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Tema 24: SERMONES PARA LOS QUE SE HAN CONVERTIDO EN NUESTROS COLABORADORES

[24-12] Esperar el día en que vivamos una vida perfecta (Romanos 8:18-28)

(Romanos 8:18-28)
«Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados».
 
 
El Apóstol Pablo dijo en Romanos 8:8-9: «Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él».
Está diciendo: “¿Tenéis el Espíritu de Cristo o no? Si el Espíritu de Dios vive en vosotros, no sois de la carne, sino del Espíritu. Quien no tenga el Espíritu de Cristo no pertenece a Cristo. Por el contrario, si el Espíritu no vive en vosotros, no sois Suyos”. El Apóstol Pablo hace una división clara en la salvación. Confirma la Palabra de Dios que dice que los que tienen el Espíritu Santo pertenecen a Cristo y son los ciudadanos y siervos de Dios. Sin embargo, los que no tienen el Espíritu Santo de Cristo no tienen nada que ver con Dios. Solo los que tienen el Espíritu son el pueblo de Dios.
En Romanos 8:10-11 el Apóstol Pablo dice: «Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros».
Incluso los que han nacido de nuevo pueden seguir los deseos de la carne porque tienen carne. El pueblo de Dios también a veces cae en la carne y vive por ella. Sin embargo, en los corazones de los santos nacidos de nuevo vive el Espíritu, que tiene control sobre sus corazones que tienden a satisfacer los deseos de la carne. Así, gracias al Espíritu Santo en sus corazones, la gente de fe lucha contra sus deseos hasta la muerte y van a Dios por fe. Dios está diciendo que este tipo de gente puede convertirse en siervos de la justicia por fe.
 
 

Lo que el Apóstol Pablo intenta decirnos hoy es que si Cristo está en nosotros, somos Suyos

 
Debemos tener en cuenta que incluso los nacidos de nuevo como nosotros tienen debilidades. Cuando tropezamos por nuestras debilidades carnales, es decir, nuestros pensamientos, mentes y hechos, nos sentimos defraudados por nosotros mismos. Entonces empezamos a dudar si hemos recibido nuestra salvación, pensando: “¿Cómo puedo ser así cuando he recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿He recibido mi salvación?”.
¿Por qué pasamos por estos problemas espirituales los nacidos de nuevo? Es por las debilidades de la carne. Una persona que cae en la futilidad así se puede decir que ha tropezado espiritualmente. Cuando vemos a atletas que están en lo mejor de su carrera y no muestran su potencial completo decimos: “Ese jugador o atleta está en un agujero”. Estas cosas también les pasan a los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En sus mentes, no pueden estar seguros de que han sido salvados cuando piensan en sus propias vidas. “¿Cómo puedo vivir así si he sido salvado de mis pecados? No puedo ser salvado”. Se empiezan a preguntar acerca de esta salvación.
Durante estos períodos de dudas surgen preguntas en sus corazones: “¿Soy de verdad de Dios? ¿Soy hijo de Dios?”. En algún momento u otro, llegan al punto en que toman una decisión por su cuenta sobre si son de Dios o no; sobre si pertenecen a Cristo; sobre si son ciudadanos de Dios. En estas circunstancias, no pueden darse ningún crédito. Entonces se desaniman y se desesperan y llegan al momento en que no pueden hacer nada; no saben qué hacer. Esta condición se llama un “agujero de la fe”.
Este agujero espiritual puede describirse como un alma que cae en arenas movedizas. En cuanto la gente pisa estas arenas pensando que es suelo firme, sus pies se hunden en las arenas. Cuanto más intentan salir, más se hunden y al final no pueden salir. Se deprimen demasiado para hacer nada espiritual y a esto se le llama estar atrapado en arenas movedizas espirituales. Cuando los justos caen en arenas movedizas, en las debilidades de su carne, su mente y su naturaleza pecadora, acaban hundiéndose más y más al intentar salir por su cuenta. La gente que está en un agujero espiritual suele tener una opinión errónea sobre sí misma. Por esta razón se preguntan si deben seguir viviendo una vida de fe.
Cuando un boxeador recibe un golpe en la mandíbula o en la frente le parece que todo da vueltas a su alrededor. Le parece que la gente y el suelo de mueven. Entonces empieza a murmurar algo porque ve estrellas, la mente se le queda en blanco, su cuerpo se mueve en contra de su voluntad. Cuando recibe otro golpe no siente ningún dolor tumbado allí en el suelo, pero no puede levantarse porque todo le da vueltas. Esto es lo que se llama KO. ¿Alguna vez les han dado un puñetazo con un guante de boxeo? ¿Alguna vez les han pegado tan fuerte que les ha dejado inconscientes? Probablemente hayan visto a boxeadores que caen KO. Nos preocupamos por el dolor que debe estar sufriendo el boxeador. La verdad es que no puede sentir ningún dolor después de haber recibido un golpe tan fuerte. Puede que incluso se sienta bien por no sentir ningún dolor. Simplemente n puede moverse aunque quiera. Es como un hombre paralítico que intenta levantarse con todas sus fuerzas y piensa que se puede levantar pero no puede por mucho que lo intente. No puede hacer nada en ese estado.
De esta manera, podemos ser golpeados así en nuestra espiritualidad. ¿Cómo nos vamos a levantar? podemos levantarnos de nuevo cuando vamos a la Iglesia de Dios y escuchamos la Palabra de Dios y tenemos comunión con los predecesores de la fe. Podemos recuperar la salud espiritual enseguida cuando tenemos comunión con los obreros de Dios que siguen al Señor de cerca en Su Iglesia. Recibimos fuerzas y nuestras almas se renuevan cuando dejamos de estar cansados al escuchar la Palabra de Dios en la adoración y cuando tenemos comunión con el pueblo de Dios. Se recuperarán gracias al Evangelio del agua y el Espíritu y volverán a levantarse por la fe, diciendo: “El Señor ha eliminado todos mis pecados. Soy un hijo de Dios”.
 
