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佈道

Tema 11: El Tabernáculo

[11-18] La Mesa para el Pan de la Proposición (Éxodo 37:10-16)

La Mesa para el Pan de la Proposición
(Éxodo 37:10-16)
«Hizo también la mesa de madera de acacia; su longitud de dos codos, su anchura de un codo, y de codo y medio su altura; y la cubrió de oro puro, y le hizo una cornisa de oro alrededor. Le hizo también una moldura de un palmo menor de anchura alrededor, e hizo en derredor de la moldura una cornisa de oro. Le hizo asimismo de fundición cuatro anillos de oro, y los puso a las cuatro esquinas que correspondían a las cuatro patas de ella. Debajo de la moldura estaban los anillos, por los cuales se metían las varas para llevar la mesa. E hizo las varas de madera de acacia para llevar la mesa, y las cubrió de oro. También hizo los utensilios que habían de estar sobre la mesa, sus platos, sus cucharas, sus cubiertos y sus tazones con que se había de libar, de oro fino».
 


Al Colocar una Cornisa en Nuestro Corazón, Debemos Llegar a Ser de Aquellos que Comen el Pan de Vida

 
La Mesa para el Pan de la Proposición
La mesa para el pan de la Proposición, uno de los instrumentos encontrados dentro del Tabernáculo, fue hecha de madera de acacia, y fue recubierta con oro puro. Medía dos cubos (90 cm) de largo, un cubo y medio (67.5 cm) de altura y un cubo (45 cm) de ancho. Sobre la mesa para el pan de la Proposición 12 barras de pan eran colocadas siempre, y este pan solo podía ser comido por los sacerdotes (Levítico 24:5-9)
Entre las características de la mesa para el pan de la Proposición están: tenia una cornisa alrededor, una moldura de oro era colocada alrededor de esta cornisa; cuatro anillos de oro fueron puestos en las cuatro esquinas; y los anillos sostenían las varas de madera de acacia cubiertas con oro que eran usadas para transportar la mesa. Los utensilios de la mesa –sus platos, tazas, tazones y jarras para servir- también eran hechas de oro.
Éxodo 37:11-12 menciona: «Y la cubrió de oro puro, y le hizo una cornisa de oro alrededor. Le hizo también una moldura de un palmo menor de anchura alrededor, e hizo en derredor de la moldura una cornisa de oro». La mesa para el pan de la Proposición en el Lugar Santo de la Casa de Dios tenía una cornisa que era tan alta como un palmo, y alrededor de la cornisa una moldura de oro era colocada. ¿Por qué Dios ordenó a Moisés que colocara tal cornisa? Esta cornisa de un palmo, sobresalía 10 cm aproximadamente, era para evitar que el pan de la mesa cayera.
Ya que solo los sacerdotes podían comer el pan que era colocado sobre la mesa para el pan de la Proposición , así que también debemos llegar a ser los que pueden comer este pan espiritualmente. Solo aquellos que han sido salvados del pecado y recibieron vida eterna creyendo en el bautismo de Jesucristo y en la sangre de la Cruz –en otras palabras, solo aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu como su salvación– pueden comer este pan.
Debido a que una cornisa tan alta como un palmo era especialmente colocada alrededor de la mesa para el pan de la Proposición en el Tabernáculo, se aseguraba que el pan no resbalara y cayera. Y en cada Sabbath, pan recién horneado y calientito era colocado en la mesa. Tenemos que poner particular atención al hecho que una cornisa de un palmo era puesta alrededor de la mesa para el pan de la Proposición, y que la cornisa estaba envuelta por todos lados con una moldura de oro.
La cornisa de la mesa para el pan de la Proposición nos está enseñando que debemos retener en nuestro corazón la Palabra de verdad que nos trae salvación y de esta manera recibir vida eterna. Esto nos dice que podemos tener la fe espiritual de los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido usado para la puerta del Tabernáculo solo cuando creemos en el bautismo de Jesucristo y en la sangre de la Cruz. Y llegamos a darnos cuenta por esta revelación que solo aquellos que creen en esta verdad manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido están hecho para ser hijos de Dios.
Debido a que no tendríamos nada que ver con el Señor a menos que creamos de esta manera, aquellos de nosotros que buscamos tener el pan de vida debemos tener la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu manifestado en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido. Debemos creer que solo el evangelio del agua y el Espíritu es la verdad real de la salvación. Dios nos está diciendo, en concreto, que levantemos la cornisa de fe en nuestros corazones para que la Palabra de la salvación no se caiga de nosotros.
Este evangelio del agua y el Espíritu nos ha sido pasado a nosotros desde la era de la Iglesia Primitiva. Desde la era la Iglesia Primitiva al día de hoy, Dios ha lavado los pecados de aquellos que creen en este evangelio. Podemos ver que ahora como antes, Dios salva las almas de aquellos que creen en la verdad de este evangelio del agua y el Espíritu. Hemos sido salvados creyendo en la verdad manifestada en la puerta del Tabernáculo, y Dios nos ha concedido vivir espiritualmente al levantar una cornisa en nuestro corazón.
De nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor, hemos recibido vida eterna, y por este evangelio de verdad hemos sido capaces de compartir el pan de vida con otros. Y también hemos llegado a servir a las justas obras de Dios. Aún cuando creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, si fallamos por no sostenernos firmemente de esta verdad de este evangelio con el pasar del tiempo y lo perdemos, entonces esto significara ni más ni menos que la perdida de tu vida misma. Como tal, debemos levantar la cornisa de fe en nuestro corazón al rumiar siempre en el evangelio del agua y el Espíritu con fe.
 


