, escogidos y fieles, y superarán todas las dificultades. Los fieles aquí se refieren a los que temen a Dios y le sirven diligentemente en sus vidas diarias. Se refieren a los que honran a Dios sinceramente desde lo más profundo de sus corazones, no tienen otros dioses ante Él, le aman y le siguen fielmente. Dios dijo aquí que los que le temen lucharán contra sus enemigos y los vencerán al final con el Señor. Los que temen a Dios triunfarán en el fin de los tiempos por fe.
La victoria aquí no significa que los santos no vayan a morir, sino que superarán todas las tribulaciones por fe, aunque tengan que ser martirizados. En otras palabras, en vez de ser vencidos por sus enemigos, disfrutarán de la vida eterna por fe. Los que triunfen por fe serán los que teman a Dios en sus vidas diarias y le sirvan con sus tesoros más preciados. Estas personas sirven y aman al Evangelio de Dios todos los días y no solamente cuando llega la tribulación.
Por el contrario, los que no aman a Dios en sus vidas diarias no tienen respeto ni amor por Dios, aunque hayan sido salvados por Dios. No piensan que Dios merezca ser honrado o exaltado. Así que toman todo lo bueno para su carne. No ofrecen sus tesoros al Señor porque no saben como servirle.
Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy que una mujer le ofreció una botella de alabastro con aceite aromático a Jesús, rompió la botella y derramó el aceite sobre la cabeza de Jesús. El corazón de esta mujer exaltó a Jesucristo, le amó y le temió. Por eso le ofreció su tesoro más preciado al Señor. Pero los que no temen al Señor en sus corazones no le están agradecidos, aunque hayan recibido la misma remisión de los pecados que los demás santos. Aunque estas personas están contentas porque han recibido la remisión de sus pecados, no saben cómo servir a Dios correctamente.
Estas personas no sirven a Dios en sus vidas diarias y piensan que cuando llegue la hora de la tribulación honrarán a Dios, le temerán y le amarán. Pero esto es una mera ilusión, Estas personas que no aman el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios en sus vidas diarias ahora, estarán más confusas cuando llegue la hora de la tribulación. Esperar que alguien tema a Dios cuando llegue la hora de la tribulación es meramente una esperanza falsa. Por tanto, todos nosotros debemos temer a Dios en nuestras vidas diarias. Aunque somos insuficientes, debemos seguir la justicia del Señor por fe, sacrificarnos por Él y ofrecer nuestros tesoros más preciados. Solo cuando servimos al Señor fielmente podemos superar la hora de la tribulación. Los que no hacen esto no podrán superar la tribulación. Ya puedo ver esto claramente. Piensen en esto. La hora de la tribulación será tan terrible que solamente con oír hablar de ella tenemos miedo. Pero nuestro Dios dijo que librará de la hora de la tribulación a estas personas fieles que le hayan servido en sus vidas diarias.
Aunque llegue la hora de la tribulación, los que han temido a Dios en sus vidas diarias podrán vencer al Anticristo por fe por su temor a Dios. Se negarán a rendirse ante el Anticristo, diciéndole con confianza: «¿Estás en contra de Dios? Entonces no te obedeceré».
Pero, ¿qué les ocurrirá a los que no han temido ni honrado a Dios en sus vidas y tienen poco amor o respeto por Dios? Cuando llegue la hora del juicio no solo tendrán miedo, sino que su poca fe se vendrá abajo. Los fieles vencerán, pero los infieles perderán. Dependiendo de cómo sirvamos a Dios y le temamos en nuestras vidas diarias, Dios nos librará a algunos de nosotros de la hora del juicio y a otros no.
Por tanto, para vivir como discípulos de Jesucristo no debemos seguirle a ciegas, sino que debemos ofrecerle nuestros tesoros preciosos como sus santos. En otras palabras, debemos honrar a Dios y amarle en nuestras vidas diarias, y debemos creer en Él de todo corazón. Debemos aprender a hacer esto en nuestras vidas diarias, es decir, debemos aprender a temer a Dios y a servirle en estos tiempos de paz. Una persona que no hace estas cosas en su vida diaria, no sabrá qué hacer cuando llegue la hora de la tribulación de repente. En vez de tener fe, tendrán miedo. Los que no aman a Dios no tienen una fe firme y por tanto el viento sopla y las olas rompen, y sus corazones se dejan llevar. Al final acabarán completamente confundidos.
