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Tema 6: Herejía

[6-13] Los herejes de hoy en día son como el rey Acab (1 Reyes 21, 1-26)

Los herejes de hoy en día son como el rey Acab(1 Reyes 21, 1-26)
«Pasadas estas cosas, aconteció que Nabot de Jezreel tenía allí una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria. Y Acab habló a Nabot, diciendo: Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero. Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres. Y vino Acab a su casa triste y enojado, por la palabra que Nabot de Jezreel le había respondido, diciendo: No te daré la heredad de mis padres. Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió. Vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu, y no comes? El respondió: Porque hablé con Nabot de Jezreel, y le dije que me diera su viña por dinero, o que si más quería, le daría otra viña por ella; y él respondió: Yo no te daré mi viña. Y su mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel. Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, y las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los principales que moraban en la ciudad con Nabot. Y las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned a Nabot delante del pueblo; y poned a dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera. Y los de su ciudad, los ancianos y los principales que moraban en su ciudad, hicieron como Jezabel les mandó, conforme a lo escrito en las cartas que ella les había enviado. Y promulgaron ayuno, y pusieron a Nabot delante del pueblo. Vinieron entonces dos hombres perversos, y se sentaron delante de él; y aquellos hombres perversos atestiguaron contra Nabot delante del pueblo, diciendo: Nabot ha blasfemado a Dios y al rey. Y lo llevaron fuera de la ciudad y lo apedrearon, y murió. Después enviaron a decir a Jezabel: Nabot ha sido apedreado y ha muerto. Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Acab: Levántate y toma la viña de Nabot de Jezreel, que no te la quiso dar por dinero; porque Nabot no vive, sino que ha muerto. Y oyendo Acab que Nabot era muerto, se levantó para descender a la viña de Nabot de Jezreel, para tomar posesión de ella. Entonces vino palabra de Jehová a Elías tisbita, diciendo: Levántate, desciende a encontrarte con Acab rey de Israel, que está en Samaria; he aquí él está en la viña de Nabot, a la cual ha descendido para tomar posesión de ella. Y le hablarás diciendo: Así ha dicho Jehová: ¿No mataste, y también has despojado? Y volverás a hablarle, diciendo: Así ha dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre. Y Acab dijo a Elías: ¿Me has hallado, enemigo mío? El respondió: Te he encontrado, porque te has vendido a hacer lo malo delante de Jehová. He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab, tanto el siervo como el libre en Israel. Y pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías, por la rebelión con que me provocaste a ira, y con que has hecho pecar a Israel. De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán a Jezabel en el muro de Jezreel. El que de Acab fuere muerto en la ciudad, los perros lo comerán, y el que fuere muerto en el campo, lo comerán las aves del cielo. (A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba. El fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Jehová de delante de los hijos de Israel)».
 

En el pasaje de las Escrituras de hoy me gustaría reflexionar sobre los pecados de Acab y Jezabel. Para expropiar la viña de Nabot, el rey Acab le pidió a un testigo que diera falso testimonio, y por esta falsa acusación mató a Nabot. Entonces Dios le dijo a Su siervo Elías, para hacer a Acab responsable de su pecado: «¿No mataste, y también has despojado? En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre» (1 Reyes 21, 19). Entonces esto se cumplió tal y como Jehová lo había dicho, ya que poco después Acab murió en el campo de batalla cuando una flecha le alcanzó cuando luchaba en Siria, y cuando su carro manchado de sangre se estaba lavando en un estanque de Samaria, unos perros lamieron su sangre (1 Reyes 22, 38). Acab fue rey del reino del norte de Israel, y Jezabel era su esposa; ellos siguieron los pasos de Jeroboam y provocaron la ira de Dios con su codicia.
 


Los pecados del rey Acab y Jezabel


Como israelita Nabot era responsable de pasar a sus descendientes la viña que había heredado de sus antepasados. Así que cuando el rey Acab intentó comprar su viña, Nabot se negó. El rey Acab quería esa viña tanto que cuando el rey Nabot se negó a dársela, dejó de comer y se quedó en la cama a modo de protesta. Al ver esto, su esposa Jezabel le preguntó a su marido Acab por qué estaba en la cama todo el día y por qué había dejado de comer. Entonces Acab le explicó a Jezabel que había dejado de comer porque quería la viña de Nabot de al lado del palacio, pero Nabot no se la quería vencer. Al escuchar esto, Jezabel le prometió al rey Acab que le conseguiría la viña. Estaba frustrada al ver que su marido actuaba de esta manera cuando se suponía que era el hombre más poderoso de Israel, y como ella también quería la viña, le dijo: «Eres el rey ¿y no puedes encargarte de este asunto? No te preocupes, te conseguiré la viña». Entonces procedió a idear un plan. Para quitarle la viña a Nabot y dársela a su marido, Jezabel conspiró con los oficiales del rey para acusar a Nabot falsamente, matarlo y darle la viña a Acab. Después, cuando Acab escuchó que Nabot estaba muerto, se levantó y fue a la viña de Nabot el Jezreelita para apropiarse de ella.
