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Tema 18: Génesis

[Capítulo 2-8] ¿Es su propio juicio correcto o es la Verdad correcta? (Génesis 2, 1-25)

¿Es su propio juicio correcto o es la Verdad correcta?(Génesis 2, 1-25)
«Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra. Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus. Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban».
 
 
En Génesis 2, Dios nos habla del objetivo de la creación de los cielos y la tierra. Está escrito que Dios puso el aliento de la vida en la nariz del hombre. Entonces el hombre se convirtió en un ser inmortal que tendría vida eterna. 
Está escrito que Dios formó al hombre del polvo de la tierra y que le dio el aliento de la vida. Así el hombre se convirtió en un ser vivo. El que el hombre se convirtiese en un ser vivo significa que se convirtió en un ser inmortal. Por tanto, cuando una persona muere, su cuerpo vuelve al polvo de la tierra pero su espíritu vuelve a Dios. Esto significa que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu verán como sus cuerpos y espíritus vuelven a Dios y entran en el Reino eterno de los Cielos para vivir allí, pero los que no creen en este Evangelio, caen en la confusión, el vacío y la oscuridad para siempre. 
Dios creó el Jardín del Edén en el primer mundo. Hablando espiritualmente, el Jardín del Edén representa el dominio celestial en el que viviremos en el futuro los justos. Y en el Jardín del Edén Dios plantó árboles que eran placenteros a la vista y eran buenos para comer, y permitió que sus habitantes disfrutaran de todo. Puso el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal, y también puso algunos ríos. Con estos ríos nuestro Dios regó toda la tierra del Jardín del Edén. Claramente, esta tierra era un paraíso de una belleza incomparable. 
Dios había permitido que Adán y Eva supervisaran todo lo que había en el Jardín del Edén, y que se llevasen y disfrutasen todo lo que había en el jardín. La única restricción era que no podían comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal que había en medio del jardín. Dios le había dicho a Adán que no comiese del árbol del conocimiento del bien y del mal, diciendo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». 
 
 
De todo lo que Dios ha hecho aquí, podemos hacer una pregunta en particular
 
Podemos preguntarnos aquí: “¿Por qué puso Dios el árbol del conocimiento del bien y del mal en el jardín y por qué le dijo a Adán que no comiese de ese árbol? Dios claramente fue capaz de crear todo el universo y todo lo que hay en él. ¿Entonces por qué le dijo a Adán específicamente que no comiese del árbol del conocimiento del bien y del mal? ¿Acaso no debería no haber creado el árbol del conocimiento del bien y del mal en primer lugar si sabía que el hombre iba a comer de él?”. 
Es normal hacernos estas preguntas. Tanto los cristianos como los no cristianos se hacen estas preguntas. Sin embargo, si conocemos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creemos en ella, podremos encontrar una respuesta simple a este puzzle. La respuesta a esta pregunta es la siguiente: Dios puso el árbol del conocimiento del bien y del mal para hacer que los seres humanos caigamos en el pecado primero y después salvarnos de los pecados del mundo, para permitirnos entrar en el Reino eterno de Dios y bendecirnos para convertirnos en hijos Suyos. 
El Jardín del Edén estaba lleno de flores, tenía un río que corría por medio, y estaba cubierto de piedras doradas y preciosas. ¿Saben cuáles son las piedras bedelio y ónice? El bedelio probablemente era una especie de sustancia pegajosa como bálsamo que se extraía de un árbol y que a veces se denomina perla. El Jardín del Edén estaba lleno de oro y de todo tipo de piedras preciosas, como esmeraldas y zafiros. Dios creó a Adán y Eva para que viviesen en un lugar maravilloso, con ríos y árboles, donde no había pecado ni maldad. 
En el Jardín del Edén estaba también el árbol de la vida, además del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esto significa que si alguien comía del fruto del árbol de la vida no moría. Debemos pensar un poco más en este árbol de la vida. Por supuesto, espiritualmente hablando, el árbol de la vida representa a Jesucristo. En el jardín creado por Dios, estaba el árbol del conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida, pero Dios le había dicho a Adán que no comiese del árbol del conocimiento del bien y del mal. A parte de este árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios le había permitido a Adán comer del fruto de cada árbol, incluyendo el árbol de la vida. En otras palabras, para darnos una vida verdadera, Dios nos dijo que comiésemos del árbol de la vida en vez del árbol del conocimiento del bien y del mal, y así alcanzar la vida eterna. Así que era la voluntad de Dios que el hombre comiese del fruto del árbol de la vida y disfrutase de la vida eterna. 
