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Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 19-5] El Señor es el Rey eterno (Lucas 19, 11-27)

El Señor es el Rey eterno(Lucas 19, 11-27)
«Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí».
 
 

¿Es el Señor realmente el Rey de los justos?

 
Mientras pasamos las últimas horas del año no debemos hacerlo de cualquier forma, sino que debemos calcular cuánto pudimos hacer la obra que se nos confió y darle la bienvenida al año nuevo con una nueva resolución. Si miramos la nota que recibimos en nuestra vida espiritual durante el año pasado, podemos darnos buenas notas en algunas tareas y malas en otras, y quiero que esta hora sirva para pensar en nuestras tareas a través de la Palabra de hoy.
A través del pasaje de las Escrituras de hoy el Señor dijo que cierto noble tuvo que ir a un país lejano para heredar un reino. Este noble, maestro, contó 10 minas y le dio una a cada uno de sus siervos. El señor les dijo que negociarán diligentemente con ese dinero como capital inicial. Todos los siervos obedecieron al señor menos uno. Parece que ese siervo había decidido desobedecer las instrucciones del Señor. Probablemente no quiso que su maestro se convirtiera en rey. Quiso promulgar la desobediencia de los ciudadanos de su maestro que le odiaban y envió una delegación diciendo: «No queremos que este hombre sea nuestro rey».
Sin embargo, el rey volvió después de haber recibido el reino. El maestro que volvió del viaje quiso ver cómo los siervos habían hecho negocios con la mina que les dio. Un siervo había obtenido diez minas más y otro cinco más, y se las llevaron al maestro, que les alabó por haber sido fieles en una tarea pequeña. Y el maestro les dio autoridad para gobernar sobre diez aldeas y cinco aldeas respectivamente. El maestro quería probarles con una tarea sencilla para ver si eran fieles para ver si podía confiarles una responsabilidad mayor.
Sin embargo, el siervo que desobedeció al maestro desde el principio solo le trajo la mina que había recibido desde el principio. ¿Qué implica este comportamiento? Implica el corazón que dice: «No te reconozco como rey. Tu orden no es razonable. Me das una mina y quieres que te devuelva más. No tiene sentido». El siervo injusto criticó a su maestro: «Recoges de donde no hay y siembras donde no has plantado». Entonces, el maestro le llamó siervo injusto y dijo que por lo menos debía haber ingresado el dinero en el banco para recibir intereses si quería hacer la voluntad del maestro.
Ese siervo no quiso hacer nada por el maestro porque no quería que el maestro se convirtiese en rey. ¿Qué ocurrió entonces? Al final el maestro tomó el dinero del siervo desobediente y se lo dio al que había obtenido diez veces más. Además el maestro dijo que matasen al siervo malvado que había intentado evitar que se convirtiera en rey.
A través de esta historia hemos podido darnos cuenta de que Dios ve como somos fieles incluso en las cosas más pequeñas que hacemos por Él. Dios nos está diciendo que una persona que quiere servir a Dios como su Rey debe ser fiel incluso en las cosas más pequeñas que Dios le pide. Debemos entender la voluntad de Dios. Debemos entender que esta parábola está dirigida a nosotros.
Nuestro Señor es el Salvador que vino a este mundo y borró todos mis pecados, nos hizo recibir la salvación y nos dio el Espíritu Santo en nuestros corazones. Y es el Señor que nos da varios dones especiales de fe a cada uno para que podamos hacer la obra del Señor. El Señor nos dio el poder de servir al Evangelio y hacer Su obra. El Señor nos da estas cosas y espera una cosa de nosotros: quiere que extendamos el Reino de Dios mediante el evangelismo con los dones que hemos recibido. Es como hacer negocios y ganar más dinero.
Cuando el maestro volvió después de recibir el reino y recompensó a sus siervos por lo que habían conseguido con su trabajo en el pasaje de las Escrituras de hoy, el Señor nos dirá cuando volvamos: «¿Habéis hecho negocios bien? ¿Me habéis seguido con fe y habéis hecho Mi obra con lealtad?». Cuando el Señor nos pregunta esto, algunos hermanos y hermanas dirán contentos y con confianza: «Mira Señor, he conseguido diez monedas de la que me diste». Y otros le dirán que han conseguido cinco.
Sin embargo, la gente que se levantó contra el Señor como el siervo que no reconoció al maestro como rey no podrán hacer nada más que entregarle la mina que recibieron. La diferencia entre una persona que solo le lleva una mina a Dios sin nada más y los que le dan más minas de la que recibieron no es pequeña. ¿Cuál es la lección del pasaje de hoy? El tamaño del don que Dios nos da es el mismo para todo el mundo, pero hay una diferencia entre los frutos de esa fe dependiendo de si se tiene un corazón que adora a Dios como el Rey o no.
El resultado diferente de cada siervo que recibió la mina del maestro dependió de si sirvieron al maestro como el rey o no. La persona que recibió diez monedas y la que recibió cinco sirvieron al maestro como su rey. Esto significa que reconocieron al maestro como su rey y gobernante que tenía autoridad sobre todo. Para esos siervos fieles, la cantidad de dinero que el maestro les dio no es importante, ya sea una mina o 100. Como el dinero era el dinero del rey, y como el rey le dijo que hiciese negocios con el dinero, el siervo es completamente fiel al mandamiento. No es más fiel cuando el maestro le da cien minas y menos fiel cuando le da una mina, sino que sigue la voluntad del rey con todo su corazón porque es la voluntad del rey.
