(Mateo 26, 20-29)«Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho. Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.»
Hemos tomado pan y bebido vino en la comunión. Al tomar el pan y la copa, recordamos el amor y la salvación del Señor, que se sacrificó en nuestro lugar. El Señor vino a este mundo y fue bautizado, derramó Su sangre en la Cruz y murió para borrar nuestros pecados y darnos nueva vida de la misma manera que Dios se lo había prometido a toda la humanidad en el Antiguo Testamento. Dios entregó el sistema de sacrificios del Tabernáculo a los israelitas y prometió borrar todos los pecados del mundo según este sistema. El Señor cumplió Su promesa y borró todos nuestros pecados como Dios al venir al mundo en la carne, tomar los pecados del mundo sobre Sí mismo mediante la imposición de manos, y al derramar Su sangre de expiación.
Si toman parte en la comunión
Según este pasaje, el Señor tomó el pan, bendijo a Sus discípulos y dijo: «Tomad y -comed, este es Mi cuerpo.» Este pan simboliza que el Señor vino al mundo en la carne para darnos vida nueva y que fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos nuestros pecados en Su cuerpo. Por tanto debemos recordar de nuevo en nuestros corazones, mientras recibimos el pan de la comunión, el bautismo que el Señor recibió para que nosotros recibiésemos la remisión de nuestros pecados por fe y nos convirtiésemos en hijos de Dios. También confieso mi fe una vez más mientras tomo la comunión, diciendo: «El Señor ha venido al mundo en la carne para salvarme, para salvarnos a todos, y a toda la humanidad, y ha sido bautizado para cargar con nuestros pecados. Se sacrificó a Sí mismo y fue bautizado para tomar nuestros pecados sobre Su carne y nos salva de todos nuestros pecados. El nos ha amado así.»
El Señor se sacrificó a Sí mismo para salvarnos al venir a este mundo, ser bautizado, derramar Su sangre en la Cruz, y morir por nosotros. A través del pan y el vino, el Señor nos enseñó a entender la gran salvación y el amor del Señor, que Él nos entregó a través de Su bautismo y sangre derramada en la Cruz. Por el hecho de que el Señor hiciese estos sacrificios personales por nosotros y dijera: «Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzeb, ¿cuánto más a los de su casa?» (Mateo 10, 25), yo pensé: «El Señor se sacrificó por nosotros y nos salvó de los pecados y la destrucción. Por tanto, tenemos la responsabilidad de entregar nuestras manos, pies y carne para la predicación de este Evangelio a toda la gente.» Estoy lleno de gratitud cuando pienso en la gracia del Señor, que sacrificó Su propio cuerpo para salvarnos del pecado. El Señor se sacrificó a Sí mismo porque nos ama de verdad: dejó Su trono glorioso en el Cielo y vino al mundo en la carne; cuando vino a este mundo, se convirtió en una persona humilde y llana como nosotros y nació en un pesebre. Por eso siempre estoy agradecido en mi corazón cuando pienso: «El Señor se sacrificó a Sí mismo de esta manera para salvarnos.»
La obra que el Señor ha hecho para salvarnos queda completamente simbolizada en la comunión. Por tanto, confirmamos el amor de Dios más y más en nuestros corazones mientras participamos en la comunión y experimentamos el amor y la gracia de Dios todavía más, y pensamos cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas. Creemos que el Señor nos dio la salvación al entregar Su cuerpo como sacrificio y por eso damos gracias al Señor. Una cosa que debemos recordar, mientras tomamos la comunión, y cuando recibimos el bautismo del que nos ha hablado el Señor, es que el Señor fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos los pecados de la humanidad sobre Su carne, y que derramó Su sangre en la Cruz, murió y resucitó de entre los muertos para darnos la salvación perfecta. Debemos recordar esto.
El Señor tomó la última cena con Sus discípulos cuando estaban celebrando la Pascua. El Señor tomó el pan, lo bendijo y lo partió, entonces se lo dio a los discípulos y dijo: «Tomad y comed, este es Mi cuerpo.» En ese momento, los doce discípulos estaban con el Señor. Entonces el Señor tomó el pan y lo pasó a cada discípulo individualmente. Dijo: «Este es mi cuerpo» mientras pasaba el pan.
