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Tema 15: Gálatas

[Capítulo 2-5] Sólo se nos justifica por una fe pura (Gálatas 2, 11-21)

Sólo se nos justifica por una fe pura(Gálatas 2, 11-21)
«Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.
Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.
Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.
Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.»
 

Antes de empezar mi sermón sobre este pasaje, leamos Gálatas 5, 2-3 juntos: « He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley.». Les he pedido que leyeran Gálatas 5, 2-3 para que examinen el contexto y la razón por la que el Apóstol Pablo escribió Gálatas, hecho esto podemos seguir con mi sermón sobre el capítulo 2.
¿Cuál era el problema de las iglesias de Galacia? Al contrario que las iglesias corintias, el problema de las iglesias de Galacia era la circuncisión. En las iglesias de Galacia, había mucha gente circuncidada, y mucha que insistía en la circuncisión de la carne. En otras palabras, en las iglesias de Galacia había gente que insistía en la circuncisión, y discutía que quien entrara en estas iglesias debía ser circuncidado. Esto hizo que el Apóstol Pablo se preocupara bastante.
El pueblo de Israel creía que la circuncisión era una marca distintiva de los descendientes de Abraham, es decir, del pueblo de Dios. Pero el problema era que en estas iglesias de Galacia había judíos y gentiles juntos. Cuando alguien insistía en la circuncisión, muchos eran circuncidados. Viendo lo que estaba ocurriendo en las iglesias de Galacia, el Apóstol Pablo consideró que se podría convertir en un gran problema si se dejaba estar. Por eso reprendió a los creyentes de las iglesias de Galacia con esta epístola. Tal y como hemos leído, Pablo dijo: « si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo». Lo que Pablo quiso decir con este pasaje era: «Si os circuncidáis, ¿de qué os sirve Cristo? ¿Os habéis convertido en el pueblo de Dios al ser circuncidados? Si es así, ¿qué ha hecho Jesús por vosotros?».
En realidad, la circuncisión no trae ningún beneficio. Al contrario, puede hacer que se nos retire la gracia de Dios. Pablo estaba diciendo: «Los que insisten en la circuncisión de la carne y los que quieren ser circuncidados deben cumplir toda la Ley de Dios. Esto significa que deben cumplir toda la Ley, pero ¿pueden?». Así que el Apóstol Pablo estaba escribiendo una carta para los defensores de la circuncisión en las iglesias de Galacia, para que crecieran espiritualmente. Las Epístolas Paulinas trataban los problemas espirituales que cada iglesia tenía, y en cuanto a las iglesias de Galacia, Pablo escribió la epístola de Gálatas por aquellos que decían que podían convertirse en el pueblo de Dios si se circuncidaban en la carne.
Si examinamos el pasaje de las Escrituras de hoy teniendo en cuenta este contexto, podemos entender mejor lo que este pasaje nos está diciendo.
Leamos Gálatas 2, 11-13 de nuevo: « Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.
Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.
Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.».
Pablo dijo que cuando Pedro vino a Antioquia, se enfrentó a él cara a cara porque Pedro había hecho algo incorrecto. ¿Qué le reprochó Pablo a Pedro? Su hipocresía. ¿Qué hipocresía cometió Pedro? Ocurrió cuando Pedro estaba comiendo con los gentiles. Unos hombres llegaron a Pedro de parte de Santiago, estos hombres eran defensores de la circuncisión. Esta gente, aunque creía en Jesús, insistía en que los creyentes debían ser circuncidados. Así que cuando los defensores de la circuncisión llegaron, Pedro, que les temía, dejó de comer con los gentiles y se fue rápidamente. Por eso Pablo, al ver esto, reprendió a Pedro. Cuando examinamos el pasaje de las Escrituras de hoy, podemos ver que Pedro temía tanto a los defensores de la circuncisión que cuando vinieron cuando estaba comiendo y compartiendo fraternidad con los gentiles, se fue corriendo.
Los defensores de la circuncisión, de los que tenía miedo Pedro, siguieron discutiendo que los santos deben circuncidarse para convertirse en el pueblo de Dios, Asimismo afirmaban que los que no están circuncidados no están calificados para ser parte del pueblo de Dios, pedían a la gente que se circuncidara como Abraham. ¿Cuál era la base de este argumento? Que sólo los que estaban circuncidados podían ser aprobados como parte del pueblo de Dios. Como Pedro temía a esta gente, se escapó de la comida con los gentiles.
Esto demuestra que los defensores de la circuncisión tenían mucha influencia en la Iglesia. Entonces ocurrió que muchos creyentes de las iglesias de Galacia se circuncidaron. El Apóstol Pablo estaba enfurecido. Estaba enfadado porque los defensores de la circuncisión tenían tanta influencia que parecía que no se les podía parar. Hasta Pedro tuvo que huir. Los defensores de la circuncisión insistían en que aunque la gente debía creer en Jesús, todos los barones debían ser circuncidados sin falta, y no les daban ningún apoyo a los que no estaban circuncidados, aunque fueran santos. Sólo exaltaban a los circuncidados.
Pasemos a Gálatas 2, 14-16: « Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.».
