(Marcos 14, 22-24)
«Mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios».
(Juan 6, 53-58)
«Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente».
Esta mañana vamos a tener la comunión antes de terminar el campamento de discípulos. ¿Han dormido bien todos? Vamos a hacer un poco de ejercicio. Levántense, pongan las manos juntas y estírense. No se estiren demasiado. Ayer noche había muchas estrellas en el cielo. Las estrellas estaban brillando tanto que parecía que quisieran que nos quedásemos despiertos toda la noche.
Toman, coman y beban
Hay algunas cosas que el Señor hizo por nosotros antes de ascender al Cielo. Una de estas cosas que hizo fue la Sagrada Comunión. Cuando Jesús estaba en el mundo durante la Pascua, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad y comed, este es Mi cuerpo». Entonces tomó el cáliz y después de dar gracias lo pasó a sus discípulos y todos bebieron de él. Entonces Jesús les dijo: «Esta es Mi sangre de la nueva alianza derramada por muchos» (Marcos 14, 22-24). En la Última Cena Jesús les enseñó a sus discípulos sobre la verdadera salvación, el amor de la Verdad, y la justicia de Dios; y nos dijo que conmemorásemos su gracia de salvación mediante la Sagrada Comunión mientras los que creemos en la justicia predicamos el Evangelio en la tierra.
Aquí la sangre de la nueva alianza se refiere a las promesas de Dios y al cumplimiento de lo que está escrito en Levítico y Génesis en los capítulos tres y cuatro: «Os enviaré al Mesías. El descendiente de una mujer os quitará los pecados y morirá en la Cruz para salvaros». En los tiempos del Nuevo Testamento Jesús vino al mundo y fue bautizado y crucificado para borrar nuestros pecados. La alianza de la salvación que Dios hizo en el Antiguo Testamento se cumplió a través de la muerte de Jesús y su resurrección. La alianza de Dios para salvar a la humanidad iba a ser cumplida a través de su único Hijo, Jesús, nuestro Señor, y Jesús nos recordó la alianza de Dios del Antiguo Testamento durante la Última Cena. Hermanos y hermanas, la alianza de salvación y el amor de Dios por toda la humanidad se revelaron en Jesús.
Dios nos ha salvado de todos los pecados del mundo. Nos ha dado su justicia. El Señor nos pidió que realizásemos la Comunión en memoria suya, y esto es lo que debemos recordar cuando partimos el pan y bebemos el vino. Debemos creer y recordar que nuestro Señor entregó su cuerpo y su sangre por nosotros, nos redimió de nuestros pecados y nos salvó de todos los pecados del mundo. De esta manera estamos compartiendo con el mundo las buenas noticias de la salvación de Dios a todo el mundo. Estoy orando porque su fe en esta verdad vaya acompañada de acción.
En Juan 6, 53 Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». En los versículos 54 y 55 siguió diciendo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Nuestro Señor nos dijo que comiésemos su carne.
El Señor nos dijo que debemos comer la carne y beber la sangre del Hijo del Hombre. Entonces, ¿cómo podemos comer su carne y beber su sangre? Jesús dijo esto de manera natural aunque tengamos dudas de qué significa. Pero esta Palabra habla básicamente de la raíz de nuestra fe. Esto significa que debemos creer que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el Jordán, entregó su cuerpo y sangre en la Cruz, y así salvó a toda la humanidad. Sin esta creencia no podemos comer la carne ni beber la sangre de Jesús.
En Juan 6, 55 Jesús dijo: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Estas palabras implican que fue bautizado y tomó nuestros pecados para que tuviésemos vida eterna y la justicia de Dios para así convertirnos en hijos de Dios permanentemente. Al creer en esto sabemos que nuestros pecados fueron redimidos y que fuimos salvados por Jesús. Comemos la carne de Jesús cuando creemos que tomó todos nuestros pecados y que quitó los pecados de nuestras almas. De nuevo, comer la carne de Jesús y beber su sangre es creer que el Señor fue bautizado y derramó su sangre en la Cruz para salvarnos. Esta es la Verdad más importante del cristianismo.
Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y ascendió a los Cielos. Antes de su ascensión, les pidió a sus discípulos que hiciesen discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En resumen, Dios le ha confiado dos tareas a la Iglesia: el bautismo y la comunión.
En este sentido la Última Cena del Señor tiene un significado importante. La Última Cena implica la verdadera voluntad y el sacrificio que nos redimió de nuestros pecados y nos llevó a la vida eterna. Por tanto, para tomar la Sagrada Comunión debemos tener fe en el bautismo de Jesús y en su sangre derramada en la Cruz y en que esto nos salvó, y debemos sentirnos agradecidos por esto. No deben tratar la Comunión como uno de esos eventos anuales de la iglesia que no tienen importancia. Debemos tener fe en que Jesús fue bautizado para quitarnos todos los pecados.
