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Tema 8: El Espíritu Santo

[8-7] El Bello Evangelio Que Permite Que El Espíritu Santo More En Los Creyentes (Isaías 9:6-7)

El Bello Evangelio Que Permite Que El Espíritu Santo More En Los Creyentes(Isaías 9:6-7)
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
 
 
¿Qué es lo que permite al Espíritu Santo morar en los creyentes?
El bello evangelio del agua y el Espíritu
 
Para recibir el Espíritu Santo, necesitamos tener fe en el evangelio del agua y el Espíritu. A nuestro Señor se le conoce como: Maravilloso, Consejero, Dios Poderoso. Nuestro Señor se refirió a él mismo como el camino al cielo. Jesucristo presentó a todos el don del bello evangelio.
En este mundo, hay muchas personas que todavía viven en la oscuridad sin embargo. Ellos intentan escapar de esta oscuridad pero debido a que no conocen el bello evangelio, nunca pueden escapar de sus pecados. En cambio se marchitan por sus creencias en las doctrinas falsas. En contraste, para aquellos que buscan la verdad, ellos encontrarán el bello evangelio y vivirán el resto de sus vidas llenos de las bendiciones de Dios. Yo creo que es una bendición especial de Dios que me permita ayudarlos a encontrarse con el bello evangelio y que sean limpiados de sus pecados.
Por lo tanto la libertad del pecado sería imposible sin su bendición. Si nosotros hemos conocido al Señor y hemos recibido el Espíritu Santo entonces nosotros somos muy bendecidos. Lamentablemente, mucha gente no está consciente que la bendición de Dios proviene de la fe en este bello evangelio.
Dios está bendiciendo los resultados de creer en el bello evangelio que nos fue dado por Jesucristo, Su Hijo unigénito. Jesús es el que nos salva de los pecados del mundo y nos bendice con su misericordia. Nadie más puede salvarnos de nuestros pecados y nos ayuda a borrar la culpa en nuestros corazones. ¿A quién le sería posible salvarse de sus propios pecados y del dolor de la muerte eterna?
Dios nos dice, “Hay camino que parece derecho al hombre, Pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25). Las personas establecen sus propias religiones y se conducen hacia la destrucción y muerte. Muchas religiones se jactan de que ellos dan énfasis a la justicia y muestran sus propias maneras de salvar a las personas de sus pecados, pero sólo esto es posible mediante el evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos dio, que podemos salvarnos de todos nuestros pecados. Sólo Jesús es el Salvador que puede salvar a los pecadores de sus pecados.
En Juan 14:6, nuestro Señor dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Él dio su propia carne y sangre a aquellos en su camino a la muerte. Él también se refirió a él mismo como el camino, y la verdad, y la vida. Dios dice que si uno no cree en el bello evangelio de Jesús, el tal no puede entrar en el reino del cielo.
Nosotros debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu, ser perdonados de nuestros pecados y creer que él es nuestro Salvador para entrar en el reino del cielo.
 
 

¡Una vez en el antiguo Israel!

 
“Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para combatirla; pero no la pudieron tomar” (Isaías 7:1).
Israel era originalmente una nación. Sin embargo, Israel se dividió en sur y norte. El templo de Dios estaba en Jerusalén de Judea del sur dónde Roboam, el hijo de Rey Salomón, gobernó. Después, Jeroboam, uno de los siervos de Salomón, estableció otra nación en el norte y entonces Israel se dividió. De ese tiempo en adelante, la fe en Dios se deterioró. La deterioración de la fe se volvió la fuente de las religiones heréticas de hoy. Jeroboam así se volvió el creador de los herejes. Él enmendó la ley de Dios debido a que necesitaba conservar su trono y por consiguiente, se volvió el padre de los herejes. Él creó una religión diferente para su pueblo en Israel, el Reino del Norte. Inclusive él intentó invadir Judá, en el Reino del sur. Casi pasaron 200 años, y las relaciones entre los dos reinos no cambiaron.
Sin embargo, Dios habló a través de Isaías, “Ha acordado maligno consejo contra ti el sirio, con Efraín y con el hijo de Remalías, diciendo: Vamos contra Judá y aterroricémosla, y repartámosla entre nosotros, y pongamos en medio de ella por rey al hijo de Tabeel. Por tanto, Jehová el Señor dice así: No subsistirá, ni será. Porque la cabeza de Siria es Damasco, y la cabeza de Damasco, Rezín; y dentro de sesenta y cinco años Efraín será quebrantado hasta dejar de ser pueblo. Y la cabeza de Efraín es Samaria, y la cabeza de Samaria el hijo de Remalías. Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis” (Isaías 7:5-9).
En ese momento, Dios profetizado a través de Isaías al rey Acaz, pero el rey no tenía fe en él. Acaz estaba sumamente angustiado de que él ni siquiera podría ofrecer resistencia contra el ejército de Siria, pero oyendo acerca de la invasión de Siria e Israel en alianza con algún otro, él se estremeció de miedo. Pero el siervo de Dios, Isaías, vino a él y le dijo, “En menos de sesenta y cinco años, Israel norte será desecho. Y la mala conspiración que los dos reyes han planeado nunca se hará realidad.”
El siervo de Dios le dijo al rey Acaz que buscara una señal de Dios. “Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto” (Isaías 7:11). “Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:13-14). Ésta fue su profecía: Que él salvaría a su pueblo de sus pecados.

