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Tema 19: Efesios

[Capítulo 5-7] La relación entre Dios y Su Iglesia (Efesios 5, 22-33)

(Efesios 5, 22-33)
«Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido».
 
 
Un hermano y una hermana en la Iglesia de Dios, ambos trabajadores del ministerio, se casan mañana y yo presidiré la ceremonia. Normalmente, cuando hay una boda en una iglesia, me siento cómodo hablando de temas espirituales, pero como la boda de mañana se realizará en un sitio para bodas con muchos no creyentes, no estoy seguro de si podré hablar de temas espirituales. Los no cristianos reaccionan de manera adversa cuando se les habla de temas espirituales. Así que creo que haré que mi sermón en la boda sea corto y simple.
Pero hoy me gustaría compartir la Palabra de Dios sobre Su Iglesia con todos ustedes aquí reunidos. El tema de mi sermón para hoy es lo que la Iglesia de Dios dice sobre el matrimonio, y los hombres en especial estarán contentos con este tema. Está escrito en Efesios 5, 22: «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor». Estoy seguro de que muchos de nuestros hermanos aquí están contentos con escuchar este pasaje. Incluso los hermanos solteros están contentos, pensando que cuando se casen con una hermana en la Iglesia de Dios, sus mujeres les tendrán que tratar así. Nuestros hermanos que ya están casados puede que piensen que sus mujeres deben tratarles mejor cuando escuchen el sermón de hoy.
Pero estos pensamientos que pueden tener son en vano. Sus mujeres puede que se sometan a ustedes o puede que no. Después de todo la Biblia no solo dice que las mujeres deben someterse a sus maridos. También hay mandamientos del Señor para los maridos. Los mandamientos de nuestro Señor se aplican tanto a los maridos como a las mujeres.
De hecho, todos los pasajes en la epístola a los efesios hablan de lo que el Señor, la Cabeza de la Iglesia de Dios, les dijo a sus miembros. Deben darse cuenta de que este pasaje habla de la actitud correcta que las mujeres deben tener con sus maridos, pero también significa que la Iglesia de Dios debe someterse a Jesucristo. A no ser que la Iglesia de Dios se someta a Jesucristo, no podrá recibir el amor de Dios. Ese tipo de iglesia no es una iglesia amada por Dios.
 
 

Cuando el Apóstol Pablo habló de las mujeres estaba hablando sobre la Iglesia de Dios en el mundo

 
Lo que el Apóstol Pablo dijo aquí en la epístola a los efesios no trata de las obligaciones morales y las normas éticas que gobiernan las relaciones entre un marido y una mujer, sino de la relación entre Cristo y la Iglesia de Dios. Esta Iglesia debe someterse a la voluntad de Jesucristo. Esto solo es cuestión de tiempo. Se debe a que la Biblia dice claramente: «Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador» (Efesios 5, 23). En otras palabras, como Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios, como miembros de la Iglesia, debemos obedecer la voluntad de Jesucristo como el cuero se mueve cuando se lo dice la cabeza.
Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios y nosotros somos Su cuerpo. Así que, como el marido es la cabeza de la mujer, Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios. Es muy importante para ustedes darse cuenta de que Pablo nos está hablando de la Iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo. Pablo usó la relación entre un marido y una mujer para explicar entre Cristo y la Iglesia de Dios, para asegurarse de que los santos de sus días entendieran bien el mensaje espiritual.
Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios, y la Iglesia es Su cuerpo. El Apóstol Pablo también se dirigió a las esposas colectivamente, porque el cuerpo de Jesucristo tiene muchos miembros. Por eso el Apóstol Pablo utilizó el plus esposas diciendo: «Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo» (Efesios 5, 24). Este pasaje significa que, como la Iglesia de Dios debe someterse a Cristo, las mujeres también deben someterse a sus maridos. De alguna manera parece que el Apóstol Pablo tenga una noción sexista, pero en realidad estaba hablando de la supremacía de la voluntad de Jesucristo, nuestra Cabeza.
En Israel, durante la era del Antiguo Testamento, las mujeres y los niños no se incluían en los censos, y mucho menos en el ejército. Después, cuando Jesús vino al mundo como el Salvador, las mujeres empezaron a ser tratadas igual que los hombres. Así que vemos en la Biblia que a veces los nombres de las hermanas en la justicia de Cristo aparecen antes que los de los hermanos. Pero en el judaísmo no era así. El sexismo prevalecía en el judaísmo como en el confucianismo.
Pero la Biblia no dice que las mujeres deberían someterse literalmente a sus maridos y vivir oprimidas. Como todos creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido igualmente en el pueblo de Dios. Del mismo modo en que está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy, para que un marido sea servido por su mujer, hay una condición. El marido debe amar a la mujer como Jesús nos ama. Solo entonces una pareja casada puede encontrar el verdadero amor. Cuando un marido trata a su mujer con amor, la mujer debe someterse al marido con amor. Pero si un marido no trata a su mujer bien, no debe ni pensar en que ella se someta a él.
 