El Apóstol Pablo reprochó a Pedro su hipocresía diciendo: « no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?». Así que Pablo dijo que un hombre no puede ser justificado por las obras de la Ley. Al decir estas cosas, Pablo intentaba corregir las falacias de los defensores de la circuncisión con su fe en Jesucristo. A medida que los defensores de la circuncisión se hacían más influyentes, Pablo quería retarles y corregir sus errores, y aquí se le presentó la oportunidad. El Apóstol Pablo empezó a reprender a Pedro al principio, pero más tarde extendió su discurso para criticar las falacias y los errores de los defensores de la circuncisión.
Primero declaró: « por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.». Aquí Pablo hizo «las obras de la Ley» objeto de su crítica porque quería subrayar el hecho de que uno no se hace justo al ser circuncidado. La Ley en sí es muy extensa y sus contenidos son también extensos. En las iglesias de Galacia había judíos y entre estos judíos había defensores de la circuncisión que decían que los santos podían convertirse en el pueblo de Dios si se circuncidaban en la carne. Por eso Pablo les estaba diciendo aquí: «La gente no está sin pecado por las obras de la Ley, sino que al creer en Jesucristo son justificados». Si no fuera así, no habría carne que se pudiera decir que está sin pecado por Dios. En otras palabras, Pablo estaba reprendiendo a los defensores de la circuncisión, dejando claro que al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu somos justificados.
En los días de la Iglesia Primitiva, había gente que defendía la circuncisión incluso en la Iglesia de Dios. Continuaban afirmando que sólo se podía ser del pueblo de Dios si se estaba circuncidado. Lo que debemos considerar aquí es la implicación de este incidente. En nuestra época, ¿cómo podemos aplicar el caso de la circuncisión? Podemos aplicarlo a la fe de los que creen que sus pecados son borrados cuando ofrecen oraciones de penitencia. Los defensores de las oraciones de penitencia afirman que cuando un hombre comete un pecado tras creer en Jesús, este pecado se puede borrar sólo mediante oraciones de penitencia.
Entonces, ¿se borran nuestros pecados a través de oraciones de penitencia? Pablo dijo que un hombre no es justificado por las obras de la Ley, entonces, ¿pueden nuestros pecados borrarse si ofrecemos oraciones de penitencia? No, puede al rezar uno se sienta bien durante un rato, pero el pecado nunca puede borrarse para siempre mediante estas oraciones de penitencia. Por eso Pablo dijo: « por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.». Debemos darnos cuenta de que esto sólo se consigue al creer en Jesucristo a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Así que Pablo dijo: « nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley.» (Gálatas 2, 16).
Sigo tratando este asunto repetidamente porque muchos cristianos de todo el mundo creen que sus pecados se borran si ofrecen oraciones de penitencia. Esta insistencia no está de acuerdo con la Palabra de Dios, pero a pesar de ello las oraciones de penitencia se han hecho muy famosas en las iglesias del mundo. Esta fe es la misma que la fe de los defensores legalistas de la circuncisión y la de los seguidores de las oraciones de penitencia. Esta gente es hipócrita e intenta limpiar sus pecados a través e sus oraciones de penitencia y están mal vistos a los ojos de Dios. Sin embargo muchos cristianos de todo el mundo, e incluso algunos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no se dan cuenta de esto.
Decir que un hombre es justificado a través de sus oraciones de penitencia o a través de la santificación incremental es la misma falacia de los defensores de la circuncisión del pasaje de las Escrituras de hoy, de aquellos que creían que la circuncisión era un requisito para ser parte del pueblo de Dios. Por tanto es una tontería afirmar que uno debe creer primero en la sangre de Jesús en la Cruz y que los pecados que se cometen se pueden borrar al ofrecer oraciones de penitencia. La Biblia dice claramente: « por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado » (Gálatas 2, 16). En otras palabras, somos justificados sólo porque creemos que Jesucristo ha borrado nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y no nos hacemos personas sin pecado por nuestras oraciones de penitencia o al ser circuncidados en la carne. Esto no es así. Esto es lo que el Apóstol Pablo está diciendo.
De entre mil millones de cristianos en este mundo, ¿cuántos creen que saben que sus pecados no se borran a través de oraciones de penitencia? Los justos no deben ofrecer oraciones de penitencia, sino que deben ofrecer su sincera confesión y arrepentimiento. Las oraciones de penitencia de hoy en día se reconocen como un ritual por el que se pasa para creer en el Señor y seguirle. Del mismo modo en que los católicos creen que pueden borrar sus pecados mediante el sacramento de la confesión, muchos protestantes creen erróneamente que sus pecados se borran a través de las oraciones de penitencia. Como casi todos los cristianos del mundo son así, no tienen idea de lo incorrecta que es esta creencia. Algunos de ellos puede que lo sepan, pero no pueden localizarlo en el contexto bíblico. 
