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Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 11-1] El Señor resucitó a Lázaro (Juan 11:1-44)

El Señor resucitó a Lázaro(Juan 11:1-44)
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: ‘Señor, he aquí el que amas está enfermo.’ Oyéndolo Jesús dijo: ‘Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.’ Y amaba Jesús a Marta y a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: ‘Vamos a Judea otra vez.’ Le dijeron los discípulos: ‘Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?’ Jesús respondió: ‘¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz del mundo. Pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.’ Dicho esto, les dijo después: ‘Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.’ Dijeron entonces sus discípulos: ‘Señor, si duerme, sanará.’ Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: ‘Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.’ Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: ‘Vamos también nosotros, para que muramos con él.’ Vino, pues, Jesús, y hallo que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los Judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: ‘Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también se ahora, que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.’ Jesús le dijo: ‘Tu hermano resucitará.’ Martha le dijo: ‘Yo se que resucitará en la resurrección en el día postrero.’ Le dijo Jesús: ‘Yo soy la resurrección y la vida; El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?’ Ella le dijo: ‘Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.’ Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: ‘El Maestro está aquí y te llama.’ Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: ‘Va al sepulcro a llorar allí.’ María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: ‘Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano’. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ‘¿Dónde le pusisteis?’ Le dijeron: ‘Señor, ven y ve.’ Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: ‘¡Mirad cómo le amaba!’ Y algunos de ellos dijeron: ‘¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?’ Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: ‘Quitad la piedra.’ Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: ‘Señor, hiede ya, por que es de cuatro días.’ Jesús le dijo: ‘¿No te he dicho que si crees, veras la gloria de Dios?’ Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: ‘Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.’ Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ‘¡Lázaro, ven fuera!’ Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: ‘Desatadle, y dejadle ir.’”
 
 
A través de la muerte de Lázaro, tan vívidamente descrita en el pasaje de la Escritura de hoy, el Señor está diciendo lo siguiente a nosotros: Todo ser humano, no importa lo meritorio que puede ser, está limitado en su facultad; por lo que nadie puede ser salvado por su cuenta sin conocer y creer en la Palabra de Dios.
 
 
¿Qué está el Señor tratando de enseñarnos?
 
Cuando Jesús estaba todavía en este mundo, Él mostraba un cariño especial a los tres hermanos mencionados en la Escritura de hoy, a saber: María, Marta y Lázaro por lo tanto, solía visitar su pueblo natal Betania muy a menudo durante sus viajes. Un día, mientras Jesús y sus discípulos estaban muy lejos de Betania, un mensaje urgente fue entregado a Jesús. Era una petición de uno de estos hermanos pidiéndole al Señor que volviera urgentemente a Betania, porque Lázaro, a quien Jesús amaba, estaba muy enfermo. Sin embargo, incluso después de escuchar este mensaje urgente, Jesús permaneció allí durante dos días mas y no volvió a Betania de inmediato.
Y fue hasta el tercer día, que dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy para despertarle.” Los discípulos malinterpretaron las palabras del Señor y pensaron que literalmente, Lázaro había caído dormido y que iban allí para despertarlo. Se puede apreciar claramente la ignorancia de los discípulos de Jesús. Contrariamente a la interpretación de los discípulos de las palabras de nuestro Señor cuando dijo: “Lázaro se ha dormido”, lo que realmente quería decir era que Lázaro había muerto, que Él iba a Betania para resucitarlo. Cuando el Señor finalmente les dijo que Lázaro estaba muerto, Tomas uno de los discípulos de Jesús dijo: “Vamos también a ir a morir con el Señor.” Ya que Jesús dijo a sus discípulos que Él iba a Betania para despertar a Lázaro a pesar de estar ya muerto, Tomás creyó que Jesús iba a ir allí para enfrentar su propia muerte, por lo que pensó que los discípulos también deberían ir allí y enfrentarse a la muerte junto con su Maestro. Aquí vemos que Tomás era un fiel discípulo. Cuando se ve desde el punto de vista humano, Tomás era verdaderamente leal, valiente, inocente y digno de estímulo. Pero cuando vemos la fe de los discípulos de Jesús desde un punto de vista espiritual, podemos ver que todavía no habían madurado espiritualmente.