En nuestro Corazón Debe Estar la Fe que Cree en el Evangelio Contenido en los Hilos Azules, Púrpura y Carmesí


Si la gente no tiene fe en esta verdad, entonces no pueden ser salvos de sus pecados. Pueden insistir por su cuenta propia que ellos definitivamente han sido salvados, pero ahora mismo, debido a que sus corazones no están reteniendo y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu manifestados en los hilos azules, púrpura y carmesí, está salvación que ellos tienen es meramente imperfecta.
El no creer en el evangelio del agua y el Espíritu como la verdad es el mismo pecado que el de dejar al Señor por cuenta propia. El pan de vida no es solamente algo de lo cual debamos tener posesión, sino que es algo que debemos poner en nuestras bocas, masticarlo y comerlo, y de esta manera hacer su verdad nuestra. Cuando andamos sin creer en la Palabra de Dios y sin retenerla en nuestro corazón, entonces la verdad de la salvación desaparecerá de nuestro corazón en poco tiempo.
Puede que te preguntes como es posible que pierdas una salvación tan preciosa cuando tú ya has sido salvado del pecado. Pero desgraciadamente, muchos no retienen la Palabra de Dios, aunque han recibido la verdad primeramente con gozo, terminara muriendo, ya que no tienen la raíz de fe afirmada en el verdadero evangelio.
En lo que respecta a este asunto, Jesús habló de cuatro diferentes terrenos del corazón en ‘la parábola del sembrador’ (mateo 13:3-9, 18-23). En esta parábola, las semillas de la verdad de Dios fueron sembradas en cuatro diferentes terrenos del corazón de la humanidad. El primer terreno era junto al camino, el segundo era pedregal, el tercero era espinoso y el cuarto era el buen terreno. De estos, las semillas que cayeron en los primeros tres terrenos fallaron en dar cualquier fruto, y solo aquellas que cayeron en el cuarto terreno, ese buen terreno, dio fruto. Esto significa que mucha gente puede perder su salvación a la mitad del camino aunque una vez oyeron y aceptaron el evangelio del agua y el Espíritu, el verdadero evangelio de la salvación. Como tal, debemos recordar que si el terreno de nuestro corazón no es bueno, es posible que nosotros perdamos nuestra salvación que el Señor nos ha dado.
Si en nuestro corazón creemos en la salvación que nos ha llegado de los hilos azules, púrpura y carmesí, entonces el terreno de nuestro corazón puede ser bueno. Pero en ocasiones vemos que alguna gente pierde su salvación por su inhabilidad de defender su fe como resultado de no tenerla profundamente arraigada en la Palabra de Dios. Es por eso que debemos permanecer en la Iglesia de Dios, tomar el pan de vida cada día y crecer en fe. Con la verdad manifestada en los hilos azules, púrpura y carmesí, Dios nos está alimentando cada día para que nuestra fe crezca.
Debemos afirmar en nuestro corazón cada día la remisión del pecado que hemos recibido. La verdad que debe ser encontrada en nuestro corazón es la salvación del evangelio del agua y el Espíritu manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido. Esta verdad de salvación está en los corazones de aquellos que han recibido la remisión del pecado. Al renovar nuestra fe en este evangelio verdadero del agua y el Espíritu, podemos vivir día a día como hijos de Dios.
Como tal, aún aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu también deben rumiar cada día sobre el evangelio de la justicia de Dios manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido, y afirmar su fe cada día. ¿Por qué? Porque si no tratamos de retener siempre el evangelio del agua y el Espíritu con firmeza y lo afirmamos, entonces podemos perderlo en cualquier momento. Siempre debemos recordar lo que dice el escritor de Hebreos a la Diáspora Judía: «Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos» (Hebreos 2:1).
Hoy, aún entre aquellos que conocen el evangelio del agua y el Espíritu, vemos que hay muchos cuya fe en el evangelio se desvanece conforme pasa el tiempo. Esto se debe a que aunque ya habían creído en el evangelio del agua y el Espíritu, han fallado en comer el pan de vida continuamente en el Lugar Santo, y, como resultado, sus corazones no han sido refinados con la fe verdadera.
