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Tema 25: El Cantar de los Cantares

[25-3] ¿Qué significan los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu para Dios? (Cantar de los Cantares 2:1-17)

¿Qué significan los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu para Dios?(Cantar de los Cantares 2:1-17)
“Yo soy la rosa de Sarón, 
Y el lirio de los valles. 
Como el lirio entre los espinos, 
Así es mi amiga entre las doncellas.
Como el manzano entre los árboles silvestres, 
Así es mi amado entre los jóvenes; 
Bajo la sombra del deseado me senté, 
Y su fruto fue dulce a mi paladar. 
Me llevó a la casa del banquete, 
Y su bandera sobre mí fue amor. 
Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; 
Porque estoy enferma de amor. 
Su izquierda esté debajo de mi cabeza, 
Y su derecha me abrace. 
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, 
Por los corzos y por las ciervas del campo, 
Que no despertéis ni hagáis velar al amor, 
Hasta que quiera. ¡La voz de mi amado! He aquí él viene 
Saltando sobre los montes, 
Brincando sobre los collados.
Mi amado es semejante al corzo, 
O al cervatillo. 
Helo aquí, está tras nuestra pared, 
Mirando por las ventanas, 
Atisbando por las celosías. 
Mi amado habló, y me dijo: 
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. 
Porque he aquí ha pasado el invierno, 
Se ha mudado, la lluvia se fue;
Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido, 
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado sus higos, 
Y las vides en cierne dieron olor; 
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. 
Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, 
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; 
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto. 
Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; 
Porque nuestras viñas están en cierne.
Mi amado es mío, y yo suya; 
El apacienta entre lirios.
Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, 
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo 
Sobre los montes de Beter.”
 
 