Por el contrario, en el caso del siervo que no reconoció que el maestro era su rey, hubiera sido infiel por mucho dinero que le hubiese dado porque este siervo malvado solo pensaba en por qué tenía que ganar dinero para su maestro si no le iba a beneficiar a él. Sin embargo, Dios no solo nos salvó de los pecados, sino que nos dio habilidades para hacer Su obra. Esto significa que Dios nos dio las habilidades para hacer la obra de Dios, la fe de obediencia, la fe de devoción y la fe que crece correctamente en la Iglesia.
La correspondiente Palabra del Evangelio de Mateo llama talentos a las minas. El talento significa habilidad. Hay muchos talentos diferentes como el talento de dar gloria a Dios a través de alabanzas, talento de cuidar de los niños con educación y disciplina, talento de cuidar de los demás con conocimiento y trabajo voluntario y talento de servir a la Iglesia.
Dios no solo nos dio la gracia de la salvación, sino también habilidades como estas para servir al Señor mientras vivimos en este mundo. Dios nos dio la sabiduría de entender la Palabra correctamente y el talento para defender la verdadera fe con confianza. El maestro les dio a todos los siervos una mina, es decir un talento, en el pasaje de las Escrituras de hoy. Esto significa que el Señor nos dio la plenitud del Espíritu Santo a todos los que creemos en Él. El que el maestro les diese una mina a cada siervo significa que el Señor le dio el Espíritu Santo por igual a cada creyente. Esto se debe a que los santos que han recibido el Espíritu Santo han recibido habilidades para hacer la obra de Dios con el don del Espíritu Santo.
Entonces, ¿por qué los siervos dieron diferentes resultados cuando el Señor repartió los dones justamente? Los resultados dependieron de si los siervos reconocían al maestro como su rey o no. Mientras que el maestro estaba en el país lejano al que fue a recibir el reino, algunos de los siervos siguieron las instrucciones del maestro con lealtad, pero el siervo que no quería servir al maestro como su rey no hizo nada por el maestro.
Al final, el maestro volvió siendo el rey y el destino de los dos tipos de siervos se separó. Si uno considera esta obligación como la de un siervo del rey, y si considera que es la obra de su maestro, entonces la voluntad y actitud del siervo al que se le confía la obra será diferente. Esto significa que la orden del rey es una orden absoluta y la palabra del rey se convierte en la meta de su vida. Por tanto, la persona que considera la palabra del rey como su meta, es completamente fiel y tiene la actitud de una persona que sirve y reconoce al rey.
Lo mismo ocurre con nuestras vidas espirituales. Debemos mirarnos a nosotros mismos y ver si de verdad creemos y servimos al Señor como al Rey. Es el Señor que nos ha salvados y se ha convertido en nuestro Rey. Dios es el Señor que creó el universo y todo lo que hay en él, incluyéndonos a nosotros, y el Señor que nos dio la vida eterna. Cuando caímos en el pecado y estábamos a punto de ser destruidos, Dios que es nuestro Maestro vino y nos salvó de los pecados para darnos una vida nueva.
El Señor se convirtió en nuestro maestro, nos libró de la muerte y nos dio una vida nueva. Además, el Señor es el Maestro que nos guía con muchas bendiciones por las que debemos estar agradecidos. Como en la relación entre un rey y su súbdito, en la que el rey no debe nada al súbdito, pero el súbdito le debe al rey, nosotros le debemos al Señor. Los súbditos pueden vivir porque el rey les da la autoridad y cosas materiales, y los súbditos que no viven con algo que puedan hacer por su cuenta, ¿no? Dios, nuestro Rey, nos ha dado el aire, la luz del sol, las cosechas y las cosas del mundo, y un ambiente que sea beneficioso para nuestras vidas. Por eso podemos seguir viviendo. Cuando nos damos cuenta de que Dios nos ha dado todo para que lo disfrutemos, entonces no podemos evitar confesar a Dios como nuestro Rey. ¿Nacemos del vientre materno por nuestra cuenta sin Dios? Y después de nacer de nuestras madres, ¿hemos creado al aire y lo hemos respirado, hemos creado el sol para recibir luz solar? ¿Hemos creado el resto del ambiente natural? Todas las bendiciones de la naturaleza se nos han dado por la gracia de Dios, que es nuestro Rey. Los seres humanos hemos creado nuestras cultural triviales para vivir un poco más cómodos. Sin embargo, Dios, nuestro Rey, es el Señor que nos da los recursos para construir las culturas humanas. En realidad, entre las cosas que necesitamos para vivir, no hay nada que no hayamos recibido de Dios.
La humanidad solo puede vivir con las cosas que recibe de Dios. Incluso nuestros pensamientos y sabiduría, nuestra salud y fe, no podrían ser nuestros si no hubiésemos recibido la remisión de los pecados. Lo han recibido todo del Señor, incluso el Espíritu Santo que hay dentro de ustedes, sus vidas y el plan que garantizará su felicidad en el futuro. Debemos recordar siempre que no hay nada que no hayamos recibido del Señor.
 
