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佈道

Tema 15: Gálatas

[Capítulo 6-3] Sirvamos a Dios y ayudemos a los demás con su carga (Gálatas 6, 1-10)

Sirvamos a Dios y ayudemos a los demás con su carga(Gálatas 6, 1-10)
«Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga. El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe».
 

El pasaje de las Escrituras de hoy dice que si el pecado de un hermano sale a la luz, debemos restaurar a esa persona con amabilidad y examinarnos a nosotros mismos. Primero debemos examinar nuestra propia fe.
En las iglesias cristianas que no tienen el Evangelio del agua y el Espíritu, suele haber una serie de normas denominadas «disciplina de la Iglesia». En estas iglesias, cuando un miembro o alguien que ocupa un cargo comete un pecado, se abre un tribunal y se toman medidas disciplinarias. Así que según la gravedad de la ofensa, en el caso de los cargos, se pueden adoptar medidas como la suspensión, el despido, la destitución y la expulsión, y en el caso de los seglares se puede sancionar con una reprimenda, una amonestación, suspensión de la comunión y la expulsión.
Aunque estas sanciones parezcan apropiadas, no lo son. ¿Cuál es la manera bíblica de tratar a los hermanos que han cometido una ofensa? El pasaje de las Escrituras dice que debemos restauran a esa persona con amabilidad. En la Iglesia de Dios, la reunión de los santos nacidos de nuevo, esto se hace posible gracias a la fe en que el Señor ha borrado todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Tenemos que restaurar a los que cometen ofensas mediante nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, desearles lo mejor para sus almas y examinarnos a nosotros mismos, para no caer en el pecado. 
El Apóstol Pablo dijo: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6, 2). Ustedes y yo servimos al Señor a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, buscamos la voluntad de Dios por esta fe y la seguimos por fe también. Así es como servimos al Señor por el poder que Él nos ha dado. En realidad, la carga que sobrellevamos por la obra de Dios es una carga justa. Aunque no es fácil servir al Señor y predicar el Evangelio debemos trabajar duro y compartir nuestra carga y sólo entonces podemos cumplir la ley de Cristo.
El Señor dijo que cada uno debía sobrellevar su carga. La carga que debemos sobrellevar se refiere a la obra de servir al Evangelio del agua y el Espíritu. En Cristo, todos nosotros tenemos ciertas tareas que debemos llevar a cabo. Como han recibido la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo han servido, Dios está intentando hacerles obreros Suyos. Por eso los justos deben ser obreros de Dios que lleven a cabo Su obra.
Los justos tienen que hacer una gran cantidad de trabajo para servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso el Señor dijo: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo». Hay muchas cosas que tenemos que hacer para difundir el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que en vez de llevar toda la carga nosotros solos, debemos compartir la carga del Evangelio y debemos servir al Evangelio desde nuestra posición.
Nuestra obra ha aumentado más para servir al Evangelio de Dios. Cuando nuestra fe es joven, a veces deseamos vivir por nosotros mismos. Pero cuando seguimos sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu, nos damos cuenta de que esto no es correcto. Cuando crecemos espiritualmente poco a poco, nos damos cuenta de que hay muchas cargas del Evangelio que debemos sobrellevar. Para predicar el Evangelio a otras almas, primero debemos armarnos de fe, rezar y prestar atención a las obras del Evangelio que se llevan a cabo en la Iglesia de Dios. Sólo cuando compartimos nuestra carga podemos predicar el Evangelio por todo el mundo.
Por eso, si no vivimos por fe, no podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso debemos sobrellevar estas cargas que se nos han asignado. Deben sobrellevar la carga del ministerio del Evangelio que Dios les ha asignado, y no deshacerse de esa carga. El Apóstol Pablo nos dijo que sobrellevásemos la carga de los demás, y por eso sabemos que esto es lo que debemos hacer para difundir el Evangelio. Debemos reflexionar sobre esta pregunta: «¿Qué obras me ha encomendado Dios?». Debemos sobrellevar la carga de los demás voluntariamente; y entonces debemos ser fieles a las obras que se nos han encomendado hasta morir por ellas.
