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Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 9-1] Crean en Jesucristo que vino como nuestro Dios (Mateo 9, 1-13)

Crean en Jesucristo que vino como nuestro Dios(Mateo 9, 1-13)
«Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.
Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
Entonces él se levantó y se fue a su casa.
Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.
Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Porqué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.».
 

A través de la lectura de las Escrituras de hoy, espero compartir las bendiciones de Dios con todos ustedes. El pasaje de arriba describe cómo Jesús curó a un paralítico. Cuando la gente le llevó un paralítico a Jesús, Él dijo: «Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.». Entonces al oír lo que Jesús decía, algunos de los escribas pensaron: «Este hombre blasfema. ¡Es tan arrogante!». Sabiendo lo que los escribas pensaban, Jesús les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados». No había manera de que Jesús no supiera lo que había en los corazones de los escribas. Por eso les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?».
¿Qué es un mal pensamiento? Es no creer en el poder del Señor. No saber quién es el Señor ni creer en Él es precisamente un mal pensamiento. Jesús ha perdonado todos nuestros pecados excepto la blasfemia contra el Espíritu Santo, que es el pecado que no puede ser perdonado. Este pecado es no creer en Jesús, y no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Él cumplió. Por tanto es imposible que los que cometen este pecado sean perdonados. Si tuviéramos que nombrar el pecado más grande de todos, diríamos que es el no creer. Este pecado es un millón de veces mayor que los pecados que cometemos con nuestras acciones. No creer en Él es el peor pecado de todos.
Cuando Jesús vio a los cuatro hombres trayendo a un paralítico, dijo: «Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados». En ese momento había unos escribas al lado de Jesús. Los escribas eran hombres de buena educación y formación. En el lenguaje actual, equivalen a funcionarios públicos. Así que estos escribas eran los funcionarios del Estado de Israel por aquel tiempo. Escuchando lo que Jesús decía al paralítico, pensaron: «¡Es tan arrogante! Es el hombre más arrogante que jamás haya visto. ¿Cómo puede decir: “Hijo, tus pecados te son perdonados”? No puedo entender cómo este hombre llamado Jesús puede decir estas cosas. Es un blasfemo». Pensaban que Jesús había dicho cosas que nadie debería decir. Como Jesús dijo: «Hijo; tus pecados te son perdonados», los escribas, que no creían que Jesús fuera Dios, no pudieron evitar pensar que blasfemaba.
 


Jesús es Dios para todo el mundo


Hoy en día, cuando vemos la televisión, nos encontramos con líderes religiosos que aparecen en algunos programas, diciendo: «Te perdono tus pecados». Como esta gente, como simples seres humanos, dicen estas cosas como si fueran Dios, los consideramos extremadamente arrogantes.
Los escribas de la lectura de hoy pensaron lo mismo, considerando a Jesús extremadamente arrogante. No lo dijeron, pero Jesús sabía lo que pensaban y les dijo que tenían malos pensamientos en sus corazones. Jesús les reprendió por sus malos pensamientos diciendo: «Os digo esto para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados». Y en realidad quería que todos se dieran cuenta de que Jesucristo, que vino como el Hijo de Hombre, tenía poder para perdonar los pecados.
Decimos que alguien blasfema cuando esa persona no sabe bien cuál es su lugar, debido a su arrogancia y su orgullo, e intenta exaltarse a sí mismo más allá de Dios. Los escribas pensaron que lo que Jesús decía era blasfemia arrogante porque no creían que Él fuera Dios mismo y el Hijo de Dios. Pero este era sólo un reflejo de su maldad, porque Jesús era Dios en realidad. Jesús es el Señor de todas las cosas que creó la humanidad y el universo, y Él es el Señor de los ejércitos, de todas las cosas que encontramos en el universo.
Este es Jesús para nosotros, pero los escribas no conocían Su posición. Jesús les dijo que tenían malos pensamientos porque sabía que eso era lo que pensaban de Él. Así que dijo: «Os digo esto para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados. Si hubiera dicho: “Hijo, levántate, coge tu cama y vete a casa”, y si el paralítico se hubiera levantado, tomado su cama e ido a su casa, a lo mejor hubierais entendido esto. Pero no es así».
