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Tema 19: Efesios

[Capítulo 5-1] Imiten a Dios como Sus hijos amados (Efesios 5, 1-2)

Imiten a Dios como Sus hijos amados(Efesios 5, 1-2)
«Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante».
 
 

La Iglesia de Dios es el cuerpo de Cristo

 
El Apóstol Pablo dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante» (Efesios 5, 1-2). Pablo nos está enseñando aquí que, del mismo modo en que Jesucristo se sacrificó a Sí mismo por nosotros, todos nuestros santos, ministros y colaboradores deben caminar también en el amor de Dios. Esta es una lección muy importante para nosotros.
Anteriormente, en Efesios 4, 16, el Apóstol Balo dijo: «de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor». Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios, y la Iglesia es el cuerpo de Cristo. Para ilustrar esto, miren sus cuerpos. No solo tienen distintas articulaciones, huesos, y músculos que les dan movilidad y fuerza, sino que todo el cuerpo esta conectado por un sistema nervioso, desde la cabeza hasta la punta de los pies. Así que cuando el cerebro manda una orden, esta se trasmite a través de la columna vertebral hasta todas las partes del cuerpo, y dicta todos sus movimientos y acciones. Del mismo modo, el Señor nos ordena, como Cabeza de la Iglesia de Dios, a todos los miembros de la Iglesia y nosotros hacemos lo que el Señor nos manda. Por eso el Señor dijo acerca de la Iglesia de Dios, que los santos son como un cuerpo «bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas» (Efesios 4, 16).
Así, todos los miembros de la Iglesia de Dios son indispensables los unos para los otros. Si les falta aunque sea solo una articulación en un dedo, todo el dedo resulta inútil. Se necesita una articulación que una el dedo a la mano; la mano debe estar conectada al brazo, y los brazos a los hombros. Así no hay ninguna parte del cuerpo prescindible, y todas las partes deben estar conectadas al cuerpo. Todas las partes tienen su función y están unidas para formar el cuerpo.
 
 

Del mismo modo, todos los santos son indispensables los unos para los otros

 
En la Iglesia de Dios todos los miembros deben hacer su parte del trabajo en sus posiciones asignadas. Por eso Dios nos dijo que tuviésemos la fe verdadera en Cristo y caminásemos en amor. Si de verdad nos amamos los unos a los otros de todo corazón, y si de verdad creemos que Jesús es nuestro Salvador y que nos ha librado de todos los pecados, entonces nos hemos convertido en un cuerpo a través de nuestra fe común en el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice: «un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos» (Efesios 4: 5-6) y por eso creemos en un Dios.
Al creer que Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados a través de Su ministerio del agua, la sangre y el Espíritu, nos hemos convertido en un cuerpo de Dios. Si de verdad somos el pueblo de Dios y una familia, debemos caminar en amor e intentar edificarnos mutuamente en vez de hacernos daño. Debemos unir nuestras fuerzas para servir a la voluntad de Jesucristo, nuestra Cabeza. Si decidimos amarnos los unos a los otros para servir a este verdadero Evangelio en nuestras vidas, no tendremos ningún problema. Pero si caemos en el egoísmo y solo nos preocupamos de nuestro bienestar individual, tendremos un problema espiritual grave.
¿Qué deberíamos hacer para evitar este problema? Todo lo que tenemos que hacer es ayudarnos mutuamente y hacer la obra que Dios nos ha asignado según nuestra fe. De hecho lo justo es que dediquemos nuestras vidas a Cristo pase lo que pase, y que vivamos para la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu y la obra que complace a Dios. Si todos nosotros estamos unidos y hacemos la obra justa unidos, nos animaremos mutuamente y cumpliremos todas las tareas que Dios nos ha confiado.
 
