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Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-14] Los justos vivirán sólo de la fe (Génesis 1, 20-23)

Los justos vivirán sólo de la fe(Génesis 1, 20-23)
«Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto».
 
 
A través de la obra de creación que Dios hizo en quinto día, nos está diciendo cómo deben vivir los justos por fe en Dios y en Su Palabra.
¿Por qué dijo Dios: «Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra»? ¿Se refiere sólo a los peces y a las aves? Cuando reflexionamos sobre este pasaje, debemos tener en cuenta para quién se escribió la Biblia. Podemos darnos cuenta de que este pasaje va dirigido a los que han recibido la remisión de los pecados para vivir por fe.
En el pasaje de las Escrituras de hoy, Dios hizo que las aves volasen por el cielo, con esto quiso decir: «Los justos vivirán sólo por fe». Los justos debemos examinarnos para ver si de verdad vivimos por fe.
Dios dice: «Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1, 17). ¿Qué es la fe? ¿Consiste en decir: «Creo»? Siempre hay problemas en nuestras vidas. Sin embargo, por muchas dificultades que tengamos, a no ser que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos aferremos a la Palabra de Dios con nuestros corazones y vivamos por fe, incluso nuestra fe elemental que nos permitió recibir la remisión de los pecados morirá y acabaremos saliendo de la Iglesia de Dios. He visto esto muchas veces. Por otro lado, si sabemos lo que es vivir por fe en la Palabra de Dios y aplicamos la Palabra de Dios a nuestras vidas actuales, nos ayudará inmensamente y estaremos bendecidos. Los justos deben vivir por su fe en la justicia de Dios. Y deben vivir por fe en Dios y en Su Palabra.
Ustedes y yo vivimos nuestras vidas de fe confiando en el Señor pero debemos darnos cuenta de qué tipo de fe es la correcta. ¿Por qué es imperativo vivir por fe?
Muchos de ustedes, incluso antes de recibir la remisión de los pecados, no han vivido con toda su fe en Dios. Todos han vivido por la fuerza de su propia carne y no pueden afirmar que han vivido creyendo en Dios. Antes de nacer de nuevo, vivimos confiando en el dinero o el poder, o también en la fuerza de nuestra carne.
Sin embargo, cuando nacemos de nuevo, Dios nos dice que debemos vivir confiando en Él, y debemos seguirle creyendo en Su Palabra. Como es justo que vivamos con nuestra fe en Dios y en Su justicia, debemos vivir de esta manera. Y como está escrito en la Biblia, sabemos que es lo correcto. Pero aunque la Palabra es correcta nos hemos dado cuenta de lo difícil que es vivir así. Sin embargo, cuando nos encontramos con problemas, vemos que no podemos vivir de esta manera.
Por ejemplo, volvamos al problema de nuestras necesidades básicas, como la ropa, la comida o la vivienda. Antes de nacer de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, pasábamos las 24 horas del día intentado ganar dinero. Cuando nacimos de nuevo fuimos a la Iglesia de Dios y escuchamos la Palabra que nos decía que debemos vivir por fe, servir al Evangelio, dar ofrendas, vivir por el Señor y unirnos a la Iglesia. Todo esto es correcto. Dios nos pide que vivamos una vida completamente diferente a la anterior.
Antes solíamos vivir por nuestra propia fuerza pero ahora que se nos dice que debemos vivir por fe nos parece muy difícil porque tenemos poca fe. Un avestruz puede correr a 80 km/h con sus dos patas de manera que levanta polvo al pasar. Sin ayudare de sus alas puede escapar de los depredadores y encontrar comida. Así es como hemos vivido hasta ahora, pero ahora no podemos confiar en nuestra propia fuerza. Antes teníamos la fuerza de nuestra carne, pero cuando vinimos a la Iglesia de Dios por fe nos dimos cuenta de que la fuerza de nuestra carne es completamente insuficiente. En otras palabras, ninguno de nosotros puede vivir sólo de la fuerza de la carne. ¿Por qué? Porque no podemos hacer todo lo que Dios nos pide con tan sólo nuestra fuerza y habilidad. Por eso debemos vivir con nuestra fe en la justicia de Dios y Su Palabra y por eso debemos cambiar nuestro estilo de vida.
La Biblia dice: «Los justos vivirán de la fe». Los justos sólo pueden vivir de una manera, sólo pueden vivir de la fe en la justicia de Dios y Su Palabra. Por eso debemos dejar de lado nuestros pensamientos carnales. Ahora pensemos en cómo debemos vivir por fe.
En el pasaje de las Escrituras de hoy Dios dijo: «Que las aves vuelen sobre el firmamento» y este pasaje implica que los justos deben vivir por la fe. Esto es lo que significa cuando se dice que los justos deben vivir confiando en Dios: rezan al Señor y le piden ayuda con sus necesidades, y también creen que todo lo que le piden al Señor lo reciben. Podemos vivir por fe cuando creemos que el Señor es nuestro Pastor, que es nuestro Dios, nuestro Salvador y nuestro Maestro. En otras palabras, esto significa que todos debemos vivir creyendo que el Señor obrará en nuestras vidas si se lo pedimos. Poner nuestra fe en Dios es rezar al Señor vivo para que nos ayude cuando tenemos problemas en nuestras vidas y recibir una respuesta a nuestras plegarias.