 

¿Quién es el enemigo de Dios?
 

El enemigo de la humanidad es el pecado y el pecado es originado por satanás. ¿Y quién es el Salvador de nuestros pecados? El Salvador no es nadie más que Jesucristo, el Hijo de Dios. El hombre fundamentalmente tiene debilidades de la carne y por consiguiente no puede sino cometer pecado. Él está bajo el poder de satanás. Una gran cantidad de gente todavía visita a adivinos e intentan vivir sus vidas exactamente como estos falsos profetas les instruyen que lo hagan. Ésta es la evidencia directa de que ellos están bajo el mando de satanás.
El Señor dio a Isaías la evidencian de la salvación, diciendo que una virgen daría a luz un niño y lo llamarían Emmanuel. Fue el plan de Dios enviar a Jesús en semejanza de carne pecadora de hombre y hacer que él salvara a los pecadores de la opresión de satanás. De acuerdo con la profecía, Jesús vino a este mundo para nacer como hombre de la Virgen María.
Si Jesús no hubiera venido a nosotros, nosotros todavía estaríamos viviendo bajo el reino de satanás. Pero Jesús vino a este mundo y fue bautizado por Juan y murió en la cruz para darnos el bello evangelio que salvaría a todos los pecadores de sus pecados. Por lo tanto, muchas personas creyeron en el bello evangelio, recibieron el perdón de sus pecados y se volvieron hijos de Dios.
Aun hoy día, muchos teólogos arguyen acerca de si Jesucristo es Dios u hombre. Los teólogos conservadores dicen “Jesús es Dios,” pero los Nuevos Teólogos se retuercen sosteniendo que Jesús era el hijo bastardo de José. ¡Eso es una aserción lamentable!
Algunos Nuevos teólogos dicen que no pueden creer que Jesús tenía la habilidad de caminar sobre el agua. Ellos dicen, “Jesús realmente caminó en sobre una pequeña loma bajo el agua sobre el horizonte y sus discípulos, viéndolo de lejos pensaron que él estaba caminando sobre el agua.” En los tiempos actuales, doctores de la Divinidad que pertenecen a la nueva escuela de teología no son del todo grandes hombres de la teología. La mayoría de ellos escogen creer lo que ellos pueden comprender en la Biblia.
Para dar otro ejemplo, la Biblia dice que Jesús alimentó a 5,000 personas con dos peces y cinco barras de pan. Pero ellos permanecen muy escépticos con respecto a este milagro. Ellos lo explican en las condiciones siguientes. “Las personas eran seguidoras de Jesús y estaban hambrientos hasta la muerte. Así que Jesús les pidió a sus discípulos que reunieran toda la comida sobrante. Entonces un niño le dio su comida, y todos los otros adultos estaban emocionados y sacaron su propia comida. Así después de que ellos habían reunido toda la comida y habían comido, doce cestas quedaron de sobras.” Este tipo de teólogos simplemente intentan hacer que la Palabra de Dios encaje en su propia y muy limitada comprensión.
Creer en la verdad de Dios es simplemente tener fe en el bello evangelio que Dios dio. La fe no significa creer en cosas sólo porque parece tener sentido sino creer en algo más allá debido a que no lo parece. Si podemos comprenderlo o no, debemos confiar en él y aceptar sus palabras tal y como está escrita.
El hecho de que Jesús vino a nosotros como el Hijo del Hombre significa que fue enviado a salvarnos de todos nuestros pecados. Jesús quien es Dios vino a esta tierra para salvarnos. Isaías había profetizado que él vendría a nosotros como el Hijo del Hombre, nacido de una virgen.
En Génesis 3:15, el Señor Dios dijo a la serpiente, “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; Ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Esto significa que Dios había planeado enviar a Jesús, en la apariencia de hombre, como nuestro Salvador para salvar la humanidad de sus pecados.
¿En la Biblia, está escrito, “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.” (1 Corintios 15:55-56). La picadura de muerte es el pecado. Cuando un hombre peca, la muerte le hace su esclavo. Pero nuestro Señor prometió, “La simiente de la mujer aplastará su cabeza.” Esto significa que Jesús destruiría la picadura del pecado que satanás trajo.
Jesús vino a este mundo, fue bautizado para llevarse todos nuestros pecados y fue crucificado y juzgado por ellos. Él salvó de sus pecados a todos aquellos que creen en el bello evangelio. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios prometió salvar a la humanidad del poder de satanás. En el mundo moderno, el enemigo de Dios son aquellos que no creen en el bello evangelio.
 