 

El aviso de Pablo a los maridos

 
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 5, 25-27: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha».
¿Cómo deben tratar los maridos a sus mujeres? Pablo les dijo que amasen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella. Esto significa que todo marido debe amar a su mujer incluso hasta sacrificarse a sí mismo, como Jesucristo se entregó por la Iglesia. El Apóstol Pablo dejó claro que todo marido debe amar a su mujer no solo espiritualmente, sino también en cuerpo y espíritu.
¿Qué nos dijo Jesucristo a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu? Podemos encontrar la respuesta en Efesios 5, 26-27: «Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha». Jesucristo es nuestro Novio y nosotros somos Sus novias, y Él ha limpiado todas nuestras manchas y pecados con el bautismo que recibió de Juan el Bautista en este mundo. Cuando el Novio celestial vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, y así aceptó para siempre los pecados de Su pueblo que se convertiría en Su novia; y así ha limpiado a Su novia para siempre al ser condenado en la Cruz y sufrir en su lugar. En otras palabras, al cargar con todos los pecados de Sus novias y borrarlos con el bautismo de Juan el Bautista, el Señor las ha quitado todos sus pecados y transgresiones.
Jesús nos ha limpiado con Su Palabra. Al haber escrito Su obra de salvación que nos ha quitado todos nuestros pecados en la Palabra de Dios, para ser predicada a todas las generaciones, el Señor ha hecho posible que creamos en esta obra y que limpiemos nuestros corazones de todo pecado. Es decir, el Señor nos ha limpiado para siempre a todos los que creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha salvado de todos nuestros pecados. Así el Señor nos ha dejado sin pecados y nos ha hecho santos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Y nos ha presentado una Iglesia gloriosa, hecha santa sin arruga ni mancha.
 
 