Unidos en amor, el Señor es nuestro Esposo y nosotros Sus esposas

 
El Cantar de los Cantares es una canción de amor que susurra acerca del amor que el Señor tiene por nosotros. Esta Escritura describe la relación entre el Señor y Sus obreros. La mujer sulamita estaba unida a su Señor. Esta unidad entre la mujer sulamita y el Señor nos explica muy bien el tipo de relación que tenemos los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu con el Señor. En esta relación, una persona no puede evitar cantar una canción de amor y el Cantar de los Cantares es una expresión poética bella de este amor.
Está escrito: “Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles” (Cantar de los Cantares 2:10). ¿Qué significaba la mujer sulamita para el Señor? Era Su amor. Era la rosa de Sarón. ¿Y qué hay de nosotros? ¿Qué significamos para el Señor? Somos preciosos para Él, dotados de Su amor. La mujer sulamita aquí nos simboliza a nosotros, los obreros justos de Dios. Se refiere a todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que están haciendo la obra del Señor. ¿Qué significamos ahora los obreros de Dios? A los ojos de Dios, Sus obreros son las rosas de Sarón y los lirios de los valles.
Al hacer la obra del Señor, la mujer sulamina compartió su amor profundo con el Señor. Este pasaje de las Escrituras es una expresión poética de la relación que tenemos con el Señor. Todos debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué tipo de obras hacemos ante el Señor? Ahora estamos haciendo la obra de Dios. No debemos olvidar nunca lo preciosos que somos ante Dios. Aunque este mundo en el que estamos viviendo es oscuro y deprimente, todavía podemos vivir una vida gozosa porque el Señor está con nosotros.
Como ya sabemos, la economía europea está a punto de colapsarse. Muchos economistas están preocupados porque la economía global puede colapsarse, pero Dios no permitirá esto. Por muy dura que sea la situación económica y medioambiental actual, cuando la supervivencia se ve amenazada, la gente hará lo que pueda para superar la crisis. Así el mundo intentará sobrevivir hasta que el problema sea resuelto para siempre con el retorno del Señor. Aunque este mundo entero está en crisis no tenemos nada de lo que preocuparnos siempre y cuando estemos sirviendo al Señor.
Nuestro Señor nos llenará con más bendiciones. Mientras vivimos nuestras vidas, a menudo nos olvidamos de quiénes somos y cuántas bendiciones hemos recibido de Dios. Cuando estamos demasiado ocupados en este mundo, no nos damos cuenta de que, como creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu, aunque seamos preciosos a los ojos de Dios viviendo y sirviendo su justicia. Todos los justos somos como las rosas de Sarón y los lirios de los valles. Sin embargo, el problema es que no nos damos cuenta de esto muchas veces. Como resultado, nuestros santos y obreros de Dios pueden caer en la desesperación a pesar del hecho en que es una gran bendición haber encontrado la justicia de Dios.
A menudo nos preguntamos a nosotros mismos: “¿Debo seguir sirviendo solo a la justicia del Señor? Lo justo es que todo el mundo en la Iglesia crea en la justicia de Dios y la sirva, pero ¿qué hay de mí? ¿No soy más que una herramienta para ser utilizado para predicar la justicia de Dios?”. Sin embargo, aunque estos pensamientos se nos ocurran brevemente, cuando pensamos profundamente en esto, damos gracias a Dios por utilizarnos para Su justicia. Como todos seguimos siendo seres humanos en la carne, es posible caer en la estancación espiritual, aunque sea por poco tiempo. ¿Qué significamos para el Señor?
A los ojos de Dios, “Sus obreros son las rosas de Sarón” y los “lirios de los valles”. En otras palabras, somos amados por el Dios Justo más de lo que las palabras pueden describir. La otra cara de la moneda es que también amamos y servimos a la justicia de Dios. Tenemos el tipo de fe que nos permite compartir una relación de amor con Dios. Somos personas especiales que han recibido el amor especial de Dios. Así que, cuando estamos deprimidos, debemos reafirmar nuestro orgullo como personas amadas de Dios y estar firmes en la fe. Si los justos no tenemos este orgullo espiritual, no podremos seguir al Señor sin cesar. Por fe podemos confesar nuestro amor al Señor como hizo la mujer sulamita. Por tanto, en lo que se refiere a la fe, es muy importante que sepamos quiénes somos a los ojos de Dios.
Somos amados por nuestro Señor. Somos los destinatarios del amor especial del Señor. Cuando nos damos cuenta de esto podemos seguir verdaderamente al Señor. Y entonces podemos entender nuestro valor y la razón de nuestra existencia. Si no conociésemos nuestro propio valor, nuestras vidas de fe serían aburridas y monótonas, al igual que nuestra fe en Jesús. Estamos viviendo nuestra fe en el amor del Seor y la justicia, pero si no podemos apreciar que el Señor nos ama, no podremos mantener nuestra relación con el Señor.
Debe haber un componente de amor en nuestra relación con el Señor. Solo entonces conoceremos Su amor y podemos seguir manteniendo nuestra relación de amor con Él. ¿Están de acuerdo? Debe haber una cuerda de amor que nos una a Dios. Solo entonces se puede mantener el amor entre el Señor y nosotros. Esta relación de amor entre el Señor y nosotros se expresa correctamente en el pasaje de las Escrituras de hoy. Pasemos al Cantar de los Cantares 2:2-3 y leamos juntos: “Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas. Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes. Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.” La mujer sulamita era como un lirio para el Señor y para ella el Señor era como un manzano entre los árboles del bosque.
Imaginen lo sorprendidos que estaríamos si nos encontrásemos un manzano maduro mientras caminamos por las colinas. Sería un placer para nuestros cuerpos. Probablemente, no todos puedan apreciar esto, pero los senderistas saben lo especial que es encontrarse un árbol frutal por un sendero. Cuando era niño solía caminar por las colinas y pasear por la playa todo el tiempo. A veces también me tiraba al mar desde un acantilado. Ahora que pienso en esto, era bastante valiente de joven y podría haber muerto.
Cuando la mujer sulamita miró al Señor, para ella era como un manzano. A sus ojos el Señor es como un manzano entre los árboles silvestres. Este manzano en las montañas era el árbol que nos sació y nos bendijo. Para la mujer sulamita, Jesús era como un manzano. Así, el Señor es precioso para nosotros como un manzano y nosotros somos preciosos para el Señor como un lirio. Este pasaje nos explica lo cerca que estamos del Señor. Por eso la mujer sulamita estaba encantada sentada bajo la sombra del manzano.
 
