(Génesis 7, 1-24)
«Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación. De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra. También de las aves de los cielos, siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de la tierra. Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice. E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová. Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra. Y por causa de las aguas del diluvio entró Noé al arca, y con él sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos. De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, de dos en dos entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como mandó Dios a Noé. Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; ellos, y todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro de toda especie. Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida. Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta. Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra. Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas. Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos. Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes. Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre. Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió. Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca. Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días».
A través del camino de la fe de Noé que se muestra en el pasaje de las Escrituras de hoy, debemos examinar cómo debemos vivir nuestras vidas. Noé había construido el arca en cien años, y el gran diluvio llegó el año en que Noé completó el arca. Siete días después de llegar el diluvio, según la Palabra de Dios, Noé llamó al arca a su familia y a todas las especies de animales y aves del cielo. Por supuesto, Dios fue quien les hizo entrar en el arca, pero Noé hizo todos los preparativos confiando en la Palabra de Dios. Dicho de otra manera, Noé hizo la obra del Espíritu.
De la misma manera, mientras vivimos en este mundo, debemos vivir por el Señor, y debemos hacer la obra del Espíritu. Debemos predicar a todo el mundo el Evangelio proclamando que Dios ha eliminado todos los pecados de todas las almas y debemos permitir que todo el mundo reciba la remisión de los pecados. Esta es la obra del Espíritu.
Debemos distinguir claramente la obra del Espíritu de la obra de la carne
Debemos separar claramente la obra del Espíritu de la obra de la carne, o de lo contrario nuestras almas irán por el mal camino. Está escrito: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8, 5-6). La obra espiritual nunca es compatible con la obra de la carne. Sin embargo, como todavía tenemos nuestra carne, hacemos la obra de la carne y la obra del Espíritu aunque hayamos nacido de nuevo. No solo hacemos un tipo de obra. Pero, ante Dios, los nacidos de nuevo debemos hacer solo una obra. Cuando somos salvados, debemos hacer la obra del Espíritu sin falta. Como está escrito en el pasaje de las Escrituras anterior, los que quieren vivir según la carne ponen sus mentes en las cosas de la carne, pero los que quieren vivir según el Espíritu ponen la mente en las cosas del Espíritu. Aunque tengamos carne y espíritu, debemos estar dedicados solo a la obra del Espíritu. ¿Qué tipo de obra debemos hacer? Debemos hacer la obra del Espíritu. Esto es servir a Dios.
¿Cuál es entonces la obra del Espíritu? Es salvar a las almas predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. EL Señor Jesús dijo: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Juan 4, 24). La obra del Espíritu es la predicación del Evangelio de Jesucristo que ha eliminado los pecados de los humanos. Cuando hacemos la obra de salvar las almas de la gente al predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, las bendiciones de Dios vendrán después. Solo los que hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden poner sus mentes en la obra del Espíritu, diferenciarla de la obra de la carne y llevarla a cabo. Por eso Dios dijo que cualquier animal que tenga pezuñas divididas, es decir la pezuña hendida, es un animal limpio (Levítico 11, 3). De la misma manera en que los animales limpios tienen pezuñas hendidas, los nacidos de nuevo pueden separar la obra del Espíritu de la obra de la carne y hacer esta obra espiritual. Si los justos separan claramente lo espiritual de lo carnal, no pueden hacer la obra del Espíritu ni la obra de la carne. Aunque es posible que hagamos la obra de la carne y la del Espíritu en ocasiones, debemos seguir distinguiendo la obra del Espíritu de la obra de la carne clara y conscientemente. Vivir por el Evangelio que nos ha salvado es la obra de Dios y la obra del Espíritu. Cuando pensamos en cómo hemos sido salvados podemos hacer la obra del Espíritu. Recuerden que es la obra del Espíritu salvar a las almas. Graben en sus corazones una vez más que es la obra del Espíritu predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente y permitir que sus almas reciban la remisión de los pecados.