Si estamos pasando por un momento difícil debemos pedirle ayuda a Dios. Y debemos creer que el Señor contestará nuestras plegarias. Esta fe en que el Señor nos dará gracia y sabiduría, en que resolverá nuestros problemas y contestará nuestras plegarias de diferentes formas, es imperativa. Así es cómo podemos vivir confiando en la justicia del Señor y, para ser más específicos, cómo podemos ser ayudados por Él al rezar. Esto es lo que significa vivir por fe en el Señor.
No creemos en Dios como si estuviéramos creyendo en los fundadores de una religión del mundo, sino que nos arrodillamos ante el Señor que vive ahora y siempre y que nos ha salvado de nuestros pecados, y le rezamos para que nos ayude. Entonces encontramos a Dios en estas oraciones y somos bendecidos por Él en nuestras vidas. Cuando oramos al Señor, podemos entrar en comunión con el Señor a través de nuestra fe y podemos vivir por fe. Debemos contarle nuestros problemas, pedirle ayuda, recordar Su Palabra y creer que el Señor nos ayudará y resolverá nuestros problemas siempre. Debemos vivir por fe. Debemos hacer esto en nuestras vidas de fe. Los que viven por fe en la justicia de Dios rezan al Señor y entrar en comunión con Él y por tanto pueden vivir por el poder y la gracia que Él les concede. Así es como viven, estando en comunión con el Señor y recibiendo respuestas a través de su fe, con confianza en Dios. Esta es lo que significa vivir confiando en Dios.
Muchas personas en este mundo afirman creer porque confían en Dios, pero no es verdad. Cuando los siervos de Dios tienen algún problema, primero piden al Señor que les ayude a través de sus oraciones. ¿Acaso el Apóstol Pablo no le pedía ayuda al Señor siempre? La fe del Apóstol Pablo incluía la creencia de que Dios cumpliría todo lo prometido. Así que nos advirtió: «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu» (Efesios 6, 18).
Si le pedimos ayuda al Señor cuando tenemos problemas, Él nos contestará de diferentes formas. Debemos vivir por fe y creer que Dios nos ayudará cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo.
Hasta hoy en día hemos vivir creyendo en Dios y Su justicia. El Apóstol Pablo también vivió con esta fe en Dios y en Su justicia. La gente de fe que aparece en la Biblia vivió por esta fe en Dios. Los predecesores de la fe que ahora son líderes suyos también han vivido por fe hasta ahora.
Sus predecesores de la fe no estaban libres de problemas, sino que también se enfrentaron a situaciones difíciles desde el momento en que empezaron a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Tuvieron que levantarse y luchar contra el enemigo, fueron despreciados, perseguidos, insultados y perdieron todas las posesiones materiales que tenían.
Yo también he perdido mucho al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero he ganado más que eso. Cuando encontré al Señor, fui perseguido duramente, tanto dentro como fuera de mi familia. No tenía nada. ¿Estaba sano entonces? No, ni siquiera estaba sano. Caía enfermo constantemente. A veces mis vértebras se inflamaban y mi cuerpo se ponía rígido. Estuve a punto de morir en muchas ocasiones. Cuando intentábamos vivir con fe en el Señor, nos encontramos con muchos obstáculos, pero siempre rezábamos al Señor y nuestras plegarias eran escuchadas, y así es como hemos vivido hasta ahora. Por eso los justos deben vivir por fe.
El quinto día Dios dijo: «Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos».
¿Cómo podemos volar por el firmamento de la fe? Cuando nacemos de nuevo, ¿cómo podemos vivir la vida de los justos? Mientras vivimos en el mundo y nuestra carne está intacta, ¿cómo podemos vivir nuestras vidas como justos? Esto es posible sólo cuando vivimos por nuestra fe en la justicia del Señor. Y los justos deben vivir creyendo en la Palabra de Dios, tal y como debe ser.
¿Cómo hemos podido sacar adelante nuestras vidas de fe cuando nos hemos encontrado con tantos problemas y nos hemos enfrentado a la muerte física? Es posible puesto que hemos vivido creyendo en la justicia del Señor. Hemos orado al Señor constantemente y hemos vivido por fe, creído que el Señor contestaría nuestras plegarías y que se ha convertido en nuestro Pastor, nuestro Padre y Salvador. Esta es la verdadera fe.
Nos hemos encontrado con muchos problemas a todas horas. Incluso ahora no estamos libres de problemas. Sin embargo sabemos que seguiremos viviendo por fe en la justicia del Señor, aunque tengamos que enfrentarnos a problemas más graves. Si no vivimos creyendo en la justicia del Señor, moriremos en cuerpo y espíritu.
La gente de fe que vivió antes que nosotros, desde Juan el Bautista hasta Pedro, Juan, Marcos, Pablo y Mateo, toda esta gente vivió por fe. Vivieron por fe y confiaron en Dios Todopoderoso. No creyeron en su propia fuerza o en sus posesiones materiales. Nosotros también vivimos confiando en el poder del Señor hasta hoy. En la Biblia, el cuarto día de la creación, Dios habla de cómo creó a Sus siervos, y el quinto día, habló de cómo deben creer estos siervos al poner su fe en el Señor.
