Search

उपदेश

Tema 14: La Primera Epístola de Juan

[Capítulo 1-4] Confesión en Verdad (1 Juan 1:8-10)

Confesión en Verdad(1 Juan 1:8-10)
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”
 


El Evangelio Verdadero Implicado en la Santa Cena


No hace mucho tiempo, tuvimos la Santa Cena en nuestra iglesia, en donde una vez más rumiamos sobre el significado del pan y del vino que compartimos.
Junto con el bautismo de los creyentes, el sacramento de la Santa Cena es uno de los dos sacramentos que nuestro Señor nos ordenó guardar. Una cosa que sé debe recordar a través de la Santa Cena es que Él ha borrado todos nuestros pecados a través del bautismo que Él recibió sobre Su cuerpo y en la sangre que Él derramó. Cuando el Señor nos dijo que “recordáramos” el pan y el vino en la Santa Cena, Él quiso decir que debemos creer y recordar Su bautismo y derramamiento de sangre en nuestro corazón.
Cuando el Señor partió el pan en la Última Cena, ofreciendo el pan y el vino a Sus discípulos, Él les dijo, “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:26-28).
El Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados exactamente y de acuerdo a lo que Dios nos prometió. A través del sistema de sacrificios del Pentateuco, Dios prometió a los Israelitas que ellos podrían ser perdonados de sus pecados cuando ofrecieran animales en sacrificio imponiendo las manos sobre los animales, derramando la sangre de los animales y quemando la carne de los sacrificios. Y la Biblia dice que este sistema de sacrificios es una sombra de las cosas buenas que habrían de venir (Hebreos 10:1).
Así que de acuerdo a esta revelación, nuestro Señor Jesús vino a esta tierra, recibió Su bautismo sobre Su Cuerpo, y derramó Su sangre sobre la Cruz. Con el bautismo que Él recibió sobre Su Cuerpo y la crucifixión que remitió dando toda la paga de nuestros pecados, nuestro Señor cumplió todas Sus promesas.
Se debe a que nuestro Señor aceptó nuestros pecados a través de Su bautismo para que Él fuese crucificado. Él sé aseguro de tomar nuestros pecados antes de ser crucificado. Así que después de ser bautizado, Jesús derramó Su sangre y murió sobre la Cruz, sé levantó de entre los muertos, y así nos ha salvado. Este es el mismísimo cumplimiento de la promesa de la salvación que Dios ha hecho para toda la humanidad, nosotros.
Consideremos aquí una vez más lo que el Señor dijo a Sus discípulos cuando Él partió el pan y se los dio en la Última Cena: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo.” Por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, ciertamente debemos tomar y comer este pan, el cuál es el cuerpo de Jesucristo, Jesús de una sola vez aceptó todos nuestros pecados, los pecados de todos sobre la tierra, sobre Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista. Por lo tanto, siempre que comemos el pan, debemos comerlo creyendo que Él ha tomado todos nuestros pecados cuando Él fue bautizado en el Río Jordán.
Y el vino que Jesús compartió con Sus discípulos es igual al derramamiento de Su sangre sobre la Cruz. En otras palabras, el pan y el vino de la Santa Cena son lo que nos recuerda el evangelio del agua y el Espíritu. La Última Cena, en donde Jesús estableció la Santa Cena, se llevó a cabo en la Pascua. Nuestro Señor Jesús completó la promesa de salvación de Dios implicada en el ritual de la Pascua. Por lo tanto, la Biblia declara, “porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7).
Después de la Última Cena, Jesús fue a una montaña cercana a orar, y ahí estaba Él atrapado por las multitudes enviadas por el Sumo Sacerdote de aquel tiempo. Y Él fue crucificado al día siguiente. Lo último que Él expresó sobre la Cruz fue, “Consumado es” (Juan 19:30). “¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera” (Romanos 9:14). Jesús ha completado toda la justicia con Su bautismo y derramamiento de sangre (Mateo 3:15).
Para mí y para todos nosotros, nuestro Señor llevó la condenación de nuestros pecados al ser bautizado y al derramar Su sangre. Es por ello que “él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados” (Isaías 53:5). Aunque de hecho Él no tenía pecado, debido a que Él vino como nuestro Salvador, Él aceptó todos nuestros pecados y murió por nosotros. Debido a que Jesús tomó nuestros pecados a través de Su bautismo. Él llevó todos Sus sufrimientos, fue despreciado por la gente durante Sus 33 años de vida, y también fue ignorado y menospreciado.
Pero debemos comer y beber el vino y el pan de vida creyendo que Él vino a esta tierra, fue bautizado, y derramó Su sangre, todo para borrar nuestros pecados de una vez por todas. Esta es verdaderamente la fe espiritual de aquellos que participan en la Santa Cena.
Como tal, cuando participamos en la Santa Cena, no debemos pensar solamente, “Ya ha pasado un tiempo desde que me dieron pan y vino,” sino que debemos comer y beber por fe. En otras palabras, yo deseo que participes en cada Santa Cena con la fe que cree verdaderamente en el evangelio del agua y el Espíritu. Yo deseo que todos nosotros nos demos cuenta del verdadero significado de la Santa Cena, y comamos y bebamos por fe.
Así que la próxima vez que partamos el pan en la Santa Cena, acepte este pan y comámoslo en conmemoración de la salvación que el Señor nos ha traído, Él ha lavado todos nuestros pecados al tomarlos sobre Su cuerpo a través de Su bautismo que Él recibió de Juan, y cuando tomamos la copa del vino y bebemos de el, rumiemos sobre el derramamiento de sangre de Jesús sobre la Cruz. Entonces tendremos una buena oportunidad de realmente rumiar acerca de Su salvación perfecta que Él ha completado a través de Su bautismo y derramamiento de sangre. Y nuestras Santa Cena no terminara solamente como un ritual formal.
Y siempre que tomes la copa del vino también, te pido que medites sobre esta fe en el evangelio del agua y el Espíritu. No podíamos evitar estar condenados a ir al infierno por nuestros pecados, y sin embargo Jesús tomó todos nuestros pecados y murió por nosotros. Él llevó toda nuestra condenación, y de esta manera te salvó de todos tus pecados de una vez por todas.
“Nuestro Señor nos ha salvado con Su bautismo y con la Cruz. El pan y el vino, estas dos cosas son los regalos de la salvación que el Señor nos ha dado. Es así como Él ha borrado todos nuestros pecados y nos convirtió en el pueblo propio de Dios. Yo debo creer en esto, yo debo una vez más rumiar acerca de esto, el evangelio del agua y el Espíritu, y yo debo esparcirlo por todo el mundo. Yo debo predicarlo a todos aquellos que aún no conocen esta Verdad.” Deja que esta sea tú fe siempre que tengas la Santa Cena.
Nuestro Dios no nos ha salvado de nuestros pecados solamente con palabras vacías. Si no que, así como Él nos prometió nuestra salvación con Su Palabra, a través de la imposición de las manos y el derramamiento de la sangre, nuestro Dios ciertamente nos salvó con el bautismo que Jesús recibió y con la sangre que Él derramó en el tiempo del Nuevo Testamento. Es así como el Señor ha borrado todos nuestros pecados. Él nos dio “el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:20), y así, podemos nacer de nuevo solo creyendo en esta Verdad. Se debe, en otras palabras, a que el Señor ha lavado todos nuestros pecados y nos salvó para que podamos recibir nuestra salvación por fe. Si el Señor no nos hubiera salvado de nuestros pecados, no habría forma de que nosotros alcanzáramos nuestra salvación.
¡Cuán grande es Su misericordia hacia nosotros! No podemos evitar el pronunciar la misma alabanza que el escritor de los Salmos dio al Señor: “Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:4). Somos unos seres tan bajos que no podemos evitar pecar durante nuestras vidas tan solo para terminar en el infierno, y sin embargo Dios nos ha convertido, a quienes no somos nada más que meras criaturas, en Sus propios hijos, y Él nos ha amado. ¿Cómo no pueden ser todas estas cosas sino la gracia de Dios?
Desde el mismo instante en que Dios hizo este mundo, Él deseaba convertirnos en Sus hijos propios. Es por ello que Él nos permitió nacer sobre esta tierra, Él porque nos dio este evangelio del agua y el Espíritu, y el porque, al permitirnos conocer este evangelio y creer en el, Él hizo posible que nosotros naciéramos de nuevo. Ahora Dios nos ha convertido, a los que creemos en este evangelio del agua y el Espíritu, en Su precioso pueblo, en Sus propios hijos, de una vez por todas.
Nuestro Señor ciertamente nos ha dado vida eterna y ha exaltado nuestro estatus por encima de todas las demás creaciones. Y Él nos ha revestido en el esplendor de vivir como hijos de Dios. Él nos ha dado bendiciones increíbles. Damos gracias a este Dios. ¿Cómo podríamos darnos cuenta de la totalidad de Su inimaginable gracia, para que podamos ser capaces de agradecer y dar la suficiente gloria a Dios?
¿Cómo podríamos alguna vez jactarnos ante Dios? ¿Cómo podríamos sobreactuar ante Dios? ¿Cómo podríamos arrogantemente decir ante Él, “Yo soy un hombre de inteligencia y sabiduría?” ¿Cómo podríamos decir cualquier cosa ante la Palabra hablada de Dios y la guía de la Iglesia? ¿Cómo podríamos nosotros, aun por un instante, considerar el verdadero evangelio como algo menor a nuestros propios pensamientos? A nuestro Dios que nos ha salvado a seres tan bajos como nosotros de todos nuestros pecados, que nos ha convertido en Sus hijos, y que nos ha dado vida eterna y nos ha permitido disfrutar todo el esplendor y gloria, no tenemos otra opción que dar nuestra gratitud por fe. Por lo tanto, debemos obedecer a Dios por fe, seguir al Señor por fe, y mientras le seguimos a Él, debemos aceptar la preciosa providencia de Dios por fe.
El eslogan para este año de The New Life Mission es: “Predica el Evangelio e Inspira el Crecimiento Espiritual por Todo el Mundo.” Tenemos muchos hermanos y hermanas por todo el mundo, que han recibido la remisión de sus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu a través de nuestros ministerios. Ellos son los colaboradores potenciales de nuestra misión, y debemos alimentarnos y ocuparnos de ellos a través de correos-e, llamadas telefónicas y con nuestra literatura Cristiana. Y deseamos tenerlos también como nuestros socios, trabajar juntos para proclamar el evangelio, orar juntos, y pelear juntos contra Satanás por fe. Nuestros siervos en Corea y nuestros socios en todo el mundo trabajan juntos de la misma manera por fe hasta el día en que nuestro Señor regrese. Es por eso que este año escogimos ese eslogan, y es mi sincero deseo que ciertamente podamos vivir a la altura de este eslogan. Hasta el día en que nuestro Señor regrese, continuaremos trabajando bajo este eslogan.
Ciertamente, predicaremos el evangelio aún más y más lejos. El año pasado, como siempre, Dios nos hizo servir al Señor más de lo esperado. Y estoy seguro que también para este año, Él continuará trayendo abundantes bendiciones para que nosotros le sirvamos a Él. Es mi deseo esparcir el evangelio aún más por todo el mundo, servir al Señor y al evangelio más, dar aún mayores frutos espirituales de salvación, dar mayor gloria a Dios, y recibir más bendiciones de Dios, en cuerpo y en espíritu en ambos. Yo oro a Dios para que Él haga todo esto posible para nosotros. Yo deseo que nuestro Dios nos sostenga firmemente y nos bendiga a todos.
Verdaderamente yo deseo que vivamos por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu hasta el día en que nos encontremos con el Señor cara a cara. Hasta ese día, debemos ser fieles a Su llamado de evangelismo mundial. Nuestro Señor Jesús ya nos ha salvado a través de Su bautismo y sangre. Él tomó todos nuestros pecados al ser bautizado y fue condenado por nosotros derramando Su sangre y muriendo sobre la Cruz. Por lo tanto, hasta el mismo final, daremos testimonio de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Yo deseo que todos nosotros tengamos una fe más fortalecida en Dios, que demos más testimonio, dar más frutos espirituales, recibir mayores bendiciones, y vivir para nuestro Señor.
 