Aunque los discípulos seguían a Jesús a Betania pensando en enfrentar la muerte, Jesús fue allí para resucitar a Lázaro de entre los muertos. Cuando alguien está profundamente dormido, implicaría desde una perspectiva humana, que con el tiempo, finalmente despertaría. Es porque el Señor iba a resucitar a Lázaro de la muerte que Él estableció una analogía sobre el dormir, cuando hablaba sobre la muerte de Lázaro. Mis hermanos creyentes, todos ustedes deben darse cuenta de que esto no sólo se aplica a Lázaro, pero a nosotros también. Al igual que Lázaro, usted y yo y todos los demás no simplemente dejaremos de existir cuando muramos, pero seremos levantados de los muertos por el Señor. Eso es porque un día el Señor vendrá de nuevo a nosotros a resucitarnos perfectamente de entre los muertos. Este pasaje donde Jesús expresa la muerte como ‘durmiendo’ tiene una implicación profunda acerca de la resurrección.
Cuando Jesús llegó a Betania con los discípulos, Marta, la hermana de Lázaro salió corriendo a Jesús y se postró a sus pies. Y ella le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Mas también se ahora, que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.” Entonces Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”, a lo que Marta respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.” A través de la muerte de Lázaro Jesús quiso dar a conocer que Él era el Señor de la Resurrección.
Después de esto Jesús se quedó donde estaba y llamó a una de las hermanas de Lázaro, siendo ella María. Al enterarse de que el Señor estaba en busca de ella, María se apresuró al Señor a toda prisa y le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.” Podemos ver el corazón de María, mientras se lamentaba a los pies del Señor, probablemente con una mezcla de emociones que incluía cierto resentimiento hacia el Señor por llegar tan tarde. Ella fue capaz de decir esto, porque tenía claramente la fe de que el Señor podría haber salvado a Lázaro. Todo el mundo alrededor de ese pueblo lloraba, no sólo María y Marta, sino también todos los judíos que habían venido a dar sus condolencias. La Biblia dice que se conmovió y lloró al verlos llorar. La Biblia registra no menos de tres casos en que Jesús lloró cuando vivía en este mundo.
Él lloró una vez por la muerte de Lázaro. Y lloró mientras oraba a Dios su Padre en el Monte de Getsemaní. Está escrito en Hebreos 5:7-8, “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.”
El Señor también lloró cuando entró en Jerusalén, esto era para entregar su vida sabiendo que Israel sería destruido. Lloró por el destino de Israel, que previendo como sería completamente conquistado y destruido, y cómo sus gentes serían todas ellas tomadas en cautiverio y esclavitud. Está escrito en Lucas 19:41-44: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tu conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de tí, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.”
Como podemos ver en este pasaje, el Señor se entristeció profundamente por que la gente se negaba a escuchar su Palabra a pesar de haber tenido personalmente que venir a este mundo. Ello lastimó tremendamente su corazón, de pensar en los males venideros, que estas personas pronto enfrentarían. Es por eso que lloró al ver la ciudad de Jerusalén y su pueblo que fueron destinados a la destrucción. Tenemos que recordar, aunque el Señor es Dios mismo, podemos ver aquí que Él tenía cálidos sentimientos humanos como nosotros.
Volviendo al pasaje de las Escrituras de hoy, leímos cómo el Señor sollozaba en su espíritu y se angustiaba por la muerte de Lázaro. Lamentándose al ver cómo sus seres queridos lloraban en la desesperación, Él también lloró en su corazón. Por supuesto, cuando Jesús dijo antes que iba a Betania para despertar a Lázaro, Él quiso decir que iba a resucitarlo, pero Jesús experimentó dolor en su corazón por la tristeza de la gente que amaba. Está escrito: “Y Él dijo: ‘¿Dónde le pusisteis?’ Le dijeron: ‘Señor, ven y ve.’ Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: ‘¡Mirad cómo le amaba!’ Y algunos de ellos dijeron: ‘¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?’ Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: ‘Quitad la piedra’” (Juan 11:34-39).
Podemos ver claramente en este pasaje que si Jesús hubiera estado con Lázaro, él no habría muerto. Eso es porque Jesús es el Dios Todopoderoso con el poder de resucitar a los muertos a la vida y curar a los ciegos y los enfermos. Sin embargo, Jesús no estaba en Betania, en este momento, e incluso cuando oyó que Lázaro estaba gravemente enfermo, deliberadamente se quedó por dos días más antes de llegar finalmente. Mis hermanos creyentes, ¿qué creen que fue la razón de esto? Fue por la gloria de Dios.
