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শিক্ষা

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 16-6] La verdadera salvación que nunca cambia (Lucas 16, 14-17)

La verdadera salvación que nunca cambia(Lucas 16, 14-17)
«Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley».
 
 

¿Qué tipo de salvación no cambia?

 
Quiero pensar en algunas cosas a través del pasaje de las Escrituras. El Señor les dijo a los fariseos: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación».
Antes de este pasaje el Señor habló a través de la parábola del mayordomo sabio para explicar que un siervo no puede servir a dos maestro, no puede servir a Dios y a las riquezas. Entonces, los fariseos se sintieron incómodos cuando escucharon esta parábola y las enseñanzas de Jesucristo. Por eso quisieron atrapar a Jesús. Por eso Jesús les dijo a los fariseos: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación».
Los fariseos eran personas reconocidas por la comunidad religiosa. Creían en la vida después de la muerte y en la Ley de Dios e intentaban obedecerla. Por tanto, los israelitas admitían a los fariseos por sus apariencias físicas ya que parecían muy santos. Estaban exaltados ante todo el mundo. Jesús les dijo: «Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación».
Jesús no hubiera despreciado a los fariseos si hubiese aceptado la Palabra de Verdad de Dios, es decir, la Palabra de Jesucristo y hubiesen intentado aprender Sus enseñanzas. Jesús les hubiese amado si hubiesen sido exaltados por la gente porque sus corazones eran así. Sin embargo, los fariseos no recibieron el amor ni la admiración de Jesucristo.
En realidad, los fariseos odiaban a Jesús más que nadie. La relación entre los fariseos y Jesús era antagonista. Los fariseos recibieron mucha admiración de la gente por creer en Dios. Irónicamente, los fariseos no aceptaron la Palabra de Jesucristo cuando Jesús, el verdadero Dios, vino al mundo. Los fariseos no pudieron aceptar la Palabra de Jesús que dice: «Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Lucas 16, 13). Esto se debe a que los fariseos eran gente que solo quería tener posesiones materiales aunque fueran rectos espiritualmente. Por eso Jesús les dijo: «Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación».
Esta Palabra también dice que la gente del mundo nos puede odiar si creemos en la Palabra de Verdad de Dios. Sin embargo, este es el odio de los falsos creyentes. En otras palabras, podríamos ser odiados por los falsos profetas y sus seguidores si creemos en la Palabra de Dios, pero seremos exaltados por ellos si no creemos en la Palabra de la justicia y somos fieles a la religión del mundo. Jesús dijo claramente que los que son exaltados entre la gente son odiados por Dios. Los que han oído el Evangelio del agua y el Espíritu en la clase del Evangelio del campamento de discípulos y han recibido la remisión de los pecados deben recordarlo.
Incluso en este momento, sé que hay muchas personas a las que admiran y otras que son admiradas por mucha gente. Por supuesto, hay algunas personas que no son admiradas por nadie porque no creen que ser especiales. Sin embargo, esto no es verdad. Una persona que no conocen les admira y ama por alguna razón. La razón es que conocen el Evangelio, la Palabra de Verdad. Se merecen esta admiración y amor porque se han dado cuenta del Evangelio y lo han recibido en sus corazones en vez de solamente escucharlo. Son personas que han nacido de nuevo.
Podemos encontrar el significado de nacer de nuevo en la Palabra: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10, 10). Esto significa que una persona puede creer en el Evangelio con su corazón cuando conoce la Palabra de la verdad claramente. Esta persona reconoce que es pecadora basándose en la Palabra de la Verdad. Se da cuenta de que, aunque esté destinada a ir al infierno por los pecados cometidos y que cometerá, el Señor vino al mundo a salvar a una persona así, tomó todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y redimió todos los pecados a través de Su muerte en la Cruz y Su resurrección. Ha experimentado en su corazón que Jesucristo se convirtió en su perfecto Salvador. Esta es la verdadera fe, la salvación y el haber nacido de nuevo.
El Evangelio de Juan 8 en el Nuevo Testamento dice: «Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». La Verdad aquí significa la Verdad de salvación. La salvación de la que estamos hablando es la salvación que los seres humanos reconocen en el momento que creen que Jesucristo ha recibido el bautismo de Juan el Bautista para salvarnos de los pecados y nos ha salvado con la sangre de la Cruz. Recibir la salvación de los pecados es el principio de la nueva fe y de nacer de nuevo con una vida nueva.
 
