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佈道

Tema 11: El Tabernáculo

[11-26] El significado espiritual de las basas de plata utilizadas para el Tabernáculo (Éxodo 26:15-30)

El significado espiritual de las bases de plata utilizadas para el Tabernáculo
(Éxodo 26:15-30)
«Y harás para el tabernáculo tablas de madera de acacia, que estén derechas. La longitud de cada tabla será de diez codos, y de codo y medio la anchura. Dos espigas tendrá cada tabla, para unirlas una con otra; así harás todas las tablas del tabernáculo. Harás, pues, las tablas del tabernáculo; veinte tablas al lado del mediodía, al sur. Y harás cuarenta basas de plata debajo de las veinte tablas; dos basas debajo de una tabla para sus dos espigas, y dos basas debajo de otra tabla para sus dos espigas. Y al otro lado del tabernáculo, al lado del norte, veinte tablas; y sus cuarenta basas de plata; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla. Y para el lado posterior del tabernáculo, al occidente, harás seis tablas. Harás además dos tablas para las esquinas del tabernáculo en los dos ángulos posteriores; las cuales se unirán desde abajo, y asimismo se juntarán por su alto con un gozne; así será con las otras dos; serán para las dos esquinas. De suerte que serán ocho tablas, con sus basas de plata, dieciséis basas; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla. Harás también cinco barras de madera de acacia, para las tablas de un lado del tabernáculo, y cinco barras para las tablas del otro lado del tabernáculo, y cinco barras para las tablas del lado posterior del tabernáculo, al occidente. Y la barra de en medio pasará por en medio de las tablas, de un extremo al otro. Y cubrirás de oro las tablas, y harás sus anillos de oro para meter por ellos las barras; también cubrirás de oro las barras. Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte».
 
 
Las tablas del Tabernáculo donde Dios residía estaban recubiertos de oro. Para que cada tabla se mantuviese  en pie, Dios le dijo a Moisés que hiciese dos basas de plata. El significado espiritual de poner dos basas de plata debajo  de cada tabla se lo  explico a continuación. En la Biblia el oro se refiere a la fe que no cambia con el tiempo. El que las basas de plata se pusiesen debajo de las tablas recubiertos  de oro significa que Dios nos ha dado dos dones que garantizan nuestra salvación. En otras palabras, significa que Jesús completó nuestra salvación del pecado al ser bautizado y derramar Su sangre.
Lo que es absolutamente necesario para que recibamos esta fe como el oro puro que nos permite ser el pueblo de Dios y formar parte de Su Reino es la fe que cree en el bautismo y la sangre derramada en la Cruz de Jesús. El Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado para borrar todos nuestros pecados es el don de la fe indispensable para nosotros. Como no podemos evitar pecar todos los días y estar destinados al infierno, no podemos hacer que nuestros pecados desaparezcan mediante nuestros propios esfuerzos o nuestra voluntad. 
Para borrar nuestros pecados, en vez de confiar en nuestras propias fuerzas, debemos creer solamente en el Evangelio del agua y el Espíritu, y solo entonces podemos ser salvados de nuestros pecados. Lo correcto es que creamos con gratitud que el Señor nos ha dado el don de la salvación a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando creemos en el don de la salvación compuesto de estos dos elementos del Evangelio, cuando Dios ve nuestra fe nos hace Su pueblo perfecto. Por tanto, si todavía tienen pecados en sus corazones, tienen que ser salvados completamente al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado como Su don para salvarnos. 
Muchas personas que viven en este mundo quieren convertirse en el pueblo de Dios. Para convertirse en el pueblo de Dios primero deben examinarse a la luz de la Palabra de Dios. Entonces sabrán que todos somos pecadores que no tienen nada sobre lo que protestar aunque estábamos condenados por nuestros pecados. Somos personas que pecan contra la Ley todos los días. Nuestra verdadera naturaleza no puede evitar vivir con injusticia y pecados esperando el juicio. Por eso, ¿cómo podemos convertirnos en el pueblo de Dios? Nos hemos dado cuenta de que debemos recibir dos dones de salvación que Dios nos ha dado para convertirnos en Su pueblo. 
Para nosotros el Señor es el Salvador que ha borrado todos nuestros pecados con los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido. El bautismo que Jesucristo recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz nos han salvado completamente de nuestros pecados. Estos dos elementos son indispensables para nuestra salvación. Por tanto, nadie puede convertirse en parte del pueblo de Dios si no cree en esta Verdad. 
A través de estos dos dones de salvación que Dios nos ha dado podemos convertirnos en Su pueblo. El que nos hayamos convertido en hijos de Dios no tiene nada que ver con nuestras buenas obras. El que hayamos sido salvados y librados de todos nuestros pecados y de la condena del pecado es absolutamente posible gracias a las obras del bautismo y el derramamiento de sangre de Jesús. En otras palabras, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en hijos de Dios. Nuestra fe, que es como el oro puro, se ha construido al recibir estos dones de Dios. 
Al hacer el Tabernáculo Dios puso dos basas de plata debajo  de cada tabla. Esta  verdad nos dice que Jesucristo vino al mundo, tomó sobre Sí mismo los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán y pagó la condena del pecado al llevar estos pecados a la Cruz y morir en ella. El bautismo que Jesús recibió y la sangre que derramó en la Cruz son los dones de la remisión de los pecados definitiva. 
Nosotros, los que estamos viviendo en esta era, debemos conocer nuestra naturaleza pecadora. Los que se conocen a sí mismos ante Dios deben darse cuenta de que, como el Señor vino a este mundo, tomó todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, y murió en la Cruz, les ha salvado a todos de sus pecados y de la condena. Cuando creemos en el don de la salvación y recibimos nuestra remisión de los pecados de esta manera, nos convertimos en hijos de Dios. Como nuestro Señor nos ha salvado con Su bautismo y la sangre derramada en la Cruz, hemos sido librados del pecado. Si no lo hubiera hecho, no podríamos estar libres del pecado por nuestra cuenta. Por tanto, debemos creer y confesar que es completamente por la gracia de Dios que nos hemos convertido en el pueblo de Dios y en personas justas. 
Las basas de plata de para los tabla del Tabernáculo   nos enseñan que la remisión de nuestros pecados es completamente gratuita como don de Dios y que se cumplió mediante los hilos azules, púrpura y carmesí. Como Dios nos ha dado la gracia de salvación con los hilos azules, púrpura y carmesí, podemos ser salvados completamente por fe. Solo los que son pobres de espíritu, los que admiten que están destinados a ir al infierno por sus pecados, pueden recibir la salvación de Dios a través de los hilos azules, púrpura y carmesí. Solo los que lloran y se lamentan sobre sí mismos, ya que están destinados al infierno, pueden recibir el don de la salvación de Dios. Los que creen en la verdad manifestada en los hilos azules, púrpura y carmesí, el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios Padre nos ha dado a través de Jesucristo, pueden ser salvados de todos sus pecados y convertirse en hijos de Dios. Solo los que reciben el don de la salvación del Señor pueden disfrutar de todas las bendiciones de Dios. Este es un requisito que solo cumplen los que saben que están destinados a ir al infierno por sus pecados y le piden a Dios que les dé Su misericordia. Esto es cierto.
 