Dios nos dijo que sobrellevásemos la carga de los demás y por eso debemos terminar la obra que se nos ha asignado a cada uno de nosotros. Si no lo hacemos, las obras que Dios nos ha encomendado no se cumplirán. Estoy seguro de que si unimos nuestros corazones a esta misión evangélica, todos nosotros, sin importar quiénes seamos, llevaremos a cabo todas nuestras tareas. Los que han ofrecido sus vidas al Señor están llenos de felicidad y orgullo cuando terminan las obras que se les han asignado.
Si de verdad conocen la voluntad de Dios un poco, entonces, ya sean estudiantes, adultos, amas de casa o jóvenes, no dirán: «No tengo ninguna misión». Así que estoy seguro de que en nuestra Iglesia no hay nadie que pueda decir: «No tengo nada que hacer porque nadie me ha encomendado ninguna obra». ¿Por qué no hay una obra que puedan llevar a cabo si han recibido la remisión de los pecados y viven vidas de fe en la Iglesia de Dios? En realidad hay muchas obras en la Iglesia de Dios que esperan ser llevadas a cabo por el Evangelio del agua y el Espíritu.
Debemos examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos viviendo por el Evangelio de Dios. La Biblia dice que debemos sobrellevar la carga de los demás y por eso debemos examinar la obra de Dios. Debemos pensar en lo que Dios nos ha encomendado y debemos examinarnos a nosotros mismos para ver si somos fieles a la obra que se nos ha encomendado. Cuando hacemos la obra de Dios, en vez de hacerlo a regañadientes, debemos hacerlo voluntariamente por fe.
Hace mucho tiempo, mientras leía Mateo 3, 13-17, encontré al Señor de Verdad por la gracia de Dios. Me di cuenta en ese momento de que: «El Señor me ha salvado al ser bautizado y tomar los pecados del mundo sobre sí mismo de una vez por todas. Pero ¿qué pasa con todos estos cristiano? ¡Ninguno conoce este Evangelio de Verdad!». Así que en ese preciso instante, oré a Dios: «Padre, dame la fuerza para predicar el Evangelio por todo el mundo». Ya no me pude echar atrás a partir de entonces; nunca dejé de servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Por supuesto hubo momentos de crisis que representaron un obstáculo al servir al Evangelio del agua y el Espíritu, pero seguí predicándolo sin cesar. Esto se debe a que sabía que Dios me había dado la carga de proclamar este verdadero Evangelio hasta el final.
Sabía que si me libraba de la carga de servir y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, mucha gente detrás de mi sería destruida. Así que, aunque fui perseguido, todavía predicaba el Evangelio del agua y el Espíritu. A veces me dieron bofetadas, y otras veces me insultaron sin motivo, pero a pesar de ello, nunca dejé de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Precisamente porque Dios me ha encomendado esta carga, la llevo y predico el Evangelio. Tanto en los buenos tiempos como en los malos, nunca he abandonado esta obra de servir al Evangelio. Por eso sigo predicando este verdadero Evangelio hasta ahora.
A veces, me sentí tentado a comprometerme con los cristianos que no han nacido de nuevo. Cuando mi fe de nacido de nuevo era aún joven, pensé que debía abandonar y me preguntaba: «¿No puedo juntarme con los cristianos del mundo y seguir predicando el Evangelio del agua y el Espíritu yo sólo?». Pero este fue sólo un pensamiento carnal transitorio. El Espíritu Santo no me dejó solo en mi antigua denominación. Mis amigos y conocidos de aquella denominación se disgustaron mucho cuando me fui. Por mucho que insistieran en que me uniera a ellos, yo los rechacé.
De hecho no hay razón por la que los nacidos de nuevo no tengan éxito en el mundo. Como hemos nacido de nuevo del agua y el Espíritu y Dios es nuestro Padre, ¿hay algo que nos impida ser los mejores del mundo? Yo pensaba que podría convertirme en el líder de mi antigua denominación e incluso de todas las comunidades cristianas si volvía a mi antigua comunidad de cristianos pecadores. Sin embargo, aunque pudiera convertirme en la élite del mundo, no podría dejar de servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Nunca podría hacerlo. Aunque llevemos a cabo la obra más pequeña dentro de la Iglesia de Dios, estamos más contentos que los ricos, poderosos y famosos del mundo.