Cuando tienen problemas, ¿cómo deben resolverlos? ¿Deben intentar resolverlos con medios humanos? Incluso esto requiere algunas condiciones y dinero, así que ¿qué pueden hacer cuando no tienen nada?
Deben vivir confiando sólo en Dios y en Su justicia y pidiendo Su ayuda. Debemos aprender a vivir la vida que confía en Dios y en Su justicia y que busca Su ayuda. Incluso en pequeños asuntos debemos pedirle ayuda a Dios: «Dios, por favor, ayúdame». Debemos pedir al Señor con fe y vivir creyendo que Él nos dará lo que le pidamos. Debemos presentar nuestros problemas al Señor y pedirle: «Dios, por favor, resuelve este problema y ayúdame. Te pido que lo resuelvas. Te pido que me ayudes. Creo que me ayudarás». Podemos vivir pidiendo al Señor que nos ayude y confiando en Él.
Si le pedimos algo al Señor con fe, y si nuestra oración es apropiada, el Señor nos contestará. Dios obrará en nuestras vidas y en nuestras circunstancias con Su poder. Así que gracias a la ayuda del Señor podemos vivir. Deben aprender a vivir confiando en el Señor. Muchas personas intentan vivir dentro de sus posibilidades materiales y de sus facultades. Sin embargo, los justos nacidos de nuevo, ya sean ministros o seglares, pueden superar todas las pruebas si confían en el Señor y si viven por fe. Por muchos problemas que tengamos, si se los contamos al Señor, creemos en Él y le pedimos ayuda, Él nos ayudará. Esta es la verdadera fe. Deben aprender a vivir por fe y hacerlo.
 
 

Dios ha refinado mi fe

 
Hubo un tiempo en el que me enfrenté con numerosas dificultades y aún así seguí confiando en el Señor. En ese momento no tenía a ninguno de los ministros con los que trabajo ahora, ni a ningún hermano o hermana de fe, por no hablar de posesiones materiales. Entonces fui a una ciudad portuaria denominada Sokcho, y lo único en lo que creía era que Dios era mi Dios, que era Su siervo y que Dios me escuchaba cuando rezaba. Esta era la fe con la que creía.
Yo confiaba a Dios y rezaba. A los ojos de la carne, mi situación parecía bastante desesperada, pero tenía fe: «Sin el Evangelio del agua y el Espíritu esta ciudad es como un desierto, pero Dios me hará predicar el Evangelio del agua y el Espíritu aquí y así salvará a mucha gente del pecado y construirá Su Iglesia». Sabía cuál era la voluntad de Dios para mí. Pero yo no tenía nada, no conocía a nadie y me faltaba de todo.
Antes de nada, tuve que encontrar un lugar al que poder llamar hogar para mi familia, que constaba de tres miembros e incluía a mi mujer, a mi hijo y a mí. Busqué algún sitio de alquiler y encontré un pequeño piso con una habitación y una cocina situado en un barrio pobre. El alquiler costaba 30 dólares al mes, pero ni siquiera tenía tanto dinero, ni tenía una cuenta de ahorros.
Así que oré a Dios. Y Dios me ayudó y pude alquilar el piso y mudarme. Cuando nos instalamos, necesitamos muebles y todo tipo de utensilios del hogar. Era una situación bastante difícil para el cabeza de familia. Estuve desesperado y empecé a caminar por la ciudad rezando para que Dios me diera un trabajo. «Dios, ¿acaso no soy tu siervo? Sé que lo soy. Me has salvado de mis pecados a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y Te he servido hasta este momento. Pero ahora estoy en una situación difícil».
Primero examiné mi fe para ver si era un siervo de Dios. Cuando estuve convencido en mi corazón de que era siervo de Dios, le pedí con toda confianza: «Dios, si soy Tu siervo, debes ayudarme. Si no soy Tu siervo, puedes dejarme en paz. Pero soy Tu siervo. Ahora quiero hacer Tu obra, pero primero necesito cubrir las necesidades básicas de mi familia. ¿Qué puede hacer, Señor?».
No había nada que pudiera hacer con mi cuerpo. Solía quedarme en el mercado para hacer trabajo manual pero no podía hacerlo. Un día de trabajo me hubiera costado más dinero en medicinas del que ganaba. Para poder encontrar trabajo hay que tener ciertas habilidades que estén en demanda en una sociedad, pero yo no tenía esas habilidades.
Como había vivido en un lugar de retiro espiritual todo ese tiempo, no tenía que preocuparme de necesidades básicas como ropa, comida y vivienda, y como no tenía experiencia laboral, no podía hacer nada cuando me encontré solo en el mundo. Así que empecé a rezar: «Dios, ¿qué puedo hacer? Por favor, dame fuerzas, Señor y ayúdame a encontrar el modo de alimentar a mi mujer y a mi hijo. Este es un problema muy serio. Soy tu siervo, ¿por qué me pasa esto? No estoy sufriendo porque no haya predicado el Evangelio del agua y el Espíritu. Sino que por predicarlo estoy en un lío mayor. Dios, quiero predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Por favor, ayúdame». Tuve que rezar así.