También existen muchos siervos de Satanás en este mundo que están tratando de matar a los justos alimentándolos con pan leudado, esto quiere decir, las enseñanzas de su propia carne. Si el falso evangelio es introducido en la Iglesia de Dios, entonces las verdades se revuelven con las mentiras, convirtiendo a los creyentes en gente que no puede ser aceptada por el Señor. Tal gente conoce la verdad pero no cree debido a que han fallado en levantar la cornisa de la fe, así que terminan como alguien que no es completamente salvo del pecado. Proverbios 22:28 dice: «No traspases los linderos antiguos Que pusieron tus padres». 
Por lo tanto es críticamente importante para nosotros no traspasar los linderos de nuestra fe. Claramente debemos tener los limites de nuestra verdadera fe y defenderla hasta el día en que el Señor regrese. Solo entonces podemos ser siempre alimentados con el pan de vida, solo entonces el Señor puede vivir en el centro de nuestro corazón, y solo entonces podemos tener vida eterna. No importa cuanto pan nos dé Dios, si no apreciamos lo valioso y fallamos en retenerlo con nuestro corazón, o si movemos la cornisa de nuestro corazón y dejamos que el pan de vida se resbale de la mesa, entonces terminaremos convirtiéndonos en hijos de destrucción.
Algunos de nosotros solo hemos recibido la remisión del pecado, mientras que otros, han pasado décadas desde que escucharon por primera vez el evangelio del agua y el Espíritu y fueron remitidos de sus pecados. Ya que lo que escuchamos cada día es acerca de la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, y puede que sea muy posible que algunos de nosotros nos cansemos tan pronto como la palabra “agua” del evangelio del agua y el Espíritu sea mencionado. Pero aún así, debemos continuar comiendo el pan del verdadero evangelio. ¿Durante cuanto tiempo debemos hacer esto? Hasta el día en que el Señor regrese.
Puede que algunos de ustedes se quejen que siempre y repetidamente estoy predicando el evangelio del agua y el Espíritu, pero necesitas darte cuenta el porque he tenido que predicar de esta manera. Se debe a que nuestra fe debe ser fortalecida más y más rumiando sobre el evangelio del agua y el Espíritu para que podamos llegar a ser los obreros de Dios. Debemos cumplir el papel del vigía de almas fiel y confiable de esta era. También para las almas nacidas de nuevo, este evangelio verdadero del agua y el Espíritu es el pan de vida y el verdadero alimento de la fe. Como tal, debemos tomar este pan cada día, y no solo esto –esto es, no debemos solo tomarlos para nosotros mismos- sino también debemos compartirlo con otros cada día para que también ellos puedan recibir la remisión del pecado.
El pan de los justos es esparcir el evangelio de la Palabra del agua y el Espíritu, y de esta manera liberar a la gente del poder de las tinieblas y conducirlos al Reino del Hijo de Su amor (Juan 4:34, Colosenses 1:13). Si somos negligentes en tener el pan del evangelio del agua y el Espíritu, entonces inevitablemente caeremos enfermos o moriremos. En ocasiones, debido a las debilidades de la carne, nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu puede ser debilitada. Pero si nos tomamos del evangelio del agua y el Espíritu en tiempos de aflicción, entonces ciertamente se puede convertir en una ventana de oportunidades para nuestras almas para llegar a ser aún más fuertes.
Cuando escuchamos y rumiamos sobre este evangelio de verdad, entre más lo oímos, mas se fortalece nuestra alma, entre mas se fortalece nuestra fe, y entre mas renovamos nuestra fuerza vemos un avivamiento en nuestro corazón. Necesitamos oír el evangelio del agua y el Espíritu cada día, y afirmar y refinar nuestra fe en este evangelio. Cómo dice Dios: «Quita las escorias de la plata, Y saldrá alhaja al fundidor» (Proverbios 25:4), necesitamos el refinamiento de la fe –esto es, necesitamos continuar escuchando el evangelio del agua y el Espíritu, reconocerlo en nuestro corazón, y rumiar sobre el una y otra vez– ¡Ya que el evangelio del agua y el Espíritu es el pan de vida que nos hace vivir! Como Jesús dijo en la oración del Señor, “danos el pan nuestro de cada día,” nuestro Señor ciertamente nos ha dado la Palabra del evangelio del agua y el espíritu. Es por eso que nos dijo que oráramos de esa manera.
