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佈道

Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-2] ¿Se han convertido en la luz por el Evangelio de Verdad? (Génesis 1, 2-3)

¿Se han convertido en la luz por el Evangelio de Verdad?(Génesis 1, 2-3)
«Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz».
 
 
Al crear el universo y todas las criaturas que hay en él, Dios reveló Su plan majestuoso a través de Jesucristo. En el capítulo 1 del Génesis se muestra este plan majestuoso que Dios ha preparado para la humanidad. En otras palabras, la creación de los cielos y la tierra y de todas las criaturas, la creación del hombre a la imagen y semejanza de Dios, la caída de la humanidad por culpa de Satanás, la salvación a través de Jesucristo, el convertirnos en hijos de Dios a través de Su providencia, y las bendiciones de la gracia eterna de Dios, son cosas que se muestran en el primer capítulo del Génesis.
Por eso está escrito: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra», seguido de: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas» (Génesis 1, 2). Cuando dice: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo», se refiere a la condición de la humanidad y de todas las cosas creadas por Dios que cayeron en la confusión por culpa de Satanás, una criatura espiritual caída. Dicho de otra manera, este verso describe la caída de la humanidad en el pecado.
Antes de nada debemos entender la voluntad de Dios que creó el universo entero y todas las criaturas que hay en él. Si no conocemos la voluntad de Dios, o lo que es peor, si la malinterpretamos, corremos un gran riesgo. Todo lo que hay bajo los cielos tiene una razón de ser. Cuando Dios nos creó, decidió que nos adoptaría como Sus hijos en Jesucristo. Incluso antes de la creación del mundo Dios ya tenía en mente un plan para hacernos hijos Suyos y elevarnos a la condición de seres divinos.
Por eso Dios nos hizo según Su plan, permitió que sufriésemos en este mundo, hizo que le buscásemos en esos momentos difíciles, permitió que encontrásemos el Evangelio de Verdad que borra nuestros pecados a través de Jesucristo y al hacerlo nos adoptó como hijos Suyos y nos dio Su precioso Reino. Así Dios nos ha demostrado que nada depende de nuestra propia voluntad, sino que todo está subordinado a Su voluntad. Por tanto, mientras vivimos en este mundo, sintiendo y reflexionando sobre estas cosas, nos damos cuenta de que lo que queremos hacer no se consigue a través de nuestra propia voluntad, sino según cómo Dios lo ha diseñado originalmente; todo lo que hacemos es entrar en el dominio de Dios al creer en Su Palabra y seguirle por fe. Por eso Jesús dijo: «Yo soy el camino» (Juan 14, 6).
Cuando leemos la Biblia podemos entender el plan de Dios. Dios tenía un plan para la humanidad y nos lo ha mostrado al manifestarlo en la Palabra tal y como lo había planeado. Por tanto, podemos descubrir Su voluntad en la Palabra de Dios, y al creer en esta Palabra y seguirla, podemos encontrar a Dios. Así que cuando creemos en Dios, debemos conocerle según Su Palabra de promesa.
Si tuvieran que pensarlo todo ustedes mismos sin tener en cuenta las promesas de la Palabra de Dios, decidirlo todo por sí mismos e intentar encontrar a Dios por sí mismos, desde entonces, caerían en la confusión. Para encontrar a Dios deben creer en Su Palabra de promesas y seguirla, solo entonces podrán encontrar a Dios. Por eso Dios nos ha dado la Biblia.
Sin la Biblia, la Palabra de Dios, sería imposible encontrar a Dios. La Biblia es la Palabra de Dios. Y es la Palabra de la alianza que Dios ha cumplido y seguirá cumpliendo. La Biblia dice que Dios es el Dios de la Palabra, que lo planeó todo con la Palabra, cumplió Su plan según la Palabra y vino a nosotros a través de la Palabra.
La Palabra es Dios (Juan 1, 1). Dios es la Palabra y cuando se manifiesta a la humanidad, lo hace a través de la Palabra de promesa. Debemos darnos cuenta de que Dios se ha revelado a través de Su Palabra y de que es el Dios de la promesa que llega a nosotros a través de esta Palabra.
No debemos leer la Biblia como si fuera una novela o un libro de historia, sino que debemos creer que esta Palabra es la Palabra de promesa que Dios habló. Dios se nos revela a través de esta Palabra. Así que cuando leemos la Biblia, debemos darnos cuenta de que es la Palabra que Dios nos ha prometido.