En 1 Reyes 21, 17-19 está escrito: «Entonces vino palabra de Jehová a Elías tisbita, diciendo: Levántate, desciende a encontrarte con Acab rey de Israel, que está en Samaria; he aquí él está en la viña de Nabot, a la cual ha descendido para tomar posesión de ella. Y le hablarás diciendo: Así ha dicho Jehová: ¿No mataste, y también has despojado? Y volverás a hablarle, diciendo: Así ha dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre».
Después de que Acab asesinase a Nabot, Dios envió a Su siervo Elías y le reprendió diciendo: «Ahora que has asesinado, ¿has tomado posesión también?». De todos los pecados que Acab había cometido contra Dios, el peor de todos fue abandonar a Jehová Dios para creer en becerros de oro como sus dioses, y hacer que su pueblo pecase de la misma manera. El rey Acab era responsable de haber llevado a la nación de Israel a la muerte física y espiritual y de haber provocado la ira de Dios al hacer pecar a su pueblo. Desde Jeroboam, todos los reyes del reino del norte de Israel cometieron el pecado de la idolatría, e hicieron que su pueblo pecase contra Dios. 
Lo que hace que esta trágica historia sea única es que, una vez, Jeroboam, el primer rey de Israel cometió estos pecados ante Dios, todos los reyes que le sucedieron cometieron el mismo pecado ante Dios sin dudarlo. Los pecados que estos reyes de Israel cometieron contra Dios, eran los pecados que destruyeron a toda la nación de Israel. Así que cuando Acab mató a Nabot, Dios le dijo que mataría a Acab y maldeciría a todos sus descendientes. En el versículo 22, Dios explicó a Acab la razón de su muerte: «Por la rebelión con que me provocaste a ira, y con que has hecho pecar a Israel».
Aunque el pueblo de Israel había presenciado cómo Jehová, el Dios de sus antepasados, estaba vivo y obraba para ellos en ese momento, y a pesar de que hacía poco Elías les había demostrado que Jehová era el verdadero Dios de Israel, al vencer a 850 profetas de Aserá y Baal en un concurso de fe, trágicamente los israelitas seguían adorando a becerros de oro, y esta idolatría les llevaría a la destrucción. Este pecado era suficiente para provocar la ira de Dios, pero ahora Acab fue tan lejos como para matar a un hombre inocente, a Nabot, solo para apropiarse de su viña. Este pecado era muy grave y retaba a Jehová Dios. Me parte el corazón ver cómo esta fe errónea todavía puede encontrarse en las comunidades cristianas. 
La viña de Nabot estaba junto al palacio de Acab. Todas las primaveras, la viña florecía y daba uvas, y al final del verano, el aire se llenaba del aroma de las uvas maduras. Nabot era un granjero que trabajaba duro, que cultivaba el campo para dar muchas uvas. Pero el rey Acab quería esta viña para sí mismo, y este era su pecado. Quería apropiarse de la viña de Nabot tanto que estaba dispuesto a utilizar la fuerza. Al principio, intentó comprársela, pero Nabot se negó. Acab debería haberse olvidado de la viña. Después de todo, ¿no había muchas otras viñas en Israel? Pero cuando Acab puso sus ojos en esta viña, la quiso a toda costa. Así que, como no podía conseguirla con dinero, acabó matando a Nabot, y entonces Dios se enfadó con él. Por si los pecados de Acabo no hubieran sido suficiente, mató a Nabot, un súbdito suyo.
Así que Jehová Dios decidió matar al rey Acab. «¿Has matado a un hijo Mío? Entonces tú morirás en Mis manos. No solo te mataré a ti, sino que también mataré a todo hombre de tu casa. No le perdonaré la vida a ninguno». De entre los reyes de Israel de aquel entonces, no había ni uno que adorase a ídolos y se sometiese a ellos tanto como el rey Acab. Dios dijo que Acab había pecado por culpa de Jezabel (1 Reyes 21, 25). En otras palabras, Jezabel su esposa, hijo que el rey Acab adorase a becerros de oro y a dioses paganos y el rey Acab se convirtió en un esclavo de su mujer.
