(Mateo 8:18-22)«Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos».
Está aquí escrito: «Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Entonces Jesús le dijo al escriba: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza». Este hombre al que se le llama escriba, en términos mundanos, era un funcionario de alto rango. Este hombre de alto rango decidió seguir a Jesús, diciéndole: “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas”. Este hombre le tenía un gran respeto a Jesús, y quería seguirle. Debió darse cuenta de quién era Jesús, y debió pensar que no había nadie más grande que Jesús en el mundo.
Pero Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza». Al oír esto, el escriba probablemente desistiría. Aunque respetaba a Jesús como hombre, desistió en el momento en que se dio cuenta de que no podía conseguir nada de Jesús. El escriba esperaba obtener algo de Jesús como uno de Sus discípulos aunque al principio le hubiera querido seguir por respeto. Pero Jesús le dijo que el Hijo del Hombre no tenía donde reclinar la cabeza. Al oír esto, que Jesús no tenía ni una sola parcela de tierra, ni su propia casa, ni nada más en este mundo, el escriba desistió.
Cuando uno de los discípulos de Jesús dijo: “Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre”, Jesús le dijo: “Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos”.
Un discípulo es aquel que sigue a su maestro. Cuando se trata de seguir al Señor, lo que dijo Jesús es chocante. Jesús nos dice que la gente del mundo no puede seguir al Señor aunque quieran, y que no hay nada que puedan obtener del Señor. De hecho, ¿qué cosas terrenales puede uno ganar siguiendo al Señor? Como Jesús dijo, el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza, por eso la gente del mundo no tiene ningún motivo por el que seguir al Señor.
Para seguir al Señor se debe amar el Evangelio
Uno de los discípulos le pidió permiso a Jesús para poder sepultar a su padre y después seguirle a Él. Ya que su padre había muerto, ¿no era lo correcto que primero lo sepultase y luego siguiese al Señor? Esto sería lo correcto si lo juzgamos según la ética y la moral de este mundo. Pero en la Biblia Jesús dijo: «Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos». En otras palabras, ¿cómo podría alguien que sea llamado discípulo de Jesús seguir al Señor solo después de haberse ocupado de sus asuntos carnales? Si uno quiere realmente seguir al Señor, debe privarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguir al Señor (Marcos 8:34). La Biblia nos está diciendo aquí que si realmente deseamos seguir a Jesucristo, podemos hacerlo solo si dejamos que la gente del mundo se ocupe de sus asuntos mundanos.
Pensemos en esto detenidamente. Cuando intentan seguir al Señor, hay muchos obstáculos de la carne que les dificultan permanecer como fieles discípulos. Cuando alguien conoce al Señor y quiere seguirle, el primer obstáculo en su camino es su familia. Si no se ocupa de su familia, siente pena por ellos, y piensa que debería estar cuidándoles y ayudándoles.
Después de haber nacido de nuevo, hubo un tiempo en que yo también me encontré con ese mismo problema. Mi hermano mayor falleció repentinamente, dejando una esposa, dos hijos y dos hijas, un total de cuatro hijos. Yo había amado y cuidado de estos sobrinos y sobrinas desde el día en que nacieron. Pero el problema era que justo antes de que mi hermano falleciera, yo había nacido de nuevo. Entonces tenía el sentido de la obligación por las almas perdidas, y sentí un gran deseo de seguir al Señor. Mi corazón solo quería difundir el Evangelio aunque fuera solo a una persona, y ayudarle a recibir la remisión de sus pecados.
Pero algo me retenía. Por causa de mis sobrinos y sobrinas, sentía que tenía que ganar dinero para ocuparme de ellos. No era una obligación hacerlo, pero sentía ese deseo en mi corazón. Entonces empecé a angustiarme por lo que debería hacer. Los adultos pueden obviamente cuidar de sí mismos, pero como mis sobrinos y sobrinas eran solo unos niños, viviendo con su desconsolada madre y sin su padre, me sentí obligado a ser amable con ellos y a cuidarles. Y para poder cuidar de ellos, tenía que ganar dinero. Ganar suficiente dinero para mantener a los cinco, incluyendo a mi cuñada, no era fácil para mí. Se requería una cantidad considerable de dinero para alimentar a los cuatro niños, vestirlos y pagar su educación. Pero también tenía que predicar el Evangelio. Si iba a servir al Evangelio, no podría cuidar de ellos, y si iba a cuidar de ellos, entonces no podría predicar el Evangelio. Así que seguí angustiado durante mucho tiempo pensando en qué hacer.