No debemos olvidar el bautismo que el Señor recibió en nuestro lugar
El Señor vino a este mundo en la carne humana y fue bautizado por Juan el Bautista. El Señor estaba hablando del bautismo que recibió cuando dijo: «Tomad y comed, este es Mi cuerpo.» No estaba hablando de la sangre con este pan. Después de decir: «Tomad y comed, este es Mi cuerpo», tomó la copa y la pasó diciendo: «Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.» Del mismo modo en que el animal del sacrificio recibía los pecados mediante la imposición de manos y derramaba la sangre y moría por el sacrificio de expiación en el Antiguo Testamento, el Señor vino al mundo en la carne, fue bautizado mediante la imposición de manos, derramó Su sangre en la Cruz, y murió como sacrificio eterno por todos nosotros para siempre. Como los pecados de todos los israelitas habían sido transferidos al cordero del sacrificio mediante la imposición de manos por parte del Sumo Sacerdote, el Señor vino al mundo y fue bautizado por Juan el Bautista, y así tomó los pecados de la humanidad. Por esta razón tomó el pan durante la comunión y dijo: «Tomad y comed, este es Mi cuerpo.» El Señor tomó todos los pecados de la humanidad, incluidos los míos y los vuestros, sobre Su cuerpo al ser bautizado. No debemos olvidar esto.
Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos creer en el bautismo que el Señor ha recibido para borrar nuestros pecados, es decir, los pecados de toda la humanidad, y debemos predicarlo por fe. El Señor nos está diciendo esto. Debemos recordar esto espiritualmente, creerlo en nuestros corazones y entender que, después de haber sido bautizado, el Señor murió en la Cruz. Por eso el Señor dijo: «Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados», mientras pasaba la copa.
Nuestros pecados podían ser borrados solo si el Señor venía al mundo en la carne y tomaba los pecados de la humanidad sobre Sí mismo al ser bautizado, y derramar Su sangre en la Cruz para perdonar nuestros pecados. Jesucristo, que es el Cordero de Dios, el Hijo de Dios, el Sumo Sacerdote del Cielo, pudo entregar Su cuerpo como expiación ante Dios Padre, solo al tomar todos nuestros pecados sobre Su carne y derramar Su sangre para borrarlos. Él prometió convertirse en la expiación de toda la humanidad y lo cumplió porque pudo borrar todos los pecados de los que estamos hechos a imagen de Dios. No debemos olvidar esto. Si creemos en el Señor como nuestro Salvador, no debemos olvidar el amor y el sacrificio del Señor, quien vino al mundo encarnado en un hombre para salvarnos y tomó nuestros pecados sobre Sí mismo a través de Su bautismo, y nos dio una vida nueva al derramar Su sangre en la Cruz y ser juzgado por todos nuestros pecados. Debemos creer en esta Verdad y responder al amor de Dios con fe.
Debemos compartir este amor de salvación con todo el mundo. Si de verdad creemos en el amor de Dios, debemos evangelizar a todas las tribus del mundo y contarles que Dios vino al mundo, fue bautizado, murió en la Cruz y resucitó de entre los muertos, y así nos salvó de todos nuestros pecados. Como creemos en el Señor Jesucristo, debemos ofrecer oraciones que alaben y contesten al amor de Dios, en vez de siempre pedirle algo. Debemos orar: «Dios Padre, no puedo estar suficientemente agradecido por salvarme a través del bautismo de Tu Hijo y Su crucifixión. Por favor, bendícenos, danos fe, danos todas las bendiciones del Cielo y de la tierra porque no tenemos ninguna habilidad. Así déjanos compartir esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu con los que no son juntos y con toda la gente del mundo para llevar a las almas al Señor. Ayúdanos a hacer estas cosas.» Debemos orar de esta manera y vivir por la justicia de Dios. Cuando hacemos esto, nuestro Dios nos bendice, obra en nosotros, nos guía, manifiesta Su gloria a través de nosotros, cumple Su voluntad a través de nosotros, y nos glorifica como Él es glorioso.