 
 

La Biblia es la luz de la salvación para la humanidad

 
Está escrito: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día» (Génesis 1, 2-5).
En este pasaje Dios llamó a la luz día y a las tinieblas noche, y así declaró la voluntad de salvar del pecado a las almas. Está diciendo que lo que quita el pecado, la confusión, el vacío y las tinieblas, es la luz.
¿Quién es esta luz? Es Jesucristo, el Salvador. ¿Quiénes son los que están desordenados y vacíos, los que tienen las tinieblas en la faz del abismo? Nosotros, por supuesto. Esto se refiere a nosotros, los humanos, que aunque fuimos creados por Dios, fueren engañados por Satanás y cayeron en la confusión. Desde el principio Dios nos estaba prometiendo: «Cuando caigáis en la confusión os salvaré con la luz. Y los que aceptan la luz se convierten en luz, pero los que no aceptan la luz se convierten en tinieblas».
Cuando creamos algo, siempre tenemos un objetivo en mente. No creamos nada sin una razón. Cuando Dios creó los cielos y la tierra y la humanidad al principio, Su plan era salvar a Sus hijos, glorificarlos como Sus hijos para que no existiésemos como simples criaturas.
Esto es lo que está diciendo la Biblia: al principio, Dios creó los cielos y la tierra y cuando creó a Sus criaturas, no nos hizo como robots, sino que nos dio libre albedrío. Dios nos está diciendo: «Cada uno de vosotros puede aceptar o rechazar Mi gracia y mis bendiciones. Os he hecho libres».
Juan 3, 20-21 dice: «Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios».
Nosotros, los nacidos de nuevo, podemos distinguir entre la luz y la oscuridad. Sin embargo, la gente confusa que está ligada al pecado, no puede distinguir la luz de la oscuridad. Normalmente odian la luz y aman el mal. Pero aún así tenemos la libertad de escoger. Si Dios no nos hubiera dado esta libertad no podríamos decir que Dios es justo.
Por otro lado, si Dios hubiera dejado que todos fuéramos al infierno, no podríamos decir que es justo y santo. Dios nos está diciendo: «Soy el Todopoderoso, pero os he dado libre albedrío. Así que si de verdad amáis el bien, debéis seguir este bien y recibir todas Mis bendiciones y vivir en Mí. Pero si amáis la oscuridad, sois libres para ello».
Por tanto los que han llegado a la luz de Dios eligen a Dios y creen en él y por haberle escogido, recibirán todas las bendiciones de la salvación de Dios y vivirán para siempre. Los que no le escogen, serán arrojados al infierno y sufrirán y rechinarán los dientes de dolor, porque escogieron la maldad. Esta es la Verdad justa de Dios que revela la divinidad de Dios. Manifiesta que Dios es perfecto. Dios no nos obligó a hacer nada, sino que se manifestó a través de Su alianza y nos hizo alabarle justamente.
Al darnos Su gracia y Su Verdad, Dios nos ha dejado gobernar sobre todas las criaturas y ha hecho que ellas nos sirvieran. Los que escogen lo bueno a los ojos de Dios, es decir la luz, son bendecidos por Dios. Pero los que escogen el mal, son juzgados por sus pecados a los ojos de Dios según Su justicia. Este es nuestro Dios que se revela en la Biblia.
Dios es el Dios de la alianza. Nadie puede decir que Dios es injusto. Dios le ha dado a la humanidad el derecho a escoger. La Biblia dice que si alguien maldice las bendiciones, que reciba lo que ha escogido. Pero lo que aman la luz y la han aceptado en sus corazones, viven en esta luz, la Palabra de Dios y Él les dará todas las bendiciones que ha prometido. Dios ha permitido que quien quiera ser bendecido, escoja Su bondad y reciba las bendiciones de salvación y vida eterna.
Dios, que creó los cielos y la tierra, nos está hablando. Dios es perfecto. Sólo Él es justo, perfecto y divino para todas las criaturas. Él es el Creador. Él es el Ser Absoluto. No hay nadie que pueda negarlo.
A través de la Palabra, vimos al Dios de la alianza que nos hizo una promesa a través de Su Palabra y la cumplió. Dios creó los cielos y la tierra en el principio. Dios lo creó todo, la oscuridad y la luz. ¿Lo reconocen? Dios nos ha dado libertad para escoger a todos los seres humanos, y según esta elección se nos ha concedido Su gracia.
