(Apocalipsis 4)
«Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas».
He oído que últimamente las personas que visitan nuestra página web han estado descargando muchos de nuestros libros electrónicos de idioma dual. Cuando presentamos nuestros libros de idioma dual, al principio había como máximo un par de personas que los descargaban, pero me complace saber que solamente ayer catorce personas los descargaron. Los diferentes países del mundo tienen sus propios idiomas y hemos creado libros de idioma dual para que los lectores puedan comparar el texto entre los dos idiomas al mismo tiempo. Como estos libros son muy populares en todo el mundo, me gustaría que publicásemos más libros en idioma dual en el futuro. Hay muchas personas en el mundo que hablan dos o más idiomas. También hay muchos países en los que los padres y los hijos en una misma familia hablan idiomas distintos, así que creo que nuestros libros electrónicos en idioma dual serán muy útiles para estas familias. Cuantos más libros electrónicos en idioma dual publiquemos, más personas en todo el mundo los descargarán y más se enriquecerán sus almas gracias a la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. No conozco cada caso, pero algunas personas han descargado decenas de libros electrónico, así que tengo mucha esperanza. Después de todo, ¿qué harán estas personas después de descargar nuestros libros electrónicos? Los compartirán con muchas más personas. Entonces los corazones de esas personas también se transformarán. Por eso estamos trabajando más, dando gracias al Señor por Su obra justa.
Acabamos de leer el capítulo 4 de Apocalipsis entero. Hace algún tiempo tuvimos la bendición de compartir el mensaje del Apóstol Juan para las siete iglesias de Asia. El Apóstol Juan, autor del Libro del Apocalipsis, es el discípulo de Jesús que también escribió el Evangelio de Juan, uno de los cuatro evangelios del canon, y las epístolas 1, 2 y 3 de Juan.
Era el discípulo más amado de Jesús, y al final de su vida fue perseguido por el emperador romano y exiliado a la isla de Patmos. Como la tierra natal del Apóstol Juan, Israel, estaba bajo el dominio de Roma en aquel entonces, era bastante común que aquellos que desafiaban el dominio romano fueran encarcelados y sufrieran por ello. El Apóstol Juan desafió a Roma al negarse a participar en la adoración al emperador y por eso los oficiales romanos lo exiliaron a la isla de Patmos y lo tuvieron preso allí. Pero, mientras estaba en la isla de Patmos, el Apóstol Juan pudo mantener una comunión profunda con Jesús, y por eso este sufrimiento fue una bendición para él y a raíz de ello escribió el Libro del Apocalipsis. En esta isla Dios le mostró al Apóstol Pablo lo que ocurriría en el futuro. De esta manera, mientras que los justos también sufren dificultades de vez en cuando, Dios obra en todas las cosas para asegurarse de que son bendecidos a través de la tribulación.
A través de la providencia de Dios Su revelación fue mostrada al Apóstol Juan y ha sido legada a nosotros en la actualidad. Cuando leemos la carta de la revelación que escribió el Apóstol Juan con un claro entendimiento de su contexto, podemos estar seguros porque sabemos cómo Dios nos guiará. El sufrimiento que vivimos es lo que nos ayuda a seguir al Señor aún más.
“Te mostraré las cosas que han de suceder”
En la isla de Patmos, Dios mostró al Apóstol Pablo cómo este mundo será transformado. Cansado de su exilio, el Apóstol Juan estaba orando a Dios cuando fue guiado por el Espíritu Santo de Dios y escuchó y vio la revelación del Cielo. Está escrito: «y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas» (Apocalipsis 4:1).
