(Lucas 1, 26-38)
«Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia».
Hermanos y hermanas, vamos a mirar de más cerca la fe de María a través del pasaje de las Escrituras de hoy. Aunque María no entendió el mensaje del ángel, negó sus pensamientos humanos y aceptó el mensaje de Dios. Así es como debemos participar en el ministerio de Dios al seguir al Hijo de Dios obedeciendo la Palabra de Dios.
¿Qué tipo de fe es la fe correcta en Dios? Empieza al creer en la Palabra de Dios y acaba dando frutos espirituales por fe en la justicia de Dios. Así que debemos empezar a aceptar la Palabra de Dios y a obedecerla. Podemos alcanzar la justicia de Dios al creer en lo que Dios llama Verdad. Esto significa alcanzar la justicia de Dios aceptando la Palabra de Dios y obedecerla. Sin creer en la justicia de Dios no se puede tener la fe correcta. La fe en visiones y en lenguas no es la verdadera fe. Dios le dijo a María que la fe verdadera es la fe que lleva a Su justicia. Cuando vemos que María aceptó la Palabra de Dios, podemos adivinar cómo era su fe.
María era virgen en aquel entonces. Estaba prometida a un hombre llamado José. De repente un ángel se le apareció con la Palabra de Dios como está escrito: «¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 28-32).
María escuchó la Palabra de Dios a través del ángel. Pero dudó. El mensaje del ángel de Dios era demasiado difícil de creer para María. El ángel entró en su casa y le dijo: «¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 29-33).
Cuando escuchó que Jesucristo nacería de ella, se quedó sin habla en vez de sorprendida. Le pareció un tanto increíble que una virgen estuviese en cinta, y todavía más que le fuera a pasar a ella. Desde un punto de vista humano, era una mujer fértil, pero que no podía concebir porque no había conocido varón. El ángel le dijo que su parienta Isabel, que era estéril, había concebido un hijo por el poder de la Palabra de Dios, y que con Dios nada es imposible. Entonces se negó a sí misma y aceptó la voluntad de Dios diciendo: «He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra».
De la misma manera nosotros elegimos que la palabra del Evangelio del agua y el Espíritu elimine todos los pecados de los pecadores aunque nuestros pensamientos se resistan a la idea de que los pecados pueden eliminarse de una sola vez. Nosotros podemos nacer de nuevo cuando dejamos de lado nuestros prejuicios y estereotipos y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu a través del Jesucristo.
Hermanos y hermanas, la fe en la justicia de Dios viene por la Palabra de Dios después de negar nuestros pensamientos humanos, nuestras dudas y prejuicios. Podemos aceptarla al obedecer la Palabra de Dios de justicia. Como el poder del Altísimo cumple la voluntad de Dios, nos convertimos en hijos de Dios por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que limpia nuestros pecados. Hermanos y hermanas, para tener fe en la justicia de Dios, debemos dejar de lado nuestros pensamientos humanos y alejarnos de ellos. Como pueden ver en el pasaje de hoy, María abandonó sus pensamientos humanos y aceptó la voluntad de Dios en su corazón. Cuando aceptó y confesó su fe diciendo: «Hágase en mí según tu palabra», el niño Jesús fue concebido en su vientre y más tarde nació en este mundo.
María no podría haber aceptado la Palabra de Dios con sus propios pensamientos, pero se negó a sí misma y obedeció la Palabra. Esta es la fe en la justicia de Dios, por la que podemos tener a Jesús en nuestros corazones. Estamos agradecidos ante la Palabra de Dios porque Jesús vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Quién puede concebir al niño Jesús en su corazón? Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y creen que la Palabra de Dios se cumplirá completamente, y no los que creen según sus propios pensamientos.