 
 

¿Tiene Poder la Palabra del Señor?

 
Después de haber compartido el dolor de la gente, entonces Jesús trató de resucitar a Lázaro a la vida, y así Él preguntó: “¿Dónde le pusisteis?” Luego lo condujeron a la tumba de piedra de Lázaro y dijo: ‘Quitad la piedra.’ Entonces Marta, la hermana de Lázaro le dijo: “Señor, hiede ya, por que es de cuatro días.” La gente que estaba allí estaba pensando, “Ya existe un olor nauseabundo, ya que han pasado cuatro días desde que murió Lázaro. Es una tarea imposible, no importa cuán poderoso sea el Señor realmente.” Aquí está la razón por la cual nuestro Señor había dejado de ir a Betania por estos dos días después que oyó que Lázaro estaba tan enfermo. Es aquí donde podemos resolver la cuestión desconcertante de por qué Jesús no había ido antes de que Lázaro muriera. Era la clara intención del Señor para manifestar la gloria de Dios a nosotros a través de este incidente increíble. Él le dijo a Marta, “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Entonces Jesús oró a Dios Padre y luego entonces dijo en alta voz: “¡Lázaro, ven fuera!” Entonces Lázaro, quien había estado muerto, salió de la tumba con las manos y los pies todavía envueltos en lino.
Mis hermanos creyentes, necesitamos examinar cuidadosamente aquí lo que el Señor está tratando de decirnos. Nuestro Señor nos está diciendo que los seres humanos son fundamentalmente incapaces de resolver el problema de sus pecados por su cuenta. En otras palabras, nadie puede salvarse del pecado por si mismo, no importa cuan virtuoso y decente pueda ser su carácter. Eso es porque a diferencia de Dios, los seres humanos son insuficientes y su facultad es limitada. Por lo tanto, la Biblia dice, “Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). No hay nombre que no sea Jesucristo, que puede conceder la verdadera salvación para la humanidad. Esto es lo que la Biblia nos está diciendo.
Para usted y yo que estamos aquí hoy reunidos; ¿es sólo por la fe y nuestra creencia en el Evangelio del agua y el Espíritu dado por Dios, que hemos sido salvados de todos nuestros pecados? ¿Ahora, a pesar de este hecho, no hay un sinnúmero de personas que aún siguen tratando de resolver el problema de sus pecados a través de sus propios esfuerzos? ¿No muchos cristianos esperan que una vez que haya pasado suficiente tiempo desde que han creído en Jesús, sus caracteres cambien de alguna manera y no cometerían tanto pecado? Pero necesitamos recordar que, no hay nada bueno que el hombre pueda esperar de sí mismo. Nuestra única esperanza está fundada en Jesucristo, el Todopoderoso, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. No importa lo bien que conozcamos la justicia del Señor y no importa cómo hemos recibido el perdón de los pecados, nuestra carne sigue siendo carne y el Espíritu sigue siendo el Espíritu. ¿Sólo porque hemos creído en Jesús durante años, han cambiado nuestros caracteres tanto que cuando alguien nos pega en la mejilla izquierda podemos de alguna manera voltearnos y poner la otra mejilla pidiendo que nos golpeen el otro lado? Seguro que ese no es el caso. Nuestra débil carne sigue siendo imperfecta. Debemos por lo tanto siempre confiar en la justicia del Señor y creer en ella y en Él hasta el día en que la vida expire de nuestra carne. Sólo entonces podremos vivir por la fe hasta el final de este mundo.
Aquí reside la razón por la qué es tan absolutamente imperativo para nosotros seguir confiando en la justicia del Señor. A través de nuestra propia justicia humana nunca podremos ser salvados de nuestros pecados ni ser perfeccionados. No importa cuánto tiempo hayamos llevado una vida de fe en Cristo, debemos seguir confiando en la justicia de Dios, y debemos mantener nuestros corazones sin pecado creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si fallamos en conservar el poder de este Evangelio aunque sea por un momento, entonces nunca podremos decir que somos gente justa.
