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Tema 11: El Tabernáculo

[11-4] La Razón por la Cual Dios Llamó a Moisés al Monte Sinaí (Éxodo 19:1-6)

La Razón por la Cual Dios Llamó a Moisés al Monte Sinaí

(Éxodo 19:1-6)
«En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel».


¿Por qué Dios Escogió al Pueblo de Israel?


El pasaje principal viene de Éxodo 19:1-6. Aunque el pasaje no es largo, tengo mucho que decir acerca del mismo. De este pasaje, también me gustaría hablar de la verdad revelada de los capítulos 19 a 25 de Éxodo. Tres meses habían pasado desde que el pueblo de Israel escapó de Egipto, cuando los Israelitas llegaron al desierto del Sinaí. Dios los hizo acampar en frente del monte Sinaí, y llamó a Moisés a la montaña.
Habiendo llamado a Moisés, Dios habló su Palabra a los israelitas: «Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel». La razón por la cual Dios llamó y levantó al pueblo de Israel fue para hacerlo su especial tesoro y para establecerlos como los sacerdotes de su reino.
Este fue el propósito con el cual Dios liberó al pueblo de Israel de Egipto. El método por el cual Dios convertiría a los israelitas en su especial tesoro fue dándoles su Ley y el sistema de sacrificios del tabernáculo para salvarlos de sus pecados, a través de esto él los limpiaría de todos sus pecados, los convertiría en su propio pueblo y los fundaría como una nación de sacerdotes. Así que, los israelitas deben darse cuenta de esto claramente y recuperar la fe que Dios desea de ellos. Para convertir a su nación en un reino de sacerdotes de Dios, Dios les dio, por un lado, su ley compuesta por 613 mandamientos, y por el otro, él los hizo construir el tabernáculo.
Por lo tanto, si los israelitas no creen en Jesucristo quien vino como su Mesías, ellos deben arrepentirse y creer en él con sus corazones. Jesús, quien es la misma sustancia de la ofrenda del pecado del sistema de sacrificios del tabernáculo, ha lavado todos sus pecados con su bautismo recibido de Juan y su sangre sobre la cruz. Así que, los israelitas deben aceptar, sin ambigüedades, la verdad de que Dios los ha convertido en su propio pueblo sacándolos, a los descendientes de Abraham, de Egipto, y lavando todos sus pecados a través de las ofrendas del tabernáculo. En ese entonces, debido a que los israelitas eran incapaces de guardar la ley de Dios, tenían que ser perdonados de sus pecados dando ofrendas sacrificiales a Dios de acuerdo al sistema de sacrificios puesto por él. Estas ofrendas sacrificiales eran la sombra de Jesucristo, el Salvador quien ahora ha salvado a la humanidad de estos pecados.
Aún ahora, los israelitas tienen a Moisés como al más grande profeta de todos. Están en lo cierto. Sin embargo, debido a que no creen en Jesucristo como el Mesías quien los ha salvado de todos sus pecados, ellos no reconocen el Nuevo Testamento como la Palabra de Dios y en vez de eso solo reconocen el Antiguo Testamento como la Palabra de Dios. Pero debemos recordar que Jesús no es solo un profeta mayor que Moisés, sino que es el sumo sacerdote del reino del cielo, el Mesías por el cual los israelitas han estado esperando y esperan. Por fe, los israelitas deben darse cuenta ahora que la misma sustancia de la ofrenda sacrificial del tabernáculo no era ningún otro que el Mesías mismo.


Dios Hizo que los Israelitas Reverenciarán A Moisés, Pero...

¿Por qué Dios levantó tan alto a Moisés ante los israelitas? Fue para hacerlos aceptar y creer en todo lo que la Palabra de Dios habló a través de Moisés. En otras palabras, fue para que los israelitas creyeran que lo que Moisés les dijo a ellos era todo la propia Palabra de Dios. Dios llamó a Moisés al monte Sinaí para que él pudiera ser levantado muy en alto ante el pueblo de Israel. Esto hizo que los israelitas temieran a Moisés y a Dios, llegarán a creer en él, ya que Dios habló con Moisés como si fuera su amigo.
Como tal, la Palabra de Dios que Moisés entregó al pueblo de Israel toda era firmemente creída por los israelitas como la verdadera Palabra que Dios les habló a ellos. Sin embargo, por considerar a Moisés tan alto, la gente de Israel cometió el gran error de no aceptar a Jesucristo el Mesías en sus corazones como su propio Salvador. Finalmente, los israelitas no pudieron reconocer a su Mesías correctamente, y así han terminado rechazando su amor de salvación. Ellos ahora tienen una gran tarea ante ellos –esto es, aceptar a Jesucristo, quien era un profeta aún mayor que Moisés, en sus corazones como su propio Salvador.