No nos convertimos en personas sin pecado al ofrecer oraciones de penitencia, sino que al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu nuestros pecados son borrados. Pero, ¿qué cristiano de hoy en día puede decir que las oraciones de penitencia son una creencia errónea? Está mal intentar borrar los pecados mediante oraciones de penitencia, pero ¿quién puede decirlo? Como las oraciones de penitencia han sido sancionadas oficialmente en el cristianismo de hoy en día como el proceso de limpiar los pecados, señalar esta falacia sería emprender una reforma de la fe que sería incluso más importante que la que Lutero empezó al estar en contra del Papado y que desencadenó la Reforma. La gente cree que para borrar los pecados que han cometido después de creer en la sangre derramada en la Cruz, no hay otra manera que ofrecer oraciones de penitencia, pero Pablo nos dice que no es correcto. Todo cristiano en este mundo debe entender lo que el Apóstol Pablo dijo a las iglesias de Gálatas: «si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo» (Gálatas 5, 2).
Los cristianos de todo el mundo intentan recibir la remisión de los pecados a través de las oraciones de penitencia. ¿No está mal esto? No importa si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, si profesan su fe en Jesús como su Salvador, deben darse cuenta de que la creencia de que los pecados pueden ser perdonados mediante oraciones de penitencia debe ser separada de Cristo; de hecho, ya han sido alejados de Cristo.
Entre los judíos, los barones eran aceptados como parte del pueblo de Dios si se circuncidaban. En cuanto un barón judío era circuncidado, inmediatamente era reconocido como parte del pueblo de Dios. ¿Qué pasaba con los judíos no circuncidados? No eran tratados como judíos. Para el pueblo judío, la circuncisión era el símbolo de pertenencia al pueblo de Dios. De hecho, Dios había prometido en el Antiguo Testamento: «Yo seré vuestro Dios y el Dios de vuestros descendientes, pero vosotros y vuestros descendientes debéis ser circuncidados». Así que está escrito en el Antiguo Testamento que la circuncisión es una señal distintiva del pueblo de Dios.
En la era del Nuevo Testamento, ¿qué dijo el Apóstol Pablo en Romanos 2? Dijo: «y la circuncisión es la del corazón» (Romanos 2, 29). Dijo que no sólo se debía circuncidar en la carne, sino de corazón. Al creer que Jesucristo ha borrado nuestros pecados a través del bautismo y derramamiento de sangre, debemos estar espiritualmente circuncidados en nuestros corazones por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, debemos recibir la verdadera salvación al creer de corazón que Jesús ha tomado todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y morir en la Cruz, y así nos ha salvado de todos los pecados del mundo.
Como Jesucristo vino al mundo y nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido salvados al creer en esta Verdad; nuestros pecados no se borran a través de nuestras oraciones de penitencia. Como nos ha salvado perfectamente a través de Sus obras justas, llegamos a ser salvados a través de nuestra fe en este perfecto Evangelio, nos convertimos en el pueblo de Dios, estamos sin pecado y somos uno en Cristo, y estamos justificados. No hay otra manera de convertirse en parte de Su pueblo. Ningún santo puede borrar sus pecados a través de oraciones de penitencia y nunca se pueden convertir en el pueblo de Dios al ser circuncidado en la carne. Creer en esto es una tontería.
Su circuncisión espiritual viene de su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no de sus propias obras. Cuando creen en Jesucristo como su Salvador, y cuando creen que Jesús les ha salvado al ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, pueden recibir la remisión de sus pecados de una vez por todas. No hay otra manera de recibir la remisión de sus pecados si no es creyendo que Jesucristo ha borrado sus pecados. Dios no nos ha dado otra opción.
Por mucha inspiración que algunos cristianos tengan, por muchas visiones que vean y por mucho que oigan la voz del Señor en sueños o despiertos, todo esto es inútil. Por muchas oraciones de penitencia que uno ofrezca a Jesús, aunque acuda religiosamente a reuniones matutinas para orar y aunque esté circuncidado, todo esto no tiene nada que ver con su salvación. Guardar el Sabbath u otras festividades del Antiguo Testamento religiosamente es completamente irrelevante para la salvación de una persona.
Sólo a través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu recibimos nuestra salvación. Sólo al creer en Jesucristo como nuestro Salvador que vino por el agua y el Espíritu podemos ser salvados. Nuestra verdadera salvación se recibe a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, sin poner ningún esfuerzo de nuestra parte, ni siquiera un 0.1%. La suposición de que nuestros pecados son borrados porque ofrecemos oraciones de penitencia, o de que nos convertimos en el pueblo de Dios porque hemos sido circuncidados, cualquier suposición que contenga alguna de nuestras obras en un 0.1% anula la salvación del Señor. Si nuestras obras fueran necesarias en un 0.1% para alcanzar nuestra salvación, significaría que Jesucristo no nos salvó perfectamente a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por tanto si sólo creemos en Él y en lo que ha hecho por nosotros, podemos ser salvados de nuestros pecados. No hay nada que podamos hacer. No hay nada que hacer a parte de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón. Pero a pesar de esto, si alguien se quiere circuncidar en la carne u ofrecer oraciones de penitencia, está quedando fuera de la gracia de Dios. Es una persona determinada a quedar fuera de la gracia de Dios, de la salvación que Dios nos ha dado.