Las basas de plata de para los tablas del Tabernáculo nos enseñan que la remisión de nuestros pecados es completamente gratuita como don de Dios y que se cumplió mediante los hilos azules, púrpura y carmesí. Como Dios nos ha dado la gracia de salvación con los hilos azules, púrpura y carmesí, podemos ser salvados completamente por fe. Solo los que son pobres de espíritu, los que admiten que están destinados a ir al infierno por sus pecados, pueden recibir la salvación de Dios a través de los hilos azules, púrpura y carmesí. Solo los que lloran y se lamentan sobre sí mismos, ya que están destinados al infierno, pueden recibir el don de la salvación de Dios. Los que creen en la verdad manifestada en los hilos azules, púrpura y carmesí, el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios Padre nos ha dado a través de Jesucristo, pueden ser salvados de todos sus pecados y convertirse en hijos de Dios. Solo los que reciben el don de la salvación del Señor pueden disfrutar de todas las bendiciones de Dios. Este es un requisito que solo cumplen los que saben que están destinados a ir al infierno por sus pecados y le piden a Dios que les dé Su amor. Esto es cierto.
El que hayamos sido salvados de todos nuestros pecados se debe al don de salvación que Dios nos ha dado. Por eso Efesios 2, 8 dice: «Por que por gracia sois salvos». El que nos hayamos convertido en hijos de Dios se debe a que creemos en este don de salvación. Así que, ¿hay algo de lo que podamos alardear? En vez de alardear debemos dar gracias a Dios y confesar que Dios es quien nos ha salvado. 
Sinceramente, nunca podríamos haber sido salvados de todos nuestros pecados si Dios no nos hubiese salvado con los hilos azules, púrpura y carmesí y el lino fino torcido. La verdad contenida en los hilos azules, púrpura y carmesí y el lino fino torcido está hecha del poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Revela la Verdad de salvación que afirma que Jesucristo nació en este mundo, tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan en el río Jordán (mateo 3, 13-17), murió en la Cruz, y se levantó de entre los muertos. Como la gracia con la que Dios nos ha salvado es tan perfecta, es más que suficiente para hacernos perfectos en la fe a los que somos insuficientes en la carne y estamos llenos de pecados, hacernos columnas del Reino de Dios y convertirnos en el pueblo de Su Reino. 
 
 
¿Todavía siguen sin saber quiénes son aunque crean en Jesús?
 