Ya que la Mayoría de los Cristianos Han Creído y Han Interpretado Erróneamente Esta Verdad de 1 Juan 1:8-10, Debemos Aprender la Verdad Real Nuevamente

A través del pasaje de la Escritura de hoy, me gustaría hacerte saber la Verdad que el Apóstol Juan deseaba explicar repetidamente y en detalle. Lo que él deseaba hacernos saber es muy complicado ya que hubo muchos casos espirituales que tuvo que manejar. Por lo tanto, no puedo hacer otra cosa que considerar esta lección escritural repetitivamente, debido a que debemos interpretar la Palabra de Dios de acuerdo a las intenciones originales de quién escribió las Escrituras las cuales fueron inspiradas por el Espíritu Santo. Es por ello que te pido que leas este sermón cuidadosamente y con paciencia.
En este momento, el Espíritu de Dios habita en el corazón de aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu. El Espíritu Santo es el mismo Dios santo, no es diferente de Dios Padre y de Jesucristo. Por lo tanto, para aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, esencialmente Él es la luz de la Verdad. Así que este Dios, el Espíritu Santo, da testimonio de la Verdad de que Él nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Nuestro Señor nos ha liberado de todos nuestros pecados de una vez por todas a través de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Juan nos dice que podemos tener verdadera comunión solo por fe, en la luz de la Verdad real de Dios. Ahora, debemos recordar aquí que somos de los que han visto a Jesucristo con los ojos de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, le tocamos a Él, y le escuchamos a Él con nuestros oídos en la misma fe.
El Apóstol Juan, como uno de los lideres espirituales, realmente deseaba tener comunión con los creyentes de su época. Sin embargo, debido que no se podía tener una verdadera comunión entre los nacidos de nuevo y los pecadores, primeramente él quería clasificar a los Cristianos en distintas categorías al proponerles esta pregunta: “¿Has sido liberado de todos tus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu?”
 


El Apóstol Juan Nos Está Diciendo la Verdad Que Todos Nosotros Debemos Saber


¿Porque el Apóstol Juan está usando aquí la palabra “si”?
Al hacer eso, él deseaba hablar la Verdad aplicándolo a dos diferentes clases de gente.

Debemos darnos cuenta que es por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, el cual es el amor de Dios, por lo que hemos sido lavados de todos nuestros pecados de una vez por todas. Nuestro Señor es el Salvador quién nos ha limpiado y nos ha salvado perfectamente de todos nuestros pecados con este evangelio verdadero, el amor de Dios Padre.
Ahora, usando la palabra “si”, el Apóstol Juan declaró, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). Este pasaje significa que “si decimos que no tenemos pecado, o que nunca hemos pecado,” entonces somos de aquellos que se engañan a sí mismos, y también engañamos a Dios. Si tú no conoces el evangelio del agua y el Espíritu ni crees en el, y aún así dices que no tienes pecado, o que nunca has pecado contra Dios, entonces claramente estas pecando contra Dios, tal gente, en otras palabras, está claramente mintiendo sin intención a Dios, ya que ellos aún no creen en el evangelio del agua y el Espíritu ante Él.
Sin embargo, la mayoría de los Cristianos de esta era no creen en el evangelio del agua y el Espíritu, y por consiguiente no conocen la Verdad de que todos sus pecados ya han sido borrados por los actos de justicia de Jesucristo. En vez de eso creen que sus pecados pueden ser borrados tan solo confesándolos. Esto es profundamente molesto y entristecedor. El Apóstol Juan nos dice que aquellos que tienen tal fe sin fundamento son mentirosos ante Dios. Este es el punto del pasaje de 1 Juan 1:8-10.
Nuestro Señor ha borrado todos los pecados de toda la humanidad de una vez por todas a través del amor de la salvación, Él fue bautizado y derramó Su sangre sobre la Cruz, es la verdad eterna para nosotros. Por lo tanto, todos nosotros debemos darnos cuenta que conociendo y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, el evangelio de la remisión del pecado manifestado a través del amor de Jesucristo, ciertamente podemos ser salvados de todos nuestros pecados de una sola vez.
Sin embargo mucha gente aún no conoce la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, y como resultado, están viviendo sus vidas en vano, con todos sus pecados que permanecen intactos en su corazón, solo para que al final alcancen su propia muerte, en ambos, cuerpo y espíritu. De esta manera, primero deben confesar que ciertamente tienen pecado, y que tienen necesidad del amor de la misericordia de Dios, esto es, el evangelio del agua y el Espíritu.
Como tal, todos deben conocer primero esta verdad del agua y el Espíritu. Si alguno de ustedes no conoce el evangelio del agua y el Espíritu, y aún así le dice a Dios que no ha pecado, entonces sin lugar a dudas es un mentiroso. Tal gente debe aceptar el evangelio del agua y el Espíritu en su corazón tan pronto como sea posible. Todos aquellos que tienen pecado ante Dios deben confesar que están destinados a pecar hasta el día en que mueran, y deben aceptar en su corazón la salvación del evangelio del agua y el Espíritu, el amor de la misericordia de Dios, y creerlo. Deben darse cuenta que verdaderamente no pueden salvarse de todos sus pecados si no creen en el amor de la salvación revelado en el evangelio del agua y el Espíritu dado por Dios. Por lo tanto, todos aquellos que tienen pecado ante Dios deben admitir que son pecadores, y deben creer en el evangelio del agua y el Espíritu, el evangelio que puede liberarlos de todos sus pecados.

¿Quién puede recibir el lavado del pecado de Dios?
Aquellos que no esconden sus vidas pecaminosas de Dios y creer en el evangelio del agua y el Espíritu.

Todos debemos conocer y creer en la verdad del amor, que Jesucristo el Hijo de Dios vino a esta tierra en semejanza de hombre y ha salvado a todos y a cada uno de nosotros de todos nuestros pecados a través del evangelio de amor del agua y el Espíritu. Todos aquellos que conocen la razón del porque Jesús fue bautizado por Juan y crucificado, y creen en esto, pueden ser salvos de todos sus pecados de una vez por todas por esta fe. Todos debemos darnos cuenta que creyendo en la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, podemos recibir, por esta fe, el perfecto amor de la salvación de Dios. Como tal, aquellos que creen en este amor de Dios otorgado a través del evangelio del agua y el Espíritu pueden ser salvos de todos sus pecados por fe.
Sin embargo, para creer en el amor de la salvación de Dios, primero deben honestamente admitir ante Dios que tienen pecado, y que por siempre están destinados al infierno por sus pecados: “Yo tengo pecado ante Dios. Yo soy alguien que, nacido como descendiente de Adán, herede el pecado.” Solo aquellos que admitan que son pecadores, reconocen que la Ley de Dios es estricta, y al rendirse a Él pueden ser liberados de todos sus pecados por Su gracia la cual es otorgada a los creyentes en el evangelio del agua y el Espíritu. Es solo para aquellos que admiten que ellos mismos son graves pecadores destinados al infierno y que Dios les ha dado la oportunidad de ser liberados del pecado por esta fe en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu.
Así que esta oportunidad para recibir la remisión del pecado es dada solamente cuando uno sabe que es un ser pecaminoso, y que el juicio por el pecado le espera. Cada pecador debe confesar, “Dios, yo soy un pecador, alguien que esta destinado al infierno.” Esto es lo que 1 Juan 1:8 declara a cada pecador.
 

¿Cuál es el Significado de 1 Juan 1:9?
 
¿Que significa este versículo sí lo aplicamos a los pecadores?
Les está diciendo que primero deben ser lavados de todos sus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu.

1 Juan 1:9 dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Cuando aplicamos este pasaje a los pecadores, su significado es revelado de la siguiente manera: si nosotros realmente confesamos la naturaleza pecaminosa de nuestras almas, el Señor lavará todos nuestros pecados con la verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
El Apóstol Juan dijo en 1 Juan 4, “Dios es amor.” En otras palabras, Dios es esencialmente el Señor del amor y de la verdad, y, a través de Su amor, Él ha salvado a todos los pecadores de una vez por todas de todos sus pecados. Juan también dijo, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). También está escrito, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Estos pasajes nos están diciendo, que Dios se hizo carne y vino como hombre, fue bautizado, derramó Su sangre y por consiguiente salvó a la humanidad de todos sus pecados. Esta remisión del pecado es la misma sustancia del amor de Dios. Al creer en este amor de Dios que vino como el evangelio del agua y el Espíritu, todos los seres humanos pueden ser salvos de todos sus pecados. Este amor de Dios es el verdadero amor de la verdad (2 Tesalonicenses 2:10).
En Romanos 5:19, está escrito que por la desobediencia de un hombre muchos fueron hechos pecadores. Este pasaje significa que debido a que todos los seres humanos, sin importar sus propias intenciones, nacen con su pecado desde el mismísimo nacimiento en este mundo, fundamentalmente esto los convierte en pecadores que no pueden evitar pecar en todo tiempo a través de todas sus vidas. En concreto, nadie pude decir, “Yo estoy sin pecado,” a menos que sea limpiado de todos sus pecados creyendo en el poderoso evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, existe gente que se atreve a decir, “Yo estoy sin pecado,” aunque no tienen fe en el verdadero evangelio. Para aquellos que, a pesar de esto, aún afirman estar sin pecado sin tener fe en el evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos está diciendo que el amor de la verdad de Dios no puede entrar en su corazón. Si tú le dices a Dios que no tienes pecado y en realidad si hay pecado en tú corazones, ¿cómo puede el amor de Dios entrar en tales corazones?
La Biblia nos dice que el amor de la verdad de Dios no puede entrar en los corazones de aquellos que no tienen conocimiento de la verdad del evangelio del agua y el Espíritu y aún así le dicen a Dios que no tienen pecado. Su amor misericordioso solo es dado a los corazones de aquellos pecadores que admiten ante Dios que tienen pecado, permitiendo al evangelio del agua y el Espíritu, la verdad de la remisión del pecado, a ellos. Aquí, debemos poner cuidadosa atención a la palabra “si” que usó el Apóstol Juan.
Nuestro Señor trae la salvación de la verdadera remisión del pecado solo a aquellos pecadores que le confiesan a Él francamente que son pecadores. Ya que Dios es fiel a todos, y Él es justo, Él ha venido a nosotros a esta tierra por el evangelio del agua y el Espíritu para lavar todos nuestros pecados. Así que Dios dijo a aquellos que tienen pecado ante Él, y a todos aquellos que no engañan sus corazones si no que hacen una confesión verdadera, Él dará la bendición de la salvación que los lava de toda iniquidad.
Por lo tanto, cada pecador, que aún no conoce el evangelio del agua y el Espíritu, debe orar dela siguiente manera: “Dios, he cometido estos pecados contra Ti. Y debido al pecado que herede de mis ancestros Adán y Eva, no puedo evitar continuar pecando mientras vivo. Dios, admito que no tengo otra opción que la de estar destinado al infierno de acuerdo a Tú Ley. ¡Por favor salva a este pecador destinado al infierno de todos mis pecados!”
 A aquellos que confiesen así ante Dios y le pidan Su misericordiosa salvación, Él dará la salvación de verdad que Él ha preparado para ellos. Para salvar a todos los pecadores de sus pecados, Dios se hizo hombre durante un tiempo. Él es Jesucristo. Él ha completado la justicia de Dios al ser bautizado por Juan y al llevar toda la condenación del pecado cargando los pecados del mundo hasta la Cruz y al derramar Su preciosa sangre. Jesús ciertamente salvó a toda la humanidad de todos sus pecados. El Señor ha dado Su salvación perfecta a quienquiera que cree en esta verdad. Debido a que el regalo de la salvación que Dios ha dado a la humanidad es la verdad que ha llegado a través de la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, al creer en esta verdad, cada pecador debe recibir la remisión del pecado de parte de Dios y darle la alabanza a Él.
 


Por lo Tanto, Todos Nosotros Debemos Confesar Nuestros Pecados y Ser Salvos de Todos Nuestros Pecados por Nuestra Fe en el Evangelio del Agua y el Espíritu


¿Exactamente cómo se ha realizado en nosotros el pasaje que describe a Dios como “fiel y justo”?
Se ha realizado con la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu que lava nuestros pecados.
 
1 Juan 1:9 afirma, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Aquí, la frase “fiel y justo” habla de la verdad de que nuestro Señor no solamente tomó todos nuestros pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, sino que además al ser condenado vicariamente sobre la Cruz por todos nuestros pecados de una sola vez, Él fielmente cumplió Su promesa para todos los que creen en Él. En concreto, nuestro Señor cumplió toda la justicia de Dios todo de una sola vez a través del evangelio del agua y el Espíritu.
Que Dios es “fiel” significa que Él es verdadero, y que no es falso sino real. Significa que Dios está diciendo, “Mi amor que te ha salvado de todos tus pecados es verdadero; nunca es falso. Yo les he liberado a todos ustedes totalmente como Yo lo prometí en el Antiguo Testamento. Yo envié a Mi Hijo Jesucristo como tú Salvador, e hice que Él recibiera el bautismo de Juan para tomar todos tus pecados. Y Él fue condenado por todos tus pecados derramando Su sangre para cumplir Mi promesa de la salvación sin fallarte.”
Cuando los pecadores confiesan ante Dios que son pecadores, aceptan Su amor, y reconocen la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu, entonces pueden ser salvos de todos sus pecados. La Biblia dice, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Quienquiera que recibe el regalo de Dios con un corazón que cree llega a tener vida eterna, pero quienquiera que rechaza este regalo, el evangelio del agua y el Espíritu, será enviado al infierno para condenación eterna.
“En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). El amor de Dios fue manifestado a través de los justos actos de Su Hijo, lo cual está formado por el bautismo que Él recibió de Juan el Bautista y la verdad de Su derramamiento de sangre sobre la Cruz.
 