Cuando se trata de la salvación de la remisión del pecado que Dios nos ha dado, debemos hacer claro como había sido nuestra fe antes de ser salvos del pecado. “Antes de conocer esta verdad, no había sido salvo de mi pecado.” Claramente debemos admitir que en esa ocasión, aunque creíamos en Jesús, no habíamos sido salvos del pecado. “Yo no había sido totalmente salvo del pecado en aquella ocasión, pero conforme continué escuchando este evangelio del agua y el Espíritu, llegué a creer en mi corazón a tiempo.”
“Aunque yo había creído en Jesús antes como mi Salvador, mi salvación no había sido perfecta hasta entonces, pero ahora, al escuchar el verdadero evangelio del agua y el Espíritu, verdaderamente he sido salvado. Ahora realmente puedo creer en el evangelio del agua y el Espíritu, y yo verdaderamente creo en el.” Solo cuando te das cuenta y crees que el Señor te ha salvado totalmente de tus pecados con Su bautismo y con la sangre de la Cruz, es que el regalo de la verdadera salvación desciende sobre los corazones desde el Cielo. Esta fe que cree en la verdad es la fe verdadera que té salva.
El evangelio del agua y el Espíritu revelado en la Biblia es distinto de la fe que teníamos antes. Nosotros, en ese tiempo, creíamos en el evangelio de la sangre de la Cruz solamente, en lugar de en este evangelio verdadero del agua y el Espíritu. La fe en solo la sangre y la fe en el evangelio del agua y el Espíritu puede parecer similar al principio, pero las dos son completamente distintas al final. Antes de que llegaras a conocer este evangelio del agua y el Espíritu, ¿acaso no habías creído solamente en la sangre de la Cruz? ¿Fueron, entonces, tus pecados redimidos en esa ocasión? ¡Desde luego que no! Cuando solo crees en la sangre de Jesús de la Cruz, aún tienes los pecados actuales en tu corazón. Esta es la diferencia entre la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu y la fe que solo cree en la Cruz.
La clara diferencia es que aquellos que creen solo en la sangre de la Cruz no son salvos, mientras que aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu son salvos de todos sus pecados. Como tal, sus espíritus son inequívocamente diferentes. Pero la gente común no se percata de esto. Aunque los dos evangelios puedan parecer similares, hay un gran espacio de fe entre los dos que les impide unirse. Es la pequeña diferencia, ya sea que creamos o no en el bautismo de Jesús es lo que nos hace recibir o perder la vida eterna, entonces solo podremos reconocer que hay una diferencia entre estas dos clases de fe que nunca podrá ser unida.
Debemos saber exactamente que fe constituye el limite de nuestra salvación del pecado. Para ser salvo del pecado, debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu. Este evangelio del agua y el Espíritu es la verdad de la remisión del pecado. El estatus de corte claro de la salvación será tuyo cuando admitas que seguramente no eras salvo antes de creer en el evangelio del agua y el Espíritu, y que ahora verdaderamente crees en el verdadero evangelio con todo tu corazón.
Si tu crees en el evangelio del agua y el Espíritu en el centro de tu corazón, entonces claramente debes admitir esto ante Dios, que has recibido la remisión de tus pecados escuchando y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Si ahora has creído en la verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Entonces inequívocamente puedes encontrar su evidencia en tu corazón.
Debemos examinar nuestra fe cuidadosamente ante Dios. No existe ninguna vergüenza en examinar nuestra fe. Si te tomo cinco años desde que creíste por primera vez en Jesús para llegar a creer en el evangelio del agua y el Espíritu en el centro de tu corazón, para nada es vergonzoso. Si té tomó 10 años para ser salvo, no hay vergüenza en esto, y si aún té tomó 20 para ser salvo, aún así no existe absolutamente ninguna vergüenza en esto. Al contrario es una bendición.
Sin embargo, la realidad es que existen muchos que pretenden ser salvos del pecado. Pero el Espíritu Santo, que escudriña todas las cosas, no puede aprobar su fe, ya que no plantan honestamente una línea cortante clara de la salvación. Es más sabio, aún ahora, colocar el limite de nuestra salvación con claridad –no el saber la fecha exacta en que fuimos salvos, sino lo que es importante aquí es el distinguir claramente entre antes y después de haber sido salvados- y confesar tu perfecta fe de manera distinta.
 