Por tanto todo el mundo debe conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y todo el mundo debe dejar de intentar conseguir su salvación a través de sus esfuerzos. Entre aquellos de ustedes que están ahora en esta Iglesia, y todos los cristianos del mundo, los que han creído que sus pecados han sido borrados gracias a sus oraciones de penitencia deben darse cuenta de que han cometido un grave pecado contra Dios. Deben dejar su fe carnal y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y deben darse cuenta de que sus creencias son erróneas.
Ofrecer oraciones de penitencia puede parecer algo extremadamente virtuoso y bueno, pero no hay nada peor que eso. No debemos ofrecer oraciones de penitencia, sino que debemos arrepentirnos primero. Para arrepentirnos debemos abandonar nuestra maldad. Debemos arrepentirnos ante Dios primero y si queremos confesar nuestros pecados, debemos ofrecer oraciones de confesión. Debemos confesarnos ante Dios y rezar así: «He cometido estos pecados. Aún así me has salvado de esos pecados. Estoy seguro de que has borrado todos estos pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por favor, no me dejes ser tentado por estas iniquidades de nuevo». Esta es la oración de confesión correcta cuando reconozcamos nuestros pecados. Nunca podremos borrar nuestros pecados personales al ofrecer oraciones de penitencia.
Si estuvieran caminando en una determinada dirección y se dieran cuenta que están equivocados, deberían darse la vuelta e intentar encontrar el camino correcto. Así la gente se ha alejado de la fe incorrecta e intenta encontrar la manera correcta de creer en Él. Las oraciones de penitencia, donde la gente dice con sus palabras: «He obrado mal. Por favor, perdóname, no lo volveré a hacer. Creo» son incorrectas.8
Aún así, en el cristianismo de hoy en día, hay gente que afirma poder borrar sus pecados a través de oraciones de penitencia, y esta gente se está convirtiendo en grandes enemigos de Dios. Es completamente incorrecto creer que uno puede borrar sus pecados a través de las oraciones de penitencia. Sólo porque un hombre que ha cometido un pecado diga: «Señor, lo siento. Perdóname» no significa que sus pecados sean borrados. Esto es así por mucho que creamos en la sangre del Señor en la Cruz. Esto ocurre porque se ignoran los méritos del Señor contenidos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Intentar borrar los pecados a través de oraciones de penitencia es pisotear el amor de Dios y despreciar la justicia de Dios ante la justicia propia y por lo tanto esto no está bien.
La razón por la que el cristianismo está teniendo problemas por todo el mundo es la doctrina del arrepentimiento. Así que si alguien conoce el Evangelio del agua y el Espíritu y cree en él y se deja llevar por esa corriente, su fe está acabada.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre alguien que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y alguien que cree que sus pecados se borran mediante sus oraciones de penitencia? Debemos saberlo. Sólo cuando conocemos esta diferencia podemos darnos cuenta de lo que está mal en las oraciones de penitencia y acabar con esta práctica. Y sólo entonces podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los que ofrecen oraciones de penitencia diligente pero inútilmente. Si queremos decirles que se equivocan al confiar en las oraciones de penitencia, debemos conocer bien el problema que tenemos en mano; sin este conocimiento no podemos recibir la remisión de los pecados al creer en el verdadero Evangelio. Si no nos damos cuenta de lo que está mal en las oraciones de penitencia, no podemos decírselo a los demás.
Sun Tzu, un antiguo estratega chino, dijo en su libro El arte de la guerra: «Conócete a ti mismo y a tus enemigos y nunca perderás». Así, sólo cuando señalamos y explicamos qué es incorrecto en su fe y predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, ellos estarán de acuerdo con nosotros. De lo que se deben dar cuenta primero es que si alguien cree que puede borrar sus pecados a través de las oraciones de penitencia, no le podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Muchos cristianos de todo el mundo intentan recibir la remisión de los pecados al ofrecer oraciones de penitencia. Por eso primero debemos comprender las falacias de esta doctrina de las oraciones de penitencia. No exagero.
No es una exageración decir que los que afirman que sus pecados se borran a través de las oraciones de penitencia no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado. Por tanto debemos predicar este Evangelio del agua y el Espíritu a todo el que tenga este tipo de fe. La gente que tiene fe en las oraciones de penitencia para alcanzar su salvación está equivocada y por eso deben desechar esta creencia malvada. Entonces deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, porque sólo se pueden salvar por este verdadero Evangelio. Para predicar esta Verdad a los demás deben confirmar en sus corazones que han sido salvados de todos sus pecados al creer en el Jesucristo que vino al mundo a través del agua y el Espíritu. Si no lo tienen claro, no pueden predicar el Evangelio a los cristianos que creen que han sido salvados de todos sus pecados a través de sus oraciones de penitencia. 
« Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.» (Gálatas 2, 17-18).
Si mientras buscamos ser justificados por Cristo, seguimos siendo pecadores, ¿es Cristo un ministro del pecado? Pablo dijo que no. Lo que el Apóstol Pablo nos está diciendo es que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no pueden convertirse en pecadores de nuevo si creen en Jesús correctamente, dándose cuenta de que la circuncisión de la carne no sirve de nada. En otras palabras, sólo si uno deja atrás la fe en sus propias obras y cree en Jesucristo como su Salvador que vino por el agua y el Espíritu, es un hombre justo y nunca puede ser un pecador. 