 

Podemos seguir viviendo la vida de fe si pensamos en el Evangelio del agua y el Espíritu cuando estamos en un agujero espiritual

 
Hasta que no estamos completamente recuperados solemos dudar si somos personas de Cristo. Si tenemos estas dudas, debemos disiparlas. Estas dudas no tienen ninguna solución en nuestros pensamientos o en la comunión con otras personas. Solo pueden resolverse con la Palabra de Dios. ¿Qué dice Dios? Las dudas pueden resolverse cuando vemos lo que Dios ha dicho acerca de este tipo de problema. Cuando la Palabra de Dios nos dice: “Sois personas de Cristo”, nuestras dudas se disiparán; la fe puede estar firme si creemos en la imposición de manos y el bautismo de Jesús; entonces nuestros corazones serán fuertes de nuevo.
Está escrito en Romanos 8:8-9: «Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él». Según el pasaje de las Escrituras, somos el pueblo de Cristo si el Espíritu de Dios vive en nosotros. La gente que no tiene el Espíritu de Dios no es el pueblo de Cristo.
Entonces, ¿qué afirma nuestra salvación? El Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Hay todavía dudas en nuestros corazones después de haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu? En momentos como este, el Espíritu Santo confirma nuestra salvación absolutamente. Es el Espíritu Santo quien vive en nuestros corazones. Podemos confirmar nuestra salvación basándonos en si tenemos el Espíritu Santo en nosotros. Por eso está escrito: «Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos 8:9). La Biblia dice que son personas de Cristo si el Espíritu de Dios viven en ustedes; pero no son Suyos si el Espíritu de Dios no vive en ustedes. Por tanto, la presencia del Espíritu de Cristo en sus corazones es esencial para ustedes.
Entonces, ¿quién es la persona con el Espíritu de Cristo y quién no? ¿Cómo podemos distinguirlo? Debemos pensar de la siguiente manera: “¿En qué corazones vive el Espíritu de Cristo? ¿Cómo sé si el Espíritu de Cristo viven en mi corazón?”. Nos preguntamos estas cosas.
Antes de nacer de nuevo experimenté muchas cosas extrañar en mi vida de fe. Escuché a Dios hablándome en mi corazón; sentí que mi corazón se llenaba y que mis ojos producían lágrimas mientras oraba. Por este motivo, pensé que tenía el Espíritu de Cristo. Sin embargo, seguía dudando. Esto se debe a que tenía momentos así pero al mismo tiempo tenía sentimientos contradictorios enseguida. Había momentos en que estaba completamente devastado y no podía perdonarme a mí mismo. “¿Soy de verdad un hijo de Dios?”. No estaba seguro de mi salvación.
Queridos hermanos, nuestras mentes no pueden estar tranquilas hasta que volvemos a la Palabra de Dios. Cuando escuchamos la Palabra de Dios, entendemos el Evangelio del agua y el Espíritu y las cosas se hacen muy claras.
Y la Palabra de Dios dice lo siguiente: El que el Espíritu de Cristo viva en nuestros corazones significa que no tenemos pecados en nuestros corazones. Entonces podemos estar seguros de la presencia de Su Espíritu en sus corazones y podemos contestar sí a las siguientes preguntas: “¿Hemos recibido la remisión de los pecados? ¿Hemos creído en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Vamos a seguir confiando en el Evangelio?”. Si han creído en el Evangelio del agua y el Espíritu, todos sus pecados serán redimidos; si sus pecados han sido redimidos, el Espíritu Santo vivirá en sus corazones. Esto les ayudará a librarse de las dudas de si son personas de Cristo y podrán llegar a la conclusión de que son personas de Cristo.