Nuestro Señor explicó esto contrastando dos cosas diferentes que pudiera haber dicho, preguntando a los escribas: «Qué es más fácil, decir “Tus pecados te son perdonados” o decir “Levántate y anda?”». ¿Qué creen ustedes que los escribas pensaban que era más fácil? Hubiera sido más aceptable para ellos que Jesús hubiera dicho: «Hijo, sé curado de tu parálisis, toma tu cama y anda», más que: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Pero como Jesús era el Hijo de Dios, el Ser Absoluto, cuyo poder era mayor que este, dijo: «Tus pecados te son perdonados», para que la gente viera que el Señor tiene el poder de perdonar los pecados de la humanidad. Dijo esto para dejarles ver que Jesús tenía esta autoridad para perdonar los pecados.
Cuando profesamos nuestra fe en Jesús, todos creemos que es el Creador que hizo el universo y el Salvador que nos ha salvado de todos nuestros pecados. Pero, en realidad, a veces rebajamos Su posición, porque para Dios Padre, Jesús es Su Hijo. Sin embargo, aunque Jesús sea el Hijo de Dios, Él es en Su esencia Dios Todopoderoso también. Jesús es Dios mismo y tiene el poder de perdonar los pecados de la humanidad, y es nuestro Salvador. Y Jesucristo vino a la tierra a borrar todos nuestros pecados con Su bautismo y Su sangre en la Cruz.
¿Cuál es la concepción que tienen de Jesús y cómo creen en Él en sus corazones?¿No creen, por casualidad, en Jesús como los escribas? Cuando Pedro creyó en Jesús e hizo su profesión de fe, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». ¿Cómo consideran a Jesús y quién creen que es? ¿Creen realmente que Jesucristo es Dios mismo? Dios Padre existe para Jesús, pero para ustedes y para mí, Jesucristo es el mismo Dios.
 


¿Han reconocido a Jesús adecuadamente?


Cuando Jesús vino al mundo, fue a menudo denunciado y despreciado, tratado como una persona insignificante. La Biblia dice: «En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció» (Juan 1, 10). En otras palabras, Él, que es el Creador y Señor de todos nosotros, vino a este mundo, pero el mundo no lo reconoció como Señor. ¿Quién no lo recibió? Todo el mundo.
¿No hemos olvidado esta verdad aunque hayamos sido salvados de nuestros pecados al creer en Él a través del Evangelio del agua y el Espíritu? ¿No han olvidado, por casualidad, quién es Jesús, ignorando Su honor y dignidad, dejándole de lado? El Padre está por encima de Jesucristo, pero para nosotros «Dios Padre», el Padre de Jesucristo, es Dios y Jesucristo es el mismo Dios y Ser Absoluto. ¿Por qué? Porque es nuestro Señor y porque vino a este mundo a salvarnos de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. No sólo tiene la autoridad para perdonar nuestros pecados, sino que también es nuestro Señor, y el Creador que nos hizo a todos. Es en realidad nuestro Señor, Dios y Salvador de todo el mundo.
¿No han despreciado nunca a Jesús? ¿No pensamos en Jesús como de alguna manera más bajo que Dios Padre, ya que es el Hijo de Dios, en vez de pensar en Él como Dios mismo? Desde un punto de vista humano, mucha gente tiene una tendencia a pensar que Jesús está por debajo de Su Padre. Pero Jesús es también nuestro verdadero Dios (1 Juan 5, 20). Para Su Padre, Jesucristo es el Hijo, pero para nosotros es Dios. Esta fe es muy importante.
Jesús es Dios mismo y no debe ser ignorado, el Todopoderoso y Omnipotente no debe ser rebajado. No creer en la deidad de Jesús es lo mismo que cometer el pecado de blasfemia. El Dios que no sólo se ha convertido en el Salvador que nos ha librado de todos nuestros pecados, sino que también es nuestro Señor, es Jesucristo.
A no ser que tengamos la fe que cree y conoce a Jesús correctamente, estamos destinados a tener pensamientos malos como los escribas. Y acabamos despreciando a Jesús. ¿Cuán malvado es acusar a Jesús de blasfemia? ¿Cuán cruel es no creer en Él? No creer en Él es el peor pecado de todos. La gente que no cree en Él está destinada a ir al infierno.
Ustedes y yo debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador y como Hijo de Dios. Nunca debemos pensar que Jesús es inferior a Dios Padre. Debemos creer en Jesús como Dios mismo, sin ninguna insuficiencia. Jesucristo es Dios para nosotros. Él es el verdadero Dios igual que el Padre.