Debemos volver a examinar nuestra fe
¿Qué es la fe verdadera? Les digo una vez más que es algo que se puede conseguir negando nuestros pensamientos humanos. Se consigue aceptando la Palabra de Dios con un corazón obediente. Así podemos recibir la verdadera bendición de la salvación por fe. Hermanos y hermanas, recuerden a Pedro, que lanzó las redes pero no pescó nada. Cuando dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red» (Lucas 5, 5) y arrojó las redes, pescó muchos peces como le había dicho el Señor. Si quieren tener una fe verdadera, deben dejar de lado sus pensamientos y creer en la Palabra de Dios tal y como está escrita. Debemos aceptar la Palabra de Dios en nuestros corazones completamente. Solo entonces podremos tener al niño Jesús en nuestros corazones, y podrá crecer en nosotros y convertirse en nuestro Rey y Pastor.
No hay ninguna sola persona que pueda hacer la justicia de Dios sin fe en Su Palabra. ¿Creen que María podría aceptar la voluntad de Dios si hubiese seguido sus pensamientos humanos? Por supuesto que no. ¿Podemos tener a Jesús en nuestros corazones con nuestros esfuerzos humanos, dejando la Palabra de Dios de lado? María aceptó la Palabra de Dios para concebir a Jesucristo. Lo que hizo fue aceptar la Palabra de Dios, pero la Palabra de Dios le permitió concebir a Jesús.
Cuando reciben la Palabra de Dios en sus corazones por fe en su poder, la Palabra de Dios se convierte en una herramienta poderosa que produce cambios milagrosos en nuestros corazones. Nuestra vida de fe no se basa en nuestros pensamientos humanos, sino en la Palabra de Dios, que nos llevará ante Dios y nos ayudará a seguir al Señor.
Esta es la fe que sigue la Palabra de Dios. Cuando vivimos por la Palabra de Dios y no por reglas humanas, el poder de la Palabra nos permite hacer la obra de Dios. Hermanos y hermanas, ¿acaso no nos hemos librado de nuestros pecados al aceptar la Palabra de Dios y no por nuestros esfuerzos? Recibimos la salvación de todos los pecados al aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu con un corazón obediente. Cuando aceptamos la Palabra de Dios en nuestros corazones tal y como es, nuestros pecados desaparecen completamente, Y podemos vivir una vida de fe verdadera. Entonces, ya nos demos cuenta o no, somos Sus instrumentos que viven por Su justicia. Nos convertimos en personas separadas del mundo sin nuestro conocimiento.
Hermanos y hermanas, debemos tener una fe verdadera al conocer la Palabra de Dios. Nadie puede tener la fe verdadera con sus esfuerzos humanos. En otras palabras, debería empezar aceptando la Palabra del Señor en nuestros corazones. Cuando nuestros pensamientos entran en conflicto con la Palabra de Dios, debemos negar nuestros pensamientos humanos y seguir la Palabra de Dios. Entonces empieza la fe que busca la justicia de Dios y permite dar verdadero fruto espiritual. La Palabra de Dios en la que creemos tiene el poder de ayudarnos a mantener la verdadera fe. Todos podemos disfrutar de las bendiciones de Dios por fe.
María se convirtió en una mujer bendita porque aceptó la Palabra de Dios que el ángel le comunicó. Así es como pudo concebir al niño Jesús. Lucas 1, 28 dice: «¡Salve, muy favorecida!».
¿Quién es la favorecida de Dios?
El ángel saludo a María: «Salve, muy favorecida». Entonces, ¿quién recibe este favor de Dios? Nuestro Señor favorece a los que son pobres de corazón. Dios favorece a los que no tienen justicia propia, los que dejan su propia justicia para tener la justicia de Dios. Esas personas aman el Evangelio del agua y el Espíritu y desean el amor de Dios en vez del amor de los humanos. Los que reconocen a Dios como el Altísimo y aceptan la Palabra de Dios al creer en el poder de Su Palabra. Estas personas tienen un espíritu pobre y reciben el favor de Dios.
Dios habló a María a través del ángel. María respondió vaciándose a sí misma y diciendo: «Soy tu sierva humilde, hágase en mí según Tu palabra». Nuestro Señor visitó a Su sierva humilde y le dio la gracia de la salvación. Dios bendijo a los que conocen su humildad con la salvación de la paz. Hermanos y hermanas, qué humildes somos ante el Dios santo, pero qué poco conocemos nuestra humildés. ¿De qué pueden alardear los seres humanos ante el Dios santo?
