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Tema 3: El Evangelio del agua y del Espiritu

[3-29] El Evangelio de la redención que ha eliminado nuestros pecados personales (Juan 13, 1-17)

El Evangelio de la redención que ha eliminado nuestros pecados personales(Juan 13, 1-17) 
«Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque limpios todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis». 
 
 
¿Por qué lavó Jesús los pies de Pedro en la Pascua? Mientras lavaba los pies de Pedro, Jesús le dijo: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después». Pedro era el discípulo por excelencia de Jesús. Creía en Jesús como Hijo de Dios y una vez le confesó: «Eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mateo 16, 16). 
Debe haber una razón por la que Jesús limpió los pies de este apóstol. Cuando Pedro confesó que Jesús era el Cristo, estaba haciendo una confesión de fe, testificando que Jesús era el Salvador que había redimido todos los pecados. 
¿Por qué lavó Jesús los pies de Pedro? Porque Jesús sabía que Pedro le negaría tres veces. En otras palabras, Él sabía que Pedro cometería pecados ante el Señor. 
Si algún pecado de Pedro hubiese permanecido en su corazón después de la ascensión del Señor, habría sido imposible para él estar con el Señor. Pero el Señor conocía las debilidades de Sus discípulos, y no quería que se sintiesen mal en su relación con el Señor por sus pecados. Así que el Señor quería enseñarles que había eliminado todos sus pecados personales. Por eso Jesús les lavó los pies a los discípulos. Incluso antes de morir en la Cruz, Jesús les había enseñado el Evangelio de Su bautismo explicándoles que les había salvado perfectamente incluso de todos sus pecados futuros. 
Juan 13 describe a Jesús hablándoles a los discípulos sobre la salvación final. Mientras les lavaba los pies a los discípulos Jesús les habló del Evangelio de la sabiduría de Su bautismo que había hecho posible que sus pecados personales fuesen eliminados diciendo: “No sean engañados por Satanás. He cargado con todos vuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán y voy a ser condenado por todos los pecados en la Cruz y resucitaré de entre los muertos para completar vuestra salvación y la remisión de los pecados. Voy a lavaros los pies antes de morir en la Cruz para enseñaros el verdadero Evangelio de la remisión de los pecados, para deciros que he eliminado todos vuestros pecados personales. Este es el misterio del Evangelio de la regeneración que ha eliminado todos sus pecados personales. Crean en este Evangelio”. 
Debemos entender por qué Jesús les lavó los pies a los discípulos y por qué dijo: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después». Y todos debemos ser salvados al creer en el Evangelio de la regeneración. 
 
 

Para hacerles saber a los discípulos acerca de la redención de sus pecados personales

 
Antes de morir en la Cruz, Jesús tuvo Su última cena con los discípulos y allí les lavó los pies para enseñarles el Evangelio de la redención de los pecados. 
Está escrito: «Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después». Jesús les habló a los discípulos acerca del Evangelio de Su bautismo, el Evangelio de la redención de los pecados. 
Pedro había vivido su vida de fe sin darse cuenta de la profunda voluntad del Señor y por eso no podía entender por qué Jesús estaba dispuesto a lavar sus pies. Sin embargo, cuando Jesús le habló la fe de Pedro cambió. El Señor quería hablarle a Pedro acerca del Evangelio de la redención de la redención de los pecados, el Evangelio de Su bautismo. Jesús estaba preocupado de que cuando Pedro cometiese pecados personales en su carne, podría convertirse en un creyente pecador sin poder acercarse a Él por estos pecados. Por eso Jesús le lavó los pies a Pedro, para que no cayese en esta trampa. En otras palabras, el Señor lavó los pies a Sus discípulos para que el Diablo no les quitase su fe. Pero no fue hasta más tarde cuando Pedro se dio cuánta de por qué Jesús le había lavado los pies. 
Jesús había hecho posible que todo el que cree en Su bautismo y sangre recibiese la remisión eterna de los pecados. Lo que Jesús dijo aquí en Juan 13, mientras les lavaba los pies a los discípulos, es tan importante que solo puede entenderse si se nace de nuevo del agua y el Espíritu. Jesús les lavó los pies a los discípulos durante la Fiesta de la Pascua para que se diesen cuenta antes de Su muerte en la Cruz de que había eliminado todos los pecados del mundo incluyendo sus pecados personales. Estaba diciendo: “No entendéis por qué os estoy lavando los pies. Pero cuando lo entendáis habré cargado con todos los pecados en el río Jordán a través de Mi bautismo y entenderéis por qué os estoy lavando los pies”. Lo que Jesús dijo a Pedro en la Pascua es la Verdad de la regeneración. 
Debemos entender y creer en el bautismo de la redención de los pecados que nos ha liberado completamente de todos los pecados personales. El bautismo que Jesús recibió en el río Jordán se practicaba mediante la imposición de manos, el rito a través del cual Jesús tomó todos nuestros pecados. Debemos creer en la Palabra de la redención de los pecados, pero Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado y fue condenado por ellos en la Cruz. Para borrar los pecados de la raza humana el Señor fue bautizado por Juan el Bautista en Su propio cuerpo, y ha eliminado todos los pecados del mundo. 
 
 

La redención de los pecados personales se consigue a través del bautismo y la sangre de Jesús

 
Jesús sabía muy bien que cuando muriese en la Cruz, se levantase de entre los muertos y ascendiese a los cielos, Satanás y sus falsos profetas intentarían engañar a los discípulos para que se centrasen en la sangre de la Cruz solamente. Por supuesto, cuando miramos la confesión de fe de Pedro en la que dijo: “Eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” vemos que Pedro creyó en el Señor de todo corazón. Sin embargo, había un Evangelio de la redención de los pecados que Jesús quería enseñar a Pedro. Este Evangelio era el del bautismo a través del cual Jesús había aceptado todos los pecados en el río Jordán. Jesús quería enseñar este bautismo una vez más a Pedro, al resto de los discípulos y a las generaciones futuras, incluyendo a nosotros. Así que dijo: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después». 
Jesús sabía que Sus discípulos se encontrarían cometiendo pecados en los años siguientes, y que en cada instante Satanás les condenaría y acusaría, intentado engañarles diciendo: “¿Cómo pueden estar sin pecados cuando pecan así? No han sido salvado. Siguen siendo pecadores”. Así que para proteger a los discípulos de estos ataques Jesús les dijo de antemano, mientras les lavaba los pies con agua, podrían lavar sus pecados personales al creer en Su bautismo. 
Jesús les estaba diciendo: “Sabéis que fue bautizado por vosotros. Fui bautizado en el río Jordán para lavar todos vuestros pecados, originales y personales. ¿Entienden ahora por qué fue bautizado y por qué debo ir a la Cruz y derramar Mi sangre hasta morir?”. El Señor les lavó los pies a los discípulos para enseñarles que había cargado con todos sus pecados personales a través de Su bautismo y que acabaría con todos sus pecados al ser condenado en la Cruz en su lugar. 
Entonces hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús que ha redimido los pecados. Para nuestra salvación Jesús fue bautizado para cargar con nuestros pecados en el río Jordán y fue crucificado hasta morir. Con este bautismo que el Señor recibió para cargar con todos los pecados, y la sangre que derramó para pagar su precio, ha borrado todos nuestros pecados. Quien entienda el Evangelio de la redención de los pecados y crea en esta Verdad será redimido de todos sus pecados. 
Entonces, ¿cómo vivimos nuestras vidas de fe después de ser salvados? Debemos admitir nuestros pecados todos los días y debemos reconocer la salvación del bautismo y la sangre de Jesús, el Evangelio de la redención de los pecados. Debemos creer en este Evangelio y aceptar que Jesús redimió todos nuestros pecados a través de Su bautismo y sangre. 
Cuando cometen pecados después de ser salvados, ¿significa esto que vuelven a ser pecadores de nuevo por estos pecados personales? No, no es así. Como nuestro Señor tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo, es imposible que seamos pecadores de nuevo solo porque cometemos pecados personales. El Evangelio de la redención de los pecados está constituido por el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz. Quien crea en este Evangelio primitivo de la redención de los pecados nace de nuevo como una persona justa. 
 
 

Los justos no pueden ser pecadores de nuevo

 
A pesar de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de la redención de los pecados, si todavía siente que son pecadores por sus pecados personales, deben ir de nuevo al río Jordán, al lugar en que Jesús fue bautizado por su salvación. Allí deberán reafirmar de nuevo su fe en el Evangelio de la redención de los pecados, reconociendo que Jesús cargó con todos los pecados del mundo incluyendo sus pecados personales al ser bautizado por Juan el Bautista; y allí deberán meditar acerca de este Evangelio de la redención de los pecados una vez más, pensar en el bautismo de Jesús y Su sangre, poner su fe en esto y reconocer a Jesús como su Salvador y creer en Él sin dudar. 
Si creen en Jesús como su Salvador, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de la redención de los pecados que proclama que todos sus pecados fueron transferidos al cuerpo de Jesús a través de Su bautismo. Y si de verdad creen en el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección, y si aceptan toda la Palabra de Verdad, no podrán convertirse en pecadores de nuevo aunque cometan todo tipo de pecados personales, ya que habrán sido redimidos de todos los pecados de este mundo al creer en el Evangelio de la remisión de los pecados. 
Incluso después de nacer de nuevo, seguimos pecando por nuestras debilidades, pero Jesucristo también cargó con estos pecados al ser bautizado por Juan el Bautista; a través de la obra del Evangelio de la remisión de los pecados, el Señor nos ha salvado completamente. Entonces era absolutamente indispensable que Jesús hablase de la importancia de Su bautismo a los discípulos y por eso les lavó los pies, es decir, Jesús les lavó los pies a los discípulos para recordarles la Palabra de Su bautismo una vez más y para destacar por última vez que había lavado sus pecados a través de Su bautismo, el Evangelio de la redención de los pecados. Dicho de otra manera, Jesús redimió los pecados de toda la humanidad y nos salvó a todos al ser bautizado, morir en la Cruz, levantarse de entre los muertos y ascender a los Cielos. Y Sus discípulos pudieron predicar hasta el final del Evangelio del bautismo de Jesús, Su Cruz y Su resurrección, el Evangelio de la redención de los pecados. 
 
 
La debilidad de la carne de Pedro
 
La Biblia dice que cuando Pedro fue acusado de ser seguidor de Jesús tres veces, lo negó las primeras dos veces diciendo: “No, eso no es verdad. No conozco a ese Hombre”, pero la tercera vez no solo negó a Jesús sino que también lo maldijo. 
Pasemos a Mateo 26, 69-75 para ver qué dice la Biblia en realidad: «Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente». 
Pedro había creído en Jesús de todo corazón y le había seguido sinceramente, Convencido de que Jesús era su Dios, su Salvador y el Profeta que estaba por venir. Pero cuando fue a la corte de Pilato y se encontró contra la pared, negó a Jesús e incluso le maldijo. Pedro no tenía ni idea de que acabaría negando a Jesús para salvarse a sí mismo, pero Jesús conocía su debilidad. Por eso el Señor habló del Evangelio de la salvación a Pedro mientras le lavaba los pies, diciéndole en Juan 13: “Cometerás pecados personales más adelante. Pero ya he redimido todos esos pecados también”. 
De hecho Pedro negó a Jesús para salvar su vida, pero este es el pecado que Pedro cometió por su debilidad carnal y por eso Jesús había lavado sus pies para recordarle que el Señor salvaría a todos los discípulos de sus pecados carnales. En otras palabras, Jesús estaba diciendo a Sus discípulos: “Lavaré vuestros pecados que cometéis en el futuro. He tomado todos vuestros pecados a través de Mi bautismo, y seré crucificado para cargar con la condena de vuestros pecados. Soy vuestro perfecto Salvador, vuestro Dios y Mesías. Soy el Pastor que redimirá todos los pecados y os salvaré de los pecados del mundo a través de Mi bautismo y sangre. Soy vuestro Pastor de la salvación”. Jesús lavó los pies de Sus discípulos en la Fiesta de la Pascua para plantar esta Verdad del Evangelio en sus corazones. 
Incluso después de recibir la remisión de los pecados todos retenemos nuestra carne y por tanto a veces cometemos pecados por nuestras debilidades. Por supuesto, debemos hacer todo lo posible por no pecar en la carne, pero de vez en cuando, cuando nos encontramos en una situación de vida o muerte como Pedro, sin darnos cuenta de que acabamos siendo arrastrados por nuestros pecados personales. Somos así de débiles en la carne. Sin embargo, aunque nuestra carne siempre es débil y estamos destinados a cometer pecados mientras vivamos en este mundo, el Señor ha redimido hasta el más pequeño de nuestros pecados a través de Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz, la salvación de la remisión de los pecados. 
Lo importante aquí no es que un creyente niega a Jesús como su Salvador, sino que un creyente no debe seguir a la carne, porque acaba cometiendo pecados contra la voluntad del Señor. El pecado de la humanidad tiene su origen en los instintos de la carne y por eso el Señor Jesús sabía muy bien que los seres humanos cometen pecados en la carne. Como nuestro Salvador perfecto, Jesús ha redimido todos y cada uno de nuestros pecados, y con Su bautismo, sangre y resurrección ha borrado todos los pecados del mundo. Esta obra de salvación fue cumplida a través del bautismo y la sangre de nuestro Señor; a través del bautismo Jesús aceptó todos los pecados del mundo de Juan el Bautista, y a través de SU sangre, cargó con la condena de todos los pecados. Este es el Evangelio de salvación y la regeneración que el Señor tenía en mente cuando dijo en la Cruz: “Se ha acabado” (Juan 19, 30). 
Pedro negó a Jesús nada menos que tres veces, y podemos imaginar lo culpable y avergonzado que Pedro se habría sentido cada vez que negó al Señor. Después de todo, había jurado que nunca negaría a Jesús. Por supuesto, como todo el mundo, Pedro también era débil en la carne, y por eso pecó al negar a Jesús tres veces, pero aún así, seguramente fue intolerable para Pedro. ¿Cuánto más avergonzado se sintió Pedro cuando miró a Jesús? Pero Jesús lo sabía de antemano. 
Por eso el Señor le había dicho a Pedro: “Sé que cometerás pecados en la carne, pero si pecas de nuevo y te conviertes en un pecados y dudas en acercarte a Mí, debes saber que he cargado con todos vuestros pecados personales a través de Mi bautismo. Al haber sido bautizado, seré condenado por vuestros pecados y me convertiré en vuestro Salvador, vuestro Dios y vuestro perfecto Pastor. Creed en el Evangelio de la remisión de vuestros pecados. Aunque cometáis pecados en la carne y no seáis perfectos, os sigo queriendo. He eliminado vuestros pecados con Mi bautismo. El Evangelio de la redención de los pecados es el Evangelio eterno que ha erradicado todos vuestros pecados. Mi amor por vosotros seguirá igual para siempre”. 
Jesús les contó la Palabra del Evangelio de la remisión de los pecados a Pedro y al resto de los discípulos en Juan 13 porque este Evangelio era tan importante para todo el que cree en Jesús y para nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Por eso les dijo: “Si no os lavo, no tendréis parte conmigo”. 
En los versículos 9 y 10 la Biblia dice: «Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque limpios todos». 
¿Creen que seguirán cometiendo pecados en la carne en el futuro o creen que no cometerán pecados? Por supuesto que cometerán pecados. Sin embargo, el Señor dijo que cargó con todos nuestros pecados futuros a través de Su bautismo y que los lavó a través del Evangelio de la remisión de los pecados. Les dejó claro a los discípulos antes de morir en la Cruz que había lavado todos y cada uno de sus pecados personales en el mundo y habló de la verdadera Palabra del Evangelio de la remisión de los pecados a todos Sus creyentes. 
Como las debilidades de la carne están siempre con nosotros, no podemos evitar cometer pecados en este mundo. Por eso, al haber borrado todos los pecados de todos los pecadores del mundo, nuestro Señor les dijo a todos Sus creyentes a través del Evangelio de la remisión de los pecados que ha eliminado todos sus pecados mediante Su bautismo. Jesús no solo ha lavado nuestras cabezas y cuerpos, sino también nuestros pies, es decir, ha lavado todos los pecados futuros. Y este es el Evangelio del bautismo de la regeneración. Después de que Jesús fuese bautizado, Juan el Bautista testificó: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1, 29). Deben creer en esta Verdad, de que todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesucristo y redimidos por Él. 
Todo el mundo comete pecados en la carne mientras vive en este mundo. Debemos admitirlo. Cuando nuestras debilidades humanas quedan expuestas como las de Pedro, debemos confirmar una vez más a través del Evangelio de la remisión de los pecados que nuestro Señor se encargó de todos nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán y derramar Su sangre en la Cruz, reafirmando esta verdadera salvación, creyendo en ella y agradeciendo al Señor por ella. 
Debemos confesar nuestra fe en este Evangelio de la remisión perfecta y decirle al Señor que es nuestro Salvador y Dios. Le doy gracias al Señor. 
 