 

Entonces, ¿qué actitud debemos tener para servir a Dios como el Rey?

 
El comportamiento que se demuestra por fuera es diferente dependiendo de si adoramos a Dios como el Rey de todo corazón o no. En el pasaje de las Escrituras de hoy el siervo malvado que no sirvió a su maestro como el rey pensó que la orden del maestro era injusta. Pensó que el maestro era un ladrón indecente. Pensó que era injusto que el maestro le confiase una mina y esperase que le devolviese diez. Ese siervo no pensó en servir al maestro como su rey y no pudo ser fiel al maestro porque no creyó en él. Pensó que la orden que le dio el maestro era injusta y no tuvo fe en la recompensa y compensación que el rey le daría cuando cumpliese con su responsabilidad.
Sin embargo, ¿qué ocurrió? Cuando los otros siervos creyeron en el maestro que les confió la obra, por muy pequeña que fuera, y trabajaron duro, el maestro les dio una gran bendición y recompensa, ¿no es así?
Entre las cosas que disfrutamos, no hay nada que no hayamos recibido de Dios. Incluso la relación entre un padre y un niño fue permitida por Dios, ¿no es así? Además, los hermanos y hermanas, la Iglesia y los ministros, la obra de Dios, el amor en Cristo y todo lo demás lo hemos recibido del Señor. Cuando reconocemos y servimos a Dios como nuestro Rey, no podemos evitar confesar que todas las cosas que disfrutamos son de Dios.
 