Al cabo del tiempo tomé finalmente una decisión. La conclusión a la que llegué era esta: aunque era importante que cuidara de mis sobrinos y sobrinas, podía hacerlo más adelante cuando pudiera permitírmelo, pero la obra de Dios tenía que hacerse en ese momento y no se podía posponer, porque si no predicaba el Evangelio, muchas almas en este mundo morirían en pecado. Mi dilema se solucionó. Si en vez de predicar el Evangelio, hubiera tenido que ganar dinero y ocuparme de mi familia, todo eso hubiera sido por la felicidad carnal de solamente cuatro personas, cinco como mucho. Pero si servía al Evangelio y seguía al Señor, daría vida a mucha gente y serviría a la verdadera felicidad de muchos. Así que después de considerarlo meticulosamente, llegué a la conclusión final y me dije a mí mismo: Lo siento por mis sobrinos y sobrinas, pero no puedo hacer esto. No es porque no los quiera. Los quiero de verdad, pero no puedo hacer mucho. Solo espero que trabajen duro y puedan superar las adversidades, y que Dios les bendiga y les ayude. Entonces me decidí a seguir al Señor.
Este tipo de cosas ocurren mientras vivimos en este mundo. Después de haber nacido de nuevo, ¿cuántas veces hemos pedido: “Déjame primero sepultar a mi padre”? Aunque hayamos nacido de nuevo al creer en Jesús, ¿no hay muchas cosas carnales que necesitamos hacer? ¿Cuánta gente conocemos que necesita nuestros cuidados? El discípulo del pasaje de hoy dijo: “Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre”; pero si tuviéramos que ocuparnos de todos estos asuntos carnales, ¿cuándo encontraríamos tiempo para hacer las obras de Dios? ¿Cuándo tendríamos tiempo suficiente? Por eso Jesús le dijo: “Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos”. Dijo esto porque era la verdad.
Nadie puede hacer dos cosas bien hechas a la vez. Aunque queramos ocuparnos de nuestros asuntos carnales y nuestras obras espirituales a la vez, nunca podremos cumplir con ambas cosas al mismo tiempo. Aunque alguien tenga el talento suficiente para ocuparse de dos cosas simultáneamente, cuando está obsesionado con una cosa, está destinado a ser desleal a la otra obra. Esto se debe a que, por mucho talento que tenga, hay un límite para su habilidad. Permítanme mostrarles un ejemplo. Años atrás, cuando todavía estábamos en la escuela estudiando para los exámenes, a menudo nos centrábamos en unas asignaturas en concreto. Cuando poníamos mayor empeño en una asignatura en particular y le dedicábamos más tiempo de estudio, era normal que no tuviéramos tiempo de estudiar las otras asignaturas con la misma intensidad, y seguro que les dedicaríamos menos tiempo y atención. Esto se debe a que somos seres finitos.
Entonces, debemos considerar ante Dios el siguiente pasaje como un hecho real: “Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos”. Debemos entender el significado de este pasaje y seguirlo. Enterrar a un padre es lo correcto. Es algo que todos debemos hacer. ¿Hay alguien entre nosotros, los nacidos de nuevo, que no daría un funeral adecuado a cualquier miembro de su familia que falleciera? Todo el mundo lo hace. Pero el Señor habló a sus discípulos nacidos de nuevo sobre lo que deben hacer primero, lo que los discípulos que le siguen de verdad deben hacer.