Hoy en día hay cientos de canales de televisión disponibles a través de la televisión por cable o por satélite. Estos canales están disponibles las 24 horas del día y tienen programas de especialidad que fascinan a la audiencia constantemente. Entre estos canales, los que tienen más existo comercial sobre todo son los canales para adultos. Hay muchos canales para adultos con todo tipo de materiales pornográficos que pueden verse con tan solo cambiar de canal. Por eso hay muchas personas en estos tiempos que ven estas películas pornográficas. Aún peor la gente no piensa que este comportamiento lascivo sea un pecado. 
Sin embargo, la Biblia dice que la fornicación, el adulterio y la lascivia, que salen de todos los seres humanos, son pecados claramente (Marcos 7, 21-23). ¿Acaso no están llenos de pecados? Dios dijo repetidamente que las propiedades intrínsecas de los seres humanos son pecadoras, que el precio del pecado es la muerte, y que el pecado provoca la muerte cuando ha florecido. Pero, ¿de verdad admiten esto? ¿Cómo? ¿Podemos escapar de las propiedades del pecado que son intrínsecas a nuestra naturaleza si cerramos los ojos y nos tapamos los oídos? No podemos evitar cometer todo tipo de pecados con la imaginación de nuestras mentes y nuestros pensamientos. Por mucho que nos digamos a nosotros mismos que tenemos que alejarnos del pecado, y por mucho que lo intentemos, es todo en vano. De hecho, nuestra carne no nos permite convertirnos en santos perfectos que no cometen pecados carnales porque tenemos afinidad al pecado y no deseamos distanciarnos de él. La carne y el corazón humano siempre están lejos de las cosas santas, y es cierto que no solo quieren acercarse más al pecado, sino que quieren cometer pecados aún más graves. 
Todos somos un montón de pecados e iniquidades. Por tanto somos decadentes en nuestra esencia. Las obscenidades que hemos visto permanecen en nuestra memoria durante mucho tiempo, y lo que queda de ellas ataca nuestra mentes. Esto se debe a que el corazón humano no es más que un montón de pecados en su esencia. Por tanto, debemos admitir honestamente este rasgo de que somos masas de pecado ante Dios. Es sabio reconocer que estamos destinados a ir al infierno por el juicio justo de Dios y pedirle que nos salve. ¿Acaso Napoleón Bonaparte no dijo: «Imposible es una palabra que solo se encuentra en el diccionario de los necios»? Muchos cristianos intentan alardear de su propia justicia, como si pudiesen evitar pecar por su cuenta. Pero esto es un desafío para Dios. Esta fe desafiante les hace seguir siendo pecadores que se niegan a recibir la justicia de Dios y rechazan incluso el amor de salvación que les ha dado. 
¿Se consideran buenas personas? ¿Creen que tienen un sentido de justicia sólido que no puede tolerar la injusticia en cualquier circunstancia? ¿Piensan que son justos ante Dios porque cumplen los mandamientos de Dios en sus corazones e intentan obedecerlos en sus vidas? Si alguien no conoce el don de la gracia de salvación que Dios le ha dado e intenta actuar como si fuera justo aunque su corazón tenga pecados, todo lo que está haciendo es fingir ser justo con la justicia de los seres humanos sucios. La bondad de estas personas no les puede permitir convertirse en columnas de la Casa de Dios, y por eso son solo un montón de pecados. 
En los países del Este Asiático muchos aprenden las enseñanzas de Confucio desde que nacen e intentan ponerlas en práctica. En Occidente, por otro lado, el catolicismo y el protestantismo han dominado el panorama religioso y muchos occidentales han intentado cumplir la Ley de Dios lo mejor que pueden. Pero estas personas, sean de donde sean, de Oriente u Occidente, cuando se presentan ante Dios y son obligados a mostrar su esencia, tanto los que viven según las enseñanzas de Confucio como los que quieren vivir por los mandamientos de Dios son seres injustos, llenos de fallos, y masas de pecados hecho de polvo y barro. Incluso las buenas personas que han hecho buenas obras, no por reconocimiento sino por sinceridad, y a las que no les gusta recibir alabanza por sus buenas obras, no pueden escapar del hecho de que cuando su naturaleza esencial es descubierta por Dios, son masas de pecados y una semilla de maldad. Como la justicia humana es un gran mal ante Dios, la gente no puede escapar de la condena del pecado si no reconoce su castigo y acepta el Evangelio del agua y el Espíritu, es decir, el amor de Dios. Ante Dios, todos los esfuerzos humanos no pueden traducirse en bondad, y la voluntad de la humanidad está sucia ante Dios. La naturaleza fundamental de la humanidad es polvo, madre y bronce. Los seres humanos son un tipo de madera que no puede ponerse en la entrada de la Casa de Dios a no ser que Él la revista de oro. Sin la gracia de salvación de Dios la humanidad no es nada más que bronce destinado a ser juzgado con fuego. Si no creemos en el don de salvación, en que Jesucristo, el Mesías, fue bautizado mediante la imposición de manos y que derramó Su sangre hasta morir, seguiremos siendo pecadores. Por tanto, los que no saben que son seres malvados ante Dios y no han recibido el don de Dios para ser salvados, dan mucha pena. 
Antes de conocer la justicia de Dios, nuestra propia justicia era el criterio por el que vivíamos nuestras vidas. Yo también era así cuando no conocía el don de la salvación de Dios y no tenía una fe verdadera. De hecho, no tenía justicia propia pero pensaba que era decente. Así que, desde mi infancia, había momentos en que no podía tolerar la injusticia y me peleaba con gente que siempre me ganaba. Mi filosofía en la vida era vivir con justicia, ya que pensé que solo nacería una vez y moriría una vez. Solía pensar: «Prefiero morir que vivir una vida sin valor como esta, en la que solo hago que comer. Si esto es de lo que se trata la vida, me da igual morir o vivir otros 50 años. Vivir así es aburrido y asqueroso. Vivir sin significado ni objetivo y sin poder hacer nada justo sin ninguna buena causa en la vida es como estar en el infierno. Después de todo, ¿qué es el infierno? El que un hombre viva como un cerdo, solo comiendo y alimentando su barriga todos los días hasta que muere es un infierno de humillación». Así, como no me examiné a mi mismo ante Dios, estaba lleno de justicia propia. Así que pensé que era mejor que los demás e intenté vivir con justicia. 
Pero en realidad era una masa de pecados ante la justicia de Dios. No podía cumplir ni uno solo de los 613 estatutos de la Ley, y por supuesto no podía cumplir los Diez Mandamientos. El hecho de que tenía la voluntad de cumplirlos era una injusticia que se rebelaba contra la Palabra de Dios que declara: «Eres un ser pecador que no puede evitar pecar y levantarse contra Dios». Toda la justicia de la humanidad se convierte en injusticia ante Dios. La verdad es que los seres humanos no pueden ser justos. De hecho, en esta era presente es la última era con una cultura decadente y depravada llena de pecados. Esto significa que nuestra carne está siempre sujeta a estos pecados lascivos y seguimos cometiéndolos durante toda nuestra vida. De hecho nuestra carne siempre sigue a los pecados sucios y no hay nada de bondad en ella. 
 