Nuestros padres en la Fe También Creían en el Mismo Evangelio que Ahora Creemos Nosotros


Habiendo cruzado el mar Rojo, cuando la gente de Israel intento cruzar el Río Jordán para entrar en la tierra de Canaàn, podrían cruzar con seguridad solo cuando ciertamente siguieran a sus sacerdotes que primeramente cargaban el Arca del Testimonio, si tan solo pensásemos nosotros mismos, “Oh, es así como puedo cruzar el Río Jordán,” pero si no hacemos el cruce, entonces no podremos entrar en la tierra de Canaàn, ya que seguiríamos aún en el otro lado del Río. Para entrar en la tierra de Canaàn, absolutamente debemos cruzar el Mar Rojo y el Río Jordán por nuestra fe en el Señor.
Espiritualmente hablando, el Río Jordán es el río de la muerte y de la resurrección. La fe que nos ha salvado del pecado es la fe que cree, “Debo ser arrojado en el infierno, pero el Señor vino a esta tierra y me ha salvado con Su bautismo y con la sangre de la Cruz.” Para salvarnos perfectamente, nuestro Señor fue bautizado en el Río Jordán y derramó Su sangre sobre la Cruz. De esta manera, Él tomó nuestros pecados y dio la paga por el pecado dando Su propia vida por nosotros. Ahora, debemos creer en esta verdad y trazar la línea de fe y la línea de salvación claramente en nuestro corazón.
Mientras predico la Palabra de Dios, puedo ver que existen muchos en Su Iglesia que aun no han trazado claramente la línea de la salvación en el centro de sus corazones y por lo tanto no son capaces de seguir al Señor. Se preguntan como pueden trazar esta línea entre antes y después de su salvación. Se excusan a sí mismos diciendo, “¿Acaso ha existido alguien que haya trazado esta línea? ¿Lo hizo el Apóstol Pablo? ¿Lo hizo Pedro? Nunca nadie ha hecho esto.” Pero los Apóstoles de fe como Pablo y Pedro todos trazaron la línea de la salvación.
En el caso de Pablo, él la trazó mientras iba camino a Damasco. Así, él mencionó frecuentemente las palabras “en una ocasión, en tiempos pasados, o antes” en contraste con la palabra “ahora.” Y en cuanto a pedro, él también expresó las mismas palabras anteriores (1 Pedro 2:10, 14, 25). Podemos ver que él también trazó esta línea cuando vemos su confesión: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:16), y, «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo» (1 Pedro 3:21). Ambos, Pedro y pablo claramente trazaron la línea de fe entre antes y después de su salvación.
Así, esta pregunta de sí cree o no en el evangelio del agua y el Espíritu no es el problema de alguien más, sino que realmente es un problema de tu propia alma. Los siervos de Dios en la Biblia abordan todos el problema del pecado. Debido a que es un problema crítico para todos nosotros, nosotros mismos debemos resolverlo por fe. Cuando creemos en el evangelio del agua y el Espíritu y de esta manera resolvemos el problema del pecado desde el centro de nuestro corazón, se agrada a Dios inmensamente. ¿Deseas agradar a Dios? Entonces todo lo que tienes que hacer es reconocer tu pecaminosidad y resolver este problema creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Si todavía en todo este tiempo no has sido salvo aún, entonces debes confesar, “Dios, todavía no he sido salvo.”
Jesús dijo: «Y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos» (Mateo 16:19). Por nuestra parte, debemos admitir primero, “Dios me ha salvado con el agua y el Espíritu. Ahora mismo, en el centro de mi corazón, yo creo en la verdad del evangelio del agua y el Espíritu. No existe absolutamente ninguna duda de que el Señor me ha salvado a través del evangelio del agua y el Espíritu.”
Todos debemos aceptar el evangelio del agua y el Espíritu en nuestro corazón. “Yo confío en este evangelio. Debido a que es la verdad, debido a que el Señor ha borrado con suficiencia todos mis pecados, ahora yo creo en este evangelio. Yo no he sido salvado por fe.” Así, cuando reconocemos y creemos en el evangelio dado por el Señor, entonces Dios nos dice, “Yo apruebo tu fe.”
Cuando Dios ya nos ha dado la verdad del agua y el Espíritu que nos puede salvar perfectamente, si nosotros, de nuestra parte, no trazamos la línea de la salvación y aceptamos esta salvación creyendo en esta verdad, entonces Dios, de Su parte, tampoco puede reconocernos como salvos. Debido a que Dios nos trata personalmente y no compulsivamente, si no crees en el evangelio del agua y el Espíritu en el centro del corazón, entonces Él no puede darte la remisión del pecado. Si no reconoces el evangelio del agua y el Espíritu en tu corazón, en otras palabras, el Espíritu Santo no puede habitar en tú corazón.
¿Rechazas todos los demás evangelios excepto el evangelio del agua y el Espíritu? ¿O crees que aún tales falsos evangelios continúan siendo útiles, y que no hay necesidad de arrojarlos? Necesitamos examinarnos y ver exactamente como creemos. Asumamos por un momento que llegamos ante un montón de electrodomésticos y de electrónicos descompuestos. Asumamos además que traemos a casa algunos, pensando que aún pueden salvarse, pero después descubrimos que ninguno de ellos funciona y que todos eran inútiles. Entonces, ¿los guardamos o los tiramos? Una vez que decidimos que todos son inútiles, desde luego que deberíamos sacarlos todos. Cuando llegas a una conclusión de que algo es inútil para ti y que para nada es autentico, entonces decididamente debes saber como deshacerte de el.
Si así es como debemos actuar con los asuntos terrenales, ¿cómo, entonces, actuamos cuando se trata de asuntos espirituales? Debemos ser aún más decididos en nuestro rechazo de las mentiras en nuestros asuntos espirituales. Debemos trazar una línea clara que distingue nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu de la fe falsa que solo cree en la sangre de la Cruz; debemos reconocer que la fe solamente en la sangre de la Cruz nunca podrá traernos la salvación; y decididamente debemos arrojar esta doctrina imperfecta. ¿Cuál es el evangelio bíblico? ¿Es el evangelio de la sangre de la Cruz únicamente? O ¿es el evangelio del agua y el Espíritu? Tú fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu el cual te ha salvado de todos tus pecados es lo que agrada a Dios.
En concreto, existen dos clases de Cristianos: Aquellos que saben y creen en el evangelio del agua y el Espíritu, y aquellos que no. Pudiera parecer como si ambos llevaran una vida similar de fe, pero la verdad del asunto es que son totalmente diferentes. De casualidad, ¿crees que el evangelio imperfecto en el cual creías aún tiene alguna utilidad? ¿La has guardado todo este tiempo, pensando que en algún momento puede ser de utilidad?
Tal fe es una fe falsa, algo que ha salido de los pensamientos hechos por hombres, así que debes deshacerte de toda la basura de tu pasado. Se debe a que aún no te has deshecho de lo que no es cierto y que miente por lo que tienes problemas en el centro de tu corazón. Te aconsejo que recuerdes Su Palabra: «Mis estatutos guardarás. No harás ayuntar tu ganado con animales de otra especie; tu campo no sembrarás con mezcla de semillas, y no te pondrás vestidos con mezcla de hilos» (Levítico 19:19).
 