En Apocalipsis 4:1-11 Dios está hablando del reino celestial que el Apóstol Juan, movido por el Espíritu Santo, vio con sus ojos y corazón. Allí vio el trono de Dios, a los veinticuatro ancianos sentados en sus tronos que llevaban coronas de oro en la cabeza y las cuatro criaturas con seis alas cada una y con ojos por todas partes. Día y noche estas criaturas vivientes decían sin descanso:
«Santo, santo,
santo es el Señor Dios Todopoderoso,
el que era, el que es, y el que ha de venir» (Apocalipsis 4:8). Donde la Biblia dice: “el que ha de venir” está hablando de Jesucristo. Se refiere al Salvador que vino por el agua y el Espíritu y que nos ha salvado a todos los seres humanos de los pecados del mundo.
Cuando toda la raza humana había caído en los pecados del mundo y estaba destinada a morir, el Señor vino a este mundo y salvó a la humanidad de sus pecados de una vez por todas a través del Evangelio del agua y la sangre. Este es el Señor Jesucristo. Después de completar toda esta obra, Jesús se les apareció a Sus discípulos después de resucitar y dijo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18). El Señor es el Gobernante del cielo y la tierra. No solo es el Salvador de los pecadores, sino también el Gobernante que domina a Satanás y a los justos. Es muy importante que tengamos un entendimiento claro del reino de Jesús y que vivamos por fe hasta el día en que nos encontremos con el Señor.
En los días de antaño, en el Antiguo Testamento, las oraciones solo se ofrecían a Yavé Dios, pero en el Nuevo Testamento, sabemos que nuestras oraciones son contestadas cuando oramos a Jesucristo también, ya que es Dios mismo. Jesucristo dijo que nos ha dado todas estas bendiciones a los que creemos en el Evangelio del agua, la sangre y el Espíritu.
En el capítulo 4 del Apocalipsis, el Señor nos está mostrando que reina y gobierna sobre todo, desde el reino celestial hasta el terrenal. Todos los seres humanos deben arrodillarse ante Jesucristo exaltado y Su poder, y alabarlo y adorarlo. Como nos hemos revestido del amor de Dios podemos adorarlo por fe.
Jesucristo es sin duda digno de alabanza de todas Sus criaturas y ángeles. En la antigüedad, los nombres revelados de Dios eran varios, incluyendo Yavé, que significa “Soy el que soy” y Elohim (אֱלהִים), que significa Dios Todopoderoso. Jesucristo es Dios mismo quien creó todo en el cielo y en la tierra y quien reina y gobierna sobre todas Sus criaturas. Esto es lo que nos está mostrando a todos nosotros el pasaje de las Escrituras de hoy, Nos está diciendo a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús es Dios mismo y es digno de nuestra alabanza y adoración. No le falta nada para que lo adoremos, porque nos ha salvado a través del Evangelio del agua y la sangre y Su honor y gloria no tienen límite.
Cuando el Señor regrese a esta tierra, llevará a los justos que estén vivos en este mundo a Su Reino, es decir al Reino del Cielo, y juzgará a todos los que no creen que Jesucristo es el verdadero Señor y se levantan contra Él. Estas personas serán juzgadas justamente por sus acciones y su incredulidad.
Jesucristo puede llevarnos al Reino de los Cielos porque tiene el poder para salvarnos de todos los pecados de este mundo de una vez por todas. Como cargó con los pecados del mundo para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista a los 30 años, y como pagó el precio de todos los pecados de una vez por todas al derramar Su sangre en la Cruz, nos pudo hacer perfectos. Completó Su obra de la salvación, resucitando a todos en este mundo que creen en esta Verdad. Ahora, nuestro Señor Jesucristo está sentado en Su trono celestial esperándonos al haber preparado el Reino de los Cielos para todo Su pueblo.
Jesús gobierna todas las cosas en el cielo y la tierra y es el Señor de los cielos y la tierra. Jesucristo no solo es el Salvador de la humanidad, sino que también es el verdadero Dios que debe recibir honor y gloria de todos los creyentes.
Debemos creer que Jesús es nuestro verdadero Señor. Tiene sentido que Jesucristo sea glorificado a través de los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu porque ha hecho la obra justa de Dios de este mundo para nosotros. En la actualidad, todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en Su pueblo y ahora somos Sus siervos y Su gozo. El Señor vino a este mundo buscando a los pecadores, los salvó a través del agua y el Espíritu y nos ama y bendice a todos los que creemos en esta Verdad.