Así que tenemos que pensar de nuevo por qué Dios puso el árbol del conocimiento del bien y del mal en el Jardín del Edén. Después de crear el universo entero y todo lo que hay en él, crear al hombre, plantar el Jardín del Edén, y poner a Adán y Eva en el jardín del Edén para vivir y supervisar todo lo que había dentro, Dios les dijo que no comiesen del árbol del conocimiento del bien y del mal, y además les dijo que comiesen del árbol de la vida. ¿Por qué hizo esto Dios? Lo hizo porque quería que el hombre comiese del árbol de la vida que había creado para él, para darle la vida verdadera y eterna. La voluntad de Dios para nosotros era creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo, nuestro Salvador, nos ha dado a todos, y así recibir la remisión de los pecados y vida eterna para siempre. En otras palabras, fue para hacer posible que consiguiésemos la verdadera vida a través de nuestra fe en Jesucristo, creyendo que había borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Ahora, debemos recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. Dios nos ha dado el Espíritu Santo en los corazones de los nacidos de nuevo y nos ha hecho Sus hijos verdaderos. Debemos darnos cuenta de que Dios nos ha dado la verdadera vida eterna a los que comen del árbol de la vida por fe. Debemos entender que en Su providencia y por Su amor por nosotros, Dios nos ha dado muchas bendiciones. En otras palabras, Dios nos ha bendecido para que solo los que tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios puedan vivir para siempre en el Jardín del Edén creado por Dios. Dios ha creado el Cielo para los que han recibido la remisión de los pecados. 
Debemos preguntarnos qué tipo de personas pueden entrar en el Cielo creado por Dios. Este lugar es solo para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios, al recibir la remisión de los pecados. La Palabra de Dios es absolutamente justa, buena y santa. Todos los que creen en esta verdadera Palabra de Dios pueden recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, convertirse en hijos de Dios y vivir para siempre en el Cielo. 
Sin embargo, los que comen solo del árbol del conocimiento del bien y del mal creado por Dios tienen su propio estándar del bien y el mal y por eso cometen muchos pecados contra Dios y al final son sentenciados al castigo eterno del infierno. Y basándose en sus criterios erróneos, se levantan contra Dios para juzgar Su justicia. Por eso hay muchas personas que juzgan la justicia de Dios como buena o mala por su cuenta y en vano, basándose en sus pensamientos confusos. Estos pensamientos están vacíos. Y en vez de reconocer la justicia de Dios, se levantan contra ella. Es un pecado juzgar a Dios como bueno o malo por su cuenta según sus pensamientos carnales. Estas personas no pueden entrar en el Reino de los Cielos. Si de verdad quieren entrar en el Cielo, tienen que deshacerse de su propio criterio primero y después creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cuanto antes. Este es el camino que Dios ha establecido para la humanidad. Esto es lo que nos está diciendo el pasaje de las Escrituras de hoy. 
Hoy Dios nos ha dado un Cielo maravilloso que es como el Jardín del Edén solo a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios Padre nos ha permitido darnos cuenta del Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha dado a través de Jesucristo. Sin embargo, es imposible entrar al Cielo para los que no pueden creer en la Palabra de Dios que proclama que Jesucristo les ha salvado de todos los pecados a través del agua y el Espíritu. 
¿A quién pertenece el Cielo a los ojos de Dios? Pertenece solo a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios justa. Aunque muchos cristianos de hoy en día van a la iglesia con la Biblia debajo del brazo, solo están comiendo del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque no hay nadie predicando el Evangelio del agua y el Espíritu en sus iglesias. Así que cuando leen la Palabra de Dios, todo lo que ven son letras. A pesar de que esta gente ha creído en Jesús como su Salvador todo este tiempo, no ha oído ni entendido correctamente el Evangelio del agua y el Espíritu escrito en la Palabra de Dios, ni una sola vez. Por tanto, no pueden evitar preguntarse por qué Dios creó el árbol del conocimiento del bien y del mal y lo puso en el jardín cuando sabía que Adán y Eva iban a comer de él. Sin embargo, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu saben que Dios lo hizo por Su providencia, para que todo el mundo pudiese ser redimido de todos los pecados y entrar en el Cielo por fe. La respuesta a esta pregunta es así de simple. 
 
 

Incluso ahora Satanás está intentando engañarles

 
En el capítulo tres de Génesis vemos que la serpiente se le acerca a Eva diciendo: “¿Acaso no te dijo Dios que no comieses de ningún árbol del jardín?”. Entonces Eva dijo: “No”. “Entonces, ¿qué ha dicho Dios?”. Eva dijo: «Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis» (Génesis 3, 2-3). Lo que Dios les dijo a Adán y Eva fue lo siguiente: «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2, 16-17). ¿Entonces cuál era la diferencia entre la Palabra de Dios y las palabras de Eva? Eva omitió el nombre del árbol de la Palabra de Dios y añadió algunas palabras (ni lo tocaréis) arbitrariamente a la Palabra de Dios. Esto significa que Eva no creyó en lo que Dios le había dicho. Como Eva no creyó en la Palabra de Dios de corazón, Satanás la tentó y la engañó diciendo: “Simplemente comed y seréis como Dios. Dios os prohibió comer de este fruto porque tenía miedo de que fueseis como Él”. Satanás tuvo éxito al engañar a Eva diciendo que si comía del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, primero sería como Dios y después viviría para siempre, y por último sería sabia. 
Está escrito en Génesis 3, 1-6: «Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella». 