Dios Ordenó al Pueblo de Israel Hacer Su Tabernáculo y Darle a Él la Ofrenda del Sacrificio


A través de Moisés, Dios dio su ley y mandamientos al pueblo de Israel y también les dijo que construyeran el tabernáculo, el amor de la misericordia de Dios que verdaderamente borraba los pecados de los israelitas estaba revelado a través del sistema de sacrificios del tabernáculo. A través de este sistema sacrificial del tabernáculo, Dios también ha dado la remisión del pecado a los descendientes espirituales de Abraham, y él ha lavado todos sus pecados para que nada les falte y se conviertan en el propio pueblo de Dios.
Dios dio al pueblo de Israel dos tablas de piedra con sus diez mandamientos grabados en ellas. Los diez mandamientos estaban compuestos de cuatro mandamientos primarios que deben ser guardados entre Dios y la humanidad, y los siguientes mandamientos posteriores deben ser guardados en las relaciones humanas. Aparte de estos diez mandamientos, Dios también dio al pueblo de Israel cientos de mandamientos que deben guardar en sus vidas diarias.
La razón por la que Dios dio a los israelitas tantas leyes y mandamientos era para mostrar en sus corazones que solo Dios es el ser divino absoluto y perfecto. A la gente espiritual de Israel –esto es, para aquellos que creen en Jesús como su Salvador- no puede haber otro ser divino aparte de Dios. Para enseñarle claramente al pueblo de Israel antes de entrar a la tierra de Canaan la verdad de que él es Jehová, Dios habló con Moisés en el monte Sinaí para darles su ley. Y él hizo que ellos, siempre que pecaran rompiendo los mandamientos de Dios, fueran perdonados de todos sus pecados dando su ofrenda sacrificial en el tabernáculo de acuerdo al sistema de sacrificios que él había establecido.