La verdadera fe empieza en el momento en que se cree completamente en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo cuando están firmes en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden empezar la carrera de la fe al darse cuenta de lo desesperados que son como personas de Cristo y al dejar de lado sus debilidades e insuficiencias de la carne por fe en Jesucristo. Entonces pueden empezar su carrera de la fe.
En los Juegos Olímpicos, los atletas de cada nación se preparan para una carrera larga de 3000 metros, 5000 metros y 10,000 metros desde la salida. Empiezan a correr después de la señal de la pistola. Los que están en la línea de salida deben ser atletas cualificados para participar en esta carrera. Los Juegos Olímpicos tienen un proceso de cualificación preliminar muy estricto antes de dar permiso a cualquier persona a participar en los juegos, y los que no han sido calificados no pueden participar.
¿Hemos sido cualificados por Dios? Podemos empezar a correr esta carrera de fe con confianza cuando estamos convencidos de que todos nuestros pecados han sido eliminados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos estar convencidos en nuestros corazones y mentes de que somos de Cristo y empezar nuestra carrera de la fe. Y podemos correr hasta la meta. Por eso el Apóstol Pablo dijo en Romanos 8:14-15: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!». Estas son las personas que son guiadas por el Espíritu de Dios y son hijas de Dios. En otras palabras, los que han recibido el Espíritu Santo al recibir la remisión de sus pecados en sus corazones son hijos de Dios. Está escrito que nunca recibirán el espíritu del miedo.
Hemos recibido la remisión de los pecados desde el momento en que nacimos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestras almas han sido salvadas y liberadas de los pecados y la condena. Como hemos recibido el don del Espíritu en nuestros corazones, que es el Espíritu de la adopción, podemos llamar a Dios Abba Padre. Cuando nos convertimos en hijos de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu, le podemos llamar Padre. No tenemos dudas ni son resulta raro llamarle Padre cuando oramos o hacemos cosas buenas para Él.
Como está escrito en Romanos 8:16: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios», el Espíritu se convierte en un testimonio de nuestra fe. Si el Espíritu Santo vive en ustedes, les dará testimonio de preguntas como “¿He creído o no en el Evangelio del agua y el Espíritu?” diciendo “El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad. Como he puesto toda mi confianza en la Verdad, todos mis pecados han sido redimidos. Creo en esto”. Hemos recibido la salvación cuando los predicadores del Evangelio nos predican el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero ahora, el Espíritu Santo da testimonio de lo siguiente: “Sois hijos de Dios porque habéis puesto vuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu” a nuestra pregunta de si nos hemos convertido en hijos de Dios.
 