Dios dijo que Jacob era como un gusano (Isaías 41, 14). Todos somos como gusanos que salen en los días lluviosos y se arrastran por el suelo mojado. Dios también dice que somos lombrices (Job 25, 6). Somos así de humildes. Sin embargo, Dios nos dio la gracia de la salvación a gusanos y lombrices como nosotros. Dios planta Su justicia en los corazones humildes de los que dependen de Su justicia y viven por fe. Los que son amados por Dios saben lo humildes que son. Pero los que no reciben ningún favor de Dios piensan que son justos.
Sin embargo, la justicia de Dios es infinitamente superior a la justicia que hay en el mundo, y Él es el Dios del amor y la justicia que eliminó todos nuestros pecados para siempre al enviar a Su Hijo para que fuese bautizado por Juan el Bautista. Por tanto, nuestro Señor es el Dios santo que cumplió toda la justicia de Dios. Su bautismo y Su sangre son más que suficientes para mostrar la justicia de Dios, y los que creen en Su justicia son justos como Dios. Hermanos y hermanas, Dios favorece a estas personas.
Somos seres humanos humildes como lombrices, pero somos demasiado orgullosos para admitir nuestra humildad. El humanismo ha exaltado la justicia humana demasiado. A partir del Renacimiento el humanismo empezó a prevalecer. Durante este periodo el humanismo surgió como una reacción al teocentrismo que afirmaba la autoridad de Dios e ignoraba a los seres humanos. Pero originalmente, el teocentrismo era la idea correcta. Es cierto que los seres humanos son criaturas humildes, y que desgraciadamente los líderes religiosos de la Edad Media hicieron un uso incorrecto de su autoridad divina para su beneficio. Es imposible comparar nuestra humildad con la superioridad de Dios. La Palabra de Dios es la Verdad absolutamente, pero nosotros estamos siempre cambiando y llenos de debilidades.
Para recibir el favor de Dios, debemos ser fieles a la Palabra de Dios
¿Quién recibe el favor de Dios? ¿Quién recibió la gracia de la salvación cuando Jesús nació en Belén? La mayoría de las personas de la clase alta de aquel tiempo, como los fariseos, los escribas y los sumos sacerdotes, los reyes y los líderes religiosos no pudieron recibir la salvación. Sin embargo, los que sabían que eran humildes, como María, recibieron el favor de Dios. Los pastores también recibieron Su favor. Mientras los pastores estaban cuidando de las ovejas por la noche, un ejército de ángeles se les aparecieron alabando a Dios y diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres» (Lucas 2, 14).
Como han visto, los que reciben el favor de Dios son los que dependen de la justicia de Dios y confían en Su Palabra completamente. Estas personas no confían en su propia justicia. Hermanos y hermanas, ¿quién ha recibido la salvación? Solo los que se dan cuenta de lo bajos que son; los que saben que Dios les ha salvado de los pecados del Evangelio del agua y el Espíritu, han encontrado el favor de Dios. ¿Creen en esto? Estas personas reciben el favor de Dios.
Hermanos y hermanas, debemos volver a examinar nuestra fe en la Palabra de Dios. Deben preguntarse: «¿Confío en la Palabra de Dios?». Si la respuesta es sí, han recibido favor de Dios. Si no creen en la justicia de Dios a través de Su Palabra, están negando Su Palabra y son como los que no creen. Quiero preguntarles una cosa: ¿son más felices los que tienen el favor de Dios o los que no? Los favorecidos, por supuesto. ¿Qué es este favor? El don de Dios. La salvación es un don gratuito de Dios. ¿Por qué no recibir el don gratuito de Dios? Quiero que sepan que dios favorece a los que quieren recibir Su don.