Jesucristo tiene toda la autoridad en el cielo y la tierra
A medida que se acerca el final, es absolutamente imperativo que tengamos el conocimiento correcto de Jesucristo, nuestro Señor verdadero y Dios mismo, y que confiemos en Él y le sigamos por fe. Por tanto, todos debemos orar a este Dios. Debemos vivir en paz, confiando todo a Jesucristo, nuestro Señor. Y ahora, a medida que se acerca el final, debemos exaltar a Jesús, nuestro Señor, y Su justicia aún más en nuestras vidas.
El Libro del Apocalipsis nos está mostrando cómo, al haber sido salvados por el Señor, viviremos de ahora en adelante en gloria con Dios. La justicia de Jesucristo nos ha traído la salvación a todos los que creemos ahora en el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha bendecido para vivir con la creencia de que Jesucristo es nuestro Dios. Todos debemos darnos cuenta de lo maravilloso que es tener a nuestro Señor en estos últimos días.
Algunas personas pueden afirmar creer en Jesús como su Salvador, pero en realidad no reconocen que Jesucristo es el Señor del cielo y la tierra. Así que su fe no es nada más que creer en su propia mente. Los que creen en Jesús solamente como piedad religiosa piensan que Dios Padre es un gran Dios, pero no saben que Jesucristo es Dios mismo, quien es digno de recibir honor, gloria, gracias y alabanza de todos. Como consecuencia de ello ignoran la obra de Jesucristo y Su reinado. Es una gran tragedia. Por su cuenta piensan erróneamente que Jesucristo no tiene la misma autoridad que Dios Padre ni el mismo poder. Ninguno de nosotros debe malinterpretar y creer erróneamente en Jesucristo, el Señor de todo. No debemos cometer este error tan grave.
Así que debemos reconocer que Jesucristo, quien vino a nosotros por el Evangelio del agua y el Espíritu, es el verdadero Señor de todos nosotros, nuestro Rey, nuestro Sumo Sacerdote y nuestro verdadero Profeta. Es imperativo que comprendamos lo que significa cuando la Biblia dice: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas» (Romanos 11:36). Debemos darnos cuenta de que este Dios que creó todas las cosas en el cielo y la tierra no solo nos ha salvado de todos los pecados del mundo para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu, sino que también es el verdadero Dios de todos los creyentes. En otras palabras, Jesucristo es el Gobernante del cielo y la tierra.
Dios, el Señor, juzgará todos los pecados de los que detestan Su autoridad, y recompensará a los que obedecen Su autoridad y verdad. En ambos Testamentos, Dios nos habló cómo el Creador que hizo todas las cosas en el universo y nos mostró que el Señor es el Juez y el Señor que condenará los pecados de los ángeles caídos. Como el Señor es justo y recto, Dios también nos ha mostrado que juzgará los pecados de los que no quieren Su misericordia. Este Dios justo nos ha salvado, aunque no somos más que criaturas rastreras y detestables de todos los pecados del mundo para siempre gracias a la gran misericordia de Dios. Por eso los que ahora estamos confiando en la misericordia de Dios y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu llamamos a este Dios nuestro Salvador y Señor.
Jesucristo es el verdadero Señor y Dios para todos nosotros. Así que quiere recibir toda la gloria de nosotros. Debemos cumplir con Sus expectativas. Jesucristo es Dios mismo, digno de ser glorificado por nosotros, porque es el Dios que nos ha salvado de todos los pecados del mundo. Este Dios sigue siendo nuestro Señor en el presente también. Debemos trabajar sin descanso para manifestar la misericordia de Dios a todos los pecadores que la necesitan hasta el día en que nos presentemos ante Él. De esta manera, a través de la fe, los que creen en la justicia del Señor pueden glorificarlo en sus vidas.