 

Los pensamientos malvados de la mente humana

 
Todas las personas en este mundo cometen pecados carnales con su carne. Al haber heredado la naturaleza de sus padres, algunas personas pasan todas sus vidas cometiendo pecados con sus cuerpos hasta la muerte. Aunque algunas personas hacen cosas buenas con sus cuerpos, la mayoría hace cosas malas. 
Jesús dijo en Mateo 15, 19-20: «Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre». Dicho de otra manera, Dios está diciendo que el hombre es un ser sucio, porque hay doce tipos de pecados dentro del corazón humano (Marcos 7, 21-23). 
 
 

Todo el mundo debe admitir su maldad

 
Antes de escuchar la Palabra de Dios para nacer de nuevo del agua y el Espíritu, primero debemos admitir a Dios que somos completamente pecadores y decir: “Señor, todos los pecados están dentro de mí. Tengo estos deseos malvados en mi corazón. Tengo los doce tipos de pecados de los que habla la Biblia”. Sin embargo, la mayoría de las personas no quiere exponer su maldad. Pero ponen excusas diciendo: “No quería hacerlo. Tuvo un lapsus temporal y cometí un error honesto”. 
Pero, ¿qué dice Dios acerca del hombre? Dice claramente que del corazón humano salen deseos malvados, y que todo lo que la gente piensa en este mundo es malvado. ¿Y ustedes? ¿Son malvados o buenos? ¿Se dan cuenta de que sus pensamientos humanos son malvados? Los pensamientos del hombre son malvados como está escrito: «Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal» (Génesis 6, 5). 
Hace bastantes años se derrumbaron unos grandes almacenes en Corea y muchas personas quedaron atrapadas debajo de los escombros. Cuando se publicó la noticia la gente fue corriendo al lugar del accidente a buscar a sus seres queridos, pero había muchos espectadores. Algunos de ellos pensaron: “¿Cómo es posible que no muriera más gente? Dicen que solo han muerto 200 o 300 personas, pero no es bastante desastroso para mí. Esperaba que unas mil personas muriesen, me sentiría mejor”. Deben darse cuenta de lo malvados que son los pensamientos de las personas. Y tienen que admitirlo. Las víctimas del desastre murieron sin motivos y sus familias cayeron en una gran desgracia de repente, pero entre los espectadores algunos pensaron: “Ojalá hubiera muerto más gente. Me gustaría que hubiese más desastres como este. ¿No sería genial que ocurriese esto en un estadio de baseball? Sería genial ver cómo se derrumba un estadio durante un partido y cómo mata a diez mil personas”.
Les voy a dar otro ejemplo. Cuando se encuentra un accidente de coche mientras se conduce por la autopista, se paran a ver qué pasa. Pero, ¿cómo se sienten si el accidente es leve? Seguramente sus ojos curiosos se sentirán decepcionados. Así que pueden ver cómo son los pensamientos malvados del hombre. Por supuesto, todo el mundo lamenta con palabras un desastre, pero en su interior algunas personas piensan: “Me pregunto cuántas personas han muerto. ¿Cientos de personas? ¿Miles? Cuantas más mejor”. Esta, queridos hermanos, es la naturaleza del corazón humano. Todo el mundo es malvado antes de nacer de nuevo. 
Leamos Marcos 7, 20-23 juntos: «Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre». 
 
 
Los deseos asesinos del hombre
 
Dios dijo que todo el mundo tenía el deseo de matar en su corazón. Pero la mayoría de la gente se niega a reconocer que tiene deseos de matar en su corazón, diciendo a Dios: “Eso no tiene sentido. No tengo deseos de matar. ¿Cómo puedes decir algo tan absurdo?”. Mientras que estas personas admiten que el hombre es malvado por naturaleza, siguen pensando que es algo irrelevante y que no tiene que ver con ellos. Dicen: “No soy tan malvado. Dios estaba hablando de los criminales de los que oyen hablar en las noticias: de los mafiosos, asesinos en serie, violadores, etc., pero no de mí. Yo soy diferente. Ellos no son humanos”. Así que gritan enojados: “Deberíamos exterminar a estas personas tan malvadas de este mundo. Deben ser ejecutadas”. 
Sin embargo, la verdad es que no solo son los asesinos los que tienen deseos de matar en sus corazones, sino todo el mundo. El Señor dijo que todo el mundo tiene estos deseos en este mundo. Esto es lo que Dios nos dijo después de mirar en nuestros corazones y debemos admitirlo y confesar: “Soy un pecador asesino”. Dios dijo que el corazón humano está lleno de pensamientos malvados y de matar. Así que debemos admitir la Palabra de Dios. Cuando esta generación se haga más malvada aún más adelante, todo lo que uno tenga para protegerse se convertirá en un arma, no solo los cuchillos y las pistolas. Esto se debe a que todo el mundo tiene deseos de matar en el corazón. La gente se matará por cualquier motivo. Por supuesto esto no significa que debamos empezar a matarnos, sino que estoy ilustrando nuestra naturaleza, porque todos tenemos estos deseos de matar dentro de nuestros corazones. 
Debemos reconocer aquí que todo el mundo es malvado porque todo el mundo nació con estos deseos. No es cierto que algunas personas hayan nacido con una maldad especial, mientras que otras no. Todo el mundo nace como un asesino y un ser malvado. Cuando Dios dijo que todos los seres humanos son malvados, lo dijo porque todo el mundo es malvado. No hay nadie que no sea malvado. La fe correcta requiere que todos reconozcamos esta Palabra de Dios y nos sometamos a ella. Esto se debe a que la gente tiene deseos malvados y los ejercitan con sus acciones. 
 
 
El deseo lascivo del hombre
 
Dios también dijo que el hombre tiene deseos malvados en su corazón, pero ¿están de acuerdo? ¿Admiten que tiene deseos lascivos? Todo el mundo tiene estos deseos en su corazón. Por eso la industria “adulta” está floreciendo tanto en este mundo. Se puede ganar dinero fácil con la pornografía. Incluso cuando otros tipos de negocios sufren con la recesión, esta industria en particular no tiene ningún problema porque el corazón de todo el mundo es lascivo. 
 
 

La naturaleza pecadora de los seres humanos da frutos de pecado

 
Los manzanos dan manzanas, los perales dan peras, una palmera da dátiles y un árbol de caquis da caquis. De la misma manera, como todos nacimos con doce tipos de deseos pecadores en nuestros corazones, todos cometemos pecados en nuestras vidas. Esto es lo que dijo nuestro Señor. ¿Admiten lo que el Señor nos dijo aquí que lo que sale del corazón del hombre es lo que ensucia a un hombre? Si están de acuerdo con esta Palabra de Dios, no podemos evitar admitir: “Sí, Señor. Todos somos obradores de iniquidad. Tienes razón”. Y tenemos que admitirlo. Tenemos que admitirlo y reconocer la Palabra de Dios. De la misma manera en que Jesucristo se sometió a la voluntad de Dios, los seres humanos también debemos reconocer la Palabra de Dios en sumisión. Solo entonces podemos ser salvados de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. 
Corea es un lugar ideal para vivir con cuatro estaciones diferentes. Pero las estaciones no solo cambian en Corea, sino por todo el mundo, y cada estación vuelve en su momento, y de la misma manera siguen surgiendo los doce deseos pecadores en nuestros corazones, haciéndonos cometer pecados. Hoy puede ser asesinato, mañana lujuria, pensamientos malvados el día siguiente, fraude después, hurto, insensatez y blasfemia; la lista de pecados que cometemos todos los días de todos los meses de todos los años es infinita. No pasa ningún día sin que cometamos pecados. Por eso somos una raza de pecadores que no pueden evitar cometer pecados a pesar de no querer cometerlos. 
Tomemos un manzano por ejemplo. ¿Acaso un manzano no da manzanas aunque no quiera hacerlo? Solo porque un manzano decida no dar manzanas, ¿deja de dar manzanas? Por supuesto que no. Es el orden natural de las cosas que un manzano dé manzanas en primavera, manzanas en verano y que maduren en otoño para cosecharse. De la misma manera, todo el mundo comete pecados durante toda su vida. 
 
 

La redención de los pecados se ha cumplido mediante el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz

 
Pasemos a la Palabra para ver cómo todos esos pecadores, que son obradores de iniquidad, pueden recibir la remisión de los pecados de Dios y redimir todos sus pecados para vivir con gozo. Les pido que escuchen el Evangelio de la remisión de los pecados bien para encontrar la respuesta a esta pregunta. 
Si pasamos al Antiguo Testamento, está escrito en Levítico 4, 27-31: «Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto. Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Y le quitará toda su grosura, de la manera que fue quitada la grosura del sacrificio de paz; y el sacerdote la hará arder sobre el altar en olor grato a Jehová; así hará el sacerdote expiación por él, y será perdonado».
Durante la era del Antiguo Testamento, cuando los israelitas pecaban contra Dios, ¿cómo recibían la remisión de los pecados? La Biblia dice que durante la era el Antiguo Testamento, cuando alguien pecaba, esta persona obtenía la remisión de los pecados al poner las manos sobre un animal y pasarle los pecados. Está escrito en Levítico 1, 2-4: «Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová. Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya».
Dios había preparado animales específicos para que el pueblo de Israel pudiese recibir la remisión de los pecados. Está escrito aquí: «Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto». En el Antiguo Testamento, la imposición de manos sobre un sacrificio significaba pasar los pecados al animal. Entonces, cuando se abrían las puertas de la corte del Tabernáculo y se entraba dentro, lo primero que se veía era el altar de los holocaustos, y este altar, en forma de una caja un poco más grande que este púlpito, tenía un cuerno en cada una de las cuatro esquinas. Allí los israelitas sacrificaban sus ofrendas para recibir la remisión de los pecados de Dios, mediante la imposición de manos sobre la cabeza del animal para pasarle los pecados, y después mataban al animal. 
Dios dijo en Levítico: «Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya». Cuando un israelita ponía las manos sobre un animal, sus pecados eran pasados al animal y al haber pasado sus pecados mediante la imposición de manos, este animal era aceptado en su lugar para redimirle. Entonces el pecador le cortaba el cuello al animal y le sacaba la sangre. El sacerdote ponía parte de la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos, cortaba la carne del animal a trozos, desechaba las entrañas sucias y quemaba la carne y ofrecía el aroma a Dios. Así es como los israelitas obtenían la remisión de los pecados. Este era el sacrificio por el que el pueblo de Israel era redimido de sus pecados diarios. 
Asimismo el pueblo de Israel tenía otro rito de sacrificio que le permitía redimir sus pecados anuales, y este sacrificio del Día de la Expiación tenía diferentes características que los sacrificios diarios. En primer lugar, mientras que el pecador individual, que pasaba los pecados a un animal puro, realizaba la expiación de los pecados diarios, para el sacrificio del Día de la Expiación, era el Sumo Sacerdote quien ponía las manos sobre el sacrificio animal en nombre de todo el pueblo de Israel y pasaba al animal los pecados mientras todos miraban. Otra diferencia era que el Sumo Sacerdote tomaba la sangre del sacrificio y la llevaba al Lugar Santísimo y allí la rociaba siete veces sobre el propiciatorio en la parte este. De esta manera, el décimo día del séptimo mes, el Sumo Sacerdote realizó la redención de los pecados anuales del pueblo de Israel (Levítico 16, 5-27). 
Entonces debemos centrar nuestra atención en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento que se cumplió en el Nuevo Testamento, y en cómo el estatuto eterno de Dios fue mantenido y pasado sin cambiar. 
¿Por qué murió Jesús en la Cruz? ¿Qué hizo Dios en este mundo para ser crucificado hasta morir? ¿Quién obligó a Jesucristo a morir en la Cruz? Cuando todos los pecadores de este mundo estaban atrapados en el pecado (incluyendo nosotros mismos) Jesucristo vino a salvar a estos pecadores, obradores de iniquidad, de toda la condena del pecado. Entonces fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán para redimir nuestros pecados, y en nuestro lugar cargó con el castigo del pecado que deberíamos haber pagado nosotros. El que Jesús fuese bautizado y derramase Su sangre en la Cruz implica el mismo rito de sacrificios del Antiguo Testamente, a través del cual se ponían las manos sobre la cabeza del animal que iba a ser matado ante el altar de los holocaustos. 
Durante la era del Antiguo Testamento, los israelitas ponían las manos sobre la cabeza del animal y confesaban sus pecados, y para ser redimidos de sus pecados, le cortaban el cuello al animal, al que le pasaban sus pecados, le sacaban la sangre y sacrificaban esta ofrenda a Dios para expiación de sus pecados. De la misma manera, Jesucristo también ofreció el mismo sacrificio de la remisión de los pecados. Fue bautizado y derramó Su sangre en la Cruz hasta morir para que Dios eliminase todos nuestros pecados y los míos, y para salvarnos de todos nuestros pecados. 
No es incorrecto decir que nosotros somos responsables de la muerte de Jesucristo. Piensen en lo que les pasaba a los animales del sacrificio. ¿Sabía alguno de estos animales lo que era el pecado? No, por supuesto que no, ningún animal conocía el pecado. Pero los israelitas ponían las manos sobre estos animales para pasarles los pecados. Entonces, claramente tuvo que haber un evento en el que Jesucristo aceptase los pecados de la raza humana sobre Su propio cuerpo. 
Fundamentalmente, Jesucristo era el Hijo de Dios sin pecados y nunca cometió ningún pecado. Pero, para cargar con todos los pecados del mundo y de la humanidad, fue bautizado en el río Jordán a los 30 años para eliminar todos los pecados de la raza humana. Como Jesús había aceptado todos nuestros pecados en el río Jordán fue crucificado hasta morir. Todos los ministerios eran la obra de la salvación para borrar los pecados de todos los pecadores. Esta escena está escrita en Mateo 3. 
 
 

El inicio del Evangelio de la redención de los pecados

 
Ahora debemos pasar a Mateos 3, 13-16: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él».
Es absolutamente imperativo que entendamos por qué Jesús fue bautizado a los 30 años. Para redimir todos los pecados de la humanidad y cumplir la justicia de Dios Jesús fue bautizado. Para salvar a toda la raza humana de sus pecados, Jesús, que era puro, fue personalmente bautizado por Juan el Bautista. Al hacer esto, cargó con todos los pecados del mundo, los redimió y salvó a todos los seres humanos. Pero para recibir la remisión de los pecados, debemos creer en esta Verdad. Somos nosotros los que debemos creer en estas Verdad. 
¿Cuál es el significado del bautismo? Su significado es lo mismo que la imposición de manos del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, el animal del sacrificio cargaba con los pecados de los israelitas mediante la imposición de manos del pecador o del Sumo Sacerdote, pero en el Nuevo Testamento, como Jesús vino a este mundo para salvarnos, aceptó todos los pecados a través de la imposición de manos de Juan el Bautista. En aquel entonces, Dios Padre había elegido a Juan el Bautista para ser el representante único de toda la raza humana, e hizo que bautizase a Jesús en nombre de todos los seres humanos. Hablando espiritualmente, la palabra “bautismo” significa “pasar, transferir, enterrar o lavar, y todos” estos significados están capturados en “la imposición de manos”. 
Entonces, ¿se dan cuenta de por qué Jesús tuvo que recibir Su bautismo de la redención de los pecados de Juan el Bautista cuando vino a este mundo? ¿Creen en Jesús con este conocimiento? Jesús fue bautizado para cargar con todos los pecados del mundo sobre Su cuerpo, todos los pecados que cometemos y que toda la raza humana comete con su cuerpo y corazón hasta el día en que muere como una raza de víboras. Para cumplir el Evangelio de la remisión de los pecados Jesús fue bautizado por Juan el Bautista. 
Jesús dijo en Mateo 3, 15: “Pues conviene así que cumplamos toda justicia”. Cumplir toda la justicia significa dejar a todo el mundo sin pecados y librar a todo el mundo de los pecados. En otras palabras, Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista por los pecadores. Como se muestra en Mateo 3, 13-17, cuando Jesús fue bautizado en el río Jordán todos los pecados de la humanidad fueron pasados a Él. Y al cargar con todos los pecados en aquel entonces, Jesucristo murió en la Cruz tres años después, y se levantó de entre los muertos al tercer día. Para redimir todos los pecados de este mundo, fue bautizado una vez, murió una vez y se levantó de entre los muertos una vez. A todos los que han recibido la remisión de los pecados de Dios, a todos Sus creyentes, Jesús les ha dado la salvación para siempre. 
Jesús tuvo que ponerse una corona de espinas, ser juzgado en la corte de Pilato y ser crucificado como un criminal y derramar toda Su sangre hasta morir. ¿Por qué tuvo que sufrir Jesús así? Porque tuvo que tomar todos los pecados del planeta a través de Su bautismo porque había tomado todos nuestros pecados, Jesús tuvo que morir en la Cruz así. 
Todos debemos creer en esta Palabra de salvación y agradecerle a Dios por salvarnos de esta manera. Jesús no podría habernos salvado de los pecados del mundo por cualquier otro método, es decir, al ser bautizado, crucificado y resucitado. Cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista para aceptar todos los pecados del mundo, los redimió, nos salvó de todos los pecados del mundo y así ha librado a Sus creyentes. Algunas personas piensan: “¿Acaso no redimió Jesús solo nuestro pecado original?”. Pero este es solo su pensamiento; Dios ha escrito claramente en la Biblia que Juan el Bautista había pasado todos los pecados del mundo a Jesús cuando fue bautizado, que Jesús cargó con ellos y eliminó los pecados de la humanidad. Jesús dijo en Mateo 3, 15: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así cumplir toda justicia”. El que el Señor cumpliese toda la justicia significa que ha eliminado todos los pecados del mundo. 
¿Acaso tomó todos nuestros pecados personales en este mundo? Los ha eliminado todos. Para encontrar pruebas de esto, primero tenemos que ir al Antiguo Testamento y examinar el sacrificio del Día de la Expiación y el papel del Sumo Sacerdote descrito en Levítico 6. 
 
 

El sacrificio que redimió todos los pecados anuales del pueblo de Israel

 
Está escrito en Levítico 16, 6-10: «Y hará traer Aarón el becerro de la expiación que es suyo, y hará la reconciliación por sí y por su casa. Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación. Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto». Aquí, la Biblia describe cómo Aarón sacrificaba un toro como ofrenda del pecado y tomaba dos cabras y las ofrecía a Dios en la puerta del Tabernáculo de la Reunión. Está escrito aquí: «Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel». Para salvar al pueblo de Israel, Aarón necesitaba un chivo expiatorio. 
Según el sistema de sacrificios establecido por Dios en el Antiguo Testamento, un individuo podía pasar sus pecados diarios al animal poniendo las manos sobre su cabeza, pero los pecados anuales de todo el pueblo de Israel eran pasador por el Sumo Sacerdote en su nombre el décimo día del séptimo mes. Está escrito en Levítico 16, 29-31: «No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad. Mis días de reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia. Yo Jehová. No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios». 
Cuando el pueblo de Israel llevaba sus pecados diarios al Tabernáculo, confesaban sus pecados y se los pasaban al animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza, le cortaban el cuello y le sacaban la sangre y después le entregaban la sangre al sacerdote. Al aceptar estos pecados mediante la imposición de manos, este animal moría para expiarlos. Entonces Dios aceptaba este animal en vez de hacer que los israelitas muriesen. Los animales puros especificados por Dios, como los corderos, cabras, terneros y toros eran aceptables como ofrendas y Dios aceptaba cada sacrificio que se ofrecía según Sus requisitos. 
Como Dios es misericordioso quería salvar a todo el pueblo de Israel y por eso permitió a los pecadores pasar los pecados al animal del sacrificio y dejaba que este animal fuese matado en su lugar. De esta manera el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento proporcionaba la remisión de los pecados a los israelitas cuando le pasaban los pecados a un cordero o cabra mediante la imposición de manos sobre su cabeza, mataban a esta animal y le sacaban la sangre y entregaban esta sangre el sacerdote. 
Aunque el pueblo de Israel debía obtener la remisión de los pecados diarios de esta manera, era prácticamente imposible ofrecer tantos sacrificios a diario. Así que el décimo día del séptimo mes, el Sumo Sacerdote, al poner las manos sobre el chivo expiatorio en nombre de todo el pueblo de Israel, pasaba todos sus pecados anuales al animal de una vez. ¿Qué hacía exactamente el Sumo Sacerdote? Primero, Aarón ponía las manos sobre la cabeza del chivo y confesaba todos los pecados que cometían los israelitas durante ese año, diciendo: “El pueblo de Israel ha cometido asesinatos, adulterio y hurto. Ha sido celoso, se ha peleado y ha mentido”. Entonces, le cortaba el cuello al animal, le sacaba la sangre, tomaba esa sangre y la llevaba al Lugar Santísimo y la rociaba siete veces. El número siete en la Biblia denota la perfección. Lo primero que hacía el Sumo Sacerdote era pasar todos los pecados anuales de todo el pueblo de Israel al animal y después el animal era sacrificado y ejecutado en su lugar. 
Como Dios es justo, para salvar al pueblo de Israel de todos sus pecados carnales, sacrificaba a un animal en su lugar. Lo hacía porque esto era misericordioso. Así que, cuando el Sumo Sacerdote rociaba la sangre del sacrificio siete veces en el propiciatorio en la cara este, todos los pecados de todo el pueblo de Israel eran eliminados en un día, el décimo día del séptimo mes. 
Todos los años, el décimo día del séptimo mes, el pueblo de Israel ofrecía el sacrificio del Día de la Expiación y ofrecía dos chivos. Uno de ellos era el chivo expiatorio, que significa ser liberado, y este chivo expiatorio del Antiguo Testamento es la sombra de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Como dice la Biblia: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). 
Esto significa que Dios nos dio a Su Hijo para que fuese nuestro Cordero del sacrificio. En otras palabras, Jesús había venido a nosotros como el Salvador que cargaría con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y salvarnos de todos los pecados. Por eso se llama el Mesías, es decir, el Salvador. Por tanto, el nombre de Jesucristo denota el Rey de reyes que vino a salvar a los pecadores. Dicho de otra manera, de la misma manera en que el pueblo de Israel era redimido de sus pecados anuales en el Día de la Expiación en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento Jesucristo vino a este mundo hace 2,000 años, fue bautizado para cargar con todos los pecados de la raza humana y expió todos y cada uno de esos pecados al derramar Su sangre en la Cruz. 
Leamos Levítico 16, 21-22 juntos: «Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto». 
Como está escrito en Levítico 1, este pasaje deja claro que los pecados de los israelitas fueron pasados al animal del sacrificio a través de la imposición de manos de Aarón. Donde la Biblia habla de todas las iniquidades de los hijos de Israel aquí en Levítico 16, 21, las iniquidades se refieren a los pecados cometidos por los israelitas con sus corazones o sus acciones, y el Sumo Sacerdote pasó esas iniquidades al chivo expiatorio mediante la imposición de manos sobre su cabeza. 
 