Paseaba por las calles sin rumbo, y rezaba mientras pensaba: «¿Qué puedo hacer para ganarme la vida?». En ese mismo momento pensé en una barbería. Hacía mucho tiempo, cuando todavía estaba en la escuela primaria, mi cuñado tenía una barbería. Así que cuando volvía de la escuela, hacía algunas tareas en la barbería de mi cuñado, como por ejemplo lavar el pelo, y así me ganaba algo de calderilla. Pero no tenía las habilidades necesarias para cortar el pelo. Así que en realidad no tenía ninguna habilidad. Pero aún así decidí buscar trabajo en una barbería.
En esa ciudad, enfrente de un salón de bodas, había una barbería muy pequeña. Yo sólo tenía mi fe en Dios. No había otro modo de actuar. Cuando entré en la tienda vi que el dueño estaba trabajando solo.
Así que le pregunté: «¿Le gustaría contratar a alguien para que le ayude?». Cuando me dijo que sí, yo le dije que me gustaría trabajar para él. El dueño me preguntó cuánto tiempo había trabajado en ese oficio y yo dije: «20 años». Lo dije por fe.
Entonces me preguntó: «¿De dónde eres?».
Yo dije: «Soy de Busan». Busan es la segunda ciudad más grande de Corea del Sur.
Entonces preguntó: «¿Dónde trabajabas en Busan?» y yo le contesté: «Solía trabajar en el centro». Yo soy de Busan y por eso dije que trabajé en la parte más próspera durante 20 años. Al escuchar esto, el dueño me dijo que podía empezar a trabajar al día siguiente.
Así que a la mañana siguiente fui a la barbería. Pero el dueño no apareció temprano. Cuando abrí la tienda y limpié un poco, apareció el primer cliente. Era la primera vez que sostenía un par de tijeras y me temblaban las manos. Me las apañé para cortarle el pelo al cliente porque había visto a mi cuñado hacerlo hace mucho tiempo, pero la mano me seguía temblando porque sabía que no tenía las habilidades necesarias. Si hubiera abandonado, me habrían despedido y por eso empecé a cortar el pelo mientras rezaba: «Señor, dame fuerzas».
Parecía como si las tijeras tuvieran vida propia e intentasen cortarle la oreja al cliente. Pero aunque temblaba, conseguí terminar de cortar el pelo. También lo afeité y entonces las manos me temblaban aún más. No podía dejar de rezar desesperadamente porque sabría que sería mi fin si me despedían. «Señor, no tengo ni fuerzas para rezar. Por favor, ayúdame, Señor, y dame fuerzas para hacer esto».
Puse mi fe en el Señor y afeité al cliente. Le sangraba la cara por todos lados. Le ponía trocitos de papel facial una vez tras otra y aún así el cliente permanecía inmóvil y sin decir nada. El dueño también fingía no ver nada. Al final el cliente me preguntó cuánto costaba y me pago. Yo sabía que con este nivel de habilidad no podría seguir haciendo este trabajo.
Pero estaba decidido y pensé: «Todo lo que debo hacer es creer en Dios. Esto es lo único que puedo hacer, es una situación de vida o muerte». Y recé de nuevo: «Señor, por favor, no dejes que me despidan». Sin embargo, unas horas más tarde, el cliente volvió a la barbería para cortarse el pelo porque su mujer le había dicho que era horrible. Así que esta vez el dueño le cortó el pelo. Lo extraño fue que el dueño no me dijo nada y me dejó seguir trabajando en su barbería.
El dinero que ganaba en mi jornada de 8 horas no era mucho, pero luego conseguí un aumento. Después ganaba 50 dólares diarios de los cuales 20 cubrían las necesidades de mi familia. El resto se lo daba a mi mujer para que lo ahorrara. En aquel entonces rezaba a Dios para establecer la Iglesia de Dios y preparar los recursos económicos para hacerlo. Como no había nadie que hiciera donaciones en aquel entonces, intenté ahorrar para un lugar donde poder adorar a Dios y para poder predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando tenía tiempo buscaba a gente que pudiera creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso en mi puesto de trabajo, cuando tenía tiempo libre, salía y colgaba carteles hechos a mano que decían: «Si quieren escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu, llamen a este número».
De vez en cuando algunas personas llamaban. Una vez me llamó un seminarista que me dijo que no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu, así que lo conocí en persona y le prediqué el Evangelio del agua y el Espíritu. Y consecuentemente recibió la remisión de sus pecados. En realidad hubo bastantes personas que recibieron la remisión de los pecados con gozo. Pero no tenía ningún lugar, ni siquiera una habitación donde poder reunirme con ellos. La gente estaba decepcionada porque no teníamos un lugar donde adorar a Dios, así que todos se fueron.
Yo seguí orando: «Señor, por favor, envíame a obreros para poder servir al Evangelio». Gracias a que pedí ayuda a Dios, pude predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a una organización misionera y cuando sus miembros escucharon el Evangelio, dejaron su fe antigua y fundaron la Iglesia de Dios conmigo.
En ese momento empecé a predicar en la Iglesia de Dios que predicaba el Evangelio del agua y el Espíritu, fundé una escuela para enseñar a los obreros de Dios a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Algunas mujeres casadas venían a clase y unos 10 hermanos y hermanas jóvenes se matricularon en la escuela como alumnos del primer semestre. Así es como pude empezar esta escuela.