El Dios en quien creemos no quiere que derrotemos a los enemigos de Su justicia, sino que quiere que los venzamos con Su amor misericordioso y Su justicia. Dios quiere que los pecadores sean salvados a través de Su misericordia.
Por esta razón el Libro del Apocalipsis nos está mostrando que Jesucristo es digno de ser adorado por los ángeles y los ancianos. Está escrito: «Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4:10-11).
Todos los que ahora creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu sabemos lo exaltado que es el Señor, y con este entendimiento nos sometemos a Él en obediencia. Esto se debe a que el Altísimo no es solo nuestro verdadero Salvador, sino también nuestro verdadero Señor.
¿Quién es el verdadero Señor?
Hace mucho tiempo, ciertos ángeles desafiaron la autoridad de Dios, pero Dios no quiso destruir a estos enemigos con Su poder, sino que quiso vencerlos con Su justicia, misericordia y rectitud. Y la voluntad de Dios, nuestro Señor, era que los que creemos en Su justicia y amor recibiésemos verdaderas bendiciones. El Señor de la humanidad quiso conceder Su amor misericordioso no a los ángeles, sino a los seres humanos.
Jesucristo, nuestro Señor, nos dio Su justicia a los descendientes de Adán que, habiendo caído en la tentación de Satanás, nos levantamos contra Dios; y Jesús quiso revelar esta bendición a través del Evangelio del agua y el Espíritu, el don de Dios. Se complació en salvar para siempre a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de todos los pecados del mundo. Quiso que los seres humanos fuesen salvados de todos los pecados de desobediencia a través del amor justo de Dios. Por eso Dios ha bendecido a Sus criaturas que se dan cuenta de sus pecados y creen en Su justicia para convertirse en Sus verdaderos hijos.
Incluso ahora, muchas personas están en contra de la justicia de Dios como los ángeles que se rebelaron contra Él hace mucho, mucho tiempo. Así que el Dios Soberano quiso castigar a los ángeles caídos por su pecado de levantarse contra Su voluntad. Sin embargo, Dios trató a los seres humanos de manera diferente a estos ángeles. En vez de castigarlos, quiso revelar Su verdadera gracia de salvación a la humanidad. Esta gracia de salvación se revela en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha concedido. Como Dios ha manifestado Su amor justo en este Evangelio, quien crea en él podrá ver la gloria de Dios.
Por tanto, ahora todos debemos creer en la salvación que nuestro Dios misericordioso nos ha dado, según Su amor y justicia. Todas las criaturas deben creer y confesar que Jesucristo es el único Salvador que nos ha librado de los pecados del mundo. Jesucristo, nuestro Señor, ha liberado a toda la raza humana de los pecados del mundo. Si no lo hubiera hecho, habríamos seguido siendo enemigos de Dios en contra de Su justicia.
Por tanto, debemos creer en el amor del Señor que nos ha hecho justos y alcanzar nuestra salvación por esta fe. Y con esta fe debemos darle gracias al Señor. Nuestro Dios Soberano nos ha dejado sin pecados y debemos darle gracias al Señor, quien es nuestro Maestro y Salvador, por no tratarnos como trató a los ángeles caídos. Así que, mientras vivimos nuestras vidas, debemos alabar a Dios con nuestra fe sincera. Fuimos creados a imagen de Dios, nuestro Señor, y este Dios Soberano tuvo que venir a este mundo a salvarnos de una vez por todas de todos nuestros pecados. Por eso debemos creer en Su salvación y confiar en Su soberanía en nuestras vidas. Después de todo, dado que nuestro Señor nos ha librado de todos los pecados del mundo, ¿cómo no vamos a ser gobernados por este Dios?