En el Reino de Dios no existe la palabra «no», sólo «sí», sólo está la Verdad infalible. Que sólo exista la palabra «sí» significa que no hay nada negativo.
Está escrito: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz» (Génesis 1, 2-3). Cuando la Biblia dice que «Dios creó los cielos y la tierra» y sigue diciendo: «La tierra estaba desordenada y vacía», implica que incluso antes de la creación del mundo, Dios ya sabía que Satanás haría caer en la tentación a los humanos.
Los capítulos 1 y 2 del Génesis describen el plan de Dios, a partir del capítulo 3, se habla del cumplimiento de este plan. Podemos decir que Dios llevó a cabo Su plan paso a paso. Los arquitectos cambian sus planes de construcción muchas veces cuando están construyendo un edificio. Sin embargo Dios no ha cambiado Su plan ni una sola vez desde que lo diseñó. Lo cumplió todo tal y como lo había planeado. Dios no dejó que Sus criaturas fueran meras criaturas, sino que hizo que nacieran de nuevo y fueran recreadas. La luz libró a la humanidad del pecado. La Palabra de Dios permitió que la gente escapara del pecado.
Si la humanidad no estuviera desordenada y vacía y no hubiera tinieblas sobre la faz del abismo, es decir, si la humanidad no hubiera sido engañada por Satanás, los seres humanos no se hubieran vestido de la gracia que les libra del pecado y les convierte en hijos de Dios. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu todos nosotros hemos podido vestirnos de la gracia de salvación que Jesucristo nos ha dado y convertirnos en hijos de Dios. Nuestra gloria fue preparada por la providencia de Dios en Su plan.
Adán y Eva, los ancestros de la humanidad, fueron engañados por Satanás. Sin embargo, esto estaba escrito en la predestinación de Dios. Los gusanos viven muchos años bajo tierra en estado de larva, pero al final suben a un árbol y se transforman en cigarras. Para convertirse en cigarras, deben vivir como gusanos bajo tierra. Así los seres humanos a los que Satanás tentó y que cayeron en el pecado estaban predestinados a que esto ocurriera según el plan glorioso de Dios. En otras palabras, Dios permitió que Satanás nos tentase porque sólo si nos convertíamos en pecadores, podríamos transformarnos en hijos de Dios al creer en Jesucristo.
La gente que está desordenada y vacía, y que tienen las tinieblas en la faz del abismo, está en esta condición por haber abandonado la luz de Dios. Cuando se separan d Dios, el Creador que los hizo, y de Su Palabra de promesa, sus corazones se llenan de confusión y vacío. Del mismo modo en que Adán, el primer hombre, cayó en la confusión por separarse de la Palabra de Dios, entre los descendientes de Adán de hoy en día, hay gente que no conoce a Jesucristo a través de la Palabra de la promesa y que por tanto ha caído en la confusión. ¿Por qué han caído en la confusión? Porque no conocen la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. Por eso no pueden conocer a Dios, que nos encuentra a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces, ¿qué debe hacer la gente para escapar de la confusión? Si vuelven a la Palabra de Dios de Verdad, podrán encontrar a Dios.
Además todo el mundo ha caído en el vacío por culpa de sus pecados. Así que la gente no encuentra satisfacción en sus vidas. Los seres humanos estamos vacíos a no ser que encontremos al Dios de la Verdad. Los seres humanos ya eran imperfectos cuando fueron creados. Dios permitió que fuéramos imperfectos para hacernos perfectos a través de Su plan. Como el Dios perfecto nos creó, a no ser que lo tengamos dentro de nosotros, seguiremos siendo imperfectos, no tendremos satisfacción y caeremos en el vacío. Por tanto, como Dios nos hizo a Su imagen y semejanza cuando nos creó, para encontrar la verdadera satisfacción, debemos nacer de nuevo sin falta. En otras palabras, los corazones de la gente deben tener la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos dio, y sólo cuando tenemos al Espíritu Santo dentro podemos ser perfectos. Sólo estamos totalmente satisfechos cuando encontramos a Jesucristo.