Del mismo modo en que yo tengo una carga que Dios me ha dado, ustedes también la tienen. Debemos sobrellevar la carga de los demás. Si tomamos la carga de Cristo, Él nos ayudará y nos bendecirá. Sin embargo, si dejamos nuestra carga, el Señor no nos ayudará ni nos aceptará. Si no servimos al Evangelio, Dios nos quitará la sabiduría para entender Su Palabra. Y también se llevará las bendiciones.
En vez de decir: «No puedo hacer la obra de Dios por esto y por lo otro», debemos examinar la obra de Dios y encontrar una tarea que podemos hacer y llevarla a cabo. Si son estudiantes, esto es lo que deben hacer: estudiar mucho, pero cuando surja la oportunidad, predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a sus amigos. Hay muchos estudiantes que sienten que sus vidas están vacías. Los adolescentes son lo suficientemente mayores como para ser contemplativos y por eso algunos adolescentes reflexionan sobre el sentido de la vida. No estoy seguro de que sean así los adolescentes de hoy en día, pero en mis tiempos empecé a sentirme vacío cuando entré en la pubertad cuando tenía 15 años. «¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Por qué debo vivir?». Estas preguntas empiezan a contemplarse cuando los niños van al instituto. Por supuesto, algunos no se plantean estas preguntas seriamente, pero la mayoría empiezan a hacerse preguntas a los 12 años.
Si hay alguien que no considera estas preguntas, es una persona peculiar. Podemos pensar que es como un cerdo. Los que no quieren ser como cerdos que sólo están contentos cuando se les da de comer, y de repente un día se les lleva al matadero, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por los nacidos de nuevo. A veces la gente se hace preguntas sobre la otra vida y sobre su alma, y entonces si los justos les ayudan un poco podrán recibir la remisión de los pecados. Por eso los estudiantes nacidos de nuevo deben predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a sus amigos.
No digan en la Iglesia de Dios: «No tengo nada que hacer». Si hay tanto que hacer en la Iglesia de Dios, ¿cómo pueden decir que no tienen nada que hacer? Al escuchar la Palabra de Dios y prestar atención al Espíritu Santo, creer en la Palabra y crecer en la fe, nos damos cuenta de por qué Dios nos está llamando. Una vez entendemos esta voluntad, tomamos la obra del Evangelio y la llevamos a cabo. Así es cómo sobrellevamos nuestra carga. No hay nadie entre nosotros que no tenga esta carga.
Todos tenemos nuestra carga. Los Apóstoles también tenían cargas. Nuestros ministros también tienen cargas. Todos y cada uno de nosotros tiene una carga, desde los jóvenes hasta los viejos, hombres y mujeres, niños y adolescentes en la escuela dominical. La única diferencia es la cantidad de trabajo que cada uno tiene encomendada, y cada nacido de nuevo tiene su propia carga.
Cuando nuestra fe es joven, puede ser una carga venir a la Iglesia de Dios y escuchar la Palabra de Dios. Pero deben sobrellevar esta carga. Escuchar la Palabra de Dios es una obra muy importante que todos tenemos que hacer. El Señor dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado» (Juan 6, 29).
Hay mucho que hacer por el Evangelio de Dios, Cuando llevamos a cabo una obra de Dios determinada, siempre pensamos: «Cuando esta obra esté terminada, descansaremos un poco». Pero cuando acabamos esa obra, hay más trabajo esperándonos y por eso tenemos que trabajar más. Mis queridos hermanos, mientras servimos al Señor, la carga aumente cada vez más. Sin embargo, cuando sobrellevamos la carga del Señor, Él la comparte con nosotros y nuestra carga se hace ligera. Gracias a que el Señor nos ayuda, nuestra carga se puede sobrellevar fácilmente aunque aumente cada vez.