De la misma manera en que el Libro del Apocalipsis nos muestra a Jesucristo sentado en el trono de Dios, todos los que hemos sido salvados por fe también viviremos en Su Reino. Todos los que creen en lo que Dios ha hecho en este mundo también recibiremos la gloria de vivir en el Cielo con Jesús. Esta bendición gloriosa es la bendición que Dios ha dado a todo el que cree en la misericordia del Señor. Somos los benditos que se sentarán en el trono del cielo con nuestro Señor y vivirán para siempre. Quien crea en el amor justo de Dios, el Señor de los justos, vivirá con Él para siempre en Su Reino. Nunca deben olvidar que Dios ha bendecido a Su pueblo para que disfrute de las riquezas y la gloria eternas. Así que le damos todas las gracias, honor y gloria a Dios, nuestro Salvador y Señor. Y para ello debemos vivir nuestra fe en el Señor.
A través del Señor del cielo, el Apóstol Juan nos mostró quién recibiría las bendiciones del cielo. También nos mostró qué bendiciones nos esperan a los que hemos sido salvados al creer en Jesucristo. Ya estamos agradecidos al Señor por salvarnos de los pecados del mundo de una vez por todas a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, por si fuera poco, también viviremos para siempre con nuestro Señor en el Reino del Cielo, así que no podemos evitar darle todas las gracias y la gloria a Dios.
Al creer que Jesucristo es nuestro Dios, todos podemos glorificarlo en nuestras vidas. Como Dios nos ha dado las bendiciones celestiales a todos nosotros, debemos confiar y dedicar el resto de nuestras vidas a nuestro Dios Soberano. No tenemos más remedio que vivir una vida de fe y servicio como Dios quiere.
El Señor regresará a este mundo
Dios mostró al Apóstol Juan este panorama en el Libro del Apocalipsis porque él y muchos otros cristianos de aquel entonces se enfrentaban a una severa persecución por parte de los enemigos de Dios. Así que, durante los días de la Iglesia Primitiva, los seguidores del Señor esperaban Su retorno. Aunque estamos viviendo en el siglo XXI, debemos recordar que también estamos esperando la segunda venida de nuestro Señor.
Ahora estamos en el año 2021, pero se dice que alrededor del 2035 se prohibirán todos los motores de combustión interna que utilicen combustibles fósiles. ¿Qué energía utilizarán los vehículos entonces? Utilizarán fuentes de energía alternativas que respeten el medio ambiente como la energía eléctrica o el hidrógeno. En última instancia, se comercializarán vehículos capaces de volar como los drones. En el 2055 se habrán logrado suficientes avances tecnológicos para que un litro de hidrógeno pueda sustituir montones de carbón o petróleo.
Todo será cada vez más materialista. Está llegando una nueva era en la que se perderá la dignidad humana y los ordenadores, Internet y la inteligencia artificial lo controlarán todo. Cuando llegue este momento, la vida humana será completamente infravalorada y la inteligencia artificial tendrá más importancia. Los que controlen la inteligencia artificial controlarán al resto del mundo; cada vez más personas se levantarán contra los que creen en la justicia de Dios y entonces el Señor, nuestro Soberano, vendrá y se nos llevará a los creyentes.
El Señor Soberano regresará a este mundo. Estoy infinitamente agradecido al Señor por salvarme de todos mis pecados, pero a veces todavía me resulta difícil mantener la paz en mi mente, así que anhelo el reino celestial de Dios que ha preparado para mí. Creo de todo corazón que Jesucristo creó todas las cosas en el cielo y la tierra, que reina y gobierna todas las cosas y que tiene autoridad sobre todo.
Los que pertenecen a Dios tienen esperanza para el futuro
Está escrito en Juan 18:36: «Mi reino no es de este mundo». Cuando Jesús dijo aquí que Su Reino no es de este mundo, significa que el Señor no es de este mundo. Esto significa que nosotros no pertenecemos a este mundo tampoco. ¿A quién pertenecemos entonces? Los que creemos en el amor justo de Dios pertenecemos a Jesucristo, nuestro Soberano, no a Satanás, Su enemigo.