«Dios, predicaré el Evangelio por todo el mundo y plantaré Tu Iglesia en todas las regiones de Corea. Por favor, Señor, ayúdame. Creo que Tu me harás establecer Tu Iglesia y creo que me permitirás predicar el Evangelio del agua y el Espíritu». Creí en el Señor y recé con esta fe. Y recé por mis insuficiencias. Lo hice todo confiando en Dios. El que lo hiciera todo por fe significa que cuando tenía problemas, me arrodillaba ante el Señor y le pedía ayuda una y otra vez, e hiciera lo que hiciera, lo hacía confiando en que el Señor me ayudaría.
Al creer Dios me permitió hacer todas estas cosas.
Enseñé a los obreros de Dios por fe en el Señor. Aunque mis hermanos y hermanas de fe han recibido la remisión de sus pecados, en sus corazones seguían teniendo cosas del mundo. En otras palabras, sus corazones se podían convertir en mentes carnales en cualquier momento. Como estos corazones no pudieron ser transformados sólo con mis palabras, tuve que sacar la maldad de sus corazones con mi fe en el Señor. Y tuve que llevarlos al Señor.
Cuando daba testimonio de la Palabra de Dios, también daba testimonio por fe. Como tenían tantas preguntas sobre la Palabra de Dios, tenía que explicar muchos aspectos de la Palabra por fe. Cuando daba testimonio con la Palabra de Dios, sus dudas se disiparon una tras otra. Así que gracias a la Mission School, formé a los obreros de Dios y les hice predicadores. La Iglesia de Dios fue construida de esta manera.
La fe en el Señor significa creer en lo siguiente: «Dios es mi Dios, el Señor es mi Salvador que ha borrado mis pecados de una vez por todas y es mi Pastor que me ayuda. Si vivo según la voluntad del Señor y le seguimos por fe, sean cuales sean mis circunstancias, aunque esté a punto de morir, el Señor me ayudará porque es mi Pastor y mi Salvador. Creo que el Señor me dará todo lo que le pida, y gracias a esta fe me he convertido en un siervo de Dios. Incluso ahora, gracias a esta fe en el Señor estoy trabajando». A veces, incluso mis compañeros no pueden entender mis acciones, pero gracias a mi fe puedo hacer la obra del Señor.
Vivo por fe incluso en las situaciones más difíciles. Hago la obra de Dios confiando en Él. El Señor me salva y me ayuda cuando creo en Él. Si están pasando por un momento difícil, deben pedirle ayuda al Señor. Si le piden ayuda y de verdad creen que el Señor les ayudará, entonces Él les ayudará. Cuando sirven al Señor de esta manera, podrán resolver todos sus problemas uno por uno. Pueden superar sus problemas gracias a su fe en el Señor.
¿Están pasando por dificultades y problemas? Por supuesto que sí, todo el mundo pasa por esos momentos. ¿Cómo deben resolverlos? Poniendo su fe en el Señor. Deben resolverlos por fe, pidiendo ayuda al Señor. Esto es precisamente de lo que se trata la fe. Les pido que si piden ayuda, confíen en Dios y vivan por fe, así Dios resolverá todos sus problemas. Esta es la verdadera fe. No es una mera hipótesis.
Cierto líder de una organización misionera afirma vivir por fe. Este hombre afirma: «Sólo llevo 10 dólares en el bolsillo en caso de emergencia. Aunque sólo me pagan 300 dólares al mes para pagar las necesidades de mi familia, como rezo con fe, Dios me da todo lo que necesito». Pero en realidad está decepcionando a su congregación. En realidad según había oído este pastor tenía varias tarjetas de crédito y todo lo que pagaba con ellas corría a cuenta de las arcas de su organización. Así que aunque afirmara que sólo se gastaba 300 dólares en sus gastos, en realidad sólo está presentando su propia justicia ante Dios.
Por otro lado, mis gastos ascienden a 1.000 dólares mensuales. ¿Cómo puede alguien vivir con tan sólo 300 dólares mensuales? El tener invitados en casa durante dos o tres días me costaría 300 dólares. ¿Tener fe significa no gastar dinero? Si es por el Señor y es necesario, gasto todo el dinero que tenga gastar. Rezo cuando no tengo dinero. Puede que haya que gastar millones de dólares, pero si son por el Señor, entonces hay que gastarlos.
Vivir para el Señor es vivir con fe en Él. Los justos deben vivir por fe. Los justos tropiezan porque no tienen suficiente fe y por eso sus vidas son miserables. Pero si viven por fe, podrán superar todas sus debilidades y cumplir todo lo que se propongan. Para ganar dinero también debemos confiar en el Señor. Gracias a que servimos al señor podemos recibir dinero. No hay nada de lo que avergonzarse, ya que no nos pagan por nosotros mismos, sino por el Señor. Por eso en ocasiones le pido al Señor más dinero.
Cuando el Señor iba de camino a Jerusalén, donde fue crucificado, llegó a Betfagé y envió a dos sus discípulos diciendo: «Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos» (Mateo 21, 2).