Para Entrar en el Lugar Santo, Debemos Entrar Únicamente a Través de su Puerta

¿Con que materiales fue hecha la puerta del Tabernáculo? Fue tejida con los hilos azules, púrpura, carmesí, y el lino fino torcido. Aquellos que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu deben abrir esta puerta del Tabernáculo y entrar en el Lugar Santo. Bajo los columnas de la puerta del Tabernáculo, se colocaron basas de bronce. Estas basas de bronce nos hacen reconocer que el evangelio del agua y el Espíritu es la verdad de la salvación.
Nos enseñan que aunque no teníamos otra opción sino solo la de ser condenados por Dios y morir por nuestros pecados, al recibir la bendición de nacer de nuevo a través del evangelio del agua y el Espíritu, hemos llegado a ser el propio pueblo de Dios. Podemos entrar en el Tabernáculo solo cuando nos deshagamos de la noción equivoca que, de los colores de los cuatro hilos usados para su puerta, podemos ser salvos creyendo solamente en el ministerio de Jesús manifestado únicamente en el hilo carmesí.
A menos que nos deshagamos de nuestros pensamientos centrados en nosotros mismos, nunca podremos creer en la salvación manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido es el evangelio del agua y el Espíritu, y debemos reconocer la falacia de nuestros pensamientos centrados en nosotros mismos cuando solo creíamos antes en la sangre de la Cruz.
Si es la voluntad de Dios, entonces Él te guiará a la verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Solo aquellos que creen en esta verdad del evangelio del agua y el Espíritu pueden ser remitidos de todos sus pecados y recibir la vida eterna. Solo entonces podremos abrir la puerta de la salvación creyendo en esta verdad en el centro de su corazón y entrar al Lugar Santo.
Si fallas en discernir la falacia de nuestra vieja fe que teníamos antes de conocer el evangelio del agua y el Espíritu, entonces sufrirás el castigo del pecado, ya que no serás capaz de ser salvo. Si esto ocurre, ni siquiera puedes entrar en el Lugar Santo y tener el pan de vida. Solo cuando entres en el Lugar Santo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu podrás tener al pan de vida calientito.
Debes darte cuenta que el Señor te ha convertido en hijo de Dios al lavar tus pecados con Su bautismo, el hilo azul, al llevar la condenación de tus pecados con el derramamiento de la sangre en la Cruz, el hilo carmesí. Y claramente debes darte cuenta y creer que el evangelio del agua y el Espíritu es la verdad que es absolutamente necesaria para ti. Puedes venir a la Iglesia de Dios y compartir el pan de vida con los justos solo cuando sabes que Dios es Aquel quien te ha dado el evangelio del agua y el Espíritu, y solo cuando creas en este evangelio.
 


