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Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 18-2] Los ricos de corazón no pueden entrar en el Reino de los Cielos (Lucas 18, 18-27)

Los ricos de corazón no pueden entrar en el Reino de los Cielos(Lucas 18, 18-27)
«Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios».
 
 
¿Qué dijo el Señor?
 
En el pasaje de las Escrituras de hoy el Señor dijo: «Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios». Es muy difícil que los ricos entren en el Reino de Dios y por eso Jesús dijo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entrar un rico en el Reino de los Cielo. ¿Significa esto que no hay ningún rico en el Cielo? ¿Acaso es en vano que los ricos crean en Jesús? ¿Acaso no se les permite que sean salvados de los pecados? La Biblia dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entrar un rico en el Reino de Dios. Sin embargo, este pasaje tiene un significado espiritual, así que en realidad hay muchas personas ricas en este mundo que han recibido la remisión de los pecados para entrar en el Cielo creyendo en la justicia de Dios.
 
 

Los ricos de los que habla el Señor se refieren a los que son ricos de corazón

 
Esta Palabra se le dio al joven rico que le preguntó a Jesús: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Este joven era un gobernante. Su fe estaba atada a sus propias acciones. Jesús dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios». Por supuesto Jesús dijo esto porque a los ojos del gobernante Jesús era simplemente un buen maestro. El gobernante rico vio a Jesús como un sabio respetado del mundo como Sócrates, Platón, Buda y Confucio. Por eso Jesús dijo: «Nadie es bueno sino Dios». En otras palabras, dejó claro que los seres humanos no tienen ninguna virtud.
¿Ven a Jesús solamente como un ser humano? Jesús es Dios. Es también el Hijo de Dios Padre.
Nuestro Señor le dijo al joven: «Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre». El hombre rico entonces dijo haber cumplido todos estos mandamientos. Esto significa que había cumplido toda la Palabra de la Ley de Dios con sus acciones. No había cometido adulterio, no había asesinado, no había robado, no había dado falso testimonio y había honrado a sus padres.
Sin embargo, en vez de alabar a este hombre, nuestro Señor le dijo: «Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme». La Biblia dice: «Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico». Por eso Jesús dijo: «Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios». Lo que Jesús le estaba diciendo al joven era que tenía que ser pobre de corazón. En otras palabras, para los que tienen el corazón lleno de las cosas del mundo, el Evangelio de la salvación del agua y el Espíritu ofrecido por nuestro Señor no puede entrar en sus corazones. Tampoco hay sitio para la Palabra de Vida del Señor, la Palabra de la remisión de los pecados. El hombre joven del pasaje de las Escrituras de hoy era rico en la carne y en sus acciones. Era un hombre con justicia propia. Así que se sabía claramente que este hombre no iba a aceptar a Jesús como su Salvador ni iba a reconocerle como tal. Después de todo, su corazón estaba lleno de las cosas del mundo, y ¿cómo podría Jesús haber entrado en su corazón? ¿Cómo hubiera podido entrar en su corazón la Palabra del Evangelio, que proclama que Jesús ha salvado a todo el mundo, a través de Su bautismo y sangre, de todos los pecados del mundo?
El joven rico intentó obtener la remisión de los pecados y la vida eterna a través de sus propias acciones. Pero Jesús sabía que la salvación del joven no estaba en sus propias acciones, sino en Su bautismo y sangre. Estaban centrados en cosas diferentes. El hombre joven pensaba que podría obtener la vida eterna si hacía buenas obras y cumplía la Palabra de Dios y Sus mandamientos, mientras que Jesús, por el contrario, era el Salvador que había venido a librar a los que tienen una naturaleza pecadora y confían en el amor de Dios y Su justicia.
Nadie tiene ninguna virtud. Jesús quería que el joven dijese que no hay nadie bueno sino Dios, y que todos los seres humanos son malvados e inadecuados. Pero el hombre joven tenía otro interés. Era un hombre rico materialmente pero espiritualmente su corazón estaba lleno de justicia propia e hipocresía. Así que los que tienen el corazón rico, es decir los que tienen justicia propia, no pueden entrar en el Cielo, de la misma manera en que un camello no puede entrar por el ojo de una aguja. Sin embargo, el Señor predica un mensaje de esperanza diciendo: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios». Nadie puede entrar en el Cielo confiando en su propia justicia y virtud ni cumpliendo los mandamientos. Sin embargo, Jesús dijo que lo que es imposible con los hombres es posible con Dios.
De hecho, el Señor murió por este hombre joven, por este hombre malvado. Le dejó sin pecados al hacer que fuese bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, y así tomar todos los pecados del mundo. También pagó la condena por este joven rico por sus pecados. Nuestro Dios ha salvado a todo el mundo: a los ricos, a los pobres, a los viejos y a los jóvenes, e incluso a los que no saben que Dios existe.
 