Cuando Satanás le preguntó a Eva con engaño, ella le contestó sin dudarlo diciendo: «No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis». Así que el Diablo le metió en el corazón la idea de comer el fruto diciéndole: “No vas a morir”. ¿Quién es la serpiente? Se refiere al ángel caído. El Libro de Isaías explica cómo Satanás fue creado (Isaías 14, 12-15). Dios nos convirtió en seres espirituales para servirle, pero el jefe de todos estos ángeles se rebeló contra Él. Este ángel había servido a Dios como Su teniente más cercano, pero su orgullo se apoderó de él y ya no consideró a Dios como Su comandante, ya que debajo de él había multitud de ángeles. Así que el ángel pensó para sí mismo: “Hmmm. Tengo mucho poder ahora, quizás sea la hora de desafiar a Dios”. Entones les dijo a los demás ángeles: “Acercaos y escuchad. Soy un ángel como vosotros, pero estoy cansado de servir a Dios. Vamos a vencerle y tomar Su lugar”. Las palabras de Lucifer resonaron en muchos de los ángeles. No todos los ángeles le siguieron, pero bastantes decidieron desafiar la autoridad de Dios. Pero como meros ángeles no pudieron vencer a Dios. Dios les venció y dijo: «Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo» (Isaías 14, 15). 
Solo Dios es omnipotente; todas las creaciones, incluyendo el hombre y los seres espirituales como los ángeles y demonios tienen un poder limitado. Pero el Diablo enseña a la gente que todo es posible, y que no hay nada imposible. Pero esta es una noción demoníaca y arrogante. Debemos darnos cuenta aquí que Satanás desafió la autoridad de Dios y por eso creó el infierno. Dios no creó el infierno desde el principio, sino que lo creó para castigar a los ángeles arrogantes que desafiaron Su autoridad por sus ofensas. El infierno es el lugar de castigo eterno en el fuego preparado para Satanás y para los que se levantan contra la justicia de Dios incrédulos. 
Desde el principio, Dios creó a los ángeles y a los hombres con personalidad. En decir, les dio libre albedrío para obedecer o desobedecer Su autoridad, y no los creó como robots. El problema es que hay gente que rechaza a Dios y Sus bendiciones, haciéndose enemigos de Dios y levantándose contra Él directamente. Por eso Dios creó el infierno para estas personas, para arrojarlas allí y juzgarlas. El infierno es donde se revela la ira de Dios. A los que se levantan contra Él, Dios les dice: “Iréis al Seol, a las profundidades del abismo”. Dios arrojará a estos ángeles que se rebelaron y a sus seguidores al infierno. Creó una prisión para los que se oponen a Su autoridad. Así que aplicando este principio a toda la humanidad, Dios arrojará a los seres humanos al infierno y allí los encerrará si escuchan las palabras del malvado Diablo y se levantan contra el amor de Dios y la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que constituye Su justicia. Por tanto, los que ahora están destinados a ir a ese lugar, tienen un corazón lleno de pecados. Quien no quiera acabar en el infierno debe recibir la remisión de los pecados al creer en el árbol de la vida que el Señor nos ha dado, es decir en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios ha salvado a la humanidad a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que cualquiera que crea en Su Palabra pueda entrar en el Cielo. 
Sin embargo, la serpiente hizo dudar a Eva para que no pudiese creer en la Palabra de Dios, diciéndolo: “No moriréis. Porque Dios sabe que el día en que comáis, vuestros ojos se abrirán y seréis como Dios, y conoceréis el bien y el mal”. Al escuchar estas palabras, Eva comió del árbol del conocimiento del bien y del mal que Dios le había prohibido. Y juzgó Su Palabra con sus propios pensamientos arrogantes y acabó desafiando la autoridad de Dios. El resultado fue la caída del hombre. El hombre se hizo malvado porque escuchó al Diablo en vez de al Dios justo. Esencialmente, Satanás hizo que Eva cometiese la misma obra malvada contra Dios que él había cometido. Como Lucifer también había juzgado el bien y el mal basándose en sus propios criterios y había desafiado la autoridad de Dios, fue condenado a ser arrojado al abismo maldito. 
Dios les había dicho a Adán y Eva que morirían si comían del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero Satanás le contó a Eva una historia completamente diferente, diciendo: “No moriréis”. Esto es exactamente lo contrario de lo que Dios dijo en realidad: “El día en que comáis de él moriréis”. Pero Satanás engañó a Eva diciendo: “Si coméis del árbol del conocimiento del bien y del mal, vuestros ojos se abrirán y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal”.
Pero ¿cómo puede el hombre conocer el bien y el mal ante Dios? ¿Y cuál es el verdadero criterio del bien y del mal? El verdadero criterio del bien y del mal puede establecerlo y determinarlo el Ser Supremo. Mis queridos hermanos, todos tenemos nuestro propio criterio del bien y del mal. Pero no podemos tener el criterio absoluto del bien y del mal que Dios tiene. Este criterio absoluto del bien y del mal no es algo que el hombre pueda establecer. No hay nadie excepto Dios que pueda establecer el criterio del bien y del mal. Aunque muchas personas están seguras de su propio juicio de lo que está bien y lo que está mal, no es nada más que un criterio para gratificar sus propios deseos. Después de todo, cuando miramos nuestro propio criterio basándonos en la Palabra de Dios, ¿no está lleno de muchos errores? 