 

Ahora son nuevas criaturas y pueden empezar de nuevo

 
Estoy seguro de que algunos de ustedes fueron admirados por muchas personas. Sin embargo, deben entender que serán odiados por Jesús si se niegan a ser librados de esta admiración y amor. Por otro lado, serán exaltados si son odiados por la gente del mundo por creer en la Palabra de la Verdad que Dios nos ha dado. En realidad, muchas personas que han sido estimadas por otras personas, no quieren ser odiadas por culpa del Evangelio después de nacer de nuevo, y al final van al infierno porque dejan de seguir el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, Jesucristo dijo: «Quien pase por la carretera ancha irá por el camino de la destrucción. Escojan el camino estrecho. Sin embargo, los que quieren seguir el camino de la vida deben intentar entrar en el Reino de Dios a través del camino estrecho. Entonces, el Señor estará con ustedes, les guiará y les amará aunque sean odiados por la gente». La gente que ha encontrado al Señor experimenta estas cosas frecuentemente.
Muchos teólogos o personas laicas de todo el mundo dicen que el cristianismo debe reformarse. Están diciendo que tiene que haber una reforma religiosa como la de Martín Lutero. Sin embargo, la mayoría no sabe cómo debe ocurrir esta reforma y cómo debemos cambiar nuestros comportamientos y doctrinas.
Sin embargo, la verdadera reforma de la fe debe ser la siguiente: la reforma de la verdadera fe y de volver al Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Dios, consiste en darse cuenta de la Verdad de la verdadera salvación y aceptarla en nuestros corazones tal y como es. Al hacer esto podemos nacer de nuevo de los pecados y llevar al mundo injusto a la luz de la Verdad. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu son la luz del mundo. La verdadera reforma de fe no puede manifestarse por mucho que el cristianismo cambie su apariencia física y sus rituales, si no acepta la Verdad de que nuestro Señor Jesús, que nos ha hecho nacer de nuevo a través del agua y el Espíritu, es el verdadero Dios. No puede ser reformada a través de estas personas, por muchos versículos de la Biblia que memoricen, por muy santos que parezcan, y por mucho amor que reciban. Esto significa que deben entender la Palabra de Dios correctamente para que su fe interior se reforme y que una reforma exterior no vale para nada.
Su apariencia externa también puede cambiarse si sus corazones cambian a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y sus corazones pueden ser justos como los nuestros. Es igual que el hecho de que nuestra risa suena exagerada y vacía cuando solo nos reímos por fuera, pero podemos sentir la energía de la fe cuando la risa sal de nuestros corazones con fe. Esta paz y gozo que vienen del Evangelio del agua y el Espíritu son diferentes a gozo que viene del mundo. La verdadera fe es diferente de la emoción. Por tanto, ya hemos decidido si nuestra fe recibirá el amor de Dios o el odio de la gente.
Les felicito y doy gracias a Dios porque han recibido la remisión de los pecados. Son personas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero yo creo que estoy más contento que ustedes por eso. El Espíritu Santo está en nuestros corazones. Han escuchado, entendido y creído en el Evangelio del agua y el Espíritu y han recibido la remisión de los pecados porque son adultos que tienen su propia identidad. Sin embargo, los que todavía son niños son diferentes. Ustedes enseñan a sus hijos y les guían con la Verdad. Esto se debe a que los niños dependen de los padres.
El Señor: «La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él» significa que cuando la humanidad fue creada en este mundo y estaba a las puertas de la muerte por comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal cuando fue tentada por Satanás, el Diablo, Dios prometió la Palabra de la salvación cuando los seres humanos estaban a punto de ser destruidos. Además dijo: «Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí» (Génesis 3, 15). En aquel entonces, Dios le dijo a la humanidad que había cometido un pecado y había caído en la destrucción: «El Salvador vendrá como descendiente de una mujer para salvar a la humanidad». Para cumplir Su promesa le dio la Ley al pueblo de Israel. Dios les dio la Ley y el sistema de sacrificios del Tabernáculo. Entonces envió a los profetas al pueblo de Israel. Esos profetas, sin excepción, anunciaron los pecados de los israelitas y que el Mesías vendría en el futuro para salvarles.
Todas estas cosas se cumplieron hasta tiempos de Juan. La realidad de la Palabra de la promesa en el Libro de Génesis es Jesucristo y el Antiguo Testamento es simplemente una sombra. Dios prometió que enviaría a Su Salvador antes de que Jesucristo viniese al mundo, y los profetas proclamaron esta promesa al pueblo. Prometieron que el Mesías vendría en el futuro y salvaría a la humanidad. Nos dieron la promesa de la salvación como dice la Palabra: «He aquí que la Virgen estará en cinta y dará a luz a un Hijo, y le llamarán Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”». Entonces, los profetas como Isaías, Jeremías, Ezequiel y Oseas fueron enviados al mundo. Proclamaron que vendría alguien a salvarnos.
Entonces, Jesucristo vino. Cuando Jesús vino al mundo, Juan el Bautista, que era descendiente de Aarón, el Sumo Sacerdote, ya había nacido 6 meses antes que Jesús. Además, como era el más grande de los nacidos de mujer, pudo cumplir el papel de transferir los pecados de la humanidad a Jesucristo al bautizarle como representante de la humanidad. Con este ministerio Dios cumplió toda la justicia de la salvación, el amor justo de Dios. Juan transfirió todos los pecados de la humanidad a Jesucristo al bautizarle. Jesús tomó todos los pecados de la humanidad a través de Juan el Bautista de esta manera. Entonces, El Señor cumplió la salvación de todos los pecados al cargar con todos los pecados del mundo, ser bautizado cargando con todo los pecados del mundo, ser crucificado, ser resucitado y ascender a la derecha de Dios Padre. Así que las Escrituras dicen: «La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él». Esto significa que cualquier persona puede entrar en el Reino de Dios si escucha y cree en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón.
 