Cuando Jesucristo vino a la tierra, lo hizo rebajándose hasta un nivel inimaginable. Jesús vino a esta tierra encarnado en un hombre para salvar a la humanidad de sus pecados. Pero a pesar de no merecer este tratamiento, ¿cuánto respeto ganó y cuánto fue despreciado? ¿Cuánto sufrimiento soportó cuando fue despreciado desmesuradamente?
¿Nosotros, los nacidos de nuevo, no nos enfadamos por dentro cuando los que no han nacido de nuevo alardean, nos ignoran y nos desprecian? Esto se debe a que en nuestros corazones tenemos fe en que somos el pueblo de Dios, y a que pertenecemos a Jesús y reinaremos con Él. Como somos el pueblo de Dios, somos fundamentalmente diferentes de los de este mundo que no creen en Jesucristo. Somos la nueva creación, mientras que ellos son la vieja creación, y ellos perecerán, mientras que nosotros disfrutaremos de la vida eterna y reinaremos con Jesús. Por eso cuando somos ignorados o se burlan de nosotros, hieren nuestro orgullo y nos sentimos completamente indignados.
Si nosotros nos sentimos así, ¿cómo se sentiría Jesús que es Dios mismo? No podemos imaginar qué despreciado se habría sentido cada vez que Sus propias criaturas le ignoraban a Él, a Dios, el Creador.
Cuando estos cuatro hombres le trajeron el paralítico a Jesús, Él le dijo a este: «Hijo, tus pecados te son perdonados. Levántate y anda». Jesús estaba más que capacitado para decir eso. Jesús le dijo eso al paralítico porque él creía firmemente que Jesús era el Hijo de Dios y el Ser Absoluto. Este paralítico de verdad creyó en su corazón que Jesús era su Salvador y Dios mismo. Creyó, en otras palabras, que Cristo vino a este mundo encarnado en un hombre para salvarle.
Como se acercó a Jesús con este corazón, nuestro Señor, conociendo su corazón, le dijo: «Hijo, tus pecados te son perdonados». El paralítico fue perdonado de todos sus pecados al reconocer quién era Jesús y al creer en Él con su fe.
Por eso es tan importante que nos demos cuenta de quién es Jesús exactamente cuando profesemos nuestra fe en Él. Si no tenemos el conocimiento apropiado de Jesús, toda nuestra fe se vendrá abajo. Sólo cuando conocemos a Dios correctamente nuestra fe está completa. A menos que conozcamos a Jesucristo adecuadamente cuando creemos en Él, nuestros corazones no podrán mantenerse en la fe, aunque hayamos sido salvados de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que tienen esta fe no pueden mantenerse en pie. Aunque hayan vislumbrado el conocimiento que les permite recibir la remisión de los pecados, no saben por dónde andar, a quién obedecer o cómo vivir. Y al final abandonan su fe.
Por eso no sólo debemos creer en este Evangelio, sino que debemos vivir creyendo en Jesús y siguiéndole. Si hemos sido librados de nuestros pecados al creer en Jesucristo, debemos convertirnos en Su pueblo y obedecer Su voluntad de acuerdo con Sus mandamientos. Es justo que Jesús nos diera la remisión de los pecados, no sólo a Su pueblo, sino a todo el mundo.
Así que lo que Jesús dijo era justo, pero como la gente no se dio cuenta de quién era Jesús, no pudieron entender la Palabra de verdad que Él dijo.
En otras palabras, Jesucristo mismo puede perdonar nuestros pecados. No hay otro nombre que pueda perdonar nuestros pecados. Está escrito en la Biblia: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12). En la lectura de las Escrituras de hoy, Jesús mismo dijo: «Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mateo 9, 13). Sólo Jesús tiene esta autoridad.
En realidad lo que parece formidable a nuestros ojos es simple para Él. Debemos creer en Él desde este punto de vista. Basándonos en esta fe, clamamos a Dios cada vez que rezamos. Al hacer esto, confesamos que Él es Dios, y no sólo llamamos a Dios Padre, sino a Jesús y al Espíritu Santo también. Para nosotros, Dios Padre es Dios, de la misma manera en que Jesucristo es Dios, y el Espíritu Santo. Porque el Dios de la trinidad es un solo Dios, cuando pronunciamos Su nombre y creemos en Él, no debemos pensar en Jesús o el Espíritu Santo como un Dios inferior a Dios Padre. En realidad, debemos pensar en ellos como el mismo Dios.
Como el Dios de la Trinidad es el mismo Dios, todos creemos esto sin falta. Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo se diferencian en Su posición y Sus funciones, pero para nosotros, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el mismo Dios. Por tanto, cuando rezamos, y cuando pensamos en Jesús e invocamos Su nombre, debemos creer en un Dios Omnisciente, el Dios que tiene el poder de perdonar los pecados de la humanidad y de juzgarla.