 

Todo el mundo es insuficiente en cuerpo y espíritu

 
¿Acaso no comete pecados todo el mundo hasta el final de sus vidas? Todo el mundo comete pecados hasta que muere. ¿Y qué hay de ustedes entonces? ¿Creen que cometen pecados hasta el día que mueren o creen que pueden evitar cometer pecados en el futuro? Todos cometemos pecados hasta el fin de nuestras vidas sin excepción. Saben que como seres humanos está en nuestra naturaleza cometer pecados desde que nacemos hasta que morimos. Si Sócrates estuviese aquí, hubiese dicho: «Conócete a ti mismo». Así que todos los seres humanos son pobres y sin ninguna virtud o justicia ante Dios. Por eso deben creer que Jesús les ha salvado a través de Su bautismo y sangre. El hombre no tiene nada de lo que presumir en sus acciones.
El Señor dijo: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios». Podemos ser salvados de todos nuestros pecados al creer que el Señor cargó con todos ellos a través de su bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz, pero si no lo hacemos no podemos decir: «No tengo pecados; soy una persona justa». No se puede tener confianza en esto si no se cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero aunque todo el mundo cometa pecados desde el día que nace hasta que muere, los que no conocen su naturaleza pecadora todavía juran a Dios: «Si me perdonas esta vez no cometeré pecados». La gente dice estas cosas solo porque no se conoce a sí misma; si se conociese, no tendría otro remedio que dar gracias al Señor por salvarla. Así que la Biblia dice: «Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso. Nadie es bueno sino Dios». Si conocen y entienden esta Palabra, estoy seguro de que su fe crecerá y de que vivirán una vida recta de fe en su relación personal con el Señor.
Los seres humanos no tenemos ninguna virtud verdadera, sino solamente bondad falsa. Esto no es más que hipocresía. No tenemos ninguna bondad verdadera. Entonces se pueden preguntar: «Muchas personas hacen buenas obras en sus vidas, ¿y qué si esto no es virtud?». Es hipocresía. Es una mentira. Podemos ver esto cuando leemos la Biblia: «Nadie es bueno sino Dios». ¿Puede una persona entregar su vida por otra y dejarlo todo por los demás? Si hay alguien así, lo hace por sí mismo, y no porque sea bueno. Nadie puede dejarlo todo por algo que no tiene nada que ver con él. La gente practica la virtud porque les beneficia de alguna manera.
Hace un momento les he preguntado: «¿Comete todo el mundo pecados desde el día que nace hasta que muere?». Su respuesta ha sido sí, que todo el mundo peca desde su nacimiento hasta su muerte. Esta era la respuesta correcta a la pregunta correcta, y entonces no podríamos haber sido salvados si Jesús no hubiese cargado con todos los pecados que cometemos toda la vida al ser bautizado en el río Jordán. Aunque hemos sido salvados todavía cometemos pecados, y si el Señor no hubiese tomado todos los pecados que cometemos desde ahora hasta que morimos, no sería posible ser salvados, ni podríamos decir que lo estamos.
Sin embargo, a través de Su bautismo, nuestro Señor cargó con todos los pecados que cometemos hasta que morimos, y por tanto se ha convertido en nuestro perfecto Salvador. Si esto es cierto, entonces debemos admitir que solo Dios es bueno. La Biblia dice: «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios». Esto significa que nadie puede alcanzar la salvación a través de sus acciones perfectas, al no cometer pecados y cumplir la Ley de Dios.
Sin embargo, la Biblia dice que esto es posible con Dios. Al venir a este mundo Jesús nos ha salvado de todos los pecados del mundo, es decir de nuestro pecado original, nuestros pecados originales y nuestros pecados futuros, a través del bautismo que recibió en el río Jordán de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. Cuando pensamos en este amor del Señor que nos ha salvado podemos ver que Jesús conocía incluso nuestros pecados futuros, cargó con ellos a través de Su bautismo y nos ha salvado de todos los pecados del mundo. Y la alianza que hicimos con nuestro Señor no cambia nunca, porque está segura, y cuando nos damos cuenta de nuestra salvación del Señor no podemos evitar darle gracias. Al salvarnos a través del bautismo que recibió en el río Jordán y la sangre derramada en la Cruz el Señor hizo posible que entrásemos en el Cielo por nuestra fe en Su justicia. Todos moriremos por lo menos una vez al final de nuestras vidas en este mundo, pero los que toman esta salvación por fe entrarán en el Reino de los Cielos. Por tanto, los que creemos en el bautismo de Jesús y Su sangre hemos sido salvados de los pecados del mundo para entrar en el Cielo. Esta remisión de los pecados es muy valiosa y por eso cuando hablamos de estas bendiciones de Dios no podemos evitar darle gracias.
La salvación no puede comprarse con dinero. El joven rico no podría haber sido salvado aunque hubiese ido a Jesús y hubiese dicho: «Entregaré todas mis posesiones, por favor, sálvame del pecado. Utilizaré mis posesiones para ayudar a los pobres, pero a cambio me enviarás al Cielo y me darás la vida eterna». Los ricos que intentan obtener la vida eterna con esta mentalidad no podrán ser aprobados por Jesús, sino que serán arrojados al infierno por su falta de fe. La salvación de los pecados que Dios nos ha dado es tan valiosa que nadie puede alcanzarla por su cuenta, pero Dios la ha conseguido para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos reconocer que todos los seres humanos desobedecen a Dios hasta la muerte.
 