Todos nosotros fuimos engañados por los planes malvados de Satanás y como resultado caímos en la confusión, el vacío y el pecado. Dios dijo que salvaría a esta gente a través de Su Hijo Jesucristo. ¿De qué prometió salvarnos? De la confusión, el vacío y el pecado. Prometió salvarnos de nuestros pecados, de nuestro vacío profundo y de nuestra insatisfacción insaciable. Esta promesa de salvación estaba predestinada en Jesucristo.
 
 

Jesucristo, el Creador, es el Salvador de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu

 
El Señor del universo es Jesucristo. Cuando la Biblia dice: «Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz», la luz se refiere a Jesucristo que nos salvó de nuestros pecados. ¿Quién creó el universo y todo lo que hay en él mediante la Palabra? Jesucristo. Él mismo creó todo lo que ven nuestros ojos, desde los cielos hasta la tierra, desde las montañas hasta los mares, y desde las flores hasta todas las formas de vida.
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Génesis 1, 1). Jesucristo es quien creó los cielos y la tierra, y debemos darnos cuenta de que Dios ha borrado nuestros pecados al enviar a Su Hijo. ¿Quién dice la Biblia que es Jesucristo? Dice que Jesucristo es el Hijo de Dios Padre. Está escrito: «Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy» (Salmos 2, 7). La Biblia dice que Jesús fue engendrado por el Padre. Sin embargo, la Biblia también dice que el Hijo de Dios Padre es el mismo que Dios Padre (1 Juan 5, 20).
Por eso el Apóstol Juan, que vio a Jesucristo con sus propios ojos y le tocó con sus propias manos, y que vivió con Él durante tres años, declaró: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1, 1). En otras palabras, Jesús es el Dios que creó el universo. Dios Padre construyó el Reino de los Cielos a través de Su Hijo y Jesucristo creó los cielos y la tierra que ven nuestros ojos. Todos nosotros debemos conocer a este Jesucristo correctamente, y saber que es Dios.
¿Qué más dijo Dios? Dijo que nos salvaría de todos nuestros pecados a través de Su Hijo sin pecado. Dios es el Dios de la Verdad. Cuando el Hijo de Dios Padre hizo el mundo, Dios dijo que era bueno ver el mundo iluminado por la Luz. Y la Biblia dice: «Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo» (Juan 1, 9).
Este plan de Dios fue revelado por el Dios de la Trinidad, es decir, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. La Biblia dice: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». ¿Quién es el Espíritu de Dios que se movía sobre la faz de las aguas? El Espíritu Santo. El Hijo del Padre es quien creó el universo y Dios Padre prometió que a través de Su Hijo salvaría a todos los seres humanos que habían caído en la confusión y el vacío.
Dios quería darnos el Espíritu que nos hace hijos de Dios, pero este Espíritu no podía entrar en nuestros corazones mientras hubiera pecado en ellos. Por eso Dios Padre estableció una alianza con Sus criaturas y nos prometió que enviaría a Su Hijo al mundo. El Espíritu de Dios se refiere al Espíritu Santo que entra en los que creen en la Palabra de Dios y la siguen y entonces vive en ellos. Este es el plan de Dios. El Dios de la Trinidad se manifiesta aquí. Dios tenía un plan para nosotros antes de la creación del mundo y lo ha ido cumpliendo paso a paso. Debemos darnos cuenta de que por eso Dios dijo que era todo era bueno cuando creó los cielos y la tierra.
Dios dijo que cuando Su Hijo creó la luz el primer día de la Creación, vio que era buena. Dios quería hacer que Sus criaturas fueran Sus hijos, al igual que Jesucristo. Por eso el Apóstol Pablo cuando se dio cuenta del gran plan de Dios, le alabó diciendo: «¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!» (Romanos 11, 33).
También está escrito: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.» (Romanos 11, 36). ¿Cómo puede una mera criatura desobedecer a su Creador? La desobediencia es un pecado. Dios nos dio la Palabra de promesa. Y es el Dios que separa a Su pueblo de la gente malvada con Su Palabra. Si aceptan la Palabra de Dios en sus corazones, ustedes también se convertirán en el pueblote Dios. Vengan a la luz de la Verdad y ustedes se convertirán en luz.
 
 

Dios dijo: «Sea la luz»

 
La Biblia dice que cuando Dios creó a la humanidad y el universo, la tierra estaba desordenada y estaba vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. Así describe la Biblia la condición de los que han caído en el pecado. La Biblia también dice que cuando la tierra (el corazón humano) estaba desordenada, vacía y en el abismo del pecado, el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Es decir, Dios que creó el universo y salvó a la humanidad obra en los corazones de los pecadores.