 

El Señor nos ordenó que caminásemos en amor

 
El amor que Dios nos ha mostrado es absolutamente bueno. El amor entre los seres humanos también es bueno. Incluso en nuestras relaciones humanas, es mucho mejor amarnos mutuamente que odiarnos o envidiarnos. Como ninguno de nosotros puede vivir para la predicación del Evangelio de Dios a solas, debemos unir nuestras fuerzas. De hecho el Señor aprecia que nos unamos para servirle, tal y como está escrito:
«Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!» (Salmo 133, 1).
Sin embargo hay personas entre nosotros que sirven al Evangelio del agua y el Espíritu sin ganas. La Biblia dice: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9, 7). Es cierto que estamos haciendo la obra del Señor porque es lo que nos pidió que hiciésemos, pero debemos servirle con ganas y con gratitud, confiando en Su justicia de todo corazón. Debemos hacerlo porque cuando el Señor vino al mundo para salvarnos de nuestros pecados, fue bautizado por Juan el Bautista y entregó Su cuerpo en la Cruz por nosotros. Como el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados, debemos servirle por fe en nuestras vidas para que otros puedan ser salvados de sus pecados, y esto es lo que significa hacer la obra del Señor.
El Señor nos ordenó que sirviésemos al Evangelio con amor. Si queremos caminar con amor, debemos dedicar nuestras vidas a Dios. Asimismo debemos guiar a otros con cuidado para que vivan por Dios también. Si el líder de una iglesia trabaja solamente para asegurar la prosperidad material de su congregación, entonces este ministro no sirve para nada. Por tanto todos los líderes deben llevar a los santos por el buen camino espiritual y compartir con ellos para que puedan vivir correctamente ante Dios.
Todo el cuerpo debe hacer lo que la cabeza le manda. Si juntamos nuestras fuerzas para servir a Dios, y dedicamos nuestras vidas a servirle con todos los talentos, entonces Dios nos bendecirá y nos protegerá. Por eso estamos viviendo según los mandamientos de Dios y obedecemos Su voluntad. La Palabra de Dios nos pide que caminemos en amor, y solo los que tenemos verdadera fe en la justicia de Dios podemos vivir según esta Palabra. Esto solo es posible si vivimos en Dios. Jesús es la viña, nosotros somos las ramas; y del mismo modo en que las ramas que están en la viña pueden dar fruto, solo los que confiamos en Dios y le seguimos podemos caminar en amor y dedicarle nuestra vidas. Por tanto, si sus predecesores de fe están guiándoles y compartiendo con ustedes con este amor, deben considerarlo una gran bendición.
Sin embargo, hay muchas personas que buscan las cosas carnales aunque se llamen cristianas. Dios dijo en Gálatas 5, 19: «Y manifiestas son las obras de la carne», y entonces enumera todo tipo de pecados. Cuando los cristianos siguen los deseos de la carne, acaban cayendo en la herejía. Por el contrario, si de verdad caminamos en el amor de Dio, nunca desearemos las cosas carnales, sino que seguiremos la voluntad de Dios pase lo que pase con nuestra carne. Seguir la voluntad de Dios, compartir con nuestros hermanos en Su providencia, ayudar a que obedezcamos Su voluntad, juntar nuestras fuerzas para servir al Señor, y orar por su obra, es lo que significa caminar en el amor de Dios.
 
 