 

Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu somos hijos de Dios y Sus herederos

 
Como somos personas que serán glorificadas después de heredarlo todo de Dios, el Apóstol Pablo dijo: «Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados» (Romanos 8:17). Y añadió: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18).
Quiero que escuchen la Palabra de Dios que el Apóstol Pablo está predicando. Estoy sugiriendo que debemos sufrir juntos. Leamos Romanos 8:23-25 una vez más: «Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos» (Romanos 8:23-25).
Este pasaje de las Escrituras dice que fuimos salvados en esta esperanza. Esto es lo que está diciendo el Apóstol Pablo. Dijo: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza» (Romanos 8:19-20). Siguió diciendo: «Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos» (Romanos 8:21-25).
Dios dijo que la creación espera impaciente la revelación de los hijos de Dios. La creación en este pasaje se refiere no solo a las cosas de la naturaleza, sino a nuestros cuerpos físicos. Así que la creación también puede incluir el cuerpo del Apóstol Pablo. Está escrito: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios». Lo que nuestros cuerpos están esperando es el día en el que el Hijo de Dios, Jesucristo, venga como el Rey a juzgar al mundo. El último día el Señor vendrá de nuevo y resucitará a los muertos y nos llevará con Él y nos invitará a vivir en los nuevos cielos y la nueva tierra que ha construido para nosotros. Esperamos ansiosos ese día glorioso como está escrito en Romanos 8:21: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios». Es muy emocionante pensar que nuestros cuerpos mortales serán liberados de esta esclavitud a la corrupción y que viviremos eternamente con cuerpos perfectos.
¿Cómo de ansiosos estamos por que llegue ese día? ¿Cuánto estamos esperando ese día como está escrito: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios»? Nuestros cuerpos y mentes esperan ansiosos ese día. Cuando vemos nuestros cuerpos débiles, lo que esperamos es una vida perfecta de la que habla el Apóstol Pablo en el pasaje de las Escrituras de hoy. Fuimos salvados con esta esperanza. Según el Apóstol Pablo fuimos salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y el Espíritu da testimonio del hecho de que fuimos completamente salvados. Lo importante es saber que los nacidos de nuevo viviremos con Jesucristo para siempre en los nuevos cielos y la nueva tierra.
¿Qué es lo que anhelamos? Como hijos de Dios anhelamos que la imperfección de nuestros cuerpos y mentes sea transformada en perfección el día del segundo advenimiento del Señor. De todo corazón esperamos tener este cuerpo perfecto (que nunca enfermará, nunca se cansará y nunca sentirá ningún dolor) y estar con Dios para siempre. Nuestra esperanza es vivir una vida perfecta y gloriosa todos los días con nuestras mentes, pensamientos, cuerpos y todo lo demás en perfectas condiciones. Nuestra última meta es ser tan perfectos como el Señor y vivir con Él en riqueza y gloria para siempre. Esto es lo que anhelamos.
Puede que hayan oído hablar del elixir de la vida que el Emperador Qin Shi Huang de China buscaba. Quería encontrar este elixir para no envejecer y vivir para siempre. Así que envió a muchos de sus siervos a todos los países para buscar este elixir de la vida. Sin embargo, todos sus siervos murieron y nunca regresaron. Después de todo no pudo conseguir este elixir de la vida.
Algunos médicos naturistas insisten en que el elixir de la vida que buscaba el emperador podrían ser las setas Young-ji. Tienen un sabor muy amargo. Como dice la gente: “Una buena medicina es amarga”, por tanto, estas setas deben ser buenas para la salud. Sin embargo, nadie puede vivir para siempre comiendo estas setas aunque sean buenas para la salud. Aunque las setas fuesen el elixir de la vida, no hay nadie que pueda vivir para siempre si come estas setas.
Una vez fue a la isla Jeju situada en la parte sur del territorio coreano. Quería subir la Montaña Halla y nunca la había subido antes. La montaña Halla es la montaña más alta del Sur de Corea. Bajé del autobús en Seoguipo City y fue a una aldea llamada Hwasool. Había estado lloviendo tanto aquel día que la gente intentó convencerme de que no fuese a esa montaña en un día tan lluvioso y nubloso porque podría tener un accidente. No podía volver porque había hecho tiempo para este preciso momento. Les dije que tenía que subir a la Montaña Halla porque no tenía tiempo. Así que los habitantes de ese lugar me dijeron: “Nosotros no nos hacemos responsables de esto. Si quieres ir, adelante”. Entonces dije con un aire despótico: “No tienen que responsabilizarse. Asumo el riesgo”. Entonces pasé entre la multitud que intentaba detenerme.