 

¿Por qué Jesús nació en este mundo?

 
Dios nos dio la ley y el bello evangelio para salvarnos de nuestros pecados. Bajo la ley de Dios, las personas se volvieron pecadoras en su presencia. De la misma manera, la ley fue dada para que las personas pudieran llegar a conocer sus pecados. Cuando las personas se volvieron esclavas del pecado y de la propia ley, nuestro Señor vino a este mundo para cumplir los requisitos justos de la ley.
Jesús nació bajo la ley. Él nació en la época de la ley. La razón por la que las personas necesitaron la ley fue porque ellos necesitaban reconocer sus pecados para recibir el perdón por ellos. Las personas sólo limpian la suciedad de su ropa cuando ellos se dan cuenta que están sucias. De la misma manera para reconocer sus pecados, las personas deben conocer la ley de Dios. Si no hubiera ninguna ley, no habría ningún pecado, y Jesús no habría tenido que venir a este mundo.
Si usted conoce la ley de Dios, entonces usted tiene una oportunidad para conocerlo. Nosotros conocimos la ley y por consiguiente pudimos aprender sobre nuestros pecados. Sólo después de que nosotros conocimos nuestro pecado Jesucristo nos trajo el bello evangelio para creer en él. Si Dios no nos concediera la ley, entonces nosotros no seríamos pecadores y el juicio no existiría. Así, Dios nos dio la ley y nos presentó al bello evangelio para salvar a todos los pecadores de sus pecados.
La ley que debe existir entre el Creador y su creación es la ley de la salvación de Dios. Ésta es la ley del amor. Dios le dijo al hombre, “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás” (Génesis 2:17). Ésta era la ley que Dios nos concedió, y la ley se volvió la base del amor con que Dios nos salvó de todos nuestros pecados. La ley de la salvación tenía su fundamento en el perdón de nuestros pecados. Dios nos dice que Él es nuestro Creador y que todo vino a existir según su voluntad. Esto significa que Dios es el ser absoluto y que las personas deben creer en la ley de salvación que fue cumplida a través del bello evangelio.
El Dios absoluto es completamente bueno. El amor de Dios para este mundo lo incitó a sacrificar a su Hijo unigénito que se volvió el Salvador de todos los pecadores. Si Dios nos creó y no nos hubiera dado el bello evangelio para salvarnos de nuestros pecados, nosotros habríamos levantado quejas contra Él. Pero Dios quiso salvarnos de nuestra propia destrucción y por consiguiente estableció la ley de la salvación. Debido a que gracias a la ley, pudimos comprender nuestros pecados y mirarlos directamente, empiece a creer en el bello evangelio de Jesús. Cuando nosotros violamos la Palabra de Dios, nos manifestamos como pecadores ante la ley, y después todos los pecadores nos arrodillamos para rogar por su misericordia de perdón de pecado ante Dios.
Jesús nació de una mujer y vino a este mundo para salvar a la humanidad del pecado. Jesús vino a este mundo como hombre para cumplir el plan de Dios para nosotros. Nosotros creemos en su bello evangelio. Por consiguiente, nosotros alabamos al Señor.
Algunos se quejan, “¿Por qué Dios me hizo tan frágil que caigo en el pecado tan fácilmente y he sufrido tanto por mi mal?” Pero Dios nunca quiso que sufriéramos. Él nos permitió sufrir debido a que éramos escépticos acerca del evangelio de Jesús. Dios nos dio ambos, el sufrimiento y el bello evangelio para que tuviéramos el mismo poder como Él como sus hijos. Éste fue su plan.
¡Pero los demonios dicen, “No! ¡No! ¡Dios es un dictador! Prosiga y viva como usted lo desea. ¡Sea independiente! ¡Hagan sus fortunas a través de sus propios esfuerzos!” Los demonios también intentan bloquear la creencia de la humanidad en Dios. Pero los que escogen vivir aparte de Dios son barreras para su salvación. Jesús vino a este mundo y llamó aquellos que están bajo el poder de satanás a renunciar a sus pecados. Nosotros no debemos vivir apartados de Dios.
 
 
El hombre nace siendo pecador destinado Al Infierno.
 
