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Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 9-3] ¿Fe religiosa o fe en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu? (Mateo 9, 1-17)

(Mateo 9, 1-17)
« Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.
Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
Entonces él se levantó y se fue a su casa.
Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.
Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Porqué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.
Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.
Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente».
 


¿Cómo deberíamos vivir nuestra fe?


¿Cómo deberíamos vivir nuestras vidas de fe? ¿Deberíamos poner nuestra fe en nuestro propio conocimiento? ¿O deberíamos poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu? Estas son las cuestiones que me gustaría tratar en la lección de hoy.
Debemos darnos cuenta de que aquellos que sólo son fieles a sus propias ideas no son más que practicantes de la religión. Así que cuando Jesús estuvo en la Tierra, los fariseos, que eran practicantes de la religión, le atacaron a Él y a sus discípulos debido a algunos asuntos sobre rituales. Los discípulos de Juan el Bautista también cuestionaron a Jesús: «¿Por qué nosotros ayunamos a menudo pero Tus discípulos no ayunan?».
Desafortunadamente, la mayoría de los cristianos siguen siendo practicantes de la religión. Pero lo que Jesús quiere que busquemos es completamente diferente. Como se manifiesta en la primera parte del pasaje de las Escrituras de hoy, Jesús es el verdadero Dios que nos puede dar la remisión de los pecados. Por eso pudo decir al paralítico: «Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados».
¿Que es más fácil decir: «Tus pecados te son perdonados» o «Levántate y anda»? Las dos cosas hubieran sido fáciles para nuestro Señor, pero son igualmente difíciles para nosotros. Todo el mundo puede decirlo, pero nadie tiene tal poder. Todas estas cosas eran imposibles para el hombre, sólo nuestro Señor podía hacerlas.
¿Qué puede hacer alguien que aparenta ser piadoso para borrar sus pecados? Todo lo que puede hacer es rezar oraciones de penitencia y decidir no volver a pecar; a parte de esto no hay nada que pueda hacer. Pero Jesús nos quiere dar la remisión de los pecados que se encuentra en el Evangelio del agua y el Espíritu. Todo lo que quiere de nosotros es que tengamos fe en Él y en el Evangelio del agua y el Espíritu.
En el pasaje de hoy, nuestro Señor nos enseña la diferencia entre nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y las meras religiones. Cuando creemos en el Señor como nuestro Salvador, ¿debemos estar llenos de nuestra fe en la Palabra de Dios o debemos estar llenos de doctrinas religiosas? El Señor nuestro Dios nos dice que escojamos una.
 


Los cristianos religiosos deben negar sus propias ideas y creer en el poder de la Palabra de Dios


Nuestra fe en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es fundamentalmente diferente de la fe doctrinal, ritualista inventada por el hombre. Nuestra verdadera fe en la Justicia de Dios y la fe de las religiones del mundo son diferentes. Tener fe en la Palabra de Dios es apreciar lo que Dios ha hecho por nosotros, seguirla y creer en ella de todo corazón. Por el contrario, tener fe en las doctrinas religiosas del mundo es hacer de nuestra devoción algo material y creer en ella según nuestras propias ideas. Pero esta fe no es la fe que cree según la Palabra de Dios.
Ser fiel a las religiones del mundo es ser fiel a las ideas de uno mismo. Por tanto, si alguien que ha sido fiel a las religiones del mundo quiere creer con todo su corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu, a través del que Jesús nos ha salvado, entonces debe negar sus propias ideas. Esto se debe a que el Evangelio del agua y el Espíritu es diferente a las doctrinas hechas por el hombre. Por culpa de esta gente que cree y sigue a Jesús basándose en falsas doctrinas inventadas, mucha gente está muriendo espiritualmente.