El Pueblo de Israel Recibió la Ley y los Mandamientos de Dios


Veamos Éxodo 24:3-8: «Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas».
Dios hizo el pacto con sangre cuando él dio la ley al pueblo de Israel a través de Moisés. En concreto, esto significaba que la ley de Dios era la ley de Vida. Dios habló su ley de vida a los israelitas y el pueblo de Israel tenía que creer en su Palabra.
Como tal, Moisés les dijo a los israelitas que trajeran la sangre del sacrificio de la ofrenda quemada y la ofrenda de paz. Dios hizo que Moisés reuniera a su pueblo, les leyó la ley y los mandamientos, el pacto de Dios. Y entonces Moisés les preguntó. “¿Obedecerás lo que Dios te ha mandado?” Los israelitas entonces contestaron a Dios en una sola voz que ellos ciertamente le obedecerían a él.
“Yo te protegeré y te haré un reino de sacerdotes,” Dios dio promesa a los israelitas a través de Moisés. Entonces Moisés roció la sangre de la ofrenda quemada y la ofrenda de paz sobre ellos. Esto muestra que cuando una persona peca, él / ella debe ser perdonado a través de la ofrenda sacrificial. Debemos aceptar lo que Dios habló como la Palabra de Vida. Moisés tomó la sangre de la ofrenda, la roció sobre su pueblo y les dijo: «He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas». Esto nos dice que debido a que la Palabra de Dios es la Palabra de Vida, si no la hemos guardado, entonces debemos pasar nuestros pecados sobre la ofrenda sacrificial poniendo nuestras manos sobre su cabeza, matarla, y ofrecerle a Dios la sangre del sacrificio por nuestros pecados.
De lo que debemos darnos cuenta es que, en la ley de Dios, existe el castigo por nuestros pecados, pero al mismo tiempo, existe también el sistema del sacrificio que lava nuestros pecados. Por lo tanto, cuando estamos tratando con la ley y los mandamientos de Dios, debemos aceptarlos en nuestro corazón mientras que reconocemos que en esta ley y mandamientos se encuentra la ofrenda que nos trae la remisión de nuestros pecados. Esta fe es absolutamente necesaria. Debido a que somos bendecidos cuando guardamos la ley de Dios y somos maldecidos cuando no la guardamos, debemos creer que siempre tenemos que lavar nuestros pecados con nuestra ofrenda sacrificial. Como tal, aquellos que pecaron tenían que recibir la remisión de sus pecados pasando sus pecados sobre la ofrenda del pecado con la imposición de manos sobre su cabeza, y tomando su sangre del sacrificio y ofreciéndola a Dios. Todos debemos darnos cuenta y creer que la ley y el sistema de sacrificios son la ley de vida, a través de la cual podemos recibir nueva vida de Dios.
Por lo tanto, mientras que la ley de Dios nos enseña nuestros pecados, el evangelio del agua y el Espíritu nos muestra en contraste que todos nuestros pecados han sido remitidos a través del bautismo que Jesucristo recibió de Juan y en su sangre sobre la cruz –esto es, a partir de ahora, la verdad que nos ha salvado de todos los pecados del mundo.
En los tiempos antiguos, cuando las tribus se hacían promesas entre ellas, frecuentemente traían alguna clase de ofrenda sacrificial. Traían borregos, cabras o toros, y marcaban sus acuerdos con la sangre obtenida de sus ofrendas, degollándolas. Esto capturaba los términos esenciales del acuerdo, ya que significaba, “Si tú no guardas el pacto que tú acabas de hacer conmigo, seguramente morirás de esta manera.” En concreto, establecían sus acuerdos con sangre.
De igual manera, Dios también ha establecido su ley con sangre. En otras palabras, él nos dijo que si fallamos en guardar todas sus 613 leyes y mandamientos, seríamos muertos debido a este pecado. Pero al mismo tiempo, él también nos ha dicho que recibamos la remisión de nuestros pecados dándole a él la ofrenda del pecado con nuestra fe, a través del sistema de sacrificios del tabernáculo.
Si alguna vez no tomáramos la Palabra de Dios de la ley seriamente, nunca escaparíamos de la ira que viene de Dios debido a nuestros pecados. Pero si damos a él la ofrenda del sacrificio que él ha puesto para nosotros, entonces Dios recibirá estas ofrendas sacrificiales y perdonará todos nuestros pecados. Todos debemos creer en esta ley de vida, esta ley de salvación que nos dice que Dios perdonaría los pecados de todo el pueblo de Israel a través del sistema de sacrificios del tabernáculo, y así recibir en nuestro corazón la remisión de nuestros pecados. Quienquiera que ignore la ley de Dios está excluido del misericordioso amor de Dios, y como tal, todos debemos creer en la ley y el sistema sacrificial como la verdad de la salvación, de nuestra propia vida misma.
Es por eso que Moisés leyó el pacto hecho con sangre, y con esta sangre rociada sobre el pueblo de Israel, hicieron su promesa a Dios. Por lo tanto, dándonos cuenta de que todos vamos a morir si no guardamos esta ley establecida con sangre, debemos todos recibir la remisión de todos nuestros pecados creyendo, junto con la ley, en Jesucristo, quién es el sacrificio mismo de la ofrenda quemada y la ofrenda de paz a Dios.
Todos nosotros debemos darnos cuenta y creer en la verdad de que podemos ser perdonados de todos nuestros pecados dando a Dios nuestra ofrenda sacrificial de acuerdo al sistema de sacrificios del tabernáculo. A Través de los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido, Dios claramente nos ha enseñado la remisión de pecados de toda la humanidad. Para ser perdonados de sus pecados, todos sus pecados tenían que ser pasados sobre la ofrenda sacrificial imponiendo sus manos en su cabeza, y luego esta ofrenda tenía que derramar su sangre del sacrificio para ser puesta sobre los cuernos del altar de la ofrenda quemada y el resto de su sangre se derramaba sobre el piso.
Esta era la ofrenda de sacrificio absolutamente requerida por la ley del pecado y muerte. Por lo tanto, con nuestra fe, todos debemos aceptar la remisión del pecado prometida por la ofrenda sacrificial que borra todos nuestros pecados. Al darnos el sistema de sacrificios del tabernáculo, Dios nos ha dado la ley de la salvación para que podamos creer en la Palabra de Dios y ser perdonados de todos nuestros pecados. Todos debemos recibir la bendición de la remisión del pecado dada por Dios aceptando en nuestros corazones las dos leyes que Dios ha dado a la humanidad: la ley misma y el sistema sacrificial del tabernáculo.
 