Hace poco actualizamos nuestra página Web para que vinieran cada vez más visitantes. Muchos obreros trabajaron día y noche durante meses en este proyecto. Esto se debe a que no sólo actualizamos la página en inglés, sino que tuvimos que traducirlo todo y actualizarla en más de 20 idiomas. Como resultado, tenemos cada vez más visitantes que vienen a nuestra página Web y tienen acceso a nuestros materiales. Todo nuestro trabajo no ha sido en vano.
Como cada uno de nosotros ha sobrellevado su carga, hemos visto muchos frutos espirituales. Gracias a que hemos sobrellevado nuestras cargas con la ayuda de todos y hemos cumplido nuestras tareas desde nuestras posiciones respectivas, hemos publicados muchos libros sobre el Evangelio y ahora los estamos compartiendo con todo el mundo. Como hemos traducido los libros del Evangelio del agua y el Espíritu en muchos idiomas del mundo y los hemos puesto en nuestra página Web en formato e-book y en papel, gente de todo el mundo puede descargar nuestros e-books y pedir la versión en papel.
AL trabajar juntos el Evangelio se está difundiendo con gran éxito. Últimamente hemos muchos alemanes han visitado nuestra página Web. Si 20 de nuestros obreros fueran a Alemania a predicar, ¿conseguiríamos una décima parte de los que hemos conseguido predicando el Evangelio a través de Internet? No, nunca conseguiríamos lo que hemos conseguido aquí en Corea a través de Internet.
Todavía quedan muchos países en los que el Evangelio del agua y el Espíritu no ha entrado. Aunque nuestra cantidad de trabajo es diferente en cada uno de nosotros, todos tenemos mucho que hacer. No podemos permitirnos descansar el Día del Señor, aunque queramos descansar tan sólo un día de la semana. Esto se debe a que no podemos dejar de cumplir nuestra tarea y dejar que el Evangelio se difunda más despacio. Si cumplimos todas nuestras tareas en la posición en la que estemos, podremos cumplir la voluntad de Dios de proclamar el Evangelio por todo el mundo. Si tenemos suficientes recursos económicos podemos traducir nuestros libros en todos los idiomas y sólo si somos diligentes podemos difundir el Evangelio a todas las naciones del mundo más rápidamente.
Dios dijo que todo el que asigna una obra a Sus obreros, debe ser diligente. Si alguien es perezoso no puede inspirar a otros obreros a hacer la obra de Dios. Quien asigne la obra de Dios a otros debe ser más diligente que ellos e inspirar a otros obreros. Cuando los que trabajan a su cargo duermen, él tiene que preparar su trabajo y asignárselo. Como es el que delega la obra de Dios a los obreros, tiene mucho que hacer. Quien recibe la remisión de los pecados, tiene muchas tareas que hacer.
Nosotros también necesitamos a gente que rece por nosotros. Durante la hora de adoración de hoy, un diácono ha orado en nuestro lugar. Ha orado por todos nuestros obreros que trabajan en todas las naciones, desde los Estados Unidos hasta China, Japón, Rusia y Mongolia; por nuestros compañeros de todo el mundo y por las almas perdidas en todos los rincones del mundo. Así, si tenemos que rezar por todas las naciones, hay mucho que rezar. Creo que no es en vano rezar y pedir la ayuda de Dios para nuestros ministros, las almas perdidas y por todas las naciones. Creo que Dios responderá sus plegarias y nos ayudará.
Puede haber santos que recen por la difusión de este verdadero Evangelio, así que si piensan que no tienen nada más que hacer, recen. Las oraciones son muy importantes, de ahí que nos reunamos en la Iglesia para rezar por las mañanas.
Si les soy sincero, estoy tan ocupado en el ministerio actual que no tengo demasiado tiempo para rezar a Dios. Incluso cuando rezo, lo hago cuando estoy con nuestros obreros y mis oraciones son muy generales, en vez de ser específicas y concretas. Como no puedo rezar mucho necesito que otros recen por mí. El Apóstol Pablo pidió esas oraciones diciendo: «Orad por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio» (Éfesos 6, 19). Los que rezan, deben rezar fielmente, y los que trabajan, deben llevar a cabo sus obras fielmente. Así es como podemos sobrellevar las cargas de los demás.