No hay verdad en esta tierra que no cambia. Pero el bello evangelio de Jesús es la verdad inalterable. Por consiguiente, las personas pueden depender de esa verdad y pueden ser liberados del poder de satanás. La humanidad heredó los pecados de Adán y Eva y sin la intervención de Cristo se condenaría al fuego del Infierno. En cambio, gracias a su sacrificio, el hombre fue bendecido con poder volverse un hijo de Dios. “Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia” (Isaías 9:1). Dios envió a su Hijo a este mundo y glorificó a aquellos que creen en la bella salvación.
“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ello” (Isaías 9:2).
Hoy, esta palabra se hace realidad en usted y en mí. Creyendo en el bello evangelio, nosotros fuimos bendecidos con la vida eterna que no podemos llevar en esta tierra. Jesucristo salvó a la humanidad de todos los pecados del mundo y a aquellos que creen en el bello evangelio, les dio la vida eterna y el Reino de Cielo.
 
 
Él derramó la bella luz del evangelio Sobre aquellos que no tenían esperanza
 
El hombre es como la niebla, existe durante algún tiempo pero pronto desaparece de este mundo. Su vida es así, como las plantas anuales y la hierba. La hierba retiene su fuerza de vida por sólo unos meses durante el año y desaparece según la Providencia de Dios. Todo es vanidad en nuestras vidas sin sentido como esa hierba. Pero Dios dio el bello evangelio a nuestras almas exhaustas y con su justicia, nos hizo sus hijos. ¡Esto es una gracia asombrosa! Nuestras vidas sin sentido se volvieron en vidas eternas gracias al amor de Dios y nosotros también fuimos bendecidos con el derecho para ser hechos sus hijos.
He aquí la confesión de un alma que fue bendita con la gracia de Dios creyendo en el bello evangelio.
“Yo nací en una familia que no creyó en Dios. Por consiguiente, yo pensé lo bonito que era para mi madre orar a los dioses del cielo y tierra por el bien de mi familia todas las mañanas con un cuenco de agua delante de ella. Como yo estaba creciendo, no conocí el valor o la razón de mi existencia que me hizo creer que no importaba realmente si yo vivía o me moría. Debido a que yo no me valoraba, yo viví en la soledad.
Este tipo de vida me agotó así que me apresuré a casarme. Mi vida matrimonial era buena. Yo no tenía nada más que desear, así que yo viví una vida tranquila y serena. Entonces tuve un hijo y desde ese tiempo descubrí que el amor comenzó a aparecer en mí. Empecé a perder mis deseos egoístas y también temí la pérdida de aquellos que estaban cerca de mí.
Así, empecé buscando a Dios. Yo era frágil e incapaz y por consiguiente, necesitaba que un ser absoluto guardara a mi amado. Así que yo empecé a asistir a la iglesia pero mi fe era poco diferente a la de mi madre cuando ella oró delante del cuenco de agua- mi oración sólo se basaba en los vagos temores y esperanzas.
Una vez, asistí a una pequeña reunión de la iglesia local y mientras yo estaba orando, las lágrimas empezaron a caer de mis ojos. Sentí vergüenza e intenté detener el llanto, pero las lágrimas continuaron. Las personas alrededor de mí pusieron sus manos en mi cabeza y me felicitaron por recibir el Espíritu Santo. Pero yo estaba descarriada. Yo ni siquiera estaba familiarizada con la Palabra de Dios y mi fe en él sólo era vaga, tanto que yo no tenía confianza que esta fuerza fuera del Espíritu Santo.
La iglesia a la que yo asistí estaba asociada con el movimiento carismático pentecostés, y muchos tenían experiencias como las mías y casi todos hablamos en lenguas. Un día, fui invitada a una reunión de reavivamiento guiada por un pastor que las personas decían estaba lleno del Espíritu Santo. El pastor reunió numerosas personas en la iglesia y dijo que él sanaría a alguno de sinusitis ya que estaba en sus poderes espirituales el hacerlo. Sin embargo, yo pensé que la sinusitis era una enfermedad fácilmente sanada en los hospitales, yo estaba más interesada en saber cómo él había recibido el Espíritu Santo. Después cuando que el pastor parecía tener éxito en sus esfuerzos de sanidad, empezó a alardear que él podía predecir si un estudiante de la escuela secundaria tendría éxito o no en su examen para ingresar a la universidad. Muchas personas alabaron sus poderes como si estos vinieran de Dios.
Sin embargo yo no podía entenderlo. Y yo no podía decir que el poder que el pastor tenía, tenía algo que ver con el Espíritu Santo. Yo pensé que no era importante si él podía sanar la sinusitis o predecir a alguien si tendría éxito en un examen o no. Así que, yo no podía tomar sus milagros como obra del Espíritu Santo.
El poder y amor de Dios que yo tenía en la mente eran diferentes de lo que yo vi. Por esa razón, dejé de asistir a esa iglesia y evité a las personas que creyeron en los poderes del pastor. Después de eso, yo asistí a una iglesia tranquila, que escogí debido a que creí que se daba más énfasis a la Palabra de Dios. Ahí aprendí de la ley y a través de ella supe que yo era muy injusta. Dios se volvió el objeto de mi temor y aprendí que yo no podía parecer honorable en su presencia y que su Espíritu parecía estar rechazándome.
En Isaías 59:1-2 está escrito, “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oir; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” Esto parecía encajar en mi situación. Era imposible para mí volverme su hija y recibir el Espíritu Santo debido a que todo lo que yo hice o pensaba era pecado.