 
En la Ley deben reconocer todas las consecuencias de sus pecados
 
La Ley de Dios está compuesta de 613 estatutos y mandamientos. En realidad, no hemos podido hacer lo que Dios nos dijo que hiciésemos y hemos hecho lo que nos dijo que no hiciésemos. Así que todos somos pecadores. La Biblia nos dice que Dios nos dio la Ley para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados (Romanos 3, 20), y esto significa que Dios nos dio la Ley para enseñarnos que somos pecadores. En otras palabras, no nos dio la Ley basándose en el concepto de que fuésemos capaces de cumplirla, sino para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados. Dios no nos dio la Ley para que cumpliésemos todos los estatutos a la perfección, como si esto fuera posible. Cumplir la Ley está fuera de nuestro alcance; es como esperar que una bestia se comporte como un ser humano. Así que el único objetivo de la Ley era hacer que nos diésemos cuenta de nuestros pecados, y no que la cumpliésemos perfectamente. 
Dicho de otra manera, Dios nos dio la Ley porque, aunque fuésemos pecadores, no nos dábamos cuenta de esto. A través de la Ley, Dios nos estaba diciendo: “Sois asesinos y adúlteros, y vuestros pecados siempre son malvados”. Dios le dijo a todo el mundo que no cometiese asesinato, pero es la naturaleza humana cometer asesinatos en sus corazones y a veces los llevan a cabo. Entonces, cuando una persona hace lo que Dios le dijo que no hiciese a través de la Ley, se da cuenta de que ha hecho algo malo, que ha cometido pecados y por tanto es pecadora. En otras palabras, cuando hacemos algo prohibido nos damos cuenta de que somos pecadores. 
Así que, en el Antiguo Testamento, para salvar a la gente del pueblo de Israel de sus pecados, Dios permitió que Aarón realizase el sacrificio del Día de la Expiación, y al llevar a cabo esta responsabilidad y realizar este sacerdocio, Aarón hizo posible que todos los israelitas expiasen sus pecados anuales. Como he mencionado, se ofrecían dos animales el Día de la Expiación, y uno de ellos era sacrificado a Dios en el Tabernáculo después de que Aarón pasase los pecados de los israelitas al animal mediante la imposición de manos, mientras que el otro era expulsado al desierto. Aarón también puso las manos sobre la cabeza del segundo chivo para pasarle los pecados a los israelitas, pero lo hacía mientras miraban. Con las manos sobre la cabeza del chivo Aarón confesaba todos los pecados anuales del pueblo de Israel y después le pasaba el chivo a un hombre para que la enviase al desierto. 
La tierra de Palestina es un desierto y el chivo expiatorio era guiado al desierto y abandonado allí. Cuando el pueblo de Israel veía que este chivo era llevado al desierto cargando con sus pecados anuales, sabía que sus pecados habían acabado y encontraba paz en sus corazones, mientras que el chivo expiatorio moría en algún sitio en el desierto. Después de vagar por el desierto, el chivo moría mientras cargaba con los pecados anuales del pueblo de Israel y con su muerte expiaba todos los pecados. 
Ahora, Dios nos está diciendo que Jesús es nuestro Chivo Expiatorio y que, a través del bautismo de Jesús y Su sangre, Dios ha redimido todos nuestros pecados diarios y los pecados de toda nuestra vida. Jesús es Dios y nuestro Salvador. Es el Hijo de Dios que vino a salvarnos de todos los pecados del mundo y es el Creador que nos hizo. Al venir a salvarnos de todos los pecados del mundo que cometemos con nuestra carne, Jesús tuvo que ser bautizado por Juan el Bautista para redimir no solo nuestros pecados diarios, sino todos los pecados que cometeremos y hemos cometido en este mundo, ya sea con nuestros corazones o nuestra carne, y cumplir toda la justicia de Dios. 
Tres años antes de morir en la Cruz, cuando Jesucristo empezó Su vida pública en este mundo a los 30 años, lo primero que hizo fue aceptar todos los pecados del mundo en el río Jordán a través de Juan el Bautista, y desde ese momento el Señor empezó a completar la salvación de la raza humana y la remisión de los pecados. 
Juan el Bautista, con el agua hasta la cintura, bautizó a Jesús mediante la imposición de manos sobre Su cabeza y lo sumergió en el agua. Este bautismo aquí se refiere a la imposición de manos del Antiguo Testamento, y es el medio por el que Jesús aceptó todos los pecados de la humanidad. Y el que Jesús se metiese en el agua implica Su muerte, mientras que el salir de agua denota Su resurrección. Al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesucristo sentó la base para cumplir toda la justicia a través de estas tres obras. 
Somos salvados solo si nos sometemos a la Palabra por la que Jesús nos ha salvado. Dios había decidido salvarnos a través de Jesucristo de esta manera, y decidió cumplir nuestra salvación en el Nuevo Testamento según la Palabra de Su alianza prometida en el Antiguo Testamento. Y Jesucristo cargó con todos los pecados del mundo y los llevó a la Cruz. 
Está escrito en Juan 1, 29: “Al día siguiente Juan vio a Jesús que iba hacia él y dijo: ‘He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’”. Juan el Bautista está testificando aquí que Jesucristo tomó los pecados del mundo. Todos los pecados de la raza humana fueron pasados a Jesucristo cuando fue bautizado. Crean en esto. Entonces recibirán la remisión de los pecados por fe. Todos debemos tener fe en la Palabra de Dios. Dejando de lado nuestros pensamientos y conjeturas debemos someternos a la Palabra de Dios proclamando que Jesús tomó los pecados del mundo y deben creer en esta Palabra sin duda. 
El que Jesús tomase los pecados del mundo para siempre significa que la remisión de los pecados que ha sido cumplida por la justicia de Dios. Y “la imposición de manos” y el “bautismo” significan lo mismo. “Todo” y “entero” son dos palabras diferentes con el mismo significado. De la misma manera, la imposición de manos del Antiguo Testamento es lo mismo que el bautismo del Nuevo Testamento que Jesús recibió en forma de imposición de manos, y con este bautismo de Jesús nuestros pecados son eliminados. La Biblia dice que Jesucristo fue bautizado y condenado en la Cruz en nuestro lugar para la expiación de nuestros pecados y hemos sido salvados al creer en este Evangelio original. 
Entonces, ¿qué son los pecados del mundo que Jesús eliminó? La Biblia dice que los pecados con los que nacieron del vientre materno y los deseos pecadores encontrados en los corazones humanos, como los pensamientos malvados, hurto, celos, conflicto, odio, orgullo e insensatez, pertenecen a los pecados del mundo, al igual que las transgresiones personales e iniquidades que hemos cometido y cometeremos con nuestras debilidades, con nuestras acciones o de corazón. Todos y cada uno de nuestros pecados, en otras palabras, pertenece a los pecados del mundo. 
Está escrito Romanos 6, 23: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». La Biblia también dice en Hebreos 9, 22: «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión». Como dice la Palabra de Dios el precio del pecado debe pagarse sin falta. Pero la Biblia también dice que cuando Jesucristo vino a este mundo para salvarnos de todos los pecados, pagó el precio de todos los pecados con Su propia vida redimiendo así todos los pecados del mundo. La remisión de los pecados se recibe al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre, y al creer que Jesús es Dios y el Salvador. 
 
 
La redención de los pecados de mañana
 
Todos y cada uno de los pecados que se han cometido y se cometerán hasta el fin del mundo pertenecen a los pecados del mundo, sin importar quién los haya cometido. Desde ayer hasta hoy y mañana desde la cuna hasta la tumba, todos los pecados cometidos pertenecen a los pecados del mundo y la Biblia dice que todos estos pecados fueron pasados a Jesucristo a través de Su bautismo y el Señor los redimió. Todos los pecados que cometemos hasta que morimos están incluidos en los pecados del mundo. 
Estamos salvados solo si creemos en este Evangelio original de Dios y nos sometemos a Su Palabra escrita, y la remisión de los pecados se recibe solo si dejamos de lado nuestros pensamientos tercos. Pero algunas personas siguen diciendo: “¿Cómo pudo Jesús tomar todos los pecados que no hemos cometido todavía?”. Me gustaría preguntarles a estas personas: “¿Tiene que venir Jesús y derramar Su sangre para borrar nuestros pecados cada vez que pecamos?”. 
Mis queridos hermanos, los nacidos de nuevo, deben seguir la ley de la redención de los pecados, porque la Biblia dice claramente: «y sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Hebreos 9, 22). En el Antiguo Testamento, para que una persona recibiese la remisión de los pecados, era imperativo que esta persona pusiese las manos sobre la cabeza del animal para pasarle los pecados y después matar al animal. Solo cuando el precio del pecado era pagado de esta manera una persona podía ser salvada. De la misma manera, el Hijo de Dios vino a este mundo para salvar a toda la raza humana del pecado; para borrar todos sus pecados, cargó con ellos al ser bautizado, derramó Su sangre en la Cruz, se levantó de entre los muertos al tercer día y ascendió a los Cielos; y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre como nuestro Salvador eterno. 
Para recibir la remisión de los pecados, debemos desechar nuestras ideas rígidas y dejar de lado la noción religiosa de que el perdón de nuestros pecados debe buscarse a diario. Debemos recibir la salvación de la remisión de los pecados para siempre; no podemos recibir la remisión de los pecados a diario ofreciendo oraciones de penitencia. A través del bautismo de Jesús Dios Padre ha pasado los pecados de Su Hijo para siempre, y al ponerlos sobre el cuerpo de Su Hijo, Dios Padre hizo que fuese crucificado para ser condenado en nuestro lugar, lo resucitó de entre los muertos y así nos ha redimido de los pecados. 
El Señor dijo en Isaías 53 que puso todos nuestras iniquidades sobre Jesús, todas y cada una de las iniquidades de todo el mundo, como está escrito: 
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, 
y sufrió nuestros dolores; 
y nosotros le tuvimos por azotado, 
por herido de Dios y abatido. 
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, 
molido por nuestros pecados; 
el castigo de nuestra paz fue sobre él, 
y por su llaga fuimos nosotros curados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, 
cada cual se apartó por su camino; 
mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Isaías 53, 4-6). 
En Efesios 1, 4 está escrito: «según nos escogió en él antes de la fundación del mundo». Dios está diciendo aquí que nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo para hacernos Su pueblo justo y puro. Por tanto, debemos creer en esta Palabra del agua, la sangre y el Espíritu y someternos a ella sin importar nuestros pensamientos. 
Dios nos está diciendo aquí que Jesucristo, Su Cordero, tomó todos los pecados del mundo y los eliminó, y esto es lo que ocurrió. Hebreos 10, 1 dice: «Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan». Esto significa que la imposición de manos sobre un cordero o un toro y sacrificarlo día tras día no puede hacernos perfectos. Como la Ley es la sombra de las cosas buenas por venir, no es perfecta, y por tanto el Mesías por venir, Jesucristo mismo, cargó con todos los pecados del mundo para siempre a través de Su bautismo recibido de Juan el Bautista, al igual que el Sumo Sacerdote pasaba los pecados anuales del pueblo de Israel para siempre. Y el Señor tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado y crucificado. 
Por eso la Biblia dice en Hebreos 10, 9-18: «y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado». Creo en esta Palabra de todo corazón, que el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados a través de Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz. 
 
 
La salvación y regeneración del agua y el Espíritu grabadas en nuestros corazones y mentes
 