 

Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu entran en el Reino de los Cielos

 
Por eso Jesús dijo: «La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él» (Mateo 11, 12). Juan el Bautista cumplió el papel de transferir los pecados del mundo a Jesucristo al bautizarle. Entonces, Jesús tomó todos los pecados del mundo a través de Juan el Bautista y nos salvó al ser resucitado de entre los muertos después de ir a la Cruz y morir en ella. Jesucristo se convirtió en el verdadero Salvador para los pecadores. Deben saber que a través de esta salvación, quien crea en esta Verdad podrá entrar en el Reino de Dios si tiene fe verdadera. ¿Creen en esto? Les quiero hacer una pregunta a los nuevos santos que han recibido la remisión de los pecados durante este campamento de discípulos: ¿han recibido la remisión de los pecados por fe? ¿O la han recibido a través de las buenas obras y oraciones de penitencia? Hemos recibido la salvación porque hemos escuchado y creído en la Verdad de la salvación, el Evangelio que nos ha salvado. Jesucristo tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo a través de Juan el Bautista y cargó con todos ellos, fue resucitado al tercer día después de ser crucificado y morir en la Cruz. Han recibido la salvación al escuchar y creer en el Evangelio, en que Dios les ha salvado. Esta es la salvación que recibimos por gracia. Esta salvación es el don de la vida eterna y la bendición que el Señor nos ha dado. Solo la gente que cree en la Palabra de la Verdad de Dios puede recibir ese don.
La otra cosa que Dios dice en el pasaje de las Escrituras de hoy es: «Y es más fácil que los cielos y la tierra pasen que una tilde de la ley falle». Esta Palabra significa que el mandamiento de Dios, es decir la Palabra de la Verdad, existirá para siempre. Esta Palabra nos está diciendo que la Verdad de la obra de salvación del Señor que ha cumplido al venir al mundo no cambiará. ¿Creen que esta Verdad no cambiará? Les quiero hacer esta pregunta de nuevo. ¿Les ha salvado el Señor solamente con la sangre o con el agua, la sangre y el Espíritu Santo? Nos ha salvado con el agua, la sangre y el Espíritu Santo (1 Juan 5, 4-8). Esta Palabra de la salvación que Dios ha cumplido y nos ha dado no cambiará aunque el universo entero sea destruido. Además, el Reino de los Cielos que Dios ha prometido, o el hecho de que seamos hijos Suyos, existirá para siempre y nunca cambiará.
Ciertas personas tienen dudas después de haber recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Preguntan: «¿Podemos recibir la remisión de los pecados solo cuando conocemos y entendemos toda la Palabra de Dios? Recibimos la salvación si creemos en nuestros corazones y entendemos que Jesucristo murió en la Cruz. ¿Por qué dicen que solo recibimos la salvación cuando entendemos hasta la última tilde y jota que Jesús vino a este mundo y tomó todos los pecados del mundo a través de la imposición de manos de Juan el Bautista, los llevó a la Cruz y murió? ¿Por qué quieren que creamos que toda la justicia del mundo se cumplió con el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección?». Hay personas que dicen estas cosas.
Sin embargo, el hecho de que el Señor nos haya salvado a través del agua y el Espíritu es la Verdad que no cambia. La verdad es que el Señor borró todos nuestros pecados para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu y la Palabra de este Evangelio que Dios nos ha dado en las Escrituras no cambiará. Esto significa que el método de salvación o la promesa de salvación que Dios nos ha dado, todas las bendiciones y toda la Palabra de Dios no cambiarán, aunque el mundo sea destruido.