Dios nos está enseñando que cuando creemos en el Señor como nuestro Salvador, debemos hacerlo poniendo nuestra fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, porque esta Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera Palabra de Dios. Aquí debemos tomar una decisión: creer en Jesús como nuestro Salvador basándonos en nuestras propias ideas, o basándonos en el Evangelio del agua y el Espíritu que es la Palabra de Dios. Él nos está diciendo claramente que debemos creer en Jesús basándonos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Mis queridos hermanos, la fe de los devotos de la religión es completamente diferente de la fe de aquellos cuya devoción se basa en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando leemos la misma referencia al paralítico en el Evangelio según Marcos (Marcos 2, 1-12), leemos que Jesús estaba predicando la Palabra en una casa donde se había reunido tanta gente a Su alrededor que ya no había sitio para más gente, ni siquiera en la puerta. En esta casa llena de gente, cuatro hombres trajeron a un paralítico en una cama, pero no se pudieron acercar a Él. Pero en vez de desistir en su empeño, descubrieron el tejado de la casa y bajaron la cama en la que estaba el paralítico hasta Jesús. En otras palabras, como había tanta gente en la casa y el paralítico y sus amigos no podían ni entrar, tuvieron que tomar medidas especiales para acercarse a Jesús, porque de lo contrario no hubieran podido llevar al paralítico a Jesús.
Así, cuando nos acercamos a Dios, sólo podemos encontrarle si tomamos medidas especiales; es decir, si ponemos nuestra fe en la Palabra de Dios. Debemos creer en la Palabra de Dios, que Jesús vino a esta tierra y que ha borrado todos los pecados de la humanidad mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Si realmente tenemos esta fe en la salvación de Dios, en que Él nos ha salvado de nuestros pecados de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces podemos quedar libres de todo pecado. Todo aquel que cree en este verdadero Evangelio puede convertirse en parte del pueblo de Dios. Sólo cuando estamos llenos de fe en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos presentarnos ante la majestuosa presencia de nuestro Señor. Sólo entonces podemos acercarnos al Señor y alabarle, y sólo entonces pueden nuestros corazones estar llenos de gratitud.
Mis queridos hermanos, cuando se acercan a Dios, pueden pensar que es mejor presentarse ante Él con alguna clase de méritos o con la mayor sinceridad. Pero este no es el caso. Es sólo su opinión. Por el contrario, debemos dejar de lado nuestras propias creencias e ideas, y debemos creer según la Verdad escrita en la Palabra de Dios.
Imaginemos por un momento que los cristianos están separados en dos filas; en una fila están los que creen en Jesús según sus propias ideas, y en la otra fila están los que creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, que es nuestra salvación. ¿En cuál de estas dos filas deberían estar? Si están en la fila de los practicantes de la religión, regirán sus vidas siguiendo sus propias ideas. Entonces les será imposible encontrar a Jesucristo, que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Por qué? Porque esta gente es fiel a sus propias ideas y son devotos de sus propias emociones. Como los Apóstoles avisaron, todavía hay muchos cristianos que desean gloriarse en la carne (Gálatas 6, 12). Esto es debido a que no tienen ningún interés en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ni en cómo Dios ha borrado sus pecados, sino que son sólo fieles a su vana devoción. Pero por mucho que esta gente se dedique a sus propias ideas, todavía son demasiado insuficientes para presentarse ante Dios. Por eso los cristianos religiosos no pueden conocer a Jesús, nuestro Salvador, como es debido. Cuando uno pone toda su devoción en su propia piedad religiosa, no presta atención a la Verdad de la salvación, la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y acaba dedicándose enteramente a sus ideas, emociones y devoción.
Pero los que están al corriente de sus insuficiencias buscan primero la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, y se aferran a ella con toda su fe. Esta gente puede ser salvada de sus pecados si ponen su fe en esta Verdad y dan gracias a Dios por la Verdad de la salvación que nos prometió.
La remisión de nuestros pecados no depende de cómo nos comportemos según la carne. Al contrario, depende de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, nosotros, los que hemos sido salvados, prestamos mucha más atención al hecho de que Jesús nos ha salvado de nuestros pecados de una vez por todas con el Evangelio del agua y el Espíritu, y tenemos fe. Los que confían en la Palabra de Dios pueden alcanzar un conocimiento más extenso de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu mediante la fe. Sólo a través de la fe en Jesucristo, que nos ha salvado mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos recibir la remisión de los pecados y presentarnos ante Dios. Entonces podemos nadar en el océano de la gracia de Dios y vivir vidas llenas de bendiciones.
 


Sólo los pecadores que estaban en el camino hacia la destrucción necesitaban al Señor


Mis queridos hermanos, nuestro Señor no vino a salvar del pecado a los que creen en sus propias ideas. Él dijo: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
¿A quién dijo nuestro Señor que había venido a llamar? Dijo que no había venido a llamar a los santurrones, sino a los pecadores. ¿Quiénes son, entonces, los pecadores a los ojos de Dios? Son los descendientes de Adán, que habían dejado a Dios y vivían en pecado. Nuestro Señor no vino a llamar a los justos. Esto se debe a que no hay nadie que sea justo por sí mismo (Romanos 3, 10). Y es justo que nuestro Señor viniera a este mundo a salvar a los pecadores, a hacerles libres de pecado, y a convertirlos en hijos de Dios.