Nada en el cielo o la tierra, de hecho, nada en todo el universo, puede compararse con nuestro Señor Soberano, como dice el Padrenuestro:
«Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra» (Mateo 6:9-10). Esto significa que Dios está por encima de todas las criaturas y reina sobre ellas. Lo mismo pasa con nosotros, porque el Señor dijo: “Como no sois de este mundo, seréis odiados por los de este mundo. Sabed esto sin duda: de la misma manera en que no soy de este mundo, vosotros tampoco lo sois”.
El Señor nos dijo: “Sabiendo que sois seres espirituales que pertenecen al cielo, debéis mantener vuestra posición espiritual contra los que se oponen a Dios en este mundo”. El Señor nos dijo que creyésemos que Él es el Soberano que se nos llevará. Mientras vivimos en este mundo, debemos sufrir dificultades terrenales. ¿Cuánto debemos sufrir en este mundo? Hasta que prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo.
Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu no somos de este mundo. Los que pertenecen al Señor vivirán donde está nuestro Señor porque no tienen pecados. De la misma manera en que el Señor se levantó de entre los muertos, nosotros también resucitaremos de nuevo; y de la misma manera en que el Señor recibe honor, nosotros también seremos glorificados con Él. Después de todo, los ángeles servirán a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Recibiremos estas bendiciones precisamente porque somos hijos de Dios.
En este mismo momento, deben tener fe en el Señor Soberano en su corazón, porque somos de Dios, no de Satanás, aunque estemos viviendo en este mundo. Los que todavía pertenecen a Satanás no tienen nada de esperanza. Cuando este mundo sea destruido, ellos también serán destruidos con el mundo con los que se oponen a Dios.
Por el contrario, no somos de este mundo, sino que pertenecemos a Jesucristo, nuestro Soberano, y por tanto debemos tener la esperanza de entrar en el Reino del Cielo y vivir en él. Así que les pido que se den cuenta de quién son de verdad, vivan por fe en la Palabra de Dios y confíen que entraremos en Su Reino cuando Jesucristo, nuestro Señor, regrese. Como está escrito en el Nuevo Testamento, iremos ante la presencia de Dios.
Los justos están viviendo en este mundo y cuando llegue el fin de los tiempos y vengan las tribulaciones, la Palabra de la Verdad que hemos leído y escuchado en nuestras vidas diarias nos dará fuerzas y nos permitirá luchar y vencer a nuestros enemigos espirituales. Como la Palabra de nuestro Soberano obra en el corazón de todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, cuando llegue el momento de librar nuestra batalla espiritual, venceremos a todos nuestros enemigos. Esta victoria no llegará si luchamos con nuestros puños. Es nuestra fe en la Palabra de Dios lo que hace que los creyentes justos del Evangelio del agua y el Espíritu se mantengan firmes y venzan a Satanás y a todos los que le pertenecen. Si somos martirizados por nuestros enemigos espirituales, el Señor nos llevará al Reino de los Cielos porque le pertenecemos a nuestro Soberano. Solo al confiar en nuestro Señor Soberano podemos encontrar esperanza para el futuro.
El Señor volverá sin duda a este mundo como el Soberano. El que está por venir, Jesucristo, es el Rey de reyes. Ahora está sentado en Su trono blanco. Cuando leemos el capítulo 21 del Apocalipsis, vemos que es nuestro Señor quien llevará a cabo el juicio del gran trono blanco. Dios Padre ha levantado a Su Hijo como el Juez de la justicia. Le ha confiado el juicio de los pecadores a Su Hijo. Esto significa que Jesucristo, Dios mismo, reina sobre todas las cosas en este mundo. Y cuando llegue el día, los que creemos en la justicia del Señor descansarán para siempre con Él en el Reino del Cielo.