¿Admiten que estábamos condenados a pecar durante el resto de nuestras vidas y a ir al infierno por estos pecados? Sí. Todo el mundo puede llegar a admitirlo si lo piensa detenidamente. Somos seres humanos débiles que pecan contra su propia voluntad y que mueren sin poder evitarlo. ¿Cómo no vamos a darle gracias a Jesús por venir a este mundo y salvarnos de todos nuestros pecados y adoptarnos como hijos de Dios a través de su sacrificio de ser bautizado y crucificado por nosotros? Nosotros tenemos muchas cosas por las que estar agradecidos y por eso debemos tener esta fe sincera con un corazón agradecido.
Siempre cometemos pecados. Según la Palabra de Dios, el precio del pecado es la muerte (Romanos 6, 23). Los que no saben que están pecando, y por tanto no pueden admitir que acabarán en el infierno por sus pecados, deben buscar dentro de sí mismos y pensar en su naturaleza sucia. Y entonces deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando nos examinamos ante Dios, todos estamos condenados a morir e ir al infierno por nuestros pecados. Para salvarnos, adoptarnos como hijos de Dios y hacernos personas completas, nuestro Señor fue bautizado, crucificado y tuvo que derramar su sangre. Este amor es inmenso y profundo. ¿Cómo no vamos a darle las gracias? Debemos darle gracias a Dios por su justicia y su amor.
Dios Todopoderoso, quien creó el universo y a los seres humanos, dejó su gloria y descendió al mundo para salvar a personas débiles como nosotros. Este es Jesús. Jesús significa Salvador. Es el verdadero salvador de la humanidad. Lo que le hizo llevarnos a la vida eterna y salvarnos de los pecados, la condena y el infierno fue su bautismo y su sangre derramada en la Cruz. La Comunión sirve para conmemorar esto.
«Mi carne es verdadera comida», dijo Jesús
Si no creemos en el hecho de que el bautismo de Jesús cubrió nuestros pecados, no recibiremos la remisión de nuestros pecados. Hemos recibido la remisión de los pecados por fe. Nuestros pecados son redimidos solo por fe. Dios no nos consultó a los pecadores, pero se apiadó de nosotros y nos salvó al ser bautizado, cargar con estos pecados y morir en la Cruz por nosotros. Toda esta obra justa la hizo por su propia voluntad.
Jesús también dijo: «Mi sangre es verdadera bebida». Ustedes han bebido algo, ¿no? A mí se me seca la garganta siempre que como pan del mercado. Entonces me bebo una soda y se me pasa la sed y la sequedad de garganta. Si la soda nos refresca tanto, ¿cuánto más valiosa será la sangre de Jesús que nos salva a todos?
Jesús fue bautizado, azotado y cubierto de heridas para salvarnos a todos. Las Escrituras dicen que fue herido por nuestras transgresiones y maltratado por nuestras iniquidades (Isaías 53, 5). Fue azotado y perforado con clavos, y derramó toda su sangre porque había cargado con todos nuestros pecados a través de su bautismo. Esto se lo hizo para salvar nuestras vidas. Nosotros somos sanados por sus heridas, ya que Jesús fue bautizado y murió por nuestros pecados cometidos mentalmente y físicamente en nuestras vidas. En otras palabras, fuimos salvados a través del sacrificio eterno del Señor.
Por tanto, su sangre es verdadera bebida. Cuando bebemos de esta sangre por fe, nos refresca. Si alguien se presta voluntario para borrar todos nuestros pecados y pagar la pena que teníamos que recibir, ¿no estarían completamente agradecidos y aliviados? ¿No se sentirían aliviados? Sí, por supuesto. Esto tiene que ver con las condiciones en que estaban sus corazones. El corazón revela el carácter de las personas. Sus corazones se sentirán aliviados. El Señor nos salvó de esta manera y quiso que recordásemos esto a través de la Comunión.
Hemos compartido la Palabra de Dios durante esta última semana, y algunos de ustedes han escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu en la clase del Evangelio. Hermanos y hermanas, ¿creen todos ustedes en el Evangelio? ¡Sí! ¿Han recibido la remisión de los pecados por fe? ¡Sí! ¿Tienen la justicia de Dios ahora? ¡Sí! Por muy insuficientes que seamos, ya no tenemos pecados. ¿Es esto cierto? ¡Sí! Esto es lo que conmemoramos en la Comunión. El Señor dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él» (Juan 6, 56).