 
 

Hay partes de la Palabra de Dios que son incomprensibles para los seres humanos

 
Por ejemplo, consideren los estatutos escritos en el capítulo 13 de Levítico sobre cómo un sacerdote debía diagnosticar a los leprosos. Si la lepra se había extendido por todo el cuerpo de un paciente, el sacerdote tenía que declararlo limpio, pero si la lepra era solo parcial, el sacerdote lo declaraba impuro y lo enviaba a la colonia de leprosos fuera de la ciudad. Este pasaje en particular es imposible de comprender con nuestro sentido común. Pero el pasaje habla de la condición de los que tienen que recibir la remisión de los pecados. A los que dicen solo haber pecado un poco, Dios no les puede borrar los pecados, ya que no han admitido ser completos pecadores. Por el contrario, los que se confiesan ante Dios: “Soy un completo pecador cuyo corazón y acciones están llenas de pecados. Soy un pecador destinado a ir al infierno”, Dios les da Su perfecto Evangelio y así les permite recibir la remisión de los pecados al creer en este Evangelio, y además pueden entrar en el Reino de Dios por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es lo que quiere decir el pasaje de Levítico 13. 
Si quieren recibir la remisión de los pecados de Dios, deberán darse cuenta primero que no pueden evitar cometer pecados hasta el día en que mueran, y solo entonces podrán entender que son graves pecadores. Y solo cuando creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado podrán ser redimidos de todos sus pecados por fe. Para ello, deben saber qué tipo de personas son ante Dios, y deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si no se dan cuenta de que son pecadores, aunque hayan cometido muchos pecados una y otra vez, no podrán apreciar la necesidad de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto serán arrojados al infierno, ya que sin darse cuenta de esta necesidad, no podrán creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cuando lo encuentren. ¿Lo entienden, queridos hermanos?
Todo el mundo debe ser suficientemente humilde para admitir sus pecados ante Dios y pedirle a Jesús que les perdone. Dios vino a este mundo por estas personas y borró todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero a pesar de esto, algunas personas dicen: “Señor, solo he cometido unos pocos pecados. Por favor, perdóname. No pecaré más de ahora en adelante”. Dios entonces les dirá que se aparten de Él: “Bueno, como solo habéis cometido pocos pecados, parece que no necesitas que los elimine. Después de todo, eso es lo que vosotros pensáis. Pensáis que quizás podéis eliminar vuestros pecados por vuestra cuenta con vuestras emociones ofreciendo oraciones de penitencia con lágrimas”. 
Hay muchas cosas en la Palabra de Dios que no podemos entender. Una vez Jesús estaba comiendo en la casa de Simón, un fariseo. Entonces, una mujer en la ciudad que era pecadora, llevó un frasco de alabastro con aceite aromático y se puso a Sus pies detrás de Él llorando. Entonces empezó a lavarle los pies con sus lágrimas y a secarlos con su pelo. Y le besó los pies y los ungió con el aceite aromático. Cuando Simón, que había invitado a Jesús, vio esto, le dijo: “Este Hombre, si fuera un profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando, porque es una pecadora”. Conociendo la mente de Simón, Jesús les contó una historia: «Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?». Por supuesto, al que se le perdonó más amará más al acreedor. 
El acreedor canceló toda la deuda de sus deudores, pero el que solo debía una pequeña cantidad pensó que podría pagarla porque no era mucha y por eso no le pidió misericordia a su acreedor y no creyó que el acreedor le hubiese perdonado la deuda. Por tanto, siguió siendo un deudor para siempre. Esto demuestra que Dios ha perdonado todos nuestros pecados libremente, pero hay dos tipos de personas: un grupo de personas que piensan que no son pecadores; el otro grupo piensa que son muy pecadoras y se merecen ir al infierno. Por tanto, de la misma manera en que las grandes deudas han sido perdonadas y por eso se le está agradecido al acreedor, los que han recibido el perdón por sus pecados graves por la gracia del Señor están agradecidos a Dios y predican a los pecadores del mundo: “Mi Maestro me ha perdonado nuestros pecados, y tú también deberías creer”. La Biblia dice que solo los que se conocen a sí mismos como pecadores graves y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden recibir la remisión de los pecados para entrar en el Cielo. 
Dios creó el árbol del conocimiento del bien y del mal en el Jardín del Edén, y dejó claro que solo los que no comieran de ese árbol podrían vivir en el Jardín del Edén. Dios le había dicho a Adán: “Si coméis del fruto del conocimiento del bien y del mal, moriréis”, pero Satanás dijo: “Aunque comáis de este árbol, no moriréis”. ¿Por qué creó Dios un árbol tan maldito y lo puso junto al árbol de la vida? Fue para hacernos a los seres humanos más gloriosos de lo que éramos al principio. Éramos meras criaturas y no hijos de Dios al principio de la creación. Pero, cuando Adán y Eva pecaron, pudimos eliminar todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios, y entrar en el Reino de Dios como Hijos Suyos. Esta sabiduría es la sabiduría de Dios, Su misericordia, Su justicia y la bendición que Dios le ha dado al hombre, una de Sus criaturas. Al crearnos y preparar Su ley del bien y del mal, Dios quiso que tuviésemos fe en Su criterio del bien y del mal. Dios quiso que conociésemos Su justicia y Su amor. Quiso que consiguiésemos la salvación al creer en Su amor y que disfrutásemos todo lo que había en el Jardín del Edén, es decir en el Cielo, al creer en la justicia y bondad de Dios. 