Pero fui lo suficientemente terco como para luchar contra la multitud e ir a esta montaña de la cual no podía ni ver la cima. La lluvia caía sin parar y no podía ver el camino que había delante de mí. No había desayunado todavía cuando empecé a subir la montaña, así que me moría de hambre. Pero seguí subiendo con determinación para ver la cima aunque lloviese tanto y hubiese tanta niebla que no podía ver nada. Era como estar perdido en la oscuridad.
Entonces vi algo un tanto oscurecido. No sabía si era un humano o un fantasma. Escuché una tos primero y me volví. Averigüé que era un hombre por ese sonido. Cuando me empecé a sentir aliviado, apareció un hombre con un portador de madera a la espalda. Todavía nos estábamos identificando en la niebla espesa cuando nuestros ojos se encontraron y empezamos a reírnos. La situación en la que nos encontrábamos, sin poder saber lo que había delante de nosotros y teniendo mucho cuidado, era muy cómica.
El hombre me preguntó: “Joven, ¿dónde vas?”. “Quiero subir hasta la cima. ¿Cuánto falta?”. Entonces me contestó: “Estás muy lejos, aún no vas ni por la mitad”. Entonces le pregunté si vivía cerca. Me dijo: “Sí, mi casa está allí, cerca de la granja de setas”. Entonces le pedí un favor: “No he desayunado y tengo mucho hambre. ¿Podría comer en tu casa?”. Yo era así de atrevido. El hombre me dijo que por supuesto con una carcajada. Después de comer en su casa volví a caminar. La lluvia se convirtió en una tormenta y al final tuvo de dejar de subir a la Montaña Halla.
El hombre que conocí en la montaña dijo que había utilizado setas Pyogo (Lentinus edodes), pero que estaba cultivando setas Young-ji en ese momento. El viaje a la montaña me ha venido a la cabeza cuando les intentaba hablar de las setas Young-ji que se consideran el elixir de la vida. Como pueden ver, la gente a veces es terca y quiere conseguir metas inútiles sin pensar. Mi meta de subir a la cima de la Montaña Halla en un día de tormenta no se cumplió como toda voluntad humana.
Hay ciertas personas que no ganarán la vida eterna incluso después de comer setas Young-ji como creen. Todo el mundo muere. Incluso el Emperador Qin de China, que quería encontrar el elixir de la vida para rejuvenecer, murió a los cuarenta y tantos años. Por miedo a enfermar y morir, y por el deseo de vivir para siempre, buscó el elixir de la vida en vano. De hecho, todo el mundo tiene miedo a la muerte. Incluso los que son admirados por todo el mundo por sus altos cargos tienen miedo a la muerte. Los seres humanos tienen miedo a la muerte porque viene sin avisar.
Sin embargo, los nacidos de nuevo no tenemos miedo a la muerte, sino que tenemos esperanza en la vida eterna más allá de la muerte. El Apóstol Pablo dijo que éramos salvados por esperanza. Anhelamos la redención de nuestros cuerpos. Queridos hermanos, ¿qué esperan y anhelan? Ser librados de esta esclavitud de la corrupción para conseguir la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8:21). Como dijo Dios estamos esperando el día en que seremos librados de esta corrupción.
El Espíritu Santo intercede por nosotros ante Dios con gemidos indecibles. Romanos 8:26 dice: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles». Cuando vivimos según la carne, el Espíritu Santo en nosotros gime y nos amonesta: “Esas cosas se corromperán. Como vais a vivir en el Reino de Dios donde no moriréis, no os corromperéis o enfermaréis, buscad primero Su Reino y Su justicia, esperando la llegada del Reino”. ¿Quién hace esto? El Espíritu Santo que vive en nuestros corazones.
¿De qué sufrimos nosotros y toda la creación? Todas las criaturas son imperfectas y sufren por sus imperfecciones. El estar corruptos, muertos y condenados les produce agonía y dolor constantes.
Sin embargo, nos hemos convertido en los primero frutos del Espíritu. Como primeros frutos del Espíritu, los que hemos recibido la remisión de los pecados participaremos de la primera resurrección cuando Cristo vuelva a este mundo. Entre toda la gente que nació y murió, nosotros, los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos uniremos al Señor en Su segundo advenimiento. Cuando llegue el momento seremos transformados en un cuerpo perfecto y completo que nunca se corromperá y reinaremos con el Señor para siempre. Esta es la primera resurrección.
 