Como todo el mundo, los justos también tienen familias, y lo que deben hacer las familias de los santos nacidos de nuevo es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivir por fe unidos en un corazón. La vida del rey Acab estaba lleva de actos malvados provocados por su esposa. Dios le dijo a Acab que los perros lamerían su sangre en el mismo sitio donde la sangre de Nabot fue derramada. Este fue el juicio de Dios, quien también maldijo a Jezabel diciendo: «Los perros comerán a Jezabel en el muro de Jezreel» (1 Reyes 21, 23). Como Dios dijo, el cuerpo de Jezabel fue devorado por los perros, y de su cuerpo solo quedó la calavera, los pies y las palmas de las manos (2 Reyes 9, 35).
Dios también dijo que mataría a todo hombre descendiente de Acab y que no perdonaría a ninguno, y esta Palabra se cumplió exactamente. Toda Palabra profética de Dios se cumplió. Esta era la ira de Jehová Dios que cayó sobre Acab y Jezabel por sus pecados. La maldición justa de Dios descendió sobre la casa del rey Acab. Este incidente demuestra que Dios hará descender Su ira sobre los que se levantan contra el Evangelio del agua y el Espíritu hoy en día. Debemos darnos cuenta de que la ira de Dios espera a los que siguen los pecados de Jeroboam.
El Señor dijo: «Soy la viña y vosotros sois las ramas». La viña se refiere al Señor y las ramas son los miembros de la Iglesia de Dios, es decir, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando Dios juzgó este mundo con agua, Noé fue salvado por Su gracia, y cuando empezó su segunda vida, plantó viñas. La implicación espiritual es que los siervos de Dios siempre han guiado a Su Iglesia. La viña simboliza la Iglesia de Dios, y Nabot era un siervo de Dios que hacía Su obra. El rey Acab simboliza a los que están persiguiendo a la Iglesia de Dios. Incluso hoy en día, la gente como el rey Acab intenta comprar la Iglesia Dios con dinero, y cuando esto no funciona, recurren a la persecución, por la que tendrán que recibir el castigo terrible de Dios. Esta gente intenta destruir la Iglesia de Dios y predica un evangelio falso en vez de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, como si su evangelio fuera el Evangelio de la Verdad.
Hoy en día, los que obstruyen el Evangelio del agua y el Espíritu, intentan apropiarse de la Iglesia de Dios por la fuerza y matar a Sus siervos. Estos herejes serán juzgados por Dios. Esto se debe a que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y tienen una fe falsa que ha sustituido a Dios por los becerros de oro y los adoran. El pasaje de las Escrituras de hoy deja claro que Dios juzgará y destruirá a los herejes que, al ignorar el Evangelio del agua y el Espíritu, creen en el falso evangelio y se levantan contra la justicia de Dios, Sus siervos y Su pueblo.
El rey Acab estaba maldito y Jehová Dios lo mató por robarle a Nabot su viña. De la misma manera, Dios está diciendo que juzgará a los que cometan blasfemia contra Su Iglesia hoy en día, es decir, a todo los que no crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, se levanten contra Dios y destruyan a Su pueblo. Quien adore a becerros de oro como dioses, no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios le ha dado a la humanidad, y por tanto es un hereje como Acab. Aunque esta gente afirma creer en Jesús como su Salvador, cuando venga el Anticristo, se aliarán con él. Dios está diciendo que castigará a los herejes que asesinan a los justos.
 

Deben rechazar el consejo de sus esposas si no está de acuerdo con la justicia de Dios 

Acab era un hombre que se dejaba manipular por su esposa. Por eso acabó siguiendo los pecados de Jeroboam porque se convirtió en un hereje típico que sustituyó a Jehová Dios por los becerros de oro y los ídolos. La Biblia también dice que Acab amaba a su esposa Jezabel más que a nadie. Un hereje ama los seres humanos más que a Dios, prefiere las palabras de otra persona a la Palabra de Dios. Este tipo de personas son herejes según Dios. Acab provocó la ira de Dios porque hizo lo que su esposa quería, e incluso aceptó sus creencias. 