Todos nosotros debemos ser fieles en la tarea que se nos ha asignado. No podemos hacer el trabajo a medias y decir que es suficiente, porque estamos trabajando por Dios mediante la fe. La obra de Dios es algo que debe hacerse con dedicación. Si no conseguimos algo después de haber movilizado todos los recursos posibles, debemos pedir ayuda a Dios y seguir trabajando.
Puede que algunos de ustedes se digan: «Estaba muy ocupado cuando estaba en mi antigua iglesia, pero ahora que he entrado en la Iglesia de Dios después de haber sido salvado de mis pecados, no tengo que hacer nada». Si sienten que no hay nada que hacer después de entrar en la Iglesia de Dios, esto es lo que deben hacer: en primer lugar, deben ir a los oficios religiosos y escuchar la Palabra atentamente; en segundo lugar, deben participar en todas las actividades que la Iglesia organiza, aunque sea sólo hacer recados. Todos nosotros debemos llevar a cabo la tarea que se nos ha encomendado. Sólo cuando somos fieles a nuestras tareas podemos hacer la obra de Dios con éxito. Cuando empezamos a hacer la obra de Dios personalmente, nos damos cuenta de que hay mucho que hacer.
Mientras que algunos en la Iglesia de Dios tienen mucho que hacer, otros, por otro lado, tienen poco que hacer. Por tanto, mientras su fe crece, deben seguir a sus predecesores de la fe; hagan lo que hagan estos predecesores, deben unirse a ellos. Y deben hacerlo voluntariamente. Así aprenden acerca de la obra de Dios, de la fe en el Señor y sirven al Señor. Los que cumplen sus tareas, tienen otra tarea esperando para que puedan seguir llevando a cabo la obra de Dios.
 


Por eso debemos sobrellevar la carga de servir al Evangelio del agua y el Espíritu


Ustedes y yo debemos recordar la Palabra que dice que debemos sobrellevar la carga de los demás. El pasaje de las escrituras de hoy dice: «Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga» (Gálatas 6, 3-5).
Dios dijo que quien es instruido en la Palabra debe compartir las cosas buenas con el que le instruye. Y Dios dijo que quien se crea ser más que los demás, no es nadie, se está engañando a sí mismo. «¿Es mi fe correcta? De verdad creo en Dios y confío en Él, ¿he puesto mi corazón en el Señor? ¿Estoy siguiendo al Señor donde me lleva, separado del mundo? ¿Por casualidad estoy intentado vivir por mí mismo sin separar mi corazón? ¿Es realmente correcta mi fe? ¿Soy un obrero de Dios? ¿Soy siervo de Dios?». Deben examinarse a sí mismos para contestar estas preguntas.
La Biblia dice que si alguien se cree más que los demás, no es nadie y se está engañando a sí mismo. Aunque vivamos con fe, si nos examinamos ante Dios, vemos que hay muchos aspectos de nuestra vida que no han cambiado. Cuando nos observamos a nosotros mismos para ver si creemos completamente en el Señor, si de verdad vivimos con Él y si hemos sido glorificados con Él, vemos que en muchos casos no es así. Ante Dios debemos aprender la Verdad que nos lleva a conocer Su justicia. Para ellos debemos quitar la suciedad de nuestros corazones y seguir al Señor por fe, paso a paso. Cuando reflexionamos sobre nosotros mismo en la Palabra, debemos averiguar si nuestra fe es correcta o no. Y debemos convertirnos en hombres y mujeres de fe para enseñar a los demás.
Pablo dijo: «El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye» (Gálatas 6, 6). Esto es lo correcto. Los que enseñan la Palabra de Dios deben creer en la Palabra de Dios y seguirla porque están a cargo de la tarea de enseñar la Palabra. Los que son instruidos deben creer en todo lo que Dios dijo y seguirlo uniendo sus corazones con los que les enseñan.