¿Puede cambiarse la Biblia? La Biblia es el canon en griego. Esto significa vara para medir. Las Escrituras hablan de cómo se borran nuestros pecados, cómo hemos nacido de nuevo a través del agua y el Espíritu, quién es el Señor y cuál es nuestra naturaleza. También incluye cómo es el Reino de los Cielo, qué hay en el Cielo y a quién resucitará el Señor primero.
El Señor dijo: «Y es más fácil que los cielos y la tierra pasen que una tilde de la ley falle». Toda la gente, sea quien sea, será de la manera que dicen las Escrituras. Aunque una persona sea grande desde la perspectiva del cristianismo, o aunque una persona haya creído en el cristianismo durante mucho tiempo, el destino de los seres humanos es dictado por el Señor. No importa lo que dijese Juan Calvino, el fundador del calvinismo, todo el mundo será como dicen las Escrituras. Como ha dicho la Palabra, todo lo que no es la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que nos permite nacer de nuevo es engañoso porque el Señor nos ha hecho nacer de nuevo a través del agua y el Espíritu. Por mucho carácter y moralidad que tuvieran antes, y por mucha influencia que tuviesen en los pensamientos de los demás, ahora son personas muy diferentes porque creen en la salvación de Jesús de todo corazón. Han nacido de nuevo. Esto no puede cambiar. ¿Puede la salvación del Señor cambiar?
Sin embargo, hay muchas personas que están dispuestas a predicar un evangelio que es diferente a la Palabra de Verdad. Cierto predicador me dijo una vez que podría predicar otra palabra que no fuese este verdadero Evangelio y la gente podría recibir la salvación si creyese en esa palabra. Él y sus seguidores siguen predicando esta palabra. Lo que esta persona dijo es: «No tienes pecados aunque solo creas en esta sangre derramada en la Cruz». Además, estaba diciendo que la gente está agradecida por el hecho de que el Señor murió por ellos en la Cruz, aunque prediquen eso solamente. Dijo que debemos reconocer que estas personas han recibido la remisión de los pecados al escuchar esta palabra. Pero yo le contesté: «Incluso con tan solo mirar la Primera Epístola de Juan 5, 6-8 podemos ver lo siguiente: “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.”». Entonces no pudo decir nada cuando le contesté con hechos bíblicos.
Nuestro Señor fue concebido a través del Espíritu Santo cuando vino a este mundo. Nació en el mundo encarnado en un ser humano a través del Espíritu Santo, y cuando cumplió los treinta años tomó los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad. Nos salvó y se convirtió en el Cristo eterno por nosotros al tomar todos los pecados del mundo en la Cruz y morir allí, y al ser resucitado entre los muertos. Entonces, ¿cómo podemos decir que Jesucristo nos salvó por la Cruz sin ser bautizado y tomar todos nuestros pecados? Esta no es la Verdad.
Cuando leemos la Palabra de las Escrituras. Podemos ver que hay una consecuencia cuando hay un principio en la Palabra. Todas las historias de la Biblia son justas y correctas. Jesucristo nació en este mundo a través del cuerpo de la virgen María para salvarnos a todos de nuestros pecados, tomó todos esos pecados a través del bautismo de Juan el Bautista cuando cumplió los treinta años, y pudo cargar con esos pecados hasta la Cruz, donde murió. Pudo convertirse en nuestro Salvador eterno al ser resucitado de entre los muertos. Por tanto nuestro Señor es la Verdad, el Señor justo y el que nos ha salvado a través del agua y la sangre. Se convirtió en el eterno Salvador para los que creen en el Señor. ¿Acaso no es cierto?