 

Incluso los cristianos se levantan contra Su justicia

 
Cuando leemos el Antiguo Testamento, vemos cómo el pueblo de Israel desobedeció a Dios hasta su destrucción, y en el Nuevo Testamento vemos cómo los que desobedecieron a Jesús decían creer en Dios. ¿Quién incitó a las autoridades para que crucificasen a Jesús? Los sacerdotes, los fariseos y los escribas, las tres clases más altas en Israel y sus líderes que decían creer en Dios. La Palabra que Jesús nos dio no era una palabra de la tierra. Era la Palabra del Reino de los Cielos. Así que los que eran pobres de corazón creyeron en Él. Y los marginados en este mundo, los enfermos, los discapacitados y las viudas creyeron en Él también.
Sin embargo, los líderes de Israel entregaron a Jesús para ser crucificado diciendo: «Liberad a Barrabás y crucificad a este joven Jesús». Y como si esto no fuera suficiente, incitaron a la gente diciendo: «Que su sangre pese sobre nosotros y nuestros hijos». Vamos a mirar a los sacerdotes, a los fariseos y los escribas. Los sacerdotes eran los líderes de la Ley de Dios. Estas personas ofrecían el sacrificio el Día de la Expiación una vez al año y presidían el sistema legal de la nación de Israel. Eran los jueces en otras palabras.
Los sacerdotes creían que podían limpiar los pecados de la gente y los suyos en cualquier momento. Los fariseos creían que estaban cumpliendo la Ley completamente y se adherían a la Palabra de Dios, no solo por sí mismos, sino también guiando a otros, y por tanto creían que estaban calificados. Los escribas eran hombres de autoridad. Eran personas justas que pensaban que creían en Dios y protegían a su nación. Estas tres clases de personas eran ricas.
Sin embargo, los escribas, los fariseos y los sacerdotes rechazaron a Jesús. Cuando pasamos a Juan 3, vemos a un hombre llamado Nicodemo, que era un líder religioso de aquel entonces. Este hombre estaba buscando a Dios y esperando al Mesías. Entonces no se dio cuenta de que Jesús era el Hijo de Dios y el Salvador. Así que llamó a Jesús, rabino. Sin embargo, Jesús le explicó la salvación diciendo: «Solo se puede ver y entrar en el Reino de los Cielos si se nace de nuevo del agua y el Espíritu». Así que Nicodemo acabó naciendo de nuevo, y cuando Jesús murió en la Cruz, él y José de Arimatea pusieron el cuerpo de Jesús en una tumba nueva en la que nadie había sido enterrado antes. Nicodemo era un fariseo pero buscó a Dios.
¿Es Jesús solo un hombre o Dios mismo? Es Dios. Aunque en esencia es igual a Dios, vino a este mundo en la imagen de un hombre para salvar a la humanidad. Los que reconocieron a Jesús como Dios y su Salvador no tenían méritos propios. Solo los que no tenían méritos propios reconocieron a Jesús. Y solo estas personas fueron salvadas al creer en el bautismo de Jesús, que lavó los pecados del mundo, y Su sangre derramada en la Cruz.
Los escribas, fariseos y sacerdotes estaban llenos de méritos propios. En estos tiempos muchas personas malvadas dicen que Jesús es el Salvador y que los pecados se eliminan al creer en Jesús. Sin embargo no están de acuerdo cuando decimos: «Jesús ha borrado todos nuestros pecados con Su agua y sangre». ¿Por qué? Porque no admiten que son malvados y sin méritos, y no saben lo que el Señor ha hecho por seres tan malvados. No conocen la Verdad de que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán para cargar con los pecados de la humanidad. Así que creen solamente en la sangre de Jesús. Dicen que Jesús ha eliminado todos los pecados con Su sangre solamente. Sin embargo, la Verdad de la salvación es que Jesús ha borrado todos los pecados de la humanidad, los pecados de todos los seres humanos, al ser bautizado y condenado en la Cruz.