Sin embargo, Satanás interfirió con Eva para que no pudiese creer en la Palabra de Dios. Le hizo dudar en su corazón e incitó la codicia de su carne diciendo: “¿Ha dicho Dios que no debías comer de ningún árbol del Jardín del Edén?”. Así que el Diablo es un experto en plantar dudas y hacer que la gente tropiece. Sus palabras son contrarias a la Palabra de Dios. Dios le dijo a Eva: “Morirás”, pero Satanás dijo: “No morirás”. El Diablo le llegó a decir a Eva: “No moriréis, sino que seréis como Dios y conoceréis el bien y el mal”. 
Pero, ¿ocurrió como dijo el Diablo? ¿De verdad llegaron a conocer el bien y el mal Adán y Eva cuando comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal? Por supuesto que no. El hombre solo puede vivir por fe y obediencia a Dios; al ignorar a Dios nadie puede conocer el bien y el mal. Aunque todo el mundo dice conocer el bien y el mal, esa es solamente su opinión acerca del bien y el mal. 
Solo Dios es bueno y solo Dios puede bendecirnos. Si nuestros corazones no tienen fe en la Palabra de Dios y Su amor, no podemos creer en Él. Pero, aunque Dios nos ama, a veces pensamos que hay algo malo en Él preguntándonos: “¿Por qué puso Dios el árbol del conocimiento del bien y del mal en el Jardín y después les dijo a Adán y Eva que no comiesen de él? ¿Quiso Dios jugar con nosotros porque estaba aburrido?”. Los que dudan de Dios no pueden creer en Su amor o Su voluntad profunda. Esta voluntad profunda de Dios es querer hacernos hijos Suyos por Su amor por nosotros. 
Lo que vemos como bueno y malo según nuestros criterios humanos es muy diferente de lo que es bueno y malo a los ojos de Dios. Lo que Dios considera bueno y malo es lo que de verdad es bueno y malo. ¿Entonces cuál es nuestro criterio del bien y del mal? Es un criterio basado en nuestras opiniones. Así que, lo que juzguemos como bueno y malo está determinado por lo que es beneficioso para nuestra propia carne. ¿Qué juicio es el correcto entonces? ¿El juicio de Dios o nuestro juicio? Dios es quien juzga correctamente el bien y el mal. 
¿Quién ha creado el Cielo y quién entrará en él? Dios ha creado el Cielo y los que creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de Dios pueden entrar en él. Todos los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios no pueden entrar en él. Así que, aunque muchas personas vayan a las iglesias, los que no creen en la Palabra de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden entrar en el Cielo. ¿En qué creen estas personas? Creen en las enseñanzas de sus propios pastores. Pero estos pastores, que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto no creen en él, solo pueden confiar en su voluntad carnal y sus emociones, alardeando de sus propios méritos. Saben memorizar los versículos de la Biblia y dan sermones elocuentes. Predican sermones filosóficos, preparan sus notas y comentan qué teólogo y qué persona famosa dijo qué cosa. 
Y también son expertos en explotar a las almas de las congregaciones prometiendo bendiciones carnales. Como estos pastores no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, les dicen a sus congregaciones: “Alguien ha ofrecido una quinta parte de su salario a Dios por fe, y Dios ha bendecido su negocio para que dé cinco veces más beneficios. ¿Creen en esto?”. Cuando la congregación dice amén, ellos dicen: “Espero que confíen en Dios y ustedes también ofrezcan su salario, aunque tengan que pedir un préstamo, y que sean bendecidos por Dios por esto. Estoy seguro de que Dios bendecirá sus negocios cinco veces más. Si ofrecen la mitad de su salario a Dios, les bendecirá mucho más que a los que han ofrecido una décima parte”. Esto es lo que muchos pastores dicen hoy en día. Estos pastores son todos mentirosos. Si un pastor principal dice estas cosas, la mayoría de los miembros de la congregación creerá lo que diga. 
Así que cuando escuchen a cualquier pastor predicar, deberán examinar detenidamente si ese pastor está predicando algo bíblico o no. Si un pastor no predica la Palabra que elimina los pecados de los corazones de los pecadores, no está cumpliendo su función. Todo pastor debería predicar: “Si tienen pecados, primero tienen que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu”. Pero, por el contrario, la mayoría de los pastores predican que los pecados se borran ofreciendo oraciones de penitencia. Eso no es cierto. Esos sermones son incorrectos. Esto es lo mismo que decirle a alguien que tiene apendicitis: “Debes abrirte el vientre y sacarte el apéndice tú mismo”. Estas personas, que solo están defendiendo las oraciones de penitencia, deben arrepentirse y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y solo entonces podrán ser salvados del pecado. 
El Señor vino a este mundo como el Salvador por el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué es el Evangelio del agua y el Espíritu entonces? La mayoría de las personas que van a la iglesia no saben lo que es. Simplemente dicen: “Bueno, el agua es agua, y el Espíritu es el Espíritu Santo”. Estos cristianos son ciegos espiritualmente. Por tanto, todos los pecadores deben recibir la remisión de los pecados y convertirse en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios. Como nuestros pecados han sido eliminados por el Evangelio del agua y el Espíritu hemos recibido el Espíritu Santo y ahora podemos entrar en el Cielo. 
Pero muchas personas todavía no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no pueden creer en este Evangelio. Creen en la Palabra de Dios arbitrariamente y la interpretan por su cuenta. Por eso siguen cometiendo pecados y serán arrojados al infierno. Hoy en día, los que no predican el Evangelio del agua y el Espíritu aunque digan creer en la Palabra de Dios son cristianos a medias. Si alguien se llama a sí mismo pastor pero no permanece en el Evangelio del agua y el Espíritu, es un hereje a los ojos de Dios. Si Dios lo permite, quiero hablar contra las herejías. En realidad he publicado una colección de sermones sobre herejías titulada Los herejes que siguieron los pecados de Jeroboam. 