Para que los nacidos de nuevo, los creyentes justos del Evangelio del agua y el Espíritu, hagan la obra del Espíritu, deben saber exactamente qué es la obra espiritual y la obra carnal. Los justos que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu tienen la carne y el Espíritu. A diferencia de los que no creen y solo tienen la carne, los creyentes nacidos de nuevo tienen el Espíritu Santo en sus corazones. Así que los que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu hacen la obra del Espíritu y la obra de la carne también. Esta es la razón precisamente por la que los justos deben saber qué es la obra del Espíritu y qué es la obra del carne. Si una persona justa no sabe qué es la obra del Espíritu, o cómo hacerla, y solo busca la obra de la carne, entonces esa persona está viviendo una vida miserable. Debemos darnos cuenta de que la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu es la obra del Espíritu y buscar esta obra espiritual.
Cuando conocemos a alguien, oramos: “Por favor, Señor, salva a esta alma”. En realidad, Dios ya ha borrado todos los pecados de esta alma también. Sin embargo, debemos predicar el Evangelio a esa persona también, para que crea. Por tanto, debemos llevar a esta persona a su salvación. Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu no es algo que cualquier persona pueda hacer. Esta obra es algo que solo pueden hacer los que han sido redimidos primero al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y esta es la obra del Espíritu. Cuando predicamos la Verdad del Evangelio que proclama que Dios ha salvado a todo el mundo del pecado al eliminar los pecados de la gente, las almas pueden alcanzar su salvación al escuchar esta Verdad y creer en ella en sus corazones. Por tanto, dependiendo de qué tipo de obra hagamos, la gente puede ser salvada o seguir sin poder ser salvada.
Hemos sido salvados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, es absolutamente importante el tipo de obra que hagamos como personas salvadas. Todos debemos entender completamente qué tipo de obra debemos hacer para hacer la obra del Espíritu. Esto se debe a que, si no sabemos qué es la obra del Espíritu, no podemos hacerla. ¿Qué es la obra del Espíritu? Es predicar el Evangelio a la gente creyendo: “Estas almas serán salvadas cuando prediquemos el Evangelio”.
Cada uno de nosotros debe entender y hacer la obra del Espíritu espiritualmente, pero esto es muy difícil. En otras palabras, no es fácil hacer la obra del Espíritu, que requiere que prediquemos el Evangelio recordando que esto es lo que Dios quiere de nosotros. Aunque esta obra no sea tan fácil, al mismo tiempo, es también simple. Si vamos donde abunda la obra de la carne, haremos la obra de la carne, pero si vamos donde se hace la obra del Espíritu, estamos destinados a hacer la obra del Espíritu. Si vivimos en la Iglesia de Dios que hace la obra del Espíritu y compartimos comunión con los justos, haremos la obra del Espíritu automáticamente. Pero, a pesar de esto, a veces hacemos algo completamente malo en vez de hacer la obra del Espíritu. Por tanto, debemos darnos cuenta claramente de lo que es la obra del Espíritu y lo que es la obra de la carne. Estamos aquí para servir la obra que Dios ha hecho. Debemos ofrecernos para hacer la obra de predicar el Evangelio, pero el problema es que a menudo no nos damos cuenta de este deber.
Dios le dijo a Noé que construyese el arca cuando cumplió 500 años y Noé completó el arca a los 600 años. Cuando el arca estaba preparada, Dios le dijo a Noé: “Toma a tu familia y entrad en el arca. Y toma siete parejas de animales limpios y dos pares de animales impuros, macho y hembra”. ¿Por qué le dijo Dios a Noe que llevase dos pares de animales impuros y siete de animales limpios? Porque, aunque los animales limpios tenían que ser preservados completamente para florecer después del diluvio, los animales impuros solo tenían que seguir existiendo. Por el contrario, los animales limpios tenían que ser perfectos y multiplicarse. Por eso Dios especificó siete parejas de macho y hembra. Como saben, el número siete en la Biblia denota a Dios y la perfección, mientras que el número seis implica al hombre y la imperfección. Miren lo que Dios ha hecho por nosotros, la obra de nuestra salvación. Ha borrado todos nuestros pecados perfectamente. La Iglesia de Dios, que predica el Evangelio del agua y el Espíritu, es perfecta haciendo la obra de Dios. De la misma manera en que Noé hizo su obra espiritual durante cien años, nosotros también podemos hacerla. La obra por la que Noé construyó el arca y la obra por la que predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente es la misma obra.