Por tanto, es absolutamente importante que vivamos nuestras vidas de fe con un entendimiento claro de quién es nuestro Señor. Por supuesto, el Señor es el Salvador que nos ha liberado de todos nuestros pecados, pero si nuestro entendimiento está limitado a esto, no podremos luchar por fe en la batalla futura contra el Diablo. Solo cuando todos comprendemos por completo la autoridad y el poder de Jesucristo podemos resistir a Satanás. Como Jesucristo nos ha levantado para que resistamos a Satanás, debemos confiar en Él como nuestro Soberano, seguirlo por fe y vencer. Dios es glorificado cuando Su pueblo se levanta contra Satanás de esta manera.
¿Qué debemos hacer los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu durante la pandemia del coronavirus?
Los pecadores no saben que Jesucristo regresará a este mundo. Pero los justos lo sabemos muy bien cuando vemos las señales de estos tiempos presentes. El mundo está sufriendo cambios tremendos a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, todavía queda mucho para que los enemigos controlen el mundo por completo. Para que esto suceda, prácticamente toda ley de este mundo tendría que cambiar. ¿Podrá toda la gente del mundo vacunarse contra el coronavirus? En Corea del Sur se espera que la vacunación se complete a finales del otoño. Se dice que en Canadá todos los ciudadanos estarán vacunados en septiembre. Los Estados Unidos también han estado vacunando rápidamente.
Estamos viviendo en tiempos extraños, ¿cómo deberíamos tratar la pandemia los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu? Obviamente debemos ponernos mascarillas y tomar todas las precauciones posibles contra la enfermedad. El virus se ha propagado por todo el mundo. Cuando el virus entra en el cuerpo de una persona, está muy activo durante tres días. En otras personas, el virus parece estar inactivo. Así que los creyentes debemos tener mucho cuidado. No es fácil pasar dificultades con paciencia, pero en tiempos como este debemos estar más tranquilos aún y tomar toda precaución contra la enfermedad, como llevar mascarilla, lavarnos las manos con frecuencia y utilizar desinfectantes cuando sea necesario. Tener las manos limpias es muy importante, ya que nos tocamos la nariz y la boca constantemente sin darnos cuenta. Esto no es un problema si se utilizan desinfectantes, pero si las manos entran en contacto con el virus, podríamos infectarnos de inmediato. Es muy importante llevar mascarilla siempre. Hasta que no estemos vacunados la mejor protección contra el coronavirus es llevar mascarilla. Aunque no es necesario llevar mascarilla en casa con la familia, debemos llevarla siempre que estemos con alguien que no sea de la unidad familiar. Debemos tener más cuidado.
En estos tiempos debemos creer en Jesucristo y Su Palabra de promesa. Cuando esta pandemia terrible del coronavirus termine, seguramente habrá otro brote de alguna enfermedad. Los impuestos subirán mucho también. Habrá más normativas para los negocios. Pero no debemos desesperar. Debemos tomar todas las precauciones necesarias para poder seguir dedicando nuestra vida a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. No bajen la guardia no sea que se infecten y acaben infectando a sus hermanos creyentes. Tenemos cuidado con el coronavirus no solo porque queramos protegernos a nosotros mismos, sino también porque queremos proteger a los de nuestro alrededor. La enfermedad es tan contagiosa que si se contagian no terminará la cosa ahí, sino que muchas personas de su alrededor podrían infectarse.
Cuando un empleado en un hospital universitario se infectó con el virus acabó contagiándolo a casi todos los miembros de su familia y sus pacientes en el hospital. El hospital entero quedó patas arriba. Después de un año de pandemia, muchas personas se han vuelto demasiado autocomplacientes. Pero debemos sufrir esto con paciencia. Debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Todavía hay muchos lugares a los que no ha llegado el Evangelio todavía. Necesitamos más tiempo.