Cuando Dios creó al hombre, ¿lo creó solo para llevarlo al infierno para que sufriese? ¿O lo creó para que viviese en el Jardín del Edén? ¿Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? Dios creó al hombre para darle felicidad, para darle la remisión de los pecados y aceptar a los hombres como hijos Suyos, darles todo lo que hay en el Jardín del Edén y dejarles disfrutar de todas sus maravillas, siempre dando alabanzas a Dios, dándole gracias y disfrutando de Su gloria. ¿Creen en esto? ¿O creen que Dios ha creado al hombre por aburrimiento, para jugar con él y echarlo a la basura cuando se canse de jugar con él? Deben darse cuenta del deseo profundo de Dios por nosotros, del motivo por el que nos creó. 
Cuando Dios puso el aliento de la vida en la nariz del hombre lo hizo inmortal. ¿Entonces para qué quiso Dios hacer al hombre inmortal? Para hacerle vivir en el Cielo para toda la eternidad. Dios primero creó al hombre como un ser inmortal y después le dio el Reino de los Cielos. Entonces, ¿por qué después de crear el Jardín del Edén y poner allí el árbol del conocimiento del bien y del mal Dios le dijo al hombre que no comiese de ese árbol en particular? Porque Dios tenía una voluntad para la humanidad que quería cumplir. Lo hizo para convertirnos en hijos Suyos a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu. 
La Biblia nos dice que un ángel fue expulsado por desafiar a Dios y se convirtió en el Diablo. Pero cuando pasamos al capítulo uno de Génesis, no hay mención de que Dios creara a los ángeles. Esto significa que el objetivo último de toda la creación es hacer inmortal al hombre, la criatura creada a la imagen de Dios. El principio de la Biblia dice: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». Lo que este pasaje significa es que Dios quería hacernos hijos Suyos a los seres humanos al borrar todos los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y salvarnos del pecado. Dios nos creó y nos dejó caer para salvarnos del pecado y hacernos Su pueblo. Por eso todo estaba desordenado e imperfecto al principio. Para hacernos hijos Suyos, Dios Padre planeó enviar a Su Hijo Jesucristo con la condición de que este Hijo cumpliría Su justicia a través del Evangelio del agua y el Espíritu. 
¿Para qué creó Dios al hombre desde el principio? Creó al hombre para hacernos, a los que habíamos caído en el pecado, justos e hijos Suyos, darnos las bendiciones celestiales y permitirnos vivir para siempre con Dios y disfrutar de la gloria del Cielo. Esto es lo que está escrito en la Biblia. La Biblia dice que Dios Padre nos escogió en Jesucristo y nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que el Padre pudiera aceptarnos como hijos Suyos de gloria y paz. En otras palabras, Dios nos creó para poder vivir en el Jardín del Edén, el Reino de los Cielos. 
 
 

Dios creó a los seres humanos para bendecirlos para siempre

 
Dios creó todas las cosas y terminó Su obra de creación. Cumplió Su voluntad en Jesucristo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que pudiésemos recibir la remisión de los pecados en Jesucristo y entrar en el Cielo. ¿Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu en su corazón? ¿Creen que el Evangelio del agua y el Espíritu ha borrado todos nuestros pecados para siempre? ¿Hay alguien que no conozca el Evangelio del agua y el Espíritu? Si no conocen este Evangelio, todo lo que tienen que hacer es aprenderlo y ser bendecidos por él. 
Pero, a pesar de esto, ¿todavía no saben por qué Dios les ha creado, preguntándose por qué Dios puso el árbol del conocimiento del bien y del mal y les prohibió a Adán y Eva comer de él, culpando a Dios por esto y negándose a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? La mayoría de los cristianos profesan creer en Dios Padre y Jesucristo aunque no conocen la razón por la que Dios creó a la humanidad, ni cómo Jesús ha borrado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Está bien creer en Jesús de esta forma, sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu? No, ese es un amor no correspondido. Este amor no correspondido solo les hará daño. 
El precio del pecado es la muerte. Pero el don en Jesucristo es la remisión de los pecados y la vida eterna. Al hacernos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha dado la remisión de los pecados y la vida eterna para vivir eternamente en el Cielo por fe. Mis queridos hermanos, si aman a alguien sin que les amen, sus corazones se romperán, sufrirán de mal de amores y pueden incluso morir de amor no correspondido. Aunque confíen en Dios y crean en Jesús como su Salvador, si no saben cómo Jesús ha borrado sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu que Él les ha dado, y si no pueden creer en esta Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, morirán espiritualmente. 