¿Saben cuánta gracia pueden recibir al persistir y pedirle cosas a Dios? Los que quieren recibir el favor de Dios, deben limpiar sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu e ir al Cielo. Los que buscan la gracia de Dios están bendecidos con el amor de Dios. Por otro lado, los que no quieren la gracia de Dios viven una vida maldita. Los que rechazan el favor de Dios irán al lugar donde hace mucho calor. De la misma manera en que María recibió la salvación al creer en la Palabra de la gracia de Dios, podemos ser salvados de nuestros pecados por la fe en la gracia de Dios. Espero que todos encuentren el favor de Dios.
Hermanos y hermanas, debemos ser bendecidos por Dios. No podemos vivir sin esta gracia. Tampoco podemos sobrevivir sin Su ayuda. Aunque no podamos ver Su mano protectora sobre nuestros problemas y dificultades, la necesitamos. Todos los seres humanos deben encontrar el favor de Dios. No debemos olvidar Su favor. En todos los aspectos de la vida debemos orar a Dios para que nos ayude. Los que buscan el favor de Dios incluso en las cosas pequeñas son personas sabias y adoran a Dios de verdad.
¿A quién favoreció Dios? Los que encontraron el favor de Dios son: personas insuficientes, los que conocen sus insuficiencias y son humildes, los pobres de espíritu, los que necesitan la ayuda de Dios, y los que desean la gracia de Dios. Dios quiere que todo el mundo tenga el favor de Dios, pero solo los pobres de espíritu pueden recibir Su favor.
La Palabra de Dios tiene poder
¿Qué le dijo el ángel a María? Le dijo que el poder del Altísimo la cubriría. Esto nos dice que el poder de Dios, y no Dios mismo cubrió a María. Así fue también la creación de la luz. Cuando Dios dijo: «Que haya luz», el poder de la Palabra de Dios creó la luz para que pudiésemos ver durante el día. Con el poder de Su Palabra: «Que haya luz» en la creación de los cielos y la tierra, la luz sigue existiendo hasta ahora.
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1 ,35). Nuestro Dios cubrió a María con Su poder, y así le permitió concebir, dar a luz, amamantar y cuidar al niño Jesús. Dios también nos dijo a través del ángel que Su poder salvaría a María de sus pecados y la haría ser Su pueblo y estar bendecida con Su justicia.
El poder de la Palabra de Dios que el ángel le entregó a María le permitió concebir a Jesucristo. Hermanos y hermanas, la gente que recibe la salvación confía en Dios al creer en el poder de la salvación que Dios ha cumplido. El niño Jesús puede ser concebido en cualquier persona que haya recibido la remisión de los pecados al creer en la Palabra de Dios de la salvación y Su poder. Jesucristo entra en los corazones de estas personas. Hermanos y hermanas, creer en el poder de Dios que eliminó todos nuestros pecados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu es darle la bienvenida a Jesucristo en nuestros corazones. Jesucristo está en los corazones de los que creen en Su poder.
En los corazones de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios hace que nuestra fe y nuestro conocimiento de la Palabra crezcan. La Biblia dice que Jesús creció en sabiduría y estatura y en favor ante Dios y los hombres (Lucas 2, 52), y nuestra fe también debería crecer después de darle la bienvenida a Jesucristo como nuestro Señor.
Nuestra fe no debe quedarse estancada, sino que debe crecer después de convertirnos en personas nacidas de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios es quien nos permite seguir creciendo. Nuestro poder nos hace crecer. Sigue protegiéndonos con Su Palabra. Sigue sanando nuestras heridas. ¿Por qué? Porque Satanás y los demonios siguen atacándonos e hiriéndonos. Dios sigue curando nuestras heridas, poniéndonos vendajes, nutriéndonos y bendiciéndonos. Hermanos y hermanas, de la misma manera en que el poder de Dios cubrió a María para que Jesucristo fuese concebido, el poder de Dios ha eliminado todos nuestros pecados. La poderosa Palabra de Dios no solo elimina nuestros pecados sino que además hace que nuestra fe crezca. Además Su poder cura nuestras heridas a diario y nos da poder para servir a Dios y seguirle. Hermanos y hermanas, ¿creen en esto? Jesucristo nació en este mundo y vivió aquí durante treinta y tres años para cumplir la obra de salvación por nosotros.