Es extremadamente importante que vivan de acuerdo con la voluntad de Dios

 
Efesios 5, 1 dice: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados». Del mismo modo en que Jesucristo se sacrificó a Sí mismo para borrar todos nuestros pecados y darnos una vida nueva, los verdaderos imitadores de Dios comparten entre ellos, se guían mutuamente, y se dan fuerzas para poder servir al Evangelio en sus vidas. Así que, cuando comparten con los demás santos, no deben aconsejarles en asuntos carnales. La hermandad verdadera es la que proporciona instrucción espiritual para poder vivir por Dios. Los que caminan de esta manera son los que caminan en el amor de Dios. ¿Cómo les están guiando los predecesores de fe espiritualmente? ¿Tienen ustedes este tipo de líderes que comparten hermandad con ustedes y les guían hacia Dios con fidelidad, en vez de guiarles hacia cosas carnales? Si ustedes tienen este tipo de líderes, deben considerarse muy bendecidos.
Nuestra naturaleza humana básica desea satisfacer los deseos de la carne. Si la dejamos seguir su curso, lo único que haremos será satisfacer a la carne, y además Satanás estará siempre dispuesto a incitarnos a estar ocupados con los asuntos del mundo. ¿Qué pasaría si cayésemos en la tentación? El resultado es muy predecible: acabaríamos muriendo. Quien se aleja de Dios para seguir sus propios deseos, acaba muriendo. Quien deja a Dios y sigue los deseos carnales será maldito, y quien sea maldito acabará perdiendo todas las bendiciones. Esta gente también será expulsada de la Iglesia de Dios. Si su relación con la Iglesia de Dios se termina, entonces también se termina su relación con Dios.
Jesús nos ha dicho: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos» (Juan 15, 5). Asimismo dijo que es la Cabeza de la Iglesia y que nosotros somos Su cuerpo. Por tanto, si abandonamos la Iglesia, moriremos, porque ya no tendremos su instrucción. Uno de nuestros colaboradores nos habló de una película titulada Pena de Muerte. Esta película trata de una monja que intenta ayudar a un preso en el corredor de la muerte a aceptar su ejecución. Nuestro colaborador utilizó esta película como ejemplo para ayudar a las almas perdidas a entender su muerte espiritual inminente, y que quien no haya nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu está condenado a muerte.
En realidad, quien viva de cualquier manera está muerto a los ojos de Dios. Cuando se corta un brazo, aún se mueve durante un momento. Pero ¿está vivo este brazo porque se esté moviendo? No, está muerto. Del mismo modo, aunque alguien se vaya de la Iglesia de Dios y se separe de Jesucristo e intente vivir por fe al principio, esta persona acabará muriendo porque ha sido separado de la Iglesia de Dios y no recibe su instrucción.
Es muy importante que consideren detenidamente si tienen a alguien que les indique cómo seguir y servir a Dios. Asimismo, deben preguntarse si sus líderes en la Iglesia y sus predecesores de fe están enseñándoles a servir a Dios en vez de a ustedes mismos. Los líderes de su iglesia puede que les pidan que sirvan al Señor una vez, pero si lo que quieren es que les sirvan y sigan a ellos, deben rechazarles. Una vez había un ministro en una de nuestras iglesias que se comportaba de esta manera. Este pastor se enfadaba cada vez que los santos contribuían económicamente a la misión. Prefería ver que las ofrendas se destinaran a su propia iglesia, y que los miembros de su iglesia le hicieran regalos o le dieran dinero para su uso personal. Este pastor es simplemente un trabajador asalariado y no un ministro de la Iglesia de Dios. Incluso los ministros que lideran la Iglesia de Dios no pueden utilizar el dinero como quieran, sino que deben pedirle a Dios que les enseñe la mejor manera de utilizarlo.
Cuando llega mi cumpleaños a veces recibo dinero de algunos hermanos y hermanas. Aprecio este gesto, después de todo ¿a quién no le gusta recibir dinero? Sin embargo, lo importante es cómo se utilice este dinero. Obviamente sería un gran error decirles: «Es mi cumpleaños, así que me tienen que dar dinero». Cuando necesito dinero, le explico al tesorero que se ocupa de las finanzas de la iglesia por qué necesito dinero. Como solo gasto dinero en predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, mi conciencia siempre está tranquila. Pero si utilizase sus ofrendar y me las gastase en mí mismo, esto sería un gran problema.
 
 