Entonces el Apóstol Pablo siguió diciendo: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6, 7). Dios nos dijo que no puede ser burlado. Esto significa que no debemos pensar que podemos engañar a Dios. Si fingimos que nuestra fe está madura cuando no es así, Dios lo sabe todo.
Dios dice: «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6, 7). Se dice que todo lo que se siembra en la voluntad de la carne, produce corrupción, pero si siembra en la voluntad del Espíritu, segará vida eterna. En otras palabras, después de nacer de nuevo, los nacidos de nuevo seguimos haciendo la obra de la carne y la del Espíritu, y segaremos lo que hayamos sembrado. A veces, por culpa de las insuficiencias de nuestra carne, sembramos cosas de la carne. Sin embargo, si seguimos sirviendo al Señor por fe y trabajamos para Él, estamos sembrando en el Espíritu. Cuando seguimos sirviendo al Evangelio de varias maneras, el Evangelio sigue siendo proclamado por todo el mundo y mucha más gente recibe la remisión de los pecados. Así que puede haber cosas perecederas en nuestras vidas, pero también hay cosas eternas. Salvar a las almas del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu es la obra espiritual que siega los frutos del Espíritu Santo. Al llevar a cabo estas obras espirituales, segamos el fruto del Espíritu Santo.
Sabemos que el Señor dijo algo que es aparentemente obvio. Si servimos a este Evangelio ahora, daremos frutos espirituales, pero si no lo servimos, daremos frutos de la carne y pereceremos. En otras palabras, el tipo de fruto que damos depende de a quién servimos cuando hemos recibido la remisión de los pecados.
 


Ahora estamos llevando a cabo una misión por todo el mundo


Ahora hay mucha gente en este mundo que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo sigue. Sabemos que hay muchos que no lo conocen todavía, pero que creen en este Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones. Hay muchos que, aunque no están seguros, se unirán a nosotros en la línea de los mártires de los últimos tiempos, harán la misma confesión de fe y serán mártires con nosotros.
Si predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu ahora mismo, ellos segarán el fruto del Espíritu Santo, pero si no lo predicamos, no darán el fruto de la salvación. ¿Cómo puede un granjero segar una cosecha en otoño sin haber sembrado en primavera? Lo mismo se aplica a los asuntos espirituales. Es absolutamente indispensable que vivamos por la fe, confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu, rezando por el Evangelio y practicando nuestra fe en la vida diaria. Aunque seamos insuficientes, Dios quiere que difundamos el Evangelio por todo el mundo.
Cuando viajo al extranjero, me encuentro a muchos misioneros de Corea en comunidades locales. Pero cuando se acercan a nosotros, que hemos ido allí para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, se portan mal con nosotros. Ellos sólo fingen ser amables, pero en realidad quieren echarnos de su territorio. Deberían alegrarse cuando les decimos que hemos venido a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, pero en realidad sospechan de nosotros. Nos hacen muchas preguntas, como cuándo llegamos, por qué hemos ido allí y cuál es nuestra denominación, como si estuvieran interrogando a un criminal. Esta gente no sirve al Evangelio del agua y el Espíritu. Están demasiado ocupados difundiendo el nombre de sus denominaciones y sus líderes religiosos. No tienen ningún interés en predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente, ni en salvarla. No conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y no tienen nada que ver con él.
Entre los que tienen fama por su trabajo como misioneros, hay muchos que sólo predican sus propios nombres o su propia justicia. Por ejemplo, Livingston, que se considera un santo en África. Fue al rincón más remoto de África para proporcionar servicios médicos a los enfermos y cuidarlos. Por eso los africanos lo adoraban como a un santo. Pero su ministerio no tenía nada que ver con el Evangelio del agua y el Espíritu.
La Biblia dice: «Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas» (Salmo 126, 6). Creo que los que trabajan por el Evangelio del agua y el Espíritu hoy en día darán los frutos de la vida eterna. Debemos hacer estas obras y sobrellevar las cargas los unos con los otros. Debemos ofrecernos a la obra de Dios. Si somos los granos de trigo de Dios y nos dedicamos completamente al Señor, mucha gente se salvará gracias a lo que nosotros hacemos. A no ser que prediquemos el Evangelio, la gente del mundo morirá sin nacer de nuevo.