 
Habíamos sido injustos y estábamos llenos de pecados, pero el Señor nos ha convertido en Su pueblo al salvarnos de todos los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu
 
Todos éramos injustos, pero a través del don de la salvación el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. Los tabla del Lugar Santo, la Casa de Dios, medían  4,5 metros de altura y 675 milímetros de ancho, y estaban recubiertos de oro y servían de paredes para el Lugar Santo. Debajo de cada tabla había dos basas de plata.  Estas basas de plata  manifiestan que Dios nos ha salvado completamente por Sí mismo.
La verdad es que Dios nos ha salvado del pecado por Su amor. En este amor Jesucristo vino al mundo y fue bautizado para cargar con todos nuestros pecados, pagó la condena de los mismos al morir en la Cruz y nos ha salvado de los pecados del mundo y de toda la condena. Al creer en el don de la salvación que nos ha dado, hemos nacido de nuevo. Este don de la salvación de Dios es incorruptible como el oro y por eso nunca cambia. 
La salvación que el Señor nos ha dado está hecha del bautismo y la sangre de Jesús, y nos ha limpiado de nuestros pecados completamente. Como el Señor nos salvó de todos nuestros pecados, ahora hemos sido librados de los pecados que cometemos y cometeremos con nuestras mentes, con nuestros pensamientos y con nuestras acciones. Al creer en el don de la salvación que Dios nos ha dado en nuestros corazones, nos hemos convertido en Sus santos valiosos. A través de las tablas del Tabernáculo, que eran  sus pilares y paredes, Dios nos está hablando de la salvación del agua y el Espíritu. Asimismo, a través de las basas de  plata de las tablas, Dios nos está diciendo que  nos hemos convertido en Sus hijos de manera completamente gratuita por Su gracia.
Si nos quitan nuestra fe en el bautismo y la sangre de Jesús, no nos queda nada. Todos habíamos sido seres destinados a ser condenados por el pecado. Éramos seres mortales destinados a temblar ante nuestra muerte certera según la ley de Dios que declara que el precio del pecado es la muerte, y estábamos llorando por el juicio justo del fuego que nos esperaba. Por eso no somos nada si quitamos nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Vivimos en una era llena de pecados, pero no debemos olvidar que nuestro destino era el de ser juzgados por el fuego. Éramos así, pero Dios nos concedió Su gracia de la salvación del agua y el Espíritu. El Mesías vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre y murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado de todos nuestros pecados, injusticias y de la condena. Al creer en este perfecto Evangelio del agua y el Espíritu solo podemos darle gracia a Dios por fe. 
Aunque somos insuficientes en la carne, nuestros trabajadores y colaboradores, nuestros ministros y yo estamos predicando este Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Aunque vivimos en una era muy depravada, como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos podido servir al Señor con pureza, libres de toda maldad. El que seamos así no se consiguió por nuestra propia voluntad, sino porque el Señor nos dio la santidad al vestirnos de Su gracia de salvación. Como el Señor nos ha salvado perfectamente del pecado y de la condena, estamos vestidos del poder de esta salvación, y gracias a eso hemos podido servir al Señor con pureza. Como el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados con el agua y el Espíritu, creo que podemos servirle a pesar de nuestras insuficiencias, sin estar sujetos por nuestros pecados, fallos y por la condena. 
No podríamos predicar el Evangelio por todo el mundo si no fuese por la gracia de nuestro Señor. Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y servir a este Evangelio con pureza no habría sido posible sin la gracia del Señor. Se debe completamente a la gracia de salvación de Dios que podamos vivir nuestras vidas defendiendo y predicando este verdadero Evangelio. Nos hemos convertido en columnas del Reino de Dios y en el pueblo de este Reino por fe. Como el Señor nos ha dado la fe como oro, ahora podemos vivir en la Casa de Dios. En esta era en la que el mundo está lleno de pecados, en esta era en la que la gente, esclava del pecado, está olvidando o blasfemando a Dios, hemos sido lavados con agua pura y estamos limpios, y por eso podemos beber agua pura y servir al Señor con pureza de espíritu. Así que no tenemos suficientes palabras para expresar lo profundamente agradecidos que estamos por esta salvación. 
Así es como nos hemos convertido en justos por fe. ¿De qué otra forma nos vamos a convertir en justos? ¿Cómo hemos llegado a llamarnos justos si no tenemos bondad? ¿Cómo seres tan pecadores como nosotros han llegado a estar sin pecado? ¿Podrían haber llegado a ser justos y estar sin pecado por la justicia de su carne? Los pensamientos de la carne, sus propios esfuerzos, y sus propias necesidades, ¿creen que podrían haberles convertido en una persona sin pecados? ¿Podrían haberse hecho justos solo por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Podrían haberse hecho justos solo por su fe en la salvación de Dios manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido? ¿Podrían haberse hecho justos sin creer en su salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu que fue cumplido por el Mesías y revelado en la Palabra de Dios? Nunca. Solo al creer en el hilo carmesí no podemos convertirnos en justos. 
Como Jesucristo, nuestro Señor y Mesías, cargó con todos los pecados del mundo, incluyendo los pecados de todas nuestras vidas, a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista para borrar todos nuestros pecados en nuestro lugar, nos hemos convertido en justos por fe. De la misma manera en que el animal del sacrificio aceptaba los pecados cuando los pecadores o el Sumo Sacerdote ponía las manos en su cabeza, en el Nuevo Testamento, Jesús aceptó todos los pecados del mundo sobre Sí mismo al ser bautizado por Juan el Bautista. Jesús tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo (Mateo 3, 15). Entonces Juan el Bautista dio testimonio de este momento tan importante al decir: «¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!» (Juan 1, 29). Al recibir Su bautismo, Jesús vivió los siguientes tres años de Su vida por nuestra salvación, pagando la condena de nuestros pecados al ir a la Cruz y entregarle Su cuerpo a Dios, como un cordero humilde ante sus esquiladores y así nos ha dado una vida nueva. 
Como Jesucristo tomó todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, pudo entregarse humildemente y fue clavado por Sus manos y pies en una Cruz por los soldados romanos. En la Cruz Jesús derramó toda Su sangre por el ministerio de nuestra salvación y dijo: «¡Consumado es!» (Juan 19, 30). Después de morir se levantó al tercer día, ascendió al Reino de los Cielos y así se ha convertido en nuestro Salvador al darnos vida eterna. Al cargar con los pecados del mundo a través de Su bautismo que recibió de Juan el Bautista, y mediante Su Cruz, resurrección y ascensión, Jesús se ha convertido en nuestro Salvador perfecto. 
 