Jesucristo vino al mundo por todos los que se convertirían en Sus novias

 
¿Qué hizo Jesús por Sus novias? El Señor cargó con todos los pecados de Sus novias al ser bautizado por Juan el Bautista, y los borró al ser crucificado hasta morir y levantarse de entre los muertos.
El Apóstol Pablo dijo aquí que Jesús ha borrado todos nuestros pecados con agua. Esto significa que la fe de Pablo era la misma que la nuestra; él creyó en el Evangelio del agua y el Espíritu como nosotros. El Apóstol Pablo predicó el Evangelio del agua y el Espíritu en todas sus epístolas y habló de la verdadera salvación. Al explicar cómo han desaparecido nuestros pecados, dijo que Jesús los limpió con agua. Todos los pecados de todos los que se conviertan en las novias de Jesucristo han sido borrados con el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista. Como Jesús ha borrado todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en este mundo, y como pagó la condena de todos nuestros pecados en la Cruz para siempre, los que creemos en esta Verdad no tenemos pecados. Como nuestros pecados fueron pasados a Jesús a través de Su bautismo, todos los que creemos en esta Verdad estamos sin pecados. Entonces el Señor hizo que esta Verdad se escribiese en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu para que fuese predicada ahora. Jesucristo, el Hijo de Dios, ha borrado todos nuestros pecados con Su bautismo. Cuando escuchan la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y creen en esta Palabra de Dios, quedan limpios para siempre. Cuando escuchan la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu cumplida por Dios y creen en ella, los pecados de sus corazones serán borrados.
¿Hay algo más que tengan que hacer para recibir la remisión de los pecados a parte de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Tienen que creer en algo más para que sus pecados sean borrados? No, no tienen que creer en nada más. Pero algunos cristianos piensan que pueden ser perdonados solo si sienten emociones en sus corazones y gritan el nombre del Señor mientras lloran. Pero este tipo de fe no es racional ni espiritual, sino supersticiosa. Sin embargo, muchos cristianos por todo el mundo siguen alardeando de que hablan en lenguas o ejercitan poderes supernaturales para curar a los enfermos, pero esta gente no puede ser salvada de sus pecados si no entiende el Evangelio del agua y el Espíritu ni cree en él. Por eso describo a estos cristianos equivocados como un aquelarre. No son más que brujos y brujas que dicen creer en Jesús.
Recientemente, en Corea, se celebró una gran reunión de pentecostales en un estadio gigante y se televisó por el canal cristiano. Los líderes, ministros y laicos adoraron a dio y oraron, y la mayoría de los que estaban reunidos hablaron en lenguas. La reunión acabó convirtiéndose en una escena de emociones descontroladas en poco tiempo.
Pero, ¿creen que esta demostración de fervor venía del Espíritu Santo? Durante la era de la Iglesia Primitiva, hablar en lenguas significaba hablar en idiomas vivos y que se entendían en aquellos días (Hechos de los Apóstoles 2, 6-11). Pero cuando los pentecostales actuales hablan en lenguas, dicen cosas incomprensibles que claramente no vienen de la inspiración del Espíritu Santo. De hecho, la inmensa mayoría de ellos han sido entrenados para hablar en lenguas falsamente. Esta gente reúne a los que no pueden hablar en lenguas y les obligan a decir aleluya repetidamente y cada vez más rápido, hasta que acaban diciendo cosas sin sentido que nadie en este mundo puede comprender. ¿Es esto lo que significa hablar en lenguas? ¿Permite este truco que alguien sea limpiado de sus pecados? No, por supuesto que no.
Pero mi intención ahora no es criticar a los pentecostales por hablar en lenguas, sino hacer hincapié en que Dios nos ha limpiado a los creyentes de todos los pecados del mundo con la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es lo que el Señor nos dijo. Jesucristo es nuestro Novio que ha borrado todos nuestros pecados para siempre con la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es lo que debemos confesar cuando adoramos a Dios. Al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús cargó con todos nuestros pecados y los limpió para siempre. A través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, Jesús tomó todos los pecados de nuestros corazones para siempre, y así ha cumplido toda la justicia de Dios.
Como todos nuestros pecados fueron pasados a la cabeza de Jesús, ¿tenemos pecados los creyentes? No, no tenemos más pecados. Por tanto, cuando adoramos a Dios o le oramos, debemos confesar que Dios nos ha hecho santos y sin pecado. Cuando la Biblia dice que Dios Padre nos ha hecho santos, significa que ha enviado al Espíritu Santo a vivir en los corazones de todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la obra santa del agua y el Espíritu. El que Dios haya borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu es la obra más santa de Dios. Solo cuando nuestros corazones tienen al Espíritu de Dios dentro, podemos convertirnos en santos. El Señor nos ha hecho santos y nos ha convertido en Sus novias perfectas y sin fallos, porque no tenemos ninguna mancha ni arruga a los ojos de Dios. Jesucristo, nuestro Novio espiritual, nos ha convertido en Sus novias para siempre. Al haber ido al Reino de los Cielos antes que nosotros, volverá para llevarnos con Él.
Por tanto es absolutamente imperativo que todos seamos santos al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, la ropa de la boda. Solo la gente que se haya vestido de boda podrá entrar en el Reino de los Cielos. Los que han recibido el Espíritu Santo en sus corazones están invitados al banquete del Cielo y el Señor se los llevará a Su Reino, pero los que no lleven este vestido serán arrojados fuera del Cielo para siempre. Esto es lo que nos dice el Señor en el Evangelio de Mateo 22, 1-14.
 
 

