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佈道

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 19-7] El siervo que devolvió una mina no sirvió al Señor como Su Rey (Lucas 19, 11-27)

El siervo que devolvió una mina no sirvió al Señor como Su Rey(Lucas 19, 11-27)
«Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí».
 
 

¿Quién es esta gente?

 
Basándonos en lo que hemos leído hoy, vamos a pensar en el juicio justo de nuestro Señor. Empezaré con una oración para que todos recibamos las recompensas al final como prometió el Señor.
Últimamente estoy muy ocupado terminando mis libros. Sé que esto es servir al Evangelio justo del Señor. Cuando empezamos algo es mejor terminarlo tan rápido como podamos, porque hay momentos en que no se puede. Vamos a publicar las ediciones en alemán de nuestro tercer libro y el primer comentario del Libro de Romanos. Tenemos que publicar un libro con comentario del credo de los Apóstoles titulado «Los principios elementales de Cristo». Sé que esos libros ayudarán a muchas personas de todo el mundo a servir el Evangelio cuando vayan al mundo con diferentes idiomas.
En el pasaje de las Escrituras de hoy Jesús les contó una parábola a Sus discípulos. Hay versículos que dicen: «Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo» (Lucas 19, 12-13). Y el siguiente versículo dice: «No queremos que éste reine sobre nosotros» (Lucas 19, 14). Esta parábola que dio el Señor iba dirigida a nosotros, para darle una lección valiosa a la Iglesia de Dios.
Como está escrito, el noble les dio una mina a todos sus siervos, les dijo que negociasen con ellas, se fue a un país lejano y volvió. Entre ellos uno consiguió diez minas comerciando; y otro consiguió cinco. Pero uno de los diez siervos no hizo negocios y se guardó la mina en un pañuelo. Cuando le entregó el dinero a su maestro, dijo: «Te considero un hombre malvado. Te tengo miedo. Intentas recoger donde no has dado y cosechar donde no has sembrado. He Escondido el dinero en mi pañuelo. Toma lo que me diste y no digas nada».
Entonces, ¿qué hizo el maestro? Alabó al siervo que había ganado las diez minas y le dio diez como su recompensa; encomendó al siervo que había ganado cinco minas diciendo que había sido fiel y le dio cinco ciudades. Pero al siervo que se guardó el dinero en el pañuelo y se lo devolvió al maestro le dijo: «Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas».
El hombre que le devolvió la mina era el siervo que no quería que el maestro fuera su rey. ¿Qué podemos averiguar a través de este pasaje? Podemos ver que hay personas que creen en Jesucristo pero no quieren que sea su Rey. Actúan de la misma manera que el siervo que le devolvió una mina y al final fue castigado.
Por otro lado, ¿qué pasa con los que confían en Jesús y le siguen como su Rey? Los que hacen negocios con lealtad y ganan beneficios reciben mucha alabanza y bendiciones.
 
 

¿Qué piensa la gente de Jesús cuando no conoce Su justicia?