 

Somos personas inadecuadas

 
Aunque hayamos nacido de nuevo al creer en Jesús no podemos ser perfectos mientras seamos seres humanos. Aunque siempre queramos hacer el bien, cometemos errores de vez en cuando porque los seres humanos somos débiles. Los comportamientos humanos son imperfectos. Si el comportamiento humano pudiera ser perfecto, no habría conflictos entre personas y la gente no tendría dificultades. Sin embargo, al contrario que los comportamientos humanos, la fe puede ser completa y perfecta. Por tanto, el Señor mira nuestros corazones, no nuestras palabras. Si dejamos espacio en nuestros corazones para el Rey y nos centramos en la voluntad y gloria del Señor solamente, seremos aceptados como perfectos ante el Señor. Quien haya nacido de nuevo y quiera servir al Señor podrá ser así.
Somos personas que tienen estas cualidades y pueden vivir así. Aunque nuestro comportamiento no sea completamente satisfactorio porque la carne es débil, cualquier persona puede recibir el talento del Espíritu Santo y recibir bendiciones al hacer el ministerio de Dios con un talento si acepta a Dios en su corazón en vez de pensar que el Señor es un Dios distante y severo del que deben alejarse con miedo. Sin embargo, si alguien se cansa de hacer la obra de Dios y siente que Dios espera demasiado y por eso solo se queja, no podrá servir a Dios como el Rey y odiará todo lo que tenga que ver con Él.
Dios es el dueño de todo en este mundo. Dios nos lo da todo para que podamos recibirlo, disfrutarlo y servir al Señor con gratitud. Servimos al Señor con lo que nos ha dado y comemos, bebemos y vivimos con las posesiones del Señor. Damos gloria al Señor y hacemos la obra de Dios con Sus pertenencias y las compartimos con el prójimo.
Dios es nuestro Creador y el Rey. El Señor se convierte en nuestro Rey, para ustedes y para mí, cuando creemos que el Señor nos ha salvado. No podemos servirle como Rey correctamente y tratarle como Rey perfectamente porque nuestra fe es débil. El Señor se convierte en nuestro Rey cuando le invitamos en nuestros corazones completamente. Jesucristo es el Rey para los que hemos recibido la remisión de los pecados. Debemos creer definitivamente en esto. El Señor, que es nuestro Rey, es el Cristo y el Hijo del Dios vivo. No podemos servirle perfectamente pero aún así el Señor es nuestro Rey.
Sin embargo, cuando empezamos a vivir la vida espiritual pensando: «Estoy cansado de órdenes imposibles de servirte todos los días. Te he ofrecido mucho, pero me sigues pidiendo que te dé y no puedo seguir así» mientras servimos al Señor, el Señor no querrá seguir siendo nuestro Rey. Debemos creer que cuanto más dedicados y más cosas hagamos por el Señor, más bendiciones y recompensas nos dará el Señor. Si no tenemos esta fe el Señor no seguirá siendo nuestro Rey y no nos dará bendiciones.
Si nos presentamos ante Dios con una fe débil y pensamientos carnales en vez de con los ojos de la fe, entonces Dios nos parecerá un tirano. Sin embargo, como el maestro que le confió una mina a cada siervo, debemos entender que si pensamos que el pequeño talento que se nos ha dado es valioso y somos fieles, todos se convertirá en gracia y gratitud. Debemos vivir en este mundo con el talento que Dios nos ha confiado.
Ese talento no es una responsabilidad. No es una carga pesada que debamos soportar. Ese talento es la semilla de la fe que nos lleva a las bendiciones celestiales. Todo es un don que el Señor nos ha dado. Cuando miramos detenidamente las cosas que se nos dan, no hay nada que el Señor no nos haya dado. El Señor nos dio la vida y seríamos simplemente un puñado de polvo si el Señor nos quitase la vida.
En el pasaje de las Escrituras, la razón por la que ciertos siervos que recibieron una mina obtuvieron mucho y otros no es que unos obedecieron al maestro y otros no. El siervo que consiguió cinco, el que consiguió diez y el que no consiguió ninguna recibieron estos frutos con sus habilidades respectivas. Cuando recibimos la salvación con una fe tan pequeña como una semilla de mostaza, el resultado del trabajo que hacemos con nuestras habilidades puede ser diferente dependiendo del tamaño de nuestra fe. Sin embargo, el siervo malvado que entregó la mina intacta recibió la consecuencia desafortunada porque no hizo ninguna obra y no sirvió a Dios como el Rey.
 