 

Debemos esperar el Reino de los Cielos

 
Incluso nosotros, los primeros frutos del Espíritu, gemimos anhelando la adopción y redención de nuestros cuerpos (Romanos 8:23). Romanos 8:24 dice: «Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?». Fuimos salvados con esta esperanza. Debemos esperar el día en que viviremos por el Señor. Ese día diremos adiós a la corrupción del cuerpo, a las enfermedades y la muerte. Así seremos la perfecta y nueva creación. Nuestro último día en la tierra es el día en que nuestro cuerpo mortal será transformado en un cuerpo nuevo que es inmortal y no le falta nada. Ese día nuestros cuerpos renacerán y viviremos con Dios en libertad para siempre porque nuestras almas ya son perfectas. Esperamos ansiosos ese día en el que viviremos con el Señor con nuestros cuerpos perfectos que no tropiezan por sus debilidades.
Estamos predicando el Evangelio al mundo entero con esta esperanza. Esperamos a que regrese el Señor y nos convierta en cuerpos inmortales con los que viviremos una vida perfecta disfrutando de las riquezas y glorias celestiales con el Señor. Por eso estamos viviendo nuestras vidas de fe con el fin de predicar el Evangelio del Señor mientras esperamos ese día. ¿Lo entienden?
¿Cuál es la verdadera vida de fe? El objetivo último de la fe es la salvación y la salvación lleva a la vida eterna. La vida eterna consiste en llevar una vida perfecta con cuerpos enteros e inmortales. Vivir la vida de fe verdadera es vivir por la vida eterna.
¿Entonces por qué agonizamos? ¿Acaso no agonizamos cuando las cosas que queremos no van bien, por nuestras debilidades, por nuestra vulnerabilidad a las enfermedades, la imperfección de nuestros cuerpos y mentes? Sí. ¿Cuánto agonizamos por nuestras debilidades físicas? La preocupación por ser guapo o feo, alto o bajo es secundaria. Nuestra primera preocupación es “¿Por qué estoy tan lleno de debilidades? Ojalá no tuviese ninguna enfermedad como otras personas. ¿Por qué estoy tan lleno de insuficiencias?”. Nuestra última preocupación es estar libres de la muerte. Nuestra meta es alcanzar la perfección desde tal imperfección. La gente pone sus esperanzas en ser perfecta después de agonizar por las imperfecciones de la carne. Nosotros queremos disfrutar de estas vidas perfectas.
¿Cómo de imperfectos somos? Por eso deseamos ser perfectos. Mientras hablo espero servir al Evangelio sin enfermar, pero sé que esto se cumplirá el día en que entre en el Reino de Dios. Esta vida perfecta la recibimos en el momento en que recibimos la remisión de los pecados. ¿Creen en esto también? En cuanto nuestra fe, debemos vivir por la fe perfecta. Esta es la verdadera fe.
Romanos 8:25 dice: «Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos». Según el Apóstol Pablo, la esperanza que se ve no es esperanza (Romanos 8:24). ¿Quién espera algo que ya se ha conseguido? Pero el Señor nos dijo que esperásemos algo que no se ve con todo anhelo. Aunque no podamos verlo con nuestros ojos físicos, podemos esperarlo por fe. Por fe podemos soportar nuestras insuficiencias y dolor y esperar el día en que viviremos una vida perfecta. ¿Por qué vivimos nuestra fe? Por el día en que toda la humanidad sea salvada de sus pecados y sea perfecta para vivir una vida completa. ¿Creen en esto?