Jesucristo vivió en este mundo durante treinta y tres años. Durante Su vida en este mundo salvó a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de todos sus pecados y les dio la salvación. Ahora está sentado a la derecha de Dios, bendiciendo a los que son pobres y humildes de corazón. Dios vive para siempre, nos cura, nutre y bendice a los nacidos de nuevo y nos hace crecer cuando cumplimos Su voluntad.
Queridos hermanos, La Palabra de Dios sigue en efecto. El favor de Dios demostrado en el nacimiento de Cristo no se ha terminado, sino que Su gracia maravillosa que salva vidas continuará mañana, pasado mañana y en el futuro. Dios hace que nuestra fe siga creciendo y nos da Sus bendiciones continuamente. Hermanos y hermanas, Jesucristo no murió permanentemente en la Cruz, sino que se levantó de entre los muertos. Ahora está sentado a la derecha de Dios como Maestro de los cielos y la tierra y es el Juez y Rey de reyes, cuyas bendiciones son eternas. Jesús bendice a los que Él decide bendecir, maldice a los que Él quiere y será nuestro Rey y Dios.
Los reyes de este mundo, aunque tengan mucho poder, son meros seres humanos y la muerte es su fin. Sin embargo, Dios es el Dios de poder y Su nombre es Jehová. Jehová significa “el que existe”. Cuando Moisés le preguntó a Dios cuál era Su nombre y qué le debía decir al pueblo de Israel en Egipto, Dios dijo: «Yo Soy JEHOVÁ. No tengo creador, ni principio ni final. Soy Jehová Dios». Jesucristo es Dios, eterno e inmortal. Nosotros no somos así, pero Dios tiene ese poder. ¿Creen en esto? Es difícil creer desde un punto de vista humano. Pero tiene que ser verdad porque Dios lo dijo.
Todo fue creado excepto Dios. Incluso el Diablo y los demonios, y todos los ángeles son criaturas de Dios como los humanos. Pero Dios salva, bendice, nutre y cuida a los seres humanos. Le doy gracias a Dios. Hermanos y hermanas, hemos recibido la remisión de los pecados a través de la justicia del Señor, y ahora tenemos fe como un grano de mostaza. Creo que Dios hará que nuestra fe siga creciendo. Quiero que crean que Dios hace esta obra a través de nosotros; que salva a muchas personas a través de nosotros; y que nos hace servir a otros y bendice a otras almas a través de nosotros.
«Hágase en mí según Tu Palabra»
Lucas 1, 38 dice: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia».
Está escrito en la Biblia que María dijo: «Hágase conmigo conforme a tu palabra». Cuando María escuchó el mensaje del ángel, lo dejó todo en manos de Dios por fe. En ese momento lo que Dios le dijo se cumplió y la Palabra del Señor y recibió las bendiciones y la Palabra del Señor. Al decir: «Hágase conmigo conforme a tu palabra» recibió la Palabra de Dios y estaba preparada para recibir Sus bendiciones. Como Dios dijo esto, María aceptó la Palabra de Dios tal y como es. «Hágase conmigo conforme a tu palabra». Como resultado de su compromiso, fue bendecida con todas las bendiciones celestiales. Deben saber esto.
Hermanos y hermanas, nosotros también debemos estar bendecidos como María al creer en la Palabra de Dios por completo. He mencionado que gracias a su fe, todo se cumplió según la Palabra de Dios y así fue bendita. Así que María alabó a Dios como pueden ver en Lucas 1, 46-48:
«Engrandece mi alma al Señor;
Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones».
María pudo ver que todas las generaciones la llamarían bendita. Como María alabó al Señor con su alma y recibió la Palabra de Dios, pudo disfrutar de todas las bendiciones de Dios. Su espíritu se regocijó en Dios, su Salvador, porque creyó que Dios había considerado su humildad por Su misericordia. Dios favorece a personas como María, y bendice a los humildes de generación en generación.
No somos diferentes a María. Hemos escuchado la Palabra de Dios como María la escuchó a través de un ángel. ¿De quién hemos escuchado la Palabra de Dios? En el pasado, Dios envió Sus mensajes a través de Sus ángeles, pero ahora utiliza a Su pueblo y a Sus siervos. El ángel llamado Gabriel hizo un recado para Dios. Gabriel es un ángel mensajero.