El Señor dijo: «Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.» Esto significa que hay una vida nueva y eterna preparada para nosotros. Esto significa que la vida de una persona no se acaba con la muerte. El Señor dijo también: «Estaréis en el paraíso del nuevo mundo.» El Señor dijo que no bebería vino en este mundo hasta el día en que beba con nosotros en ese lugar. Hay un futuro para nosotros. La muerte no es el fin de la humanidad, ya que hay otro mundo. Debemos esperar el Reino Milenario y el Reino de Dios. Debemos esperarlo y compartir el Evangelio en este mundo, y debemos sacrificarnos por la evangelización como Jesucristo se sacrificó por nuestra salvación. No sabemos cuánto tiempo debemos sacrificarnos, pero debemos hacerlo hasta el último día. Dejaremos este mundo cuando terminemos de evangelizar todo el mundo. Dios vendrá para llevarnos. Nosotros deseamos de todo corazón ir allí.
Debemos vivir por el Señor hasta que tome nuestras vidas
Por favor, no se agobien sirviendo al Señor. No es muy difícil si sabemos que Dios nos ama y creemos en Su amor de todo corazón. El Señor dijo: «Es suficiente para un discípulo ser como su maestro.» El Señor vino al mundo y nos salvó perfectamente al sacrificarse a Sí mismo, por lo que debemos hacer la obra que Él nos ha encomendado aunque seamos imperfectos, y debemos buscar la ayuda de Dios y vivir por el Señor. Entonces el Señor nos ayudará a cumplir nuestra tarea competentemente, a renovar nuestras fuerzas y difundir la fe del Cielo, la habilidad de seguir y servir al Señor, y la fuerza para compartir el Evangelio por todo el mundo. Creo que Dios nos dará fe, talento y bendiciones. No tengo palabras para expresar lo agradecido que le estoy a Dios por esto.
Durante este retiro hemos compartido la Palabra de Dios sobre la parábola del sembrador en Mateo 13. Tres de los cuatro campos no podían dar frutos. Si hay alguien entre ustedes que no haya recibido la remisión de los pecados, esta persona debería dejar de creer en Jesús formalmente y reconocer que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Salvador, y recibir la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los nacidos de nuevo no solo nos aferramos al Evangelio del agua y el Espíritu firmemente, sino que también nos aferramos a todo lo que Dios nos ha ordenado. Los nacidos de nuevo todavía viven en la carne y siguen las cosas carnales, pero no deben hacer esto todo el tiempo. A veces seguimos a la carne, pero debemos volver al Señor en cuanto recordemos la salvación que nos ha dado, y debemos obedecer al Señor, seguirle por fe y dar los frutos de la justicia en la gracia que el Señor nos da. Debemos dar fruto de esta manera y seguir al Señor. En resumen, debemos convertirnos en personas controladas completamente por el Señor y liberadas de nuestro egoísmo.
Hemos celebrado el retiro de verano durante una semana. Este retiro terminará con el culto de esta mañana. Sé que sus mentes están ya en casa, en el camino de vuelta y en las cosas que tienen que hacer cuando vuelvan. Nosotros viviremos por el Evangelio incluso después de volver a casa. “¿Están pensando cómo van a encargarse de todas las cosas que dejaron sin hacer la semana pasada y en el miedo que tienen con tan solo pensar en que tienen que servir al Señor incluso cuando vuelvan a casa?”
¿Por qué piensan que es terrible servir al Evangelio cuando el Señor se ha sacrificado por nosotros? Aunque el Señor dejó este mundo a los 33 años, ¿no creen que debemos vivir por el Señor hasta el día en que Dios se lleve nuestras vidas dentro de 60, 80 o 100 años? Vamos a ir al Cielo haciendo la obra del Señor de todas formas. ¿No creen que es mejor pensar de forma positiva y hacer la obra de Dios positivamente? A veces pueden sentirse como si acabasen de morir, ¿no? En realidad a veces pienso también que sería mejor morirse pronto. Pero esta mentalidad es negativa. Pensar en la comodidad de la carne está mal. No crean que podrían dejar este mundo así como así, sino que deben cuidar de su carne y servir al Seor durante mucho tiempo en este mundo y después pueden morirse.