Dios habla y tiene una relación con los que se acercan a Él a través de Su Palabra, confiando en ella. Dios aprueba a los que creen en Su Palabra. Sin embargo, si no creemos en la Palabra de Dios, nuestros pensamientos nos llevarán a la muerte.
¿Por qué se suicidó Judas, que traicionó a Jesucristo? Debería haber resuelto su pecado confiando en la Palabra de Dios, pero la Biblia dice que se arrepintió por su cuenta y se suicidó. Los que no tienen fe en la Palabra de Dios acaban siendo condenados por sus pecados y por tanto no pueden evitar morir para siempre. El que Judas se arrepintiera por su cuenta significa que su propia conciencia le indicaba sus pecados y que había cometido un gran error al traicionar y vender a su maestro por un mísero puñado de monedas.
Lo que hizo Judas fue terrible, pero fue incluso peor el no creer en Jesucristo como Hijo de Dios. Debemos reflexionar lo que Jesucristo hizo cuando vino al mundo según la Palabra del Nuevo y el Antiguo Testamento, y por eso debemos darnos cuenta de que es Dios y el Hijo de Dios. Sin embargo, Judas no creyó en la divinidad de Jesucristo y en vez de arrepentirse: «He traicionado al verdadero Hijo de Dios y no le acepté como mi Salvador», su conciencia humana le pesaba por haber traicionado a un hombre que había sido su maestro y por eso se suicidó.
Sólo podemos presentarnos ante Dios si conocemos nuestras faltas según la Palabra de Dios y si nos arrepentimos de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu; si por el contrario, juzgamos nuestras obras según nuestros pensamientos, no sólo perderemos nuestra vida, sino que también seremos arrojados al fuego eterno del infierno.
Cuando hacemos algo malo, a veces pensamos: «He cometido un error», pero nuestra concepción del bien y el mal es demasiado ambigua. Según nuestro punto de vista, nuestras obras pueden ser evaluadas de forma diferente. Muchas veces, lo que parece bueno a los ojos de la carne es muy malo desde un punto de vista espiritual. Así que cuando Judas se arrepintió ante Dios, sólo se arrepintió en su conciencia y no al creer en la Palabra de Dios. Claramente, Jesucristo era Dios y el Salvador de la humanidad. El hecho de que Judas no creyera en este Salvador fue un gran error. Como Judas no creyó en Jesucristo como Dios, estaba destinado a traicionarle, lo que fue un error, pero Judas no se dio cuenta. Judas no admitió su error según la Palabra de Dios, sino que lo admitió en su conciencia y al creer que estaba destinado a ir al infierno, se suicidó. Por eso Jesucristo lamentó la muerte de Judas, y dijo que hubiera sido mejor que nunca hubiera nacido (Marcos 14, 21).
Todos nosotros debemos darnos cuenta de que a través de Su Palabra Dios nos habla y obra en nuestras vidas. Y debemos darnos cuenta de que a través de esta Palabra de Verdad, Dios ha hecho brillar la luz de la salvación sobre nosotros, los que estábamos confundidos, vacíos y en el abismo del pecado. Al iluminarnos Dios con Su luz podemos darnos cuenta de que nuestros corazones están vacíos y confundidos y que estamos en el abismo del pecado. Esto se debe a que Dios ha hecho brillar la luz de la salvación sobre nosotros. Si Dios no hubiera hecho brillar esta luz, habría sido imposible para nosotros darnos cuenta y no sabríamos que estamos confundidos, vacíos y atrapados en las tinieblas.
A esta gente como nosotros, Dios la ha iluminado con la luz de la salvación y ha separado la luz de las tinieblas. Debemos conocer esta luz. Es indispensable para nosotros recibir la remisión de nuestros pecados y seguir la luz. Cuando trabajamos en algo, dependiendo de si lo vemos desde el punto de vista de la Palabra de Dios o de nuestros pensamientos carnales, la misma cosa puede verse diferente. Incluso cuando miramos el mismo objeto, lo que vemos a través de la Palabra de Dios, la luz, y lo que vemos a través de nuestros ojos físicos puede ser completamente diferente.
Así que es muy importante seguir la luz. Nuestros corazones y pensamientos deben amar esta luz, y nosotros debemos vivir conforme a ella y verlo todo desde su punto de vista. Esto es indispensable y todos debemos vivir según la luz.