 

El Señor habla de su amor por la mujer sulamita

 
Está escrito en el Cantar de los Cantares 2:4: “Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor.” La relación entre la mujer sulamita y el Rey Salomón simboliza la relación entre nosotros, los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu, y el Señor. La mujer sulamita dijo aquí que Dios la llevó a la casa del banquete. Esto implica que el Señor les da a Sus obreros un sentido de pertenencia. ¿Dónde entonces está esta casa del banquete a la que el Señor llevó a la mujer sulamita? Es el Reino de Dios. Este banquete en el Reino de Dios puede celebrarse en Su Iglesia.
Estamos vestidos en el amor infinito del Señor en nuestras vidas diarias y todas nuestras bendiciones vienen por este amor del Señor. Para nosotros el Señor es el Rey del amor. Por eso ha construido el Reino del amor en los corazones de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y quiere vivir con nosotros allí. Los justos pueden vivir todos los aspectos de la vida bajo la bandera del amor de Dios. Gracias al amor del Señor hemos sido dotados por Él. Podemos darnos cuenta de que somos nosotros los que somos amados por Dios. El amor que el Señor tiene por nosotros es profundo y enorme.
Cuando estoy desalentado, leo el Cantar de los Cantares para recordar el amor que Dios me tiene. Entonces puedo encontrar fuerzas espirituales. De la misma manera en que la mujer sulamita era una obrera de Dios en Su Iglesia, yo también soy un obrero de Dios y ustedes también lo son. Así es como pueden darse cuenta de que el Señor nos ama. El rey aquí en el pasaje de las Escrituras es el Señor, nosotros somos Sus obreros y somos amados por el Rey. Junto con el Señor estamos llevando a cabo Su obra con una relación de amor. En nuestras vidas diaria podemos sentir que, a los ojos de Dios, somos Sus amados.
Podemos recibir fuerzas para nuestros corazones si leemos el Cantar de los Cantares. A través de la obra de nuestro Señor estamos manteniendo nuestra relación de amor con Él. A través de la obra de Dios los obreros en Su Iglesia están siendo amados por Dios y también a través de la obra de Dios están amando a Dios. Dios se ha convertido en nuestro propio Dios y podemos tener una relación con Él porque es nuestro Rey. Como Dios es nuestro Rey podemos estar en comunión con Él. Así que Dios, nuestro Rey, nos ama como el Rey Salomón amó a la mujer sulamita y Dios nos hace sentirnos valiosos como Sus obreros, de la misma manera en que Salomón hizo mejor la vida de la mujer sulamita.
Por eso la relación entre el Rey Salomón y la mujer sulamita es como la relación entre los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y Dios. El Señor es el Pastor de la Iglesia de Dios y la relación entre el Señor y Sus obreros nace del amor. El Cantar de los Cantares es también conocido como la Canción de Salomón porque habla del mayor amor de todos.
 
 

El amor no es desconsiderado

 
El Señor no es desconsiderado con nosotros. Está escrito en el Cantar de los Cantares 2:7: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera”. Al tratar con nosotros y mostrarnos Su amor, el Señor nunca nos ha tratado de manera desconsiderada. Simplemente nos ha dicho que nos ama y al aceptar Su amor nos hemos convertido en un cuerpo con el Señor. Como resultado, estamos viviendo en unidad con el Señor porque le amamos.
En Corea, los hombres de la provincia de Gyungsang son bastante desconsiderados con sus palabras. Se bromea con que, cuando un hombre de esta región le pide matrimonio a una mujer que ama, le dice: “Va a tener hijos conmigo”. Esta no es una manera romántica de pedir matrimonio; de hecho, es una manera muy cruda de expresar amor a una persona, aunque la menta de dicha persona sea práctica. El Señor no es desconsiderado con nosotros. Como el Señor nos ama y nosotros a Él, nunca somos maleducados. El amor verdadero es correspondido. Si aman a alguien de verdad, pero esa persona no les ama, su amor no es correspondido. El amor no correspondido no solo es solo de una parte, sino que también es trágico, porque la persona a la que aman no les ama.
El verdadero amor está basado en un reconocimiento mutuo. Es entonces cuando el amor crece. ¿Qué hay de la relación con el Señor? ¿Le man sabiendo que les ama también? Gracias al Evangelio del agua y el Espíritu podemos darnos cuenta y apreciar aún más que el Señor nos ama como nuestro Pastor. Los obreros de Dios saben que el Señor les ama. Mientras que todos conocemos el amor de Dios hasta cierto grado, los que no somos espiritualmente sensibles podemos sentir que el Señor solo nos ama un poco. Estas personas no pueden apreciar el amor del Señor. Así que, aunque amen al Señor, puede ser un problema si no es correspondido.
Por eso el Señor dijo: “Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera”. Una relación de amor verdadera solo puede crecer si ambas partes aprecian el amor de la otra parte. El amor crece cuando ambas partes entienden el corazón de la otra parte. Solo cuando ambas partes pueden conocer los corazones del otro, el amor puede hacerse más grande y más fuerte. Después de todo, si no consideramos el amor del Señor, ¿cómo vamos a amarle? Por esta razón no hay nada de desconsiderado en una relación de amor entre nuestro Señor y la mujer sulamita.
 