La Carne del Señor es el Pan de Vida y de la Remisión del Pecado


Veamos Juan 6:49-53: «Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Jesús dijo que aquellos que coman Su carne y beban Su sangre tienen vida eterna. Este pasaje significa que todos nosotros debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre.
¿Cómo, entonces, podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre? Es creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu que podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Creyendo que Jesús tomó todos nuestros pecados con Su bautismo, podemos comer Su carne, y creyendo que Jesús cargó nuestros pecados y que fue condenado sobre la Cruz por ellos, podemos beber Su sangre.
También debemos creer que a través de las obras de la salvación manifestada en los hilos azules, púrpura, carmesí y el lino fino torcido, Jesús ha borrado nuestros pecados y nos ha convertido en los hijos propios de Dios. Sin importar como hayas creído antes de creer en el evangelio del agua y el Espíritu, debes reconocer que esta vieja fe tuya estaba equivocada, y ahora debes levantar la cornisa de fe tomando la carne y la sangre de Jesús y comer el pan de la Palabra.
Juan 6:53 afirma: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Aún ahora, alguna gente usa este pasaje para discutir la doctrina de la transubstanciación. Esta doctrina sostiene que el pan y el vino usados en la Santa Comunión se convierten en la carne y en la sangre real de Jesús cuando están realizando el ritual por fe. Pero debemos darnos cuenta y creer que este pasaje de Juan 6:23, lejos de hablar de la transubstanciación, de hecho habla del evangelio del agua y el Espíritu.
Durante la Santa Comunión, si esperas en una línea y el sacerdote pone un pedazo de pan en tu boca, ¿este pan, entonces, se transformará en el cuerpo de Jesús? ¡No lo hará! Podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre creyendo que Jesús vino a esta tierra, tomó los pecados del mundo y los limpió siendo bautizado, cargó estos pecados a la Cruz y murió sobre ella, y por lo tanto nos salvó de la muerte.
Aquellos que comen la carne de Jesús y beben Su sangre por fe son aquellos que creen en la verdad que Jesús, con los hilos azules y carmesí, nos ha salvado del pecado al tomar los nuestros y llevando la condenación del pecado sobre Su propio cuerpo. Debemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre con nuestra fe en el bautismo y la sangre de Jesucristo.
Para aceptar nuestros pecados pasados sobre Él, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el Río Jordán. Vayamos a mateo 3:15-17: «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».
Se debe a que Jesús tomó todos los pecados cuando Él fue bautizado por Juan y murió sobre la Cruz el que Él haya completado toda la justicia de Dios. Nuestra fe que cree en la verdad del evangelio, el que todos los pecados del mundo fueron pasados sobre Jesucristo cuando Él fue bautizado por Juan, es la verdadera fe con la cual podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre. 
Si reconoces esta verdad, entonces ya has comido la carne de Jesús por fe. Que tus pecados del mundo fueron pasados sobre Jesucristo de una sola vez es la verdad, y por lo tanto es importantemente crítico que crea esto en el centro de tu corazón. Esta fe es la fe que te capacita para comer la carne de Jesús. ¿Fueron todos tus pecados pasados sobre Jesús a través de Su bautismo? Solo cuando crea esto podrás comer la carne de Jesús. Después de bautizar a Jesús, Juan el bautista gritó: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).
Y debido a que Jesús ha aceptado los pecados del mundo a través de Su bautismo, los cargó todos sobre Su propio cuerpo, fue crucificado, derramó Su sangre y murió. Así habiendo sido crucificado, clavado en ambos Sus pies y manos, y derramando Su sangre, Jesús exclamó mientras Él moría, “¡Consumado es!” Entones sé levantó de entre los muertos en tres días, dio testimonio durante 40 días, ascendió al Cielo exactamente como sé veía, y ahora Él se sienta ala diestra de Dios Padre. Y también prometió que regresaría igual que ascendió al Cielo. ¿Crees en esta verdad en el centro de tu corazón? Es por creer en esta verdad que puedes comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Es cuando verdaderamente crees en el centro de tu corazón que podemos comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Es con esta fe que podemos comer el pan del Santo Lugar.
Nuestro Señor nos ordenó que siempre recordáramos Su carne y sangre cuando nos reunamos (1 Corintios 11:26). Como tal, cada vez que nos reunimos, debemos conmemorar la carne y la sangre de Jesús todo el tiempo. Cuándo es por fe que se supone comamos la carne de Jesús y bebamos Su sangre en donde sea que nos reunamos, ¿cómo podemos retener la Santa Comunión solo como un ritual formal?
Debido a que creemos en el bautismo a través del cual Jesús tomó nuestros pecados sobre Su propio cuerpo y en Su sangre sacrificial de la Cruz, es por fe que estamos recordando Su carne y sangre cada día. Se debe a que creemos en la verdad del agua y el Espíritu que cada día comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre. Como dijo Jesús: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero» (Juan 6:54), Él levantara a aquellos que coman Su carne y beban Su sangre en el ultimo día.
Debemos admitir que si nuestra fe no nos capacita para comer la carne de Jesús y beba Su sangre, entonces es una fe defectuosa. Nuestro Señor dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí» (Juan 6:54-57).
Aquellos que coman la carne del Señor y beban Su sangre por fe vivirán por Él. Por otro lado, aquellos que no coman la carne del Señor y beba Su sangre morirán, ya que no creyeron. Pero no es difícil para nosotros comer la carne de Jesús y beber Su sangre por fe.
Supongamos por un momento aquí que hay un examen de la salvación que tenemos que tomar para entrar al Reino de Dios. Una de las preguntas es, “¿Cuál es la fe que te capacita para comer la carne de Jesús y beber Su sangre?” Debemos anotar ambos, el bautismo y la Cruz de Jesús como nuestra respuesta. Podemos entrar en el Reino del Cielo solo cuando comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre. Aún si no habíamos creído correctamente y habíamos mal interpretado antes, si volvemos nuestro corazón, comemos la carne de Jesús y bebemos Su sangre, entonces podemos pasar la prueba. Si creemos en la carne y en la sangre de Jesús ahora mismo, en este mismo instante, podemos pasar el examen exitosamente.
La gente ve las apariencias exteriores, pero Dios ve el centro del corazón, y así que cuando creemos en ambos, el bautismo y la sangre de la Cruz, entonces estamos comiendo la carne de Jesús y bebiendo Su sangre. Dios mira el centro de nuestro corazón para ver si realmente tenemos la fe en la carne y en la sangre de Jesús en nuestro corazón. Por lo tanto, si no creemos en la carne y en la sangre de Jesús en el centro de nuestro corazón, entonces no hemos sido salvos del pecado. No importa como has creído antes, si ahora tú tienes la fe que cree en ambos, la carne y la sangre de Jesús, entonces puedes entrar en el Reino del Cielo.
Muchos religiosos de este mundo están debatiendo incesantemente sobre la veracidad de la doctrina de la transubstanciación. Lo que realmente es necesario de hecho es la fe que permite comer la carne de Jesús y beber Su sangre. Pero esto es posible solo cuando creemos en el evangelio del agua y el Espíritu en nuestro corazón. Al creer en Jesús en el centro del corazón a través del evangelio del agua y el Espíritu es comer el verdadero pan y beber la verdadera bebida.
 