Debemos temer a Dios en nuestras vidas diarias
Somos discípulos de Cristo y seguidores del Señor. Por eso debemos saber cómo servir al Señor desde el fondo de nuestros corazones. Lo que el Señor nos está pidiendo es que tengamos corazones sinceros. Nos está pidiendo nuestro tesoro más preciado. Además, aunque Dios no nos lo pidiese, debemos expresar nuestro amor por el Señor ofreciéndole nuestro tesoro más preciado sin que nos los pida. Nuestro tesoro más preciado puede ser nuestro corazón, nuestra fe, nuestros cuerpos o nuestras posesiones materiales.
Sus posesiones materiales pueden describirse como el barómetro de la devoción de su corazón y su fe. Por supuesto que no podemos medir el corazón de una persona basándonos en sus posesiones materiales, pero aún así, el corazón sigue al dinero y el corazón está donde está el tesoro. La mujer del pasaje de las Escrituras de hoy rompió el frasco de alabastro con el aceite aromático y lo derramó sobre la cabeza de Jesús porque estaba muy agradecida al Señor por haber dejado su trono del Cielo y haber venido a este mundo encarnado en un hombre, ser bautizado para aceptar sus pecados y estar a punto de ser crucificado para salvarla. Ella ungió el cuerpo de Jesús para su sepultura porque estaba agradecida por la salvación que le iba a dar. Como siervos del Señor debemos seguir el ejemplo de esta mujer.
Jesús dijo: «Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis». De hecho, no siempre tenemos la oportunidad de servir al Señor. ¿Creen que siempre tendrán una oportunidad para servir al Señor? No, no es siempre así. Estamos viviendo en una época de incertidumbre y no sabemos cuántos años tenemos para servir al Señor. No es cierto que tengamos un número ilimitado de horas para servir al Señor.
Estoy sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu con todos nuestros ministros y siervos
Estoy sirviendo al Evangelio con ustedes porque si no lo hacemos en este mundo presente, no tendremos otra oportunidad. Por eso miro hacia el futuro por fe y sirvo al Señor lo mejor que puedo aunque el fin de los tiempos no esté delante de mis ojos. Pero mientras trabajo en mi ministerio, a veces me siento cansado e incluso decepcionado con algunos de los santos. De vez en cuando veo que algunos de ellos tienen una fe templada, pero no todos son así. Me siento muy frustrado cuando veo a estos santos. No podemos servir al Señor siempre, sino que ahora es el momento adecuado para servirle. Además, el mundo puede acabar en cualquier momento y hay muchos signos que lo indican. A pesar de esto, algunos santos son un tanto ignorantes y no se preocupan por esto. Y a veces tropiezo por estos santos, porque me siento frustrado por su falta de devoción. He estado predicando el Evangelio con mucha devoción, pero algunos de nuestros santos no tienen esta devoción y por eso a veces no sé quién es normal. Es muy fácil sucumbir a la complacencia si no se confía en la Palabra de Dios y se contesta al llamado de Dios.
Lo que está bastante claro es que podemos escuchar cómo la Palabra de Dios se nos acerca cada vez más. Paso a paso, podemos escuchar sus pasos. Al escuchar este sonido claramente, no podemos ignorarlo. Por eso debemos servir al Señor mientras podamos. Si lo dejamos para más tarde y perdemos esta oportunidad, nos arrepentiremos para siempre. ¿Qué podremos hacer cuando llegue la hora de la tribulación? ¿Podremos publicar nuestros libros sobre el Evangelio aunque tengamos dinero? ¿Podremos ir al extranjero y predicar el Evangelio? No, no podremos hacer nada. No tendremos otro remedio que quedarnos en nuestras casas comiendo y bebiendo. Así que si queremos ofrecerle nuestras posesiones materiales al Señor, debemos hacerlo ahora. Si queremos servir al Señor, debemos servirle ahora.
Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor por todo el mundo antes de que vuelva el Señor. Dios sabe cómo volverá en el fin de los tiempos, pero mientras tanto nosotros debemos hacer lo que podamos ahora. Quiero aclararles que si quieren servir al Señor, deben hacerlo ahora. No crean que pueden dejarlo para más tarde y empezar a servir al Señor dentro de muchos años. Entonces su dinero no valdrá para nada. Esto no es lo que Dios quiere que hagan, sino que les está pidiendo que le sirvan ahora. Hay un momento adecuado para todo, incluso para la agricultura. Hay un tiempo para sembrar, un tiempo para regar, y un tiempo para fertilizar. Lo mismo se puede decir de la fe. Si quieren servir al Señor, sírvanle ahora.
Si de verdad temen a Dios y quieren que el Evangelio de Dios se predique por todo el mundo, empiecen esta obra ahora mismo. Deben trabajar para el Señor ahora, ofrecer sus posesiones materiales y vivir ahora por el Señor. ¿Quién sabe qué ocurrirá en el futuro? Nadie sabe qué ocurrirá mañana. Por eso debemos hacer la obra de Dios ahora mismo. Temer a Dios consiste en hacer su obra ahora mismo con fidelidad, y honrar y amar a Dios de esta manera. Esto es lo que significa tener fe y temer a Dios. Cuando la mujer del pasaje de las Escrituras de hoy ofreció a Jesús su tesoro valioso, ¿qué les dijo el Señor a sus discípulos? Dijo: «Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis» (Marcos 14, 7). Este pasaje significa que hay un momento adecuado para las cuestiones de fe. Y deben recordar que ahora es el momento de vivir su fe.
Hemos estado publicando libros sobre el Evangelio para compartirlos con todo el mundo, y quiero completar este ministerio pronto. El Evangelio del agua y el Espíritu se predicará por todo el mundo dentro de poco. Si trabajamos duro un poco más, podremos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu completamente por todos los rincones del mundo. Sé que algunos de ustedes se preguntarán cómo es posible. Pero no estoy trabajando por mí mismo. Como tenemos colaboradores que nos ayudan, aunque no sean muchos, podemos predicar el Evangelio por todo el mundo. Tener muchos trabajadores no es siempre lo ideal.
Me gustaría decirles lo siguiente: Debemos servir al Señor mientras podamos. No intenten guardar sus energías para servir al Señor más tarde; deben servirle ahora mismo. El Señor dijo que los fieles que temen a Dios superarán el fin de los tiempos. Aunque no sabemos exactamente cómo Dios nos librará de la hora del juicio, al final lo averiguaremos.
Los que tememos a Dios en nuestras vidas diarias, sabemos muy bien de lo que estoy hablando. Todos nosotros debemos servir al Señor fielmente en nuestras vidas diarias. No pongan excusas diciendo que servirán al Señor el año que viene o el otro. Ahora es el momento de servir al Señor. No les estoy pidiendo que sirvan al Señor con sus posesiones materiales solamente, sino que les estoy pidiendo que sirvan a Dios con toda la reverencia de sus corazones. En otras palabras, deben amar a Dios, honrarle, exaltarle, y ofrecerle sus tesoros.
Todos nosotros debemos tener fe para temerle. Solo entonces podremos vencer al mundo por esta fe que honra a Dios, pase lo que pase en este mundo. Pero, ¿qué ocurrirá si no tememos a Dios ni le servimos en nuestras vidas diarias? Que nos separaremos del Señor y perderemos nuestra fe. Acabaremos despidiéndonos del Señor. El deber de todo discípulo es seguir a su maestro. Pero los que se han convertido en discípulos del Señor, ¿dónde irán al final si no siguen al Señor en nuestras vidas? ¿Creen que pueden ir a la Iglesia solamente cuando llegue el fin de los tiempos? Cuando llegue la hora de la tribulación, no habrá ninguna persona justa en las iglesias donde se reunían los nacidos de nuevo.
Espero que dos tercios de los que están sentados aquí serán martirizados. Los que no sean martirizados no saben cómo temer o servir a Dios. Estas personas se han decidido a hacer lo mínimo ahora que están salvadas. Viven sus vidas de fe por obligación porque sus corazones no temen a Dios. Piensan: «No me pidas demasiado. Estoy agradecido porque Jesús me ha salvado, pero me sentiría demasiado atado si me pides muchas cosas. No me enojes y me pidas demasiado porque dejaré de hacer nada, así que ten paciencia. Trabajaré en diez o veinte años más. Así que espera hasta entonces». Mis queridos hermanos, esto es insultar al Señor.