Mis queridos hermanos, ¿creen que Jesucristo nos ha salvado de esta manera al ser bautizado y derramar Su sangre en la Cruz? ¿Se someten a esta Palabra de Dios por fe? Nacemos de nuevo solo si nos sometemos a esta Palabra. Recibimos la remisión de los pecados al creer que Jesucristo ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio de la redención. No recibimos la remisión de los pecados al vivir con virtud, sino al creer en lo que Dios ha hecho por nosotros. Somos redimidos de todos los pecados y somos justos solo al creer que Jesucristo tomó todos nuestros pecados en el río Jordán al ser bautizado y que cargó con ellos en la Cruz para pagar la condena que deberíamos haber pagado nosotros. Creen en esto?
El bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección constituyen la obra de salvación que ha hecho posible que todo el mundo reciba la remisión de los pecados de Dios, y es la ley del Señor de la salvación y Su amor. Aunque Dios nos ama, no nos ama ni tolera si seguimos siendo pecadores. Pero como Dios es justo, nos ha hecho justos a través del sacrificio de Su Hijo, al hacerle recibir el bautismo para eliminar nuestros pecados. Para dejarnos sin pecados Dios envió a Su único Hijo Jesucristo a este mundo; al hacer que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista, el Padre pasó todos nuestros pecados a Su Hijo, y al condenar a Su Hijo Jesucristo en nuestro lugar, el Padre ha eliminado nuestra condena. El que Dios nos dejase sin pecados y nos hiciese justos y nos haya aceptado con hijos Suyos, es la salvación que Dios nos ha traído por el agua y la sangre, y este es Su amor agape. 
Dios dijo en Hebreos 10, 16: «Pondré Mis leyes en sus corazones y en sus mentes las escribiré». Entonces, ¿somos pecadores en nuestros corazones y mentes o somos personas justas? Todos los que obedecemos la Palabra de Dios somos personas justas. Jesucristo tomó nuestros pecados y fue condenado por todos ellos. Es nuestro Salvador. Algunos de nosotros podemos pensar: “¿Cómo podemos decir que somos justos cuando seguimos cometiendo pecados todos los días? ¿No somos todos pecadores entonces?”. Sin embargo, si nos sometemos a la Palabra de Dios como Jesucristo se sometió a la Palabra de Dios, podemos ser todos justos. 
Antes de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu nuestros corazones habían sido pecadores también. Sin embargo, cuando aceptamos el Evangelio de Jesucristo de la remisión de los pecados, fuimos salvados de todos nuestros pecados. Cuando no conocíamos este Evangelio de la redención de los pecados, todos éramos pecadores. Pero ahora somos personas justas al creer que Dios nos ha salvado a través del Evangelio de la remisión de los pecados y al someternos a esta salvación. Esta es la fe de la que habla el Apóstol Pablo, por la que somos justificados por fe, y es la fe que nos hace justos al creer en el Evangelio de la remisión de los pecados. 
El Apóstol Pablo también dice que Abraham no se hizo justo y el padre de la fe por sus propias acciones, sino al creer en la Palabra de Dios y someterse a esta Palabra de gracia. Como dice Hebreos 10, 18: «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado», Dios ha cumplido nuestra salvación completamente, para que no vivamos atados al pecado de nuevo. 
En Filipenses 2, la Biblia también dice: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Filipenses 2, 5-11). 
Al no exaltarse, Jesucristo tomó la forma de un siervo, y en la apariencia de un hombre, se humilló y obedeció la voluntad del Padre hasta morir para salvarnos a todos. Por eso alabamos a Jesucristo como nuestro Dios, nuestro Salvador y nuestro Rey. Le damos toda la gloria a Dios Padre y alabamos a Jesucristo al mismo tiempo precisamente porque Jesucristo obedeció la voluntad del Padre. Si Jesucristo no hubiese obedecido la voluntad del Padre, el Hijo de Dios no habría recibido gloria. Sin embargo, a pesar de ser el Hijo de Dios, Jesús siguió confiando y obedeciendo la voluntad de Dios Padre hasta morir, y por eso recibió y recibirá para siempre la gloria de todas las criaturas y todos los seres humanos. 
La Biblia dice que Jesús se convirtió en el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo, y que cargó con todos los pecados del mundo a través de Su bautismo. Entonces, hace casi 2,000 años Jesús cargó con los pecados del mundo y nosotros nacimos mucho más tarde y estamos viviendo en esta era presente. Pero incluso los pecados que cometemos en esta era presente pertenecen a los pecados del mundo porque el mundo no ha acabado todavía. 
Sin distinguir el pecado original y los pecados personales, ¿acaso no cometimos pecados en nuestra infancia? Incluso cuando éramos niños pequeños, cometíamos pecados fácilmente. Pero Jesús ha eliminado todos estos pecados y por eso le llamamos nuestro Salvador. ¿Y qué pasó cuándo éramos adolescentes? ¿Acaso no pecamos en nuestra adolescencia? Por supuesto que sí. Pero todos estos pecados fueron pasados a Jesús hace 2,000 años. Como sabía muy bien que pecaríamos desde la cuna hasta la tumba, Jesús tomó todos los pecados del mundo de antemano y pagó su precio. Ahora, asumiendo que la esperanza de vida es de 70 años, ¿cuántos más pecados cometeremos en los próximos 50 años? Si los metiésemos en una camión, necesitaríamos cien camiones para meterlos todos. Pero incluso estos pecados fueron eliminados por Jesús para siempre a través de Su bautismo, y los llevó a la Cruz para llevar la remisión de los pecados a todos los seres humanos. 
Si Jesús hubiese tomado solamente nuestros pecados originales y no nuestros pecados personales entonces tendríamos que morir. Si siguen pensando que Jesús no tomó nuestros pecados, esto no es más que su imaginación. Aunque piensen y sientan que su propio Jesús no tomó los pecados del mundo, esto no cambia el hecho de que Jesús cargase con nuestros pecados a través de Su bautismo. 
¿Cuántos pecados cometemos en nuestras vidas? Consideren un hombre de cincuenta años. ¿Cuántos pecados ha cometido? Ha cometido tantos pecados desde su nacimiento que es imposible contarlos. ¿Acaso este hombre no cometerá pecados de ahora en adelante? No, seguirá pecando hasta que muera. Todos estos pecados se cometen mientras se vive en este mundo, sin importar cuándo se cometan, y Jesús cargó con todos ellos. Por eso Jesús le ordenó a Juan el Bautista que le bautizase, para tomar todos los pecados del mundo. El Señor tenía la autoridad de testificar sobre Sí mismo diciendo: “He eliminado todos vuestros pecados”, pero el Señor no solo lo dijo sino que también lo hizo. Había enviado a Su siervo de antemano como representante de la humanidad, y a través de este hombre, cuando Jesús bajó Su cabeza ante Juan el Bautista y fue bautizado por Él, el Señor redimió todos los pecados de la humanidad, todos los pecados del mundo y todos nuestros pecados. Ha redimido todos nuestros pecados que cometemos y cometeremos durante toda nuestra vida, y todos los pecados que cometeremos. El que ha eliminado todos los pecados de la raza humana con Su bautismo es nuestro Salvador. 
Entonces ¿quién puede decir que todavía hay pecados en este mundo? El Señor ha redimido todos los pecados de esta manera y si creemos en lo que fue cumplido por Juan el Bautista y Jesús desde el fondo de nuestros corazones con convicción, todos seremos redimidos y salvados de todos nuestros pecados. 
A veces hablo demasiado acerca de mis propias experiencias, como si fuese el único que ha vivido una vida difícil, pero sé muy bien que hay muchas personas que han vivido una vida más difícil aún, y que muchos de ustedes han sufrido mucho en su vida. ¿Se debe esto a que la vida es demasiado larga? No. Dios dice que todos nuestros días han pasado en Su ira y terminamos nuestros días con un suspiro (Salmos 90, 9). Y la Biblia sigue hablando acerca de la realidad de nuestras vidas sin sentido, diciendo: 
«Los días de nuestra edad son setenta años;
Y si en los más robustos son ochenta años,
Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan, y volamos» (Salmos 90, 10).
Voy a poner como ejemplo a las moscas. Una mosca llega a la mitad de su vida en doce horas. Las moscas solo viven durante un día. Entonces imaginen un grupo de moscas reuniéndose a mediodía después de haber vivido durante doce horas y empezando a hablar de todos sus problemas que habían sufrido en doce horas de vida. Para las moscas, el haber vivido durante doce horas es media vida. A la puesta del sol, habrían pasado dos tercios de su vida y estarían hablando de cómo iban a envejecer y morir. Muchas de ellas empezarían a morir antes de la noche, y las más viejas morirían a medianoche. Si escuchásemos su conversación, oiríamos sus experiencias de menos de 24 horas y nos reiríamos de ellas porque nuestra esperanza de vida es de 70 a 80 años. De la misma manera en que estas moscas nos parecen ridículas, Dios nos ve de esta manera. 
Como Dios ha decidido el principio y el final del mundo y vive para siempre, vive en el tiempo eterno. Dios nos miró desde una dimensión sin tiempo. Hace mucho Dios vino a este mundo y para redimir todos los pecados de la raza humana en le mundo, cargó con todos ellos a través de Su bautismo y murió en la Cruz diciendo: “Está acabado” y después se levantó de entre los muertos al tercer día y ascendió a los Cielos. Dios ahora vive sin tiempo. Y está cuidando de nosotros desde Su dimensión sin tiempo. Quiero ilustrar esto con otro ejemplo. 
Imaginemos que alguien piensa para sí mismo: “Solo tengo 30 años, pero he cometido muchos pecados. Estoy aterrado de cometer más pecados. ¿Cómo voy a ser perdonado?”. Nuestro Señor, que vive en el tiempo eterno le diría a esta persona: “¿En serio? No tiene sentido esto. ¿Crees que solo he redimido los pecados que has cometido hasta ahora? ¿Crees que estos pecados son los únicos que eliminé? He tomado todos los pecados del mundo. He aceptado todos los pecados de todos los seres humanos en Mi cuerpo, desde Adán, el primer hombre, hasta el último hombre que viva al final del mundo, incluyendo tus descendientes”. El Señor vive en esta dimensión atemporal y dice que cargó con todos los pecados de la humanidad por la remisión de nuestros pecados. 
 
 
El Señor ha cumplido la salvación de todos los pecados
 
Pasemos a Juan 19, 17-20: «Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín». 
Al cargar con todos los pecados del mundo, Jesucristo fue sentenciado a muerte por la corte de Pilato y fue crucificado. Preguntémonos esto. Está escrito en Juan 19, 28-30: «Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu».
Jesucristo había cargado con todos los pecados según las Escrituras. Después de beber vino agrio, Jesucristo dijo: “Está acabado”. Después bajó la cabeza y murió, pero se levantó de entre los muertos al tercer día y ascendió a los Cielos. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la muerte que sufrió en la Cruz estaban completamente vinculados para el cumplimiento de la remisión de los pecados. Le doy gracias al Señor por salvarnos así a través del Evangelio de la remisión de los pecados. 
Sin embargo, la carne de todo el mundo sigue lo que desea la carne. Por tanto, en la carne todo el mundo es un pecador que desobedece los mandamientos de Dios y peca contra Él durante toda su vida, y todos tenemos esta carne. Pero el Señor nos ha dado la salvación a personas así con el bautismo y la sangre de Jesús, con los que ha redimido todos nuestros pecados. Dios nos ha salvado de esta manera. Nació en Belén y cargó con todos los pecados del mundo en el río Jordán a través de Su bautismo y ha hecho posible que todos los que recibamos la remisión de los pecados entremos en el Reino de los Cielos por fe en cualquier momento, porque creemos en el Evangelio del agua, la sangre y la resurrección del Señor. Le doy toda la gloria, alabanza y gracias al Señor. 
 
 
Jesús restauró la fe de Pedro
 
Cuando pasamos al último capítulo del Evangelio de Juan vemos que Jesús fue a Galilea después de Su resurrección. Fue a buscar a Pedro, y cuando lo encontró, le preguntó: “Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres más que estos?”. Entonces Pedro contestó: “Sí, Señor sabes que te quiero” y Jesús le dijo: “Alimenta a Mis corderos”. La fe de Pedro se hizo completa en ese momento, ya que su corazón se dio cuenta del Evangelio de la remisión de los pecados constituida por el bautismo y la sangre de Jesús. Su fe en el Señor se hizo más fuerte, porque Pedro ahora entendía por qué el Señor había lavado Sus pies entendió el Evangelio del agua y la sangre y creyó en este Evangelio de la remisión de los pecados. 
Pasemos a Juan 21, 15-16 aquí y veamos qué le dijo Jesús a Pedro cuando apareció ante Sus discípulos después de Su resurrección: «Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas». Este pasaje nos dice que el Señor pudo confiar a Su pueblo a Pedro, ya que Pedro se había convertido en un discípulo salvado completamente y un siervo justo de Dios. 
Si Pedro se convirtiese en un pecador de nuevo solo por cometer pecados en su carne, el Señor no podría haberle confiado el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de la redención de los pecados, a Pedro y a los otros discípulos que estaban atados por los pecados personales de la carne. Pero el Señor les confió a Pedro y a los demás discípulos la obra del Evangelio para redimir los pecados del mundo precisamente porque todos creyeron en el Evangelio de la remisión de los pecados de Dios, en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz. 
 
 
“Sí, Señor; sabes que te amo”
 
Leamos una vez más lo que El Señor le dijo a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres mas que estos?”. Entonces Pedro le contestó y le dijo: “Sí, Señor sabes que te amo”. Esta confesión de fe fue la que Pedro hizo porque creyó en el Evangelio de la redención de los pecados que el Señor le había dado. 
Si el Señor no le hubiese hablado a Pedro y al resto de los discípulos acerca del Evangelio de Juan 13 mientras les lavaba los pies, y no se hubiese aparecido a Pedro después de Su resurrección y le hubiese preguntado: “¿Me quieres más que estos?”, ¿cómo habría contestado Pedro? Habría dicho: “Tengo demasiadas debilidades. Soy un pecador, y soy incapaz de amarte más que estas personas. Por favor, déjame”. Pedro entonces habría dejado a Jesús y se habría ido. 
Sin embargo, Pedro dio una contestación completamente diferente, porque se había vestido de la gracia del Señor del Evangelio de salvación, el Evangelio de la redención de los pecados cumplido por el bautismo y la sangre de Jesús. Escuche atentamente una vez más lo que Pedro dijo en su respuesta: “Sí, Señor; sabes que te amo”. Esta confesión de fe fue hecha porque Pedro creía en el Evangelio de la remisión de los pecados que el Señor le había dado. Al haber creído en Jesucristo como su Señor, Pedro ahora creía que el Señor había eliminado todos los pecados cometidos por sus debilidades con sus manos y pies, es decir creía en el Evangelio de Dios de la remisión de los pecados. Como Pedro creía en el bautismo y la sangre del Señor que constituía el Evangelio de la remisión de los pecados y como creía que el Señor era Dios, pudo creer en la salvación del Señor y Su amor, y una vez más confesar su fe. La salvación de Pedro de sus pecados había venido por el Evangelio de la redención de los pecados hecha por el bautismo y la sangre de Jesús, y por tanto pudo ser salvado completamente de sus pecados personales. Su fe creía en la salvación del Evangelio de la redención de los pecados, una salvación cumplida a través del bautismo y la sangre de Jesucristo. 
¿Y qué hay de ustedes? ¿También creen como Pedro? Como el Señor había eliminado todos los pecados del mundo con el Evangelio de la remisión de los pecados, al ser bautizado y derramar Su sangre, ¿cómo no podríamos creen en el Señor y no amarle? ¿Cómo podríamos no creer en el bautismo y la sangre del Señor que nos trajo la redención de todos nuestros pecados y cómo no podríamos amarle? Es imposible no amarle. Si el Señor no hubiera redimido todos nuestros pecados y solo hubiese redimido los pecados pasados o futuros, no podríamos alabar al Señor por Su Salvación. Y todo el mundo sería condenado a vivir en el invierno en este mundo y el siguiente. Entonces, todos debemos confesar que hemos sido salvados al creer en el Evangelio que nos ha dado la remisión de todos nuestros pecados personales. Debemos admitir que nuestra carne sigue al pecado, que cometemos pecados constantemente en nuestra carne por esta razón y que por tanto hemos sido salvados al creer en el bautismo y la sangre de Jesús, el Evangelio de la redención de los pecados que Jesús nos ha dado. 
Si no hubiésemos creído en el Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús, el Evangelio de la remisión de los pecados, entonces ninguno habríamos sido salvados de los pecados personales. Y si hubiésemos creído solamente en la sangre de la Cruz y hubiésemos recibido la remisión de los pecados al ofrecer oraciones de penitencia cada vez que pecásemos, entonces seríamos demasiado vagos para conseguirlo, pero habíamos acabado pecando en nuestros corazones en todo momento. Entonces nos habríamos convertido en pecadores de nuevo; habría sido imposible amar al Señor y acercarnos a Él; y habríamos sido incapaces de creer en la salvación del Señor y de seguirle hasta el final. 
Sin embargo, nuestro Señor nos ha dado el Evangelio de la remisión de los pecados a toda la humanidad y ha salvado a todo el que cree en este Evangelio. Como se ha convertido en el perfecto Salvador, ha borrado nuestros pecados personales que cometemos con la carne todos los días, y nos ha dado el Evangelio de la redención de los pecados, nos ha hecho amarle. Ahora no podemos evitar amar el Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús que nos ha dado la redención de los pecados. Quien crea en este Evangelio está obligado a amar al Señor para siempre como prisionero del amor de Dios atado al Evangelio de la salvación, el Evangelio de la redención de los pecados. 
Si el Señor dejase aunque fuera el más pequeño de nuestros pecados, no podría creer en el Señor ni podría convertirse en testigo del Evangelio del Señor de la remisión de los pecados para trabajar como siervos de Dios. Pero si creen en el Evangelio de la redención de los pecados que ha cumplido el Señor, serán salvados de todos sus pecados. El Señor ha hecho posible que sean salvados de sus pecados. Si se dan cuenta del Evangelio de la redención de los pecados escrito en la Palabra de Jesús como Su salvación perfecta, serán librados de todos los pecados del mundo. 
 