Aunque no estemos presentes en todo el mundo, predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo a través de nuestra literatura. Aunque es muy difícil, cumpliremos todo lo que Dios nos ha encomendado. Entonces, los malos días vendrán pronto. Cuando el mundo se ponga peor y no podamos predicar el Evangelio, ese día bailaremos, festejaremos y saltaremos de gozo. Y cuando la hora del martirio venga, seremos martirizados voluntariamente, esperando el Reino de Dios y llenos del Espíritu. Entonces gritaremos: «¡Matadme pronto! ¡Quiero que el Reino del Señor venga pronto!».
Mis queridos hermanos, los que han dedicado sus corazones al Señor en sus vidas, no tienen miedo al martirio. ¿Creen que estoy mintiendo? La muerte, mis queridos hermanos, da miedo cuando se contempla desde el punto de vista carnal. Pero cuando la observamos desde un punto de vista espiritual, no da miedo. No tenemos a la muerte porque tenemos esperanza en la otra vida.
En este momento, cuando todavía podemos difundir el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos vivir por este Evangelio. Y debemos sembrar muchas semillas por el Evangelio. No podemos parar ahora. Nuestra meta todavía está muy lejos. Hay muchos países en los que la gente no conoce el cristianismo y además son países subdesarrollados. La gente de estos lugares no conoce a Dios.
Cuando visité Mongolia hace unos años, le pregunté a una persona sobre Dios, y me dijo que Dios era Buda. En otras palabras, los mongoles creen que Buda es Dios. Su concepto de la deidad no está definido por la palabra Dios, sino por la palabra Buda, y creen que Buda es la deidad todopoderosa. Debemos hacer que conozcan al verdadero Dios, Jesucristo, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos restaurar el nombre de Dios, Su posición y lugar, así como Su poder. Debemos enseñarles que mientras que Buda es un mero hombre, Dios es el verdadero Dios que creó el universo y todo lo que hay en él. Por eso tenemos mucho que hacer.
Del mismo modo en que un granjero no siega su cosecha con poco esfuerzo, nosotros debemos cultivar los campos de la mente humana para cosechar la salvación paso a paso. Un granjero ara el campo, siembra la semilla, fertiliza la tierra y cuando salen los primeros brotes, quita las malas hierbas y las plagas para poder segar en otoño. Así, nosotros también debemos sembrar la semilla del Evangelio según la estación, debemos quitar la mala hierba de las doctrinas falsas, echar el fertilizante de la Palabra a su debido tiempo y así alimentar a los nacidos de nuevo para que sean hijos de Dios y obreros Suyos. Por eso debemos predicar el Evangelio en estos países, y al hacerlo debemos rezar por ellos, poner nuestros recursos económicos en este ministerio y trabajar, al tiempo en que enviamos obreros allí para que prediquen.
Los que están en Corea deben trabajar duro para poder proporcionar recursos económicos para el Evangelio. En el ejército hay diferentes tipos de tropas, desde las tropas de combate hasta las tropas de provisión. En tiempos de guerra, las tropas de provisión proporcionan equipamiento a los que están en combate. Del mismo modo, para difundir el Evangelio por todo el mundo, debe haber obreros que lo prediquen, otros que proporcionen recursos económicos y otros que recen por la predicación del Evangelio.
Hay mucho trabajo que hacer por la obra de Dios. Estamos en tiempos difíciles y si nos rendimos ahora, no conseguiremos nada. Cuando enviamos nuestros libros a cada nación en su idioma y alimentamos a nuestros obreros, salvamos muchas almas. No hay tiempo para sentarse de brazos cruzados. Debemos tomar nuestra carga y trabajar mientras podamos llevar a cabo la obra de Dios. Hay mucho que hacer.