 

El corazón que no quiere a Jesús como su Rey debe arrepentirse

 
Este año está pasando rápido, y como he dicho al principio, no debemos dejar que pase en vano, sino que debemos evaluar nuestra fe según los frutos que hayamos cosechado. Además, quiero que inviten a Dios como su Rey verdadero este año que viene. Aunque le sirvamos como el Rey, podemos conseguir pocos frutos y no trabajar mucho en la obra que nos ha confiado porque somos débiles. Sin embargo, sé que Dios les dará lo que les falte si le invitan a ser el Rey en sus corazones. Dios nos escogió entre muchas personas, nos salvó y nos dio el Evangelio de la Verdad. Dios nos hizo recibir la salvación al escuchar la Palabra del Evangelio.
El Espíritu Santo está en nuestros corazones. Es obvio que Dios nos está guiando aunque a veces vayamos por el mal camino por no seguir la Palabra del Espíritu Santo. ¿Tienen el Espíritu Santo dentro o no? Cuando escuchan la Palabra se sienten tocados porque tienen el Espíritu Santo. No podrían sentarse aquí si no tuvieran al Espíritu Santo porque una persona que no tiene al Espíritu Santo no puede recibir las bendiciones de las palabras del predicador y no podría tocar su corazón. Los que hemos recibido la remisión de los pecados debemos creer en el Señor y en que nos ha salvado al ser bautizado, morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Y debemos dar gracias a Dio y vivir en este mundo.
El Señor mira dentro de nuestros corazones, y no mira el esplendor de nuestra apariencia física. El Señor nos pregunta si le vamos a servir de todo corazón o no, y nos juzga según ese criterio. En la Palabra del pasaje de las Escrituras de hoy el maestro alabó a todos los siervos que habían obtenido dinero haciendo negocios. Fueron siervos fieles que reconocieron al maestro como su rey aunque los resultados obtenidos fueran diferentes. No podemos tener a nadie o nada más como nuestro Rey. Las cosas materiales o la sabiduría humana, los placeres carnales o el honor del mundo no pueden ser nuestro Rey. Debemos reconocer y servir al Señor como el Rey solamente.
En el pasaje de las Escrituras de hoy, entre otras cosas, la parte a la que tenemos que prestar especial atención es la parte sobre el final catastrófico de la persona que no quería que su maestro se convirtiera en rey. El siervo malvado al final sufrió una muerte terrible. Se guardó la mina y se la llevó al maestro, pero seguramente intentaría que el maestro no se convirtiese en rey también. El siervo dijo: «Porque te tenía miedo, ya que eres un hombre severo».
Dios no es un tirano. El Señor es el Pastor del amor y el Dios todopoderoso que nos cura las heridas. No es el Señor que nos oprime con Su poder, sino el Señor que nos lleva al agua de la vida y a un pasto tranquilo. Es el buen Dios que nos da todo lo que necesitamos y nos bendice.
Negarse a servir a Dios como el Rey es tener una actitud malvada. Si hay alguien que tenga un corazón así, debe arrepentirse. Debemos servir activamente a nuestro Rey. SI creen que han recibido la remisión de los pecados y son personas valiosas, y si creen que son hijos de Dios, confesarán que Jesucristo es el verdadero Rey y le servirán. La gente que no cree en esto debe servir al Señor como Rey de ahora en adelante. No podemos evitar ser tratados como el siervo malvado si no servimos al Señor como el Rey. Esto significa que estaremos en una situación vergonzosa si solo le llevamos una mina y no servimos al Señor como Rey y no hacemos Su obra. Aunque hayan recibido la remisión de los pecados, lo perderán todo con vergüenza al final si no aceptan que Jesucristo es su Rey. Y serán destruidos.
Este año está pasando deprisa y el año que viene está a la vuelta de la esquina. Pero, quiero que sepan que el tiempo pasa y no vuelve y que el día del juicio llegará. Debemos invitar a Jesucristo como el verdadero Rey en nuestros corazones en este momento para prepararnos para ese día. Debemos tomar esta decisión rápidamente. Jesucristo es nuestro Rey. Jesucristo es el Señor que nos lo da todo. ¿Cuál será la razón por la que no recibirán al Señor como Rey en sus corazones? ¿Cuál será la razón por la que se negarán a servir al Señor como el Rey? Solo nuestro Señor es nuestro Rey.