La relación matrimonial en términos carnales

 
Cuando un marido ama a su mujer se está amando a sí mismo. Esto se debe a que el marido y la mujer son un solo cuerpo, y por tanto cuando un marido ama a su mujer, se ama a sí mismo. Si se aman a sí mismos, también amarán a sus mujeres mucho, porque son su propio cuerpo. Estoy seguro de que nuestras hermanas casadas lo entienden. Así que si de verdad aman la justicia del Señor mucho, Él les amará a ustedes, y si le amamos a medias, Él nos amará a medias.
Está escrito en Efesios 5, 29-30: «Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos».
Al hablar del misterio de la Iglesia, el Apóstol Pablo dijo que las mujeres deben someterse a los maridos, y que las mujeres que aman y sirven a sus maridos, serán amadas por sus maridos. El versículo 29 dice que nadie odia su propia carne, sino que la alimenta y la ama. Todo el mundo protege, alimente y ama su propio cuerpo para que esté en plena formas, y de esa misma manera Jesucristo alimenta a la Iglesia de Dios. La Iglesia de Dios es el cuerpo del Señor. Por eso el Señor nos alimenta y nos protege a todos los miembros de la Iglesia, Su cuerpo. El Señor protege a los miembros de Su cuerpo y les da todo lo que necesitan. Así es cómo la Iglesia de Dios puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Así es como podemos llevar nuestros negocios diligentemente para apoyar el ministerio del Evangelio. Cuando los santos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu se reúnen, constituyen la Iglesia de Dios. Tengo toda confianza en que Dios sustenta a esta Iglesia, la ayuda, la bendice y la protege. Del mismo modo en que amamos y sustentamos nuestros cuerpos, Jesucristo también sustenta Su Iglesia y le da todo lo que necesita porque es Su propio cuerpo.
Lo mismo puede aplicarse a toda relación matrimonial incluso en términos carnales. Si una esposa entiende a su marido bien, él la amará y la respetará. Pero si la mujer no respeta a su marido y usurpa su autoridad, él la tratará de la misma manera. La Iglesia de Dios debe ser fiel a Jesucristo y amarle, de la misma manera en que Jesucristo es fiel a la Iglesia de Dios y la ama. Para hacer más hincapié, debemos someternos a Jesucristo. Esta es la Verdad que la Biblia nos está enseñando.
Como miembros de la Iglesia, el cuerpo de Jesucristo, la obediencia es absolutamente indispensable en nuestra relación con Jesucristo. ¿Por qué? Porque Jesucristo nos ha salvado al ser bautizado por nosotros, pagar la condena en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Con esta Palabra de salvación, ha limpiado nuestro corazón y nos ha glorificado, y nos está alimentado y protegiendo fielmente para que no nos falte nada. Esta es la razón por la que debemos someternos a Jesucristo. Si la Iglesia ignora la voluntad de Jesucristo o se opone a ella en vez de obedecerle como Su novia, no podrá ser glorificada por el Señor aunque esté conectada a Su cuerpo. Me gustaría hacer hincapié en este punto en la boda de mañana. Todo marido debería amar a su esposa, porque solo entonces él podrá esperar que ella le trate con respeto. Del mismo modo, toda mujer debería amar a su marido y obedecerle, porque solo entonces recibirá el mismo trato de su marido.
No hay nadie que no cuide de su cuerpo y lo sustente y fortalezca. Después de todo, nadie odia su propio cuerpo. Si hay alguien que odie su propio cuerpo, esa persona tiene pecados en su corazón. ¿Acaso las mujeres no quieren estar guapas? Del mismo modo, Jesucristo quiere cuidar y sustentar a Su Iglesia, Su propio cuerpo. Por tanto, lo que la Iglesia de Dios debe hacer es someterse a Jesucristo por fe. Es absolutamente crítico que todos nosotros entendamos esto. Si una mujer desprecia a su marido, no solo la despreciará él, sino que también los demás la despreciarán. Este es un principio que no cambia. Todo marido debe tratar a su mujer bien si quiere que ella le ame. Si aman a sus mujeres, ellas les amarán a ustedes. Este es un principio elemental. Sin embargo, el problema es que hay algunos cristianos que no respetan a sus cónyuges.
Si sus maridos están sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu, no deben despreciarles por sus fallos. Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy que cuando un marido ama a su mujer, se ama a sí mismo. Si se someten a la voluntad de Dios sobre todas las cosas, a veces no estarán de acuerdo con sus cónyuges e incluso tendrán discusiones. Esto se debe a que estaría mal que ambos fueran por el mal camino. Así que, para asegurarse de que su matrimonio está bien a los ojos de Dios y que obedecen Su voluntad sobre todo, a veces estarán en desacuerdo con sus cónyuges. Pero aún así, deben amarse unos a los otros en sumisión.
He oído que hoy en día hay muchas mujeres que les pegan a sus maridos. Estas mujeres no pueden ser respetadas. ¿Han sido violentas con sus maridos física o verbalmente? Algunas mujeres odias a sus maridos con todas sus fuerzas cuando sus maridos no les sustentan. Algunas mujeres odian que sus maridos sean espirituales. Estas mujeres no deberían ni soñar se respetadas. Es imposible que nadie las respete.
El Apóstol Pablo utilizó la relación matrimonial correcta para explicar nuestra relación con Jesucristo. Es muy importante darnos cuenta de la verdad que se nos enseña aquí en el capítulo 5 de Efesios. Si la Iglesia de Dios no se somete a la voluntad de Dios, y persigue sus placeres carnales como si se tratase de un club social, no puede recibir el amor de Dios. Esta es una verdad que no se puede negar. Solo cuando obedezcamos la voluntad de Jesucristo como miembros de la Iglesia de Dios, Él nos da Su gracia en todas las cosas. Si no nos sometemos a la voluntad de Jesucristo y hacemos todo por nuestra cuenta, el Señor no estará contento con nosotros. Como el Señor dijo: «Buscad primero el Reino de Dios y Su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6, 33), si honramos al Señor, Él nos honrará a nosotros. Si odiamos o ignoramos al Señor, Él nos odiará a nosotros y nos ignorará. Esta es una certeza. Aunque somos el pueblo de Dios, podemos vestirnos del amor del Señor solo si obedecemos Su voluntad por encima de todo.
 