Debemos estar más dedicados a la obra del Espíritu
Aunque hagamos la obra del Espíritu y la obra de la carne, debemos estar más dedicados a la obra del Espíritu. Todos debemos hacer la obra de la carne por naturaleza, sin que nadie nos lo diga. Los animales impuros pueden sobrevivir y multiplicarse con tan solo dos parejas en el arca. Sin embargo, los animales limpios son débiles y por eso con tan solo dos parejas, la especie podría no preservarse. Por eso Dios le dijo a Noé que llevase al arca siete pares de animales limpios para preservar su perfección.
Debemos creer en esta obra que Dios ha hecho por nosotros perfectamente, y con esta fe debemos hacer la obra del Espíritu. En otras palabras, aunque los nacidos de nuevo siguen viviendo en la carne, como también tenemos al Espíritu con nosotros, debemos hacer la obra de Dios. Por eso el Apóstol Pablo dijo que el tesoro se guarda en recipientes de arcilla, como está escrito: «Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros» (2 Corintios 4, 7). Esto significa que, aunque los nacidos de nuevo son débiles e insuficientes en su carne, todavía tienen al Espíritu Santo dentro. Debemos pensar en la obra del Espíritu, pensar en cómo Dios nos ha salvado a los seres humanos y hacer Su obra. Hemos sido llamados para cumplir esta misión. Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente y hacer la obra del Espíritu que permite a los que creen en esta Verdad alcanzar su salvación.
¿Qué significa hacer la obra del Evangelio? Hacer la obra del Evangelio significa literalmente hacer la obra del Espíritu. No es simplemente una lección que nos enseñe a ser rectos moralmente. Cuando predicamos a las almas como Dios nos ha salvado perfectamente a toda la raza humana y la gente es salvada como resultado, debemos ayudarles a estar todavía más firmes en el Evangelio y evitar que los falsos profetas los lleven a la muerte de nuevo. Esta es la obra del Espíritu. En resumen, la obra de Dios es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y defenderlo. Por eso debemos luchar contra los falsos profetas y vencerles, defender el Evangelio de su decepción, y por muchos que sean, nunca comprometernos con ellos. Debemos unirnos a la Iglesia de Dios y predicar el Evangelio noche y día, y hagamos lo que hagamos, debemos hacerlo todo por el Evangelio.
Los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu solo dicen que debemos creen en Jesús y vivir una vida santa. Sin embargo, cuanto más tratemos de vivir una vida santa, más descubriremos que no podemos hacerlo. Cuando la gente vive por el Evangelio del agua y el Espíritu la gente puede vivir una vida santa. Todos los ministros nacidos de nuevo del agua y el Espíritu deben predicar siempre el Evangelio del agua y el Espíritu cuando predican. Predicar el Evangelio del agua y el Espíritu es solo posible cuando el predicador guarda el Evangelio en su corazón. Por el contrario, los que no guardan el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones no pueden predicar este Evangelio en sus sermones. Solo predican a sus seguidores acerca de vivir una vida honrada, hacerse ricos al creer en Jesús y ser sanados de sus enfermedades por Su nombre. Pero estas son las obras de la carne. Estos predicadores falsos pueden hacerse ricos en la carne y ser honrados por la gente del mundo, pero están haciendo una obra carnal que no tiene nada que ver con la obra de Dios. Incluso entre los nacidos de nuevo, muchos han traicionado al Evangelio y han ido por el mal camino, pero nosotros hemos defendido al Evangelio a pesar de haber sufrido muchas pérdidas y persecución. Y por eso estamos predicando este Evangelio todavía.
Un ministro que esté haciendo la obra de Dios de verdad es una persona que predica el Evangelio del agua y el Espíritu. Como predicar el Evangelio del agua y el Espíritu significa defender el Evangelio por fe, incluso cuando esta gente de fe predica este Evangelio todo el tiempo en sus sermones, no se cansa de él, pero lo sigue predicando a la fuerza. Un sermón que proclama el verdadero Evangelio es el sermón más espiritual, y al mismo tiempo, es el más difícil. Si alguien no mantiene su espiritualidad pura en su corazón y sigue sus deseos carnales, no puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Para esta gente, el sermón más difícil es el sermón del verdadero Evangelio.
