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Tema 12: La fe del credo de los Apóstoles

•El Nombre de Dios

“Y Dios dijo a Moisés, ‘YO SOY EL QUE SOY.’ Y él dijo, ‘Esto dirás a los niños de Israel, ‘YO SOY’ me ha enviado’” (Éxodo 3:14). 
 
“Yahvé” aparece en las Escrituras en más de 5.300 veces. Yahvé es el nombre más común por el cual Dios se reveló a la humanidad. La gente judía sostuvo el nombre de Dios como sagrado, y ellos tenían mucho cuidado al invocarlo o llamarlo por Su nombre (Éxodo 3:14). Sintiendo un gran respeto por el nombre de Yahvé, más adelante adoptaron y utilizaron otro nombre para llamar a Dios, Adonai. El significado de este nombre es el Señor de todo, de la siguiente manera: 1) Uno que existe; 2) Uno que es el Señor de la vida; y 3) Uno que estaba siempre, está siempre, y existirá por siempre por sí mismo. 
Llamamos a Dios como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. El nombre del Hijo de Dios Padre es Jesucristo. Este nombre significa Aquel que salva a Su gente de sus pecados. 
 

El Credo de los Apóstoles y las Bendiciones de Fe

Nuestro deseo es que la fe de los apóstoles llegue a nosotros en su inadulterada pureza. Este es nuestro deseo, y la esperanza de cada Cristiano. Su fe debe de llegar (debería habernos llegado) a nosotros suficientemente en los textos escritos después de su muerte. Sin embargo, la fe verdadera de los apóstoles se revela solamente en sus epístolas, y esta es la razón por la cual estamos luchando para compartir y difundir su fe. 
¿Cuál, entonces, es la fe de los apóstoles? En sentido estricto, el Credo de los Apóstoles fue hecho después de terminada la época apostólica. Es, en otras palabras, un testamento de la fe de los Apóstoles registrado por la generación que vino después de ellos (del que dejaron constancia la generación posterior). 
La fe de los apóstoles es la fe en las obras del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. El bautismo que recibimos cuando aceptamos a Dios como nuestro Salvador requiere de nosotros la fe que confiesa lo siguiente: que el bautismo de Jesús ha limpiado todos nuestros pecados; que a través de la sangre de Jesucristo en la cruz, por consiguiente todos nuestros pecados fueron juzgados; y que Jesús fue enviado por Su Padre como el Salvador de los pecadores. Así, cuando uno cree que todos sus pecados son redimidos por el bautismo y la sangre de Jesús, el/ella entonces recibe el Espíritu Santo de Dios. 
Podemos por lo tanto hacer la siguiente pregunta a aquellos que deseen ser bautizados: “¿Usted cree que cuando Juan bautizó a Jesús, todos los pecados fueron tomados de usted y puestos sobre sus hombros?”. Cuando la respuesta es, “sí, creo que todos mis pecados y todos los pecados del mundo fueron tomados por Jesús”, seguimos con otra pregunta: “¿Usted entonces cree que Jesús, llevando a hombros todos sus pecados al ser bautizado por Juan, vertió su sangre en la cruz?”. Aquellos que contestan afirmativo entonces se bautizan en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
La fe en el Dios Trinitario comienza con la confesión, “Yo creo en Dios, el Padre Todopoderoso, el creador del cielo y de la tierra”. Solamente a los que creen y confiesan esto, los apóstoles podían bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. La verdadera fe Cristiana fue concedida solamente a los que creyeron en el evangelio del agua y del Espíritu. Por eso es que construyeron la Iglesia de Dios sobre los cimientos de la fe de los doce discípulos’. 
Los orígenes del Credo de los Apóstoles datan del Edicto de Milán en 313 d.C., firmado por el Emperador Romano Constantino. Dado el fondo histórico al estado cambiante del Cristianismo, cambiando de una religión proscrita a la religión oficial del estado del Imperio Romano, este cambio radical generó intereses cada vez mayores y significativos en el Cristianismo entre todos los romanos. Fue entonces necesario un estándar de fe para estos nuevos creyentes que deseaban ser parte de la Iglesia de Dios. 
El Credo de los Apóstoles tiene sus orígenes en esta necesidad, y debe su existencia a la gente que vino después de la época apostólica. La forma actual nos fue dada después de ser compilada y en varias ocasiones revisada por los varios concilios religiosos que siguieron la época apostólica. Esta es la razón del actual Credo de los Apóstoles se debe reinterpretar a través de la fe en el evangelio del agua y del Espíritu, diferenciando la fe del Cristianismo y la verdadera fe. Para difundir esta fe Cristiana a través del mundo, debemos saber y creer cómo Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo, cómo hizo que desaparecieran estos pecados, y cómo Él ha dado a los seres humanos Su vida eterna. 