Yo temí a Dios y consistentemente hice oraciones de arrepentimiento. Nadie me dijo que lo hiciera, pero yo quería ser honorable delante de Dios. Debido a que yo era pecadora, ofrecí aun más seriamente mis oraciones de arrepentimiento. Pero estas oraciones no lavaron mis pecados. Todo lo que yo hacía era para mostrarle mi sinceridad y mis pensamientos así que mis pecados todavía estaban en mí. En ese tiempo, empecé a quejarme contra Dios. Yo deseaba ser perfecta a sus ojos pero yo no podía, así que mis quejas y pecados se me amontonaron.
Durante este tiempo de confusión religiosa, mi padre recibió un golpe. Él sufrió durante 40 días en las salas de operaciones y camas de hospital antes de que él falleciera. Y no pude orar una sola vez por mi padre. Yo era una pecadora, así que yo pensé que si oraba por mi padre, su dolor sólo empeoraría. Me apené por mi falta de fe y deseé seguir a Dios pero no pude, así que continué quejándome y me alejé de él. Mi vida religiosa acabó así. Yo pensé si yo creyera en él, Su Espíritu moraría en mí y yo encontraría paz, pero ése no era el caso. Después de eso, mi vida se fue más aun sin sentido y yo viví en el miedo e infelicidad.
Pero el Señor no me abandonó. Él me encausó a conocer a un creyente que había recibido el Espíritu Santo de verdad a través de la Palabra de Dios. Yo aprendí de esta persona que Jesús había tomado nuestros pecados a través de su bautismo por Juan y que Él se había sido juzgado por ellos en la cruz. Por consiguiente, todos los pecados de este mundo, incluyendo los míos, fueron todos perdonados. Cuando yo oí y vine a entender esto, yo podía ver que todos mis pecados fueron limpiados. Dios me ayudó a recibir el perdón por mis pecados, me dio la bendición del Espíritu Santo y me concedió una vida pacífica. Él me guió silenciosamente, a una clara comprensión de lo bueno y de lo malo y me dotó del poder para superar las tentaciones de este mundo. Él contestó mis oraciones y me ayudó a vivir una vida justa y que vale la pena. Yo de verdad doy gracias a Dios por darme el Espíritu Santo.”
 Cada uno de nosotros es bendecido con la gracia del Señor y es capaz de recibir el Espíritu Santo. Yo le agradezco al Señor que nos haya dado su bello evangelio. Dios bendijo al justo con tal felicidad. Los corazones de los justos son alegres. El Señor nos concedió felicidad eterna. Nosotros conocemos cómo es la salvación preciosa de Dios, es amor y gracia y nosotros estamos agradecidos por ello. El Señor nos dio felicidad a través del bello evangelio del Cielo. Esto es algo que no puede comprarse con dinero. Dios nos envió el Espíritu Santo así como el bello evangelio para hacernos felices y justos. El bello evangelio es lo que bendice nuestras vidas. El Señor nos dio el bello evangelio y Él está feliz de que los justos disfruten una vida bendita.
Como está escrito en Lucas, María dijo, “porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” (Lucas 1:37-38). En el momento que María creyó en las bellas palabras de Dios, tal como lo había dicho por su ángel, Jesús fue concebido. De la misma manera, a través de su fe, el justo concibe el bello evangelio en su corazón.
“Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián” (Isaías 9:4). Satanás causó todo el dolor, enfermedades, y opresión en nuestras vidas y somos demasiado débiles para superarlo. Pero Dios nos ama y así Él nos ama y luchó con satanás y lo derrotó.
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).
Dios prometió glorificarnos como sus hijos a través del bello evangelio que Jesús trajo. Él derrotó a satanás de acuerdo con su promesa y nos liberó del poder de satanás.
El Señor vino a la tierra y con su poder prometió llevarse toda la oscuridad de pecado. Así que nosotros también llamamos a nuestro Señor, Maravilloso. Él ha hecho muchas cosas maravillosas para nosotros. La decisión de Dios de venir a este mundo como el Hijo del Hombre fue un misterio. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; Si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
El Señor prometió salvarnos de nuestros pecados y darnos el perdón eterno. Jesús es llamado el Maravilloso, de acuerdo con esto, Él ha hecho obras milagrosas para nosotros. “Llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno.” Dios, como nuestro Consejero, planeó nuestra salvación con el bello evangelio y llevó a cabo su plan para salvarnos eternamente de nuestros pecados.
Dios es mucho más sabio que el hombre. En su sabiduría Jesús fue bautizado por Juan y murió en la cruz a fin de salvarnos de todos nuestros pecados. Éste es trabajo misterioso que Él hizo por nosotros, y es la ley de amor la que nos salvó de todos nuestros pecados. La ley del amor es el evangelio de verdad que nos lleva a recibir el Espíritu Santo a través del agua y su sangre.
El Señor dice en Isaías 53:10, “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.” Jesús hizo su alma una ofrenda de pecado para hacer la voluntad de Dios. Él pasó todos los pecados del mundo a su hijo, Jesucristo, y le hizo sufrir el dolor de la crucifixión para que él fuera juzgado por ellos. Éste es el bello evangelio que salvó la humanidad de sus pecados por última vez. Cristo ofreció su vida por nosotros, pagó el precio del pecado y nos bendijo con la salvación.
 