Los trabajadores del verdadero Evangelio son muy escasos en todo el mundo
Por todo el mundo entero hay solo unas pocas personas que predican que Jesús ha borrado los pecados de todo el mundo con el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando empezamos a predicar el Evangelio de la Verdad por todo el mundo a través de nuestro ministerio literario, nuestros trabajadores del ministerio de Internet utilizaron los motores de búsqueda para ver si alguien estaba sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, nadie estaba predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso ahora, aunque haya muchas personas predicando que Jesús ha eliminado nuestros pecados y nos hemos convertido en justos sin pecados, no es el Evangelio del agua y el Espíritu lo que están predicando. Solo predican que Jesús tomó todos nuestros pecados en la Cruz, y como esto es todo lo que conocen, no pueden predicar nada más. Aunque conocen la respuesta final, que una persona no tiene pecados si cree en Jesús correctamente, no saben el proceso exacto por el que Jesús ha eliminado sus pecados, sino que solo conocen Su sangre en la Cruz. Esta es la razón por la cual nadie ha recibido la remisión de los pecados al escuchar sus sermones. Y por eso, nosotros, como personas nacidas de nuevo, debemos predicar y defender el Evangelio del agua y el Espíritu aunque pongamos en riesgo nuestras vidas.
Esta es la razón por la que nuestros ministros ponen todos sus esfuerzos en proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu, y todos nuestros hermanos y hermanas están viviendo por el Evangelio. Y juntando nuestras fuerzas, estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Debemos hacer que el Evangelio verdadero sea conocido por todos los que han sido engañados por falsos profetas.
Pero, ¿qué hay de ustedes? ¿Pueden diferenciar el verdadero Evangelio de los falsos? Incluso cuando buscamos por toda la comunidad cristiana de todo el mundo, nadie estaba predicando el Evangelio del agua y el Espíritu como nosotros. Todo predicador solo habla de la sangre de la Cruz. Pero ¿se salva alguien a través de la sangre de la Cruz solamente? No, nadie puede alcanzar la salvación de esta manera. Incluso entre los teólogos famosos no hay nadie que sea salvado. Tampoco fueron salvados los fundadores de diferentes escuelas teológicas. Solo los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu están sin pecados, y solo ellos pueden confesar a Dios con una conciencia clara que no tienen pecados. Por tanto, nosotros, los nacidos de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos predicar el Evangelio de la Verdad. Debemos servir al Evangelio uniendo nuestros corazones con nuestros ministros.
Cuando predicamos el Evangelio es posible que algunas personas no lo acepten. No hay que predicarles el Evangelio contra su voluntad. Si tienen dificultad en entender este Evangelio, todo lo que tienen que hacer es explicarles la Palabra de Dios despacio y paso a paso, primero hablándoles del pecado y después de la Ley y el juicio de Dios, para que puedan ver que son fundamentalmente pecadores y aceptar este Evangelio. Una vez reconocen claramente que están destinados a ir al infierno pueden predicarles el Evangelio. Si se siguen levantando contra este Evangelio incluso después de entender el mensaje entero, deberán dejar de predicarlo. Debemos buscar a los que están dispuestos a aceptar este Evangelio, llevarlos a su salvación y cuidar de ellos como si cuidásemos a nuestros propios hijos.
Si hacemos un buen trabajo predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a las personas en todo detalle, está garantizado que produciremos más personas que crean en este Evangelio de corazón. Quien crea en este Evangelio de todo corazón, en vez de aceptarlo como si fuera un hecho, dejará de tener pecados mediante el Espíritu Santo. Quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón no tiene pecados. De la misma manera en que la dinamita puede demoler un edificio entero con su explosión, si escuchamos y creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, estaremos completamente sin pecados. Por eso el Apóstol Pablo declaró: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego» (Romanos 1, 16). La palabra poder en griego es dunamis y de esta palabra viene dinamita. En otras palabras, este Evangelio del agua y el Espíritu tiene un poder explosivo tremendo que puede eliminar todos los pecados de los corazones de la gente de una sola vez. Así, todo lo que tenemos que hacer es predicar esta Verdad. Como este Evangelio es el verdadero Evangelio, si lo escuchamos y creemos en él, nuestros corazones estarán sin pecados.