Este tipo de fe no es la fe que teme a Dios. ¿Creen que la Iglesia de Dios es como una empresa? La Iglesia no es una empresa donde se va a trabajar y no se hace nada durante todo el día después de tomar un largo descanso para el almuerzo y aún así se recibe el sueldo. Así no es como se sirve al Señor. Debemos servir al Señor porque le estamos muy agradecidos por salvarnos de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Amamos al Señor y por eso le ofrecemos nuestros tesoros más valiosos y le servimos con nuestras almas.
Si no temen a Dios ahora, prepárense para dejar la Iglesia tarde o temprano. Entonces pensarán: «Nunca dejaré la Iglesia. ¿Por qué me voy a ir?». Pero nadie se va de la Iglesia porque quiere. La gente se va de la Iglesia porque tiene que irse, aunque no quieran. ¿Naufraga alguien en el mar porque quiera? No, naufraga porque el barco tiene algún problema grave. Quizás el motor no funcione o la cuerda que lo sujeta al muelle se haya cortado. De cualquier manera, el barco se estrella contra el arrecife y se hunde.
La moraleja de la historia es la siguiente: si no tememos a Dios en nuestros corazones al final nos separaremos del Señor aunque hayamos sido salvados. Deben admitir que el Señor es Dios, respétenlo, ámenlo, témanlo y denle gracias. Si no lo hacen se dejarán llevar por las corrientes de este mundo y se separarán del Señor. Si creen en su salvación sin creer en Dios, se dejarán llevar por sus circunstancias o sus debilidades y al final se separarán de la Iglesia. En resumen, no podrán vencer al mundo.
En nuestros corazones debemos temer a Dios. Todos debemos tener a Dios en el centro de nuestros corazones, y debemos creer que es nuestro Señor que nos ha creado y que nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, nos dio el Cielo y gobierna sobre todo. De esta manera debemos darle gracias al Dios vivo desde lo más profundo de nuestros corazones, debemos respetarle y exaltarle, y orar para que nos dé su gracia. Deben tener este corazón y esta fe para servir al Señor como nuestro Dios. Solo entonces podrán vivir con fe correctamente y seguir al Señor hasta que regrese. Y solo entonces podemos vivir como discípulos del Señor.
Aunque somos débiles, debemos darnos cuenta de que el Señor debe ser exaltado, y solo entonces recibimos el afecto del Señor, le damos gracias y le servimos. Si no piensan en el Señor no pueden hacer nada. No conseguirán nada porque estarán ignorando al Señor. Por eso es tan importante temer a Dios en nuestros corazones.
Los que adoran a Dios correctamente le sirven como pueden, aunque sea de una manera insignificante. La mujer que derramó el aceite aromático sobre el Señor no lo hizo para ser salvada porque no estaba salvada, sino que lo hizo porque sabía quién era Jesús, por qué había sido bautizado, y por qué tenía que morir en la Cruz. Le ungió con el aceite aromático porque sabía estas cosas y estaba agradecida.
La mujer hizo esto porque sabía que el Evangelio del agua y el Espíritu iba a ser predicado
Jesús dijo que la mujer del pasaje de las Escrituras de hoy estaba preparando la predicación del Evangelio. Ofreció su tesoro preciado al Señor porque temía a Dios. El Señor dijo: «Sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Mateo 6, 20-21). ¿Por casualidad están pensando: «Veo que el reverendo Jong no es diferente. Al final me ha pedido dinero»? No les estoy pidiendo que donen su dinero a la Iglesia. Aunque sus contribuciones financieras son importantes, todo depende de ustedes. Lo importante no es su dinero, sino su fe inamovible.
En otras palabras, en sus corazones deben tener el temor de Dios. Todos debemos amar al Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. Debemos honrar al Señor. En resumen, debemos darnos cuenta de lo exaltado que es nuestro Señor. Los que no tienen respeto por Dios y piensan que Jesús no es nadie, recibirán algo de Dios. Les pisará en la hora del juicio. Cuando llegue esta hora, estas personas tendrán remordimientos y le pedirán al Señor que les ayude entonces. Se culparán a sí mismos y dirán: «Si hubiese sabido que iba a morir así y que lo iba a perder todo sin poder gastarme mi dinero, se lo habría ofrecido al Señor. Todos los tesoros que he estado acumulando han sido en vano, ¿qué he ganado con ellos?».