Es crucial comer la carne de Jesús por fe
Los cristianos de hoy en día no comen de la carne de Jesús, sino que solo beben su sangre. Jesús vivió en este mundo durante treinta y tres años en un cuerpo humano para salvarnos. Su vida pública, sus tres últimos años en el mundo, estaban llenos de dolor. Mientras estaba predicando el Evangelio, fue insultado y sufrió a manos de sus propias criaturas. Incluso le abofetearon y le persiguieron. Jesucristo nos ha salvado a todos al tomar todos nuestros pecados a través de su bautismo y al derramar su sangre en la Cruz. Pero la mayoría de los cristianos están hablando solamente acerca de su sangre sin comer la carne de Jesús aunque dicen que creen en lo que Jesús ha hecho por ellos. Esto es lo mismo que bailar ante un becerro de oro y decir que ese becerro es quien sacó a los israelitas de Egipto. Es como un sacrificio de los gentiles.
Por eso, si hacen hincapié solamente en la sangre de Jesús en la Cruz, esto demuestra que no creen en la salvación de Jesús correctamente. Si no creen que Jesús tomó todos sus pecados, sino que hablan solamente de la sangre derramada en la Cruz, hacen lo mismo que sacrificar a los ídolos.
Jesús dijo que solamente los que comen su carne y beben su sangre pueden permanecer en Él. Esto significa que fue bautizado por nuestros pecados y por nuestra salvación. El Dios Todopoderoso nos amó, tuvo misericordia de nosotros, y nos llevó a la salvación. Esto no es algo que hayamos decidido por nuestra cuenta.
El Dios Creador que dijo “Que haya luz” (Génesis 1, 3), vino al mundo encarnado en un hombre para salvar a toda la humanidad de sus pecados. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Dios hizo todo lo relacionado con nuestra salvación con su poder. Solo Dios tiene el poder necesario para salvarnos de tales pecados. Dios creó el universo y nos hizo hijos adoptivos suyos. Dios creó el mundo espiritual, le dio libre albedrío a Satanás y le permitió tentarnos. Nos hizo conocer su omnipotencia e hizo que todo pecador fuese salvado de manera justa. Dios nos salvó de esta manera.
Quien quiera comer la carne de Jesús y beber su sangre, debe tener fe en su bautismo. Como tomó nuestros pecados a través del bautismo tuvo que morir en la Cruz. Así es como recibimos la salvación. Nos limpió por dentro y por fuera. Queridos hermanos, ¿tienen pecados en esta fe? ¡No!
Está escrito: «Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6, 57-58). ¿Ustedes comen pan? En la comunión comemos pan y bebemos vino para poder vivir para siempre alimentándonos de Jesús. Si solo beben el vino sin comer el pan, esto es un problema. La Comunión es la manera de conmemorar, confesando nuestra fe en el amor inmenso de Dios que nos ha salvado.
Si tuviera todo el tiempo del mundo, estaría contento con alabar al Señor todo el tiempo. Nuestro Señor Dios es quien nos salvó. Debemos honrarle hasta que vuelva. Hay muchas iglesias que toman la comunión todos los domingos. Nuestra Iglesia está demasiado ocupada para tomar la comunión todos los domingos. Nosotros tomamos la comunión dos veces al año. La comunión es un ritual muy importante, pero tomarla con más frecuencia no la hace más importante. Sin embargo, debemos tomarla de la manera adecuada. Lo importante es que todo el que participe en la comunión tenga la actitud adecuada.
Me temo que esta mañana hemos estado demasiado ocupados para prepararnos para la comunión y que por eso la hemos tomado sin preparación. No hemos seguido el orden normal de este ritual. Deberíamos haber sido más fieles al ritual. Pero este error es comprensible ya que no tomamos la comunión tan a menudo como deberíamos. Aún así debemos tener cuidado y hacer todo lo que podamos para tomar la comunión correctamente. ¿Acaso no somos todas personas educadas? El culto debe hacerse de manera ordenada. Mi excusa es que tenía prisa. La Comunión tenía que haber empezado a las siete, pero el Pastor Choi, que estaba a cargo de la reunión de oración de esta mañana, no ha terminado su sermón hasta las siete. Así que cuando he subido al púlpito era demasiado tarde, y por eso me he puesto nervioso y lo he hecho todo muy rápidamente. Pase lo que pase, debemos tener fe en la salvación de Jesús a través de la Comunión. Espero que su adoración haya estado llena de fe y de acción de gracias.
Hermanos y hermanas, Jesús nos ha salvado a través de su bautismo y su sangre derramada en la Cruz. Creemos en esto. Así que conmemoramos esta Sagrada Comunión por fe. Seguiremos tomando la Sagrada Comunión para conmemorar la salvación de Jesús. Predicar el Evangelio salva vidas, y nosotros celebramos esto a través de la comunión. Creo que Jesús nos ha salvado a través de su bautismo y crucifixión. ¿Creen en esto?
Le doy gracias al Señor Jesús por salvarnos con su bautismo y su sangre. ¡Aleluya!