 

¿Como Podemos Ser Salvos de todos Nuestros Pecados?


A través del sistema sacrificial que Dios dio a Moisés, el mostró al pueblo de Israel que su salvación de todos sus pecados sólo es posible por su fe en la remisión de sus pecados a través del sistema sacrificial.
Cuando nosotros damos a Dios nuestra fe que cree en la ofrenda sacrificial puesta por él, él recibirá nuestra fe y nos salvará de todos nuestros pecados. ¿Por qué? Porque Dios ya ha salvado a toda la humanidad de sus pecados, y para aquellos que creen, él da su bendición santificándolos de todos sus pecados. A través del sistema de sacrificios puesto por aquel que es absoluto, Dios nos ha permitido conocer la ley de la salvación. Si uno no sabe ni cree en la verdad de que Jesucristo ha lavado sus pecados por siempre a través de su bautismo y su sangre sobre la cruz, él / ella seguramente será condenado. Todos debemos creer en el misericordioso amor de Dios.
Dios nos ha salvado a través del sistema sacrificial del tabernáculo, cuyo método de salvación era el de pasar nuestros pecados sobre el sacrificio imponiendo nuestras manos sobre su cabeza. Como tal, todos debemos creer en el evangelio de la misericordia que ha permitido a todos los que creen en esta verdad ser lavados de sus pecados. Aquellos que no reconozcan la ley y el sistema sacrificial ante Dios no pueden recibir jamás la remisión del pecado, pero aquellos que creen en el evangelio de la misericordia de Dios pueden todos recibir su remisión eterna del pecado.
Dios no solo nos dijo que no pecáramos, sino que él nos enseñó que somos seres pecaminosos quienes no podíamos evitar cometer pecados cada día. Así, él nos dijo que le diéramos nuestra ofrenda sacrificial para recibir la remisión de estos pecados. Es por eso que Dios dijo: «Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré» (Éxodo 20:24).
La ofrenda por el pecado que los israelitas dieron a Dios tomó la forma de imposición de manos sobre la cabeza del sacrificio, a través del cual sus pecados fueron pasados sobre él, sacando su sangre y poniéndola en los cuernos del Altar de la ofrenda quemada, y poniendo su carne sobre el Altar y quemándola al fuego. Creyendo de todo corazón en la ley de salvación dada por Dios esto era una necesidad esencial siempre que tuvieran que dar la ofrenda. La ofrenda que Dios quería no era una ritualística, sino era una con deseos sinceros que pasaba todos sus pecados sobre la ofrenda del sacrificio en fe, creyendo que realmente estaban destinados al infierno si no fuera por la gracia de Dios.
Nuestro Señor fue bautizado por Juan y derramó su sangre sobre la cruz para hacer desaparecer nuestros pecados. Él decidió borrar nuestros pecados con el mismo método que la ofrenda del pecado. Esta ofrenda de fe era la sombra de la ofrenda de salvación del Nuevo Testamento realizada por Jesucristo –esto es, Cristo vino a esta tierra, tomó los pecados del mundo con su bautismo recibido de Juan, murió en la cruz, y así ha salvado a toda la humanidad de sus pecados. Es el creer en esta verdad con todo nuestro corazón que nos convierte en hijos de Dios.