Debemos Creer en el bautismo y en la Sangre de Jesús como Nuestra Remisión del Pecado

Nuestro Señor dijo: «Mi sangre es verdadera bebida» (Juan 6:55). Nuestro Señor llevó la condenación del pecado sobre la Cruz. La fe que cree que Jesús tomó nuestros pecados siendo bautizado y derramando Su sangre sobre la Cruz es la fe que nos capacita para beber la sangre de Jesús. A través del bautismo que Él recibió de Juan, Jesús tomó todos nuestros pecados, incluyendo los de tus hijos, tus padres y de todos y cada uno de nosotros, y derramando Su sangre sobre la Cruz Él llevó la condenación de todos estos pecados. Con Su bautismo y sangre, Jesús ha resuelto todos nuestros problemas de pecado absolutamente para todos en el mundo entero. Creer que Jesús así tomó nuestros pecados con Su bautismo y que fue condenado por nuestros pecados con Su sangre de la Cruz es beber la sangre de Jesús por fe. 
En el mundo de hoy, existen muchos que dicen que ellos creen en el evangelio del agua y el Espíritu solamente con sus palabras. Pero no creen íntegramente en la carne y en la sangre de Jesús, cualquiera que no tenga la fe completa que cree en la carne y en la sangre de Jesús no puede ser remitido del pecado. Puede que hayas creído antes que la sangre de la Cruz era la única verdad, pero ahora que has descubierto la verdad real, debes tener la fe que claramente cree en la carne y en la sangre de Jesús. Solo entonces Dios té reconocerá como salvo. Pero si, por otro lado, no trazas la clara línea de la salvación sobre este tema -esto es, sobre la remisión del pecado recibido por la fe que cree en la carne y en la sangre de Jesús en el centro del corazón- entonces no puedes tener la fe aprobada por Dios.
Nuestro Señor dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6:56). Pero a menos que comamos la carne de Jesús y bebamos Su sangre por fe, no podemos entrar en la presencia de Dios. Y cualquiera que no tenga esta fe que cree en la carne y sangre de Jesús no puede habitar en el Señor. Es mi sincera esperanza que nadie entre los santos, los obreros y los siervos de Dios en nuestra Iglesia trágicamente caigan de esta fe que cree en la carne y en la sangre de Jesús.
Cuando Sodoma y Gomorra fueron destruidas por fuego, los yernos de Lot consideraron la Palabra de Dios de vida que Dios le dio a Lot como un chiste. Para aquellos que no toman la Palabra de Dios seriamente, el juicio de Dios caerá sobre ellos como está escrito. Los incrédulos serán condenados por su pecado de incredulidad. Serán destruidos por sus pecados. Esto no es cosa de risa que puede pasarse de largo con unas cuantas risas.
El evangelio del agua y el Espíritu se refiere a fe en la carne y en la sangre de Jesús. Es por creer en esta verdad que hemos sido remitidos de nuestros pecados y hemos recibido vida eterna. Debido a que la fe de la carne y sangre de Jesús en la cual creemos es el verdadero evangelio, debemos guardar esta fe en nuestro corazón. Primero levantando la cornisa de la fe muy alto en nuestro corazón, debemos retenerla fuertemente toda la Palabra de Dios y nunca permitir que se salga de nosotros. Creyendo en nuestro corazón, debemos aceptar la verdad que Dios ha borrado todas las iniquidades de los pecadores con la carne y la sangre de Jesús. 
Yo espero y oro que todos ustedes crean en el evangelio del agua y el Espíritu cumplido por el Señor, coman el pan de la salvación que te salva de tus pecados, y de esta manera recibas la vida eterna.
 
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El TABERNÁCULO: Un Retrato Detallado de Jesucristo (II)