Pablo el Apóstol continuó: « Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago ». Se refería a la Ley, especialmente la circuncisión de la carne, con « las cosas que destruí ». Por tanto, en este pasaje, la frase: « las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar », se refiere a intentar convertirse en el pueblo de Dios al ser circuncidado en la carne. Como esto es intentar recibir la remisión de los pecados al cumplir la Ley, Pablo dice que esto convertirá a todo el que lo haga en un trasgresor que peca contra Dios. Pablo hace la misma afirmación en Gálatas 3 y Romanos 4. ¿Cuándo se convirtió Abraham en un hombre justo? Cuando Abraham creyó en la Palabra de Dios, su fe se contó como justicia antes de ser circuncidado. Esto nos dice que Abraham ya había sido aprobado por Dios por su fe en la Palabra de Dios entonces y se había convertido en un hombre justo. Sólo cuando uno cree en la Palabra de Dios se convierte en justo.
¿Entonces que viene primero? ¿Ser circuncidado en la carne o tener fe en la Palabra de las bendiciones que Dios le prometió a Abraham? Abraham creyó en la promesa de la Palabra de Dios que le decía que tendría tantos descendientes como estrellas hay en el cielo. Así es como la fe de Abraham fue aprobada. Mucho antes de que Abraham fuera circuncidado en la carne, Dios le dio Su Palabra de bendición a Abraham y él creyó en esta promesa. Como Abraham creyó en la promesa de la Palabra de Dios antes de ser circuncidado, Dios le tomó por justo gracias a su fe y tras prometerle que se convertiría en el Dios de sus descendientes, le dijo a Abraham que se circuncidara en la carne como señal de esta promesa. Dios dijo que la circuncisión de la carne es el signo de circuncisión espiritual que Abraham recibió a través de su fe en la Palabra de Dios.
Por tanto esto significa que Dios todavía nos dice en nuestros corazones que ustedes y yo nos hemos convertido en Sus hijos al creer en la Palabra del Evangelio, gracias a Jesucristo que vino por el agua y el Espíritu. Mediante nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos recibido la remisión de nuestros pecados y nos hemos convertido en justos de una vez por todas. « Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago » (Gálatas 2, 18). Si, al haber sido salvado al creer en Jesucristo que vino por el agua y el Espíritu en nuestros corazones, tuviéramos que ser circuncidados una vez más, ¿qué significaría esto? Anularía los méritos de Jesucristo que satisfizo todos los requisitos de la Ley.
Nunca podremos estar sin pecado si nos circuncidamos en la carne. Al igual que la fe de Abraham fue aprobada cuando creyó en la Palabra de Dios, no es al ser circuncidados en la carne o al recibir oraciones de penitencia que nuestros pecados son borrados. En vez de esto, nuestros pecados se borran de una vez por todas y nos convertimos en justos al creer de corazón en Jesucristo que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu como nuestro Salvador. ¿Lo creen? Sólo esto es ser justificado por la fe. Sólo podemos convertirnos en justos por la fe. Por fe somos aprobados por Dios y por de somos salvados y justificados. Cuando hemos sido justificados sólo por creer de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, en lo que Él ha hecho por nosotros, ¿cómo podemos volver a las prácticas religiosas que se basan en nuestras propias obras y no en la fe? Por eso decimos que nuestra justificación viene de la fe. Justificación por la fe significa que alcanzamos la justicia de Dios al creer en Su Palabra.
El Apóstol Pablo dejó claro que uno no se salva al ser circuncidado en la carne. Recibir la circuncisión de la carne no nos puede salvar; sino que alcanzamos nuestra salvación al recibir la circuncisión espiritual, es decir, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La circuncisión espiritual es la remisión de los pecados que se recibe en el corazón al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Mediante esta circuncisión espiritual podemos sacar los pecados de nuestros corazones, al igual que Abraham cortó su prepucio con un cuchillo de sílex. Esto es lo que nos está diciendo el Apóstol Pablo.
Pasemos a Gálatas 2, 19: « Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios ». El Apóstol Pablo declaró que había muerto a la Ley. No nos dijo que intentara cumplir la Ley. ¿Por qué? Si alguien se compara con la Ley, sus pecados se revelan porque la Ley es absolutamente santa, justa y buena (Romanos 7, 12). Por eso la Biblia dice: « ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. » (Romanos 3, 20). En otras palabras, a través de la Ley los pecados de Pablo fueron revelados y se dio cuenta de que estaba destruido.
Por eso el Apóstol Pablo, en vez de defender a la Ley, dijo que a través de la Ley había muerto a la Ley. Dijo que había muerto para poder vivir para Dios. Esto significa que el Apóstol Pablo reconoció la Palabra de Dios. Él reconoció la majestuosa Palabra de Dios, la Palabra de Verdad. La Ley no se puede cumplir por mucho que se intente. Esto se debe a que los requisitos de la Ley son tan estrictos que si uno tuviera que ser tomado por justo por cumplir la Ley, no sólo debería ser circuncidado, sino que tendría que observar todas las festividades y obedecer los 613 estatutos que especifican cómo se debe vivir.