 
El siervo infiel que le devolvió la mina no consideró a Jesús como su Rey o su Dios. En otras religiones como el confucianismo, el hinduismo y el budismo, los seres humanos son los reyes. En otras palabras, los seres humanos se consideran dioses. Por ejemplo, ¿cómo es el dios del hinduismo? Creen que morir a uno mismo completamente es despertarse a uno mismo. Se dan cuenta de que hay un dios dentro de ellos. Así es como alcanzan la iluminación suprema o Nirvana. Este es el estado más alto en el que los hindúes se vacían a sí mismos y no sienten ningún ego. Según ellos, cuando no sienten emociones ni sentimientos humanos, como hambre o sed y no tienen ningún pensamiento, pueden llegar a ser como dios. Afirman que las personas que alcanzan ese estado de dios se reencarnarán en una familia rica y serán personas con virtudes que harán muchas cosas buenas por los demás. Creen que los seres humanos pueden ser como dioses si dan muerte a sus pensamientos y opiniones.
Mientras que el hinduismo se centra en el mundo que viene, el confucianismo se centra en el mundo presente. El confucianismo es una religión que busca el bienestar de los seres humanos en el mundo presente; no enfermar, no hacer cosas malas, educar bien a los hijos y estas cosas son los objetivos principales. El budismo es similar al hinduismo, y dice que los que llegan al alumbramiento más alto y se reencarnan serán buenas personas. Según estas personas, se reencarnarán en buenas personas en el mundo siguiente y llegarán a ser dioses y hacer buenas obras siempre y cuando paguen por las malas obras del mundo pasado haciendo buenas obras.
El denominador común de todas estas religiones es una ideología antropocéntrica. Para estas religiones el hombre es el rey. El hombre es dios. Y el hombre es el centro de todo.
Sin embargo, el cristianismo es diferente. Tenemos un Creador que lo creó todo, incluyendo a los hombres. Sabemos que somos Sus criaturas y que vino a este mundo por nosotros, fue bautizado, murió en la Cruz para salvar a todos los seres humanos. Nuestra doctrina dice que Dios nos salvó del pecado, la muerte, la destrucción, la maldición y el Diablo y nos adoptó como Sus hijos. Quien crea en Jesús, cree en esto.
Sin embargo, todavía hay muchos cristianos que son siervos infieles que le devuelven la mina. Aunque saben que Jesús es su Dios y Rey, no quieren servirle como su Rey. ¿Cómo entienden a Jesús en su relación con ellos? Piensan que son los reyes en el trono de su corazón y que Jesús solo aparece como el rey cuando necesitan Su ayuda. Por desgracia hay muchas personas así en la Iglesia. Incluso entre los que han nacidos de nuevo por el agua y el Espíritu hay algunas personas que piensan igual.
Cuando nos convertimos en nacidos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, también recibimos la remisión de los pecados y el Espíritu Santo como un don; y los que reciben el Espíritu Santo después de haber recibido la remisión de los pecados se convierte en Dios todopoderoso. Aun así hay algunas personas que no quieren que Jesús reine sobre ellos. ¿No es esto un problema? Sin embargo, incluso estas personas no pueden negar que Él es el Rey para ellos. Esto se debe a que el Señor es el Rey de toda la humanidad, pero algunas personas no lo reconocen.
 
 