 

La fe en la sangre derramada en la Cruz y la doctrina de la santificación incremental no les han salvado de todos sus pecados

 
Los cristianos no pueden ser salvados perfectamente si solo creen en la sangre derramada en la Cruz. Como la gente peca todos los días con sus ojos y con sus acciones, no pueden borrar sus pecados con tan solo creer en la sangre derramada en la Cruz. Una de las iniquidades más perversas que comete la gente es la inmoralidad sexual. El mundo está dominado por una cultura llena de sexualidad explícita y obscena, y por eso este pecado en particular está grabado en nuestra carne. La Biblia nos ordena que no cometamos adulterio, pero la realidad es que por las circunstancias que nos rodean, muchas personas acaban cometiendo este pecado aunque no quieren. Dios declara que estos pensamientos lascivos son iguales que cometer el acto de adulterio en sí, pero todos los días nuestros ojos ven algo obsceno. Así que la gente está cometiendo estos pecados lascivos cada minuto y cada segundo. Siendo así, ¿cómo pueden ser santificados para entrar en el Reino de Dios ofreciendo oraciones de penitencia? ¿Cómo pueden convertirse en personas justas? ¿Acaso sus corazones se hacen justos cuando ejercen disciplina sobre sí mismos durante mucho tiempo y son santificados cuando son ancianos? ¿Pueden sus caracteres hacerse más humildes? ¡Por supuesto que no! Ocurre exactamente lo contrario. 
Cuando la gente se hace mayor, sus temperamentos se hacen más impacientes. La edad trae cambios hormonales y los que habían sido bastante pacientes no pueden controlar su frustración y su ira. Además tienen a pensar en sí mismos antes de pensar en los demás. Cuando se deterioran sus funciones corporales, su instinto de supervivencia se hace más fuerte. Así que, cuando nos hacemos viejos, somos como niños. Hay un dicho que dice que el ser humano gatea a cuatro patas cuando es un infante, se pone a dos patas cuando es joven, y camina con tres piernas cuando es viejo. Todo el mundo es así. 
Entre las doctrinas cristianas hay una doctrina llamada «doctrina de la santificación incremental». Esta doctrina dice que cuando los cristianos creen en la muerte de Jesús en la Cruz durante mucho tiempo, ofrecen oraciones de penitencia a diario, y sirven al Señor todos los días, se hacen santos gradualmente. Afirma que cuanto más tiempo pasa desde que empezamos a creer en Jesús, más nos convertimos en personas alejadas del pecado que hacen obras buenas, y cuando la muerte se nos acerca, estamos completamente santificados y completamente sin pecados. También enseña que, como hemos ofrecido oraciones de penitencia a todas horas, nuestros pecados serán borrados todos los días, de la misma manera en que lavamos la ropa. Por tanto, cuando morimos al final, vamos a Dios siendo justos completamente. Hay muchos cristianos que creen en esto. Pero es una mera especulación hipotética creada por los pensamientos humanos. 
Romanos 5, 19 dice: «Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos». Este pasaje nos dice que todos fuimos dejados sin pecado por la obediencia de un Hombre. Jesucristo consiguió lo que nosotros no podíamos conseguir cuando vino personalmente a este mundo. Él sabía que nosotros no podíamos librarnos del pecado, y por tanto Jesús redimió todos nuestros pecados por nosotros, algo que ustedes y yo nunca podíamos haber hecho. Al venir a este mundo, ser bautizado, ser crucificado y levantarse de entre los muertos, nos ha salvado y nos ha borrado todos los pecados para siempre. 
Al obedecer la voluntad de Dios Padre, Jesucristo pudo cumplir personalmente nuestra salvación, que también se conoce como la remisión de nuestros pecados. Al obedecer la voluntad de Dios como el Mesías, Jesucristo nos ha dado la gracia de salvación a través de Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección. Al darnos este don de salvación, Jesús cumplió la remisión de los pecados perfectamente. Ahora, por fe hemos sido vestidos con la gracia de esta salvación, ya que el Señor ha cumplido perfectamente nuestra salvación del pecado que nunca antes podría haberse cumplido por nuestras obras y méritos. 
Muchas personas no creen en el bautismo que Jesús recibió, sino que creen solamente en la sangre que derramó en la Cruz e intentan estar santificados a través de sus obras. En otras palabras, aunque Jesús tomó todos los pecados de la humanidad cuando fue bautizado por Juan el Bautista, la gente no cree en esta Verdad. Mateo 3 nos dice que lo primero que Jesús hizo en Su vida pública fue ser bautizado por Juan el Bautista. Esta es la Verdad innegable de la que se da testimonio en los Cuatro Evangelios. 
Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de toda la humanidad y el mayor de todos los nacidos de mujer, pero aún así hay mucha gente que no sabe esto y no cree. Estas personas creen en Jesús sin creer en Su bautismo, y solamente alaban fervientemente la sangre que derramó en la Cruz. Tienen mucha compasión por la muerte de Jesús en la Cruz y provocan sus emociones con todo tipo de escenas, cantando todo lo alto que pueden: 
«♫Hay poder, poder, poder que hace milagros
en la sangre del Cordero;
♫Hay poder, poder, poder que hace milagros
en la valiosa sangre del Cordero». Intentan ir hacia Dios llenos de sus propias emociones, vigor y fuerza. Pero deben darse cuenta de que, cuando más hacen estas cosas, más pecados acaban teniendo y más hipócritas se hacen. 
Cuando se trata de creer en Jesucristo, son necesarios dos ministerios de gracia. ¿Cuáles son? Uno de ellos es que Jesús tomó todos nuestros pecados al ser bautizado, y el otro es, que pagó todo el precio de nuestros pecados al cargar con ellos hasta la Cruz y ser crucificado. Quien crea en estos dos ministerios de gracia de Jesús puede ser justo. Nuestra fe en el bautismo y la sangre de Jesús derramada en la Cruz, los dos pivotes de Su don de salvación, nos hace estar firmes en la Casa de Dios. Por la gracia de Dios nos convertimos en gente sin manchas. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado, recibimos la fe como oro puro que no cambia. Al creer en este Evangelio del agua y el Espíritu manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido, nos convertimos en los santos que han recibido la salvación de la perfecta remisión de los pecados. 
 