 

La canción del amor y la devoción del Señor

 
Los que aman al Señor están en la Iglesia de Dios y en la obra del Señor. Como amamos al Señor queremos trabajar en la obra del Señor. Solo es natural que los obreros de Dios hagan lo que el Señor quiere que hagamos. Si le tuviera que dar un título al capítulo 2 del Cantar de los Cantares, lo llamaría La canción del Amor y la Devoción.
Pasemos a los versículos 8-17: “¡La voz de mi amado! He aquí él viene Saltando sobre los montes, Brincando sobre los collados. Mi amado es semejante al corzo, O al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared, Mirando por las ventanas, Atisbando por las celosías. Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque he aquí ha pasado el invierno, Se ha mudado, la lluvia se fue; Se han mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción ha venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor; Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto. Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; Porque nuestras viñas están en cierne. Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios. Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo Sobre los montes de Beter.”
Aquí está escrito que el Señor va a la mujer sulamita y con ella trabaja en la viña. Esto significa que el Señor está protegiendo su ministerio. Como el Señor es rico, le da a la mujer sulamita trabajo y le permite trabajar en su viña. El Señor, que amó mucho a la mujer sulamita, fue y le dijo: “Levántate y ven conmigo. Ha hecho frío en los viñedos, pero ahora que el invierno ha pasado, es hora de ir a trabajar”. El trabajo de la mujer sulamita era cuidar del viñedo. Hay una canción coreana que dice: “Mujer hermosa en la viña, déjame darte la mano y pasear contigo”.
Al igual que la mujer en esta canción, la mujer sulamita trabajó en la viña. Así que el Señor le dijo: “El invierno ha pasado, el hielo se ha derretido y las palomas empezarán a cantar pronto. Es hora de que las viñas germinen y florezcan. Levántate y ven conmigo a la viña. Vayamos allí juntos. Te ayudaré en lo que necesites. Asegúrate de que fertilizas bien la viña. Y cuando germinen, corta las ramas con cuidado”. No sé mucho de vinicultura, pero sé que la poda es muy importante para que los árboles den buen fruto. Aunque es necesario seguir estos pasos para que crezcan las viñas, el Señor también nos dijo que cazásemos a los zorros pequeños que las estropean.
Es importante asegurarse que las viñas no son atacadas por los zorros. Los zorros son carnívoros y en Palestina hay bastantes tipos. El más grande de todos es el zorro amarillo. Los zorros son malos para las viñas porque tienen la tendencia de hacer agujeros y dañar las raíces de las viñas. Son muy astutos también. Los zorros aquí se refieren a los que se esconden en la Iglesia de Dios y fingen creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero están obstruyendo y cometiendo blasfemia contra el Evangelio del agu ay el Espíritu.
Hay muchas personas así escondidas en la Iglesia de Dios ahora mismo. Solo tienen un objetivo, el de desafiar la autoridad espiritual de los líderes de la Iglesia de Dios. Estas personas astutas como zorros han utilizado varios métodos para debilitar la Iglesia de Dios. Primero han intentado plantar en las mentes de los santos una imagen terrible de los líderes espirituales. También han intentado señalar las debilidades de los líderes de la Iglesia para quitarlos de sus posiciones de liderazgo. Lo peor de todo es que han intentado evitar que el Evangelio del agua y el Espíritu sea predicado por todo el mundo.
Recientemente, llegó a mi atención que cierta persona, que había estado a cargo de distribuir nuestros libros del Evangelio a través de Amazon.com, había estado obstruyendo del ministerio del Evangelio. Sus acciones astutas y sin escrúpulos que socavaron el ministerio del Evangelio quedaron expuestas a la luz del día. Pero esta persona sigue en la Iglesia de Dios. Queremos que reconozca lo que ha hecho y se arrepienta ante Dios.