Por supuesto, si sus esposas dicen algo que es correcto y está de acuerdo con la Palabra de Dios, deben escucharlas y aceptar sus consejos, pero si no es así, deben rechazar sus consejos y enseñarles la verdad. Tanto los maridos como las mujeres deben corregirse mutuamente. Si el consejo de su mujer es beneficioso para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, deben aceptar sus palabras. Pero debe haber algunos límites para lo que es aceptable en consejos carnales. Como las mujeres son más débiles, si sus mujeres les piden algo que ustedes no quieren hacer, pueden aceptarlo siempre que sea razonable. Sin embargo, si se someten a sus mujeres cuando les piden que adoren a ídolos ante Dios, se están sometiendo al diablo. Deben tener cuidado con esto y rechazarlo, o se convertirán como el rey Acab.
Incluso entre los siervos del Evangelio del agua y el Espíritu, hay personas que mueren en cuerpo y espíritu al aceptar los consejos de sus esposas. Algunas personas aceptan todo lo que sus mujeres les dicen, pero estas personas son como Acab espiritualmente. Incluso entre los justos, hay muchos hermanos que dejan que sus esposas, que son como Jezabel, les digan lo que tienen que hacer. Muchos conocidos míos acabaron muriendo espiritualmente por culpa de estas mujeres que eran como Jezabel. No entiendo a estos hombres. Aceptan todas las palabras de sus mujeres aunque sean incorrectas. Deben tener cuidado.
Había un hombre en nuestra iglesia que, después de ser ministro con nosotros, se fue. Alguien me dijo que solía llamar a su esposa una mujer santa. Me sorprendió escuchar esto. ¿Quién puede llamar a su mujer santa? ¿Quién sino una persona que ama mucho a su esposa y la adora como un ídolo? Como un marido conoce todos los fallos de su esposa, y como una esposa conoce los fallos de su marido, ¿cómo pueden llamarse mujer u hombre santo? ¿Qué significa cuando un hombre llama a su mujer santa a pesar de todo esto? ¿Creen que es correcto exaltar a su propia mujer? ¿Cuál es el motivo detrás de esto? ¿No creen que es otra manera de pedir que otra persona reconozca a su mujer como santa? El ministro en cuestión pensaba que su mujer era santa, pero yo no estaba de acuerdo. Este tipo de personas se emocionan enseguida y sus mujeres contribuyen a hacerles pecar.
Por eso los siervos de Dios les dicen a estos hombres: «Si dicen y creen estas cosas, morirán en cuerpo y espíritu. Pero todavía hay tiempo, pueden levantarse ahora. No se preocupen por sus errores, porque serán perdonados. Lo importante es que presten atención a la relación con sus esposas. Les diremos lo que está bien y lo que está mal, y por eso deben escuchar las palabras de los siervos de Dios, y deben recordar este consejo». Los que han caído en la trampa de sus esposas no escuchan este consejo.
Hay algunos hermanos que pierden toda relación con los siervos de Dios cuando escuchan a sus mujeres. En estos casos, toda relación previa con los siervos de Dios no vale para nada. Cuando los siervos de Dios les explican lo que es correcto durante horas, dicen al principio que entienden la voluntad de Dios. Pero cuado hablan con sus esposas durante media hora, cambian de opinión completamente. Para mí es un misterio entender cómo un hombre puede aceptar lo que su mujer dice tan incondicionalmente. De alguna manera, estas personas parecen admirables, pero cuando las examinamos espiritualmente, vemos que son estúpidas. Puede parecer que sean mucho mejores que yo. Pero espiritualmente no los entiendo. Me pregunto: «¿Cómo pueden escuchar a sus mujeres y no escuchar a los siervos de Dios?». Estos hombres no pueden unirse a la Iglesia de Dios y acaban abandonando la Iglesia. Pero es mejor para la Iglesia de Dios estar sin ellos, ya que así se puede hacer la obra de Dios mejor. 
 


La maldición preparada para los que siguen los pecados de Jeroboam por su propia voluntad


Jehová Dios sabía lo que Acab y Jezabel habían hecho y por eso se enfadó. Así que decidió matarlos. Dios llamó a Su siervo Elías y le dijo lo siguiente: «He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab, tanto el siervo como el libre en Israel. Y pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías, por la rebelión con que me provocaste a ira, y con que has hecho pecar a Israel. De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán a Jezabel en el muro de Jezreel. El que de Acab fuere muerto en la ciudad, los perros lo comerán, y el que fuere muerto en el campo, lo comerán las aves del cielo» (1 Reyes 21, 21-24).