El Señor nos ordenó que caminásemos en amor

 
Si tienen a alguien que les instruya y que comparta hermandad con ustedes para que puedan servir a Dios, alguien que les regañe cuando vayan por el mal camino y que les ayude siempre para que no se vayan de le Iglesia, entonces esta persona les ama de verdad. Esta persona no quiere hacerles daño, porque en les ama de verdad.
El Señor nos dijo a todos claramente: «Andad en amor» (Efesios 5, 2). Si andan en amor obedeciendo este mandamiento, entonces mantendrán la paz con Dios, estarán en comunión con Él y estarán bendecidos. Como nos hemos revestido del amor de Dios, debemos ser imitadores Suyos y amar a los demás también, como dijo el Apóstol Pablo: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados» (Efesios 5, 1). Cuando nuestros hermanos santos nos regañen para que vayamos por el buen camino, debemos escuchar sus consejos.
Lo mismo se puede aplicar a mí. Cuando los ministros tienen algún consejo para mí, les escucho detenidamente y estoy de acuerdo con ellos si tienen razón. Si digo algo incorrecto, nuestros ministros me lo hacen saber. Cuando comparten sus opiniones conmigo, yo les escucho con atención. Reconozco que podría estar equivocado y les pido que me den su opinión; les escucho con atención, y si su opinión es correcta, la acepto sin duda. Esta es la sabiduría de Dios. Como estos intercambios de opinión no tienen lugar por motivos egoístas, sino por la obra de Dios, no me siento herido en el orgullo y acepto los buenos consejos para encontrar la respuesta más adecuada.
Lo mismo se puede aplicar a ustedes. Cuando alguien comparte hermandad con ustedes para que vivan por Dios, deben aceptar este consejo por fe. Aunque sean demasiado débiles para seguir este consejo enseguida, cuando lo aceptan en sus corazones y tienen fe, encuentran las fuerzas para seguir dicho consejo. Cuando aceptan el consejo de sus hermanos sanos por fe, están bendecidos por Dios. Así que les pido que acepten el consejo de sus hermanos santos si es por Dios. Si el consejo es por Dios, el Señor les dará fuerzas para seguirlo. Así que podemos hacerlo todo en Cristo, quien nos da fuerzas. Por eso el Apóstol Pablo nos pidió que imitásemos a Dios como Sus hijos queridos.
¿Acaso no podemos compartir este amor de Dios con los demás porque hemos recibido el amor de Dios? De hecho, precisamente porque nos hemos revestido del amor de Dios primero, ahora podemos amar a los demás. ¿Acaso nos amamos mutuamente sin tener el amor de Dios? Por supuesto que no. El amor que compartimos con los demás es de Cristo; es Cristo quien nos ha salvado; y a través de Él podemos compartir hermandad con los demás; todo esto se hace por Cristo. Caminar en amor no es algo que se haga por uno mismo, sino por los demás y Cristo. Así que es muy importante escuchar atentamente lo que nos está diciendo Pablo en el pasaje de las Escrituras de hoy.
El Señor dijo que el cuerpo de Cristo se edifica en el amor de Dios (Efesios 4, 16). Vivir por nuestra fe en Dios, confiando los unos en los otros y uniéndonos en el amor que Dios nos ha dado es edificar el cuerpo de Cristo en amor y seguir y servir al Señor. Nosotros estamos llevando a cabo una tarea particular que se nos ha confiado, y esto lo hacemos para imitar a Cristo, porque nos hemos revestido del amor de Dios.
Todo cristiano debe obedecer los mandamientos que vienen desde arriba, es decir toda la Palabra de Dios. El que Dios se haya revelado a Sí mismo ante nosotros significa que ha abierto Su Palabra y nos ha mostrado Su voluntad a través de la misma. A través de esta Palabra Dios ha manifestado Su voluntad, y la fe cristiana consiste en escuchar esta Palabra, darse cuenta de la voluntad de Dios y Su complacencia en la Palabra, y caminar obedeciendo esta Palabra. Las religiones del mundo consisten en adorar a dioses inventados por uno mismo.
¿Y ustedes? ¿Son hijos amados de Dios? ¿Son imitadores de Dios? ¿Están caminando en el amor de Dios? Todos debemos caminar en el amor de Dios. Aunque no tengamos mucho que ofrecer materialmente, estamos caminando en el amor real, es decir, estamos ayudándonos mutuamente espiritualmente. Hay muchas personas en este mundo que dicen ayudar a los demás, pero en realidad solo les hacen daño. Pero nosotros amamos a los demás de todo corazón. No hacemos esto por nosotros mismo, sino por Cristo Jesús. Ayudar a los demás a que sigan a Cristo y reciban las bendiciones de Dios es caminar en el amor de Dios.
¿Quién habló de amor? Dios. Si hay alguien en este mundo que pueda hablar de amor y practicarlo, que dé un paso adelante. ¿Cómo puede un ser humano hablar de amor verdadero? El amor verdadero es el amor de Dios. El amor de Dios es el amor real que se nos ha concedido cuando Dios se sacrificó por nosotros.
¿De verdad estamos caminando en amor? ¿Cómo estamos compartiendo con los demás? ¿La gente que comparte hermandad con ustedes les está ayudando a vivir por Cristo? Si tienen a gente así que comparta esta hermandad con ustedes, ¿saben lo agradecidos que deberían estar? Ya sean sus hermanos o hermanas en Cristo o siervos de Dios, deben estar agradecidos a los que comparten hermandad con ustedes para ayudarles a vivir por Dios.
 