Queríamos predicar el Evangelio a países de Indochina como Vietnam, Laos y Camboya, pero nos dijeron que no podíamos predicar el Evangelio libremente en estos países porque habían estado bajo regímenes comunistas hasta hace poco. ¿Cómo podemos predicar el Evangelio en estos países? Una manera efectiva sería buscar gente de estos países que hayan venido a Corea como inmigrantes, enseñarles el Evangelio del agua y el Espíritu, hacerlos discípulos y enviarlos a sus países. Así Dios nos dará la oportunidad de servir al Evangelio de diferentes maneras, siempre y cuando queramos servirlo diligentemente.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dijo Pablo en Gálatas 6, 9: «No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos». Pablo nos dijo que debíamos hacer el bien y trabajar duro. Si servimos al Evangelio diligentemente, rezamos y no nos cansamos, segaremos a su debido tiempo. En otras palabras, segaremos si no desmayamos.
Probablemente hayan oído muchas veces cómo gente de todo el mundo nos envía cartas de agradecimiento para contarnos su experiencia de salvación. ¿Podríamos haber segado a esta gente si no hubiésemos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu? Gracias a que hemos publicado nuestros libros sobre el Evangelio podemos cosechar estos frutos de salvación con alegría. Alguien confesó que aunque había estudiado Teología durante toda su vida, fue uno de nuestros libros el que dejó huella en él.
Pablo dijo: «No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos» (Gálatas 6, 9). Como se promete en este pasaje, si llevamos a cabo la obra de Dios diligentemente, segaremos los abundantes frutos de la fe. Tenemos que hacer la obra de Dios diligentemente mientras tengamos la oportunidad de hacerlo.
Pablo siguió diciendo: «Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gálatas 6, 10). Y los nacidos de nuevo deben ayudar a sus hermanos y hermanas nacidos de nuevo. Debemos enseñarles: «Nosotros, los nacidos de nuevo, debemos vivir por fe», rezar por ellos y enseñarles a vivir por fe, y si necesitan nuestra ayuda, debemos ayudarles. Si se hace con el fin de predicar el Evangelio, está bien que los nacidos de nuevo sean atentos con su familia. Pero no está bien sacrificarse demasiado por el beneficio físico de la familia.
Debemos servir el Evangelio del agua y el Espíritu y predicarlo cuando la ocasión se presente. El tiempo pasa sin demora, pero ¿qué estamos haciendo? ¿Qué hemos hecho? ¿Y qué debemos seguir haciendo en el futuro? Debemos reflexionar sobre nosotros mismos para no perder el tiempo en vano. Pondremos más libros electrónicos en nuestra página Web y trabajaremos más duro para que cada día más de 10.000 personas de todo el mundo se descarguen nuestros libros.
Ahora podemos ir a cualquier parte del mundo en un abrir y cerrar de ojo, no como en el pasado, cuando sólo se podía viajar a caballo o en barco. El mundo entero está hundido. Este es el momento ideal para difundir el Evangelio con más fuerza. Ahora podemos trabajar para el mundo entero. Mis queridos hermanos, no digo esto para quejarme de que trabajen poco, sino que les quiero decir que debemos compartir la carga de Cristo y que debemos pensar en cómo hacerlo.
Hasta este momento, todos ustedes han sobrellevado cargas inmensas, pero no deben desanimarse, sino que deben sobrellevar la carga del Evangelio y predicarlo por todo el mundo hasta el día en que el Señor vuelva. Pronto llegará el día en que no podremos predicar el Evangelio, así que sobrellevemos nuestra carga por el bien del Evangelio mientras podamos predicarlo.
¿Sienten que su carga es ya bastante pesada pero aún se les pide que lleven más carga? ¿Piensan que es imposible de sobrellevar y les gustaría que les quitarán la carga de encima? La carga del Señor es una carga misteriosa; cuanto más soportamos, más fuerza tenemos y así podemos cargar con todo. Si la carga es demasiado pesada, el Señor la lleva por nosotros, así que aunque la carga del Señor aumente, no se hace más pesada para nosotros. Cuanto más pesada es la carga del Señor, más ligera se hace; pero si nos la quitamos de encima, la carga del mundo se nos caerá encima.
Doy gracias a nuestro Señor. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos vestidos con la gloria que nos permite sobrellevar la carga del Señor. ¡Aleluya!