Sin embargo, al escuchar la Palabra del Evangelio una sola vez, pocos pueden recibir la remisión de los pecados. Todo el mundo tiene sus pensamientos e ideas preconcebidas y por tanto la mayoría de las personas no se rinden ante la Palabra de Dios tan fácilmente. Así, debemos predicar el Evangelio repetidamente, y los que lo escuchan deben dejar de lado sus pensamientos propios si quieren nacer de nuevo. Al final creerán.
En los próximos años Dios predicará el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Si los nacidos de nuevo hacemos la obra del Evangelio como Dios nos ha ordenado, se asegurará de que nada se interponga en su camino. Solo después de que el Evangelio del agua y el Espíritu esté completamente predicado en todos los rincones de este mundo habrá desastres naturales y guerras a escala mundial. Incluso las guerras solo pueden ocurrir si Dios lo permite. La Biblia dice: «Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; A todo lo que quiere lo inclina» (Proverbios 21, 1). Incluso si un depósito está lleno de agua, las puertas solo pueden abrirlas los operarios. De la misma manera, Dios reina en los corazones de los reyes de este mundo. Cuando Dios provoca los corazones de las naciones para que declaren la guerra, el mundo entero será destruido por guerras, pero antes de que el Evangelio se predique completamente, Dios pondrá miedo en los corazones de los gobernantes para que no declaren la guerra todavía. En otras palabras, sea quien sea el gobernante de una nación, Dios es el rey de los corazones de todo el mundo, incluso de los que se levantan contra el Evangelio; por tanto, este mundo no acabará hasta que Dios lo permita. La Biblia dice que incluso los gorriones no caen al suelo si Dios no lo permite (Mateo 10, 29). En otras palabras, todo pasa cuando Dios lo permite.
Por todo el mundo hay muchos trabajadores que han recibido la remisión de los pecados a través de nuestro ministerio literario. Deben alejarse de los pastores o misioneros que no han nacido de nuevo. Y deben reunirse en cultos y reuniones con otros nacidos de nuevo y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu todos los días. Entonces podrán defender su fe y muchas almas serán salvadas.
Dios levantará líderes allá donde se funde Su Iglesia. Cuando los que son nombrados líderes en cada iglesia se unen con la iglesia principal que fue establecida primero, Dios les da fuerzas. Nuestros colaboradores deben celebrar reuniones, administrar cultos de adoración, predicar la Palabra y dar testimonio cuando tengan tiempo. Les pido que persistan con paciencia y que hagan la obra del Evangelio esperando el Día del Señor. Y nunca pasen las cestas de la ofrenda durante el servicio de adoración. Si alguien quiere dar una ofrenda debe dar cuanto quiera y cuando quiera. Así que, en vez de pasar la cesta de la ofrenda, pongan una caja en la entrada de su iglesia y hagan que dos personas la administren. ¿Se dan cuenta de que lo que estoy diciendo es la Palabra de Dios? Si este Evangelio del agua y el Espíritu que he estado predicando es el verdadero Evangelio, deben confiar en mis palabras predicadas basadas en la Palabra de Dios. No estoy diciendo aquí que todos mis argumentos sean correctos incondicionalmente, sino que, cuando lo comparamos con la Palabra de Dios, este Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad, y por eso es correcto servir al Evangelio. Y lo que se predica según la Palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo es correcto. Cuando la gente cree en el Evangelio del agua y el Espíritu de la Verdad puede recibir la remisión de los pecados. Por eso estoy diciendo que deben creer en este Evangelio del agua y el Espíritu.
Noé también hizo la obra del Espíritu
Tienen tanto el Espíritu como la carne. Noé también tenía carne y Espíritu. Solo porque alguien sea un hombre de Dios no significa que siempre vaya a hacer la obra del Espíritu. Todos los santos hacen ambos tipos de obras porque incluso una persona nacida de nuevo sigue viviendo en la carne a pesar de haber recibido el Espíritu Santo. Pero aún así, Noé hizo la obra del Espíritu.