Por tanto Pablo no pudo evitar admitir que era incapaz de cumplir la Ley y confesó que aunque la Ley de Dios era perfecta y justa, él era demasiado sucio y estaba destinado a ser destruido. Por eso confesó que en vez de cumplir la Ley, había muerto a la Ley. Cuando se dio cuenta de la verdadera esencia de la Ley, dejo de practicarla, sino que confesó que había muerto por los perfectos requisitos de la Ley de Dios y creyó en ello. Esto ocurrió para poder vivir para Dios por fe. Dicho de otra manera, Pablo se dio cuenta de que no podía ser salvado de sus pecados, sino sólo por Dios y que no podía evitar creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para que Dios le salvara. Dijo que había muerto a la Ley, para conocer a su Salvador y recibir la salvación que Él nos da. Y a través de Jesucristo, recibió la nueva vida por el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas creencias de Pablo hicieron posible alcanzar la justificación, la verdadera fe.
Mis queridos hermanos, si no entienden Gálatas correctamente, no pueden acercarse a la Verdad. Puede que piensen: «Así que había defensores de la circuncisión en aquellos tiempos. Supongo que molestarían a Pablo con la cuestión de la circuncisión. Incluso Pedro fue hipócrita y fue reprochado ante más gente por Pablo, un hombre que se había convertido después que él. Supongo que eso es todo. Tampoco es tanto».
Sin embargo, deben darse cuenta de que este pasaje de la Biblia sirve para enseñarnos lecciones hoy en día y deben entender esta Epístola claramente. Si no fuera por el Libro de Gálatas, no podríamos explicar a los que creen que la remisión de sus pecados se recibe por sus oraciones de penitencia, lo incorrecta que es su fe con todo detalle. También es un error insistir ciegamente: «¡Están equivocados! Esta es una perspectiva de todo o nada, por lo tanto si yo tengo razón, tú estás equivocado. Sin ninguna razón, simplemente es así». Pero esto no es razonable, tan irracional como cuando Hitler proclamó que la raza germana era superior a las demás. Lo correcto es dar una explicación, con razones, cómo, por qué y qué es incorrecto en la fe de los defensores de la circuncisión. En el pasaje de las Escrituras de hoy, Pablo señala lo malo e hipócrita que es insistir en la circuncisión. A través de estos pasajes de Gálatas, los cristianos de hoy pueden darse cuenta de lo equivocado que es confiar en las oraciones de penitencia y arrancar sus creencias.
Leamos Gálatas 2, 20: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. ».
Esto nos muestra la esencia de la fe de Pablo. Creyó completamente en Jesucristo: no alardeó de sus obras, sino que creyó en las obras de Cristo de corazón; y creyó que Jesucristo vino al mundo, tomó sus pecados a través de Su bautismo, fue crucificado y murió por él, se levantó de entre los muertos y así le devolvió a la vida. Dicho de otra manera, Pablo creyó en cómo Jesucristo se había convertido en su perfecto Salvador con todo detalle.
Así es como declaró: « Con Cristo estoy juntamente crucificado » (Gálatas 2, 20). Esta era la confesión de su fe que creía completamente en Jesús como su Salvador. Era la confesión de fe que creía que Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y le ha librado de todos sus pecados perfectamente. Habla de la fe pura. El Apóstol Pablo dijo que era a través de su fe que había muerto con Cristo y había sido devuelto a la vida con Cristo. Esta era la fe del Apóstol Pablo.
Mis queridos hermanos, ¿dijo el Apóstol Pablo que sus pecados se borran o que pueden ser santificados a través de sus oraciones de penitencia? En ese momento, cuando los defensores de la circuncisión insistían en que los cristianos tenían que ser cincuncidados, el Apóstol Pablo declaró: « porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. » (Gálatas 5, 6). Nuestra salvación, en otras palabras, se alcanza sólo por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu en un 100 por 100. Así que cuando se trata de nuestra salvación de los pecados, ninguna obra nuestra cuenta. No puede haber ni una pizca de nuestras obras, ni una milésima parte de nuestra justicia.
Imaginen que a una de nuestras hermanas se le cae el pelo y mientras preparaba sopa para nosotros, algunos pelos cayeron dentro de la sopa. ¿No sería esto un problema a la hora de comerse la sopa? Si viéramos un montón de pelos flotando en la sopa, ¿nos la comeríamos? Por supuesto que no. Así, nuestra fe también debe ser pura. Necesitamos el tipo de fe que cree puramente en Jesucristo y en lo que ha hecho por nosotros, sin añadir ni quitar nada. Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, estamos salvados por nuestra fe. Es indispensable tener esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que cree tal y como es.
La fe del Apóstol Pablo le llevó a decir: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. » (Gálatas 2, 20). ¿Dice Pablo aquí que haya hecho algo? No, no dice ni una palabra de cómo creyó solamente en la sangre de Cristo y de cómo ofreció oraciones de penitencia, fue circuncidado, observó todas las festividades o cumplió la Ley diligentemente. En otras palabras, no contaba con ninguna obra suya propia. Todo lo que tuvo que hacer era creer en Dios y confesar: « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. ».