Pero hay incontables religiones en el mundo. Y cada religión tiene sus propias deidades. La diferencia entre estas deidades y el Dios Cristiano es que mientras que los anteriores son simplemente construcciones humanas, el último es el Dios que existe per se. Para creer en el Dios Cristiano, uno debe de abandonar a todos estos dioses falsos de las religiones hechas por el hombre. Sin esto, todos los esfuerzos son infructuosos. La razón por la que vemos ante nuestros ojos tal confusión de la fe sobre Dios se debe a la carencia de conocimiento en Dios el creador y Su nombre. 
En el Imperio Mongol había un Dios llamado “Buruhung”. No se dice que este dios haya creado el mundo, aun los Mongoles adoran a “Buruhung” como su dios incluso hasta este día. Como tal, incluso mientras que creen en el Dios Cristiano como su propio Dios, también creen en su dios nacional. Esto hace imposible tener la verdadera fe. Si uno cree que el Dios Cristiano es igual que su dios nacional, él no puede conocer al Dios verdadero profesado por la fe Cristiana. Esta es la razón por la cual debemos dar testimonio del Dios Trinitario del Cristianismo. 
¿Por qué es tan difícil que la verdadera fe Cristiana en Dios entre en todas las naciones del mundo? Es porque muchas de ellas no pueden distinguir la diferencia entre sus dioses y el Dios Cristiano; el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Esta otra razón de tal dificultad es que el Cristianismo a través de su historia no pudo guardar y predicar la verdad de la remisión del pecado, del evangelio del agua y del Espíritu. 
El cristianismo que fue introducido en el Imperio Mongol hizo muchos compromisos con la religión nacional existente, para evitar cualquier conflicto de la fe con las doctrinas budistas dominantes, y esto dio lugar a la falta de florecimiento de la verdad cristiana. La verdad cristiana no es compatible con las doctrinas budistas. Esta verdad de la expiación significa que Jesús tomó sobre Él todos los pecados del mundo por el bien de la humanidad, murió en la cruz en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos, y de tal modo ha salvado a los que creen en Él. 
Pero una de las doctrinas budistas es la aversión a matar. La verdad de la base del Cristianismo es el evangelio del agua y del Espíritu, y esta verdad exige el bautismo de Jesús llevándose el pecado y de su muerte en la cruz. Pero debido a que la doctrina budista prohíbe matar, la Palabra de llevarse el pecado y la muerte de Jesús no podría ser aceptada o ser creída como fue. La doctrina cristiana de la expiación, por lo tanto, no podía coexistir con la doctrina Budista de la conciencia. 
Consecuentemente, el Cristianismo en el Imperio Mongol terminó eventualmente absorbido por el Budismo, y no puede ser encontrado más en Mongolia. Cuando la Iglesia en el Imperio Mongol hizo frente a tribulaciones y persecuciones, por otra parte, muchos cristianos huyeron a los templos budistas con poca vacilación y se convirtieron fácilmente al budismo, y así conducir al eventual fallecimiento del cristianismo en esa nación. 
La razón de más peso en cuanto al porqué el Cristianismo desapareció del Imperio Mongol tiene que ver con el hecho de que la fe Mongolica en el Dios Trinitario no estaba segura. Vieron a “Buda” y a Jesús como el mismo Dios. Esto es lo que condujo a la eventual desaparición del Cristianismo del Imperio Mongol. 
La vida eterna puede venir solamente para aquellos que sean salvados de sus pecados creyendo en el Dios verdadero del Cristianismo como su propio Dios, sin importar quién y dónde están. Debemos por lo tanto creer en el evangelio del agua y del Espíritu, y en el Dios Trinitario. Estos son los cimientos de nuestra fe en Iglesia de Dios, y debemos también dar testimonio de esta verdad. Esta verdad no es ninguna otra que la fe de los apóstoles de quienes este libro habla. Solamente hay un Dios en el mundo entero, y Él es el Dios Trinitario. Su nombre es “Yahvé,” o “Jesús el Salvador,” o el Espíritu Santo. Él es el Dios verdadero no solamente para los cristianos, sino que también para todo religioso.
 
Este sermón también está disponible en formato de libro electrónico. Haga clic en la portada del libro a continuación.
La fe del credo de los Apóstoles - Los Principios Elementales de CRISTO