¿Entonces a Quién se Aplica 1 Juan 1:8-10?

¿A quién se le menciona el pasaje de 1 Juan 1:8-10?
Es la verdad hablada a dos clases de personas: A aquellos que creen en le evangelio del agua y el Espíritu, y a aquellos que no.

Entonces, ¿este pasaje también se menciona a aquellos que han recibido la remisión del pecado? ¿O solo se menciona a aquellos que todavía no han recibido la remisión del pecado? Es lo que Dios habló a estas dos clases de gente, a ambos; a aquellos que han recibido la remisión del pecado y a aquellos que aún están por recibirla. 
1 Juan 1:9 dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Vayamos, entonces, a aplicar primeramente este pasaje a aquellos que han recibido la remisión de sus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Los nacidos de nuevo, que han recibido la remisión del pecado, deben confesar sus pecados sobre la base de su fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Ellos deben, en otras palabras, confesar sus pecados creyendo que Jesús ya ha lavado todos estos pecados con Su bautismo y Su derramamiento de sangre sobre la Cruz.
Desdichadamente, muchos Cristianos de la actualidad creen en la equivocada doctrina de las oraciones de arrepentimiento. Creen que si confiesan sus pecados cada día y le piden a Dios que los lave de estos pecados con la sangre de Jesús, Dios lavará estos pecados siempre que oran. Si la gente, aunque no conozca el evangelio del agua y el Espíritu aunque creen en Jesús como su Salvador, confesará sus pecados y le pidiera a Él cada día que los lavara, entonces ¿qué tendría que hacer Jesús una vez más? ¿Y como tendría que hacerlo? Entonces Jesús tendría que venir a este mundo nuevamente, tomar los pecados del mundo nuevamente siendo bautizado por Juan el Bautista, ser crucificado a muerte una vez más, y levantarse de entre los muertos aún una ves más.
Son los llamados Cristianos pecadores los que están crucificando a Jesús diariamente. Necesitas darte cuenta aquí que si tratas de ser lavado de tus pecados solamente creyendo en la sangre de la Cruz, aún cuando de hecho ni conoce ni crees en el evangelio del agua y el Espíritu, tan solo terminaras cayendo en la trampa de una religión mundana, de donde será muy difícil que salgas. Para lavar todos los pecados que cometes, ¿acaso Jesús realmente debe ser bautizado nuevamente por Juan el Bautista y derramar Su sangre una vez más? Se debe a que has mal interpretado a Jesús y has creído erróneamente en Él que hasta este mismo día, has guardado intactos todos tus pecados en tu corazón.
Pero si tú crees en el evangelio del agua y el Espíritu, puedes totalmente borrar todos tus pecados de tú corazón de una vez por todas. ¿Por qué? Porque Jesús cargó para siempre los pecados del mundo al ser bautizado por Juan, como nos dice la Biblia, “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10:18). Por lo tanto, aquellos de entre nosotros que están tratando de lavar sus pecados a través de oraciones de arrepentimiento diariamente mientras que cargan sus pecados en el corazón están realmente cometiendo un grave pecado en contra de Dios cada día. Y también son aquellos que aún no creen en el evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, aquellos que no conocen el evangelio del agua y el Espíritu están distorsionando el pasaje de hoy. Esta es la realidad del Cristianismo de la actualidad. Piensan que su fe descansa sobre algo parecido al evangelio del agua y el Espíritu, pero en esencia es totalmente diferente. Los religiosos que ahora se encuentran en las comunidades Cristianas solo conocen y creen en la mitad de la Verdad, ya que ellos no tienen el conocimiento apropiado del evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo debido a que claramente no conocen el evangelio del agua y el Espíritu, y debido a que confían más en las doctrinas Cristianas que en la Palabra del evangelio de Dios del agua y el Espíritu, viven sus vidas en ignorancia ante su propia desnudes espiritual.
Esta es la forma en la que están viviendo ante Dios con una fe mentirosa. Es por eso que hay muchos Cristianos en este mundo que no conocen el evangelio del agua y el Espíritu. Es por eso que lo aclarado aquí que se debe a que la gente no conoce el verdadero evangelio del agua y el Espíritu por lo que ellos tienen pecado en su corazón aún cuando creen en Jesucristo.
El hecho que estoy señalando es que algunos de ustedes solo tienen la mitad de la fe y puede ser demostrado con el evangelio del agua y el Espíritu. Tengo toda la confianza para decirte que si alguien, en sus propios pensamientos, no cree en la verdad contenida en el evangelio del agua y el Espíritu, el evangelio de la verdad de Dios, se convertirá en un mentiroso ante Dios y encarara Su temida condenación por el pecado. Es por eso que estoy tratando de re-interpretar y de explicar 1 Juan 1 a ustedes.
La fe que solo contiene la sangre de Jesús sobre la Cruz como la salvación es un evangelio no verdadero que se ha desviado muy lejos del santo evangelio de la verdad del agua y el Espíritu. Esta fe que cree solo en doctrinas Cristianas claramente enfatiza solamente la sangre de la Cruz, y no en el evangelio del agua y el Espíritu, desde una perspectiva real, es defectuosa.
A través de las series de mis sermones, ya le he dicho claramente a muchos Cristianos en todo el mundo que el Señor ya lavó todos sus pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, mucha gente en este mundo aún no conoce el verdadero evangelio del agua y el Espíritu. En vez de eso piensan que de alguna manera pueden lavar sus pecados diarios y acercarse más a Dios simplemente con sus oraciones de arrepentimiento. Tal fe es en extremo defectuosa. Como tal, entre los Cristianos de la actualidad, existen muchos que aún no creen en el evangelio del agua y el Espíritu, y como resultado, están parados afuera de la verdad de la salvación.
1 Juan 1:9 claramente indica que Dios ya ha lavado aún nuestros pecados personales que cometemos diariamente, y que podemos guardar nuestros corazones sin pecado confesando nuestros pecados de cada día sobre la base de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo hasta este mismo día mucha gente aún no conoce el evangelio del agua y el Espíritu y no creen en el, y como resultado, están entrando en su propia destrucción debido a sus pecados –solo puedo sentir pena por ellos. Tal gente engañosamente cree que mientras está viviendo en este mundo, puede lavar sus pecados con sus oraciones de arrepentimiento de la siguiente manera: “Dios, por favor perdóname. Una vez más, he hecho lo malo hoy. Peque desde esta mañana hasta poco antes del servicio de adoración. Por favor perdóname.”
Cuando ofrecen tales oraciones de arrepentimiento, creen que todos sus pecados fueron lavados cuando oraron, pero de hecho, sus pecados aún permanecen intactos en sus corazones. Y, como dije antes, tal gente es infiel ante Dios, y está cometiendo graves pecados ante Él. Son aquellos que obstinadamente rechazan el amor incondicional de Dios que Él ha concedido a nosotros a través del sacrificio perfecto de Su Hijo.
 

Decir Que NO Hemos Pecado Contra Dios Es Mostrar Cuanto Ignoramos de Nosotros Mismos

¿Existe alguien en este mundo que no haya pecado?
No puede existir nadie. Todos somos graves pecadores que hemos pecado contra Dios.

1 Juan 1:10 dice. “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” Entre los evangélicos de la actualidad, existen aquellos que afirman no cometer pecado, pero esto es solamente necedad pura. Los pecados que comete la gente no solo se refieren a las malas acciones que comete con sus hechos, además se refiere a los pensamientos malvados que están atados en sus mentes debido a su naturaleza pecaminosa. ¿Acaso nunca te has enojado con alguien por llegar tarde? ¿Acaso no gritas toda clase de insultos a alguien que te cierra el paso con su auto? ¿Existe algo especial en los seres humano que, después de todo, son de carne? Así que para que alguien afirme ante Dios que no ha pecado es hacer mentiroso a Dios. Esto es lo que dice 1 Juan 1:10.
Se debe a que todos pecan contra Dios hasta el día en que mueren por ello Jesús cargó todos los pecados de la gente de este mundo al ser bautizado, llevó estos pecados del mundo hasta la Cruz, y derramó Su sangre sobre ella para dar la paga de una sola vez. Este es el perfecto amor de Dios que Él tiene hacia nosotros, y es la Verdad de la salvación que nos ha salvado totalmente con el evangelio del agua y el Espíritu. El amor de Dios, en otras palabras, se manifestó en el bautismo que Jesús recibió de Juan, Su derramamiento de sangre sobre la Cruz, y en Su resurrección. Y este fue el único camino apropiado para que Él completara toda la justicia de Dios (Mateo 3:15).
Sabiendo perfectamente bien cuan débiles somos los seres humanos, y como no podemos evitar cometer incontables pecados en este mundo, nuestro Señor, antes de ser crucificado, primeramente cargó todos los pecados mundanos de todos al ser bautizado por Juan el Bautista, llevó estos pecados del mundo hasta la Cruz, derramó Su sangre, lavó los pecados de aquellos de nosotros que creemos, y llevó nuestra condenación por el pecado de una sola vez. Debido a que nacimos con todos los ingredientes del pecado desde el mismo nacimiento en este mundo, no existe forma para que nosotros no pequemos mientras estemos viviendo en este mundo. Es por ello que Dios nos está diciendo que confesemos nuestros pecados y creamos en el evangelio del agua y el Espíritu. Entonces nuestro Señor nos hará nuevos una vez más con la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, la verdad que ha lavado nuestros pecados, la verdad que nos ha lavado de todos nuestros pecados e injusticia.
Ahora debemos confesar nuestros pecados colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, diciendo, “Dios, he fallado en vivir de acuerdo a Tú Ley, y he pecado en contra Tuya.” Cuando así confesamos nuestros pecados, el amor de Dios hará que nos demos cuenta que Jesús tomó los pecados del mundo a través del bautismo que Él recibió de Juan en el Río Jordán, cargó estos pecados hasta la Cruz, derramó Su sangre por nosotros, y Él ya ha expiado todos nuestros pecados, incluyendo estos pecados, así nos está diciendo que ahora estamos sin pecado.
En concreto, los justos también deben confesar sus pecados ante Dios, pero deben hacerlo dentro de su fe en el evangelio del agua y el Espíritu, el cual les da una gran confianza en la remisión aún de sus pecados personales. Fue para darnos la bendición de la salvación, de la remisión aún de nuestros pecados cotidianos, por ellos nuestro Señor fue bautizado por Juan, murió sobre la Cruz, y se levantó de entre los muertos. Así al aceptar todos los pecados de este mundo de una vez por todas a través de Su bautismo, así como por cargar estos pecados y derramar Su sangre, nuestro Señor ha completado la remisión del pecado, la cual ha llegado a ser toda la justicia de Dios, para aquellos que creen en esto. El evangelio del agua y el Espíritu en el cual creemos es la Verdad de Dios y el amor de la salvación.
 

¿Crees en la Verdad que sé Manifiesta en Esta Oración de Confesión?

¿Por qué nuestro Señor tuvo que cargar los pecados del mundo de una vez por todos a través de Su bautismo?
Porqué Él sabía que no podíamos evitar pecar hasta que morimos en este mundo.
 
1 Juan 1 habla la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, la cristalización del amor de Dios, habla a dos clases de gente simultáneamente. Sin embargo, aún mientras hablamos ahora, los Cristianos por todo el mundo, debido a que han fallado en alcanzar la interpretación correcta de estos tres versículos de 1 Juan 1:8-10, han caído en la confusión y están entrando en su propia destrucción, el eterno castigo del infierno. 1 Juan 1:8 dice, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” Viendo este pasaje, alguna gente ha mal interpretado su significado, y pensando que solamente es natural que tengan pecado aún cuando creen en Jesús, ellos se han ofrecido a sí mismos para permanecer como pecadores. Pero es erróneo mal interpretar y creer erróneamente de este modo.
¿Es correcto que todos aún tengan pecado en su corazón aún después de creer en el evangelio del agua y el Espíritu? ¡No, esto no es correcto! Cualquiera que afirme conocer el evangelio del agua y el Espíritu, y sin embargo al mismo tiempo dice que su corazon aún tiene pecado en su corazón, es alguien que realmente no cree en la Verdad de la salvación. Pero aquellos que creen que la verdad del evangelio del agua y el Espíritu los ha remitido completamente de todos sus pecados son aquellos cuyos pecados ciertamente han sido lavados. Como tal, 1 Juan 1 se aplica a dos clases de gente.
El Apóstol Juan usó la palabra “si” aquí debido a que existían muchos que venían a la Iglesia de Dios y pretendían ser justos mientras que no conocían todavía el evangelio del agua y el Espíritu, y no habían recibido la remisión de sus pecados. Y realmente él quería que recibieran la remisión del pecado creyendo en la verdad del evangelio del agua y el Espíritu. También este era su mayor deseo para toda la gente de todo el mundo.
 