 
La era de la Teología contra la era del Evangelio del agua y el Espíritu
 
Si excluimos la era de la Iglesia Primitiva, desde la proclamación del Edicto de Milán en Roma en el 313 d.C., el cristianismo ha estado predicando el Evangelio de la Cruz que se deja el bautismo de Jesús fuera. Desde el período de la Iglesia Primitiva hasta el 313 d.C., antes de que el cristianismo hubiese deteriorado en una mera religión, se predicaba el Evangelio del agua y el Espíritu vigorosamente, pero después la Iglesia Católica Romana dominó el panorama religioso del mundo Occidental. Entonces, desde el siglo XIV, se empezó a extender una cultura que se centraba en los pensamientos carnales y que llamaba por la restauración de la humanidad que empezó a surgir en Italia. Este movimiento se llamó el Renacimiento. 
Por el siglo XVI, la corriente de esta cultura humanística que empezó en Italia se extendió por todo el mundo occidental, y los expertos que estudiaban la filosofía humanística empezaron a estudiar Teología. Empezaron a interpretar la Biblia con su propia lógica y perspectiva y a crear varias doctrinas cristianas. Pero como no conocían la Verdad, no podían entender la Biblia correctamente. Había muchos pasajes difíciles en la Biblia y por eso se inventaron sus propias doctrinas cristianas al incorporar su conocimiento secular a sus perspectivas filosóficas. Así es como surgieron el calvinismo, el arminianismo, el fundamentalismo, el liberalismo, la nueva teología, el conservadorismo, el racionalismo, la alta crítica, la teología mística, el pluralismo religioso, la teología de la liberación, y la teología de la muerte de Dios.
La historia del cristianismo puede parecer muy larga, pero en realidad no lo es. Durante 300 años desde el período de la Iglesia Primitiva la gente podía aprender acerca de la Biblia, pero pronto le siguió la Edad Media, la era oscura del cristianismo. Durante este período, leer la Biblia era un crimen bajo pena de muerte por decapitación. No fue hasta el siglo XVII cuando el viento de la teología empezó a soplar y el cristianismo pareció florecer en el siglo XIX y XX cuando la teología empezó a activarse, pero entonces muchas personas habían caído en las nociones místicas de su fe y creían en Dios según sus experiencias personales. 
Pero, ¿es esto la verdad? Cuando creían de esta manera, ¿desaparecieron sus pecados? Ustedes pecan todos los días. Pecan todos los días con sus pensamientos, sus acciones y sus faltas. ¿Pueden ser librados de estos pecados con tan solo creer en la sangre que Jesús derramó en la Cruz? El que Jesús cargase con todos nuestros pecados al ser bautizado y morir en la Cruz es la verdad. Pero hay muchas personas que dicen que sus pecados han sido redimidos con tan solo creer en la sangre derramada en la Cruz y mediante las oraciones de penitencia. ¿Se borraron los pecados de sus corazones y conciencias al ofrecer estas oraciones de penitencia? Es imposible. 
Si son cristianos, deben conocer la salvación de esta verdad, que Jesucristo vino al mundo y tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. A pesar de este prueba, ¿siguen ignorando la verdad sin intentar conocerla ni creer en ella? Si es así, no pueden decir que creen en Jesús como su Salvador. Si es así están cometiendo el pecado de burlarse de Jesús, de rebajar y odiar Su nombre. En otras palabras, están cometiendo el pecado de blasfemas el nombre de Jesús y burlarse de Dios por su propia voluntad. Jesús vino a este mundo e hizo que nuestros pecados desapareciesen, y según este objetivo de Su venida, fue bautizado para cargar con todos nuestros pecados y al cargar con los pecados del mundo y ser crucificado, pagó la condena de todos esos pecados. 
Pero a pesar de esta Verdad celestial, muchas personas no creen en esta salvación de Jesucristo, y por tanto están cometiendo un pecado imperdonable contra Dios. Al dejar el bautismo de Jesús fuera de este plan de salvación, que fue cumplido por Jesucristo, y creer en Él de cualquier manera que se considere apropiada, no pueden estar vestidos de la gracia de salvación. Pero a pesar de todas estas verdades, muchos cristianos no creen en la verdad tal y como es, es decir que Jesús ha borrado todos sus pecados, y siguen sus propios pensamientos y creen en verdades retorcidas en las que quieren creer. Hoy en día, los corazones de la gente han sido endurecidos por su fe doctrinal errónea y por eso cree que sus pecados pueden ser borrados al creer en la sangre derramada en la Cruz solamente. 
Pero la respuesta de la salvación planeada por Dios es la siguiente: la remisión eterna de los pecados se recibe al creer en el bautismo de Jesús, la Cruz y Su resurrección. Pero hay muchas personas que creen en Jesús al quitar su bautismo de la verdad de salvación y creen que la siguiente ecuación es cierta: «La fe en Jesús (la Cruz y Su resurrección) + oraciones de penitencia + obras buenas = salvación conseguida mediante la santificación». Los que creen en esto solo están diciendo con palabras que han recibido la remisión de sus pecados, pero la verdad es que sus corazones están llenos de pecados sin resolver. 