En nuestros corazones, debemos tener la fe que cree en Jesucristo como Dios, como el Ser Absoluto que reina sobre todos nosotros. Cuando tenemos este tipo de fe, no nos perdemos ni nos desviaremos del camino de la justicia, sino que vivimos de manera en que nuestras vidas son relevantes para toda la Palabra de Jesucristo. ¿Por qué? Porque Jesús es Dios, el ser Absoluto, y no podemos pensar que ha hecho obras inútiles, sino que debemos aceptar Sus obras como la Palabra absoluta en la que creemos y a la que seguimos. Por tanto, no debemos reaccionar adversamente contra el hecho de que Jesús ha perdonado nuestros pecados, y de que Jesús reina sobre nosotros. Es natural que Él nos gobierne, y que esto sea para nosotros motivo de regocijarse. ¿No es así para ustedes?
Hasta este mismo día, la cuestión de si Jesús es hombre o Dios es el problema más discutido y contestado por los teólogos, y sin una conclusión a la vista, no hay final a este debate. Muchos de ellos no pueden ni siquiera explicar la doctrina de la Trinidad cuando se les pregunta. Así que aunque afirman creer en Jesús como su Salvador, sus pecados permanecen intactos en sus corazones; dicen que Jesús les ha salvado, pero no conocen la verdad de la remisión de los pecados; y en algunos casos extremos, los pluralistas religiosos dicen que hay salvación en otras religiones también.
Como no conocen la deidad de Jesús y no creen en ella, no han sido salvados de sus pecados aunque digan que pertenecen al cristianismo. Afirman que se puede alcanzar la salvación y entrar en el Reino de los Cielos incluso a través de una religión no cristiana, justificando esto por la necesidad de encontrar una armonía pacífica con las demás religiones. Por eso están destinados a perecer.
¿Qué llevó a los denominados doctores de la divinidad a decir tales cosas? Dicen estas cosas porque no saben quién es Jesús, y no creen que Él sea Dios mismo. Así que mientras reconocen que Él es el Salvador que tiene poder para perdonar los pecados, cuando llegamos a la cuestión de si es hombre o Dios, no se dan cuenta de que en realidad es Dios. Su fe es como una casa construida sobre arena, se vendrá abajo en un abrir y cerrar de ojos.
 


La caída de un poderoso fundador de una secta


Había una vez un famoso fundador de una secta cristiana que era muy influyente en Corea durante un tiempo. Antes de establecer su secta, era uno de los mayores en la Iglesia Presbiteriana. Un día, un poder milagroso y asombroso descendió sobre él. Cuando ponía sus manos sobre la gente en nombre de Jesús, la gente se curaba de sus enfermedades, y muchos empezaron a venerarle y seguirle. Al final dejó la Iglesia Presbiteriana para establecer su propia confesión. Vestido de blanco y delante de mucha gente, ejercitaba su aparentemente poder milagroso, y cuando lo hacía, sus seguidores empezaban a dar saltos, a aplaudir, a gritar de alegría, montando una escena impresionante. Sus seguidores perdieron la cabeza, llenando sus arcas con joyas, desde oro hasta plata. En una sola reunión podría recoger suficientes joyas y tesoros para llenar bastantes bolsas grandes, y así se hizo extremadamente rico en poco tiempo, y compró grandes extensiones de tierra y casas.
Aunque acumuló grandes riquezas al ejercer estos poderes y hacer milagros en nombre de Jesús, como no creía en Jesús como Dios, ni en Dios ni en la Palabra de Dios, cuando estaba en sus últimas, acabó insultando a Jesús y blasfemando. Entonces ordenó a sus secuaces que quitaran todas las cruces de sus iglesias. Al final, negó a Jesús, y su fe se vino abajo completamente. Así fue el fin de uno que no creía en Jesús como Dios.
La base de nuestra fe que cree en Jesucristo como nuestro Salvador es el hecho de que «Jesús es Dios». Sólo cuando creemos que Jesucristo es Dios podemos creer que vino a este mundo encarnado en un hombre por nosotros, tomó nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz, y así nos salvó. Al creer en esto podemos recibir la remisión de nuestros pecados. Sólo cuando creemos en la deidad de Jesús podemos reconocer que toda Palabra que Jesús dijo es verdad, y podemos seguirla.