Lo que Jesús está diciendo a los fariseos en el pasaje de las Escrituras es que dejen de lado sus propias ideas, se presenten ante Él, y crean en Su Palabra. Pero como estos fariseos llegaron ante Jesús con sus propias ideas y sus propias emociones, Jesús dijo que no había venido para llamar a esta gente. Nuestro Señor no vino a salvar del pecado a los hipócritas y superficialmente honrados, sino que vino a salvar a los pobres de espíritu, que son sinceros y honestos para confesar ser pecadores, y que están entristecidos y lamentan sus pecados, y que escuchan y creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Nuestro Señor vino a este mundo a salvar a los pecadores de todos sus pecados e iniquidades. Todas nuestras insuficiencias se revelan al final, porque cometemos transgresiones todos los días al vivir en este mundo. Nuestro Señor vino para llamarnos y librarnos de nuestros pecados. En otras palabras, nuestro Señor vino para salvar a los pecadores de sus pecados e iniquidades a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos darnos cuenta de que nuestro Señor no está interesado en los fariseos y escribas que se tenían devoción por su propia fe hecha a partir de sus propias ideas.
Por tanto, cuando nos presentamos ante Dios, debemos poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Evangelio del agua y el Espíritu nos dice que el Señor nos ha librado de todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan y crucificado, y al derramar Su sangre en la Cruz. Y nos dice que el Señor vendrá a llevarse a todos los que creen en este Evangelio, y que ha preparado el Reino de los Cielos para nosotros. Porque nuestro Señor dijo que había borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y ha preparado la ley de la salvación para que toda la humanidad se salve, y para que nadie se presente ante Dios sin fe en este Evangelio. Primero debemos saber qué Evangelio nos ha dado Dios, qué fe quiere que tengamos, y cuántos pecados ha borrado.
 


Debemos abandonar nuestra propia voluntad y creer en la verdad del poder de Dios


Al reuinirnos para adorar a Dios y escuchar Su Palabra, no se equivoquen al pensar que complacen a Dios al comprometerse por su propia voluntad a servir a Jesús y a no pecar más. Porque intentar complacer a Jesús por su propia cuenta es ser ignorantes y alardear de su propia determinación. Si es así como han vivido su fe hasta ahora, entonces no han conocido todavía la fe que Jesús quiere de todos ustedes.
Nuestro Señor dijo: «Misericordia quiero y no sacrificio». Gracias a Su compasión por nosotros, Él fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos los pecados que cometemos a lo largo de toda nuestra vida, y pagar por ellos. Del mismo modo en que el Señor curó al paralítico de su aflicción mediante Su Palabra de poder, Jesús ha curado todos nuestros pecados de una vez por todas mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.
Dado que Dios quiere que creamos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y que seamos salvados de nuestros pecados, no encaja con la voluntad de Dios el que la gente adore a Jesús con la devoción de su propia voluntad. ¿Puede un paralítico caminar porque quiera con toda su alma? Mis queridos hermanos, aunque tal determinación y voluntad sean recomendables, lo que de verdad debemos hacer es conocernos, presentarnos humildemente ante la presencia de Dios, creer en Su Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, y así atraer Su compasión. Debemos creer que Dios ha borrado todos nuestros pecados mediante la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, y que debemos convertirnos en Sus hijos por la fe. Si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio de Dios, y nos acercamos a Él con la fe en nuestra propia voluntad, diciendo: «Señor, esto es lo que haré por Ti», acabaremos confundiéndonos y creyendo en nuestras propias ideas, y siendo irrelevantes para Dios.
Pero si ponemos nuestra fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos confiar plenamente en nuestra salvación. Debemos estar llenos de esta fe que cree en la Palabra del Evangelio que nos dice que Dios ha borrado nuestros pecados. Para que esto ocurra, no debemos inventar doctrinas para Dios basándonos en nuestras propias ideas, ni debemos presentarnos ante Jesús con nuestra fe en estas doctrinas inventadas por el hombre. Si somos fieles sólo a nuestras ideas, nuestra devoción se marchitará con el tiempo, y al final, moriremos sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu.