Debemos preguntarnos quién sirve a Jesús como su rey y quien no

 
¿Cómo es la gente entre los cristianos que no sirve a Jesús como su Rey? Consideran que Jesús es muy importante, pero no pueden deshacerse de su ego. Aunque dicen creer en la Palabra de Dios y siguen la voluntad de Dios, tienen la tendencia de deshacerse de los retos y obstáculos porque son como reyes para sí mismos. Esa gente no puede dejar de lado su voluntad al creer en la Palabra de Dios.
La gente nace con ego. El ego tiene dos caras y la cara interior se llama autoestima. La gente que es como el siervo malvado tiene una autoestima alta ante Dios. Incluso después de recibir la remisión de los pecados, no puede someterse al Rey, porque no ha aprendido a someterse. No pueden obedecer al Señor. Por eso sienten remordimientos cuando el Señor les dice que hagan algo.
Los que no se han deshecho de sus voluntades y pensamientos son así porque no tienen a Jesús en el trono de sus corazones. Piensen en esto. Si sirven a Jesús como el Rey, ¿por qué son tan tercos ante Él? Incluso una palabra de los labios del Rey resuelve todos los problemas. La justicia propia puede romperse ante el Rey. Quiero que ustedes hagan esto. Espero que esto les ocurra a ustedes.
Mientras vivimos con fe a veces pensamos: «Estás hiriendo mi autoestima y me siento humillado. Esta vida no es decente. No puedo vivir con fe de esta manera, porque no puedo vivir como debo a pesar de haber recibido la remisión de los pecados». ¿Cuál es la razón? La razón es que no reconocimos a Jesucristo como nuestro Rey. Todavía no hemos bajado del trono de nuestros corazones.
Jesucristo era nuestro Rey mucho antes de nacer. Ahora debemos bajar del trono de nuestros corazones y dárselo a Jesús. Nuestro trabajo es reconocerle como nuestro Maestro diciendo: «Eres mi Señor, mi Cristo y el Hijo del Dios vivo. Eres Mi Creador, el Salvador que me salvó de los pecados y el Señor que reina sobre mi vida y muerte». Pero algunas personas son reyes para sí mismos como la gente de las otras religiones del mundo. Como son reyes para sí mismos no reconocen al verdadero Rey, Jesucristo.
Estas personas son iguales que el siervo infiel que le devolvió al maestro la mina. Entonces, ¿qué tipo de persona deben ser los que creen en Jesucristo? Deben convertirse en los que creen en Jesús como nuestro Rey. Debemos poder deshacernos de nuestra voluntad y opiniones, nuestros pensamientos y egos, solo si nuestro Rey está contento con nuestra disposición de sumisión. A veces tropezamos y nos hacemos tercos por nuestras debilidades, pero debemos hacer todo lo posible por ser humildes y dejar nuestra voluntad ante nuestro Rey. Cuando nos convertimos en este tipo de personas, podemos servir a nuestro Rey con sinceridad y así podemos recibir bendiciones y vivir una vida de fe fiel como obreros de la justicia de Dios.
Cuando Dios nos asigna Su obra, la obra de Su Iglesia, debemos considerarla nuestro trabajo. Cuando pensamos: «Como es la obra de nuestro Rey, es mi obra también» podemos trabajar duro como si fuera nuestra propia obra. Aunque suframos algunas pérdidas, podremos trabajar aún más porque el resultado será nuestro y del Rey.
Entonces, ¿qué pasa cuando no recibimos a Jesús como nuestro Rey? ¿Acaso no hay personas sin educación que escupen en el suelo? Quien no sirve a Jesús como su Rey es insolente como estas personas. Se están rebelando contra Jesús. Retan al Señor desde el fondo de su corazón y piensan: «Tengo una necesidad, ¿qué sermón inútil me estas dando? Solo me diste la salvación y ahora me están pidiendo que te entregue mi vida. ¡Qué triste! Da pena. Debería haberte pedido la salvación justo antes de morir». Hermanos y hermanas, si son siervos fieles dirán: «Su Alteza, Su gracia es tan grande» diga lo que diga el Rey.
Los reyes del mundo son débiles y conscientes de las opiniones de sus siervos cuando estos les retan y al final abdican al trono. Sin embargo, Jesús es el Rey Todopoderoso. Es el Dios Creador que creó el universo entero.
Pero a pesar de todo no reina con fuerza bruta. Creó el universo, nos salvó de todos los pecados y nos hizo Su pueblo. Cuando le retamos a pesar de la gracia que nos dio al redimirnos, adoptándonos como hijos de Dios, Jesús dirá: «Os he salvado. Así que quiero que viváis por otras personas. Si estáis agradecidos por vuestra salvación compartidla con otros». ¿Qué pasará si seguimos desafiándole? Aunque Jesús tenga el poder de castigarnos enseguida, deja Su juicio para más adelante. Y llamará a la próxima persona y le preguntará: «Quiero que hagas esto. ¿Puedes hacerlo por mí?». Si la persona es un siervo fiel, cumplirá con esta tarea diciendo: «Gracias por asignarme esta tarea aunque sea insuficiente». Jesús entonces les da más trabajo que hacer y les bendice.