Debemos Arrancar la Fe Doctrinal

Éxodo 20:25-26 dice: «Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás. No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él». Debemos poner atención especial a lo que Dios dice en este versículo. Dios les dijo a los israelitas que al construir este altar de piedra, no lo deberían construir de piedra tallada, sino de piedras intactas en su forma original. ¿Qué quiere decir esto? Significa que Dios se agrada en aceptar nuestra fe en su salvación, la cual nunca podrá ser añadida o alterada por los pensamientos humanos.
Y Dios nos está advirtiendo con la frase «No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él», no adorarlo a él con una fe religiosa hecha por pensamientos humanos. Ellos ponen un principio básico y común en sus propias religiones que le dice a la gente que traten de convertirse en santos paso a paso mientras viven vidas fielmente religiosas. Aún los cristianos religiosos afirman que ellos pueden ser santificados incrementalmente mientras viven vidas virtuosas de acuerdo a la ley de Dios.
¿Pero, realmente es cierto? ¡Absolutamente no! La gente que nace como descendiente de Adán, no puede seguir la ley de Dios debido a sus pecados y no puede evitar encarar su muerte segura debido a estos pecados. Por lo tanto, para salvar a tal gente de los pecados del mundo, Dios estableció el sistema sacrificial del tabernáculo y ciertamente los ha salvado a todos.
Por lo tanto, todos debemos aceptar el evangelio de la misericordia de la remisión de nuestros pecados, de nuestra salvación que Dios ha puesto para nosotros con los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido manifestado en la puerta del atrio del tabernáculo. Debemos creer como realmente está escrito en la Palabra de la Biblia, que Jesucristo vino a esta tierra como el Dios de la Palabra, que él hizo sus obras como lo anticiparon los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido manifestado en el tabernáculo, y él ciertamente nos liberó de todos estos pecados como debía ser.
¿Pero, qué hay con la gente que solo tiene una fe religiosa y doctrinal? ¿Qué están haciendo para ser perdonados de sus pecados diarios? Tal gente trata de recibir su remisión del pecado ofreciendo sus oraciones de arrepentimiento, tratando, al final, de hacerse justos a través de la justicia de los hombres. Tratando de encontrar a Dios a través de la doctrina de la santificación incremental. Esto desilusiona, una fe doctrinal con los propios esfuerzos es arrogancia en sí misma, y no es otra cosa que la realidad de la maldad religiosa de la creación de uno mismo.
La gente primero debe admitir que no hay nada que ellos mismos puedan hacer para desaparecer sus pecados ante Dios. Cuando nacimos en este mundo, todos nacimos como la clase de seres que no podía evitar sus propios pecados, y es por eso que siempre estamos cometiendo tantos pecados. No importa cuánto nos diga Dios que no pequemos a través de su ley, somos de tal modo que no podemos evitar romper su ley y cometer pecados ante Dios. Así que debemos confesar ante la ley de Dios que somos pecadores. Y debemos creer con nuestro corazón en la verdad de la salvación, que Dios mismo nos ha salvado de todos nuestros pecados a través de las obras de nuestro Señor Jesús como lo manifiestan los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido.
No existe otro camino sino el de creer en la Palabra de Dios, que nos liberó de todos los pecados del mundo, el Señor mismo se convirtió en nuestra propia ofrenda sacrificial a través de su bautismo, y que así él ciertamente nos ha salvado de los pecados del mundo. La Biblia nos dice que no hay otro dios aparte de Jehová y que nadie viene al Padre excepto a través de Cristo (Juan 14:6). Reconociendo y creyendo en la Palabra de Dios de la ley, nos hicimos pecadores y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, somos salvos de nuestros pecados. Esta es la verdad y nuestra fe real en Dios.
Así que, todos debemos creer en su salvación como está, de acuerdo a la ley de la remisión del pecado que nuestro Señor ha puesto para salvarnos de todos nuestros pecados. El cristianismo no es una más de las muchas religiones del mundo, sino que es la verdad de salvación construida sobre la base de nuestra fe que cree en Jesucristo quién apareció en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido.


A Través del Pasaje Principal Anterior, Todos Debemos Darnos Cuenta del Porqué Dios nos ha Llamado