Este pasaje significa que espiritualmente Dios veía a Jezabel como un perro. Como ella había obligado a su marido a hacer todas esas cosas malvadas, Jezabel era más abominable que Acab a los ojos de Dios. Por eso la ira de Dios era tan terrible que aunque los mató a los dos ya sus hijos, no quedó satisfecho. Pero a pesar de esto Dios es dio una oportunidad para arrepentirse dándoles un aviso, por si acaso se querían arrepentir y volver a Él. Pero en vez de arrepentirse, Acab y Jezabel asesinaron a Nabot, un hombre inocente, y por eso Dios dejó que los perros devorasen a Jezabel en la ciudad de Jezreel.
Aunque seamos insuficientes en nuestra carne, no podemos abandonar a Jehová Dios y adorar a becerros de oro. El Señor es nuestro Salvador eterno y Maestro. Jesucristo nos ha salvado de nuestros pecados para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Solo porque tropecemos de vez en cuando mientras seguimos al Señor, ¿podemos sustituir a Jesucristo que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu por becerros de oro? Aunque nuestro orgullo esté herido, ¿podemos abandonar a Jesús que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, creer en ídolos y cometer el pecado que decepciona a Dios y dejar que nos maldiga? No, no podemos dejar que esto suceda.
Pero a pesar de esto, el rey Acab hizo esto mismo ante Dios. La trasgresión que rey Acab cometió al hacer que Israel pecase, es el pecado de la idolatría que cometió al seguir el pecado de Jeroboam. Él había pecado al sustituir a Jehová Dios por becerros de oro, y este era el peor pecado de todos. Empezando con el rey Jeroboam, todos los reyes del norte de Israel y su pueblo cometieron estos pecados. Como resultado, muchas personas murieron tanto en cuerpo como en espíritu y no pudieron recibir la salvación de la gracia de Dios. Al final Dios dejó que Israel fuese conquistado por Babilonia. 
Por muy insuficientes que seamos ante Dios, no debemos seguir los pecados de Jeroboam. Si hay gente entre nosotros que ha seguido los pecados de Jeroboam, debe darse cuenta del terrible castigo que les espera y deben cambiar. Si abandonamos a Jesucristo, que vino por el agua y el Espíritu, y creemos en becerros de oro y los adoramos como dioses, no solo moriremos nosotros, sino que nuestras familias también morirán. No solo morirán nuestros cuerpos, sino que también nuestros espíritus serán castigados para siempre por Dios. El pecado que se comete al seguir los pasos de Jeroboam nos lleva al terrible castigo de Dios.
El peor pecado de todos es sustituir al Señor, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, por becerros de oro, y adorarlos. Este tipo de fe traiciona al Señor y se burla de Él. La triste realidad es que, del mismo modo en que los idólatras y los herejes surgieron de los que habían creído en Dios, los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu perfectamente, acaban traicionando al Señor. Sería mejor si no conociesen este Evangelio, ya que en este caso todo lo que tienen que hacer es aprender. Pero como su conocimiento del Evangelio del agua y el Espíritu es superficial, es fácil para ellos traicionar al Señor. Este pecado de traicionar al Señor después de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, es el peor pecado de todos. 
Por mucho que Acab, Jezabel y el pueblo de Israel hubiesen caído en el pecado, podrían haberse salvado si se hubiesen arrepentido de sus errores. Pero no se arrepintieron de haber adorado a becerros de oro, y por eso sus pecados pasaron a sus descendientes. Nadie que comete este pecado puede escapar el terrible juicio de Dios. Adorar a ídolos ante Dios y hacer que otros también lo hagan, es merecer la ira de Dios, y es un pecado mortal que no puede ser perdonado.
Entonces, ¿por qué adoró Jeroboam a becerros de oro e hizo que los demás también los adorasen? Porque quiso satisfacer su propia codicia. El pueblo de Israel y sus líderes cometieron el mismo pecados que Jeroboam que le llevó a la destrucción, y acabó siendo juzgado por Dios. De toda la gente que vivía en Israel, Dios no perdonó a ningún rey o líder espiritual que siguió los pecados de Israel. Todos estos reyes y líderes fueron destruidos en cuerpo y espíritu. En las comunidades cristianas de hoy en día, los que siguen los pecados de Jeroboam morirán física y espiritualmente. No creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ni son el pueblo de Dios. Son falsos profetas, enemigos de Dios e idólatras de becerros de oro. Son herejes porque creen de una manera completamente diferente al pueblo de Dios que ha recibido la remisión de los pecados y es justo. 
Entre los cristianos de hoy en día, todos los que, como el rey Jeroboam, creen en los becerros de oro comos sus dioses, en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, son herejes a los ojos de Dios. El cristianismo de estos tiempos está lleno de herejes que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como hay tantos herejes, a no ser que el origen de su fe hereje sea revelado, no podrán entender y reconocer que son herejes.