Los que creen solamente en la sangre de Jesús tienen demasiada justicia propia. Jesús no nos ha salvado solo por Su sangre, sino por el bautismo que recibió en el río Jordán y Su sangre que nos ha salvado. Los que tienen justicia propia no reconocen lo que Jesús ha hecho por ellos, es decir el bautismo de la alianza que recibió para cargar con los pecados de la humanidad, y la sangre de la alianza que derramó en la Cruz (Mateo 26, 26-28; Levítico 16, 21). Hoy en día, los que tienen justicia propia aunque digan creer en Jesús, los hombres de sotana, los que hacen muchas ofrendas y los que tienen altos cargos en la iglesia, es decir los líderes de las comunidades cristianas, no pueden nacer de nuevo porque no creen en el bautismo que Jesús recibió, para salvarnos a todos los pecadores de los pecados del mundo, el bautismo de la alianza simbolizado mediante la imposición de manos en el Antiguo Testamento. Estos cristianos no pueden creer en este bautismo de Jesús porque sus corazones son demasiado ricos. Una persona que quiera creer en Jesús debe dejar de lado sus propios méritos y virtudes y solo entonces podrá aceptar la salvación que ha llegado mediante el agua y la sangre de Jesús.
El Señor dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu porque suyo es el Reino de los Cielos» (Mateo 5, 3). Para convertirse en pobres de espíritu deben darse cuenta de lo insuficientes que son y cuántos pecados cometerán en el futuro, y solo estas personas pueden aceptar a Jesús como su Salvador y lo que ha hecho por ellas. Los que creen que no cometerán demasiados pecados en el futuro son pecadores y fariseos modernos que se levantan contra Jesús.
Otro tipo de líderes cristianos presumen de sus altos cargos en sus denominaciones diciendo: «Soy el jefe de esta denominación». Como han hecho muchas cosas por sus respectivas iglesias tienen toda la confianza de que irán al Cielo aunque tengan pecados. Pero estas personas irán al infierno porque no han nacido de nuevo. Sin embargo, Jesús ha borrado todos sus pecados con Su bautismo y sangre. No es suficiente creer en la sangre de la Cruz solamente.
La Biblia dice: «Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los muertos» (Eclesiastés 9, 3). Piensen en esto. Piensen en cómo han vivido hasta ahora, cómo eran tan infantiles con pensamientos locos y haciendo locuras. ¿Hay alguien aquí que diga que eso no es verdad? Estoy seguro de que algunos de ustedes piensan así. Pero a los ojos de Dios, cualquier pecador que no pase sus pecados a Jesús al creer en Su bautismo no puede creer en la crucifixión de Jesús tampoco, y por tanto será castigado más adelante.
Mis queridos hermanos, ¿acaso no han tenido pensamientos locos muy a menudo? Todos hemos hecho esto ante Dios. Además todos estamos destinados a seguir cometiendo pecados hasta que morimos. ¿Están seguros de que no cometerán pecados en toda su vida? ¿No? Entonces están siendo sinceros. Entonces, ¿están agradecidos a Jesús por saber que ha borrado no solo nuestros pecados pasados, sino que también los futuros? Si su respuesta es sí, entonces las personas como ustedes pueden ser salvadas. Y nuestro Dios es quien salva a estas personas. Está escrito: «Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios». Dicho de otra manera, Dios es quien nos ha salvado.
Pero en la Biblia Jesús le dijo al joven: «Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme». El corazón del joven se turbó cuando escuchó esto. Aunque le había dicho a Jesús: «He hecho todo para cumplir la Ley, no he asesinado, no he robado, no he cometido adulterio y he honrado a mis padres» nuestro Señor sabía lo que había en su mente y le dijo: «Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme». El Señor sabía que este joven rico había hecho todo lo posible por obedecer la Ley, y que deseaba cumplir todos sus mandamientos. Pero Jesús también sabía que en su corazón la riqueza era su dios. En otras palabras, aunque el joven decía practicar y cumplir la Ley en su vida, no estaba siguiendo la Palabra de Dios; sino que estaba buscando las riquezas. Sabiendo esto Jesús le dijo: «Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme». Dicho de otra manera, Jesús le estaba diciendo al joven: «No crees en Dios ni sigues a Dios. No estás cumpliendo la Ley ni intentándolo por el bien de Dios, y por eso no puedes ir al Cielo. Si no dejas de lado las riquezas de tu corazón, no podrás ir al Cielo. No podrás recibir la vida eterna ni la salvación. Sin embargo, aunque esto sea imposible para ti, si te descubres a ti mismo, te das cuenta de que estás adorando a las riquezas como si fueran tu dios y no al verdadero Dios, y de verdad quieres creer en Dios, podrás ser salvado». Así que nuestro Señor nos está diciendo que tenemos que creer en Su bautismo y sangre.
 