El Señor nos dijo que cazásemos a los pequeños zorros que matan a las viñas. También dijo: “Porque nuestras viñas están en cierne. Mi amado es mío, y yo suya”. Esto quiere decir que los miembros de la Iglesia son un cuerpo con el Señor. Y como los obreros de Dios se han unido con el Señor, están construyendo el Reino de Dios. Por tanto, cuando los obreros de Dios tienen comunión con Él, están compartiendo palabras secretas de amor. Están escritas en el pasaje de las Escrituras de hoy: “El apacienta entre lirios. Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo sobre los montes de Beter”. Como está escrito aquí, a los ojos del Señor, Sus obreros son extremadamente bellos. El Señor ama a todos Sus obreros. Este es el tipo de relación que el Señor tiene con Sus siervos.
Ahora que hace más calor, es hora de que hagamos la obra de Dios aún más. Todos tenemos el deber de hacer lo que Dios nos ha dicho que hagamos en Su Iglesia. Si nos sometemos a la voluntad de Dios, bendecirá a aún más gente para recibir la remisión de los pecados a través de nosotros.
Todo el que ha recibido la remisión de los pecados debe reconocer la Iglesia de Dios. La mujer sulamita en el pasaje de las Escrituras de hoy se refiere a los obreros de Dios. Esta mujer simboliza, no solo a los santos que han recibido la remisión de los pecados, sino también a los obreros de Dios que, al haber recibido la remisión de los pecados, están haciendo la obra de Dios unidos a Dios. Por eso el Señor dijo acerca de los obreros de Dios: “Mi amado es mío, y yo suya”. Quien haya unido su corazón con el Señor es una persona que no solo comparte el amor con el Señor, sino que también lo comparte con otras personas. Dios dice que ha levantado a estas personas para que sean obreras en Su Iglesia.
Al hacernos llevar a cabo la obra de Dios, el Señor ha hecho discípulos a los que están siguiendo nuestros pasos. Mientras el Cantar de los Cantares canta acerca de la mujer sulamita, en realidad está hablando de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y están haciendo la obra de Dios. Nosotros somos esa mujer sulamita. Sin embargo, el problema es que demasiadas personas están contentas con tan solo saber que el Señor las ama y las ha salvado, cuando en realidad deberían estar haciendo la obra del Señor. Por el contrario, los obreros de Dios que trabajan en el Reino del Señor no solo saben que el Señor les ama, sino que están haciendo la obra de Dios.
Dios les ha pedido a todos los obreros de Su Iglesia que compartan Su Evangelio del agua y el Espíritu y por eso están haciendo todo lo posible para llevar a cabo la obra que Dios les ha confiado. Jesucristo ha convertido a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu sen obreros de Dios. El Señor nos ama a todos los que trabajamos en la Iglesia de Dios, cuida de nosotros y nos dice que prediquemos Su amor. Nos está dando palabras de amor secretas. Por eso la mujer sulamita era tan digna de amor para el Señor.
Por tanto, es absolutamente importante que todos creamos que somos los obreros de Dios amados. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, han recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones. Asimismo, los que se han unido al Señor reafirmando Su amor están viviendo una vida hermosa y amada. El Cantar de los Cantares 2 nos está enseñando que somos estos seres amados a los ojos del Señor. El Señor está lleno de gozo al hacer Su obra con nosotros. Asimismo, no solo trabaja a través de nosotros, sino que está con nosotros en cada paso, ayudándonos y protegiéndonos personalmente. Debemos darnos cuenta de esto.
Debemos entender, a través del pasaje de las Escrituras de hoy, cuánto nos ama el Señor. Su amor es infinito y absolutamente hermoso. De la misma manera en que la mujer sulamita se vistió del amor del Señor, nosotros debemos vestirnos de Su amor. Si de verdad somos siervos de Dios a los ojos del Señor, todos debemos desear que el Evangelio de Dios se predique por todo el mundo. El Señor dijo que vino a este mundo precisamente para cumplir esta obra, predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Justo antes de ser bautizado por Juan el Bautista dijo: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15). Dicho de otra manera, el Señor quiso ser bautizado para cargar con todos los pecados de la raza humana y salvar a todo el mundo cargando con sus pecados y muriendo en la Cruz.