El Señor vino a este mundo y vivió así hasta que cumplió los treinta años, cuando apareció ante Juan el Bautista y le dijo que le bautizara. Juan se negó al principio, pero después le permitió que lo hiciera cuando Jesús dijo: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). El bautismo de Jesús se cumplió de esta manera. El Señor estaba diciendo: «Tú, Juan el Bautista, debes pasarme todos los pecados de la humanidad al bautizarme. Así podré llevarlos a la Cruz, morir, resucitar de entre los muertos y convertirme en el Salvador de la humanidad». Por eso el Señor fue bautizado por Juan el Bautista en el Río Jordán. Pero si Jesús hubiese recibido el bautismo simplemente para mostrar humildad ante la gente, no podría haber cargado con nuestros pecados ni haber sido crucificado y haber muerto en la Cruz. Jesús es Dios y nunca ha pecado. Aún así fue bautizado para borrar los pecados de la humanidad con gran humildad.
Muchas personas estaban celosas de Jesús. Por tanto, algunas personas intentaron tirar a Jesús por un acantilado. Sin embargo, Jesús no era así. En Lucas 4, 29-30 se dice que el Señor pasó a través de un grupo de personas con autoridad invencible. Aunque Jesús vino a este mundo encarnado en un hombre, es Dios, nuestro Creador y nuestro Salvador. Por mucho que los seres humanos intentasen hacerle daño a Jesús, no pudieron hacerlo si Dios no lo permitía. La existencia de Jesús no depende de la voluntad humana, porque es el Señor que vino al mundo, fue bautizado, murió en la Cruz y nos salvó. Esta es la voluntad de Jesús y del Padre.
No fue crucificado en la Cruz porque fuese débil. Cuando Jesús se presentó en la corte de Pilato, el Gobernador de Judea, le preguntó si era el Rey de los Judíos, pero Jesús le contestó: «Eso lo has dicho tú». Pilato le volvió a preguntar: «¿Qué autoridad tienes tú cuando yo tengo la autoridad para juzgar y de liberarte si dices las cosas correctas?». Como Jesús había tomado todos los pecados del mundo a través de Su bautismo, se reconoció como Rey del Reino de Dios y fue juzgado por esos pecados. Entonces sabía que el precio del pecado era la muerte, por lo que murió voluntariamente porque sabía que la humanidad no podía escapar del juicio de los pecados eternamente si no era juzgado. Pero fue resucitado de entre los muertos al tercer día y se convirtió en nuestro Salvador eterno. ¿Creen en esta salvación?
No pueden creer en las doctrinas erróneas del cristianismo de hoy en día que dicen que se puede recibir la salvación solo a través de la Cruz sin creer en el Evangelio del Espíritu Santo. Debemos borrar esta noción absurda del cristianismo para que no sea una religión que solo le dé importancia a las apariencias de las Escrituras. Debemos borrar todo lo que sea la antigua levadura al escuchar la Palabra de Verdad que el Señor nos ha dado. Cuando nuestros corazones estén limpios y blancos como la nieve, podremos convertirnos en personas justas que tienen una fe verdadera. Debemos convertirnos en personas de fe.
El Señor nos ha dado una salvación eterna. No cambia. Le doy gracias a Dios por darnos esta salvación. Somos hijos de Dios. Por tanto, pertenecemos a Cristo. Sin embargo, debemos recordar que solo los nacidos de nuevo pueden convertirse en Sus hijos. La gente que no ha nacido de nuevo no le pertenece a Cristo, sino que pertenece al Diablo. Así que el Diablo los mueve de un lado para otro.
Entonces, para terminar el sermón de hoy quiero hacerles preguntas acerca de la Palabra de hoy a los predecesores de la fe y leer las Escrituras durante el resto del campamento de entrenamiento de discípulos.