Hay muchos cristianos ridículos hoy en día. Todo lo que hacen es ir a la iglesia y ofrecer oraciones de penitencia, y como no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu que está manifestado en la Palabra de Dios, no pueden recibir la remisión de sus pecados. En Juan 3, Jesús le dijo a Nicodemo: «A no ser que uno nazca de nuevo del agua y el Espíritu, no podrá entrar en el reino de Dios» (Juan 3, 5). ¿Acaso no deberían los cristianos aprender de la Palabra de Dios lo que es el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿No deberían entender este Evangelio y creer en él? ¿Y no deberían los pastores de hoy en día enseñar este Evangelio a sus congregaciones? Pero aún así dicen: “El agua es simplemente agua y el Espíritu es el Espíritu”. ¿Pero quién no sabe esto? El agua de la que habla la Biblia se refiere al bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. Así que deben saber por qué Jesús fue bautizado, entender esta razón y creer en ella. Pero los líderes cristianos de hoy en día están diciendo a sus congregaciones que crean en Dios a ciegas, y por eso quien cree en Jesús, va a la iglesia y deja de hacer el mal es considerado un buen cristiano. Después de todo, cuando un alcohólico deja de beber, un fumador deja de fumar y un matón deja de pelearse con todo el mundo, ¿no se les considera buenos cristianos? Este tipo de fe solo produce discípulos de Confucio o Sócrates obsesionados con ética formal; no tiene nada que ver con la fe en Jesús que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Mis queridos hermanos, muchos de los ministros de la iglesia de hoy están convirtiendo a sus congregaciones en discípulos de algunos sabios. Aunque tengan una cruz e invoquen el nombre de Jesús, en realidad no tienen el Evangelio del agua y el Espíritu. Sus ídolos son Confucio, Buda y Sócrates, en resumen, la filosofía es el objeto de su adoración. Si creemos en Jesús como nuestro Salvador, entonces todos tenemos que vivir con virtud. Pero cuando los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu simplemente intentan no pecar, acaban cometiendo aún más pecados. 
Dios tomó una de las costillas de Adán y creó a la mujer. Esto nos muestra el secreto de la salvación a través de Jesucristo. ¿De dónde vino nuestra salvación? Vino del corazón de Dios y de Su amor. Todo porque Dios decidió salvar a los pecadores, hacernos justos en Jesucristo según Su voluntad. Las Escrituras dicen que Adán es el tipo de Jesús que tenía que venir (Romanos 5, 14), y la mujer representa a la Iglesia que está compuesta por los salvados. Y la costilla que Dios tomó de Adán era la que más cerca estaba del corazón de Adán. Por Su amor absoluto, Dios Padre envió a Su Hijo Jesucristo a este mundo; é hizo que Jesucristo tomase todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado, pagar la condena de los pecados en la Cruz en nuestro lugar, y así nos dejó sin pecados y nos convirtió en hijos de Dios. Como esto estaba predeterminado por Dios, nuestra salvación fue conseguida en Jesús a través del Evangelio del agua y el Espíritu. 
Está escrito en la Biblia: «Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaba». 
Para crear a la mujer de Adán, Dios lo sumió en un sueño profundo. Entonces tomó una costilla de Adán, le cerró la carne en ese lugar y de la costilla creó a la mujer. Adán se quedó maravillado cuando Dios le llevó la mujer. Así que refiriéndose a Eva, Adán dijo: 
«Esto es ahora hueso de mis huesos
y carne de mi carne; 
ésta será llamada Varona, 
porque del varón fue tomada». ¿Quiénes son los que se convierten en las esposas de Cristo? Son los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado. 
Las esposas de Jesús son hermosas. No tienen pecados y no están avergonzadas ante Dios. ¿Acaso un matrimonio se avergüenza de estar desnudo delante de su cónyuge? ¿Acaso los niños pequeños se avergüenzan de estar desnudos delante de sus padres? ¿Es una vergüenza que una mujer esté desnuda delante de su marido? ¿Acaso los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu están avergonzados ante Jesucristo, su Esposo? ¿Acaso se avergüenzan ante Dios los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu?
Está escrito: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». ¿A quién debe ir todo el mundo cuando deja a sus padres de la carne? A Jesucristo, y deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha dado. Solo entonces se deja de ser un pecador y se convierte uno en una persona justa y en la esposa de Cristo. Si siguen siendo pecadores mientras creen en Jesús, no serán esposas de Jesucristo. Deben creer que al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús tomó sobre Sí mismo todos nuestros pecados y los pecados del mundo para siempre, incluso los pecados que cometemos en el futuro, y fue condenado por ellos en nuestro lugar. ¿Es entonces correcto vivir como pecador todos los días, hoy y mañana? Si de verdad creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo podemos ser pecadores cuando Jesús ha borrado todos los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu? Debemos creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado. 
«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». La Biblia dice que los dos se unen y se convierten en un cuerpo. Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, están uniendo sus corazones. En la boda, la novia lleva un velo. ¿Creen que el velo se lleva solo para estar bonita? ¿Por qué creen que la novia lleva el velo el día de la boda? Al llevar el velo la novia está confesando: “A partir de hoy, mi cabeza no existe. Tú eres mi cabeza. Tú eres mi cabeza y yo soy tu cuerpo. Tienes dominio sobre mí”. 