Ahora Examinemos 1 Juan 1:8-10 con Mayor Detalle
 
¿Cómo debemos confesar nuestros pecados?
Debemos confesar nuestros pecados colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.

Este pasaje nos enseña como aquellos de entre nosotros que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu deben confesar sus pecados ante Dios cuando cometen una trasgresión, y al hacer esto, podemos ser liberados de la oscuridad que sé levantó por todas nuestras transgresiones.

Si alguien que cree en El evangelio del agua y el Espíritu peca de nuevo, entonces, ¿se convierte en pecador?
No.

Considerando el pasaje de la Escritura, particularmente la parte que dice, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros,” una vez más estamos confundidos. Entonces, la primer pregunta es si es o no posible para aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu que una vez más tengan pecado en su corazón. Es tan claro como el cristal que aquellos que conocen a Jesucristo apropiadamente y creen en el evangelio del agua y el Espíritu no tienen, de hecho, pecado en su corazón. Esto se debe a que nuestro Señor, por el poder del evangelio del agua y el Espíritu, ha lavado los pecados de todos de una vez por todas y llevó toda la condenación por el pecado.
La Biblia nos dice que a través del evangelio del agua y el Espíritu, Dios ha liberado de todos sus pecados a aquellos que creen esta luz de la verdad y la siguen. Aquí, entonces, volvamos a la pregunta que recién se hizo: Cuándo esta gente que ha recibido la remisión de sus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu pecan una vez más, ¿regresan una vez más a ser pecadores? Esto nunca podrá pasar. Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu están siempre sin pecado, en todo tiempo.
Cuando aplicamos este pasaje a la gente que aún está por creer en el evangelio del agua y el Espíritu, este pasaje sé convierte en la piedra de su estatus espiritual. Antes de este pasaje, ellos no pueden evitar el confesar ante Dios que son pecadores que están condenados a ir al infierno. Y entonces Dios mostrará Su misericordia a ellos a través del evangelio del agua y el Espíritu. Por lo tanto, podemos interpretar 1 Juan 1:8 como el pasaje en el cual Dios llama a los pecadores a arrepentirse y a recibir la remisión de todos sus pecados creyendo en el verdadero evangelio.
Pero, como antes escribí, algunos evangélicos afirman con sus labios que no tienen pecado aún cuando ignoran el evangelio del agua y el Espíritu. Tal gente sé engaña a sí misma ya que la verdad no esta en ellos. Ellos nunca podrán recibir la remisión de sus pecados debido a su falsedad. Este pasaje realmente le dice a los Cristianos pecadores que para habitar en la luz de la Verdad, primero deben recibir la remisión del pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu.
Por lo tanto, el pasaje de 1 Juan 1:8, el cual afirma, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros,” no significa que aquellos que creen en el poder del evangelio del agua y el Espíritu sé convertirán una vez más en pecadores si pecan nuevamente. Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu no tienen pecado. Lo que necesitamos saber es que si alguien que cree en el evangelio del agua y el Espíritu peca, primeramente debe admitir su error y darse cuenta que este pecado no está en su corazón, sino que ya fue borrado por el poder del evangelio del agua y el Espíritu. Solo entonces podremos ser liberados de todas nuestras insuficiencias por la fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
Esta es la verdad que nuestro Señor está haciendo que nos demos cuenta a través de 1 Juan 1:8-10. Por lo tanto, cuando pecamos contra Dios, debemos confesar tales pecados detalladamente, y debemos confiar en el evangelio del agua y el Espíritu. El Señor nos está diciendo que tal confesión de fe es la oración correcta de la confesión. El Apóstol Juan nos está diciendo aquí que no habitemos en nuestros pecados personales que son cometidos continuamente, sino que seamos libres del reino de las tinieblas colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
Nunca podrán existir circunstancias en que aquellos que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu sé vuelvan nuevamente en pecadores por cometer otro pecado contra Dios. Aquellos que una vez han creído en el evangelio del agua y el Espíritu, por esta fe, siempre y por siempre están sin pecado. A partir de ahora, nosotros quienes creemos en el evangelio del agua y el Espíritu debemos darnos cuenta que nos hemos convertido en hijos de Dios, ya que hemos llegado a estar limpios por la fe.
El Apóstol Juan nos está diciendo a todos nosotros que confesemos nuestros pecados, y él desea compartir su fe con todos nosotros para que habitemos en la luz de la verdad de Dios y tengamos una verdadera comunión con Él.
¿Cómo, entonces, creyó él en Dios? ¿Que clase de fe tenía él? Su fe claramente era diferente de la fe de los Cristianos de la actualidad. ¿Cómo era diferente? Los Cristianos de la actualidad solamente creen en la sangre que Jesús derramó sobre la Cruz, pero Juan creía en Jesús quién vino por el agua, la sangre y el Espíritu (1 Juan 5:4-8). Él, en otras palabras, creía en el evangelio del agua y el Espíritu como lo hacemos nosotros los nacidos de nuevo.
Entonces, ¿cómo es? ¿No era su fe diferente de los Cristianos de la actualidad? Claramente era distinta. Los resultados de creer en Jesucristo, por lo tanto, también eran diferentes. Debido a que la fe del Apóstol era tan perfecta, y su corazón permanecía sin pecado bajo todas las circunstancias, él no tenía miedo de Dios (1 Juan 4:18).
En contraste, ¿cómo son los Cristianos de la actualidad? Cuándo los Cristianos de la actualidad pecan, ¿acaso no tienen pecado en su corazón? Claramente lo tienen. Y en lugar de no temer a Dios, ciertamente le temen.
Ahora hemos recibido la remisión de nuestros pecados al tener la misma fe que tenía el Apóstol Juan. Pero aún después de haber recibido la remisión eterna del pecado, aún continuamos pecando, ya que nuestra carne es débil. Es por ello que debemos rumiar sobre la verdad del evangelio del agua y el Espíritu siempre que pequemos. Es por eso que nosotros, aunque sin pecado, somos liberados de las tinieblas confesando nuestros pecados diarios.
Si no continuáramos pecando, no necesitaríamos ofrecer mas oraciones de confesión. Por lo tanto, aquellos que no confiesan sus insuficiencias a Dios son los que aman la vida en su propia oscuridad. Ya que aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, el poder de sus oraciones de confesión sé manifiesta como la verdad que les permite vivir en la luz de Dios. Tales oraciones de confesión hechas por los justos manifiestan el poder del evangelio del agua y el Espíritu aún con mayor fuerza. Aún así, mucha gente continua en la ignorancia de la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, y como resultado, permanecen en la oscuridad con todos sus pecados intactos en su corazón. Esta gente ciertamente debe llegar a conocer el evangelio del agua y el Espíritu.
El ofrecer oraciones de confesión sin el evangelio del agua y el Espíritu no tienen ningún efecto. Para aquellos que ofrecen sus oraciones de confesión aún mientras sus corazones permanecen en pecado, no puede existir ningún efecto real en sus oraciones, a menos que primeramente crean en el evangelio del agua y el Espíritu.

¿Cuando aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu pecan, acaso esto significa que su corazón
tiene pecado nuevamente?
No, sus corazones aún permanecen sin pecado.

Toda la Palabra de la Biblia es un mapa de la salvación del verdadero amor. Si solamente leyéramos el versículo de 1 Juan 1:8, el cual afirma, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros,” ciertamente puede ser posible que pensemos que sea correcto aún para los Cristianos el siempre tener pecado. Pero lo que el Señor nos está diciendo que no es solamente por la sangre de la Cruz que todos nuestros pecados son borrados. Para todos nosotros, es por creer en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, la manifestación del amor de Dios, por lo que todos nuestros pecados son borrados por el poder de este evangelio. Aún si pecamos, debido a que el Señor ya ha borrado todos nuestros pecados, aquellos de nosotros que creemos permanecemos sin pecado. Así que primero debes darte cuenta y creer que el Señor te ha hecho sin pecado.
Entonces necesitamos considerar aquí como debemos entender y explicar el pasaje de la Escritura de hoy. El pasaje de 1 Juan 1:8-10 puede ser explicado solamente en la fe que cree en el evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor nos dio la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu para que siempre vivamos en Su resplandeciente luz de la verdad por la fe; es por ello que Él nos dio esta Palabra de la verdad. Lo que el pasaje de hoy nos está diciendo es que aunque hemos llegado a ser hijos de luz creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, aún es posible que nosotros habitemos en la oscuridad y pequemos, y por consiguiente debemos encontrar la luz verdadera haciendo una confesión apropiada a Dios en fe.
Aquellos que creen en la Palabra de la Verdad admiten que no pueden evitar pecar hasta que mueren. Por lo tanto, nosotros los justos le podemos decir a Dios hoy que no hemos pecado en nuestras vidas. Lo que el pasaje de la Escritura de hoy nos está diciendo es que no solamente confesemos a Dios nuestros pecados, sino que además confesemos que fundamentalmente somos pecadores, y nos volvamos al Dios de la verdad colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Debemos habitar en la luz admitiendo nuestras malas acciones con honestidad ante Dios y restaurar la luz confirmados una vez más en la luz del verdadero evangelio, ya que el pecado es pecado ante Dios.

¿Deben re-interpretar la mayoría de los Cristianos 1 Juan 1:8-10 para creer correctamente?
Sí. Deben re-interpretar este pasaje en el evangelio del agua y el Espíritu, y deben creer en esta verdad.

Necesitamos interpretar correctamente 1 Juan 1:8, donde dice, “Si decimos que no tenemos pecado,” el versículo 8 continua diciendo que si este es el caso, entonces “la verdad no está en nosotros.” Aquí, ‘la verdad’ es el evangelio del agua y el Espíritu, y quiere decir que el Dios de amor ha remitido todos nuestros pecados por el poder de la verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Si los nacidos de nuevo no consideran el pecado como pecado después de cometerlo, están reposando sobre la hipocresía, teniendo sus propias conciencias selladas con un hierro caliente. Si los creyentes del evangelio del agua y el Espíritu cometen pecado, deben confesar ante Dios apropiadamente para habitar en el hermoso evangelio, de la siguiente manera: “Dios, he pecado ante Ti cometiendo tal y tal trasgresión.” Siempre que pecamos, debemos admitir este hecho ante Dios como es. Entonces podemos ser liberados de todos nuestros pecados, ya que el Señor Todopoderoso nos da testimonio con Su Palabra de que Él ya ha limpiado todos nuestros pecados por el poder del evangelio del agua y el Espíritu que Él nos ha dado.
Se debe a que la verdadera Palabra dada por Dios del agua y el Espíritu siempre habita en nuestro corazón por lo que podemos hacer la confesión apropiada. Debemos recordar que a través de esta palabra verdadera del agua y el Espíritu, Dios nos ha limpiado de toda maldad. Con este evangelio verdadero, nuestro Señor ha borrado de una sola vez todos los pecados que nosotros los humanos cometemos durante toda nuestra vida. La confesión que se hace colocando la fe en esta Palabra es la confesión correcta.
La confesión de la cual está hablando el Apóstol Juan en 1 Juan, en otras palabras, no solamente se refiere a las oraciones de arrepentimiento que ofrecen aquellos que tienen pecado en su corazón. De lo que debemos de darnos cuenta aquí es que existen diferencias fundamentales entre la confesión de los pecados diarios hecha por los creyentes del evangelio del agua y el Espíritu y las oraciones de arrepentimiento hechas por aquellos que ignoran el poder del evangelio del agua y el Espíritu. Estos son distintos el uno del otro.
Cualquiera que tiene pecado en su corazón, sin importar si cree en Jesús como su Salvador, aún está viviendo bajo la ira de Dios. La Biblia dice que la paga del pecado es muerte, y que ningún pecado es borrado sin antes dar la paga con la vida: “Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22). Por lo tanto, aún si la persona llora por sus pecados cotidianos y ofrece constantemente sus oraciones de arrepentimiento, estos pecados sencillamente no desaparecen. Esta persona no tiene otra opción que la de continuar viviendo en la incertidumbre.
En contraste, aquellos que habitan en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu continúan morando en la luz de la verdad al confesar todos los pecados cometidos en sus vidas cotidianas, y colocando su fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Como tal, todo el mundo debe ser liberado de todos sus pecados creyendo en este poderoso evangelio. Por lo tanto, los Cristianos deben habitar en la resplandeciente verdad del agua y el Espíritu por la fe. Ya que todos nosotros, si cometemos obras perversas en contra de Dios o contra nuestros semejantes, debemos confesarlos como son y resolverlos por nuestra fe en el verdadero evangelio antes de seguir adelante.