 
“¿Me quieres más que a estos?”
 
Dios ha confiado Sus corderos a Su pueblo y siervos que creen en Su Evangelio de la redención de los pecados. El Señor le preguntó a Pedro tres veces: “Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas?” y Pedro le contestó: “Sí, Señor; sabes que te amo”. Debemos escuchar esta respuesta atentamente. Esta respuesta no salió de la voluntad de Pedro, sino de la fe de Pedro en la Palabra del Evangelio de la remisión de los pecados que el Señor le había dado. Cuando amamos al Señor, si este amor está basado en nuestras creencias, se disipará cuando nos encontremos con nuestras debilidades, pero si nuestro amor por el Señor depende de Su amor por nosotros, este amor durará para siempre. El Evangelio del agua y el Espíritu es la redención de los pecados y es el perfecto Evangelio que nos ha salvado. 
Para servir a Dios como Sus siervos y amarle, nuestra devoción debe estar basada en nuestra fe en el Evangelio de la remisión de los pecados. Si creemos en Dios basándonos en nuestra fe, estamos destinados a tropezarnos y odiar nuestra fe o abandonarla, pero el Señor ha eliminado todos nuestros pecados originales, personales, futuros y carnales y Su salvación ha eliminado todos los pecados de todo el mundo en este planeta sin excepción, incluyendo los de Pedro. 
De hecho, si dependemos de nuestra propia voluntad, nuestro amor y nuestras creencias, será inevitable que fracasemos en nuestras vidas de fe, pero si dependemos del Evangelio de la redención de los pecados que nos ha dado el Señor, viviremos una vida de fe con éxito como personas salvadas al creer en el Señor de todo corazón. Nos hemos convertido en hijos de Dios y personas justas. Como creemos en la salvación del agua y el Espíritu, estamos sin pecados, y como nuestra salvación no se consiguió creyendo en nosotros mismos, sino creyendo en el amor de Dios y Su verdadera ley de salvación y de la remisión de los pecados, somos creyentes justos que seguiremos siéndolo a pesar de nuestros pecados; viviremos nuestras vidas de fe destinados a ir al Cielo, alabaremos a Dios para siempre y entraremos en el Reino de los Cielos gracias a Dios. ¿Creen en todo esto? 
Jesús dijo: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» (1 Juan 4, 10). Entonces, si Jesús nos ha salvado a través del agua y el Espíritu, debemos tener fe en Su bautismo y sangre, el Evangelio de la remisión de los pecados. Si Dios no nos hubiese salvado a través del Evangelio de la remisión de los pecados, no podríamos haber alcanzado la salvación por mucho que creyésemos en Dios. Pero a través del Evangelio de la remisión de los pecados, Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados. 
Al creer en Dios, nos hemos convertido en personas justas, y hemos sido salvados, y debemos reafirmarlo al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio que nos ha dado la remisión de los pecados. La fe que nos da la remisión de los pecados es la fe en el bautismo de Jesús y Su sangre. Este Evangelio de la remisión de los pecados es el verdadero Evangelio el verdadero elemento de la salvación y el mensaje central de las Escrituras. 
 
 
Debemos dejar de lado nuestra fe volátil 
 
Su fe volátil no es la fe verdadera, y el amor propio es el amor verdadero. No son más que nuestra voluntad y emociones. Pero hay muchas personas en este mundo que creen en Jesús basándose en sus propios sentimientos, solo para volver a ser atados por el pecado y abandonar su fe al final. Sin embargo, nuestro Señor nos ha salvado de todos los pecados personales, pequeños y grandes, cometidos intencionadamente o sin intención. Así que para enseñarles a los discípulos cómo había borrado sus pecados, Jesús los reunió justo antes de Su muerte, y después de cenar con ellos, echó agua en un recipiente y les lavó los pies, como se muestra en Juan 13. Todos debemos entender este Evangelio de la remisión de los pecados revelado en este pasaje de las Escrituras y creer en él. 
Al principio, Pedro se resistió y se negó a que Jesús le lavase los pies, diciendo: “¡No me lavarás los pies”. Esto muestra cuánta voluntad tenía Pedro. Pero Jesús le dijo: “Lo que ahora hago no lo entiendes, pero lo sabrás después de esto”. A través del Evangelio del agua y el Espíritu de Jesús hemos conocido la Palabra que el Señor les dio a los discípulos. Esta Palabra es la Palabra de Verdad, de que todo pecador será justo al creer en la Palabra del agua y el Espíritu, el Evangelio de la remisión de los pecados que el Señor nos ha dado. 
Un día, después de la resurrección del Señor, Pedro estaba en el mar con algunos discípulos pescando. Habían vuelto a su ocupación anterior, pero mientras estaban pescando, Jesús apareció en tierra firme y les llamó. Jesús les había preparado el desayuno a los discípulos y mientras comían juntos Pedro entendió lo que Jesús le había dicho mientras le lavaba los pies en la Pascua: “Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora pero lo sabrás después de esto”. Por fin Pedro entendió: “Jesús ha redimido todos mis pecados. Sabiendo que cometería pecados por mis debilidades, me ha redimido de todos los pecados futuros”. Al haber entregado su propia voluntad y justicia Pedro ahora creía en el bautismo y la sangre de Jesús el Evangelio del Señor de la remisión de los pecados, y le dio las gracias por haberle salvado. 
Después de terminar el desayuno, Jesús le preguntó a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?”. En aquel entonces, Pedro se levantó con su fe en el amor del Señor y confesó: “Sí, Señor; sabes que te amo”. Pedro se había dado cuenta del profundo significado de lo que Jesús quiso decir mientras le lavaba los pies, y creyó en esta Palabra: “Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora pero lo sabrás después de esto”. Y por eso pudo hacer esta confesión para mostrar su fe verdadera en el bautismo de Jesús y Su sangre, la expiación de los pecados. 
 
 
Después Pedro se convirtió en un verdadero siervo de Dios
 
Así que, después de este encuentro, Pedro y todos los demás discípulos predicaron el Evangelio a los pecadores hasta su muerte. Incluso el Apóstol Pablo, que había perseguido y matado a los cristianos, pudo dar testimonio de Jesús bajo el poder opresivo del Imperio Romano. De los doce discípulos presentes en la última cena, Judas fue quien traicionó a Jesús y después se suicidó, y el Apóstol Pablo ocupó su lugar. Aunque los discípulos escogieron a Matías para sustituir a Judas, Dios escogió al Apóstol Pablo y Pablo se convirtió en un discípulo de Jesús y predicó el Evangelio de la remisión de todos los pecados con los otros Apóstoles. 
Los doce discípulos de Jesús fueron martirizados. Incluso ante el martirio, todos predicaron el Evangelio original, diciendo: “Con el Evangelio de Su bautismo y sangre, la redención de los pecados, Jesucristo ha eliminado todos nuestros pecados carnales. Al ser bautizado en el río Jordán, cargó con todos los pecados del mundo sobre Su cuerpo, y al derramar Su sangre en la Cruz, fue condenado en vuestro lugar. Creed en este Evangelio del bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz como vuestra salvación de los pecados. Creed para ser salvados”. Muchas personas han escuchado y creído en el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por los discípulos, el Evangelio de la redención de los pecados y todos fueron salvados como resultado. El Evangelio del agua y el Espíritu, del bautismo y la sangre de Jesús, era el Evangelio que tenía el poder real de la fe. 
Los discípulos dieron testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu predicando: “Jesús es Dios. Es nuestro Salvador”. Gracias a este testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu predicado por los discípulos, nosotros también hemos escuchado este Evangelio de salvación y hemos sido salvados al creer en este Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús que nos ha dado la remisión de los pecados. Y por el amor de Dios y la perfecta salvación de Jesucristo nos hemos convertido en Su discípulos. 
¿Creen en todo esto, mis queridos hermanos? Como Dios nos amó así a través de la salvación del Evangelio de la remisión de los pecados nos hemos convertido en personas justas y en discípulos de Jesucristo. Para enseñar este Evangelio verdadero de la remisión de los pecados y la verdadera salvación Jesús lavó los pies de Pedro y los pies de los discípulos. Lavó los pies de los discípulos para enseñar el Evangelio de la remisión de los pecados, por el que hace tiempo, con Su bautismo y sangre, Jesús limpió los pecados del mundo cometidos en nuestra carne durante toda nuestra vida. Le doy gracias al Señor por Su Evangelio de la redención y Su amor. 
La razón por la que Jesús lavó los pies de Sus discípulos se debe a dos factores. Primero, como nuestro Señor le dijo a Pedro mientras le lavaba los pies: “Lo que estoy haciendo no lo entiendes ahora pero lo sabrás después de esto”, quería que supiésemos que había eliminado nuestros pecados con Su bautismo y sangre, el Evangelio de la redención de los pecados. En segundo lugar, Jesús quería que siguiésemos Su ejemplo. Jesús es nuestro Señor y nos ha salvado a los pecadores y nos ha hecho justos al servirnos, es decir sirvió a Sus discípulos al lavarles los pies y predicar el Evangelio de la redención de los pecados. De esta manera, como el Señor nos sirvió, los primeros de entre nosotros deben ser los últimos. Hay dos razones claras por las que Jesús lavó los pies de los discípulos durante la Pascua en Juan 13, y son muy importantes para la Iglesia de Dios. 
Jesús dijo: «Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lucas 22, 27). Según lo que dijo el Señor aquí, estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo al sacrificarnos para servir a la Iglesia de Dios, para los que reciben la remisión de los pecados a través de nuestro servicio sigan nuestros pasos. Para enseñarnos esto, nuestro Señor les lavó los pies a los discípulos. Y para enseñarnos el Evangelio primitivo claramente y asegurarse de que no somos engañados por Satanás, el Señor nos demostró, al lavarle los pies a Pedro en la Pascua que se había convertido en nuestro Salvador perfecto. Solo los que creen que Jesús ha limpiado todos nuestros pecados a través del Evangelio de la remisión de los pecados, y creen en este verdadero Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús, Su muerte y Su resurrección, pueden ser salvados de todos los pecados del mundo por fe. 
 
 

Somos salvador al creer en el Evangelio que ha limpiado todos nuestros pecados

 
Solo al creer en el Evangelio de la remisión de los pecados, la Palabra del agua y el Espíritu, podemos evitar ser engañados por Satanás. Es fácil ser engañados por el Diablo cuando dice: “Cometéis pecados en la carne todo el tiempo, ¿cómo podéis estar sin pecados? ¿No sois pecados?”. Pero podemos levantarnos contra el Diablo y decirle: “A través de Su bautismo, Jesús tomó todos los pecados que cometo en la carne. Entonces, ¿cómo puedo ser un pecador si creo asó? El Señor ya ha pagado el precio de mis pecados ¿cómo voy a tener deudas?”. Si consideran las palabras del Diablo sin creer en el Evangelio del agua y la sangre de Jesucristo, entonces pueden parecer correctas, pero si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, la verdadera Palabra de Dios es correcta. Por eso deben creer en el Evangelio que les permite nacer de nuevo del agua y el Espíritu. La fe consiste en creer en el Evangelio escrito del bautismo, la sangre de la Cruz, la muerte y resurrección de Jesús. 
¿Han visto alguna vez una foto de un modelo del Tabernáculo? La corte del Tabernáculo estaba rodeada de paredes de tela colgadas de pilares. Y dentro de la corte había una casa dorada. Esta casa estaba dividida en dos secciones. Estaba dividida en un santuario exterior llamado el Lugar Santo y un santuario interior llamado el Lugar Santísimo, donde estaba situado el propiciatorio. La corte del Tabernáculo en la que vivía Dios estaba rodeada por 60 pilares. Y el Santuario era una pequeña casa construida con 48 tablas doradas. Es necesario que tengamos un conocimiento básico de cómo era el Tabernáculo, ya que nos ayudará a entender lo que Dios nos está diciendo a través del Tabernáculo. 
 
 

¿De qué material estaba hecha la puerta de la Corte del Tabernáculo?