A menos que crean que Jesús es Dios, su fe se vendrá abajo, Por muy ardientemente que crean en Él como su Salvador. Y al final, cuando se encuentren con problemas espirituales mientras sirven al Señor, acabarán abandonando a Jesús y a Dios Padre. Por tanto es muy importante que creamos en Jesús como nuestro Salvador, el Dios de la creación, y el Señor del juicio también.
La razón por la que los escribas de la lectura de hoy fallaron en su fe a pesar de creer en Dios es que no reconocieron quién era Jesús. Por el contrario, el paralítico de la lectura reconoció a Jesús como Dios y creyó en Él en su corazón, y por eso Jesús le dijo: «Hijo, tus pecados te son perdonados»—así recibió la bendición de la remisión de los pecados, se curó por completo de su enfermedad, y pudo volver a casa con un cuerpo sano. Los escribas, por el contrario, fueron reprochados, porque no se dieron cuenta de quién era Jesús y no creyeron en Él. No sólo se les reprochó, sino que tampoco recibieron la remisión de sus pecados y permanecieron destinados al pozo de fuego eterno.
 

El Señor vino a llamar a los débiles como nosotros

Jesús dijo: «No he venido Yo a llamar a los justos, sino a los pecadores a arrepentirse». Por eso la Biblia también llama a Jesucristo el Hijo del Hombre, que nació en este mundo del cuerpo de una virgen llamada María, aparentemente como el hijo de un hombre. Como Dios se convirtió en el hijo de un ser humano, y como Dios Todopoderoso vino como el hijo de un hombre a salvarnos, también le llamamos Hijo del Hombre. Jesús, el Dios verdadero, vino a salvar a toda la humanidad como el Hijo del Hombre, pero mientras que un hombre, el paralítico, le reconoció, otro tipo de gente no lo hizo. Aquí está la encrucijada que lleva a la salvación o a la no salvación.
Por tanto, tener fe en la deidad de Jesús es extremadamente importante para tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Creer que Jesús es Dios es la base de la fe que sustenta nuestras vidas espirituales hasta el último día.
Los teólogos y otros muchos han debatido la cuestión de si Jesús es humano o divino, y este debate todavía no ha terminado. Pero con fe podemos resolver esta cuestión de una vez por todas. Jesús es Dios. Es el Dios Todopoderoso. Dios Padre, el Espíritu Santo y Jesucristo son el Dios Todopoderoso.
 

Jesús es nuestro Dios, el Salvador y el Hijo de Dios

Génesis 1, 2 dice: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». 
El «Espíritu de Dios» se refiere al Espíritu Santo. Que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas significa que el Espíritu Santo planeaba por la superficie de la atmósfera. Entonces Dios creó todas las cosas una tras otra con Su Palabra. En Génesis 1 y 2 se explica la creación de Dios del cielo y la tierra. Aquí no sólo se menciona a Dios, sino también a Su Hijo y al Espíritu Santo. Cuando Dios hizo al hombre, dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Así que de esta expresión «nuestra» podemos ver claramente la trinidad de Dios.
Cuando Dios creó los cielos y la tierra al principio, dijo: «Que haya luz». Este pasaje también habla de Jesucristo. El pasaje «El Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas», se refiere al Espíritu Santo. Así que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo son un solo Dios.
Las tres personalidades de la trinidad son el mismo Dios Todopoderoso. No debemos olvidar que hemos sido salvados al creer en estas tres Personas de la trinidad. Mis queridos hermanos, ¿creen que Jesús es el Dios Todopoderoso y Absoluto y que es el Salvador? Todo el mundo debe creer esto, pues es extremadamente importante. Debemos reafirmar esta fe en nuestros corazones una y otra vez. Debemos poner esta fe en nuestros corazones y reafirmarla.
Por muy ardientemente que creamos en Jesús como nuestro Salvador, si no creemos en Su Persona como Dios Absoluto, nuestra fe se vendrá abajo. Esta fe que se viene abajo y se derrite no proviene del corazón, y nos hace incapaces de darnos cuenta de que somos hijos de Dios y obreros Suyos. Así, es imposible tener orgullo. La gente que tiene esta fe se adhiere al cristianismo simplemente como una religión del mundo, y considera a Jesús como el fundador de su religión. Como resultado, acaban pensando: «Tengo que creer en una de las religiones del mundo», y pereciendo. Espero y rezo por que su fe no sea este tipo de fe débil.