 

Todos nosotros debemos aprender la voluntad de Dios espiritualmente

 
Si ustedes y yo ignoramos a Jesucristo, Él nos ignorará. Si obedecemos la Palabra de Jesucristo absolutamente, le honramos, le amamos, y le respetamos, Jesucristo nos amará, nos sustentará, bendecirá y protegerá. Así que lo que el Apóstol Pablo dijo aquí en la epístola a los Efesios es cierto. Todo lo que dicen los siervos de Dios es cierto.
Pasemos a Efesios 5, 31-32: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia».
La Biblia dice que cuando un hombre deja a sus padres y se une a su esposa, los dos son uno, y este es un gran misterio. Cuando lo interpretamos literalmente este pasaje habla del matrimonio, pero desde el punto de vista espiritual, significa que cuando conocemos al Señor y recibimos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos dejar nuestros malos hábitos pasados y nuestros pensamientos. Así que la Biblia define a un santo nacido de nuevo de la misma manera: «Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Colosenses 3, 10). Esto significa que debemos renovarlo todo. Cuando una mujer se casa, debe seguir las tradiciones de la familia del marido. Si seguimos reteniendo nuestros pensamientos viejos y viviendo según nuestras costumbres pasadas incluso después de recibir la remisión de los pecados, no estaremos sirviendo a nuestro Novio correctamente.
Nuestro Novio no es un novio terrenal, sino celestial, y este Novio es nuestro Rey y nosotros somos Su pueblo. En el pasado, hemos sido personas normales, pero ahora el Rey de reyes nos quiere como Su propio pueblo. Como nos hemos convertido en el pueblo de Dios, no debemos actuar, pensar o hablar como lo hacíamos cuando éramos personas malditas en el pasado.
La Biblia dice que, cuando un hombre se casa, debe dejar a sus padres carnales. Es normal que un hijo deje a sus padres cuando crece. Por supuesto, esto no quiere decir que esté mal que vivan con sus padres, pero cuando se casan, deben empezar una familia propia por su cuenta a no ser que las circunstancias no lo permitan. En términos carnales, pueden vivir o no con sus padres. Pero espiritualmente, deben separarse de lo mundano y carnal. Esto significa que deben dejar sus pensamientos y nociones carnales. En vez de vivir cómo vivían y pensar y comportarse como lo hacían, deben dejar todo eso detrás y seguir a la Iglesia.
¿A quién dice el Apóstol Pablo que estaba hablando? Dijo que estaba hablando a la Iglesia sobre cuál era la relación adecuada con Cristo. Pablo estaba hablando sobre la relación entre Jesucristo y la Iglesia. Él utilizó este ejemplo de relaciones matrimoniales para explicar la relación entre la Iglesia y Jesucristo. Una relación normal entre un hombre y una mujer es una en la que la mujer se somete al marido y le sirve con amor, y en que el marido ama a su mujer, la protege, y cuida de ella lo mejor que puede. Esta es la base de todo matrimonio sano, y solo cuando esta base está en el lugar correcto, pueden construir un hogar lleno de amor. Si ponemos esto en un contexto espiritual, la Iglesia debe someterse a Jesucristo para mantener una relación sana con el Señor. De la misma manera, para que una pareja casada tenga un hogar lleno de amor, el marido debe amar a su esposa y la esposa debe someterse al marido.
Ninguna mujer puede respetar a su marido si este vive una vida impura, pero si no vive así, toda mujer debe someterse a la voluntad del marido y honrarle. Si sus maridos están sirviendo al Señor, ustedes deben respetarles como siervos de Dios aunque tengan fallos. La Biblia dice claramente que todo marido debe amar a su esposa como a sí mismo, y que la esposa también debe honrar a su marido.