Además vuelve a los que son desobedientes. Y les pregunta: «Siento no haber podido daros esta tarea la última vez, pero ¿os gustaría hacer mi obra esta vez si os doy otra oportunidad?». Si no la aceptan, Jesús no les vuelve a visitar. Cuando Jesús intenta darles algo que hacer, esas personas se oponen como si Jesús fuera a pedirles que hicieran algo más difícil de lo que pueden hacer o como si se estuviese metiendo en sus asuntos aunque hayan recibido muchas cosas de Jesús. Jesús castigará a estas personas desobedientes bajo el control de Sus siervos diciendo: «Él es también ciudadano de Mi Reino, pero tiene demasiada autoestima. Así que es mejor que se deje guiar por Mis siervos». Y les dirá a Sus siervos: «Educadle. Si le dejáis como está ahora, al final se levantará contra Mí y se destruirá».
Los que no reconocen a Jesús como a su Rey, los que no se han desecho de sus egos, desafiarán a Jesús al final. Por tanto, deben recibir consejo o ser entrenados para dejar sus egos y su voluntad con la ayuda de otros o por sí mismos. Desafiar a un rey a pesar de ser ciudadano de su reino es convertirse en un traidor. Es una invitación a ser maldito y a morir. Desafiar a Jesús una vez o dos puede perdonarse, pero si siguen desafiándole durante años, serán acusados de rebelión. Desafiar la autoridad del rey siempre conlleva un juicio.
Lo mismo ocurre con nuestra relación con Dios. Cuando recibimos el Evangelio, debemos decir: «La Palabra de Dios es absolutamente cierta». Y después de aceptar el Evangelio debemos convertirnos en personas que pueden deshacerse de su ego y su autoestima si es la voluntad de Dios. En realidad duele dejar de lado nuestra propia voluntad. Pero por mucho dolor que tengamos cuando dejamos nuestra voluntad, deben hacerlo sin dudarlo para convertirse en personas de fe.
Hermanos y hermanas, ¿saben si tienen ego? ¿Pueden deshacerse del suyo? Si pueden hacerlo, están a punto de convertirse en siervos fieles con verdadero conocimiento. No debemos quedarnos sentados bajo un árbol cantando: «Creo sinceramente en Amitabha». Orar en silencio mirando hacia la pared durante 10 años no vale para nada. Si nos deshacemos de nuestros egos ante la Palabra de Dios, ante la voluntad justa de Dios podremos vivir como los santos de Cristo. Este tipo de personas son grandes y maduras.
Si no nos deshacemos de nuestra voluntad no podremos ser personas con carácter. Los que no son maduros, no aprueban las opiniones de los demás. Cuando miramos a los miembros del congreso, vemos que se pelean siempre porque todos tienen su ego. Deberían deshacerse de su voluntad por el bien de nuestro país pero no pueden hacerlo. No hay muchas personas que puedan hacerlo.
Pero, ¿quiénes son los que pueden dejar de lado su ego? Los nacidos de nuevo. No por legalismo, sino por la Palabra de Dios se pueden controlar a sí mismos, dejar su voluntad; pueden ayudar a sus subordinados para hacer lo mismo y para creer lo mismo. Los cristianos nacidos de nuevo no tienen otra opción de cambiar. El Señor dijo: «Quien quiera seguirme deberá negarse a sí mismo».
Cuando caminamos por la calle vemos muchas calles secundarias. No podemos tomar ninguna ruta aunque lleven al mismo destino. Digamos que el Señor nos dice que escojamos el camino contrario del que quiere nuestro corazón. Aunque la ruta parezca inútil e innecesaria para nuestro viaje, debemos dejar de lado nuestras opiniones si el Señor nos lo dice. Solo los que pueden negarse a sí mismos de esta manera son personas de carácter, verdaderos siervos de Jesucristo, siervos verdaderos de Dios y hombres fieles que buscan la voluntad de Dios.
Nuestra vida de fe tiene muchos caminos. Aunque escojamos un camino obedeciendo la voluntad de Dios hay muchas bifurcaciones por delante. Además, debemos escoger el camino que nuestro Señor nos da al dejar de lado nuestros pensamientos y opiniones. Debemos obedecer la Palabra de Dios. La persona que puede hacer esto es muy madura. Es una persona con virtudes. Hay un dicho antiguo que dice que no todo hombre fuerte y valiente se puede convertir en un general, y por eso solo los que pueden negarle pueden ser personas de virtud.
Los que han dejado al Señor después de seguirle durante un tiempo son personas que no se pueden negar a sí mismas. Pero le dicen al Señor: «Eres un hombre duro. Eres una persona muy poco razonable. ¿Cómo puedes pedirme algo que no me has dado?». Pero sinceramente, ¿acaso el Señor no nos lo ha dado todo? ¿Es cierto que el Señor no nos ha dado nada? ¿No ha dado nada el Señor a Sus hijos? No, no es cierto. El Señor nos dio el sol, el aire, la luz y todo tipo de grano para vivir cómodamente. Nos ha dado cosas para comer, beber y todo lo que necesitamos hasta que morimos. Todo lo que tenemos es del Señor.