Le doy gracias al Señor. La palabra que quiero compartir con ustedes es que el Señor nos da fuerzas, habilidades y bendiciones. Por tanto quiero que el Señor nos dé la habilidad de compartir el Evangelio por todo el mundo y la fe y las bendiciones para hacer toda esta obra por el Evangelio. Me duele mucho ver ministros, siervos y siervas, y creyentes que lo pasan mal. Si yo fuera Dios, diría: «Sed curados» y los curaría, pero es imposible porque no soy Dios. No puedo hacer nada porque nuestro Señor está contento de que sirvamos al Señor en estas circunstancias. Pero tengo un deseo que pedirle al Señor. Queremos hacer todo a través de las bendiciones y la fuerza que nos da el Señor. Deseo que esta fe y estas bendiciones de Dios caigan sobre mí y sobre todos los ministros y colaboradores repartidos por el mundo, así como sobre todos los creyentes y trabajadores en Corea. Podemos hacer la obra de Dios solo si Dios nos bendice. Somos demasiado incompetentes y tenemos demasiadas imperfecciones para llevar a cabo las obras que se nos han encomendado con lealtad. Por eso debemos resolver estas imperfecciones y dificultados orando a Dios con fe. Debemos pedirle al Señor estas cosas con fe para poder hacerlas con las bendiciones y las fuerzas que Dios nos da. Debemos pedirle ayuda a Dios como un niño busca a su madre.
Pero no tenemos ninguna habilidad. Pero el Señor obrará a través de nosotros. El Señor ha trabajado con nosotros hasta ahora y seguirá haciéndolo. Deseo las bendiciones del Señor para ustedes y para mí. Quiero que podamos hacer todas estas cosas. Una de las cosas que deseo es que compartamos este Evangelio hasta el día de la segunda venida del Señor, y que el mundo esté completamente cubierto con este Evangelio del agua y el Espíritu y todo el mundo lo conozca. Espero que no haya ni una sola persona en el mundo que no conozca el Evangelio del agua y el Espíritu. Habrá algunas personas que serán desechadas, pero espero que eso no pase. No seremos desechados si buscamos la ayuda del Señor y sometemos nuestros corazones, pero seremos desechados por Dios ese día si no nos humillamos y si vivimos nuestra vida por la fuerza de nuestra propia carne. Espero que se humillen a sí mismos espiritualmente durante el resto de sus vidas buscando la ayuda de Dios. Espero que hagamos esto. Espero que oren por el Evangelio y sean prósperos durante el resto de sus vidas.
Nos veremos de nuevo en el retiro de invierno, en el «Retiro de Discípulos de Invierno de la Vida Nueva de Jesús de 2005.» Pensaba que el 2005 nunca llegaría, pero ahora solo quedan unos pocos meses. No sabemos cómo cambiará el mundo en el futuro. Después del culto de ayer, fui a mi habitación y vi las noticias en la televisión. En ellas se decía que 3000 personas, mayores y débiles, habían muerto en Francia por culpa del golpe de calor. Hoy en día ni siquiera mueren tantas personas en una guerra, pero han muerto 3000 personas en Francia a causa del golpe de calor. Espero que todos tengan una vida próspera con la ayuda de Dios. Quiero que Dios bendiga a nuestros hermanos y a todos los ministros, a todos los trabajadores y colaboradores por todo el mundo. También quiero que las bendiciones de Dios estén sobre los que no nos han enviado muchas noticias, todos los que creen en este Evangelio y sirven al Señor, y todas las almas que han encontrado este Evangelio del agua y el Espíritu. Espero que Dios nos de la habilidad para que podamos hacer todo lo que nos ha encomendado. Hemos sido redimidos a través del amor de Dios, Su salvación y bendiciones, y por eso vivimos sirviendo al Señor. Le doy muchas gracias al Señor.
Volveremos a casa después de este culto. Por favor, salgan de manera ordenada y no se lleven las cosas de los demás. Más de una persona ha dicho que, cuando llegó a casa, se dio cuenta de que se había llevado la maleta equivocada. Hay gente que se olvida hasta la Biblia. Esto se debe a que tienen muchas ganas de irse a casa. Por favor, salgan después de haberlo dejado ordenado, tengan cuidado al volver y oren.
Miren en sus Iglesias para ver si hay algún hermano o hermana débil. Además observen si hay alguien que esté haciendo daño a la Iglesia. Debemos tolerar las debilidades de los hermanos y hermanas y esperar que su fe crezca siempre que no estén haciendo daño a la Iglesia o a la evangelización, lo que es una obra malvada que debe ser controlada.
Doy gracias a Dios. Me pregunto cómo nos ha podido dar Dios este amor tan grande y esta salvación. Le doy gracias al Señor por hacernos nacer en este mundo, hacernos entender este Evangelio del agua y el Espíritu, y darnos esta salvación.