Sin embargo, deben tener cuidado de no renegar a sus líderes por hacer la obra de la carne. Noé hizo la obra de Dios de todo corazón durante cientos de años. Y cuando salió del arca después del diluvio, plantó una viña en el nuevo mundo. Entonces llegó el momento en que Noé se emborrachó con el vino de la viña. Al ver esto, Cam habló mal del fallo de la carne de Noé, y por eso Cam fue maldecido.
Es posible que los siervos de Dios tengan faltas en la carne y nuestros hermanos y hermanas no deben criticarles por ello. La Biblia dice que fue un gran error que Cam comentara negativamente los aspectos carnales de Noé. Aunque Noé hubiese sido insuficiente en su carne, era un hombre que había hecho la obra de Dios durante toda su vida. En otras palabras, digan lo que digan, Noé hizo la obra del Espíritu. Había construido el arca y le había dicho a todo el mundo que entrase en ella. La gente no escuchó las palabras de Noé y se negó a entrar en el arca y por eso no fue salvada; todo el que creyó en las palabras de Noé y entró en el arca pudo ser salvado del juicio de Dios. Noé era un hombre que había hecho la obra del Espíritu.
Cuando examinamos de cerca el camino de Noé podemos ver claramente qué tipo de obra Dios nos había confiado. Y podemos averiguar cómo debemos hacer la obra del Espíritu. Noé también fue salvado por la gracia de Dios. La Biblia dice que el agua cubrió la tierra durante 150 días (Génesis 7, 24). Esto significa que el mundo estaba sumergido en agua durante cinco meses. Como el planeta entero estaba bajo el agua durante 150 días, ninguna forma de vida que necesitase aire para vivir podía sobrevivir.
Lo mismo ocurrirá en el final de los tiempos. Todo el que no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu será sofocado por sus pecados y al final será arrojado al infierno. Solo los que entran en el arca serán salvados. Así que en 1 Pedro 3, 21 está escrito: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva». En el Antiguo Testamento Dios había juzgado con agua a los que no creyeron en Su Palabra, pero salvó a los que creyeron en ella. En el Nuevo Testamento, Jesús nos ha salvado al ser bautizado y al tomar sobre sí mismo nuestros pecados. Por eso lo que nos salva es el bautismo de Jesús. Si viven sin pensar en las cosas, harán solo la obra de la carne. Por eso debemos hacer la obra del Espíritu por nuestra propia voluntad.
Consideremos aquí cuántas habitaciones se construyeron en el arca. La Iglesia de Dios claramente divide a los que han sido salvados de los que no. La Iglesia de Dios es una iglesia que nos da misericordia a todos. Para que alguien entre en la Iglesia de Dios completamente, primero debe ser salvado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque los animales impuros también entraron en el arca con los animales puros, no se mezclaron. Se crearon habitáculos para diferentes animales según las especies, desde el ganado a los conejos y ovejas, todos en diferentes habitáculos con las mismas especies. Así que, incluso hoy en día, sea quien sea quien entre en la Iglesia de Dios, quien no sea salvado no puede mezclarse con los justos, porque son todavía pecadores. Dios divide a los que han sido salvados de los que no, pone a los salvados con los demás salvados y a los que no han sido salvados con los demás que no han sido salvados.
¿Piensan que la Biblia se enseña en seminarios? No, no es así. Nuestra Mission School es probablemente el único lugar donde se lee la Biblia, se dan conferencias basadas en las Escrituras y se debaten diferentes temas claramente. Incluso los teólogos cristianos no obtuvieron sus diplomas investigando y explicando lo que dice la Biblia. Recibieron sus doctorados al escribir tesis sobre diferentes temas relacionados con el cristianismo según sus propios pensamientos. Todas estas cosas salieron de sus cabezas, no de la Palabra de Dios.
Como los líderes cristianos de esta era no han nacido de nuevo todavía, interpretan la Biblia según sus propias nociones y deseos. Miremos el siguiente ejemplo de Malaquías 3, 10-11:
«Traed todos los diezmos al alfolí
y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos,
y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde.
Reprenderé también por vosotros al devorador,
y no os destruirá el fruto de la tierra,
ni vuestra vid en el campo será estéril,
dice Jehová de los ejércitos».