¿Qué no hemos recibido del Señor? Nada. Ha redimido todos nuestros pecados. Vino a este mundo, fue bautizado por nosotros, cargó con todos nuestros pecados, fue castigado por todos nuestros pecados y nos salvó completamente. Nos hizo completos y sin pecados. ¿Y todavía dirían que no han recibido nada de Él? ¿Cuál sería una buena razón para deshacernos de nuestra voluntad ya que hemos recibido todo del Señor? ¿Dónde podemos encontrar una buena razón para rebelarnos contra el Dios Todopoderoso?
Algunas personas ven este mundo como si lo vieran todo y por eso toman su decisión basada en sus egos. Se sienten contentos con su vida y dicen: «Me parece bien saber todo acerca del mundo, ganar tanto dinero y disfrutar mi vida tal y como es ahora».
Sin embargo, está escrito: «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza» (Proverbios 1, 7). Si no nos deshacemos de nuestras voluntades ante Dios, que nos ha creado, nos ha salvado de todos los pecados, nos ha dado toda la comida y toda la bebida durante toda la vida, ¿estamos siendo inteligentes? Debemos admitir nuestras debilidades y seguir la voluntad de Dios y hacer lo que le complace.
Desafortunadamente, la gente tiene la tendencia de seguir hacia delante. La gente tiende a ir recto sin mirar a su alrededor. Seguramente se habrán encontrado con esta actitud. Se apuestan la vida a una carta e insisten en sus pensamientos. Lo hacen a pesar de saber que se van a quedar sin un centavo tarde o temprano. No debemos hacer esto ante Dios. Dios nos ha mostrado misericordia y redimirnos de todos los errores y fallas. ¿Acaso no cargó con nuestros pecados personales y fue castigado por ellos? Por tanto, debemos servirle como nuestro Rey por lo menos. Debemos reconocerle como nuestro Rey.
Hoy en día hay muchas personas que están preocupadas por su autoestima diciendo que sus vidas les pertenecen a ellas. Es como un niño que no quiere dejar la comida que tiene en sus manos aunque le ofrezcan comida mejor. Algunas personas intentan mantener su autoestima alta hasta su último suspiro. Piensan que son mejores que otros incluso cuando están a punto de morir. Aunque no tengan comida, echan agua en un cazo fingiendo cocinar algo para que la gente piense que tienen algo que comer. Se ponen maquillaje en la cara para no parecer estar pálidos por el hambre. Sin embargo, debemos ser honestos ante Dios. ¿Qué no puede ser como Rey? Que lo puede hacer todo.
El siervo infiel que le devolvió una mina le dijo a su maestro: «Eres un hombre severo. Intentas recibir sin dar primero». Entonces el maestro dijo: «Traed al hombre aquí y matadle delante de Mí». ¿Qué implica esto? Implica que tener ego hasta el final hará que mueran nazcan de nuevo o no. No podrán ir al Cielo, ni podrán recibir la remisión de los pecados y lo demás.
¿Por quién debemos vivir? Hagamos lo que hagamos, debemos escoger vivir por nuestro Rey. Somos Su pueblo. Los católicos son diferentes. Viven por la jerarquía de su iglesia. Escuchan al Papa y le obedecen diga lo que diga. Arriesgarían sus vidas si el Papa les dice que no ofrezcan sacrificios a sus antecesores muertos. Pero ahora siguen ofreciendo sacrificios porque la jerarquía de su iglesia les ha permitido hacerlo contra la Palabra del Rey Jesús.
Pero nosotros, los cristianos, debemos vivir por Jesucristo solamente. Cuando Su Reino esté completo en la tierra, reinaremos con Él. Hay muchas personas que han estado vagando sin conocer la verdad incluso en la Iglesia de Dios. Estoy seguro de que no pueden dejar su ego porque nadie les ha enseñado a hacerlo hasta ahora. Ahora todos sabemos la verdad. Entonces debemos dejar de lado nuestras voluntades aunque no lo hagamos al 100%.
Cuando miro a mi alrededor puedo ver quién no ha dejado su ego. Pero hago como si no supiese nada. Deberían dejarlo por la Palabra de Dios. Nuestro trabajo es romper nuestro ego ante la Palabra de Dios. Nadie puede romper su ego aparte de nosotros. Nosotros debemos hacerlo sin excepción si queremos seguir al Señor.
Todos servimos a Jesús como nuestro Rey. ¿Acaso no es suficiente Jesús para ser nuestro Rey? Sí, lo es. Espero que no vivan como el siervo infiel que le devolvió al maestro la mina que le había dado cuando se fue. Si no pueden ser como la persona que devolvió cinco minas, intenten ser por lo menos como el siervo que le devolvió dos. Todos podemos hacer esto cuando nos deshacemos de nuestros egos.
Quiero que se examinen a sí mismos ahora mismo y dejen su ego. Deben dejar su ego por lo menos una vez en su vida. Espero que puedan hacerlo con la fe que confiese: «No soy nadie ante Ti, Jesús. Eres mi Salvador, mi Rey y mi Dios. No hay nadie como Tu. Solo Tú eres mi Dios, mis Maestro que me bendice y merece mi servicio. Te seguiré viva o muera». Entonces Jesús les bendecirá diciendo: «Como eres bueno y fiel en las cosas pequeñas, te doy autoridad sobre diez ciudades».
Oro para que todos sean como el siervo fiel que le devolvió diez minas a su Maestro. Oro para que el Señor nos dé esta fe.