Cuando la nación de Israel se separó en dos reinos: el reino de Judá y el de Israel, el reino del norte adoró a becerros de oro abiertamente, porque su primer rey, Jeroboam, siguió su propia codicia. Como resultado, durante los tiempos de Acab, todos los reyes de Israel habían sido herejes ante Dios. Pero Israel no fue el único reino hereje. Después, casi todos los reyes del reino del sur de Judá y su pueblo se convirtieron en herejes. ¿Por qué sucedió esto en Judá? Porque el reino del sur permitió que la herejía del reino del norte entrase en su reino. Por eso, entre los reyes de Judá, surgieron personas que siguieron los pasos de Jeroboam.
Esta fe falsa debería haberse parado para siempre desde el principio, para que no se mezclase con la verdadera fe. El reino del sur de Judá y el reino del norte de Israel eran enemigos espirituales. Los israelitas del norte llamaban dioses a los becerros de oro. ¿Cómo podían ser el pueblo de Dios? En realidad eran enemigos de Dios. Pero a pesar de esto, aunque los reyes del sur sabían que esto era incorrecto ante Dios, cometieron el error de tolerarlo. El pueblo del sur debería haber impedido que la fe del norte entrara en su reino.
 

Las comunidades cristianas de hoy en día están llenas de estos pecados

Del mismo modo en que ocurrió en los días de Jeroboam y Acab, en nuestros tiempos, hay mucha gente que, a pesar de afirmar que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, no sirve a este Evangelio por fe, sino que, sale al mundo y vive para satisfacer los deseos de su carne, mientras sirve a becerros de oro como sus dioses. Cuando se encuentran con los santos fieles que viven dentro de la Iglesia de Dios y sirven al Evangelio del agua y el Espíritu, se burlan de ellos diciendo: «Escuchad, no estoy sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu ahora, pero estoy bien sin el castigo de Dios». Tenemos que darnos cuenta de que estas personas son como Jezabel y Acab, y debemos alejarnos de ellas. Debemos entender que aunque no están siendo castigados ahora, tarde o temprano, tendrán que recibir el juicio de Dios por sus pecados. De hecho, incluso en este momento, están malditos espiritualmente, y todos ellos serán arrojados al fuego eterno del infierno.
¿Es esta gente justa? ¡No! Por eso aunque viven en su carne, espiritualmente hablando, sus vidas están muertas. Dios nos dijo: «No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios» (Romanos 12, 19). De esta manera, debemos dejarlo en las manos de Dios; mientras que debemos alejarnos de esta fe espiritualmente. Si los justos, que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, unen sus corazones con los que tienen la fe de Jeroboam, serán destruidos junto con estos herejes. Esto se debe a que la mancha de su maldad se pasa a los justos. En otras palabras, si los justos se juntan con los malvados, serán malditos por Dios con los malvados.
He descubierto que el cristianismo de hoy en día tiene demasiados herejes como el rey Jeroboam. Durante mi estudio sobre la herejía, he visto como tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están llenos de pasajes sobre los herejes, que nos avisan que debemos tener cuidado con ellos. Nuestro deber es llevar a estos herejes por el buen camino de la salvación, y predicarles el Evangelio. Mientras que debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los que no son cristianos, para salvarlos de los pecados del mundo; al mismo tiempo, debemos predicar este Evangelio de Verdad a los cristianos perdidos, que a pesar de creer en Jesús, cometen herejías, y así podrán ser salvados de sus pecados. 
Debemos hacerle la misma pregunta a todos los cristianos del mundo: «¿De verdad han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu?». Entonces debemos predicar el verdadero Evangelio de la salvación. Para salvar a estos cristianos, que no han sido librados de sus pecados a pesar de creer en Jesús, es imperativo ofrecer oraciones de intercesión en su lugar. Esto se debe a que, aunque hay muchas personas que dicen creer en Jesús como su Salvador, no creen en Jesús correctamente, no saben que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso los cristianos de hoy en día, si creen en Jesús sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado, son herejes ante Dios. Si algunos cristianos, que dicen conocer este Evangelio del agua y el Espíritu solo de palabra, pero no lo sirven por fe y solo sirven a sus deseos, entonces también son herejes. Así que debemos salvar a todas estas personas también. Debemos predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu y salvarlos de los pecados del mundo.