¿Qué diría el dueño de un pollino si un extraño se lo llevara? ¿No diría: «¿Por qué te llevas mi pollino?» y pensaría que es un ladrón? Sin embargo, el Señor les dijo a sus discípulos que si el dueño les hacía estas preguntas, ellos deberían contestar: «El Señor los necesita». Así que los discípulos no tuvieron ningún problema al traer el pollino. Tal y como estaba profetizado en la Palabra, el Señor entró en Jerusalén en un pollino (Zacarías 9, 9).
Debemos tener fe en que la voluntad del Señor se cumplirá con toda seguridad. Trabajar y ganar dinero de la manera adecuada ante el Señor y difundir el Evangelio de Dios es vivir por fe. Tal y como está escrito: «Los justos vivirán por fe» (Romanos 1, 17). Debemos vivir por fe.
Hay muchas dudas sobre el Señor en nuestros pensamientos. Satanás intenta sembrar dudas en nuestros corazones para que no vivamos por fe. En momentos así debemos vencer al Diablo por fe, diciendo: «En el nombre del Señor Jesucristo te ordenó que te apartes de mí, Satanás».
Hace un tiempo viajé a una ciudad para plantar una iglesia nueva. Fui allí con algunos de mis compañeros ministros para buscar un lugar de adoración. Cuando pasaba la noche en un motel, empecé a sentir un dolor terrible en el estómago. Así que me pregunté: «Señor, no he comido nada esta noche, ¿por qué me duele tanto el estómago?». En ese momento pensé que Satanás intentaba suprimir mi voluntad, porque al día siguiente debía firmar el contrato de alquiler y era un paso crucial para predicar el Evangelio en esa región.
El Diablo no puede entrar en nosotros, pero puede ejercer presión desde fuera. Así que grité en mi mente: «¡Diablo, te ordeno en el nombre de Jesucristo que te apartes de mí!». Así le ordené a Satanás que se fuera y recé a Dios. El dolor de estómago era tan agudo que incluso se extendió a la cabeza, pero si llamaba a una ambulancia a esas horas de la noche, hubiera sido mucho jaleo para nosotros y teníamos que firmar el contrato al día siguiente. Así que oré a Dios toda la noche. Y vencí a Satanás por fe. Cuando salió el sol, ya no sentía dolor. Me levanté por la mañana, tomé el desayuno, me reuní con el casero y firmé el contrato.
Como consecuencia de haber seguido el Evangelio del agua y el Espíritu, me sentí más separado de mis padres y hermanos. Y además, mientras servía al Señor, perdí a mi hijo. En ese momento estaba en una reunión en una iglesia y le había dejado mis hijos a un compañero de trabajo para que los cuidara. Se le olvidó cerrar todas las ventanas y el segundo de mis hijos cayó desde el cuarto piso y murió. Todas las ventanas de todas nuestras iglesias tienen una red de seguridad. Ordené que las instalaran por estos recuerdos dolorosos y porque la seguridad es muy importante. No culpé a mi compañero por la muerte de mi hijo. Mandé una nota a la policía diciendo: «No quiero culpar a nadie por este accidente» y libré de cualquier responsabilidad a mi compañero. Mi mujer y yo esparcimos las cenizas de nuestro hijo en un río.
Antes de que mi hijo muriera, solía cogerlo en brazos y enseñarle el Evangelio porque no sabía cuándo se lo llevaría el Señor. Muchas veces le decía: «Hijo mío, sabes que te quiero, ¿verdad? Dios también te quiere. Tus errores son pecados. Pero Jesucristo vino al mundo, cargó con todos estos pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán y borró todos estos pecados al ser crucificado».
Le contaba el Evangelio del agua y el Espíritu tantas veces como podía. Algunas personas se preguntarán cómo puede un niño tan pequeño entender esto, pero yo creo que los niños entienden lo que hay en los corazones de sus padres. Cuando los padres les enseñan el Evangelio del agua y el Espíritu a sus hijos con fe, los niños lo aceptan. Yo le enseñé el Evangelio del agua y el Espíritu a mi hijo. Pero mi hijo se fue con Dios: «Adiós, hijo mío» le dije, y esparcí sus cenizas en un río.
Esa tarde prediqué el Evangelio del agua y el Espíritu y hubo gente que recibió la remisión de sus pecados en aquella reunión. Perdí a mi propio hijo, pero el Señor me dio otro hijo espiritual aquel día.
Le dije a mi mujer: «Si nuestros hijos crecen y prosperan, ¿pondremos nuestras esperanzas en ellos? Creo que Dios se ha llevado a nuestro hijo primero para que no ponga mi esperanza en nada de este mundo. Así que, querida mía, debes aceptar la pérdida y no debes llorar más. ¿No crees que Dios tiene algo en mente al haberse llevado a nuestro hijo? Dios nos quitará este dolor pronto. Todo esto ha ocurrido mientras estaba fuera predicando el Evangelio del agua y el Espíritu; ha ocurrido con el permiso de Dios». Así que me recuperé por mi fe en Dios.
Como soy humano, si mis hijos prosperasen en este mundo, yo pondría mis esperanzas en ellos. Sin embargo, lo he vencido todo por fe en el Señor. Todo lo que hice, lo hice por fe. Ustedes también deben resolverlo todo por fe, por muchos problemas que tengan y haciendo todo lo que complazca a Dios. Sin fe en el Señor, no podemos seguir adelante. No podremos hacer la obra de Dios.