Debemos darnos cuenta de que a través del pasaje de las Escrituras de hoy, nuestro Señor nos está diciendo que la salvación de los pecados del mundo no se logra tratando de cumplir la Ley ni a través de las virtudes humanas o fuerza de voluntad. Por lo tanto no debemos confiar en nuestra propia justicia. Si usted confía en su propia justicia, entonces no importa que tan duro usted trate de ser moralmente justo, dudará y sólo se estresará todavía más. En otras palabras, tratando de salvarse de sus pecados a través de su propio esfuerzo es en vano. ¿Es nada más que una noción errónea que pensemos: “He sido salvado del pecado al creer en la justicia del Señor, pero aún así, no sería mi vida de alguna manera mejor si tan sólo tratara de ser más virtuoso con mis actos?”
A pesar de que ustedes confían en la justicia de Dios, a veces puedo ver que algunos todavía no pueden confiar en ella al 100 porciento Esto se debe a que todavía hay alguna justicia de su propia carne que queda en ustedes. Se debe a que ustedes confían en la justicia de Dios sólo en la medida que su propia justicia no se vea menoscabada, y todavía quieren vivir por su cuenta. Pero no nos engañemos: Este es un pensamiento completamente defectuoso de la carne. Cuando confiamos 100 porciento en la justicia del Señor, no es suficiente confiar sólo en cierto nivel. Debemos confiar en ello completamente al 100 por ciento. Esto significa que debemos seguir permaneciendo en nuestra fe en la justicia del Señor. Si usted vive aunque sea sólo por una hora sin ser consciente de la justicia del Señor, entonces caerá en sus pensamientos carnales y terminará viviendo su vida con un gran pesar y arrepentimientos.
Una vida así no puede decirse que sea una vida propia de una persona justa. A menos que confiemos en la justicia del Señor cada minuto del día, no podemos llamarnos como los que siguen el brillo de la luz del Señor. Sin embargo, hay ocasiones en que nuestros pensamientos carnales surgen inconscientemente en nosotros, que nos hace pensar: “Ahora estoy enfermo y cansado de esta vida de fe. He sido un buen cristiano todo este tiempo, por lo que creo que ahora puedo parar, dejando mi fe. ¡De ahora en adelante voy a llevar mi vida como me parezca!” Así que habrá momentos en que algunos de nosotros acabaremos llevando este tipo de vida, pero esto es una tontería. ¿Por qué es una tontería? Es una tontería porque es un intento de servir a Dios con los propios esfuerzos carnales. Cuando esto sucede, terminamos viviendo una vida que esconde la gloria de Dios en vez de glorificarla. Hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la justicia del Señor, pero en nuestra carne somos todavía imperfectos y no lo suficientemente fuertes, por lo tanto sentimos los límites de nuestros insuficientes seres. ¿No es esto cierto? Pero esto es natural. Aunque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no significa que nuestra carne haya sido cambiada, es por eso que hay una razón más para que podamos controlar nuestros propios pensamientos, confiando en la justicia de Dios. En nuestra carne somos siempre imperfectos, siempre débiles y siempre malvados. Es porque esa es la naturaleza fundamental de la carne del hombre.
Hermanos creyentes ahora voy a hablar a la gente espiritual. Es un hecho conocido que los que están físicamente sanos también son mentalmente sanos. Entre nuestros órganos está el hígado que nos ayuda a dispersar el estrés, y la gente sana tiene un hígado sano, así que pueden afrontar mejor el estrés y sus mentes están más relajadas. Puesto que pueden manejarse muy bien por si mismos, tienen suficiente espacio para ser más considerados con los demás. ¿Pero qué pasa con aquellos cuya salud no es tan buena, y cuyos hígados les están fallando? Cuando se estresan, sus órganos corporales se vuelven disfuncionales e incluso se deteriora su salud mental. Quieren ser más considerados con los demás, pero sus niveles de tolerancia son muy limitados, por lo que cuando se enfrentan a la más mínima presión externa o molestia, se hacen pedazos. Después de todo ¿cómo puede alguien ser simpático para los demás cuando está luchando con sus propias dolencias físicas?