¿Acaso no deberíamos aprender como hacer una confesión apropiada ante Dios?
Sí, necesitamos aprender a realizar una confesión apropiada en el evangelio del agua y el Espíritu.

Existen varias clases de pecado que nosotros los seres humanos cometemos ante Dios. Primero, la mayor maldad de todas las maldades que los pecadores cometen contra Dios es el pecado de no creer en el evangelio del agua y el Espíritu aún cuando lo conocen. Este pecado es el mismísimo pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Cualquiera que haya aprendido acerca del la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu y lo entiende debe creerlo, por que si falla en esto, nunca será remitido por Dios de sus pecados, jamás. Otro pecado mortal que los pecadores cometen sin intención es el pecado de interpretar erróneamente el evangelio del agua y el Espíritu y oponerse. Estos son dos pecados mortales que aquellos que no han nacido de nuevo cometen. Serán llevados al infierno a menos que se arrepientan de sus perversos caminos. Por lo tanto se requiere urgentemente que ellos se aparten de su camino de maldad, y crean en el verdadero evangelio del agua y el Espíritu.
Y decir que uno cree en el evangelio del agua y el Espíritu pero no trabaja en expandirlo también es un gran pecado perverso. Y, si hemos, ante la Iglesia de Dios, evitado que sea predicado el evangelio del agua y el Espíritu, entonces habremos cometido un gran pecado contra Dios. Estos son los pecados más graves que los nacidos de nuevo cometen ante Dios. Debemos confesar este pecado también como una acción errónea. Esta es la actitud correcta que los santos deben tener cuando confiesan sus pecados. Nosotros, los santos y siervos de Dios, debemos saber como hacer una confesión apropiada.
Todos debemos darnos cuenta lo que el pasaje de 1 Juan 1:8-10 está tratando de decirnos, y debemos creer en su mensaje. Si no reconocemos nuestros pecados y no sabemos como hacer una confesión apropiada, la verdad del evangelio de la salvación de Dios no sé encontrara en nuestro corazón. Lo que deseo reiterar aquí es que “Dios es luz.” Al darnos cuenta que ciertamente Dios es la luz misma, también creyendo que Dios es amor, necesitamos hacer la confesión correcta que reconoce como pecados todos nuestros actos de oscuridad que hemos cometido.
De lo que todos debemos darnos cuenta aquí es que debido a que Dios ha borrado todos nuestros pecados con la luz y el amor de Jesús, y debido a que hemos sido remitidos de todos nuestros pecados creyendo en esto, tenemos aún mayores razones para saber como hacer la confesión correcta. Necesitamos admitir que en nuestra carne, somos de los que con frecuencia no podemos evitar caminar en la oscuridad mientras vivimos en esta tierra, y necesitamos saber como hacer la confesión correcta creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Solo entonces podremos llegar a ser Cristianos verdaderamente maduros.
Entendiendo perfectamente bien que no podemos evitar vivir en medio de la oscuridad de la carne de vez en vez mientras habitamos en este mundo, nuestro Señor nos dio la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha permitido a todos nosotros poner nuestra vista en el Señor con los ojos de la fe, en el evangelio del agua y el Espíritu, y el vivir en la luz de la verdad. Nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados con Su poderoso evangelio. Por lo tanto, ciertamente podemos ser lavados de todos los pecados que cometemos en nuestra vida, pero para lograr esto, primero debemos hacer la confesión correcta ante Dios y creer en Él.
Es por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor por lo que hemos sido revestidos con la gracia de la remisión de nuestros pecados, de una vez por todas y para siempre. El Señor desea lavar para siempre nuestros pecados personales cuando ponemos nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Mientras continuamos con nuestras vidas en este mundo ante Dios, debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu dado por nuestro Señor, nuestro corazón debe estar conciente del hecho que Él ha borrado todos nuestros pecados, y debemos hacer la confesión correcta por medio de esta fe. Nuestro Señor quién se ha convertido en nuestra luz nos ha permitido seguirle, ciertamente sí todos nosotros rumiamos acerca de la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que Él nos ha dado, y afirmar la remisión de nuestros pecados en nuestro corazón.
Cuando hacemos lo que se supone que no debemos hacer ante Dios es lo que constituye pecado ante Él. Para todos nosotros, siempre que nos ofendemos u ofendemos a Dios, es solo cuando admitimos nuestras malas acciones ante Dios y ante los demás por lo que podemos hacer una confesión correcta. Para hacerlo, en otras palabras, debemos admitir que no podemos evitar pecar hasta que morimos. La confesión del pasaje de la Escritura de hoy no se refiere a las oraciones de arrepentimiento, en la cual uno admite únicamente sus pecados cometidos diariamente. La verdadera confesión de los santos es que nosotros admitamos nuestra naturaleza básica, así como los pecados que hemos cometido, dentro de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu que han limpiado todos los pecados de toda nuestra vida de una vez por todas.
Por lo tanto, el simplemente confesar nuestros pecados sin tener fe en la salvación del agua y el Espíritu no es ni la confesión que Dios desea de nosotros, ni la confesión correcta; como tal, no solamente debemos confesar a Dios los pecados que hemos cometido, sino a través de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu que Él ha permitido para nuestros corazones, debemos hacer la confesión correcta ante Él. Debemos darnos cuenta, en otras palabras, que es a través del evangelio del agua y el Espíritu que hemos sido salvados por Dios. Nuestro Señor ha otorgado Su gracia sobre nosotros con esta confesión correcta, para que podamos, a través del agua y el Espíritu, ser libres de nuestra propia oscuridad en todo tiempo. En concreto, la verdadera confesión se hace con la admisión de nuestros pecados ante Dios y de nuestra fe correcta en el evangelio del agua y el Espíritu.
Ya que la salvación que nuestro Señor nos ha traído ha borrado nuestros pecados de una vez por todas con el evangelio del agua y el Espíritu, y todo esto fue logrado bajo la consideración del hecho que continuaremos cometiendo equivocaciones hasta el fin de este mundo, Él nos está diciendo que confesemos y que miremos esta verdad. Es igual que cuando el pueblo de Israel veía a la serpiente sobre el asta (Números 21:8-9, Juan 3:14). Esta serpiente en el asta, que se aplica a Jesucristo, llevó todas las maldiciones de sus pecados. Al igual que la Palabra de Dios prometió que aquel que mirara esta serpiente viviría, Dios nos está diciendo que miremos al Señor y confesemos nuestros pecados poniendo nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Ya que nuestro Señor ha borrado todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu, bajo estas condiciones, siempre que pequemos en nuestras vidas, si tan solo confesamos tales pecados, llegaremos a experimentar la gracia de la remisión del pecado y ver nuestros pecados limpiados.
Ahora, siempre debemos mirar hacia el evangelio del agua y el Espíritu, y debemos vivir habitando en esta luz. Al hacer eso, podemos ser libres de todos nuestros pecados, y como resultado de esto, podemos vivir nuestras vidas mientras tenemos, en todo momento, la comunión de fe con Dios en la Verdad. Los justos deben vivir haciendo su confesión verdadera ante Dios. Así que debemos aprender como hacer esta confesión de fe verdadera ante Dios, y debemos creerla.

¿Debemos saber como hacer la confesión correcta?
Sí, ya que solo entonces podemos llevar nuestras vidas de fe correctamente hasta el fin del mundo.

Aquellos que saben como hacer una confesión apropiada ante Dios pueden caminar con el Señor hasta el fin del mundo. Para hacer eso, debemos admitir ante Dios todas las acciones incorrectas que hemos cometido. Si por casualidad hemos hecho daño a la Iglesia, también debemos admitir esto. Además, cualquier mala acción que hayamos hecho contra otros debe ser confesada personalmente, ya que solo entonces puede haber comunión unos con otros. Todas estas confesiones están basadas en nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo en el Cristianismo de la actualidad, la mayoría de la gente ofrece oraciones de arrepentimiento en vez de lo otro, diciendo que han pecado contra Dios. Pero tales oraciones de arrepentimiento que son dadas sin ninguna fe en el evangelio del agua y el Espíritu no pueden constituir una confesión verdadera. Estas oraciones de arrepentimiento nada tienen que ver con el Señor, ya que solo se ofrecen para traer algo de comodidad espiritual a las emociones personales de uno, no sirven para hacer una confesión verdadera.
Debido a que el Señor es básicamente la luz de la Verdad, con este amor de Verdad, Él nos ha salvado a ti y a mí de todos nuestros pecados de una vez por todas. Y, creyendo en este evangelio verdadero y confesando nuestras insuficiencias, podemos tener verdadera comunión con Dios. Por lo tanto, mientras continuamos con nuestras vidas en este mundo, siempre que llegamos a habitar en la oscuridad, siempre que cometamos obras perversas contra Dios o contra los demás, debemos confesar que tales obras ciertamente son perversas, y que hemos fallado en nuestro caminar en luz. Así, la razón por la que podemos hacer una confesión apropiada se debe a que hemos llegado a ser hijos de Dios creyendo en el verdadero evangelio de Su salvación. Al confesar nuestra oscuridad, podemos completar nuestro llamado a la luz, ya que ciertamente somos la luz de este mundo nacidos de Dios.
¿Ahora te puedes dar cuenta de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu? ¿Has llegado a estar sin pecado creyendo en este hermoso evangelio? Si es sí, ¿es correcto que ignoremos nuestros pecados diarios, ya que tenemos fe en el evangelio del agua y el Espíritu? No, absolutamente no. Aun después de llegar a ser justos ante Dios, aún continuamos pecando y cometiendo obras malvadas, así que no podemos afirmar que no hemos pecado. Cuando pecamos ante Dios, debemos confesar ante Él que hemos pecado, en ambos, en nuestras conciencias y corazones, y también con nuestros labios.
Honestamente, mientras todos nosotros continuamos con nuestras vidas en este mundo, es más que posible que cometamos muchas obras malvadas y que tengamos pensamientos perversos. ¿Cuántas manchas en la carne tienes? ¿Y que tan capaces somos de cometer incontables acciones incorrectas en la carne? ¿No es acaso así como somos tú y yo ante Dios? –Claro que así somos– Debemos hacer la confesión correcta colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
Pero si decimos que habitamos en la luz, y sin embargo no confesamos nuestras malas obras como las hemos cometido en nuestras vidas, no puede existir una comunión apropiada con Dios. Si no realizamos la buena acción que salva nuestras almas ante Dios, sino que en lugar de eso hicimos las cosas perversas de buscar nuestros propios intereses egoístas y rompimos la Ley de Dios, y luego cometimos obras perversas contra Dios.
Cuando alguien comete tales acciones perversas, debe admitir ante Dios lo que ha hecho; así que como podemos decirle a Dios, “Nunca he pecado” ¿Es verdad que los justos han sido limpiados de todos los pecados que han cometido creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, pero acaso no cometen malas acciones? Ciertamente cometen malas acciones, pero nuestro Señor ha borrado aún estos pecados.
Debido a que nuestro Señor borró todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu, cuando admitimos ante Él que hemos cometido malas acciones siempre que las cometemos, podemos tener una profunda relación personal y una verdadera comunión con Dios. Al tener esta verdadera comunión, los justos siempre pueden tener verdadera comunión con Dios, esto solo es posible debido a que Dios ya ha borrado todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. Ya que nuestro Señor ha resuelto el problema de los pecados del mundo al ser bautizado por Juan y al derramar Su sangre, creyendo en este verdadero evangelio, ya hemos llegado a ser los hijos de luz ante Dios. Y para habitar en esta luz, debemos hacer la confesión apropiada.

¿Es correcto que digamos que no hemos pecado cuando de hecho hemos cometido pecado?
No, es cometer aún otro pecado contra Dios.