 
En cuanto a la puerta de tela de la corte del Tabernáculo, está escrito en Éxodo 27, 16: «Y para la puerta del atrio habrá una cortina de veinte codos, de azul, púrpura y carmesí, y lino torcido, de obra de recamador; sus columnas cuatro, con sus cuatro basas». El material utilizado para hacer la puerta del Tabernáculo era azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido. La puerta del patio, que media 2,5 m de altura y 10 m de ancho, estaba elaborada de manera magnífica con estos cuatro materiales azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido. 
Como la puerta del patio del Tabernáculo estaba tejida con hilo azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido, Dios se había asegurado de que todo el mundo pudiera encontrarlo fácilmente y entrar dentro. La puerta del Tabernáculo estaba tejida con hilo azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido (Éxodo 26, 36). El hilo azul, púrpura y escarlata utilizado para la puerta del Tabernáculo y la puerta del patio era el plan de la salvación prometiendo que salvaría a todos los que creyesen a través del bautismo, la sangre y la divinidad de Su Hijo Jesucristo. Los 60 pilares alrededor del patio del Tabernáculo, y todo el lino, los colores y los materiales utilizados allí tienen un significado particular, y todos hablan del hecho de que Dios Padre nos salvaría a través de Su Hijo Jesús. 
Entonces, ¿cuántos materiales se utilizaban para construir las puertas del patio del Tabernáculo? Se utilizaban cuatro tipos de hilos: azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido. Estos cuatros colores denotan elementos extremadamente importantes que son indispensables para creer en el Evangelio de la regeneración de Jesús. Si no fuesen tan importantes, la Biblia no los habría registrado con tanto detalle. La puerta del Tabernáculo y la puerta del patio estaban hechas con azul, púrpura y escarlata porque denotan elementos críticos indispensables para que Dios nos salve de todos nuestros pecados personales, originales y futuros. Así es como Dios lo decidió. Y por eso fue revelado en el patrón del Tabernáculo a Moisés primero y Dios le dijo que lo hiciese tal y como se lo había mostrado. 
 
 

¿Qué significa el hilo azul, púrpura y escarlata en el Evangelio de Dios? 

 
Primero tienen que reconocer que el patrón del Tabernáculo denota el retrato detallado de Jesucristo: Quién es, cómo nos ha salvado y qué ha preparado para los justos. Dentro del Santuario, había otro velo hecho con hilo azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido, y este velo se colgaba entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Y las vestiduras del Sumo Sacerdote que trabajaba dentro del Santuario también estaban hechas de hilo azul, púrpura y escarlata y lino fino entretejido. 
Entonces, ¿qué implican los colores? El hilo azul denota el bautismo de Jesucristo. Está escrito en 1 Pedro 3, 21: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva». Pedro testificó en 1 Pedro 3, 21 que Jesús fue bautizado para aceptar los pecados del mundo y este bautismo era para la afirmación de nuestra salvación y la remisión de nuestros pecados. La prueba de que nuestros pecados fueron pasados a Jesús se encuentra en Su bautismo (Mateo 3, 15). De la misma manera en que era absolutamente indispensable el hilo azul para tejer la puerta del Tabernáculo, el bautismo de Jesús era absolutamente necesario para nuestra salvación. 
El hilo escarlata denota la sangre de Jesús, mientras que el púrpura denota que Jesús es el Rey de reyes y Dios mismo. Entender el significado de estos tres hilos es crucial para conseguir nuestra salvación al creer en Jesús. 
Las vestiduras que llevaba el Sumo Sacerdote cuando realizada sacrificios se llamada en efod. Esta vestidura era de color azul. Y el Sumo Sacerdote llevaba un turbante en la cabeza y una placa dorada en el turbante. El hilo utilizado para coser esta placa dorada al turbante también era azul. Y en esta placa estaba grabado: “SANTIDAD AL SENOR”. 
 
 

La Verdad implicada por el hilo azul

 
¿Cuál es la verdad implicada por el hilo azul? Para encontrar la respuesta, debemos pasar a la Biblia. En general, cuando pensamos en el color azul, solemos pensar en el cielo y por eso pensamos que el color azul denota al Padre celestial. ¿Pero qué dice la Biblia acerca del significado del color azul? Del hilo azul, púrpura y escarlata y el lino fino entretejido, deben darse cuenta de que el hilo azul denota el bautismo del agua que Jesucristo recibió de Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. Implica que Jesús fue bautizado para cargar con los pecados del mundo y a través de este bautismo cargó con todos los pecados del mundo (Mateo 3, 15). Si Jesús no hubiese cargado con los pecados de todo el mundo al ser bautizado, ninguno de Sus creyentes podríamos habernos vestido de la santidad ante Dios. Por eso fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán para tomar todos los pecados de la humanidad, y por eso fue a la Cruz. 
El que Dios hiciese que la puerta del patio del Tabernáculo estuviese bordada con hilo azul implica el bautismo de Jesús y el hilo escarlata se refiere al derramamiento de Su sangre. El color púrpura se refiere al Espíritu Santo, denotando que Jesús es el Rey de reyes y Dios mismo. El hilo escarlata nos dice que Jesucristo, después de haber sido bautizado, derramó Su sangre en la Cruz para pagar el precio del pecado. Estos hilos constituyen la Verdad del Evangelio de que Jesús, el Dios verdadero, vino a este mundo encarnado en un hombre, cargó con todos los pecados de todos los pecadores sobre Su cuerpo claramente, diciéndonos que Jesús tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo. 
Los pilares del Tabernáculo estaban hechos de madera de acacia y por debajo estaban hechos de bronce. Y por encima, tenían cubiertas de plata. Todos los pecadores tenían que ser condenados por sus pecados. Esto se debe a que el precio del pecado es la muerta. Una persona debe ser condenada por sus pecados por Dios una vez y la persona debe volver a la vida al encontrar la gracia de Dios. El hilo azul de la salvación en el Antiguo Testamento denota la salvación del bautismo de Jesús en el Nuevo Testamento y a través de este bautismo Jesucristo cargó con todos nuestros pecados. Entonces cargó con toda la condena de estos pecados al derramar Su sangre en la Cruz, y el Rey de reyes y Dios nos ha salvado a todos Sus creyentes al completar la remisión de los pecados. 
Por tanto, el bautismo de Jesús es el medio por el que el Señor tomó todos nuestros pecados para salvarnos a todos los pecadores. Para cargar con todos nuestros pecados Jesús fue bautizado y este bautismo de Jesús nos habla de la Verdad con todo detalle: Dios se convirtió en un Hombre, fue bautizado para tomar todos los pecados del mundo, fue crucificado hasta derramar Su sangre en la Cruz y morir en nuestro lugar, y así se ha convertido en el verdadero Señor de la salvación para todos los que creemos en esta Verdad. A través de la puerta del patio del Tabernáculo y sus colores, Dios nos está diciendo claramente que Jesús se ha convertido en el Salvador de los pecadores y el Señor del Evangelio de la remisión de los pecados. 
El lino fino entretejido, por otra parte, denota la Palabra de Dios detallada, diciéndonos que el Señor nos ha salvado de todos los pecados a través de Su bautismo y sangre como nuestro Dios. En este lino fino entretejido, el hilo azul, púrpura y escarlata estaba entretejido para hacer la puerta del patio del Tabernáculo. Esto manifiesta claramente la Verdad de salvación capturada en el bautismo de Jesús, Su sangre y Su divinidad que constituye la remisión de los pecados. Esta Verdad es el elemento más importante en la obra de salvación. 
De este Tabernáculo y el hilo azul, púrpura y escarlata utilizado para hacer su puerta y valla, podemos ver que Jesucristo nos ha salvado, no de cualquier manera, sino como Dios mismo, y nos ha salvado en concreto al ser bautizado, derramar Su sangre en la Cruz hasta morir, y levantarse de entre los muertos de nuevo. Nos ha salvado a los que creemos concretamente en todos los elementos del Evangelio de la redención de los pecados simbolizada con el hilo azul, púrpura y escarlata. 
¿Por qué había específicamente 60 pilares en el Tabernáculo? El número seis simboliza al hombre. El Libro del Apocalipsis menciona el 666, y dice que los sabios conocen el misterio de este número. El número tres es el número del Dios Trinitario. Así que el número 666 implica que el hombre intenta ser como Dios. ¿Cuál es el deseo de todo el mundo? ¿No es ser como un dios? Esto se debe a que Satanás ha incitado la arrogancia del hombre, para que la gente se convierta en dioses por sus propios esfuerzos, en vez de nacer de nuevo y convertirse en hijos de Dios al creer en Jesús. Intentar nacer de nuevo por las propias acciones es una obra malvada ante Dios. 
 
 

La Fuente de Bronce ante el Tabernáculo era la sombra del bautismo de Jesús del Nuevo Testamento

 
La fuente también estaba hecha de bronce. El bronce implica que Jesús cargó con todos nuestros pecados y pagó la condena. Dios nos está diciendo a través de la fuente de bronce que nos ha salvado perfectamente y nos ha limpiado completamente con el hilo azul, púrpura y escarlata y el lino fino entretejido. En otras palabras, la fuente de bronce denota la Palabra del Evangelio que afirma la salvación de la redención de los pecados, diciéndonos que hemos sido salvados de nuestros pecados personales. Esto explica cómo nuestros pecados personales son eliminados. Como sombra de la Verdad, la fuente de bronce implica que todos nuestros pecados personales se eliminan al creer en la Palabra del bautismo de Jesús, mientras que el altar de los holocaustos se refiere a la condena del pecado. 
El agua de Jesús está representada por el color azul, refiriéndose al bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista (Mateo 3, 15; 1 Juan 5, 5-10), que da testimonio del Evangelio de la salvación y la redención de nuestros pecados. Cuando pasamos a 1 Juan 5 en el Nuevo Testamento, vemos que el Apóstol Juan dijo: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” y también dice que quien crea en el Hijo tiene la prueba de la fe, y que el agua, la sangre y el Espíritu son esta prueba que da testimonio de su fe en el Hijo. Dios nos ha permitido entrar en el Santuario al creer en el Evangelio de la remisión de los pecados, para vivir nuestras vidas de fe allí, para ser alimentados en Su Palabra y orarle, vestirnos de Su gracia y vivir todos los días como personas justas. Dios está diciendo que vivir como Su pueblo significa obtener la salvación al creer en la Palabra del agua, la sangre, el Espíritu, el Evangelio de la remisión de los pecados y vivir dentro del Santuario. 
Muchos cristianos hoy en día dicen que esto no tiene sentido y que no pasa nada mientras creamos en Jesús, pero si creen en Jesús a ciegas sin Su Palabra del hilo azul, púrpura y escarlata, su fe es falsa. Después de todo, ¿acaso estos cristianos confusos no siguen teniendo pecados en sus corazones aunque digan creer en Jesús? Su fe no cree en la Palabra de Dios tal y como es, y se niegan a aceptar la Verdad de la regeneración que proclama que Jesús vino a este mundo y libró a todos los pecados de sus pecados a través de la salvación del agua y la sangre, el Evangelio de la redención de los pecados. 
Entonces, imaginen que le preguntan a alguien acerca de una persona y esta persona, aunque no sabía nada sobre la otra, les dice para hacerles sentir seguros: “Ese hombre es honesto. No lo conozco, pero estoy seguro de que es una persona decente”. ¿Se sentirían cómodos con esto? Quizás sí, pero en cuanto a su fe en Jesús, este no es el tipo de fe que Dios quiere de nosotros. La fe que Dios quiere de ustedes es la fe en el Evangelio de la redención de los pecados, es la Verdad de Dios que dice que Jesús ha salvado a todos los pecadores a través del hilo azul (el bautismo de Jesús), púrpura (el Rey de reyes) y escarlata (la sangre de Jesús). Antes de creer en Jesús, deben saber claramente que el Evangelio del Señor les ha salvado. 
Cuando decimos que creemos en Jesús, debemos entender claramente cómo nos ha librado de todos nuestros pecados a través de Su agua (el bautismo de Jesús), Su sangre (la muerte de Jesús) y el Espíritu (la divinidad de Jesús). El que su fe les haya hecho perfectos o no depende de si conocen esta Verdad del Evangelio de la remisión de los pecados. Si no conocen esta Verdad, su fe está equivocada. Su fe es verdadera solo si creen en Jesús como su Salvador basándose en el testimonio de la Palabra de salvación, del bautismo y la sangre de Jesús, que constituye el verdadero Evangelio de la remisión de los pecados. 
 
 
El tipo de fe que se burla de Jesús
 
Entonces ¿qué tipo de fe se burla de Jesús? Vamos a averiguarlo. 
Deben darse cuenta de que creer en Jesús a ciegas solo se burla de Jesús que es Dios. Algunas personas le dicen al Señor: “No puedo creer en Ti, pero como dices que eres el Hijo de Dios y Dios mismo, creeré en Ti como un favor”. Queridos hermanos, este es el tipo de fe que se burla de Jesús, el Salvador. Todas estas personas deben creer en el bautismo de Jesús y Su sangre que constituya el Evangelio de la remisión de los pecados. Creer en Jesús sin conocer el Evangelio de la remisión de los pecados es aún mayor insulto para el Señor que no creer en Él. Preciar el Evangelio mientras se cree solo en la sangre de Jesús es como intentar conducir un coche sin saber dónde está el volante. Deben darse cuenta de que solo decirle a la gente que crea en Jesús es un insulto para Dios. Jesús no quiere que tengan una fe ciega, sino que quiere que crean en el Evangelio de la redención de los pecados. 
Cuando dicen creer en Jesús, deben creer que el Evangelio de la remisión de los pecados está constituido por el bautismo de Jesús y Su sangre. Y cuando creen en Jesús, deben conocer este Evangelio de la remisión de los pecados con todo detalle basándose en la Palabra de Dios, darse cuenta de cómo ha redimido nuestros pecados exactamente y cómo nos ha salvado y creer en esta Palabra. Cuando tienen un conocimiento claro y concreto de cómo Jesús les ha salvado a través de esa Palabra y entienden la base de la Palabra de Dios del hilo azul, púrpura y escarlata que les ha salvado, entonces su fe es verdadera y esta es la fe inamovible que trae la remisión de los pecados. 
 