Mis queridos hermanos, sólo si tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu podremos tener una relación con Él. El pasaje de las Escrituras de hoy nos dice que creamos en el poder de la Palabra del Señor que curó al paralítico. ¿No es eso lo que nos está diciendo Dios? Si su fe no se basa completamente en el Evangelio del agua y el Espíritu, acabarán muriendo en pecado.
Mucha gente tiende a creer en la Palabra de Dios mediante su propia perspectiva, y este ha sido el origen de las doctrinas y enseñanzas cristianas predominantes. Así, cuando leen la Palabra de Dios, sólo enseñan lecciones morales, diciendo: «Así que esto es lo que debería imitar». Incluso están convencidos de que se salvarán gracias a estas doctrinas y enseñanzas inventadas por el hombre. Pero en realidad están enterrando la Verdad de la Biblia bajo la confusión de sus propios pensamientos carnales. Esta fe es una falacia basada en sus propios pensamientos.
Por el contrario, la Biblia nunca dice que estas doctrinas humanas sean la verdadera salvación. Debemos darnos cuenta de que Jesús ha borrado todos nuestros pecados y debemos reconocer Su poder. ¿Acaso no somos nosotros los que cometen pecados personales hasta el día en que morimos? Sí, somos nosotros. Sin embargo, nuestro Señor nos habla de la salvación que ha limpiado, mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, todos los pecados que cometemos hasta morir. Esta Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra de Dios que nos trae la completa remisión de los pecados.
Por eso, mis queridos hermanos, debemos poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu cuando nos presentemos ante el Señor. No debemos presentarnos en Su presencia con una fe religiosa, ni creer en estas enseñanzas religiosas, sino que, como la Biblia nos dice, debemos estar llenos del Espíritu, debemos saturarnos de la Palabra del Espíritu Santo.
Mis queridos hermanos, ¿qué debe cautivar sus mentes? ¿Debemos dejarnos embelesar por nuestra propia devoción religiosa? ¿O debemos ser cautivados por el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio con el que Dios nos ha salvado? ¿No deberíamos estar hipnotizados por esta Palabra de Salvación? Dios nos está diciendo que ha borrado todos sus pecados. Debemos dedicarnos enteramente a la buena obra de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos esforzarnos por ella. ¿Qué fe debe cautivarnos? A dónde pertenezca nuestro pensamiento es de suma importancia.
¿Cometen o no pecados hasta el día en que mueren? Por supuesto que sí. ¿No se dan cuenta de esto, sin duda alguna? Si saben que no son más que pilas de pecados, reciban por fe la salvación mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Y si saben que Jesús les ha salvado de todos sus pecados con el agua y el Espíritu, entonces han alcanzado el camino de la perfecta salvación y por tanto entrarán en el Reino de los Cielos.
Mucha gente no sabe que están sujetos al pecado hasta el día en que mueran. De hecho, debido a que demasiada gente desconoce esta realidad, muy pocos buscan la Verdad, o de lo contrario todos ellos hubieran buscado el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que dicho de otra manera, esto significa que los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu son los que no se dan cuenta, hasta el día en que mueren, de que son pecadores que cometen todo tipo de iniquidades.
Algunos escalan una montaña para rezar y en sus oraciones prometen: «Dios, no volveré a pecar nunca más». Hay muchos que rezan cada noche, haciendo un nuevo propósito de no pecar más. Fíjense en todas las religiones de este mundo. Los fundadores y líderes de estas religiones sólo enseñan a sus seguidores a vivir virtuosamente. ¿Pero cómo puede este montón de pecadores vivir virtuosamente? Esto se debe a que no se dan cuenta de que son simplemente incapaces de vivir de ese modo, y de que están viviendo mentiras e hipocresía. No saben que todos somos más que seres humanos insuficientes que pecan siempre. Y como desconocen esta verdad, intentan vivir virtuosamente aunque en realidad sólo viven como hipócritas, defraudando a sus seguidores.
Pero todo el mundo, mis queridos hermanos, peca hasta el día en que se muere. La fragilidad del ser humano se puede comparar a subir una colina en bicicleta. Cuando pones los pies en los pedales, empiezas a subir la colina, pero en el momento en que te encuentras cansado y dejas de pedalear, acabas cayendo hacia abajo. Así es la voluntad del hombre. Por mucho que uno intente dejar de pecar, por mucho que lo jure, se convenza a sí mismo, rece en penitencia, confíe en Jesús y le jure lealtad, todo es en vano al final, porque está sujeto al pecado.