Una vez conocí a un grupo de creyentes que se convirtieron en miembros fundadores de nuestra organización y me invitaron a hablar en un retiro al aire libre por primera vez. Pero me tocaba el turno de la 11 de la noche. Era muy tarde, pero no me importaba, y por eso prediqué la Palabra a esa hora. Como siempre, prediqué por fe. Le pedí ayuda a Dios. Antes de predicar, fui a mi tienda y oré a Dios: «Dios, si no hay ningún alma que reciba la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu en esta reunión, el Evangelio no se podrá predicar. Por eso este retiro es muy importante. El que esta reunión sea utilizada para Tu voluntad depende de esta ocasión. Debes salvar a estas almas».
En el retiro, el mediodía estaba reservado para estrechar lazos de hermandad. Algunos se iban a nadar y otros a pescar. Esta era una parte oficial del retiro. Así que mientras predicaba el Evangelio a esas horas de la noche, mi público estaba cansado por haber estado tantas horas haciendo actividades, e incluso algunos se dormían, por lo que era bastante difícil predicar el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente.
Lo que tenía por delante era bastante duro y quería hablar de muchas cosas, pero como no podían liderar aquella reunión, no podía guiarles como yo quería, así que todas las tardes subía a la montaña. Después de rezar, volvía al campamento y veía que los peces que habían pescado eran servidos. Lo único que podía decir era: «Gracias a todos por sus esfuerzos. Comamos».
Cuando el retiro acabó, esperé que viniera mi autobús y mientras esperaba tuve una pequeña conversación con algunos creyentes. Entonces se me acercaron unos chicos jóvenes. Dios me había preparado ese momento. Entonces pude predicar el Evangelio del agua y el Espíritu una vez más: «¿Qué es el pecado de la humanidad? Es como una ola. Sigue viniendo cuando hay marea. La gente sigue pecando hasta el día en que mueren. La ola sigue rompiendo en la orilla una y otra vez aunque intentemos bloquearla. Esta es la naturaleza del pecado. Jesucristo aceptó todos estos pecados al ser bautizado».
En ese momento, nuestro hermano Wonki Choi, que es ahora un pastor, aceptó el Evangelio. Y otros jóvenes también recibieron la remisión de los pecados. Así es como surgió la obra del Evangelio.
Cuando prediqué al misionero Yonghwa Lee, que había sido el líder de la congregación, lo hice por fe. En ese momento, estaba de visita en su casa, y después de saludarle me senté en el sofá. Él me dijo: «Déjame que te haga una pregunta».
Yo le dije: «¿Qué quieres preguntar?».
Él dijo: «¿Por qué odiaba Dios a Esau y amaba tanto a Jacob? No lo puedo entender». Así que le dije: «Trae tu Biblia» y entonces la abrí por el capítulo 9 del Libro de Romanos y empecé a hablar.
«Aquí dice: “El propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama”. ¿A quién llamó Dios? Llamó a gente como Jacob. Llama a los que son inferiores, cobardes y despreciables, a los que, aunque creen en Dios, no tienen nada de lo que alardear por su cuenta. Es a esta gente a quien Dios llama y salva. Dios amaba a Jacob pero odiaba a Esau porque la gente como Esau es demasiado fuerte para su propio bien y se levantan contra Dios en vez de confiar en Él».
Entonces el misionero Lee me dijo: «He estudiado mucho y he aprendido muchas cosas todo este tiempo, pero tú eres el primero que trata este tema tan claramente. ¿Qué libros has leído?».
Al echar un vistazo a su estudio vi que tenía muchos libros, pero yo le dije: «Deberías llevar estos libros a una planta de reciclaje. Hace más de 10 años que los leí todos, pero no había ninguna verdad en ellos, sólo levadura que corrompe el alma. Si les tienes demasiado aprecio para tirarlos, entonces guárdalos de momento, pero cuando te des cuenta de que no valen para nada, tíralos».
La situación de la Iglesia en ese momento hizo que fuera necesario ordenar al misionero Lee pastor. Sólo entonces se pudo establecer un orden dentro de la iglesia. Pero, ¿cómo podemos hacer siervo de Dios a alguien que no ha nacido de nuevo? Así que oré: «Dios, mientras predico este Evangelio del agua y el Espíritu al misionero, haz que crea en él. Sólo entonces podré evitar cometer pecados ante Ti. Sólo entonces se realizará Tu obra correctamente».
Al orar a Dios de esta manera, prediqué el Evangelio del agua y el Espíritu por fe. El misionario Lee no se entregó completamente al Evangelio ese día, pero decidí esperar un poco y seguí explicando el Evangelio paso a paso. Así prediqué la Palabra al misionero Lee directamente. Él tenía tantas preguntas que tuve que desglosar y explicar la Palabra de Dios por fe en profundidad. Así que al final, el reverendo Lee fue salvado, se convirtió en un siervo de Dios, sirvió al Evangelio por fe y fue al Señor antes que nosotros.
También es cuestión de fe el confiar en los siervos de Dios que fueron antes que ustedes y seguirles. No hay nada en la vida de los justos que no requiera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Obedecer y ser dirigidos por los predecesores de la fe es cuestión de fe y seguirles requiere fe, de hecho todo requiere fe. Cuando los predecesores de la fe les piden que hagan algo, ¿no serían incapaces de obedecer sus palabras si no tienen fe en el orden establecido por Dios?