De la misma manera en que Dios habló a María a través de Su ángel mensajero, Gabriel, la Palabra de Dios se está comunicando a través de los nacidos de nuevo y los siervos de Dios. Todo lo que tienen que hacer es recibir la Palabra de Dios confesando: «Hágase conmigo conforme a tu palabra». Hermanos y hermanas, ¿creyeron en la palabra de Dios cuando los siervos de Dios se la entregaron? Creer en el mensaje comunicado es hacer lo mismo que María hizo. Si María no hubiese creído en el mensaje del ángel, no habría recibido las bendiciones de Dios. Por cierto, la Palabra de Dios no puede recibirse sin mensajeros. Por tanto, la fe viene al escuchar el mensaje, y el mensaje se escucha a través de la palabra de Cristo (Romanos 10, 17). Si su fe no está basada en la Palabra de Dios, la fe nunca crecerá por mucho que lo intenten.
Si el ángel no hubiese aparecido ante María, y si hubiera pensado que Dios la habría bendecido de todas formas, no podría haber recibido ninguna bendición. Solo pudo confiar en la Palabra de Dios al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu que dice: «Hágase conmigo conforme a tu palabra», y con este compromiso recibió la remisión de sus pecados y las bendiciones celestiales.
Jesucristo le dijo a Juan el Bautista: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). En otras palabras, estaba diciendo que era preciso eliminar los pecados del mundo. La justicia en este verso es el carácter ‘Yi’ (義) en chino. Lo sorprendente es que este carácter chino está formado por dos caracteres independientes 羊 (yang, que significa oveja) y 我 (wǒ, que significa yo). Este carácter chino nos evoca el sacrificio de Abel. Nosotros también podemos ser justos cuando nos presentamos ante Dios con el Cordero de Dios, Jesucristo.
Dios vino a este mundo e hizo cosas justas. Jesús eliminó los pecados del mundo mediante Su bautismo y se entregó como a Dios como sacrificio para pagar el precio del pecado en la Cruz para que los pecadores fuesen salvados y no tuviesen que ir al infierno, convertirse en esclavos de Satanás y sus demonios, sufrir por los pecados y ser incapaces de recibir las bendiciones. Esto era lo correcto ante Dios y el mensaje del Señor que nos salvó. Jesús vino al mundo por este motivo.
Jesús, que es Dios mismo, fue bautizado. En el momento en que Jesús fue bautizado en el río Jordán hace 2000 años, todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús. ¿Creen que todos los pecados de su vida han sido pasados a Jesús? ¿Creen que han sido salvados con la convicción de sus corazones y la confesión de sus labios (Romanos 10, 10)?
«He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»
Hermanos y hermanas, ¿dónde están los pecados del mundo ahora? ¿Quién ha tomado todos estos pecados? Jesucristo tomó todos nuestros pecados mediante Su bautismo. Después de ser bautizado por Juan el Bautista para tomar nuestros pecados, predicó el Evangelio durante tres años. Jesús le dijo a la mujer que fue sorprendida en el acto de adulterio: «Yo tampoco te condeno, vete y no peques más» (Juan 8, 11). Jesús no condenó a la mujer adúltera que fue sorprendida en adulterio. ¿Por qué? Porque Jesús ya había tomado todos los pecados del mundo y no podía juzgarla con criterios humanos.
Además era una mujer pobre de espíritu. Sabía que era humilde como una lombriz y que conocía sus pecados y sus errores. Sabía que no tenía justicia y esperaba que Jesús la castigase. Jesús le dijo: «Yo tampoco te condeno». No la condenó. ¿Por qué? Le estaba diciendo: «He tomado tus pecados, así que no tienes más pecados. Ya sabía que ibas a pecar». ¿Creen en esto también? Como en este ejemplo, Jesús se convirtió en nuestro Salvador.