Acaso no prometieron Pedro y los otros discípulos no dormirse, cuando el Señor les dijo: «Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo» (Mateo 26, 38). Pero, ¿qué pasó? Se quedaron dormidos. Uno se puede prometer que no se dormirá más, y se puede poner cerillas en sus párpados para mantener los ojos abiertos, pero aún así se quedará dormido con los ojos abiertos. Así, el Señor, que conocía bien la debilidad de la carne, dijo a Sus discípulos: «el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil» (Mateo 26, 41).
Uno se puede prometer a sí mismo que no pecará más con su lengua, e incluso puede atarse la lengua con una goma, pero aún así está destinado a pecar, tanto con su lengua como con su corazón. Nosotros, los humanos, estamos destinados a seguir pecando hasta el último de nuestros días, hasta el día en que dejemos este mundo. Esta es la naturaleza humana. Ustedes deberían saberlo.
Entonces podrían preguntarse: «¿Qué puede hacer?». La solución es fácil: Busquen la misericordia de Dios y crean en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Dicho de otra manera, confiésense a Dios de este modo: «Dios, soy un hombre destinado a pecar hasta el día en que muera. Enséñame cómo puedo ser salvado de mis pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Ayúdame a tener fe en esta Verdad y a nacer de nuevo». Así deben pedir ayuda a Dios. Esto es lo que debemos hacer todos.
Hay un dicho: Si admiten que ustedes mismos están desesperados, entonces deberían aferrarse al Evangelio del agua y el Espíritu con todo su corazón. Deben admitir primero su naturaleza pecadora y después escuchar atentamente lo que Dios dijo sobre la remisión de los pecados. Entonces, se les dirá: «Confía hijo, tus pecados te son perdonados», mientras escuchen el significado oculto del pasaje de las Escrituras de hoy, porque la manera en la que Dios curó al paralítico nos habla de la remisión de nuestros pecados. Al creer, deben estar llenos de la alegría de la salvación. Deben estar llenos de la alegría de la fe.
 


Debemos llenarnos del poder del Evangelio, conocerlo y creer en Él


Mis queridos hermanos, los paralíticos están sanos mentalmente, pero no pueden moverse como ellos desearían. Así, aquellos de nosotros que tienen pecado en sus corazones no pueden superar el poder del pecado, y por eso son incapaces de dejar de pecar. Los humanos somos pecadores imperfectos que no pueden hacer lo que sus corazones desean. El deseo de pecar está fuera de nuestro control. Cualquiera que tenga pecado no puede vivir virtuosamente por mucho que quiera, y cuando alguien o algo le provoca, no puede evitar pecar. Por eso la Biblia nos dice que todos somos como el paralítico de la lectura de hoy.
Por tanto, debemos creer que Dios mismo tomó todos los pecados del mundo de una sola vez al ser bautizado por Juan, y que los limpió. Debemos librarnos de nuestros pecados al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. Nuestro Señor cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado, los llevó a la Cruz y pagó el precio por ellos.
Debemos estar llenos de esta fe. Debemos estar llenos de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos creer en lo que Dios ha hecho por nosotros, en la Palabra de Dios que nos dice que Dios mismo fue bautizado y derramó Su sangre por nosotros, borrando así todos nuestros pecados. Sólo así podrán nuestros corazones tener vida eterna por la fe, y sólo así podrán nuestras almas volver a la vida. No debemos estar llenos de doctrinas religiosas o de nuestras propias emociones.
Lo que Dios requiere de nosotros es estar llenos de fe en Evangelio del agua y el Espíritu. Quiere que nuestros corazones sigan el Evangelio del agua y el Espíritu fielmente y de todo corazón. Aunque sean insuficientes y débiles en sus acciones, e incluso si no tienen nada de lo que presumir, cuando están llenos de fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, pueden complacer a Dios y ayudar a salvar a otros.
¿Saben lo que los que están llenos de sus propias emociones religiosas dicen a los nacidos de nuevo? Ellos nos dicen: «¡Sois unos blasfemos! ¿Quién os creéis que sois, blasfemos arrogantes? ¿No tenéis pecados? ¿Quiénes sois para decir eso? ¿Sois Dios para decir que no tenéis pecados?».