Dios dijo que construiría Su Reino en este mundo. Su deseo es construir un reino de amor en este mundo, ser el Rey y bendecir para siempre a Su pueblo en este reino, en resumen, convertirse en nuestro Pastor eterno. Someternos a este deseo del Señor, nuestro Rey, debemos desear ser utilizados como Sus instrumentos para cumplir la voluntad de Dios. ¿Qué ocurre cuando unimos nuestros corazones con el Señor en nuestras vidas? Que podemos tener el tipo de relación de amor que la mujer sulamita tuvo con el Señor. La voluntad del Señor también se cumple en este mundo.
Incluso en este mundo, todos somos las esposas del Señor. Hasta que encontré al Señor, nunca pensé en que era Su esposa. Solo después de encontrar a Jesús pude entender qué significaba ser Su esposa. Una vez me di cuenta de que el Señor había borrado todos mis pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, me convertí en una persona Suya y no tuve ninguna vergüenza de ser esposa de Cristo. No había nada raro en ser la esposa del Señor.
De hecho, estaba dispuesto a hacer la obra de Dios como quería mi Esposo, diciendo: “Haré lo que el Señor quiera que haga. Aborreceré lo que el Señor quiera que aborrezca. Haré todo lo que complazca al Señor”. ¿Por qué tenía esta disposición? Porque amaba al Señor, el Señor me amaba a mí y por eso era cuestión de tiempo que hiciese la obra del Señor. Este es el tipo de fe que todos los obreros de Dios tenemos. Dios muestra Su amor a estas personas.
Como justos, estamos viviendo una vida así de bendita. Si los obreros que trabajan en la Iglesia de Dios unen sus corazones con el Señor, Su amor será suyo. Si hacemos la obra del Señor y apoyamos el ministerio del Evangelio para complacer al Señor, seremos amados por Él. Cuando hacemos esto, el Señor muestra Su interés en la Iglesia de Dios en la que estamos viviendo. Entonces podemos ver con nuestros propios ojos lo abundantemente que Dios bendice todo lo que hacemos. El Señor cumple todo lo que queramos hacer. Cualquiera que sea nuestro plan para predicar el Evangelio, el Señor lo cumple para nosotros. Sea lo que sea que consideremos para la obra justa de Dios, el Señor lo cumple para nosotros. No estamos haciendo la obra de Dios por nuestras fuerzas o sabiduría, sino que es todo porque Dios nos ha bendecido. ¿Qué más puede reflejar esto si no es el amor del Señor?
Quien hace la obra de Dios es Su jornalero. El Señor dijo que las viñas están floreciendo y las uvas están madurando en la viña. “Levantaos y venid conmigo”. El Señor está trabajando en Su viña. La viña del Señor es Su lugar de trabajo y tenemos el deber de trabajar allí. Como la mujer sulamita, nos hemos convertido en obreros del Reino de Dios. La Iglesia es el lugar de trabajo de Dios. Y a través de Su fe, los jornaleros hacen la obra de Dios. Dios no cumple Su voluntad de cualquier otra manera, sino trabajando a través de Sus siervos que han unido sus corazones con Él, que están en una relación de amor mutua con el Señor y que están compartiendo palabras secretas de amor con Él.
Esto es lo que el pasaje de las Escrituras nos está enseñando; que Dios obra a través de Sus siervos, bendice a todo el mundo a través de Sus siervos y construye Su Reino de amor a través de Sus siervos. Por tanto, mientras llevamos a cabo nuestras vidas de fe en este mundo, es absolutamente indispensable que nos demos cuenta de lo que significamos para el Señor y cuánto nos ama. También debemos preguntarnos cuánto creemos en el Señor, cuánto le amamos, cuánto confiamos en Él y lo obedientes que somos.Estoy seguro de que, si entendemos de verdad que la relación que tenemos con el Señor es de amor y vivimos nuestras vidas por fe, tendremos fuerzas. Al vivir nuestras vidas en este mundo, mientras conozcamos el amor de Dios y creamos en Él, nuestra fe no quedará defraudada ni estancada. Así que les pido que tengan fe en el amor de Dios, cultiven su relación con el Señor para hacerla aún más hermosa y viva, y sean amados por el Señor como hizo la mujer sulamita del pasaje de las Escrituras de hoy.