No tenemos mucho tiempo antes de que el Señor vuelva, ya que ha habido bastantes catástrofes en el mundo. Ahora estamos viviendo en una época de dolores, descrita en Mateo 25. Hace poco, Cachemira, una región fronteriza entre Paquistán e India, sufrió un terremoto de consecuencias terribles, de un 7,6 en la escala de Richter. Muchos habitantes de esta zona murieron. Mientras veía esta tragedia en la televisión, vi como muchos edificios que se habían derrumbado estaban hechos de cemento y metal. Un terremoto de un 7,6 en la escala de Richter puede derrumbar un edificio fácilmente sin dejar supervivientes. Muchas personas de todo el mundo mueren víctimas de terremotos. La escala de los desastres naturales que están sucediendo en todo el mundo ha aumentado tanto, que cuando ocurre un terremoto, una inundación y otro desastre que no causa muchas muertes, las noticias no se interesan. En estos días, cuando un par de cientos de personas mueren en un desastre, ya no nos sorprende, ya que el número de muertes en los últimos desastres ha alcanzado más de 10.000 muertes. Parece que estos desastres son bastante comunes. La situación es tan desesperada que incluso llegamos escuchar estos desastres en las noticias varias veces a la semana. Si el terremoto fatal que ocurrió en Cachemira, hubiese ocurrido en Corea, no me hubiera sorprendido que millones de personas muriesen. Pero gracias a Dios, esto no ha ocurrido todavía, ya que Dios nos ha protegido. Pero consideren las posibilidades. ¿Cuántas personas viven en Seúl, la capital de Corea del Sur? La ciudad tiene más de 10 millones de habitantes, y si incluimos el área metropolitana, la población excede los 20 millones. Así que no sería extraño que un millón de personas muriesen en un terremoto. Si Seúl sufriese este tipo de desastre, tardaríamos más de un mes en recoger todos los cadáveres. 
En estos tiempos, cuando estos desastres naturales ocurren en todo el mundo, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos difundir las buenas noticias de salvación a los herejes atrapados en los pecados de Jeroboam, y debemos salvarlos a través de este verdadero Evangelio. Aunque solía predicar sobre la herejía de vez en cuando, no lo hacía muy a menudo y no le prestaba mucha atención. Pero ahora, no puedo dejar de predicar sobre la herejía, ya que es nuestro deber salvar a todos esos cristianos atrapados en la herejía. 
Puede que todavía tengan dudas sobre si existen los herejes como Jeroboam en las comunidades cristianas. No se engañen, hay muchos herejes. El problema es que estos cristianos no se dan cuenta de que ellos mismos son herejes ante Dios. Muchos de ellos no tienen ni idea de que son herejes ante Dios, pero aún peor, piensan que son cristianos ortodoxos. Sin embargo, los que dicen creer en Jesús sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden negar el hecho de que sus pecados siguen intactos en sus corazones. Cuando se pregunta a sí mismos si tienen pecados o no, saben muy bien que no han recibido la remisión de los pecados, y que por tanto no tienen nada que ver con Dios. Esto se debe a que los que tienen pecados en sus corazones no tienen nada que ver con la justicia de Jesucristo.
Hay hipócritas que, aislados en su pequeño mundo llamado cristianismo, solo realizan rituales religiones. Oran a Dios diciendo: «Damos gracias al Señor santo, misericordioso, omnipotente, omnisciente, omnipresente y vivo, que se ha convertido en nuestro Pastor». Así esta gente utiliza palabras cultas y sus oraciones son impresionantes, pero a pesar de esto se han convertido en herejes ante Dios, porque no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Como sus pecados siguen intactos en sus corazones, son herejes. Pero lo más trágico es que los cristianos no tienen ni idea de que son herejes. Tienen esta noción falsa de que mientras crean en la sangre de Jesús, serán creyentes ortodoxos. Piensan que, aunque sus corazones tienen pecados, si recitan el credo de los Apóstoles y el Padrenuestro, y creen solo en la sangre derramada en la Cruz, no son herejes. Sin embargo, por muy bien que reciten estas oraciones, por muy bien que oren y adoren y alaben, por muchas obras buenas que hagan, por mucho que crean en la sangre de la Cruz, mientras sus corazones tengan pecados, serán herejes. Como muchos cristianos de hoy en día no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, no han recibido la remisión de los pecados, se están burlando del amor de Dios. Por eso estos cristianos son herejes. Hay muchos herejes así entre los cristianos de hoy en día. 