En el Evangelio de Juan, Jesús dijo: «Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8, 12). No hay oscuridad en Dios, en Él sólo existe la luz. Al aceptar el Evangelio de la salvación de Dios, nos hemos convertido en personas justas. EL que estemos salvados o no, seamos pecadores o justos depende de si tenemos esta luz de Verdad.
Así que nuestra salvación requiere que tengamos luz, ¿pero qué pasa después? ¿Cómo debemos vivir después de estar salvados? Debemos seguir la luz de la Verdad. Cuando difunden el Evangelio, están iluminando a otros con la luz de la Verdad de Dios, tal y como esta escrito: «Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz». Están siguiendo la luz resplandeciente. Nosotros no creamos esta luz, sino que la aceptamos en nuestros corazones e iluminamos a otros. Esto se debe a que predicar este Evangelio es hacer brillar la luz. Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu es difundir esta luz. Entonces las almas escucharán la Palabra de luz predicada por nosotros y serán transformados.
Si no hacemos brillar esta luz a los que están en las tinieblas, todo lo demás es inútil, por mucho que les enseñemos y por muy bien que hayamos arado los campos de sus corazones. Todos nuestros esfuerzos serían inútiles. Hacer brillar la luz verdadera es lo que debemos hacer como testigos de Jesucristo y sus santos. Nuestras vidas serán más resplandecientes si nos decidimos y decimos: «Nuestras vidas de fe siguen la luz. Seguimos la luz de Dios. Dar testimonio es hacer brillar esa luz. Yo hago brillar esa luz. Hay muchas cosas en este mundo, pero en Dios, no hay oscuridad, sino sólo luz».
Nosotros tenemos la luz. En este mundo existe tanto la luz como la oscuridad, pero nosotros seguimos la luz. Como Dios dijo: «Se la luz», Él nos dio la luz de la Verdad. Cuando predicamos el Evangelio, estamos haciendo brillar esa luz y cuando vivimos nuestras vidas, estamos siguiendo esta luz.
A través del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, es decir la Verdad de Dios, hemos sido salvados y nos hemos convertido en la luz. Ahora, creemos que hay luz, la predicamos y la seguimos en nuestras vidas. Queremos vivir el tipo de vida que se vive según la luz y que la difunde, y no según las cosas materiales de este mundo. Dios nos ha llamado con este objetivo. Lo que no debemos olvidar es seguir esta luz. Pero esto no significa que debemos vivir en perfección carnal.
La luz es Jesucristo. Él sólo es la luz y ha iluminado nuestros corazones con esta luz. Nosotros hemos aceptado esta luz y nos hemos convertido en día. Esto no significa que podamos vivir perfectamente en la carne, sino que significa que hemos recibido la remisión de los pecados en la providencia de la gracia de Dios. Todos nosotros debemos saber lo que es la luz.
Mientras vivimos nuestras vidas nos olvidamos a menudo de la luz del Evangelio. El Evangelio del agua y el Espíritu es la luz, pero nos olvidamos de ello. Cuando encontramos algo que hemos perdido, nos olvidamos pronto de la persona que lo encontró y nos lo devolvió. Así nuestras mentes se olvidan de la luz. Es un problema grave.
Tenemos la luz. Esta luz es Jesucristo. Esta luz es también el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando hay luz, el instinto de la gente es seguir esta luz. Quieren servir a la luz. Es bueno que nuestros corazones tengan luz y es bueno que nuestras mentes se acuerden de que Dios es la luz. Predicar el Evangelio es predicar la luz. No predicamos la luz cuando hacemos algo por nuestra cuenta, sino cuando predicamos el Evangelio que el Señor nos dio. Puede que hagamos muchas cosas diferentes, pero las hacemos para difundir la luz. Vivimos nuestras vidas de fe para seguir la luz y en esta luz hacemos todo y vivimos toda la vida.
En la primera Epístola de Juan, Dios habla de la luz con frecuencia. Está escrito: «El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos» (1 Juan 2, 9-11).
Vivimos bajo la gracia de Dios. Predicar el Evangelio y hacer la obra de Dios es vivir la vida que difunde la luz. En vez de pensar que esta vida es demasiado difícil, deben darse cuenta de que creer en Jesucristo y predicar Su Evangelio de la Verdad de salvación es vivir difundiendo la luz. Todo lo que tienen que hacer es saber que creer en Jesucristo como la luz es vivir la vida llena de luz.