 

No pueden nacer de nuevo si no creen en el Señor la sustancia real del hilo azul, púrpura y escarlata

 
Nuestro Señor nos ha salvado. Cuando miro esta salvación a través del Tabernáculo de Dios, las palabras expresan lo agradecido que estoy de que nos haya salvado tan concretamente a través del hilo azul, púrpura y escarlata, y lo agradecido que estoy de que nos haya dado la fe para creer en la Verdad revelada en el hilo azul, púrpura y escarlata, la Palabra del Evangelio de la redención de los pecados. Le doy toda la gloria a Dios. 
Incluso el Sumo Sacerdote no podía entrar en el Santuario a no ser que obtuviese la remisión de los pecados en el altar de los holocaustos. De la misma manera, es absolutamente imposible que cualquier pecador entrase en el Santuario sin primero vestirse de la gracia de Dios y recibir la remisión de todos los pecados. ¿Puede una persona que no ha recibido la remisión de los pecados abrir la puerta del Santuario y entrar dentro? No, esto es imposible. Si una persona así entra en el Santuario de Dios, morirá. En vez de ser bendecida, será maldita y dirá: “¿Por qué está tan oscuro aquí? ¡No veo nada! Cuando estaba fuera del Santuario por lo menos podía ver algo aunque estuviese borroso, pero ahora no veo nada”. Ningún pecador puede entrar en el Santuario y vivir allí. 
A través del misterio de la salvación escondido en los cuatro tipos de hilo usados para hacer la puerta del Tabernáculo, nuestro Señor nos ha salvado perfectamente. Con el hilo azul, púrpura y escarlata, y con el lino fino entretejido Dios nos ha hablado de la Verdad a través de Su Palabra concreta y detallada de promesa de que nos permitiría nacer de nuevo y nos salvaría. 
Mis queridos hermanos, ¿cómo hemos sido salvados? ¿Fuimos salvados de cualquier manera? No, por supuesto que no. Si no creen en la Palabra del hilo azul, púrpura y escarlata, no pueden entender el Evangelio de la remisión de los pecados ni pueden alcanzar la salvación de los pecados. El hilo azul no se refiere a Dios. Se refiere al bautismo de Jesús. Denota el bautismo que Jesús recibió, el agua a través de la cual el Señor cargó con todos los pecados de cada pecador en este mundo en Su propio cuerpo (Mateo 3, 15). 
Por lo menos pueden llegar hasta el altar de los holocaustos aunque no crean en el hilo azul. Pero no pueden abrir la puerta del Santuario donde Dios vive y entrar allí. No pueden entrar allí. Por eso cuando creen en Jesús, deben creer en el hilo azul (el bautismo de Jesús), el hilo escarlata (la sangre que Jesús derramó en la Cruz) y el hilo púrpura (Jesús es el Hijo de Dios y Dios mismo). Solo cuando creen en estas tres cosas su fe puede ser aprobada por Dios. Si no creen en estas tres cosas, no podrán pasar por la puerta del Santuario donde vive Dios. 
La mayoría de los cristianos piensa que una vez entran por la puerta del patio del Tabernáculo, son salvados, pero esto no es la salvación. ¿Dónde deben entrar para ser salvados? Solo si entran dentro del Santuario, donde vive Dios, alcanzarán la salvación. Para entrar en el Santuario de Dios, deben pasar por la fuente de bronce sin falta. La fuente de bronce denota el bautismo de Jesús y pueden entrar en el Santuario de Dios solo si se lavan a sí mismos mediante todos los pecados personales con el bautismo de Jesús, como los sacerdotes del Antiguo Testamento podían entrar en el Santuario, solo si se lavaban a sí mismos en la fuente de bronce. Por eso Jesús les lavó los pies a Sus discípulos: para recordar que nos ha limpiado y librado de todos nuestros pecados personales con Su bautismo. 
La ley de Dios dice: «El precio del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 6, 23). Dios debe juzgar los pecados de la humanidad sin falta, pero pasó estos pecados a Su Hijo Jesús y condenó al Hijo en nuestro lugar. Así es como nos ha salvado Dios. Este es el amor de Dios, y esta es la manera de salvarnos de Dios. La verdadera salvación se alcanza por fe, al creer en el bautismo de Jesús Su sangre, Su muerte y Su resurrección, que juntos constituyen el Evangelio de la redención de los pecados. 
 
 

Para nacer de nuevo, no deben ignorar el Evangelio de la remisión de los pecados contenido en la Biblia

 
No me gusta ignorar las opiniones de los demás. Cuando alguien me habla de algo que no conozco bien, escucho atentamente, admito mi falta de conocimiento en esa materia, y hago preguntas para aprender. Por ejemplo, cuando estaba estudiando el Tabernáculo, estudié mucho y leí mucho. Pero no encontré ninguna respuesta satisfactoria a mis preguntas. 
¿Dónde debería haber ido? Debería haber ido a la Biblia. ¿En qué parte de la Biblia habló Dios acerca del Tabernáculo? Habló de él con todo detalle en el Libro de Éxodo. Así que, mientras leía el Libro de Éxodo, me di cuenta del significado del Tabernáculo en la Palabra de Dios. 
Mis queridos hermanos, solo porque crean en Jesús de una manera u otra, esto no significa que han sido salvados incondicionalmente. Ni pueden decir a ciegas que han nacido de nuevo solo porque vayan a la iglesia. Los judíos creyeron en Dios fervientemente, y Nicodemo no era una excepción. Pero nuestro Señor le dijo firmemente en Juan 3: “¿Eres un maestro de los judíos y no sabes estas cosas? Podemos ver el Reino de Dios y entrar en él solo si nacemos de nuevo del agua y el Espíritu”. 
Todo el que crea en Jesús debe creer en el hilo azul (que Jesús cargó con todos los pecados para siempre al ser bautizado), el hilo escarlata (que Jesús murió por nuestros pecados), y el hilo púrpura (que Jesús es el Salvador, el Hijo de Dios y Dios mismo) y todo el mundo debe creer que Jesús es el Salvador de todos los pecadores. Quien no crea en esta Verdad no ha nacido de nuevo aunque esta persona diga creer en Jesús y es absolutamente imposible que esa persona entre en el Santuario, el Reino de Dios. Nuestro Señor dejó claro que estos cristianos confusos no pueden vivir con su fe correctamente. 
¿Cómo de maravilloso sería si todo el mundo naciese de nuevo al creer en Jesús a ciegas? Todo el mundo estaría cantando alabanzas al Señor por darle la remisión de los pecados tan fácilmente. Pero no es así; por el contrario, demasiadas personas creen en Jesús sin nacer de nuevo. 
Cuando se trata de creer en Jesús deben conocer la Verdad de la Biblia. La Biblia deja claro que deben creer correctamente en el Evangelio del hilo azul, escarlata y púrpura, el Evangelio de la remisión de los pecados, y solo entonces pueden entrar en el Santuario y vivir felices con Dios. Su vida será iluminada por la lámpara dorada, estarán llenos del alimento espiritual de la mesa de los panes, podrán orar a Dios según Su voluntad en el altar del incienso e irán al Cielo cuando Dios les llame. Pero si creen en Jesús con ignorancia, esto significa que no creen en Jesús de verdad. 
 
 

El Señor ha eliminado sus pecados con el hilo azul

 
En su mente, puede parecer que no cometen pecados y que lo hacen todo perfectamente. Pero cuando empiezan a hacer algo, su falta de conocimientos y sus fallos quedan expuestos para que todo el mundo lo vea. Todos estamos llenos de fallos, y ninguno puede evitar cometer pecados. Pero aún así con el hilo azul, púrpura y escarlata, el Señor nos ha salvado a través de la remisión de los pecados y por tanto podemos entrar en el Santuario de Dios por fe. Si Dios no nos hubiese salvado a través del hilo azul, púrpura y escarlata, si no nos hubiese traído la salvación por esto método, ninguno de nosotros podría entrar en el Santuario. Sería imposible por muy fuerte que fuese su fe. ¿Por qué? Porque no hay nadie que pueda entrar en el Santuario según sus creencias propias en vez de la fe de Dios. Por el contrario estas personas se convertirían en peores pecadores a pesar de decir creer en Jesús. 
Sin embargo, Jesús ha salvado a estos pecadores insuficientes como nosotros a través del hilo azul, púrpura y escarlata y el lino fino entretejido, a través de Su plan de salvación y el Evangelio de la remisión de los pecados. Ha redimido todos nuestros pecados. ¿Creen en esto? ¿Tienen el testimonio de la Verdad del Evangelio de la remisión de los pecados y su testimonio en su corazón? Solo cuando tienen este testimonio de la Palabra pueden ponerse en la cabeza la placa dorada que dice: “SANTIDAD AL SEÑOR”. Y solo entonces pueden realizar sus tareas de sacerdocio y decir que son siervos de Dios y sacerdotes. 
La placa dorada estaba cosida en el turbante que llevaba el Sumo Sacerdote en su frente, y esta placa dorada estaba cosida por un hilo azul. ¿Por qué se utilizaba el hilo azul para coser la placa? Esto se debe a que, cuando nuestro Señor nos salvó a través del Evangelio de la redención de los pecados, cargó con nuestros pecados y nos dejó sin pecados a través de Su bautismo (el equivalente en el Nuevo Testamento de la imposición de manos en el Antiguo Testamento). Por mucho que crean en Jesús, el secreto de conseguir la santidad del Señor se encuentra en su Palabra misteriosa del hilo azul, púrpura y escarlata, en la Palabra de salvación. 
¿Cómo se convierten en personas justas? Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, le dijo a Juan: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia” (Mateo 3, 15). Jesús nos ha salvado de todos los pecados al ser bautizado y como Jesús cargó con todos nuestros pecados a través de Su bautismo, todos los que creemos en este nos hemos convertido en personas justas. Si Jesús no hubiese sido bautizado, ¿cómo podríamos decir que estamos sin pecados? Sin el bautismo de Jesús, ningún pecado nuestro podría ser eliminado, por muy fervientemente que creyésemos en Jesús y por mucho que llorásemos por Su sufrimiento y muerte en la Cruz. Ninguna cantidad de lágrimas que derramemos por el sufrimiento de Jesús puede eliminar nuestros pecados. 
Está escrito en la placa dorada del Sumo Sacerdote: “SANTIDAD AL SEÑOR”. Este grabado se ha cumplido en nuestros corazones. Como Jesús eliminó todos nuestros pecados a través de Su bautismo y sangre, como el Señor Dios puso todas nuestras iniquidades sobre Él, y como todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús, por muy insuficientes que seamos, nos hemos convertido en justos por fe y podemos acercarnos a Dios con confianza porque la Palabra de salvación escrita en la Biblia es la Palabra de Dios. Y como personas justas, podemos vivir por fe y predicar esta fe justa a todo el mundo. 
Los cristianos cantan: “♪He sido salvado; ♪Has sido salvado ♪todos hemos sido salvados ♪”. Pero esto no significa que esta salvación la hayan recibido los cristianos que creen en Jesús arbitrariamente. Si no tenemos la Palabra de la remisión de los pecados en el corazón, no estamos salvados. No importa cuánto creamos en Jesús; si es todo fruto de nuestros esfuerzos, no estamos salvados. Es como amar a Dios sin que nos ame. Si no creen en el bautismo de Jesús y Su sangre, entonces todo el amor y pasión que tienen por el Señor no será nada y no les corresponderá. 
Hay demasiados cristianos que se toman la salvación a la ligera porque piensan que se puede alcanzar de cualquier manera, como si hubiese varios caminos para la salvación. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede haber tantas maneras de ser salvado? Solo hay un camino para la salvación es el Evangelio del agua y el Espíritu. El resto lleva a una calle sin salida. El Evangelio del agua y el Espíritu es lo que necesitan para ser salvados ante Dios; todo lo demás es inútil. 
 
 

El secreto de la salvación revelado en el hilo azul del Tabernáculo

 
El Evangelio de la remisión de los pecados, el Evangelio del hilo azul, púrpura y escarlata es el don de la salvación de Dios para nosotros. Este don de la salvación nos ha permitido entrar en el Santuario y vivir allí. Nos ha convertido en personas justas. Al hacernos personas justas, nos ha llevado a la Iglesia para vivir allí y alimentarnos del pan espiritual, la Palabra de Dios. Y cuando estamos ante el propiciatorio de Dios y le oramos, nos bendice con la gracia de Dios. Por eso la salvación es tan valiosa. 
Jesús nos dijo que construyésemos nuestras casas sobre la roca. Esta roca es nuestra salvación que fue cumplida por la obra justa de Jesús, es decir Su bautismo y sangre. Entonces, debemos ser salvado para vivir con fe, convertirnos en hijos de Dios, entrar en el Reino de los Cielos y disfrutar de la vida eterna. Como hemos aceptado el Evangelio del hilo azul, púrpura y escarlata y el lino fino entretejido, el Evangelio de la remisión de los pecados de Jesús, ahora podemos entrar en el Santuario por esta fe. Antes de ser salvados, Jesús cargó con nuestros pecados a través de Su bautismo y fue condenado en la Cruz y por eso hemos recibido la salvación al creer en el Evangelio de la remisión de los pecados. 
El bautismo que Jesús recibió y la sangre que derramó para redimir nuestros pecados constituyen el Evangelio que ha borrado todos nuestros pecados. ¿Creen en este Evangelio ahora? El verdadero Evangelio es el Evangelio celestial de la remisión de los pecados que ha eliminado incluso sus pecados personales. Han sido salvados al creer en este Evangelio de la remisión de los pecados. El Señor nos ha salvado a través del Evangelio de la remisión de los pecados que ha eliminado todos y cada uno de nuestros pecados personales. 
Le doy gracias al Señor por Su Palabra. ¡Aleluya! ¡Alabemos al Señor!
¡Qué Dios les bendiga a todos!
 
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LA SABIDURÍA DEL EVANGELIO PRIMITIVO