Aunque sobre este tema, los llamados sabios o los virtuosos de este mundo deben haber tenido hígados muy saludables. Eran después de todo, tan pacientes y considerados que se les llamaba “los sabios”. Sin embargo hermanos creyentes, esta gente no conocía ni creía en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por lo tanto no se les puede llamar ‘gente verdaderamente justa’. Incluso estos llamados sabios deben haber tenido limitaciones humanas, sólo es que no estamos conscientes de ellos. Debe haber habido algún estrés que no pudieron resolver ni siquiera con sus saludables hígados, y sus mentes, probablemente no estaban tan relajadas. Todo el mundo es igual; los sabios del mundo no son diferentes a usted y a mí.
En nuestra carne todos somos imperfectos. No somos nada a menos que confiemos en la justicia del Señor. Si no confiamos en su justicia ni por un momento, entonces no podemos llamarnos gente justa ante de Dios, ni podemos estar sin avergonzarnos ante Él, por eso siempre debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y confiar en él todo el tiempo. Si nos conocemos bien y reconocemos la justicia de Dios ante su presencia, entonces seguiremos siendo siempre justos.
Volvamos al pasaje de las Escrituras de hoy. Lázaro descansaba en su sepulcro de piedra en una cueva y la entrada estaba tapada por una gran roca. Era costumbre de los israelitas el hacer una cueva en una montaña rocallosa para enterrar a sus muertos, y sellar la entrada con una roca. Entonces el cadáver quedaba protegido de los animales y pasaba por su proceso natural de descomposición dentro de la cueva, caliente. Es debido a esta costumbre judía que la entrada de la tumba de Lázaro fue bloqueada y tapada. Cuando quitaron la lápida por instrucciones del Señor, Él dijo en alta voz: “¡Lázaro, sal fuera!”
¿Qué pasó entonces? Lázaro, que estaba muerto, salió de la tumba, todo envuelto en una tela de lino. El Señor había dicho a la gente claramente que, verían la gloria de Dios, si ellos creían en Él, y en ese momento, realmente vieron la gloria de Dios. La resurrección de Lázaro de entre los muertos era la gloria de Dios. En el último día Dios también resucitará nuestros cuerpos muertos de esta manera. Y sabemos que si alguien cree en la Palabra de Jesucristo en este momento, Dios Padre resucitará tanto su alma como su cuerpo y lo vestirá en su gloria. Le doy todo mi agradecimiento a Dios por esto.
 
 

La fe legalista que no está puesta en la justicia de Dios no puede ser la verdadera fe

 
Hoy el Señor nos está diciendo que no hay vida que pueda ser salvada a través de la Ley o cualquier otra cosa. Dijo que la salvación es posible sólo por Su poder, y el Señor salvo una vida, de hecho, Cuando el Señor dijo: “¡Lázaro, sal fuera!”, salió Lázaro de la tumba envuelto en tela de lino. Nuestro Señor tiene tal poder.
Mis hermanos creyentes y yo incluido, es sólo por la justicia del Señor que hemos recibido la salvación del pecado, no por otra cosa. Es porque el Señor nos ha vuelto a la vida por su poder de salvación que hemos obtenido nuestra salvación del pecado. En otras palabras, el Señor ha regresado a la vida nuestras almas que habían estado muertas por nuestros pecados y Él nos ha dado esta nueva vida. ¡Es el Señor quien nos ha vuelto a la vida!, lo que ni la Ley ni nuestras propias buenas obras jamás podrían lograr. Nuestra existencia es tal que sin la justicia de Dios, nunca podemos ser salvados del pecado, e incluso si fuéramos salvados, no podríamos ser hechos perfectos a no ser que creyéramos en el Señor. Nuestra justicia es imperfecta, pero la justicia del Señor es perfecta y eterna.
¿Qué pasaría si no creyéramos en esta justicia de Dios hasta el final? Entonces seguiríamos estando siempre imperfectos, y no seremos nada más que pilas de pecado. Es por eso que creemos que la justicia del Señor es mucho mayor que nuestra propia justicia. Confiamos en la justicia del Señor cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo. Ahora estamos viviendo ante Dios habiendo sido hechos perfectos y hemos alcanzado una nueva vida al creer en la justicia del Señor. Usted y yo somos esas personas, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Como seres humanos nos encontramos a menudo atados a nuestras propias debilidades. A pesar de que hemos recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, todavía tendemos a estar atados a nuestros propios pensamientos. Esto se asemeja a cómo el cuerpo muerto de Lázaro estaba bien envuelto con un paño de lino. Cuando Lázaro murió, fue vendado de la cabeza a los dedos de los pies. Es por eso que cuando Lázaro salió de la tumba cuando el Señor lo llamó, salió con vida todavía envuelto y cubierto con vendas.