Cuando esta gente mira a los que han nacido de nuevo por el agua y el Espíritu, creen que algo falla en los nacidos de nuevo, aunque no haya nada que contradiga a la Biblia en la fe de los nacidos de nuevo. Su evaluación no podría estar más lejos de la realidad. En realidad esta gente, que juzga sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, está equivocada.
Esta gente dice a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu: «¿Quiénes sois vosotros para hablar de la remisión de los pecados?». Jesús dijo a un paralítico que le habían traído: «Hijo, tus pecados te son perdonados», algo que parecía escandaloso. Puede que no tengan ni idea de cuántas veces Jesús dijo cosas que irritaron a los que estaban llenos de su religión. Para los que creen en la religión, lo que Jesús dijo fue radical. Así que pensaron: «¡Guau! ¡Estás loco! ¿Eres Dios? Sólo Dios puede perdonar los pecados, ¿quién eres tú para perdonar los pecados?».
Por el contrario, mis queridos hermanos, los que están llenos del Evangelio del agua y el Espíritu le dicen a Jesús: «Señor, eres mi Salvador, el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Tú eres el Creador que hizo el universo entero. Tú eres Dios. Y Tú eres el Salvador de la humanidad que vino a salvarme de mis pecados. Viniste a este mundo encarnado en un hombre, aceptaste todos los pecados de la humanidad al ser bautizado, fuiste crucificado y derramaste Tu sangre, resucitaste de entre los muertos a los tres días, y así me salvaste de todos mis pecados. Tú eres el que vino a este mundo, vivió 33 años, y me salvó de los pecados del mundo. Tú eres Dios mismo».
Cuando ellos están llenos del Evangelio del agua y el Espíritu ven a este Jesús, no ven ningún error, y aceptan Su amor y salvación en sus corazones. Pero cuando los que creen en las doctrinas religiosas ven a Jesús, les parece el líder de todos los herejes.
¿Pero cómo eran el paralítico y sus cuatro amigos? ¿No vinieron ante el Señor poniendo su fe en Jesús como el Hijo de Dios y como el Salvador? Sí, así lo hicieron
Creyeron firmemente en Jesús como Dios mismo. Así que cuando Jesús dijo: «Tus pecados te son perdonados; levántate y anda», el paralítico se levantó y anduvo. Cuando cientos de personas rodeaban a Jesús, sólo el paralítico y sus cuatro amigos expusieron el verdadero problema del pecado ante Él y éste fue resuelto cuando creyeron en Él de todo corazón.
Mis queridos hermanos, los que creen en Jesús según sus propias creencias religiosas e intentan vivir según su moral y su ética, pero creen que Su esencia es simplemente humana. Para esta gente, Jesús es meramente uno de los grandes sabios de la historia de la humanidad. Así que no confían en Él para resolver el problema de sus pecados, ni tampoco pueden resolverlo ellos. Esto se debe a que no creen en que Jesús sea Dios.
Pero los que están llenos del Evangelio del agua y el Espíritu creen lo siguiente: «Jesús es Dios mismo, y el Salvador de la humanidad. Así que si me presento ante Él, el problema de los pecados de mi alma se resolverá. Todos los pecados que he cometido y cometeré hasta el día en que me muera han sido resueltos, y me serán perdonados. La maldición de la carne me dejará. Mi Señor resolverá todos mis problemas. Él me bendecirá». El paralítico y sus amigos tenían esta fe, por eso se presentaron ante Jesús.
Mis queridos hermanos, al haber entrado en la fe cristiana, no confiéis en vuestras propias emociones. Eso es sólo una religión mundana, no es la fe verdadera. Creen en el Señor resolverá el problema del pecado. Cuando tienes pecados, sólo puedes resolver este problema cuando pides ayuda a Jesús; y cuando tienes otros problemas de la carne, también puedes resolverlos si se los presentas a Jesús. Esta es la única fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al tener fe en Jesús como su Salvador, pueden resolver todos sus problemas. Creer en Jesús, en otras palabras, es poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús es Dios mismo, y cuando rezamos al Señor, Él nos escucha y nos responde. Nuestra fe se funda en la Verdad de que el Señor, al ser bautizado en el río Jordán y al derramar Su sangre en la Cruz, se ocupó de todos nuestros pecados, nuestras vergüenzas y nuestras maldiciones.