 

La hermandad rica compartida en la Iglesia de Dios es nuestro sustento

 
Aunque nuestra iglesia es pequeña, estoy convencido de que todas nuestras iglesias afiliadas en Corea y otras partes del mundo se están ayudando a edificarse mutuamente. No somos nada si estamos esparcidos y solos. ¿Creen que pueden hacer lo que quieran fuera de la Iglesia solo porque han sido salvados? No, sin la Iglesia Satanás les devorará enseguida.
No es muy difícil para el Diablo destruir espiritualmente a los santos. De hecho, destruir el alma es bastante fácil para Satanás. Todo lo que el Diablo tiene que hacer es añadir veneno a un sermón, y cuando ustedes se tragan este sermón envenenado, mueren enseguida. La comida no es lo único que puede envenenarse. No solo hay veneno en ciertas ideologías. Incluso un sermón puede estar envenenado si utiliza de manera incorrecta la Palabra de Dios. Si la Palabra de Dios está envenenada, todos los justos morirán.
Echen un vistazo a su alrededor, y vean si tienen hermanos en la Iglesia que les enseñan con amor, que les guían por el buen camino, y que comparten hermandad con ustedes para que vivan en la Iglesia y sigan al Señor con lealtad. Estén agradecidos por tener a estos hermanos santos a su alrededor. El hecho de que ustedes tengan a este tipo de gente en la Iglesia debería hacerles estar agradecidos.
El hermano Lim ya no están con nosotros ya que ha sido reclutado por el ejército. ¿Cómo se sienten ahora que el hermano Lim no está? ¿No piensan que va a tener dificultades ya que no puede compartir hermandad con nosotros en el ejército? Por supuesto que tendrá la compañía de otros soldados, pero solo le hablarán de asuntos mundanos. Será casi imposible que el hermano Lim pueda compartir su corazón con alguien porque allí no hay santos nacidos de nuevo. Por eso nos echará de menos cuando quiera compartir discusiones sobre cosas espirituales con nosotros.
De hecho, solo porque estamos viviendo en la Iglesia con el mismo corazón después de haber recibido la remisión de los pecados, podemos compartir hermandad los unos con los otros. No hay nada tan maravilloso como el hecho de que podamos compartir nuestros corazones. Así que debemos estar unidos en amor, caminar en amor, seguir al Señor en amor, e imitarle en amor. De la misma manera en que Cristo se sacrificó para salvarnos, todos nosotros debemos ayudarnos y edificarnos.
Está escrito en Hebreos 13, 9: «No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas». Como este pasaje nos enseña, nuestros corazones deben llenarse de fuerzas con la verdadera gracia que Dios nos ha concedido, en vez de intentar edificarnos mutuamente con nuestros propios méritos o medios materiales. Debemos establecer nuestros corazones al creer en el amor de Dios y en la salvación que nos ha dado.
Dios es quien nos cuida, nos guía y nos protege; es Dios quien nos ha puesto en Su Iglesia, nos ha hecho servirle, y nos ha bendecido para crecer en la Iglesia y vivir por el Señor; y este Dios nos ha dicho que nos llenemos de fuerza con Sus bendiciones. Así que debemos estar llenos de fuerza en la fe. Y todos debemos caminar en el amor de Dios y vivir en Él por fe.