Cuando entendí la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu me di cuenta de que la fe doctrinal, por mucho que la estudiemos, es toda en vano y no es más que levadura. Hay varios tipos de Teología que no son diferentes al conocimiento secular de este mundo, y que deben ser desechados a la basura. Este tipo de erudición sin valor no tiene respuestas, ni la verdad, pero genera controversias cada día, y no vale más que la levadura.
Permítanme que les avise de que los nacidos de nuevo y los que quieren nacer de nuevo deben evitarla. Nuestro Señor Jesús dice: «Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos» (Mateo 16, 6). ¿Por qué? Porque una vez se come de este pan, es difícil poder nacer de nuevo, y si los nacidos de nuevo comen de este pan, perecerán. Estoy muy agradecido por esta vida de fe que tengo ahora, en la que he encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu y gracias a la que me guío por Jesucristo, mi Dios.
Debemos darnos cuenta y creer que Jesús es absolutamente Dios mismo para ustedes y para mí. Jesús es el Ser Absoluto. Jesucristo es el Dios Absoluto. Él es el verdadero Dios que tiene la misma autoridad, poder, fuerza y soberanía de Dios Padre.
Jesús dijo a Felipe una vez: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14, 9). Hasta ahora, nadie ha visto a Dios Padre, pero el que ha visto a Jesús ha visto al Padre. Esto es porque Jesús es Dios. Y Jesús también dice que tiene el poder en la tierra de perdonar los pecados. Debemos tener fe en la Palabra de Dios. Es mi más sincero deseo que ustedes y yo tengamos esta fe en nuestros corazones.
Aunque me gustaría que todos tuviéramos este tipo de fe, en este mundo, hay muchos como los escribas. Debemos estar alerta. Cuando predicamos el Evangelio, no importa cuántas veces les hablemos del Evangelio del agua y el Espíritu a los que no creen que Jesús sea Dios, porque todo es en vano. Esto se debe a que esta gente escucha la Palabra sin creer que Jesús sea Dios, por lo tanto todo lo que escuchan se convierte en mera doctrina.
Si ustedes y yo no queremos convertirnos en esta gente, debemos tener fe en nuestros corazones, creyendo que Jesús nos ha salvado y es Dios mismo. La Palabra de la Verdad obra en nuestras vidas sólo cuando tenemos fe en Jesús como el Dios de la creación que hizo todo el universo y todo lo que hay en él, y cuando tenemos fe en Él como Salvador y Dios del juicio.
Jesús está vivo ahora, y Él reina sobre nosotros como Dios Absoluto. Al venir como nuestro pastor, nos lleva a buenos lugares y reina con equidad—a los buenos y a los malos, a los creyentes y a los que no creen. Debemos creer que nadie más que Jesucristo es Dios. Debemos saber que el Jesucristo en el que creemos y al que nos acogemos es el Dios que gobierna el universo.
 

¿Quién creen que es Jesús?

¿Quién creen que es Jesús? ¿Creen que es Dios o que está hecho de la misma pasta que los humanos? ¿Piensan en Jesús como Dios y creen en Él como Dios?
Jesús no puede ser comparado con meras creaciones, porque junto con Dios Padre y el Espíritu Santo, es el que creó los cielos y la tierra y todo lo que hay en el universo desde el principio. ¿Quién hizo esta galaxia? ¿Quién estableció el orden en el universo y lo dirige con la mayor precisión? Jesucristo.
El nombre Jesús significa el Salvador, y el nombre Cristo significa Rey ungido. En otras palabras, significa que Jesús es Dios mismo. Jesucristo es nuestro Dios y dirige el universo y todo lo que hay en él. Tanto el cielo como el infierno están bajo el dominio de Jesucristo.
La razón por la que continúo dándole importancia a que nuestros corazones tengan esta fe es que la fe florece cuando escuchamos la Palabra de Dios, como la Biblia dice: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10, 17). Su fe basada en la Palabra de Dios les dará fuerza para superar cualquier persecución y cualquier problema. Por eso deben seguir escuchando la Palabra y fortificando su fe, creyendo que Jesucristo es el Dios Absoluto, y que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por esta fe pueden recibir la ayuda de Dios en sus vidas diarias. Y Dios será su apoyo y sus oraciones serán respondidas cuando recen a Dios poniendo su fe en Jesucristo como Dios Absoluto. Este conocimiento y esta fe es lo que refuerza el poder de sus oraciones.