Sí, a pesar del hecho de que todos nosotros cometemos toda clase de malas acciones contra Dios, aún así afirmamos ante Él, “Nunca he pecado; no he hecho nada malo,” entonces esto no es otra cosa que una falacia de fe. Cuando hemos pecado contra Dios cada día, y cuando hemos cometido toda clase de obras perversas, no podemos absurdamente afirmar ante Dios que nunca hemos pecado. Afirmar que no tenemos pecado cuando de hecho el pecado no es nada más que una vergonzosa y total mentira.
Por lo tanto, debemos ver correctamente todas estas malas acciones con nuestro corazón y confesarlas colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu antes de seguir adelante. Solo entonces puede la verdad permanecer en nuestro corazón, y solo entonces puede la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu gobernar sobre nosotros en todo tiempo.
Mientras que básicamente somos injustos, nuestro Señor es eternamente justo. El Señor realmente nos ha salvado de todos nuestros pecados y nos ha hecho sin pecado. Es así como la justicia de nuestro Señor sé manifiesta a través de tan injustos seres como nosotros que cometemos incontables pecados, y es así como Él es glorificado y honrado aún más a través de nosotros. Se debe a que tú y yo básicamente somos malvados por lo que hemos llegado a creer en nuestro Señor, y a alabar y agradecer al Señor por Su gracia de la salvación.
Es debido a que nuestro Señor ya ha borrado todos nuestros pecados y nos ha salvado perfectamente de los pecados del mundo, todo por Su amor hacia nosotros, por lo que somos capaces de alabar a Dios por siempre, y ciertamente lo alabaremos a Él eternamente. El que amemos a nuestro Señor y le alabemos se debe a que Su amor es grandioso. Por otro lado, no podemos evitar cometer incontables obras malvadas, y esto es lo que nos hace aún mas agradecidos por el amor de nuestro Señor, alabarlo y glorificarlo a Él aún más, y de tener un mayor deseo de solamente seguir Su voluntad.
Después de recibir la remisión de nuestros pecados, llegamos a estar más concientes de nuestras propias debilidades y de nuestra maldad, y esto nos hace caer en pecado con menor frecuencia de algún modo. Pero cuando no caemos en nuestras debilidades, también tenemos la tendencia de ser más agradecidos por la gracia de la salvación que el Señor nos ha otorgado. Cada vez que estamos juntos para adorar al Señor, alabamos a Dios, y con nuestra alabanza, ciertamente lo estamos venerando y adorándolo a Él. Estamos alabando a Dios por todo Su amor y bendiciones, por salvarnos de todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu, y de esta manera convirtiéndonos en Sus propios hijos, y por convertirse en nuestro propio Pastor y por protegernos.
Debido a nuestras propias debilidades, somos conducidos a exaltar a nuestro Dios aún más. Si no hubiésemos sido insuficientes, no hubiésemos alabado a Dios por las cosas que Él ha hecho por nosotros. Se debe a que somos insuficientes, y debido a que Dios ha bendecido a seres como nosotros, por lo que unimos letras y notas musicales para alabar a nuestro Dios con nuestras canciones.
Es por ello que aquellos que no aceptan la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu no pueden entender apropiadamente el pasaje de 1 Juan 1:8. los creyentes del verdadero evangelio admiten que son seres débiles e insuficientes. Si alguien le dice a Dios que no ha pecado cuando en realidad ciertamente ha cometido pecado, se engaña a sí mismo y también a Dios. Tal gente no puede habitar en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
En contraste, si tú y yo, que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, pecamos contra dios y contra nuestros semejantes, todo lo que tenemos que hacer es confesar que hemos pecado de nuevo, y nuevamente mirar hacia la Verdad del evangelio por la fe. Siempre que confesemos nuestras maldades y transgresiones, el Espíritu Santo en nosotros nos asegura inmediatamente, “Yo he lavado todos tus pecados incluyendo estos pecados con el agua y el Espíritu.” Por lo tanto, por nuestra fe en esta Palabra, somos limpiados y venimos a morar en la Verdad santa, sin importar lo que hayamos hecho.
Ante Dios, no somos más que hacedores de maldad que continuaran pecando hasta el día de la muerte. A pesar de esto, nuestro Señor lavó hace mucho tiempo todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. Por recibir el bautismo y por sufrir en la Cruz, Jesús ha dado verdadera vida a todos nosotros los que creemos en este evangelio verdadero. Es por ello que debemos hacer esta confesión correcta ante Dios colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Para que nosotros tengamos verdadera comunión con Dios, en otras palabras, debemos confesar francamente ante Él todos los pecados que cometemos.

¿Ha llegado a estar tu alma santificada por la fe?
Por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, nuestras almas han llegado a ser santificadas.

¿Cómo esta tu fe ahora? ¿Cuál es la condición actual de tu fe? ¿Has recibido la remisión de tus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu? ¿Entiendes la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu?
Si es afirmativo, entonces ahora eres justo ante Dios. Pero no debes olvidar el hecho que aún no puedes evitar pecar debido a la debilidad de tu carne. Tú, también, cometes obras perversas, y esto es ni más ni menos que la oscuridad. El hacer buenas obras es la luz. Para cumplir nuestros papeles como la luz ante Dios es salvar almas predicando a ellos el evangelio del agua y el Espíritu. Pero, si nosotros permanecemos en la oscuridad y realizamos obras perversas eso es matar el alma de las personas. El pasaje de la Escritura de hoy dice que si realmente crees en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, entonces debes confesar los pecados y las obras perversas que cometes en tu vida cotidiana, y debes vivir por esta fe. Como tal, siempre que nos demos cuenta que hemos cometido algo perverso, debemos admitir esto ante Dios.
Así admitiendo que hemos pecado, y colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu que Dios ha permitido en nosotros, debemos escapar de toda maldad y de toda oscuridad. Recordando una vez más que el Señor ha borrado todos nuestros pecados, debemos habitar en la luz de Dios creyendo y reconociendo el evangelio del agua y el Espíritu. Es así como podemos ofrecer continuamente sacrificio de alabanza a Dios en nuestra vida cotidiana de fe (Hebreos 13:15). Al hacer eso, podemos morar en la luz y hacer las obras que verdaderamente salvan el alma de las personas. Nuestro Señor realmente nos ha otorgado el vivir siempre en esta luz. A través de esta clase de verdadera confesión, ciertamente podemos ser libres de todos nuestros pecados y llevar gozo a nuestro Dios.

¿Cómo podemos decir que el evangelio del agua y el Espíritu es fiel?
Debido a que todos hemos sido realmente remitidos de todos nuestros pecados creyendo en este evangelio.

Es por ello que el versículo 9 dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” El propósito principal de este pasaje es hacernos saber y de hacernos vivir una vida de confesión verdadera al poner nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Pero si alguien interpreta mal este pasaje, podría pensar que esta es la forma de lavar sus pecados, y hoy, debido a tales pensamientos erróneos, existe gente que se ha levantado y se ha desviado, y frecuentemente recurre a las oraciones de arrepentimiento.
Solo porque alguien confiesa sus pecados, en otras palabras, no quiere decir que nuestro Señor simplemente lavara sus pecados ahí mismo. El que Dios nos limpie de toda injusticia si confesamos nuestros pecados se debe a la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, y solo bajo la condición de que nuestra fe este puesta en este evangelio.
El verdadero evangelio del agua y el Espíritu sé completo hace 2,000 años cuando nuestro Señor vino a esta tierra, tomó los pecados de toda la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista a la edad de 30 años, cargó estos pecados del mundo a la Cruz y fue crucificado 3 años después, y se levantó de entre los muertos. A través de “la justicia de uno” (Romanos 5:18), Dios lavó todos nuestros pecados de una sola vez con la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Por lo tanto, aquellos que creen en el agua y el Espíritu, la luz de Dios, puede recibir la remisión de sus pecados por creer en esta luz. Es por ello que si admitimos nuestros pecados y los confesamos siempre que pequemos ante Dios o contra nuestros semejantes, podemos ser limpiados por nuestra fe, ya que Él es “fiel y justo” para haber remitido nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. Es por ello que la Biblia dice aquí que si confesamos, nuestro Señor es fiel y justo para perdonarnos de todas nuestras injusticias.
Este pasaje fue mencionado ni más ni menos que aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu. Para que nosotros habitemos en la luz, el Señor nos exhorta a confesar nuestros pecados colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Él nos está diciendo, “Mis hijos, Yo he lavado todos tus pecados fiel y justamente a través de Mí justo acto de justicia, a través del evangelio del agua y el Espíritu.”
 Es por ello que el Apóstol Juan dijo que Dios es “fiel y justo.” Debido a que la luz de la salvación de Dios que fue completada hace mucho ya ha borrado todos nuestros pecados, creyendo en este amor de la Verdad (2 Tesalonicenses 2:10), nuestro corazón ha sido limpiado en todo tiempo. Ya que nuestras mentes moran en la oscuridad algunas veces, nuestro corazón se perturba, y mientras fallamos al hacer lo que agrada a Dios, nuestro corazón cae en la oscuridad. Pero debido a que esta oscuridad opresiva ya ha sido borrada hace mucho por la obra de la salvación de nuestro Señor, podemos restaurar el estatus de luz de inmediato siempre que confesamos nuestros pecados honestamente al poner nuestra fe en el verdadero evangelio. Por el poder de este evangelio del agua y el Espíritu que hace mucho borró nuestros pecados, nuestro Señor nos ha limpiado de todas nuestras transgresiones. El poder de este evangelio con el cual el Señor ha borrado todos nuestros pecados, del pasado, del presente y del futuro, también ha removido de nosotros toda la condenación de nuestros pecados. Esta verdad, en otras palabras, ha liberado totalmente a todos aquellos que creen en el evangelio de Dios del agua y el Espíritu de todos sus pecados, y de todas sus tinieblas.

¿Acaso nuestro Señor ya nos limpió de toda nuestra injusticia?
Sí, Él ya ha borrado todos nuestros pecado de una vez por todas.

Nuestro Señor dice que Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y para limpiarnos de toda injusticia. A través de la luz verdadera del agua y el Espíritu que ya ha borrado nuestros pecados, nuestro Señor nos ha salvado de todas nuestras iniquidades. Aunque siempre somos insuficientes en la carne, el Señor te ha salvado a ti y a mí, para que siempre seamos limpios y perfectos.
La única cosa que debemos considerar aquí mientras proseguimos con nuestra vida en este mundo, es que existen ocasiones en que habitamos en la oscuridad y cometemos obras perversas, y la Biblia nos dice que tenemos que confesar nuestras malas acciones tal como son. La razón por la que tenemos que hacer esto se debe a que la verdadera confesión es absolutamente indispensable para que nosotros tengamos comunión con Dios, y comunión con Sus santos y también con los siervos. Si decimos, mientras que hay oscuridad en nuestro corazón, “No he hecho nada malo; no he pecado,” entonces no puede haber comunión.
 

Verdadera Comunión Entre los Santos

Para nosotros, ¿cuando es posible la comunión verdadera?
Es posible cuando confesamos nuestras malas acciones ante Dios. 
 
Por lo tanto, la verdadera comunión entre los santos solo puede ser cuando confesamos los unos a los otros cualquier mala acción que hayamos cometido en contra de nuestros semejantes: “He hecho mal contra ti, mi hermano. Dije algunas cosas que no debí haber dicho, pero no quise dañarte. Por favor, perdóname.” De esta manera, es correcto que nosotros admitamos claramente nuestras malas acciones y pidamos perdón. Si la otra parte tiene trabajo para tolerar nuestros errores, solo tenemos que seguir pidiendo perdón hasta que se logre la reconciliación. La verdadera reconciliación solo puede ser posible cuando confesamos nuestras malas acciones francamente y nos pedimos perdón los unos a los otros.
Cuando confesamos nuestras malas acciones los unos a los otros, debido a que el Señor ya ha borrado todos nuestros pecados, nos podemos perdonar unos a otros, gracias a este amor del Señor. Por el poder de la Verdad de este evangelio que ha borrado todos nuestros pecados, podemos estar en paz los unos con los otros en Cristo. Mientras seguimos con nuestras vidas, es posible que terminemos construyendo paredes en nuestro corazón debido a los errores que cometemos. Pero cuando creemos en el poder del evangelio del agua y el Espíritu, el amor incondicional de Dios fluye en nuestro corazón, y este amor nos hace remover estas paredes de nuestro corazón. De este modo, estas paredes que separan a los santos de los otros son derribadas al poner nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu y confesando nuestras malas acciones los unos a los otros.
Debido a que somos demasiado humanos, hemos hecho mal a los demás, cometido pecados sucios y espantosos en contra de los demás, y continuaremos cometiendo tales pecados en los días subsiguientes. Cuando somos separados los unos de los otros debido a tales malas acciones, lo que elimina esta separación es la confesión. “Debes haber estado perturbado y decepcionado por lo que te hice, fue mi culpa.” Es cuando decimos estas cosas es que puede existir una comunión verdadera.
No es necesario jurar cuando confiesas tus malas acciones, ya que la Biblia dice, “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Santiago 5:12). Mas bien, si tan solo decimos, “Fue mi culpa. Lo siento,” entonces todas las discordias pueden terminar. Nuestro Señor ya cargó todas esas malas acciones, todas esas maldades. Como tal, en la luz de nuestro Señor, podemos tener comunión unos con otros. Si conocemos y creemos en el evangelio del agua y el Espíritu del cual habla la Palabra de Dios, entonces este poder sé manifiesta por sí misma en nuestra vida cotidiana.
Mis compañeros creyentes, los fuertes deben abrazar a los débiles y los débiles deben tener confianza. Aquellos que pueden abrirse a sí mismos a aquellos que son más débiles que ellos son capaces de admitir sus faltas y realmente son gente de fortaleza.
Cuando las adversidades surgen entre los santos, normalmente es debido a ambas partes. Si pusiéramos toda nuestra culpa en un solo lado, esta persona tendría dificultad en soportar esta herida a su ego, y tampoco es correcto ante Dios. Unos a otros nos hemos dañado. Es por ello que todo lo que tenemos que hacer es decir que lo lamentamos, y admitir nuestras malas acciones. Sin tal confesión, nunca podremos tener verdadera comunión unos con otros.