Los que creen solamente en la Cruz de Jesús acaban teniendo más pecados. ¿Por qué no creen en esta verdad tal y como está dicho que Jesús borró todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista; pero creen en doctrinas humanas falsas aunque digan creer en Jesús? Deben darse cuenta del hecho de que todos las tablas del Tabernáculo hechos de madera de acacia tenían dos protuberancias, y que debajo tenía basas de plata para fijarlos en el suelo. El Evangelio del agua y el Espíritu (el bautismo que Jesús recibió y la sangre derramada en la Cruz) es la Verdad absoluta. 
Cuando abrimos la puerta del atrio del Tabernáculo y entramos en el patio mismo, lo primero que vemos es el altar del holocausto y la fuente de bronce. ¿Qué clase de lugar es el altar del holocausto? Es el lugar donde se realizan los holocaustos. Es el lugar donde las ofrendas que cargaban con los pecados de los israelitas eran condenadas por ellos. ¿Qué clase de lugar es la fuente? Es el lugar donde se lavan los cuerpos. En otras palabras, era el lugar donde los corazones manchados por el pecado se lavaban. Solo cuando pasamos por este proceso por fe podemos abrir la puerta del Tabernáculo y entrar en la Casa de Dios y no antes de esto. 
La puerta del Tabernáculo estaba hecha de hilos azul, púrpura y carmesí e lino fino torcido. Estaba tejida con lino fino con pedrería e hilos de color azul, púrpura y carmesí. Para entrar en el Reino de Dios debemos creer en esta verdad. Solo podemos entrar en el Reino de Dios cuando tenemos fe en los ministerios de Jesús manifestados en los hilos azul, púrpura y carmesí. El hilo azul se refiere al bautismo que Jesús recibió, el hilo púrpura nos dice que Jesucristo es Dios. El hilo carmesí nos dice que Jesús pagó la condena de todos nuestros pecados con la sangre que derramó en la Cruz. 
¿Siguen teniendo pecados intactos en sus corazones? ¿Tienen pecados en el centro de sus corazones? Si tienen pecados en sus corazones aunque creen en Jesucristo hay un problema grave con su fe. Como creen en Jesús como si se tratase de una mera religión, sus conciencias no están limpias y todavía tienen pecados. Pero al creer en Dios a través de la verdad manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido, pueden limpiar sus conciencias. 
El hecho de que puedan darse cuenta de que son pecadores porque no creen en Jesús correctamente es algo de lo que estar agradecidos. ¿Por qué? Porque los que se dan cuenta de que tienen pecados reconocerán que no pueden evitar ir al infierno por este pecado, y cuando hacen esto pueden convertirse en pobres de espíritu finalmente y así pueden escuchar la Palabra de la verdadera salvación. 
Si quieren recibir la remisión de los pecados de Dios ahora, sus corazones deben estar preparados. Los que tienen un corazón preparado ante Dios podrán admitirle de esta manera: «He creído en Jesús durante mucho tiempo, pero todavía tengo pecados en mi corazón. Como el precio del pecado es la muerte, no puedo evitar ser arrojado al infierno. Dios, quiero recibir la remisión de los pecados». Así, reconocen que son seres pecadores ante Dios. Los que reconocen la Palabra de Dios, los que creen que la Palabra de Dios se cumple exactamente como es, estos son los que tienen un corazón preparado. Estas personas escucharán esta Palabra, verán la Palabra con sus propios ojos y la confirmarán, y al hacer esto se darán cuenta de que: «He creído incorrectamente todo este tiempo. Hay muchas personas que están cometiendo el mismo error ahora». Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, sin importar lo que digan o piensen los demás, recibirán sin falta la remisión de todos sus pecados. 
Cuando pienso en cuántas personas están creyendo de manera incorrecta, y cuántas personas están caminando por el camino equivocado, mi corazón siente dolor. Hermanos y hermanas, el Evangelio con el que el Señor nos ha salvado de nuestros pecados fue cumplido por el bautismo que Jesús recibió y la sangre que derramó en la Cruz. Jesús tomó todos nuestros pecados con Su bautismo, cargó con la condena del pecado con la sangre derramada en la Cruz y así nos ha salvado. Así, debemos creer que Dios nos ha salvado al darnos la fe que cree en la verdad manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí y el lino fino torcido. Estoy muy agradecido por el hecho de que Jesucristo nos ha salvado personalmente de esta manera. Ustedes y yo, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, tenemos siempre fe y nuestros corazones nunca fallan. 
 