El matrimonio ha cambiado considerablemente en estos tiempos modernos. Muchas parejas se divorcian cuando ven el primer síntoma de problemas, pero el pasaje de las Escrituras de hoy no debe entenderse a través del prisma de las normas culturales actuales. Este pasaje debe mirarse en el contexto de las normas antiguas del judaísmo y de la relación entre Jesucristo y la Iglesia de Dios. En otras palabras, del mismo modo en que las parejas casadas deben esforzarse por establecer su relación en sumisión, respeto, honor, y preocupación el uno por el otro, la Iglesia de Dios debe establecer su relación con Jesucristo de la misma manera. Hay muchas lecciones espirituales y diarias que podemos aprender de este pasaje que nos enseña qué es lo que debemos hacer. Tanto el marido como la mujer deben esforzarse para establecer una relación sana. Si el marido ignora a su mujer, ella no le tratará bien, del mismo modo en que el marido no la tratará bien a ella si ella no le trata bien a él. De la misma manera, la Iglesia no puede esperar recibir muchas bendiciones de Dios si ignora Su voluntad y hace lo que quiere.
Si la Iglesia de Dios no obedeciese Su voluntad y no sirviese al Evangelio del agua y el Espíritu ahora, ¿nos bendeciría Dios para que prosperásemos? No, no nos bendeciría. De hecho, precisamente porque la Iglesia, el cuerpo de Dios, está obedeciendo Su voluntad, Él está bendiciendo todo lo que hacemos. Como esta Iglesia está sirviendo el Evangelio, Dios le da todo lo que necesita, la ayuda y la bendice.
Tenemos mucho que aprender de la Palabra de Dios. Muchos maridos en Corea siguen arraigados en las antiguas tradiciones del confucianismo, pensando que solo porque son hombres no tienen que cocinar o hacer las tareas del hogar, porque están reservadas a las mujeres tradicionalmente. Pero esta noción es muy machista cuando los hombres esperan que sus mujeres lo hagan todo por ellos en una actitud de servidumbre, y cuando consideran que el orden natural es que los hombres estén por encima de las mujeres.
Pero los hombres y las mujeres son iguales a los ojos de Dios. Todos nuestros hermanos y hermanas son los mismos santos en Jesucristo. Sin embargo, el problema en Corea es que muchos maridos siguen arraigados en las costumbres del confucianismo. Si son maridos, no deben intentar dominar a sus mujeres y negarse a hacer las tareas del hogar, y esperar que lo haga todo por ustedes mientras se quedan de brazos cruzados cuando vuelven del trabajo. Las tareas del hogar deben estar repartidas entre el marido y la mujer. De hecho deben hacerlo todo con sus mujeres. Por supuesto, si están demasiado ocupados con otra cosa, puede que no tengan tiempo suficiente para compartir las tareas del hogar con sus mujeres, pero no deben pensar que no tienen que hacer nada en casa solo por ser hombres.
Esto es particularmente problemáticos para algunos de nuestros ministros jóvenes. Deben estar agradecidos a sus mujeres por la comida que les preparan. No deben ser escrupulosos y pedirles que les cocinen lo que ustedes quieran. Es muy importante tener una dieta equilibrada, ya sean hombres o mujeres.
Todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y seguimos la voluntad del Señor, somos el cuerpo de Jesucristo. Somos los miembros del cuerpo de Jesucristo, y Él es nuestra Cabeza. Por tanto debemos someternos a Cristo y obedecer Sus mandamientos. Así que les pido que tomen un momento para pensar en si son fieles obedeciendo a Dios en Su Iglesia como miembros de Su cuerpo. No deben pensar que ya han hecho suficiente por Dios, y que no deben hacer nada más por Él. El Señor quiere predicar el Evangelio por todo el mundo a través de nosotros. Quiere que todo el mundo crea en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto debemos obedecer su voluntad y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. No debemos pensar que ya hemos hecho suficiente, sino que debemos hacer lo que el Señor quiere que hagamos. Jesucristo quiere que prediquemos el Evangelio por todo el mundo, y por tanto debemos centrar nuestras vidas en la predicación del Evangelio por todo el mundo según Sus deseos. Esto es lo que debe hacer la Iglesia como cuerpo de Jesucristo. Todo el que crea en el Evangelio del agua y el Espíritu debe servir a este Evangelio en obediencia a la voluntad de Jesucristo.