¿Que ocurre si no confesamos nuestros pecados ante Dios?
No puede haber comunión con Dios ni con otros compañeros creyentes.

Si no existe una verdadera confesión del pecado en nuestra vida, no puede haber verdadera comunión con Dios, ni los unos con los otros. Entonces, ¿cómo y conque clase de fe podemos tener comunión con Dios y con los justos? Si existe algo mal o perverso que hayamos cometido ante Dios, entonces debemos saber como confesar esas obras malvadas: “Dios, cometí tal y tal pecado. Reconozco mis errores.”
Cuando admitimos nuestras malas acciones ante Dios de ese modo, el Señor es fiel y justo para limpiar nuestro corazón con el evangelio del agua y el Espíritu que ya ha borrado todos nuestros pecados. Entonces nuestro Señor nos dice, “Yo he borrado esos pecados también,” y Él nos abrazara en Sus brazos con el amor de Su Verdad que ha lavado todos nuestros pecados, nuestro Señor desea tener una comunión verdadera con nosotros.
En el Antiguo Testamento, escrito esta, “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). De Su parte, Dios ha, a través de Su Hijo Jesucristo, completado nuestra remisión perfecta del pecado al 100%, de una vez por todas, con el agua, la sangre y el Espíritu (1 Juan 5:3-7). Habiendo hecho que Su Hijo tomara los pecados del mundo, condenó estos pecados, y por consiguiente los borró al 100%, Dios Padre ahora nos está diciendo que creamos en esto y que confesemos nuestros pecados por fe.
Esta es la razón por la que confesamos nuestra parte. ¿Porqué? Por que esto presupone el hecho de que Dios ha perdonado total y completamente todos nuestros pecados al 100%, y se debe a esta condición por la que podemos confesar en paz. Y por fe, nosotros los justos podemos confesar nuestras faltas también entre nosotros mismos.
Realmente no nos damos cuenta cuan arrogantes y egoístas somos. Por ejemplo, en mi iglesia, algunas veces nos reunimos para jugar fútbol. Cuando jugamos, hay ocasiones en que los miembros de nuestra congregación ni siquiera se molestan en pasarme la pelota, jugando el juego ellos solos. Entonces yo les digo a ellos, “Ya no juguemos fútbol.” Aún este tipo de hecho es perverso. Aunque es un juego amistoso, todos tratamos de hacer lo que podemos para ganar, y si terminamos perdiendo, queremos echar a perder el momento – así son los corazones humanos. Este ejemplo realmente no es tan malo; de hecho, existen muchos más ejemplos que son peores que este. 

¿Es difícil para nosotros confesar a Dios colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu?
Mientras tengamos fe en el evangelio del agua y el Espíritu, no es tan difícil hacerlo.

El confesar nuestros pecados ante Dios no es algo tan difícil de hacer. Todo lo que necesitamos tener ante Dios es fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Ni es tan difícil que confesemos nuestros pecados los unos a los otros. “Hermano/hermana, yo cometí tal y cual errores. Lo siento. Por favor perdóname. Realmente me sentí muy mal en esa ocasión.” Si tan solo decimos que lo sentimos y afirmamos el evangelio del agua y el Espíritu en nuestro corazón, podemos perdonarnos los unos a los otros. ¿Existe alguien entre los justos que nos juzgara después de decir que lo siente? ¿Quién puede juzgar a alguien más? Al contrario, es el pecado del corazón que debe ser condenado y que no sabe como disculparse.
Necesitamos saber como disculparnos cuando hayamos hecho algo malo en contra de los demás. Aquellos que van por delante deben saber como disculparse con aquellos que los van siguiendo, y aquellos que los están siguiendo también deben saber como disculparse con aquellos que van por delante. Solo entonces podremos tener comunión los unos con los otros en Cristo, de otra manera no puede haber una comunión correcta. Solo cuando somos capaces de hacer la confesión correcta puede haber comunión correcta entre nosotros y con Dios. Si fuésemos a insistir ciegamente en que no hemos hecho nada malo, y que es solamente la otra persona la que nos ha hecho mal, entonces simplemente no puede existir ninguna comunión real. El mismo principio aplica también a nuestra relación con Dios.
¿Nos dañamos los unos a los otros o no? Cuando alguien nos cae bien, somos muy amigables que parecería que no hay nada que no haríamos por esa persona, pero cuando alguien nos disgusta, terminamos odiando. ¿No es verdad esto también para las hermanas? – Desde luego que si – Nuestros hermanos también han cometido errores. También nuestros pastores han cometido errores. Si tales errores nos causan problemas, no benefician la proclamación del evangelio, y se convierten en piedras de tropiezo que evitan que tengamos comunión unos con otros, entonces debemos pensar en nuestros errores y confesar nuestras malas acciones sinceramente. Sin importar como piensan los demás, cuando llegamos a reconocer nuestros errores, todo lo que tenemos que hacer es admitir nuestras malas acciones y disculparnos. Necesitamos llegar nosotros mismos a admitir y a confesar nuestras malas acciones unos con otros, y a decir que lo sentimos.
Aunque el problema de todos nuestros pecados ha sido resuelto ante Dios, si hay algo que hayamos hecho parece haber construido una pared entre nosotros, debemos disculparnos los unos con los otros y reconciliarnos, de otra manera terminaremos separándonos los unos de los otros. Y cuando nos servimos los unos a los otros y nos apreciamos los unos a los otros en el amor de Dios, podemos llegar a tener comunión unos con otros. Esta es la vida en la luz. Ocuparnos los unos de los otros, el amarnos los unos a los otros, y el tolerarnos los unos a los otros – esta es la vida de luz que todo Cristiano debería vivir.
Oscuridad es cometer obras de perversidad y el tratar de hacer daño a los demás. Así que el no morar en la maldad es una razón suficiente para que nosotros estemos en paz los unos con los otros en el amor de Cristo por fe. Aunque cada uno de nosotros es insuficiente, debemos amarnos los unos a los otros así como Dios nos amó. El Señor nos ordenó, “Amaos los unos a los otros.” Como tal, todo lo que tenemos que hacer es tratarnos los unos a los otros generosamente en el amor de Dios, a través del amor de Cristo. Si terminamos sin comunión, solo haremos feliz al Demonio. De igual manera, si esto ocurre, la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu no puede obrar en nosotros.

¿Cuando y cómo nuestro Señor borró todos nuestros pecados?
Nuestro Señor los borró hace 2,000 años con el evangelio del agua y el Espíritu.