 

Los que han sido salvados de sus pecados deben defender su fe al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Este mundo está tan lleno de doctrinas malvadas que incluso los corazones de los nacidos de nuevo pueden ser tentados y manchados. Por eso Jesucristo dijo: «Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes» (Marcos 8, 15). No podemos contar cuántas enseñanzas deterioradas hay que manchan los corazones de la gente con tan solo oírlas una vez. Debemos darnos cuenta de cómo este mundo está lleno de inmoralidad sexual. Los que creemos debemos saber exactamente en qué tipo de era estamos viviendo para poder defender nuestra fe. Pero, aunque vivimos en este mundo pecador, en nuestros corazones está la verdad de que el Señor nos ha librado de todos nuestros pecados. La Palabra del testimonio que da testimonio de nuestra salvación es el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos tener fe en la Verdad que no se deja influir por el mundo y lo sigue. 
Este mundo no es de la verdad, sino que está lleno de los mentirosos de Satanás. Sin embargo Dios nos dijo que los justos pueden vencer al mundo. Por su fe en el Evangelio de esta verdad inamovible los justos pueden vencer al Diablo y al mundo. Aunque seamos insuficientes nuestros corazones, nuestros pensamientos y nuestros cuerpos están todavía en la Casa de Dios y están firmes en el Evangelio de la salvación con fe. Estamos firmes en el Evangelio del agua y el Espíritu con el que el Señor nos ha salvado perfectamente.
Las tablas de madera de acacia, que  hacían de pilares y de paredes del Tabernáculo, estaban recubiertos de oro. Como las tablas están sujetos por basas de  plata estaban firmes y no se movían. De la misma manera, la fe de los que hemos nacido de nuevo por el agua y el Espíritu nunca cambia. De la misma manera en que el oro recubría las tablas de manera  de acacia y no cambiaba, nuestra fe que es como el oro puro nunca cambia, ya que somos como madera de acacia que podían quemarse pero fuimos salvados perfectamente.
Gracias a esto estamos muy agradecidos a Dios. Aunque el pecado abunde en este mundo, por los menos los justos tenemos conciencias sin mancha y una fe que brilla como el oro en nuestros corazones. Los justos viviremos con una vida que vence al mundo por esta fe. Hasta el día en que el Señor vuelva, e incluso después de haber entrado en Su Reino, todos nosotros alabaremos esta fe. Alabaremos para siempre al Señor que nos ha salvado y alabaremos a Dios por danos esta fe. 
Nuestra fe sincera no se vendrá abajo en ninguna circunstancia porque está construida sobre la roca. Por tanto, pase lo que pase mientras vivimos en este mundo hasta el día en que nos presentemos ante el Señor, defenderemos nuestros corazones por fe. Aunque este mundo sea destruido, aunque se ahogue en el pecado y aunque sea peor que Sodoma y Gomorra, no seguiremos a este mundo, sino que creeremos en Dios sin dudar, seguiremos Su justicia, y seguiremos predicando los dos ministerios de Dios (el bautismo de Jesús y Su muerte en la Cruz) de la salvación, las verdaderas gracias de Dios. 
Estoy completamente sorprendido por la gracia de Dios, de cómo hemos llegado a creer en este Evangelio del agua y el Espíritu. Estoy infinitamente agradecido por cómo hemos llegado a conocer y creer en este Evangelio, y cómo podemos hacer las buenas obras de Dios. Como el Evangelio del agua y el Espíritu es la gracia de Dios que nos ha dado gratuitamente, todo lo que podemos darle a nuestro Señor es las gracias con nuestra fe y predicar esta Verdad del Evangelio hasta el día en que vuelva. 
Le doy gracias a Dios por esta verdad. 
 
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El TABERNÁCULO (III): Una Sombra del Evangelio del Agua y el Espíritu