Pero cuando esta hora final llegue, los que han servido al Señor con fidelidad, le han temido, le han orado, han cuidado de la Iglesia, han amado al Evangelio, y han vivido por este Evangelio en sus vidas diarias, solo pensarán lo siguiente: «Ha llegado la hora de morir por el Señor y ser martirizado en su nombre». Para estas personas no hay nada de lo que arrepentirse sobre sus vidas. Nunca tendrán ningún remordimiento. Cuando llegue la hora del juicio, orarán a Dios: «Señor, tengo muchas faltas, por favor ayúdame a soportar estos problemas que están por llegar. Si quieres llevarme, ayúdame a superar las tribulaciones para que no traicione mi fe». Con estas oraciones, vencerán a Satanás por fe y se mantendrán firmes ante la presencia de Dios.
En contraste, los que no temen a Dios en sus vidas diarias gastan todo su dinero en sí mismos. No le ofrecen nada al Señor. Tampoco están interesados en la obra de predicar el Evangelio del Señor por todo el mundo. Incluso cuando una persona así se salva, sigue sin interesarse en esta obra.
Mis queridos hermanos, como todos somos seres humanos débiles que están llenos de debilidades, debemos temer a Dios en nuestros corazones si queremos vivir una vida recta y vivir en el Señor en el fin de los tiempos. Ninguno de nosotros está exento de esto porque todos hemos nacido de nuevo y hemos sido librados de la condena del pecado. El temor del Señor es absolutamente indispensable para todos los creyentes. Todos nosotros debemos honrar a Dios, respetarle, amarle e inclinarnos ante Él reconociendo que Dios es digno de toda gloria. Y cuando negamos nuestros pensamientos y obedecemos su Palabra, debemos creer en Él y seguirle incondicionalmente. Todos debemos tener esta fe y disposición. Por supuesto, todavía tenemos debilidades. Pero Dios tiene este lugar seguro en nuestros corazones, cuida de nuestras debilidades y nos guía. Nos ayuda y nos bendice para que podamos estar rectos ante Dios. Aunque los seres humanos solo ven la apariencia externa de las personas, el Señor ve el centro de nuestros corazones. Dios mira nuestros corazones para ver si tenemos la actitud correcta o no.
Ahora estamos intentando predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y aunque no tenemos mucho tiempo, el Señor nos ha mostrado que está obrando en este mundo ahora mismo para asegurarse que el Evangelio se está predicando rápidamente por todo el mundo. Por supuesto, el Señor no nos ha enseñado el día exacto ni el mes en el que volverá, sino que nos ha enseñado a través de su Palabra cuándo volverá. Ahora es el momento de servir al Señor. Será demasiado tarde si esperamos más. Quizás algunos de ustedes estén pensando: «¿Cómo lo sabe? Si quieren servir al Señor tanto, que lo haga Él mismo sin mí». Aunque soy un hombre insuficiente, Dios me ha enseñado que el retorno del Señor es inminente. Lo sé porque creo en su Palabra.
Tengo la responsabilidad de decirles que ahora es el momento de hacer la obra de Dios. Si los siervos y los santos de Dios no sirven a Dios ahora mismo, será demasiado tarde. ¿Podemos servir al Señor en la hora de la tribulación? Cuando una iglesia se inunda, ¿se puede predicar en ella? ¿Puede alguno de nosotros predicar el Evangelio entonces? ¿Podremos compartir el Evangelio y compartir con las almas? No, por supuesto que no. Toda la iglesia estaría arruinada y tendríamos que irnos a la cima de una montaña. Debemos hacer la obra de Dios mientras podamos antes de que llegue la tribulación de la que habló el Señor.