Nuestro Señor ya ha borrado todos nuestros pecados. Fue aproximadamente hace 2,000 años que nuestro Señor borró todos los pecados del mundo en su totalidad con Su bautismo y derramamiento de sangre. Él ya borró los pecados de tus descendientes, también los pecados de tus ancestros, y tus pecados del presente y también del futuro. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos tener verdadera comunión los unos con los otros en el amor de Jesucristo creyendo en este amor.
Aunque el contenido real pueda ser diferente, si estamos disgustados los unos con los otros y nos cuesta trabajo tolerarnos los unos a los otros, entonces esto solo quiere decir que nos hemos dañado los unos a los otros. De vez en vez, de hecho pecamos. Es muy posible para nosotros hacer cosas perversas los unos a los otros. Pero importa poco mientras hagamos una confesión verdadera los unos a los otros.
Siempre que los Cristianos cometen obras de perversidad contra Dios y contra los demás, en el mismo instante en que nos damos cuenta, si admiten que han cometido un error, y reconocen que todos sus pecados fueron lavados a través del evangelio del agua y el Espíritu, inmediatamente pueden ser liberados de toda oscuridad. Esto se debe a que tenemos en nuestros corazones la poderosa Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Debido a que este verdadero evangelio está en nuestro corazón, y debido a que tú y yo creemos en la luz de Dios, la oscuridad no puede gobernarnos más. Es por creer en el evangelio del agua y el Espíritu que somos apartados de la oscuridad y transformados en una vida de luz. Y en esta resplandeciente luz, podemos amar al Señor, amar a nuestros hermanos y hermanas, amar la Iglesia, y amar las almas de los demás–esto es, podemos vivir nuestras vidas de luz.
Ya que nuestro Señor nos ha limpiado de toda nuestra injusticia con el evangelio verdadero, todo lo que tenemos que hacer es confesar por fe los pecados que hemos cometido, creyendo en este evangelio. Es por eso que 1 Juan 1:10 dice, “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” Somos personas que cometemos pecado todo el tiempo. Así que cuando reconocemos el evangelio del agua y el Espíritu, y también reconocemos nuestras malas acciones ante ambos, Dios y ante los demás, el poder de la Palabra del evangelio obrara en nuestras vidas, asegurándonos que nada nos faltara para vivir como los hijos de luz. A través del evangelio del agua y el Espíritu, hemos llegado ahora a ser aquellos que pueden vivir una vida de luz apropiadamente.
La Biblia dice que si decimos ante Dios que no hemos pecado, lo convertimos a Él en un mentiroso. Así que cada día y cada momento, siempre que pecamos, debemos confesar ante Dios que hemos pecado. Pero si alguien dice, “No he hecho nada malo, no he cometido pecado. No he hecho nada perverso,” entonces la persona está convirtiendo a Dios en un mentiroso. Simplemente nos quedamos sin palabras ante tal gente que carece de sentido común.
Si sucede que nuestras obras han sido erróneas aunque hayan sido sin intención, entonces todo lo que tenemos que hacer es admitirlo y decir, “Lo siento. He cometido errores sin intención.” Sin embargo existe gente que es incapaz de hacer esto, y en vez de eso trata de sostenerse con su orgullo. La gente que es necia y con poco carácter aún afirma, “No he cometido ningún pecado ante Dios, ni en contra de los demás. No he cometido ningún pecado. No hay nada malvado ni erróneo que yo haya hecho, ni he hecho nada malo ante la Iglesia de Dios.” Cuando nos topamos con tales personas, simplemente no sabemos que decir. Aquellos que, de esta manera, no se conocen a sí mismo tienen corazones que son perversos y tan duros como la piel del cocodrilo. Entonces, ¿qué podemos decir a aquellos cuyos corazones están tan endurecidos de esta manera que no pueden admitir que se han equivocado?
Ser humano es ser imperfecto, y es con aquellos que muestran esta imperfección humana con los que estamos de acuerdo. Para que nosotros mostremos tolerancia unos por otros, ¿acaso no deberíamos de ser capaces de ver estas imperfecciones en todos nosotros, que simplemente somos humanos de carne y hueso? Nosotros, los creyentes del evangelio del agua y el Espíritu, necesitamos tener corazones tiernos dentro de la Verdad del evangelio. Necesitamos creer en el amor de Dios, y en este amor, también necesitamos saber como suavizar nuestros corazones y admitir nuestras malas acciones. Cada corazón entonces se hará suave, la paz y la harmonía llegaran a ser la característica de nuestra relación en amor. Si el corazón de cualquiera es demasiado duro para reconocer la Palabra de Dios, todo lo que le espera es la muerte espiritual. La clase de fe que no sabe como confesar jamás podrá tener ningún beneficio.
Mientras admitimos nuestras malas acciones ante los demás, servimos al evangelio del agua y el Espíritu, exaltamos el amor de Dios, exaltamos la salvación que Dios nos ha traído, agradecemos Sus bendiciones, damos gracias y gloria con la esperanza de las bendiciones que Él nos dará en el próximo mundo – es así como podemos vivir vidas exitosas.
Dios es luz, y para que nosotros tengamos comunión con Él, debemos tener fe en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Juan el Apóstol desea que permanezcamos firmes en el evangelio del agua y el Espíritu para que podamos morar en la luz de Dios y tengamos comunión con el Padre y con el Hijo (1 Juan 1:3). El Señor nos ha dado vida eterna a través del evangelio del agua y el Espíritu. Aún antes de la fundación del mundo, Dios Padre planeo nuestra salvación en Cristo, y cuando el tiempo llego, Él envió a Su Hijo Jesucristo a esta tierra, e hizo que aceptara todos nuestros pecados siendo bautizado por Juan el Bautista e hizo que Él derramara Su sangre y fuera crucificado para llevar la condenación por estos pecados. Entonces Cristo sé levantó de entre los muertos, y nos ha dado nueva vida, Su propia vida. Es así como Dios nos ha traído vida.
Por lo tanto, ahora hemos llegado a ser Su familia la que puede tener verdadera comunión con el Padre y con el Hijo, y también con los otros hijos de Dios. Y la enseñanza de la confesión verdadera básicamente es para los nacidos de nuevo. Yo puedo decir todas estas cosas aquí ya que todos ustedes creen en el evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, este mensaje no es algo realizado para los religiosos, ni debe ser explicado a aquellos que todavía no han nacido de nuevo.
Queridos santos nacidos de Nuevo, ¿hemos o no hemos dañado a los demás? Claro que lo hemos hecho. Si, a pesar de nuestras malas acciones, no las confesamos a los demás, nuestra relación se estancara. Entonces debemos confesar nuestras malas acciones a los demás, diciendo, “Me disculpo por mis errores; fue mi culpa totalmente.” Todo lo que tenemos que hacer, en otras palabras, es confesar nuestros defectos. 
Cuándo tal confesión es hecha, ¿habrá alguien entre nosotros que diga, “Por qué hiciste eso? Ven aquí y paga por lo que has hecho.” Si existe alguien así, entonces nadie será jamás capaz de confesar ante tal persona de nuevo. Si somos incapaces de confesar nuestros errores a los demás, entonces no existe compañerismo ni comunión de corazón – esta es una gran perdida para todos nosotros, y tal vida no es más que un infierno. Sabemos que es cuando admitimos nuestras malas acciones, en nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, que puede existir verdadera comunión. Y hemos visto innumerables veces que ahí, también se encuentra el amor.
Ahora mismo, mientras el Apóstol Juan nos está diciendo que confesemos nuestros pecados en la Verdad de la luz de Dios, necesitamos mirar hacia atrás y examinar como han sido nuestras vidas de fe. Mientras continuamos con nuestras vidas de fe, habrá ocasiones en que Satanás, aprovechando la oportunidad, tratara de provocar la discordia entre nosotros, para que peleemos unos con otros, nos condenemos unos a otros, agitemos nuestros dedos unos a otros, y nos juzguemos los unos a los otros. Pero ninguno de nosotros puede jamás juzgar a los justos. Es el Señor quien es el único Juez.
Y debido a que nuestro Señor nos ha amado, Él ya ha borrado todos nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu. Lo que queda por hacer es solo la responsabilidad de confesar nuestras malas acciones ante Dios y ante los demás. No hay nada más que hacer. ¿Quién puede juzgar a los demás? No existe otro Juez que Jesucristo. Ni puede haber alguien más justo que los demás. Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu son todos igualmente justos. La única cosa que separa a un ser humano de los demás es si cree o no en este evangelio del agua y el Espíritu, no hay nada más que nos diferencie.
Se debe a que Satanás ha esparcido basura por todo el mundo y ha corrompido todo lo que el Cristianismo tiene, al día de hoy, se mantienen sus creencias engañosas. Todo este tiempo, la gente ha aprendido estas mentiras, así que cuando escuchan nuestros sermones, son nuevos para ellos. Y también existen aquellos que dicen que no pueden creer lo que escuchan, ya que es totalmente opuesto a sus propios sermones. Cuando escuchamos lo que los pastores evangélicos predican y lo que predican nuestros pastores que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, fácilmente podemos darnos cuenta que estos sermones ciertamente son totalmente opuestos. Son 100% opuestos.
Un creyente que asiste a una iglesia evangélica escuchó mi sermón en una ocasión, y me dijo, “¡Usted es tan distinto al pastor de mi iglesia! ¡Usted tomó el mismo pasaje bíblico, y sin embargo su sermón llegó a una conclusión completamente opuesta!” Entonces le dije, “Si, tiene usted razón. Entonces uno de nosotros debe estar bien, y el otro debe estar mal. ¿Cuál sermón cree usted que es correcto?” Entonces me dijo que pensaba que el sermón de su pastor era el correcto. Desde luego que debe haber sentido así. Pero usted debe tomar la Palabra de Dios como su estándar, y objetivamente ver lo que dice realmente, porque la Palabra de Dios es lo único que puede terminar con un debate espiritual.
El que exista comunión con Dios significa que existe verdadera comunión en el amor de Su evangelio. Es por ello que 1 Juan 2:1-2 afirma, “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” Para borrar los pecados de todo el mundo, nuestro Señor vino a esta tierra, tomó todos estos pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, y fue condenado por ellos al ir a la Cruz y derramando Su sangre sobre ella. Antes de ofrecer Su cuerpo a Dios Padre, nuestro Seños aceptó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Solo entonces ofreció Su vida sobre la Cruz y ofreció Su cuerpo a Dios. De esta manera, nuestro Señor llega a ser la propiciación por nuestros pecados que separaron a la humanidad de Dios.
Debido a que el Señor sé convirtió en nuestra propia ofrenda del sacrificio, si tan solo nosotros los humanos creyésemos en este Jesucristo que ha borrado nuestros pecados con el agua y el Espíritu, todos recibiremos la bendición de ser remitidos de nuestros pecados, de llegar a ser los propios hijos de Dios, y de confiadamente venir y estar ante la presencia de nuestro Dios. Y Dios Padre ha aceptado como Sus hijos propios a todos aquellos que creen en la Verdad de este evangelio, no hay obstáculo para que Dios nos convierta en Sus propios hijos. Dios nos ha creado a nosotros, que creemos en este verdadero evangelio, Sus hijos y Su luz, Él nos ha permitido vivir como la luz de este mundo, y Él nos ha aceptado como Su pueblo del Reino que vendrá.
Por lo tanto, debemos reconocer cuan importante y apropiada es la confesión correcta que se hace en el evangelio del agua y el Espíritu. Verdaderamente debemos reconocer y creer como esta confesión es una excelente prescripción para iluminar los corazones de nosotros los justos que hemos recibido la remisión del pecado. Aquellos de nosotros que verdaderamente hemos llegado a ser justos tenemos la capacidad de hacer la confesión correcta. Dios hizo a los creyentes en el evangelio del agua y el Espíritu Sus propios hijos, que pueden hacer esta confesión correcta.
Si tú y yo pecamos y cometemos obras malvadas debido a nuestras deficiencias, todo lo que tenemos que hacer es confesar. Y debemos creer una vez más que el Señor sé ocupo de todos nuestros pecados y de todas nuestras maldiciones cuando Él vino a esta tierra. Al tomar nuestros pecados y al ser condenado por ellos, nuestro Señor nos ha salvado de todo el castigo. A través de la fe, debemos confesar ante los demás. Debemos examinarnos para ver si alguien esta molesto con nosotros, y en donde haya cosas que encontremos difícil de tolerar de los demás, todo lo que tenemos que hacer es confesar nuestras malas acciones y pedir reconciliación. Entonces el poderoso evangelio nos permitirá tolerarlo todo. Si alguien te dice que ya no te puede soportar y por lo tanto te abandona, no lo dejes simplemente irse; en vez de eso, sembrando el evangelio del agua y el Espíritu y tomando el poder de este evangelio como el puente, ven y reconcíliate con los demás.
Estamos tan agradecidos con Dios por darnos el evangelio del agua y el Espíritu. Estamos tan infinitamente agradecidos por el hecho de que podemos tener comunión con Dios. ¿En que tenemos esta comunión? Es en el evangelio del agua y el Espíritu, el amor de Dios, por lo que podemos tener comunión. Debido a que Dios es luz, debido a que Él es amor, y debido a que creemos en este amor, podemos tener comunión con Dios, todo gracias a nuestra fe en este amor.
Entonces, ¿qué opinas? ¿Tienes comunión con Dios? ¿Realmente tienes esta verdadera comunión a través de tu fe en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu? Aquellos que no conocen el evangelio del agua y el Espíritu y aún retienen sus pecados no pueden tener comunión con Dios. Cuando esa gente que no ha recibido la remisión de sus pecados clama a Dios y dice, “Padre, por favor perdona mis pecados. Soy pecador,” Él solamente te responderá, “Tú no eres Mi hijo; eres hijo del Demonio.” Bajo la prueba del evangelio del agua y el Espíritu, los hijos de Dios y los hijos del Demonio se manifiestan aparte (1 Juan 3:10).
Doy gracias a Dios por darnos verdadera comunión con Dios. Entonces, no construyamos paredes entre nosotros mismos, sino tengamos comunión unos con otros. El construir tales paredes solo agradara al Demonio, quién es un experto en provocar nuestros deseos de la carne como “idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones y herejías” (Gàlatas 5:20).
Compañeros Cristianos, no importa lo que pase, y no importa las deficiencias que existan, pelear entre los santos jamás podrá ser bueno. En vez de pelear, primero debemos admitir nuestras malas acciones. Debemos ejercer el auto control confesando nuestras faltas unos a otros en la fe del verdadero evangelio. ¿Qué dije que agrada al Demonio? El Demonio sé agrada cuando peleamos unos con otros y construimos murallas entre nosotros. Él se goza cuando peleamos unos con otros para ver quien es mejor, igual que cuando rehusamos admitir nuestras malas acciones unos con otros.
¿Acaso el hecho de que somos santos nacidos de nuevo significa que no cometemos errores? Lejos de eso, siempre permaneces insuficientes, cometiendo errores, errando con nuestra lengua y cometiendo malas acciones. Siempre que hacemos eso, debemos admitir y disculparnos por nuestros defectos. Debido a que el Señor nos ha amado, estamos sin pecado por fe. Realmente no tenemos pecado. Esto se debe a que el Señor ha borrado todos nuestros pecados.
Tú y yo debemos estar muy alertas de los esquemas traicioneros de Satanás. Es el Demonio que incita la discordia entre la humanidad. Si caemos en esta trampa y discutimos unos con otros, ninguno de nosotros será capaz de servir al evangelio sino que terminara espiritualmente muerto.
En vez de apuntar nuestro dedo unos a otros, debemos primero pensar en nuestros propios errores ante Dios. No es lo que dicen los demás, sino nosotros mismos, lo que debemos estar examinando. Entonces nos daremos cuenta que hemos actuado mal, y entonces todo lo que tenemos que hacer es confesar nuestras malas acciones unos a otros y corregir nuestros errores ante los demás. Si no podemos corregirnos nosotros mismos al 100% sin importar que tan duro lo intentemos, entonces solamente debemos vivir por fe hasta el día en que nuestro Señor regrese, aún cuando permanecemos insuficientes.
Debemos tener fe y ser sabios. Y por consiguiente debemos eliminar los esquemas de Satanás con nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Al confesar nuestras malas acciones y creer en el evangelio del agua y el Espíritu, debemos habitar en la luz. Yo doy mi sincera gratitud a Dios. No puedo agradecerle a Dios lo suficiente.
Existe mucho trabajo que nosotros los justos debemos hacer ante Dios para anunciar el evangelio del agua y el Espíritu. Si continuamos haciendo este trabajo, el evangelio será anunciado cada vez más, a miles y a cientos de miles. El Señor sé asegurará, sin duda, que ciertamente logremos esto. ¿Cómo podremos lograr esto en nuestra propia fuerza? Se debe a que Dios nos ha dado poder y nos ha bendecido por lo que esta voluntad será lograda. ¿No es esto verdad? Claro que lo es.
Es a la gente del mundo entero que estamos predicándole el evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha confiado este buen trabajo de anunciar el evangelio, y es a través de nosotros que Él obra. Esto es real. Ahora ciertamente estamos anunciando el evangelio al mundo entero. Yo creo que Dios nos ha dado el poder de completar esta obra de anunciar el evangelio por todo el mundo, ya que en nosotros no hay poder, nuestro Dios es Todopoderoso.
Yo agradezco a Dios aún más por permitirnos realizar esta confesión verdadera.
¡Aleluya!