Como cuerpo de Dios, la Iglesia debe ser la reunión de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben ser tratados de forma diferente. Deben ser tratados como pecadores, y nosotros debemos tratarlos como objetos de nuestro ministerio y predicarles el Evangelio. La obra de Dios nunca debería confiarse a una persona que no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo entonces puede obrar el Señor.
¿Piensan que cualquier persona puede liderar la Iglesia? Les he hablado sobre la Iglesia de Dios en muchas ocasiones. También les he explicado a nuestros ministros que cualquier persona no puede liderar la Iglesia solo porque haya recibido la remisión de los pecados. Solo porque algunos creyentes se hayan juntado, esta reunión no constituye la Iglesia. La Iglesia debe tener siervos de Dios y obreros obedientes que se hayan sometido a la voluntad de Cristo. Aunque una persona haya recibido la remisión de los pecados, si hace todo por su cuenta y vive de la manera que quiere, ¿cómo puede formar la Iglesia?
Esa no es la Iglesia. Aunque sus miembros hayan nacido de nuevo, esa no es la Iglesia. No pueden constituir la Iglesia de Dios, quien llamó a Abraham y le utilizó como Su instrumento. Aunque Abraham tenía bastantes fallos, Dios le utilizó como Su instrumento a pesar de sus problemas. ¿Por qué? Dios utilizó a Abraham como Su instrumento porque obedeció Su Palabra.
Algunos de ustedes piensan que como Abraham es una figura bíblica nadie en esta era puede ser como él. Pero lo que debemos saber es que la Iglesia de Dios debe caminar de la manera que se explica en la Biblia. Deben caminar como lo dice la Biblia. Así que les digo que no se tomen a la ligera el sermón de hoy y lo olviden mañana, sino que escuchen con cuidado lo que Dios está diciendo en el pasaje de las Escrituras de hoy, lo recuerden en sus corazones, mediten sobre ello, y crean. Lo correcto es reconocer que la Palabra de Dios es correcta, creer en ella y decidirse a seguirla.
Deben vivir su vida como un viaje de aprendizaje. No deben confiar en sus propios esfuerzos carnales cuando sirven al Señor y después abandonar cuando se encuentran con un pequeño problema. Somos las mujeres de Jesucristo. El Señor es nuestro Novio. Debemos servir al Señor de forma constante y hacer lo que Él quiera que hagamos. Esta es la disposición correcta de la Iglesia de Dios.
Algunos santos, después de servir al Señor fielmente, dejan su servicio a mitad cuando piensan que no son reconocidos por la Iglesia o que se les trata mal. Pero todos nosotros, ya se nos reconozca nuestra labor o no, somos las novias de Jesucristo y por tanto tenemos el deber de servir al Señor durante nuestras vidas. Para servir al Señor en nuestras vidas diarias como Sus novias, debemos someternos al Novio sin falta.
¿Es nuestro Novio algún hombre de este mundo? ¿Hay alguien en quien podamos confiar en este mundo? ¿Podemos confiar en el amor de este mundo? No, no podemos confiar. Pero el Novio, al que estamos sirviendo, no es una mera criatura de este mundo. Es el Rey de reyes. Es el Rey Absoluto. Por eso debemos obedecer Su voluntad absolutamente.
Debemos exaltar a Jesucristo, nuestro Novio. Debemos estar gozosos juntos y seguirle en obediencia. Debemos dejar de lado nuestras voluntades que se levantan contra la voluntad del Señor, porque solo entonces nos amará Jesucristo en nuestras vidas como Sus verdaderas novias.
Espero y oro porque Dios nos convierta en novias buenas y en el pueblo de fe que sigue la voluntad de Jesucristo en obediencia.