Como no somos superhéroes, es físicamente imposible acabar este trabajo de una vez. Es un gran milagro que hayamos podido llevar a cabo nuestro ministerio literario hasta el presente. La hermana Minoo no se encuentra bien porque está muy cansada. Yo también me he sentido así. El trabajo de publicación no es fácil; todos tenemos un límite. Cuando llegamos al límite, debemos descansar. Aunque debemos trabajar duro para llevar a cabo nuestro ministro literario, también es importante que cuidemos nuestra salud y descansemos cuando estemos exhaustos. Como hay mucho que hacer en la obra de Dios, si dejamos el descanso hasta que lo terminemos todo, nuestra salud sufrirá. Solo alguien que haya hecho mucha obra de Dios lo sabe. Cuando nos sentimos abrumados por el trabajo, debemos hacer ajustes necesarios a nuestro volumen de trabajo. No hay remedio para el trabajo excesivo por muchas medicinas maravillosas que se tomen a menos que se descanse. Todo lo demás no es eficaz. Yo tengo mucho cuidado con mis problemas de salud y descanso cuando estoy demasiado estresado. Los glóbulos blancos son las células del sistema inmunitario que protegen el cuerpo contra las infecciones y son redondas. Pero, cuando una persona está demasiado cansada, los glóbulos blancos en su cuerpo pierden la forma redonda y se vuelven dentados. La sangre se hace mucho más viscosa y no circula bien. Cuando la viscosidad de la sangre es demasiado alta, hay riesgo de muerte. Puede causar un coágulo en el cerebro y provocar un ataque cerebral mortal o dañar el corazón. Así que, es importante que administremos nuestro volumen de trabajo adecuadamente. Todos debemos cuidar de nuestra salud para poder predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y seguir salvando almas durante mucho, mucho tiempo. Todavía nos queda mucho para propagar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo.
Los corazones de la gente están tan endurecidos en estos tiempos finales que se niegan a aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso nuestro ministerio literario es indispensable. Pocas personas piensan en su muerte espiritual. Los que tienen un corazón endurecido deben pasar por verdaderas dificultades antes de que sea demasiado tarde. Si esto es lo que se necesita para que sus corazones se rompan ante el Señor, y para que alcancen la salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que estamos predicando a través de nuestro ministerio literario, entonces sería una bendición maravillosa.
A medida que la pandemia del coronavirus continúa cobrándose vidas, es importante que prediquemos de todo corazón el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos utilizar todos los medios, ya sean libros electrónicos, impresos, de idioma dual o audiolibros, y debemos hacer que estén disponibles para todos. Se podrían preguntar si se predicará el Evangelio del agua y el Espíritu por todos los rincones del mundo de esta manera, pero no deben cuestionarlo. Dios nos está animando en nuestro trabajo. Debemos tener fe en nuestro Soberano. El Señor Todopoderoso nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu y debemos confiar en Él como nuestro Soberano.
Debemos confiar que Dios está bendiciéndonos y protegiéndonos. Estoy muy agradecido. He trabajado muy duro y he dedicado toda mi vida a nuestra iglesia, haciendo todo lo que puedo para asegurar sus finanzas en el futuro. A menudo me pregunto: “¿Por qué estoy haciendo todo este trabajo? Al final lo dejaré todo e iré a Dios, ¿para quién trabajo tan duro?”. Pero estos pensamientos se evaporan. Debo asegurarme de que nuestra iglesia tiene unas finanzas en regla mucho después de que yo no esté aquí para que sus necesidades estén cubiertas hasta el fin del mundo. Se necesitan edificios. Piensen en cuánto espacio necesitamos para nuestro ministerio. Cuando compramos los locales que estamos utilizando ahora, estaban dilapidados, pero ahora son indispensables. ¿Qué habríamos hecho sin ellos? ¿Qué habría pasado si no hubiésemos preparado el campo de esta manera? ¿Qué habría pasado si no hubiésemos cultivado las cosechas? Debemos prepararnos a nuestra manera.
El Señor en el que creemos ahora está sentado en el cielo como el Juez. el Salvador, el Soberano y el Comandante. Al darnos cuenta de esto, debemos servir al Señor por esta fe hasta el día en que nos encontremos con Él. Aquí concluye el sermón de hoy; espero verles la próxima vez.