No solo nosotros, sino todo el mundo, quiere librarse de la imperfección. De hecho, todas las criaturas del mundo sueñan con ser libres de la imperfección. Afortunadamente, Dios nos ha dado esta vida. Dios nos ha salvado por el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha dado una vida perfecta. Algunas personas se lamentan o se suicidan por su apariencia física; otras pasan toda la vida en un hospital para recibir tratamientos o hacerse cirugía plástica, que les produce tanto dolor que preferirían morirse. Los nacidos de nuevo no tenemos ansiedad por las cosas de la carne, sino que vivimos con una mente sana creyendo en el día en que disfrutaremos de la verdadera libertad a través de la perfección.
Cierto padre no podía ver a su hijo sufrir una enfermedad crónica y le pidió a un tribunal que legalizase la eutanasia. El Congreso anunció que no podía aprobar esa ley. El padre dijo entonces: “He visto a mi hijo en sus ojos. No podía hablar pero sus ojos me dicen que no quiere sufrir más dolor. Me pide que le libere de esta lucha constante que no puede ganar, esta lucha llena de dolor. Me suplica con lágrimas que acabe con su vida, porque no tiene la fuerza para hacerlo él”.
Queridos hermanos, estoy seguro de que el hijo quería ser transformado en un cuerpo perfecto. Todas las personas enfermas que sufren enfermedades terminales quieren tener un cuerpo perfecto. La gente es imperfecta pero desea la perfección. Como está escrito: «Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31), la gente desea esta vida perfecta.
¿No sé cansan después de correr? ¿No sentimos dolor en nuestras piernas y como si nuestros corazones fueran a estallar y se nos corta la respiración? Los seres humanos son limitados e imperfectos. Sabiendo que esta vida nos espera, vivimos con fe en este mundo. Vivimos por el Evangelio en un cuerpo que no es perfecto, creyendo firmemente que el Señor nos dará este cuerpo perfecto a los nacidos de nuevo. A medida que pasa el tiempo, nuestro exterior muere, pero el interior se renueva a diario (2 Corintios 4:16). Podemos ver que el día de nuestra perfección se acerca. Queridos hermanos, vivamos con la esperanza porque se acerca el día de nuestra perfección.
Dios nos dijo a través de Su siervo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28). A través de nuestras debilidades Dios nos ha dado la salvación; a través de nuestras imperfecciones Dios nos da esta vida perfecta. Dios nos ha transformado, a Su creación, en seres perfectos espiritualmente y nos ha adoptado como hijos Suyos después de ser hijos de Satanás. Dios nos dijo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Esto significa que hemos aceptado la salvación que Dios ha cumplido y hemos recibido esta vida perfecta que Dios nos ha dado esperando y creyendo en Su promesa. Así es como todas las cosas funcionan. Tenemos la salvación y las bendiciones que Dios nos da.
Estamos viviendo en cuerpos imperfectos y tenemos pensamientos imperfectos pero pronto viviremos una vida perfecta que Dios prometió cuando volviese el Señor. Nuestra imperfección será perfecta ese día y nosotros seremos perfectos.
Parece que vemos a Jesucristo desde la distancia. Sin embargo, ese día, le veremos cara a cara como si nos viésemos en un espejo. Dios nos da esa vida. Sé que ustedes y yo viviremos esta vida perfecta con Dios. Espero ese día. Espero ese día no porque sea anciano o esté enfermo, sino porque la meta final de nuestra salvación es perfecta y es la vida eterna. Esta es la bendición de Dios.
Dios no solo nos ha salvado de nuestros pecados, sino que nos ha permitido vivir una vida perfecta. Debemos entender esto y darle gracias a Dios por esta fe. Estamos muy agradecidos.