El Apóstol Pablo fue salvado al creer en Jesús y en lo que hizo por él. ¿No es pura esta fe? Simplemente creyó. Él no dijo: «Pero hice esto y lo otro». Simplemente creyó de corazón en Jesucristo que vino a la tierra como nuestro Salvador, fue bautizado por Juan el Bautista para salvar a todo el mundo, llevó estos pecados a la Cruz y fue crucificado, y tras derramar Su sangre y morir, se levantó de entre los muertos convirtiéndose en nuestro Salvador. « Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. » (Gálatas 2, 20). ¿Creen así? En la fe del Apóstol Pablo no había ninguna obra suya y por eso fue salvado perfectamente por su fe. Él se salvó por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es. No hay otra manera de ser salvado si no es creyendo.
Pablo continuó confesando: « y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.» (Gálatas 2, 20).
Pablo fue salvado simplemente al creer en Jesús y su salvación no tiene nada que ver con sus obras. No afirmó sus buenas obras ante Dios, ni sus oraciones, sino que simplemente se llevó su fe ante Dios. Esta es la misma fe que Abel tenia cuando ofreció el sacrificio de el primogénito de su rebaño con un corazón puro. Dios se complació con este sacrificio de fe pura, pero no respetó a Caín y su ofrenda. ¿Por qué no quiso Dios recibir la ofrenda de Caín? Porque ofreció una ofrenda del fruto de la tierra, de las obras de su carne al Señor Dios (Génesis 4, 1-5).
El Apóstol Pablo también creyó en Jesús como su perfecto Salvador y que, aunque no podía evitar morir ante Cristo, Él le amó tanto que le salvó al ser bautizado, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. Como un niño, el Apóstol Pablo aceptó esta Verdad tal y como era y creyó en ella, y así fue salvado. Ustedes y yo debemos tener este tipo de fe. Todo cristiano en el mundo debe tener esta fe.
Cuando damos algo de comer a un bebé, ¿no abre la boca? Abre la boca como pollitos. Aunque sacásemos una barra de caramelo de la boca y dijéramos: «¡Ah!», entonces abre la boca. No tienen que enseñarle nada; cuando le dicen que es hora de comer, abre la boca. Esto se debe a que esta frase significa que están a punto de darles de comer. Decir: «¡Ah1» puede parecer una clase de vocalización, pero para un bebé significa que alguien está a punto de darle de comer.
Debemos tener esta fe infantil. Cuando Dios dice: «Te he salvado. Te he mandado a Mi Hijo al mundo y al hacer que se bautizara, muriera en la Cruz y se levantara entre los muertos, hice que pagara la condena del pecado y borrara todos los pecados completamente. Mi hijo ha sufrido tu muerte en tu lugar y para darte vida nueva, Mi Hijo ha resucitado. Así que Mi Hijo te ha salvado. Cree», sólo tenemos que decir: «Sí» y creer. Del mismo modo en que Pablo dijo: «Estoy crucificado con Cristo; y ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí», nosotros somos salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no a través de la Ley ni de nuestras obras. Pablo se salvó por pura fe.
Mucha gente tiene diferentes interpretaciones del pasaje de las Escrituras de hoy, pero este pasaje deja claro que, a través de las obras de la Ley, las oraciones de penitencia, la circuncisión o ese tipo de cosas, nadie puede salvarse de sus pecados. Pablo no fue salvado al creer en Jesús y añadir algo a esta fe, sino que fue salvado simplemente al creer y aceptar en su corazón que Jesucristo le salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu, sin añadirle nada. Esto es lo que Pablo dice en el pasaje de las Escrituras de hoy. Después de que el Apóstol Pablo fuera salvado, ¿vivió por fe en el Hijo de Dios o no? Por supuesto que sí. Por eso predicó el Evangelio del agua y el Espíritu.
Pasemos a Gálatas 2, 21: «No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo. » Pablo dijo que no desecha la gracia de Dios. Esa era la fe que tenía. Dejó claro que la salvación se alcanzaba sólo por fe en la gracia de Dios. Por eso dijo que si la justicia viniese por las obras de la Ley, Cristo hubiera muerto en vano. Si nuestras propias obras se añaden a habernos convertido en personas sin pecado, esto significaría que Jesús murió en vano. Si buenas obras como ofrecer oraciones de penitencia, vivir virtuosamente se añaden aunque sea sólo un poco, Cristo murió en vano. En otras palabras todas las cosas que Jesús ha hecho por nosotros cuando estaba en el mundo, como ser bautizado y morir en la Cruz, no sirven para nada si añadimos nuestras obras a Su salvación. No debemos dejar de lado la gracia de Dios. Debemos aceptarla con gratitud. Debemos recibirla con gratitud, dar gloria con gratitud y estar unidos con el Señor con gratitud. Como «estamos crucificados con Cristo», nuestros corazones están unidos con Cristo.
Ustedes y yo debemos ser justificados por fe y debemos estar sin pecado por fe. Al creer que Jesucristo nos ha salvado, debemos convertirnos en gente sin pecado. Los que creen que Dios ha borrado nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu son gente sin pecado. Todos debemos convertirnos en este tipo de gente.
« pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo » (Gálatas 2, 21). Si queremos borrar nuestros pecados a través de oraciones de penitencia, entonces Jesucristo vino al mundo en vano, fue bautizado en vano y murió en la Cruz en vano. ¿No es así?
Debemos darnos cuenta de cómo las iglesias de Galacia murieron. Tras la muerte del Apóstol Pablo, las iglesias de Galacia desaparecieron sin dejar rastro. Esto nos demuestra lo peligroso que es confiar en nuestras propias obras, y añadir nuestras obras de la Ley a nuestra salvación. Es absolutamente indispensable darnos cuenta de que está mal poner por delante nuestras propias obras.
Puede que piensen: «¿Pero son malas todas las obras? ¿No hay nada bueno en ellas? Estoy seguro que hay algo bueno en nuestras obras». Sin embargo, pensar así es extremadamente peligroso. «Como nuestros padres de fe fueron circuncidados, ¿qué hay de malo en circuncidarse? ¿Qué hay de malo en que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu y también nos circuncidemos? Dejemos que las buenas tradiciones sigan adelante». ¿Creen ustedes así? Pero esto está mal. No es más que hipocresía el enseñar a otros a ser hipócritas; por eso el Evangelio del agua y el Espíritu se ha pervertido; y por eso mucha gente muere. Lo que consideramos como bueno antes de nacer de nuevo, lo que consideramos como obras virtuosas y corazones decentes, todo eso es malvado. Por eso Pablo explicó las cosas que le habían sido de provecho, las tiraba a la basura por Cristo (Filipenses 3, 7-8).
¿No solían algunos de ustedes organizar un seminario denominado «curación interior»? Este era un seminario malvado. Esto es lo que deja de lado la gracia de Jesucristo y la rechaza. Es una solución «tirita» que nos lleva a pensar: «Estoy mal, pero cuando pienso en Jesucristo, ¿no sufrió Él más que yo? Mis padres me han herido, ¿pero no les hirieron a ellos también?». Ser confortado por Jesucristo cuando se está dolido y decir que se perdona a su padre es perdonar a alguien por cuenta propia. El sujeto del perdón es uno mismo. Es uno mismo quien cura sus propias heridas utilizando a Jesucristo y es él quien perdona a otros. Hace tiempo escuché una cinta de uno de estos seminarios y, aunque parecía bueno y decente, era muy malo.
Nosotros, los cristianos de todo el mundo, debemos darnos cuenta de la falacia de confiar en nuestras propias obras. Mientras que uno puede ser salvado si cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, si sus obras, buenas o malas, se añaden, no puede ser salvado. Por eso debemos dejarlas atrás. Si aceptan en sus corazones, como un niño, lo que Jesucristo ha hecho por ustedes, serán salvados y se convertirán en hijos de Dios. Y si lo difunden tal y como es, otros serán salvados. Por eso está escrito: « Toda palabra de Dios es limpia;
El es escudo a los que en él esperan. » (Proverbios 30, 5). Su Palabra es tan pura. Doy gracias a Dios.
Cuando leemos el Libro de Gálatas, podemos darnos cuenta de que nuestras propias obras, buenas o malas, no deben estar conectadas con nuestra salvación. Podemos entender lo incorrecto que es asociar estas cosas con la salvación que Dios nos ha dado, podemos entender que la hipocresía de Pedro estaba llevando a otros por el mal camino; y podemos entender en qué pensaba Pablo cuando reprendió a Pedro. Aún es más, nuestros corazones están convencidos de que cuando predicamos el verdadero Evangelio, debemos predicarlo en su puro estado. Ya crean o no los demás, lo que debemos hacer es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu con pura fe en él. Si traemos algo más, los que nos escuchan estarán más confusos, y será mucho más difícil para ellos ser salvados.
Mis queridos hermanos, debemos predicar la Palabra de Dios en toda su pureza. Ahora como antes, 10 años atrás o 20 años atrás, la Verdad sigue estando en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso todos los días hablamos del Evangelio del agua y el Espíritu y lo predicamos. Como es la Verdad, no puede exagerarse por mucho que se predique. Diez años más adelante, ¿debería predicar otra cosa sólo porque la gente se haya cansado de escuchar el mismo Evangelio? En el momento en que predique otra cosa, desapareceré como las iglesias de Galacia.
Debemos creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es su puro estado. Deben creer en el amor de Dios con pureza y deben creer en la salvación que Dios les ha dado tal y como es. Si creen, serán el pueblo de Dios. Por supuesto, nuestros fallos estarán siempre ahí. Cuando se convierten en el pueblo de Dios por fe, Su Palabra quitará todas las impurezas de sus corazones y les ayudará a crecer en la fe.
Aquellos que, tras recibir la remisión de los pecados, siguen al Señor con sus propios pensamientos y acciones son como los seguidores de la circuncisión. Esta gente cree que están haciendo lo mejor que pueden, pero sólo verán resultados horribles. Están equivocados. Por eso, tenemos que creer en Dios con pureza, unirnos con Él con pureza, seguirle con pureza, y predicar el Evangelio de Verdad con pureza. Al saber esto y creer, prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu y vivamos por fe.