¿Qué cree usted que el Señor está tratando de enseñarnos acerca de este incidente? La implicación aquí es que incluso si usted es vuelto a la vida, a menos de que se quite lo que le ata, usted no será capaz de llevar su vida correctamente. Por eso el Señor dijo a los discípulos que desvendaran a Lázaro y lo liberaran, para que viviera una nueva vida.
Espiritualmente hablando hermanos creyentes, nosotros fuimos exactamente como Lázaro. Así como el Señor resucitó a Lázaro con su Palabra, así también nos resucitó con el Evangelio del agua y el Espíritu. Él nos ha salvado perfectamente, no por la Ley, sino por la siempre-inmutable justicia de Dios. Sin embargo, no acaba todo con esto. Se nos ha salvado del pecado, pero el siguiente paso importante es liberarse de lo que nos ata, al igual que Lázaro podía vivir normalmente sólo cuando le quitaron sus vendajes de lino alrededor de su cuerpo. Sólo así, podemos llevar nuestras vidas correctamente como personas justas. Tenemos que saber esto, no importa solo cómo seamos salvados del pecado y nos hayamos convertido en personas Justas, si usted todavía tiene muchas ataduras a su alrededor que lo detengan, entonces usted posiblemente no pueda cumplir con su papel como una persona justa. Por nuestra fe en el Señor, debemos liberarnos de todo lo que nos detenga, es decir, de nuestras debilidades, nuestra maldad, nuestros defectos, etc.
Debemos seguir meditando sobre la justicia del Señor, y creer en ella con todo nuestro corazón. Aunque el poder de nuestra fe durará para siempre una vez que creemos, pero como seres humanos todavía estamos a veces propensos a estar atados por nosotros mismos, según que tan seguido estemos encadenados, tenemos que desatarnos nosotros mismos al confiar en el Evangelio de el agua y el Espíritu. Por eso yo le pido a usted el examinarse cuidadosamente para ver qué es lo que le ata ahora. Si usted está encadenado a las creencias legalistas o a pensamientos carnales, entonces usted mismo debe liberarse de ellos lo más pronto posible. Eso es porque sólo así puede vivir una vida recta estando con Dios.
Mis hermanos creyentes, para ser liberados de nuestras ataduras debemos mirar hacia la justicia de nuestro Señor. El Señor nos salvo a usted y a mí porque creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta justicia de Dios es la jamás-inmutable Verdad de la salvación. El Señor dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin” (Apocalipsis 22:13). En este pasaje se deja claro que el Señor es el único Dios de la salvación quien nunca cambia desde el principio hasta el fin. Este Señor nos ha salvado del pecado. Creyendo que el Señor nos ha salvado del pecado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos entregarnos en posesión de Dios por siempre. La única forma de escapar del pecado, de nuestras debilidades y nuestras insuficiencias es vivir justamente, creer en la justicia del Señor y confiar en Él.
La Palabra del Señor es de hecho correcta cuando dice que nadie puede ser salvado del pecado a través de la Ley. Nunca podremos alcanzar nuestra salvación del pecado por guardar la Ley. Eso es porque es imposible que alguien en este mundo pueda cumplir la Ley a la perfección. Sin embargo, aun cuando nos damos cuenta de esto, todavía nos dejamos estar atados por la Ley. Pensamos nosotros mismos, “¿Cómo puedo llevar una vida de fe cuando ni siquiera puedo cumplir este pequeño mandamiento? Cuando soy tan insuficiente, y mis circunstancias se vuelven todo un reto, siento un absoluto fracaso, por lo tanto, ¿es demasiado absurdo para mí, incluso el tratar de llevar una vida de fe?”