«Hágase conmigo conforme a tu palabra». Si han recibido a Jesucristo en sus corazones con esta oración, ya que la Palabra del Señor nos ha salvado y nos ha adoptado como Sus hijos, serán hijos de Dios. Jesús envía al Espíritu Santo a los corazones de los hijos de Dios. Hace que nuestra fe crezca a través del cuerpo de la Iglesia de la misma manera en que Jesús creció en el vientre de María. Entonces deben saber que Jesucristo nos está protegiendo y que nos bendice desde que nacemos de nuevo, aunque no parezca estar muy presente en nuestras vidas diarias. Hermanos y hermanas, es difícil entender que Dios mismo se convirtió en nuestro Rey y Maestro que reina nuestras vidas.
Hermanos y hermanas, hay muchas palabras en la Biblia a parte de «Hágase conmigo conforme a tu palabra». Después de nacer de nuevo, nuestras vidas como cristianos no se terminan, sino que empiezan; debemos crecer espiritualmente, negarnos para confiar en Dios, luchar contra el mundo y amar al Señor más que nada en este mundo. Podemos amar las cosas del mundo, pero no podemos evitar amar más al Señor. Su amor es mayor que cualquier otro amor en el mundo. Te amo, Señor. Hermanos y hermanas, aunque nos caigamos, nos arañemos o tengamos heridas, debemos recordar que Jesucristo eliminó nuestros pecados y nos bendijo. El Señor es el único que puede darnos paz y bendecirnos. Hermanos y hermanas, el Señor nos ama. Cuando entendemos Su amor y nos presentamos ante Él con amor, Él transforma nuestras vidas con Su poder y con Sus bendiciones maravillosas. La Biblia dice: «Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande» (Job 8, 7). Para los fieles, el final será mejor que el principio. Dios nos prometió que nos bendeciría para que prosperásemos. ¿Creen en esto?
Hermanos y hermanas, Dios bendijo a María para que fuese llamada bendita en generaciones futuras. Sin embargo, cuando concibió al niño Jesús, se sintió avergonzada. Tener un bebé sin estar casada no era nada de lo que estar orgullosa. Pero cuando Jesús llevó a cabo Su ministerio, una mujer le dijo gritando: «Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste» (Lucas 11, 27). María era una mujer muy humilde. Todos los seres humanos son humildes originalmente. Quiero decirles que María se convirtió en una persona bendita y glorificada con el tiempo ya que aceptó la Palabra de Dios y la Palabra de Dios fue a ella.
Aceptar a Jesucristo parece poco al principio, pero a medida que pasa el tiempo, Dios nos moldea para ser recipientes más grandes que pueden contener las bendiciones de Dios. Hermanos y hermanas, Dios nunca nos abandona. Dios siempre nos protege. Nunca deja de alimentarnos. Nos da bendición tras bendición. Quiero que recuerden que Dios no abandonó a Abraham pasase lo que pasase. Dios no nos abandona pase lo que pase. Recuerden que Dios nos bendice de la misma manera. Lo que cambia de vez en cuando es nuestra mente, pero la Palabra de Dios y Sus bendiciones son siempre iguales. María disfrutó de las bendiciones de Dios para siempre. Quiero que crean que las bendiciones de Dios estarán con nosotros para siempre.
Voy a terminar mi sermón. Espero que recuerden la gracia de Dios esta Navidad. Debemos tener la fe que convierte la Palabra de Dios en algo nuestro. Toda la Palabra de Dios trae bendiciones. Dios nos da fe para confiar en Su Palabra. Le doy gracias a Dios y le doy gloria y alabanza por esta fe. Espero que tengan una buena Navidad y disfruten de más bendiciones de Dios en el Año Nuevo. Me gustaría que haya bendiciones invisibles y espirituales para que crezcan en su fe y que también reciban bendiciones visibles. Deben entender que Dios permite que todo ocurra en el mundo según su fe y deben recibir la Palabra de Dios con emoción y confianza en sus corazones. Oro por que la obra de Dios y toda Su gloria se manifiesten a través de nosotros, y que la gloria de Dios venga acompañada de bendiciones. Gracias, Señor.