Nuestro plan para el futuro de la misión
Estamos planeando abrir una sucursal en Rusia o el Norte de Europa para establecer nuestra base para la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu por toda Europa. También planeamos enviar a un siervo de Dios a India, de la misma manera en que tenemos una base en Nueva York. Por supuesto, seguiremos publicando nuestros libros sobre el Evangelio. No estoy preocupado por los recursos económicos necesarios para predicar el Evangelio. Todo lo que tengo que hacer es seguir lo que Dios me pide. La obra de Dios no se consigue con poco esfuerzo, sino que se consigue cuando preparamos la obra de Dios cuando podemos y hacemos todo lo que podemos cuando podemos. Así debemos seguir trabajando diligentemente en los años siguientes para que muchas almas sean salvadas por todo el mundo. Y cuando llegue la tribulación a gran escala, estoy seguro que estas personas serán martirizadas por su fe.
Está escrito en Apocalipsis: «Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero» (Apocalipsis 7, 9-10).
Como está escrito aquí, estoy seguro de que a través de este Evangelio que estamos predicando, muchas personas creerán en este Evangelio, se levantarán contra Satanás, entregarán sus vidas para ser martirizados, y al final entrarán en el Reino de Dios con nosotros para vivir para siempre. Estoy completamente convencido de que cuando el Señor vuelva a este mundo, estas personas serán resucitadas con nosotros y disfrutarán de la vida eterna en el próximo mundo. Con esta fe estamos haciendo la obra del Señor. Nuestra obra no se vendrá abajo en un año o dos, sino que la seguiremos teniendo en el futuro lejano.
Hemos publicado y enviado muchos libros en diferentes idiomas del mundo. Recientemente hemos firmado un contrato con cuatro de los mayores distribuidores de los Estados Unidos. Los directores de ventas de estas empresas no son tontos. Los pastores y expertos han firmado contratos con nosotros después de examinar nuestros libros meticulosamente. Si hubiese algo incorrecto en nuestros libros, no los habrían aceptado.
He escrito mis libros de manera sincera y pública para los cristianos en los países occidentales diciendo lo siguiente: «Aunque el cristianismo en que creéis tiene cientos de años de historia, no conocéis el verdadero Evangelio. El Evangelio del agua y el Espíritu es el verdadero. Todo el mundo debería leer nuestros libros, desde teólogos hasta expertos, pastores y laicos, incluso los reclusos en las prisiones. Así es como Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados a toda la raza humana, a todos los pecadores del mundo, al venir a este mundo, cargar con los pecados de la humanidad mediante el bautismo de Juan el Bautista, llevarlos hasta la Cruz, morir en ella, y levantarse de entre los muertos. Esta es la verdad de la salvación. El Señor es nuestro Salvador. Nos ha salvado a través de Su bautismo y sangre. ¡Vean y crean!».
Hemos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu de esta manera. Incluso hoy en día hay muchas personas que están leyendo nuestros libros y dando testimonio de la maravillosa obra de Dios que salva de todos los pecados del mundo y trae la remisión de los pecados. Estas maravillosas noticias se están comunicando a todos los rincones del mundo. En India, algunos pastores nos han invitado a predicar porque nunca habían leído libros tan maravillosos. Nos invitaron a predicar en una reunión de resurgimiento en el 2001 con todos los gastos pagados. También dijeron que querían imprimir nuestros libros pagando todos los gastos de impresión para poder dárselos a sus compatriotas.
No estoy alardeando, sino que estoy explicando cómo esta gente reconoce el valor de nuestros libros. ¿Creen que son tontos? Nuestros colaboradores que comparten con nosotros y trabajan a nuestro lado no son personas corrientes. Son personas expertas en sus campos del saber. Son personas que tienen influencia en sus denominaciones también.
El Evangelio que tenemos no es algo de lo que estar avergonzados. Tampoco perjudica nuestros intereses, sino que es la única Verdad en el mundo y el tesoro más valioso. Algunos de ustedes pueden pensar que han hecho muchas contribuciones económicas para servir al Evangelio, pero que es un derroche. Pero nunca se malgasta el dinero utilizado para servir al Señor y Su Evangelio.
Aunque hay ciertos límites físicos sobre cuánto podemos servir al Señor, por lo menos podemos temerle con nuestros corazones espirituales, honrarle, amarle y exaltarle sin cesar. Dios es el Creador exaltado del universo y de todo lo que hay en él. ¿Qué podemos ofrecerle? Nuestras posesiones materiales no son más que una de las muchas cosas que podemos ofrecerle. La Biblia nos insta a servir al Evangelio con nuestras posesiones, diciendo: «Ganad amigos por medio de las riquezas injustas» (Lucas 16, 9), y «Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás» (Eclesiastés 11, 1).