A no ser que recuerden esto, no podrán saber para qué están viviendo. Estoy diciéndoles esto porque los que han recibido la remisión de los pecados recientemente tienen demasiadas cosas en mente. Cuando se les dice que se conviertan en siervos de Dios y que trabajen, empiezan a dudar. ¿Por qué? Porque se han olvidado de la Palabra de Dios. Incluso el hecho de que hayamos sido salvados a través del es algo que ya hemos conseguido y por eso es fácil que nos olvidemos de su valor.
Por eso debemos afirman constantemente que nos hemos convertido en la luz. Debemos pensar en la Palabra: «Dios es la luz. Dios dijo que se hiciera la luz. Y al decirlo, se hizo la luz. Y Dios separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz día y a las tinieblas noche. Dios hizo la luz en la tierra que estaba desordenada, vacía y en la faz del abismo. Cuando Dios hizo la luz en este mundo, yo nací de nuevo y me di cuenta de que estaba confuso, vacío y en el abismo de mis tinieblas».
El que un alma sea justa o pecadora tiene que ver con la luz de Dios. Cuando Dios nos ilumina con la luz de la salvación, es decir, Evangelio del agua y el Espíritu, los que aceptan esta luz de salvación se convierten en justos y los que no la aceptan siguen siendo pecadores. Cuando el sol sale por la mañana, su luz ilumina al mundo entero. Nadie puede escapar de su calor (Salmo 19, 6).
En otras palabras, ningún lugar está demasiado lejos de la verdadera luz para recibirla. Todo está iluminado y todo refleja la luz y la hace brillar.
Del mismo modo en que la luna brilla mediante el reflejo de la luz del sol, nosotros, que somos santos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, miramos hacia la luz y la reflejamos todos los días. Mientras que Jesús dijo: «Soy la luz del mundo», nosotros no podemos decir que somos la luz del mundo. No hay nada en nuestra carne de lo que podamos estar orgullosos y no somos nadie. Es imposible hacer brillar la luz con nuestra propia carne. Como la Biblia dice: «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8, 6), en nuestra vida diaria, la luz y las tinieblas coexisten.
Cuando los que hemos recibido la remisión de los pecados sabemos que tenemos la luz y cuando nos centramos en esta luz y la seguimos, podemos vivir una vida recta. Es un gran gozo pensar que tenemos la luz. Cuando nuestros corazones están oscurecidos y cuando estamos confundidos y no sabemos qué hacer, podemos decidir lo que es correcto si miramos hacia la luz. Gracias a la luz podemos saber lo que hacer y cómo vivir. Como somos demasiado humanos, a menudo nos confundimos, nos sentimos vacíos y la oscuridad está sobre la faz del abismo. Aún así podemos seguir a la luz en estos momentos, porque tenemos la luz.
Estoy agradecido por tener la luz, por que esta luz esté en nuestros corazones y por que esta luz está en todo el universo. Estoy agradecido por el hecho de que hay un Dios que nos dio la luz. No importa cuáles sean las circunstancias y no importa lo insuficientes que seamos, porque tenemos la luz y la podemos seguir. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy. Si la luz no estuviera, sólo nos esperaría la desesperanza.
Hay una gran diferencia entre una persona que tiene la luz y otra que no la tiene. Los que tienen la luz pueden estar en las tinieblas durante algún tiempo, pero como tienen la luz, pueden volver a controlar la situación, seguir a la luz, poner rumbo a sus vidas y seguir caminando en la luz.
Por el contrario, es imposible que los que no tienen la luz, los que no la han aceptado, vivan iluminados por ella por mucho que lo deseen. Esto es una gran diferencia. En términos carnales, hay una pequeña diferencia entre los que han aceptado la luz y los que no. En términos carnales sus pensamientos no son tan diferentes. Cualquier diferencia entre ellos es demasiado sutil y no hay mucho de que hablar. Los que no han nacido de nuevo van al baño, yo también voy al baño, ellos comen, yo también como.
La única diferencia es que uno ha aceptado a Jesucristo por fe y el otro no; aparte de esto no hay ninguna diferencia. Puede que parezca una pequeña diferencia pero en realidad es muy grande. Como hemos encontrado a Jesucristo, vivimos en Su gracia y como creemos en Jesucristo, podemos hacer la obra de Dios siempre.