Este es el problema más importante en el cristianismo actual. Es un problema que no solo afecta a los cristianos en Corea, sino a los cristianos de todo el mundo. Así que paso a paso, estoy dispuesto a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu proclamado por la Palabra de Dios. Nuestra batalla espiritual se librará hasta el día en que vuelva el Señor, y por tanto debemos comportarnos como corredores de una maratón. Por eso, cuando predico la Palabra, miro hacia el futuro y me centro en un asunto apropiado para nuestros tiempos. Tengo que tener en cuenta cómo la corriente de este mundo está cambiando, y debo predicar la Palabra de Dios adecuada a los tiempos en que estamos viviendo. 
Ahora seguiré predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los cristianos. Predicaré el Evangelio del agua y el Espíritu sin descanso a través de mi ministerio literario, y seguiré guiando a los que creen en este Evangelio para que reciban la remisión de los pecados, y seguiré ayudando a los que han nacido de nuevo predicándoles la Palabra de fe. Entonces surgirán siervos de Dios y santos en todo el mundo, y como sus corazones cambiarán poco a poco para ser gente de fe, el Evangelio del agua y el Espíritu se proclamará a través de ellos. El Reino de Dios se expandirá en este mundo. 
Al contrario que otros líderes cristianos, no tenemos ninguna intención de buscar nuestra propia fama, de crear iglesias por todo el mundo y reuniones por nuestra vanidad. Hasta el día en que morimos, debemos vivir en este mundo como la luz del mundo, confiando en el Evangelio de Verdad y predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos vivir para proclamar este Evangelio del agua y el Espíritu que puede salvar a todo el mundo que está atrapado en los pecados de Jeroboam. Seguiré llevando a cabo esta obra de salvar almas con su ayuda.
La Biblia dice que la trasgresión de Acab estaba haciendo pecar al pueblo de Israel. Este es el pecado que sigue los pasos de Jeroboam. Los líderes cristianos de hoy en día están cometiendo el mismo pecado. Están llevando a los cristianos a la fe falsa de la herejía, y este es el peor pecado de todos. Aunque sus fallos individuales son problemáticos, el error más grande que cometen es llevar a sus congregaciones por el mal camino. Este pecado no puede ser perdonado. No sería tan grave si fueran al infierno ellos solos, pero en realidad están matando a otras almas, y a los ojos de Dios, este pecados es más grave que cualquier otro. No debemos cometer este pecado ante Dios. En vez de fingir ser santos, los líderes cristianos de hoy en día deben reflexionar acerca del Evangelio del agua y el Espíritu y verificar que si su fe es cierta o no. Los pastores no deben estar satisfechos con que la gente del mundo les respete, sino que deben preguntarse si están guiando a otras almas correctamente para que reciban la remisión de los pecados y entren en el Cielo.
En el cristianismo de hoy en día abundan los herejes que siguen los pecados de Jeroboam, y si acabamos viviendo como ellos, nos convertiremos en herejes ante Dios. En vez de seguir su fe, debemos mostrarles nuestra fe a los herejes. El Señor dijo: «¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas» (Lucas 6, 26). No debemos ser enemigos de la gente del mundo, pero si nos aprueban aunque creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, esto significa que somos iguales que los que están destinados a ir al infierno. Debemos dar testimonio de nuestra fe a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos dar testimonio de que cualquier otro evangelio viene de Satanás. El Señor nos dijo que tuviésemos cuidado con los falsos profetas y nos alejásemos de ellos, y creo que este consejo es cierto en todos los aspectos. 
Como Acab siguió los pasos de Jeroboam, Dios mató a sus hijos. Si Acab hubiese amado a su mujer y a sus hijos, o a sí mismo, no debería haber seguido los pecados de Jeroboam. Aunque hubiese sido denunciado por otras personas, debería haber confiado en el sistema de sacrificios establecido por Dios y haber tenido una fe firme. Debería haber salvado a su mujer y a sus hijos, así como a su pueblo. Esta era su obligación como rey, porque cuando un rey va por el mal camino, su pueblo le sigue. 
Si los líderes cristianos de hoy en día van por el mal camino, todos los que vayan a sus iglesias también irán por el mal camino. Esto nos demuestra por qué los siervos de Dios han sido llamados para hacer la obra más importante, que es guiar a las almas correctamente. Los embajadores espirituales deben enseñar las lecciones espirituales del Señor. No deben dejar que el pueblo de Dios caiga en los pecados de Jeroboam.
No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy a Jehová Dios por habernos salvado por el Evangelio del agua y el Espíritu, y por haberse convertido en nuestro Dios. No puedo dejar de dar gracias a Dios por habernos dado esta obra para salvar a todos los que han caído en la herejía. Confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos llevar a cabo esta obra con fe en la justicia de Dios y salvar a todas las personas que tienen una fe hereje de todos los pecados del mundo.