Sin embargo, hay muchos hombres y mujeres en este mundo que piensan que el matrimonio es solo una unión del cuerpo. El matrimonio real, por el contrario, es la unión del corazón y el cuerpo. Para que el cuerpo se convierta en uno, el corazón debe unirse primero. Si queremos unirnos en matrimonio con Jesucristo, debemos primero unir nuestros corazones con el de Jesús al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestros corazones deben estar en unión con el Señor primero, confesando: “Señor, eres mi Esposo. Tómame como Tu esposa. Has borrado todos mis pecados con Tu bautismo y Tu sangre en la Cruz”. Todos éramos pecadores, pero para hacernos Sus esposas, Jesucristo vino al mundo, borró todos nuestros pecados para siempre y nos hizo justos al ser bautizado, y pagó la condena del pecado, que es la muerte, al cargar con esa condena por nosotros. Y al levantarse de entre los muertos de nuevo, nos ha coronado con Su cocona, nos ha vestido con las vestiduras de fe que nunca se manchan, nos ha dado los zapatos del testimonio para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, y nos ha adornado con los collares de oro y pendientes de diamantes de la fe. El Señor quiso casarse con nosotros y pagó todos los adornos. Y todavía está pidiendo matrimonio a todos los pecadores con el anillo del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando aceptan esta proposición de matrimonio se unirán en cuerpo y corazón con Cristo. 
Sin embargo, a pesar de que el Novio nos ha dado un vestido adornado y sin mancha con todo tipo de joyas preciosas, algunas personas no se lo han puesto porque no creen en Él. Así que cuando el Señor les pidió que se casasen con Él, respondió: “No, no me voy a casar contigo porque no confío en Ti. Pareces un charlatán”. Como estas esposas no se adornaron espiritualmente para la boda, no están preparadas para casarse con el Señor. El Señor les pedirá una compensación por el vestido de bodas que les dio. Pero no podrán pagar la compensación porque no tienen nada más que ofrecer excepto sus cuerpos. ¿Qué hará entonces el Señor? Dirá: “Echadlos al infierno”. 
Mis queridos hermanos, el Señor nos ha pedido matrimonio al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu. Si rechazan Su propuesta a pesar de esto, estarán pidiendo Su ira. ¿Lo entienden? Jesús recibió el bautismo en Su propio cuerpo y entregó Su vida por Sus esposas, y así ha borrado los pecados de nuestros corazones completamente. Nos ha coronado y nos ha dado todos los tesoros del Jardín del Edén. Y ahora nos está tendiendo la mano, pidiéndonos que vivamos con Él. El Señor quiere que creamos en Su amor completamente. Está escrito: 
«Ponme como un sello sobre tu corazón,
como una marca sobre tu brazo; 
Porque fuerte es como la muerte el amor; 
Duros como el Seol los celos; 
Sus brasas, brasas de fuego,
fuerte llama» (Cantar de los Cantares 8, 6). 
Dios ha planeado dárnoslo todo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y lo ha creado todo con este plan. Sin embargo, Su amor puede convertirse en ira si se rechaza Su gracia hasta el final. Aunque Dios nos ha creado y nos lo ha dado todo, muchas personas todavía escuchan las palabras del Diablo y rechazan el amor del Novio, diciendo: “No puedo creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es demasiado sospechoso”. La proposición del Señor será retirada si rechazamos Su amor hasta el final. ¿Qué ocurre cuando uno se pone de parte del Diablo en vez del Esposo? Que acaba convirtiéndose en siervo del Diablo. ¿Qué le pasará a la novia que rechace el amor del Novio? Que será arrojada al destino del Diablo. ¿Lo entienden?
Dios nos creó con un buen plan. ¿Pero les parece difícil creer en la Palabra de Dios? ¿Es posible tener pecados en nuestros corazones aunque creamos en Jesús? No, es imposible. ¿Hay alguien que tenga un corazón pecador, aunque crea en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si es así, hay algo incorrecto aquí. Estas personas solo tienen pecados porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo cuando entienden el Evangelio del agua y el Espíritu manifestado en la Biblia, pueden creer en este Evangelio y predicarlo. Si no entienden este Evangelio, recibirán la maldición. Y si intentan ser ministros en este estado de ignorancia, acabarán utilizando algunas citas en sus enseñanzas y siendo maestros de ética. No deben dejar que esto suceda. 
A nosotros solo, a los que creen en Su Palabra del agua y el Espíritu solamente, Dios nos ha dado la remisión de los pecados, así como el derecho y la bendición de poseer el Cielo. Pero los que no creen en la Palabra del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, se convertirán en esclavos del Diablo y serán arrojados al infierno, donde acabará también el Diablo. Esto es lo que nos dice el pasaje de las Escrituras de hoy. 
Para permitirnos vivir en Su Cielo maravilloso, Dios nos creó, permitió que nos convirtiésemos en pecadores durante un tiempo, y entonces nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu para salvarnos. Hay algo que Dios Padre consiguió al enviar a Jesucristo a este mundo y obrar a través de Él. Este es el Evangelio del agua y el Espíritu, que escribió en la Biblia. A los que predican esta Palabra del Evangelio y los que la aceptan, Dios les ha permitido entrar en el Cielo. Sin embargo, a los que no creen en la Palabra de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios los ha convertido en esclavos del Diablo. Esta es la voluntad de Dios. 
Así, todos los que todavía no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no han recibido la remisión de los pecados ni el Espíritu Santo en sus corazones, deben tomar esta oportunidad para creer en este Evangelio verdadero, recibir la remisión de los pecados y convertirse en esposas de Cristo. Por su deseo de llevar la remisión de los pecados y el Espíritu Santo a los corazones de los justos, nuestro Señor nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Le doy mil gracias a nuestro Dios.