Mis hermanos creyentes, cada vez que tengan pensamientos de este tipo, los exhorto a recordar lo que dijo el Señor en la lectura de la Escritura de hoy: “Quitad la piedra.” La piedra implica nuestra antigua fe. Somos ahora nuevas criaturas en Cristo, porque nuestra antigua fe fue quitada. La Ley no es definitivamente el camino para alcanzar la salvación del pecado. Al igual que la piedra fue removida, usted debe también quitar su fe legalista y creer en la justicia de Dios. Es sólo por la justicia de Dios que hemos sido salvados, y no por otra cosa. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu nos enseña que es la justicia de Dios la que nos ha devuelto la vida, y que la salvación de Dios es lo que nos ha salvado. Yo también los amonesto a todos ustedes, para que crean una vez más en esta Verdad del Evangelio en esta hora y que agradezcan a Dios por ello. Y yo les pido que miren hacia la justicia del Señor. Entonces comenzarán a experimentar una renovación de su corazón, una nueva fuerza que salta adelante, y al Dios de la Verdad estando con ustedes, como si su hígado hubiera sido sanado y todo su estrés eliminado.
Es por la gracia de la salvación-dada por Dios que adquirimos nueva fuerza y vivimos de nuevo. Que en realidad estamos sirviendo al Señor y aún vivamos, es por la gracia de Dios. Si no fuera por la gracia de Dios, ¿cómo nosotros, los que fuimos completos pecadores, alguna vez nos hemos convertido en ovejas del Señor? A menos que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿nunca jamás podríamos practicar la justicia del Señor y no podríamos jamás seguirla? Si apenas podemos hacer frente a nuestras propias vidas, ¿cómo es que alguna vez podríamos salvar otras almas? El hecho exacto de que creemos en la justicia de Dios y ahora permanecemos en Dios mismo es todo debido a la gracia de Dios. Es por eso, que hoy como siempre, admitimos en nuestros corazones que es por la gracia de Dios que estamos vivos, y vivimos hacia adelante confiando en ello. Si no fuera por la gracia de Dios, habríamos perecido todos en cuerpo y alma por ahora. Todos éramos pecadores destinados a deambular por siempre perdidos en el pecado.
Muchas veces nos encontramos personas que son de carácter fuerte o aquellos que han logrado una gran cantidad de actos virtuosos, todos rechazando la justicia de Dios. Estas personas son las necias. Estoy absolutamente convencido, sin lugar a dudas en mi mente que es fundamentalmente imposible para cualquier ser humano el perfeccionarse, sin importar lo mucho que lo intente en su carne. Uno pudiera intentarlo toda la vida, pero es simplemente imposible y una pérdida de tiempo. Mucha gente piensa: “Si llego hasta cierto punto en mis esfuerzos para escapar del mal, debo estar bien.” Pero esto es completamente erróneo. La carne del hombre es inmutable. Es por eso que es importante recordar vivir siempre en la gracia de Dios. Nunca olvidemos al Señor, siempre debemos permanecer en Su redención y mirar hacia Él, que nos ha salvado de nuestros pecados, nos hizo Sus hijos y su pueblo, y se ha convertido en nuestro propio Pastor. Usted y yo debemos vivir una vida así, sin falta.
Mis hermanos creyentes, podemos tener la fe verdadera sólo si miramos hacia la justicia del Señor en nuestras vidas. Del relato donde Lázaro fue resucitado de entre los muertos, ¿qué enseñanzas espirituales han podido aprender de allí? Nuestras enseñanzas son las siguientes: “La salvación no puede ser alcanzado a través de la justicia del hombre. No hay nadie en este mundo que puede guardar la Ley a la perfección, ni nadie que pueda vivir por la Ley. La salvación nunca puede ser alcanzada a través de esta Ley.”
Esta es la Verdad de la salvación que el Señor nos está enseñando a esta hora. Nuestro Señor dijo: “¡Lázaro, sal fuera!”, y de hecho Lázaro fue verdaderamente resucitado a la vida. No es nadie sino el Señor quien salvó a Lázaro y es también el Señor quien ha salvado del pecado a usted y a mí a través de Su Palabra. Es porque el Señor amó a usted y a mí que nos salvó de todos los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces recordemos siempre que, debemos confiar en esta justicia del Señor, y vivamos todos por la fe.
¡Que Dios los bendiga a todos! ¡Aleluya!