 
El sistema sacrificatorio de Dios
 
¿Cuántos pecados tomó Jesús a través de su bautismo por Juan?
Los pecados pasados, presentes y futuros desde los tiempos del principio hasta el fin
 
La Biblia habla de una ofrenda que producía una vez el perdón por los pecados de un día. Un pecador tenía que traer un animal sin mancha y poner sus manos en la cabeza del animal para pasar en este sus pecados. Entonces él tenía que degollar el sacrificio y dar su sangre al sacerdote. Y el sacerdote tomaba algo de la sangre del animal y lo ponía en los cuernos del altar de las ofrendas quemadas y derramaba el resto sobre la base del altar.
De esta manera, él podía ser perdonado por los pecados de un día. La imposición de manos era la manera en que un pecador pasaba sus pecados al sacrificio. Aquellos que ofrecieron sus sacrificios de acuerdo con el sistema sacrificatorio podían recibir el perdón por sus pecados. El sistema sacrificatorio era la manera en que nosotros expiábamos nuestros pecados en el tiempo antes de que Jesús se llevara todo el pecado.
Dios también había fijado el Día de Expiación para que el pueblo de Israel pudiera hacer la expiación por los pecados cometidos en el curso de un año entero. El sacrificio tenía lugar en el décimo día del séptimo mes. Dios puso a Aarón, el sumo sacerdote, como el que pasaba los pecados del año de todo el pueblo de Israel sobre la víctima propiciatoria. El ritual se llevó a cabo de acuerdo con el plan de Dios. El perdón de pecados vino de su sabiduría y amor por la humanidad. Éste es su poder.
“Los cuernos del altar de ofrenda quemada” son “el Libro de la vida” (Apocalipsis 20:12), dónde están escritos los pecados de la humanidad. La razón por la que el sacerdote ponía la sangre de la ofrenda de pecado en los cuernos del altar de ofrendas quemadas era para borrar los nombres y sus transgresiones escritas en el Libro de la vida. La sangre es la vida de toda la carne. El sacrificio se llevó los pecados del Israelita y la víctima propiciatoria fue degollada para pagar el precio de pecado. Dios les hizo matar un animal sacrificatorio para aceptar el juicio de sus pecados. Ésta era una señal de su sabiduría y amor por nosotros.
Jesucristo vino a este mundo como una ofrenda por el pecado para lograr el plan de Dios. Jesús se llevó los pecados del mundo a través de su sacrificio. Si nosotros miramos las palabras de esta promesa, vemos, “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” o “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).
La promesa misteriosa y maravillosa era que Jesús llevaría a cabo la voluntad de Dios y daría toda la paz de los creyentes llevándose los pecados del mundo. La promesa de Dios era una promesa de amor por que Él planeó traer paz a toda la humanidad. Esto es lo que Dios nos prometió, y esto es lo que Él hizo.
Mateo 1:18 dice, “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.” “Jesús” significa el Salvador, el que salvará a su pueblo de sus pecados. “Cristo” significa el Rey Ungido. Jesús no tenía ningún pecado, y Él es nuestro Rey y Salvador que nació de una virgen para salvar a su pueblo de sus pecados.
“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo” (Mateo 1:21-22).
 