Mis queridos hermanos, este Evangelio que el Señor nos dio merece nuestro servicio, y por eso debemos servirlo. Si no pueden servir al Evangelio ni al Señor con sus posesiones materiales aunque digan temer a Dios, esto solo significa que no aman al Señor. Esto prueba que no hay temor de Dios en sus corazones. Si no pueden servir al Señor porque son demasiado pobres siempre pueden orar a Dios de todo corazón y decirle: «Señor, soy demasiado pobre para servirte. Por favor, bendíceme para prosperar y así poder servirte». Cuando le piden al Señor esto, podrán recibir lo que le pidan y prosperar, hasta que puedan ofrecer sus posesiones materiales al Señor al final.
No les estoy pidiendo que ofrezcan mucho dinero a la Iglesia, sino que teman al Señor. ¿Qué cosa no pueden hacer si se deciden a hacerlo? ¿Hay algún santo aquí que no esté haciendo la obra del Señor y que esté sentado de brazos cruzados aunque estemos viviendo en estos tiempos difíciles? ¿Hay gente que no esté haciendo nada mientras este Evangelio se proclama por todo el mundo? Incluso en este momento, los siervos de Dios están trabajando noche y día en el extranjero. No les pido que trabajen tanto ustedes mismo. Todos somos siervos del Señor. Ustedes están apoyando el ministerio del Evangelio, mientras los líderes de su Iglesia trabajan con sus manos todo lo que pueden.
Nuestros ministros son casi militantes cuando se trata de predicar el Evangelio. Nuestros ministros y evangelistas de China nos enviaron noticias recientemente diciendo que decenas de personas han entendido por qué Jesús fue bautizado y han comprendido el Evangelio del agua y el Espíritu. También han dicho que quieren recibir más libros. Unas 30 personas están adorando en lugares escondidos y nos están pidiendo que enviemos 30 libros más. Así que nuestros colaboradores les dieron estos libros. A través de este proceso han llegado a China unos 700 libros nuestros. Estos libros estarán circulando por toda China porque no los tirarán a la basura.
China tiene más de 1300 millones de habitantes, y cada vez más personas se están convirtiendo al cristianismo. Se está produciendo un resurgimiento espiritual en China, similar al que tuvo lugar en Corea cuando el cristianismo entró por primera vez. Allí los creyentes están experimentando todo tipo de cosas maravillosas al creer en Jesús. La fiebre está tan extendida que cualquiera que intenta frenar el evangelismo se considera un demonio. Sin embargo, el problema es que aunque hay un resurgimiento espiritual en China, el verdadero Evangelio no se encuentra por ninguna parte. Pero a pesar de estas circunstancias, nuestros libros seguirán siendo enviados. Así el Evangelio se está plantando firmemente en China. Los que están en China y temen a Dios, le buscan, desean la remisión de los pecados, y quieren encontrar al Señor e ir al Cielo, pueden encontrar el buen camino. Estoy seguro de que este Evangelio se predicará por toda China.
Esta misma obra está teniendo lugar en todo el mundo, desde Asia, hasta el mundo anglosajón, África, América Central y del Sur, y Europa de Este. Hay muchos lugares donde trabajar. También tenemos que publicar muchos libros. Lo he dicho tantas veces que puede que estén cansados de escucharme hablar de estos libros, pero no se cansen. Debemos tener paciencia y amor por nuestro ministerio literario.
Como ya saben, el catolicismo es la religión predominante en los países europeos. Pero aún así, creo que el verdadero cristianismo florecerá una vez más. Recientemente el Evangelio del agua y el Espíritu ha entrado en Alemania por primera vez. Como sabrán Alemania es el lugar de nacimiento de Martín Lutero, el famoso reformista que defendió la justificación por fe. Como uno de los padres de la Reforma, Lutero tradujo la Biblia al alemán por primera vez. Pero es ahora cuando el Evangelio ha entrado en el país. Por eso se puede decir que Lutero no predicó el Evangelio del agua y el Espíritu como todos los demás. Todo lo que hizo fue separarse de la Iglesia Católica y no predicar el verdadero Evangelio. El Evangelio que Lutero predicó era un falso evangelio sin la verdad. Era un evangelio sin poder que no podía borrar los pecados por mucho que se creyese en él.