Todos debemos darnos cuenta del hecho que Dios nos ha llamado a ti y a mí para convertirnos en su especial tesoro. Tú y yo nunca podremos ser el pueblo de Dios con nuestras propias obras y esfuerzos. Más bien tú y yo nos hemos convertido en los hijos de Dios porque hemos creído en la verdad de que Jesucristo vino a esta tierra para liberarnos de la maldición de la ley y del castigo y destrucción del infierno. Siendo bautizado por Juan y derramando su sangre sobre la cruz, él ciertamente salvó totalmente aquellos que creemos. El Mesías, el Hijo de Dios, vino a esta tierra en semejanza de hombre, tomó todos los pecados de la humanidad con su bautismo de una sola vez, cargó estos pecados del mundo hasta la cruz, se sacrificó a sí mismo por nosotros para pagar por nuestros pecados siendo crucificado, se levantó de los muertos y así se convirtió en el Salvador de aquellos que verdaderamente creen en él con todo su corazón.
Dios nos está diciendo que él ha dado a la humanidad la perfecta remisión del pecado a través de los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido. Nuestro Señor nos está preguntando, “¿Crees en mis obras, en lo que yo he hecho para la remisión de tus pecados, que yo vine a la tierra y fui bautizado por Juan y derramé mi sangre sobre la cruz?”. Ante Dios, todo lo que podemos decir es “sí”. Para que nosotros seamos salvos, no existe otro camino sino el de creer en la remisión del pecado que Dios nos ha dado. No sólo los israelitas de los días del Antiguo Testamento, sino tú y yo en la actualidad –ciertamente, toda la gente del mundo- deben saber porqué Dios llamó a Moisés al Monte Sinaí y habló con él esta Palabra del pasaje principal.
Dios ha dado a los israelitas los diez mandamientos, y después les dijo que construyeran un altar de tierra por fe para recibir la remisión de sus pecados (Éxodo 20:24). De la misma manera, a través de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido que  Dios nos ha dado, también nosotros debemos ser redimidos de todos nuestros pecados.
¿Cuál es el propio nombre de Dios? Su nombre es “Yahweh.” Significa, “YO SOY EL QUE SOY,” esto es, Dios es el que existe por sí mismo. ¿Entonces, cómo vino él a nosotros? Él vino a nosotros a través del agua y el Espíritu (Juan 3:5). Nuestro Señor vino a esta tierra en semejanza de hombre, tomó todos los pecados de la humanidad siendo bautizado por Juan, y fue sacrificado por nosotros siendo crucificado a muerte. Es debido que todo esto es verdad, y se debe a que debemos creer así, que Dios nos dijo que tuviéramos la fe que estaba manifestada en los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido, usado para la puerta del atrio del tabernáculo. La fe verdadera viene solo cuando negamos nuestros propios pensamientos y reconocemos la remisión del pecado dada por Dios. No podemos agradecerle lo suficiente por darnos un amor incondicional, ya que no tenemos nada de lo cual podamos sentirnos orgullosos ante Dios.
Debemos poner nuestro cimiento de fe sobre un conocimiento bíblico sólido de Dios. Dios habló de este cimiento de fe al pueblo de Israel, y él habló también a nosotros. Aún ahora, tú debes darte cuenta y creer en la verdad manifestada en los colores de la puerta del atrio del tabernáculo, los colores que constituyen los mismos cimientos de fe. Debemos creer en el Dios verdadero. Para salvarnos a ti y a mí de nuestros pecados, Dios mismo tomó nuestros pecados con su bautismo y derramó su sangre sobre la cruz.
Tú, quién también deseas convertirte en el pueblo espiritual de Israel, debes creer en el evangelio del agua y el Espíritu para ser salvo de todos tus pecados reestableciendo el sistema sacrificial destruido por la religiosidad cristiana. Tú y yo debemos conocer este evangelio del agua y el Espíritu manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí, y una vez más poner los cimientos de nuestra fe de la remisión del pecado para que pueda permanecer firme y sólida.
Debemos dar gracias a Jesús con nuestra fe. Para salvar a aquellos de nosotros que no podíamos evitar el estar destinados al infierno, Dios el Padre nos envió a Jesucristo, quién vino en la forma de los hilos azul, púrpura y carmesí, a través de su Palabra de verdad. Creyendo de todo corazón en  esta verdad de que nuestro Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados con sus cuatro ministerios manifestados en los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido, y creyendo en su misericordioso amor, damos toda nuestra gratitud a Dios. Solo cuando sabemos correctamente y creemos en la razón por la que Dios llamó a Moisés al monte Sinaí podemos ser llamados como aquellos que tienen los cimientos propiamente puestos, la base de fe sobre la verdadera remisión de pecados. Tú y yo debemos darnos cuenta de la razón por la cual Dios nos llamó desde el monte Sinaí y creer en ello: fue para perdonarnos todos nuestros pecados a través de la ofrenda sacrificial, y para convertirnos en sus propios hijos.
De la verdad manifestada en la puerta del atrio del tabernáculo, serás capaz de encontrar aún más amor y misericordia de Dios. Es mi sincera esperanza y oración que todos ustedes crean en este amor misericordioso y lo acepten en sus corazones.
 
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El TABERNÁCULO: Un Retrato Detallado de Jesucristo (I)