El cristianismo se ha extendido por todo el mundo, pero en realidad su base no se ha establecido sólidamente. Esta base se construyó durante el período de los principios de la Iglesia, pero se vino abajo en poco tiempo. Por muy larga que sea la historia del Cristianismo, al perderse su base, su historia tiene que escribirse de nuevo.
Echen un vistazo a los famosos doctores y profesores de Teología de este mundo. Aunque fueran denunciados y criticados explícitamente, no pueden decir ni una palabra, cuando se les pide que critiquen doctrinas o argumentos falsos, no pueden decir ni una crítica. Lo que intentan hacer es buscar faltas pero no conocen la Verdad y no pueden dar ninguna crítica seria. Cuando los que afirman creer en la Palabra de Dios no la entienden ni creen en ella, ¿no es obvio que no tienen buen juicio espiritual?
Cuando imprimí por primera vez panfletos que contenían el Evangelio del agua y el Espíritu, algunos pastores y teólogos intentaron denunciarme, porque algunos aspectos de lo que yo escribí diferían de lo que ellos creían. Pero cuando compararon lo que dije con la Palabra de las Escrituras no encontraron nada que criticar, así que dejaron el debate de lado por un tiempo. Han pasado muchos años desde entonces, pero no han dicho ni una sola palabra desde entonces.
Abran la Biblia. En la Biblia está escrito el Evangelio del bautismo que Jesús recibió y Su Cruz. Habla del agua, que es el bautismo que Jesús recibió de Juan. Podemos encontrar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu en cualquier sitio de las Escrituras.
Sin embargo, como no tienen miedo a Dios, no les importa la Palabra de Dios e incluso intentar atacar la Verdad con su conocimiento mundano, que según Dios no es más que basura. Como Jesús es Dios, vino a la tierra, fue bautizado, derramó Su sangre hasta morir, y se levantó de entre los muertos, para salvarnos. Pero a pesar de esto, la gente que no sabe nada sigue discutiendo doctrinas falsas que distorsionan la verdad y que no tienen fundamento. Los que creen en Dios deben temerle, volver a Su Palabra, creer en Jesús, que es Dios mismo, y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cumplido por Jesús.
Cristo es el Profeta, el Hijo de Dios, y el Sumo Sacerdote celestial. Este Jesús que vino a la tierra es el Rey de reyes que cargó con todos nuestros pecados y los borró. El Rey de todo es Cristo, y el Hijo del Dios vivo es Jesús.
Cuando Pedro confesó: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente», quiso decir que Jesús es el Dios Absoluto. Es el Hijo de Dios y el Dios verdadero, que creó el universo y todo lo que hay en él, y nos ha salvado perfectamente. Aunque es Dios mismo, como tiene un Padre, es el Hijo de Dios Padre. Nuestro Señor es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Después de que Pedro hiciera esta confesión de fe, fue aprobado por Jesús.
Cuando la fe de Pedro fue aprobada, Jesús le dijo: «Tu fe es correcta», y Pedro estaba tan abrumado que se levantó contra el camino justo de Jesús con sus pensamientos carnales. Cuando Jesús dijo: «Debo morir crucificado», Pedro estaba tan abrumado que sin darse cuenta de la razón por la que Jesús debía morir, se opuso a Su muerte ciegamente, diciendo: «Que la muerte esté lejos de Ti, Señor; esto no Te sucederá». Jesús dijo a Pedro entonces: «Apártate de Mí, Satanás». Jesús no podría tolerar que nadie, incluso Pedro, estropeara los planes de Dios por ser abrumado por las emociones carnales. Por eso le reprendió duramente.
A veces nosotros también nos comportamos como Pedro. A veces, aunque hayamos trabajado duro para el Señor, los siervos del Señor nos reprenden por no haber hecho lo correcto. Cuando estamos abrumados por nuestras emociones carnales cuando estamos deseosos de servir a Dios, a veces cometemos los mismos errores que Pedro.
Muchas veces cometemos errores porque no diferenciamos lo que es carnal de lo que es espiritual. En otras palabras, no sabemos lo que es espiritualmente beneficioso para nosotros. Por ejemplo, al tratar con los que son insuficientes, debemos mostrar paciencia cuando la necesitemos. Pero tenemos que reprenderles cuando cometen errores espirituales, porque lo necesitan. Debemos darnos cuenta de que creemos equivocadamente que ser amable sólo en la carne es amor verdadero, y si nos comportamos así, iremos camino a la destrucción.