¿Qué deben hacer primero los justos? Primero deben hacer las obras de Dios, seguir al Señor, servir al Evangelio, hacer lo que el Señor quiere que hagan, y dejarse llevar adondequiera que Él les lleve. Esta vida de discípulo es seguir al Señor. Después de nacer de nuevo, ya sigamos siendo discípulos del mundo o nos convirtamos en discípulos de Jesús viene determinado por si decidimos seguir al Señor o al mundo y sus valores seculares. La gente de este mundo piensa que los discípulos de Jesús son muy guapos, completamente infantiles e ingeniosos, como si no fueran nadie. Piensan así según su estándar terrenal y por su propia cuenta, pero los verdaderos discípulos de Jesús no podrían ser más diferentes. Los discípulos de Jesús en un nivel más elevado que los discípulos del mundo, sus metas son nobles y sus corazones grandes como la inmensidad del mar. Nacidos en este mundo una vez, todo el mundo debe vivir una vida llena de significado, y vivir esta vida es vivir una vida como discípulo.
¿De quién son discípulos ustedes?
¿Son ustedes discípulos de Jesús, o son discípulos del mundo? Dicho de otra manera, ¿siguen al mundo o siguen a Jesús? Los que siguen a Jesús dejan a un lado todo lo mundano y buscan el servir al Evangelio de nuestro Señor. Son los que viven así los que son discípulos del Señor. En la Iglesia de Dios, hay algunos seglares creyentes que sirven al Señor mientras viven sus vidas sociales, cuidando de sus familias y llevando sus negocios y sus trabajos con diligencia. Esta es también la vida de los discípulos de Jesús. Pero también están los que siguen a Jesús y sirven al Evangelio del Señor completa y exclusivamente. Ellos son los verdaderos discípulos de Jesús y viven de manera correcta la vida de los discípulos.
Pase lo que pase, un discípulo sigue los pasos de su maestro. A los discípulos de Jesús hacer lo que Jesús quiere que hagan. Por tanto, aquellos que han decidido creer y seguir a Jesús, deben seguir al Señor para siempre. Jesús dijo: “Sígueme”, y en verdad es un gran gozo seguirle. ¡Qué gran maestro es Jesús, qué poderoso es y qué bueno es nuestro Señor! Si de verdad seguimos al Señor, nunca nos arrepentiremos.
Si seguimos al Señor, Él nunca nos echará de su lado, ni nunca nos traicionará. Seguir al Señor no es nunca en vano. Por eso el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mateo 28:19-20). Él todavía nos dice a los discípulos de hoy en día que hagamos discípulos de todas las naciones.
Debemos pensar qué es ser un verdadero discípulo, y examinar detalladamente si estamos siendo ese tipo de discípulos o no. Dejando a un lado nuestra vida ajetreada y las tareas urgentes por un momento, debemos recapacitar seriamente sobre este asunto. Debemos examinar nuestra mente ante el Señor, ver si estamos satisfechos con nuestras decisión de ser Sus discípulos, y si estamos preparados para complacer al Comandante que nos ha alistado para ser Sus buenos soldados (2 Timoteo 2:4). Debemos confirmar que la vida de discípulo es la más preciada y valiosa para nosotros. Y entonces, debemos poner en marcha nuestros corazones como Sus buenos discípulos de nuevo.
Mis queridos hermanos cristianos, el escriba quería seguir al Señor, pero no pudo. Fracasó en su intento porque el Señor le dijo que no podría obtener nada de Él al seguirle. Él dijo: “No tengo nada, pero si todavía quieres seguirme, entonces sígueme. No poseo nada en este mundo. Pero en realidad soy el más grande en el Reino de los cielos, el Señor de todos los ejércitos, y el Rey de reyes. Aún así no tengo nada en este mundo. Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; pero yo no tengo dónde reclinar la cabeza. Así que si quieres seguirme con tus deseos terrenales, hazlo cuando seas plenamente consciente de que no obtendrás nada de este mundo de Mí. Si me quieres seguir aún sabiendo esto, sígueme”.
Pero Jesús dijo a sus discípulos: “Sígueme. Deja a los muertos sepultar a sus muertos y sígueme”. ¿Quiénes son los muertos aquí? ¿No son los que no han nacido de nuevo? Son la gente que no cree en Jesús y Su verdadero Evangelio del agua y el Espíritu. El mundo está lleno de obstáculos, y puede resultarnos difícil seguir al Señor, pero mientras viven, recuerden lo que nos dijo el Señor aquí: “Seguidme”.
Espero y rezo por que siempre recuerden en sus corazones que el Señor les ha dicho que le sigan, y que lo hagan.