Pero en estos últimos días, Dios nos ha dado su gracia a pesar de nuestras debilidades para que le honremos y le sirvamos, y sobre todo para que cumplamos su voluntad. Nos ha confiado su obra para recompensarnos y bendecirnos. Están ocurriendo muchas cosas maravillosas. No he hablado de ellas porque no quiero que piensen que estoy alardeando, pero están ocurriendo cosas muy maravillosas. Así que no deben darle la espalda a la obra del Señor. No deben quedarse sentados de brazos cruzados, sino que deben servir al Evangelio del agua y el Espíritu juntos con sus hermanos los santos, y deben apoyar este ministerio con sus contribuciones económicas. Todos debemos trabajar juntos. Si no quieren hacer la obra del Señor, Dios le pedirá a otra persona que haga esta obra justa.
Ahora es el momento de servir al Señor. El Señor dijo: «Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis» (Marcos 14, 7). No podemos servir al Señor en cualquier momento. Quizás nos queden unos pocos años. La comunidad cristiana de Corea está en caos, siempre discutiendo sobre temas doctrinales. Los líderes cristianos coreanos se denuncian los unos a los otros por sus ideas. Todo lo que hacen es defender las doctrinas de sus propias denominaciones. Así que cuando aparece una doctrina nueva, la rechazan sin saber qué es. Por eso cuando voy al extranjero no les presto mucha atención a los líderes coreanos de allí. Pero los cristianos extranjeros no son tan conservadores ciegamente. Cuando se encuentran algo nuevo, lo examinan con cuidado, lo aceptan si les gusta, y lo alaban si les parece innovador. Cuando empezamos a predicar nuestros libros, tuvimos mucha oposición. ¿Pero ahora cómo está la situación? Muchas personas están siendo salvadas a través de nuestros libros. Muchas han recibido la remisión de los pecados. Dios se está regocijando. Está complacido con nuestra obra.
Lo que les cuesta 100 años a la gente de este mundo, nosotros lo podemos hacer en solo un año. De hecho podemos hacer en un año lo que a los demás les cuesta 500. Cuando contestamos algunas preguntas sobre nuestros libros, estas personas llegan a conocer la Verdad claramente. Creerán con seguridad que Jesús es el Salvador y su Dios, cómo les ha salvado de los pecados, cómo ha borrado sus pecados, y por qué irán al Cielo si creen en esta Verdad.
Así que debemos servir este Evangelio. De la misma manera en que la mujer del pasaje de las Escrituras de hoy rompió el frasco de alabastro y se lo puso sobre la cabeza a Jesús; les pido que ofrezcan sus tesoros más valiosos al Señor. Esta es la fe verdadera, queridos hermanos. Deben estar dispuestos a ofrecer sus tesoros preciosos al Señor con alegría.
¿Suena esto como si les estuviese pidiendo dinero? Sí, les estoy pidiendo su apoyo económico. Pero no les estoy pidiendo que me ofrezcan su dinero a mí, sino al Señor, en quien ustedes creen. En otras palabras, les estoy pidiendo que le ofrezcan sus posesiones materiales al Señor quien les ha salvado. Les pido que ofrezcan sus tesoros más preciados al Señor para la proclamación del Evangelio. No me avergüenzo de esto.
Entonces todos debemos ofrecernos al Señor y servirle. Su servicio nunca es en vano. Es muy valioso. Ahora tenemos la oportunidad de servirle. Vamos a abrir una iglesia en el Norte de Europa como hemos hecho en Nueva York, enviaremos siervos de Dios allí y predicaremos el Evangelio por todos los países europeos con nuestros colaboradores. También tendremos nuestro cuartel general en India para cubrir toda Asia, y en Nueva York para llegar al mundo anglosajón.
Todos debemos participar en esta obra. Debemos trabajar todos juntos. En unidad, todos debemos superar la tribulación confiando en Dios. Debemos vivir por nuestra fe en la justicia de Dios.