 
Jesús tomó todos los pecados del mundo Con Él a través de su bautismo
 
Está escrito en Mateo 3:13-17, “Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”
Juan el Bautista aparece en este pasaje. ¿Por qué Jesús tuvo que ser bautizado por Juan? Jesús tuvo que ser bautizado para asumir todos los pecados en el mundo, y llevarlos con él según el plan de Dios.
“Y el principado sobre su hombro” (Isaías 9:6). Aquí “el principado” significa que Jesús es el que tiene la autoridad como el Amo del cielo, el Rey del mundo. Ésta es la autoridad concedida sólo a Jesucristo. Jesús hizo una cosa maravillosa al llevarse todos los pecados de la humanidad. Esta cosa maravillosa fue ser bautizado por Juan. Lo que Jesús quiso decir “Así conviene que cumplamos toda justicia” es que quitar todos los pecados del mundo era correcto y justo.
Romanos 1:17 dice, “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” La rectitud de Dios es revelada en el evangelio. ¿Realmente el verdadero evangelio del agua y el Espíritu revela la justicia de Dios? ¡Sí! El verdadero evangelio es que Jesucristo se llevó todos los pecados del mundo a través de su bautismo y crucifixión. El evangelio del agua y el Espíritu es el bello evangelio en el que la justicia de Dios se revela. ¿Cómo se llevó Jesús los pecados del mundo? Él se los llevó todos cuando Juan lo bautizó en el río Jordán.
“Toda justicia” es “dikaiosune” en griego. Esto significa que Jesús se llevó todos los pecados de la humanidad en de la manera más justa y maravillosa. Significa que la limpieza que Jesús hizo de todos los pecados del mundo fue completamente clara y justa. Jesús tuvo que ser bautizado por Juan para borrar los pecados del mundo.
Dios sabía que el bautismo de Jesús era completamente necesario para traer paz a la humanidad. Jesús no podía volverse nuestro Salvador, si él no hubiera sido bautizado por Juan y hubiera derramado su sangre en la cruz. Jesús sirvió como la ofrenda de pecado llevándose todos los pecados del mundo.
Dios dice en Isaías 53:6, “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” Jesús tenía que aceptar todos los pecados del mundo para hacer la voluntad de Dios. Ésta es la razón por la que Jesús vino como ofrenda de pecado en carne de un hombre y fue bautizado por Juan.
Jesús tenía que aceptar todos los pecados de la humanidad y ser juzgado por ellos para que él pudiera cumplir el plan de Dios y expresar así su amor hasta la muerte. Cuando Jesús emergió del agua después de su bautismo, Dios dijo, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
 
 
Un niño nos es nacido
 
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Jesús es el Hijo de Dios. Jesús es el Dios de la creación que creó el universo entero. No sólo es el Hijo del Omnipotente Dios, sino que también es el Creador y el Rey de paz. Jesús es el Dios que dio felicidad a la humanidad.
 Jesús es el Dios de la verdad. Él se llevó todos nuestros pecados, nos salvó, y nos dio paz. ¿Hay pecado en este mundo? No, no hay ningún pecado. Es la razón por la que nosotros podemos decir confiadamente que no hay ningún pecado es porque nosotros creemos en el bello evangelio que dice que Jesús lavó todos los pecados del mundo a través de su bautismo y sangre en la cruz. Jesús no nos miente. Jesús pagó el precio del pecado con su bautismo y su sangre. Él nos permitió a todos los que creímos esto que fuéramos hechos sus hijos y nos dio la paz a todos. Él nos ha hecho vivir como sus hijos santificados en la fe por la eternidad. Yo alabo al Señor y le doy gracias a él.
 
 
¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el Pecado del mundo!
 
Juan 1:29 dice, “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Jesucristo aparecía de nuevo delante de Juan el Bautista un día después de que él se llevara todos los pecados del mundo a través de su bautismo. Juan el Bautista testifico de Jesús diciendo, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” Él testifica de nuevo en Juan 1:35-36, “El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.”
Jesús era el Mesías que vino como el Cordero de Dios, así como Dios había prometido en el Antiguo Testamento. El mesías Jesucristo vino a nosotros como el maravilloso, consejero y Dios Poderoso, y fue bautizado para salvarnos de todos nuestros pecados. Un niño nos fue nacido. Él aceptó todos los pecados del mundo a través de su bautismo por Juan, pagó el precio del pecado, y vino a ser el Príncipe de Paz que nos da la paz y la remisión de todos nuestros pecados. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Alguna vez la gente no tenía ninguna otra opción más que morir por sus pecados. Los humanos fueron destinados a cometer innumerables pecados debido a su naturaleza pecadora y en el futuro serían condenados al Infierno. Ellos llevaron vidas miserables; ninguno de ellos podía entrar o siquiera soñar con entrar en el Reino de Dios debido a sus debilidades. Jesucristo que es nuestro Dios aceptó todos sus pecados cuando él fue bautizado por Juan en el río Jordán y fue crucificado como resultado del juicio por este mal. En su muerte, Cristo dijo, “consumado es” (Juan 19:30). Éste fue el clamor de su testimonio al hecho de que Jesús salvó a toda la humanidad de sus pecados y muerte, y que él absolutamente liberó a cualquiera que creyó en el bello evangelio.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” ¿Usted sabe dónde están todos los pecados del mundo? ¿No están todos en el cuerpo de Jesucristo? ¿Dónde están todos los pecados y transgresiones que nos humillan en este mundo? Todos fueron transferidos a Jesucristo. ¿Dónde están todos nuestros pecados? Ellos están en la carne de Uno en el hombro del creador; ellos están en la carne del Omnipotente Dios.
 