Mis queridos hermanos, al vivir su fe, espero que todos ustedes pongan su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Espero que todos estén llenos de fe en este Evangelio. Espero que cada uno de ustedes esté lleno del Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es mi más sincero deseo que todos ustedes estén llenos de esta fe.
Aunque esto no se puede conseguir mediante nuestros propios esfuerzos, podemos estar llenos del Espíritu gracias a la fe, porque podemos estar llenos de la fe que nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Está escrito en el libro de himnos: Podemos estar llenos de fe dondequiera que estemos, aunque estemos en el baño, porque nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados con Su bautismo y Su sangre. Estamos muy agradecidos.
Mis queridos hermanos, no importa qué piense la gente del mundo de ustedes, sino lo que Jesús les ha dicho. El Señor les ha dicho que les ama, que ha borrado todos sus pecados, que son hijos de Dios, que estará con ustedes hasta el fin del mundo, y que les bendecirá a todos. Guardar todas estas cosas que Dios les ha dicho en sus corazones y creer en ellas es la plenitud de la fe.
¿Están viviendo simplemente vidas religiosas, en las que sólo van a misa los domingos como obligación, donde ofrecen alguna limosna, cantan algunos himnos, fingen ser santos, hacen todas las formalidades de los rituales, saludan a la congregación, y después se dan la vuelta y vuelven a casa? Vivir este tipo de vida religiosa y ser fiel a las formalidades religiosas no es tener la fe que Jesús quiere que tengan. Deben estar llenos de la fe en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Ante todo deben ser fieles a la Palabra de Dios en sus vidas de fe.
Mis queridos hermanos santos, debemos ser los que estemos llenos de la fe en la Palabra de Dios. Deben estar llenos de la Palabra de Dios. En los corazones de los que están llenos de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, existe la convicción de que el Señor ha borrados todos sus pecados y de que les ama. Estén dónde estén o hagan lo que hagan, los que están llenos de fe en la Palabra de Dios están libres de todo problema. Pero los que no tienen esta fe, sino sólo doctrinas religiosas, poseen una fe fútil, hagan lo que hagan.
Los que creen en el Señor, le aman y se complacen en Él son los que se acercan a Dios al creer en la Palabra del Señor con todo su corazón. Dios se complace con esta gente de fe. Y Dios da la bendición de la salvación y todas las demás bendiciones a esta gente de fe. A esta gente, Dios le da fe sobre su fe y bendiciones sobre sus bendiciones. ¿No quieren ser como ellos? Entonces, ¿cómo deberían vivir su fe? Deben estar llenos de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu en sus vidas.
Este es el mensaje de la lectura de hoy. Aunque no hayamos discutido el pasaje, verso por verso, sabemos y creemos que fue gracias a su fe que el paralítico resolvió el problema de sus pecados.
¿Y ustedes? ¿Son también como el paralítico? ¿Tienen el problema del pecado? ¿Han sido remitidos de todos sus pecados en su corazón? ¿Creen que el Señor ha borrado todos sus pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu? Creer en esto, mis queridos hermanos, es tener la verdadera fe, y esta es la verdadera salvación. ¿Están llenos de la Palabra del Señor, que les ama? Esta es la plenitud del Espíritu Santo. Debemos guardarla en nuestros corazones y creer durante toda nuestra vida.
Aunque no puedo hacer mucho por mi propia cuenta, creo en la Palabra de Dios con todo mi corazón. Así que rezo y espero que ustedes también crean con todo su corazón, que estén llenos de fe, que sean bendecidos en su fe, dejen de lado las formalidades religiosas, y tengan fe en la Palabra de Dios.
Jesús no sólo borró los pecados de aquel paralítico, sino que también le curó de la infección de su cuerpo. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que los que reciben la remisión de los pecados en espíritu también son bendecidos en cuerpo por el Señor.
Todos los padres quieren a sus hijos. ¿Quién podría odiar a sus hijos y maldecirlos? Jesús, que nos ha salvado y nos ha hecho Sus propios hijos, nos ama más de lo que se puede explicar. Si creemos en nuestro Dios, creamos que Dios nos quiere y nos bendice, porque Él nos ha salvado de nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora es la hora de que tengan esta fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y resuelvan el problema de todos sus pecados.
Espero y rezo por que vivan el resto de sus vidas con fe, teniendo fe completa en el Evangelio de la salvación, y que escapen de las religiones de este mundo.