El núcleo del mensaje de este pasaje es que todo le pertenece al Señor Dios. Por eso Dios hizo que el pueblo de Israel ofreciese una décima parte de sus cosechas a Su Templo. Dios nombró a la tribu de Leví para el sacerdocio, pero había once tribus más además de los levitas. Si las once tribus no ofrecían el diezmo de su cosecha, los levitas, que eran los sacerdotes, no podrían haber sobrevivido. Esto se debe a que los sacerdotes no tenían ningún otro trabajo. Así que los levitas vivían de los diezmos ofrecidos por las demás tribus. Por eso ofrecer un diezmo de la cosecha era servir a Dios. Y mediante esta institución todo funcionaba bien. Dios estaba diciendo: “Los sacerdotes no deberían tener otro trabajo, sino solamente hacer Mi obra y servirme a jornada completa. Por eso debéis ofrecer una décima parte de sus cosechas. Mientras que son los sacerdotes los que viven con esta décima parte, yo lo considero servirme a Mí y os bendeciré”.
Este es el significado bíblico original del diezmo, pero ahora, en la actualidad, muchos cristianos están abusando de él. Lo están utilizando solamente literalmente. Dicen que si una persona ofrece la décima parte de su salario, se hará rica. Enseñan que todo estará bien si se ofrece la décima parte del salario, aunque no se haya recibido la remisión de los pecados. Sin embargo, esto no es cierto.
Los que hacen la obra de Dios no solo dan una décima parte de su salario. Como han recibido todo de Dios, los que han recibido la remisión de los pecados viven completamente por Dios. Ofrecer solo una décima parte es poco. Dios alimenta a los que viven por Él, los viste y les proporciona todo lo que necesitan. En otras palabras, si trabajan completamente por Dios, les dará todo lo que necesiten. Como hemos recibido todo de Dios, es solo cuestión de tiempo que le sirvamos de todo corazón. Y a los que sirven al Señor verdaderamente de todo corazón, Dios les dará aún más para que le sirvan más. En otras palabras, a los que le sirven más, Dios les da aún más.
Mi conciencia está limpia ante Dios, especialmente cuando se trata de la administración de las finanzas de nuestra organización misionera. Predicar el Evangelio por todo el mundo requiere muchos recursos financieros. Por eso gasto todas las ofrendas dedicadas a Dios en proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestros santos también saben muy bien que todas sus contribuciones se utilizan para el Evangelio, y por eso las ofrecen sin ninguna preocupación. No debemos gastar sus ofrendas en cualquier cosa. Todas las ofrendas deben gastarse en lo que sea absolutamente necesario.
Ningún ministro debe acumular dinero para sí mismo. Pero a pesar de esto, algunos ministros piensan que todo el dinero que ganan es suyo. Esto no es cierto. Todo el dinero que entra en la Iglesia de Dios debe ser gastado incondicionalmente para servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Todavía podemos prosperar aún cuando lo ofrezcamos todo. Si vivimos por el Señor, viviremos en abundancia, pero si no vivimos por el Señor, viviremos en pobreza.
Dios lo sabe todo acerca de nuestros corazones y acciones. Los que viven por sí mismos morirán. Pero Dios ayuda a la gente espiritual que hace Su obra con lealtad. Los trabajadores del ministerio en la Iglesia de Dios son fundamentalmente diferentes de los pastores de las iglesias del mundo. Hagan lo que hagan, son todos distintos. En los días futuros, entregaremos aún más recursos financieros para salvar aunque sea una alma más, lo que es más valioso que cualquier otra cosa bajo los cielos. Aunque estamos invirtiendo tanto por todo el mundo, la Iglesia de Dios todavía está llena de prosperidad. Así es como debe ser la Iglesia de Dios.
Debemos servir al Evangelio con todos nuestros corazones. Todos nuestros cuerpos, corazones y posesiones deben ser ofrecidos al Señor. Esta es nuestra fe. Debemos tener recipientes grandes de la fe. Dios dice: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11, 1). Aunque el fruto de lo que buscamos por fe no se pueda ver con los ojos ahora, lo podremos ver algún día. Mientras que oramos por este fruto cuando no se ve, Dios lo hará visible en Su tiempo. Para los nacidos de nuevo solo es justo hacer la obra de Dios. Esta es la vida correcta de los nacidos de nuevo y cuando hacemos esta obra de Dios podemos disfrutar de Sus bendiciones.