 

El Evangelio del agua y el Espíritu ha redimido los pecados del mundo

 
Hay muchas personas en este mundo. La cuestión es si creen en la justicia de Dios, o en las riquezas como su Dios, como hizo el joven. Si creen en Dios nuestras posesiones no significan nada. Mientras utilicemos estas posesiones para una buena causa como el siervo fiel, nuestras riquezas en sí nunca constituirán un pecado ante Dios. Pero si tratamos a las riquezas como si fueran un dios, se convertirán en un ídolo.
Las mentes de todo el mundo están ocupadas con las riquezas del mundo y todo el mundo la busca. Sin embargo, si de verdad quieren seguir a Dios, sus posesiones no deben significar mucho para ustedes. Deben escuchar la Palabra de Dios que dice: «La plata es mía y el oro es mío». Todo lo que tienen le pertenece a Dios y ustedes simplemente lo están administrando. Y si de verdad creen en Dios como su Dios deberán rendirse ante Su Palabra escrita y reconocer sus enseñanzas. Si la Palabra dice que son pecadores, que cometerán pecados hasta que mueran, y que tendrán pensamientos y acciones alocados, deben admitirlo y decir: «Sí, soy un pecador. Soy así».
La Biblia dice: «¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?» (Jeremías 13, 23). Este pasaje significa que como todos habíamos sido concebidos como pecadores en el vientre materno, no podemos cambiar. Podemos ser salvados solo si Dios nos salva de todos los pecados a través del agua de Su bautismo y Su sangre en la Cruz. Así que los pobres de espíritu pueden decirle al Señor: «Señor, Tu salvación me ha salvado. El agua de Tu bautismo y Tu sangre derramada en la Cruz me han salvado. Acepto la salvación que me estás ofreciendo».
La Biblia que tenemos ahora es la Palabra santa escrita por el Dios santo. Dios escribió Su Palabra a través de Sus siervos. Así que decimos que esta Palabra de las Escrituras es la Palabra de Dios. La Biblia también se conoce como las Escrituras porque es la transcripción de la Palabra sagrada. Creer en esta Palabra como la Palabra de Dios es creer en Dios.
Como está escrito en Mateo 3, 15, ¿creen que Jesús fue bautizado en el río Jordán para cumplir toda justicia y que nos ha salvado a todos? ¿Creen que el Señor ha borrado todos nuestros pecados? ¿Creen que el Señor fue condenado en la Cruz en nuestro lugar? ¿Creen que Jesús murió en nuestro lugar y que se levantó de entre los muertos para devolvernos a la vida? ¿Y creen en este Dios que está sentado a la derecha del trono del Padre y que vendrá de nuevo en el futuro? Si es así, esto significa que han sido salvados.
Nuestro Señor nos ha salvado de los pecados del mundo a través del bautismo que recibió y la sangre que derramó en la Cruz para librarnos de todos nuestros pecados. Le doy gracias al Señor por darnos el Evangelio del agua y el Espíritu y la justicia de Dios.