Debemos vivir con nuestra fe en la Palabra de Dios y en nuestro Señor. «La voluntad de Dios es que el Evangelio sea predicado por todo el mundo. Debemos predicar el Evangelio y este será difundido sin duda». Cuando creemos en esto, nuestros actos de fe saldrán naturalmente de nosotros. Si no podemos entender lo que los predecesores de fe nos piden que hagamos, si tenemos fe, debemos unir nuestros corazones a los suyos y obedecer con un «sí». La fe es lo que hace posible que hagamos todo lo posible por servir al Evangelio, aunque no entre dentro de nuestras ideas o dañe nuestro ego.
Los cristianos saben muy bien que tienen que predicar el Evangelio al mundo, pero no pueden hacerlo por sí mismos. Con el método común de evangelización todo es en vano por muy duro que trabajemos. Si un misionario va a un país, aprende la cultura local, construye una iglesia, empieza un servicio para la comunidad como un hospital o una escuela, y reúne a una congregación, este misionero ha alcanzado un éxito espectacular. Las obras misioneras de William Carey, que fue a India para predicar el Evangelio, y de Hudson Taylor, que predicó el Evangelio en China, siguen siendo hitos en la historia de las misiones cristianas.
Pero, ¿qué hay de nosotros? Estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo a través de nuestros libros. Si Jesús tardara un poco más en llegar, seríamos recordados en la historia como una misión que estableció un hito en la historia de la predicación del verdadero Evangelio. Aunque la gente nos tome a la ligera, se dará cuenta de que somos gente de una fe enorme. Ahora nosotros vivimos por fe. Hemos servido al Señor por fe hasta el momento, y seguiremos haciéndolo hasta el final. La Biblia dice: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11, 1).
La obra de Dios sólo puede hacerse por fe. El Diablo también se vence por fe, nuestros enemigos son aniquilados por fe, y todo se hace por fe. También se vive por fe. Debemos vivir creyendo en el Señor. Debemos unirnos con el Señor por fe y debemos seguirle por fe. Pueden llegar a vivir por fe sólo cuando no tienen fuerzas. No confiarán en su fe mientras tengan fuerzas.
Los avestruces tienen las alas grandes. Si volasen con esas alas, volarían más rápido que las águilas. Además son más fuertes. Incluso con una persona sentada en su lomo, pueden correr como un caballo. Así de fuertes y de grandes son los avestruces. Son capaces de correr a 80 km/h (50 millas por hora). Pero como sus patas son tan fuertes, no necesitan volar. Esto se debe a que no tienen ninguna necesidad de volar.
Sin embargo, un avestruz utilizaría sus alas si se le cortasen las patas. Si un depredador, como el león, las persigue, los avestruces extienden sus alas e intentan escapar de la muerte volando. «Vaya, no sabía que tenía unas alas tan buenas». Los avestruces pueden ganar a las águilas sólo si vuelan. Para hacer que un avestruz vuele, debemos cortarle las patas. Debemos cortárselas cuando está dormida. Entonces aprenderá a volar en un mes si le damos de comer y le curamos las heridas. Los polluelos pueden aprender a volar muy pronto. Si les cortamos las patas nada más nacer y les curamos las heridas, volarán porque no pueden andar.
¿Saben porqué no pueden vivir confiando en el Señor? No pueden vivir por fe porque su propia fuerza está demasiado latente, porque tienen algo más en lo que confiar. Yo no tengo nada más en lo que confiar. He sido echado de mi casa, mis amigos me han abandonado y mi antigua denominación me despidió.
Si su carácter es impecable, si son inteligentes y fuertes por sí mismos, están predispuestos a confiar en estas cosas. Pero cuando se dan cuenta de que todas estas cosas no valen para nada, confiarán sólo en la Palabra del Señor y vivirán por fe. El justo vivirá de la fe exclusivamente. No vivimos por fe cuando todo nos va bien, sino cuando las cosas se ponen difíciles. Entonces es cuando rezamos a Dios.
Deben creer que Dios ha permitido estas circunstancias difíciles en sus vidas para darles fe, y deben rezar a Dios y seguirle, creyendo que Él contestará sus plegarias. Yo no espero nada de este mundo. Soy malhablado y tengo mal carácter; no tengo una educación formal y no soy fuerte; tengo todo tipo de problemas de salud; soy bajito y gordo. ¿A quién le puede gustar un hombre como yo? ¿En qué puedo confiar? No hay nada en lo que pueda confiar.
¿Todavía confían en alguna parte de sí mismos? Deben darse cuenta de que las cosas de la carne no son nada. Deben darse cuenta de que los logros del hombre no son nada ante Dios. Si tenemos suficiente pan ahora mismo, no rezaremos por nuestro pan de cada día; pero cuando no tenemos pan, rezaremos por él. Cuando nos damos cuenta de nuestras insuficiencias oramos a Dios y le pedimos por nuestras necesidades. Cuando entendemos lo importante que es la obra de Dios, oramos. Esta es la fe.
Mis queridos hermanos, cuando se dan cuenta de lo importante que es servir al Señor, vivirán por fe.