Los que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu pueden ser completamente insuficientes, pero aún así pueden mirar hacia la luz y seguirla siempre; por el contrario, los que no han aceptado la luz no pueden vivir virtuosamente, por mucho que lo deseen. Veo esto constantemente. Incluso los que se hacen llamar siervos de Dios en realidad no tienen la luz y por eso no pueden enseñar nada. Muchos de ellos no pueden enseñar a la congregación sobre cuándo vendrá Jesucristo a por nosotros, no saben si será antes o después de la tribulación.
Si saben que Jesucristo es la luz y la aceptan, ¿por qué todavía viven en las tinieblas? ¿Por qué son todavía oscuros? Si tienen el Evangelio y la luz, ¿por qué no lo saben? El Señor dijo claramente que vendría cuando la trompeta sonara, pero ¿cuándo sonara la última trompeta? ¿Antes de la gran tribulación? Por supuesto que no. ¿Después de la gran tribulación? De ninguna manera. Ninguna de estas explicaciones es correcta porque nuestro Señor dijo que vendría a por los santos después de que empiece la gran tribulación pero antes de que termine, antes de que se vacíe la ira de los siete cuencos y muchos santos serán martirizados en ese momento. Todo lo que debemos hacer es creer. Si alguien tiene la luz, ¿creen que no entenderá esto?
Hoy en día parece que las iglesias de Corea están compitiendo para construir iglesias más grandes. Se dice que cinco de las iglesias más grandes de mundo están en Corea. Algunos de los pastores de estas iglesias hacen que sus congregaciones donen grandes cantidades de dinero para la construcción y tengan que pedir préstamos e hipotecar sus casas. ¿Es esta conducta propia de los que han recibido la luz? Estoy seguro de que no han recibido la verdadera luz.
Los que han aceptado la luz andan bajo la gracia. Como Dios nos ha salvado, predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado por Su gracia y según el poder que nos ha dado podemos hacerlo todo. Por eso el Apóstol Pablo confesó: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 13).
Algunas personas dicen que estudian la Biblia en su casa por su propia cuenta para luego convertirse en pastores. Pero para poder ser un pastor se debe aprender el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él. Se debe aceptar la luz y cuando uno se convierte en la luz, entonces puede iluminar a otros que están en la oscuridad.
Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, vivimos en la gracia de Dios. Como hemos aceptado la luz como regalo de salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu de Dios, estamos iluminando a otros con la luz que Dios nos ha dado. A menudo reflexiono sobre la gracia que Dios nos ha dado en el Señor. Dios nos ha confiado Su obra y nosotros hacemos esta obra por fe, gracias a la fuerza que Él nos da. Como seguimos al Señor y creemos, estamos siempre en paz.
Si alguien no acepta esta salvación, no podemos imponérsela a la fuerza. ¿Somos Dios? No, por supuesto que no, sólo podemos creer que Dios es la luz y seguir esta luz. Cuando nuestros corazones están a punto de caer en la debilidad y la oscuridad, debemos mirar hacia la luz una vez más y seguir esta luz mientras nos ilumine.
Cuando den testimonio, no lo hagan más difícil de lo que es. Lo que estamos predicando es exclusivamente el Evangelio del agua y el Espíritu. No estamos predicando nuestra propia elocuencia, nuestro talento o sabiduría. No estamos alardeando de nada, sino que estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo ha completado. Y por tanto estamos viviendo según la luz. No importa si lo hacemos bien o mal, sino que lo que importa es vivir por el Señor y seguirle.
Ya hemos aceptado la luz y nos hemos convertido en los que difunden esta luz. Debemos creer en esto de corazón. Esta fe nos permite predicar el Evangelio, hacer la obra de la justicia, mirar hacia la luz y vivir según esta luz. Podemos vivir como personas justas siempre sin tropezar.
Doy gracias a Dios sobre todas las cosas por darnos la luz de salvación. Aunque no tengamos nada más que la luz de salvación, podemos vivir nuestras vidas en el Señor. Como no hay nada bueno en nosotros, necesitamos luz y todo lo que debemos hacer es creer en esta luz de salvación y vivir nuestras vidas en esta gracia, predicando el verdadero Evangelio a todo el mundo. Al creer en la luz de salvación, siempre podemos vivir una vida llena de luz ante Dios.