Si reconocemos al Señor como Rey, sé que el Señor nos dará toda la autoridad y bendiciones que el maestro les dio a sus siervos en el pasaje de la Palabra de hoy. ¿Creen en esto? Si reconocemos al Señor como el Rey, el Señor nos dará poder, la Iglesia, un cónyuge, trabajo y todas las cosas aunque seamos insensatos y débiles. El Señor no es un tirano, sino un Rey bueno y sabio.
El que el maestro le diese una mina a cada siervo significa que el Señor les dio la gracia de salvación a todos de la misma manera. Sin embargo, el siervo malvado no reconoce al Señor como el Rey y acaba muriendo. Sé que no hay nadie entre nosotros que no quiera servir al Señor como el Rey. Sé que no hay ningún santo que solo traiga un talento que le haya dado Dios porque no quiera trabajar por Él. No hay ningún siervo malvado entre nosotros. Si todos son personas que vienen a la Iglesia, siguen la Palabra de Dios, desean servir al Señor como Rey aunque sean insuficientes, y confiesan que el Señor es el Cristo en sus corazones, ningún santo acabará en la situación del siervo malvado. Nuestra confesión es siempre como la del Apóstol Pedro: «Eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo».
Creemos en Dios como el Salvador, el Rey, el Creador y el Señor que nos lo da todo. ¿Quién tiene esta fe? ¿Creen en esto? El Señor nos ha dado esta fe. Nos ha dado todas las cosas y nosotros las hemos recibido. ¿Quién más nos dio el aire, la atmósfera, la paz en nuestros corazones, quién borró nuestros pecados y nos dio comida? Solo el Señor nos da estas cosas. Estamos agradecidos al Señor.
Aunque seamos personas que reconocen que el Señor se ha convertido en nuestro Rey, seguro que el año pasado cometimos muchos errores. Y no podemos decir que no cometeremos ningún error en el futuro. Las Escrituras dicen: «No juréis ni por el cielo ni por la tierra o con cualquier otro juramente» y por tanto no podemos jurar de cualquier manera. Y no podríamos haberlo hecho todo en el futuro. Esto significa que no hay garantías.
Sin embargo, hay una cosa que podemos confesar con confianza y es que el Señor es el Rey y Dios que nos ha salvado. Sé que el Señor lo sabe todo acerca de nuestra situación y nos ayuda si reconocemos a Jesucristo como nuestro Rey. Además si servimos al Señor con lealtad, nos bendecirá y lo hará todo por nosotros. Lo hará todo. Las Escrituras dicen: «Pedid y se os dará, buscas y encontraréis, llamad y se os abrirá». ¿Quién es el Señor que nos dice esto y lo cumple todo de esta manera? ¿Quién es el Señor que obra de esta manera cuando buscamos y pedimos? Es Jesucristo.
Por tanto, debemos servir y reconocer al Señor en nuestros corazones. Aunque le reconozcamos como Rey en nuestros corazones a veces nuestras acciones no siguen a nuestros corazones. Pero el Señor nos guía y nos ayuda si le servimos como Señor desde el fondo del corazón. Oro para que el Señor les dé la fe y el precioso talento de servirle como Rey. Oro para que el Señor les dé un buen ambiente, cosas materiales y todas las bendiciones para que den gracias y sean fieles al Señor. Sé que el Señor conoce nuestros corazones y que nos dará todas las cosas.
Cuando miramos como han estado nuestros corazones este año, debemos confesar que no eran perfectos al servir y adorar a nuestro Señor como el Rey. Debemos confesar de nuevo con corazones renovados al Señor como Rey. A medida que pasa otro año, debemos tener tiempo para decidirnos a servir al Señor como Rey aún más aunque seamos insuficientes. Quiero que crean que el Señor les guiará este año que viene con la ayuda del Señor, y que confiesen que el Señor es el Rey eterno mientras viven por el Señor el año que viene.
Sé que podremos darle Gloria al Señor así. Aunque no hayamos conseguido diez talentos, sé que podremos ser fieles en las cosas más pequeñas y dedicarnos a recoger más frutos el año que viene para recibir autoridad y bendiciones en el Reino de los Cielos. Le doy gloria y alabanza al Señor, quien nos ha dado este corazón y este tiempo.