De cualquier manera, debemos darnos cuenta de que Jesús es Dios, creer en Su bautismo y en Su derramamiento de sangre y vivir guiados por Dios. Los pecadores deben darse cuenta de que necesitan a Jesús, y deben buscarle. La salvación que Jesucristo, el Ser Absoluto y Dios mismo, nos ha traído a través del Evangelio del agua y el Espíritu es necesaria para todos los pecadores.
Los justos deben predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los pecadores que lo necesiten. Como está escrito: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos», debemos enseñar el Evangelio a los que saben que son pecadores y sufren por sus pecados. En realidad, todo el mundo necesita a Jesús, pero otros no se dan cuenta de esta necesidad. Como resultado acaban no creyendo en Jesús.
Debemos creer que Jesús es el Dios Absoluto, que ha borrado todos los pecados del mundo a través de Su bautismo y Su derramamiento de sangre en la Cruz, y debemos darle gracias por todas estas cosas. Sin embargo, hay mucha gente que no cree así. No creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto serán destruidos por sus pecados.
Para poder recibir la remisión de nuestros pecados y tener una fe concreta en Dios, tenemos que creer en Jesús como Dios Absoluto. Esto es absolutamente crucial. Ustedes y yo debemos creer siempre en el hecho de que hemos sido librados de la destrucción porque hemos sido perdonados de nuestros pecados y aceptado a Jesús como nuestro Dios.
De hecho, hemos estado enfermos de una enfermedad espiritual, pero al encontrar a Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha curado de todas nuestras enfermedades espirituales. Este fue un acontecimiento importante y muy valioso. Al no poder evitar ser echados al fuego eterno, estábamos destinados a ser destruidos; pero Dios tuvo tanta compasión por nosotros que se reveló ante nosotros, y puso Su gracia de salvación sobre nosotros. Así hemos sido salvados.
Nuestro Señor dijo: «Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
¿Quién necesita al Señor? Los pecadores como nosotros que conocen la enfermedad del pecado y quieren ser curados. Él es nuestro Salvador y el Dios Absoluto, por tanto los que son enfermos espirituales le necesitan desesperadamente. Si no fuera por este Dios, el Ser Absoluto, nunca podríamos evitar la destrucción. Por eso Jesús, Dios mismo, tuvo que convertirse en nuestro Pastor. Así que debido a que Dios nos ha librado de nuestros pecados, nos hemos convertido en quienes somos ahora: el pueblo de Dios.
Éramos seres que no sólo podrían ser salvados si Jesús nos salvaba. Jesús tuvo que abrazarnos con Su poder. Habrá futuro para nosotros si Él se hace responsable de nuestra vida futura. Todos nosotros le necesitamos. Los que piensan que no le necesitan no creen en Él, pero ustedes y yo creemos en Él y le seguimos, porque le necesitamos desesperadamente. Necesitamos a Dios cada minuto y cada segundo.
Yo sé demasiado bien que soy tan insuficiente y débil que no tenía otra opción que creer y confiar en Él, y le necesito desesperadamente. ¿Y qué hay de ustedes? ¿También le necesitan desesperadamente? ¿O no lo necesitan tan desesperadamente? Todos necesitamos a Jesús desesperadamente y debemos creer en Él por completo. Debemos rezar con fe y vivir con fe.
Como nos hemos convertido en los hijos de Dios por la fe, hay todavía más motivos para que vivamos con fe. Así estamos inmensamente bendecidos en este mundo. Estoy realmente agradecido. Recibir la remisión de los pecados puede que no parezca mucha cosa, pero lo que se oculta en este hecho es realmente apasionante.
Mis queridos hermanos, leer este sermón puede que no sea gran cosa, pero es en realidad una bendición asombrosa, y mientras servimos al Señor, puede parecernos que no hacemos gran cosa, pero es lo más importante del mundo.
¿Les parece importante el hecho de que hayan sido perdonados por sus pecados? Si es así, es hora de que despierten. Nosotros, los que hemos recibido la remisión de nuestros pecados, somos gente maravillosa. Somos hombres y mujeres extraordinarios que han recibido la apasionante salvación, que se han convertido en los hijos de Dios, y creen en el Dios majestuoso.
Espero y rezo por que mantengan esta fe hasta el final y que sirvan al Evangelio en unión con la Iglesia de Dios hasta el día en que se encuentren con el Señor. Juntos, creamos con fidelidad, sirvamos a nuestro Dios diligentemente y nos encontremos con nuestro Señor con alegría.
Doy todas las gracias a Dios. Les pido a todos y cada uno de ustedes que crean que Jesús es el Dios Absoluto.