 
Todos los pecados, ¡Desde el nacimiento Hasta la tumba!
 
Nosotros cometemos pecado a lo largo de nuestras vidas. Nosotros cometimos los pecados desde el día en que nacimos hasta el día en que tuvimos 20. ¿Adónde se fueron todos estos pecados durante 20 años? Ellos se transfirieron a la carne de Jesucristo. Los pecados que nosotros cometimos entre las edades de 21 y los 40 también se pasaron a Jesús. No importa cuántos años viva una persona, los pecados que él cometió desde el principio de su vida hasta que el fin, fueron transferidos a Jesucristo. Todos los pecados que la humanidad cometió, empezando por Adán y hasta la última persona en esta tierra, se transfirieron a Jesús. Incluso los pecados de nuestros hijos y nietos ya se pasaron a Jesús. Todos los pecados se transfirieron a Jesús en el momento que él fue bautizado.
¿Sigue habiendo pecado en este mundo? No. No queda ninguno. No queda ningún pecado en el mundo debido a que nosotros creemos en el bello evangelio que Jesucristo nos dio. ¿Usted tiene pecado en su corazón? ¡No, Amén! Nosotros creemos en el bello evangelio que dice que Jesucristo nos salvó de todos nuestros pecados. Nosotros alabamos al Omnipotente Jesús por hacer este trabajo maravilloso para nosotros.
Jesucristo restauró nuestras vidas perdidas. Ahora nosotros creemos en el bello evangelio por lo que podemos vivir con Dios. Incluso las personas que eran enemigos de Dios–los pecadores que no tenían ninguna otra opción sino el esconderse en los bosques oscuros–pueden salvarse ahora de sus pecados creyendo en el bello evangelio.
El bello evangelio nos enseña que el Señor lavó todos nuestros pecados limpiándonos cuando él fue bautizado por Juan, fue crucificado y resucitó. Nosotros nos volvimos los hijos santificados de Dios creyendo en el evangelio de Jesús. Jesús ofreció su propio cuerpo como la ofrenda por nuestros pecados. Él, el Hijo del Omnipotente Dios que nunca cometió un solo pecado en este mundo se llevó todos los pecados del mundo y salvó a todos que creemos en él. Isaías 53:5 dice, “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Jesús se llevó todos los pecados del mundo, incluyendo el pecado original y los pecados actuales y no omitió una sola trasgresión. Él pagó el precio del pecado con su muerte en la cruz y por eso nos salvó de todos nuestros pecados. Jesús lavó todos los pecados del mundo a través de este bello evangelio. Nosotros hemos encontrado la nueva vida a través de Jesús. Aquellos que creen en este bello evangelio no son más unos muertos espiritualmente. Nosotros ahora tenemos la vida nueva y eterna, Jesús pagó todo el precio de nuestro pecado. Nosotros nos hemos vuelto hijos de Dios creyendo en el bello evangelio de Jesucristo.
¿Usted cree que Jesucristo es el Hijo de Dios? ¿Usted también cree que él es su Salvador? Lo creo. Jesucristo es la Vida para nosotros. Nosotros encontramos la nueva vida a través de él. Nosotros fuimos destinados para morir debido a nuestros pecados y transgresiones. Pero Jesús pagó el precio del pecado a través de su bautismo y muerte en la cruz. Él nos liberó de la esclavitud del pecado, del poder de la muerte, y las ataduras de satanás.
El Señor es el Dios que nos salvó de nuestros pecados y vino a ser el salvador de todos los que creemos en Jesús. Cuando miramos Hebreos 10:10-12, 14 y 18, podemos ver que el Señor nos santificó para que no hubiera ninguna necesidad más de recibir la remisión de pecados. Nosotros entramos en el Reino de Dios creyendo en Jesús. Nosotros fuimos destinados para morir por nuestros pecados y transgresiones, pero podemos ahora entrar en el cielo y disfrutar la vida eterna creyendo en el bautismo de Jesús y su sangre.
“El buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). Nuestro Señor vino a este mundo para salvarnos de los pecados del mundo a través de su bautismo, su muerte en la cruz, y su resurrección. Él también da el gozo de la vida en el Espíritu Santo a aquellos que han recibido la remisión de sus pecados creyendo en esta verdad. Gracias, su evangelio es el bello evangelio que puede darles la vida en el Espíritu Santo a los creyentes. ¡Aleluya! Yo alabo al Señor.
 
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